5 minute read

Misiones salesianas

Misiones Salesianas

Augusta, en la cocina y sonriendo, en una escena del documental ‘Love’.

Advertisement

Augusta, la voz y el rostro de las niñas de la calle. ¡Descansa en paz!

Hace año y medio Augusta se convirtió en una celebridad en su país. Viajó a Europa desde Sierra Leona y, en menos de dos semanas, estuvo con el presidente del Parlamento Europeo, con la presidenta de Malta, con el papa Francisco y con el Rector Mayor de los Salesianos. Participó en even tos internacionales sobre la vulneración de los derechos de los menores en el mundo y siempre puso voz a las niñas en situación de calle que sobreviven ex plotadas vendiendo su inocencia para poder comer. La voz y la risa de Augusta Ngombu-Gboli se apa garon el pasado 7 de junio, día de la Santísima Trinidad. Tenía 23 años y fue una víctima indirecta del coronavirus. El temor a contagiarse del virus en el hospital hizo que descuidara la recogida de su medi cación para tratarse el VIH que sufría desde su etapa en la calle. Un inimaginable y triste final para alguien que se había superado siempre ante la adversidad: había sufrido la pérdida de sus padres siendo niña, la explotación y todo tipo de abusos de unos falsos familiares que se hicieron cargo de ella, la estigmatización por vender su cuerpo para sobre vivir en la calle… pero al final, gracias a los misioneros salesianos, se encontró con Don Bosco y cambió de vida, estudió, montó su empresa y se convirtió en un referente para cientos de menores que habían pa sado por su misma situación.

Siempre hay que tener un sueño

“Si yo he podido cambiar de vida, cualquiera de vosotras puede hacerlo”, recordaba a las menores del centro Don Bosco Fambul, a las que enseñaba a co cinar tres días a la semana para que encontraran su vocación como ella hizo.

Su participación en nuestro documental ‘Love’ fue breve, pero muy significativa. El director de Don Bos co Fambul, el misionero salesiano Jorge Crisafulli, la pone de ejemplo de aferrarse a un sueño para cam biar de vida, y ella lo había logrado con su empresa de comidas. “Me siento feliz. Ya nadie se ríe de mí ni me utiliza. Hago mi trabajo, gano mi dinero por ello y me encanta lo que hago”, dice Augusta con un ros tro alegre en el documental.

Estar con el papa Francisco en la audiencia de la plaza de San Pedro significó para ella “el día más fe liz de mi vida”, y no dudó en pedirle una bendición para todas las niñas que atienden los misioneros sa

Tras regresar de su viaje por Europa y traerse cientos de recuerdos, Augusta abrió su propio restaurante en Freetown.

lesianos en Sierra Leona. Sin embargo, no lo pasó bien en Europa. Para alguien que nun ca había salido de su ciudad, que nunca había visto un as censor o unas escaleras mecánicas, todo iba demasiado deprisa y era muy complicado. Muchos aviones, muchos paí ses, demasiados paisajes, idiomas… extrañaba las comidas, siempre tenía frío, estaba muy cansada… pero cuando tenía Misiones Salesianas que hablar en público cambia ba, y su sonrisa y su testimonio conquistaban todos los corazones mientras que las lágrimas afloraban en el auditorio.

El restaurante Don Bosco

En medio del sacrificio que supuso esa experiencia para ella siempre estaba su gran sueño: “Abrir un restaurante en Free town que se llamará Don Bosco y poner en él todas las fotos con las autoridades que he conocido y la pequeña figura de Don Bosco que me regaló el Rector Mayor”. Y la joven Augus ta no sólo cumplió su sueño cuando regresó a Sierra Leona, sino que además contrató a otras jóvenes que habían salido de la calle como ella y que habían conseguido cambiar su futuro gracias a la educación.

Sin saberlo, Augusta cambió muchas cosas para las benefi ciarias del programa ‘Girls Os+’ (Refugio para chicas) en situación de prostitución. Con su testimonio, que también se pudo escuchar en un mensaje grabado unos meses antes en el Palacio de Naciones Unidas de Ginebra ante la primera dama de Sierra Leona, una nueva legislación empezó a proteger a las menores para que no fueran detenidas por la policía. Au gusta contribuyó a que las niñas en Sierra Leona empezaran a ser tratadas como víctimas y no como culpables.

Como le dijo la entonces presidenta de Malta en La Valeta: “Augusta, gracias a ti porque has conseguido que todas las ni ñas de Sierra Leona tengan ahora un rostro y un nombre”.

Seguirás siendo referencia y modelo para todos. ¡Descansa en paz!

Alberto López Herrero

El maldito virus

El coronavirus que estamos padeciendo ha sacado a la luz de nuevo el problema del mal. Hace unos 2.400 años, Epicuro, filó sofo, decía: “Si Dios no quiere resolverlo y puede, no es bueno. Si Dios no puede, no es omnipo tente”. Hace días alguien sacaba de nuevo el problema: “Ahora que nos hemos dado cuenta de que Dios y rezar no sirven para nada, sería la ocasión para dar el presupuesto de la Iglesia a la sanidad”. La dificultad es real y cues tiona la fe de muchas personas. La cultura moderna parte de la existencia de que un mundo sin mal es po sible. No es así. Somos limitados, y por eso aparece el mal. Decir que Dios no es bueno u omnipotente, porque no hace un mundo perfecto, equivale a decir que no lo es por que no quiere dibujar círculos-cuadrados o no puede hacer hierros de madera. Es ab surdo.

No es fácil desde la razón resolver el pro blema del mal. Solo la confianza en un Dios que nos ama y es misericordioso nos puede ayudar. La solución nos la ofrece la respues ta sencilla de una mujer, mi madre, cuyo hijo fue asesinado: “Hay gente que me dice que la muerte de mi hijo, la quiso Dios. Yo no lo creo así. Dios no lo quiso, no quiere esta vio lencia; pobre. Él la padece. Dios sufre por los hombres y solo quiere la paz. Son cosas inexplicables que tienen los seres humanos. No es la vida, en abstracto, son los hombres los que hacen el bien o el mal en la vida”. Dios no puede hacer el mal.

José Antonio San Martín, sdb

http://www.misionessalesianas.org

This article is from: