Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Presidenta: Consuelo Sáizar Secretario Cultural y Artístico: Roberto Vázquez Díaz Secretario Ejecutivo: Raúl Arenzana Olvera instituto nacional de antropología e historia Director General: Alfonso de María y Campos Director del Sinafo: Juan Carlos Valdez Marín Centro Nacional de Las Artes Director General: Víctor González Esparza Director General Académico: Humberto Chávez Mayol Centro de las Artes de San Luis Potosí. Centenario Directora General: Déborah Chenillo Alazraki Director Académico: Fernando Betancourt Robles Centro de la Imagen Dirección: Alejandro Castellanos Cadena Edición: Patricia Gola y Alejandra Pérez Zamudio Diseño: Krystal Mejía Méndez Supervisión editorial: Pablo Zepeda Martínez D.R. ©2012, Conaculta / Cenart / Centro de la Imagen D.R. ©2012, Raquel Navarro Castillo D.R. ©2012, Fundación Archivo Héctor García D.R. ©2012, Rodrigo Moya ISBN 978 - 607 - 576 - 034 - 4 Esta publicación no puede ser reproducida, total ni parcialmente, sin la debida autorización de los titulares de los derechos. Centro de la Imagen Plaza de la Ciudadela 2, Centro Histórico, 06040, México, D.F. http://centrodelaimagen.conaculta.gob.mx El presente volumen se hizo acreedor al Premio Nacional de Ensayo sobre Fotografía 2010. Impreso y hecho en México Foto de portada: Héctor García, Ciudad de México, 1958. Fundación Archivo Héctor García.
Héctor García en Ojo! Una revista que ve Raquel Navarro Castillo
Colección ensayos sobre fotografía
Héctor García en Ojo! Una revista que ve Raquel Navarro Castillo
A mi sol, mi luna, mi ni単a, mi vida: Abril. A mi compa単ero de vida: Miguel.
agradecimientos
La realización de este trabajo fue posible en gran parte debido al apoyo de quienes, de múltiples maneras, contribuyeron a su conformación. En primer lugar quiero agradecer a las personas e instituciones que convocaron al Premio Nacional de Ensayo sobre Fotografía por la distinción que me hicieron al premiar mi texto, que no sólo es producto de un largo tiempo de maduración, sino también y principalmente de un intenso aprendizaje sobre el tratamiento de las imágenes desde un enfoque histórico. En este sentido, ha sido muy importante el seminario “La mirada documental”, como un espacio de intercambio de experiencias sobre el tema y de invaluable aprendizaje. Va para los organizadores mi más infinito agradecimiento y reconocimiento. También invaluable ha sido el apoyo que he recibido de Héctor y María García, así como del personal que labora en la Fundación Archivo Héctor García. Agradezco asimismo a Rodrigo Moya su generosidad al haberme proporcionado las fotografías para ser publicadas en este libro. Quiero también agradecer aquí a todos aquellos que en su oportunidad leyeron este libro y me hicieron observaciones muy valiosas que ayudaron, sin duda, a enriquecerlo: Claudia Canales, Alberto Nulman, Rafael Hernández y Estela Báez. Agradezco, por último, a amigos y familiares, quienes me han apoyado en la consecución de este logro. A todos, muchas gracias.
índice
Prólogo de Alberto del Castillo Troncoso
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Introducción
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Héctor García: la construcción de una leyenda
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La producción más significativa de Héctor García
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Modernización e industrialización
40
La situación de los trabajadores
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El año de la sucesión y las movilizaciones
50
Excélsior
54
Ojo! Una revista que ve
64
El movimiento estudiantil
72
La lucha magisterial
90
Resignificación y contexto fotoperiodístico
104
Una propuesta editorial distinta en tiempos de insurgencia
108
Bibliografía
115
Prólogo
Héctor García, uno de los fotoperiodistas más importantes de México en el siglo pasado, falleció hace una semana, en este verano ardiente del 2012. El mejor homenaje que se le puede hacer es la publicación de investigaciones críticas como la realizada por Raquel Navarro, que analiza las fotografías del autor en su contexto y toma distancia de la literatura apologética y/o anecdótica escrita en torno a su persona, basada por un lado en ciertos lugares comunes de su semblanza biográfica, con el previsible relato del niño amarrado a una de las patas de madera en la vecindad de la Candelaria de los Patos y por el otro en la presentación de algunos de los iconos de su vasta obra en forma lineal o aislada, envueltos siempre en el aura tradicional de una historia plástica convencional que insiste en leerlos únicamente como obras de arte. El hueco historiográfico no es absoluto, por supuesto. Al contrario, existen excepciones importantes que vale la pena mencionar, como el amplio panorama colectivo de luces y sombras sobre la obra de García coordinado por Alfonso Morales para la revista Luna Córnea, con una revisión testimonial y aportaciones críticas y heterogéneas sobre la trayectoria del autor y el documentado ensayo de Francisco Montellano publicado hace algunos años en un libro bellamente ilustrado por la editorial Turner. En esta línea de trabajo, Navarro indaga en el contexto preciso en el que fueron publicadas algunas de las fotografías más importantes del autor en torno al movimiento social que sacudió las raíces corporativas del sistema político mexicano en el año de 1958 y en el que participaron estudiantes y maestros, pero también otros grupos y sectores laborales como telegrafistas, petroleros y ferrocarrileros. 13
Todos ellos fueron duramente reprimidos por las fuerzas del orden de aquel Estado autoritario que cambiaba de monarca cada seis años. En aquel difícil año de sucesión presidencial, otros importantes fotógrafos, como Rodrigo Moya y Enrique Bordes Mangel, padecieron también los embates de la censura por intentar mostrar el lado oscuro de la represión en distintas publicaciones y revistas, por lo que sus imágenes hibernaron una década para poder ver la luz periodística de manera parcial en contextos políticos y editoriales muy distintos. En el caso de Héctor García, la censura y, sobre todo, la autocensura –esa maquinaria mucho más sutil con la que operan las reglas no visibles de lo publicable y lo no publicable en todos los regímenes del planeta– impidió la difusión de su trabajo en el diario Excélsior, pero la asociación oportuna del personaje ya conocido entonces como Ciclotrón con el periodista Horacio Quiñones impulsó la publicación de Ojo! Una revista que ve con 53 fotografías de su autoría debidamente arropadas por pies de foto y textos del propio Quiñones. El diálogo de textos e imágenes tiene una tradición brillante en la historia del fotoperiodismo de este país, la cual pasa por la cobertura de Ezequiel Carrasco y la crónica de José Juan Tablada para Revista de Revistas de la llamada Decena Trágica, los trabajos de Manuel Álvarez Bravo y Xavier Villaurrutia sobre la ciudad de México en los años treinta y el memorable relato de José Revueltas e Ismael Casasola en la crónica de la marcha de los mineros de Santa Rosita a las puertas de la ciudad de México en la década de los cincuenta, entre otras referencias importantes. A diferencia de los ejemplos señalados, la publicación Ojo! Una revista que ve tuvo que seguir una ruta independiente, con un tiraje nada despreciable de cinco mil ejemplares. Por razones políticas sólo pudo publicarse en una ocasión, de tal manera que ese corpus de imágenes se convirtió en la referencia fotográfica más relevante de aquella coyuntura, con un punto de vista alterno que disentía del discurso y la propuesta gráfica oficial desplegada en la mayor parte del resto de las publicaciones. Por una extraña paradoja, el Estado autoritario que prohibió su circulación fue el mismo que le otorgó al año siguiente el Premio Nacional de Periodismo. Una vez derrotado el movimiento, las fotografías antes catalogadas como subversivas pudieron ser leídas y valoradas poco tiempo después como una aportación documental de primer orden. Raquel Navarro, autora de este libro, analiza de manera rigurosa los siete reportajes que abarcan las movilizaciones universitarias contra el alza de transportes en agosto y la marcha magisterial de la primera semana de septiembre.
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La lectura e interpretación de estas imágenes permite cotejar el análisis de la fotografía aislada con la secuencia fotoperiodística y con ello comenzar a aportar claves para descifrar la lógica de trabajo del autor y su particular visión del mundo, ya no a partir de lo anecdótico, sino tomando como punto de partida el propio lenguaje fotográfico, la circulación política y editorial de las imágenes y la cultura visual de la época. La originalidad del trabajo de García es analizada también en el contexto de las puestas en página editorial de otros periódicos y publicaciones de aquellos meses. Con todo ello se logra un sólido aporte al estudio de la obra del autor en el universo más amplio de la historia de la fotografía de la época. En síntesis, la investigación de Navarro ha construido una valiosa aportación que habrá de ser consultada de manera relevante no sólo por los historiadores de la fotografía, sino por todos los investigadores de ese período clave de la historia polí‑ tica y social de nuestro país, desplazado injustamente en la memoria histórica por otros movimientos sociales importantes, como la rebelión estudiantil de 1968, que sigue acaparando la mayor parte de los reflectores. Como toda historia es leída y percibida desde el presente, quizá una lectura atenta al contenido de estas fotografías nos permita un acercamiento distinto a las imágenes publicadas en las semanas recientes en este 2012 –de nueva cuenta un año de sucesión presidencial–, en todo tipo de revistas y periódicos, en las que los jóvenes han vuelto a encabezar la protesta política y han regresado a tomar las calles y a manifestarse en los espacios públicos. En esta ocasión, una nueva generación de fotoperiodistas digitalizados, todos ellos herederos de la obra de Héctor García, aportarán con sus miradas el registro documental y la recreación personal de los acontecimientos ligados a esta nueva cultura cívica, la cual transita a medias entre las calles de las ciudades de México y la realidad virtual de las redes sociales.
Alberto del Castillo Troncoso Ciudad de México, 10 de junio de 2012.
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Introducción
Héctor García es considerado como uno de los mejores fotoperiodistas mexicanos del siglo xx y es de los primeros que consiguió que su obra trascendiera lo meramente periodístico y se insertara en los circuitos culturales de México. Sin embargo, existe un vacío por parte de los especialistas en historia sobre su obra. 1 Ésta ha sido evaluada a partir de diversas disciplinas en las que la fotografía se trata desde otras perspectivas: desde la antropología (Fernando Benítez), la cultura popular (Carlos Monsiváis), la crítica de arte (Aurelio González y Raquel Tibol), la museografía (Fernando Gamboa y Xavier Pommert), la literatura (Elena Poniatowska, Margo Glantz, Juan García Ponce, María Luisa Mendoza, Juan de la Cabada), el punto de vista editorial (Horacio Quiñones), y desde el periodismo escrito (Isabel Fraire, Arturo García Cáceres). En consecuencia, este trabajo plantea un análisis histórico sobre una parte específica de su obra. Nos referimos al corpus fotográfico integrado en la revista Ojo! Una revista que ve (1958) –de la autoría de García– en el contexto en el que fue producido: el periodismo. Su significación en la coyuntura de su aparición y, por tanto, el contraste con los medios que se negaron a publicarlo: Excélsior y Últimas Noticias 2ª edición. Con esto se pretende mostrar que las imágenes de Héctor García, pero sobre todo la propuesta editorial que construye con ellas Horacio Quiñones, fueron una representación distinta y contestataria que contrastó con las fotografías que fueron publicadas en la prensa, en su mayoría estrechamente relacionadas con el discurso oficialista del Estado. La afirmación anterior se encuentra en casi todos los textos que se refieren a la obra de Héctor García, pero pocas veces se 17
demuestra con base en un análisis metodológico que la evidencie sólidamente. Ésta es la apuesta de esta investigación. En 1958, el editor Horacio Quiñones publicó una revista titulada Ojo! Una revista que ve, cuyas páginas contenían en su totalidad fotografías de Héctor García sobre los movimientos ferrocarrilero, estudiantil y magisterial de ese año. El hecho tendrá cierta relevancia para el periodismo mexicano y, sobre todo, para la historia de la fotografía en nuestro país, ya que la revista se creó con la finalidad de publicar las fotos que Excélsior, periódico en el que laboraba el fotógrafo, decidió no publicar; además, cuando el tiraje inicial estaba ya vendido y en los momentos en que Quiñones y García iban a reimprimir la revista, el gobierno la sacó de circulación. Este acto de censura por parte de las autoridades impidió la amplia difusión de la revista, e incluso que se conservara en los principales archivos hemerográficos del país. De ahí la dificultad para localizar un ejemplar y la importancia de llevar a cabo un análisis de una fuente documental de estas características. Gracias a la generosidad de María García, esposa del fotoperiodista, quien prestó un ejemplar original para su digitalización, fue posible realizar un análisis del mismo para esta investigación. Inicialmente se tenía la intención de entrevistar al propio Héctor García y conocer, a través de su testimonio, las circunstancias en las que se produjo este material fotográfico así como la edición de la revista. Sin embargo, el difícil estado de salud del fotógrafo, producto de su avanzada edad, hizo inviable esta posibilidad. De tal suerte que los elementos que se tomaron en cuenta para intentar comprender la importancia y significación de Ojo! Una revista que ve, en términos de su aporte y utilidad histórica, fueron los siguientes: el autor, el contexto histórico, la propuesta editorial y sus diferencias en relación con otros medios impresos. Con esto se intentó un análisis comparativo y demostrativo. Para poder aprehender el contenido y los símbolos de las imágenes de la revista, así como la influencia de la personalidad del autor en estos aspectos, fue necesario adentrarse en el ambiente económico, político y social de la época para conocer las condiciones históricas que explican al autor y su obra, pero sobre todo, la intencionalidad y el significado de la línea editorial de esta publicación. Una mayor dimensión se logra al acercarse a la intimidad de la vida, obra y personalidad de Héctor García, las circunstancias personales que ayudan a entenderlo como individuo y en su ejercicio fotoperiodístico, estableciendo a grandes trazos, y de manera quizá insuficiente, algunos referentes biográficos. Parte central del análisis consistió en entender la propuesta editorial de Horacio Quiñones y Héctor García, específicamente la construcción discursiva de las imágenes de este último y su relación con los textos del primero. En este sentido, 18
el análisis fotográfico consideró el estilo fotográfico, los actores, la identificación de objetos y de situaciones en las 53 fotografías del corpus de la revista. De igual forma, se analizó el discurso que establece la publicación a través no sólo de su contenido gráfico, sino de su estructuración y articulación con los textos y su inserción en el contexto de los medios de comunicación impresos del período. En este proceso, el apoyo de la información historiográfica existente respecto de los sucesos abordados por Ojo!, fue un elemento importante para sustentar o contrastar lo mostrado iconográficamente con la información y significaciones encontradas en las fotografías. Por último, no se podría entender la particularidad de la propuesta editorial de Ojo!, si no se contrastara con la de otros medios de naturaleza similar. Para ello, se revisaron tres publicaciones de un formato semejante, correspondientes a la semana en que Ojo! hizo su aparición (12 de septiembre de 1958). Nos referimos a Revista de Revistas, Jueves de Excélsior e Impacto. Si bien no se realizó un trabajo exhaustivo de estas publicaciones, ellas fueron referencias muy útiles para comparar temas y líneas editoriales, tanto a nivel de imagen como de discurso textual. Otra publicación central para el análisis comparativo fue precisamente el diario que rechazó el material de Héctor García, Excélsior, del que se trabajó tanto la edición matutina como la vespertina, Últimas Noticias 2ª edición. En este caso, el análisis se hizo en dos niveles. Se recopilaron las fotografías publicadas durante los días de los sucesos en cuestión y referidas a éstos, y se les dio un tratamiento cuantitativo para determinar las tendencias de cobertura: por día, evento y temática. Posteriormente esas imágenes, junto con su propio contexto textual, fueron confrontadas con las publicadas en Ojo! para determinar las diferencias de significados, simbolismos, sentidos y representaciones. En resumen, este trabajo busca contribuir a la labor de los investigadores que poco a poco, pero de manera firme y fundamentada, han vertido luz sobre el uso de la imagen fija, o en movimiento, como sujeto y no sólo como objeto para la Historia.
