La Verdad sobre el Secreto de Fatima

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LA VERDAD SOBRE EL SECRETO DE FÁTIMA Fátima sin mitos.

P. Joaquín María Alonso 1


2ª Edición. EJÉRCITO AZUL Ediciones Sol de Fátima Gran Avenida, 35 – 28041 MADRID, España (Con las debidas licencias) Depósito legal: M. 24028-1988 ISBN: 84-85-167-02-3 Imprime: Artes Gráficas EMA. S. A. Miguel Yuste, 27 28037 MADRID

ÍNDICE Cap. TEMA Índice Prólogo 1 CAPÍTULO 1 LOS HECHOS Y LOS TEXTOS DEL SECRETO 1.1 El secreto primitivo 1.2 El verdadero «secreto» de Fátima 1.3 Las dos primeras partes del secreto 2 CAPÍTULO 2 LA PARTE INÉDITA DEL SECRETO 2.1 Génesis de la tercera parte del secreto 2.2 Peripecias y repercusiones del documento 2.3 Una inmensa desilusión 2.4 Por qué la parte inédita del secreto no fue publicada 2.5 Pero… ¿cuál es el contenido del secreto? 2.6 ¿Qué es lo que no contiene el secreto? 2

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2.7 2.8

3.1 3.2 3.3 3.4 3.5 a b c d e

¿Qué contiene el secreto de Fátima? ¿Clausuradas ya las revelaciones de Fátima? CAPÍTULO 3 EL SENTIDO DEL SECRETO El nombre Algunas explicaciones El sentido del secreto Fátima y la apocalíptica decadente Los textos espurios del secreto Conclusión APÉNDICE Apariciones en Fátima, 1917 Apariciones en Pontevedra, 1925 y 1926 Apariciones en Tuy, 1929 Aparición en Rianxo, 1931 Papas

074 082 086 087 090 094 097 104 122 125 125 139 142 144 150

Madrid, en el 59 aniversario de la comunicación del Secreto.

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PRÓLOGO Este es un libro «popular», ciertamente; pero absolutamente serio. Ninguna de nuestras afirmaciones — o, a veces, de nuestras correcciones a errores anteriores — está destituida de fundamento histórico, o crítico-histórico, o teológico. Nuestra intención principal es doble: a) Primero consiste en un intento de acabar para siempre con las mistificaciones, con las caricaturas, con los tremendismos, con la apocalíptica barata y sensacionalista que se ha producido, casi comercializada, en torno a Fátima y a su secreto. Para conseguir este primer propósito, sólo había un camino: Decir la verdad, nada más que la verdad. b) Pero la «Verdad sobre el Secreto de Fátima» tiene unos aspectos sumamente positivos que también queremos destacar. Porque Fátima y su secreto, si no es en modo alguno «tremendista», sí que es absolutamente algo serio cuando nos enfrenta con los tremendos misterios del más allá. Y no se puede confundir el «tremendismo» con la seriedad de nuestra Fe católica. Ni debería ponerse en ridículo a los Hechos y al Mensaje de Fátima simplemente porque [estos] anuncian [,] de una manera absolutamente evangélica [,] las verdades más serias de nuestra Fe. Quisiéramos, finalmente, advertir que este opúsculo, al estar especialmente consagrado al tema del «Secreto» de Fátima», no da ni una síntesis de todos los hechos de Fátima ni de su espléndido Mensaje. El lector haría bien 4


si preparase la lectura de este opúsculo con una previa revisión de los Hechos y del Mensaje en general, tal como se encuentra en libros innumerables. [El lector también puede consultar el Apéndice para conocer las Apariciones de Ntra. Señora en Fátima.] Que el Señor, que pone en los corazones su santo temor, nos lleve, por medio del Mensaje de la Virgen de Fátima, a la perfección de la caridad, por el Espíritu Santo, de Cristo Jesús. Escribíamos el día 13 de Julio de 1976. El Autor

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«Algunas personas, aun piadosas, no quieren hablar del Infierno a los niños, para no asustarlos. Sin embargo, Dios no dudó en mostrarlo a tres [niños], y a una [niña] de sólo seis años; y Él sabía que [ella] se había de horrorizar hasta tal punto que, casi me atrevería a decir, ella se pondría, del susto, a punto de morir» (Lucía).

Fig. 01. Fotografía tomada poco después de haber recibido el «Secreto» el 13 de Julio de 1917. De IZQ. a DER.: Jacinta Marto, Lucía dos Santos, y Francisco Marto. 6


CAPÍTULO 1 LOS HECHOS Y LOS TEXTOS DEL SECRETO Cuando se habla del «secreto» de Fátima se emplea una expresión muy equívoca que ha dado lugar a grandes confusiones. Esta expresión sólo puede ser bien comprendida dentro del contexto general de los acontecimientos de Fátima. En estos acontecimientos hay una cierta economía, o reserva, en torno a algunas cosas que los niños, primero, y después la misma prohibición del Cielo, hace que no sean divulgadas sino con mucha cautela. Más tarde, finalmente, los mismos responsables jerárquicos de los Hechos Maravillosos serán quienes contribuirán — aun con su misma prudencia en manifestarlos — a que se forme todo ese ambiente de «secreto», que si ha excitado la curiosidad de las multitudes, también ha promovido críticas, muchas veces justificadas, de los teólogos. Sin embargo, Fátima, hoy, tiene ya muy poco «secreto» que ser revelado. Pero sólo la historia de los hechos y de los textos puede dar claridad y sensatez a su famoso «secreto». Esto es lo que haremos en este primer capítulo.

1.1 El secreto primitivo Los primeros hechos extraordinarios de Fátima comienzan en el año 1915, con unos acontecimientos extraños, en que Lucía y unas niñas (que no eran ni Jacinta ni Francisco) ven una figura extraña, que se les aparece varias veces. Las otras niñas dieron a 7


conocer los hechos. Lucía sólo lo hace obligada por los graves requerimientos de su madre. Pero de lo que Lucía ya entonces tuvo que sufrir, [ella] dedujo una posición de reserva natural, que otras razones de orden superior van a confirmar posteriormente. Así, en las Apariciones del Ángel de 1916, Lucía recomienda el silencio a sus primos Francisco y Jacinta; pero — añadirá más tarde — no hacía falta, porque «[el silencio] se imponía por sí mismo. [El acontecimiento] Era tan íntimo, que no era fácil pronunciar sobre ello ni una palabra». De hecho, las Apariciones del Ángel en 1916 quedaron en el silencio, en el «secreto» de la intimidad de muy pocos, hasta que, ya en Mayo de 1942, el Cardenal de Lisboa dio a conocerlas de un modo ostentoso. Pero Lucía no tenía culpa de ello, porque [ella], ya desde 1917, había recibido la prohibición de sus Directores de hablar de ellas, para hacer más fácilmente aceptable, primero, el Mensaje de la Virgen. Después de la primera Aparición de la Virgen, en Mayo de 1917, los pequeños se ponen de acuerdo en que, para no ser molestados, guardarían silencio sobre algunas cosas. Estas [cosas] eran dos: - Primera, la promesa recibida de que [ellos] irían al Cielo. - Segunda, lo referente a la reparación cordimariana, que ya les fue revelada en esa primera Aparición. 8


Ninguna de las dos cosas había sido mandada por la Virgen bajo precepto de silencio; pero, en cuanto a la primera, los niños, por un instinto del Cielo, así lo percibieron. Y en cuanto a la segunda, como la reparación cordimariana estaba tan íntimamente ligada al verdadero «secreto», que habían de recibir inmediatamente en Junio y en Julio, los pequeños videntes — y luego la superviviente Lucía — juzgaron que no debían hablar del tema “Corazón de María», porque por ahí se descubriría aquello sobre lo que en Julio habrían de recibir, con imposición de silencio. ¿Pero qué podían los buenos propósitos de unos niños ante la vehemencia apasionada de la pequeña Jacinta y ante los propósitos providenciales de Dios de dar a conocer las Apariciones? De hecho, Jacintita, aquella misma gloriosa tarde del Domingo 13 de Mayo, en cuanto ve a su madre, lo primero que dice es: «Oh, madre, vi a Nuestra Señora». Y no sólo [eso], sino que [Jacinta] no pudo reprimirse, y descubrió también la promesa de la Virgen de llevarlos al Cielo. «¿Pero qué dijiste?», le reprocha Lucía, enojada. «Dije — contesta Jacinta — que esa Señora prometió llevarnos al Cielo». «Pero, vamos, ¿llegaste a decir eso?», replica Lucía. Y Jacinta, toda llena de lágrimas: 9


«Perdóname. Desde ahora ya no digo nada a nadie». Y por cierto que si alguna fue excesivamente breve en sus declaraciones, fue Jacinta. He aquí cómo lo que pudo constituir uno de los secretos de Fátima, el secreto «personal» de los pastorcitos, “bien seguros de llegar al Cielo y muy en breve”, fue ya revelado el mismo día de la primera Aparición de la Virgen. Para los felices videntes Francisco y Jacinta, muertos en 1919 y 1920, respectivamente, aquel secreto es ya una maravilla y luminosa realidad. [Y] Para Lucía, ¿qué podrá ser seguir viviendo dentro de las oscuridades de la Fe, y al mismo tiempo con la esperanza cierta de salvación? Tal vez Santa Bernadette Soubirous [1844-1879] se llevó intocable, en su corazón, ese mismo secreto de una promesa de salvación: «No te haré feliz sobre la tierra». Lucía de Fátima guarda el recuerdo imborrable de la promesa de salvación; pero, entre tanto, el camino de la Fe se alarga en la penumbra, bien alimentada por la caridad.

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Fig. 02. Santa Bernadette Soubirous [1844-1879]

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En la Aparición del día 13 de Junio no hay «secreto» propiamente dicho; hay sólo la revelación — esta vez simbólica — del tema del Corazón de María. Y este tema, considerado en sí mismo, lejos de constituir un asunto de silencio y de reserva, debía ser precisamente el alma y el corazón de todo el Mensaje de Fátima. Los niños, sin embargo, unieron el tema del Corazón de María y de la reparación cordimariana a los temas del Infierno, de Rusia y de su Consagración; de ahí que el tema del Corazón de María sólo aflorara cuando Lucía es mandada expresamente revelarlo por sus superiores, mucho más tarde.

1.2 El verdadero «Secreto» de Fátima. Todo lo anterior al 13 de Julio de 1917 no constituye, propiamente hablando, el «secreto» de Fátima, no obstante las reticencias de los niños, y no obstante el haberlo guardado en silencio durante tanto tiempo. Para ese silencio no había intervenido el Cielo, aunque muchas razones de tipo natural y sobrenatural nos expliquen perfectamente el motivo de su más bien tardía manifestación y divulgación. Así se explica Lucía: «Desde esta aparición (13 de Junio), cuando nos preguntaban si Nuestra Señora nos había dicho algo más, comenzamos a decir que “sí”, pero que [eso] era secreto. Pero, pasado el día 13 de Julio, decíamos que Nuestra Señora nos había dicho que no lo dijéramos a nadie, y entonces nos referíamos al secreto impuesto por Nuestra Señora». El día 13 de Julio de 1917 [,] la Virgen se aparece por tercera vez. Y en esta aparición es donde [Ella] 12


comunica, entre otras cosas, lo que con toda propiedad debe ser llamado «Secreto de Fátima». Pongamos atención a las circunstancias de los hechos y al Mensaje. La Virgen enseña primero a los niños esta hermosa jaculatoria reparadora: «Sacrificaos por los pecadores; y decid muchas veces, especialmente siempre que hagáis un sacrificio: ¡Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores, y en reparación de los pecados cometidos contra el Corazón Inmaculado de María!». Al decir estas últimas palabras, la Virgen abre otra vez las manos, y el reflejo misterioso que salía de ellas parece penetrar la tierra. Esta se abre espantosamente bajo los pies de los pobres e inocentes pastorcitos. Y éstos contemplan la visión del Infierno que Lucía describe maravillosamente así: «...vimos como un mar de fuego; y sumergidos en ese fuego, a los demonios y a las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas en figura humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que salían de ellas mismas, juntamente con nubes de humo cayendo por todas partes (semejante al caer de las pavesas en los grandes incendios), sin peso ni equilibrio, entre gritos de dolor y desesperación que hacían estremecer de pavor. Los demonios distinguíanse por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasas». 13


Cuando Lucía fue mandada escribir parte del secreto, llamó a esta revelación de la visión del Infierno “la primera «cosa» del secreto”. En efecto, esto no fue escrito hasta Agosto de 1941, pero fue tal la impresión que causó en la pequeña y sensitiva Jacinta, que la dejó fuertemente influenciada hasta su temprana muerte: «La vista del Infierno — nos cuenta Lucía — la había horrorizado hasta tal punto que todas las penitencias y mortificaciones le parecían nada para conseguir librar de allí algunas almas». Otras veces Lucía llama a la revelación del Infierno «a primeira parte do segredo» [«la primera parte del secreto»]. ¿En qué consisten las «otras» partes? Pongamos atención a la lectura del siguiente texto, que es necesario trasladar en toda su longitud y en toda su literalidad, según el original que tengo ante la vista: [§ 1] «Asustados, y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, quien nos dijo con bondad y tristeza: ‘habéis visto el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la Devoción a mi Corazón Inmaculado’». [§ 2] «Si hicieren lo que yo os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a terminar; pero si no dejaren de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor». [§ 3] «Cuando viereis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que [esa] es la gran señal que 14


Dios os da de que va a castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre». [§ 4] «Para impedirla, vendré a pedir la Consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado, y la Comunión Reparadora en los Primeros Sábados». [§ 5] «Si atendieren a mis peticiones, Rusia se convertirá, y tendrán paz. Si no, propagará sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas». [§ 6] «Por fin, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá. Y será concedido al mundo algún tiempo de paz». [§ 7] «En Portugal se conservarán siempre los dogmas de la Fe, &c... (sic)». [§ 8] «Esto no lo digáis a nadie. A Francisco sí que se lo podéis decir». Este grande e importante texto de las revelaciones de Fátima consta de 8 párrafos, cuyo contenido es necesario ponderar si se le quiere entender perfectamente en lo que dice y en lo que deja suponer. En el primer párrafo [§ 1] se une el misterio del Infierno con el establecimiento de la Devoción al Corazón Inmaculado de María, cuya intercesión puede alcanzar del Señor la salvación de las almas, que de otro modo 15


irían a parar a aquel lugar de tormentos. Esta idea — adviértase bien — es la que domina ya todo el texto. Y no podemos dejarnos engañar por las ideas posteriores, fuertes sí, pero que están subordinadas todas a la salvación de las almas por medio de la Devoción verdadera al Corazón Inmaculado. En el segundo párrafo [§ 2] hay una promesa espléndida para la guerra (1914-1918), la cual ya estaba para terminar, unida a la intercesión del Corazón Inmaculado. Pero si el mundo y la Iglesia la olvidan, dice el texto que vendrá otra [guerra] peor, en tiempos de Pío XI [, Papa desde el 06/02/1922 hasta el 10/02/1939]. Cuando Lucía ha sido preguntada por el [texto], al parecer, [con] error histórico, ya que la Segunda Gran Guerra (01/09/1939 - 02/09/1944) comienza cuando Pío XII ya es Pontífice [desde el 02/03/1939 hasta el 09/10/1958], ha respondido que en realidad esa guerra comienza verdaderamente antes, con la anexión de Austria por la Alemania de los nazis [el 12/03/1938]. En el tercer párrafo [§ 3] se habla de una “señal” que Dios daría para prevenir esos acontecimientos. En efecto, Lucía vio esa señal realizada en la célebre gran aurora boreal de principios del año 1938 [en la noche del 24/01/1938]. Y [Lucía] nunca ha querido admitir que [esa luz desconocida] se tratara de un simple hecho natural. Ahora bien: la guerra, que comenzó en Septiembre de 1939, pudo ser impedida — como se dice en el cuarto párrafo [§ 4] — si se hubieran realizado dos condiciones: 16


- Una práctica real y de corazón de la Comunión Reparadora de los Cinco Primeros Sábados. - Una Consagración de Rusia, realizada con las condiciones que el Cielo exigía. En el año de 1917 la Virgen promete venir a pedir esas dos cosas, y cumple su promesa: - Viniendo a pedir la Comunión Reparadora, el día 10 de Diciembre de 1925, apareciéndose a Lucía, entonces postulante Dorotea, en Pontevedra. Hoy aquella casa, adquirida por el Ejército Azul, se ha convertido en centro de atracción de una alta espiritualidad mariana, adonde acuden los fieles desde todos los puntos de España y del extranjero. - En cuanto a la segunda petición que la Virgen decía que vendría a hacer, se realizó igualmente en España, en Junio de 1939, cuando Lucía estaba en Tuy, ya profesa Dorotea. ¿Se ha realizado realmente la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María según todas las condiciones exigidas por el Cielo? La Hermana Lucía está convencida personalmente de que esas condiciones no se han cumplido en los diferentes actos de Consagración al Corazón de María realizados por los últimos Pontífices. Aunque humildemente añade que ella no puede saber si el Cielo se ha dado por complacido con ello... Nosotros, en cuanto historiadores, podemos afirmar que, efectivamente, los diferentes actos de Consagración que tanto Pío XII 17


como Pablo VI han hecho al Corazón Inmaculado de María, no llenan las condiciones «históricas» que el Cielo ha pedido. Este lugar no es para extendernos más sobre este punto importante que pensamos estudiarlo expresamente en otro opúsculo, pero si quisiéramos contemplar teológicamente este tema de Fátima, diríamos, en primer lugar, que no es conforme a la teología de la Gracia pensar que con la recitación de una fórmula, y de un modo mecánico, [como] obtendremos de Dios la conversión de Rusia, y con ella todos los inmensos beneficios de paz que atraería. En segundo lugar, un medio propuesto por el Cielo mismo, no puede ser despojado de sus efectos «quasi-sacramentales», sobre todo cuando [ese medio] se apoya en una teología de la intercesión tan segura y tradicional como es la intercesión de la Virgen. Por eso es indudable que la «intención» de estas consideraciones y condiciones establecidas por el Cielo — en estos y otros casos en la historia de los carismas —, es aplicar simultáneamente los dos extremos con los que Dios cuenta: nuestra conversión, la nuestra, la de los católicos, que pertenecemos a la Iglesia verdadera, [que] es una condición para merecer [el otro extremo:] que el Papa y los Obispos, juntamente con él, realicen una Consagración de Rusia que sea la exigida por el Cielo. En el quinto párrafo [§ 5] se describen, de una manera muy viva y realista, los castigos que se seguirán de esa «no-conversión» de Rusia, porque [Rusia] no ha sido consagrada.

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El sexto párrafo [§ 6], en cambio, es un rasgo típicamente «escatológico» en que las afirmaciones obtienen un carácter absoluto, aunque siempre dentro de la tesitura de toda esperanza cristiana: el triunfo del Inmaculado Corazón de María es absolutamente seguro, del mismo modo como es seguro que «un día» el Santo Padre resolverá a hacer la Consagración de Rusia pedida por el Cielo. ¿Será todo al final de los tiempos, cuando todo sea consumado? El mismo texto nos dice que no, ya que «será concedido al mundo algún tiempo de paz». Luego [,] si la Consagración de Rusia, que traería su conversión y los grandes bienes de la paz al mundo, no se ha dado todavía.... y el momento del triunfo definitivo del Corazón Inmaculado todavía no ha llegado, una conclusión es evidente: nos encontramos en el período intermedio, en que es necesario que nos purifiquemos nosotros, el mundo y la Iglesia, [y] suframos los «terrores de Dios» de que habla San Agustín. Sólo en espíritu de penitencia, de compunción y de invocación de la poderosa ayuda del Corazón Inmaculado de María, [es como] podremos alcanzar ese triunfo definitivo que esperamos. El séptimo párrafo [§ 7], introducido por Lucía solamente en su Cuarta Memoria, contiene lo que con toda seguridad es la TERCERA PARTE del secreto de Fátima, que permanece inédito, y del que luego vamos a hablar, en el Capítulo 2 [de este opúsculo]. En cuanto al octavo párrafo [§ 8], el último, [este] contiene el mandato de guardar silencio sobre lo revelado, aunque benignamente la Virgen añade que a 19


Francisco — que, como sabemos, no oía las palabras de la Virgen — sí se lo podían decir.

1.3 LAS DOS PRIMERAS PARTES DEL SECRETO (CUÁNDO Y CÓMO FUERON DIVULGADAS LAS DOS PRIMERAS PARTES DEL SECRETO DE FÁTIMA)

Como hemos dicho, ni en Mayo ni en Junio de 1917, los niños reciben ninguna orden del Cielo para guardar silencio sobre las revelaciones que iban recibiendo. Sólo la inteligente reserva de Lucía, ayudada por el movimiento instintivo del Espíritu Santo, comprendía que sobre la promesa de salvación y sobre la práctica reparadora al Corazón de María debían guardar silencio. Jacinta, sin poderse reprimir, revela no sólo la primera Aparición, sino también la promesa de salvación. Pero cuando en Julio reciben la orden expresa de callar lo revelado aquel día, Francisco y Jacinta comprenden bien que no debían hablar sobre la reparación al Corazón de María, porque — como les advertía Lucía — por ahí podía descubrirse el secreto. Jacinta, sin embargo, antes de su temprana muerte [ocurrida en 1920], tampoco pudo reprimirse del todo, y en las declaraciones — que pueden considerarse auténticas — hechas a Madre Godinho, habló mucho, no sólo sobre el Infierno, tema que tanto la preocupó, sino también sobre las naciones. Todos estos son indicios absolutamente claros de que los «temas nuevos» — así llamados por algunos críticos —, no eran tan nuevos.

