E N T E H U A C Á N
M O R E L O S
E N T E H U A C Á N
(10 de agosto – 10 de novie mbre de 1812)
H. AYUNTAMIENTO MUNICIPAL CONSTITUCIONAL 2010
AÑO DEL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
Al Dr. Ernesto Lemoine, compañero en afanes sobre las huellas de Morelos.
In Memoriam
LIMINAR
La vida militar de Morelos se inicia el sábado 20 de octubre de 1810 en Charo - Indaparapeo cuando don Miguel Hidalgo lo nombra su lugarteniente, con la orden de revolucionar el Sur, y concluye el domingo 5 de noviembre de 1815, día en que es capturado en Tamalaca con destino al patíbulo.
En estos trepidantes cinco años fue en Tehuacán –del 10 de agosto al 10 de noviembre de 1812-, donde más tiempo permaneció sin que hubiera tenido reposo alguno, sino en ajetreada consecución de un plan bien concebido dentro del desarrollo de la Guerra de Independencia.
Durante esos tres meses –“los días serenos de Tehuacán”, como los llamó Lemoine-, Morelos logró tres objetivos de extraordinarios alcances:
1º.- La integración de un ejército beligerante verdaderamente disciplinado, con mandos de primerísima línea: Hermenegildo Galeana, Nicolás Bravo, Miguel Bravo, Mariano Matamoros, Guada lupe Victoria, Vicente Guerrero, Manuel Mier y Terán, Valerio Trujano, Ramón Sesma y otros más.
2º.- La conducción razonada de la lucha armada, ahora en gran parte en sus manos, al cami no de la ley escrita –rumbo a la creación del Estado Mexicano. De modo que, a pesar de “la poca meditación que el tiempo permite”, como él le escribió a Rayón, pudo revisar y anotar los Elementos Constitucionales que habían de tomar cuerpo y se perfeccionarían en Apatzingán, primero, y en Chilpancingo, después; y
3º.- El estricto cumplimiento del mandato de Hidalgo –“revolucionar el Sur”- con las sub secuentes rendiciones de Oaxaca y Acapulco –lo que habla muy claro de su mente esquemática y el cuidado en las acciones bien dirigidas a una conclusión premed itada.
Tres logros que hablan también muy claro de que, al hacer suya la plaza de Acapulco, Morelos daba por con cluida su misión en el Sur –como se lo había ordenado Hidalgo-; por lo que en lo sucesivo se limitaría a cumplir las órdenes de la Suprema Junta Gubernativa comandada por Rayón.
Así era como el caudillo del Sur pensaba culminar su brillante trayectoria militar: bajo las banderas del Con greso, es decir, al servicio de una Revolución convertida en Ley.
La estancia de 93 días en la zona estratégica de Tehuacán, no fue pues para Morelos una situación anecdótica sino el más vivo ejemplo de la coordinación en todos y cada uno de sus movimientos: siempre con la mira puesta en el blan co y siempre –inveteradamente- sin confiar a nadie sus planes inmediatos.
A dos siglos de esa estancia del caudillo en Tehuacán –apenas un suspiro en la vida de un pueblo-, es grato reconocer su vida como modelo de desinterés y estric to cumplimiento, pues con su martirio y muerte selló su más alto deseo: ser Siervo de la Nación. More los es uno de los hijos de México que son ejemplo para el mundo.
uando Morelos llega a Tehuacán lo precedía la fama de un vencedor; el rompimiento de los sitios de Cuautla y de Huajuapan, y la recuperación de Chilapa –en una sucesión casi fílmica, que había sido silenciada por la prensa oficialista-, no dejaban duda alguna de su buena estrella militar
Los triunfos sucesivos eran un imán para el pueblo, dispuesto día con día a engrosar sus filas. En tanto, el alma vernácula lanzaba al aire sus cantares anónimos.
Por un cabo doy dos reales, por un sargento un tostón, por mi general Morelos doy todo mi corazón.
La versión primigenia sobre el sitio de Cuautla se le debe a Bustamante en 1822, quien con vehe mencia escribe:
…Comenzó el sitio de Cuautla y a consecuencia se empeñaron diversas acciones en que triunfó el honor de las armas de América. El agua que bebía Morelos y su ejército se compraba al precio de mucha sangre; y situar una batería que la defendiese para que jamás osasen quitársela, fue el resultado del valor extraor dinario de Galeana encargado de esta operación.
Resérvase a la historia detallar menudamente, y seguir el diario de operaciones militares, en que campeó el valor y la prudencia de Morelos; ella fijará con exactitud el terrible ataque que dio al campo de Zacatepec, en que las tropas expedicionarias venidas de auxilio al mando del brigadier Llano sufrieron el mayor descalabro, cuando el coronel Matamoros no pudo introducir el socorro de víveres que necesitaba la plaza que se hallaba reducida al último apuro; menos por las obras de ataque emprendidas por Calleja, que por la falta de sal con que no podía condimentarse el pan de maíz, único grano que se conocía en Cu autla.
Tan grande apuro decidió a Morelos a abandonar la plaza; la necesidad surgía porque estrechaba el hambre; y así es que la noche del 2 de mayo (de 1812) a pesar de estar quebrantada su salud, y de haber tomado un sudor(ífico), ejecutó esta empresa.
Esta fue obra de la desesperación, porque ni el silencio de la noche ni la precaución que era indis pensable tener, permitía al soldado ajustar sus movimientos a las disposiciones exactas de la ordenanza; tanto más, cuanto que muchas familias de paisanos, mujeres y niños iban mezclados en las filas.
Sin embargo, Calleja no lo entendió hasta que la división sitiada no se halló a buena distancia de la plaza, y cuando los ataques parciales de la tropa dispersa se lo hicieron saber. Eran pasadas dos horas cuando supo de positivo que Cuautla había sido evacuado, y aún todavía titubeó en mandar el batallón de Guanajuato que lo ocupase.
Morelos se vio en gran peligro de perecer, porque extraviado el camino cayó en una zanja de donde lo sac aron con el caballo; golpe que le causó una apostema en el vientre y demandó una operación quirúrgica
Destacados los dragones que para el efecto tenía de reserva Calleja y apostadas en varias partes otras
partidas, tuvo que batirse con ellas haciendo fuego como el último soldado, viéndose envuelto entre sus enemigos. Habríanle tomado vivo a no tener la precaución de mandar desbaratar el puente de vigas de la barranca de Ocuituco.
Calleja se gloriaba que Cuautla era una plaza de carrizo; pero esta expresión convertía en elogio del que supo defenderla contra el que tenía en sus manos toda clase de recursos, y abundando de pólvora pudo volarla con minas. No menos se complacía en decir al gobierno que había sembrado de cadáveres el largo trecho que hay de Cuautla hasta Ocuituco, cebándose la saña de su bárbara soldadesca en alcanzar a los fugitivos paisanos y soldados dispersos.
Tal fue el término de un asedio de 75 días, en que se ejecutaron por este monstruo toda clase de maldades, hollando indignamente los principios sagrados del derecho de las naciones, hasta intentar envene nar las aguas de Cuautla, solicitando de las boticas de México todo el ácido corrosivo [sublimado; cloruro mercúrico] que pudiera encontrarse en ellas.
Regresó, por último, el ejército de este asesino a la capital, y aunque procuró ocultar su pérdida distribuy endo varios cuerpos a otros puntos, se echó muy bien de ver su gran disminución y falta de oficiales. El gobierno se lisonjeaba de que el monstruo del Sur vagaba fugitivo y errante, buscando asilo en las cavernas; así lo decía en sus proclamas; pero en breve se vio desmentida esta alocución gascona.
Para la verdad histórica, el héroe del Sur habría de dejar su propia versión de los hechos, lo cual resulta a la vez genuina e irremplazable:
Que la salida de Cuautla la hizo por Ocuituco, Hueyapan (del Volcán), Izúcar y Chiautla, que fue donde hizo alto un mes consecutivo. Que el número de gente que perdió durante los 72 días que estuvo en la referida Cuautla fueron como 50 hombres muertos de bala y 50 de peste, a más de los que pere cieron la noche que salió de aquel pueblo; de cuyo número no puede dar razón más que de 147 que contó el capitán Yáñez, que le dijo haber visto desde Ocuituco a la mitad del camino para Cuautla.
Que en el referido Cuautla durante el mes que estuvo allí, se le reunieron como 800 hombres de las partidas de (Miguel) Bravo y (Hermenegildo) Galeana, con los cuales hizo una expedición sobre Chilapa, en donde Galeana atacó a (Manuel del) Cerro, comandante de las tropas del rey, quien de sus resultas se dispersó con cosa de 300 hombres mal armados que tenía; y en poder de Galeana y del que declara, que se quedó en el pueblo de Metepec, quedaron algunos machetes, pocas armas de fuego y unos cuantos prisioneros que mandó a Zacatula.
Desde Chilapa retrocedió hasta Huajuapan donde consiguió que las tropas del rey mandadas por (José María de) Regules levantasen el sitio que le tenían puesto a (Valerio) Trujano, en cuya acción que duraría dos horas hubo algunos muertos por ambas partes y como 160 prisioneros, que parte de ellos mandó agregar a sus armas y los otros los remitió al presidio de Zacatula, en 23 de julio de 1812, que fue la acción…
El botín de Huajuapan fue grandísimo: pasaron de 1000 fusiles los tomados allí; 14 cañones, mucho parque, no poca caballada, y un poco de dinero. Pasaron de 400 cadáveres los que se sepultaron en la plaza, y de 300 los prisioneros que marcharon en cuerda para Zacatula; apenas llegaron a 25 hombres los que llega ron a Oaxaca, y no llegarían a 12 los oficiales mixtecos que regresaron a sus casas… Durante su estancia en Huajuapan se impuso de todo lo ocurrido en aquel sitio e hizo coronel a Trujano del cuerpo que mandaba, llamándole regimiento de San Lorenzo, porque había sido fogueado por todas partes… Este famoso sitio duró 111 días, y en ellos desarrolló todos sus recursos…
Por último, con laconismo, Morelos rubrica la escena que concatena la secuencia sin solución de continuidad de Cuautla – Huajuapan – Chilapa – Tehuacán:
Con 300 hombres que eran los que componían su gavilla en aquella época –dimanados de varias partidas que mandó reunir a los 800 con que entró en Chilapa-, marchó para Tehuacán de las Granadas…
Hemos preferido la emoción de las palabras de autores y actores de la época, más que el ditirambo en frío de dos siglos que ya son historia –gran Historia de México.
Lunes 10 de agosto de 1812
ConlapompadeunvencedorentraMorelosenTehuacánel10deagostode1812,yponeenlamayor consternaciónaPuebla,VeracruzyOaxaca.
Así describe sintéticamente Bustamante la llegada del Caudillo del Sur a su nuevo mirador es tratégico que, efectivamente, le habrá de rendir óptimos resultados tanto en contingente y pertrechos de guerra como en recursos pecuniarios y toda clase de víveres.
Morelos en sus declaraciones habría de recordar que
A Tehuacán llegó con 3000 hombres… con doce piezas de artillería que tomó en distintos puntos… (y) con otras que mandó rehacer de las de Huajuapan…
Sin embargo, como la Gaceta del gobierno había silenciado las acciones de Morelos desde su salida de Cuautla, la verdad era que no se sabía a ciencia cierta el paradero del caudillo y su ejército. Lo cual fue brillantemente aprovechado por el genial estratega durante su estancia de 93 días.
Desde marzo de 1811 se había unido a Morelos el norteamericano Ellis Peter Bean. Éste resultó ser el único que sabía fabricar pólvora. La primera vez la hizo en la costa de Acapulco, a partir de una libra de salitre y dos de azufre, que mandó moler en metates; en un día “la pólvora empezó a secarse”, escribió en sus Memorias.
Logró instalar una fábrica en Chilpancingo a principios de 1812; lo cual “constituyó para nosotros una preciosa ayuda”, dice el cronista Felipe Benicio Montero. Lo cierto es que cuando el sitio de Cuautla, Bean había entregado “unas dos mil libras de pólvora y reparado gran número de fusiles”, según escribe él mismo.
Bean operaría en la región intermitentemente hasta 1817. La tropa lo llamó Don Elías o el ingeniero Elías. Al llegar a Tehuacán con Morelos, dice con emoción: “se nos recibió con volteo de campanas”.
Al reseñar la estancia de Morelos en la ciudad, el historiador Joaquín Paredes Colín nos informa:
Tehuacán contaba entonces, según datos muy vagos sacados del archivo del Ayuntamiento, poco más o menos con 4000 almas; sus calles estaban desaseadas como la mayor parte de las otras ciudades en aquella época; el piso era bastante sinuoso por falta de policía. Había entonces las plazuelas siguientes: la del Carmen… la de los Patriotas… la que después se nombró del Zacate… la del Carbón… y la del Paraje en el callejón de la Sal.
Sobre la importancia comercial de la región, transcribe las consideraciones del escritor Niceto de Zamacois:
Era Tehuacán, ciudad situada entre las provincias de Puebla, Oaxaca y Veracruz, en el camino que conduce de la primera a la segunda, punto céntrico del antiguo comercio de las tres, y sitio de depósitos de los ricos frutos de la Mixteca. Distrito que se hallaba entonces en toda su prosperidad y riqueza. La vida comer cial de Tehuacán era, en consecuencia, bastante activa y contaba con numerosas familias bien acomoda das, muchas de ellas enlazadas con españoles que, con sus capitales, su dedicación al trabajo y actividad, daban vida y vigor a la agricultura, al comercio, a la industria y a todos los giros que forman la positiva riqueza de los pueblos. Contribuía no poco al movimiento comercial de Tehuacán, las numerosas personas que de todas las provincias de la Nueva España acudían a bañarse en sus afamadas aguas medicinales, consideradas como muy eficaces para curar diversas enfermedades.
En fin, debemos a Paredes Colín la ubicación exacta del inmueble que albergó los ideales de Morelos du rante tres meses. La casa de la señora Gertrudis Gálvez de la Vega, en la hoy esquina de la segunda de la Democracia y callejón de la Sal. (Actualmente, 3 Oriente y 1 Sur).
El héroe elevó la casona a la categoría histórica de Palacio Nacional de Tehuacán. Martes 11 de agosto de 1812
Es indudable que la avanzada de Morelos escogió el inmueble donde iba a permanecer, de acuerdo con sus indicaciones precisas: en esquina, con entrada principal y “puerta falsa”, como entonces se estilaba. El amplio zaguán daba a la calle “espaldas de la parroquia” –una construcción concluida en 1727- y con la entrada accesoria al “callejón de la sal” –rumbo al despoblado, “la sabana de Coapan”, camino a Oaxaca por la Mixteca baja. Todo un punto estratégico elegido desde el primer momento.
Casi igual disposición tuvo la casa habitada por Morelos en Cuautla, al sur de la plaza mayor y con salida lateral al “callejón del Castigo”. ¡No hay duda de su mente esquemática!
Miércoles 12 de agosto de 1812
Una vez instalado, Morelos dispuso las habitaciones de los jefes y de las principales oficinas –sobre todo de la Tesorería-, así como la salvaguarda de los puntos estratégicos, –pues como él mismo lo reconocía, se encontraba “a los cuatro vientos”.
También fue enterado de inmediato de quienes eran los vecinos adictos a la causa insurgente y quiénes mantenían relaciones con las autoridades civiles y eclesiásticas del virreinato.
Morelos sabía que muerto en la batalla de Puente de Calderón el intendente Flon, sus sucesores –Ciriaco del Llano o el conde Castro Terreño- no eran figuras de primer plano. Flon había sido reconocido como el intendente más ilustrado que había en Nueva España. Ahora el verdadero enemigo de la insur
gencia era el obispo de Puebla Manuel Ignacio González del Campillo, el único prelado criollo en toda la extensión del virreinato.
En Tehuacán el cura local era Miguel Sánchez de la Cueva, doctor en teología que había sido cat edrático en el Colegio Carolino de Puebla. Actuaba como teniente de cura el bachiller Manuel Sánchez de Serpa. El primero marcó su distancia tan pronto llegó Morelos y se declaró enfermo. Ya lo veremos actuar, por única vez, el 7 de octubre de 1812, cuando la sepultura eclesiástica de Trujano.
Por último, para redondear la escena, recordaremos que en 1808 un grupo de españoles avecin dados en Tehuacán promovieron que cambiara su categoría, Ciudad de Indios, desde 1660, a Ciudad de Españoles. Los sucesos tanto en la metrópoli –la invasión napoleónica- como en la ciudad de México, la deposición del virrey Iturrigaray, impidieron que se consumara tal transposición.
Es decir, que apenas llegado a su nuevo mirador estratégico, Morelos se dio entera cuenta del terreno que pisaba en lo humano, lo cual le iba a rendir extraordinarios resultados durante sus tres meses de estancia.
El general y sus oficiales no se daban punto de reposo. Sobre todo los hombres del pueblo, al conjuro del nombre de Morelos, se agolpaban ofreciendo sus brazos, para engrosar las filas insurgentes.
De inmediato se abrió un libro de reclutamiento para los nuevos elementos que venían a sumarse al grueso contingente de las acciones de Cuautla, Huajuapan y Chilapa. A juzgar por los registros parro quiales hubo bautismos, casamientos y sepulturas eclesiásticas de gente de las lejanas intendencia de Valladolid y Querétaro así como de puntos de la Costa Chica, Oaxaca y Veracruz. Asimismo se prosiguió un registro con el título de “Libro en que se toman razón de los títulos que se han dado a los militares dependientes de esta generalía del Sur, que se vuelve a comenzar desde el 20 de julio de 1812”.
Se abrió con la siguiente anotación: “Con fecha 20 de junio se dio título de capitán del rumbo de Veracruz a don Pedro Montaño”. Lo escrito llega a la foja 16 y la nómina comprende 198 nombres y cargos.
Entre los personajes relevantes se mencionan a Valerio Trujano, Miguel Bravo, Hermenegildo Ga leana, Vicente Guerrero, Juan Nepomuceno Rosáins, Antonio Sesma, Mariano Matamoros, José María Larios, Gabriel Arruti, Juan Nepomuceno Almonte, José Manuel Herrera, José Sotero Castañeda, Ramón Sesma, Elías Bean, Cornelio Ortiz de Zárate, José Manuel Mier y Terán, Eugenio María Montaño y José María Pérez, “capellán de honor cerca de la persona de su excelencia (Morelos)”.
Por su parte, el pueblo acudía motu proprio a alistarse en el ejército y no obligado como en el sistema hasta entonces imperante de la leva. (Véase en el Apéndice, Documento 1).
Jueves 13 de agosto de 1812
Una vez que Morelos tuvo conocimiento del capital humano con que contaba, volvió a refugiarse en el papel, a la meditación política escrita, a intercambiar ideas con quienes también soñaban –desde Hidalgocon un Congreso del pueblo mexicano.
El 21 de agosto de 1811, en Zitácuaro, el licenciado Ignacio López Rayón había establecido la Su prema Junta Nacional Americana que él presidía apoyado con las vocalías de José María Liceaga y Sixto Verduzco; quedaban vacantes otras dos para mejor ocasión. Morelos desde un principio había bienvenido la creación del organismo con la propuesta de que Rayón siempre fuera el presidente y para quien
señor.
La relación epistolar Morelos–Rayón se inicia el 28 de junio de 1812 y concluye el 25 de mayo del año siguiente; fueron en total 12 comunicaciones. Durante la estadía en Tehuacán se sabe de seis piezas fechadas el 13 de agosto, 4 y 12 de septiembre, 1º de octubre y 27 de noviembre.
