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“Ir aprendiendo a ser equipo está bueno”

Del Uruguay salesiano que encarnamos y vivimos hacia el Uruguay salesiano con el que soñamos. Así podría resumirse el trabajo de los últimos meses de la comunidad salesiana que tuvo como eje el Capítulo Inspectorial que se llevó a cabo en febrero en la Casa Vianney, de Montevideo. Allí, durante cuatro días integrantes de las diferentes Presencias salesianas pusieron en común sus sueños para, manteniéndose fieles al espíritu de Don Bosco, seguir renovando el carisma.

Esta instancia que se realiza cada tres años con el objetivo de ajustar los pasos hacia donde se dirige la Congregación, ya había sumado a laicos y fue una novedad, pero este año también los jóvenes tuvieron voz y voto.

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Mariana Valle es una de las mujeres laicas que tuvo una activa participación en el Capítulo y contó cómo vivió esa experiencia, cuáles cree que son los principales desafíos para la comunidad salesiana y qué huella le dejó esta vivencia en su vida.

¿Qué es para vos el carisma salesiano?

Es vivir la fe en Jesús al estilo de Don Bosco, "estando siempre alegres", sintiéndonos en familia, desde lo que cada uno es, trabajando por el bien de los jóvenes, estando atento al otro, sobre todo al que más sufre, estando al lado suyo.

¿Cómo viviste le experiencia del Capítulo?

Fue un orgullo participar del Capítulo, ese espacio que antes era solo para los curas y consagrados y ahora fue compartido con laicos, adultos y jóvenes. Fue lindo por lo heterogéneo, por los intercambios en los grupos, en los momentos de plenario más generales, y como siempre disfrutando del encuentro y de las charlas informales con gente tan querida... Me siento muy agradecida de haber podido estar.

¿Cómo analizás la tarea que tienen entre manos consagrados y laicos en “la misión compartida”?

Lo analizo como una preciosa oportunidad que la realidad de hoy nos regala, del trabajar codo a codo laicos y religiosos, enriqueciéndonos mutuamente con la diversidad de mirada, de proyectos, pero sabiendo que compartimos una misma misión. Se comparte el trabajo, la animación, el desafío del trabajo de gestión... abrazado todo esto por el sueño de Don Bosco.

Desde tu punto de vista, ¿cuáles son los desafíos para la Congregación de hoy, y cuáles son las debilidades en las que deberían trabajar?

Es una pregunta difícil porque es un tiempo de muchos cambios, donde mucha cosa va muriendo pero muchísimas otras están naciendo. Soy de tener siempre una mirada positiva de las cosas, incluso respecto a las debilidades, o más que debilidades, yo los llamaría desafíos. El hecho de que haya menos consagrados es un desafío, por ejemplo, pero la misión compartida nace como oportunidad y el ir aprendiendo a ser equipo está bueno. Obviamente lleva tiempo, son procesos, para algunos más fáciles que para otros, pero los encaramos con la seguridad de que juntos podemos. Supone crecer en diálogo, en manejar con cuidado el tema del entorno, lo que implica el "poder", siendo humildes, reconociendo cuando nos equivocamos, poniendo todos lo mejor de sí, siempre desde lo constructivo. Por otro lado, nos enfrentamos al desafío de cuidarnos mutuamente, que los religiosos se sientan acompañados por los laicos y viceversa, que en las distintas comunidades religiosas reine la fraternidad, la escucha atenta, que sean felices viviendo su vocación. También que los más jóvenes tengan en cuenta a los curas más veteranos que tienen tanto para seguir dando... Y bueno, como en todas las familias, con sus fortalezas y por esas cosas por las que hay que seguir creciendo, siempre desde el amor.

¿Cómo se desarrolló el Capítulo que tuvo lugar en febrero?

El Capítulo se desarrolló en Vianney durante cuatro días de muuuucho calor. Teníamos materiales como puntos de

Claves del Capítulo

partida: lo recogido en el encuentro precapitular que aportó mucho por la diversidad de miradas. Teníamos momentos de trabajo en grupos y de asamblea, desde un modo sinodal. Por acuerdos se intentó llegar a algunas definiciones, hubo otras que quedaron por concretarse porque el tiempo no nos dio y una comisión poscapítulo tomará la posta para ello. Tuvimos la triste noticia de la partida de nuestro querido Padre Jimmy mientras estábamos en el Capítulo. Fue un momento muy duro. Y ahí en familia, desde el abrazo unos con otros, nos acompañamos y luego compartiendo entre todos mil y una anécdotas vividas con Jimmy, con su alegría contagiosa y su frescura, logró transformar el dolor en sonrisa... un momento muy especial sin duda...

¿Qué aspectos del Capítulo te quedaron resonando en lo personal y para llevar a tu vida?

La misión compartida, la vida vocacionada, el soñar juntos sobre el Uruguay Salesiano de estos próximos años, el no tener miedo a hablar de temas que antes eran tabú, crecer en el diálogo, respetar las distintas miradas y los procesos. Me llevo el modo sinodal de trabajar y el seguir sintiéndonos parte del sueño de Don Bosco, en familia, cuidando ese ambiente de familia que él procuró y priorizó siempre.

El Capítulo Inspectorial es una instancia oficial de la Congregación salesiana que se realiza cada tres años.

Este año contó con la participación además de los consagrados, de laicos y jóvenes en el entendido de que ellos son corresponsables de la vitalidad del carisma de la Inspectoría San José del Uruguay.

La instancia se propone reforzar el sentido de fraternidad y pertenencia a la comunidad así como la corresponsabilidad y compromiso en la animación y construcción del Uruguay salesiano que se necesita y que consagrados, laicos y jóvenes sueñan.

Consejero Regional para el Cono Sur de América, P. Gabriel Romero SDB

Asegura que cuando llega a las diversas Presencias Salesianas de Argentina, Brasil, Paraguay, Chile y Uruguay representando al Rector Mayor, trata de hacerlo “con el corazón abierto para conocer la realidad de la misión salesiana en esas tierras”, intentando imaginar lo que sentiría y pensaría Don Bosco al ver cómo sus hijos han logrado expandir el carisma salesiano en tantos lugares.

El P. Gabriel Romero es salesiano sacerdote, oriundo de San Miguel de Tucumán ( Argentina), tiene 51 años de edad, entre otros servicios fue inspector de Argentina Norte y desde el 2020 se desempeña como Consejero Regional para el Cono Sur de América.

Entrevistado para el Boletín Salesiano confiesa a qué ha renunciado al asumir este servicio, analiza las fortalezas y desafíos de la misión salesiana en el Cono Sur, devela dónde pone el ojo en cada visita; opina sobre las condiciones indispensables para la misión compartida entre consagrados y laicos y señala los indicadores de que el carisma está vivo y pujante en la Región.

¿Qué es lo mejor y lo menos satisfactorio de ser Visitador Regional?

Lo mejor es poder conocer la realidad de la misión salesiana en todas las inspectorías de la Región y ver cómo, con creatividad, los salesianos lograron implantar y desarrollar el Sistema Preventivo en tantísimos lugares diferentes y con tanta variedad de obras. Lo menos satisfactorio, quizás, es que esta experiencia de conocimiento de tantos lugares hace que uno no pertenezca a una comunidad concreta.

¿Cuál fue tu mayor renuncia para asumir esta responsabilidad?

La mayor renuncia es estar lejos de la propia familia, en este caso de mi madre, mis hermanos, mis sobrinos, y de la propia inspectoría. Cuando llegó este servicio estaba muy contento en la tarea que prestaba en mi inspectoría, así que asumir esta responsabilidad supuso la experiencia de desapego y de desprendimiento de jóvenes, adultos y obras donde yo sentía que estábamos haciendo un lindo camino y me sentía muy feliz también.

¿Cómo fue la experiencia de la Visita de Conjunto de las inspectorías de esta Región junto con el rector mayor?

¿Qué momentos destacarías?