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El secreto — que los niños decían haber recibido — empezó a causar curiosidad y preocupación. El administrador de Vila Nova de Ourem, Arturo de Oliveira Santos, creyó que en el secreto estaba todo el misterio de aquellos hechos, supuestamente maravillosos, y juzgó necesario que debía arrancarlo a los niños por todos los medios. Un primer intento se realiza cuando el día 11 de Agosto hace presentarse al padre de Lucía, a Lucía, [y] al señor Marto, quien se presenta solo, excusándose con la tierna edad de sus hijos — Jacina y Francisco —. El día 13 siguiente, [Oliveira realiza un segundo intento] cuando rapta a los niños, [y] antes de llevárselos, los presenta al párroco, precisamente para poder engañar también a éste. Efectivamente, el párroco interroga a Lucía sobre el secreto. Lucía se niega a revelarlo. Pero en su deseo de satisfacer al párroco, y en su forma ingenua e infantil, le dice: «Mire: si [Ud.] quiere, voy allí arriba y pregunto a la Señora si Ella me da licencia para que yo diga el secreto, y si Ella me da licencia, entonces lo digo». No hay que decir que en los tres días que [Oliveira] retuvo a los niños en Vila Nova de Ourem [,] el administrador y sus correligionarios no lograron arrancar el secreto a los niños, ni siquiera a través de las más atroces amenazas ni de las promesas y lisonjas más atrayentes. El «secreto» se convertía, pues, en el centro de atracción de todos los curiosos que interrogaban a los niños. Muertos Francisco [en 1919] y Jacinta [en 1920], Lucía era ahora la única depositaria del secreto. En Junio de 21


1921, Lucía abandona los lugares sagrados de las Apariciones para entregarse a una labor necesaria de formación cultural, religiosa y humana en El Vilar (Porto). Allí la reserva extrema a que [Lucía] fue rigurosamente sometida, y que ella aceptó y cumplió con una fidelidad heroica, no deja traslucir nada. Aun en los interrogatorios más apremiantes, como eran los de personas aprobadas por el señor Obispo de Leiría, Lucía encontró siempre el medio de evadirse de tener que responder a una pregunta que iba siempre dirigida certeramente por los interrogantes al secreto. He aquí un texto precioso de la Hermana Lucía: «A casi todos los interrogadores les ha impresionado que [yo], en el momento de ser interrogada, baje los ojos y me reconcentre de forma que parezca que no presto atención a la pregunta que me hace. Y hasta a veces algunos repiten la pregunta creyendo que no los oí. Al señor Antero de Figueiredo respondí que [yo] estaba recordando lo que pasó en relación con la pregunta que [él] se me hacía. Y, verdaderamente, así era. Pero en realidad, el verdadero motivo de mi proceder era procurar en el fondo de mi conciencia, y en la asistencia del Divino Espíritu, una respuesta que, sin descubrir la realidad. Estuviese de acuerdo con la verdad». Esta penosa situación de reserva se prolonga hasta finales del año 1927. Cuando en Diciembre de 1925 la Hermana Lucía recibe la Aparición de la Virgen sobre la Gran Promesa de los Primeros Sábados de Mes [,] descubre todo a su director espiritual y a su confesor de 22


Pontevedra, el santo don Lino García, pero lo hace de modo que esos hechos no aparezcan vinculados con los de Fátima, ya que Lucía estaba aguardando una señal del Cielo que le permitiera hacer la gran revelación del secreto de Julio de 1917. Esa señal se produce con la siguiente ocasión: el P. Aparicio, S. J., su confesor y director en Tuy, se da cuenta, o por lo menos sospecha, que la revelación de los Primeros Sábados, tal como la recomienda y practica Lucía, debía estar vinculada a los hechos de Fátima. Y [el P. Aparicio,] en una visita a Tuy, la primera semana de Diciembre — ya que [él] había sido trasladado a La Guardia —, manda a Lucía que le explique, por escrito, dos cosas: la primera era la relación que el tema del Corazón de María tenía con los hechos de Fátima; y la segunda fue que, puesto que [ella] había quemado la primera redacción de la Aparición de los Primeros Sábados, que la escribiera de nuevo. Sobre la primera encomienda del P. Aparicio — única [encomienda] que ahora nos interesa —, Lucía escribe: «En el día 17/12/1927 fui junto al Sagrario a preguntar a Jesús cómo satisfaría la petición que se me había hecho, si el origen de la Devoción al Corazón Inmaculado de María estaba incluido en el secreto que la Santísima Virgen me había confiado». Jesús, con clara voz, le hizo oír estas palabras: «Escribe, hija mía, lo que te piden; y todo lo que la Santísima Virgen te reveló en la Aparición en que te 23


habló de esta Devoción, escríbelo también. En cuanto al resto del secreto, continúa el silencio». Ahora bien: lo que en 1917 fue confiado a este respecto es lo siguiente: ella (está empleando la tercera persona) pidió [a la Virgen] que los llevara al Cielo. La Santísima Virgen respondió: «Sí, a Jacinta y a Francisco los llevo pronto; pero tú, Lucía, quedas aquí por algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la Devoción a mi Corazón Inmaculado. A quien la abrazase, prometo la salvación. Y estas almas serán queridas por Dios como flores puestas por mí para adornar su trono». «¿Entonces me quedo solita?», dije con tristeza. «No, hija, Yo nunca te dejaré: mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios». Por ese texto precioso vemos que Lucía, a fines de Diciembre de 1927, seguía con escrúpulos y reservas sobre revelar el tema del Corazón de María como algo vinculado esencialmente a Fátima. [Esos escrúpulos y reservas] No [se debían], ciertamente, a causa de la misma vinculación, sino porque suponía que hablar de ese tema era entrar en la pendiente resbaladiza que la llevaría a tener que revelar el «secreto» de Julio de 1917, sobre lo que todavía el Ciclo no se había manifestado. De ahí esa pregunta fervorosa ante el sagrario de Tuy, el 17 de Diciembre de 1927, de que habla el texto. Es ahora cuando el Cielo da una permisión, aunque no 24


completa, sino reducida: la de declarar cómo el tema del Corazón de María se había manifestado en la segunda Aparición de Junio. No era necesario más para cumplir el mandato del P. Aparicio, S. J., y Lucía se atiene a lo que le permite la licencia dada por el Cielo. Vemos, pues, que el secreto de Julio de 1917 permanece intacto en el alma de la Hermana Lucía. Lo mismo acontece cuando al final del año 1935 [Lucía] es obligada a escribir sus recuerdos sobre Jacinta. ¿Cómo escribir sobre su vida interior si esta «Florecilla de Fátima» vivió tan intensamente una vida cordimariana? Lucía ve la dificultad, y previene al señor Obispo: «Antes de comenzar a contar, Excmo y Revmo. señor, lo que me acuerdo del nuevo período de la vida de Jacinta, tengo que decir que hay algunas cosas, en las manifestaciones de Nuestra Señora, que nosotros habíamos acordado no decir a nadie; y, tal vez, ahora me vea obligada a decir algo de eso, para decir a dónde Jacinta fue a beber tanto amor a Jesús, al sacrificio y a los pecadores, por cuya salvación tanto se sacrificó». De hecho, esa Primera Memoria, que tan al vivo nos describe la vida cordimariana de la pequeña Jacinta, no alude para nada a lo restante del secreto de Julio de 1917. Lo mismo va a acontecer con la Segunda Memoria, en la que se habla, ciertamente, del Corazón de María, pero callando cuidadosamente todo lo del secreto de la Aparición de Julio del 1917. Henos, pues, todavía a 25


fines del año 1937, sin que Lucía haya revelado nada sobre las dos partes primeras del famoso secreto. En Diciembre de 1940, Lucía, mandada por sus directores, escribe a Pío XII para pedirle la Consagración del mundo al Corazón de María. Es entonces cuando Lucía escribe el párrafo referente a Rusia, a su Consagración, a su conversión y los grandes bienes que de ahí se seguirían: «En 1917, en Fátima, en la parte de las manifestaciones que hemos designado con el nombre de ‘secreto’...». Finalmente, en la tercera Memoria, escrita en Agosto de 1941, la misma Lucía es quien nos explica con todas las circunstancias, la ocasión y la razón de escribir ya las dos primeras partes del secreto: «En obediencia a la orden que V. Excia. Revma. me da, en la carta del 26 de Julio de 1941, de pensar y apuntar alguna cosa más, que de Jacinta me pueda acordar, pensé — y parecióme que por esa orden Dios hablaba — que era llegado el momento de responder a dos puntos de interrogación que varias veces me han sido enviados, y cuya respuesta he diferido (...). Tendré, para ello, que hablar algo del secreto; y responder así al primer punto de la pregunta. ¿Qué es el secreto? Paréceme que puedo decirlo, puesto que tengo ya la licencia del Cielo. Los representantes de Dios sobre la 26


tierra me han autorizado a ello varias veces y en varias cartas, una de las cuales juzgo que conserva V. Excia. Revma., del R. P., José Bernardo Gonçcalves. Aquella [carta] en la que [él] manda escribir al Santo Padre. Uno de los puntos que me indica es la revelación del secreto». La Cuarta Memoria, escrita en Diciembre de 1941, repetiría el mismo texto sobre el secreto de Julio que la Tercera [Memoria], pero añadiéndole ese párrafo, «que hemos designado como “séptimo”»: «En Portugal se conservarán siempre los dogmas de la Fe, &c...» (sic). En esos puntos suspensivos estaba incluida la tercera parte del secreto, a cuya génesis, historia y repercusiones vamos ahora a dedicar el Capítulo 2 de esta obrita.

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Fig. 03. Manuscrito de LucĂ­a sobre el Secreto.

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CAPÍTULO 2 LA PARTE INÉDITA DEL SECRETO En el Capítulo 1 hemos escrito las peripecias del llamado «secreto» de Fátima, para advertir bien su unidad y [advertir] cómo [,] entre las muchas cosas que en el Mensaje integral de Fátima constituyeron un tiempo «secreto» — en cuanto permanecieron ocultas hasta el momento oportuno de su manifestación —, están incluidas las tres célebres partes del secreto de Fátima. De las tres partes del secreto, las dos primeras ya fueron manifestadas, y la tercera permanece todavía oculta. Es de esta parte, ahora, de la que intentamos hablar, para esclarecer bien su génesis, su trayectoria, sus repercusiones y, en lo posible, su contenido y significado.

2.1 Génesis de la tercera parte del secreto. Como hemos dicho, las dos primeras partes del secreto se escriben definitivamente en el año 1941. Pasa todo el año 1942. Y cuando el año 1943 se encontraba ya en su segunda mitad, Lucía cae enferma. Esta había de ser la ocasión que induciría al señor Obispo de Leiría a mandar escribir a Lucía lo restante del secreto. La Hermana Lucía ha gozado siempre de una salud buena, sufriendo de vez en cuando de dificultades bronquiales, que a veces se han agudizado, necesitando de períodos de descanso, casi siempre pasados en las apacibles rías bajas de Pontevedra, La Toja y Rianjo. 29


Pero en el verano de 1943, a principios de Junio, se presenta una pleuresía, a principios leve, pero que inmediatamente tomó caracteres de gravedad, con fiebre bastante alta. Lucía escribe al señor Obispo: «Tal vez que todo esto sea el principio del fin; y estoy contenta. Está bien que, a medida que mi misión en la tierra se va acabando, el Buen Dios va preparándome los caminos para el Cielo». Sin embargo, a principios de Julio, Lucía mejora; pero vuelve a recaer, por motivo de una infección producida por una inyección en mal estado. El señor Obispo de Leiría empieza a preocuparse por la salud de Lucía, y hasta teme por su vida. Y en Julio [, el señor Obispo] le escribe para que haga nuevos apuntes sobre Jacinta, que debían ser utilizados para la nueva edición del librito «Jacinta». Pero cuando [el señor Obispo] se entera de la recaída [de Lucía], la inquietud invade al señor Obispo y a los que lo rodean en la Curia episcopal: ¿se iría Lucía de esta vida llevándose «su» secreto? Y [el señor Obispo] queda decidido ir a verla, para mandarle escribir esa parte todavía sin redactar. Cuando todo estaba preparado, [se presenta una] segunda infección que sufre Lucía, por la misma razón que antes, y Lucía vuelve a guardar cama. No obstante esto, el señor Obispo se presenta en Tuy a mediados de Septiembre, y habla con Lucía, postrada en cama. Y el tema, como decimos en seguida, fue la redacción de lo restante del secreto. Entre tanto, todavía una tercera infección, producida de nuevo por una tercera inyección. Para recibir al señor Obispo [, Lucía] no pudo ni dar un paso ni salir de la enfermería. 30


Esta [tercera] infección, sin embargo, [fue] más bien beneficiosa, porque la pleuresía de Lucía, que a todo se resistía, se resolvió precisamente a causa de la purulencia que le causó en una pierna. Fue necesario operarla. Para ello [, Lucía] marchaba a Pontevedra el 21 de Septiembre, y el día 22 era hospitalizada en la clínica del doctor Marescot. Este notable cirujano la opera felizmente, y el día 26 [Lucía] abandona la clínica, marchando a la Casa de su Comunidad de la entonces «Travesía de Isabel II» y hoy ya «rúa de la Hermana Lucía», ocupando la misma habitación que en el tiempo de la aparición de Nuestra Señora. Á principios de Octubre [, Lucía] volvía a Tuy, y poco a poco se fue restableciendo; pero esto duró todavía algunos meses de todo el año 1944. En esta situación penosa de enfermedad es en la que acontece la redacción de la tercera parte del secreto, con circunstancias curiosas y muy dignas de ser contadas. A mediados, pues, de Septiembre [,] el señor Obispo de Leiría está en Tuy y habla con Lucía, postrada en el lecho de la enfermería de la Casa. Sobre lo tratado [,] ella misma nos informa, diciendo que el señor Obispo de Leiría le había manifestado el deseo de que, si ella quiere, escribiese la parte que falta del secreto. Esto no era, claro está, para inmediatamente publicar la parte del secreto, sino sólo para quedar escrito. «Pero — añade Lucía — a mí me parece que escribirlo es ya de algún modo revelarlo, y no tengo todavía licencia de Nuestro Señor para ello. De todos modos, 31


como estoy habituada a ver la voluntad de Dios en los deseos de los superiores, estoy mirando a la obediencia y no sé qué hacer. Prefiero una orden expresa en que me pudiese apoyar delante de Dios, y decir con seguridad: “Mandarammo, Senhor”. Pero esas palabras: “Se a Irma quizesse”, me conturban y me dejan perpleja». Lucía, pues, no se decide a escribir [la parte oculta del secreto] sin una orden expresa. Como ella decía — todavía en otro lugar —, aunque [el secreto] quede lacrado, siempre es revelarlo. La Hermana Lucía no sabía decidirse entre el mandato del Señor de no escribir [,] y la simple voluntad de deseo del señor Obispo de Leiría, que dejaba en libertad la voluntad de Lucía. Es muy curiosa, ciertamente, la seguridad que muestra Lucía en sus comunicaciones con Nuestro Señor, tanto que [esa seguridad] se convierte en regla de vida, si otras normas de la Voluntad de signo de Dios no se interponen. Por otra parte, y ya en una ocasión parecida, en que alguno de la Curia quería que don José impusiese una orden a la Hermana Lucía, el señor Obispo había respondido: «En asuntos de secretos no me meto». Sin embargo, esta vez se trataba de salvar el precioso resto del «Secreto», y el señor Obispo juzgó, finalmente, dar esa orden. Por último, en una carta de mediados de Octubre, don José dio la orden expresa que pedía Lucía. Y ésta se manifestó dispuesta a cumplirla, como siempre, filial y sumisamente. Lucía estaba, sí, convencida de que obedeciendo a sus superiores, obedecía a Dios; pero [Lucía], tal vez acostumbrada a que en otras ocasiones — como hemos visto — el mismo 32


Cielo se le manifestara, confirmando las órdenes de los superiores, esta vez esto no acaba de acontecer, y Lucía sufría dolores de muerte. «El Cielo, sin embargo, por ahora, guarda silencio. ¿Querrá Dios ahora probar mi obediencia?», decía [Lucía]. Todo esto acontecía ya durante todo el mes de Noviembre. A principios de Diciembre [,] Lucía tiene comunicaciones más frecuentes con el entonces todavía Administrador Apostólico de Tuy y ya preconizado Arzobispo de Valladolid, don Antonio García. Desde hacía tiempo, don Antonio venía guiando espiritualmente a Lucía, aunque hubiera encomendado la dirección espiritual permanente a su Vicario General, el venerable y santo sacerdote don Jesús Varela. Hablando, pues, con don Antonio García, [Lucía] le participaba sus angustias interiores: «Me han mandado escribir la parte del secreto revelado por la Santísima Virgen en 1917, y que todavía, por orden del Señor, conservo oculto. Me dicen que lo escriba, o en los cuadernos donde me mandan apuntar mi diario espiritual, o si quisiere, [lo escriba] en una hoja de papel y meterlo dentro de un sobre; cerrarlo y lacrarlo». A don Antonio García, Lucía le había manifestado los mismos temores que a don José, Obispo de Leiría; es decir, que aquella orden la hacía estremecer, ya que, por una parte, el Señor le había dado una orden de no decir nada a nadie; [y] por otra [parte], su representante le mandaba escribir. Una auténtica lucha interior se traba en ella: ¿quién había de decidir: el carisma o la Jerarquía? Y [Lucía] añadía, pidiendo consejo a don 33


Antonio García, que ya varias veces había querido obedecer [a la Jerarquía] y se había puesto a escribir a la mesa, sin llegar a conseguirlo. Que nadie dude de la buena, y aun óptima disposición de la Hermana Lucía: ante todo, [ella] quería obedecer; pero ante aquella — y para ella extraña — actitud de silencio del Cielo le parecía que ahora ella era para el Señor «una alma desconocida», y sufría tremendamente. Don Antonio consolaba y aconsejaba paciencia a Lucía; ya se pasará esa turbación. Entre tanto, que [ella] escribiese a don José, exponiéndole sus dificultades para cumplir el mandato [de escribir la parte oculta del secreto]. Y, sobre todo, que [ella] permaneciese tranquila, que no desobedecía en nada a Nuestro Señor. Estas comunicaciones de don Antonio García a Lucía son hechas en la primera mitad del mes de Diciembre. En ellas no hay nada que no respire una suma prudencia en aconsejar a un alma puesta en grave tribulación. Desde luego, no hay nada — sino todo lo contrario — que hubiera apartado a Lucía de redactar lo que se le había mandado. ¿Quién, y por qué, ha dicho que don Antonio García se había manifestado [como] un grande opositor a que Lucía escribiese lo restante del secreto? Nada [es] más infundado. Lo que don Antonio García aconseja a Lucía es, ante todo, paciencia, mucha oración, hasta que esa penosa situación de perplejidad pase, y luego, y sobre todo, que escriba a don José, manifestándole sus dificultades para cumplir el mandato. Finalmente, don Antonio quiere aquietar completamente el alma de Lucía asegurándole algo precioso para Lucía: que [ella] 34


cumplía perfectamente la Voluntad de Dios Nuestro Señor. ¿Podía aconsejarse algo mejor? Pero Lucía estaba no sólo bajo la prudente y santa dirección del señor Obispo de Leiría, del entonces señor Obispo de Gurza, y del santo y fervoroso don Antonio García que se preciaba de ser para Lucía «Prelado que soy de usted y Pastor encargado de su salvación y santificación»... [Lucía también] Se hallaba bajo la influencia de sus superioras, y en este período, bajo la suave y maternal influencia de su superiora, Madre María do Carmo Cunha Matos. ¿Esta Madre habrá tenido una intervención — tal vez dudosamente prudente — para que Lucía no recibiese esas comunicaciones tan exquisitamente prudentes de don Antonio García? Si ciertamente [esas comunicaciones] hubieran retrasado la redacción del escrito, lo hubieran garantizado mucho mejor en cuanto a las circunstancias de una redacción reposada y tranquila. Tenemos la sospecha de que así es. En efecto, las comunicaciones de don Antonio García a Lucía son de la primera mitad de Diciembre, y Lucía no las recibe hasta en la segunda semana de Enero de 1944, cuando [ella] ya había redactado el escrito en medio de dificultades de espíritu muy fuertes. ¿Hubo en ello [un] especial interés de alguna persona en que Lucía no recibiera esas comunicaciones para no retrasar la redacción [de la parte oculta del secreto]? Entre tanto, Lucía — sin ser influida por las comunicaciones de don Antonio, que le habían sido interceptadas —, ya casi en vísperas de las Navidades, 35


le dice [a don Antonio] que, no obstante haberlo intentado varias veces, todavía no había podido escribir lo mandado. Y que ese fenómeno — que le impedía escribir — acontecía no ciertamente por causas naturales. Por otra comunicación de Lucía sabemos, aproximando ya mucho las fechas «a parte ante», que [en] el día de Navidad [, ella] todavía no había realizado la redacción. En cuanto a la data límite «aparte post», sabemos que el día 09 de Enero de 1944 ya está escrita la tercera parte del secreto. Por tanto, aunque hoy mismo nuestras investigaciones no nos hayan podido dar la data cierta (¡y no sabemos si la tiene escrita!), podemos señalar dos fechas ciertas, «a parte ante» y «aparte post», que son el 25 de Diciembre de 1943 y el 09 de Enero de 1944, entre las cuales el famoso trecho final del secreto de Fátima, revelado el día 13 de Julio de 1917, fue finalmente redactado por Lucía. Ahora toda la dificultad consistió en encontrar la ocasión oportuna en que [la tercera parte del secreto] pudiera llegar a manos del señor Obispo de Leiría con toda seguridad. Y esto exigió todavía algunos meses, hasta que, finalmente, el día 17 de Junio de 1944, el señor Obispo de Gurza y Lucía llegan a la frontera de Valencia do Minho. El señor Obispo de Gurza iba acompañado por otros, ignorantes de la misión que llevaba de parte del señor Obispo de Leiría. Lucía, que se acerca allí desde Tuy, entrega el precioso documento. Esa misma tarde, don José [Obispo de Leiría] recibe el documento en su finca de Braga, «La Formigueira», adonde se dirigieron los felices portadores de tan esperado documento. Este [documento] está escrito en una hoja, metida dentro de un sobre que, a su vez, ha sido lacrado. Más tarde [, el sobre] fue metido por don 36


José en otro sobre mayor, también lacrado, sobre el que el señor Obispo ha escrito de su puño y letra: «Este sobre con su contenido será entregado a Su Eminencia el Sr. Cardenal D. Manuel, Patriarca de Lisboa, después de mi muerte. Leiría, 8 de Diciembre de 1945. + José Obispo de Leiría».

2.2 Peripecias y repercusiones del documento. La tercera parte del secreto estaba, finalmente, en manos del señor Obispo de Leiría. Este, respetando absolutamente el sigilo del documento, lo depositó en la caja fuerte de la Curia, de donde no salió sino en rarísimas ocasiones, para ser simplemente contemplado por fuera por algunos privilegiados. Por ejemplo, fue fotografiado por el reportero de «Life», Mr. Pazen, en donde apareció. En cambio, las peripecias, y sobre todo las repercusiones para la «fama» de Fátima, constituyen uno de los capítulos más interesantes para la historia de la curiosidad malsana de la prensa y de todos los medios de comunicación, ávidos de lanzarse sobre todo lo sensacional y maravillosista. También aquí es necesario hacer luz para liberar [a] Fátima de adherencias humanas, que tantas veces la han puesto en ridículo, y otras [veces] la han deformado en caricaturas grotescas.

