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El torito

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Marcelo Legrand

Marcelo Legrand

OCTAVIO PODESTÁ

Egresado en 1961 de la Escuela Nacional de Bellas Artes del Uruguay, donde estudió dibujo y escultura con los profesores Juan Martín y Severino Pose, Octavio Podestá amplió sus estudios de escultura en Francia e Italia. En 1964 obtuvo la beca municipal que llevaba el nombre de Carlos María Herrera, la cual le permitió volver a Europa para seguir formándose en las artes escultóricas. Posteriormente estudió diseño industrial en el Instituto de Arte de Florencia y visitó varios talleres de restauración en Francia, España y Suiza. Como resultado de este derrotero formativo, tuvo contacto directo con las obras originales de Pablo Picasso y Georges Braque, quienes, según el propio Podestá, fueron sus referentes más importantes, junto con los escultores Antoine Bourdelle y Auguste Rodin.

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Influido entonces por el movimiento de vanguardia, comenzó a realizar hacia 1970 la serie de “Toritos”, esculturas de similares características, pero cada una con su propia individualidad y originalidad. ¿Por qué este animal? Por gusto personal. El artista dice que el toro despertó su atención desde que apareció en las representaciones rupestres del período prehistórico, pinturas que tuvo oportunidad de ver en uno de sus viajes a España.

Pero aquí, ante El torito, el tema representado no es lo primordial. Se transforma en una excusa o simple anécdota, pues lo que el artista pretende demostrar con este trabajo no es la capacidad de representar la figura del animal, sino las posibilidades que brinda el lenguaje escultórico en sí mismo. De lo abstracto a lo casi figurativo, son los espacios, las formas y los movimientos generados por los trozos de hierro, que va anexando meticulosamente, los que se transforman en el verdadero leitmotiv que lo lleva una y otra vez a representar esta figura de una forma única e irrepetible.

Su procedimiento de trabajo se basa en el juego de armar nuevas formas a partir de piezas de desecho —aun cuando en algunas oportunidades incorpora articulaciones de creación propia—, resignificando así el desperdicio industrial y anexándole incluso, en ciertos casos, color y fragmentos de madera. Tiene en su taller lo que ha dado en llamar su hierroteca personal, de donde obtiene los trozos de chatarra que le permiten generar sus obras y encontrar salidas formales novedosas y específicas. Trabaja entre tres y cuatro piezas escultóricas simultáneamente; abandona algunas por un tiempo y las retoma luego si el momento creativo y las piezas de la hierroteca así lo disponen.

Podestá resolvió El torito con un criterio claramente mecanicista y espacial, cuyo objetivo sustancial es generar movimientos de carácter lúdico. Fue anexando los fragmentos de metal utilizando en particular, según sus propias palabras, “las partes que la industria del hierro desecha, ya que de un cuadrado obtienen un círculo, y ese sobrante fue lo que utilicé para las patas y gran parte del cuerpo del toro”. Así, poco a poco fue tomando forma la obra, resultado de una sumatoria en la que se asocian la creatividad del artista, en su interés por resignificar esos desechos, y el sentido de espacialidad y movimiento que la pieza escultórica genera en sí misma, más allá de lo que represente.

DAMIANO TIERI

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