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Una revista que se escapa a este vacío es sin duda el número monográfico de Luna Córnea, titulado “Héctor García y su tiempo”, y publicado en 2003.
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Autor no identificado. Héctor García. Ciudad de México, ca. 1945. Fundación Archivo Héctor García.
Héctor García: la construcción de una leyenda
La obra de Héctor García ha sido objeto de diversos acercamientos biográficos que, en su gran mayoría, han aportado muy poco para la valoración de su obra y sí, en cambio, han contribuido a la reiteración de un conjunto de lugares comunes. Existen algunas anécdotas que en el medio periodístico se conocen hasta la saciedad: su niñez en la Candelaria de los Patos, su paso por la correccional, su afición a la fotografía, su aprendizaje con Manuel Álvarez Bravo, etcétera. No nos planteamos subsanar aquí dichas carencias debido a los limitaciones propias de este trabajo, sin embargo, proporcionaremos algunos datos recuperados de estas biografías con el fin de presentar, así sea a grandes trazos, al autor de la obra motivo de este análisis. Héctor García nació en 1923 en la ciudad de México. Acerca del lugar en el que vivió sus primeros años, García le platica a la periodista Cristina Pacheco: “Nací en la ya desaparecida Candelaria de los Patos, barrio que desde tiempos prehispánicos era lumpen, un barrio cenagoso, insalubre, habitado por tamemes: cargadores.” 1 En esa entrevista García habla de sus recuerdos infantiles y juveniles: “Nunca he tenido tiempo para estudiar. No considero estudios los que realicé en la escuelita de barrio. En realidad, la oportunidad y el tiempo me los proporcionó la correccional”. 2 Sería en esa correccional, a la que ingresó en 1937, a los 14 años, donde Héctor García encontraría a las personas que lo marcaron para siempre. Sobre esa primera etapa de la vida del fotógrafo, Elena Poniatowska escribe: Niño sin padre, Héctor García refleja en sus fotografías su propia vida, su condición de niño solo, de vagabundo, de pato de la Candelaria, de niño amarrado a la
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pata de la cama mientras la madre salía a trabajar, de patito feo, de huérfano de la Candelaria ya sin patos ni puestos de teporochas. Si él mismo vivió una infancia de injusticias y atropellos, nunca ha dejado de enfocar su cámara hacia donde están los golpeados, los pobres, el lumpen de los sociólogos. 3
Según el propio García, desde aquellos momentos, las mismas circunstancias fueron influyendo de alguna manera en su gusto por la fotografía. Otro escritor, Juan de la Cabada, aprovechó el encargo del Fondo de Cultura Económica, que editó en 1985 una colección de libros dedicados a artistas visuales, para platicar con el fotógrafo. La entrevista formaría parte del texto de presentación al trabajo de Héctor García. De la Cabada le pregunta al fotógrafo a qué atribuye sus primeras inclinaciones a la fotografía, a lo que éste responde: Desde luego a la pobreza y zozobras de mi existencia en mis más tiernos años [...]. Verás. Dentro del cuarto que habitábamos en un patio de vecindad de la calle Juan de la Granja, por este barrio de la Candelaria de los Patos, me dejaba mi madre amarrado a una de las patas del catre para que no saliese yo a la calle. No había ventanas: en tinieblas me quedaba íngrimo, chilla y chilla, dolido y enrabietado, hasta que de fuera venían las primeras voces de la mañana y entre las rendijas y hoyos de la puerta la luz iba violando la sombra que a su turno espesaba la claridad que ofrecía un interminable desfile de figuras agrandadas como a través de cristales de aumento, con lo cual calmábanse mis berridos y quedaba extasiado. Veía, pues, a mi vecino Pancho y demás chamacos traveseando libres por el corredor de la vecindad, o al cargador que cruzaba con sus costales a la espalda, el pregonero de la miel. En fin, toda la vecindad proyectada en la pared: vendedores ambulantes, acarreo del agua, pleitos… ¡El diario íntimo del vivir colectivo a grito pelado! 4
Héctor García narró a Cristina Pacheco una de las experiencias que lo marcarían como fotógrafo. Esto sucedió durante su estancia en los Estados Unidos (1942-1945), a donde García se había dirigido para trabajar, en el marco del Programa de Importación Laboral, conocido como Programa Bracero. 5 Héctor García cuenta la anécdota sucedida mientras se encontraba laborando en la limpieza de las vías del ferrocarril: Sentí aquella fascinación por vez primera cuando tomé una foto que no se realizó, cuando se quedó en imagen latente y más que eso, en una marca que me descubrió mi vocación de informador gráfico: fue cuando intenté retratar los restos de un amigo bracero, la sangre que, como claveles rojos, quedó en el sudario de la nieve. Trabajábamos en la vía. Pasó un tren emergente y mató a dos compañeros. 6
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Contó a Juan de la Cabada una anécdota que complementa de alguna forma el relato anterior: […] En seguida tomé las fotos y de inmediato llevé a revelar el rollo a la farmacia del pueblo, donde por la noche acudí ansioso y quedé frustrado, paralizado, al ver sólo blanco sobre blanco en las copias que me entregaron. El drama se había borrado; la reflexión de la nieve veló la película. El trance me decidió a estudiar fotografía. 7
Los primeros estudios sobre fotografía los realizó en la Academia de Artes Fotográficas de Nueva York, en 1944, durante su estancia en esa ciudad. De acuerdo con la leyenda creada en estas biografías, fue en 1945 cuando Héctor García regresó a México, que realizó sus primeros reportajes cubriendo protestas, marchas, huelgas y mítines organizados por los estudiantes del Politécnico. En ese mismo año el director de la correccional, el Dr. Bolaños Cacho, lo recomendó para trabajar en la revista Celuloide, dirigida por Edmundo Valadés, a la que ingresó como oªce boy. De acuerdo con una reseña realizada por el periodista y crítico de arte, Antonio Rodríguez, Héctor García comenta: Valadés pronto se dio cuenta de que debajo de aquel corpulento barrendero, siempre inquieto y respondón, que sabía hablar inglés, y usaba una Kodak de fuelle, se escondía un fotógrafo en cierne, lleno de inquietudes, y con la visión del descubridor de estrellas, que ha evidenciado en diversas oportunidades, lo envió ya sin escoba al Instituto Cinematográfico Mexicano en donde Manuel Álvarez Bravo era el profesor. 8
De esta manera, a principios de 1946, García entró a estudiar en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, donde Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa fueron sus maestros. A propósito de esto, Héctor García le cuenta a Dionicio Morales: […] bajo la guía de Gabriel Figueroa y de Manuel Álvarez Bravo aprendí el oficio y los secretos de la fotografía. Desde luego Manuel Álvarez Bravo me impactó más plenamente, tanto por su capacidad y su maestría técnica, como por su conocimiento y explicaciones sobre la historia y el modo de creación, y por supuesto, el ejemplo de su propia obra. Dos años de permanente y cotidiana enseñanza y aprendizaje me dieron las bases para una concepción y manejo del oficio, a la vez, principio del trabajo de fotografía informativa en la revista [Celuloide]. Las dos cosas, enseñanza y práctica, me llevaron a decidir qué tipo de trabajo realizaría. Decidí ser un reportero gráfico […]. 9
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“[Los] consejos que me dio Manuel Álvarez Bravo”, 10 reconoció el propio Héctor García, conformaron su formación estética, según se infiere de una plática que el fotógrafo sostuvo con Cristina Pacheco. Ya como profesional de la lente, García recibió honorarios por su primera encomienda: un reportaje sobre la ciudad de México para la publicación Revista así es América. El editor, Gregorio Ortega, le pagó 150 pesos por su trabajo y le obsequió una cámara Zeiss Ikonta. Con el tiempo, particularmente después de 1953, trabajó para una diversidad de medios: Revista América, Time, Life, Mañana, Hoy, O’ Cruceiro, Vogue, Siempre!, Cine Mundial, Impacto, Paris Match, los periódicos Excélsior y Novedades, y las agencias International News Service, Ester, France Press, up y ap; también fundó la agencia García Foto Press. Entre 1958 y 1960 trabajó en el diario vespertino Últimas Noticias 2 ª edición, en donde se le dio espacio con una columna fotoperiodística titulada “F 2.8. La vida en el instante”. En ocasiones, sus fotos iban acompañadas de textos redactados por Julio Scherer García, Eduardo Deschamps y Manuel Becerra Acosta. Inscrito en esta corriente de documentalismo crítico, irónico y de denuncia, García adquiere una personalidad propia dentro del oficio y se define, a decir de Dionicio Morales, como un cronista gráfico de la ciudad de México de la segunda mitad del siglo xx. 11 Una de las primeras ocasiones en que el nombre de Héctor García aparece como una figura notable del fotoperiodismo es en la revista Mañana, a fines de 1951. A propósito de la convocatoria al segundo concurso y exposición de fotografía periodística que, por razones inexplicables, nunca se realizó, Antonio Rodríguez se dio a la tarea de reseñar a los fotoperiodistas participantes, entre ellos a García. La leyenda en torno a la obra de Héctor García también ha sido alimentada por importantes escritores y críticos de arte. En este sentido, Olivier Debroise reconoce en Héctor García a un fotógrafo de prensa fuera de serie: Por un lado, se empeña en difundir sus imágenes ante la censura de los periódicos reconocidos, por lo que crea sus propios medios de difusión; por otra parte, es lo que hoy llamaríamos políticamente incorrecto pues la irreverencia que muestra en su trabajo contrasta con la postura oficial de sus colegas; además, como los buenos periodistas, García es tenaz. 12
Estas cualidades se conjugan con la diversidad de una obra que abarca muchos temas y personajes. Debroise relata la particularidad de su trabajo:
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Héctor García parece tener un don de ubicuidad: como se la pasa en la calle, asiste a los acontecimientos, a las huelgas, a las marchas y también a los actos sociales, al sepelio de Frida Kahlo y al de Diego Rivera, a las fiestas en casa de María Félix, al encarcelamiento de David Alfaro Siqueiros y a los concursos de baile en los cabarets de Niño Perdido. Mientras, su esposa, María Sánchez de García, trabaja en el laboratorio, revelando, imprimiendo, puliendo las imágenes: estrecha y poco común colaboración que merece ser celebrada, le da a Héctor una libertad de movimiento comparable con la de los ubicuos –por numerosos– hermanos Mayo. 13
De esta manera se construye la imagen de un fotorreportero omnisciente, que retrata personalidades, pero también personajes de la ciudad, movimientos sociales, etcétera. Para Elena Poniatowska resulta contundente el hecho de que: “Del otro lado del lente, Héctor García escogió desde un principio la ‘neta’, ‘la puritita verdad’, la de su ojo pelón, sin filtros, sin luces artificiales”. 14 Antonio Rodríguez, uno de los primeros críticos en valorar la importancia que tuvo la fotografía en México, pero en especial la fotografía periodística, dice de nuestro fotógrafo que “[…] hay un tema que aparece como un leit motiv en la obra de Héctor García: la niñez desvalida y la gente pobre”. 15 Por su parte, el periodista Luis Suárez resalta la calidad fotoperiodística de García y le añade una impronta nacionalista a sus imágenes: Yo busco –dice el excelente fotógrafo– el rostro del país. Un rostro de diferentes caras […]. En mi país yo busco las peculiaridades y los tonos especiales que se dan en nuestro ámbito en un mismo momento del mundo. [Es decir, el rostro del mexicano] tiene una configuración externa e interna, determinada por las condiciones geográficas e históricas, por las formas sociales y religiosas […]. 16
Dentro de la amplia trayectoria de Héctor García hay dos momentos en los que ésta adquiere mayor relevancia y significación. El primero es el coyuntural año de 1958, cuando en el marco de la agitación social que se vivía entonces, el fotógrafo realizó una serie de imágenes, de manera independiente, que le significó la obtención del Premio Nacional de Periodismo en 1959. El segundo momento tiene lugar diez años después, en el paradigmático 1968. En medio del movimiento estudiantil de ese año, Héctor García produjo una vasta cantidad de imágenes que hasta la fecha siguen siendo una importante referencia documental. Recientemente, en 2004, apareció el libro Imágenes y símbolos del 68 17 que antologa la gráfica y la fotografía de ese movimiento; algunas de las fotos más
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importantes pertenecen a Héctor García. En este sentido es importante señalar que casi no hay publicación –diario, revista o libro– que al tocar el tema del 68 no utilice fotografías de Héctor García. Alfonso Morales reflexiona acerca del valor de esas imágenes: Publicadas en su momento en la Revista de la Universidad y en el suplemento cultural de la revista Siempre!, y años después en los libros La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska y Días de guardar de Carlos Monsiváis, las imágenes que Héctor García tomó del movimiento del 68 fueron por años, junto a El grito –la película documental que dirigió Leobardo López Aretche a partir de materiales recopilados por estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la unam–, referencia obligada en la evocación de esos días de alegría y luto que influyeron en la transformación democrática del sistema político mexicano. 18
En 1968 Héctor García cubrió, simultáneamente, dos acontecimientos: los preparativos de los Juegos Olímpicos que se realizaron en México, en calidad de fotógrafo oficial, y las marchas estudiantiles. Es así como el 2 de octubre, García “sigue [a] la gran marcha por Insurgentes, se acerca a la Plaza de Tlatelolco. Captura muchas fotografías (aquélla de los muchachos en el centro de la plaza, como una estrella en la cruda luz de un farol...).” 19 Elena Poniatowska relata: Si Héctor se alió del lado de los estudiantes en 1968, es porque los granaderos son los agresores; si los mineros con sus máscaras de trapo y sus gruesas gafas oscuras de soldador son la imagen misma de la dignidad y del esfuerzo humano, Héctor está con ellos. 20
Aunque la prensa se negó a publicar las fotografías de García, a partir de ese año esas imágenes sirvieron, como ya se ha expresado, para ilustrar casi todos los textos que abordan el tema del movimiento estudiantil. Además, también en 1968 obtuvo, por segunda ocasión, el Premio Nacional de Periodismo por un reportaje sobre los Juegos Olímpicos publicado en Siempre!, y en 1979 lo volvería a ganar por tercera ocasión. Además Héctor García, recibió otras distinciones; la más reciente y relevante fue el Premio Nacional de Ciencias y Artes, que hasta 2002 sólo había recibido otro fotógrafo: don Manuel Álvarez Bravo.
