A mi amiga Alejandra V., que sabe que la magia está en nuestro interior. Gracia Iglesias A Sergio. Gómez
© Textos: Gracia Iglesias © Ilustraciones: Gómez © de esta edición: bookolia Colección: Ilustrados 1.a edición: abril de 2019 ISBN: 978-84-949117-6-7 Depósito legal: M-9631-2019 Impreso en UE Todos los derechos reservados Reserva de derechos de libros Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
Mi ombligo es redondo y estĂĄ en el centro de mi barriga. Suele andar escondido debajo de la ropa y nunca le he hecho mucho caso. Pero hoy me pica muchĂsimo.
Como no paro de rascarme, mi hermana Ada me regaña: –¿No sabes que es de mala educación rascarse así? –Pero es que me pica el ombligo –le respondo yo. –Si quieres te soplo un poco –se ofrece ella.
Me levanto la camiseta y le enseĂąo el ombligo. Parece un botĂłn y estĂĄ colorado. Ada se inclina y sopla. El ombligo suena como una flauta y siento cosquillas, pero sigue el picor.
¡Uf! ¡Tienes un buen lío ahí!
–Tenemos que averiguar cuál es el problema –dice Ada. Pega un ojo a mi ombligo como si fuera una mirilla y, sin alejar la cara de mi panza, agita la mano izquierda igual que si hubiera visto algo impresionante.
Yo me preocupo. Me sigue picando el ombligo y Ada no me ayuda. –¿Qué podemos hacer? –Tengo que sacar la araña que se te ha metido dentro. Deberías lavarte mejor. Ada mete el dedo índice en el agujero de mi ombligo y rasca un poco. –¡Aquí está! –exclama victoriosa cuando consigue sacar una araña verde que había tejido su tela en el ojal de mi tripa. Pero a mí me sigue picando el ombligo.
Ada vuelve a asomarse al agujero que ahora tiene el tamaño de una taza y, sin decir nada, mete la mano dentro. Veo que pone caras raras. –¿Qué pasa? –pregunto. –Que no llego –dice. Vuelvo a preocuparme. –¿No llegas, a qué?
–Al gato de tres colores –explica hundiendo el brazo hasta el hombro. –¡Miau! –protesta el gato de tres colores cuando Ada, triunfante, consigue sacarlo del agujero (que ya es tan grande como un plato). Pero a mí me sigue picando el ombligo.
Ada va a buscar una linterna y, cuando vuelve, se asoma al pozo de mi ombligo y grita:
El eco le responde:
Mi hermana se lanza de cabeza al fondo de mi ombligo. –¿Adónde vas? –le pregunto. Ada está nadando en un lago lleno de sirenas. A mí me sigue picando el ombligo… ¡Y ahora tengo a mi hermana dentro!