: Jacinto Ramírez Tres décadas del arte de máscaras de higüera
12 al 31 de enero de 2012 Fundación Arana, 104 calle San José, viejo San Juan, teléfono (787) 723-0050, espacioarana@gmail.com
: Jacinto Ramírez Tres décadas del arte de máscaras de higüera
Lowell Fiet
“La idea siempre de que no hay que prostituir el trabajo y hay que sentirse bien creando algo diferente siempre. Yo he preferido no sacrificar esa idea. Si alguna vez he tenido que hacer más de 10 ó 20 máscaras iguales llega el momento que me canso y no quiero seguir, aunque sí vendan . . . en mi caso nunca he considerado la fama como trascendental. Creo que hay que crear día tras día, dejar los elogio para otros”. Así se pronunció Jacinto Ramírez Filomeno hace casi dieciocho años cuando lo entrevisté para un artículo que se publicó en la sección cultural En Rojo de Claridad (marzo de 1994, portada y páginas 22 y 23). Jacinto nació en las Parcelas Falú de Río Piedras y su movimiento geográfico cotidiano lo lleva entre Río Piedras, su familia en Bayamón y su mercado que es principalmente las tiendas de artesanía del Viejo San Juan y las ferias de artesanos a través de la isla. Está reconocido como el primer artesano puertorriqueño que utiliza la higüera para crear máscaras, y después de más de tres décadas de hacerlo, todavía está considerado como el mejor del grupo que ahora sigue sus pautas. No obstante, ser artesano --aún artesano maestro-- no es fácil: la economía es variable, el mercado de los gustos locales y de los turistas cambia continuamente; es una labor intensiva que requiere la inversión de horas de trabajo y un espacio de taller pero no garantiza un ingreso fijo. En muchos casos, a pesar del reconocimiento, el artesano puertorriqueño vive de día al día sin una red de apoyo para proteger la integridad de su creatividad, su “marco” de productividad y su acceso a una clientela receptiva. La licencia de artesano no provee grandes beneficios y su “copyright” siempre está en peligro. Conocí a Jacinto por primera vez en mi apartamento en el Condominio Universitario en Río Piedras alrededor de 1979-80. Llegó por recomendación de alguien --Antonio Martorell u otro de sus maestros de la Escuela de Artes Plásticas-- y compré una máscara de higüera pulida pero sin talla. Estaba pintada en tonos mates de rojo y negro y con pequeños colmillos que reflejaban el diablito-burlador-vejigante de las Fiestas de Loíza. Durante los próximos catorce años adquirí ocho máscaras directamente del artesano. La mayoría de éstas ya mostraban bocas y ojos tallados, cuernos negros y tonos de blanco, rojo, negro y otros colores con y sin brillo y todavía surgían del tropo afro-criollo del vejigante loiceño. Para el 1994, Jacinto había comenzado a experimentar con colores no tradicionales, a romper la simetría de la cara al descuadrar los ojos, a reconfigurar las narices y abstraer la facciones para lograr los primero indicios de lo que ahora se conoce como su estilo de máscaras “picasso-escas”. Esta es la tendencia (sin perder su relación, aunque oblicua, a los estilos anteriores) que ha marcado su expresión plástica mascarera desde entonces. Muchos apreciadores (y compradores) del arte de Jacinto conocerán solamente este estilo más reciente y no el anterior. La conversación que Jacinto y yo tuvimos en aquel entonces enfocaba en ese cambio desde sus primeros impulsos como artista-artesano y su deseo de crear esa “máscara nueva, diferente”. Lowell Fiet: ¿Cuándo comenzaste a construir máscaras? ¿De dónde viene la idea, la raiz de trabajar con máscaras? Jacinto Ramírez: La idea viene principalmente porque empecé estudiando arte. Estaba buscando una motivación que realmente me hiciera llenar esa búsqueda, ese vacío de querer hacer algo. Caminando por las galerías y la escuela donde estudiaba veía el motivo del vejigante como algo interesante, algo que cada artista trataba de diferente manera. Especialmente en