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Cristina Pacheco, La luz de México: entrevistas con pintores y fotógrafos, México, Consejo Editorial del Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988, (Col. Autores de Guanajuato), p. 157. Ibid., p. 159. Elena Poniatowska, Héctor García. México sin retoque, México, unam, 1987, (Los Creadores y las Artes), p. 8. Juan de la Cabada, Escribir con luz. Héctor García, México, fce, 1985, (Col. Río de luz), p. 7. El Programa de Importación Laboral, firmado en 1942 por los gobiernos de Estados Unidos y México, consistía en la legalización de la entrada de los trabajadores mexicanos, principalmente agrícolas, a aquel país. En ese año Héctor García ingresó a Estados Unidos con una tarjeta de bracero para realizar trabajos de limpieza en las vías ferroviarias de Pensilvania, Washington y Nueva York. Cristina Pacheco, op. cit., p. 157. Juan de la Cabada, op. cit., p. 11. Antonio Rodríguez, “Fotógrafo y vagabundo por vocación”, Mañana, núm. 429, 17 de noviembre de 1951, p. 37. Dionicio Morales, Héctor García. Fotógrafo de la calle, México, Conaculta, 2000, (Círculo de Arte), p. 22. Cristina Pacheco, op. cit., p. 156. Dionicio Morales, op. cit., p. 9. Olivier Debroise, Fuga mexicana. Un recorrido por la fotografía en México, México, Conaculta, 1994, p. 167. Ibid. Elena Poniatowska, op. cit., p. 3. Antonio Rodríguez, “Fotógrafo y vagabundo por vocación” en Héctor García, Madrid, Turner, dge | Equilibrista, Conaculta, 2004, p. 180. Luis Suárez, “El rostro de México”, en Héctor García, Madrid, Turner, dge | Equilibrista, Conaculta, 2004, p. 185. Arnulfo Aquino y Jorge Pérezvega (comp.), Imágenes y símbolos del 68: fotografía y gráfica del movimiento estudiantil, México, unam, Comité 68 pro Libertades Democráticas, 2004, p. 252. Alfonso Morales, “Cada quien su grito”, en Luna Córnea, núm. 26, mayo-agosto de 2003, p. 307. Olivier Debroise, op. cit., p. 167. Elena Poniatowska, op. cit., p. 5.
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Héctor García. Ojo insólito. Ciudad de México, 1956. Fundación Archivo Héctor García.
La producción más significativa de Héctor García
La relevancia que adquirió Héctor García contribuyó a que sus imágenes aparecieran en distintos medios y contextos. En 1980 se presentó, en el Museo de Arte Moderno, una muestra del fotógrafo, compuesta por cien fotografías, titulada Árbol de imágenes. En ese momento, García le comentó a Cristina Pacheco: No tengo ningún prejuicio contra el color, pero siento que el tema y mis personajes se expresan mejor en blanco y negro. Mi obsesión es la perenne lucha de la gente por conquistar mejores estadios de vida, igualdad, justicia, y esta lucha, tan dramática y bella, se expresa mejor en blanco y negro. 1
Pero de esas cien imágenes y de todas las demás que forman parte del impresionante corpus producido por el fotoperiodista, destacan algunas que, por su significado y plasticidad, han trascendido su difusión inicial dentro del contexto periodístico, y han sido reproducidas profusamente en otros ámbitos bibliográficos y expositivos. Sobre dos de estas imágenes se hablará a continuación. En Memoria del tiempo. 150 años de fotografía en México, muestra colectiva que se presentó en el Museo de Arte Moderno (septiembre-noviembre, 1989), se incluyó la imagen Niño del machete de Héctor García. El niño, posando junto al mural, parece un personaje materializado de la pintura. La mirada fija en la cámara, el machete sostenido a la altura de la cintura, los elementos del costal, la bolsa de mandado; no hay duda, se trata de un niño trabajador al que probablemente se le pide que pose para la cámara, en lo que constituye una evidente una escenificación.
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Reportaje gráfico “El drama de los cañeros”, con texto de Froylán Manjarrez y foto de Héctor García (erróneamente acreditada a Rodrigo Moya). Sucesos para todos, núm. 1618, 5 de mayo de 1964, pp. 19-23. Acervo Hemeroteca Nacional de México, unam.
La fotografía, captada originalmente hacia 1960, se publicó en la revista Sucesos para todos, en 1964, como parte de un reportaje sobre las condiciones de trabajo de los cañeros. Froylán Manjarrez escribió: “El drama de los cañeros”, texto que se publicó en tres entregas en números sucesivos de la revista. En la segunda de ellas, donde aparece la imagen de Niño del machete en dos formatos y páginas distintas, se menciona equivocadamente que las fotos pertenecen a Rodrigo Moya. 2 Sólo uno de los pies de foto acredita la imagen a Héctor García. Niño del machete apareció en el extremo derecho de la página 21 de Sucesos para todos, visiblemente editada (sólo aparece la figura del niño). En la página siguiente se encuentra la misma foto, pero ahora en el extremo inferior izquierdo, en una toma más amplia y dialogando visualmente con otra de Rodrigo Moya en la que se muestra un campesino sentado en un banco de madera e inclinado en la barra de la cantina de un pueblo en Tetela del Volcán, Morelos. 3 Cabe señalar que la función de los dos pies de foto que acompañan las versiones de Niño del machete, aportan algunos datos sobre la situación de estos trabajadores. 30
Héctor García, Niño del machete, Ingenio de Atenzingo, Puebla, ca. 1960. En las páginas siguientes, la imagen completa. Fundación Archivo Héctor García.
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Otro de sus iconos es, sin duda, Niño en el vientre de concreto. Realizada en 1952, la foto fue publicada por primera vez en 1958 en el diario vespertino Últimas Noticias 2 ª edición, y en 1963 fue bautizada por André Malraux, entonces Ministro de Cultura de Francia. Héctor García contaba con una columna en Últimas Noticias 2 ª edición, que llevaba el nombre de “F 2.8. La vida en el instante”, la cual aparecía tres o cuatro días a la semana, y se localizaba regularmente en las páginas interiores, en medio de notas dedicadas, por lo general, al ámbito del espectáculo o a hechos curiosos ocurridos en el país y el mundo. De tal manera que los contenidos de la columna fotográfica no se correspondían con la temática general de la página del diario. La columna constaba de una fotografía acompañada de un breve texto que intentaba explicar el discurso de la imagen. En una época en la que no se solía dar crédito al autor de las fotos en los diarios, sino que se señalaban las agencias de prensa, cuando éste era el caso, resulta de cierta relevancia la existencia de “F 2.8”, ya que implica un reconocimiento al trabajo periodístico de Héctor García. Los protagonistas de las fotografías resultaban ser gente común y corriente, en escenas de la vida cotidiana, variadas y espontáneas, reflejando así fragmentos de la realidad de la época. Héctor García no tenía injerencia en la edición de las imágenes ni en los textos que aparecían al pie de las mismas. Regresando al caso particular de Niño en el vientre de concreto, García cuenta la circunstancia en la que se dio la toma de la fotografía: […] Me acompañaban en ese momento Antonio Caballero, quien trabajaba en mi agencia, Lautaro González Porcel y Enrique Ramírez. Los cuatro caminábamos hacia Garibaldi, con la intención de degustar una birria y unas cervezas, cuando a la altura del entonces teatro "Follies", justo al lado de la puerta donde ingresaban los artistas, divisé a ese niño acurrucado en uno de los nichos de un viejo edificio de granito rosa. El espectáculo me impactó por su crudeza y, sin pensarlo, empecé a disparar la cámara… 4
En 1963, Héctor García viaja junto con otras personas a París para montar una exposición con motivo del Día de Muertos, y una de las fotografías expuestas es precisamente Niño en el vientre de concreto, de la que André Malraux comentó que era una de las más crueles de nuestro tiempo. Es interesante el hecho de que muchas veces se desconoce o se olvida el origen periodístico de Niño del machete y Niño en el vientre de concreto al haber sido estas fotos ampliamente reproducidas en distintos medios y contextos que no son los de la prensa. Vistas como obras de arte, se han destacado las características estéticas y conceptuales de estas imágenes, pero lejos del contexto en el cual 34
Este hombre, metido casi a presión en el hueco de un muro, simboliza el drama del paria social. A los veinte años de edad, este desventurado come una vez al día y duerme donde puede. Antes lo hacía en el suelo, pero con tantas lluvias tiene que guarecerse. Ese hueco, donde no cabe un niño, es su casa. Y tiene que pelear por ella con otros infelices. Foto de Héctor García publicada en la sección "F 2.8. La vida en el instante" de Últimas Noticias, 2ª edición, núm. 7752, 19 de septiembre de 1958, p. 10. Posteriormente esta imagen llevó el nombre de Niño en el vientre de concreto. Fundación Archivo Héctor García.
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fueron creadas. Y es precisamente con estos criterios que se ha escrito profusamente sobre la obra de Héctor García, descuidando el aspecto contextual de su obra. Esto se da incluso en textos de Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Juan de la Cabada y Cristina Pacheco, entre otros. Gente toda vinculada a un círculo intelectual bien identificado, encabezado por Fernando Benítez y apodado “La Mafia”, que le habían otorgado su “bendición oficial” al fotoperiodista. 5 Sus imágenes han acompañado significativos textos de los más diversos autores. Uno de los trabajos más representativos, que lo caracterizó como cronista gráfico de la ciudad de México, fue el libro Nueva grandeza mexicana, de Salvador Novo. Novo escribió ese libro en 1946 para participar en el concurso de ensayo sobre la ciudad de México, convocado por las autoridades del Distrito Federal, en colaboración con los organizadores de la Feria del Libro de ese año. El texto del destacado escritor y cronista resultó ganador. El trabajo al que nos referimos corresponde, específicamente, a la primera edición en inglés, New Mexican Grandeur, cuyo material fotográfico es de Héctor García. El libro de Novo llevaba cinco ediciones en español cuando fue seleccionado por Petróleos Mexicanos, en la época en que Jesús Reyes Heroles era su director, para ser traducido al inglés y presentado a los delegados del vii Congreso Mundial del Petróleo, celebrado en México en 1967. Esta edición es significativa en términos de que, si bien las líneas escritas por Novo dan cuenta de porqué era considerado el cronista de la ciudad de México, las imágenes posicionan a García como el cronista gráfico de la ciudad, aun cuando a lo largo del libro sólo aparece su nombre en una ocasión: “Photographs by Héctor García”. De esta edición se hizo una versión en español (1967), prologada por Carlos Monsiváis, quien se expresa así de Héctor García: […] Artista preocupado por todas las posibilidades del rostro, artista ocupado en captar la transformación y permanencia de la fisonomía humana en esta ciudad, Héctor García es compañero perfecto de Salvador Novo en esta renovada odisea citadina, en este indetenible afán de vivir, encarnar, registrar y amar a una ciudad: la espléndida y brutal, la miserable y extraordinaria ciudad de México. 6
El mismo Novo habla ahí del significado que tuvo la incorporación de las imágenes de Héctor García: Héctor García, sin que yo lo supiera sino ahora que disfruto su trabajo, había leído hace veinte años este libro, y desde entonces, fotografiado a la ciudad, en él inspirado, y acariciando el secreto deseo de algún día ilustrar una obra que consonaba
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con su personal enfoque de la grandeza de México. De suerte que al serle solicitadas las ilustraciones para nueva edición, no tuvo más que poner en manos de Vicente Rojo las cientos de excelentes, vívidas fotografías que para ese propósito de improbable realización había venido reuniendo en veinte largos años de amorosa captación de la ciudad y de sus gentes. Son estas fotos – escogidas y situadas por el fino gusto de Vicente Rojo – lo que imparte frescura, novedad y vigor a estas ediciones – la inglesa y la presente – de la Nueva grandeza mexicana: lo que con el lenguaje ultraelocuente de las imágenes describe a los dos México – el de 1946, el de 1967– mejor y más directamente que mis palabras; lo que dota a esta edición de un valor del que carecieron las anteriores. 7
Muchas de las fotos parecen cumplir con el simple objetivo de ilustrar el texto, tal es el caso de algunas panorámicas o de imágenes aéreas; no obstante, aparecen otras que componen su repertorio clásico: la rueda de la fortuna frente al Monumento a la Revolución, la vendedora de fritangas con la Catedral Metropolitana como fondo o la interminable fila de autos que es observada por un jinete estático. La aparente comunión entre imágenes y texto, que de alguna forma señalan Monsiváis y Novo, en realidad muestran dos discursos diferentes. La prosa nos hace sentir el lado amable y disfrutable de la ciudad de México, su carga histórica y su dinámica social, pero está lejos de la crítica a los efectos negativos que ciertos grupos sociales empezaban a acusar como resultado del proceso de modernización de esos años. Héctor García muestra no sólo el crecimiento económico reflejado en las grandes obras de infraestructura, sino los rostros de sus habitantes, las condiciones en las que se desenvuelven, que en muchos casos están en contradicción con el ánimo romántico e idealizado del texto. Sin embargo, esta divergencia discursiva en cuanto a la apreciación de la realidad citadina no impidió que texto e imágenes se pudieran conjuntar y que el resultado fuera del agrado de Novo. Esto contrasta con el desenlance desafortunado que, un año más tarde, tuvo la edición de otro libro, México, publicado por la editorial catalana Destino. El libro tenía una intención similar a la de New Mexican Grandeur, pero en este caso eran las fotografías de Rodrigo Moya las que ilustraban otro texto de Novo. Después de meses de trabajo conjunto para la integración del texto, Novo descalificó las fotografías de Moya negándose a admitirlas en la entrega final para su publicación. La editorial decidió incorporarlas y publicar así la obra. Al parecer, las diferencias de criterios estéticos y políticos habían provocado el desencuentro entre los dos autores. 8 Volviendo a la obra de Novo y García de 1967, no podían faltar allí algunas imágenes de la moderna Ciudad Universitaria, pues además de la importancia que significó 37
su edificación, la mitad del premio económico que recibió Novo por este ensayo en el concurso de 1946, lo donó para la construcción del nuevo espacio universitario. Para efecto de la difusión de la obra de Héctor García todo indica que la experiencia de incorporar sus fotos de prensa en libros de otra índole, iniciaría una trayectoria que, en la primera década del siglo xxi, con la publicación del libro Héctor García (Turner, dge | Equilibrista / Conaculta, 2004), no ha concluido. El sentido e intención del presente libro es analizar un corpus particular de la producción de Héctor García, a partir de su contexto histórico original, es decir, el de fotografías publicadas en medios impresos y en consecuencia, su significación como documento histórico para superar así, lo ya tradicionalmente escrito sobre el fotógrafo, su vida vuelta cliché y su obra descontextualizada.
