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TINO SORIANO La Entrevista

Tino Soriano (Barcelona, 1955) su intachable trayectoria, reconocimiento y legado nos ha acompañado tanto a fotógrafos como amantes de lo visual con inmejorable trabajo tanto educativo como visual que lo define como uno de los fotógrafos no solo más relevantes de nuestro país, sino también internacionalmente. Reconocido por tener en su haber reconocimientos del nivel de un World Press Photo en 1999 en la categoría Arte, o incluso la distinción humanista “The Essence of Humanity” de Nueva Zelanda, como innumerables libros donde comparte su experiencia y saber. Sin embargo, siempre que pienso en Tino Soriano me viene a la cabeza ese fotógrafo incansable que está siempre con una cámara imaginando, hablando de fotografía con infinitas referencias y con la mayor humildad y respeto por su trabajo. Me acuerdo cuando lo conocí por primera vez, fue un flechazo. Esa pasión por la imagen, por el momento, por la capacidad de ser notario de su tiempo a través de sus fotografías. Con esa pasión que habla y sigue hablando, y muchas veces escribiendo. Tiene la capacidad de ponerse a un lado, dejar que sus imágenes hablen por él, pero también de algo muy valioso, compartir sin ningún miedo cada grano de conocimiento y experiencia que ha vivido para que el resto nos podamos empapar de esa pasión. Tan difícil en estos tiempos donde el secretismo predomina por pánico a que alguien nos robe ese plugin, o ese filtro tan valioso que va a “definir” la calidad de nuestra imagen. Y ahí lo ves a él, a Tino Soriano, ganador de un World Press Photo, con más de 40 años publicando libros y artículos en las más prestigiosas revistas, y aún más importante, pudiendo “sobrevivir” de esto que lo llaman fotografía, abriéndose sin ningún miedo. A lo mejor es por eso que puede presumir de pertenecer a ese grupo exclusivo de National Geographic Society compartiendo portadas y páginas con fotógrafos únicos como Alex Webb, Cristina Garcia Rodero, David Alan Harvey, Elliot Erwitt, Sebastiao Salgado, etc. Para él, “un hobby por el que nos pagan”.

Además, tiene un valor extra, su fotografía no calla, pero él tampoco. Siempre he sentido atracción por las personas críticas, que en sus imágenes o en sus hechos esta implícita la palabra revolución. Sin duda, Tino Soriano es uno de los fotógrafos más críticos, y que al mismo tiempo, mejor explican que es la fotografía de reportaje a través de su dilatada experiencia. En sus libros siempre uno puede ver reflejado el valor que le da a la imagen o, como siempre, referenciando con exactitud pone en valía lo importante del trabajo diario. Por ejemplo, contando múltiples experiencias que ha vivido, como en el transcurso de una cena donde S. Salgado le indicaba que la clave del éxito residía en ¡TRABAJO, TRABAJO, TRABAJO! o con Alex Webb donde le compartía que no era especial, sino que trabajaba el doble que los demás, por lo que tenía cuatro veces más oportunidades que el resto.

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Siempre se te ve agarrado de la manera más fiel a tu cámara. Parece una extensión de tu cuerpo, indicas siempre el valor del trabajo, del ser un gran trabajador, pero ¿cómo alternas la tarea de fotógrafo, de imaginar las fotos, cuando tienes que a la vez alimentar una red virtual hambrienta de contenido?

En mi caso no tengo ningún problema después de cuarenta años tomando fotos. Tengo un archivo que cubriría un montón de redes sociales. Dicho esto, casi siempre cuelgo fotos recientes. Fotografío como respiro, lo que no quiere decir que tome fotografías impulsivamente, pero miro de apretar el disparador casi todos los días para mantener mi percepción en forma, como un jubilado que camina una hora todas las mañanas para que su sangre circule. En mi casosuelo hacer ambas cosas a la vez, paseando por el lago de Banyoles o en cualquier otro lugar que la vida me lleve. Y mi pequeña Olympus amagada en una riñonera, preparada por si aparece un nuevo descubrimiento.

En relación con la pregunta anterior, tu trayectoria te ha permitido recolectar un gran archivo de imágenes de calidad, pero para los que comienzan ¿Qué pueden hacer? Se sacrifica hoy en día las horas para trabajar en la cantidad en sacrificio de crear contenido reflexivo ahondando en la problemática de lo visual como un divertimento, quitando valor a su poder de crítica. Pero ¿Qué solución hay para poder equilibrar esas variables de conectar con el público constantemente sin sacrificar nuestro tiempo? ¿Estamos ya condenados a esa esclavitud? ¿Esta redefinición del fotógrafo y la fotografía es ya una realidad?

