El 13 de octubre de 1917 fue la sexta y la última vez que la Virgen se apareció a Lucía, Jacinta y Francisco, pero también fue ese día cuando Dios quiso imprimir su firma para avalar lo sobrenatural del mensaje de Fátima a través del gran milagro del sol, presenciado por cerca de setenta mil personas.
Aunque la credibilidad del mensaje que la Virgen confió a Lucía no obliga a los fieles por tratarse de una revelación privada, los católicos sinceros, que por esencia somos marianos, creemos en su veracidad por todos los signos que han acompañado a este suceso extraordinario.
Primeramente creemos que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, siempre providente, siempre misericordioso, ha tenido, en toda la historia, la fineza, inmerecida por los hombres, de advertir a sus hijos, por uno u otro medio, la proximidad de su justicia, a veces a través de un ángel, a veces a través de su Madre Santísima.
¿Qué de extraño habría en que en 1917 Dios enviara a su Santísima Madre como embajadora celesti