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Cuando el señor Obispo de Leiría recibe el documento sellado [,] recibe igualmente una comunicación de Lucía, en donde [ella] le hace algunas sugerencias; por ejemplo, que lo guarde él mismo y que después de su muerte (del Obispo) sea entregado al señor Cardenal Patriarca de Lisboa. Efectivamente, don José así lo comunica al señor Cardenal, recibiendo aquellas sugerencias de Lucía como una orden del Cielo. Más tarde, en conversaciones personales [de don José] con el señor Patriarca [de Lisboa], don José quiso confiar el documento, antes de su muerte, al señor Patriarca, recusándose éste siempre a recibirlo. El documento siguió, por lo tanto, en la Curia de Leiría hasta el momento en que es entregado al Nuncio Apostólico en Lisboa, Mgr. Cento, para ser transferido a Roma. Es más, el Emmo. Cardenal Ottaviani ha hecho una «suposición» que en sus labios tiene todos los caracteres de verdad-hecho, diciendo: «Y en cuanto al caso de guardarlo en el archivo de Leiría, podemos suponer que Roma, prudentemente, hizo lo mismo que el señor Cardenal Patriarca cuando le propusieron recibirlo: pedir al señor Obispo de Leiría que por entonces lo conservase en su poder». También parece cierto que entre el señor Obispo de Lería y la Hermana Lucía, en alguna conversación posterior, hubo un acuerdo de que el documento fuese abierto «no antes de 1960, y de todos modos, después de la muerte de Lucía, podía serlo». Una serie coincidente de afirmaciones autorizadas nos obliga a tener por verdaderas esas proposiciones.

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En primer lugar, [hay una afirmación] de la misma Hermana Lucía, en respuesta al P. Jongen. Este le pregunta en Febrero de 1946: «Usted ha comunicado ya dos partes del secreto, ¿cuándo le llegará la vez a la tercera?». [Y Lucía responde:] «He comunicado la tercera parte en una carta dirigida al señor Obispo de Leiría. Pero [esa parte] no puede ser revelada antes de 1960». También el señor Obispo de Leiría, don José, hizo semejantes afirmaciones; por ejemplo, al señor canónigo Barthas: «Ya en 1946, a esta cuestión (“[de] cuándo sería abierto el documento”), Lucía y Mgr. el Obispo de Leiría me respondieron uniformemente, sin dudar y sin comentarios: “En 1960”». El señor Obispo de Leiría podía, sin duda alguna, abrirlo inmediatamente; pero el santo y prudente Obispo no quiso nunca adelantarse a los indicios del Cielo, que le venían por medio de Lucía, y jamás forzó los sellos. «Yo le pregunté muchas veces — nos informa el señor canónigo Galamba — el por qué no lo abría. El respondía siempre: “No es de mi incumbencia el interferirme en ello. Los secretos del Cielo no son para mí, y tampoco necesito cargarme con esa responsabilidad”». 39


«[El Obispo de Leiría] Podía leerlo — nos dice el Cardenal Ottaviani —, pero quiso respetar el secreto también por reverencia al Santo Padre». Don José, en las cosas de Fátima, ponía toda su confianza en el Cielo, y sabía esperar. Cuando alguno, en 1947, le pregunta si conoce el secreto, responde: «No; no quise leerlo. Fátima es toda obra de Dios. No quiero entrometerme». El señor Cardenal de Lisboa, entonces Cardenal Cerejeira, autoridad indiscutible, también hizo semejantes afirmaciones: «De las dos partes ya reveladas del llamado “secreto” (la tercera [parte] todavía no ha sido comunicada, pero está redactada en carta lacrada que será abierta en 1960) se sabe lo bastante para concluir que la salvación del mundo, en esta hora extraordinaria de la Historia, ha sido puesta por Dios en el Corazón Inmaculado de María». Otros eminentísimos cardenales, sin duda bien informados, hicieron las mismas afirmaciones. Así los Cardenales Tisserant y Piazza. El Obispo sucesor de don José, el Excmo. don Joáo Pereira Venancio, en unas declaraciones de principios del año 1959, hizo la misma afirmación: «Yo pienso que la carta no será abierta antes de 1960. La Hermana Lucía había pedido que no fuese 40


abierta antes de su muerte, o también en 1960. Ahora bien: estamos en 1959, y la Hermana Lucía goza de buena salud». Por lo demás, y sin dejarse llevar de otros «indicios», muy problemáticos, tenemos que el señor Obispo don Joáo, que ha tenido contactos tan íntimos con el Papa Juan XXIII [28/10/1958-03/06/1963] y con el Papa Pablo VI, tomó muy en serio el mensaje de penitencia que se manifestaba en el secreto de Fátima, proponiendo a todos los Obispos del mundo, para la noche del día 12 al 13 de Octubre de 1960, una jornada mundial de oración y penitencia. Otros señores Obispos, con autoridad, hablaron igualmente sobre la fecha de 1960 como la indicada para abrir el documento famoso. Así, cuando el entonces Obispo titular de Tiava y auxiliar de Lisboa pregunta a Lucía sobre el tiempo en que será abierto el secreto, recibe siempre la misma respuesta: en 1960. Pero la autoridad indiscutible en esta materia es también la del señor Canónigo Galamba, quien coincide en todo con los anteriores: cuando el señor Obispo se niega a abrirlo, Lucía le hace prometer que [el sobre con el secreto oculto] sería abierto definitivamente y leído al mundo en su muerte o en 1960, lo que primero aconteciera. «Lucía sólo dijo que [ella] podía revelarlo inmediatamente si el Obispo lo mandase. Pero [Lucía] no dijo que [el Obispo] debía hacerlo inmediatamente. Las datas (para hacer la revelación) fueron determinadas después de un diálogo entre el señor Obispo y Lucía». Pero quien con más claridad, y sobre todo con más autoridad ha hablado sobre la data en que el secreto 41


debía ser revelado, ha sido el mismo Cardenal Ottaviani, quien — como luego decimos — es uno de los pocos que ha leído el secreto. Oigamos sus palabras literales: «El Mensaje debía ser abierto no antes de 1960. Pregunté (en Mayo de 1955) a Lucía ¿por qué? — el ‘por qué’ de aquella fecha — . Y ella me respondió: “Porque entonces aparecerá ‘más claro’ (piu chiaro)”. Lo que me hizo pensar que el Mensaje es de tono profético, porque precisamente en la profecía, como se acostumbra leer en la Sagrada Escritura, existe el velo del misterio (...). “Entonces — [Lucía] dijo —, en el 1960 aparecerá más claro”. El sobre que contenía el “Secreto de Fátima” fue recibido cerrado por el Obispo de Leiria; y por más que Lucía hubiese dicho que él podía leerlo, no quiso hacerlo. [Él] Quiso respetar “el secreto” hasta por reverencia al Santo Padre. Lo mandó (¡Don José!) al Nuncio Apostólico, entonces Mgr. Cento, y ahora Cardenal Cento, aquí presente; y éste lo remitió fielmente a la Congregación de la Doctrina de la Fe; la cual se lo pidió, para evitar que algo tan delicado, destinado a no ser dado “in pasto” al público, no fuera a andar, por cualquier razón, aun fortuita, en manos extrañas». De este testimonio fehaciente del Cardenal Ottaviani se deduce que el mismo señor Obispo don José fue quien recibió la orden del Nuncio Apostólico, Mgr. Cento. Ahora bien: don José murió el día 04 de Diciembre de 1957. ¿Cuándo exactamente [el secreto] fue entregado al señor Nuncio? ¿Por quién? ¿Quién lo llevó a Roma? He ahí unas preguntas sobre las que se han dado, sin 42


suficientes fundamentos, las más variadas y, desde luego, erróneas respuestas. Nosotros podemos asegurar que el documento, hasta finales de Febrero de 1957, todavía está en la Curia de Leiría, y que en la segunda quincena de Marzo [, el documento] ya ha sido entregado al señor Nuncio en Lisboa. Más interesante que determinar estas fechas, en sí poco importantes, es saber si, efectivamente, la razón por la que la Sagrada Congregación para la Doctrina [de la Fe] pide este documento es — como lo afirma el Cardenal Ottaviani — una cierta aprehensión por su suerte futura, o más bien [por] otra razón muy diversa. Creemos que existió «Otra» razón. El mismo Cardenal Ottaviani nos ha dicho — aunque bajo el eufemismo de una «suposición» — que la Sagrada Congregación no estuvo interesada en 1944 en tener ese documento, y prefirió que fuera el señor Obispo de Leiría quien siguiera siendo el depositario del documento. Pero además, a principios del año 1957, no se produce ese ambiente «morboso», ni mucho menos clamoroso, que excitaría una intervención de la Sagrada Congregación en ese sentido. Luego no fue una razón urgente de salvaguardar el famoso documento lo que movió a la Sagrada Congregación a reclamarlo a Roma. ¿Cuál, pues, podía ser la verdadera razón? Es algo conocido que a principios del año 1957 [,] la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe pide a la Curia de Leiría que se le envíe una fotocopia de todos los escritos de Lucía. De esa fecha son los trabajos, no pequeños, de fotocopia que se conservan en el archivo de Leiría. Pues bien: ¿qué habría que hacer 43


con el célebre documento lacrado? Don José, siempre respetuoso con las que creía órdenes del Cielo, no quiso ni leerlo ni fotocopiarlo, porque esto segundo suponía ya una revelación que no le estaba permitida [,] o antes de la muerte de Lucía o antes del año 1960. Y — seguramente con un inmenso dolor en el corazón — [don José] deja partir para Lisboa-Roma un documento que se le había confiado con el mismo gran cariño con que Lucía entregaba todos sus escritos a don José. Cuando el documento llega a Roma entra en los archivos de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, todavía en el Pontificado de Pío XII [02/03/1939-09/10/1958]. Este no muere hasta el día 09 de Octubre de 1958. ¿El siervo de Dios Pío XII llegó a leerlo? Nosotros pensamos que no, puesto que seguramente, o le dio poca importancia — ¡una razón más para confirmar que en 1957 no había todavía en Roma ninguna aprehensión sobre el «secreto»! —, o si se la dio, quiso esperar al año 1960, en que el Señor ya lo había llevado a su gloria. Lo que sí es absolutamente falso es un rumor que se extendió, ya en el año 1967, de que [el Papa Pío XII] sí lo había leído y que había llorado por las cosas terribles que allí se decían sobre Alemania. El P. Leiber, íntimo de Pío XII, nos asegura [que ese rumor es falso], diciendo: «Eso es algo completamente gratuito. No hay nada de eso». El Papa Juan XXIII, que muere el 03 de Junio de 1963, Sí que lo leyó en 1960, probablemente a principios de año, cuando los rumores y los alarmismos se hacen intolerables. He aquí las afirmaciones del Cardenal Ottaviani: 44


«Llegó, pues, el “secreto” a Roma: llegó [y fue] llevado a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y, cerrado como estaba, [el secreto] fue llevado (más tarde, en 1960) al Papa Juan XXIII. El Papa lo abrió; abrió el sobre. Leyó. Y, aunque [el secreto está] en portugués [, el Papa] me dijo después que había comprendido todo el texto. Después él mismo lo remitió a otro sobre, lo selló y lo envió a uno de aquellos archivos que son como un pozo, en donde el papel se sume profundamente, negro, negro, y nadie ve ya nada. Por tanto, es difícil saber dónde esté ahora el “secreto de Fátima”». Pero, además de Juan XXIII, éste lo entregó, para que lo leyera, al Cardenal Ottaviani, presente. Él mismo nos lo dice: «Yo, que he tenido la gracia y el don de leer el texto del Secreto — mas yo también estoy bajo el secreto —, puedo decir que todo lo que circula... es fantasía». ¿El Papa actual, Pablo VI [21/06/1963-], lo ha leído? Nada puede afirmarse con seguridad, aunque, con la más alta probabilidad, puede decirse que el Papa, en su alta prudencia, y contra tantas dificultades que se opusieron sobre su viaje de peregrinación a Fátima el día 13 de Mayo de 1967, no hubiera realizado ese viaje sin asegurarse antes de que ese texto no comprometía un gesto que, aunque en sí mismo era un acto de piedad insigne en honra de la Madre de Dios, tenía sus evidentes repercusiones histórico-teológicas. En cuanto a «otros», puede asegurarse, con toda certeza, que el célebre documento no ha sido leído por 45


nadie más. Algunos pueden haber tenido ciertas confidencias de parte de los pocos que lo han leído; pueden hasta saber, por ese medio, el contenido, pero no lo han leído directamente. El documento sigue en ese «pozo negro, negro», de los archivos vaticanos.

POR QUÉ [EL SECRETO] NO FUE REVELADO EN EL AÑO 1960 2.3 Una inmensa desilusión. En los años inmediatamente precedentes al año 1960 hubo varios motivos que excitaron extraordinariamente la avidez curiosa y malsana de las multitudes, en la espera de la revelación del secreto de Fátima. En primer lugar estaba el fundamento verdadero de las numerosas, autorizadas e insistentes declaraciones de quienes repetían que [el secreto] sería revelado en ese año. [En segundo lugar] Estaba la natural ansiedad por el contenido de la tercera parte [del secreto], ya que las otras dos partes eran de por sí suficientes para hacer prever algo grave y serio. A esto se añadieron las ya nonaturales, sino morbosas, disposiciones del pueblo por lo maravillosista y espectacular, que fueron explotadas imprudentemente por quienes precisamente debían educar la piedad popular por una Fe más ilustrada. Y el paroxismo de la expectativa llegaba a su cénit cuando empezaron a publicarse en periódicos, revistas populares y hojas volanderas ciertos textos que se pretendían ser el texto de la tercera parte del secreto. Radio Fátima, ya en 1956, tiene que desmentir rumores sobre profecías trágicas atribuidas a Lucía en 46


relación con el secreto. El periódico «A Voz» alimenta la curiosidad del público lector dándole noticias, suposiciones y sugerencias sobre el contenido del secreto. Algún escritor no tiene reparos en escribir: «Las dos primeras partes del secreto ya se hicieron del dominio público desde 1942. El resto, por orden expresa de Aquel a cuya providencia todo está sujeto, debería continuar oculto; no sabemos por cuánto tiempo. ¿Hasta 1960? Tal vez. Y ¿cuál es el contenido de tan cacareado documento? ¿Contendrá él la revelación total del mensaje de Fátima? ¿Asistiremos en 1960 a una solución inesperada y milagrosa de los problemas fundamentales que hoy dividen el mundo en dos bloques, oriental y occidental? ¿Será el inicio de aquel período de paz prometido a la humanidad, mediante la Devoción al Corazón Inmaculado de María, en la forma indicada por Nuestra Señora? No sabemos. Sea lo que fuere, el mundo todo, católico y no católico, mira con ansiedad hacia el año fatídico de 1960. Y a su vez la Santa Sede también va siguiendo, con la máxima reserva y atención, los acontecimientos que se suceden en consecuencia de la difusión del Mensaje de Fátima, porque en todos esos acontecimientos y manifestaciones está bien patente el dedo de Dios. [Estos] Son fenómenos de tal naturaleza y trascendencia que humanamente no se explican». Este ambiente excitante de expectación morbosa creaba situaciones difíciles para los responsables de Fátima. Porque, llegado el año 1960, en los medios cercanos al Santuario, comenzó a sentirse vivamente que tantas promesas sobre la revelación del secreto empezaban a 47


convertirse en amargas desilusiones. Estas [desilusiones] se volvían, claro está, contra quienes de un modo tan espontáneo, tan repetido, y a veces tan confiado y alegre, habían afirmado que el documento sellado había de ser abierto en 1960. Tal vez hubo en ello una cierta falta de prudencia, causada por el deseo natural de conferir a Fátima una notoriedad y un prestigio. Pero todo ello era muy dudoso. El pueblo sencillo esperó hasta el día 13 de Mayo, en que se seguía pensando que la revelación sería hecha... Después [ese pueblo sencillo] sintió profundamente un desencanto y una decepción que hizo mucho daño a la devoción a Fátima, tanto en Portugal como, sobre todo, en el extranjero. Y empezó a echarse agua al fuego, antes bien avivado con explicaciones... En primer lugar se hizo una distinción que antes no había aparecido: una cosa era «abrir» el documento y otra su «divulgación» al público. Pero esta distinción era del todo vana porque quienes afirmaban eso se ponían en contradicción con las afirmaciones anteriores y bien autorizadas. Además de que ya en aquellos momentos el documento no estaba en la Curia de Leiría, [por lo que] ni su apertura ni mucho menos su divulgación, dependían de los medios cercanos al Santuario. Cuando don José, el primer Obispo de Leiría, y Lucía, convienen en que el documento se abriría en 1960, se referían evidentemente a su divulgación, para bien de la Iglesia y del mundo. Se entró en razones más convincentes cuando se quiso convencer al pueblo para que [este] reprimiese su curiosidad, aceptara y acatara las disposiciones de la 48


Jerarquía, sobre todo del Papa, y se dispusiera mejor para practicar la parte del mensaje que ya era conocida. Así [estaban] los ánimos, [cuando] llega el año «fatídico» de 1960. Y los Mass Media comienzan a agitarse. Por ejemplo, ya a principios de Enero, «A Voz», periódico monárquico de Lisboa, y el correspondiente [periódico] romano «ABC» madrileño, publica en el número 5 del corriente una nota algo incierta sobre la revelación de la tercera parte del «secreto» de Fátima. «A Voz» Dice que [el secreto] será revelado este año (como realmente se supone), pero que nada consta en cuanto al mes. Escribe así: «Nada se sabe por ahora, pero ya la Prensa de todo el mundo, y especialmente la italiana, reflejando la curiosidad y el ansia de millones de católicos, pregunta cuándo será abierto y hecho público el famoso documento, y muchos ya suponen que eso coincidirá con la conmemoración de la primera aparición de la Virgen, es decir, el 13 de Mayo». Dicho corresponsal informa que la curiosidad del mundo católico procura conocer cuál es la decisión de las autoridades eclesiásticas (por lo demás, el Obispo de Leiría), que guardan el documento trascendental, habiendo dirigido preguntas a Lisboa, Leiría, y hasta el Vaticano. El corresponsal añade: «Hay quien afirma que es muy posible que la publicación no sea considerada oportuna, sobre todo después de las fantasías de tipo apocalíptico propagadas sin el menor fundamento por personas que garantizaban haber sabido [,] de los labios de la 49


Hermana Lucía [,] que el secreto no revelado significa la inminencia del fin de los tiempos, O, hablando claro, del fin del mundo a las manos de Rusia». El mismo corresponsal supone que, en caso de ser abierto el sobre con la tercera parte del secreto, el contenido sería dado a conocer primeramente al Papa (!). Publicamos estos informes a mero título de curiosidad, pues existen buenos motivos para suponer que la tercera parte del secreto nada añadirá de esencial, digamos, a lo que se conoce de Fátima y de su mensaje. Y las noticias, ya entrado el año 1960, corrían cada día más alarmantes. Un despacho de «Radio Fátima» comunicaba, sin el menor comentario adverso, lo siguiente: «Ayer estuvieron en Fátima, para procurar informes sobre la próxima (!) revelación del secreto, el señor Giuseppe Gyreco, director de la revista “Grazia”, de Milán, que venía acompañado del reportero fotográfico de la misma revista: señor Cozzi Angelo. En Fátima entrevistaron a monseñor Antonio Borges, rector del Santuario, dirigiéndose después a Leiría, donde procurarán ser recibidos por el señor don Joáo Pereira Venancio, deseando conseguir al término de sus reportajes una entrevista con la Hermana Lucía en el Carmelo de San José, de Coimbra». Los mismos rumores malsanos eran difundidos en Francia por Laffrey con su artículo en «FranceDimanche». 50


Así [estaban] las cosas de propaganda periodística y de excitación de los ánimos en torno a esa supuesta «próxima» revelación del secreto, [cuando] de pronto [se dio a conocer] una noticia de la agencia portuguesa ANI, desde Roma, [que] venía a sembrar la mayor desilusión de la historia de Fátima, y uno de los más graves contratiempos contra el buen nombre de Fátima. [La noticia] Decía así: «El Secreto de Fátima nunca será revelado, admítese en las esferas del Vaticano (9-2-60). Ciudad del Vaticano, “Es posible que el ‘secreto’ de Fátima nunca llegue a ser hecho público”. En círculos altamente fidedignos del Vaticano se acaba de declarar al representante de la United Press International que es muy posible que nunca venga a ser abierta la carta en que la Hermana Lucía escribió las palabras que Nuestra Señora confirió a los tres pastorcitos, como secreto en la Cova de Iría. Por indicación de la Hermana Lucía, la carta sólo podrá ser abierta durante este año de 1960. Ante las presiones que se han ejercido ante el Vaticano (unas para que la carta sea abierta y su contenido [sea] revelado al mundo entero; otras, partiendo del supuesto de que en la carta se contendrían vaticinios alarmantes, para que no sea publicada), se afirma en los mismos círculos vaticanos que el Vaticano resolvió que el texto de la 51


carta de la Hermana Lucía no sea revelado, continuando a ser mantenido bajo riguroso sigilo. ¿El Vaticano conoce ya el contenido del sobre? La decisión de las autoridades del Vaticano se fundamenta en varias razones, a saber: 1. La Hermana Lucía todavía está viva. 2. El Vaticano ya conoce el contenido de la carta. 3. Aunque la Iglesia reconozca las Apariciones de Fátima. No desea tomar el compromiso de garantizar la veracidad de las palabras que los tres pastorcitos dijeron que Nuestra Señora les había dirigido. En estas circunstancias, es muy probable que el “secreto” de Fátima sea mantenido, para siempre, bajo absoluto sigilo» (ANI). Ante el nerviosismo causado por esta desilusión fue necesario «explicar» algo las razones de la nopublicación.