La Visita de Conjunto fue una linda experiencia de fraternidad con la presencia de todos los salesianos inspectores y consejos inspectoriales de la Región. Fue una vivencia de conocimiento, diálogo, de discernimiento común y de escuchar la palabra del Rector Mayor. También participaron todos los consejeros del Sector, quienes ofrecieron su mensaje de orientación en los temas específicos que nos tocó abordar: profundizar nuestra identidad como salesianos consagrados; la realidad de la pastoral vocacional y el trabajo junto con los laicos, en particular con la Familia Salesiana; y la dimensión misionera de nuestra Congregación unido al tema del voluntariado como una buena experiencia para favorecer el compromiso de tantos jóvenes. Todo esto en el contexto de lo que está viviendo la vida consagrada en América Latina. Como momentos especiales destacaría la escucha de la palabra del Rector Mayor y el sentir cómo los lazos y vínculos de fraternidad trascienden los idiomas y la frontera de las naciones. Hay una buena experiencia de comunión en la Región, gracias a Dios.

Luego de recorrer algunas de las inspectorías del Cono Sur y tras la Visita de Conjunto ¿cuáles son los principales desafíos que afrontan nuestras inspectorías?

Haciendo las visitas y de acuerdo a lo dialogado en la Visita de Conjunto creo que uno de los principales desafíos que afrontamos es la disminución numérica de los salesianos consagrados y eso, paradójicamente, está unido al crecimiento de muchas de nuestras obras en sectores, en cantidad de personas que acompañamos, e incluso, apertura de obras nuevas, lo que se debe a la creatividad de nuestros hermanos salesianos consagrados, pero también gracias al trabajo generoso, cariñoso y entregado de tantos laicos que son parte de nuestras comunidades. El segundo desafío, muy unido al primero, es la necesidad de formarnos juntos, de crecer, salesianos y laicos, como comunidad de trabajo que comparte la misma misión. Para nosotros, los salesianos consagrados, el desafío será acompañar la vida de tantísimos jóvenes y adultos que son parte de nuestras obras y que hoy tienen responsabilidades importantes y ofrecerles también instancias de formación conjunta. El tercer desafío son las pocas vocaciones, y eso nos compromete a todos, a consagrados y laicos, a armar equipos de trabajo de pastoral vocacional en todas las inspectorías, a acompañar el desarrollo del proyecto de vida de todos nuestros jóvenes, pero también a hacer propuestas explícitas para la vida consagrada, como jornadas y retiros vocacionales, y favorecer el acompañamiento de los jóvenes que quieren iniciar su camino de discernimiento para ser salesianos consagrados.

¿Cuáles son las principales fortalezas que logras descubrir en esta zona del mundo salesiano?

Solo por destacar algunas de tantas, en primer lugar señalaría la fuerza del Movimiento Juvenil Salesiano (MJS) en la Región. Gracias a Dios son muchos los jóvenes comprometidos en las distintas actividades oratorianas, misio­ neras, catequísticas, de formación, a lo largo de la Región, y algunos salesianos han sido muy creativos y han generado grupos que son parte también del gran MJS. La segunda fortaleza es el trabajo conjunto con una cantidad de laicos, generosos y comprometidos de nuestras obras, y el esfuerzo en todas las inspectorías de favorecer la misión compartida. Incluso es una realidad también muy rica en obras sin presencia de salesianos consagrados, en las que los laicos tienen todo el papel de la animación y acompañamiento en la misión. Una tercera fortaleza es la buena cantidad de presencias misioneras en las zonas de mayor pobreza que tiene la Región, tanto en ciudades grandes como en el interior, y también en los pueblos originarios (en Brasil, Paraguay y Argentina), siendo realidades de trabajo intenso de acompañamiento en sus culturas, de promoción, de evangelización y educación que nuestras escuelas, universidades y comunidades ofrecen para ellos.

Cuando visitás una inspectoría ¿en qué te fijás especialmente?

