Robert Hugh Benson
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Asociación Pro-Cultura Occidental, A. C. Guadalajara, Jalisco, México.
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Impreso en México Printed in Mexico
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ROBERT HUGH
Cambridge,
1907.
BENSON.
Por T. G. Holt
Monseñor anglicana. en Roma.
Benson era hijo del Primado de la Iglesia Fue acogido en la Iglesia Católica en 1904, Su libro, cuando apareció, tuvo el efecto de una bomba.
¿Quién fue Robert Hugh Benson,el creativo autor de El amo del mundo?¿y por qué hace más de 80 años escribió un libro que tanto desconciertocausóentre los católicosbienpensantesde su tiempo? Casi ignorado y caído en el olvido en nuestros días, su nombre fue muy familiar a los católicos inglesesen el período comprendido entre las dos guerras. Nacido el 18 de noviembre de 1871,Benson era el menor de tres hijos del arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia anglicana,Edward White Benson.El influjo de sus padres y el ambiente romántico en el que creció, estimularon rápidamente en el joven Hugh (como lo llamaban en casa)una viva creatividad, un fuerte temperamento e independencia de carácter.En 1885va a Eton, donde cursa los estudios de bachillerato. En esteperíodo gana el premio literario Hervey con una poesía titulada. «Fr. Damien». Abandonando Eton prematuramente,el joven Benson-animado por su espíritu aventurero- planea ingresar al Indian Public Service.Pero no pasa el examen de admisión, y la familia decide inscribirlo en el Trinity College de Cambridge donde a partir de 1890comienza a estudiar literatura clásica.En el mismo año se apasiona en la lectura de un libro que cambiará radicalmente su vida: JohnInglesant,del novelista Shorthouse.Se trata de una novela basada en la vida de
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Nicholas Ferrar y en el intento de éstede fundar una comunidad de modernos eremitas. Por primera vez la personalidad de Cristo le atrae existencialmente,provocando en él preguntas como: «¿Dequé modo sepuede conocerla verdad? ¿Esrevelada o no? ¿Silo es, dónde puede encontrarse,o hay que resignarseal agnosticismo?». En 1891 Benson abandona los estudios clásicos y comienza los teológicos, con la idea de recibir .as órdenes sacerdotalesen la Iglesia de Inglaterra. Cuatro años después,en 1894,es ordenado diácono y al año siguiente celebra la primera misa como sacerdote.Inicialmente está en relación con la Eton College Mission, y desarrolla su apostolado entre los pobres de la periferia oriental de Londres. En 1896muere de improviso su padre, nombrado arzobispo de Canterbury catorceaños antes.Pocotiempo después,Hugh viaja con su madre y hermana por prescripción médica, a Egipto: padecefiebres reumáticas. Durante su permanenciaen Medio Oriente se le plantea por primera vez el interrogante de si Roma puede estar en la verdad. Mientras está en Damascolee en el «Guardián»una noticia que le impresiona: el padre anglicano Basil Maturin, admirado por él como un grande e inteligente predicador, ha sido acogido en la Iglesia Católica. "No es posible describir el horror y el shock que experimenté", recuerda en sus «Confesiones de un convertido»(1913).Hasta entonceshabía alimentado un profundo sentimiento anticatólico. En otro tiempo se había divertido en grande recitando una vieja letanía anglicana que dice: «Del obispo de Roma y de todas sus detestables arbitrariedades, líbranos, Señor».Su conversión a la Iglesia Católica es muy gradual. Sólo en 1903,despuésde mucha reflexión, oración y discusión decidió presentarseal prior dominico de Woodchester, en Gloucestershire,para pedir entrar en la Iglesia Católica. En noviembre del mismo año viaja a Roma, donde permaneceun año: es ordenado sacerdote católico en junio de 1904.Durante su permanencia en la capital de la cristiandad tuvo ocasiónde entrevistarse con el papa Pío X y de asistir a misa en su capilla privada. No se olvidó jamás de aquella blanca figura, que frecuentementeaparece en sus libros. De regresoa Inglaterra seestablecióen Cambridge, hasta 1908.En estos años escribió mucho: novelas, poesías,escritos espirituales y también una vida de Santo Tomás Becket. Pronto se convirtió en predicador y conferencistamuy popular y su fama trascendió más acá del océano;también de los EstadosUnidos recibió invitaciones para dar conferencias o escribir artículos en revistas católicas. En
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1911fue nombrado Capellán pántificio. Moría tres años después,el 19 de octubre de 1914. Su libro más conocido, TheLord ofthe World (El amodel mundo),escrito en 1907y publicado al año siguiente, es una descripción de política-ficción de la venida del Anticristo, papel interpretado en)a novela por Julián Felsemburgh, que no tiene ribetes diabólicos, sino que se presenta a los hombres casi como un ángel mensajerode paz que acabacon las guerras y unifica el Oriente con el Occidente desterrando el fanatismo religioso y los partidos políticos. Así, en el mundo, la superstición y el culto a la Humanidad ocupan progresivamente el puesto de la fe. «He leído tu libro como una parábola de nuestros días, no como una profecía -escribíaen 1908a Bensonel ñsico Sir Oliver Lodge-; es la encíclicaantimodernista más eficaz que se haya escrito, incluyendo la emanada recientemente de Roma». Alusión a la Pascendide Pío X, publicada en 1907.Pero Benson no recibió sólo alabanzasy elogios. Fueron muchos los católicos que encontraron la novela excesivamente pesimista y se lamentaron de ello. Se acusóa Benson de profetizar no tanto el fin del mundo cuanto el final de la Iglesia, y de difundir angustia y desesperaciónentre las almaspiadosas.Mucha incomprensión, pues. Pero a cuantoslo criticaban de «sensacionalista» Benson replicó que la suya era, naturalmente, una invención literaria pero que no se le había ocurrido forma mejor de comunicar a la gente lo que él creía. Pensabade verdad que el adversario histórico del catolicismo sería,en adelante,únicamenteel Humanitarismo (en El amodel mundoel protestantismo es un fenómeno en vías de extinción); y temía seriamenteque el ideal cristiano pudiese ser destruido desdeel interior mismo de la Iglesia. Con todo, para tranquilizar a los «cristianos optimistas» escribió tres años más tarde (1911) otro libro de política-ficción religiosa, «Thedawn of all» (El alba de todas las cosas),en el que prefigura un futuro en el que la Iglesia, despuésde haber sido reducida a minoría exigua en un «régimen» humanitario, recupera un gran influjo, incluso político, en todo el mundo; y el ideal cristiano es redescubierto «por personastodavía más modernas que los modernistas». Pero que quede bien claro, añadey precisa el indómito Bensonen la introducción al nuevo libro que «no quiero con esto retractar ni una palabra de cuanto escribí en El amodelmundo».