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Cristina Pacheco, La luz de México: entrevistas con pintores y fotógrafos, México, Consejo Editorial del Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988, (Col. Autores de Guanajuato), p. 154. Rodrigo Moya, uno de los fotógrafos documentalistas más relevantes de México, trabajó para la prensa entre 1955 y 1968. Sus imágenes aparecieron publicadas en distintas revistas y magazines, tales como Impacto y Sucesos para todos. Dueño de una mirada propia y una amplia cultura visual, Moya documentó diferentes movimientos sociales y una parte significativa de la vida urbana de México por aquellos años. A ese respecto, véase Alberto del Castillo, Rodrigo Moya. Una visión crítica de la modernidad, México, Conaculta, 2006. Ibid., p. 57. Norma Inés Rivera, Pata de perro. Biografía de Héctor García. México, Conaculta, 2007, p. 131. Alberto del Castillo Troncoso, Reseña de Héctor García, Turner, dge | Equilibrista, Conaculta, en Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, núm. 43, enero-junio de 2006, p. 258. Salvador Novo, Nueva grandeza mexicana / Fotografías de Héctor García, México, Era, 1967, p. 18. Ibid., p. 136. Alberto del Castillo Troncoso, Rodrigo Moya. Una mirada documental, México, iie-unam, Ediciones El Milagro, La Jornada, 2011, pp. 93-95.
Héctor García. Adolfo Ruiz Cortines, quien fuera presidente de México de 1952 a 1958. Ciudad de México, 1955. Fundación Archivo Héctor García.
Modernización e industrialización
Héctor García no sólo ejerció un oficio, el fotoperiodismo, sino que registró a través de su cámara y con un estilo muy particular toda una época de la historia de nuestro país marcada por profundos contrastes. La inserción de México en una dinámica de modernización, bajo los parámetros de una economía internacional, implicaba un proceso de reestructuración en sus principales lineamientos. De esta forma, García dejó constancia gráfica de una serie de elementos culturales y sociales que caracterizaron a una sociedad que, hacia mediados del siglo xx, sufría los efectos de dicha modernización económica, particularmente en las ciudades. La política económica seguida por los gobiernos mexicanos antes de 1940, sustentada básicamente en la producción y exportación de materias primas y bienes alimenticios, sufrió un importante viraje con la llegada de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) a la presidencia de la República. En palabras de Lorenzo Meyer: “la Revolución dio por terminado su proyecto social y político, y sus dirigentes lanzaron de lleno al país a una nueva empresa: propiciar por todos los medios el crecimiento económico y cambiar materialmente al país.” 1 La apuesta por la actividad industrial como eje del modelo de acumulación nacional, siguiendo una serie de inercias internas pero sobre todo externas, 2 implicó un proceso de transformación social al subordinar una serie de factores económicos y sociales a la realización de los objetivos propuestos en beneficio de empresarios nacionales y extranjeros. El proyecto de modernización se sustentó, entonces, en el impulso a la industrialización de bienes de consumo e intermedios bajo la política de sustitución de importaciones. Dada la ausencia de una burguesía nacional que pudiera impulsar y sostener el proceso de industrialización, éste se dio gracias al esfuerzo del aparato 41
estatal, el cual por medio de diversas medidas económicas, fiscales, arancelarias y de generación de infraestructura, pero también jurídicas y sociales, fomentó y protegió el desarrollo industrial que benefició a la burguesía nacional y extranjera, al tiempo que promovió la expansión de la clase media. El desarrollo industrial devino en una reestructuración social, en la que la subor‑ dinación del campo a los nuevos objetivos económicos provocó que la tradicional migración rural a las ciudades se incrementara de manera significativa al grado que, mientras en 1940 la tasa de población rural nacional era de 64.9 por ciento, y la urbana de 35.1 por ciento, para finales de los años cincuenta las cifras eran de 49.3 y 50.7 por ciento, respectivamente. Como consecuencia, la composición de la estructura de ocupación cambió durante estas décadas, incrementándose las actividades industriales y de servicios, en detrimento de la producción agropecuaria, 3 la que representaba, al inicio del período, el 8.2 por ciento y para los años sesenta sólo el 4 por ciento del total. Así, el campo proporcionó a las ciudades no sólo alimentos subsidiados por el Estado, sino también un número creciente de mano de obra barata, utilizable en las nuevas actividades productivas, que de forma directa e indirecta promovió el desarrollo industrial, como fue el caso de la rama de la construcción. Para los años cincuenta, la estructura del Estado y las políticas por él impulsadas llegaron a un período de consolidación. En materia económica el crecimiento se hizo sostenido y se abatió la inflación, circunstancia que llevó a caracterizar este período como de un desarrollo estabilizador, o incluso a hablar de la existencia de un “milagro mexicano”. Este crecimiento sin inflación se apoyó en una creciente inversión extranjera y en créditos provenientes del exterior, con los que se logró mantener el subsidio del Estado a través de las exenciones fiscales, la generación de infraestructura y las instituciones sociales para los trabajadores. La decisiva participación del Estado en el impulso y desarrollo de la industrialización condujo a una fuerte relación entre política y economía. Esta relación ha sido histórica en contextos de subdesarrollo en donde “el Estado se convierte a partir de cierto momento en el principal promotor, si no es que en el único, del desarrollo social, debido, sobre todo, a la enorme dispersión de los factores productivos y a la debilidad de las relaciones económicas modernas”. 4 Por tal motivo, los gobiernos posrevolucionarios se dieron a la tarea de unificar políticamente al país. Esta empresa derivó en la concentración excesiva del poder en una sola persona, auxiliada por mecanismos de control político que aseguraron la confluencia de los distintos factores sociales, económicos e institucionales, en torno a un modelo de acumulación del que se benefició una burguesía emergente. 42
Hacia los años cincuenta, con Adolfo Ruiz Cortines en la presidencia de la República (1952-1958), se consolidó el “autoritarismo del cargo institucional de la presidencia de la República”, 5 que con el apoyo del partido de Estado, el Revolucionario Institucional (pri), logró el control de la oposición política y social mediante la imposición de la fuerza y a través de la implementación de medidas de asistencia social y un discurso nacionalista que apuntaló ideológicamente el proceso. Fue un período de afianzamiento de la estabilidad política, no de construcción, sino de “mantenimiento y fortalecimiento del sistema político existente, y de las formas peculiares que, dentro de sus márgenes, toman las luchas sociales en el país”. 6 Es decir, se consolidaron y afinaron los medios que el Estado había construido en las décadas precedentes para establecer su hegemonía y garantizar el buen curso de la política económica basada en la industrialización: “reformas sociales, estado de gobierno fuerte, presidencialismo, encuadramiento corporativista de las masas populares, institucionalización de las clases y los conflictos sociales y Constitución populista”, según el análisis de Arnaldo Córdova. 7 En lo social, como ya hemos apuntado, hubo un crecimiento de una clase media, principalmente urbana, a la que se le facilitó el acceso a los bienes de consumo propios y a instancias de ascenso y consolidación social, tales como la educación. 8 Al mismo tiempo, en los márgenes de las ciudades se concentró una creciente población proveniente del campo, que en este nuevo modelo económico representaba el ejército industrial de reserva necesario para la reproducción del modelo. Esta circunstancia modificó la apariencia y composición del espacio urbano, en lo que se refiere a su infraestructura física y a las relaciones productivas y sociales, resultado de una nueva dinámica económica basada en la actividad industrial. Surgieron nuevas colonias y asentamientos en los que se instalaron los recién llegados a la ciudad, y aquéllos que iban engrosando los estratos medios de la sociedad y que reclamaban nuevos espacios. Los efectos de la expansión de las actividades industriales y de servicios, así como del crecimiento demográfico de la urbe, motivaron también la construcción de instalaciones hospitalarias, educativas, culturales y gubernamentales, y de vialidades, centros comerciales, mercados, que contribuyeron a la transformación urbana. Otra característica de la época, producto del proceso industrializador nacional, fue el estrechamiento de las relaciones comerciales con Estados Unidos, lo que originó, entre otras cosas, una influencia cada vez mayor del American way of life, que permeó las clases medias y altas de la sociedad. El acceso a las nuevas tecnologías, a nuevas fuentes energéticas, utensilios electrodomésticos y otros productos de la industria, transformó el modo de vida de la sociedad urbana y fue un elemento de diferenciación social importante. 9 43
El crecimiento económico dio pie a un discurso triunfalista que ponderaba los logros económicos, políticos y sociales que se habían verificado en esas décadas. Los medios de comunicación, entre ellos los impresos, se alinearon y difundieron este discurso oficialista. Sin embargo, no todos los grupos sociales disfrutaron de la bonanza económica. Los campesinos migraron tanto a Estados Unidos como a los principales centros del país debido a la precariedad económica imperante. Los trabajadores de la ciudad también vivieron de manera desfavorable los efectos del llamado “milagro mexicano”. En oposición al discurso complaciente y oficialista de los medios de aquella época, el trabajo de Héctor García tomó nota y dejó constancia de las contradicciones que vivía la sociedad capitalina en relación al auge económico existente.
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Lorenzo Meyer, “La encrucijada”, en Historia General de México, tomo 2, México, El Colegio de México, 1981, p. 1276. Uno de estos factores fue el inicio, desarrollo y fin de la Segunda Guerra Mundial que arrojó un nuevo orden económico mundial, en el que países como México se insertaron en un nuevo esquema de la división del trabajo en calidad de productores de bienes de consumo primario e intermedio y en una condición de dependencia de la importación de bienes de capital necesarios para el desarrollo industrial nacional. Para 1940, los porcentajes de la estructura de ocupación eran los siguientes: Sector primario 65.39 por ciento, Sector secundario 12.73 por ciento y Sector terciario 19.07 por ciento. Diez años después, la proporción se invertía gradualmente en favor de los sectores secundario y terciario: 15.95 y 21.45 por ciento, respectivamente. “Distribución de la población ocupada por sectores económico (1895-1996)”, Estadísticas Históricas de México, Cuadro 6.1, Biblioteca Raúl Bailleres Jr, itam, http://biblioteca.itam.mx/recursos/ehm.html 15 de marzo de 2009, 18:35 horas. Arnaldo Córdova, La formación del poder político en México, México, Era, 1974, (Serie Popular, 15), p. 99. Ibid, pp. 33-34. Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, “El afianzamiento de la estabilidad política”, en Historia de la Revolución Mexicana 1952-1960, vol. 22, México, El Colegio de México, 1978, p. 9. Arnaldo Córdova, op. cit., p. 66. En los años cincuenta se da un apoyo sin precedentes a la Universidad Nacional Autónoma de México con un aumento constante del subsidio estatal y el apoyo para la construcción de Ciudad Universitaria, a cambio de un aumento en la oferta educativa por parte de esta institución. Mientras tanto el Estado realiza esfuerzos por incrementar la cobertura educativa nacional en el nivel básico. Álvaro Matute Aguirre, “De la tecnología al orden doméstico en el México de la posguerra”, en Aurelio de los Reyes, Siglo xx. La imagen, ¿espejo de la vida?, México, fce, El Colegio de México, 2006, pp. 157-176.
Héctor García. Del reportaje gráfico "Sobre la vida de un ferrocarrilero". Ciudad de México, ca. 1951. Fundación Archivo Héctor García.
