Prueba N11

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REVISTA FOTOGRÁFICA DEL GRUPO INDALO FOTO

TINO SORIANO

NÚMERO 11 - MARZO 2023

DIFOTO - Digital Indalo Foto

Revista fotográfica del Grupo Indalo Foto

C/ Real 115 1º D www.grupoindalofoto.com info@grupoindalofoto.com

Dirección:

Coordinación Editorial:

Ángel Soler

Diseño y Maquetación:

José Francisco Góngora

Equipo de Redacción:

Ángel Soler

Cristóbal Barea

Jose Miguel Martínez.

Cesar Moreno.

Miguel Hidalgo.

© de la edición: Grupo Indalo Foto

© fotografías sus autores

© texto sus autores

ISSN XXXX-XXX

Deposito Legal AL XXXX-XXXX

Edición Digital

Bajo las condiciones establecidas en las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mnecánico o electrónico, actual o futuro.

REVISTA FOTOGRÁFICA DEL GRUPO INDALO FOTO
TINO SORIANO
NÚMERO 11 - MARZO 2023 Foto de portada: Tino Soriano
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1982 Primera rueda de prensa de los miembros fundadores en “La Voz de Almería”

EDITORIAL

Estimados socios y amigos, es un placer poder dirigirnos a vosotros a través de una nueva edición de nuestra revista, la número 11 de esta nueva singladura.

El pasado 2022 el Grupo Indalo Foto cumplió 40 años, sin duda un hito en la fotografía almeriense que esperamos aumentar con el tiempo, porque si algo le sobra a este grupo son ganas de seguir muchos años mas contribuyendo a difundir la fotografía.

Desde aquel marzo del año 1.982, en el que un grupo de jóvenes almerienses apasionados por la fotografía fundan y registran los estatutos de la asociación cultural “Grupo Indalo Foto”, han pasado 40 años de vivencias cuyo eje ha girado en torno a la pasión de sus socios por este maravilloso arte

.

Sus fines fueron, son y serán la promoción cultural y divulgación de la fotografía a través de sus diferentes actividades. Los fundadores de la asociación, pioneros y artífices de un proyecto que ya dura cuarenta años, fueron: Luis de la Poza, Miguel Ángel Marín, Juana Carpio, Manuel Manzano, José Manuel Miralles, José Luis Túnez, José Solís, José Serrano, Jaime García, Ana María Sarabia, Joaquín Bretones y Agustín Martin. Nuestro agradecimiento a todos ellos por atreverse con aquella hermosa aventura que sigue viva tanto tiempo después.

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En diciembre de 1997 salió a la calle la revista “Indalo Foto, Cuadernos de Fotografía” editada por el Grupo y de la que se llegaron a publicar nueve números a lo largo de los tres años siguientes. La revista, que fue premiada por la Federación Andaluza de Fotografía, tuvo aportaciones de figuras tan interesantes como Manuel Falces, Carlos Pérez Siquier, Clemente Bernard, Ramón Masats, Jeanne Chevalier, Laura Terré o Xavier Miserachs. Esta revista fue la predecesora de la actual, que con esta edición llega a su número 11 de esta nueva andadura y que sin duda tiene mucho recorrido por vivir.

En esta edición hemos querido dotar a la revista de un contenido mucho mas visual, compartiendo con vosotros los porfolios mas interesantes de algunos de nuestros socios, así como una interesantísima entrevista al fotógrafo de National Geographic, Tino Soriano o el artículo dedicado a nuestro miembro de honor recientemente desparecido, Carlos Pérez Siquier. Con este número estrenamos también un nuevo diseño y maquetación que esperamos que os guste tanto como a nosotros.

Desde la perspectiva que nos da el tiempo y nuestro recorrido tan sólo podemos sentir orgullo por la labor que viene realizando el Grupo Indalo Foto en la fotografía almeriense desde 1982, y por las personas que han hecho esto posible, los que siguen aquí y los que desgraciadamente nos han dejado en estos años. Esta revista va dedicada a todos ellos.

Ángel Soler

Contenidos

08

LA ENTREVISTA : TINO SORIANO

César Moreno

26 PORFOLIO

Juan Enrique Moya

40 CONTAX

Miguel Hidalgo

42 SERIE GRANDES FOTÓGRAFOS: CARLOS PÉREZ SIQUIER

Jose Miguel Martínez

54 HISTORIA DE UNA GUITARRA

María Luísa Jiménez

62

DONDE LA LUZ TE GUIE Lourdes Gómez

70

NOCHE EN LA CIUDAD

Rosa Navarro de Oña

78

BLANCO Y NEGRO

Lucía Martínez Martín

84 EL RELATO: LA FOTO Ángel Soler

TINO SORIANO La Entrevista

Tino Soriano (Barcelona, 1955) su intachable trayectoria, reconocimiento y legado nos ha acompañado tanto a fotógrafos como amantes de lo visual con inmejorable trabajo tanto educativo como visual que lo define como uno de los fotógrafos no solo más relevantes de nuestro país, sino también internacionalmente. Reconocido por tener en su haber reconocimientos del nivel de un World Press Photo en 1999 en la categoría Arte, o incluso la distinción humanista “The Essence of Humanity” de Nueva Zelanda, como innumerables libros donde comparte su experiencia y saber. Sin embargo, siempre que pienso en Tino Soriano me viene a la cabeza ese fotógrafo incansable que está siempre con una cámara imaginando, hablando de fotografía con infinitas referencias y con la mayor humildad y respeto por su trabajo. Me acuerdo cuando lo conocí por primera vez, fue un flechazo. Esa pasión por la imagen, por el momento, por la capacidad de ser notario de su tiempo a través de sus fotografías. Con esa pasión que habla y sigue hablando, y muchas veces escribiendo. Tiene la capacidad de ponerse a un lado, dejar que sus imágenes hablen por él, pero también de algo muy valioso, compartir sin ningún miedo cada grano de conocimiento y experiencia que ha vivido para que el resto nos podamos empapar de esa pasión. Tan difícil en estos tiempos donde el secretismo predomina por pánico a que alguien nos robe ese plugin, o ese filtro tan valioso que va a “definir” la calidad de nuestra imagen. Y ahí lo ves a él, a Tino Soriano, ganador de un World Press Photo, con más de 40 años publicando libros y artículos en las más prestigiosas revistas, y aún más importante, pudiendo “sobrevivir” de esto que lo llaman fotografía, abriéndose sin ningún miedo. A lo mejor es por eso que puede presumir de pertenecer a ese grupo exclusivo de National Geographic Society compartiendo portadas y páginas con fotógrafos únicos como Alex Webb, Cristina Garcia Rodero, David Alan Harvey, Elliot Erwitt, Sebastiao Salgado, etc. Para él, “un hobby por el que nos pagan”.

LA ENTREVISTA: Por Cesar Moreno
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Además, tiene un valor extra, su fotografía no calla, pero él tampoco. Siempre he sentido atracción por las personas críticas, que en sus imágenes o en sus hechos esta implícita la palabra revolución. Sin duda, Tino Soriano es uno de los fotógrafos más críticos, y que al mismo tiempo, mejor explican que es la fotografía de reportaje a través de su dilatada experiencia. En sus libros siempre uno puede ver reflejado el valor que le da a la imagen o, como siempre, referenciando con exactitud pone en valía lo importante del trabajo diario. Por ejemplo, contando múltiples experiencias que ha vivido, como en el transcurso de una cena donde S. Salgado le indicaba que la clave del éxito residía en ¡TRABAJO, TRABAJO, TRABAJO! o con Alex Webb donde le compartía que no era especial, sino que trabajaba el doble que

los demás, por lo que tenía cuatro veces más oportunidades que el resto. Siempre se te ve agarrado de la manera más fiel a tu cámara. Parece una extensión de tu cuerpo, indicas siempre el valor del trabajo, del ser un gran trabajador, pero ¿cómo alternas la tarea de fotógrafo, de imaginar las fotos, cuando tienes que a la vez alimentar una red virtual hambrienta de contenido?