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Los católicos reducidos a una exigua y dispersa minoría. El protestantismo en vías de descomposición. Las religiones orientales escondidastras una forma de esoterismo vagamente panteísta.En esteescenariotoma forma y se agiganta la figura de Julián Falsemburgh,adalid de la nueva religión «humanitaria». Su rostro persuasivo y una extraña e inquietante semejanza con el de Percy Franklin, un sacerdoteinglés que inspira la resistencia católica contra el nuevo Poder. Percy no puede aceptar que la filantropía tome el puesto de la caridad, la satisfacciónsustituya a la esperanzay la cultura desbanquea la fe. Es una lucha desigual, porque el Humanitarismo ha unificado ya bajo su dominio al Oriente y al Occidente, garantizando al mundo una paz desconocida desde hace siglos. Es una lucha dura, sobretodo porque el Humanitarismo se presenta a los creyentescomo la verdaderareligi6n, tanto que «no pocos sacerdotesse nutren de sus principioscomo en otro tiempo se nutrían del cuerpode Dios en la Eucaristía».El final es apocalíptico pero inundado de una profunda paz. Esta es, en síntesis,la trama de «El amodel mundo»,la novela de política-ficción religiosa escrita en 1907por el convertido inglés Robert Hugh Benson. Un libro poco conocido del gran conocido del gran público pero extraordinariamente actual. En las páginas que siguen se propone la lectura de un fragmento central, el diálogo entre el Padre Percy y el Papa, precedida de un agudo y «provocativo» ensayo-comentariode Augusto Del Noce. El filósofo italiano afirma que en los años 80, tras la decadenciairreversible del marxismo, «la lucha contra el catolicismo se produce precisamentebajo el signo del Humanitarismo». Añadiendo para confirmarlo: «¿Quées lo que hoy se les pide a los católicos,desde todas partes, sino la reducción del cristianismo a una moral, en sí separadade toda metafísicay de toda teología, capaz en su autonomía y en su autosuficiencia de alcanzar la universalidad y fundamentar una sociedadjusta?».
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1903 1904 1907 1908 1911 1914
Noviembre 18, nace Robert Hugh Benson, hijo del Arzobispo de Canterbury , Primado de la Iglesia Anglicana. Pide entrar en la Iglesia Católica al prior dominico de Woodchester. Noviembre, viaja a Roma. Es ordenado sacerdote católico. Logra entrevistarse con su Santidad San Pío X. Escribe el libro «El Amo del Mundo». Se publica «El Amo del Mundo». Es nombrado capellán pontificio. Octubre 19, muere el Padre Robert Hugh Benson.
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Cronología
Ficticia
de Acontecimientos
N ovelados en «El Amo del Mundo»
En su novela, Benson menciona las siguientes fechas: 1914 1917
1929 1935 1959
1960 1977 1989 1998
Ruina del Catolicismo en Francia. Seconstituye el parlamento del trabajo y avanza el comunismo en fuglaterra. El padre Jerónimo,dominico, ex-masón, da a conocerlos secretosde los markmasones. Abandono definitivo del Credo de Nicea por la Iglesia oficial de fuglaterra. La Iglesia oficial es abolida en fuglaterra. Desaparecela Cámarade los Lores. Abolición de la pena de muerte. En educaciónseestablecióel secularismo dogmático. Los derechos,en casode muerte no persisten:sesuprimen las herencias. Ley de fudustrias necesarias. A vanzan las doctrinas marxistas. Implantación de las doctrinas de Carlos Marx. Seaprueba el Acta de Liberación que autoriza la eutanasia.
Siglo XXI El mapamundi consta de sólo 3 grandes manchas de color (Imperio Oriental, República Americana, Europa). Tres grandes creencias: el Catolicismo, el Humanitarismo y las religiones orientales.