La situación de los trabajadores
El establecimiento de este modelo económico implicó la subordinación de los trabajadores. Se abandonaron los discursos referentes a la lucha de clases y la defensa de los derechos laborales y, en la práctica, se limitó la actividad sindical que había caracterizado particularmente al período cardenista. En cambio, prevalecieron los de la Unidad Nacional y el anticomunismo, este último en el contexto de la Guerra Fría. A partir de 1940 las políticas gubernamentales resultaron en el control y deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera. El crecimiento económico del país no impactó de manera positiva en la clase trabajadora, debido a la inflación, la devaluación y las contenciones salariales. Sin embargo, el Estado había logrado mantener controlada la actividad sindical por medio de dos mecanismos que le resultaron, hasta cierto punto, eficaces: el reforzamiento de la corporativización obrera iniciada en el sexenio de Cárdenas con la creación de la Confederación de Trabajadores de México (ctm) y la imposición de líderes sindicales de ideología anticomunista, afines al gobierno. Sin embargo, esto no impidió que algunos sindicatos, a lo largo de la década de los cincuenta, emprendieran luchas por revertir los efectos de estas políticas. Es decir, por conseguir autonomía sindical y mejores salarios. Desafortunadamente, los trabajadores del país tuvieron dos circunstancias que obraron en su contra. Por un lado, el crecimiento de los sindicatos, producto de la misma industrialización y de la mano de obra disponible, abonó en beneficio de la creación de una burocracia sindical cada vez más alejada de sus agremiados y más emparentada con los intereses gubernamentales y patronales. Y por el otro, el ajuste de la política de industrialización en la década de los cincuenta, mediante un 47
aumento de la inversión extranjera directa, resultó en la incorporación de nuevas tecnologías que llevaron a la mano de obra al desempleo. Este hecho determinó que los obreros no sólo se preocuparan por incrementar sus percepciones salariales, sino fundamentalmente por conservar su lugar de trabajo. Esta vulnerabilidad, producto del incremento del ejército industrial de reserva –que se daba no sólo por la menor ocupación de mano de obra, sino por la constante llegada de población rural a la ciudad– dio un amplio margen de maniobra al gobierno y a los patrones en relación a las negociaciones salariales con los trabajadores, logrando que éstos se sometieran a las políticas gubernamentales. El propósito fundamental de estas políticas fue obtener el máximo control sobre los trabajadores, de tal forma que en el ámbito del sindicalismo se impulsó el “charrismo”, estrategia según la cual el gobierno imponía líderes afines a sus intereses, violando la autonomía sindical aunque esto implicara el uso de la violencia. Este proceso se inició en 1948, con la imposición en el sindicato ferrocarrilero de Jesús Díaz de León, El Charro, quien con el apoyo de la policía sometió violentamente a los agremiados para obtener el control de la organización obrera. A partir de entonces y durante la década siguiente, la clase obrera, y en particular los sindicatos, fueron acosados y controlados por éste y otros métodos, para que aceptaran las condiciones necesarias a una industrialización que benefició en gran medida a los empresarios nacionales y extranjeros. Debido al éxito de esta estrategia, y con el auxilio de fuerzas policiacas y militares, se invadieron las secciones de organizaciones que se resistían a agruparse en torno a la ctm. Fueron afectados los sindicatos de tranviarios y de petroleros, la coalición de sindicatos industriales (1949) y, un año más tarde, los mineros. Bajo la dirección de los nuevos líderes “charros”, estas organizaciones volvieron al redil de la ctm. La práctica del “charrismo” significó la penetración del autoritarismo de Estado en la vida sindical. El líder “charro” era “el sujeto gracias al cual las negociaciones, tanto con la clase patronal como con el Estado, según fuera el caso, se realizaban en un ‘clima propicio’ que ya no iba a ser alterado por las protestas obreras y para lo cual contaba con el reconocimiento y pleno apoyo del Estado”. 1 Los líderes sindicales “charros” se basaban en la ilegalidad y ostentaban un carácter antidemocrático, haciendo uso constante de violencia y arbitrariedad. Alejados de la base obrera y cobijados por un enorme y pesado aparato burocrático, ellos favorecían los intereses patronales y gubernamentales. La corporativización de los trabajadores, durante el gobierno de Ruiz Cortines, buscó unificar a las centrales obreras en un organismo único que facilitara el control gubernamental. Por ello, “el año de 1953 se caracterizó por los esfuerzos del gobierno y de algunos líderes obreros para lograr la unificación de la clase obrera.” 2 48
En el mes de septiembre de ese año se comenzó a crear en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el Bloque de Unidad Obrera (buo), que quedó constituido formalmente el 7 de marzo de 1955. Para el gobierno resultaba claro que con la creación de un solo organismo que controlara a los trabajadores se facilitaban las negociaciones y la regulación de los conflictos. Mientras existió, de 1955 a 1966, “[…] el buo fue sobre todo un ‘membrete’ y una organización que concentraba masas para dar apoyo al gobierno en circunstancias determinadas.” 3 A pesar del oficialismo de los líderes sindicales y del empeño del gobierno, las pugnas entre aquéllos pudieron más, particularmente entre las dirigencias de las dos mayores centrales obreras, la Confederación de Trabajadores de México y la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (croc), haciendo fracasar al buo. Aun así, el liderazgo sindical siguió sirviendo como contención de las justas demandas de los trabajadores, al grado que incluso las movilizaciones para conseguir aumentos salariales en la coyuntura de la devaluación de 1954, no afectaron la estabilidad y se dieron en un ambiente de contubernio entre las autoridades y las cúpulas sindicales: La conjugación de las autoridades del trabajo y de los líderes obreros hicieron que la mayoría de los conflictos no repercutieran en la estabilidad política del sistema. Es más, podría decirse que la devaluación fue la prueba de fuego de esas estructuras. 4
Era evidente que: “La corrupción sindical llegaba a sus niveles más increíbles hasta que en 1958, nuevamente los ferrocarrileros salieron al frente de la clase obrera para defender sus derechos”. 5 El resultado de estas luchas, a finales de la década de los cincuenta, finalmente no alteró la estabilidad del régimen. Así lo consideran Pellicer de Brody y Reyna al afirmar que “El final de la década de los cincuenta es, pues, de crisis, y su solución significa al mismo tiempo el robustecimiento de las instituciones políticas del sistema.” 6
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Antonio Alonso, El movimiento ferrocarrilero en México 1958-1959. De la conciliación a la lucha de clases, México, Era, 1972, p. 190. Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, “El afianzamiento de la estabilidad política”, en Historia de la Revolución Mexicana 1952-1960, vol. 22, México, El Colegio de México, 1978, p. 80. Ibid., p. 81. Ibid., p. 102. Víctor Manuel Durand Ponte, México: la formación de un país dependiente, México, iis-unam, 1979, p. 323. Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, op. cit., p. 12.
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Héctor García. Estudiantes incendian un camión bajo el Monumento a la Revolución. Ciudad de México, agosto de 1958. Fundación Archivo Héctor García.
El año de la sucesión y las movilizaciones
Dentro del contexto de los ritmos políticos mexicanos, 1958 tuvo un carácter particular, debido a que fue el año de la sucesión presidencial. Llegó a su fin el período de Adolfo Ruiz Cortines, quien fue relevado por Adolfo López Mateos (1958-1964). Asimismo, y quizá en gran parte por esto, se dieron una serie de movimientos sindicalistas y sociales en busca de mejores salarios, condiciones laborales y autonomía sindical: En términos generales, puede decirse que en 1958 coincidieron una serie de circunstancias políticas y económicas que pusieron de manifiesto la crítica situación por la que atravesaba la mayor parte de la clase obrera organizada. Se podría alegar que el monopolio del poder político, en alguna forma, se encontraba reblandecido porque coexistían un presidente que salía (Ruiz Cortines) –con la consiguiente pérdida de poder y de control– y otro (López Mateos) que todavía no entraba y no podía asumir ni el control ni el poder que el Estado le confiere al presidente en funciones. Desde otro punto de vista, resalta el deterioro progresivo que habían experimentado los salarios y prestaciones en general que recibía la clase trabajadora. A ambas circunstancias, entre otras, podrían atribuirse los movimientos que ocurren en 1958 y 1959, años de gran convulsión para la sociedad mexicana. 1
De esta forma, pese a que la década de los cincuenta significó un crecimiento sin precedentes en el ámbito económico nacional, sus beneficios no impactaron mayormente a las masas trabajadoras y las diversas políticas sociales impulsadas por el régimen no tuvieron gran peso. Las difíciles condiciones económicas, que 51
se reflejaban en los bajos salarios de los trabajadores, y el control gubernamental sobre las organizaciones sindicales motivaron que, en 1958, los trabajadores emprendieran una serie de movilizaciones y huelgas en demanda de mejores condiciones salariales y respeto a la autonomía sindical. En febrero de ese año los telegrafistas hicieron estallar una huelga que afectó a 723 oficinas en el país, pero consiguieron ver satisfechas sus demandas. En abril los maestros formaron el Movimiento Revolucionario Magisterial (mrm) y realizaron un mitin en el Zócalo que fue violentamente reprimido. Los maestros reaccionaron con más movilizaciones. También se inició una huelga en el sindicato ferrocarrilero, que provocó la intervención del ejército en sus oficinas. En agosto hubo protestas de los estudiantes por el aumento en el trans‑ porte; estalló la huelga en la universidad y pidieron su municipalización. Aprovechando el ambiente de insurrección general, los trabajadores petroleros hicieron manifiestas sus demandas, pero fueron reprimidos. La reacción del Estado ante estas movilizaciones estuvo enmarcada por la represión y el autoritarismo. Se adujo que el Estado era el responsable de mantener el orden y de proteger a los mexicanos: “[...] No interrumpir su trabajo, lograr su bienestar y, ante todo y sobre todo, mantener la tranquilidad indispensable al progreso de la nación”, 2 tal y como lo manifestó Ruiz Cortines en su último informe presidencial, en septiembre de ese año. La mayoría de estos movimientos, aun cuando en sus inicios enarbolaron explícitamente la bandera de la mejora salarial, se negaban a utilizar los canales institucionales del sindicato, demostrando tener conciencia de que las dirigencias se encontraban alineadas a las directrices gubernamentales. La burocracia sindical fue así rebasada, lo que permitió una autonomía transitoria de los trabajadores en sus luchas y una progresiva respuesta represiva por parte del gobierno, que se negaba a reconocer la legalidad de las demandas, por el hecho de no hacerse a través de las representaciones reconocidas oficialmente. Esta circunstancia se hizo evidente a partir de la huelga de los telegrafistas, que fueron los que iniciaron una ola de movimientos de protesta. Durante febrero mantuvieron las demandas de un 50 por ciento de aumento salarial y la destitución de mandos de la Oficina Central, negándose a tratar sus peticiones a través del sindicato de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas al que estaban afiliados. Pugnaron porque las autoridades reconocieran legalmente a una nueva agrupación, “libre de líderes espurios”. 3 Por la fuerza que adquirieron y el nivel de confrontación que mostraron con el Estado –pero sobre todo porque en un momento de su desarrollo confluyeron dando pie al trabajo fotoperiodístico que aquí nos ocupa– destacan los movimientos 52
de los ferrocarrileros, los maestros, los estudiantes universitarios y, en menor medida, el de los trabajadores de Pemex. En agosto y septiembre de ese año, tuvieron lugar en las calles de la ciudad de México diversas manifestaciones convocadas por estos grupos que se solidarizaron entre sí. Aunque el gobierno trataba con cada uno de ellos de manera independiente, la constante fue la represión, el enfrentamiento y la confrontación entre los manifestantes y las fuerzas del orden. Resulta, por tanto, significativo que al dar cuenta Héctor García en Ojo! de los álgidos sucesos que se vivieron en esos días en la ciudad hablara de la “semana ardiente”.
1 2 3
Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, “El afianzamiento de la estabilidad política”, en Historia de la Revolución Mexicana 1952-1960, vol. 22, México, El Colegio de México, 1978, pp. 157-158. “El Sr. Adolfo Ruiz Cortines, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1° de septiembre de 1958”, en Los presidentes de México ante la Nación, tomo iv, 2ª ed., México, H. Cámara de Diputados, 1985, p. 1005. Aurora Loyo, El movimiento magisterial de 1958 en México, México, Era, 1979, p. 69.
53
Héctor García. Policías se cubren el rostro para protegerse de los gases lacrimógenos. Ciudad de México, agosto de 1958. Fundación Archivo Héctor García.
Excélsior
El periódico que se negó a publicar las imágenes de Héctor García, Excélsior, era en esos años uno de los de mayor tradición y prestigio, no sólo en la ciudad de México sino en el ámbito nacional. Debido al importante rezago educativo de la época, propio de una sociedad con un nivel insuficiente en la formación académica, y a la línea editorial de un medio que hacía eco de los intereses gubernamentales, es de suponer que la recepción de Excélsior estaba destinada principalmente a los estratos medios de la sociedad. Como parte de las dinámicas económicas características del período, este grupo social se encontraba en expansión y gozaba de los privilegios que las dinámicas del Estado le proporcionaba. Para este análisis fue revisado el material fotográfico que fue publicado –del 23 de agosto al 11 de septiembre– en la edición matutina de Excélsior y en su versión vespertina, Últimas Noticias 2 ª edición. Para tener una visión cualitativa del seguimiento de los hechos dado por estas publicaciones, se realizaron las siguientes tablas, en las que puede observarse la importancia otorgada a las imágenes, así como los temas tratados. El diario publicó a lo largo de estos veinte días un total de 79 imágenes relacionadas con los sucesos, mientras que en su edición de la tarde la cifra fue de 52. Más del 70 por ciento de estas fotografías corresponde a una sola semana, la referida como la “semana ardiente”, en la que la confluencia de movimientos proporcionó a la protesta social una fuerza inusitada, dándole una cobertura proporcional en relación a aquella que se dio a las autoridades. Pero a partir del 1° de septiembre –día del informe presidencial– con la negociación efectuada con los estudiantes y la entrega de camiones, la protesta perdió intensidad y algunos movimientos como el 55
magisterial quedaron solos frente al Estado, que a partir de ese momento cambió su estrategia y reprimió al Movimiento Revolucionario Magisterial. La escasa producción de imágenes en las siguientes dos semanas prácticamente elimina la represión sufrida por los maestros. Con un discurso que fotos publicadas por fecha
Septiembre
Agosto
Fecha
56
Excélsior
Últimas Noticias 2ª edición
Sábado 23
1
8
Domingo 24
13
0
Lunes 25
4
4
Martes 26
7
7
Miércoles 27
6
3
Jueves 28
1
9
Viernes 29
8
5
Sábado 30
11
8
Domingo 31
4
0
Lunes 1
1
0
Martes 2
0
0
Miércoles 3
0
0
Jueves 4
0
0
Viernes 5
3
0
Sábado 6
0
7
Domingo 7
4
0
Lunes 8
3
0
Martes 9
2
0
Miércoles 10
8
1
Jueves 11
3
0
justificaba la acción del Estado, la edición vespertina recogió el mayor número de imágenes publicadas el 6 de septiembre, y la edición matutina, el 10 de septiembre. La primera fecha se refiere a la represión contra una de las manifestaciones magisteriales, y la segunda, a la detención y encarcelamiento de varios profesores, entre ellos del líder Othón Salazar. Desagregadas las imágenes de acuerdo al movimiento específico que registraron, hallamos que el que fue tomado en cuenta más ampliamente fue el estudiantil, con un 53.16 por ciento del total de las fotografías de Excélsior y un 55.77 por ciento del vespertino. Si a estos porcentajes les sumamos los correspondientes a las fotos en que trabajadores y estudiantes participan de manera conjunta (11.39 y 9.62 por ciento, respectivamente), tenemos que alrededor del 65 por ciento de las imágenes, junto con las de los trabajadores petroleros, se concentraron en la semana referida, con un marcado protagonismo de los estudiantes. Sin embargo, las escasas fotografías dedicadas a la huelga de la sección 34 del sindicato petrolero –8.86 por ciento–, que se refieren a sólo dos días, sugieren que no tuvieron un gran impacto en los medios, por lo menos no a nivel de imagen. El momento estelar se reduce al desalojo del edificio de Pemex por parte de la policía y el ejército, en un ambiente de control total por parte de éstos, y a la innecesaria utilización de gases lacrimógenos. En contraposición con los estudiantes, el movimiento magisterial sólo contó, en las dos primeras semanas de septiembre, con una cuarta parte de la cobertura total. fotos publicadas de cada movimiento Movimiento
Últimas Noticias
%
Excélsior
%
Estudiantil
42
53. 16
29
55.77
Petrolero
7
8.86
9
17.31
De trabajadores y estudiantes
9
11.39
5
9.62
Ferrocarrilero
1
1.27
1
1.92
Magisterial
20
25.32
8
15.38
2ª edición
57
Aquí se hace evidente la disparidad en cuanto a la cobertura de los sucesos, que se explica no por la decisión de los fotógrafos, sino por la línea editorial del periódico. Atendiendo a algunas categorías generales que se utilizaron para clasificar el nivel de los contenidos temáticos de las imágenes, independientemente del movimiento al que refieren, la distribución se da de acuerdo con la siguiente tabla.