En mi caso no tengo ningún problema después de cuarenta años tomando fotos. Tengo un archivo que cubriría un montón de redes sociales. Dicho esto, casi siempre cuelgo fotos recientes. Fotografío como respiro, lo que no quiere decir que tome fotografías impulsivamente, pero miro de apretar el disparador casi todos los días para mantener

TINO SORIANO

mi percepción en forma, como un jubilado que camina una hora todas las mañanas para que su sangre circule. En mi casosuelo hacer ambas cosas a la vez, paseando por el lago de Banyoles o en cualquier otro lugar que la vida me lleve. Y mi pequeña Olympus amagada en una riñonera, preparada por si aparece un nuevo descubrimiento.

En relación con la pregunta anterior, tu trayectoria te ha permitido recolectar un gran archivo de imágenes de calidad, pero para los que comienzan ¿Qué pueden hacer? Se sacrifica hoy en día las horas para trabajar en la cantidad en sacrificio de crear contenido reflexivo ahondando en la problemática de lo visual como un divertimento, quitando valor a su poder de crítica. Pero ¿Qué solución hay para

poder equilibrar esas variables de conectar con el público constantemente sin sacrificar nuestro tiempo? ¿Estamos ya condenados a esa esclavitud? ¿Esta redefinición del fotógrafo y la fotografía es ya una realidad? Por desgracia esa es la paradoja de las redes. Te obligan a mostrar un material a veces hecho aprisa y corriendo, porque conseguir los seguidores que sobre el papel te abren la puerta para ser lo que hoy en día se denomina un “influencer” requiere muchas horas de trabajo. Horas que te privan de madurar como fotógrafo y, lo más importante, practicar la fotografía para equivocarte mil veces y aprender de tus errores. Sin práctica no hay crecimiento, pero las redes exigen que resuelvas rápido y por eso muchas fotografías que ves en ellas son meros tópicos que se repiten una y otra vez. Desde otro punto

de vista, el público, en general, suele premiar las fotos más previsibles y prefieren playas idílicas, picos nevados, mascotas, puesta de sol y selfies, que no registros comprometidos que ilustren los auténticos problemas sociales. Eso queda para los verdaderos amantes de la fotografía o para personas más comprometidas que saben valorar la dificultad que conlleva una documentación directa y sin paliativos. Pero nos han educado así y lo que más agradece el gran público son las fotografías que evocan los prospectos publicitarios o turísticos. Estas son las reglas del juego. Yo también suelo colgar imágenes con un alto contenido ilustrativo, como mis amaneceres en el lago de Banyoles, y me gusta cuando alguien escribe que le he alegrado el día con una de mis fotografías.

En línea con el mundo virtual, parece que hoy en día “triunfa” lo exótico, lo diferente, lo llamativo, lo lejano, sin depender de la variable calidad. Además, las redes sociales han potenciado ese efecto donde lo extravagante o lo provocador se convierte en viral. Da igual la forma o el contenido, sino el resultado. Sin embargo, vemos que a pesar de que tu trabajo está representado por tus reportajes alrededor del mundo, siempre está presente el lago de Banyoles desde hace más de 30 años. Certificas gráficamente, casi a diario, que un lago de una ciudad de menos de 20.000 habitantes se puede encontrar como tú dices “las claves para concebir el mundo como tal”, además, de poder aprender todo con respecto a la luz; por tanto, ¿caemos los fotógrafos en la influencia de tener que aparentar en redes, enmascaramos la falta de calidad de nuestro trabajo con lugares y situaciones exóticas, mientras nos olvidamos que en nuestra comunidad más cercana donde todo es más accesible podemos demostrar mejor nuestra valía?

Desde luego. El exotismo es una trampa y no aporta ninguna garantía de que tomarás fotos

mejores. Uno de mis referentes, con el que tuve el honor de compartir escenario en VISA POUR L’IMAGE poco antes de su muerte, fue Robert Doisneau. Su trabajo está centrado en los barrios de París. Otro de mis maestros, Elliot Erwitt, es conocido por sus fotos en la playa donde solía veranear, o por los perros que encontraba cuando salía de paseo. Graciela Iturbide, otra gran maestra que tuve, centró su obra en la cultura zapoteca durante diez años y de ahí salió “Juchitan de las mujeres”. Y sí, el lago de Banyoles me aporta una información vital sobre el mundo que nos rodea. Paseando por el lago interpreto los caprichos de la luz y luego uso esa “tinta” (fotografía significa “escribir con luz”) en cualquiera de mis reportajes en cualquier parte

del planeta. Me baso un poco en aquello de que “El batir de las alas de una mariposa –en este caso en la diminuta Banyoles- puede tener repercusión en el otro lado del mundo”. Aprendo todos los días porque no hay mejor enseñanza que estrujar el cerebro fotografiando siempre en el mismo sitio.

Prometo que es la última pregunta negativista, pero siempre has sido muy crítico, pero últimamente más con la situación del fotógrafo y la consumición de la fotografía. ¿No hay solución? ¿Se puede apuntar a alguien? ¿el consumidor, la falta de educación en colegios e institutos sobre arte visual, los medios, quien?

Siempre he sido muy crítico con la enseñanza. No en vano fui antes profesor de fotografía que fotógrafo profesional. Aprendemos exactamente igual como lo han hecho los alumnos desde hace cientos de años: memorización, examen y castigo. Sin tener en cuenta las habilidades de cada persona, o hasta qué punto lo que te enseñan tiene valor en la vida de la mayoría. Por ejemplo, hacer que unos adolescentes se empapen de obras medievales o de textos farragosos complicados de leer y escritos por autores más que olvidados, no promueve el hábito de la lectura. Ya llegarán a ellos si realmente les interesa, en cualquier otro momento de su vida. A los jóvenes estudiantes hay que proporcionarles lectura con la que se

impliquen. Pues bien, así está la enseñanza. Exactamente igual que en el Renacimiento, a pesar de la tecnología que disponemos cuatro o cinco siglos más tarde. Y digo esto porque pasadas dos décadas del siglo XXI ningún responsable de planes de estudio parece tener en cuenta que la imagen es un compendio de gramática o, dicho en otros términos, una gramática por sí misma. Intercambiamos iconos, estamos expuestos a miles de estímulos visuales, todo el mundo hace fotos o videos, la vida es un espectáculo pictórico que sigue unas reglas muy concretas. Entre conocerlas y aprender a aplicarlas en las redes sociales y/o descubrir cuando te están manipulando; o ser un analfabeto visual, hay mucha diferencia.

“Aprendo todos los días porque no hay mejor enseñanza que estrujar el cerebro fotografiando siempre en el mismo sitio”.

La ignoranciacada vez es más extensa y pronto habrá más noticias falsas que verdaderas, la mayoría reforzadas con imágenes trucadas.

Antes de poder vivir de tu hobby siempre has indicado que previamente tuviste que tener experiencias varias como cobrador de morosos, vendedor de enciclopedias, profesor de guitarra, camionero, o que incluso de los 20 hasta los 37 te tenías que financiar tus propios viajes ¿Era tu pasión la que te llevaba a recorrer este camino, tu alma emprendedora? ¿Crees que hoy falta un poco de ese espíritu de buscar las cosas en vez de esperar a que te las den hechas?

Desde luego. La vida la construyes a medida –el valor de las decisiones- y puede llegar a ser como te la imagines, aunque no es lo mismo nacer en Europa que en Somalia, desde luego. Pero en la medida que tus aspiraciones sean más elevadas también lo es la pendiente que has de superar para conseguir esos objetivos. Lo fácil es estar sentado en una silla vendiendo manzanas, lo difícil es arriesgarse con una plantación de árboles frutales, trabajarla en el transcurso de muchos años, combatir las plagas y los desastres climáticosy conseguir una posición económica estable. Yo daba clases de fotografía en una escuela muy cara de Barcelona, donde los alumnos procedían de familias de alto poder adquisitivo. La mayoría querían ser fotógrafos por el glamour de la profesión, pero a pesar que no tenían nada más que hacer, les pedías por ejemplo que hicieran un par de retratos para la semana siguiente y venían en blanco, sin haber hecho nada. Siempre con excusas inconsistentes, sabiendo que de mayores tendrían a su

disposición la fortuna familiar. A la vista de este perfil de alumnos dimití. Yo prefería a los que, estudiando por las noches y trabajando durante todo el día, sacaban tiempo para volver no con dos, sino con diez retratos. Los encontré en escuelas más marginales. Alguno llegó muy lejos. Sin esfuerzo no hay resultados, el talento aporta algo, pero son más importantes la disciplina y la tenacidad.