Aún cuando no se tiene el texto de la primera misiva, es notable la altura de miras con que Morelos se fue expresando en consonancia con la evolución de su pensamiento político y su incesante búsqueda de las bases del Estado Mexicano.
Su ideario no era estático y fue en Tehuacán donde en definitiva llegó a decirle a Rayón que había que “quitarle la máscara a la independencia”, lo que en la práctica significaba no seguir mencionando a Fernando VII como elemento máximo.
Viernes 14 de agosto de 1812
El equipo combativo de Morelos iba en crescendo cuantitativa y cualitativamente. Tal como claramente lo observó Alamán, el héroe del Sur, persuadido de la nulidad de las grandes masas de gente indisciplinada e inerme que formaban las partidas de insurgentes, se aplicó a regularizar y disciplinar sus tropas.
Pero además se le fueron agregando voluntarios de valía como también lo hizo constar Alamán: Rosáins se presentó en Tehuacán a Morelos que lo nombró auditor de guerra y lo hizo después su secretario; también se le presentó en aquella ciudad don Antonio Sesma, que como Rosáins, había podido salir de la prisión en que a ambos tenía (José Antonio) Arroyo.
Sesma era navarro, nacido en Corella en 1756-, actuaba como Contador de las Cajas Reales en Puebla; no sólo puso a disposición de la causa insurgente su persona sino todo su caudal y la participación de sus hijos. De inmediato le fue reconocida su “mucha idoneidad, valor, servicio y patriotismo”, como escribió Bustamante.
Morelos le creó el cargo de Intendente General del Ejército del Sur, y él no tardó en demostrar con creces la valía de sus opiniones y consejos en los asuntos del día. Su honrosa figura iba a pasar a la historia con el cariñoso nombre de Sesma el Viejo.
Sábado 15 de agosto de 1812
Fue en el primitivo asiento de Tehuacán donde Motolínía concluyó la primera crónica monástica escrita en Nueva España: “en el Convento de Santa María de la Concepción de Teoacán, día del glorioso apóstol San Matías, año de la Redención Humana 1541”.
Ya en su nuevo sitio –el actual, a partir de 1580- el pueblo de Tehuacán continuó celebrando el 15 de agosto como “el día de nuestra señora”. La oportunidad indígena expresaba su gozo con danzas y cantos, tal como lo aprisionaron en su escudo al obtener el título de ciudad en 1660.
De tal modo que Morelos y su gente fueron testigos de estas muestras externas con elementos prehispánicos, al lado de las celebraciones litúrgicas en la Iglesia.
En el ejercicio de su mando, mucho tuvo que luchar Morelos con la indisciplina y pésimas costumbres de sus tropas, no sólo entre la gente de baja graduación sino hasta con los primeros jefes, donde había según
hombres escandalosos, inmorales, ladrones y enemigos de todo orden y buena disciplina.
Después del sitio de Cuautla, Matamoros se entregó a esa necesaria tarea de poner orden: En la hacienda de Santa Clara y después en Izúcar, en donde habiendo sabido el bando del virrey de 25 de junio, que desaforaba a los eclesiásticos que tomaban parte en la revolución, para vengar este agravio hecho a la clase a la que él mismo pertenecía, levantó un regimiento a que dio el nombre de San Pedro, con una bandera negra y una gran cruz encarnada en ella, a la manera de la que usan los canónigos en la ceremonia de la seña en la semana santa, en la que estaban escritas con letras rojas estas palabras: “In munidad eclesiástica”. (Bustamante)
Pues bien, consta documentalmente que Morelos, cuidadoso de todas las formas, se dirigió a Mat amoros el 15 de agosto “contra el capitán (José María) Larios”, sin que sepamos el contenido al pie de la letra. (Prontuario, 531).
Larios era el caso de un buen soldado a la hora del combate, como lo había demostrado en Cuautla, pero su actuación desordenada en cuanto a disciplina ya había hecho que Morelos dictara medidas para “escarmentar su indisciplina”.
Lo cierto es que ya en Tehuacán pocos días después, aparece ratificado como capitán (Apéndice, Documento 1) y siguió con Morelos hasta Oaxaca, donde actuó con especial denuedo.
Domingo 16 de agosto de 1812
Los horizontes se ampliaban para nuestro personaje. Alamán nos da en vivas pinceladas una nueva situ ación más allá de los límites de Tehuacán:
No tardó Morelos en comenzar a sacar las ventajas que la excelente posición de Tehuacán, le proporcio naba. Desde que Llano salió de Veracruz con el convoy en principios
de agosto, no se volvieron a recibir en aquella ciudad noticias de la capital, continuando la absoluta in terceptación de las comunicaciones, con lo que escaseaban las harinas y otros artículos que se llevaban a aquel punto de Puebla y de otras provincias del interior.
Fue así como, según el historiador de Veracruz Miguel M. Lerdo de Tejada:
Con el objeto de conducir hasta la provincia de Puebla la correspondencia de España que se dirigía de Veracruz a México, y escoltar a su regreso una cantidad de harina, de la que había ya grande escasez en aquel puerto, salió de allí una expedición, tomando el camino de las villas de Córdoba y Orizaba, compues ta de trescientos campechanos del batallón de “Castilla”, tres cañones y sesenta caballos, a las órdenes del capitán D. Juan Labaqui…
Morelos supo de esta incursión a través del viejo Sesma, quien al hablar con él, según Bustamante, le expresó:
lo indecoroso que sería al honor militar de la nación que así se burlasen los enemigos, paseándose im punemente por las inmediaciones del cuartel general; Morelos le oyó con calma esta reconvención, que
le hizo con la vehemencia que lo caracterizaba; hizo entrar al que traía la noticia de la llegada de Labaqui al Palmar, y hallándolo hombre de buena razón, le dio una pluma y un pliego de papel para que le trazase un diseño o croquis del modo con que estaba situado Labaqui en las casas del pueblo. El enviado cumplió con lo que se le mandaba, y penetrando Morelos el modo de atacarlo, trazó su plan.
Lunes 17 de agosto de 1812
Una vez bien calculado el plan de ataque por Morelos, determinó su inmediata puesta en acción, y para el caso, según testimonio de Bustamante:
Confió su ejecución a don Nicolás Bravo, militar a quien todavía no se le había señalado división. Morelos mandó que el guerrillero Arroyo observase por la cañada de Ixtapa los movimientos de Labaqui. Diéronse por tanto a Bravo y a don Pablo Galeana 200 infantes, a quienes se agregaron las partidas de don Ramón Sesma y del capitán Bendito, y 100 caballos para sumarse a los de Arroyo.
Salió esta expedición con secreto a las nueve de la noche, y caminó sin intermisión toda ella...
Como se verá todo se efectuaba con el sigilo que el héroe del Sur imprimía a sus acciones…
Por su parte, Naredo nos traslada la noticia de que el día anterior, había salido de Orizaba la expe dición de Labaqui, y que… luego que llegaron a las cumbres de Acultzingo, comenzaron a tener sus ataques con los americanos: avanzando la caballería por un lado y la infantería por otro, lograron desalojar a los americanos de los puntos que tenían; … así caminaron el día 17 hasta llegar a hacer noche al rancho del difunto Pesado…
Es decir, Labaqui y su tropa pernoctaron en la propiedad de Domingo Pesado, gallego, padre del futuro literato José Joaquín Pesado. Se iban acercando a su último destino, San Agustín del Palmar.
Martes 18 de agosto de 1812
Es otra vez Naredo quien da puntual razón del avance de la expedición de Labaqui; después de haber “hecho noche” en el rancho de Domingo Pesado:
Salieron de este pasaje el día 18; en esta jornada, hasta la llegada a San Agustín (del Palmar), no tuvieron novedad, aunque se les presentaban, que por un lado, ya por otro (los insurgentes); luego que el cura y la justicia de dicho pueblo, tuvieron noticia a la llegada de Ixtapa, salieron a recibirlo con todos los del pueb lo; a las dos horas, de haber llegado cercaron el pueblo los americanos, comenzando inmediatamente el ataque.
Lo cual concatena con lo expresado por Bustamante –quien se esforzó en precisar las fechas de esta incursión virreinal-:
Llegaron los americanos a San Agustín del Palmar a las once del día… hallando fortificado a Labaqui en tres casas, quiso entonces hacerlo en el cerrito del Calvario del pueblo, pero ya no se lo permitieron los americanos.
Se dice que procuró conocer al jefe que comandaba aquella tropa, y como le enseñaran a Bravo que era muy joven, dio una risotada de desprecio.
Bloqueadas las casas, comenzó a poco la acción, que duró todo el día; a las tres de la tarde fue desalojado de dos casas y se refugió en una.
Cayeron las sombras de la tarde y los contendientes hubieron de velar armas para el desenlace definitivo y definitorio.
Morelos, entretanto, en su cuartel general de Tehuacán también velaba armas y empezó a considerar la conveniencia del envío de tropas de refuerzo.
Miércoles 19 de agosto de 1812
Llegó el nuevo día y la definición de la contienda en San Agustín no era visible. Se inició el combate.
Mas en la tarde se encontraron los de Morelos sin parque; temieron entonces que Lab
aqui hiciese una salida o se le aproximase el socorro que esperaba de Puebla por Acatzingo y entonces resolvieron atacar al sable cuerpo a cuerpo.
Entraron, pues, por la puerta de la casa, a pesar del vivo fuego que hacía en ella un cañón violento, siendo el primero el capitán Palma (negro), el cual viendo venir sobre sí al capitán Labaqui calándole bayoneta, de un machetazo le trozó la cabeza en dos partes, y lo mismo hizo con el segundo de este jefe.
Entonces los oficiales de la división enemiga pusieron en la punta de una bayoneta un lienzo blanco en señal de parlamento; cesó el fuego, amarraron a los prisioneros, entre los que se encuentran 48 cadá veres, algunos heridos (y) ningún parque, porque dos cajones que les quedaban los arrojaron a un pozo; tres cañones violentos; 300 fusiles, 60 caballos y una gran valija de correspondencia de España para el virrey y particulares; el demás despojo y dinero se le dio a la tropa.
El mismo Bustamante concluye con su acostumbrada ironía:
Castro Terreño mandó auxilio de Puebla, que llegó como siempre llega el de España… tarde, pues se presentó en la noche del día en que se habían retirado los americanos; también éstos encontraron en San Pe dro Chapulco el que les mandaba el general Morelos de 200 infantes y dos cañones, con víveres y parque.
Jueves 20 de agosto de 1812
La victoria de San Agustín del Palmar inyectó nuevos alientos a las huestes insurgentes, sobre todo en las que operaban en la línea de Veracruz a la capital del virreinato, incluyendo Puebla.
Como contraparte, Bustamante hacer constar que:
Las gacetas no hablan ni una palabra de este suceso, así como omiten todos los que fueron gloriosos a la
nación mexicana; omisión maliciosa que he notado aún en la correspondencia de los virreyes, que existe en cortísima parte en la antigua secretaría del virreinato…
En cambio, con noble laconismo, Nicolás Bravo, a su debido tiempo, se limitó a expresar: … logré después de cuarenta y ocho horas de acción, una completa victoria, haciendo doscientos pri sioneros…
Efectivamente, un día después del triunfo de San Agustín del Palmar, en la actualidad denominado Palmar de Bravo, Bustamante consigna que Entraron en Tehuacán Bravo y Galeana; Morelos aplaudió mucho la conducta de ambos jefes, y excitó a mayores empresas…
Ambos le hicieron entrega a Morelos de la espada de Labaqui y todos los cronistas no han dejado de decir que el general la apreció mucho “por ser de un valiente”.
Viernes 21 de agosto de 1812
En toda la extensión del virreinato pululaba “una nube de espías” como lo consideró Ernesto Lem oine. Así que ante la falta de un sistema de comunicación bien organizado, las autoridades se enteraban de los sucesos de los independentistas mediante los informes de gente enviada a propósito.
En Puebla, el gobernador conde de Castro Terreño nada supo de manera oficial de lo acontecido en San Agustín del Palmar. Y fue desde Acatzingo –pueblo cercano, al norte del teatro de los sucesos- de donde le fue enviada la siguiente comunicación.
Exmo: Sr.
Como a las cinco de la mañana, un paisano de mi satisfacción que mandé a que se cerciorase de lo acaeci do en S. Agustín del Palmar, me ha manifestado ser verdad la derrota del comandante de aquellas armas, con pérdida de mucha gente, y haberse llevado para Tehuacán trescientos hombres en cuerda, con los seis cañones que éstos traían.
El comandante de los insurgentes es Arroyo, el mismo que levemente salió herido en la cabeza.
He sabido de positivo que viene otra división de caballería sin individuo alguno de a pie, mandada por tres cabecillas, a interceptar todas estas poblaciones, y ponerlas a disposición de Morelos; todo esto pongo en noticia de V. E. para que determine lo que hallase por conveniente, y responderme con la pron titud posible, que exije el estrecho en que estoy, por estar tan débil la división de mi mando.
Dios & c.
Acatzingo 21 de agosto de 1812.
Exmo. Sr.- Manuel García.
Exmo. Sr. gobernador de Puebla.
De inmediato Castro Terreño repitió la información al virrey Venegas, quien, como ya era cos tumbre, se cuidó de ocultar el suceso y nada hizo publicar en la gaceta oficial.
Sin embargo, en la capital del virreinato actuaban con especial entusiasmo los miembros de un grupo clandestino, Los Guadalupes, cuyos informantes se hallaban infiltrados en todas las capas sociales incluyendo el mundillo social.
Ellos serían los que, una vez confirmada la noticia apenas infiltrada en el palacio virreinal, harían saber “el suceso del Palmar”, que añadía un laurel más a la carrera de Morelos.
La estancia del guerrero máximo en su punto estratégico de Tehuacán había dado su primer fruto.
Sábado 22 de agosto de 1812
La secuencia triunfal Cuautla–Huajuapan–Chilapa se veía aumentada con el suceso de San Agustín del Palmar.
De ahí que sea justa la apreciación de Alamán, quien en visión panorámica estima que tales victo rias
restablecieron enteramente las esperanzas de los adictos a la insurrección abatida por tantos intereses, e hicieron subir la reputación de Morelos al mayor punto a que había llegado hasta entonces.
El virrey veía que el enemigo más temible que había tenido el gobierno español en México, se pre sentaba en campaña con nuevas y mayores fuerzas, y que era menester empezar otra vez la guerra contra aquel caudillo que había dado por destruido, y los insurgentes, aprendiendo a conocer mejor las ventajas de su posición, no se acobardaban por las derrotas que sufrían.
Sin embargo, en la guerra como en la vida, andan juntas la próspera y la adversa fortuna, tal como lo consignó Bustamante:
Cuando Bravo obtuvo la victoria, sabía la próxima condenación a muerte de su buen padre; pudo haberse mostrado cruel con los vencidos, mas fue al contrario… y en lo sucesivo fue el mejor amigo que tuvieron los españoles desgraciados; así es que había muchos de ellos en la división que después formó en San Juan Coscomatepec, que lo amaron como padre.
Domingo 23 de agosto de 1812
Según anota Bustamante, este día el caudillo del Sur, satisfecho con el triunfo alcanzado por Bravo, no quiso ver la entrada de los prisioneros (de San Agustín), ni a gozarse con un triunfo obtenido sobre esclavos; se reservó para la noche reconocer las piezas y fusiles tomados, y ejecutó esta operación con un ayudante que le llevó una linterna.
De los prisioneros, (la gran mayoría) tomaron partido en la revolución, quedando los campechanos puestos en el concepto de valientes, y muy apreciados del General Morelos.
Recordemos que los despojos de guerra fueron “los cañones violentos, 300 fusiles y 60 caballos”, lo cual fue magnificado en noviembre de ese mismo año cuando, al salir Morelos de Tehuacán, de Puebla se ordenó recoger este “arsenal” que resultó otro chasco para el gobierno virreinal.
Lunes 24 de agosto de 1812
Ya se ha dicho de la intensa actividad que en la ciudad de México desarrollaban Los Guadalupes, “grupo sin grupo”, clandestino, infiltrado en las altas esferas del gobierno virreinal.
De modo que tan pronto este núcleo tuvo cabal conocimiento del más reciente triunfo de Morelos, procuraron hacerlo del dominio público –tanto por transmisión oral como a través de pequeños recados anónimos.
El resultado fue que la noticia “se recibió con estupor” habida cuenta de que la prensa oficialesca –con la Gaceta y Diario a la cabeza-, no dijo sobre el caso una sola palabra.
No debe callarse el hecho de que Bustamante no logró precisar en su Historia el día de la victoria de Bravo sobre Labaqui, al paso que Alamán, años después, hubo de reconocer en persona la casa en que se escenificó el encuentro definitorio pues las noticias eran imprecisas.
En todo lo cual subyace el ocultamiento que sistemáticamente hacía de los hechos de la insurgen cia la prensa controlada por el virreinato y cuyo pésimo ejemplo ha perdurado hasta nuestros días.
El nombre de Morelos desde Tehuacán pesaba demasiado para Venegas y sus satélites.
Martes 25 de agosto de 1812
La situación económica de Nueva España era cada día más comprometida. En este punto la visión de Alamán es tan clara como preocupante:
La larga continuación de la guerra, la destrucción que ésta había causado en todos los ramos productivos, y los cuantiosos e incesantes gastos que había tenido que hacer el gobierno, habían agotado sus recursos y obligándolo a imponer nuevas contribuciones…
En todos los pueblos… para el pago de la tropa se echaba mano de todos los fondos que existían y de que disponían los comandantes…
En México, siendo mayores los gastos, lo era también las dificultades para cubrirlos.
Fue así como el 19 de agosto el virrey convocó a una junta extraordinaria de hacienda, pero a pesar de lo cerrado de la discusión no se llegó a nada concreto y dejó para dos días después la presentación de un plan alternativo.
En medio de estas estrecheces económicas llegaba a Veracruz el 25 de agosto la cuarta expedición que enviaba España en auxilio de las armas del rey en su contienda contra los insurgentes. La comandaba el coronel Rafael Bracho y constaba de “una compañía de artillería volante y los piquetes que faltaban para el completo de los regimientos de Castilla y Lobera, anteriormente llegados” (Alamán).
Los Guadalupes dieron noticia a Morelos de la llegada de este envío de tropas a pesar de las serias dificultades de comunicación (Véase 22 de septiembre).
Miércoles 26 de agosto de 1812
Bien proclamó Heródoto desde la antigüedad clásica: El ánimo del hombre es su destino.
Y desde el primer albor de la insurgencia, el bendito libertador Hidalgo soñó una patria libre abierta a todos los horizontes. No una independencia de puertas adentro sino abiertas a todos los países para intercambiar frutos e ideas y como primer paso, comerciar.
Nombró al joven Pascasio Ortiz de Letona para la delicada misión diplomática de iniciar relaciones con el gobierno de los Estados Unidos; pero descubierto en el trayecto prefirió envenenarse con lo cual el proyecto quedó trunco.
Morelos desde Tehuacán volvió a la idea de abrir las relaciones con el exterior, o como precisa Lemoine:
Pretende entablar negociaciones comerciales con Inglaterra, por más que desconozca en absoluto los conductos adecuados para lograrlo e ignore, igualmente, cuáles son los intereses particulares y la amaña da política exterior de aquel importante país.
El caudillo pensaba y actuaba. Sabemos que su idea era “parlamentar con los ingleses, europeos y americanos” –como se lo diría a Rayón en carta del 12 de octubre-, de modo que aprovechando la “inclin ación que ha manifestado a nuestros costeños de Tlalixcoyan el capitán de la fragata inglesa que allí se halla”, decide dirigirse a él para iniciar el trato comercial de “compra de armas”.