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Por Augusto Del Noce
«Le parecía todo un mundo del cual Dios mismo había querido retirarse, despuésde haberlo dejado en la más completa autosatisfacción, privado de fe y de esperanza». Esta es la percepción que el sacerdotePercy Franklin tiene del mundo contemporáneo, mientras dedica el tiempo de su viaje en avión de Londres a Roma, a reflexionar sobresu experiencia.En Roma pretenderá persuadir al Papa de modernizarse; pero en cambio, saldrá con una fe renovada, más viva y profunda. Digo «mundo contemporáneo»;pero la frase, así como la figura del sacerdote, pertenece a una novela de política-ficción religiosa que apareció en 1908:El amodel mundo,que la editorial JacaBook presenta en una cuidadosa traducción. Si no me equivoco, una edición italiana había ya aparecido con escasoéxito en los años veintes; pero realmente estelibro, ni siquiera entonces,podía ser realmente entendido; tampoco se comprendió en los periódicos, relativamente recientes, de la gran ofensiva del marxismo, y después,en el de la revolución sexual. Decir que para los católicos lo más temible es «la fuerza inmensa que sabeejercerel humanitarismo», sustituyendo la caridad por la filantropía y la satisfacciónpor la esperanzay llevar el libro entero sobre el fundamento de esta idea, parecía,incluso en años no muy lejanos,una especiede paradoja inocua; humanitarismo era una palabra con resabiosde universidades populares de tipo arcaico.Sin embargo, ahora que el marxismo estáen una decadencia irreversible, hasta el punto de que sepuede parecer injusto respecto de su real potencia filosófica, y la revolución sexual y la combinación marxfreudiana marcan el paso, la lucha contra el catolicismo aparecejustamentebajo el signo del humanitarismo.
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de los tres amores: de Dios, de sí mismo, y del prójimo, en cuanto las mismas realidadesmundanas son expresionesdel amor de Dios. El amor cristiano, en una palabra, estácentrado en eso «divino» que hay en el hombre. El hecho de que la moral que se deriva de ello esté indisolublemente ligada a la visión religiosa del mundo y de Dios explica por qué han fracasadotodos los esfuerzospor darle un sentido laico, distinto de su sentido religioso, con la pretensión dé encontrar en ella los fundamentos de una moral «humana»universal o de una moral «sin presupuestosreligiosos». Históricamente el equívocoha estadomuy difundido: la polémica de Nietzsche contra el cristianismo supone que éstees ante todo una moral, sostenida exteriormente por una justificación religiosa, y no primordialmente una religión; confunde cristianismo con humanitarismo, forma de pensamientocontra la cual su polémica si esválida. El humanitarismo, precisamente,porqueprescinde de lo «divino» que hay en el hombre, debe dirigirse no ya a la personalidad del hombre en su singularidad, sino a la humanidad como colectividad ya los rasgos genéricos que la definen; cuando habla del amor, lo reduce a un factor que contribuye al incremento del bienestar sensible. El destino del humanitarismo en fijarse en los aspectosmás bajos e irracionales de la naturaleza humana, es decir, más que en la persona, en los caracteresque todos los hombres tienen en común; en enmascarar,bajo las aparienciasde «comprensión»y de «humanidad», un auténtico odio a todos aquellos valores que sobrepasenla esfera de lo vital y seanpor lo mismo no relativos. Es lo mismo que hoy se confirma al ver el difundido desprecioexistentehacia los adjetivos «absoluto»y «externo»cuando se refieren a los valores. Tal desprecio tiene sus razones últimas, ocultas,justamente en la sustitución de la religión por la moral «humanitaria». O piénseseen esta otra estupenda observación: «...los santos de la historia que, en la concepci6n cristiana, hacen sensible el Reino de Dios, no son ya aquellos grandes paradigmas» que permiten a la humanidad orientarse, y que formando parte del «género»humano sirven para elevarlo; ahora no son más que unos servidores del mayor goce sensible de las masas».Lo que interesa en este fragmento es indudablemente el doble y diversísimo ~entido que adopta la palabra servicio en las dos concepciones;máximamente noble en la primera, del todo vulgar en la segunda.Esteúltimo es el sentido que políticamente prevalece hoy en día, el servicio se refiere a lo que la masa (0, eufe-
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mística~ente, la gente) pide, que no implica ciertamente su elevación. y ya sabemoscuálesson los ídolos y mitos que han sustituido a los santos.Los «servidores»no se orientan ciertamente a lo que en el hombre hay de «divino». Así, en estabreve frase, se puede resumir la presentecrisis de la democracia. Decir que el órgano del humanitarismo es la masoneríano es expresar un juicio de valor negativo, sino hacer una comprobación de hecho. Ni siquiera se quiere negar que en la masoneríaoriginaria se pensaseen el respeto a una ley moral única. Pero hoy, de hecho, la idea de esta única ley moral ha venido a menos y se la ha sustituido por una pluralidad irreductible de criterios prácticos o de modos de actuación; y hasta los mismos «valores comunes»,como el «no mataD>o el «no robaD>son entendidos, en ausenciade una referencia religiosa, no como imperativos morales,sino como condiciones necesariasde la funcionalidad social. El humanitarismo ha reaparecido en términos de pacifismo (distinto a la voluntad moral de paz) en el momento en que se han opacado los ideales, como ha sucedido en las últimas décadas,de la revoluciÓn comunista por un lado; y, por otro, de la crisis de la conciencia religiosa. La idea de la revolución mundial, o al contrario, de un despertar religioso del cual perdura ciertamente todavía la esperanza,ha sido sustituida por la aceptaciónde la diarquía de las superpotencias;y de la idea de la moral, por la de la técnica de la racionalidad social. En razón de que el humanitarismo, cualesquiera que fuesen sus intenciones iniciales deben desembocar en una técnica del bienestar ampliamente difundido, no debe sorprender que hoy la masonería se presente como guardián del presenteestado de cosasque, quizás en las condicionesmorales presentes representauna necesidad,que esperamosseapasajera,pero a la cual los cristianos no pueden consentir. La novela de Bensonmuestra una capacidad de previsión que roza con la profecía. Me ha parecido que, aunque no inmediatamente en el momento en el que fue redactadacon vistas al futuro, se confirma así el sentido filosófico que tiene: ilustra el proceso necesario por el cual el humanitarismo se ha convertido actualmente en el más peligroso adversario del cristianismo, y aclara por qué la revuelta anticristiana de nuestro siglo encuentra en él su cauce.