2.4. Por qué la parte inédita del secreto no fue publicada. A finales de Febrero de 1960 [,] el señor Cardenal de Lisboa era entrevistado sobre el asunto por un enviado del «Diario de Noticias». Este [enviado] insistía: «Pero fue la misma Lucía quien había determinado (y creemos que la Virgen de Fátima había sido quien así 52


lo había querido) que el secreto fuera revelado en 1960». El Cardenal responde: «Es del conocimiento público que Lucía ha tenido nuevas manifestaciones de lo sobrenatural. Nada puedo decirle, por tanto, acerca de la oportunidad o inoportunidad de la divulgación del secreto. Nada sé sobre él. Ni fui consultado sobre él — afirmó categóricamente —. Lo que supe acerca de su no divulgación en el 1960 [,] lo supe por los periódicos». Por su parte, el Cardenal Lercaro, en su homilía del 13 de Mayo siguiente, invitaba a los fieles a: «Vinimos aquí movidos no por la ansiosa curiosidad de saber qué otros secretos reserva al mundo la palabra de la Madre; sino más bien, [vinimos] arrepentidos y preocupados por no haber hecho todavía caso de sus amonestaciones; porque, pasados ya tantos años, no hemos seguido sus claras indicaciones y por no hemos recibido sus amorosas peticiones». Algún órgano de la estampa volvía prudentemente sobre sí mismo, diciendo: «La última definición de “secreto” ha sido, en general, juzgada como impropia, al menos en su acepción más sugestiva, ya que la última parte del mensaje de Fátima podría contener solamente una invitación a la oración y a la penitencia, en el espíritu de las apariciones de la Cova de Iría». 53


He ahí, pues, otra razón plausible: el «secreto» no contiene, posiblemente, nada nuevo, y las razones de su no publicación deben ser buscadas únicamente en el ambiente de nerviosismo creado, y que la Santa Sede no juzgó prudente fomentar. Lo mismo recomendaba una voz autorizada del santuario de Fátima: «Las almas simples y generosas no se dejan llevar de la preocupación por las noticias sensacionales que agitan al mundo en relación con la última parte del secreto de Fátima». Más tarde, ya en Mayo, el señor Cardenal de Lisboa lanzaba una apremiante invitación a la calma, diciendo en uno de sus textos elocuentes: «La Virgen ya ha trazado, entonces, un cuadro de los acontecimientos contemporáneos con las persecuciones en la Unión Soviética y la destrucción de algunas naciones. Al mismo tiempo [, la Virgen] ha indicado los remedios; Consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. En esta hora apocalíptica [,] vosotros tenéis el remedio en vuestras manos. Muchos están preocupados por la revelación de la tercera parte del secreto de Fátima, pero olvidan que lo esencial ha estado ya dicho: y [eso] es lo que nos interesa saber: no ofender a Dios y vivir en Gracia». Y el entonces Obispo de Fátima, Mgr. Venancio, se mostró muy preocupado al ver que se comenzaba a estimar como la parte principal [del secreto], la más importante, aquella que sería conocida en el 1960, 54


mientras [que] la [parte] más importante es, ciertamente aquella que todos ya conocen. Orientado así el grave problema de la pastoral de Fátima [,] en aquellos días difíciles de los comienzos de 1960, hoy resulta más fácil sintetizar las verdaderas causas de la no publicación [del secreto] por la Santa Sede, y probablemente ya nunca será publicado por ella: «Las preocupaciones excesivas y casi malsanas — decía [Venancio] — de algunos sobre el contenido de esta carta, ¿no serán señales características de nuestros tiempos atribulados y.... podemos decir, apocalípticos? Dos partes del secreto ya fueron reveladas, ¿no sería mejor darse prisa en penetrarlas en su sentido íntimo, y sobre todo vivirlas y hacerlas vivir por muchos, que hasta se olvidan de su propio destino natural?». En primer lugar, decimos, las circunstancias penosas que precedieron inmediatamente al año 1960 produjeron un ambiente enrarecido, que desaconsejaba, aparte de otras razones, la publicación [del secreto]. Ésta [publicación] hubiera sido una contribución más a aquel nerviosismo y estado de alarmismo que produjeron tantos falsos textos propagados, tantas profecías apocalípticas atribuidas a Lucía, tanta curiosidad excitada por todos los medios. Y una vez que el texto estaba ya en posesión de la Santa Sede, ésta no podía prestarse a una divulgación que, lejos de causar bien, aumentaría un mal ya existente. Pero además [,] esas circunstancias hacían, ciertamente, que el «verdadero» texto, una vez conocido, fuera, en primer lugar, deformado por la propaganda y los medios de 55


comunicación social, poco escrupulosos con la estricta verdad literal e histórica, y ávidos más bien de lanzar al público noticias e interpretaciones alarmantes. Y — esto era muy principal — Fátima y su espléndido Mensaje «integral» se hubieran visto supeditados lastimosamente a esta tercera parte, que no es más que algo añadido, y que está suponiendo el cumplimiento e incumplimiento de lo anterior. [En segundo lugar,] El Pueblo hubiera tomado a Fátima como un mensaje apocalíptico, cuando es verdaderamente un mensaje escatológico absolutamente serio. Era mejor esperar tiempos de mayor calma y comprensión más profunda de la totalidad del mensaje, y entonces la tercera parte será recibida como lo que es: un último aviso sobre nuevas calamidades que amenazan, sobre todo [,] a la Iglesia. Pero en tercer lugar podemos preguntarnos, sin prevenir la prudencia en el obrar en estos casos de los altos Dicasterios [o Tribunales] Romanos: ¿Puede pensarse razonadamente que la Santa Sede autorice, con su autoridad positiva y expresamente, la publicación de un texto en esas materias tan delicadas? No lo ha hecho nunca. Y el caso más notorio en la historia de estos fenómenos carismáticos es el célebre misterio de La Salette [1846], [que] allí está (¡si es que todavía se conserva en los archivos!), sin ser revelado, después de ya casi siglo y medio de haber sido escrito. Y no hay razón histórica seria para suponer que el secreto de Fátima es algo más serio que el La Salette... El Cardenal Ottaviani nos ha informado que en el año 1944, cuando el secreto de Fátima fue escrito, hubo un intento, alguna indicación para ser llevado a Roma. Y 56


que ésta juzgó oportuno que [el secreto] fuese guardado en la Curia episcopal de Leiría. ¿Qué sucederá si algún día la Santa Sede cree [que] ya ha llegado la hora oportuna para que el secreto sea revelado? Nosotros pensamos modestamente que la Santa Sede no lo publicará por sí misma, sino que arbitrará algún recurso, algún «alibi» [o excusa] para que el documento sea publicado en otra parte, por ejemplo, por el señor Obispo de Leiría. Y para ello el documento sería, primero, devuelto durante algún tiempo a la Curia diocesana a la que pertenece el santuario de Fátima. Estamos seguros de que la Santa Sede, ni siquiera por medio de alguno de sus Dicasterios, por ejemplo, el más alto, como es la Congregación para la Doctrina de la Fe, hará jamás la publicación del documento que contiene la tercera parte del secreto de Fátima. El lector preguntará que por qué entonces [la Santa Sede] se lo llevó, avocándolo a su jurisdicción... Nosotros responderíamos diciendo que, efectivamente, [a la Santa Sede] le hubiera sido «suficiente» llevarse una fotocopia, que era lo que a principios de 1957 [la Santa Sede] hab[r]ía pedido únicamente a la Curia de Leiría. Pero debido a que el señor Obispo don José no quiso abrir el sobre — donde el secreto fue guardado —, pues él consideraba que, de hacerlo, contravenía a una orden del Cielo, el documento precioso pasó, sellado como estaba, a la posesión de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Estamos ciertos que hoy ese documento es un peso muerto en los archivos vaticanos... Que la Hermana Lucía estuviera todavía viva no nos parece razón valedera. Primero, porque la Hermana 57


Lucía está suficientemente preservada, exteriormente por la clausura e interiormente por una fortaleza extraordinaria, para resistir todos los embates de la opinión, cuando éstos se han producido. Pero además [esa] no hubiera sido ni la primera, ni siquiera la más importante ocasión en que [Lucía] tiene que soportar las molestias graves de la publicidad de sus escritos. Al final del escrito más largo [, Lucía] escribe con una limpidez de estilo que maravilla: «Paréceme, Excmo. y Revmo. Señor Obispo, haber escrito todo lo que por ahora V. Excia. Revma. me mandó. Hasta aquí, hice cuanto pude para ocultar lo que las Apariciones de Nuestra Señora en la Cova de Iría tenían de más íntimo. Siempre que [yo] me veía obligada a hablar de ellas, procuré tocarlo ligeramente para no descubrir lo que tanto deseaba reservar. Mas ahora que la obediencia me obligó a eso, ahí van. Y yo quedo como un esqueleto despojado de todo y hasta de la misma vida, colocado en el Museo Nacional para recordar a los visitantes la miseria y la nada de todo lo que pasa. De esta manera despojada, [yo] quedaré en el Museo del mundo, recordando a los que pasan, no la miseria y la nada, sino las grandezas de las divinas misericordias. Que el buen Dios y el Inmaculado Corazón de María se dignen aceptar los pobres sacrificios que se han dignado pedirme, para avivar en las almas el espíritu de confianza y de amor». Si la Santa Sede, pues, no ha juzgado «oportuno» publicar en 1960 el contenido de la tercera parte del secreto, ¿quién se atreverá prudentemente a «exigirlo»? ¿Quién puede atribuirse un mayor conocimiento de las 58


circunstancias de lugar y tiempo para ello que los altos órganos de la Santa Sede? No han faltado, sin embargo, quienes han exigido la publicación del documento, en nombre de la seriedad científica de la historia de Fátima (así, insistentemente, Mr. Laurentin), o en nombre del bien de las almas que recibirían éstas en su lectura. El reverendísimo Balic, con la autoridad que todos le reconocen en estas materias, advertía: «Una confirmación de estas desviaciones (en asunto de credibilidad de las revelaciones privadas) no es dada por algunos Sacerdotes y laicos que, pidiendo la publicación de la tercera parte del mensaje de Fátima, no se abstienen de criticar, por diversas maneras, a las autoridades eclesiásticas. Estos olvidan que a la Iglesia pertenece no sólo custodiar e interpretar la revelación, conclusa con la muerte de los Apóstoles, sino también lo que a ella está conexo, como lo están precisamente las revelaciones privadas. Solamente la autoridad eclesiástica, investida con este poder, tiene, por tanto, el poder, el derecho, de juzgar si es oportuno o no el divulgar una revelación privada y secreta». Ha poco (Mayo de 1976) decía el señor Obispo de Marsella: «No hay semana que no caigan sobre mi mesa esos nuevos aerolitos que son los opúsculos que despliegan, con complacencia, interminables confidencias de la Virgen, o del mismo Cristo, y relatos de visiones apocalípticas. Algunos ya no saben qué pensar, y helos ahí corriendo a todas partes donde se anuncia una aparición, tanto más 59


buscada cuando que la Iglesia, después de examinarla, ha recusado sus fundamentos. A San Damiano, el 25 de Marzo último, se ha podido contar más de 400 coches... Esta misma mañana acabo de recibir un “tract” que hace campaña para forzar al Papa a revelar “el tercer secreto de Fátima”, que “contiene la solución de todos los problemas”».

Fig. 04. El Obispo, con el sobre que contiene el Secreto. Pero, sin excluir las demás razones que acabamos de dar para la no publicación del documento, nos preguntamos ahora, de un modo más bien sugestivo y 60


crítico: ¿no será el mismo contenido de esta famosa tercera parte la principal razón para que no se publique? Vamos a intentar esclarecer este problema interesante, en la medida de nuestras fuerzas, en el siguiente párrafo.

2.5. Pero... ¿cuál es el contenido del secreto? Como hemos advertido en el Prólogo, rogamos a nuestros lectores que tampoco aquí, y principalmente en este párrafo, esperen de nosotros revelaciones espectaculares. Lo cual tampoco quiere decir que lo que vamos a decir sea simples «conjeturas», en las que brujuleáramos sin norte ni guía. También aquí nuestras afirmaciones o nuestras negaciones van bien aseguradas por razones sólidas, y por — eso que se llama — la «inferencia» histórica, que en este caso nos permite hablar con una máxima probabilidad. De todos modos, rogamos de nuevo a nuestros lectores que pongan atención, sobre todo al espíritu y a la intención con que abordamos la investigación del «contenido» de la tercera parte del secreto. No queremos en manera alguna hacer concesiones a la curiosidad malsana; no queremos dar alimento a un hambre no justificada de maravillosismo o de falso sobrenatural; de ningún modo queremos seguir fomentando el sensacionalismo de los Mass Media. Este libro, y este párrafo en particular, están escritos precisamente con un espíritu y una intención absolutamente contrarios a todo eso.

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Queremos precisamente llevar paz a los espíritus, espoleándolos a seguir el camino a que se orienta esa tercera parte del secreto. Queremos aquietar y tranquilizar a las almas, no precisamente con la falsa seguridad de que Fátima y sus grandes promesas les dan opción a una paz perezosa y a una inacción sin compromisos cristianos. Todo lo contrario. Queremos darles razones serias para que ni se dejen llevar de falso alarmismo, cuando tienen ya amonestaciones tan graves del Señor, ni se duerman en una falsa modorra, creyendo que «mi Corazón Inmaculado, finalmente, triunfará». Como diremos en el Capítulo 3 de esta obra, Fátima es esencialmente escatológica, y por ello lleva en la raíz misma una Esperanza que es fuente de acción y de vida para el advenimiento del Reino de Dios. Para poder conjeturar con fundamento histórico sobre el contenido del resto del secreto de Fátima [,] es necesario darse cuenta de algunas circunstancias que rodean a esa tercera parte del secreto integral, y que dan la pauta de interpretación a todas las hipótesis sobre su contenido. En primer lugar está la brevedad material de ese escrito. Lucía nos dice que lo escribió en una hoja de papel. El Cardenal Ottaviani, que lo ha leído, nos dice lo mismo: «[Lucía] Ha escrito en una hoja (“foglio”, en lengua portuguesa) lo que la Virgen le dijo para decir al Santo Padre». Ciertos textos que han aparecido por ahí como si hubieran sido escritos por Lucía, ya por su extensión, nos convencen [de] que son espurios. Pero de esto hablamos luego.

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En cuanto a su carácter general, «si es bueno o malo», como se expresaban las buenas gentes sencillas que interrogaban a los niños, he aquí algunas indicaciones: + A unas señoras — de que habla María da Capelinha — que preguntaban a Lucía si el secreto es bueno o malo, [Lucía] respondió que «para unos es bueno, para otros es malo, y para ella y los primos es bueno». + El Párroco de Fátima, después de muchas preguntas, sólo consigue esto: que el secreto no es malo para los videntes. + Francisco, un poco sorprendido por el doctor Formigáo, admite que «el secreto es para bien de su alma [de Francisco], del alma de Lucía y de Jacinta». [Francisco] No sabe si [el secreto] es para bien del alma del señor Párroco; y que, si el pueblo lo supiera, se ponía triste. + En cambio, Lucía, más inteligente, responde que: «el pueblo se quedaba como antes, lo mismo. Y cuando su madre le urge, en última instancia, a que le diga si [el secreto] es bueno o malo, Lucía responde que es bueno para quien quiera creer». Por otra parte — y como ya hemos indicado antes — el secreto de Fátima tiene un contenido «lógico», claro y definido. Y aunque como toda profecía, [el secreto] no puede menos de expresarse en su propio género, según el cual ciertas realidades futuras no aparecen en sus contornos precisos sino cuando se realizan ya históricamente. Con todo, en las partes ya conocidas, y 63


en lo que se va realizando de las partes no conocidas, el misterio de Fátima no es un texto mistérico, o extravagante, o nebuloso. Mucho menos es un texto «sibilino»; ni en nada tiene que ver con los oráculos de Delfos, de doble y enigmático sentido. [El secreto de] Fátima es sencillo como el ambiente realista en que los hechos se desarrollan; y puede fundamentarse con las realidades tangibles que agitan nuestra historia. En todo ese conjunto de temas que durante algún tiempo estuvieron ocultos, y por ello conservaron el nombre de secreto, nos encontramos con los siguientes temas principales, a los que siguen otros en interesante constelación: 01. Las más bien extrañas manifestaciones del Ángel de 1915. 02. Las apariciones maravillosas del Ángel de 1916. 03. La próxima partida de Jacinta y Francisco hacia el Cielo. 04. La misión de evangelista y apóstol del Corazón de María, que Lucía recibe del Cielo. 05. La suerte de María de las Nieves y de Amelia. 06. El tema del Corazón de María, como vida interior de los videntes, junto a sus penitencias. 07. El Corazón de María como salvación escatológica de la Humanidad. 64


08. El tema del Infierno, revelado no por sí mismo, sino para destacar bien la necesidad de la reparación e intercesión cordimariana. 09. Rusia y su constelación de temas adjuntos: guerra y paz. Castigos y promesas. 10. El contenido de la tercera parte. De todos estos temas, solamente los cuatro últimos forman propiamente el «secreto» de Julio de 1917, estrictamente tomado. En realidad, además, [esos 4 últimos temas] fueron los únicos que los niños tuvieron como «misterio-secreto», en cuanto que [eso] era lo único que caía bajo una orden formal de la Virgen. En cuanto al tema «Corazón de María», distinguido muy expresamente dos aspectos:

hemos

+ Uno, el interior, de “vida cordimariana en los videntes”. + Otro, exterior, que hemos llamado de “salvación escatológica de la Humanidad”. Porque, en efecto, en la visión de Julio [,] el Corazón de María entra en esa perspectiva importante. Las razones para esta división son las siguientes: 1ª El primer aspecto de “vida interior cordimariana” es propio de la primera y segunda apariciones, aunque no exclusivo. Los niños reciben el reflejo misterioso, a 65


través de una visión simbólica e interiorizada de la Virgen, en la que Ella les muestra simbólicamente su Corazón. Ese reflejo los sumerge en Dios. Mientras que en Julio [,] ese mismo reflejo más bien los ilumina sobre el futuro escatológico del Infierno y el signo de salvación, el Corazón de María. 2ª El silencio sobre el primer aspecto, como nos dice Lucía, nunca fue objeto de un mandato. Pero [ese primer aspecto] era de una espiritualidad tan fuerte y tan íntima que [el silencio] por sí solo se imponía. Mientras que el secreto sobre el segundo aspecto, a causa de su propia economía de salvación de la Humanidad, recibió de la misma Virgen una orden de silencio. 3ª En fin, de hecho, Lucía, ya en 1925, comienza a descubrir el primer aspecto, aunque procurando siempre no comprometerlo con el segundo aspecto, por muy unidos que ambos estuvieran. Mientras que el segundo aspecto no lo escribe, para entregarlo propiamente en 1941. Es necesario, por tanto, tener en cuenta esas distinciones importantes si no se quiere cometer graves errores de interpretación del Mensaje de Fátima en su integridad. Algo también muy importante, como criterio hermenéutico de inteligencia de la tercera parte del secreto íntegro, es la unidad que guardan las tres partes que constituyen la comunicación de Julio de 1917. Porque ese criterio obliga a discernir bien sobre lo que revela y lo que se oculta; pero también [obliga] 66


a conjeturar con toda verosimilitud eso que se oculta por su relación intrínseca con lo que se revela. Ahora bien, la misma estructura literaria que adopta Lucía cuando comienza a escribir lo que en aquella ocasión podía revelar es clara: «Pues bien, el secreto consta de tres cosas distintas, dos de las cuales voy (ahora) a revelar». Cuando se trate, pues, de aventurar algo sobre el contenido de la tercera «cosa», no se la desconecte de las otras dos, como si [la tercera parte del secreto] fuera un apéndice olvidado. Todos los autores se han dado cuenta de que Lucía, en la Cuarta Memoria, ha introducido el célebre párrafo: «En Portugal se conservarán siempre los dogmas de Fe, &c...». Y [los autores] han deducido con toda certeza que la tercera «cosa» comenzaba ahí: esas palabras inician ya la revelación de la tercera parte del secreto. Esa frase insinúa con toda claridad un estado crítico de la Fe, en el que otras naciones sufrirán en ella, es decir, una crisis de Fe; mientras que Portugal salvará su Fe. Por eso Lucía, en sus enormes dificultades para escribir ese «resto», se quejaba diciendo que no era necesario, porque ya lo había dicho con claridad ahí. Algo muy importante para conocer, en general: el carácter «intraeclesial» de lo que se revelaba es el criterio tomado de aquél a quien iba dirigida especialmente esa parte. Esto es lo que hizo, en definitiva, que el señor Obispo respetara el secreto: la reverencia hacia el Santo Padre, a quien iba dirigido. Esto, creemos, es lo más esencial de las declaraciones del Cardenal Ottaviani sobre el secreto; leamos con atención: 67


«El mundo ha prestado oídos al mensaje de Lucía. Aquel mensaje que, además de las partes privadas, familiares; además de la parte que se refiere a todo el mundo, contiene la tercera parte de las cosas que había confiado la Virgen Santísima. Y éstas se las confió, no para sí, no para el mundo, al menos inmediatamente, sino para el Vicario de Jesucristo. (...) aquello que la Virgen le reveló para decir al Santo Padre (...). (El Obispo) quiso respetar el secreto, también por reverencia al Santo Padre (...). Es importante, sí, el secreto; lo es para el Santo Padre a quien estaba destinado. Él era el destinatario. Y si el destinatario no se decide a decir: “éste es el momento de darlo a conocer al mundo”, debemos dejar a su sabiduría que permanezca secreto». Todos confiesan, por lo demás, que la tercera parte no es lo más importante del secreto de Fátima.