Por desgracia esa es la paradoja de las redes. Te obligan a mostrar un material a veces hecho aprisa y corriendo, porque conseguir los seguidores que sobre el papel te abren la puerta para ser lo que hoy en día se denomina un “influencer” requiere muchas horas de trabajo. Horas que te privan de madurar como fotógrafo y, lo más importante, practicar la fotografía para equivocarte mil veces y aprender de tus errores. Sin práctica no hay crecimiento, pero las redes exigen que resuelvas rápido y por eso muchas fotografías que ves en ellas son meros tópicos que se repiten una y otra vez. Desde otro punto de vista, el público, en general, suele premiar las fotos más previsibles y prefieren playas idílicas, picos nevados, mascotas, puesta de sol y selfies, que no registros comprometidos que ilustren los auténticos problemas sociales. Eso queda para los verdaderos amantes de la fotografía o para personas más comprometidas que saben valorar la dificultad que conlleva una documentación directa y sin paliativos. Pero nos han educado así y lo que más agradece el gran público son las fotografías que evocan los prospectos publicitarios o turísticos. Estas son las reglas del juego. Yo también suelo colgar imágenes con un alto contenido ilustrativo, como mis amaneceres en el lago de Banyoles, y me gusta cuando alguien escribe que le he alegrado el día con una de mis fotografías.

En línea con el mundo virtual, parece que hoy en día “triunfa” lo exótico, lo diferente, lo llamativo, lo lejano, sin depender de la variable calidad. Además, las redes sociales han potenciado ese efecto donde lo extravagante o lo provocador se convierte en viral. Da igual la forma o el contenido, sino el resultado. Sin embargo, vemos que a pesar de que tu trabajo está representado por tus reportajes alrededor del mundo, siempre está presente el lago de Banyoles desde hace más de 30 años. Certificas gráficamente, casi a diario, que un lago de una ciudad de menos de 20.000 habitantes se puede encontrar como tú dices “las claves para concebir el mundo como tal”, además, de poder aprender todo con respecto a la luz; por tanto, ¿caemos los fotógrafos en la influencia de tener que aparentar en redes, enmascaramos la falta de calidad de nuestro trabajo con lugares y situaciones exóticas, mientras nos olvidamos que en nuestra comunidad más cercana donde todo es más accesible podemos demostrar mejor nuestra valía?

Desde luego. El exotismo es una trampa y no aporta ninguna garantía de que tomarás fotos mejores. Uno de mis referentes, con el que tuve el honor de compartir escenario en VISA POUR L’IMAGE poco antes de su muerte, fue Robert Doisneau. Su trabajo está centrado en los barrios de París. Otro de mis maestros, Elliot Erwitt, es conocido por sus fotos en la playa donde solía veranear, o por los perros que encontraba cuando salía de paseo. Graciela Iturbide, otra gran maestra que tuve, centró su obra en la cultura zapoteca durante diez años y de ahí salió “Juchitan de las mujeres”. Y sí, el lago de Banyoles me aporta una información vital sobre el mundo que nos rodea. Paseando por el lago interpreto los caprichos de la luz y luego uso esa “tinta” (fotografía significa “escribir con luz”) en cualquiera de mis reportajes en cualquier parte del planeta. Me baso un poco en aquello de que “El batir de las alas de una mariposa –en este caso en la diminuta Banyoles- puede tener repercusión en el otro lado del mundo”. Aprendo todos los días porque no hay mejor enseñanza que estrujar el cerebro fotografiando siempre en el mismo sitio.

Prometo que es la última pregunta negativista, pero siempre has sido muy crítico, pero últimamente más con la situación del fotógrafo y la consumición de la fotografía. ¿No hay solución? ¿Se puede apuntar a alguien? ¿el consumidor, la falta de educación en colegios e institutos sobre arte visual, los medios, quien?