La reflexión que haces en tus 40 años en el mundo de la fotografía se puede ver reflejado, en lo que para mí son dos libros imprescindibles tanto para los que comienzan para los que llevamos muchos años en la fotografía, Los colores y tú (2021) y Ayúdame a mirar (2019) de la editorial Anaya. Tengo un sentimiento de que estos libros son bastante bíblicos, se ve mucho como es Tino Soriano. Tu capacidad titánica de referenciar y dar soporte a tu pensamiento con muchísimas notas de otros fotógrafos que enriquecen la lectura al igual que aportan una expansión cultural y referencial del lector. Además, se ve tu pasión por compartir y escribir en cada capítulo en la forma como dejas tu legado, tu experiencia, tus emociones e incluso tu forma de trabajar en estos libros. Sé que llevas toda la vida escribiendo, pero últimamente parece que boxeas con estos libros, ya que golpean al lector ¿Qué encuentras en estas experiencias? Por experiencias me refiero a las de compartir. Incluso en tus workshops, se te ve tan pasional, transmites tanto. No hablas de técnica, que también, sino de lo emocional, la capacidad de transmitir. Sé que imaginar fotos y tomarlas es tu pasión, pero el

compartir todo ese conocimiento ¿es también tu otra pasión con la que cierras el círculo de fotografiar?

Sí, desde luego hay mucha pasión en todo lo que hago, pero ahora que estoy cerrando mi carrera con estos libros, creo que más que un fotógrafo que escribe soy un escritor que utiliza la fotografía. La técnica no me interesa para nada (todavía uso versiones caducadas tanto con el sistema operativo de mi ordenador, como de Photoshop o Lightroom), trabajo con la cámara en automático la mayoría de las veces y solamente la concibo como un útil que me permite compartir emociones. Te puede emocionar un paisaje o la sonrisa de un niño con cáncer. Ese es mi trabajo documental: dar visibilidad a los colectivoscon los que he tenido la fortuna de compartir momentos de su vida. Los libros que he publicado me sirven para comunicar lo que he aprendido gracias a eso. Sigo siendo un alumno ávido de conocimientos, pero a mi edad elijo qué materias me interesan y no profundizo sistemáticamente en todo lo que huela a fotografía.

En relación con la parte pasional ¿Crees que como fotógrafos nos estamos apartando de ese aspecto emocional y nos vamos más al apartado técnico? Nuestras conversaciones entre fotógrafos se van más al equipo, que monitores usamos, que programa de edición ha sacada tal novedad, pero hablamos menos de fotografía ¿Nos estamos volviendo tan perfeccionistas, miramos tanto la técnica, castigamos tanto la imperfección, que de una manera implícita se está castigando la

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fotografía como elemento narrativo o incluso como reflexivo? ¿Queda menos espacio para lo reflexivo y emocional? ¿Dónde puede estar la solución o el origen del problema? ¿Educacional, ya que cuesta mucho más comprender quizás una fotografía reflexiva?

Cuando yo era más joven recuerdo las interminables conversaciones que teníamos sobre uno u otro revelador (que si Rodinal o HC110); o sobre ópticas suaves y ópticas resolutivas (el 85 mm Nikkor estaba en boca de todos); o sobre ampliadoras, o películas. Física y química susceptibles de ser valoradas científicamente, de manera que todo el mundo podía aportar argumentos, aunque no tuviera ni pajolera idea de fotografía.

Pues lo mismo pasa ahora con los programas informáticos, las tarjetas gráficas, la tecnología de los sensores,la resolución de los monitores, las características de los ficheros, etc. dan pie a libros, tutoriales, talleres… de nuevo todo el mundo aporta su granito de arena y al final todos contentos. Tomas la imagen, abres una capa de no sé qué, haces una reserva, clonas, aplicas una máscara, añades una nebulosa con la ayuda de plugins de inteligencia artificial… es como una receta de cocina. No estoy en contra de la optimización, lo entiendo. Muchos maestros, varios buenos amigos, proponen recetas infalibles y las fotos de muchos aficionados poseen un acabado impecable que yo no sé hacer.

Pero es como fabricar a Frankenstein. Puedes reunir los mejores trozos de carne y los órganos mejor conservados en tu laboratorio (léase ordenador). Pero si no sabes cómo insuflar vida a tus fotos, ya puedes elevar tanto como quieras el voltaje eléctrico (ahora me viene a la cabeza la inolvidable “El jovencito Frankestein”), que lo único que conseguirás es una hamburguesa chamuscada. Otros autores ven la fotografía diferente y hacen un magnífico trabajo, casi

siempre acorde a sus inquietudes, como por ejemplo, Chema Madoz, que por cierto creo que trabaja con película. Para mí, la fotografía es experiencia, emoción y conocimiento. Y estas tres cualidades no se compran, se cultivan. Leyendo, escuchando, aprendiendo, reflexionando siempre con la conciencia que eres el último mono y todavía te queda mucho que aprender. Menos horas delante de Netflix, Tiktok, Candy Crush, Instagram, Facebook, etc. y más trabajo de campo.Yo no dedico más de treinta minutos a las redes sociales en el transcurso del día.

¿Qué vamos a ver de Tino Soriano en los próximos meses, y en el próximo año? ¿Cómo planteas lo que viene, como logras adaptarte?

Últimamente debido la pandemia he podido trabajar en temas que me apetecía. Preparo un pequeño libro y una exposición para dar visibilidad a los niños con parálisis cerebral; uso Banyoles para fotografiar las diferentes culturas y religiones que conviven en mi pequeño pueblo; he escrito “Los colores y tú” y “BanyoleSpeculum”; estoy digitalizando miles de negativos y de ahí ha salido los libros“CurArte” e “Instituto Mental-1980”; espero algunos encargos (pocos) de fotografía de viajes y he decidido reciclar mis viajes fotográficosdocentes. Una vez cumpla algunos compromisos que tengo adquiridos (Egipto por tierra; Benín, Togo y Ghana o bien Irán, para 2023) me dedicaré a viajar por mi cuentatrabajando en pequeños proyectos… o lo haré acompañado de un máximo de cuatro viajeros que deseen aprender fotografía en cualquier lugar del mundo. Y aparte ando con tres nuevos libros. Ya lo ves, reciclándome, como lo he hecho toda mi vida. Para mí detrás de una buena fotografía resplandece lo que has trabajado hasta que oprimes el disparador. Una vez en la posición adecuada, componer no es complicado. Y siademás vives de las fotos que tomas, tienes medio cielo ganado.

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Juan Enrique Moya El Lado Creativo

Si profundizamos en la esencia de todos los géneros artísticos, de las artes e incluso de las mismas ciencias, podremos encontrar un combustible que es capaz de alzarlas hasta un nivel superior. Como no podría ser de otra manera, estamos hablando de la creatividad. Un elemento diferencial cuya impronta deja marcado a cualquiera que la perciba. Precisamente cuando hablamos de creatividad, la primera figura en el ámbito fotográfico almeriense que nos sugiere, es nuestro autor. Ganador del concurso La Jarapilla de 2021, ha hecho de la imaginación su principal arma fotográfica. A lo largo de los años ha construido un discurso artístico propio, con un sello visual muy característico y reconocible en sus obras.

Con este trabajo, queremos acercaros a su obra y su persona.

Empecemos con un clásico, ¿cuáles son tus primero recuerdos relacionados con la fotografía?

Con ocho o diez años ya me dejaban utilizar a veces, y con cuidado, la cámara que teníamos en casa, creo recordar que era una Yashica de aquellas con la correa y la funda de cuero. Recuerdo que solo se llevaba a revelar el carrete cuando se acababa, para economizar, así es que, después de tres o cuatro meses, era una sorpresa abrir aquel sobre de papel que contenía un sobrecito con negativos y 24 o 36 fotos arqueadas con momentos estelares de cumpleaños, comuniones y otros eventos. Entre estas, poco

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a poco, fui colando algunas de mi cosecha. Algún paisaje o puesta de sol que me parecían atractivos.

Y tus primeras experiencias cómo fotógrafo ¿cómo fueron?