Cuando visito una inspectoría me gusta imaginar qué pensaría Don Bosco desde el cielo al mirar esa realidad, y lo feliz que estaría visitándola. Me gusta esa imagen porque es lo que intento: ir con el corazón abierto para conocer la realidad de la misión salesiana en esas tierras, para dialogar con los salesianos en las comunidades, para conocer también la vida y la misión de tantos laicos y jóvenes que son parte de nuestras obras. El objetivo es valorar lo que se está haciendo, que es mucho, variado e intenso, y que es fruto del trabajo de hace más de 100 años y el cariño de tantísimos salesianos y laicos, y después, si hiciera falta, poder expresar algunas sugerencias de camino para continuar siendo fieles a nuestra misión salesiana.

¿Cuál son, para ti, los principales indicadores de que el carisma salesiano está vivo y pujante en cualquier lugar al que llegás?

El primer indicador es la presencia de los jóvenes. Tras la pandemia es lindo ver cómo los alumnos y los jóvenes de otros grupos como de la catequesis, de las parroquias, etc., van acercándose nuevamente con la calidez y el deseo de estar juntos, porque esa es la riqueza de los grupos asociativos, formarse y tener una actividad oratoriana juntos. Otra característica, me parece, es la pluralidad de obras salesianas dentro de una misma inspectoría: parroquias, colegios para los más pequeños y para los más grandes, de capacitación laboral, de formación profesional, en algunos casos universidades, parroquias rurales y urbanas, grandes, pequeñas, santuarios con devoción a María Auxiliadora, con catequesis, nuestras experiencias misioneras en las tierras de misión con los pue­ blos originarios y las obras sociales con gran cantidad de propuestas de formación, de recreación, de evangelización y de educación también para los chicos y las familias. Esa variedad y pluralidad de obras habla también de la belleza del carisma salesiano encarnado en esta Región. Otro signo es la cantidad de personas que van adhiriendo a nuestra misión, a nuestro espíritu salesiano, la cantidad de jóvenes que siguen comprometidos y pasan a ser parte de los grupos de la Familia Salesiana, la cantidad de adultos que por años trabajan en nuestras parroquias y quedan bien comprometidos porque gustaron del carisma, lo mismo nuestros educadores que tienen tantos años de trabajo en nuestras obras y los nuevos que se van acercando y que descubrieron algo que los marcó y se quedan con nosotros. Es emocionante escuchar los testimonios de jóvenes y adultos sobre cómo descubrieron el carisma, sintiendo muy fuerte a Don Bosco en el propio corazón y con el deseo de brindarse como él a tantos jóvenes, siguiendo a Jesús.

¿Qué no puede faltar en la misión compartida de consagrados, laicos y jóvenes?

No puede faltar, de parte de todos, consagrados y laicos, la confianza para conocernos, para descubrir nuestros valores, nuestra riqueza, nuestras potencialidades, para crecer en amistad y hacernos amigos, para acompañarnos mutuamente como compañeros de camino. La segunda experiencia que debe estar presente es el diálogo, que implica deseo de escuchar al otro porque tiene algo importante para decirme, y también hablar, decir lo que pienso, y decirlo bien. La tercera cosa que no tiene que faltar son instancias formativas, de estudiar juntos, y de participar de encuentros comunes. Las reuniones de los diversos equipos de animación al interno de cada comunidad educativo­pastoral son verdaderas instancias de formación conjunta, porque se reflexiona, se discierne, se sueña y se toman decisiones juntos sobre la misión.

Ser salesiano es….

Es ser discípulo de Jesús, que significa estar siempre en camino, aprendiendo, reconociendo que Él es el Maestro. Es ser hermano de nuestros hermanos salesianos que son, también, nuestros compañeros de camino; y ojalá podamos vivir con alegría nuestra fraternidad, con todo lo que implica de cariño, de acompañamiento, de paciencia, de gusto por trabajar juntos y por vivir en comunidad. Por último, es intentar acompañar la vida de los jóvenes, en especial de los más pobres y abandonados, con el corazón de Don Bosco, imitando sus actitudes de cercanía, de cariño, de empatía y de buen trato, con propuestas educativas y evangelizadoras para que puedan ser mejores personas.

En la reciente Asamblea Educativo Pastoral abordaste el tema de la sinodalidad. ¿Cuáles son los principales obstáculos para vivir una Iglesia sinodal hoy?