número de fotos publicadas Temas
Excélsior
Últimas Noticias 2ª edición
Multitudes
14
10
Presencia policiaca sin violencia
16
6
Presencia policiaca con violencia
11
7
Vida cotidiana en torno a los movimientos
15
19
Manifestantes y otros protagonistas
14
4
Violencia de los manifestantes
3
3
Violencia entre civiles
1
0
Víctimas de enfrentamientos
6
3
Como puede observarse, el mayor número de fotografías publicadas en ambos medios se refiere a la vida cotidiana en torno a los movimientos. Estas tomas principalmente del movimiento estudiantil son acompañadas con pies de foto que señalan la alteración que sufre la cotidianeidad de los habitantes de la ciudad,
58
particularmente por la escasez de transporte ocasionada por el secuestro de camiones por parte de los estudiantes, así como por los enfrentamientos que se sucedieron en esos días. De igual forma predominan las imágenes de multitudes: vistas panorámicas y encuadres abiertos que se limitan a mostrar el aspecto tumultuoso de los sucesos, sin dar mayores detalles. Predominan las marchas estudiantiles, acercamientos de los recorridos y la entrada de los estudiantes al Zócalo. La presencia policiaca sin violencia ocupa también un importante espacio iconográfico en estas publicaciones. En varias tomas se muestra un amplio despliegue de miembros del ejército y la policía capitalina en actitudes totalmente pasivas: acostados, leyendo, vigilando, patrullando o resguardando Palacio Nacional. Incluso aquellas imágenes que los muestran en acción como, por ejemplo, recuperando autobuses, destacan una actitud pacífica. Siguen las fotografías que muestran los rostros de los protagonistas de estos sucesos en distintas circunstancias: Demetrio Vallejo tomando posesión de la presidencia del sindicato ferrocarrilero, Othón Salazar y otros dos líderes magisteriales esperando rendir declaraciones ante el Ministerio Público tras su detención, etcétera. Las notas a pie de foto sugieren una atmósfera apacible. Los alborotadores públicos están siendo detenidos, y con ello regresa la tranquilidad. También se muestra a los dirigentes estudiantiles queriendo entrar a Palacio Nacional para entregar su pliego petitorio. El registro de las acciones violentas aparece hacia el 29 de agosto. El cincuenta por ciento de las imágenes con esta temática corresponden al desalojo del edificio de Pemex: la presencia del ejército y la policía, los gases lacrimógenos. Las demás se dividen entre la represión a estudiantes y a los maestros, incluyendo las del encarcelamiento de estos últimos. Aunque son pocas las fotografías que hacen referencia a la acción violenta de los manifestantes, los pies de foto magnifican su agresividad y los señalan como provocadores de la violencia. Estas imágenes corresponden a los enfrentamientos del 29 de agosto, en los que confluyeron estudiantes y trabajadores. Pocas son las fotos en que aparecen personas heridas y, cuando es el caso, se trata principalmente de maestros y estudiantes, sobre todo en los enfrentamientos del 29 de agosto. Y salvo una en la que aparece un profesor conmocionado por la acción represiva, en las otras, los lesionados caminan por su propio pie y no presentan heridas de consideración. En otras dos imágenes las víctimas se muestran visiblemente alteradas: en una, un estudiante es golpeado por camioneros y en la otra, un policía resulta herido durante el desalojo del edificio de Pemex. 59
La única fotografía que consigna el enfrentamiento entre civiles –estudiantes y choferes– se refiere a la toma de camiones por parte de aquellos durante los primeros días de la movilización estudiantil. En la siguiente tabla se describen las fotos según los temas encontrados y se muestra el corpus de Excélsior y Últimas Noticias 2 ª edición revisado para esta investigación.
Excélsior
Últimas Noticias 2ª edición
Multitudes »» Estudiantes toman autobuses, 23 de agosto. [1 foto]
»» Concentración de estudiantes en el Zócalo, 23 de agosto. [3 fotos]
»» Toma de autobuses y mitin estudiantil del 23 de agosto en la Plaza de la Constitución, 24 de agosto. [3 fotos]
»» Mitin de estudiantes del IPN en el Casco de Santo Tomás, 27 de agosto. [1 foto]
»» Estudiantes reunidos afuera de la PGR en espera de la liberación de sus compañeros, 26 de agosto. [1 foto]
»» Marcha de estudiantes y trabajadores al Zócalo, 30 de agosto. [5 fotos] »» Enfrentamiento con los maestros, 6 de septiembre. [1 foto]
»» Marcha estudiantil del 26 de agosto, 27 de agosto. [4 fotos] »» Trabajadores y estudiantes exigen la liberación de jóvenes detenidos, 30 de agosto. [1 foto] »» Marcha y mitin estudiantil del 30 de agosto, 31 de agosto. [3 fotos] »» Manifestación magisterial, 7 de septiembre. [1 foto]
Violencia de los manifestantes »» Manifestantes repelen ataques de la policía, 30 de agosto. [2 fotos]
»» Autobús incendiándose frente al Monumento a la Revolución, 29 de agosto. [1 foto]
»» Autobús incendiándose, 30 de agosto. [1 foto]
»» Maestros repelen el ataque de la policía, 6 de septiembre. [2 fotos]
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Excélsior
Últimas Noticias 2ª edición
Presencia policiaca sin violencia »» Policías recuperan autobuses pacíficamente, 24 de agosto. [1 foto] »» Tropas del ejército custodian autobús recuperado, 24 de agosto. [1 foto] »» Tropas del ejército custodian Palacio Nacional, 24 de agosto. [1 foto] »» Judiciales catean oficinas del Partido Comunista, 24 de agosto. [1 foto]
»» Tropas del ejército vigilan el mitin estudiantil en las instalaciones del ipn, 27 de agosto. [1 foto] »» Presencia del ejército durante el desalojo del edificio de Pemex, 28 de agosto. [4 fotos] »» Tropas dentro de Palacio Nacional en espera de la marcha y el mitin estudiantil en el Zócalo, 30 de agosto. [1 foto]
»» Ejército custodia los alrededores del IPN, 25 de agosto [4 fotos], 26 de agosto. [5 fotos] »» Policía remite a un joven, 30 de agosto. [1 foto] »» Policías acuartelados, 8 de septiembre. [1 foto] »» Presencia del ejército en la Plaza de la Constitución, 8 de septiembre. [1 foto]
Presencia policiaca con violencia »» Desalojo de trabajadores del edificio de Pemex, 29 de agosto. [4 fotos]
»» Desalojo del edificio de Pemex con gases lacrimógenos, 28 de agosto. [3 fotos]
»» Acciones para dispersar y contener a los estudiantes, 30 de agosto [3 fotos]
»» Enfrentamientos de bomberos y policías con estudiantes, trabajadores de Pemex y otros manifestantes, 29 de agosto. [3 fotos]
»» Represión contra simpatizantes de Othón Salazar, 7 de septiembre. [2 fotos] »» Maestros encarcelados, 10 de septiembre. [2 fotos]
»» Granaderos disparan gases lacrimógenos a maestros, 6 de septiembre. [1 foto]
Violencia entre civiles »» Enfrentamiento entre choferes y estudiantes, 24 de agosto. [1 foto]
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Excélsior
Últimas Noticias 2ª edición
Manifestantes y otros protagonistas »» Mitin estudiantil (26 de agosto) intenta ingresar a Palacio Nacional para dialogar con el Presidente, 27 de agosto. [2 fotos]
»» Demetrio Vallejo y Salvador Quesada contienden contra la Secretaría General, 27 de agosto. [1 foto]
»» Demetrio Vallejo en su toma de posesión, 28 de agosto. [1 foto]
»» La suegra y la esposa de Othón Salazar reclaman por su detención, 6 de septiembre. [2 fotos]
»» Reunión de Secretarios Generales de líneas camioneras, 29 de agosto. [1 foto] »» Resistencia de trabajadores petroleros, 29 de agosto. [2 fotos]
»» El líder de mrm, Nicolás García Abad, rinde declaración, 10 de septiembre. [1 foto]
»» Directora de escuela haciendo declaraciones, 9 de septiembre. p.14-A [1 foto] »» Othón Salazar y otros maestros detenidos, 10 de septiembre [3 fotos], 11 de septiembre [3 fotos].
Vida cotidiana en torno a los movimientos »» Afectación a la población por la falta de autobuses, 24 de agosto de 1958 [4 fotos], 26 de agosto. [1 foto]
»» Estudiantes toman tranvías [1 foto]. Población padece la falta de autobuses, 23 de agosto. [4 fotos]
»» Marcha estudiantil del 30 de agosto, 31 de agosto. [1 foto]
»» Serie fotográfica sobre una mujer campesina en la ciudad y sus vicisitudes para desplazarse y encontrar transporte, 25 de agosto. [4 fotos]
»» Autobuses resguardados en Ciudad Universitaria antes de su devolución, 1 de septiembre [1 foto] y 5 de septiembre [1 foto]. »» Autobuses entregados, 5 de septiembre [2 fotos] »» Familia esperando la liberación de detenidos, 8 de septiembre. [1 foto] »» Maestros del grupo de Othón Salazar proporcionando información a periodistas, 9 de septiembre. p.14-A [1 foto] »» Liberación de detenidos, 10 de septiembre. [3 fotos]
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»» La vida cotidiana al interior del "Cuartel general" del Movimiento estudiantil en Ciudad Universitaria, 26 de agosto. [7 fotos] »» Teniente armado enfrenta policías para que liberen a un detenido, 29 de agosto. [1 foto] »» Muñecos de cartón que representan la autoridad en la marcha estudiantil, 30 de agosto. [2 fotos]
Excélsior
Últimas Noticias 2ª edición
Víctimas de enfrentamientos »» Estudiante lastimado. Enfrentamiento entre choferes y estudiantes, 24 de agosto. [1 foto]
»» Empleados de Pemex salen del edificio afectados por los gases lacrimógenos, 28 de agosto. [2 fotos]
»» Policía lesionado. Desalojo del edificio de Pemex, 29 de agosto. [1 foto]
»» Lesionado yace en el suelo tras un enfrentamiento entre los maestros y la policía, 6 de septiembre. [1 foto]
»» Jóvenes lesionados en los enfrentamientos de trabajadores de Pemex y estudiantes contra policías, 30 de agosto. [3 fotos] »» Profesor lesionado, 7 de septiembre. [1 foto]
Con una propuesta editorial totalmente diferente, tras el período analizado en las dos publicaciones anteriores, aparece Ojo! Una revista que ve, justo antes de que pasara el momento mediático. Fue así como sus autores pudieron mostrar, desde otra óptica, un recuento de los hechos acaecidos en esas álgidas semanas. Dominados por las fotografías de Héctor García y complementados con breves pero puntuales textos de Horacio Quiñones, los siete fotorreportajes a doble plana describen una versión de los hechos muy distinta a la de Excélsior. La significación que se les da a las imágenes contrasta con la que se les dio a aquellas publicadas en el diario de circulación nacional. Es decir, si bien las fotografías de Héctor García tienen la marca de su propia personalidad como fotoperiodista –lo que en principio influyó en la censura de Excélsior– es justo también decir que los textos de Quiñones colaboraron para que esa propuesta editorial tuviera un determinado sentido y relevancia.
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Héctor García. Estudiantes enarbolan antorchas durante las manifestaciones por el alza en las tarifas de los autobuses. Ciudad de México, 26 de agosto de 1958. Posteriormente esta foto se utilizó en la portada de Ojo! Una revista que ve. Fundación Archivo Héctor García.
Ojo! Una revista que ve
La difícil semana vivida a fines de agosto de 1958 –cuando al clima de protesta que se daba en la capital con motivo de las movilizaciones de los trabajadores de distintos sindicatos, se sumó la entrada en escena de los estudiantes universitarios y de otras instituciones de educación superior que protestaban por el alza en las tarifas de los autobuses– y las intensas movilizaciones del mes de septiembre llevaron a los fotógrafos de prensa a realizar una ardua actividad. Las marchas y mítines, la toma y quema de autobuses, los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, la represión, los heridos, fueron captados por los distintos profesionales de la lente. Entre ellos se encontraban tres que han destacado en la historia del fotoperiodismo mexicano de esa época: Héctor García, Enrique Bordes Mangel y Rodrigo Moya. Coincidentemente, a los tres les fue rechazado el material que consignaba esos sucesos en los respectivos medios para los que colaboraban. 1 A pesar de esta circunstancia, el material de Héctor García logró una difusión casi inmediata y poco más tarde gozó de reconocimiento. Meses después, Bordes Mangel logró publicar la fotografía con la que ganó el Premio Nacional de Periodismo en 1959, en la categoría de “la fotografía más oportuna”. El material de Moya, en cambio, permaneció guardado y fue dado a conocer mucho más tarde, en otros contextos y circunstancias. El reconocimiento al trabajo de Héctor García, sin duda original, no se debió particularmente a sus contenidos ni a su estilo. Estos tres reporteros gráficos acostumbraban andar en grupo (tal y como lo hacen hoy la mayoría de los fotoperiodistas); por eso existe una notable semejanza no sólo en los momentos captados, sino en el estilo de las tomas. 65
Enrique Bordes Mangel. Mi pelotón de fusilamiento, 28 de agosto de 1958, fue publicada en Rototemas, año 1, núm. 2, el 15 de noviembre de 1958, y galardonada con el Premio Nacional de Periodismo 1959. Acervo Hemeroteca Nacional de México, unam.