2.6. ¿Qué es lo que no contiene el secreto? Con esos criterios de hermenéutica podemos vislumbrar el contenido del secreto, excluyendo primero con certeza lo que no puede contener. En primer lugar no predice el fin del mundo, y mucho menos entre catástrofes horrorosas y en circunstancias terrificantes, como lo han supuesto ciertos textos de que hablamos en el Capítulo 3 de esta obra. Y esto [es así] porque el triunfo final del Corazón de María, que es algo absoluto, dará lugar a una era de paz. Es verdad que se habla de «varias naciones aniquiladas», pero en 68


primer lugar el sentido puede ser puramente político, y sobre todo, aunque fuera «calamitoso», eso se refiere al período que precede al triunfo del Corazón de María. Respondiendo a estas mismas inquietudes, don Joáo, entonces Obispo de Leiría, advertía: «Ese contenido (del secreto) — y aquí tenemos una verdad de La Palisse — no puede contradecir a lo que está contenido en las partes, ya conocidas desde 1942, del Mensaje de Fátima. Ahora bien, si las partes ya conocidas no pueden oponerse a aquello que ya conocemos del mismo mensaje, mucho menos puede oponerse a lo que nos dice el Evangelio. Y éste nos dice que el fin del mundo sólo Dios lo sabe. El Mensaje de Fátima no es por tanto un mensaje de muerte, una incitación al pánico y al terror. Es una afirmación de vida y Esperanza». El P. Jongen hace la siguiente pregunta a Lucía a principios de Febrero de 1946: «¿La Hermana Lucía piensa que estamos atravesando ahora el período de dominio de Rusia, por no haber sido ésta consagrada especialmente?» Hermana Lucía responde: «Pienso que se cumplen ahora las palabras de Nuestra Señora: “Si no, [Rusia] propagará sus errores por el mundo”». Ahora bien, como según hemos dicho, Rusia no ha sido todavía consagrada «especialmente», es decir, según 69


todas aquellas condiciones queridas por el Cielo, [entonces] es necesario concluir que nos encontramos en ese período — que hemos llamado intermedio —, en el cual están aconteciendo todos los castigos previstos por el Cielo. Luego vendrá el triunfo del Corazón de María. Y, finalmente, será concedido al mundo algún tiempo de paz. Luego [,] no se trata del «fin del mundo», que no entra en las profecías escatológicas de Fátima, al modo como sí entra en otras profecías. El escritor norteamericano Thomas Walsh pregunta en 1947 a Lucía: «¿[Usted] Ha tenido alguna revelación sobre el fin del mundo?». Y la Hermana Lucía responde tajantemente: «No puedo responder a esa pregunta». La respuesta de Lucía no quiere suponer que [ella] haya tenido alguna revelación sobre el fin del mundo y que se la calle. [Lucía] Quiere simplemente cortar por lo sano sobre cuestiones de las cuales no le era permitido hablar. Hay que excluir, por tanto, que el Mensaje tenga que ver específicamente con el fin del mundo. Digo «específicamente», ya que de un modo general, siendo todo él un mensaje escatológico, claro está que sí tiene que ver de algún modo verdadero con ese fin. Del mismo modo hay que excluir del contenido del texto secreto de la tercera parte [,] toda referencia histórica que se refiera a las apariciones anteriores o a su complemento. Sabemos, por ejemplo, que la aparición de Pontevedra, en 1925, y la visión de Tuy, de 1929, son fenómenos complementarios de lo acontecido en las apariciones de la Cova de Iría, en 1917. Pues bien, esta clase de «hechos» o de complementos hay que excluirlos absolutamente. El contexto y la estructura literaria del texto lo exigen imperiosamente. 70


Decimos esto porque algunos autores han especulado sobre la célebre «séptima vez» que Nuestra Señora prometió, en la primera aparición, que vendría [,] diciendo: «Vengo aquí para deciros que vengáis aquí todos los meses hasta hacer seis meses; y al fin de los seis meses os digo quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí todavía una séptima vez». Hoy ya sabemos a qué atenernos sobre esa «séptima vez». No se trata de una venida que todavía tenga que suceder, como algunos suponen, en la que de un modo apocalítico, casi quiliasta, debiera aparecer la Virgen en la Cova de Iría ante una multitud atónita para manifestar que sus palabras, «Por fin mi Corazón Inmaculado triunfará», son verdaderas... Esto constituye una fantasmagoría de tantas como se han atribuido a Fátima [,] y de las que Fátima está tan lejana. La misma Lucía ha explicado que se trata de una aparición personal a ella misma, ya verificada, en la que la Virgen le dio fuerza para proseguir el camino que en aquella ocasión Dios le manifestaba por medio del señor Obispo de Leiría, don José. Fátima no se presta a esos dramatismos de género barato en los cuales los problemas de la Iglesia y del mundo se habrían de resolver por un procedimiento «mecánico» [,] de cualquier clase de «deus ex machina» [«Dios bajado al escenario mediante una Máquina»].

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Lo mismo hay que decir sobre no sé qué revelaciones acontecidas en la 6ª Aparición del 13 de Octubre, en relación con sucesos futuros de la Humanidad, y que habría de poner en relación con una interpretación «cósmico-teológica» del fenómeno [milagroso] del Sol... En primer lugar, todo ello está destituido de fundamento histórico. El texto de la Aparición última del día 13 de Octubre está bien establecido, lo mismo que los [textos] de las apariciones anteriores, y no permite esas interpretaciones fantásticas. Además, sobre ello [,] Lucía ha sido una intérprete segura y fiel ya desde el mismo año 1917. He aquí lo que nos dice el párroco en su último interrogatorio: «Y [Lucía] siendo también interrogada sobre cuándo Nuestra Señora se le volvería a aparecer [,] o [si] esperaba volver a verla, dijo que no esperaba más por Ella; porque [Ella] no le había prometido sino para seis meses o seis veces — y éstas ya ocurrieron — y que ahora sólo espera volver a verla en el Cielo». Preguntada Jacinta sobre lo brevemente según su costumbre:

mismo,

responde

«[Ella] Dijo más bien que hoy (13 de Octubre) es la última Vez». Ya hemos dicho el carácter «complementario» que tienen los hechos de Pontevedra y Tuy. Pues bien, he aquí cómo la Hermana [Lucía] concuerda estos hechos con su afirmación de que el 13 de Octubre de 1917 fue la última aparición de Nuestra Señora:

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«Referíame a apariciones en el día 13, y en la forma de los meses precedentes. Y también en este sentido entendí que se hacía la pregunta». Continuando a excluir lo que ciertamente no puede contener el texto secreto de la tercera parte, añadimos que algunos autores han tomado [,] como el texto verdadero y ya revelado [,] una carta de la Hermana Lucía [dirigida] al entonces señor Obispo titular de Gurza. En esta carta, Lucía habla de unas comunicaciones especiales que el Señor le ha hecho sobre que ya no se hará la Consagración de Rusia, sobre el papel que representa España, su penitencia y el Episcopado español en ello. Nada de esto pertenece al texto secreto, puesto que [eso] pertenece a esa carta, ya conocida y divulgada. Sobre este asunto volveremos un día en un próximo opúsculo. Finalmente, es necesario tomar como una regla de interpretación válida la lectura de los escritos de Lucía [,] que ésta jamás se repite en un mismo escrito, y mucho menos cuando se trata de trozos que pertenecen al mismo contexto próximo. Por tanto, si la primera parte del secreto habla de la visión del Infierno y de la función intercesora que tiene la Virgen para salvar a los pecadores que allí van, si en la segunda parte se habla de la Consagración o no de Rusia al Corazón Inmaculado y de sus consecuencias, según los casos, para bien o para mal, destacándose bien los efectos desastrosos para el mundo y para la Iglesia en sus aspectos externos, políticos y materiales, podemos estar seguros de que nada de eso vuelve a entrar en el contenido de la tercera parte todavía desconocida. Y este criterio es importante para conjeturar, como luego 73


decimos inmediatamente, el carácter «general» de los acontecimientos futuros, que se descubren precisamente al Papa. Finalmente — y por otra parte —, aunque el «asunto» sea distinto, aparece íntimamente ligado a los dos precedentes: se trata siempre de un fin sobrenatural y religioso: la salvación de las almas. Fátima no interviene en los acontecimientos político-bélicos, sino como fondo histórico de «su» historia de salvación. [Fátima] Se trata también, y sobre todo, de la intercesión del Corazón Inmaculado de María, que es propuesta como «signo de salvación en los ¡últimos tiempos!». [Fátima] Se trata siempre de que si esa intercesión poderosa no es propuesta en la Iglesia de un modo conveniente, la Iglesia se verá expuesta a peligros gravísimos que afectan a su mismo dogma. Por tanto, concluimos, como criterio importante de hermenéutica, que lo que se proponga en la tercera parte del secreto debe estar en lógica consecuencia con lo anterior. Propuestos así esos criterios de exclusión de todo lo que no puede constituir el contenido del resto del secreto que está inédito, volvámonos ahora, con una cierta seguridad, a otros criterios más positivos para saber qué contiene [el resto del secreto].

2.7 ¿Qué contiene el secreto de Fátima? El primer criterio positivo y absolutamente seguro consiste — hay que repetirlo — en la frase que introduce Lucía cuando escribe la Cuarta Memoria en Diciembre de 1941. Ese mismo texto lo había escrito Lucía otras veces anteriormente, pero [esa frase] 74


solamente aquí es introducida. ¿Lo hacía Lucía con la intención expresa de dejar traslucir el contenido de la tercera parte y de esta manera no verse nunca obligada a escribirlo? Esto es lo que deja suponer cierta frase de Lucía, quejándose de que no era necesario escribirlo porque «ya, de alguna manera, lo había dicho». Pues bien, observemos, ahora ya con alguna detención, la estructura y el contexto literario dado anteriormente, cuando dividimos el texto en ocho párrafos [§ 1 a § 8]: En el primer párrafo [§ 1] se propone la razón misma de la revelación sobre la visión del Infierno: «Para salvarlas (las almas que irían al Infierno) Dios quiere establecer en el mundo la Devoción a mi Corazón Inmaculado». En el segundo párrafo [§ 2] se proponen los bienes o los males que se seguirán de hacer eso o no hacerlo. La profecía es claramente, como todas las de este género, «conminatoria y condicional». En el tercer párrafo [§ 3] se propone una señal «visible» para conocer «los tiempos» en que empezarían a cumplirse aquellas cosas. Realmente, los años 1938 y 1939 son años de maquinaciones maquiavélicas por parte de Alemania y Rusia para engañarse mutuamente. La Guerra Fría va acompañada de las audacias y golpes de Mano del Hitlerismo que finalmente despiertan a los aliados; pero en la sombra, y con una mano izquierda diabólica, el genio de Stalin está tramando la gran traición tanto a Alemania como al Occidente. 75


Es necesario marcar bien el carácter «material» de los males que acontecerán: hambre, guerra, persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Nada de esto, hemos dicho, tendrá luego que repetirse inmediatamente en el texto de la tercera parte. En el cuarto párrafo [§ 4] se habla ya expresamente del remedio radical: La Consagración de Rusia a «mi» Corazón, y de nuevo la Devoción al Corazón de María, especificada en una práctica: la Devoción de los Primeros Sábados. Sigue igualmente una profecía conminatoria. El sexto párrafo [§ 6] tendría que venir construido lógicamente detrás del séptimo párrafo [§ 7], puesto que [el sexto párrafo § 6] habla de un período «definitivo posterior», mientras que el séptimo [párrafo] [§ 7] habla de un período «intermedio anterior». La razón de esta construcción «ilógica» es sencilla: cuando Lucía escribe primero el texto, en otras redacciones anteriores no figuraba para nada el séptimo párrafo [§ 7]. De ahí que [Lucía] se saltara, omitiendo enteramente toda alusión al período «intermedio». Pero cuando [Lucía] hace la redacción última (Diciembre 1941) e introduce ese párrafo inquietante [§ 7] [,] se ha dejado llevar de las redacciones anteriores, ya hechas, y ha sido colocado «ilógicamente». Pero tanto la estructura literaria, tal como está, cuanto las interpretaciones que ha dado Lucía sobre este texto nos dicen claramente su significación. En el período, pues, que precede al gran triunfo del Corazón de María [,] suceden algunas cosas tremendas que son objeto de la tercera parte del secreto. ¿Cuáles? 76


Si en Portugal se conservarán siempre los Dogmas de Fe..., se deduce con toda claridad que [,] en otras partes de la Iglesia [,] esos Dogmas, o se van a oscurecer, o hasta se van a perder. ¿En qué forma correcta esto va a suceder? ¿El texto inédito habla de circunstancias concretas? Es muy posible que [el texto inédito] no hable únicamente de una verdadera «crisis de Fe» en la Iglesia de este «período intermedio», sino que, como por ejemplo lo hace el secreto de La Salette [1846], haya referencias más concretas: + A las luchas intestinas de los católicos. + A las deficiencias de Sacerdotes y religiosos. + Tal vez se insinúen las deficiencias mismas de la alta Jerarquía de la Iglesia. Nada de esto, por lo demás, es ajeno a otras comunicaciones que Lucía ha tenido en estos puntos. De ninguna manera [, esas comunicaciones] representan un deseo inmoderado de intervenir [,] por parte de los carismáticos [,] en las funciones jerárquicas de la Iglesia. [Esas comunicaciones] Son más bien la voz del espíritu carismático en la Iglesia, que se sirve de almas selectas para reconvenir a la misma Jerarquía. Así Lucía decía una vez: «...es muy limitado el número de almas justas». Lucía ha hecho varias veces relación a las deficiencias de Sacerdotes y religiosos; pero en cuanto a los señores 77


Obispos, Lucía es de una delicadeza extrema, diciendo, por ejemplo: «...por lo mucho que todos los señores Obispos se han sacrificado y trabajado por el Culto y Gloria del Corazón Inmaculado de María, y por lo que [ellos] representan tan directamente a Nuestro Señor, conservo por todos una estima, veneración y amor grande». Por [lo] tanto, cuando la Hermana Lucía hace alguna «comunicación» del Cielo a los señores Obispos, por ejemplo de España, no puede tomarse como un «exceso carismático». Sería, pues, del todo probable que en ese período «intermedio» a que estamos refiriéndonos [,] el texto haga referencias concretas a la crisis de Fe de la Iglesia y a la negligencia de los mismos Pastores. Este período «intermedio», ¿puede determinarse «cronológicamente» como aquel [periodo] que estamos viviendo, desde el inmediato anteConcilio y el postConcilio? En general hay que afirmar que sí, puesto que es cierto que la Consagración de Rusia todavía no ha sido hecha. Por otra parte, una fenomenología elemental de los acontecimientos internos a la Iglesia postConciliar demuestra un estado lastimoso, bien señalado por el Papa Pablo VI, en que no sólo los conflictos conocidos de luchas y mentalidades se han agudizado extraordinariamente, sino que esto ha producido una enorme debilitación, primero de la seriedad teológica, luego de una hipercrítica que está minando la exégesis católica; más tarde una Teología 78


de Deporte que juega a proponer cada día nuevas interpretaciones y nuevos dogmas; finalmente una tremenda crisis de Fe, en la que la Iglesia se encuentra sin alegría, sin firmeza, sin sostén y [sin] fuerza interior parar obrar ante un mundo invasor que pretende reducirla a un establecimiento secular. Esta fenomenología es cierta... Pero ¿es precisamente aquélla a la que aludirían las palabras «En Portugal se conservarán los dogmas de Fe»? Hay ciertamente una coincidencia cronológica e ideológica, pero no es fácil decir si lo escrito en la tercera parte responde precisamente a lo que «estamos pasando» o a otra época todavía por venir. El determinar el período «intermedio» con el período «posconciliar» es sumamente probable, pero no es cierto. Una conclusión sí que parece cierta: que el contenido de la parte inédita no se refiere ya a nuevos cataclismos político-bélicos, sino a acontecimientos de índole religiosa intraeclesial, todavía mucho más graves en sí mismos. Así se comprende bien que el Cardenal Ottaviani insista diciendo que ese mensaje secreto no iba dirigido directamente al mundo, sino directamente al Papa. Así se comprende igualmente que la prudencia aconsejara al Papa no añadir animosidades a las ya existentes en el interior de la Iglesia [,] entre las diversas tendencias y mentalidades. Tanto más que Fátima empezaba a ser colocada entre los elementos reaccionarios de la Iglesia posconciliar; de tal manera que el viaje de peregrinación de Pablo VI a Fátima fue criticado como una vuelta de 180 grados hacia las posiciones, se decía, «superadas» por el Concilio. Si esto es así, se comprende que también el «secreto» y toda su historia haya sido 79


duramente criticada por ese “progresismo” que se ha apoderado de ciertos sectores de la Iglesia. Por lo demás, ¿cómo comprender las grandes dificultades de Lucía en escribirlo después de haber escrito otras cosas ya enormemente difíciles? Si se hubiera tratado simplemente de anunciar proféticamente nuevos y grandes cataclismos [,] estamos seguros que la Hermana Lucía no hubiera sufrido tales dificultades, cuyo vencimiento exigió una especial intervención del Cielo. En cambio, si se trata de luchas intestinas en el seno de la misma Iglesia y de graves negligencias pastorales de altos Jerarcas [,] se comprende que Lucía tuviera unas repugnancias casi imposibles de superar naturalmente. Sin embargo, el célebre documento debe contener también elementos de Esperanza y de promesa para el caso [de] que la Iglesia, Jerarcas y fieles vuelvan a una verdadera oración y penitencia [,] y se entreguen con confianza y amor a una devoción sincera al Corazón Inmaculado de María. El Cardenal Ottaviani ha sido quien ha hablado con suficiente claridad sobre estos elementos así: «Ha sido puesta en evidencia también la relación del Mensaje de Fátima con las condiciones de la Iglesia en ciertas regiones, en las cuales ella siente el peso de la persecución donde se lucha contra la religión. Ahí existe el Mensaje — y ya antes en lo que es conocido públicamente — de la Esperanza, de la conversión; y esta puede ser apresurada por las oraciones de todos los devotos de la Virgen Santísima de Fátima (...). Ya algunos signos, diría 80


vislumbres, de nuevas situaciones comienzan a delinearse. Tal vez yo seré optimista, pero me parece que la Virgen Santísima nos inspira [a] que tengamos confianza (...). Los signos reveladores son algunos indicios de evolución en ciertos países, de éxitos de aquel ecumenismo que hermana cada vez más los pueblos, aun aquellos que no son católicos, pero que se glorían y justamente del nombre de cristianos. Los signos del acogimiento de todas las iniciativas que el Santo Padre hace por la paz (...) todo ello son estos signos que nos hacen esperar que la Virgen Santísima, en este cincuentenario de los acontecimientos de Fátima, querrá dar alguna señal de su complacencia para con sus hijos; querrá dar alguna Esperanza nueva al mundo cristiano. Debemos, pues, decir: acojamos este deseo de la Virgen Santísima; corramos hacia su cumplimiento con la oración». El Cardenal Ottaviani alude aquí a que también en el documento secreto existen signos de Esperanza; y los refiere a dos: primero a la Conversión de Rusia, de la que supone optimistamente que ya existen algunos indicios... Y luego alude al movimiento ecuménico como si igualmente en el documento [secreto] se hiciera alguna alusión a ello. Interpretando con mucho fundamento esto último podríamos decir que Lucía ha pensado siempre que la «conversión» de Rusia no se entiende sólo de un retorno de los pueblos de Rusia a la religión cristiano ortodoxa, rechazando el ateísmo marxista y ateo de los soviets, sino que se refiere pura y llanamente a la conversión total e integral [,] de un retorno a la única y verdadera Iglesia, la Católicoromana. En este sentido [,] el movimiento ecuménico, 81


en relación con los ortodoxos — por más que los hechos digan otra cosa —, tendría en el mismo documento inédito una promesa esperanzadora.

2.8. ¿Clausuradas ya las revelaciones de Fátima? A causa de esa admirable economía que ha regido providencialmente el misterio de Fátima, y dado que Lucía, después de haber redactado la tercera parte del secreto, sigue viviendo y aun escribiendo sobre Fátima, muchos piensan que la revelación de Fátima no ha sido todavía clausurada. Es necesario que hagamos algunas aclaraciones ulteriores a todo lo que hemos dicho anteriormente para que tengamos ideas claras sobre lo que constituye las revelaciones de Fátima. Es necesario empezar distinguiendo entre estas cuatro ideas: la revelación en sí misma, la redacción de lo revelado, su divulgación a los fieles y, finalmente, toda la obra de «interpretación» que Lucía como vidente, y por tanto como intérprete autorizada, y todos los demás — los escritores teólogos e historiadores de Fátima —, siguen realizando. La revelación en sí misma se clausura con la última aparición de la Virgen en la Cova de Iría el día 13 de Octubre de 1917. Hemos dicho que las apariciones y visión de Pontevedra y Tuy son algo «complementario», que viene sólo y únicamente a dar cumplimiento a lo prometido en Julio de 1917 en la Cova de Iría. Por eso hay que afirmar que la revelación de Fátima está clausurada. 82


En cambio, la redacción de esa revelación tuvo una economía efectivamente maravillosa que duró desde las primeras manifestaciones de los niños, en la tarde del día 13 de Mayo, hasta que Lucía escribe esa tercera parte del secreto inédito, entre el 26 de Diciembre de 1943 y el 09 de Enero de 1944. Lucía ha ido refiriéndose de un modo dramático a ese despojo doloroso que suponía para ella ir entregando a la hoja blanca los secretos de su alma recibidos del Cielo. Al escribir la Segunda Memoria, por ejemplo, [Lucía] decía: «He aquí la última de vuestras esclavas, oh Dios mío, que, en una plena sumisión a vuestra Voluntad santísima, viene a rasgar el velo de su secreto, y dejar ver la historia de Fátima, tal cual es. Ya no tendré el gusto de saborear a solas contigo los secretos de tu amor; mas, en el futuro, otros cantarán contigo las grandezas de tu misericordia». [Lucía,] Teniendo que escribir, por obediencia, la Cuarta Memoria, decía: «Y, contenta y feliz, [yo] recordaba las palabras de tiempos pasados, del venerable Sacerdote, Vicario de Torres Novas: “El secreto de la hija del Rey está todo en su interior”. Y, comenzando a penetrar su sentido, [yo] decía: “mi secreto [es] para mí”. Ahora ya no digo así. Inmolado en el altar de la obediencia, [yo] digo: “mi secreto pertenece a Dios: lo pongo en sus manos; que [Él] haga de él lo que más le agrade”». 83


Y terminando de escribir esta [Cuarta] Memoria [, Lucía] decía: «Advertidamente no reservo nada. Paréceme que deben faltar sólo algunos pequeños detalles, referentes a las peticiones [,] que yo hacía. Como esas cosas eran meramente materiales, no les prestaba importancia (...). Me parece. Excmo. señor Obispo, haber escrito todo lo que, por ahora. V. Excia. me mandó». Cuando, pues, finalmente Lucía escribe la tercera parte del secreto [, ella] queda, como ella dice, «despojada, como un esqueleto». En cuanto a la «divulgación» de todas estas revelaciones de Lucía, hay una larga y un poco complicada historia, que no es para tratar en este opúsculo, pero que abordamos con todo detalle en nuestra Obra crítica grande. Finalmente, desde el año 1944, Lucía ha escrito o hablado no poco sobre Fátima; pero todo ello debe ser considerado como una labor interpretativa. Pero la Hermana Lucía no tiene igual autoridad como «vidente» que como «intérprete». Porque si es cierto que Lucía, en cuanto vidente, recibió el carisma de la «profecía», en el sentido paulino y tomista de la palabra, ya no es igualmente cierto y evidente que [ella] haya recibido el don de «interpretatio sermonis», interpretación de lenguas. Su testimonio tórnase ahora problemático del todo y [queda] sujeto a 84


las más graves reservas. Podemos pedir a Lucía que «recuerde»: tal vez ya no podamos pedirle que «interprete». Como muy bien decía la Madre Priora del Carmelo: «La misión de la Hermana Lucía del Corazón Inmaculado fue transmitir el mensaje de la Virgen. Lo cual [ella] hizo ya exuberantemente. No le pidan, sin embargo, que interprete lo que [ella] escribió o dijo. Pidan eso a los Teólogos, a la Jerarquía, a los Apóstoles de Fátima, que el Espíritu Santo suscita cuando y donde le place: [Spiritus] Ubi vult [Spirat]».