Creo que los principales obstáculos vienen de la propia historia de la vida de la Iglesia, muy vinculada a un modelo eclesial centrado en la figura del clero, fuertemente piramidal en los mecanismos de toma de decisiones, de conducción y de gestión de la propia acción pastoral. Considero que estos obstáculos no son exclusivos de una familia religiosa, sino que atraviesan con fuerza (por lo menos desde lo que conozco) a todo lo que es la Iglesia Católica en occidente. Y es el modelo de Iglesia que el Concilio Vaticano II quiso revertir tratando de volver a una pastoral pensada más desde la comunión, lo comunitario, la colegialidad y la fraternidad.

Hace años que se está poniendo sobre la mesa en la Congregación el reto de la misión compartida. ¿Cuáles son, a tu juicio, los principales desafíos que esto plantea?

Creo que los desafíos que plantea el tema de la misión compartida (entendiendo por esto cómo el laicado al interior de la Congregación va asumiendo responsabilidades que antes estaban en manos de los consagrados) vienen precisamente por el lado de cómo desandar un cierto camino que pudo haber sido el histórico en la Congregación, vinculado a una época de fuerte crecimiento de vocaciones a la vida consagrada, para dar cuenta de otro camino que tiene que ver con el descubrimiento de otro tipo de vocaciones que no faltan en la Iglesia ni tampoco en la Congregación, pero que sí se vinculan fuertemente al carisma. Por lo tanto, creo que desde esta percepción de las transformaciones al interior de la Iglesia y de la propia Congregación hay que poder hacer un punteo de los desafíos que después, en cada casa, en cada obra, significa el pensar hoy una nueva configuración de la animación, para entender que la misión compartida no es una especie de sustituto menor de lo que había antes, sino más bien una etapa superadora.

Oscar Campana es argentino, laico, profesor de teología, escritor, y fue el invitado especial como ponente en la reciente Asamblea Educativo Pastoral en la que participaron integrantes de los equipos directivos salesianos de todo el país.

En esa instancia, y también en esta entrevista, Campana aborda con claridad meridiana los principales desafíos para que la misión compartida de salesianos consagrados y laicos supere el discurso y se consolide en hechos, y ofrece claves para embarcarse en las transformaciones necesarias permaneciendo fieles al carisma.

El experto argentino también insta a avanzar, aunque sea por ensayo y error, para evitar las inercias institucionales que deriven en comunidades y obras “insignificantes para el tiempo que nos toca vivir y para los jóvenes a los que queremos llegar”.

¿Cómo pensar la misión compartida en tiempos de transiciones epocales, culturales, eclesiales? La palabra clave es transición y si hay transiciones en la vida de la Iglesia, de la cultura contemporánea, del tiempo que nos toca vivir, lo mejor que nos puede pasar es sentirnos también nosotros mismos en transición. De lo contrario, muchas veces terminamos planteando una Iglesia, una vida cristiana, alejada o escindida de la realidad de la vida de todos nuestros contemporáneos. Quizás lo más interesante de los tiempos que vivimos es cómo vivir las propias transiciones dentro de las transiciones globales, tanto de la cultura como de la política, de la economía y de la vida eclesial. Por eso, la misión compartida significa un desafío donde en muchos casos no hay referencias y hay que ir avanzando por ensayo y error

¿Cuáles son las mayores resistencias a la hora de pasar del discurso de la misión compartida a la acción?

Quizás las mayores resistencias vienen de los modelos heredados. Es más fácil concitar ciertos consensos a la hora de plantear el tema de la misión compartida que a la hora de ponerlos en práctica. A veces es más fácil cambiar el discurso que la praxis. Esto lleva tiempo, pero si no se ponen acciones de por medio, si no se piensan caminos para seguir, lo más probable es que, como muchas veces ocurre, ganen las inercias institucionales con lo más grave que esto tiene, que es convertirse en instituciones que sean insignificantes para el tiempo que nos toca vivir y para los jóvenes a los que queremos llegar

Para asumir la misión compartida ¿a qué debemos renunciar unos y otros? ¿Y a qué debemos estar dispuestos?