En este sentido, resulta evidente que los tres compartían códigos visuales derivados del contexto periodístico: encuadres, perspectivas, puntos de fuga, etcétera. Es decir, sabían qué características debía tener una foto de prensa para ser publicable. Pero, además las coincidencias ideológicas los encuadraban en la perspectiva estética de la época, en la que uno de los pilares era la atención a las contradicciones sociales. Esta visión se reflejaba en las artes y la cultura de México: Fernando Benítez y sus estudios sobre los indígenas, Efraín Huerta en la poesía, Luis Buñuel en el cine, los muralistas en la pintura. Al compararse las imágenes o las secuencias realizadas por estos tres fotógrafos en relación a los sucesos de esas semanas, encontramos que en varias de ellas las diferencias sólo radican en el lugar específico en que se encontraba cada uno al momento de disparar el obturador. De manera que algunas fotos resultan muy parecidas y se refieren a momentos análogos. En realidad, la atención casi inmediata que se dio a las imágenes de Héctor García, se debió a su difusión. Ante la negativa de Excélsior a publicarlas, nació Ojo!
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Una revista que ve, con una propuesta editorial distinta, y aun contrapuesta, a la de los periódicos de aquella época. La revista apareció el viernes 12 de septiembre de 1958 con Horacio Quiñones como director general, Héctor García como director ejecutivo y Raúl Lara ocupando el cargo de director artístico. Las dieciséis páginas de esta publicación tamaño tabloide, cuyo precio fue de un peso, estaban conformadas por las fotografías de García y acompañadas por textos de Quiñones. Este primer y único número se tituló Documental de: Una semana ardiente… Las imágenes que le fueron rechazadas a Héctor García en Excélsior, le gustaron mucho a Horacio Quiñones, quien lo convenció de que no serían publicadas por la prensa oficial y así juntos editaron una revista de la que se tiraron cinco mil ejemplares. Héctor García narra los hechos: Yo había tomado las fotografías de los acontecimientos y en aquel entonces uno de los periódicos de más prestigio en América Latina, Excélsior, prometió que saldrían publicadas, pero la conocida política dilatoria del “sí, cómo no” terminó por fastidiarme; yo estaba ansioso de que esas imágenes se publicaran y sirvieran para documentar el movimiento que parecía que iba a cambiar la situación del país. Encontré apoyo en Horacio Quiñones, un audaz periodista y buen amigo. Le gustaron mucho y me convenció de que nunca saldrían en la prensa oficial. Entonces, juntamos un poco de dinero y decidimos fundar Ojo!, de la cual se imprimieron unas cinco mil copias, a pesar de que la difusión era difícil debido a que los canales estaban prácticamente cerrados a este tipo de iconos e información no oficial. 2
Muchos años después, Quiñones rememoraría lo sucedido: Ocurrió que [Héctor García] había tomado el registro fotográfico de lo que titulamos Una semana ardiente, una revuelta estudiantil precursora de la de 1968. […] Pero en 1958 los directores de prensa no se habían acostumbrado a gritar la verdad con la irrefutable documentación de una fotografía. Por tal motivo, esa serie documental estaba inédita. Al verla me entusiasmé tanto que hice el esfuerzo de publicarla. Esa fue mi contribución: pobre, por cierto. Pues nuestros medios económicos no eran suficientes para una impresión de calidad. Pero la calidad de las fotografías mismas se impuso a la pobre reproducción. 3
La publicidad de Ojo! rezaba: “Nace para mostrar en sus páginas lo que México hace; Nace para dejar testimonio de este tiempo y de estos hombres; Nace para
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captar la verdad objetiva; Nace para hacer periodismo gráfico. […] Todo lo que ilumine la luz del sol o del flash, lo verá este Ojo!”. Así, las cincuenta y tres fotografías que integraron la revista mostraron, en distinto tamaño y en blanco y negro, “una versión” de los hechos y diferentes aspectos relacionados con las movilizaciones de la última semana de agosto y la primera de septiembre de 1958, en las que los estudiantes y maestros fueron los principales protagonistas, y en las que también participaron otras organizaciones sindicales como las de los petroleros y los ferrocarrileros. Los siete fotorreportajes que integran la revista abordan concretamente dos sucesos: las movilizaciones de los universitarios por el alza del precio del transporte los días 22, 26 y 30 de agosto, y la marcha de los maestros el 6 de septiembre. Aludiendo a los acontecimientos, John Mraz escribe que las huelgas fueron “la primera grieta en la armadura de la dictadura perfecta”; 4 los sindicatos oficiales habían servido para controlar a los obreros. Un factor clave en ese dominio, indica el mismo Mraz, fue la prensa, cuya corrupción era similar a la de los líderes “charros”. Por esta razón: […] la publicación de Ojo! Una revista que ve fue parte de lo sorprendente de ese movimiento. Héctor García había tomado las fotografías de los acontecimientos para el diario Excélsior, en aquel entonces (ya tan lejano) uno de los periódicos de mayor prestigio en América Latina. Le prometieron que las fotos saldrían publicadas, pero la conocida política dilatoria del “sí, como no”, fastidió a García, ansioso de que sus imágenes sirvieran para documentar y participar en un movimiento que parecía que iba a cambiar, finalmente, esa asfixiante situación. 5
Dentro del ámbito del periodismo, la aparición de Ojo! Una revista que ve, fue un hito en la historia de esta profesión en nuestro país, al significar un esfuerzo por romper la censura informativa imperante en los medios de comunicación impresos, que se encontraban plenamente alineados con la oficialidad. La negativa de Excélsior a publicar las imágenes, el sentido personal con el que García había documentado los hechos, sus concepciones ideológicas, su percepción de que las protestas en curso tenían un carácter trascendente dentro del devenir nacional, así como las coincidencias con Horacio Quiñones los empujaron no sólo a apresurar la publicación de la revista de manera que no perdiera pertinenPortada de Ojo! Una revista que ve, 12 de septiembre de 1958, núm. 1, 16 páginas. Páginas 76-103: Interiores y contraportada de esta misma publicación (excepto p. 72). Fundación Archivo Héctor García.
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69
cia dentro del desenvolvimiento de los hechos, sino principalmente a establecer una propuesta editorial que, de manera alternativa a la de la prensa de la época, mostrara una visión distinta de los acontecimientos: desde la perspectiva de los grupos sociales movilizados. Para esas fechas, las ediciones de otros semanarios le estaban dando mayor peso a otros acontecimientos. En Jueves de Excélsior y en Revista de Revistas del 11 y 14 de septiembre de 1958, el movimiento vallejista, al que se califica de manera extremadamente negativa, tiene un espacio protagónico. La segunda de estas publicaciones muestra, en su portada, una foto de Vallejo en primer plano con otras personas al fondo. El título del número es “Vallejo el vengativo”. La primera página interior reproduce la foto de la portada en tamaño más pequeño y se refiere a ella en el pie de foto: Nuestra portada no exalta, si no que exhibe, al líder ferrocarrilero que, no conforme con la victoria sindical, preside o al menos consiente, en el desquite violento de sus partidarios, contra quienes se opusieron al paro rielero que tantos daños materiales y morales causó al país. De ahí el título bien ganado de… Vallejo el vengativo 6
Jueves de Excélsior repite la misma tendencia. En el editorial del 11 de septiembre, al que intitula “Una venganza frustrada”, dice: Elementos que se dicen adictos al líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo (ahora encumbrado a la Secretaría General del sindicato) han desatado una violenta campaña de atentados contra los trabajadores que no simpatizaron con el movimiento vallejista durante el reciente conflicto, convirtiendo la vía ferroviaria que debe ser templo de trabajo y de fecunda actividad, en peligroso campo donde reina el terror y la violencia. 7
Por su parte, la revista Impacto sí aborda el conflicto estudiantil en su número del 10 de septiembre de 1958, con un fotorreportaje a dos páginas de Belisario Torres, en referencia a los enfrentamientos de los estudiantes con policías y bomberos, titulado “Desórdenes del viernes 29”. En una de las imágenes se muestra a Rodrigo Moya cuando, de acuerdo con el pie de foto, los “alborotadores” quieren quitarle su cámara. El panorama editorial descrito, en lo que refiere a las revistas y periódicos, influyó quizá en la aceptable recepción de Ojo! por parte de la sociedad, pero también en la molestia de las autoridades, que con su actitud hacia la publicación no sólo mostraron el carácter autoritario de esa época, extremadamente sensible a cualquier punto de vista disidente, sino que la hicieron parte del ánimo de incon70
formidad y protesta de una sociedad que intentaba ponerle un hasta aquí al control social y el deterioro económico de las clases populares. Para entender la originalidad de la propuesta editorial de Ojo! Una revista que ve, es necesario compararla con la de Excélsior; ver las imágenes que este periódico utilizó y analizar su manejo editorial. Resulta interesante preguntarse por qué no fueron usadas las fotos de García con pies acordes a la línea editorial de Excélsior. Una hipótesis posible es que Héctor García le da al movimiento un rostro, es decir, aquellos que ven estas imágenes pueden fácilmente identificarse con los personajes que ahí aparecen. Este hecho no era, sin duda, aconsejable para el periódico, ya que lo que se pretendía era despersonalizar al movimiento y mostrarlo como algo del todo ajeno a la realidad de los lectores.
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Héctor García trabajaba, entre otros medios, para Excélsior, Novedades y Mañana; Enrique Bordes Mangel, en los semanarios abc, Mañana y Hoy, y Rodrigo Moya, en Impacto. Héctor García, “Imagen del vallejismo”, Milenio Semanal, núm. 145, perversión http://www.milenio.com/ semanal/145/perversion.htm, 15 enero de 2009, 20:33 horas Horacio Quiñones, citado en Luna Córnea, núm. 26, mayo-agosto de 2003, p. 66. John Mraz, “Ojo! Una revista que ve”, en Luna Córnea, núm. 26, mayo-agosto de 2003, p. 74. Idem. Revista de Revistas, núm. 2663, 14 de septiembre de 1958, p. 1. Jueves de Excélsior, núm. 1886, 11 de septiembre de 1958, p. 5.
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Héctor García. Bomberos lanzan chorros de agua para contener las protestas de los estudiantes. Ciudad de México, 30 de agosto de 1958. Fundación Archivo Héctor García.
El movimiento estudiantil
Cuatro de los fotorreportajes de Ojo! están dedicados a las movilizaciones estudiantiles. De manera cronológica y a grandes trazos ellos ilustran los momentos nodales de esas protestas que, en vísperas del informe presidencial, animaron el ambiente de insurgencia civil que había marcado ese año coyuntural. Los estudiantes –que a lo largo de esos últimos años habían sido particularmente apáticos debido en gran medida al pacto universitario de 1945,1 a la falta de proyectos alternativos a los oficiales y a la nueva correlación de fuerzas, producto de la estructura adoptada por la unam en dicho año2 – emprendieron movilizaciones en la ciudad de México tomando unidades de transporte, incendiándolas y confrontándose con los propios choferes y la policía. En un ambiente de inconformidad general por la carestía de productos de consumo básico como el pan, las tortillas y el azúcar, el gobierno anunció a principios del mes de agosto de 1958 un aumento en las tarifas del transporte urbano de 20 a 25 centavos en las líneas camioneras de segunda clase. Este hecho causó inconformidad en la población en general, y particularmente en los estudiantes universitarios. Ya en 1953, año en que se trasladó la Universidad a sus nuevas instalaciones de Ciudad Universitaria, un punto alejado del centro de la ciudad, al sur de la capital, el Rector Nabor Carrillo enfrentó resistencias por parte de la comunidad precisamente a causa del transporte. En este sentido, se comprende que el aumento a las tarifas resultara un tema sensible para los estudiantes. Aunque el dictamen aprobado por la Comisión de Transporte del Departamento del Distrito Federal establecía la exención del incremento a los estudiantes, la disposición no fue acatada por las líneas de autobuses, 73
pese a las amenazas de las autoridades de hacerla cumplir, y a la imposición de sanciones en caso de ser necesario. Esta exención en el cobro de la tarifa motivó que los estudiantes presionaran a favor de su cumplimiento. Los universitarios tomaron la iniciativa hacia fines del mes de agosto (el día 22) cuando los dirigentes de la Sociedad de Alumnos de la Facultad de Derecho secuestraron autobuses y los encerraron en la propia Ciudad Universitaria. Progresivamente alumnos de otras escuelas fueron sumándose a la toma de autobuses e incluso incendiaron algunas terminales. Esto ocasionó el enfrentamiento con los choferes de las unidades, y las refriegas se propagaron por el sur de la ciudad ante la contemplación impasible de la policía. Hubo varios heridos de ambos bandos. Esta zona de la ciudad quedó prácticamente sin transporte, con las consecuentes incomodidades para la población. La noche de ese 22 de agosto algunos líderes estudiantiles se reunieron con el Jefe del Departamento del Distrito Federal, el licenciado Ernesto P. Uruchurtu, quien se comprometió a hacer respetar la exención del aumento, a crear una comisión para estudiar la posibilidad de un abono estudiantil semanal y a ordenar el aumento del número de unidades que prestaban servicios en Ciudad Universitaria. En esta reunión también se habló de un prometido aumento en las percepciones de los trabajadores del transporte, con el que los estudiantes estuvieron de acuerdo. 3 Las autoridades buscaban así solucionar rápidamente el conflicto y evitar que éste se politizara. Sin embargo, pese a las pláticas y a que cesaron, por lo menos durante un día, las tomas de autobuses, los estudiantes realizaron asambleas encabezadas principalmente por dos grupos: la Federación de Estudiantes Universitarios y el Comité Popular, los que decidieron continuar con las movilizaciones, aunque con matices. Este último grupo mantenía una posición hasta cierto punto más radical y proponía incorporar a los obreros al movimiento, que al igual que los ferrocarrileros, los maestros y los telegrafistas, también se encontraban realizando movilizaciones. Sobre estos primeros acontecimientos, Ojo!. presenta el primero de sus fotorreportajes: “Una quijotada estudiantil conmueve al país” (págs. 2 y 3). Se trata de uno de los textos más extensos, ocupa dos páginas y la cabeza, mientras que las fotografías abarcan el 80 por ciento. El título y subtítulo del artículo nos remiten a ese ideal juvenil de querer cambiar las cosas, de mejorar el entorno. El texto narra las circunstancias en que, debido al alza de la tarifa del transporte urbano, los estudiantes deciden “expropiar” los camiones y dar servicio gratuito “al sufrido pueblo mexicano”, y la respuesta de los choferes que se dan a la tarea de recuperar sus unidades, mientras que la policía permanece sin intervenir. 74
En concordancia con el texto, las imágenes muestran el ánimo de algarabía con que los jóvenes universitarios se posesionaron de camiones y tranvías. Con amplias sonrisas, divertidos, buscan el contacto con la cámara, recorren las calles del centro de la ciudad desbordando la capacidad de las unidades capturadas. Felices de sus actos, los estudiantes tienen la sensación de estar haciendo justicia. En Excélsior encontramos unas fotos muy parecidas a las impresas en la página 2 de Ojo!… pero no tienen crédito, y los pies de foto no consignan que se esté dando un servicio gratuito, sino que los transportes tomados son el medio para que los estudiantes se dirijan al mitin en la Plaza de la Constitución. Asimismo, se explica que el desbordamiento de las unidades fue parte de las incomodidades que la población tuvo que sufrir para trasladarse a sus destinos. Un hecho cobró importancia en el desarrollo de las protestas estudiantiles, al grado de que formaría parte de su pliego petitorio: el aumento a las tarifas del transporte no se reflejó en el incremento salarial de los choferes como se había acordado. Incluso, la prensa consignó, desde los primeros días, casos en los que no sólo no se aumentaron las percepciones de los choferes, sino que se les realizaron descuentos. Así lo dio a conocer la siguiente nota periodística: En lugar de recibir cinco pesos más por el reciente aumento de las tarifas de pasaje de los autobuses, los 600 choferes de la línea México-Azcapotzalco-Tlalnepantla padecen desde anteayer un descuento del dos por ciento sobre su percepción diaria. 4
Esta circunstancia provocó la inconformidad de los choferes quienes, según reporta la prensa, participaron (al menos un grupo) desde el primer momento en la asamblea del Comité Popular en contra de la Alianza de Camioneros, y posteriormente emplazaron a un paro nacional en busca de un real mejoramiento de sus condiciones laborales. El día 24 de agosto los estudiantes se dirigieron al Zócalo, a bordo de los autobuses, para realizar un mitin. En el trayecto se les unieron normalistas y politécnicos. Una vez realizado el mitin, tuvieron en ese mismo lugar un “diálogo directo con el Secretario del Departamento del Distrito Federal y con el jefe de la policía, quienes prometieron, en abstracto, solucionar el conflicto.” 5 Pero los enfrentamientos con los choferes continuaron y, agrupados en brigadas, buscaron confrontar y desquitarse con los estudiantes. Mientras que los estudiantes denunciaban que la Alianza de Camioneros enviaba pistoleros y golpeadores para enfrentarse con ellos, la Alianza los acusaba de robar dinero y refacciones en los talleres, y en las unidades y terminales.