Fig. 05. Capilla del Noviciado de Tuy, donde se escribe el Secreto.

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CAPÍTULO 3 El SENTIDO DEL SECRETO En Fátima el «secreto» (= segredo) ha ejercido siempre, ya desde el comienzo de su historia, una auténtica fascinación, un verdadero encanto. Y hoy mismo, aun después de la inmensa desilusión acontecida al no ser publicado en 1960, como se esperaba, sigue siendo un tema literalmente apasionante. Pero se puede dudar que en los designios del Cielo [,] ese sea el principal destino y significación del así dicho secreto de Fátima. También aquí — como en el tema de Rusia — la propaganda vocinglera, el sensacionalismo invasor y «amateur» [,] y hasta las imprudencias extemporáneas han puesto en peligro, y desde luego a prueba, su delicada esencia, su exquisito perfume, tratando de volatizarlo en pompas de jabón. Quisiéramos ahora, en esta última parte, presentar algunas reflexiones sobre el sentido profundo de eso que llamamos «secreto». Porque, en efecto, el secreto pertenece a la economía del misterio global de la revelación de Fátima. Y ha sido también por el secreto que [Fátima] ha entrado de un modo particular en la Historia de la Teología de los carismas de la Iglesia Católica. Por ello [, el secreto] debe ser tratado no sólo con precisión histórica, sino con reverencia teológica, como uno de los carismas o realidades pneumáticas por las que Dios dirige su Iglesia.

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3.1 El nombre ¿Qué significa la palabra «secreto» en el ambiente de los hechos de Fátima y de su mensaje? En el insaciable apetito de conocimiento que existe en el hombre, cualquier demora en su satisfacción constituye un dolor del espíritu. Ya el [libro] Eclesiástico [de la Santa Biblia] lo había dicho: «Quien acumula ciencia, acumula dolor». Y el tentador dijo a nuestros primeros Padres: «Conoceréis el bien y el mal». Por eso, el secreto y el misterio ejercen una enorme fuerza de atracción sobre el hombre. Y todas las religiones, para ejercer la «fascinación» sobre sus adeptos, se han servido tanto del misterio de lo «mistérico», como de lo «luminoso». Las prácticas esotéricas, propias de los iniciados, servían para aumentar su número. Las religiones de misterios de la época helenística satisfacían religiosamente a todo hombre adicto [a] las filosofías neoplatónicas [,] precisamente porque [esas religiones] les devolvía el sentido del misterio. La religión Católica se funda también en el misterio escondido a los siglos — como dice San Pablo —. Pero [la religión Católica] da a esa palabra-conjuro, un sentido, sobre todo un espíritu distinto. También ella, es cierto, tuvo sus «iniciados» y se vio obligada a ejercer la «práctica del sigilo». En sus ritos primitivos llegaba un momento (la Misa de los Catecúmenos) en que se corría un velo que ocultaba el «Sanctum Sacrificium» a los ojos de los profanos. Sin embargo, esta «práctica del sigilo» en la Iglesia primitiva no tenía como finalidad el ganar el interés de los posibles adeptos, sino el empleo de una prudencia 87


elemental en unos tiempos difíciles, en que la profesión de cristiano era un crimen contra el Estado que todos los paganos estaban dispuestos a denunciar. Pero, decimos, el «misterio» cristiano tenía otro sentido y otro espíritu. El «misterio» cristiano era el rito sacramental cristiano con su carácter de simbolismo eficaz, que atraía la atención sobre su contenido interior, sólo perceptible a los ojos de la Fe y oculto a la percepción de los sentidos; o era — esto mucho más tarde — el dogma enunciado en conceptos o términos humanos que expresaba [,] como podía [,] las innegables realidades del Dios Trino. [Esos] Eran «los misterios de la Fe». En cualquiera de los dos sentidos, lo cierto es que el interés religioso estaba fuertemente condicionado por esa palabra-conjuro, que es la palabra «secreto», «misterio». Fátima — como siguiendo una constante cristiana histórica — tiene igualmente su «misterio». Algunos se sentirán tentados a traducirlo por «encanto», «fascinación», hasta por «brujería» o «fanatismo». Otros dirían que Fátima, con su secreto, tiene su propio «ángel», una gracia característica. Es necesario, sin embargo, evitar que este misterio de Fátima se convierta en una ridícula superstición o en un superficial prestigio; que hasta ese nombre «árabe» de “Fátima” suscita [,] sin querer, antiguas fantasías orientales. ¿Qué sentido tiene, pues, en Fátima la palabra «secreto»?

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En primer lugar es evidente que el misterio de Fátima es algo global e integral, como hemos dicho, y envuelve todos sus hechos y todo su mensaje. Se hace un mal grande a Fátima cuando esa «tercera parte» se desgaja de todo su contenido y se la declara «el secreto de Fátima». Hoy Fátima, a través de las garantías eclesiásticas de que tan excepcionalmente goza, entra con toda naturalidad, con toda normalidad, en el ambiente integral del misterio cristiano. Ciertamente — ¿será necesario insistir? — [Fátima no entra en el ambiente del misterio cristiano] como constituyendo ese mismo misterio que solamente la Sagrada Escritura y la Tradición constitutiva contienen, sino como viviéndolo, como desenvolviéndolo, como desarrollándolo en sus aspectos subjetivos y vivenciales, ya que [el misterio de Fátima] no fue legado a la tradición viva como una «teoría» para eruditos de la Teología. El misterio de Fátima, como carisma de la Iglesia, es para toda la Iglesia; es una de las formas cristianas de vivir ese misterio integral que Cristo depositó en su Iglesia y que desarrolla en formas sacramentales, bien fundamentadas por los dogmas-misterios, [el] pábulo de una inteligencia iluminada por la Fe. Fátima no es, decimos, un «aumento», una especie de «interpolación» al depósito de la Fe. En este sentido [, el depósito de la Fe] no podría ser un «secreto», un «misterio». Los que alimentan la vana esperanza de que la revelación del secreto de Fátima va a esclarecerlos sobre los caminos del futuro [,] están del todo engañados. Fátima, ciertamente, es un carisma, pero no para crear ni ilusiones ni espejismos. Por tanto, en el conjunto del misterio de la Iglesia, el secreto de Fátima no es una fría luz polar sino como 89


unas cenizas calientes y vivas donde se oculta todavía la luz; [el secreto de Fátima es como] un hogar simple y humilde, como la «Lareira» de la casa de Lucía en Ajustrel, para calentarse ante su fuego chisporroteante en las largas noches («seróes») del Invierno de la Fe. Hay que vivir el secreto de Fátima en la Esperanza y en el amor. He aquí, pues, un primer y fundamental sentido de la palabra «segredo» [«secreto»] en Fátima, que jamás debe ser olvidado cuando tengamos que abordar el problema de su contenido. Sin embargo, y a pesar de todo, la expresión «secreto de Fátima» indica ciertamente un conjuro, un encanto, una fascinación que atrae y al mismo tiempo subyuga, despertando ese gran interés por su revelación. También en esto [,] Fátima es cristiana y evangélica, como cuando Cristo dice a sus apóstoles: «Sólo a vosotros os he dado conocer el misterio del Reino». O cuando Pablo nos habla del misterio: «que se revelará al final de los tiempos». No se trata sólo de un juego infantil e inocente de niñas que excitan a sus compañeras hablándoles al oído... Los pequeños de Fátima — y es una expresión de mamá Olimpia — hablaban por los codos («pelos cotovelos») cuando estaban solos [,] y enmudecían de repente en la presencia de otros.

3.2. Algunas explicaciones El secreto de Fátima no es un juego infantil... Y los autores, cuando han tenido que explicarlo, han dado a veces algunas explicaciones que juzgamos improcedentes. Así, por ejemplo, un autor inglés que trató los hechos y el mensaje de Fátima con todo cariño 90


y reverencia, pero también sin ningún género de prejuicios, [es] el P. Martindale. Este autor diría, en resumen, que el secreto sería una especie de ocultamiento que se va retrasando y que se convierte en «secreto». Vivido luego intensamente, sobre todo por Lucía, [el secreto] ha sido «elaborado» hasta ser redactado en la forma en que lo poseemos por escrito. La curiosidad humana, dice [Martindale], se ha lanzado sobre el secreto y hasta ha llegado a quedar admirada y suspensa sobre lo que contiene el documento inédito. Pero en realidad allí, en las partes conocidas, no hay nada «secreto»: ni la doctrina del Infierno ni la doctrina sobre el Corazón Inmaculado. Ya se ve: lo que Nuestra Señora intentaba decirnos no era una información sobre algo absolutamente nuevo, sino más bien presentarnos una opción para reflexionar más profundamente sobre lo que ya conocemos. Y no tiene nada de extraño — continúa Martindale — que se nos diga que los niños habían recibido una orden para no decir nada sobre ella. Porque Lucía ha dicho francamente que no tendría palabras para ello, para expresarse con propiedad, y que daría solamente el sentido. Esto — concluye Martindale — nos anima a pensar que el secreto de aquel mensaje puede referirse a la intensidad con la que los niños fueron capaces de percibir ciertas verdades [,] más bien que cualquiera otra cosa que pudiera cristalizarse claramente en ideas o ponerse en imágenes palabras. En este texto hay un fondo de verdad que debe conservarse: la razón del silencio de los niños tiene su explicación, más todavía que en las propias 91


indicaciones de la Virgen, [la razón está] en la intensidad con que [los niños] vivieron el secreto. Pero claro está que eso no puede constituir el verdadero sentido «confidencial» de lo revelado. Porque así como el dogma cristiano tiene un contenido «conceptual» — del que no puede ser despojado bajo pena de reducirse a vago sentimiento —, del mismo modo la naturaleza del «secreto» no puede reducirse a una simple «vivencia» sin contenido, por más intensa que se la suponga. El secreto de Fátima tiene un sentido concreto y nos habla de hechos y de mensaje bien individualizados. Suponer que esta concretización es obra posterior de una «elaboración» subjetiva de Lucía es cerrarse a comprender históricamente los hechos, inventando hipótesis de trabajo carentes de fundamentos en los documentos. Otro autor, el P. Veloso, movido por dificultades parecidas a las de Martindale, ofrece esta solución: si la existencia del Infierno es ya un dogma conocido, ¿cómo [el Infierno] puede ser objeto de un «secreto», que sería inútil? Y responde: la palabra «secreto» no expresa sólo «una verdad que se oculta»; también significa el sentido oculto, la explicación, el motivo, la clave, el modo particular de conseguir determinado efecto. Y el P. Veloso aduce esta frase: «el secreto de la conversión de los pecadores fue el sufrimiento de los pequeños, la oración y la Consagración al Corazón Inmaculado de María». Pues bien, continúa el P. Veloso, es en este sentido en que el secreto relativo a la visión del Infierno debe ser interpretado; la razón oculta, la clave del mensaje de Fátima es precisamente la existencia del Infierno, que es el «secreto» de todo cuanto se pasó y continúa a pasar en Fátima. 92


Esta otra explicación, por tanto, reduce el contenido del secreto de Fátima a ser una fuerza, [y] motiva [a pensar] que poseen sus verdades ya bien conocidas. Esto es cierto, pero suprime el verdadero sentido del secreto: primero haciendo del «Infierno», unilateral y masivamente, el motor de la influencia de Fátima. Y esto es evidentemente falso: primero porque la razón de la visión del Infierno no estaba en sí misma, sino en lo que inmediatamente sigue: «Habéis visto el Infierno, adonde van los pobrecitos pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la Devoción a mi Corazón Inmaculado». La verdadera razón está en el establecimiento de la Devoción al Corazón Inmaculado de María. Reducir el Mensaje de Fátima a ese impulso que le viene de «su» secreto, que sería el Infierno, es olvidar toda la espléndida Teología positiva y constructiva que produce una espiritualidad abierta y progresiva; no esa otra [Teología] paralizante que estaría fundada en el temor. Nosotros, de una manera descriptiva, pero muy fiel, definiríamos así finalmente el «secreto» de Fátima: «Secreto de Fátima, en un sentido amplio, pero verdadero, es el “misterio” total e integral de Fátima que sus hechos y sus textos globalmente ofrecen, vistos en el conjunto carismático con que fueran entregados a la Iglesia. En un sentido más específico, [el «secreto» de Fátima] es el contenido especial, reservado y oculto por disposición providencial del Cielo, que los 93


pequeños videntes no quisieron manifestar sino muy paulatinamente, y al cual llamaron “secreto”».

3.3 El sentido del secreto El secreto de Fátima no es, pues, una pura vivencia mística, sin contenido histórico y conceptual. [El secreto de Fátima] Tiene evidentemente un sentido. No podemos imaginarlo como un juego de azar o una burla de los hombres. [El secreto de Fátima] Entra sin duda en esa providencia particular con que el Señor ha dirigido todos los acontecimientos de Fátima. Abstrayendo ahora del paralelismo normal de toda fenomenología religiosa con otras manifestaciones epifánicas [,] en donde el elemento «misterio» también se encuentra, empecemos afirmando su fundamento histórico. Fátima no puede ya relegarse simplemente a los relatos legendarios de la alta Edad Media porque [Fátima] es un hecho contemporáneo. [Fátima] Tampoco [puede relegarse] a los relatos «míticos», porque, por más que purifiquemos el concepto de «mito», es difícil aplicarlo a una historia que puede ser descrita detalladamente. Además el origen del secreto de Fátima es tan histórico como los demás hechos y tiene su origen en los mismos niños, no en la imaginación exaltada del pueblo, que hubiera necesitado engrandecer los hechos «mitologizándolos». Todas estas hipótesis están fuera de la realidad concreta que los documentos nos describen en todos sus pormenores. Por otra parte, es evidente que no se trata de un simple fenómeno o epifenómeno de prestigio o de ocultismo. 94


[Fátima] Es una realidad histórica en unos niños que pasaron por las pruebas del hierro y del fuego. Intentemos penetrar su sentido. Acabamos de decir que [Fátima] no es un puro prestigio infantil en el que hubieran entrado fascinados los mayores. Los niños, es verdad, hacen uso del «secreto» como autodefensa de su diminuta personalidad. Pero los niños de Fátima, cuando hablan del secreto, no están representando un juego, sino una cosa muy seria que guardan celosamente contra la injerencia de padres y familiares, de vecinos y compañeros, de Sacerdotes y de Obispos, de halagos, amenazas y promesas de las autoridades civiles. El secreto de Fátima tan poco es tal en el sentido de doctrina «nueva», de algo original que viniera a revolucionar el dogma, la moral o la espiritualidad devocional cristiana. Todo el riquísimo contenido dogmático y espiritual del mensaje de Fátima pertenece a la tradición más pura y evangélica. En este sentido, Fátima es plenamente «católica». Pero todo ese contenido [, el mensaje del Cielo] sí que es «secreto de Fátima», en el sentido de haberle entregado Fátima a la Iglesia en una vivencia carismática nueva e impresionante. Fátima se hace carne viva y tangencial del Evangelio. Muy positivamente, el sentido del secreto de Fátima se caracteriza por las siguientes notas funcionales: 1ª) Función sacramental y mistérica. De ella ya hemos hablado: [Fátima tiene efectos «quasisacramentales porque se apoya en una teología de la intercesión tan segura y tradicional como es la intercesión de la Virgen; y tiene la «práctica del sigilo» 95


que, como en la Iglesia primitiva, consiste en tener prudencia elemental en unos tiempos difíciles]. 2ª) Función de prestigio en la que lo «luminoso» ejercita su valor religioso intenso. 3ª) Función catártica, es decir, purificadora de todas las falsas adherencias que empobrecen y deforman el mensaje. Ese halo de «misterio» que envuelve a Fátima sin hacerlo incomprensible [,] sí que lo alza a una cierta «inaccesibilidad» de preservación muy benéfica. 4ª) Función pedagógica de la Fe. Fátima es hoy, [y] sigue siendo hoy, una gran educadora de la Fe. Y [el] sentido del misterio es inherente a esa educación. 5ª) Función profética. No simplemente en cuanto preanuncio del futuro en imponentes profecías. Ya la misma Lucía ha sido quien ha advertido que [ella] no ha sido llamada a ser «profeta» en ese sentido. Sino en el sentido integral, de carisma profético, con el que Dios dota a su Iglesia para tenerla despierta y atenta a los signos de los tiempos. 6ª) Función misional. Es decir, una función en la que Dios se sirve del intermedio del «enviado», del Apóstol, para dar a conocer sus últimas voluntades. 7ª) Función apologética. El secreto fue el punto álgido de ataque contra Fátima, que los niños defendieron siempre de una manera heroica. 96


Fig. 06. Lucía no parece estar preocupada por el Secreto...

3.4 Fátima y la apocalíptica decadente Los fenómenos carismáticos que llamamos «revelaciones privadas», siendo de un carácter profético acusado, no pueden menos de presentarse con un sentido escatológico y apocalíptico destacados. Con ello, lejos de ofrecer dificultades para [que] su verdadero origen divino [sea reconocido], más bien lo confirman. 97


Puesto que las revelaciones privadas no tienen como finalidad específica el desarrollo del dogma cristiano, sino más bien la conservación de la Fe y una fuerte llamada a la observancia de la moral de Cristo, no puede extrañar que [esas revelaciones] acudan a elementos escatológicos cuya naturaleza es apta para obtener ese fin. Por lo demás, con ello [, esas revelaciones] demuestran no solamente que continúan la línea profética histórica bien conocida, también persiguen la misma naturaleza de la Iglesia peregrinante, cuya índole es esencialmente escatológica. Sin embargo, es necesario constatar un hecho: que al lado de esta apocalíptica que pudiéramos llamar «de buena ley», se junta frecuentemente «otra» [apocalíptica] que la imita deformándola, caricaturizándola, siendo el «Diablo Cojuelo» [el] que juega livianamente con esas realidades trascendentales, haciéndolas excesivamente humanas y decadentes. Con ello [se] compromete la trascendencia de la primera apocalíptica «de buena ley» y hasta lanza sombras sobre la autenticidad de los mismos hechos venerables. Esto ha acontecido en casi todas las revelaciones privadas, aun las mejor fundadas histórica y teológicamente. Así son conocidas las raras especulaciones que suscitó el «secreto» de Mélanie [Calvat] [1831-1904] y Maximin [Giraud] [1835-1875] [,] y la curiosidad malsana que pudo crearse en torno a los secretos personales de [Santa] Bernadette.

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Fig. 07. Nuestra SeĂąora de la Salette, MĂŠlanie Calvat [1831-1904] y Maximin Giraud [1835-1875]. 99


Ahora bien: hay que confesar que los sucesos de Fátima, si no son observados a su verdadera luz, son muy propios para suscitar ese maravillosismo extraño y dar ocasión a una apocalíptica decadente. La complejidad de apariciones; la pluralidad de visiones; la insistencia en el secreto y sus tres partes; la relación entre Fátima y ese fenómeno temible que se llama «Rusia»; las guerras en que se desarrollan los acontecimientos; las indiscreciones en torno a la publicación de la tercera parte del secreto del año 1960; la pervivencia misma de Lucía y de sus quizá excesivas declaraciones... Todo ello son motivos más que suficientes para poder crear un ambiente apocalíptico, lo menos apto para favorecer un desarrollo de la Fe y de la comprensión de ese carisma singular que es Fátima. ¿Fátima tiene la culpa de ser un fenómeno tan rico «apocalípticamente» y «escatológicamente» como para despertar una apocalíptica y escatología equivocadas? ¿Puede Fátima frenar la imaginación popular que gusta del tremendismo de lo apocalíptico? Y aún más: ¿Es Fátima responsable de que las reticencias de unos — dilatando la divulgación de los documentos —, y las imprudencias de otros — prometiendo esa misma divulgación cuando no les estaba permitida — hayan producido en ciertos períodos de los últimos años un ambiente malsano y hostil a ella misma? Por otra parte: 100


¿La Catequética y Pastoral de Fátima han sido llevadas con aquella maestría y conocimiento de causa que exigían un conocimiento crítico de los hechos y una vivencia permanente de su mensaje? Queremos decir: la Catequética y la Pastoral — por no hablar de la Apologética y de la Historia crítica — no han estado a la altura de unos fenómenos tan singulares y tan excesivamente ricos carismáticamente. Fátima tiene, sí, «su» propia Escatología y Apocalíptica, como acabamos de ver, fundada en los textos críticos, y que deben ser tomadas absolutamente en serio, sin sensacionalismos desbordantes y sin emocionalismos incontrolados. Y en este sentido [, Fátima] está llamando poderosamente la atención de todo aquel que se acerca con corazón sincero a los hechos y al mensaje [, que] y se siente «interpelado» por la fuerte voz de la montaña que desciende del alto plano de la Cova de Iría. Pero, ya casi desde el principio, los hechos de Fátima han sido acompañados de un cortejo, nada envidiable, de textos, mensajes y otros hechos absolutamente espurios al verdadero mensaje y a los verdaderos hechos. No es posible hablar de todos ellos. Por eso vamos a referirnos a los [hechos espurios] más importantes, y sobre todo a los más recientes, como casos típicos de referencia. Este sensacionalismo popular era bien explotado por la primera crónica periodística que tenemos, la del «O Século» del 23 de Julio de 1917, que decía: «La curiosidad era general, y por unos momentos, todos se conservaron silenciosos, boquiabiertos, 101


escrutadores, como si procurasen oír alguna voz que venía de las entrañas de la tierra. En esto, se oye un ruido semejante al retumbar del trueno, y luego inmediatamente las dos niñas, que estaban junto al carrasco circundado por muchas florecitas — paradisíacas, me parece —, irrumpieron en un lloro aflictivo, haciendo gestos epilépticos, y cayendo después en éxtasis.» Otro periódico sectario, «O Mundo», el 19 de Agosto, explotaba sobre todo el aspecto tremendista de castigo, diciendo: «Ahí está un ejemplo más, un símbolo de la pureza que viene a rescatar al mundo por la bondad; pero al mismo tiempo amenaza fulminar a los que no quisieren creer en sus virtudes. El mismo odio aparece en la enfermiza y erótica leyenda de la aparición de la Virgen a Santo Domingo de Guzmán. También la Virgen se le aparece en sueños y le suplica voluptuosamente que fuera por todo el mundo: “Ve, Domingo; ve a predicar a los pueblos mi Rosario: y di a los que no se convirtieren que todo mi amor se transformará en odio”. Y así se fundó la Inquisición. Lo mismo que esa aparición, también ésta [la] predica el odio». El lector, ciertamente, no se escandalizará de esas inmensas y sacrílegas falsedades. Desde luego, lo «apocalíptico» se presta más a la literatura barata. Así [ocurre en] estos párrafos con que el periodista Avelino de Almeida preparaba a sus 102


lectores para los acontecimientos del próximo día 13 de Octubre en el «O Século»: «La fenomenología de las apariciones es la misma de siempre. Fátima recuerda a Lourdes, el último y florido brote de aquel frondoso árbol genealógico del culto mariano que tendió sus ramos por los Pirineos y por los Alpes: Oussé, Médoux, Garaison, La Salette. Lo mismo que en 1500, en 1648, en 1858, es a niños pobres, humildes e ignorantes a quienes la visión se patentiza para recomendar oración y pedir el concurso y homenaje de las multitudes (…). (...) Otros, sin embargo, en el instante solemne y divino, ven las estrellas pestañeando en el azul, no obstante que el Sol se encuentra en el zénit. Sienten ruidos subterráneos, que señalan la presencia de la Señora; dicen que la temperatura enfrió, y algunos comparan las impresiones del momento con las [impresiones] que reciben al momento de un eclipse solar (...). Hay rostros que se cubren con una palidez de muerte». Más tarde se especulará con la temprana muerte de los videntes y con la inexplicable desaparición de Lucía, interna en el Vilar. Pero — hay que confesarlo — la apocalíptica decadente de Fátima se ha desarrollado con ocasión de la tercera parte del secreto, que permanece inédita, y de la que se decía, por las autoridades más fidedignas, que se abriría en el año 1960: ¿qué grande serie de calamidades irían a esconderse en el inviolado mensaje? 103


