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Salesiano cooperador, camino intenso de fe

Jesús nació en Huelva, el 30/05/2003, un mes muy señalado en el calendario, pues tiene lugar la fiesta de María Auxiliadora en todas las obras salesianas del mundo, en el seno de una familia vinculada al mundo salesiano. Su madre, Charo, es salesiana cooperadora y profesora de educación especial en Salesianos Huelva; y su padre, Ángel, es antiguo alumno y exanimador del centro juvenil. Es el mayor de tres hermanos: Óscar, ya en el cielo (falleció hace 5 años, con 11 años), y Bruno, que actualmente se encuentra en 6º de Primaria. Le encanta la Fórmula 1, los videojuegos, y hacer directos en Twitch. Se define como una persona alegre, dinámica, entusiasta, y muy amigo de sus amigos.

Hizo la Primaria y la ESO en el colegio salesiano de su localidad, y el bachillerato en un instituto público. Del tiempo que estuvo en el colegio, conserva un estupendo recuerdo. Cuando se le pregunta por lo vivido en aquellos años, él responde así: “Siempre estuve muy bien en mi colegio; me sentí muy acogido y atendido. El ambiente salesiano ha marcado mi vida desde los 3 años, que fue cuando comencé mi etapa escolar”. Durante estos años, también se incorporó a los grupos de fe y acompañó a su madre a muchas de las reuniones, celebraciones y encuentros de los cooperadores. Actualmente realiza el grado en comunicación en la UOC, con el deseo de poder llegar a convertirse en un buen profesional del mundo del periodismo.

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Discernir mi vida Desde el inicio de este curso, Jesús se encuentra en un grupo de aspirantes a salesianos cooperadores, y realiza, junto a 3 jóvenes más, su discernimiento vocacional. Su propia madre es la animadora del grupo. Ante la pregunta, ¿por qué quieres ser cooperador? Responde así: “Es algo que siempre he querido ser. Mi madre es cooperadora, su testimonio me ha marcado; y siempre, desde que nací, he estado en el ambiente de los salesianos cooperadores. Me parece que es una gran forma de vivir la fe, con el estilo salesiano; y, además, me atrae mucho la vida comunitaria de los cooperadores. Creo que Dios me llama a ser salesiano cooperador”.

Tiene una mirada positiva sobre los jóvenes de hoy. Opina al respecto que “aunque parece que están algo perdidos y que no tienen objetivos claros en muchos casos; sin embargo, hay muchos jóvenes con grandes aspiraciones y un gran futuro. Me gustaría ayudarles siempre a encontrar sus motivaciones más profundas”.

Siente una gran admiración por Don Bosco, sobre todo, en lo que se refiere a la preocupación que este gran santo tuvo por los más desfavorecidos, y cómo se las ingeniaba para poder transformar la realidad de muchos de ellos, con amor y paciencia.

Cree que la vocación salesiana, laical o consagrada, merece la pena. Por eso, a todo joven que tenga inquietudes e interés, le anima a “reflexionar concienzudamente qué quiere Dios de él, y si lo ve con claridad, que no tenga miedo a decir sí”.

Jorge Juan Reyes, sdb

El Director del Centro Nacional Salesiano de Pastoral Juvenil abrió, el pasado 14 de abril, los I Diálogos de Pastoral Juvenil en los que se abordó la importancia de educar a adolescentes y jóvenes para amar.

Pregunta n ¿Por qué ahora abordar ese tema de la educación afectivo-sexual? ¿Está de moda? Respuesta n Creo que se trata de una reflexión necesaria y urgente. En primer lugar por la realidad concreta con la que nos topamos cada día como educadores, en el contexto sociopolítico en el que viven nuestros chicos y chicas en los diferentes ambientes pastorales. Pero también porque, como Iglesia, necesitamos seguir madurando un planteamiento educativo que, desde dentro de la cultura que habitamos, pueda emerger desde la antropología cristiana; con vocación de incidir, iluminar y acompañar el crecimiento y la maduración de personas equilibradas y felices.

P n ¿Es una asignatura pendiente en la tarea de la Iglesia?