Lo que resulta claro en este asunto es que Morelos estaba suficientemente informado de cuanto acontecía en la zona de Veracruz, así como tener los caminos expeditos para enviar y recibir correspon dencia.
Todo esto confirma que aprovechaba al máximo su posición estratégica. Jueves 27 de agosto de 1812
Morelos tenía el carácter de “Vocal y Capitán general de América”, sobre lo cual Lemoine pertinente mente anota:
Con el cargo de Capitán General venía implícito el de Vocal, según lo estipulaba el acta de creación de la Junta de Zitácuaro; sin embargo, Morelos recibió el segundo nombramiento mucho más tarde, como se ve en la carta que el 31 de diciembre giró desde Oaxaca a Rayón…
Con ese carácter escribe dos documentos: uno dirigido a los “Excelentísimos Señores Almirante de Marina o Ministros de la Gran Bretaña” y otro al “Señor de la Fragata Inglesa Británica”.
La respuesta la dio este último el 13 de diciembre, sin resultado práctico alguno pues los marinos eran neutrales, dispuestos a evitar “la efusión de sangre como obra puramente de humanidad”.
Sin embargo, quedaba para la historia la idea de Morelos de abrir la patria independiente a todos los hombres de buena voluntad.
(Véase Apéndice. Documentos 2, 3 y 4).
Viernes 28 de agosto de 1812
Si en la metrópoli española todo indicaba una bancarrota del imperio, ¿qué se podía esperar en Nueva España donde las exacciones eran múltiples y con muy medianos resultados?
De hecho en la ciudad de México reinaba la más encendida sensación de que en las arcas del gobi erno virreinal “no había un peso” como poco después se lo escribirían Los Guadalupes a Morelos.
Por bando del 30 de enero se hizo pública la recaudación de dos millones de pesos para subvenir a las necesidades inmediatas del gobierno: “un préstamo en oro y plata” que al fin no llegó ni a su quinta parte.
Por otro bando del 1º de febrero se estableció la requisición de caballos en toda la extensión de Nueva España “para abastecer a las tropas realistas”, lo que tampoco alcanzó el objetivo deseado, entre otras razones, por los caminos interceptados.
Y por bando del 28 de agosto se imponía en la ciudad de México una contribución temporal de guerra. “a toda clase de madera para que pague el doce por ciento”. Lo emitía Ramón Gutiérrez del Mazo, “corregidor de los propios y rentas de la Noble Ciudad”.
En cambio Morelos venía saneando a satisfacción las “tesorerías” en su zona de mando, con la mira, mediata e inmediata, de una “reconstitución de fondos”.
En este aspecto, las cosas iban por buen camino desde el sitial estratégico de Tehuacán.
Sábado 29 de agosto de 1812
El sistema administrativo establecido por Morelos en su vasta zona de influencia, diariamente rendía sus frutos. Se trataba de informes, a primera vista intrascendentes, pero que en su conjunto ofrecían un definido panorama de los recursos reales de que se disponían para los planes de guerra.
Este día, por ejemplo, el caudillo recibe dos oficios “del titulado tesorero de América” Cristóbal Martínez, quien desde San Andrés Chalchicomula le decía, en el primero, que en atención a lo que vuestra excelencia dice en el decreto del 24 del que gira, sobre la continuación de (Francisco María) Santelices en esta tesorería a mi cargo, debo decir a V. E. que aunque a petición mía vino a obtener este destino con título de mi segundo, he advertido que carece de la ilustración necesaria.
Y en el segundo se refería a la conformidad con que realizaba sus labores “el administrador gener al de fincas don José María Fernández”.
Lo cual contrasta con el desorden, sobre todo en cuanto a pago a los elementos del ejército, que en esos momentos privaba en la capital del virreinato. Es decir, se procuraba la buena marcha administra tiva para lograr el puntual cumplimiento del prest para las tropas independentistas.
No disponemos de los textos originales de ambos documentos, cuya existencia consta en el valio so Prontuario de los Insurgentes preparado por la investigadora Virginia Guedea.
Domingo 30 de agosto de 1812
Las noticias van fluyendo, cotidianamente, ya fueran de próspera o adversa fortuna para la causa insur gente.
Este día Morelos recibe la nota fresca del desembarco en Veracruz, el 27, del regimiento de Zamo ra, un refuerzo más para las armas reales.
La primera expedición, proveniente de Galicia, la integraron los batallones de Lobera y Asturias; en la segunda, que zarpó de Cádiz, vino el batallón de América; la tercera condujo al de Castilla, y esta última era conducida por el coronel Rafael Bracho.
Alamán anota que la componían los tres cuerpos siguientes:
el regimiento de infantería de Zamora; una compañía de artillería volante y los piquetes que faltaban para el completo de los regimientos de Castilla y Lobera que anteriormente llegaron…
Para evitar el estrago que el vómito había hecho en el regimiento de Castilla, dispuso hacer salir el suyo al día siguiente de su desembarque.
Sin embargo, no escapó a su espíritu crítico esta apreciación:
Estas remesas de tropas de España en un orden tan lento, no produjeron el efecto que hubiera podido esperarse si hubiera venido toda la fuerza junta, escogiendo para desembarcar la estación más oportuna, para no sufrir pérdida por el mortífero clima de las costas.
A Morelos, en el momento mismo de los hechos, no se le escapaban estas y otras consideraciones que, al final, eran circunstancias favorables al curso de la revolución.
Lunes 31 de agosto de 1812
Finalizaba el mes y Morelos se encontraba inmerso en un océano de voces y ecos.
El guerrillero Eugenio María Montaño fue una estrella fugaz en el firmamento insurgente. Se le vantó en armas con la compañía de apenas cinco hombres que a poco llegaron a 300. Su primera acción victoriosa había ocurrido el reciente 29 de agosto cerca de Zacatlán –en la zona dominada por Osorno- al derrotar “a una partida de realistas compuesta de unos 150 hombres” (Miquel i Vergés).
De orden del virrey se fue a su alcance y después de una auténtica cacería humana cayó abatido por los realistas el 21 de julio de 1813. Se le descuartizó y su cabeza fue exhibida en Otumba en tanto su brazo derecho quedó expuesto en San Juan Teotihuacán.
Lo curioso es que, en su brevísima incursión bajo las banderas de la libertad, tuvo sinceros admira dores así como firmes detractores. En esta confusión de voces y ecos, Morelos se adhirió a la opinión más generalizada, que los señalaba como un noble defensor de los ideales independentistas.
De modo que no casaba con una idea y ahora que en Tehuacán tenía noticia del primer triunfo de Montaño, lo aplaudió y desde luego lo consideró uno de los suyos. Los Guadalupes, como tendremos oc asión de ver, también eran fieles adictos a Montaño.
Martes 1º de septiembre de 1812
La idea central de Morelos al situarse en Tehuacán –“a pasar las aguas”, es decir, a aprovechar la tem porada de lluvias, que en ciertos momentos hace inaccesibles los caminos-, no fue de descanso, sino de esforzada preparación.
Como militar su idea era esquemática: ir “reduciendo a regimientos y brigadas todas las divisiones sueltas”, que eran la inmensa mayoría, y en donde imperaba el desorden tal como lo había advertido
Bustamante.
De modo que si, cuantitativamente, el nuevo ejército progresaba día con día, era menester que, cualitativamente, se constituyera con verdadero orden y disciplina militares.
Desde que él se había insertado en la lucha armada –bajo la orden de Hidalgo-, ésa había sido su principal preocupación. Sólo así se lograría superar la idea de “chusmas” que tenía el bando virreinal de las fuerzas insurgentes.
Afortunadamente, al paso de los días Morelos veía logrado su más alto propósito. Y para ejemplo, ahí estaba Matamoros en Izúcar con su ejército verdaderamente disciplinado como poco después tendría ocasión de demostrarlo.
Miércoles 2 de septiembre de 1812
También preocupación de primer orden en Morelos era el estricto manejo de los fondos para sostener la empresa, es decir, la guerra.
Otra vez la cuestión era poner orden. Sobre todo atender la captación de los recursos proveni entes de impuestos sobre fincas, que eran manejados por autoridades militares y no a través de oficinas establecidas –las “tesorerías”.
Esto ya lo había experimentado en Cuautla con magníficos resultados.
Con su esquemático modo de ver las cosas, Morelos detectaba, por una parte, “la ambiciosa codi cia” de los que manejaban los recursos, y por otra, “la deglución de fondos”, que se desviaban a fines que no eran los de la lucha armada. ¡Cuán cierto seguía siendo aquello de que en el arca abierta, el justo peca!
De modo que una solución práctica e inmediata fue ir estableciendo “tesorerías”, con gente re sponsable, que a su vez rindiera cuentas para un control. Todo un sistema tributario para sostén de “nues tra gloriosa lid”, como el mismo Morelos acostumbraba decir.
Jueves 3 de septiembre de 1812
Aun cuando se carece del texto original, documentalmente se sabe –por carta a Morelos del 1º de octubre siguiente-, que “en principios de septiembre” le había enviado a Rayón “veinte resmas de papel con las noticias y diarios que habían ocur rido” (sic).
Había hecho el envío por la ruta Chilpancingo – Tlalchapa (en el actual Es tado de Guerrero), en tanto era posible di sponer de un trayecto más corto.
Rayón se encontraba en Tlalpujahua pero el 26 de agosto se había movido a Huichapan, en donde
se instaló 18 días después. Aquí lo interesante del asunto es la pertinencia de Morelos en tener informada a la Junta Suprema de cuanto ocurría en el riñón del virreinato a través de los tres centros que le propor cionaban la información: Veracruz, Puebla y México.
Por otra parte, no debe pasarse por alto el vivo interés del caudillo por dotar de papel a la Imprenta Nacional, pues conocía muy bien el valor de la difusión tanto de las ideas como de las noticias del día, a contrapelo de lo que hacía la prensa oficialista.
Viernes 4 de septiembre de 1812
Aun cuando el 11 de junio José María Liceaga había comunicado a Morelos su nombramiento de Capitán general de parte de la Suprema Junta, el caudillo se limitó a recibir la noticia pero no a usar de su honor “hasta que la necesidad lo precisara”.
Más de un mes después, el 19 de julio, Rayón le ratificaba el nombramiento de Capitán general y vocal de la Junta, pero en carta a Verduzco este 4 de septiembre le repite su decisión de no usarlos hasta que las circunstancias lo requieran se refería concretamente a “la gente acobardada por los triunfos del enemigo, en el camino de Veracruz, (los cuales) ya dudaban de la existencia de la Junta”, hasta que recon ocieron en él a “uno de sus vocales”.
Así se lo hace saber a Verduzco a tiempo de expresarle “un millón de gracias” por el bien que esto representaba para la nación.
Este mismo día Morelos se dirige a Rayón y le menciona “la existencia de un esbozo de Constitución Na cional”, que de momento tenía extraviado. Pero le había ordenado al mariscal Ignacio Ayala sendas copias –para Rayón y para él- con el fin de continuar su examen.
El asunto se venía tratando desde el 15 de agosto de 1811, en Chilpancingo, vísperas del ataque de Morelos, Galeana y Bravo contra Fuentes y Recacho en Tixtla.
También desde entonces databa su voto por Verduzco como segundo miembro de la Suprema Junta. En esa orden, Liceaga sería el tercero y desde luego Rayón, el presidente.
Quedaba una vez más patente la firmeza de sus decisiones, siempre fruto de la meditación.
Sábado 5 de septiembre de 1812
Morelos se dirige a Cristóbal Martínez, titulado tesorero de América, con residencia en San Andrés Chal chicomula, ordenándole que su subordinado Francisco María Santelices pase a la plaza de Acatzingo a hacerse cargo de la tesorería de esa región.
Todo lo cual refuerza la idea de que dichas oficinas de reciente creación, eran una base económica de primer orden para tener expedito el pago de la tropa que cada día iba en aumento.
No había, pues, punto de reposo para la cuestión administrativa en el ejército de Morelos.
Domingo 6 de septiembre de 1812
Las llamas de la insurrección se habían apoderado de todos los caminos de Veracruz a México, a lo que añade Alamán:
y de tal manera interceptadas las comunicaciones, que en Jalapa se ignoraba el estado de la plaza de Veracruz tanto como en México y Puebla, haciendo tres meses que no se recibía noticia alguna de ella.
En esas condiciones Llano se aventuró a dirigirse a Veracruz, de donde logró regresar con más de 2000 mulas de carga, “multitud de pasajeros en coches y literas, y llevando consigo cuarenta cajones de correspondencia de España, que se había ido rezagando en Veracruz”.
El viaje fue, como hemos indicado, toda una aventura pues como Alamán comenta:
Su tránsito no dejó más señal tras de sí, que la de un barco que surca las olas, volviéndose a cerrar tras él… El convoy entró en México el 5 de septiembre y no habiendo llegado todo el número de cargas de particulares que se anunciaba, los comerciantes españoles frustrados en sus esperanzas, quedaron mal satisfechos.
Lo más notable para la historia es que, como precisa nuestro guía: con la correspondencia detenida en Veracruz, de que trajo Llano 42 cajones cuando regresó… recibió el virrey Venegas el 6 de septiembre de 1812 la nueva Constitución y la orden para publicarla y cumplirla.
Lo cual no tardó en saberlo Morelos a través de sus informantes de Veracruz, Puebla y México.
Lunes 7 de septiembre de 1812
Como se recordará, entre los principales colaboradores que se unieron a Morelos desde 1811 estuvo el estadounidense Peter Ellis Bean, a quien la tropa conocía con el título y nombre del ingeniero Elías.
Era el único en el ejército del Sur que sabía fabricar pólvora, lo que constituía un recurso de primer orden. Los emancipadores intelectuales de la Enciclopedia habían revelado al mundo la fórmula del explo sivo, pero don Elías sabía llevar al campo de batalla los procedimientos manuales de su elaboración, sin desdeñar para la molienda de los ingredientes el empleo del metate prehispánico.
Lo cierto es que Morelos confió en Ellis y sus ayudantes a lo largo de sus campañas, y en el área de Tehuacán se encontró bien abastecido de pólvora. Es de recordar que durante los siglos coloniales de esta región se proveía de salitre a la Real Fábrica establecida en la capital del virreinato.
Siempre con miras a rebasar los límites de su campamento, Morelos dispuso que se establecieran pequeñas factorías de pólvora, a partir de la situada en el Cerro Colorado, al oriente de la ciudad.
Pequeños ingenios que el caudillo periódicamente recorría para estimular a quienes, con el trabajo de sus manos, participaban en la cruzada libertaria.
Martes 8 y miércoles 9 de septiembre de 1812
Al cúmulo de los trabajos de atención diaria –militares, administrativos, de salud inclusive, pues “el cólico” no lo dejada en paz- Morelos dedicaba largas horas a meditar una idea que sólo a él le estaba reservado
resolver: la forma en que debía integrarse el gobierno insurgente.
Desde luego lo primero era consolidar la permanencia de la Suprema Junta y, en un futuro no leja no, convocar al Congreso de la Nación. Infortunadamente, a pesar de la distancia, era sabedor de las pro fundas diferencias entre los miembros de la Junta. Y no obstante que él reconocía la primera autoridad de Rayón, era perceptible la intromisión de éste en asuntos administrativos y aun militares, que en estricto sentido, no eran de su incumbencia.
¡Ahí estaba el caso patente de José Basilio Zambrano –antiguo compañero suyo en el Colegio de San Nicolás, en Valladolid- y que era enviado por Rayón cerca de Morelos para intercambiar “noticias”!
Al caudillo no se le ocultaban las segundas intenciones del comisionado, pero no había más reme dio que esperar al visitante, quien llegaría de un momento a otro.
Jueves 10 de septiembre de 1812
En reunión con sus más cercanos colaboradores, Morelos les consultó sobre su idea acerca de la inte gración del futuro gobierno insurgente.
Oyó las opiniones, se tomó nota de algunos puntos, hubo intercambio de pareceres y todo ello se tomó en cuenta para a su tiempo responder la consulta que hacía Rayón.
En estos encuentros amistosos era notable la vehemencia con que tomaba la palabra el Viejo Ses ma, el de mayor edad entre los concurrentes, y cuyos consejos tanto bien le había traído a la causa, habida cuenta de que no sólo había contribuido con todo su capital sino había traído en su compañía a sus hijos adultos.
Sin embargo, Morelos meditaba un punto, que a su debido tiempo, sería tajante…
Viernes 11 de septiembre de 1812
Morelos sentía en carne propia cuanta adversa fortuna le ocurría a alguno de sus subordinados.
En el caso de la aprehensión del general Leonardo Bravo –conducido de tierras poblanas a la cap ital del virreinato para su ejecución-, desde luego le escribió al virrey Venegas proponiéndole el canje de 800 prisioneros españoles por el padre del joven y valiente Nicolás Bravo.
Sin embargo, tal intercambio no se aceptó, a pesar de los denodados esfuerzos que Los Guada lupes desplegaron para lograr la conmutación de la pena. Venegas se aferró a la idea de que se presen taran a indulto todos los Bravo, lo que a su vez no fue aceptado por la heroica familia.
En medio de esa polarización de propuestas, Morelos se vio precisado a dar la mala nueva al invicto Nicolás, acantonado en su cuartel de Medellín, Veracruz. Se aguardaba el momento propicio para tomar represalias.
Sábado 12 de septiembre de 1812
Se vinieron días de intenso papeleo y éste fue uno de ellos. Había muchos asuntos que desahogar con
Rayón y sin mayores preámbulos Morelos se confió al papel.
Varios puntos de especial interés fueron considerados:
* Sobre la organización del futuro gobierno llega a conclusiones muy precisas: Estoy entendido que nuestro Congreso se ha de componer de representantes por lo menos de las provin cias episcopales y principales puertos…
aunque dichos representantes puedan votar en número de cinco, como decimos en nuestra Constitución; pero como las capitales y puertos aún no son nuestros… por ahora nos bastará completar el número de cinco para que, estando temporalmente divididos por los cuatro vientos sobre las armas, quede uno en medio, libre de ellas, con uno o dos ministros de política y buen gobierno…
* Sobre la continua reconstrucción del ejército insurgente con toda determinación expresa: he nombrado mariscal al licenciado don Mariano Matamoros, cura de Xantetelco, por el mérito que este año ha contraído organizando brigada en Izúcar… a más de lo que trabajó en Cuautla… a que se agrega su talento y letras… aunque el brigadier don Hermenegildo Galeana ha trabajado más y es de más valor, pero inculpadamente no sabe escribir y por consiguiente le falta aquella aptitud literaria que recompensa en el otro el menos trabajo personal.
* En fin, remite “las noticias ocurridas hasta la fecha en 10 piezas, a más de El Diario, de Veracruz, en pliego”.
* Y remata: “acaba de llegar (me) una noticia de que se han abordado tres barcos a la barra de Tecolutla, con armamento en venta. Lo mismo tengo dispuesto para con el anglo-americano, a feria de reales y efectos. Daré razón con su resultado”.
* En otro orden de ideas, en una papeleta anota lacónicamente:
Remito a vuestra excelencia 20 remesas (sic) de papel blanco, y espero de vuestra excelencia más númer os de impresos y noticias de tierra adentro.
* Y en una última papeleta sintetiza:
El adjunto manifiesto que comienza Amigo y termina el verdadero patriota, lo mandará vuestra excelencia imprimir, y después despacharé otro.
¡El día había sido verdaderamente pletórico para el amanuense!