3.5 Los textos espurios del secreto En este ambiente, saturado de curiosidad, expectativa malsana y sensacionalismo impresionante, se comenzaron a publicar, durante los años 1954 a 1960, muchos textos que se decían ser el verdadero y genuino texto del secreto de Fátima, que estaba custodiado en la Curia diocesana de Leiría o en los archivos vaticanos. Los textos, decimos, fueron innumerables y no vale la pena referirse a ellos. Vamos únicamente a referirnos a tres [textos] principales, porque [estos] todavía continúan causando una desorientación que hace mal a Fátima y a su Mensaje de luz y de Esperanza, y llevan a los fieles a una expectativa angustiante que daña la verdadera Fe. Vamos a referirnos, pues, solamente a los [textos] que se han difundido bajo la autoridad del P. Lombardi, del P. Fuentes y de un escritor alemán, Luis Emrich. Si citamos personalmente los nombres es porque su publicidad ha sido tan enorme que sería ridículo que nosotros los omitiéramos. Por lo demás, la intención crítica que ponemos al juzgar los textos de estos tres autores es eminentemente positiva. Pretendemos precisamente advertir qué es lo que en ellos hay de positivo y qué [hay] de negativo, introducido esto, tal vez posteriormente, en textos que repetían muy infielmente los textos originales. (1) Cronológicamente, el P. Lombardi es bien conocido mundialmente por ser el fundador de esa gran obra que se llama «Por un Mundo Mejor». El día 07 de Febrero de 1954, el Padre Lombardi, después de muchas insistencias, y en una ocasión bien inoportuna para la 104


Hermana Lucía, logra verse con ella en el locutorio del Carmelo de Coimbra. La impresión que [él] recibe [de Lucía] es ésta: «Un rostro simple; una voz clara, donde en la voz no se notaba cualquier artificio, cosa fácil en ciertas situaciones. ¡[Ella] Estaba molesta y con fiebre!». Y la interrogué: « — Dígame si el «Mundo Mejor» (ella ya conocía el movimiento) es la respuesta de la Iglesia a las palabras que le fueron dichas por la Virgen. — Padre — respondió [Lucía] —, ciertamente, hay necesidad de esta gran renovación. Si no se hiciere, teniendo en cuenta el desenvolvimiento actual de la humanidad, sólo una limitada parte del género humano se salvará. — ¿[Usted] Cree verdaderamente que muchos van para el Infierno? Yo espero que Dios salve la mayor parte (y hasta lo escribí en un libro, a quien di por título «La salvación de los que no tienen Fe»). — Padre, son muchos los que se condenan. — Es cierto que el mundo es una sentina de vicios... Pero hay siempre una esperanza de salvación. — No, Padre, muchos, muchos, se perderán. » (...) El P. Lombardi recuerda a sus lectores que Lucía ha tenido la visión del Infierno. Y que [él] volvió a Italia con aquel grave aviso en el corazón, y con una voluntad 105


decidida de reemprender con más fuerza todavía el movimiento «Por un Mundo Mejor». El lector habrá notado que en las palabras de Lucía no hay ni una sola mención al secreto de Fátima. Por lo tanto, la primera conclusión es que todas las aprehensiones nacidas de ese texto del P. Lombardi sobre su conversación con Lucía no pueden estar fundamentadas en una interpretación tremendista del secreto. Pero además, ¿[esas aprehensiones] responden a lo que Lucía en otras ocasiones ha escrito sobre el Infierno? Ya conocemos el texto de la visión del Infierno. Por muy realista que se le suponga, este texto [de la visión del Infierno] no habla para nada de si los condenados son muchos o pocos. A continuación Lucía nos informa sobre la impresión que esa visión causó en la pequeña Jacinta. Y cuando Lucía quiere explicar el espíritu de mortificación por los pecadores que tan intensamente vivió [Jacinta], da dos explicaciones: «... Primero, por una gracia especial que Dios [,] por medio del Corazón Inmaculado de María [,] quiso concederle. Segundo, mirando al Infierno y la desgracia de las almas que ahí caen». Jacinta se dejaba impresionar mucho, y exclamaba: «Es necesario rezar mucho para librar la almas del Infierno. ¡Van allí tantas, tantas!». En esta misma Memoria [,] Jacinta tiene las visiones de la guerra, de los muertos... Lucía le pregunta: «Jacinta, ¿en qué piensas?» [, y Jacinta responde:] «En la guerra que ha de venir. ¡Ha de morir tanta gente! ¡Y casi toda va al Infierno!». 106


En la conversación [de Lucía] con Thomas Walsh [,] éste le pregunta: « — La Virgen le ha hecho ver que muchas almas van al Infierno. ¿[Usted] Ha recibido de parte de la Virgen la impresión de que las almas que se condenan son más de las que se salvan? Lucía tuvo aquí una ligera sonrisa. — Yo vi las que se precipitaban: no vi las que subían a lo alto. » Henos aquí ante los textos. Es cierto que la pequeña Jacinta, fuertemente impresionada, tiene aquella expresión tremenda que a tantos escandaliza. ¿Pero es necesario tomarla en su literalidad? En cuanto a Lucía, no hay nada que justifique esos alarmismos a que el texto del P. Lombardi dio lugar. Y, de todos modos, es cierto que nada de eso pertenece al «secreto» de Fátima. (2) El texto del P. Fuentes es más complicado, y, desde luego, recorrió el mundo en mil y mil variantes, causando terrores sin cuento. ¿Él tuvo toda la culpa? ¿Cuál es el texto «original»? ¿[Ese texto] Puede ser atribuido a Lucía? Este P. Fuentes, Sacerdote mejicano, nombrado vicepostulador de las causas de beatificación de los 107


videntes, tiene una conversación con Lucía el día 26 de Diciembre de 1957. [El P. Fuentes,] Vuelto a Méjico, el día 22 de Mayo del año siguiente, el 1958, tiene una conferencia en la Casa Madre de las Misioneras del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora de Guadalupe, en donde les dio una comunicación de aquella entrevista. Poseemos dos textos «auténticos» de esa conferencia, uno en español y otro en inglés. El primero es bastante más largo que el segundo, ya que éste es una traducción abreviada, aunque esencialmente idéntica al primero. Recojamos, por lo tanto, únicamente del texto más original, el español, los párrafos que se refieren a las comunicaciones de Lucía. [El texto en español] Se comienza hablando de un mensaje recibido «de los labios mismos de la vidente principal». «(...) Quiero contaros únicamente la última conversación que tuve con ella, que fue el 26 de Diciembre del año pasado [1957]»: «La encontré en su convento muy triste, pálida y demacrada; y me dijo: “Padre, la Santísima Virgen está muy triste porque nadie hace caso a su Mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos, porque prosiguen su camino de bondad; pero sin hacer caso a este mensaje. Los malos, porque no viendo el castigo de Dios actualmente sobre ellos, a causa de sus pecados, prosiguen también su camino de maldad, sin hacer caso a este Mensaje. Pero, créame, Padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera tremenda. El castigo del Cielo es inminente. ¿Qué falta, Padre, para 1960, y qué sucederá entonces? Será una cosa muy triste para todos, y no una cosa alegre si antes el mundo 108


no hace oración y penitencia. No puedo detallar más, ya que es aún secreto que, por voluntad de la Santísima Virgen, solamente pueden saberlo tanto el Santo Padre como el señor Obispo de Fátima; pero ambos no han querido saberlo para no influenciarse. Es la tercera parte del Mensaje de Nuestra Señora, que aún permanece secreto hasta esa fecha de 1960. Dígales, Padre, que la Santísima Virgen, repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta, como a mí, nos dijo: Que muchas naciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma, que Rusia sería el instrumento del castigo del Ciclo para todo el mundo, si antes no alcanzábamos la conversión de esa pobrecita Nación (...)”. Sor Lucía me decía también: “Padre, el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen, y como sabe qué es lo que más ofende u Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja desamparado el campo de las almas, y más fácilmente se apodera de ellas”. “Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma; y no sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios 109


para hacer oración y sacrificio (...). Lo segundo que santificó a los niños fue la visión del Infierno (...)”. “Por esto, Padre, no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán sobre la tierra si el mundo antes no hace oración y penitencia. No. Mi misión es indicar a todos el inminente peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado”. “Padre — me decía Sor Lucía —, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo; ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos para cada una de sus diócesis; ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas. No; ya Nuestro Señor usó muchas veces estos medios, y el mundo no le ha hecho caso. Por eso, ahora, ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual; que debe salvar no sólo su alma, también debe salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino (...)”. “Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los Últimos Tiempos del mundo, pero me lo dio a demostrar por tres motivos: el primero, porque [Ella] me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una batalla decisiva es una batalla final, en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio. Lo 110


segundo, porque [Ella] me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el Santo Rosario y la Devoción al Inmaculado Corazón de María; y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros. Y tercero, porque siempre en los planes de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios; y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierto temor el último medio de salvación, su Santísima Madre. Porque si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del Cielo; porque hemos cometido un pecado, que en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo; que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se presenta en las manos; y también porque Nuestro Señor es muy buen hijo; y no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que con ejemplos terribles nos indica cómo Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre”. “Dos son los medios para salvar al mundo, me decía Sor Lucía de Jesús: la oración y el sacrificio (...)”. “Y luego, el Santo Rosario. Mire, Padre, la Santísima Virgen, en estos Últimos Tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay 111


problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias [,] sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario. Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas”. Y luego, la Devoción al Corazón Inmaculado de María, Santísima Madre, poniéndonosla como sede de la clemencia, de la bondad y el perdón; y como puerta segura para entrar al Cielo. Esta es la primera parte del Mensaje referente a Nuestra Señora de Fátima; y la segunda parte, que, aunque es más breve, no es menos importante, se refiere al Santo Padre». (No transcribimos esta así llamada «Segunda Parte» porque se refiere a los sufrimientos personales de Pío XII ante la situación del mundo y de la Iglesia). Estos son los textos genuinos que [,] de un modo impropio [,] el P. Fuentes ha llamado «mensaje de Lucía». [Estos textos] Fueron publicados en su original español y en traducción inglesa, con todas las garantías de autenticidad y con todas las seguridades jerárquicas, entre las cuales se contaba la del Señor Obispo de Fátima. Pero los sucesos posteriores pervirtieron absolutamente unos textos muy dignos de ser reflexionados por el pueblo cristiano. Al pasar a otras 112


revistas de vulgarización piadosa, [los textos] fueron horriblemente transformados, hasta ser deformados del todo. [Los textos] Vinieron a ser «un» texto espurio que ya no pertenecía no sólo, y desde luego, a Lucía, pero ni siquiera al P. Fuentes. En esos textos divulgados se anunciaban de la manera más grotesca todos los cataclismos de los Últimos Tiempos... Cuando estos textos, recorriendo el mundo estremecido, llegan a Portugal, la Curia episcopal de Coimbra interviene con una nota oficial de fuerte condena: «Para tranquilidad de tantos que, al leer la documentación publicada en “A Voz”, se han alarmado, han quedado asustados con los cataclismos que (según dice tal documentación) caerán sobre el mundo en 1960, y sobre todo para poner fin a tan tendenciosa campaña de “profecías”, cuyos autores, tal vez sin darse cuenta, están haciendo caer el ridículo sobre sí mismos y sobre cosas que a la Hermana Lucía se refieren, la Curia diocesana de Coimbra hace públicas estas palabras de la Hermana Lucía, como respuesta a preguntas de quien tiene el derecho de hacerlas: “El Padre Fuentes habló conmigo por ser el postulador de la ‘causa de Beatificación de los siervos de Dios’, Jacinta y Francisco Marto. Tratamos únicamente de cosas relacionadas con este asunto; por lo que todo lo demás a que él se refiere no es exacto ni verdadero. Lo cual lamento, pues no comprendo qué bien pueda hacerse a las almas con cosas que no tienen por base a Dios, que es la verdad. Nada sé; por tanto, ni cosa alguna 113


podía [yo] decir sobre tales castigos, como falsamente se me atribuye”». ¿Quién tenía la razón en este lastimoso asunto: el P. Fuentes, la Curia diocesana de Coimbra, la Hermana Lucía? Quisiéramos explicarnos, dando nuestra modesta Opinión: 1º Lo que dice el P. Fuentes en el texto genuino de su conferencia a la comunidad religiosa mejicana en Diciembre de 1957 [,] responde ciertamente en lo esencial a lo oído a la Hermana Lucía en su visita. Porque aunque [ese texto genuino] esté mezclado con consideraciones oratorias del predicador, aunque esté arreglado literariamente, esos textos no dicen nada que la Hermana Lucía no ha dicho en sus numerosos escritos hechos públicos. Tal vez el defecto principal consista en haber presentado esos textos en boca literalmente de Lucía, y expresa y formalmente como «un mensaje suyo» al mundo. La Hermana Lucía no tenía esa intención. 2º El texto genuino, único atribuible al P. Fuentes, en justicia, en mi opinión, no contiene nada que dé ocasión la nota condenatoria de Coimbra. Antes al contrario, [el texto genuino] contiene una doctrina muy apta para edificar piadosamente al pueblo cristiano. 3º La Curia Diocesana de Coimbra — y a través de ella la Hermana Lucía — no han distinguido entre el texto genuino, único atribuible al P. Fuentes en justicia, y esa ingente «documentación» aludida. Se ha cometido así un error de juicio, confundiendo todo en una única y global condena. 114


Pero no terminó ahí la proliferación de textos espurios en torno al secreto de Fátima. El día 15 de Octubre de 1963 aparecía en el semanario alemán «Neues Europa» un artículo largo y sensacional, que decía reproducir el texto del secreto de Fátima. Las circunstancias eran espectaculares y sensacionales en sumo grado: el texto había sido comunicado por el Papa Pablo VI a los jefes de Estado Macmillan [del U.K.], Kennedy [de EE.UU.] y Krushev [de la U.R.S.S.], y los tres estadistas habrían quedado impresionados de tal modo que había influido decisivamente en el acuerdo del 06 de Agosto sobre el cese de experiencias atómicas en el aire, tierra o bajo el agua. Reproducimos aquí lo más significativo del texto, traducido por nosotros del original alemán («Neues Europa», número 20, 15 Oktober 1963, Seite 5): «Hoy, sin embargo, podemos entregar al círculo de lectores internacionales de “Neues Europa” el contenido del tercer mensaje de Fátima en forma fragmentaria; es decir, en la forma como ha sido accesible a la información íntima de la diplomacia de Washington, Londres y Moscú (...)». Aunque en este documento no se trate del texto original del mensaje de Fátima, tal como en el 13 de Octubre de 1917 fue revelado a la vidente Lucía por la Madre de Dios contiene, sin embargo, los puntos esenciales del [texto] original. Dice así: «Era el 13 de Octubre de 1917. En este día apareció la Virgen María a los niños videntes Jacinta, Francisco y Lucía en una serie de seis apariciones hasta esta última. Después de producirse el milagro 115


del Sol, la Madre de Dios reveló a Lucía un mensaje especial, en el que, entre otras cosas, se dice: “No te turbes, hija mía. Yo soy la Madre de Dios que te habla y te suplica que anuncies el siguiente mensaje a todo el mundo en mi nombre. Por ello serás muy perseguida. Permanece, sin embargo, fuerte en la Fe y vencerás todos los ataques. Escucha y advierte lo que te digo: los hombres deben hacerse mejores. Deben pedir el perdón de los pecados que cometieron y seguirán cometiendo. Tú me pediste un milagro para que todo el mundo comprendiera mis palabras, que, a través de ti, digo a la Humanidad. Acabas de ver ese milagro. Ha sido el gran Milagro del Sol. Todos lo han visto: creyentes y no creyentes, campesinos y burgueses, científicos y periodistas, legos y Sacerdotes. Pues bien, ahora anuncia así en mi nombre: Sobre toda la humanidad va a venir un gran castigo. No hoy ni mañana, sino en la segunda mitad del siglo XX. Lo que di a conocer en La Salette ya a través de los niños Melania y Maximino lo repito hoy ante ti. La Humanidad no se ha transformado como Dios esperaba. La Humanidad prevaricó y conculcó el don que le había sido entregado. En ninguna parte reina el orden. Hasta en los puestos más altos es Satanás quien gobierna y rige la marcha de las cosas. Se las arreglará para introducirse hasta en los puestos más altos de la Iglesia. Logrará de tal modo confundir las cabezas de los científicos, que encontrarán armas con que se pueda destruir la mitad de la Humanidad en pocos minutos. Logrará uncir a su carro a los poderosos de las naciones 116


para que fabriquen esas armas en masa. Si la Humanidad no se convierte me veré forzada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Si los que están a la cabeza del mundo y de la Iglesia no detienen estos acontecimientos, haré y rogaré a Dios mi Padre que descienda sobre esta Humanidad su gran justicia. Y he aquí que entonces Dios castigará a los hombres aún más fuerte y duramente que lo hizo por medio del diluvio, pereciendo igualmente los grandes y poderosos como los pequeños y los débiles. También para la Iglesia se acerca un tiempo de durísimas pruebas. Habrá Cardenales contra Cardenales y Obispos contra Obispos. Satanás se introducirá en medio de sus filas. Y hasta en Roma habrá grandes transformaciones. Lo que está podrido se cae; y lo que se cae no debe ser mantenido. La Iglesia será oscurecida y el mundo caerá en conmoción. La Gran Guerra acontecerá en la segunda mitad del siglo XX. Fuego y humo caerán del Cielo; y las aguas del océano se evaporarán, lanzando su espuma contra el Cielo: y lo que estuviera en pie se arruinará. Millones y millones de hombres perderán su vida de hora en hora, y los que sobrevivieren tendrán por felices a los que han perecido. Tribulación habrá por doquier, y miseria por toda la tierra, y desolación en todos los países. Mira que cada vez está más cercana la hora y el abismo es cada vez mayor y no habrá salvación; los buenos morirán con los malos; los grandes [morirán] 117


con los pequeños; los Príncipes de la Iglesia [morirán] con los simples fieles [;] y los dominadores del mundo [morirán] con sus pueblos. Por todas partes reinará la muerte llevada en triunfo por hombres extraviados y por esclavos de Satanás, quien será entonces el único dueño de la tierra. Llegará un día que ningún Rey, ningún Emperador y ningún Cardenal u Obispo espera; pero que llegará sin duda según los designios de mi Padre para castigar y hacer venganza. Más tarde, con todo, cuando los que sobrevivieren tengan todavía vida, habrá una renovación y será invocada su gloria y se servirá a Dios como antes, cuando el mundo no se había corrompido todavía. Yo hago un llamamiento a todos los verdaderos seguidores de mi Hijo Jesucristo, a todos los verdaderos cristianos, a los Apóstoles de los ¡Últimos Tiempos! Viene el tiempo de los tiempos y el fin de todos los fines; si la Humanidad no se convierte, y esta conversión no viene de arriba, de los que rigen el mundo y de los jerarcas de la Iglesia. Pero ¡ay! si esa conversión no llega y todo queda como está o se vuelve peor. Anda, hija mía, y anuncia esto. Yo estaré a tu lado ayudándote siempre”». Todo en este texto es falso e inauténtico: las noticias deslumbrantes de la comunicación del texto por el Papa a los jefes de Estado; los errores históricos que se cometen; la estructura literaria, tan diversa a la empleada por los escritos auténticos de Lucía; las mismas ideas, en absoluta disconformidad con las de la Hermana Lucía. Este texto es un calco infeliz del 118


llamado «secreto de la Salette» [1846], y aun éste, [está] violentado, exagerado y falsificado. -oHe aquí cómo una serie de textos espurios han pretendido desplazar el verdadero texto, que permanece inédito, sirviendo una curiosidad malsana, y tal vez con un intento perverso de lanzar el descrédito sobre Fátima. Pero ni la Hermana Lucía ha hablado jamás a nadie sobre el secreto, ni el Papa ha juzgado todavía tiempo oportuno para darlo, o permitirlo dar, a conocer los fieles. «La Hermana Lucía no ha hablado», decía el cardenal Ottaviani: «Lucía ha conservado el secreto. [Ella] No ha hablado por más que haya sido tentada para hacerla hablar. Sí; van circulando “Secretos de Fátima” que se atribuyen a ella. ¡NO CREAIS! Lucía no ha hablado. Lucía ha mantenido el secreto. (...) En esto [,] Lucía ha sido verdaderamente ejemplar; no ha hablado. No creáis a aquellos que dicen haber oído esto o aquello de Lucía. Yo, que he tenido la gracia y el don de leer lo que es el texto del secreto, puedo decir que todo lo que circula... es fantasía. Podéis estar seguros de que el verdadero secreto está custodiado de manera que nadie ha puesto los ojos sobre él». Y la Curia Diocesana de Coimbra podía aclarar: «La Curia Diocesana de Coimbra está habilitada para poder declarar que la Hermana Lucía, habiendo dicho hasta ahora lo que entendió [que] 119


debía decir sobre Fátima, y que se encuentra en los varios libros publicados sobre Fátima, por lo menos desde Febrero de 1955 para acá, nada dijo; y por tanto a nadie autorizó a dar al público, sea lo que fuere, que le pueda ser atribuido acerca de Fátima».