La primera vez que sentí la sensación de ser “fotógrafo” fue con catorce o quince años. En el instituto organizaron un concurso de fotografía y me inscribí. Entonces ya pude disponer de la cámara y un carrete de 24 solo para mí. Organicé salidas con mi padre para buscar localizaciones y momentos del día apropiados, agoté el carrete, lo revelé y escogí dos para presentarlas. Todo este proceso lo viví en medio de una sensación de inquietud y nerviosismo que no había experimentado antes. Recuerdo bien

el momento de algunas capturas, la búsqueda de encuadres, de reflejos de luces en el agua, los barcos del puerto, la puesta de sol en el faro. Ganar este concursillo no fue importante para mí por ser mejor que el resto de participantes (no fuimos más de seis u ocho) sino por ser capaz de idear y ejecutar un trabajo con éxito, un trabajo fotográfico.

¿Vamos, que quedaste atrapado por el gusanillo de la fotografía?

Si, a partir de entonces no paré de fotografiar, de forma tímida primero hasta que, años después, en algún momento, se me ocurrió regalar a alguien de mi entorno una Pentax K1000 a sabiendas que sería yo quien acabaría usándola. Aquel “ladrillo” completamente

JUAN ENRIQUE MOYA

manual me atrapó, me obligó a entender bien los mecanismos de la cámara y los fundamentos de la fotografía. Me abocó sin remedio al mundo de la fotografía.

Todos los que te conocemos y conocemos tu excelente trabajo fotográfico sabemos que tienes un estilo muy definido y bastante personal, caracterizado por una enorme creatividad ¿pero cómo llegas hasta ahí?¿Qué temáticas te interesaban en tus inicios y cómo fue esa evolución?

Como os comentaba, en mis inicios pensaba que las buenas fotografías solo la daban los paisajes, atardeceres, monumentos y demás, y por ahí anduve bastante tiempo, ni siquiera la fotografía de calle me parecía

interesante, quizás porque nunca me consideré lo suficientemente valiente para ir por la calle a pecho descubierto cazando instantáneas (ni creo que lo sea ahora, por eso prefiero el robado).

Después de un tiempo haciendo fotos de paisajes, retratos, etc – el culmen de las fotos era un buen reportaje de algún viaje- supe que ese no era mi camino. No me sentía capaz de llegar al nivel de lo que proponían los trabajos de otros autores avanzados de mi entorno y los consagrados que por entonces comenzaba a conocer. Así que recuerdo que llegó un momento en que comencé a buscar puntos de vista fuera de lo normal, encuadres difíciles, detalles cercanos, abstracciones, texturas, juegos de sombras, etc. Y, sin dejar

JUAN ENRIQUE MOYA

de interesarme por la fotografía y fotógrafos consagrados en general, empezó a llamar mi atención la obra, por ejemplo, de los Chema Madoz o Joan Brossa en nuestro país o los Ken Josephson, David Levinthal o el genial Gilbert Garcin, y también la creatividad de la fotografía de publicidad o la que ilustraba revistas o libros.

La paternidad, también, me fue cambiando planes, se me acabaron….en gran medida….. las salidas, excursiones, viajes,… pero no las ganas de fotografiar y lo hacía con lo que tenía a mi alrededor, me tocó probar la fotografía “indoor”. Recuerdo que ponía bajo el flexo cualquier cosa que tuviera a mano y los fotografiaba desde distinto ángulos, con distintas luces. Y descubrí que mi discurso fotográfico también podría ser el de mirar hacia dentro además de la fotografía de calle o en exteriores. Y que los objetos que tenía a mi alrededor también tenían algo que contar.

Mis colaboraciones para la Revista Salamandria me empujaron también por ese camino. Empecé a darme cuenta que hay muchas formas de decir lo que quieres decir y al tener que ajustarse a un tema, junto a mi auto-exigencia para estar a la altura de las circunstancias, me hizo hacer esfuerzos por ofrecer algo “diferente”, ofrecer otras propuestas.

Luego vino lo de crear pequeños escenarios/ instalaciones para recrear las ideas que iban surgiendo. Estos se fueron complicando progresivamente, intentando evitar en lo posible fotomontajes o retoques digitales. Para mí era y sigue siendo un reto, que el “montaje” del escenario se ajustara con exactitud a la

idea preconcebida y que fuera esa la imagen final … y en eso estoy.

Tus fotografías nos dicen mucho sobre la manera en que entiendes la vida, pero ¿cómo entiendes la fotografía?

Entiendo la fotografía como un acto de comunicación, salvo en contadas ocasiones en que son objetos íntimos de “uso personal”. Las fotografías se convierten en la herramienta/ canal de un acto de comunicación entre autor y espectador un medio para difundir/transmitir tu mensaje y este acto de comunicación se completa cuando el espectador lo recibe, lo percibe y lo procesa.

Es por esto por lo que creo que una de las principales misiones del fotógrafo, como la del pintor, dibujante o cualquier creador de imágenes es presentar “su mensaje” en un formato atractivo para el espectador/receptor. La mejor de las propuestas, de las ideas de un creador, no llegaran a su destino, no tendrán trascendencia, si no se presentan de forma adecuada, si no llega a conectar con el receptor, si pasa desapercibida.

Como bien dices, la fotografía es un acto de comunicación y tus imágenes siempre transmiten mensajes, ideas o conceptos en los que se percibe un proceso creativo muy elaborado, ¿cómo llegas hasta la fotografía final y que influencias hay detrás de todo ese proceso?

En mis trabajos, lo primero es el proceso de elaboración de ideas, asociaciones, conceptos…, una vez que la idea está fijada lo siguiente, y no menos importante, es crear/

componer una imagen que atrape al espectador durante unos segundos. Poner a trabajar su “bagaje personal”, asociar mi propuesta con sus experiencias, gustos, sentimientos, sensaciones.

En este sentido me he dejado influir por mis estudios realizados en psicología en el campo de la percepción (en su aspecto psicológico más que fisiológico). La percepción visual no es lo mismo que la sensación visual. La valoración que hacemos de una imagen es bastante más que la sensación sensorial que nos llega. Estas sensaciones (sensoriales) que tenemos es solo el punto de partida de un proceso en el que intervienen otros elementos como el contexto, educación, factores socio#culturales y emocionales del receptor que hace que, ante una misma imagen, las valoraciones sean muy distintas según el espectador.

Muchas de las normas, patrones o reglas que aprendemos y adoptamos a lo largo de nuestra formación como fotógrafos están asociadas a cuestiones fisiológicas/psicológicas del campo de la percepción. En este sentido creo que el hecho de que la gran oferta, casi saturación, que tenemos actualmente de imágenes que se nos presentan por infinidad de canales, y muchas de ellas bajo los mismos esquemas, produce el hábito en el espectador de“pasar página” y que no se detenga a descubrir el mensaje que pueda contener.

Es por esto que creo que el reto del creador de una imagen, después de incluir su mensaje, es conseguir que capte la atención del espectador durante unos segundos.

No hay duda que tu trabajo tiene esa capacidad, nada sencilla por cierto, de

ENRIQUE MOYA
JUAN

captar inmediatamente la atención. Y se que normalmente cuando alguien ve una de tus imágenes suele preguntarte por el significado de la misma ¿lo explicas o prefieres mantener el misterio y dejar al libre criterio de cada cual su significado?

Cuando me preguntan por el significado de una imagen en concreto o el mensaje que quiero transmitir en alguna foto, sinceramente, no sé qué contestar, porque en muchas ocasiones no hay un mensaje concreto que pueda resumirse en una frase. El creador lanza “su” mensaje con la intención de que sea el espectador quien haga la imagen suya por unos momentos y

elabore su propia y subjetiva interpretación.

Creo que si el autor descifra lo que le ha movido a presentar el trabajo, de alguna manera está influenciando o contaminando la interpretación del espectador. En muchas ocasiones me ha sorprendido positivamente alguna interpretación o punto de vista de alguna persona que no estaba en mi intención cuando las estaba ideando (al menos de forma intencionada o consciente).

Me gusta pensar que mis fotos sean un ejercicio de conexión entre la propuesta del autor y la interpretación del observador. Y que, como

ejercicio que son, requieran un esfuerzo para ambas partes.

Hemos comentado ya que tu trabajo fotográfico tiene un estilo muy definido caracterizado por una fuerte personalidad y una gran creatividad, pero ¿cómo lo definirías tu?

Siempre me ha resultado difícil categorizar mis trabajos en algún estilo, en principio me gusta la idea de que sea difícil de catalogar, clasificar, y que se salga de las parcelas tradicionales. Eso no me disgusta, quizás sea una seña de identidad.