Domingo 13 de septiembre de 1812
La ciudad de México vino a ser testigo de una ejecución pública sobre la que se especuló mucho. Previa mente estuvo envuelta en una serie de ofrecimientos y propuestas aunque sin resultado práctico alguno. La inflexibilidad virreinal condenó a la pena máxima a los insurgentes Leonardo Bravo, Luciano Pérez y José Mariano de la Piedra.
La familia Bravo fue convocada a indultarse pero sin garantía alguna de cumplimiento. Morelos, muy a tiempo, hizo su parte y formalmente propuso un canje que el virrey no aceptó. Los Guadalupes re
alizaron múltiples esfuerzos desde la clandestinidad, pero sin alcanzar un éxito. Así se lo hicieron saber al caudillo días después y con ello iniciar una fructuosa jornada epistolar:
…hicieron cuanto les sugirió su buen deseo por si libertaban las vidas de Bravo, Pérez y Piedra, y por proporcionarles las comodidades posibles en su prisión, y hasta vestirlos, pues aquí llegaron desnudos…
Pero la conmoción fue mayúscula y Alamán no deja de opinar sobre el caso:
Don Leonardo dio pruebas de gran firmeza en sus últimos momentos, como las había dado también de valor en la campaña, especialmente en el sitio de Cuautla…
Lunes 14 de septiembre de 1812
Al pie de los acontecimientos del día anterior, el Diario de México dio puntual noticia de la ejecución de los tres insurgentes, que ahora pasaban al catálogo ya nutrido de mártires de la Independencia. Le damos transcripción parcial:
Tres sujetos de graduación e influencia en la gavilla de insurgentes comandada por el cura Morelos en la parte del Sur, son los que se presentan hoy en un patíbulo para expiar sus delitos y servir de escarmiento a los malvados.
El primero es Leonardo Bravo, natural de Chilpancingo, español, de 48 años de edad y hacendado. Este reo, olvidando los sentimientos de religión y humanidad, abrazó voluntariamente el inicuo partido de la rebelión, en el que obtuvo y ejerció el empleo de coronel, de resultas de la batalla que dio el 17 de agosto en Tixtla, y el de brigadier en Cuautla, después de haber asistido a las batallas de Chichihualco y Tenancingo. Dicho caudillo, no contento con adoptar este partido, sedujo y atrajo a él a su hijo, hermanos (excepto uno), resto de su familia y cuantos vecinos tuvieron la debilidad de prestar oídos a sus espe ciosas seducciones, ya valiéndose de los vínculos de sangre, amistad, ascendencia y, últimamente, de la fuerza. Este mismo interés mostró en año y cuatro meses que estuvo bajo de aquellas banderas, obrando unas ocasiones por sí y otras en consorcio con otros… (Diario de México, Número 2540, lunes 14 de septiembre de 1812).
Paradójicamente, en el mismo número se transcribía la orden real que conmutaba la pena de horca por la de garrote… Una medida –implementada desde el siglo XVI- por hacer aparecer menos vil la pena, a los ojos del mundo civilizado después de la Ilustración…
Martes 15 de septiembre de 1812
A trozos, diseminados aquí y allá, se va conformando el total de los diarios esfuerzos del caudillo del Sur.
Por ejemplo, en carta a Rayón del 2 de noviembre deja caer esta nota importante:
El 15 de septiembre arribó a esta Ciudad el secretario (José Basilio) Zambrano, y en el mismo día escribí a vuestra excelencia, y he seguido verificándolo los días 1º y 15 de cada mes, antes y después de mi llegada a esta Ciudad…
Lo cierto es que la llegada de Zambrano operó como revulsivo en las relaciones Rayón-Morelos, como lo iremos confirmando en fechas posteriores.
Miércoles 16 de septiembre de 1812
Este día, en la histórica Cádiz de las Cortes, la Regencia del gobierno español tiene a bien nombrar virrey de Nueva España a nuestro bien conocido Félix María Calleja del Rey –enemigo implacable de Morelos y, al fin de la historia, su captor y victimario en 1815.
Por su parte el caudillo, desde su cuartel general en Tehuacán, toma una drástica decisión que va a pasar a la historia aunque por azares del destino no será cumplida:
Le ordena terminantemente al joven y victorioso Nicolás Bravo, situado en Medellín, costa de Vera cruz, que pase por las armas a todos los prisioneros españoles que se encontraran en su poder. Eran unos 300 según Bustamante, Alamán y el propio Bravo.
Sin embargo, el asunto iba a culminar en un momento heroico para la historia de México.
Jueves 17 de septiembre de 1812
Una vez más, el Viejo Sesma se acercó a Morelos para hacerle partícipe de una idea que le parecía aplica ble y oportuna.
En esta ocasión el experimentado manejador de fondos públicos –y conocedor del terreno económico de la extensa diócesis de Puebla-, traía en la cabeza una propuesta que podía redituar extraor dinarias ganancias para la empresa libertaria.
Se trataba de aprovechar el inmenso filón de los diezmos que, por lo general, se remataban a par ticulares habida cuenta de que los límites del obispado poblano eran, por el oriente, las costas del Golfo de México y, por el poniente, las del Océano Pacífico.
En el valioso Prontuario de los Insurgentes se menciona explícitamente el asunto, como el princi pal objeto de “quitar este auxilio al ejército enemigo”. Discutida y aceptada la idea por Morelos, los resultados fueron inmediatos.
Viernes 18 de septiembre de 1812
El acto heroico realizado por Nicolás Bravo en Medellín, contrariando la orden terminante de Morelos, no merece mejor transcripción que la de sus propias palabras, después de 38 años del suceso.
El 21 de febrero de 1850 el general Bravo le revela a Alamán:
Después de pocos días me comunicó el Sr. Morelos que no había sido admitida la propuesta que hizo al virrey, y que éste al contrario había mandado que diesen garrote a mi padre y que ya era muerto, ordenán dome al mismo tiempo el que mandara pasar a cuchillo a todos los prisioneros españoles que estaban en mi poder, manifestándome que ya había ordenado que hicieran lo mismo con cuatrocientos que había en Zacatula y otros puntos.
Esta noticia la recibí a las cuatro de la tarde y me sorprendió tanto, que en el acto mandé poner en capilla a cerca de trescientos que tenía en Medellín, dando orden al capellán (que lo era un religioso apellidado Sotomayor) para que los auxiliase. Pero en la noche no pudiendo tomar el sueño en toda ella, me ocupé
en reflexionar que las represalias que iba yo a ejecutar, disminuirían mucho el crédito de la causa que de fendía, y que observando una conducta contraria a la del virrey, podría yo conseguir mejores resultados, cosa que me halagaba más que mi primera resolución.
Pero se me presentaba para llevarla a efecto, la dificultad de no poder cubrir mi responsabilidad de la orden que había recibido, en cuyo asunto me ocupé toda la noche, hasta las cuatro de la mañana que me resolví a perdonarlos, de una manera que se hiciera pública y surtiera todos los efectos a favor de la causa de la Independencia.
Con este fin, me reservé esta disposición hasta las ocho de la mañana, que mandé formar la tropa con todo el aparato que se requiere en estos casos para una ejecución.
Salieron los presos que hice colocar en el centro, en donde les manifesté que el virrey Venegas los había expuesto a perder la vida aquel mismo día, por no haber admitido la propuesta que se le hizo a favor de todos por la existencia de mi padre, a quien había mandado dar garrote en la capital; que yo no queriendo corresponder a semejante conducta, había dispuesto, no sólo el perdonarles la vida en aquel momento, sino darles una entera libertad para que marchase a donde les conviniera.
A esto respondieron llenos de gozo que nadie se quería ir, que todos quedaban al servicio de mi división, lo que verificaron a excepción de cinco comerciantes de Veracruz…
(Alamán, Historia de México, Tomo 3, Apéndice, Documento 5).
Sábado 19 de septiembre de 1812
La historia es un continuum y los hechos no quedan como cabos sueltos sino que se anudan y van forman do redes –que llegan a construir verdaderas tramas.
El Viejo Sesma había aconsejado “echar mano de los diezmos” y los primeros resultados empez aban a ser patentes. Desde San Andrés Chalchicomula, el bachiller Francisco Fernández Roldán, colector de diezmos de ese partido le participa a Morelos:
Para mi descargo, me pareció conveniente dar parte al Cabildo (eclesiástico) de Puebla, de la orden que vuestra excelencia me intimó, de entregar los reales a esas Cajas Nacionales y los motivos justos que se tenía para ello.
En obedecimiento de lo cual, le informaba haber entregado al tesorero Cristóbal Martínez, la can tidad de 1 437 pesos, “producto de diezmos” (Prontuario, 426).
El papeleo no cesa. Este día, desde San Agustín del Palmar, el tesorero Cristóbal Martínez le oficia a Mo relos, que ha concluido su comisión contra los capitanes Antonio Martín Vélez y Cristóbal García; pide el nombramiento de administrador para Juan Andrade; y menciona la actuación del administrador general de fincas (José María) Fernández, del coronel N. Arroyo y del capitán (Diego Martín) Bendito. (Prontuario, 407).
En fin, el mismo Martínez avisa que ha remitido “62 varas de paño de seda, (y) una resma y 83 cuadernillos de papel”. ¡Todo útil en tiempos de guerra!
Domingo 20 de septiembre de 1812
El ingeniero Elías, Ellis Peter Bean, seguía siendo un nervio motor dentro del activo conglomerado que rodeaba a Morelos.
Desde que llegó a Tehuacán había enseñado a un buen número de elementos a la fabricación de pólvora. Poco después, Morelos le había encomendado que adiestrara a algunos en la compostura de ar mas, en obedecimiento de lo cual había “planteado” un taller adecuado y otro para fundir plomo y cobre; los resultados fueron muy satisfactorios. (Herrejón Peredo, Morelos, III, 233)
En verdad, a la vez que aprovechaba los recursos naturales de la región, Bean sacaba partido de la gran inventiva de los nativos, con la natural complacencia de los jefes y oficiales que veían ocupados a jóvenes y adultos en tareas de provecho.
Morelos apreciaba mucho estos esfuerzos del diligente yanqui, entonces en la plenitud de su vida pues apenas llegaba a los 30 años. Había aprendido desde muy joven a fabricar pólvora y reparar armas, como un oficio de su familia.
Lunes 21 de septiembre de 1812
En el siglo XVII se establecieron las primeras haciendas en la jurisdicción de Tehuacán, muchas de ellas destinadas a la cría de ganado caprino.
Un resultado fue que en los meses de octubre a diciembre se efectuaba la “matanza”, que fue en aumento año con año. Con base en la carne de chivo se confeccionó un platillo regional el “mole de caderas” o “mole de espinazo” que es un guiso mestizo con ingredientes prehispánicos y europeos.
Fue otra vez el Viejo Sesma quien le hizo ver a Morelos la pertinencia de que las tesorerías captaran el impuesto correspondiente. Hasta 1808 era “para la obra del Real Palacio” y en 1810 sólo quedó como “real derecho de la media annata”.
Y le mostró las cuentas que traía anotadas: en 1810 se sacrificó un total de 5 085 animales, de los cuales 3 135 fueron en octubre, 950 en noviembre y 850 en diciembre, siempre en decremento. Quien más había pagado había sido el hacendado Francisco Gutiérrez de Madrid, que se ostentaba como “oficial real honorario, vecino y labrador de Tehuacán”. Aportó 146 pesos por 2 000 cabezas de ganado.
¡Se abría un filón más para las finanzas del ejército insurgente!
Martes 22 de septiembre de 1812
Este día el Prontuario de Insurgentes registra la publicación de un Bando de Morelos “imponiendo la con tribución de un peso por cada individuo”.
Por otra parte, él mismo les escribió a Los Guadalupes que tenían en su poder una imprenta –sin especificar dimensiones-, lo que nos lleva a la pregunta: ¿el bando a que se hace mención era un impreso?
Además, sin consignar fechas, se registran bandos para “acuñar monedas de cobre” y otros “para su circulación”, “para el arreglo de las tesorerías”, “sobre alcabalas”, etc. (Prontuario, 448).
El papeleo era, pues, incesante, y quedan abiertas varias incógnitas para lo futuro.
Miércoles 23 de septiembre de 1812
El tesorero Cristóbal Martínez, en San Andrés, acusa recibo a Morelos de las órdenes dirigidas a los “señores colectores de Quechula (Quecholac) y Tepeaca”, lo que significaba que el consejo del Viejo Ses ma acerca de los diezmos proseguía en marcha y los buenos resultados eran evidentes. (Prontuario, 407).
También le da aviso que, acatando sus órdenes, se ha nombrado interinamente a Juan Andrade, “administrador de las fincas”, sin mayor precisión. (Prontuario, 408).
Todo lo cual conlleva a la idea de que la restructuración administrativa corría parejas con la discipli na de las fuerzas, hacia la conformación de un fuerte ejército beligerante.
Jueves 24 de septiembre de 1812
No se dispone de un estudio sobre Morelos como sujeto médico, y sólo conocemos algunas afecciones que lo atacaron de adulto, por ejemplo, un herpes que sufrió en Tierra Caliente.
Sin embargo, documentalmente consta que lo asediaba un “cólico”, posiblemente vesicular dado su temperamento, que los facultativos de la época clasificarían como “bilioso” –un tanto como el que Brasseur de Bourbourg señaló años después en Juárez.
Por estos días, Morelos se quejó de “desconcierto de estómago”, lo que apenas nos acerca a una difícil digestión, a una dispepsia ¿transitoria?, ¿crónica?, tal vez provocada por el exceso de trabajo y las cotidianas preocupaciones.
¡Y ante todas las circunstancias, sabía mostrar un temple de acero!
Viernes 25 de septiembre de 1812
Desde la tesorería de San Andrés Chalchicomula, nuestro conocido Cristóbal Martínez le comunica a Mo relos que “con el arriero Lázaro Torres” le hace el envío de “354 pares de zapatos para el ejército” (Pron tuario, 408).
El diario, al parecer intrascendente, contrasta con la subscripción abierta en Nueva España en 1808 para dotar de calzado al ejército español que luchaba en la Península contra la invasión napoleónica.
Aquí el ejército independentista tenía que ser autosuficiente y con mil vicisitudes lo iba logrando.
Sábado 26 de septiembre de 1812
Este día fue feliz para Morelos pues, entre otras novedades, recibió correo de Los Guadalupes fechado el 22, con importantes noticias:
* Le hacían saber el estado real de las fuerzas de que disponía el virreinato, sin olvidar que proseguía la leva como procedimiento diario.
* Le enviaban la Gaceta del día, con la relación de “las tropas útilmente venidas de la Penín sula”.
* Anexaban un ejemplar del bando del 26 de agosto solicitando un préstamo, “el cual ha producido hasta el día cosa de 37 000 pesos”.
* En fin, le acompañaban “un tomo de las Instrucciones militares de Federico de Prusia, con el propósito de que le sea útil”.
Y sobre todo, le expresaban la más viva calidez humana: “volvemos a repetir a vuestra excelencia nuestra nueva y pronta disposición de servir a nuestra amada patria”. (De la Torre, 1)
Domingo 27 de septiembre de 1812
El Diario de México de este día traía inserta el bando del 25, que a su vez reproduce el decreto del 7 de en ero, por el que se suprime el ancestral Paseo del Pendón, el 13 de octubre, una de las fiestas más vistosas en la capital.
Se venía celebrando desde el siglo XVI, en conmemoración del día en que Cortés rindió a Tenochti tlán.
Según el real decreto la abolición tenía por objeto “hacer desaparecer todo acto de inferioridad en las provincias de Ultramar, que pudieran considerarse como monumento del antiguo sistema de conquis ta y de colonias”.
¡Todo esto expresado en el momento en que la América Española entera peleaba por su indepen dencia!
José Joaquín Fernández de Lizardi escribiría años después acertadamente: “que el inmortal Hidal go le dio la primera estocada, que luego luego lo hizo vacilar, pues ya no pudo salir al paseo a caballo, y así, sin pompa y acompañado de unos cuantos esclavos que se llamaban regidores y oidores, salía en coche, paso a paso a su romería de San Hipólito”… (Vida y entierro del Pendón, México, 12 de agosto de 1822).
Lunes 28 de septiembre de 1812
En la capital del virreinato, Venegas anuncia “por bando real, con las prevenciones conducentes a la solemnidad del acto”, la publicación de la nueva Constitución.
Dos días después se lee el documento gaditano y se jura su estricto cumplimiento. Hubo función en la catedral y el virrey fue cumplimentado en su palacio.
“Se publicaron luego los indultos concedidos por las Cortes, el uno general y el otro a los militares desertores, y el virrey con la Audiencia hizo visita a las cárceles de corte y de la diputación con mucha prolijidad, dejando libres a todos los reos de diversos delitos a quienes aquella gracia comprendía, pero a ninguno de los que estaban por crímenes de insurrección” (Alamán).
Martes 29 de septiembre de 1812
Llega a Tehuacán, en compañía de su hija, la madre de Nicolás Bravo a entrevistarse con Morelos.
Según Paredes Colín llegó “escoltada por el comandante don Eugenio María Montaño”, sin que se
hiciera público el objeto del viaje. Su hijo se había concentrado a su cuartel general en Medellín, Veracruz.
Por su parte, Morelos no dejó de darle a Rayón noticia de esta visita.
Miércoles 30 de septiembre de 1812
Después de la heroica defensa de Huajuapan, Valerio Trujano se convirtió en uno de los más cercanos colaboradores de Morelos.
Infortunadamente, la tropa que comandaba se conducía con excesos y menudeaban las denuncias de acto de pillaje. De modo que recibió en propia mano la orden siguiente:
Las continuas quejas que he tenido de los soldados de este rumbo no me permiten ya dilatar por más tiempo el castigo para contener sus desbarros que tanto entorpecen nuestra conquista.
En esta atención procederá Ud. contra el que se deslizase en perjuicio al prójimo, especialmente en materia de robo o saqueo, y que sea quien fuere, aunque resulte ser mi padre, lo mandará Ud. encapillar y disponer con los sacramentos, despachándolo aracabuseado dentro de tres horas si el robo pasase de un peso, y si no llegare al valor de un peso, me lo remitirá para despacharlo a presidio; y si resultasen ser muchos los contraventores, los diezmará usted remitiéndome los novenos en cuerda para el mismo fin de presidio.
Hará V. saber este superior decreto a todos los capitanes de las compañías de esa división que ac tualmente manda, para que celen, y no sean ellos los primeros que incurran en el delito, y también se les publicará por bando a todos los soldados que componen esa división, sean del regimiento que fueren; y de haberlo así cumplido, me dará el correspondiente aviso.
Dios guarde a V. muchos años.
Palacio Nacional en Tehuacán, Septiembre 30 de 1812. José María Morelos.
Sr. coronel D. Valerio Trujano.
(Paredes Colín, Apuntes, 114-115).
Paralelamente a estos quehaceres y deberes del día, nuestro personaje se tenía que enfrentar a lo de mañana y, lo más importante, lo de después.
Sobre las bases económicas de la empresa, Paredes Colín nos ofrece esta pertinente consideración: comprendiendo el gran Morelos que debía molestar por todos los medios posibles a las fuerzas realistas, se propuso quitar a las establecidas en Puebla y Tepeaca las semillas y el ganado que les remitían las haci endas cercanas, y comisionó para el efecto al valiente coronel Valerio Trujano a fin de que ocupando éstas, quitaran las citas provisiones y las remitieran a esta ciudad para sus tropas”.
(Paredes Colín, Apuntes, 114).
Trujano recibió la orden de buen grado y desde luego prometió cumplirla al pie de la letra como era
su costumbre.