Lo primero es renunciar al “unos y otros”: esta expresión que estaría haciendo referencia a salesianos consagrados y salesianos laicos, a veces es uno de los principales obstáculos que tenemos. Creo que tenemos que ir hacia la construcción de un nosotros diverso al que hoy tenemos. Así que creo que la primera renuncia es la de salir del “unos y otros”, del “ustedes y nosotros”, o del “ellos y nosotros”, que a lo único que contribuye es a establecer distancias y diferencias. La misión compartida, en el ámbito en este caso de una Congregación concreta como puede ser la Familia Salesiana, debiera ser la expresión aplicada, por decir así, de la idea del sacerdocio común de los fieles en el que todos estamos en la igualdad de dignidad que esto supone, y en el camino común de seguimiento de Jesús que todos tenemos.

¿Qué lugar tienen los jóvenes en la transformación y relectura del carisma que estamos llamados a propiciar?

Creo que es clave en esta transformación el lugar de los y las jóvenes que ya habitan nuestras casas y obras, así como el de aquellos a los que desde el carisma se quiere y se debe llegar. La mitad de la población de América Latina es joven, y de ellos la mitad son pobres, así que destinatarios para el carisma salesiano hay en abundancia... Creo que debiera abrirse el espacio a los jóvenes para que sean ellos los que “reacomoden la casa” a su gusto. Y, quizás, lo ya establecido tenga que aceptar y celebrar que los jóvenes quieran cambiar “los muebles” de lugar, los pisos, los ritmos, los horarios y hasta la música para hacer de cada casa la casa de ellos. Creo que este es el gran desafío, como lo pudo ser el oratorio en su forma originaria: una gran novedad, donde aquellos jóvenes y chicos encontraron el lugar para poder vivir su fe con alegría y habitar un espacio donde eran reconocidos por su nombre.

Como comunidades salesianas ¿cuál debería ser nuestra hoja de ruta hoy para continuar siendo fieles al carisma?

Creo que no podría definirse de antemano una hoja de ruta por fuera de lo que las propias comunidades sientan y digan. Un buen camino es abrirse a las transformaciones ya mencionadas y a la fidelidad intensa al carisma con los jóvenes y los pobres; y entonces va a ir saliendo la posibilidad de una hoja de ruta donde pasemos de ciertos consensos teóricos a ciertas transformaciones prácticas. Y como todo camino y hoja de ruta, habrá que tener presente la posibilidad del ensayo y del error, de los avances y retrocesos, de las reformulaciones permanentes, evaluando y transformando nuestra propia praxis en forma continua y comunitaria, escuchándonos todos, con un nuevo modo de toma de decisiones, con nuevas formas de resolución de conflictos y, también, abriéndonos a nuevas formas celebrativas y de reconocernos en un nosotros.

Sor Chiara Cazzuola Superiora General de las FMA

La presencia de María en la vida de Don Bosco y Madre Mazzarello fue fundamental para su crecimiento espiritual y apostólico. Recordando la certeza de Don Bosco "Es María quien nos guía" (MB XVIII 439) sentimos toda la fuerza de la presencia de la Auxiliadora en el desarrollo del carisma.

En la experiencia espiritual de la Familia Salesiana la expresión más significativa de la devoción a María, Madre y Auxiliadora, ha sido y es la oración del Rosario, cuyo carácter eclesial y comunitario la vincula a la devoción mariana del pueblo de Dios.

El Papa Francisco, en la carta escrita en medio de la pandemia, en abril de 2020, recordó que en el mes de mayo “el pueblo de Dios expresa con particular intensidad su amor y devoción a la Virgen María” y el Rosario es su expresión más bonita.

El Rosario, a pesar de ser una oración mariana, es una oración con corazón cristológico que, en la sobriedad de sus elementos, concentra la profundidad del mensaje evangélico, y hace eco de la oración de María, su incesante canto del Magníficat por la obra de la Encarnación de la Palabra que el Espíritu Santo cumplió en Ella. Es una oración que nos permite reflexionar, releer la vida del Señor y la presencia de María en los diversos misterios; una oración que podemos rezar incluso cuando estamos cansados y fatigados por preocupaciones de diversa índole y que podemos ofrecer dirigiendo nuestra invocación al Señor por intenciones particulares: por la familia, la Iglesia, sociedad, la paz en el mundo.