Pero si tengo que definirme, me siento identificado con la denominación de fotografía conceptual y en ocasiones con la de poesía visual. También aparecen en mis trabajos aspectos o matices cercanos al surrealismo cuando en la imagen se muestran asociaciones poco comunes o imposibles de elementos o conceptos.

Me gusta incluir la sorpresa, la paradoja, imágenes que nos sacan de los esquemas mentales que manejamos habitualmente. En una ocasión leí en algún sitio el término “metáforas fisicalizadas” para “encuadrar” este estilo de fotografías y me gustó. Me identifico

bastante con esta expresión.

Y ya para finalizar, un trabajo fotográfico como el tuyo, basado, como bien dices en un estilo conceptual y altamente creativo, intuyo que requiere un mundo interior bastante amplio en el que seguro que hay referencias cruzadas de diferentes disciplinas artísticas y culturales, no sólo la fotográfica ¿qué referentes e influencias alimentan ese universo creativo?

Desde que recuerdo siempre me ha interesado la expresión artística en general, el mundo del arte y su historia. Los dibujos de Leonardo, Rubens o Durero o Ingres, las sanguinas de Watteau o los dibujos imposibles de Escher. Los grabados

de Piranesi, Doré o el genial Goya. Las pinturas de Velázquez, Rembrandt, Daumier, Turner o Hopper y la explosión de las vanguardias con los Picasso, Matisse, Dalí, Mondrian y Vasarelli entre otros muchos, también las esculturas de Giacometti o Calder.

También fue un gran descubrimiento las propuestas de la escuela de la Gestalt, su forma de ver la imagen como un conjunto integrado de formas, sus principios organizadores, descubrir de que una imagen puede provocar infinidad de interpretaciones, y que el resultado de esas interpretaciones influenciado por los conocimientos previos del espectador, el contexto presente y, lo más sorprendente, por

JUAN ENRIQUE MOYA

sus expectativas futuras. En esa línea citar un par de libros que han influido en mi forma de mirar y hacer fotos, La Percepción de Irvin Rock y Arte y Percepción Visual de Rudolf Arnheim, este último con un subtítulo muy significativo “psicología del ojo creador”.

En cuanto a mis referentes en fotografía recuerdo mirar fotografías de forma compulsiva donde se podía, casi sin conocer a sus autores, mis primeras admiraciones fueron para Hermut Newton, Robert Frank, Saul Leiter, después Ansel Adams, Elliot Erwitt, Vivian Maier, Sebastiao Salgado o Fan Ho entre otros muchos, también, por otro lado, fui descubriendo otras formas de ver la fotografía en las obras de Man Ray,

Edward Weston o el genial Gilbert Garcin. O la sorprendente obra de Paloma Rincón en el campo de la fotografía publicitaria.

Más cercano, el descubrimiento de la obra del maestro Perez Siquier (por la cercanía de los escenarios de sus fotografías, antes de descubrir su grandeza), me llevó a saber de AFAL, del CAF, Falces, Masats, Schommer, Emilio Morenatti, Cristina García Rodero o Jose Manuel Navia entre otros muchos y posteriormente el descubrimiento de una fotografía diferente en los trabajos de Joan Brossa, Jordi Larroch, los bodegones y naturalezas muertas de Toni Catany y sobre todo, aunque sea un tópico, lo impactante de la obra de Chema Madoz.

CAMARAS DE COLECCION

CONTAX

Esta cámara de 35 mm fue fabricada por la empresa Zeiss Ikon en 1932, en respuesta al gran éxito de la Leica. El esmero puesto por sus fabricantes retrasó su aparición en el mercado. La Contax no fue una mera réplica de su oponente sino una magnífica cámara con muchos adelantos técnicos, por ejemplo la automatización del rebobinado de su película, lo que evitaba las dobles exposiciones en la toma. En los primeros modelos, el complejo sistema de obturación dio lugar a numerosas averías en este modelo. La Contax era una máquina robusta y pesada con un sistema de lentes intercambiables de tipo bayoneta de alta calidad, que fue uno de sus mejores argumentos para el éxito de ventas.

En 1949 la factoría ZeissIkon de Dresde (bajo el mando soviético)

fue la primera empresa en fabricar una cámara SLR con visor pentaprisma, la Contax S. Este diseño fue determinante en el devenir de la fotografía, al ofrecer al fotógrafo una visión réflex desde sus ojos, para conseguirlo montaron un prisma de cinco caras que reflejaba una imagen a 90º. Este magnífico diseño corresponde al jefe del departamento técnico, Hubert Nerwin, que huyó a EE.UU en 1947. Le secundó en el desarrollo del pentaprisma su sucesor, William Wimzemburg que concluyó el proyecto en 1949.

Las cámaras Contax fueron muy influyentes entre los fotógrafos, tanto aficionados como profesionales, entre ellos nuestro admirado Carlos Pérez Siquier el cual realizó muchas de sus magníficas fotografías con su Contax II.

Miguel Hidalgo

SERIE GRANDES FOTOGRAFOS: Por Jose Miguel Martínez

Carlos Pérez Siquier Mucho mas que Azul

Carlos nunca quiso abandonar Almería, a la que convirtió en el eje principal de su obra y por la que paseaba, hasta prácticamente sus últimos días con la humildad de los grandes y la sencillez que siempre le caracterizo. Luciendo su honorable melena blanca iba siempre saludando a amigos y conocidos y demostrando la dura competición que existía entre su calidad humana y su calidad como fotógrafo.

Con la pérdida de Carlos no solo hemos perdido a un amigo, también el mundo de la cultura se ha quedado huérfano de uno de los mayores referentes y uno de los principales renovadores de la fotografía española del siglo XX. Siempre fue un adelantado a su tiempo con una visión y una forma de mirar propia y distinta a la de los demás, lo que le ha llevado con los años a ser considerado uno de los grandes fotógrafos incluso a nivel internacional, habiendo mostrado su obra en múltiples exposiciones tanto individuales como colectivas y teniendo fotografías suyas en distintas colecciones y museos como el Reina Sofía. Sus múltiples reconocimientos y premios -Académico de la Real Academia de Bellas Artes de Granada, Premio Nacional de Fotografía, Premio Bartolomé Ros, Medalla de Oro al mérito en Bellas Artes, etc.- le han llegado seguramente e injustamente demasiado tarde, tal vez porque sus trabajos más importantes no fueron publicados en España hasta los años 90 del siglo pasado.

Carlos Pérez Siquier nace en 1.930 en Almería y ya a los quince años empieza a interesarse por la fotografía a través de su padre que siendo gran aficionado tenía un pequeño laboratorio en casa. El joven Carlos queda fascinado por el proceso de revelado de la imagen y desde entonces se ve atrapado ya para siempre por la fotografía. Después de que lleguen a sus manos algunas

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CARLOS PÉREZ SIQUIER

publicaciones francesas se da cuenta que hay otra forma de mirar y fotografiar muy distinta a lo que se hace hasta entonces en España. Una fotografía mucho más humanista y cercana a la realidad. A partir de entonces con algunos carretes de película en los bolsillos se dedica a fotografiar su entorno, las calles, la gente. Después de terminar el bachillerato en el colegio La Salle cursa estudios de Fotografía en la Escuela de Artes de Almería que culmina en 1.950.

En 1.956 empieza a visitar el barrio de “La Chanca” de Almería, dando comienzo a lo seguramente es su trabajo más emblemático y reconocido. Provisto de una cámara Contax, Carlos comienza a fotografiar el barrio y sus gentes en el tiempo libre que le deja su trabajo en una entidad bancaria, prolongando sus visitas, en una primera etapa, hasta 1.962. Carlos se encuentra con un barrio deprimido, sumido en la miseria y la enfermedad. Pero a pesar del Tracoma y la miseria, descubre unas gentes con una gran dignidad y espíritu de supervivencia que cuidan sus modestas casas encaladas y sacan adelante a sus familias como pueden, a unos niños desarrapados y descalzos, pero con unos ojos alegres y de gran viveza. Ese es el enfoque que Carlos quiere dar a sus imágenes. El siempre ha destacado esa dignidad, que es la que inspiró su trabajo. El no pretendió nunca, aunque años después se pudiera interpretar así, hacer foto denuncia o recrearse morbosamente en la miseria existente, sino reflejar la vida

cotidiana de un barrio y hacerlo destacando ante todo esa dignidad que tanto le atrajo. Para ello se hace habitual en el barrio y logra la naturalidad de la gente ante su presencia llegando a ser reconocido como “El Americano” por su altura y su cabello rubio.