Jueves 1º de octubre de 1812
Se inicia el mes con multitud de tareas e ideas. Desde luego se advierte “una concurrencia tumultuaria de gentes y papeles, que apenas se puede resollar”, como declara Morelos.
Con Rayón hay serios pendientes y nuestro héroe resolverá manejarlos por la vía reservada y la ordinaria.
En la primera se refiere, directamente, a la actuación del visitador general mariscal Ignacio Martínez, enviado por la Junta o más precisamente por Rayón. Habla claro –“con toda la sinceridad de que soy capaz”- para determinar que “no hay hombre más detestable”. Enumera sus males procederes y sobre todo sus “rapiñas” que ya lo han conducido a prisión por malversación de fondos en Sultepec.
Su opinión es “invariable” y abiertamente pregunta: “¿cómo es posible “sostener (a) un hombre tan criminal, con perjuicio de nuestra reputación”? A este Martínez lo apodaban Macaco (Bustamante).
En la vía ordinaria se refiere, como bien percibe Lemoine, a “sus posibles empresas militares para el último trimestre de 1812”, si es que no las estorba el visitador. Sale a flote el asunto de las barras de plata, que ya se venía convirtiendo en cuento. (Véase 11 de octubre).
Informa con humildad atenta: “este ejército cada día crece” si bien especifica: “la suma escasez de recursos no me ha permitido pasar de siete mil hombres de reunión en esta plaza: tres mil de armas de fuego, mil de lanza y los demás de cuchillo y hondas”.
Entretanto, Morelos cumplía una semana “de desconcierto de estómago”.
Por otra parte y como era costumbre, Trujano sale a cumplir su encomienda esta noche, con el debido sigilo.
Infortunadamente, surgió un incidente que le iba a ser mortal. Lo refiere Bustamante:
El coronel Trujano recibió esta comisión, el cual para desempeñarla cumplidamente quiso llevar su tropa, pero se opuso a ello el Lic. Rosáins, secretario de Morelos, diciendo que llevase de otros cuerpos para que se enseñasen a obedecer; por tanto se le dio tropa del regimiento de Santiago de Galicia, del mando del coronel (José María) Sánchez, que no tenía el mejor concepto de valiente, y menos de treinta hombres de la escolta del mismo Trujano.
Previó éste la desgracia que le iba a ocurrir, y aunque hombre esforzado, como lo tenía acredita do en Huajuapan, lloró con sus amigos, pues conoció que aquella tropa lo iba a abandonar en el mayor peligro; pero como buen soldado, y esencialmente obediente, salió de Tehuacán con poco más de ciento cincuenta hombres…
(Bustamante, I, 467).
Viernes 2 de octubre de 1812
Hay un dato a primera vista insignificante pero que merece comentarse por toda la carga humana que conlleva.
En su carta a Rayón, Morelos le acompaña “dos cartitas de las muchas que vienen todos los días de Puebla”. Y se abren las incógnitas: ¿quiénes eran esos valientes corresponsales de la segunda ciudad
del virreinato?, ¿qué tánto tenían que participar al héroe del momento, digno de que lo supiera, como ocurrido en la Angelópolis y su valle?
Si se tiene en cuenta que no se dispone de una sola pieza de correspondencia insurgente salida desde Puebla, las incógnitas se magnifican. Verdad era el extremo cuidado para el envío de ese epistolario clandestino, pues no pocos de los correos eran sacrificados en el camino. ¿Cómo eran posible entonces esas numerosas misivas que salían de Puebla “todos los días”?
El espionaje era masivo y a los sospechosos se les observaban “sus conexiones, sus visitas y hasta sus más ligeras miradas”, como puntualizaban Los Guadalupes a Morelos. De ahí el enorme interés que despierta a esos patriotas que –ahora no lo dudamos- desde la clandestinidad cooperaban con sus letras y sus informes a la buena marcha de una lucha justa.
Sábado 3 de octubre de 1812
Tal como se lo anunció Morelos a Rayón, este día salió con destino a Huichapan el mariscal Juan Pablo Anaya, portando sendas representaciones –reservada y general-, para informar a la Junta el estado actual y los planes del ejército acantonado en el sitio estratégico de Tehuacán.
También iban unos impresos –entre ellos un “diario de Puebla y otro papel del patricio ante Reiga das”-, con el fin de que se reprodujeran en el Ilustrador Nacional, que en Sultepec publicaba el “genio industrioso” del Dr. José María Cos. A la fecha en que Morelos escribía ya había sido sustituido por El Ilustrador Americano a partir del 27 de mayo de 1812; también había aparecido el Semanario Patriótico Americano con fecha inicial de 19 de junio de 1812.
Como se advierte, en cuestiones de guerra nada estaba fijo: constantemente se movían las coorde nadas para personajes y hechos. Era necesario, pues, estar atento a ese terreno movedizo de un día para otro.
Domingo 4 de octubre de 1812
Sobre la comisión encomendada a Valerio Trujano el historiador Paredes Colín anota que el 4 de octubre llegó al rancho de la Virgen, entre Tlacotepec y Tepanco y no entre Tlacotepec y Tepeaca, como dicen todos los historiadores. Dicho rancho pertenecía a una capellanía y se lo adjudicó el señor García Veyrán, cuando la ley de desamortización.
Considerando Trujano a propósito aquel punto para el cumplimiento de su misión, se situó allí… Y aun cuando otra vez carecemos de los textos correspondientes, documentalmente se sabe que Morelos les dirigió a Los Guadalupes dos oficios así como “dos papeletitas”, con lo cual los ojos se nos humedecieron de alegría, y levantando las manos al cielo, dimos gracias al Todopoderoso porque nos enviaba una comunicación que tanto habíamos deseado…
En tanto, en la ciudad de México en todas las parroquias se efectuó la jura de la Constitución de Cádiz, como norma para que lo mismo se efectuara en todo el territorio novohispano, lo que desde luego no ocurrió.
Lunes 5 de octubre de 1812
Se ha dejado a Trujano situado en la casa principal del rancho de la Virgen, y Paredes Colín prosigue la narración:
avisado el teniente coronel realista Saturnino Samaniego, que se hallaba en Tepeaca, de la proximidad del enemigo, se propuso sorprenderlo.
Salió con este objeto del lugar citado el día 5 a las dos de la mañana, llevando el batallón de Guanajuato, Lanceros de San Luis y tropa de marina, que formaban la vanguardia del ejército realista, llamado del Sur, y atacó a Trujano el día 5, en el citado rancho.
El jefe insurgente conservando su serenidad pudo ocupar la azotea de la espaciosa y sólida casita, y comenzó un nutrido fuego de fusilería, pues el cañoncito que llevaba Samaniego fue colocado en la puerta principal para dispararlo en el momento que intentasen escapar los sitiados.
Todo el día se sostuvieron éstos…
En esta comprometida situación, un auténtico callejón sin salida, Trujano dio aviso a Morelos pidiéndole ayuda; el caudillo de inmediato dispuso que Hermenegildo Galeana acudiera con el socorro solicitado.
Martes 6 de octubre de 1812
El enfrentamiento entre Trujano y Samaniego, la Nueva España contra la Vieja España, no se decidía. Es Paredes Colín quien desata el nudo para la historia:
el día 6 en la tarde, las tropas de Samaniego, que se habían pegado a la pared para evitar los estragos de las descargas del enemigo, lograron pegar fuego a la casa.
En tan crítica situación, Trujano hizo una salida con parte de su tropa, de la que le mataron catorce hombres, consiguiendo (él) ponerse a salvo; pero habiendo notado que su hijo, que lo acompañaba, no venía con él, comprendió que (se) había quedado luchando en la casa inmediata, y sin vacilar contra marchó abriéndose paso entre las llamas y el fuego del enemigo; llegó a la casa, salvó a su hijo y volviendo a forzar el paso cargó sobre los realistas recibiendo dos balazos; con él murieron casi todos los que le acompañaban en aquel momento…
Cuando los de Samaniego levantaban el campo aparecieron en las alturas vecinas, numerosas fuer zas insurgentes al mando de Galena, enviadas por Morelos en socorro de Trujano…
Y otra vez sabemos que Morelos se carteó con Los Guadalupes, aun cuando se carece del texto. Entre otros temas les recuerda la urgencia de contar con el impresor como habían convenido. No hay duda que había suficiente material que difundir.
Este día, desde San Martín, el tesorero y tesonero Cristóbal Martínez le avisa a Morelos que le remite “cin co tercios de ropa para vestuario de la tropa”. Asimismo le envía “3 000 pesos en reales” procedentes de la tesorería. Es decir, la máquina estaba suficientemente aceitada…
Miércoles 7 de octubre de 1812
Este día hacen su entrada a Tehuacán, de regreso de su incursión al rancho de la Virgen, “los restos de las fuerzas de Trujano”. Se entiende que las primeras en llegar fueron las de caballería (Paredes Colín, 116).
Todos los historiadores están de acuerdo en afirmar que Morelos sintió mucho la pérdida del valioso jefe de Tepecuacuilco, sobre todo si se tiene en cuenta la desventurada intervención de Rosáins a la que hemos hecho referencia.
Para cerrar este dramático capítulo, Bustamante –quien fue el primer promotor de las glorias de Morelos-, habla con la verdad de la historia:
Jamás perdonaré al general Morelos el que mandase a esa correría a un hombre que debiera haber tenido a su derecha mano, reservándolo para empresas más grandiosas. La pérdida de un buen jefe nunca se reemplaza…
Bien decía el caudillo que la guerra era un “azote cruel y devorador”.
Jueves 8 de octubre de 1812
En medio de los altibajos de la contienda, los sucesos de próspera fortuna no se detenían.
Esta mañana, con el aparato militar del caso, Morelos inviste con el título de vicario general castrense al doctor José Manuel de Herrera, que se había unido a sus fuerzas desde finales de 1811 cuando era cura párroco de Huamuxtitlán, sobre la margen derecha del río Tlapaneco. Actualmente territorio del estado de Guerrero.
Había nacido en Huamantla, comarca de Tlaxcala, hacia 1780. Estudió en los Colegios de San Gerón imo y San Ignacio, de Puebla, y recibió los títulos de licenciado y doctor en teología en abril de 1803 en la Real y Pontificia Universidad de México. No era un improvisado como lo insinuó Alamán.
Fue de los pocos que lograron ver la conclusión de la Guerra de Independencia, pues todavía vivía en 1827, retirado en Tepotzotlán.
Para concluir el día podemos anotar que continuaba haciendo su entrada en Tehuacán la infantería del infortunado Valerio Trujano. (Paredes Colín, 116).
Viernes 9 de octubre de 1812
El activísimo tesorero Cristóbal Martínez le participa a Morelos desde San Martín, que pone a su disposición 4 000 mulas para “cuando las necesite”, lo que venía a ser un pertrecho de guerra de primer orden.
Además le comenta que el coronel (José María) Sánchez ya le habría participado de otras 387 mu las, que el capitán Miguel Montiel obtuvo como botín de guerra cuando lo envió a Orizaba “en auxilio del señor Bravo”.
Ahí se habían significado –y continuaban en sus puestos- el dicho Montiel, Pascual Machorro, “y los 46 soldados de esta tesorería”, quienes se hacían acreedores de una recomendación. (Prontuario, 409).
Este día termina de arribar el resto de las fuerzas de Valerio Trujano (Paredes Colín, 116).
Asimismo, se afirma la noticia de que el jefe realista Samaniego no había muerto, pero sí estaba seriamente herido en una pierna. Lo cierto es que quedó cojo para el resto de su vida.
En la ciudad de México este día le da el cargo al brigadier Ciriaco de Llano como gobernador de Puebla, lo que lo reafirmó como inflexible enemigo de la insurgencia y en particular del general Morelos.
Sábado 10 de octubre de 1812
Este día, “hizo su entrada Galeana con su tropas” escribe lacónicamente Paredes Colín. Y añade para la historia:
La muerte de tan valiente y honrado militar (Trujano), causó tanto placer a los realistas como pesar a los independientes.
La partida de defunción de don Valerio Trujano está en el libro 7º de defunciones del archivo parro quial, de esta ciudad (de Tehuacán) folio 123, partida 77.
(Paredes Colín, 119).
¡Lástima grande que en esta época cibernética no sea posible ofrecer este invaluable documento a la curiosidad general, pues el volumen en que se encuentra se halla inexplicablemente “extraviado”!
Domingo 11 de octubre de 1812
La toma de Pachuca el 23 de abril de 1812 por parte del insurgente Miguel Serrano abrió un largo capítulo en los anales de la revolución de Independencia.
Como botín de guerra se obtuvo una gran cantidad de plata que se ordenó procesar en barras. Cien de ellas se destinaron para Morelos, a quien se le avisó que se le entregarían en el sitio que él indicara.
Y aquí comenzó el enredo: jefes y subalternos se ofrecieron a hacer la entrega; pero nuestro héroe no se alucinaba: sabía muy bien distinguir entre las voces y los ecos.
A todos les correspondió con cualquier razón y decidió él mismo ir a recibirlas. Como era su costumbre, no se lo confió a nadie, y esperó el momento oportuno para la incursión.
La decisión la habría de tomar con todos los riesgos del caso unas horas después.
Lunes 12 de octubre de 1812
Con la idea de cumplir con su último plan, Morelos adelantó su correspondencia del día 15, y este día se dirige a Rayón.
Entre otras cosas le comenta que sabe que le ha escrito al secretario Zambrano, “pero la distancia está larga”, por lo que debemos estimar que dicha comunicación se le había ocultado. Lo cual indica la escrupulosidad con que el caudillo manejaba los asuntos de la empresa así como la dilación con que el visitador actuaba.
Y en carta duplicada le da a conocer cuestiones del momento:
* “Hasta ahora no se ha podido parlamentar con los ingleses, europeos y americanos, y me voy a valer de otra industria para que lo verifiquen nuestros destacamentos”.
* “He vuelto a reducir a Veracruz que sólo coma de la agua, y les voy a remitir una incitatoria para que ellos nos rueguen con la plaza”.
* “Las tropas realistas están completando su reunión en Puebla para atacar a un tiempo la plaza de Izúcar y Tehuacán; ya veremos si les ahorramos el trabajo”.
* “Importa demasiado que V. E. les llame la atención a México o a Puebla, o que demos a la segunda el golpe decisivo; V. E. por el lado del norte y yo por el del sur, cuya resolución espero con solidez indefectible”.
(Hernández y Dávalos, IV, 503).
Martes 13 de octubre de 1812
Al escribirle a Rayón el día anterior, Morelos le avisa que hoy realizaría “una marcha personal”, por lo que adelanta su correo del día 15.
Como de costumbre, ni a sus más cercanos colaboradores les participa sus proyectos –siempre meditados-, que sólo serían conocidos poco antes de ponerlos en marcha o después de realizarlos.
De modo que esa noche sale de Tehuacán con rumbo al noreste, con objeto de recoger personal mente la plata que la Junta le había destinado a través de Osorno.
Su trayectoria será San Andrés Chalchicomula–Valle de Santiago–Ozumba, como seguramente lo había convenido con el guerrillero acantonado en Zacatlán.
Dentro de este vasto panorama, el gobierno virreinal no sabía con precisión dónde estaba situado Morelos.
Miércoles 14 de octubre de 1812
Después de tocar San Andrés Chalchicomula, donde la tesorería era un ejemplo de buena administración, el contingente de Morelos penetra a pulmón abierto en el extenso y pródigo valle de San Pablo. Desde ahí, en determinados puntos, es posible admirar cuatro grandes cumbres a la redonda: el Citlaltépetl, la Malinche, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.
Su punto de llegada era la hacienda de Ozumba, “distante legua y media de Nopalucan”, como precisa Alamán.
Sin embargo, la vida y desde luego la guerra es de circunstancias, y un movimiento de parte de los realistas iba a hacer cambiar, por unos días, el curso previsto de los acontecimientos.
Pero el objetivo principal de Morelos se cumpliría.
Jueves 15 de octubre de 1812
La nueva circunstancia que se proyectaba sobre la carrera militar de Morelos la describe con toda precisión Alamán y es la siguiente:
Por los mismos días se había reunido en Amozoc, a la salida de Puebla, un convoy a las órdenes del teniente coronel D. Mariano Rivas, el cual debía pasar a Perote escoltando las mulas de carga y tiro, para conducir la artillería gruesa y sus pertrechos detenidos en aquella fortaleza, y llevar dinero y otros efectos para poner en movimiento los regimientos de Zamora y Castilla venidos de España, que no habían salido de Jalapa por su falta, habiéndose agregado además gran número de pasajeros y cargas de particulares.
El brigadier Porlier, que con los restos del batallón de marina, reducido a menos de la mitad de su fuerza, había ido a Puebla con el fin de seguir a Veracruz para embarcarse y llevar correspondencia para España, se unió al convoy que con toda la fuerza y carga junta salió de Amozoc el 15.
(Alamán, Historia, III, 307).
Pronto los cabos sueltos se atarían pues los actores estaban operando en el mismo terreno aun que en bandos opuestos.
Y como los sucesos afortunados no suelen ocurrir solos, ese 15 de octubre de 1812, desde el cantón de Izúcar, Matamoros le hacía envío a Morelos con el capitán N. Anguiano de una determinada cantidad de “plata y cobre para el cuño”. (Prontuario, 400).
Ahora sabemos que “Morelos ordenó acuñar monedas en las denominaciones de medio real, uno, dos, cuatro y ocho reales, en cobre pero con valor de plata… Se conocen piezas que fueron acuñadas por Morelos y sus seguidores en las poblaciones de Tecpan, Tehuacán, Huautla, Oaxaca, Acapulco, Tlacote pec, Chilpancingo, Zitácuaro y Atijo. (Bátiz Vázquez, 34).
Viernes 16 de octubre de 1812
Volvemos a la incursión de nuestro personaje en el valle de Ozumba. Es otra vez Alamán el que nos da santo y seña de los acontecimientos:
Llano, sabiendo el movimiento de Morelos sobre San Andrés, dio orden para que regresase a Amozoc, y reforzó su escolta con el batallón de Asturias, previniendo al mismo tiempo que el teniente coronel D. Luis del Águila... que había llegado poco tiempo hacía de España, fuese a tomar el mando de las tropas de la vanguardia que estaba situada en Tepeaca, y llamase con ellas la atención de Morelos por San Andrés, obrando en combinación con el comandante del convoy, para asegurar la marcha de éste.
Águila, habiendo conferenciado con Porlier, y creyendo impracticable obrar en combinación cuan do las comunicaciones eran tan difíciles por la interceptación de caminos, dispuso unir sus tropas a las del convoy, tomando Porlier el mando de todas, como jefe de mayor graduación.
La marcha hasta Nopalucan fue sin tropiezo, pero en aquel pueblo se tuvo aviso de que Morelos se hallaba en Ozumba, resuelto a atacar el convoy…
Faltaban pocas horas para que los cabos sueltos estuvieran a la vista.
Sábado 17 de octubre de 1812
Este día se realizó en la hacienda de Ozumba la tan esperada entrega de las barras producto del ataque y toma de Pachuca.
No hay ningún texto documental sobre el caso y aunque tampoco ningún historiador consigna la fecha, es posible colegirla mediante el contexto que rodeó el hecho. Es indudable que esta adquisición debió dar contento especial Morelos pues se abría un amplio horizonte para proseguir la acuñación de moneda, como en efecto se realizó en territorio oaxaqueño poco después.
La visión del caudillo era patente pues como se ha puesto en claro, las piezas insurgentes “serían redimibles al triunfo de la causa, con lo que se convirtieron en las primeras monedas fiduciarias en la his toria de México. Esto último, en la medida en que su valor intrínseco era muy inferior a su valor facial o denominación legal fijada por el propio emisor”. (Bátiz Vázquez, 34).