la serigrafía. Entonces consideré esa idea aproximadamente dos o tres años después, cuando ya estaba en la artesanía. LF: ¿Y la noción de usar higüera (en vez de coco o cartón piedra)? En Puerto Rico los artistas usan la higüera para muchas otras cosas pero no para hacer máscaras como tal. Que yo sepa has llevado esto a otro nivel. JR: Esto ocurre porque la inquietud era ser lo más original posible y ya estando hecha la máscara de coco pensé que no había nada más que buscar ahí. Pero sí habían unos motivos e ideas que se pudieran usar en una máscara nueva, diferente. Yo sabía, por ejemplo, que estaban las máscaras de papel y de tela metálica. Entonces consideré que el medio que yo tenía (ya estaba haciendo platos, lámparas, etc.) . . que la higüera me serviría muy bien para la máscara porque se amoldaba a la cara perfectamente. De ahí hice mi primer ensayo, mi propio carnaval, asusté a unos niños que estaban en la calle. Esa impresión me sirvió. LF: ¿Nunca has cambiado? ¿Siempre han sido máscaras de higüera? JR: La mayor parte del tiempo sí. Sin embargo he considerado que hay que llenar un espacio en las máscaras de Ponce también. Dado el hecho de que hubo una persona similar a mí, con igual sacrificio, yo en el norte y él en máscaras ponceños. Dándole un toque bien artístico, bien original. Lamentablemente lo perdimos. Se llamaba Alberto González. El trabajaba con la máscara del carnaval de Ponce hecha de papel pero le daba una perspectiva diferente que lo llevó a considerarse un maestro en su género. (A este grupo de innovadores, debemos añadir el nombre del artista Carlos Ayala Calcaño, el más joven y experimental de los artesanos maestros de máscaras de Loíza, asesinado “por bala equivocada” en febrero de 2011. ) La entrevista original incluía otros comentarios sobre lo difícil que es para el artesano vender su trabajo en Puerto Rico y la tentación de salir para Chicago, Filadelfia, San Thomas o San Martín, todos lugares donde las máscaras se han vendido. También discutimos cómo los estilos no tradicionales responden al deseo de pintar más libremente y utilizar la higüera y la máscara como un lienzo en vez de una cara. Su búsqueda en las últimas dos décadas ha sido precisamente ésta: crear ese elemento nuevo y diferente dentro de los límites de la máscara, una de las formas artísticas de más antigüedad y más enraizada en la misma naturaleza de la creatividad humana. Jacinto Ramírez Filomeno sigue cosechando higüera verde, preparando y secándola, tallando y poniendo yeso y finalmente pintándola ya no como un vejigante reinventado sino como una cara-ventana al mundo contemporáneo de arte que ya incorpora los materiales, formas y contenidos naturales y culturales de Puerto Rico, pasado y presente. Esta exposición retrospectiva en el Espacio Arana nos da la oportunidad de ver más de tres décadas del trabajo de un artista excepcional cuya trayectoria muestra los cambios e innovaciones que marcan la inquietud de una búsqueda artística de envergadura y sobrevivencia y que desembarca toda una problemática de la relación entre la artesanía, las artes populares y las bellas artes. Finalmente también nos enfrenta con el reto social: ¿cómo puede vivir el artesano-artista puertorriqueño de su producción artística?
Esta exposición es posible gracias a la generosidad, patrocinio y apoyo de la Fundación Arana, del Instituto de Cultura Puertorriqueña y de los coleccionistas prestatarios: Lowell Fiet, Lidy López Morales y Carlos Martínez Palmer. La Fundación Arana fue establecida en 1987 por el pintor puertorriqueño Alfonso Arana para brindarle apoyo a los artistas en Puerto Rico. La sede de la Fundación está ubicada en el 104 de la calle San José, antigua residencia del maestro Arana, en el viejo San Juan, edificio que además alberga el Espacio Arana, donde se exhibe la obra de los artistas asociados a la Fundación y se llevan a cabo talleres de dibujo de la figura humana, actividades musicales y tertulias artísticas. La Fundación ofrece periódicamente la Beca Arana y también protege la integridad del legado artístico de su fundador.