Aproximándose a una estética neorrealista Carlos obtiene durante años imágenes realmente bellas a la vez que sobrecogedoras, en un blanco y negro depurado y muy cuidado para la época, con un sentido de la técnica y la composición ya inmerso en él, que le permite centrarse sin distracción en lo que tiene delante. Le interesan principalmente las personas, sus miradas, sus rostros, su manera de afrontar la cotidianidad. Es increíblemente rápido encuadrando y componiendo magistralmente la toma, lo que le permite hacer la foto en el momento justo, en el instante decisivo en que ocurre lo que la hace única. Un gato que salta desde una ventana mientras dos mujeres asoman la cabeza tras una esquina, un niño que detrás de unas mujeres cargadas con cantaros y delante del fotógrafo se tumba en el suelo haciéndose el muerto, una mujer amamantando a su hijo que estira el brazo hacia la cámara lanzando seguramente una maldición o la mirada efímera de una niña en el quicio de una puerta son algunos ejemplos de las portentosas e irrepetibles imágenes obtenidas por Carlos entonces. Mención especial merece esa fotografía de “La niña Blanca” que tantas alegrías le ha dado. La niña lo mira desde la puerta de su casa con su vestido blanco, una pose inconscientemente natural y una mirada con la ternura de una niña, pero la vez con una especie de desafío hacía “El Americano” que va haciendo fotos por el barrio. El también la mira, estableciéndose una instantánea conexión entre las dos miradas, dando lugar a una única e irrepetible imagen que se ha convertido

en icónica. La niña de blanco, que el azar ha querido que vuelva a cruzarse en su vida sesenta años después y haya podido volver a fotografiarla en el mismo lugar. Son fotografías que definen claramente su talante humanista y profundamente sensible, y su mirada. Una forma de mirar única, personal y que él siempre destacó como rasgo esencial de sus obras.

Coincidiendo con el comienzo de su trabajo de la Chanca, en el año 1.956, junto a su amigo José María Artero, otro importante impulsor del panorama cultural almeriense, emprende lo que es sin duda otro de sus mayores logros en el mundo de la fotografía a nivel nacional y también internacional. Ambos se hacen con las riendas de la Agrupación Fotográfica Almeriense “AFAL” anclada hasta entonces en el “salonismo”, caracterizado por una fotografía pictorialista y banal, alejada totalmente de la realidad del momento y donde solo se valora el purismo y la perfección técnica sin importar el contenido. Ambos están de acuerdo en buscar una renovación en la manera de ver la fotografía por parte de la agrupación. Para ello, inspirados en publicaciones extranjeras y en lo que supuso la exposición “The Family of Man, deciden fundar la revista “AFAL”. Sin apenas medios económicos, bajo la dirección editorial de José María y el empeño de Carlos en contactar con otros fotógrafos españoles, logran aglutinar a lo más renovador y fresco de la fotografía de entonces. Ricard Terre, Joan Colom, Oriol Maspons, Ramón Masats, Francisco Ontañon, Alberto Schomer, Gabriel Cuallado, etc., formaron parte y colaboraron con lo que se ha conocido como el “Grupo Afal”, que supuso una verdadera y auténtica revolución en la fotografía española de la segunda mitad del siglo XX y ha sido desde entonces un movimiento decididamente inspirador para muchos fotógrafos de generaciones posteriores. Este grupo heterogéneo y diseminado por

diversos puntos de la geografía española, en principio sorprendidos de que desde este rincón del mapa aislado física y culturalmente se llevara a cabo una labor de este calibre, apuestan sin reservas por el grupo y su publicación, colaborando y aportando sus obras a la misma. Dentro de su heterogeneidad, les une una nueva manera de fotografiar, una mirada más humanista, volcada en la calle y en la gente, en la realidad social del momento. Quizás el momento culminante del grupo fue la publicación en 1.958 de su anuario que contenía una serie de obras de tal calidad y potencia, que tuvo repercusión internacional, llegando a las manos de un sorprendido Edward Steichen, que por entonces dirigía el departamento de fotografía del MOMA de New York y que no dudo después en incorporar alguna de estas obras a una exposición del museo. En 1.963, ante la falta de medios y convencidos de que la publicación ha cumplido con creces el objetivo para el que se puso en marcha, sus fundadores José María y Carlos deciden acabar con la revista. El ahínco y tesón de estos dos grandes han hecho que el “Grupo Afal” siga siendo hoy uno de los colectivos más respetados, quizás el que más, de la historia de la fotografía española. Tanto es así, que desde 2.015, donado por Carlos, todo el archivo y documentación de “Afal” se encuentra en el museo Reina Sofía.

Entre 1.962 y 1.965 Carlos vuelve visitar La Chanca. En esta etapa equipado con una Mamiya de formato medio y película en color de 6x6.

El paso al color de nuestro protagonista supone una apuesta arriesgada que lo desmarca de los demás fotógrafos de su generación. En un momento en que lo ortodoxo, lo valorado es el blanco y negro, vuelve a demostrar su valentía y su espíritu renovador transitando al color de una manera impecable, sin traumas, con la maestría técnica y la mirada autentica,

elegante y personal que lo caracteriza. Creo que este aspecto no le ha sido suficientemente reconocido, a pesar de ser prácticamente el fotógrafo español de aquella época que mejor ha utilizado el color.

En su vuelta a La Chanca Carlos encuentra un barrio cambiado en sus casas, en su gente, en su luz. Pero él también ha evolucionado en su forma de mirar, en sus composiciones, dispuesto a indagar en nuevos encuadres y diferentes juegos con la luz y el color. Siguen interesándole las personas, sus miradas, los niños, en suma, la vida de ese singular ecosistema. Pero a la vez, cobra protagonismo el color y la luz. El color de las fachadas de las casas, de las ropas de la gente, de las candelas en los porches. En sus visitas Carlos va transitando en su manera de fotografiar el barrio. Empieza fotografiando a sus habitantes, hombres, mujeres a la puerta de sus casas, niños que juegan y miran con viveza; para terminar fotografiando el hábitat. Lo atraen las fachadas pintadas de colores vivos e intensos, las puertas igualmente diversas en sus formas y cromatismos. Experimenta con la fragmentación del espacio, centrando los encuadres en una parte muy concreta de lo que tiene delante. Así, mediante los desconchones y las formas que las diferentes capas de cal van dejando en paredes y fachadas, va componiendo una abstracta serie de imágenes realmente impactantes y con las que, quizá, quiere representar la estratificación del paso del tiempo.

“La Chanca” representa sin duda el trabajo más reconocido y respetado de Carlos Pérez Siquier. Un trabajo que en su conjunto no fue publicado hasta 2.001 y que desde entonces ha sido objeto de diferentes exposiciones y publicaciones. En 2.019 el Museo Reina Sofia incorpora a su colección doce fotografías del mismo.

Con su serie “La Playa”, Carlos vuelve a

CARLOS PÉREZ SIQUIER

desmarcarse de su época y configurar un trabajo rompedor y moderno, que, aunque no fue debidamente valorado en su momento, es considerado hoy como un ejemplo claro del nuevo documentalismo en color elevado a la categoría de artístico.