Siempre he sido muy crítico con la enseñanza. No en vano fui antes profesor de fotografía que fotógrafo profesional. Aprendemos exactamente igual como lo han hecho los alumnos desde hace cientos de años: memorización, examen y castigo. Sin tener en cuenta las habilidades de cada persona, o hasta qué punto lo que te enseñan tiene valor en la vida de la mayoría. Por ejemplo, hacer que unos adolescentes se empapen de obras medievales o de textos farragosos complicados de leer y escritos por autores más que olvidados, no promueve el hábito de la lectura. Ya llegarán a ellos si realmente les interesa, en cualquier otro momento de su vida. A los jóvenes estudiantes hay que proporcionarles lectura con la que se impliquen. Pues bien, así está la enseñanza. Exactamente igual que en el Renacimiento, a pesar de la tecnología que disponemos cuatro o cinco siglos más tarde. Y digo esto porque pasadas dos décadas del siglo XXI ningún responsable de planes de estudio parece tener en cuenta que la imagen es un compendio de gramática o, dicho en otros términos, una gramática por sí misma. Intercambiamos iconos, estamos expuestos a miles de estímulos visuales, todo el mundo hace fotos o videos, la vida es un espectáculo pictórico que sigue unas reglas muy concretas. Entre conocerlas y aprender a aplicarlas en las redes sociales y/o descubrir cuando te están manipulando; o ser un analfabeto visual, hay mucha diferencia. La ignoranciacada vez es más extensa y pronto habrá más noticias falsas que verdaderas, la mayoría reforzadas con imágenes trucadas.

Antes de poder vivir de tu hobby siempre has indicado que previamente tuviste que tener experiencias varias como cobrador de morosos, vendedor de enciclopedias, profesor de guitarra, camionero, o que incluso de los 20 hasta los 37 te tenías que financiar tus propios viajes ¿Era tu pasión la que te llevaba a recorrer este camino, tu alma emprendedora? ¿Crees que hoy falta un poco de ese espíritu de buscar las cosas en vez de esperar a que te las den hechas?

Desde luego. La vida la construyes a medida –el valor de las decisiones- y puede llegar a ser como te la imagines, aunque no es lo mismo nacer en Europa que en Somalia, desde luego. Pero en la medida que tus aspiraciones sean más elevadas también lo es la pendiente que has de superar para conseguir esos objetivos. Lo fácil es estar sentado en una silla vendiendo manzanas, lo difícil es arriesgarse con una plantación de árboles frutales, trabajarla en el transcurso de muchos años, combatir las plagas y los desastres climáticosy conseguir una posición económica estable. Yo daba clases de fotografía en una escuela muy cara de Barcelona, donde los alumnos procedían de familias de alto poder adquisitivo. La mayoría querían ser fotógrafos por el glamour de la profesión, pero a pesar que no tenían nada más que hacer, les pedías por ejemplo que hicieran un par de retratos para la semana siguiente y venían en blanco, sin haber hecho nada. Siempre con excusas inconsistentes, sabiendo que de mayores tendrían a su disposición la fortuna familiar. A la vista de este perfil de alumnos dimití. Yo prefería a los que, estudiando por las noches y trabajando durante todo el día, sacaban tiempo para volver no con dos, sino con diez retratos. Los encontré en escuelas más marginales. Alguno llegó muy lejos. Sin esfuerzo no hay resultados, el talento aporta algo, pero son más importantes la disciplina y la tenacidad. que golpean al lector ¿Qué encuentras en estas experiencias? Por experiencias me refiero a las de compartir. Incluso en tus workshops, se te ve tan pasional, transmites tanto. No hablas de técnica, que también, sino de lo emocional, la capacidad de transmitir. Sé que imaginar fotos y tomarlas es tu pasión, pero el compartir todo ese conocimiento ¿es también tu otra pasión con la que cierras el círculo de fotografiar?

La reflexión que haces en tus 40 años en el mundo de la fotografía se puede ver reflejado, en lo que para mí son dos libros imprescindibles tanto para los que comienzan para los que llevamos muchos años en la fotografía, Los colores y tú (2021) y Ayúdame a mirar (2019) de la editorial Anaya. Tengo un sentimiento de que estos libros son bastante bíblicos, se ve mucho como es Tino Soriano. Tu capacidad titánica de referenciar y dar soporte a tu pensamiento con muchísimas notas de otros fotógrafos que enriquecen la lectura al igual que aportan una expansión cultural y referencial del lector. Además, se ve tu pasión por compartir y escribir en cada capítulo en la forma como dejas tu legado, tu experiencia, tus emociones e incluso tu forma de trabajar en estos libros. Sé que llevas toda la vida escribiendo, pero últimamente parece que boxeas con estos libros, ya

Sí, desde luego hay mucha pasión en todo lo que hago, pero ahora que estoy cerrando mi carrera con estos libros, creo que más que un fotógrafo que escribe soy un escritor que utiliza la fotografía. La técnica no me interesa para nada (todavía uso versiones caducadas tanto con el sistema operativo de mi ordenador, como de Photoshop o Lightroom), trabajo con la cámara en automático la mayoría de las veces y solamente la concibo como un útil que me permite compartir emociones. Te puede emocionar un paisaje o la sonrisa de un niño con cáncer. Ese es mi trabajo documental: dar visibilidad a los colectivoscon los que he tenido la fortuna de compartir momentos de su vida. Los libros que he publicado me sirven para comunicar lo que he aprendido gracias a eso. Sigo siendo un alumno ávido de conocimientos, pero a mi edad elijo qué materias me interesan y no profundizo sistemáticamente en todo lo que huela a fotografía.