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dré por el orden y modo que en esteinstante sepresentan a mi memoria. En Inglaterra, las primeras alarmas graves se sintieron, en nuestro partido, al constituirse el Parlamentodel Trabajoen 1917.Este hecho puso de manifiesto el asombrosoincremento adquirido por el Herveísmo, que llegó a inficionar toda la atmósferasocial. Sin duda habían existido socialistas con anterioridad a aquella fecha, pero ninguno mostró pujanza y poderío tan avasalladorescomo Gustavo Hervé en sus últimos años.Este,conforme habréis leído quizá, enseñó el Materialismo y el Socialismoabsolutos,llevando el desarrollo lógico de los mismos hasta las últimas consecuencias.El patriotismo, según él, eran un resto de barbarie; y el único bien positivo se cifraba en la satisfacción de los apetitos sensuales.Tales doctrinas fueron acogidas,por de pronto, con generalesburlas y menosprecios. Dábasepor axiomático que, sin religión, ni siquiera podía concebirseel orden social más rudimentario. Pero los hechosevidenciaron que Hervé tenía razón, a lo menos en apariencia; porque después de ocurrir la ruina total del catolicismo en Francia, a principios del siglo, ya raíz de los asesinatosde 1914,la burguesía emprendió en serio y llevó a cabo en todas partes un extraordinario movimiento de organización, que penetró en las clasesmedias, borrando las diferencias sociales,suprimiendo casipor completo los institutos armados y desterrando en absoluto la idea de patriotismo. Por supuesto, la dirección de todo corrió de cuenta de la francmasonería. Extendióse primero en Alemania, donde la influencia de Carlos Marx había ya... -Así es, en efecto -interpuso suavementePercy-; pero ¿qué pasó en Inglaterra, si es que no pensáis...? -Ah, sí: Inglaterra. Puesbien; en 1917,el Partido del Trabajo se hizo dueño del poder, y entoncescomenzórealmente el Comunismo. Esto acontecióen épocamuy anterior al principio de mis recuerdos, pero varias vecesoí a mi padre señalarel hecho como punto de partida para computar los años sucesivos.Lo verdaderamente admirable es que los acontecimientosno se precipitaron con mayor rapidez; aunque tengo para mí que en tal circunstanciainfluyó no poco la gran levadura que debió quedar del partido conservador.Aparte de que, según demuestra la historia, las grandes perturbaciones sociales avanzan con mayor lentitud de lo que pudiera esperarse,especialmente si toman su origen de un impulso repentino y anormal. Pero dejando a un lado inoportunos comentarios, el hecho es que entonces principió el nuevo orden de cosas,quedando definitiva-
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mente afianzado el predominio de los Comunistas, quienes no volvieron a sufrir ningún descalabrode importancia. Por aquel tiempo, Blenkin fundó El PuebloNuevo,y el Timessuspendió su publicación. La Cámara de los Lores subsistió, no obstante -cosa bien extrañahasta el año 35, en que desapareciódefinitivamente. Por último la Iglesia Oficial fue también abolida en el año 29. -¿y las consecuenciasde tales hechosen el orden religioso?-preguntó Percy, aprovechandola pausa que hizo el anciano para toser ligeramente y aplicarseel inhalador. El sacerdotemostraba viva ansiedadpor adquirir minuciosos informes sobreel asunto. -La mencionada abolición fue, en sí misma, una consecuenciamás bien que una causa-replicó el narrador. -Los ritualistas-nombre que, como sabéis,se daba a loS anglicanospartidarios de un dogma definido con su correspondienteculto, -despuésde luchar desesperadamente por atraerse las simpatías de las masas afiliadas a la gran Asociación del Trabajo, volvieron al seno de la Iglesia a consecuencia de la «Convocación»del año 19, precisamentecuando el Credo de Nicea fue abandonado de una manera definitiva. El regreso no iespertó verdadero entusiasmo más que entre ellos. Por lo demás, ~ncuanto a los efectosproducidos por la caída del Protestantismo )ficial, mi opinión es que se redujeron a la fusión de sus restos con la Iglesia Libre, la cual, en resumidas cuentas,no era más que un conjunto de sentimentalistas.La Biblia perdió por completo su autoridad de libro inspirado, a consecuenciade los reiterados ataques del racionalismo crítico alemán,hacia el año 20; y en cuanto a la Divinidad de Jesucristo,hay quien creeque, desdeprincipios del siglo, no quedaba de ella más que el nombre, contribuyendo no poco a tal resultado la difusión de la teoría Kenótica,o seala doctrina de la limitación del Logos,verificada por propio impulso en el acto de la encarnación.Por entoncesse inició un extraño cambio en los directores de la Iglesia Libre, en el que tuvieron participación a~ los más avanzados:los ministros de esta institución, que nunca supieron hacer otra cosaque seguir la corriente -pues sentíanpropensión irresistible a dejarsearrastrar por la influencia de las ideas predominantes-, abandonaron sus antiguas posiciones.Es curioso leer en la historia de áquel período, cómo la opinión les prodigó sus aplausos, saludándolos con el dictado de pensadoresindependientes,cuando esacualidad era precisamentela que más les faltaba...Pero ¿adónde estábamos?Ah, sí,ya caigo...Bien, el sucesoque acabode referir nos