Los activísimos Guadalupes desde México este día le escriben a Morelos para nutrirlo de una serie de buenas noticias.
Le envían sendos impresos del ex jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y del aventurero José Álva rez de Toledo, con la petición de que se reimpriman, si no en “la imprentita” que saben que tiene, en la Imprenta de la Nación.
Y le cuentan –lo que revela el vivo interés por Morelos en la capital- que: “Aquí se cree, y aun se asegura que V. E. tiene abierta correspondencia de Estados Unidos”; y que además “le suministran ar mas”. (De la Torre. 4).
¡Les urgía tener noticias ciertas aun cuando se tuvieran que mantener bajo reserva!
Domingo 18 de octubre de 1812
Morelos proseguía lo que Bustamante llamó, con su gracejo habitual, “un paseo militar”.
Y aquí, de la mano de Alamán, nos sumamos a la trayectoria:
Poco después de haber pasado (Porlier) el santuario de S. José de Chiapa, en la mañana del 18 de octubre, se presentaron por su retaguardia las fuerzas de Morelos en tres columnas; el convoy… se colocó en una loma de suave declive… y la mulada defendida de la caballería por un tunal, protegido todo por el batallón de la Unión; las demás tropas cubrieron las avenidas por donde se dirigían las columnas de ataque de Morelos.
Una de éstas, al mando de D. Hermenegildo Galeana, dando un largo rodeo intentó un ataque falso por la retaguardia, pero fue fácilmente rechazada.
Entre tanto la acción se empeñó por el frente, y habiendo cargado con vigor una de las columnas de Morelos, fue recibida con serenidad por el teniente coronel D. Pedro Otero, que mandaba una parte del batallón de Guanajuato, en cuyo auxilio cargaron 200 caballos, que a las órdenes de D. José Morán quedaron en la llanura a donde conviniese; los insurgentes desconcertados se pusieron en fuga aban donando tres cañones, uno de los cuales quedó cargado, y los soldados de Guanajuato lo volvieron y dispararon contra el enemigo, cayendo muerto con el tiro el coronel cura (José María) Tapia.
El convoy siguió su marcha a Ojo de Agua, maniobrando Águila para protegerlo con los batallones
de la Unión, Asturias y Guanajuato por escalones, más por acostumbrar a las tropas a este género de op eraciones, como en un ejercicio doctrinal, que porque hubiese necesidad de ello.
Morelos logró reunir y rehacer su gente al abrigo de una altura y se retiró a Tehuacán, habiendo conseguido el intento principal de su movimiento, que era recoger las barras de plata, pues el ataque del convoy fue cosa accidental y que no entraba en su plan; aunque los realistas, que ignoraban el verdadero motivo de su marcha, la atribuían a avisos que había recibido de sus confidentes en México y Puebla de la salida de aquél…
Una vez más, Morelos quedaba en completa libertad de acción y, de hecho, sin enemigo al frente.
Lunes 19 y martes 20 de octubre de 1812
Morelos y su contingente pernoctaron la noche del 18 en Ozumba y a las primeras horas del 19 se pusieron en camino rumbo al cuartel general de Tehuacán.
Aunque en esta vez “su pérdida de gente fue de poca importancia”, sí fue muy lamentable la muerte del cura insurgente José María Tapia, a quien se sepultó con honores militares en Ozumba. Hubo que agregar el deceso del valiente joven José María Pineda, del regimiento de Guadalupe, al mando de Hermenegildo Galeana.
Con este jefe iba su hermano José Antonio Galeana y el hijo de éste, Pablo Galeana, así como el cura insurgente José María Sánchez de la Vega.
La comitiva volvió por el camino andado para llegar a San Salvador el Seco, donde pernoctaron. Al día siguiente enfilaron rumbo a San Andrés Chalchicomula. Según el historiador Joaquín Arróniz el infati gable caudillo dictó órdenes con miras a un futuro inmediato. Así nos dice:
Desde que llegó a San Andrés, ordenó a Francisco Leiva que se situara en la garita de Escamela o en el rancho del Guayabal, para evitar la retirada a la guarnición de Orizaba…
(Naredo, Historia, 64)
Sin confiárselo a nadie, nuestro personaje ya había trazado planes para la próxima expedición. Y continuó por el camino andado.
Miércoles 21 de octubre de 1812
Después de recorrer gran parte del terreno que ahora estaba bajo su dominio, Morelos consideró los al cances de la situación.
Ahora se podía mover con libertad en varias direcciones, pues no alcanzaba a ver enemigo de cuidado al frente.
Interceptado el camino de Veracruz por la vía de Jalapa, el de Puebla hasta Tepeaca y el de Oaxaca en lo general libre, era viable una incursión a Orizaba, con el deliberado propósito de quemar el tabaco almacenado y en esa forma liquidar uno de los pocos recursos económicos que le quedaban al gobierno virreinal.
Un primer paso ya lo había dado al ordenar al guerrillero Francisco Leiva que observara, desde la
garita de Escamela, los movimientos de la guarnición de Orizaba.
Ahora, a su regreso por San Andrés, se le había enterado a satisfacción de la verdadera situación que mostraba el punto que tenía en la mira.
Ya lo había considerado: ¡cuántos años de guerra se iban a evitar si se lograba llevar a cabo la que ma del tabaco!
Jueves 22 de octubre de 1812
Desde el cuartel subalterno de La Antigua, Veracruz, el coronel Mariano Rincón le escribe el 15 de octubre a Morelos para hacerle saber varias novedades.
Entre otras buenas noticias le comunica que “por conducto del señor coronel don Juan Moctezuma (y Cortés) remite trece barras de plata”. (Prontuario, 415).
Este día llegan las barras, que van a engrosar el arsenal que el caudillo del Sur acopiaba para la amonedación de nuevas piezas, como lo tenía determinado para un futuro próximo.
Todo en Morelos era número, peso y medida…
Viernes 23 de octubre de 1812
Ahora desde el cuartel subalterno de Santa Rita, Veracruz, el coronel Mariano Rincón le participa a More los lo siguiente:
Que había determinado, con acuerdo de don Nicolás Bravo, que el europeo don Domingo Madariaga, que estaba prisionero, escribiese a su amo don Pedro del Puerto Vicario pidiéndole 10 000 pesos por su rescate, y que por la noche siguiente los esperaba en las inmediaciones de Veracruz.
Que contestó Vicario a Madariaga que el gobierno se oponía a que se extrajese dinero de Veracruz para los rebeldes; pero que a excusa haría la diligencia de sacarlo, como había hecho en mandar la contes tación.
Que la noche siguiente a la hora citada se había acercado a Veracruz hasta la playa de Vergara, en donde encontraron a un mozo de Vicario con un papel para Madariaga, y 400 onzas. En el papel se le decía a Madariaga que suplicase a Rincón se conformara con aquello.
(Prontuario, 415-416).
El oficio, de fecha 18 de octubre, se recibió en el cuartel general de Tehuacán.
Sábado 24 de octubre de 1812
Los Guadalupes se dirigen a Morelos en una extensa carta, la última que documentalmente sabemos que recibió de ellos en Tehuacán.
La mitad de la comunicación se refiere a la personalidad del jefe insurgente Eugenio María Mon-
taño, avalando su desinterés como punto de partida, pues se “acredita que no la necesidad y escasez lo hi cieron tomar las armas”. Tampoco lo impelieron los honores “porque jamás ha pretendido distinciones”, y menos el deseo de superioridad “pues siempre ha estado pronto a obedecer al jefe a quien se le sujete”.
En fin, consideran que “es hombre de bien, es de conducta arreglada, piensa con honor y es buen americano”.
En otro orden de cosas, le acompañan “una noticia de la correspondencia de Estados Unidos con este virrey, sacada de la secretaría de este virreinato, lo que se servirá usted reservar, porque de no (ha cerlo), se nos obstruyen los conductos”.
Sobre la Nao de China que aportaba cada año en Acapulco, le manifiestan que el gobierno discurre en distraerlo (a Morelos) hacia otros puertos, con el fin de tener expedito el camino y así conducir el pre ciado cargamento a la capital.
Asimismo, le envían un ejemplar de la Constitución de Cádiz –“un parto de los montes”-, el número 11 de El Español, de Londres; los diarios del 17 y 22 de octubre, y los dos Juguetillos –“bonito papel”- que empezaba a publicar El censor de Antequera, licenciado Carlos María de Bustamante.
Por último, les interesaba saber si era cierta la muerte de Trujano, “pues nos sería muy sensible la pérdida de este héroe”, concluyen.
Domingo 25 de octubre de 1812
Paredes Colín relata que al regresar Morelos a Tehuacán, entre otras acciones efectuó la degradación pública “de dos de sus oficiales por cobardes al frente del enemigo”. Sus determinaciones no tenían me dia vuelta.
Y el historiador de Tehuacán retoma el hilo de la estancia del caudillo en la ciudad: Infatigable en sus disposiciones apenas dio a sus tropas el descanso necesario y sabiendo que Orizaba tenía una corta guarnición al mando de D. José Antonio Andrade, resolvió atacar la plaza y salió con este objeto, aunque sin manifestarlo a nadie, según acostumbraba, el 25 de octubre con 1 200 hombres de lo más granado de su tropa.
(Paredes Colín, 120).
Una vez más, el batallador incansable salía al camino para agregar un lauro más a su meteórica jornada iniciada medio año atrás en Cuautla.
Con toda seguridad, este día sale con destino a Tehuacán el impresor contratado por Los Guadalupes para auxiliar a Morelos. Venía ganando 130 pesos que le habían asegurado y se le había habilitado “de cuanto ha necesitado”.
Además, se había ofrecido proporcionar “alguna letra y algún oficial que necesite”, lo que indica la existencia y disposición de tipos de imprenta. ¡Lástima que el epistolario se corta en esta fecha para reanudarse en enero de 1813, cuando Morelos ya operaba en Oaxaca!
Lunes 26 y martes 27 de octubre de 1812
Muy poca información –por no decir que ninguna- tenemos sobre la trayectoria de Morelos y sus tropas con destino a Orizaba.
Tomaron el arduo camino de las Cumbres de Acultzingo y la única mención se la debemos al ingeniero Elías –el estadunidense Ellis Peter Bean-, quien anotó en su Memorias lacónicamente: “llegamos a esa ciudad (Orizaba) después de tres días de marcha”. (Bean, 87).
¡Tres días de cruzar planicies, ascender a la parte alta de la sierra de Zongolica, 2 500 metros sobre el nivel del mar, y descender más de 700 metros al valle de Orizaba!
Conducía Morelos 800 hombres. Su artillería “consistía en siete piezas de fábrica del rey y cuatro de las de los insurgentes” (Alamán, III, 315).
Miércoles 28 de octubre de 1812
El historiador de Orizaba José María Naredo nos habla de lo que él considera suceso memorable. Nos dice: El intrépido cura D. José María Morelos, que por su valor y grandes dotes militares fue de todos los jefes que pelearon por la independencia de México, el que en más apuros puso al gobierno virreinal, dispuso hacerse dueño de Orizaba, con el objeto de privar a ese gobierno de los grandes recursos que le propor cionaban las grandes existencias de tabacos que en ella tenía almacenados…
Este general, sin pérdida de tiempo, había logrado descender las Cumbres, y el 28 se presentó en El Ingenio al frente de más de diez mil hombres (sic)…
El jefe de los realistas tomaba enérgicas disposiciones; distribuyó a sus tropas en los puntos de defensa y esperó valerosamente el ataque de su formidable enemigo… (Naredo, Historia, I, 64-65).
El jefe de las fuerzas del rey era el coronel José Antonio de Andrade, “militar de un valor a toda prueba”, como lo llama Naredo.
29 de octubre de 1812 A las cuatro de la mañana, en el “campo sobre Orizaba”, Morelos le envió a Andrade, a su nombre y el de su ejército “sediento de nuevas victorias”, la intimación a rendirse “a discreción con el honor que permite el derecho de gentes y de guerra”. De lo contrario, se romperá el fuego y a su voracidad y la de la espada, será tomada y reducida, si necesario fuere, a ceni zas…
Dos horas después Andrade respondió:
Tengo honor, armas y municiones, y mientras existan no me rindo ni capitulo, sino después de muerto…
Nos acogemos al relato de Naredo:
A las ocho de la mañana… se presentó la vanguardia de Morelos frente de la garita de la Angostura, fuerte en 1 200 hombres al mando del intrépido Galeana. Otras dos columnas tomaron, la una por el flanco derecho, costeando la falda de San Cristóbal, y la otra por el de Santa Catarina…
Morelos creyó decidida la acción y ordenó el ataque sobre la garita…
Hubo una tregua por espacio de dos horas…
A las diez de la mañana, la columna de Santa Catarina estaba sobre el Borrego, y la que se había internado por el rumbo de Cocolapan, vadeaba a esa hora misma el Río Blanco, para tomar la retaguardia de los realistas. Las fuerzas de éstos se vieron flanqueadas, y entonces conoció Andrade su falta, que he roicamente quiso corregir con una honrosa retirada del punto…
Próximo al cuartel del Carmen, Andrade arengó a ciento y tantos soldados, resto de su fuerza, y les anunció su decisión de salir de Orizaba, y dirigirse a Córdoba…
A las once de la mañana Morelos era dueño de Orizaba…
Viernes 30 de octubre de 1812
Con increíble celeridad se supo que Águila venía a recobrar la plaza de Orizaba. Con ese motivo dice Busta mante que Morelos trató inmediatamente de salir, pero haciéndole el daño posible al gobierno español. Dispuso que se quemase, si no todo, a lo menos par te del tabaco que allí había; de hecho se dieron al fuego cinco mil tercios; asimismo mandó que la tropa y los vecinos de aquel lugar tomaran cuanto quisiesen, abriéndose al efecto los almacenes.
(Bustamante, I 477).
Por su parte, Morelos recordaría en sus declaraciones que, efectivamente, había en los almacenes porción muy considerable de (tabaco) en rama y 400 cajones labrados; de és tos mandó cargar por sí mismo o por su gente 200 cajones, y el resto, con el total en rama, después de devuelto a los dueños o cosecheros el que reclamaban, mandó quemarlo y sin esperar cerciorarse de que su orden tuviese cabal cumplimiento, pues sólo permaneció cuarenta horas en Orizaba, vio al retirarse el humo que se levantaba de las hogueras.
(Alamán, III, 312).
Sábado 31 de octubre de 1812
Es otra vez Naredo el que nos da el hilo conductor de los sucesos y así nos dice refiriéndose a Morelos y sus seguidores:
El terrible huésped de Orizaba, el día 31, habiendo logrado el fin principal de su expedición, ordenó la reti rada; envió antes rumbo a Tehuacán por el camino de Zongolica, gran parte del botín, y permitió que sus soldados saquearan los almacenes de tabaco, cuyos restos fueron entregados al fuego.
(Naredo, I, 69).
Lo cual se concatena con lo expresado por Bustamante:
Dióse la orden de marcha a las doce del día 31 de octubre, y a las tres de la tarde comenzó a salir la infantería; pero en tanto desorden, que los soldados cargaban el tabaco que podían, y las mujeres les llevaban a muchos los fusiles.
Llegó una pequeña parte de la tropa a Acultzingo a las once de la noche y la demás quedó tendida en el camino.
(Bustamante, I, 477).
Por su parte, Morelos había de decir en sus declaraciones:
Que habiendo dejado en Orizaba una corta guarnición al mando de Rocha emprendió su marcha el día 31 de octubre para Tehuacán con 800 hombres… (Hernández y Dávalos, VI, 26).
Domingo 1º de noviembre de 1812
A las ocho leguas se encontró en las Cumbres de Acultzingo con una división de tropas al mando de Águi la, y en aquel paraje se emprendió mutuamente una acción de la cual resultó que el declarante perdió cuatro o cinco cañones, como cuarenta hombres, y algunas armas; y por parte de las tropas (del rey) hubo muy poca pérdida.
Siguió su marcha para Tehuacán… (Hernández y Dávalos, VI, 26).
Así, de pie sobre la historia, fue como Morelos dejaba constancia de sus derrotas y sus triunfos. Por su parte, Bustamante es suficientemente explícito y nos relata con minucia los sucesos de ese día:
… a las cinco, después de misa (pues era día de Todos Santos) salieron Morelos y Galeana (don Hermene gildo) con sus escoltas a ocupar las cumbres, y se dio orden de que don José Antonio Galeana los siguiese con cien infantes y tres cañones violentos.
Cuando Morelos llegó, ya Águila tenía las cumbres; entonces ocupó un cerro próximo al camino y mandó que el capitán Larios tomase otro cerro inmediato.
Los tres cañones referidos se colocaron en el mismo camino. Águila acometió de frente pero fue rechazado tres veces.
Había destacado una partida sobre Arroyo, situado en la falda del cerro que ocupaba el general Morelos, mas dicha partida, que hacía como de vanguardia, fue batida y se replegó donde estaba el gen eral. Entonces Águila atacó a Larios por el costado derecho y frente, y aunque fue rechazado el enemigo cuerpo a cuerpo, como le mataron el caballo a Galeana, ya sólo se trató de efectuar la retirada que apoyó el mismo Morelos y José Antonio Galeana, con dos pequeños cañones que hizo bajar a la falda del cerro.
Águila quiso seguir el alcance hasta el mismo punto donde se hallaba Morelos; pero encontró re sistencia, porque se hizo firme esperando a Galeana que se había desaparecido.
El resto del ejército americano, luego que oyó el tiroteo, pues se hallaba tendido en el camino, se desbandó por los montes inmediatos, teniendo orden de hacer el punto de reunión en San Pedro Chapul co.
Morelos llegó a este pueblo a las tres de la tarde con el gran dolor de haber perdido a su amado Galeana; ni se habría movido de aquel punto, a no ser porque fue a contener e impedir que alguno pasase a Tehuacán y noticiase esta pérdida.
Mandó traer de allí dos cañones y dispuso volver a la carga en demanda de Galeana. Efectivamente salió a las siete de la noche, y habría andado un cuarto de legua, cuando se le avisó que Galeana vivía, y (se) había salvado.
Encontráronlo las partidas que se destacaron al efecto. Salvóse en el hueco de un árbol (que he visto) después de haber dado muerte con su mano a tres dragones que le perseguían…
Y no olvida darnos el resumen del reñido encuentro:
Salvóse el parque, porque la tropa que lo conducía tomó por la cañada, y sólo se perdieron los cañones de Orizaba. Morelos tuvo trece muertos. Cerca de cien hombres de los que se presentaron en Orizaba afectando amor a la independencia, se pasaron al enemigo y la pérdida de éste fue grande, pues levan taron cuatro carros de muertos y heridos, que se llevaron a Orizaba…
(Bustamante, Historia, I, 477-478).
Lunes 2 de noviembre de 1812
Según testifica Morelos regresa a Tehuacán “con 500 hombres poco más o menos, respecto la pérdida referida, y la dispersión que tuvo de su gente”. (Hernández y Dávalos, VI, 26).
En carta a Rayón le explica que no le escribió el día anterior como lo tenía estipulado, por haber tenido “ataque”, es decir, por andar con las armas en la mano.
Concisamente, le refiere su incursión a Orizaba, donde acudió “a quemar los tabacos de los alma cenes y destruir la guarnición”. Comedidamente le explica:
En la quema de tabacos de Orizaba, que se componía de catorce millones almacenados, hemos quitado siete años de guerra que sin duda nos mantendría el enemigo con estos fondos.