R n Me parece que, en buena medida, lo es. Durante décadas, en la Iglesia hemos puesto siempre el acento en la norma y en la moral, sin abordar la sexualidad en un contexto más amplio como es la plenitud de la persona y la consideración de la dimensión afectivo-sexual como una realidad positiva en el desarrollo humano integral. Hoy queremos situarla en un cuadro más holístico en el que confluyen todas las fuerzas y dimensiones de la persona: lo físico, lo afectivo, lo intelectivo, lo emocional, lo espiritual… Desde este punto de vista, en la Iglesia hemos de seguir reflexionando para proponer un acercamiento a la cuestión menos moralista y más atento al desarrollo pleno de la persona; menos normativo y más liberador; menos oscurantista y más luminoso, considerando el sexo como un don de Dios que, vivido con madurez, nos ayuda a vivir como hombres y mujeres más libres, más plenos, más auténticos.

P n En las jornadas se señaló la importancia de la familia en esa tarea.

¿Cuál sería su papel?

R n En la tarea educativa, esto es, en el acompañamiento de los niños, los adolescentes y los jóvenes hacia la madurez, las familias son imprescindibles. Son el primer lugar de acogida, de afecto, de protección, de socialización, de apertura a los demás. Es ahí, en el hogar, donde se aprende a vivir y amar. Un contexto familiar en el que se vive equilibra- damente el amor es la primera condición para poder vivir de forma madura los propios afectos y la vida sexual. Naturalmente, aún con los condicionantes que pueda haber, en la familia se dan los primeros pasos –decisivos– para la maduración de la persona. La dimensión afectivo-sexual no es ajena a esta afirmación. Por eso, el papel de la familia es tan importante. En este sentido, acompañar educativamente a las familias, se convierte también en un desafío pastoral.

P n ¿Hay una propuesta de educación afectivo-sexual en clave salesiana?

¿Qué aspectos aporta la espiritualidad juvenil salesiana?

R n Pienso que la espiritualidad salesiana es rica en elementos que pueden ayudar a vivir una sexualidad sana, madura y equilibrada. Señalo algunos elementos que me parecen importantes: el ambiente de familia, en el que se viven relaciones maduras, de acogida, de aceptación, de positividad en el desarrollo de las propias capacidades; la relación personal entre el educador y los chicos o chicas, basada en el afecto, en el respeto y en la libertad; la confianza que genera en los chicos un adulto cercano y maduro, que acompaña y potencia las oportunidades de crecimiento; la alegría, el deporte, el teatro, la música… elementos que generan ambientes positivos en los que la persona se expresa y dinamiza todas sus potencialidades; la experiencia religiosa como camino espiritual que abre a la dimensión trascendente y pone en juego emociones y fuerzas afectivas.

P n ¿Cómo se debería abordar dentro de la pastoral juvenil salesiana?

R n Estamos trabajando, en primer lugar, formando a los propios educadores de forma más específica y concreta para acompañar esta dimensión de la persona integrada, de forma transversal, en toda la propuesta educativo-pastoral que llevamos adelante. Por eso ofrece- mos un curso máster que dura un año completo para la formación de agentes educativos en la competencia afectivo-sexual. Con ellos y el asesoramiento de expertos, estamos elaborando itinerarios para trabajar con los chicos y chicas de nuestras escuelas, centros juveniles, plataformas sociales y parroquias. Itinerarios que, inspirados en la antropología cristiana, tengan en cuenta las diversas etapas madurativas de la persona; y, desde la gradualidad y el desarrollo psicoafectivo de nuestros muchachos, acompañen el desarrollo integral de la persona.

P n ¿Educación afectivo-sexual o educación para el amor? ¿Cómo se relacionan?

R n Querríamos potenciar una formación afectivo-sexual que eduque para amar. En nuestro planteamiento antropológico, lo sexual es inseparable de lo afectivo y la sexualidad es una componente imprescindible del amor humano.

P n ¿Qué crees que ha supuesto las enseñanzas del papa Francisco para impulsar este tema en el momento actual?

R n Estamos seguros de que es posible una propuesta educativa que, inspirada en Jesús de Nazaret, dialogue con la cultura sin renunciar a los principios evangélicos de libertad, identidad, reciprocidad, generosidad, amor. El magisterio de Francisco nos estimula y nos inspira para acompañar personas libres y auténticas, que encuentran en el amor la única norma moral que nos hace personas logradas.

Javier Valiente, sdb

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