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-¿En qué año comenzó a regir la Ley dela MayorÚldelas Dos TercerasPartes?-preguntó Percy. -jOh! Esto fue mucho antes:un año o dos despuésde caer la cámara de lbs Lores. En mi concepto,la aprobación de esaLey era una necesidad,porque de otro modo los Individualistas se habrían visto impelidos a los desvaríosmás extravagantes...Por otra parte, la Ley de lasIndustriasNecesarias se imponía inevitablemente; y así lo había comprendido el pueblo hacía ya tiempo, desde que los ferrocarriles entraron en poder de los municipios. Durante algún tiempo, aquello fue una verdadera explosión de ingeniosos arbitrios, porque todos los Individualistas capacesiniciaron la explotación de algún negocio (entonces se fundó la escuela de marchameros);pero no tardó en comprenderse la ventaja de obtener un empleo del Gobierno. Bien miradas las cosas,el seispor ciento, beneficio límite de toda empresa individual, constituía una gananciapoco tentadora; y el Gobierno pagababien. Percy movió la cabezadándosepor enterado. -Es cierto -añadió-. Pero no acabo de comprender cómo hemos llegado a la situación actual. Ahora mismo estábaisindicando que la evolución procedía con lentitud. -Así es -replicó el anciano-,pero debéistraer a la memoria las leyes dictadas en favor de la indigencia, leyes que establecieronpara siempre el Comunismo del Estado.La verdad es que Braithwaite supo lo que sehizo. El sacerdotemás joven dirigió a Mr. Témpleton una mirada interrogativa. -Me refiero a la abolición del viejo sistema de los asilos talleresdijo el narrador. -Por supuesto,es asunto que tendréis olvidado; peroyo lo recuerdo como si fuera cosade ayer. Aunque parezca extraño, por aquí comenzó el descréditoy la ruina de la Monarquía y las Universidades. -jAh! -exclamó Percy-.Muy de corazón os agradeceríael placer de oíros tratar esacuestión. -Allá llegaremos en seguida, Padre... Volviendo ahora a Braithwaite, su trascendental reforma consistió en lo que voy a decir. El antiguo sistematrataba a todos los indigentes de igual modo, suscitando, como era natural, quejasy resentimientos.Puesbien, la nueva legislación estableció los tres grados que en la actualidad tenemos, dejando abierto el camino para otros dos más elevados.La clasificación última quedó reservadapara los absolutamenteindignos,
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Un golpe de tos interrumpió la relación de Mister Témpleton.'EI Padre Franciscorespiró con fuerza, como tomando aliento, y se incorporÓen su silla. -¿y América? -preguntó Percy. -La materia es muy complicada. América se anexionó el Canadá tan luego como adquirió concienciade su poder. Esta pérdida marca el límite de nuestra mayor decadencia. Percy sepuso de pie. -¿Tenéisun atlas comparativo, señor?-preguntó. El anciano,señalando con el dedo un anaquel,respondió: Ahí está. Percy hojeó en silencio durante algunos minutos el volumen indicado, y despuésde sentarsey colocar el atlas sobre sus rodillas, desplegó varios mapas. -La verdad es -murmuró mientras examinabala hoja pintarrajeada con diversas tintas, donde estabarepresentadala división política del mundo en los comienzosdel siglo XX, y luego el mapa del siglo XXI, que sólo conteníatres grandesmanchasde color-, la verdad es, que esteúltimo es mucho más sencillo. Movió en seguida su dedo a lo largo del Asia, donde las palabras IMPERIO ORIENTAL, se extendían por toda la región coloreada de amarillo pálido, desde los montes Urales a la izquierda, hasta el estrecho de Behring, a la dere~a; las enormesletras de la inscripción formaban una gran curva que ondulaba a través de la India, Australia y Nueva Zelandia. Pasódespuésa considerar la mancha roja que abarcabauna extensión mucho menor, pero importante a pesar de todo, teniendo en cuenta que cubría no sólo toda Europa, propiamente dicha, sino también Rusia, hasta los Urales, y el Africa hasta el sur. La leyenda de la región azul, REPUBUCA AMERICANA, despuésde recorrer en su totalidad el nuevo continente, desaparecía por la derecha,describiendo una especiede arco a la izquierda del hemisferio occidental, hasta perderse en un enjambre de manchitas esparcidaspor la blanca extensiónde los mares. -Sin duda esmás sencillo- contestóel ancianocon sequedad. Percycerró la colecciónde mapasy la colocó sobre una silla. -¿y despuésde esto?¿Quéocurrirá? -El ancianoestadistaconservadorsonrió. -jDios lo sabe! -repuso-. Si el Imperio Oriental decide levantarse en guerra, no podremos hacer nada. Lo que no comprendo es su inacción. Supongo que la causaestá en las diferentes creenciasreligiosasque lo mantienen dividido.