Y aunque se ha hecho una reunión en Puebla de cinco mil hombres para atacarme en Tehuacán, pero como estiman mis planes, no saben lo que les ha de suceder conmigo; y sólo podrán calcular sus males, respecto de la falta de los fondos de tabacos…
Una gran división enemiga de más de tres mil hombres con quien me batí ayer en las Cumbres de Acultzingo, la que por la mayor fuerza no pude contener.
Es cuanto ocurre hasta el día,
Morelos vuelve a mencionar como lo había hecho el 4 de septiembre la existencia de un esbozo de “Constitución Nacional” que dejó a guardar en Tecpan “y sin duda se perdió”, pues no lo ha remitido Ayala como se le ordenó.
Además, “en cuanto a la Constitución que debe darse a las prensas”, afirma no haber recibido la copia que se le envió desde septiembre. Y avisa que el secretario Zambrano le informará sobre las más recientes acciones militares y la conducción de las traídas y llevadas barras de plata de Pachuca.
En oficio adjunto, con toda entereza Morelos le sugiere a Rayón “que se le quite la máscara a la Independencia, porque ya todos saben la suerte de nuestro Fernando VII”. (Lemoine, 219).
En carta reservada Morelos da cuenta a Rayón de las razones por las que ha aplazado el ataque a Taxco. Casi telegráficamente le expresa lo siguiente:
Por las muchas armas descompuestas, y consumo de pertrechos que en 20 días he tenido en los cuatro ataques, no paso mañana abriendo el callejón más ancho, según que lo prometí en mi plan el año pasado, y por la ida a Taxco se me extravió la idea.
Puedo verificarlo en la semana que entra extendiéndose para el Sud a comenzar a asegurar las Capitales para residencias del gobierno, cuño, imprenta, etc.
Por consiguiente, las contestaciones de este mes y el que entra, deberá V. E. dirigirlas por Chilpanc ingo.
El correo que V. E. dirigió, no se sabe si murió en el ataque de ayer por lo que va otro para no at rasar.
(Hernández y Dávalos, V, 655).
Martes 3 de noviembre de 1812
Se sabe que este día Morelos se dirige a Rayón, aunque no se conocer el texto sino por una referencia de la del día 7.
Ahí le expresa una de sus resoluciones bien meditadas acerca de la formación del gobierno inde pendiente:
Digo a V. E. sobre el quinto individuo de nuestra Suprema Junta: que sea ameritado, del centro del reino y no de los que están en las capitales, especialmente los medios neutrales; que se dedique sólo a la ad ministración de justicia, porque nos quita el tiempo en lo de la guerra los muchos ocursos que acarrea el desorden y la mutación de un gobierno, los que dan más guerra que el enemigo, el que siempre nos halla descuidados y envueltos en papeles de procesos, representaciones, etcétera.
Yo podré proponer la terna en todo el mes que entra, si por allá no hubiere sujeto, como V. E. me dice,
Y aquí hay dos cabos sueltos que vale la pena anudar: en la carta a Rayón del día 2 habla de que puede extenderse al Sur desde “la semana que entra” y en la de hoy afirma que puede hacer una pro puesta en el curso de “todo el mes que entra”. Es decir, sitúa su futuro inmediato a partir de la mitad de noviembre y su completo ejercicio para diciembre.
Quien sepa leer entre líneas puede advertir el cuándo y el dónde del plan que ahora maduraba nuestro héroe.
Y para principio de cuentas, ordenó que Matamoros y su división se concentraran en Tehuacán.
Miércoles 4 y jueves 5 de noviembre de 1812
Para Morelos las acciones militares eran como las monedas de plata que había empezado a acuñar: con lucientes anverso y reverso.
El anverso eran los triunfos, el reverso las derrotas. Se ganaba y se perdía pero lo importante era lograr el objetivo esperado. Así había sucedido en el área de Tehuacán: San Agustín del Palmar, rancho de la Virgen, Ozumba, Orizaba…
Ahora lo importante era proseguir con las armas en la mano hasta alcanzar la constitución de un buen gobierno independiente.
En la mente de Morelos bullía la idea, como yo se lo había expresado a Rayón, de “asegurar las capitales para residencias del gobierno, cuño, imprenta” y lo demás. Es decir, casas de gobierno, cecas, sedes de imprentas y por ende, de la prensa sin ataduras.
En otras palabras; habría que perfeccionar la Suprema Junta Nacional Gubernativa, estructurar las Casas de Moneda, establecer las imprentas de los cuatro puntos cardinales. Etcétera.
Los logros alcanzados hasta el momento estaban a la vista: se había reestructurado el ejército –más numeroso que nunca-, operaban al máximo rendimiento las tesorerías, se captaban y controlaban debidamente los impuestos, se trabajaba en varios puntos por perfeccionar una Constitución…
En lo personal, Morelos tenía que sortear las intransigencias de Rayón y “olvidos” del secretario Zambrano. Pero la decisión ya estaba tomada: había que dejar el punto estratégico de Tehuacán y lan zarse “hacia el Sud”, y como primer paso, a la vieja Antequera, a Oaxaca.
Viernes 6 de noviembre de 1812
El plan maestro de Morelos pasaba de la idea a la acción. Como ya hemos anotado líneas atrás …mandó venir rápidamente la división de don Mariano Matamoros que estaba creándose en Izúcar. Este jefe creyó que era para sostener a Tehuacán.
Marchó, pues, tomando el rumbo de Molcajac a salir a Tlacotepec y Tehuacán; y aunque pasó muy cerca de Tepeaca donde estaba el coronel Bracho (del batallón español) de Zamora, éste no se atrevió a atacarlo.
Presentóse, pues, Matamoros sobre Tehuacán con una fuerza de poco más de dos mil hombres perfectamente equipados, entre los que se distinguía el regimiento de infantería del Carmen con la fuerza de 800 hombres, al mando del coronel D. Mariano Ramírez, ocho cañones y un obús de siete pulgadas.
Incluíase entre estas piezas el cañón de a ocho, quitado a Llano cuando se retiró de Izúcar para el sitio de Cuautla.
Morelos no pudo dejar de admirar el buen orden y disciplina de esta tropa, principalmente en el arma de artillería, cuyo parque abundante y cañones estaban arreglados por el teniente coronel D. Manu el Mier y Terán, joven en quien sus mismos enemigos han reconocido desde una tierna edad los tamaños de un excelente mariscal…
(Bustamante, I, 488).
Alamán hace el recuento de las fuerzas reunidas en Tehuacán al llamado de Morelos:
Matamoros… condujo dos mil quinientos hombres de todas armas que había organizado en aquel punto (Izúcar); D. Miguel Bravo llevó dos mil de la Mixteca, que con los quinientos recogidos de la dispersión de las cumbres de Acultzingo, formaban un total de cinco mil hombres… y cuarenta cañones de todos calibres…
(Alamán, Historia, 3, 316).
Sólo faltaba un último ingrediente, el que únicamente podía agregar el genio de Morelos: su astu cia.
Sábado 7 de noviembre de 1812
Este día fue tal vez el de más intenso papeleo para Morelos en Tehuacán.
Por última vez se dirige a Rayón desde este lugar y es perceptible el estilo entrecortado del primer brevísimo comunicado. Sin duda fue dictado a un amanuense bisoño, nada ducho en ortografía. Se enu meran las acciones militares del rancho de la Virgen, San José Chiapa (Ozumba) y Orizaba.
Anexas a la misiva van tres impresos que se consideran de importancia para reproducir. Llana mente se dice:
Son adjuntos un Manifiesto de don José Álvarez de Toledo, una Carta a los españoles americanos, y El Español. Todos impresos para (que) V. E. ordene se multipliquen en la Imprenta de la Nación, haciendo yo la remisión por habérsele pasado al secretario Zambrano.
(Hernández y Dávalos, IV, 661).
Por fin ha recibido los Elementos Constitucionales de Rayón y los retorna con anotaciones perti nentes. (Véase Apéndice Documental, No. 5).
Una última comunicación se refiere a Acapulco, Pablo Anaya, Montaño, Los Guadalupes, el impre so Anti-Reygadas (de Bustamante, editado en Tlalpujahua) y otros temas de menor importancia.
Por lo visto, Morelos no dejaba ningún pendiente para con Rayón…
8 de noviembre de 1812
Cuando la dispersión de la infantería en las cumbres, Morelos tuvo buen cuidado de señalar a San Pedro Chapulco como punto de reunión.
La razón era impedir que algún soldado se adelantara a Tehuacán y diera cuenta del resultado del encuentro con las tropas del rey. Logrando el objetivo, la tropa regresó en victoriosa formación.
Ahora debería operar la misma perspicacia del caudillo. Y es Alamán quien detecta que Morelos, al dejar la plaza de Tehuacán, lo realizaría
… haciendo dudar con astucia la dirección que tomaba, pues los unos creían que iba a Oaxaca, otros que a la costa del sur, y en una carta que el mismo Morelos escribió desde Cuicatlán al cura Sánchez (de la Cueva)… con fecha 17 de noviembre, le dice que por el mucho calor y falta de víveres, presto volvería a Tehuacán para dirigirse a Puebla.
(Alamán, Historia, 3, 316-317).
En pocas palabras, nadie sabía, ni sabría, la situación real de Morelos y su ejército, hasta que reso nara “a los cuatro vientos” la toma de la antigua ciudad de Oaxaca.
Esta noche, con todo sigilo, sale de Tehuacán la primera avanzada con rumbo al oriente, compuesta en su mayor parte por elementos de infantería.
Tan pronto salieran del valle tomarían rumbo al sur; el itinerario era: Coxcatlán, Teotitlán del Cami no, y de ahí a la Cañada.
Irían dejando vigilantes en puntos estratégicos para la segunda avanzada que saldría una jornada después.
Lunes 9 de noviembre de 1812
Aquella mañana Mariano Matamoros pidió hablar con Morelos. Lo acompañaba una mujer indígena. El diligente aposentador del ejército Gabriel Arruti los condujo ante el caudillo.
Matamoros le explicó desde luego el objeto de su visita: le iba a presentar a una mujer que le podía servir de cocinera. Morelos apenas la miró y la desechó –no por ser indígena sino por su aspecto nada limpio- lo cual estaba reñido con el trabajo que pretendía. No se habló más del asunto.
(Al instante Morelos recordó que Los Guadalupes le habían escrito el mes anterior, que en México se decía que “una mujer había ofrecido envenenarlo”, por lo que le instaban a cuidar “su importante vida”. También tenía presente que en el sitio de Cuautla, Calleja asesorado por el botánico Cervantes, había trat ado de envenenar el agua corriente con sublimado corrosivo.
Para la verdad histórica, tres años después, ya Morelos en la garras de Calleja, éste se empeñó en saber lo de la mujer y el veneno, pero interrogado nuestro personaje no arrojó mayores luces sobre el caso. ¿Habría la “canalla” callejista, como la llamaban Los Guadalupes, planeado el magnicidio?).
Por la noche salió hacia Oaxaca la segunda avanzada. Su tarea era dejar expedito el camino para el grueso que vendría una jornada después. Morelos mismo había de reconocer que estos elementos de vanguardia hubieron de sostener “unas cortas escaramuzas” en el camino.
De hecho el gobierno virreinal se había confiado al máximo y consideró autosuficiente el resguardo de la zona.
Martes 10 de noviembre de 1812Desde que amaneció todo era ajetreo en el Palacio Nacional de Tehuacán y sus alrededores. Órdenes, contraórdenes, carreras, gritos y la contagiosa algarabía de la gente que trabaja. Aquí la clavazón, la cordelería, los hilos, los mecates, las reatas. Allá los sombreros, las mangas de agua, los capotes, los zapatos, los sarapes. Y todo para ser conducido en envoltorios, fardos, petaquillas, costales. Abundaban los cajones, las cajas, los estuches, los huacales sobre todo uno que contenía los libros que leía Morelos.
El Viejo Sesma como intendente general fue el directamente encargado de empacar las 90 barras de plata para entregarlas al paso por Teotitlán del Camino. Iban dirigidas al subdelegado José Lucas Marín, quien las haría llegar a Huautla, donde operaba con buen éxito un taller de amonedación. (Prontuario, 468). ¡Tal fue el destino final de las barras de Pachuca, sobre las que había corrido tanta tinta!
Por cierto que Sesma le había aconsejado a Morelos que el acopio de víveres para la expedición se hiciera con la máxima discreción, pues de lo contrario “se daba carácter de publicidad” al proyecto. Y para hacer mejor las cosas, él prefirió pagar “de su propio bolsillo” el acopio, que a su tiempo le resarcirían las cajas nacionales.
A pesar de tan cuidadosa providencia, ese medio día Sesma le hizo saber a Morelos que a esas horas, “media ciudad sabía de la salida de las tropas”; pero el comentario no inquietó al caudillo. Era natu ral que, en un abigarrado conjunto de 5 000 hombres, hubiera salido a plaza la noticia. Pero lo tranquilizó: ya estaba considerado el asunto, y a medio camino desde Cuicatlán, se iba a echar mano de una estratage ma. ¡Ya iban papel y tinta para un recado! Y nada más…
Con ese mundo de 5 000 valientes y 40 cañones de todo calibre, pronto se oiría, a los cuatro vientos, la orden estentórea de: “¡A acampar en Oaxaca!”.
Y es Bustamante quien en una línea sintetiza el epílogo de la estancia de Morelos desde su pródigo mirador estratégico:
El día 10 de noviembre salió Morelos de Tehuacán.
Bustamante fue quien siguió –en apasionada jornada histórica- las huellas recientes de Morelos, de Tehuacán a Oaxaca.
Cuidadosamente, nos hace saber el origen de la expedición:
Varios correos interceptados, no menos que avisos oportunamente dados de Puebla, México y otros puntos hicieron entender al general Morelos que se trataba de atacarlo en Tehuacán. Habíanse traí do al efecto dos cañones de batir de hierro, de Perote, y se habían tomado otras medidas que el gobierno de México creyó muy propias para el caso.
Tehuacán, lugar abierto, no estaba capaz de resistir un sitio; el agua que surte a la ciudad es de tal naturaleza, según las sales de que está impregnada, que fácilmente se corrompe, y no puede conservarse bebible en aljibes; tampoco se encuentra en pozos, y además, no puede cortarse fácilmente, como lo hizo el padre Sánchez cuando tomó aquella ciudad.
El Cerro Colorado aún no era conocido por sus ventajas de defensa; pesadas estas dificultades por Morelos, resolvió internarse a la provincia de Oaxaca. Su fuerza efectiva en Tehuacán llegaría a seis mil hombres a lo más…
(Bustamante, I, 487).
Y nos brinda una sentida crónica de las vicisitudes del camino hasta llegar a Etla:
Su marcha fue lenta, ora sea porque aun los ríos Salado, de Tecomovaca, Quiotepec, Cuicatlán y las Vueltas estaban crecidos; ora por la fragosidad del camino, y ora en fin, por lo peligroso de la empresa, en que la artillería casi caminaba a brazo.
En Cuicatlán se comenzó a sentir el hambre, y apuró tanto en las cumbres de S. Juan del Rey, que allí murieron de necesidad algunos soldados; pero todo quedó remediado al divisar el hermoso valle de Etla, poblado de haciendas, alquerías, pueblos y molinos, que visto desde una altura forma una vista más pintoresca, que produjo una extraordinaria conmoción en sus soldados al modo que entre los de Na poleón la de Moscú… pues repitieron largo rato esta palabra entre el gozo y la sorpresa… ¡Moscú! ¡Moscú! (Ídem., 489).
Morelos trazó su plan de ataque en la villa de Etla; dio la orden del día concebida en estos térmi nos… ¡A acuartelarse a Oaxaca!... y remitió la intimación de rendición de la plaza al teniente general González Saravia, señalándole el término de dos horas, orden que no recibió sino en los momentos preci sos en que se desparramaba el ejército americano como un torrente por las calles de la ciudad.
Montaño marchó sobre la falda del cerro de la Soledad y Jochimilco, así para cortar el agua que abastece a Oaxaca como para cortar la retirada de los españoles por el camino de Guatemala.
El gobernador de Oaxaca confió el punto principal de defensa, es decir, la puerta de la Soledad al coronel D. Bernardino Bonavía, jefe de la brigada de aquella provincia. Morelos dio la vanguardia a D. Her menegildo Galeana, el centro a D. Miguel Bravo, y la retaguardia a Matamoros; él se quedó con la reserva, e hizo que detrás del ejército formaran las mujeres que lo seguían.
(Ibídem., 491).
Habiendo roto las hostilidades a las nueve de la mañana, a la una de la tarde del 25 de noviembre, Morelos era dueño de toda la ciudad…
Tangencialmente, Morelos había logrado otro objetivo principal: no se sabía dónde estaba. Nuestro guía lo explica con claridad meridiana:
Mientras se dirigía para Oaxaca, sus enemigos presumían que se encaminaban para el rumbo del Sur, o que retrocedería sobre Orizaba; jamás creyeron que emprendiese la conquista de Oaxaca…
Morelos contribuyó escribiendo al cura de Tehuacán (Miguel Sánchez de la Cueva) una carta desde Cuicatlán (el 17 de noviembre) en la que se queja del mal temperamento, y le asegura que regresaba a Tehuacán…
Esta carta la presentó aquel cura al comandante Olazábal, y aun se insertó en la Gaceta de México como un gran descubrimiento…
Águila salió para Tehuacán de Puebla el 20 de noviembre con el batallón de Asturias y de Marina, 350 caballos, un obús y dos cañones; pidió a Llano de Puebla 600 mulas, diciendo que en ellas remitiría los inmensos despojos que había encontrado; los cuales se redujeron a unas cargas de tabaco, 36 machetes viejos, un poco de cobre, y dos cañones chicos inservibles con sus cureñas quebradas, y otras maritatas que no merecían la pena de exportarse; ofició a Regules, y le dijo que iba a atacar a Morelos con las me jores tropas de Europa…
Y aunque el gran objeto de Águila eran las barras de plata, y destacó un piquete de sus dragones
para que tomasen un corto número de ellas que se confiaron a D. Juan José del Corral para que las con dujese a Oaxaca, nada pudo conseguir, pues dichos dragones fueron derrotados en la cuesta de Pala… (Ibídem, 501).
Morelos permaneció en Oaxaca hasta el 9 de febrero de 1813 e inició su cuarta campaña.
Su nueva jornada iba a concluir brillantemente el 20 de agosto con la capitulación y toma del fuerte de San Diego, en Acapulco. Y es en ese momento vital –como lo hemos anotado en la present ación- cuando Morelos firmemente considera cumplido el mandato de Hidalgo: revolucionar el Sur. En lo sucesivo se limitaría a amparar y custodiar lo que dictara la ley, es decir, el futuro Congreso.
Pero el hombre propone y las circunstancias disponen…
Morelos sería –por destino y vocación- el creador del Estado Mexicano. --F I N –
DOCUMENTO 1
CUaDErNO CUyO TíTUlO Es: librO EN qUE sE TOMa razóN DE lOs TíTUlOs qUE sE haN DaDO a lOs MiliTarEs DEpENDiENTEs DE EsTa gENEralía DEl sUr qUE vUElvE a COMEN zar DEsDE 20 DE jUNiO DE 1812. EN él CONsTaN lOs CabECillas sigUiENTEs:
◊ Con fecha 20 de junio se dio título de capitán del rumbo de Veracruz a don Pedro de Montaño. A foja 1ª.
◊ Don José Vázquez, coronel y comandante de la plaza de Chilpancingo.
◊ Don Victoriano Maldonado, coronel.
◊ Don Valerio Trujano, coronel.
◊ Don José Práxedis de Tapia, teniente coronel.
◊ Don Manuel Ordura, sargento mayor.