Aprovechando los encargos que le hace Ministerio de Información y Turismo y sorprendido por el creciente desarrollo turístico que inunda las playas de gente llegada de fuera, en 1.972 comienza a tomar las primeras imágenes de lo que será después “La Playa”, alternando éstas con su trabajo profesional. Provisto de una “Rollei”, entre 1.972 y 1.980, Carlos recorre las playas, principalmente las de Almería, fotografiando a los bañistas enfundados en bañadores de vivos colores, sus cuerpos, sus accesorios, como siempre con un sentido de la técnica y la composición soberbios. A lo largo de estos años, y como ya ocurrió con La Chanca, su mirada y su manera de concebir el trabajo, los encuadres, las composiciones, van evolucionando, ya que nada ha sido premeditado, al menos, en principio. Su mirada va viajando desde unas primeras imágenes más generales, más lejanas, donde las figuras humanas se perciben en un entorno claramente identificable, a unos encuadres más cerrados en los que fragmenta la realidad y centra la atención en detalles muy concretos. A partir de ahí empieza a jugar con la luz, los cuerpos, las vestimentas, en una sinfonía de color y luz muy próxima al estilo Pop-Art surgido en EE.UU. Carlos, acercándose, se podría decir hoy que temerariamente, empieza a centrarse en detalles mínimos. Comienza a fragmentar los cuerpos, encuadrando solo partes concretas, incluso decapitándolos, en un juego con la

CARLOS PÉREZ SIQUIER

carne y el color realmente sorprendente. Cuerpos esbeltos, pero también obesos y mórbidos fotografiados de una forma, salvo alguna excepción, asexuada y carente de erotismo, pero, también, cargada de ironía e intención. Una vez más Carlos deja patente su inconformismo y su creatividad en un trabajo soberbio, potente y sorprendente, a raíz del cual es considerado un pionero a nivel internacional en el tratamiento del color. De hecho, en 2.007, Martín Parr incluye este trabajo en una exposición en New York con cinco fotógrafos pioneros en el uso del color en Europa.

En “El color del sur”, Carlos sigue experimentando con el color, con la fragmentación, con los encuadres y composiciones cerrados y concretados en el detalle. Su “Hassel” va obedeciendo a su mirada, a su portentosa mirada que es capaz de ver donde nadie ha visto. Grafitis, parasoles, coches enfundados, una bicicleta, un cartel publicitario. Objeto simples y cotidianos, carentes de interés en sí mismos, pero que tras la mirada de Carlos y su elegante manera de componer llegan a configurar una serie de imágenes sencillamente magnificas. Coincidencias de colores y formas que solo él sabe ver y convertirlas en obras maestras. El color protagonista indiscutible de su obra y que sabe tratar como nadie. El “Azul Siquier” que ya será suyo para siempre.

En 2.003 llega “por fin” el Premio Nacional de Fotografía. Injustamente tardío en su concesión, pero justamente merecido. La aportación de nuestro Carlos al mundo de

la fotografía es indiscutible e incuestionable. Su obra, de una originalidad y valentía geniales, su aportación a la renovación y nueva visión de la fotografía en España y su espíritu siempre creador e inconformista, le hacen sin lugar a dudas, como decimos, el justo merecedor de este galardón. A raíz del premio. Dos años más tarde el Ministerio de Cultura le organiza una exposición antológica en la Fundación Telefónica de Madrid.

La fotografía para Carlos era su pasión, su manera de estar y mirar el mundo, su forma de expresión y su manera de concebir la vida. El interpretaba la realidad a través de visor ofreciéndonos una visión de esa realidad, siempre fresca y sorprendente. Sostenía que el que hace la moda es un creador, el que la sigue está condenado a ser olvidado y, por eso, siempre estaba en continua renovación creando él las tendencias.

Laura Terre lo define como un moderno. Es un creador adelantado a su tiempo con una mente joven a pesar su edad, capaz de reinventarse constantemente. En alguna entrevista, repitiendo las palabras de Picasso, decía que “hacen falta muchos años para llegar a ser joven”. Esa era su filosofía y su manera de entender la vida. A sus noventa años era todavía capaz de sorprender con lo que hacía. Algunos de sus últimos trabajos publicados, “El Viaje”, “Mi Sombra y Yo”, son una elocuente muestra de ello. Desprendiéndose del formato medio y el encuadre cuadrado, opta por fotografiar con una pequeña

CARLOS PÉREZ SIQUIER

y simple cámara volviendo a adentrarse en encuadres y composiciones nuevas y diferentes. En “El viaje” experimenta con el movimiento y las imágenes desenfocadas, emulando el devenir del tiempo, la percepción del viajero del paisaje efímero que pasa rápidamente ante sus ojos. En “Mi Sombra y Yo” vuelve a cambiar de registro, se vuelve a reinventar componiendo imágenes donde la protagonista es su sombra. Su sombra proyectada en algún lugar del encuadre como constancia de su existencia dentro de su hábitat, del entorno que le rodea. Como certeza de vida, si aun puede ver su sombra.

En 2.017 se inaugura el Centro Pérez Siquier en Olula del Rio (Almería). El Pintor Andrés Ibañez, gran amigo de Carlos, se propone hacerle un museo dedicado a su figura y su obra, único, por entonces, en España dedicado a un fotógrafo. Por iniciativa suya y a través de la Fundación de Arte Ibañez Cosentino se pone en marcha el proyecto, ganándole, una vez más, la partida a la pasividad de las Administraciones competentes. Antes de su culminación, en 2.016, Carlos cede la totalidad de su archivo y su gestión a la Fundación.

Desde entonces, ésta, ha llevado a cabo una eficaz gestión de su obra, exponiéndola,

digitalizándola y publicándola en una serie de publicaciones de gran calidad.

Ese mismo año es nombrado Socio de Honor de nuestro Grupo Indalo-Foto al que tantas veces brindo su amistad, colaborando siempre de una manera desinteresada, amable y sincera.

Carlos ha sido uno de los Grandes Fotógrafos de su tiempo y seguirá siendo un referente para generaciones venideras. Su muerte supone la perdida de un creador y un artista de la imagen difícilmente igualable. Pero su figura no morirá mientras sea recordado y eso está garantizado. Su obra, su aportación a la fotografía y su amistad y cercanía harán que la historia lo coloque en ese lugar privilegiado reservado a los genios, para que no pueda ser olvidado nunca.

DOCUMENTACION - Centro Pérez Siquier, Olula del Rio. - Documental “Con Luz Propia-Carlos Pérez Siquier”. - Documental “La Fotografía de Carlos Pérez Siquier”, Tesis. - Película documental “AFAL, Una Mirada Libre”, 29 Letras. - Película documental “Azul Siquier”, Centuria Films – Felipe Vega. - “La Chanca en Color”, Fundación de Arte Ibañez-Cosentino. - “La Playa”, Fundación de Arte Ibañez-Cosentino. - “Mi Sombra y yo”, Fundación de Arte Ibañez-Cosentino

María Luisa Jiménez História de una Guitarra

Las nueve imágenes que integran este proyecto, forman parte de una colección de 66 fotografías realizadas por María Luisa Jiménez Burkhardt, en blanco y negro, en formato analógico y papel baritado, que han sido donadas por su autora al Excmo. Ayuntamiento de Almería y se encuentran expuestas, de forma permanente en el Museo de la guitarra “Antonio de Torres”

Esta colección se realizó en el año 2000, en el contexto del “Certamen Internacional de guitarra clásica Julián Arcas”, evento cultural, inspirado en dos artistas locales del siglo XIX: el músico y compositor Julián Arcas y el constructor de guitarras Antonio de Torres.

Las fotos se hicieron en el taller del guitarrero almeriense Juan Miguel González y en el positivado colaboró el entonces miembro y socio fundador del Grupo, Jaime García Zaragoza

En mayo de 2001, en el contexto de dicho Certamen y promovido por el Grupo Indalo Foto, se realizó la exposición de las imágenes.

En 2004, el Centro Andaluz de la Fotografía, dirigido entonces por Manuel Falces, editó un catálogo, con las fotografías, llamado “Historia de una guitarra. Un madero musical y anochecido”. El libro fue ilustrado con textos del escritor Fernando Iwasaki y prologado por el guitarrista David Russell.

PROYECTO
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Lourdes Gómez Donde la luz te guie

Una de las principales señas de identidad de La Bretaña son los fotogénicos faros que inundan su costa. Aproximadamente un tercio de los faros franceses se encuentran en esta región, de hecho las costas bretonas pueden presumir de tener la mayor concentración de faros del mundo. Esto es debido a que su costa es rocosa, abrupta y con fuertes corrientes, lo que conlleva a multitud de trampas ocultas en el mar. Su luz ha guiado durante siglos a los marineros en la oscuridad, pero, a pesar de que estos faros alertaban a los navegantes de su peligro, llegando a iluminar hasta 60 Km de distancia, se producían bastantes naufragios, que sirvieron de inspiración para numerosas historias y leyendas. Los navegantes clasificaban los faros en tres tipos: el infierno (a los que estaban en el mar), el purgatorio (a los que encontraban en las Islas), y el paraíso (los que se encontraban en tierra). De los que conozco, destaco el faro de Saint-Mathieu, construido en 1835, y que relevó al fuego que mantenían los monjes de la abadía en la parte superior de una torre para alertar a los marineros; a cambio se quedaban con los restos de los naufragios que llegaban a su costa. Otro de los más bellos, es el faro de Petit-Minou, situado en la punta del mismo nombre y que guía a los navegantes que desean ir a Brest. Tampoco nos podemos olvidar del faro de Kermorvan, construido en 1849 en la costa de Conquet, o del faro de Ploumanac’h, situado en la impresionante Costa de Granito Rosa, esculpida por la naturaleza durante miles de años, y cuya fachada está realizada de este material. Cada uno de ellos tiene su propia historia, y algunos se encuentran entre los más bellos del mundo.