Fig.08. El Papa Pablo VI presenta a [¿] Lucía [?] a la multitud. [

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Fig. 09. Hermana Lucía dos Santos. Los rasgos de la Lucía de la Fig. 08 son diferentes de los rasgos de la Hermana Lucía dos Santos, en la Fig. 09. Por ejemplo, la Lucía de la Fig. 08 tiene labios delgados, mientras que la Hermana Lucía dos Santos tiene labios gruesos, &c. Juzgue usted, querido lector. ]

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CONCLUSIÓN Hemos intentado, querido lector, llevar a tu ánimo una clarividencia de ideas en torno al Secreto de Fátima, que reconfortará tu Fe en las apariciones de Nuestra Señora de Fátima y te reconducirá a lo que constituye su núcleo esencial: penitencia, oración, intercesión del Corazón Inmaculado. Te hemos hablado, sí, de las múltiples peripecias, vicisitudes, y hasta dramáticas aventuras y repercusiones, a las que el texto famoso ha dado lugar, siendo [estas] no su causa, sino su mera ocasión. Pero lo hemos hecho no con un intento de satisfacer tu curiosidad innata, sino con un deseo sencillo de educar tu Fe cristiana. «Son demasiados — dice el antes citado señor Obispo de Marsella — los que se dejan agitar, llevar a la deriva, a todo viento de doctrina (Ef 4,14). El fenómeno es bien conocido, obedece a la doble necesidad de seguridad personal y de denuncia a aquellos a quienes se consideran como autores de la turbación. El clima de angustia en el que vivimos engendra todas las credulidades posibles. Y [la gente] se goza en leer mensajes celestes que refieran los castigos de los malos pastores, entre ellos, Obispos y Papa. Todas estas pseudorrevelaciones: + Desarrollan una escatología trágica; + Unen la obtención de la salvación a devociones facultativas, y aun sospechosas;

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+ Ensalzan una espiritualidad que aparta de una Fe comprometida con la vida, tanto como con la Iglesia y el mundo (...). Conocemos la prudencia de la Iglesia frente a las revelaciones privadas; su rigor y su lentitud en el reconocimiento de algunas entre ellas; su mesura en marcar su carácter relativo con la Revelación, la Palabra de Dios vivida y celebrada en la Iglesia. Ni el número ni el fervor de las personas que se adhieren a estas revelaciones es lo que hace criterio de verdad, sino sólo el juicio del Papa y de los Obispos. Más aún: es necesario saber que la Iglesia jamás impone una aparición como artículo de Fe; se contenta con pronunciarse sobre el contenido del mensaje». Educa, pues, primero tu Fe católica, don inapreciable y gratuito del Señor. Ella tiene, como nos dice el Apóstol San Pedro, algo más firme, a saber: la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso, hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones. Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es objeto de interpretación personal, porque la profecía no ha sido jamás proferida por humana voluntad, sino que, llevados por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios» (2 P 1, 19-21). Pero también [educa] tu Fe en Fátima, carisma eclesial como ningún otro, en donde el Espíritu de Dios se ha derramado "abundantemente. ¿De qué vale estar angustiado sobre el contenido de la tercera parte del secreto, inédita, si todavía no llevamos en el corazón 123


nuestra propia conversión y verdadera y auténtica Devoción Esto es lo único que convenientemente a la recepción este texto inédito.

penitencia y una a la Virgen María? podrá disponernos del conocimiento de

«Estoy preocupado — decimos de nuevo con el Obispo de Fátima — viendo que se estima como la parte principal del secreto la que será conocida en el año 1960, mientras que la parte más importante es la que ya todos conocen». Importa mucho más responder al Mensaje de Fátima (¡las dos primeras partes conocidas!) que dejarse llevar por extrañas aprehensiones sobre los supuestos castigos futuros que contendrá la tercera, ya que ésta no es «mensaje», sino mera profecía conminatoria.

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APÉNDICE a) APARICIONES EN FÁTIMA, 1917. (Recopilado por SCTJM)

Fig. 10. Apariciones en Fátima, 1917. 1ª Aparición de la Virgen Domingo 13/Mayo/1917. Estando jugando con Jacinta y Francisco en lo alto, junto a Cova de Iría, haciendo una pared de piedras alrededor de una mata de retamas, de repente vimos una luz como de un relámpago.

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— Está relampagueando — dije. Puede venir una tormenta. Es mejor que nos vayamos a casa. — ¡Oh si está bien! contestaron mis primos. Comenzamos a bajar el cerro llevando las ovejas hacia el camino. Cuando íbamos por mitad de la pendiente, cerca de una encina que aun existe, vimos otro relámpago, y habiendo dado algunos pasos más vimos sobre la encina una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos más ardientes del sol. Estábamos tan cerca que quedamos dentro de la luz que Ella irradiaba. Entonces la Señora nos dijo: — No tengáis miedo. No os hago daño. Yo le pregunté: — ¿De dónde es usted? — Soy del Cielo. — ¿Qué es lo que usted me quiere? — He venido para pediros que vengáis aquí 6 meses seguidos el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Volveré una séptima vez. Pregunté entonces: 126


— ¿Yo iré al Cielo? — Sí irás. — ¿Y Jacinta? — Ira también. — ¿Y Francisco? — Él también ira, pero antes tiene que rezar muchos Rosarios. Entonces me acordé de dos amigas de mi hermana que habían muerto hacía poco. — ¿Está María de las Nieves en el Cielo? — Sí, está. — ¿Y Amelia? de 18 o 20 años. — Ella estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo. Y entonces la [Señora] dijo: — ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores? — Si queremos.

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— Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la Gracia de Dios os fortalecerá. Diciendo esto, la Virgen abrió sus manos por primera vez, comunicándonos una luz muy intensa que parecía fluir de sus manos y penetraba en lo más íntimo de nuestro pecho y de nuestros corazones, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que también nos fue comunicado, caímos de rodillas, repitiendo humildemente: “Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento. Después de pasados unos momentos, Nuestra Señora agregó: — Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra". Acto seguido, [Nuestra Señora] comenzó a elevarse serenamente, mientras la luz que la circundaba parecía abrirle el camino. 2ª Aparición de la Virgen Miércoles 13 de Junio. Después de rezar el Rosario con otras personas que estaban presentes (unas 50) vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y en seguida [vimos] a Nuestra Señora en la encina, todo como en Mayo. — ¿Qué es lo que quiere? — pregunté —. 128


— Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el Rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además. Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió: Si se convierte se curara durante el año. Quisiera pedirle que nos llevase al Cielo. — Si, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedarás algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. [Jesús] Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrazare prometo la salvación, y sus almas serán queridas por Dios como flores puestas por mí para adornar su Trono. — ¿Me quedo aquí solita? — pregunte con dolor —. — No, hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios. En ese momento [, Nuestra Señora] abrió las manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de la luz inmensa que la envolvía. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se eleva hacia el Cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de nuestra Señora estaba un 129


corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en él. Entendimos que [ese] era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que quería reparación. Francisco muy impresionado con lo que había visto, me pregunto después: — ¿Por qué es que la Virgen estaba con un corazón en la mano irradiando sobre el mundo aquella luz tan grande que es Dios? Tú, Lucía, estabas con Ella en la luz que bajaba a la tierra y Jacinta [estaba] conmigo en la [luz] que subía al Cielo. Le respondí: — Es que tú, con Jacinta, iréis en breve al Cielo. Yo me quedo con el Corazón Inmaculado de María en la tierra. 3ª Aparición de la Virgen Viernes, 13 de Julio. Momentos después de haber llegado a Cova de Iría, junto a la encina, entre numeroso público (4,000 personas) que estaban rezando el Rosario, vimos el rayo de luz una vez más, y un momento más tarde apareció la Virgen sobre la encina. — ¿Qué es lo que quiere de mí? — pregunté —. — Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, y continuéis rezando el Rosario todos los días en honra a Nuestra Señora del Rosario, con el 130


fin de obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque solo Ella puede conseguirlo. Dije entonces: — Quisiera pedirle nos dijera quién es [Usted], y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece. — Continuad viniendo aquí todos los meses. En Octubre diré quién soy y lo que quiero, y haré un milagro que todos han de ver para que crean. ¡Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!” Al decir estas últimas palabras [, Nuestra Señora] abrió de nuevo las manos. El reflejo de la luz parecía penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego, y sumergidos en este fuego [estaban] los demonios y las almas como si fuesen brasas trasparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante a la caída de pavesas en los grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero trasparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como 131


pidiendo socorro levantamos la vista a nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza: — Habéis visto el Infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la Devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzara otra peor. Cuando viereis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo sus crímenes por medio de la guerra, del hambre, de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedir eso, vendré a pedir la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la Fe se conservará siempre... (Aquí comienza la tercera parte del secreto, escrita por Lucía entre el 22/Diciembre/1943 y el 09/Enero/1944. Esto no lo digas a nadie. A Francisco si podéis decírselo. Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: “Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del Infierno, lleva todas las almas al Cielo, 132


especialmente las más necesitadas de tú misericordia”. Y Como de costumbre [, Nuestra Señora] comenzó a elevarse en dirección a Oriente. 4ª Aparición de la Virgen Domingo, 19 de Agosto. En los Valinhos. La Aparición no se realizó el día 13 de Agosto en Cova de Iría porque el Administrador del Consejo apresó y llevo a Vila Nova a los pastorcitos con la intención de obligarlos a revelar el secreto. [El Administrador] Los tuvo presos en la Administración y en el calabozo municipal. [El Administrador] Les ofreció los más valiosos presentes si descubrían el secreto. Los pequeños videntes respondieron: — No lo decimos ni aunque nos den el mundo entero. [El Administrador] Los encerró en el calabozo. Los presos les aconsejaron: — Pero decir al Administrador ese secreto. ¿Qué os importa que esa Señora no quiera? — ¡Eso no! — respondió Jacinta con vivacidad —, ¡antes quiero morir! — Y los tres niños rezaron con aquellos infelices el Rosario, delante de una medalla de Jacinta colgada en la pared. 133


El administrador para amedrentarlos, mando preparar una caldera de aceite hirviendo, en la cual amenazaron asar a los pastorcitos si no hacían lo que les mandaban. Ellos, aunque pensaban que la cosa iba en serio, permanecieron firmes sin revelar nada. El día 15 de Agosto, fiesta de la Asunción, [el Administrador] los sacó del calabozo y los llevo a Fátima. Lucía nos narra lo que sucedió en esta aparición. Estuvimos con las ovejas en un lugar llamado Valinhos, Francisco y su hermano Juan me acompañaban, y sintiendo que algo sobrenatural se aproximaba y nos envolvía, sospechando que Nuestra Señora se nos aparecería y temiendo que Jacinta se quedaría sin verla, pedimos a su hermano Juan que fuese a llamarla. Entretanto, Francisco y yo vimos el reflejo de luz que llamábamos relámpago y, al instante de llegar Jacinta, vimos a la Señora sobre la encina. — ¿Qué es lo que quiere usted? — Deseo que sigáis yendo a Cova de Iría en los días 13, que sigáis rezando el Rosario todos los días. El último mes haré el milagro para que todos crean. — ¿Qué quiere usted que se haga con el dinero que la gente deja en Cova de Iría? — Hagan dos bolsas, una para ti y Jacinta, para llevarla dos chicas más vestidas de blanco; y otra [bolsa] que la lleve Francisco con tres niños más. El 134


dinero de las bolsas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, y lo que sobre es para ayuda de una Capilla que se debe hacer. — Yo quisiera pedirle la curación de algunos enfermos. — Sí, curaré a algunos durante el año. Y tomando un aspecto muy triste, la Virgen añadió: — Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al Infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas. Y la Virgen empezó a subir hacia Oriente, como de costumbre. 5ª Aparición Jueves, 13 de Septiembre. Al aproximarse la hora fui a Cova de Iría con Jacinta y Francisco entre numerosas personas (30,000) que con dificultad nos dejaban pasar. Los caminos estaban apiñados de gente; todos querían vernos y hablarnos. Mucha gente del pueblo venía a pedirnos que presentáramos sus necesidades a Nuestra Señora. Otros, no pudiendo llegar junto a nosotros, clamaban de lejos. Oíamos: “Pidan que me cure a mi hijo invalido... a mi hijo ciego... a mi hija muda... que me traiga a mi esposo que está en la guerra... que me convierta a un pecador... que estoy tuberculoso... &c”. 135


Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad, y algunos gritaban subidos a los árboles. Por fin llegamos a Cova de Iría, y al alcanzar la encina comenzamos a decir el Rosario con la gente. Un poco más tarde vimos el reflejo de luz y acto seguido, sobre la encima, [vimos] a nuestra Señora que dijo: — Continuad rezando el Rosario para alcanzar el fin de la guerra. En Octubre vendrá también nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, San José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiero que durmáis con la cuerda puesta, llevadla durante el día (llevaban atada la cuerda a la cintura). [La cuerda] Era una de las mortificaciones más dolorosas que [los pastorcitos] ofrecían por la conversión de los pecadores. También [ellos] no comían meriendas, dejaban de tomar agua. Pero mayores eran los sacrificios que exigía la misión que la Virgen les encomendó: las vejaciones, curiosidad, molestias de la gente, interminables visitas, preguntas, persecución, ridículo, prisión, &c.). — Curaré a algunos enfermos, pero no a todos. En Octubre haré el milagro para que todos crean.

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6ª Aparición Sábado 13 de Octubre. Había gente en masa (70,000) bajo una lluvia torrencial. Por el camino, las escenas [eran como las] del mes pasado, [pero] más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a la gente arrodillarse en actitud humilde y suplicante. Llegando a Cova de Iría, junto a la encina, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de luz y en seguida a la Virgen sobre la encina. — ¿Qué es lo que usted quiere? — Quiero decirte que hagan aquí una Capilla en honor mío, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados pronto volverán a sus casas. — ¿Curará a los enfermos? — Unos sí y otros no; es preciso que [ellos] se enmienden; que pidan perdón de sus pecados. Y tomando aspecto más triste [, Nuestra Señora] dijo: — Que no se ofenda más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido. Y abriendo sus manos las hizo reflejar en el sol y, en cuanto [Ella] se elevaba, continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol. Y exclamé que todos mirasen al sol. 137


Se da entonces el milagro del sol, prometido tres meses antes como prueba de la verdad de las apariciones de Fátima. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre sí mismo, lanzando a todos los lados fajas de luz de variados colores. A cierta altura [, el sol] parece desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Todos están atónitos. Los periodistas de los periódicos seculares que habían acudido incrédulos a desprestigiar las apariciones, tomaron fotos y dieron testimonio de aquel milagro en la prensa. Al cabo de 10 minutos de prodigio, el sol toma su estado normal. Los tres niños eran favorecidos con otras visiones: Vimos al lado del sol a San José con el Niño y a Nuestra Señora de los Dolores. El Niño Jesús parecía bendecir al mundo de la misma forma que San José. Después se disipó esta visión y aparece Nuestra Señora del Carmen. “Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: OH, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.

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b) APARICIONES EN PONTEVEDRA, 1925 Y 1926.

Fig. 11. Apariciones en Pontevedra, 1925 y 1926. En Fátima, en 1917, la Virgen dijo a los pastorcitos: “Con el fin de prevenir la guerra, vendré para pedir la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora en los Primeros Sábados de mes.”. “A quien abrazare la Devoción a Mi Inmaculado Corazón le prometo la salvación, y sus almas serán queridas por Dios como flores puestas por Mí para adornar su Trono.” La promesa hecha por Nuestra Señora de realizar una manifestación futura concerniente a la práctica de la Comunión Reparadora fue cumplida el 10 de 139


Diciembre de 1925. La Comunión reparadora, también conocida como La Gran Promesa del Corazón de María, es garantía de salvación y condición para la conversión de Rusia. Lucía era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España, cuando tuvo una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Sma. Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra mano sostenía su Corazón rodeado de espinas. El Niño Jesús le dijo a Lucía: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre, su Corazón está cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay quien haga un acto de reparación para sacárselas.” Inmediatamente, Nuestra Señora dijo a Lucía: “Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante 5 meses, en el primer Sábado… + se confiesen, + reciban la Sagrada Comunión, + recen el Rosario + y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación.” Debido a la dificultad que suele presentarse para confesarse en Sábado, Jesús consintió en que ésta se 140


efectúe dentro de los 8 días siguientes, y hasta de muchos días más, con tal de que el alma reciba la Comunión en estado de Gracia y con la intención de desagraviar al Corazón Inmaculado se María. Además, será igualmente aceptable la práctica de esta Devoción en el Domingo siguiente al primer Sábado, cuando los sacerdotes, por justos motivos, así lo concedan a las almas. Esta Devoción consta de 5 Sábados porque son 5 las blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María: 1. Contra su Inmaculada Concepción. 2. Contra su Virginidad. 3. Contra su maternidad divina, rechazándola a la vez como Madre de los hombres. 4. Infusión de indiferencia, desprecio y odio hacia Ella, en los corazones de los niños. 5. Ultrajes a sus sagradas Imágenes.

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c) APARICIONES EN TUY, 1929.

Fig. 12. Apariciones en Tuy, 1929. Y la promesa hecha por Nuestra Señora de realizar una manifestación futura concerniente a la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón fue cumplida en Tuy, España, en 1929. Es Nuestra Señora quien habla: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Sto. Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado, prometiendo salvarla por este medio.” Este mensaje no llegó a manos del Papa hasta 1942, y la Consagración que se efectuó en este mismo año no cumplió con todas las exigencias del Cielo: “Consagración de Rusia por el Papa en unión con todos los Obispos del mundo, en un solemne y 142


público acto de reparación”. Por este motivo no se obtuvo, por el momento, la conversión de Rusia, pero sí la abreviación de la Segunda Guerra Mundial (la cual fue anunciada durante la noche del 24 al 25 de Enero de 1938 por una luz desconocida que alumbró a toda Europa, tal como la Sma. Virgen lo advirtió en Fátima, en 1917). Si Dios permite que la Consagración de Rusia llegue tarde es porque los grandes crímenes y pecados así lo exigen, pero principalmente por nuestra flojedad e indiferencia.

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d) APARICIÓN EN RIANXO, 1931. En Agosto de 1931, debido a una enfermedad, la Hermana Lucía estaba pasando una temporada en una casa amiga en Rianxo, España, una pequeña ciudad marítima cercana a Pontevedra, para descansar y recobrarse. Fue en la capilla de allí que la Mensajera de Fátima iba a recibir una vez más una comunicación del Cielo. Nuestro Señor se quejó a la Hermana Lucía por la tardanza de Sus Ministros, quienes demoraban la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, como había pedido Nuestra Señora de Fátima el 13 de Junio de 1929, dos años y dos meses antes. La Hermana Lucía informó a su Obispo la importante revelación: «29 de Agosto de 1931. Señor Obispo: Mi confesor me manda que participe a V. Excia. lo que hace poco ocurrió entre mí y Nuestro Buen Dios: pidiendo a Dios la conversión de Rusia, de España y Portugal, me pareció que su Divina Majestad me dijo: “Me consuelas mucho pidiéndome la conversión de esas pobres naciones. Pídelo también a Mi Madre, diciendo muchas veces: “Dulce Corazón de María, sed la salvación de Rusia, de España y de Portugal, de Europa y del mundo entero”. Y otras veces: 144


“Por vuestra Pura e Inmaculada Concepción, oh María, alcanzadme la conversión de Rusia, de España, de Portugal, de Europa y del mundo entero”. Participa a Mis Ministros que, en vista de que [ellos] siguen el ejemplo del Rey de Francia [1] en la dilación de la ejecución de Mi Petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María». En otro texto ella escribió: «Más tarde, por medio de una comunicación íntima, Nuestro Señor me dijo, quejándose: “No han querido atender Mi Petición… Al igual que el Rey de Francia [2] se arrepentirán, y la harán, pero ya será tarde. Rusia habrá ya esparcido sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia. ¡El Santo Padre tendrá que sufrir mucho!”». [1] Nuestro Señor estaba haciendo aquí una referencia explícita a los pedidos del Sagrado Corazón, hechos el 17 de Junio de 1689, al Rey de Francia, por intermedio de Santa Margarita Mª Alacoque [1647-1690].

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Fig. 13. Santa Margarita Mª Alacoque [1647-1690] [2] Se refiere al rechazo del Rey Luis XIV (1638-1715) — al igual que el rechazo, tanto de su hijo como de su nieto, los reyes Luis XV (1710-1774) y Luis XVI (17541793) — a consagrar públicamente a Francia al Sagrado Corazón de Jesús, como fue pedido por el Cielo [en 1689]. Ya el Rey Luis XIII (1601-1643), aconsejado por su confesor, el Padre Caussin, había esbozado una forma 146


de Consagración de Francia a la Virgen de Notre Dame; y en Noviembre de 1637, el texto finalmente fue presentado al Parlamento y fue firmado por el Rey, el 10 de Febrero de 1638; el texto es conocido como el famoso “voto de Luis XIII”. El padre Caussin, propuso al Rey promulgar la Consagración de Francia tan pronto como no haya duda sobre el embarazo de la Reina (del futuro rey Luis XIV). El 17 de Junio de 1789, Fiesta del Sagrado Corazón, exactamente a 100 años del día en que Santa Margarita Mª Alacoque había escrito el gran designio del Cielo para el rey de Francia, se alzó el Tercer Estado y se proclamó una Asamblea Nacional, despojando al rey Luis XVI de su poder legislativo. El 21 de Enero de 1793, Francia decapitó, como si fuera un criminal, a su Rey cristiano Luis XVI, llamado por los revolucionarios, “Luis el Último” o “Luis Capeto”.

147


Fig. 14. “Voto de Luis XIII” (Consagración de Francia a la Virgen de Notre Dame). 148


Rey Luis XIII (1601-1643)

Luis XIV (1638-1715)

Luis XV (1710-1774)

Luis XVI (1754-1793)

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e) PAPAS.

Papa Benedicto XV (06/09/1914-22-01-1922)

150

Papa Pío XI (06/02/192210/02/1939)


Papa Pío XII (02/03/193909/10/1958)

Papa Juan XXIII (28/10/195803/06/1963)

Papa Pablo VI (21/06/1963- ) 151


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