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-¿Peroopináis que Europa no conservarásu unión? -preguntó el sacerdote. -Oh de ningún modo. El peligro que nos amenazaes,en la actualidad, demasiadomanifiesto. y ademáspodemos contar con América, que seguramenteha de ayudamos. Pero lo mismo da. Dios ,nos ayude -o mejor, a vosotros, ya que yo no he de verlo- si el gran Imperio llega a ponerse en movimiento. Al cabo ha llegado a dal.se cuenta de su poder, incontrastablepara nuestros débiles recursos. Hubo unos instantes de silencio. El cuarto vibró débilmente, como si experimentase la sacudida de alguna pesada máquina que cruzara la espaciosaavenida abierta encima de la vivienda subterránea. -¿Podríaisanticipamos algo acercade religión?-preguntó repentinamente Percy. Mister Témpleton aspiró prolongadamente el aire de su inhalador, y reanudó su discurso en estostérminos: -Dicho en dos palabras,las tres grandes creenciasque se reparten hoy el dominio de los espíritus son: el Catolicismo, el Humanitarismo y las religiones orientales. Respectode las últimas nada puedo predecir, aunque opino que el Sufismo, es decir, el Panteísmomístico, seimpondrá a todas las demás.Puede,no obstante,sobrevenir lo más inesperado; el Esotericismo,las sociedadesque se dedican a la profesión del misterio se difunden rápidamente, y también por este camino el triunfo seríadel Panteísmo.Por otra parte, la fusión de las dinastías china y japonesadesconciertalos cálculosmejor fundados. Mas en Europa y América, no cabedudar de que la lucha se librará entre las otras dos fuerzas antesmencionadas.Las demáscarecende importancia. Si deseáisconocermi opinión, os diré que el Catolicismo entra actualmente en una crisis de las más formidables que jamás ha atravesadohasta ahora.El Protestantismoes un cadáver, cuya resurrección no puede esperarya ningún hombre de sano juicio. El hecho es indiscutible, y tiene racional explicación. Los hombres reconocen al fin que toda religión sobrenatural implica el concepto de una autoridad absoluta, y que el juicio privado en asuntos de fe conduce fatalmente a la anarquía religiosa. y no es menos cierta que, siendo la Iglesia Católica la única institución que invoca en su favor la existencia de una autoridad sobrenatural, aceptadacon todas sus lógicas e inflexibles consecuencias,ella ha de contar siempre con el apoyo de los cristianos que conservenun resto de fe en otro~
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orden superior al de la vida presente.Aquí, y más todavía en América, quedan algunosfadistas,fanáticos partidarios de novedades estrafalarias; pero no hay motivo para tomarlos en consideración.Bien está todo esto;más, por otra parte, importa no olvidar que el Humanitarismo, contra lo que todo el mundo esperaba,se erige actualmente en una verdadera religión enemiga de lo sobrenatural. Tiene todas las seduccionesdel panteísmo, se rodea de aparato externo, desarrollando un nuevo ritualismo bajo la inspiración de la francmasonería; posee su credo, que se compendia en el siguiente artículo: Dios esel Hombre;y, en suma, nada le falta para ofrecer un alimento positivo a las aspiracionesreligiosas de las multitudes. Seremonta a las regiones de lo ideal, y, sin embargo, no impone sacrificios a las facultades superiores. Además, para sus festividades y reuniones dispone de todas las iglesias, exceptuando las nuestras, y de todas las catedrales.La nueva campañaque han emprendido a fin de interesar el sentimiento del pueblo, y las crecientesfacilidades que hallan para desplegar sus símbolos, mientras nuestro culto se empequeñecey restringe cada día más, permiten asegurarque, dentro de otro decenio,habrán conseguidoestablecerselegalmente. Entre tanto, los católicos venimos perdiendo terreno desde hace más de cincuenta años.Quiero admitir que tengamos un catorceavo nominal de la población de América, resultado de la activa propaganda sostenidaen la primera veintena del siglo, pero en cambio carecemos de representaciónen Francia y España,y decrecemosconsiderablementeen Alemania. Gerto que nos restatodavía el Oriente; mas aún allí, las estadísticassólo dan un cinco por mil, proporción bien menguada por cierto, y con la desfavorable circunstancia de una diseminación que imposibilita la mancomunidad de los elementos. ¿y en Italia ? Mejor que yo lo sabéis:el catolicismo se halla circunscrito a Roma. Aquí, donde toda Irlanda es católica, y donde Inglaterra, Gales y Escociasostienenun contingente considerable que llega a la sesentavaparte de la población, el número de católicos es muy inferior al de setentaaños atrás,en que éramosuno por cuarenta. Quizá no es ajeno a esta disminución el asombroso desenvolvimiento de los estudios psicológicos;por lo J;nenosen el decurso de una centuria nos han restado muchos prosélitos. En un principio, como sabéis,empezó el Materialismo puro; pero decayó más o menos al poco tiempo... su grosero radicalismo no podía satisfacer;y entoncesfue cuando la Psicologíaacudió en su auxilio. Ahora aspira a dominar todo el campo, explotando, según parece,el sentido de lo SO-