◊ Don José García, id.
◊ Don Cristóbal Martínez, título de tesorero de partido de Tepeaca, es vecino de Acatzingo. A fojas 2.
◊ Don José Ramón Copo, vecino de la costa norte, capitán.
◊ Don José Reyes, comandante de Cuicatlán. ◊ Don Faustino de Leyva, teniente coronel.
◊ Don José Herrera, coronel.
◊ Don Miguel Bravo, brigadier. ◊ Don Vicente Heredia, teniente. ◊ Don Hermenegildo Galeana, brigadier.
◊ Don Félix Hernández, capitán. ◊ Don Felipe González, capitán. A foja 3. ◊ Don Francisco Mongoy, id. ◊ Don Vicente Guerrero, id. ◊ Don Vicente Sánchez, segundo comandante de artillería. ◊ Don José Ignacio Zárate, capitán de artillería.
◊ Don Juan Nepomuceno Rosáins, auditor general de guerra. ◊ Don Antonio Sesma, intendente general de ejército.
◊ Don Francisco Simón Tizier, comisario de guerra.
◊ Don Hermenegildo Galeana, mariscal de campo.
◊ Don Mariano Matamoros, id. A fojas, 4.
◊ Don Juan José Galeana, vecino del Zanjón, coronel. ◊ Don Mariano Matamoros, nombrado por segundo de Morelos, y por tercero don Hermenegildo Galeana, en compañía del doctor don Manuel José de Herrera.
◊ Don José Ignacio Perea, nombrado oficial de seguridad. ◊ Don José Antonio Perea, id. ◊ Don José Rafael González, capitán comandante. ◊ Don Hilario Gallardo, capitán. ◊ Don Ignacio de Silva, id. ◊ Don José María Larios, id. ◊ Don Julián Málaga, id. ◊ Don Francisco Gutiérrez, id. ◊ Don Manuel Sandoval, id. ◊ Don Manuel María Romero, id. ◊ Don Bernardo de Sena, id.
◊ Don José Teodoro Leyva, id. ◊ Don José Antonio Rodríguez, id. ◊ Don José Antonio López, id. ◊ Don José María Palma, id. ◊ Don Vicente Guerrero, teniente coronel y ayudante mayor de ejército. A fojas 5. ◊ Don José María Machorro, capitán. ◊ Don Agustín Yanes, teniente coronel. ◊ Don Vicente Morales, teniente. ◊ Don Rufino Pineda, id. ◊ Don Esteban Altamirano, id. ◊ Don Juan José Magaña, id. ◊ Don Salvador Sosa, id.
◊ Don José María Bolaños, id.
◊ Mariano Malpica, id.
◊ Don Pedro Domingo, id.
◊ Don Miguel Álvarez, id.
◊ Don José Hernández, id. ◊ Don José María Sabino, id.
◊ Don Mariano Lanzadote, subteniente.
◊ Don Matías Cabadas, id. ◊ Don Irineo Espino, id. ◊ Don Juan Málaga, id. ◊ Don Pedro de León, subteniente. ◊ Don Felipe Salazar, id. ◊ Don Gregorio Gómez, id.
◊ Don Juan García, id. ◊ Don José María Silvestre, id.
◊ Don Ramón Aguilar, id. ◊ Don José Barón, id.
◊ Don José Clara, teniente de artillería.
◊ Don Joaquín Antonio Saavedra, sargento mayor.
◊ Don José Rafael Zaragoza, ayudante mayor.
◊ Don José Mariano Ojeda, teniente coronel.
◊ Don Manuel Montesinos, teniente coronel.
◊ Don José María Islas, capitán.
◊ Don Mariano Ramírez, coronel. A fojas 6.
◊ Don José Terán, comandante de artillería.
◊ Don José Mariano Gortázar, oficial de secretaría.
◊ Don Gabriel Arruti, aposentador de ejército.
◊ Don Francisco de Coria, secretario de cámara de la capitanía general de Morelos.
◊ Don Félix Ortiz, secretario de guerra y contador general de ejército.
◊ Don Nepomuceno Almonte, teniente coronel.
◊ Don Bernardo Portas, oficial de secretaría.
◊ Don Manuel Garmendia, oficial de gobierno.
◊ Capellanes:
◊ Fray Pascual Flores. A fojas 8.
◊ Don Mariano Valdivieso.
◊ Fray Mariano Cervantes, franciscano.
◊ Don Joaquín Gutiérrez, capellán de honor con grado de coronel.
◊ Fray Juan Nepomuceno Gutiérrez, capellán de honor.
◊ Don Miguel Gómez, capellán de honor, cura castrense y brigadier.
◊ En 8 de octubre de 1812 se dio título de orden de su excelencia (Morelos) de vicario general castrense de ejército a don José Manuel de Herrera.
◊ Don José Sotero Castañeda, asesor general.
◊ Don Ramón Sesma, coronel del regimiento de Lorenzo. A fojas 9.
◊ Don Guillermo Dalin, capitán.
◊ Padre fray Manuel Sámano. Id.
◊ Don Mariano Zosaya, capitán.
◊ Don José Apolinario Sánchez, id.
◊ Don Juan Fragoso, id. ◊ Don Víctor Maciel, id. ◊ Don Cleto Arzate, id.
◊ Don José Trinidad Gómez, id. ◊ Don José María Martínez, id.
◊ Don Valentín Alvarado, id.
◊ Don José Avilés, id.
◊ Don José Faustino Rojas, id.
◊ Don José Yáñez, id. ◊ Don Vicente Díaz, id. ◊ Don Jerónimo Vidal, id.
◊ Don José María Bautista, id.
◊ Don José María Martagón, id.
◊ Don Manuel Adame, id.
◊ Don Manuel Montesinos, teniente coronel.
◊ Don José Rafael de Zaragoza, ayudante mayor.
◊ Don Joaquín Antonio Saavedra, sargento mayor.
◊ Don José Clara, teniente de artillería.
◊ Don Francisco Chumacero, capitán.
◊ Don Vicente Aguilar, id. ◊ Don Juan Álvarez, coronel.
◊ Don Manuel Terán, primer comandante de artillería.
◊ Don Joaquín de Sierra, cura de San Miguel Cualac, comandante de Olinalá.
◊ Don José Antonio Talavera, capellán con grado de mariscal.
◊ Don José Mariano Sierra, capitán. A fojas 10.
◊ Don Manuel Romero, subteniente.
◊ Don Elías Bean, ayudante mayor.
◊ Don Juan Menchaca, teniente.
◊ Don Miguel de la Carrera, capitán.
◊ Don Cornelio Ortiz de Zárate, promotor fiscal de ejército.
◊ Don Mariano Vicente Anzures, capitán.
◊ Don José Ignacio Cuéllar, vecino de Izúcar, coronel.
◊ Don José Aguirre, cura, coronel del departamento de Ocotlán y Tlacolula.
◊ Don José Manuel Mier y Terán, teniente coronel y comandante de artillería.
◊ Don Benito Ramos, vecino de Pochutla, capitán.
◊
Fray Agustín Farfán de los Godos, capellán del regimiento de San Luis.
◊ Fray José de San Sebastián, capellán del regimiento del Carmen.
◊ Don Mariano Sierra, teniente coronel.
◊ Don Julián Suárez, capitán.
◊ Don Ponciano Solórzano, vecino de San Gerónimo, coronel del regimiento del Señor de Carácuaro. A fojas 12.
◊ Don José Rodríguez y Fernández, teniente coronel.
◊ Don Pedro de Irrigaray, sargento mayor.
◊ Don Joaquín Arellano, id.
◊ Don Ignacio Zárate, capitán.
◊ Don José Luis Iturbe, id.
◊ Don Miguel Jabat, id.
◊ Don Vicente Cervantes, id.
◊ Don José María Perea, teniente.
◊ Don Nazario Juárez, id. ◊ Don Francisco Olavarreta, id.
◊ Don Ignacio Pacheco, id.
◊ Don José Carrillo, id.
◊ Don José Clara, id.
◊ Don Rafael Guerrero, id.
◊ Don Marcelino Rodríguez, subteniente. A fojas 13.
◊ Don José Fonseca, id.
◊ Don Inocencio González, id.
◊ Don Manuel Díaz, id.
◊ Don José Cesáreo Martínez, id.
◊ Don Mariano Paz, id.
◊ Don Antonio Cervantes, sargento mayor.
◊ Don Domingo Carrillo, subteniente.
◊ Don Antonio Atienza, teniente.
◊ Don Ramón López, subteniente.
◊ Don Sabino González, subteniente. A fojas 14.
◊ Don Rafael Vélez, capitán.
◊ Don Vicente Hernández, teniente.
◊ Don Vicente Romero, teniente.
◊ Don Francisco Hernández, capitán.
◊ Don Miguel Moreno, subteniente abanderado.
◊ Don Manuel Hernández, teniente.
◊ Don Andrés Manso, ayudante mayor.
◊ Don José Miguel López, sargento mayor.
◊ Don José Antonio Rodríguez Barrera, teniente coronel.
◊ Don Felipe González, id.
◊ Don Francisco Gutiérrez, coronel. A fojas 15.
◊ Don Eugenio María Montaño, coronel.
◊ Don Severo Casco, contador del cuerpo de artillería, capitán.
◊ Don Marcos
◊ Martínez, coronel.
◊ Don Francisco Erizal, capitán.
◊ Don José Rodríguez, ayudante mayor de ingenieros.
◊ Don Francisco Bustamante, subteniente de artillería.
◊ Don Narciso Juárez, capitán.
◊ Don Inocencio González, teniente.
◊ Don Pedro Garay, subteniente.
◊ Don Vicente Rodríguez y Morelos, teniente.
◊ Don José María Bravo, teniente.
◊ Don Juan Antonio Cortés, vecino de Tehuantepec, capitán. A fojas 16.
◊ Don Urbano Javier, vecino de id, id.
◊ Don José Mariano Esteban Ruiz, vecino de id, id.
◊ Don Anselmo Aparicio, capitán.
◊ Don Ponciano Solórzano, coronel.
◊ Don Juan Rodríguez, capitán.
◊ Don Salvador Rejón, vecino de la provincia de Yucatán, capitán.
◊ Don Miguel Hernández, capitán.
◊ Don Mariano Rincón, coronel.
◊ Don José María Pérez, capellán de honor cerca de la persona de su excelencia (Morelos).
(Guedea, Virginia. Prontuario de los Insurgentes, 453-458).
DOCUMENTOs 2, 3 y 4
1827,
i
Excmos.
Ya que la fortuna ha proporcionado la deseada libertad de esta vasta Nación Americana, en térmi nos de poder contratar con las otras, lo hago a nombre de ella y consulta de su Congreso, como miembro de él y benevolencia de continuar con la Gran Bretaña, condescendiendo a su inclinación, que ha mani festado a nuestros costeños de Tlalixcoya el capitán de la fragata inglesa que allí se halla, y las papeletas insertas en los efectos de comercio que esa noble Nación se ha dignado insinuarnos con la inscripción siguiente: Thonson Glas-Gow. La Gran Bretaña ofreciendo Paz, Libertad y Comercio a la Nueva España.
Y dando principio por los efectos y utensilios útiles a esta Nación y con los que afianzará mejor el comercio con ésa, podrá V. E. mandar se nos traigan fusiles, pistolas y hojas de espada en cualquier núme ro que sean, avisándonos antes su precio para proporcionar su valor; en la inteligencia de que por ahora y en primera remesa, se pagará a reales de contado el valor de ocho mil fusiles, dos mil pares de pistolas y siete mil hojas de espada; y en lo sucesivo se pagarán con reales y efectos del reino todo el demás arma mento de esta clase, conforme la contrata, o todo en reales, concluida la guerra que tenemos pendiente contra el gobierno español y francés, cuyas débiles fuerzas en este reino presto acabarán, sirviendo a V. E. de norte, que el gobierno de nuestro Congreso está establecido en la mayor parte de este vasto reino.
Los demás efectos que consume esta Nación, se irán pidiendo con arreglo a la contrata y capítulos que celebremos a consecuencia del primer pago y recibo del señalado número de armas, sus precios y demás condiciones; siendo la primera, de nuestra parte, que el citado número de armas se han de recibir y pagar a la Punta de Antón Lizardo, jurisdicción de Tlalixcoya, donde el expresado capitán de fragata se insinuó, según parte de nuestro capitán, don Agustín de Nuño, de aquella vecindad.
Para importar el mejor éxito de nuestro gobierno, no puedo menos que recomendar a V. E. las no ticias de Cádiz y Francia u las que hubiere de Roma. Las que aquí estamos palpando son: que los españoles y pocos franceses que aquí existen, están acabando de realizar sus efectos y despachando los reales a Cádiz.
Protesto a V. E. bajo mi palabra de honor, que esta Nación cumplirá gustosa cuanto tratemos, y sólo aguardo de V. E. la resolución y precios para plantear la seguridad y cumplimiento de todo.
Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel General en Tehuacán, jurisdicción de Orizaba, agosto 27 de 1812. José María Morelos, Vocal y Capitán General de América.
ii
Sr. Capitán de la Fragata Inglesa Británica.
En pliego que acompaño al Sr. Almirante de Marina o Srs. Ministros de Bretaña, admiten abrir comercio en compra de armas y demás efectos que se necesitan en este Reino de Nueva España, a con
secuencia de la insinuación de Ud. hizo a nuestros costeños de Tlalixcoya, según me informa el capitán D. Agustín Niño y de las papeletas de Thomson Glas-Glow, que dice así: La Gran Bretaña, ofreciendo Paz, Libertad y Comercio a la Nueva España. Y para que tenga efecto, volverá la respuesta por la misma vía y Punta de Antón Lizardo.
Dios guarde a Ud. muchos años. Cuartel General de Tehuacán, agosto 27 de 1812. José María More los.
iii
[Respuesta a la carta anterior]
Barco de S. M. Británica nombrado Arethusa, fondeado en el Puerto de Antón Lizardo, diciembre 13 de 1812.
Sr. D. José María Morelos.
Tengo recibida una carta de Ud., fecha 27 de agosto de este presente año, en la que me incluye un pliego para el gobierno británico, y estoy impuesto por un oficial del ejército de su mando que la firma que la suscribe, es la misma que acostumbre y supongo será verdad, en cuya contestación dirijo ésta, significándole que los informes dados a Ud. por el capitán D. Agustín Niño son falsos, pues no he tenido relación alguna con la costa de Tlaliscoyan después de mi arribo a ésta, ni tampoco tengo recibidas in strucciones de mi gobierno para dar a Ud. ningunas esperanzas de auxilio de la Gran Bretaña.
Por lo respectivo al pliego que venía incluso, tomaré las providencias más activas para ponerlo en manos de mi Almirante.
Antes de concluir ésta, no puedo menos de ofrecer a su disposición mis servicios como amigo, pero siempre suplicándole por la paz y sosiego entre Ud. y el gobierno español, pues el único objeto e in terés de esta mi carta, es evitar entre ustedes la efusión de sangre como obra puramente de humanidad.
Cualesquiera relaciones que Ud. quiera entablar con el gobierno británico o con el español, lo veri ficará mandando un sujeto a la Isla del Sacrificio con bandera blanca a contestar conmigo, pues luego que lo vea echaré el boté y pasaré a contestar; y será para mí el día de mi mayor felicidad en esta vida, si logro ser el instrumento de la paz entre ustedes y el gobierno español.
Permítame Ud. me tome la confianza de incluirle ese papel de las últimas noticias de España, por el que verá Ud. que aquella tierra está ya libre del yugo francés.
Soy de Ud. su afectísimo y seguro servidor. José Holences Coffin
P.D. Estoy informado que Ud. tiene prisionero a un caballero de Veracruz nombrado Gurry; suplico a Ud. tenga la bondad de avisarme.
Traducido del inglés en cuanto a la sustancia. Coria, secretario.
(Lemoine, Morelos, 204-206)
Al número 4: La proposición del Sr. D. Fernando VII es hipotética.
Al número 14: Es preciso ceñirse a cierto número de oficiales, especialmente brigadieres, estando repartidos a largas distancias. No podrá verificarse con la prontitud exigente el Consejo de Estado para los casos de paz y de guerra, y parece que bastará el número de uno o dos Capitanes Generales, tres Mari scales y tres Brigadieres, y cuando más un Cuartelmaestre General y un Intendente General de Ejército.
Al 17: Pásese que debe haber un Protector Nacional en casa Obispado, para que esté la adminis tración de justicia plenamente asistida.
Al 19 y 20: Se admitirán muy pocos y sólo al centro del Reino.
Al 23: Y los Protectores cada cuatro años.
Al número 37: Debe añadírsele el número de siete o nueve, según las provincias episcopales; y como las armas deben casi siempre permanecer en el Reino, deberán continuarse sin más alternativa que la que pida su ineptitud, por impericia, enfermedad o edad de setenta años.
Por último, el 38 deberá tener la misma adición que el anterior.
Esto es lo que han advertido mis cortas luces, que juntas a la poca meditación que el tiempo per mite, no quedo satisfecho de haberlo dicho todo, ni menos tendré el atrevimiento de decir que he refor mado, y sólo podré asegurar a mi conciencia que hice lo que pude en cumplimiento de mis deberes.
Dios, etcétera.
Tehuacán, noviembre 7 de 1812.
(Lemoine, Morelos, 226-227)
• ALAMÁN, LUCAS.
1852 Historia de México, México, Imp. de J. M. Lara. 5 tomos.
• ANÓNIMO
1943 La Guerra de Independencia en la provincia de Veracruz. México, Editorial Cossío.
• BATIZ VÁZQUEZ, JOSÉ ANTONIO.
2009 Las monedas de la Independencia y la Revolución, en el vol. Memoria contante y sonante, México, Chapa Editores.
• BUSTAMANTE, CARLOS MARÍA DE.
1822 Elogio histórico del General Don José María Morelos y Pavón. México, Oficina de José María Ramos Palomera.
1961 Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana. México, Ediciones de la Comisión Nacional para la celebración del Sesquicentenario de la proclamación de la Independencia Nacional y del Centenario de la Revolución Mexicana.
• DELALANDE, JEAN.
1959 Aventuras en México y Texas del coronel E. P. Bean. México, Editorial Patria.
• GUEDEA, VICTORIA.
1995 Prontuario de los Insurgentes. Introducción y notas de México, UNAM/Instituto Mora.
• HERNÁNDEZ Y DÁVALOS, J. E.
1877 - 1882 Colección de documentos para la historia de la Guerra de la Independencia, México, Imp. De José M. Sandoval. 6 v.
•
HERREJÓN PEREDO, CARLOS.
1987 Morelos. Documentos inéditos de vida revolucionaria. Biblioteca José María Morelos III. El Colegio de Michoacán.
• LEMOINE, ERNESTO.
1991 Morelos. Su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. México, UNAM.
• LERDO DE TEJADA, MIGUEL M.
1940 Apuntes históricos de la Heroica Ciudad de Veracruz. México, SEP. 2 v.
• MIQUEL I VERGES, JOSÉ MARÍA.
1965 Diccionario de Insurgentes. México, Editorial Porrúa.
• NAREDO, JOSÉ MARÍA.
1898 Historia de Orizaba. Edición facsimilar. Orizaba, Editores Asociados, 1973. 2 v.
• PAREDES COLÍN, JOAQUÍN.
1910 Apuntes Históricos de la Ciudad de Tehuacán. Edición facsimilar. Tehuacán, Cebrántica Imprenta Digital. 2010.
• TORRE VILLAR, ERNESTO DE LA.
1985 Los Guadalupes y la Independencia. México, Editorial Porrúa.