No hay tema más candente y actual, pero al mismo tiempo más delicado y difícil, cuya recta solución depende la tranquilidad del hombre en la vida terrena y que al mismo tiempo influye grandemente en la felicidad eterna.
El hombre moderno ha logrado con descubrimientos incomparables levantar cada vez más el velo del rostro oculto de la naturaleza; el hombre moderno ha creído que también podía resolver el problema del matrimonio con las leyes fijas, mecánicas de la naturaleza.
Pero hubo de sufrir un gran desengaño. Hubo de sufrir gran desilusión al ver, después de una experiencia dolorosa, que el matrimonio no es un problema de matemáticas que él pueda resolver del todo con su razón. No. El matrimonio y la vida de familia vienen a ser «una ecuación con varias incógnitas»; problema que no puede resolverse con las matemáticas humanas, porque el matrimonio –según la expresión de San Pablo– es «misterio grande», y el maestro que puede resolverlo, no es sino el hombre que radica en Dios.