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brenatural. No, Padre, no hay que dudar que estamosen decadencia; y lo peor es que, según las probabilidades, iremos de mal en peor. Más diré: presiento que se nos avecina una gran catástrofe, y que éstasehalla a punto de estallar de un momento a otro. -Sin embargo... -observó Percy-. Tal vez mis pesimismos han de pareceros devaneos y chochecesde un viejo que ha llegado ya al borde del sepulcro. Pero, francamente, os confesaréque yo no veo esperanzaalguna. En realidad creo que, aún ahora, puede sorprendemos inesperadamentealgo grave, gravísimo. No; no veo esperanza hasta que... Percy se quedó mirando de hito en hito a su interlocutor. -Hasta que vuelva a la tierra el Juez de vivos y muertos- dijo solemnementeel anciano. El Padre Franciscobajó los ojos en actitud meditabunda, y los tres quedaron en silencio. -¿y la caída de las Universidades?-preguntó Percy despuésde algunos instantes. -Exactamentecomo la de los Monasterios en tiempo de Enrique VIII: los mismos resultados, iguales pretextos, idénticos incidentes. Las Universidades eran los baluartes del Individualismo, de igual modo que los Monasterios lo fueron del Papado; y de ahí que se atrajeran la animadversión y la envidia del Comunismo triunfante. Entoncescomenzaronlas discusionessobrelos beneficios que reportaban al Estado, a cambio de las sumas invertidas en su conservación; divulgóse por todas las partes la especiede que eran instituciones anacrónicas;culpóselasde no saber distinguir entre medios y fines -y por cierto que este último reparo no carecíade algún fundamento;- y, en fin, la campaña arreció de modo, que la supresión se impuso como una medida necesaria.Así como así, las casasreligiosas tenían su razón de ser, una vez admitido el orden sobrenatural, pero el objeto de la educaciónsecular debe cifrarse en la producción de algo tangible, por ejemplo, el caráctero la competencia,y las Universidades padecían una enfermedad crónica de esterilidad constitucional que imposibilitó en absoluto salir a su defensa.Las sutilezas filológicas y las disquisiciones abstractasno constituyen por sí mismas un fin social de utilidad apreciable;la clasede hombres formados en las aulas académicasno respondían a lo que Inglaterra nece.:. sitaba en el siglo XX. Aún a mí, que he sido siempre un individualista decidido, no acababade inspirarme gran interés la conservación de tales organismos.Si he de decir la verdad, el sentimiento que me
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produjo su caída fue de compasiónmás que de otra cosa. -¿Deveras?-preguntó Percy. -Oh, aquello fue un espectáculobastante lastimoso. Las escuelas científicas de Cambridge y el Departamento Colonial de Oxford, constituían la postrera esperanza;y aún éstas dejaron también de existir. Los viejos maestrosse echaron a vagar por todas partes con sus libros; pero nadie los necesitópara nada: eran demasiado teÓricos. Entonces, unos buscaron asilo en las casasde beneficencia de primero o segundo grado; otros fueron amparadospor clérigos caritativos; varios hicieron un esfuerzopara concentrarseen Dublín; pero fracasó tal designio, y el pueblo los echó muy pronto en olvido. Los edificios se utilizaron para diversos fines. Oxford quedó convertido, durante algún tiempo, en un taller de ingeniería, y Cambridge en un laboratorio del Gobierno. En aquella época estabayo en el Colegio del Rey. Por supuesto, los detalles del cierre son tan horribles como podéis figuraros. Pláceme, sin embargo, recordar, que la capilla del establecimiento quedó abierta al público en concepto de museo. Sin duda tenía poco de agradable ver los coros cubiertos de ejemplares anatómicos;pero, a decir verdad, no era mucho peor que ocuparlos con calentadoresy sobrepellices. -Y vos, ¿cómolo pasásteis?. -Yo logré muy luego entrar en el Parlamento;y ademásposeía algún dinero propio. Otros, en cambio, al menos los que para nada servían ya, tuvieron que luchar con serias dificultades y sufrir no pocas privaciones. Pero, en fin, creo que esa reforma no podía menos de venir. Las entidades sacrificadasse reducían a pintorescasreminiscenciasdel pasado, desprovistasde todo ideal capaz de atraerles la simpatía popular. Percy se quedó mirando fijamente el rostro del anciano, que parecía animado de cierta jovialidad maliciosa al evocar los últimos recuerdos. -Mudando ahora de asunto -añadió- ¿nopodrías decirnos algo sobre el Nuevo ParlamentoEuropeo?. -jBah...! Tengo la convicción de que pasará tan luego como surja un hombre capaz de concitar contra él los recelosde la opinión. Ella es la que lo ha creado, como fruto de la evolución de las ideas en la pasada centuria, y ella es también la que concluirá por derribarlo. El patriotismo se extingue rápidamente, mientras el sentimiento de solidaridad humana hunde cada vez más las raíces en el corazón de los pueblos. Y, ya que hemos tocado estepunto, debo decir que, a mi