En momentos en que el cristianismo estuvo amenazado, fue el poder de esta oración lo que venció los peligros y las dificultades.

Don Bosco amaba mucho el Rosario y quería que se rezara todos los días. Dijo que esta oración es tan necesaria para la vida como el pan de cada día. Eso le había enseñado Mamá Margarita.

La gran obra misionera que Don Bosco lanzó a los salesianos por todo el mundo estuvo marcada por el rezo del Rosario y esta oración lo acompañó hasta el final de su vida.

También en Mornese se vivió una espiritualidad fuertemente mariana. Por las crónicas y las diversas biografías de Madre Mazzarello y de las primeras hermanas, sabemos que durante el recreo los discursos de las monjas eran casi siempre sobre temas espirituales. Hablaban de meditación, de lectura, del sermón que habían escuchado y durante el trabajo rezaban recitando el Santo Rosario o cantando las Letanías o alabanzas espirituales. Madre Mazzarello nunca descuidó el rezo del Rosario. Y como repetía muchas veces Don Bosco: "Tened mucha confianza en la Virgen, Ella os ayudará en todas vuestras cosas" (L 23, 3).

El Papa Francisco, al inaugurar el Jubileo Mariano en 2016, escribió en Twitter: “El Rosario es la oración de mi corazón, la oración que siempre acompaña mi vida” ¡Qué hermoso sería que cada uno de nosotros pudiera decirlo!

Al rezar el Rosario podemos experimentar todo el poder del Ave María, recordando lo que dijo Sor Lucía de Fátima durante las apariciones de 1917: “Por el poder que el Padre ha dado al Rosario en los últimos tiempos, no hay problema personal, ni familiar, ni nacional, ni internacional, que no se resuelve con el Rosario".

Sabemos cuánta importancia dieron Don Bosco y Madre Mazzarello a esta oración mariana en la educación de los y las jóvenes. No hay obra o misión salesiana que no nazca de la invocación a María, Madre y Maestra, y de la eficacia de su intercesión ante Dios.

Encuentro de Inspectores e Inspectoras del Cono Sur

El jueves 4 de mayo, se reunieron en la casa provincial de las FMA en Córdoba, los Inspectores Salesianos y las Inspectoras de las Hijas de María Auxiliadora (FMA) de la Conferencia de las Inspectorías del Sur, integrada por Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Estuvieron acompañados por el Padre Gabriel Romero, SDB, Consejero para la Región Cono Sur, por la Hna. Leslie del Socorro Sándigo Ortega, FMA, Consejera General de la Familia Salesiana, y por el Padre Giovanni Rolandi, en Visita Extraordinaria, en nombre del Rector Mayor, a la Inspectoría Salesiana Argentina Norte (ARN). Pasaron un día de fraternidad y oración, y también pudieron hablar de los temas de Pastoral Juvenil y Escolar que está llevando adelante la Conferencia de las Inspectorías del Sur. Fuente: ANS

Salesianos Cooperadores, comienzan los tres años de preparación para el 150° aniversario de la Asociación

El 9 de mayo de 2023 comenzó el camino preparatorio del 150° aniversario del reconocimiento de la Asociación Salesiana de Cooperadores como asociación pública de fieles por parte de la Santa Sede, que se celebrará el 9 de mayo de 2026. Ante este significativo hito, el Rector Mayor, Padre Ángel Fernández Artime, y el Coordinador Mundial de la asociación, Antonio Boccia, han lanzado un breve vídeo de animación y preparación. En el mismo Boccia resaltó que “nuestra tarea es vivir el presente, mirando al futuro, pero sobre todo recordando nuestros orígenes. Este es el camino que recorreremos en estos tres años, y todos los Salesianos Cooperadores seremos protagonistas”

Fuente: ANS

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