PROYECTO
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PROYECTO
PROYECTO

Rosa Navarro de Oña Noche en la ciudad

Fotos cuyo denominador en común es la noche en la ciudad. Desde los paseantes solitarios en el silencio de la noche, maniquíes de las tiendas, escaparates con luces de neón, reflejos en cristales, coches, fuentes, hasta abstracciones coloristas.

La noche en la ciudad es un mundo por descubrir.

PROYECTO
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Lucía Martínez Martín Blanco y Negro

Este proyecto se basa en el concepto del Yin y el Yang: existen dos fuerzas opuestas, lo bueno y lo malo. Sin embargo, no todo es completamente “blanco o negro”, sino que en todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo hay algo de bondad.

El Yin, lo negro, está asociado a lo femenino, a la oscuridad, la pasividad, lo nocturno, lo negativo, lo malo,... Y el Yang, lo blanco, se vincula a lo masculino, la luz, lo activo, lo diurno, lo positivo, lo bueno, …

Basándome en este concepto, el proyecto representa lo bueno y lo malo de la vida y cómo en cualquier situación que vivamos, por mala que sea, siempre podemos encontrar algo de “luz”, algo “blanco”, algo positivo.

PROYECTO
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Ángel Soler Cano La Foto

Caminaba con prisa, como de costumbre. Por mucho que lo intentara siempre salía con el tiempo justo hacia la redacción. Llevaba el equipo fotográfico en una pequeña mochila de cuero colgada al hombro, que no dejaba adivinar lo que contenía.

Vestía su habitual sudadera, tejanos y zapatillas deportivas. Los fotógrafos de prensa tenían que vestir con comodidad, en esta profesión nunca sabías cuando tendrías que moverte rápido, saltar o incluso salir corriendo.

Al llegar al final de la Avenida giró por la calle de La Cuesta, como siempre y, aunque todos los días se decía que no lo iba a hacer, una vez más no pudo reprimir el impulso.

Paró hacia la mitad de la calle frente al número 12, un edificio destartalado con puntales en la fachada para que no se derrumbara y un portal tan sombrío como hermoso, con una gran puerta abovedada de rejas de hierro y cristales que en otro tiempo fueron de color pero que ahora presentaban un aspecto casi opaco. Al lado de la puerta un álamo al que le brillaban las hojas con las primeras luces del día y en el interior una luz que seguramente proviniera de una claraboya y que dejaba adivinar una escalera desvencijada.

EL RELATO
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Como todos los días se situó frente a la puerta, sacó la cámara e hizo una foto del viejo portal. Después volvió a guardar la cámara y siguió su camino preguntándose por qué demonios seguía haciéndolo.

Todo comenzó el primer día que llegó a esta ciudad. Tenía una entrevista de trabajo en el mayor periódico local y se dirigió hacia allí bastante nervioso. Había alquilado un pequeño piso que quedaba bastante cerca y decidió ir andando para calmarse un poco. El piso lo había alquilado antes de saber el resultado de la entrevista, porque le aceptaran o no, estaba decidido a quedarse en la ciudad y a buscarse la vida como fuera.

Al pasar por esa calle vio el portal, le pareció bellísimo y fue como un impulso, sacó la cámara e hizo una foto. La entrevista de trabajo fue genial, le dieron el puesto y durante los siguientes días cada vez que pasaba por delante de aquel portal sentía la necesidad de hacerle de nuevo una foto.

Al principio pensó que lo hacía como una especie de ritual, un conjuro de la suerte, un amuleto, pero tras tener días buenos y malos la idea de que aquello le daba buena suerte se borró definitivamente de su cabeza. Sin embargo seguía haciéndolo día tras día, pasar por esa calle, pararse y hacer la misma foto desde el mismo encuadre. De eso hacía

ya seis meses, tenía aquel portal fotografiado en todas las circunstancias y a todas las horas del día, por la mañana, por la noche, nublado, soleado, lloviendo, una foto por día, solo una, que guardaba en una carpeta de su ordenador.

Hubo un tiempo en que pensó que se estaba volviendo un maniático y había intentado dejar de hacerlo pero al final, de un modo u otro, había terminado delante del portal otra vez. Pensó incluso en comentarlo con un psicólogo pero luego se decía que todos somos un poco paranoicos, que cada cual tiene sus manías.

Esa semana iba a venir a visitarle su padre y se sentía feliz. Hacía ya seis meses que no se veían, desde que se vino a la ciudad, aunque se llamaban prácticamente a diario.

Su padre vivía en un pueblo a unos doscientos kilómetros, el sitio donde él se había criado. Desde pequeño solo se tuvieron el uno al otro, su madre había fallecido muy joven cuando él tenía solo unos pocos meses de vida.

Su padre lo crió sólo, con la ayuda ocasional de una tía del pueblo y de alguna vecina que venía a echarles una mano de vez en cuando en las tareas domésticas.

Había trabajado de cartero toda su vida y hacía un par de años que se había jubilado. Ahora se dedicaba a cuidar un pequeño huerto

EL RELATO

y disfrutar de su vejez.

La verdad es que tenía muchas ganas de verle, su único dolor al venirse a la ciudad fue tener que separarse de él pero su padre no quería irse del pueblo y a él se le había quedado pequeño, quería vivir su propia vida.

Al día siguiente se levantó temprano para ir a recoger a su padre a la estación de autobuses. Había pedido el día de permiso en la redacción, pidió un taxi que le recogió en la puerta y se fue directo a la estación.

Cuando llegó el autocar estaba ya nervioso, pensó si lo encontraría envejecido, pero su padre bajó jovial y sonriente como siempre y se abrazaron con las ganas de la espera y del tiempo que había pasado desde la última vez. Pasaron un día estupendo, primero dejaron el poco equipaje en casa y después se fueron a dar una vuelta y a enseñarle la redacción del periódico. Hablaron de montones de cosas, el padre le contó anécdotas del pueblo y él le explicó las historias que había vivido como reportero. Fueron a comer a un restaurante que había descubierto hacía poco y tras el café volvieron para el apartamento dando un paseo.

Por el camino su padre comenzó a contarle algo que él no sabía, le extrañó que nunca le hubiera hablado de ello. Hacía muchos años, antes de irse al pueblo, habían vivido en la ciudad. Le dijo

que fueron allí porque ese fue su primer destino como cartero hasta que un par de años mas tarde le habían destinado al pueblo.

Mientras charlaban, los pasos les habían ido guiando, sin darse cuenta, hasta la calle de La Cuesta y de pronto su padre exclamó: “-¡Aquí, en esta calle es donde vivíamos, justo en ese portal!”. Se quedaron parados, estaban frente al número 12, su portal.

No se lo podía creer.Notó como le subía un escalofrío por la nuca y un zumbido en los oídos acompañado de un mareo. Su padre seguía hablando pero él ya no oía nada, solo podía mirar hacia el portal intentando calmarse.

Cuando por fin consiguió recobrar la calma se dio cuenta de que su padre había seguido hablando, pero él no había escuchado nada. Se giró y lo vio, mirándole sonriente con una vieja foto en la mano que había sacado de una desgastada cartera.

Cogió la foto, estaba amarillenta y desgastada por los bordes. En la foto, exactamente con el mismo encuadre que él utilizaba todos los días, el portal aparecía rejuvenecido sin los puntales que sujetaban la fachada. En la puerta una mujer joven y guapa posaba mirando a la cámara, las manos descansando suavemente sobre la barriga, y en su rostro la sonrisa feliz de embarazada.

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