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juicio la idea exclusivista y antihumanitaria de patria debió desaparecer hacemuchos siglos bajo la influencia del Catolicismo, ni más ni menos que como la de la esclavitud y otras semejantes.Hoy esa desaparición se ha efectuado sin el concurso de la Iglesia, resultando de aquí que el mundo se ha organizado independientemente de nosotros y contra nosotros, formando por sí mismo una especie de Iglesia anticatólica. La democraciaha llevado a cabo lo que debió ser obra de la Monarquía divina. Si .el desarrollo de los acontecimientos sigue el rumbo y las orientacionesque ha seguido hasta hoy, no podemos esperarotra cosaque una nueva persecución...En tal supuesto ¿quiénsabesi la invasión oriental podría salvamos...? Percy aguardó sentado unos momentos; de pronto se puso de pie y cortó la conferenciadiciendo en esperanto: -Necesitopartir, señor.Sonya más de las diez y nueve. ¿Me acompañáis,Padre Francisco? Levantóseéstetambién y tomó su sombrero. -Bien, Padre -repuso el anciano-,volved algún otro día, si es que no habéis hallado demasiadopesadami conversación.Supongo que tendréis aún que escribir vuestra carta. Percy asintió con un movimiento de cabeza. -He escrito la mitad esta mañana -dijo-, pero la suspendí comprendiendo que me faltaba echar otra mirada general a los acontecimientos para comprender bien la situación presente. Os agradezco muy de veras los informes que me habéisproporcionado... Esta carta diaria para el Cardenal Protector es una carga demasiadomolesta, y estoy pensandoen dejarla, si me admiten la renuncia. -jOh, Padre Percy! -exclamó el anciano- no lo hagáis de ningún modo. Perdonadme, si os digo sin rebozo que sois hombre dotado de especialpenetración para el desempeñode esecargo. Roma necesita información segura, sin lo que nada podría hacer. Difícilmente se hallará entre vuestros compañeros quien pueda substituiros en tan delicada y espinosatarea. Percy sonrió arqueandolas cejascon aire resignado. -Ea,vamos, Padre- dijo en seguida a su compañero. Los dos sacerdotesse separaronal llegar a la escaleraque conduda al muelle desde la galería superior, y Percy se quedó pensativo contemplando durante algunos minutos el paisaje otoñal que desde allí se descubría.La impresión que conservabasu espíritu, como resultado de la entrevista celebradacon el anciano,chocabade un modo extraño con la que al presentele producía la espléndida visión de
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aquel cuadro de grandezasdesplegadoante sus ojos. El horizonte brillaba con claridad vivísima, bañado en la luz solar artificial, moderno sistema de alumbrado que había substituido por completo a los antiguos, sobretodo en Londres, donde apenassenotaba la diferencia entre la nochey el día. El joven sacerdotehallábase en una especiede galería de cristal, cuyo macizo pavimento de pasta de caucho ahogabacasi por completo el ruido de las pisadas. Abajo, cercadel arranque inferior de la escalera,seveía salir una doble e interminable procesión de gente, que se dividía en dos grupos, yendo unos hacia la derecha,y otros hacia la izquierda, sin producir otro estrépito que el incesantemurmullo de las conversacionessostenidas en esperanto.A través del transparentey duro cristal que protegía el pasajepúblico, percibíasela negra zona formada por una espaciosa vía, de superficie lisa y compacta, guarnecida de listones de acerotransversalesque la cruzaban de un lado a otro, y con una plegadura o resalto a lo largo del centro. Esta ruta sehallaba significativamente desierta; pero muy luego se oyó un rumor lejano por la parte del antiguo Westminster, rumor semejanteal zumbido de inmensa colmena, y que se hacía cada vez más intenso. Momentos despuéspasó, veloz como el rayo, un objeto enteramenteluminoso, rasgando el aire con la potente vibración de nota gigantesca,la cual se fue apagando lentamente hasta reducirse al suave zumbido que anteriormente había llamado la atención de nuestro observador. Era el gran correo automóvil del Gobierno, procedente del sur, y que se dirigía con la correspondenciahacia el este.La línea descrita estaba reservada a los vehículos del Estado,únicos que podían circular por ella, con una velocidad ordinaria de cien millas por hora. Al extinguirse el ruido causadopor el tránsito de los carruajes,el silencio volvía a reinar en esta ciudad de calles engomadas;las plataformas móviles distaban de allí un centenar de metros, y el tráfico subterráneo se efectuabaa profundidades que sólo dejabanpercibir una levísima vibración. Trabajábase,sin embargo,con gran empeño, desde hacía veinte años, con objeto de eliminar en absoluto los rumores originados por todo génerode vehículos. Antes que Percy abandonara su puesto de observación, percibió una especiede grito agudo y prolongado que procedía de lo alto y sonaba con un timbre especial de agradable dulzura. El sacerdote contemplaba a la sazónla luciente e inmóvil faja del río, único objeto de cuantos tenía delante que parecíahabersesubstraido a la general transformación, y, al levantar los ojos hacía el lugar donde resonaba
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