En relación con la parte pasional ¿Crees que como fotógrafos nos estamos apartando de ese aspecto emocional y nos vamos más al apartado técnico? Nuestras conversaciones entre fotógrafos se van más al equipo, que monitores usamos, que programa de edición ha sacada tal novedad, pero hablamos menos de fotografía ¿Nos estamos volviendo tan perfeccionistas, miramos tanto la técnica, castigamos tanto la imperfección, que de una manera implícita se está castigando la fotografía como elemento narrativo o incluso como reflexivo? ¿Queda menos espacio para lo reflexivo y emocional? ¿Dónde puede estar la solución o el origen del problema? ¿Educacional, ya que cuesta mucho más comprender quizás una fotografía reflexiva?

Cuando yo era más joven recuerdo las interminables conversaciones que teníamos sobre uno u otro revelador (que si Rodinal o HC-110); o sobre ópticas suaves y ópticas resolutivas (el 85 mm Nikkor estaba en boca de todos); o sobre ampliadoras, o películas. Física y química susceptibles de ser valoradas científicamente, de manera que todo el mundo podía aportar argumentos, aunque no tuviera ni pajolera idea de fotografía.

Pues lo mismo pasa ahora con los programas informáticos, las tarjetas gráficas, la tecnología de los sensores,la resolución de los monitores, las características de los ficheros, etc. dan pie a libros, tutoriales, talleres… de nuevo todo el mundo aporta su granito de arena y al final todos contentos. Tomas la imagen, abres una capa de no sé qué, haces una reserva, clonas, aplicas una máscara, añades una nebulosa con la ayuda de plugins de inteligencia artificial… es como una receta de cocina. No estoy en contra de la optimización, lo entiendo. Muchos maestros, varios buenos amigos, proponen recetas infalibles y las fotos de muchos aficionados poseen un acabado impecable que yo no sé hacer.

Pero es como fabricar a Frankenstein. Puedes reunir los mejores trozos de carne y los órganos mejor conservados en tu laboratorio (léase ordenador). Pero si no sabes cómo insuflar vida a tus fotos, ya puedes elevar tanto como quieras el voltaje eléctrico (ahora me viene a la cabeza la inolvidable “El jovencito Frankestein”), que lo único que conseguirás es una hamburguesa chamuscada. Otros autores ven la fotografía diferente y hacen un magnífico trabajo, casi siempre acorde a sus inquietudes, como por ejemplo, Chema Madoz, que por cierto creo que trabaja con película. Para mí, la fotografía es experiencia, emoción y conocimiento. Y estas tres cualidades no se compran, se cultivan. Leyendo, escuchando, aprendiendo, reflexionando siempre con la conciencia que eres el último mono y todavía te queda mucho que aprender. Menos horas delante de Netflix, Tiktok, Candy Crush, Instagram, Facebook, etc. y más trabajo de campo.Yo no dedico más de treinta minutos a las redes sociales en el transcurso del día.

¿Qué vamos a ver de Tino Soriano en los próximos meses, y en el próximo año? ¿Cómo planteas lo que viene, como logras adaptarte?

Últimamente debido la pandemia he podido trabajar en temas que me apetecía. Preparo un pequeño libro y una exposición para dar visibilidad a los niños con parálisis cerebral; uso Banyoles para fotografiar las diferentes culturas y religiones que conviven en mi pequeño pueblo; he escrito “Los colores y tú” y “BanyoleSpeculum”; estoy digitalizando miles de negativos y de ahí ha salido los libros“CurArte” e “Instituto Mental-1980”; espero algunos encargos (pocos) de fotografía de viajes y he decidido reciclar mis viajes fotográficosdocentes. Una vez cumpla algunos compromisos que tengo adquiridos (Egipto por tierra; Benín, Togo y Ghana o bien Irán, para 2023) me dedicaré a viajar por mi cuentatrabajando en pequeños proyectos… o lo haré acompañado de un máximo de cuatro viajeros que deseen aprender fotografía en cualquier lugar del mundo. Y aparte ando con tres nuevos libros. Ya lo ves, reciclándome, como lo he hecho toda mi vida. Para mí detrás de una buena fotografía resplandece lo que has trabajado hasta que oprimes el disparador. Una vez en la posición adecuada, componer no es complicado. Y siademás vives de las fotos que tomas, tienes medio cielo ganado.

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