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Ese día, y los subsiguientes, la policía y el ejército se presentaron para reprimir a los estudiantes, pero éstos lejos de amedrentarse se enfrentaron con las autoridades y continuaron secuestrando e incendiando camiones. El ejército colocó retenes en los alrededores de Ciudad Universitaria, dejando libre el paso a maestros y alumnos. La demanda inicial de hacer cumplir la exención del aumento tarifario se radicalizó y los estudiantes se negaron a detener las movilizaciones sino hasta conseguir que se revocara de manera general la autorización para elevar los aumentos del transporte y que se pusiera en libertad a los estudiantes detenidos. Finalmente, el 25 de agosto, presentaron un pliego petitorio con los siguientes puntos: 1. Que se derogue totalmente el acuerdo que autoriza el alza de pasajes y que no sólo se aplique un “soborno estudiantil”. 2. Que se municipalice el servicio de transporte urbano sobre la base de que el Gobierno Federal, por medio del Banco del Transporte, ya invirtió más de cien millones en adquirir nuevas unidades. 3. Que en un plazo perentorio se estructure el Sindicato Único de Choferes para que puedan gozar de las prestaciones sociales de que carecen, tales como pago de descansos, de vacaciones, de enfermedades, etcétera. 6
El momento climático tuvo lugar el día 26 de agosto, cuando los universitarios realizaron una manifestación multitudinaria que llegó hasta el Zócalo, y en la que también participaron obreros, ferrocarrileros, petroleros, maestros, estudiantes del ipn y la Normal, así como amas de casa y personas que en el trayecto se incorporaban espontáneamente a la marcha. El gobierno reaccionó anunciando al día siguiente la suspensión al alza de las tarifas, y del 27 al 30 de agosto se realizaron negociaciones entre los estudiantes y el gobierno, que estuvieron enmarcadas en una serie de enfrentamientos entre los estudiantes y trabajadores con las fuerzas policiacas, resultando particularmente violentos los del día 29 de agosto. Como resultado de esas pláticas, el presidente reiteró su disposición a estudiar la municipalización de los transportes, suspender el aumento y retirar las fuerzas de seguridad. Los estudiantes se dieron por satisfechos y al día siguiente, el 31 de agosto, comenzaron a entregar los autobuses. El siguiente artículo de Ojo!, “Los estudiantes toman la bandera del pueblo” (págs. 4 y 5), muestra las imágenes de las manifestaciones estudiantiles, acaecidas los días 26 y 30 de agosto, a la que también acudieron los ferrocarrileros. Para este momento las demandas se habían ampliado y ahora incluían el cese de la represión, la municipalización del transporte y la independencia sindical. 78
De manera análoga al fotorreportaje anterior, en éste se señala el liderazgo de los estudiantes que hacen suyas las demandas sociales en contra de la carestía. En la página 4 vemos una foto de la marcha del día 26, con una manta en primer plano acusando a la carestía de ser el enemigo del pueblo. Detrás, la multitud estudiantil enarbola antorchas y muestra la fuerza numérica y moral de su protesta. Al fondo, en el centro, se distingue el Monumento a la Revolución. Este acercamiento a la marcha, se complementa con el resto de las imágenes que integran la página, en donde se muestran la participación de los trabajadores y otros actores sociales. Difiere del tipo de encuadres de las fotografías publicadas por Excélsior sobre este acontecimiento. En este medio, las imágenes son de multitudes y no hay ningún acercamiento a los integrantes. El pie de foto proporciona información que no se muestra de manera clara en la imagen; habla de mantas, como la que se encuentra en la foto de Ojo!, y menciona las antorchas que se perciben apenas como flashazos. Pero estos elementos se pierden en la perspectiva general. Una de las fotos que reviste interés en esa misma página de Ojo! es la que está en la esquina inferior derecha. La imagen pone en evidencia la activa participación de las mujeres en la marcha del 30 de agosto. El pie de foto sugiere la posibilidad de violencia, y sin embargo, ellas se encuentran allí, portando una manta que reza: ¡Queremos justicia! Por tanto, Ojo! es la única publicación que recoge imágenes en donde la mujer aparece como parte activa del movimiento. En Excélsior no hay imágenes que denoten la acción participativa de las mujeres. Ellas son madres o esposas abnegadas, cumpliendo el papel que les corresponde: proveer de alimentos a sus familiares presos. Si bien en una de las imágenes se muestra a un grupo de maestras encarceladas, lo que denota su participación en las movilizaciones, no hay fotografías que las muestren en acción. Se les impide comunicar a los periodistas la causa de su detención, información que éstos obtienen de los funcionarios de la dependencia. Esta fotografía contrasta diametralmente con la serie de Héctor García que aparece en la página 9 de Ojo!, en la que se muestra la fehaciente participación de la mujer en uno de los momentos más álgidos de la represión a los maestros disidentes. La serie referida es una secuencia fotográfica que narra en cuatro tiempos la valiente actitud de una maestra enfrentando verbalmente a un policía (ver p. 82). Ella no se amedrenta, y aunque en la última foto la vemos llorando, queda constancia de su participación en este suceso, lo que concuerda con el pie de foto que cierra la secuencia. Se reivindica así la participación de la mujer en esta coyuntura histórica. La página 5 muestra la culminación de la marcha del 30 de agosto. Con la noche como fondo y el anuncio presidencial de la derogación del aumento tarifario, 79
los estudiantes dan rienda suelta a la alegría y festejan concentrándose en el Zócalo. La secuencia en la que un joven universitario juega, en medio de la multitud, en lo alto de una escalera, es una muestra de la percepción estética del autor. La cuarta foto de esta serie, la de mayor formato, es sin duda una fotografía de autor, pues denota una plasticidad notable. Su composición y punto de fuga en relación con el objeto central de la imagen, es decir, el estudiante en vuelo hacia la multitud, expresivo y extasiado, remite a un sentido tridimensional que delinea los trazos de los grandes muralistas mexicanos, en este caso en particular, los de David Alfaro Siqueiros. Uno de los fotorreportajes más contrastantes en términos informativos e icono‑ gráficos con lo difundido por la prensa oficialista, particularmente Excélsior, es el titulado “Corre la primera sangre” (págs. 6 y 7). Alusivo a los enfrentamientos callejeros del 29 de agosto entre estudiantes y trabajadores con las fuerzas del orden, su tinte trágico difiere del enfoque con el que los mismos hechos fueron tratados por Excélsior. Desalojados un día antes del edificio de Pemex, los petroleros llevaron su protesta a las calles, secundados por otros grupos, principalmente de estudiantes, que a su vez presionaban porque se derogara el alza al transporte y se liberara a sus compañeros detenidos. La policía buscó disolver las protestas, lo que resultó en un violento enfrentamiento. Pero mientras que la información del periódico se reduce a consignar un saldo de
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“33 heridos y docenas de golpeados e intoxicados”, debido a la utilización de gases lacrimógenos, Ojo! habla de muertos, por lo menos de uno: un empleado bancario herido por una bala perdida. La tonalidad del discurso con base en la información es claramente divergente entre uno y otro medio. Para García y Quiñones este fue un momento especialmente climático de la confrontación social con el Estado, pues hasta entonces “no había ocurrido nada grave”. Y con esa intensidad lo muestran. Por otro lado, las imágenes del periódico y su propio contexto editorial muestran la agresividad inherente a los manifestantes al enfrentar a policías y bomberos que en cumplimiento del deber procuran restablecer el orden. De alguna forma pretenden caracterizar a los manifestantes como iniciadores o provocadores de la violencia y no como quienes se resisten a ella. Contrariamente a los señalamientos de Ojo! en relación a la gravedad de esos sucesos, en las imágenes del diario aparecen personas lesionadas que caminan por su propio pie y son canalizadas para su atención médica. La serie fotográfica presentada por Ojo! muestra la intensidad con la que se vivieron los hechos referidos, específicamente los sucedidos en los alrededores del Monumento a la Revolución. No muestra a los estudiantes en un ademán “agresivo”, pero sí los exhibe en una actitud activa de confrontación, lucha y rebelión. La quema de autobuses –detallada en por lo menos dos imágenes– ilustra ese ánimo. Una fotografía resulta altamente simbólica. Un camión incendiado bajo el Monumento a la Revolución provoca que este símbolo patrio, conmemoración de la gesta armada de 1910, aparezca envuelto por el humo como “una lámpara votiva colosal”, de acuerdo al texto que la acompaña. Pero el simbolismo va más allá: el humo que rodea al camión, las llamas y la gente a su alrededor representan la inconformidad social contra un sistema político que, asumiéndose como heredero de la Revolución, sólo mantenía su existencia en el discurso demagógico, cuyas premisas ya no animaban las prácticas y proyectos del Estado. Así, la Revolución, entre el fuego y el humo, era sólo aquélla del discurso, la que cobijaba a gobiernos “revolucionarios” que en realidad no lo eran. Bajo las inercias de la modernización de esos años, cada vez era más claro el gradual alejamiento de las reivindicaciones sociales. El cuarto y último fotorreportaje, dedicado a los hechos en los que la participación estudiantil encabezó el descontento social, es “Culto al Sol” (págs. 10 y 11), y resulta también muy simbólico. Tanto el texto como las imágenes señalan distintos momentos de las manifestaciones estudiantiles en las que la utilización del fuego surgió como una característica particular de las mismas, ya fuera por el uso de antorchas en las marchas o por la quema de autobuses y casetas de policía. 83
La referencia a reminiscencias de carácter prehispánico, en las que el fuego constituía uno de los elementos centrales de la cosmogonía al asociársele con el Sol, fuente de la vida y divinidad suprema, permite vislumbrar una de las composiciones que representa con mayor fuerza la propuesta editorial de Horacio Quiñones. La selección que realizó dio como resultado este artículo en el que aparece el fuego como purificación. Al quemar las estructuras obsoletas, el fuego permite el surgimiento de lo nuevo, en abierta alusión al Fuego Nuevo mesoamericano. Esta propuesta se deja sentir en las líneas del texto, donde hay una toma de posición sobre la renovación que se esperaba trajeran aparejados los sucesos ocurridos. Pero a la manera del antiguo Pueblo del Sol, el fuego en forma de antorchas se revela como guía y arma para el combate. El elemento anima las marchas y da poder a los manifestantes que al portarlo en sus manos, sienten la fuerza necesaria para iniciar su lucha: se revelan como míticos ejércitos. Ejemplo nítido de lo anterior es la fotografía de la portada misma de Ojo!, una de las imágenes icono de Héctor García. Al ser reproducida una toma similar al inicio de la serie referida, la imagen de la portada cobra mayor fuerza simbólica, conjugando una serie de elementos: el contingente alineado, sus integrantes enarbolando antorchas como largas lenguas o puntas de lanzas, y al fondo, el Monumento a la Revolución con toda su carga simbólica, que no sólo da sentido al título de la publicación, sino que sintetiza algunas de las líneas fundamentales de la propuesta editorial. En un principio, el gobierno presentó a los estudiantes una propuesta de negociación, que incluía la remoción definitiva del aumento a las tarifas, así como el mejoramiento del transporte, la liberación de los estudiantes detenidos y el retiro de los militares de los alrededores de Ciudad Universitaria. Sin embargo, fue la amenaza del uso de la fuerza pública en el informe de gobierno del Ejecutivo, la que motivó la devolución de las unidades retenidas por los estudiantes: En los últimos días diversos grupos de estudiantes universitarios y de otros institutos, aduciendo inconformidad con la autorización derivada del dictamen de la Comisión que conoció de este asunto para elevar en proporción muy modesta las tarifas de autotransporte de pasajes en esta capital –autorización derivada de peticiones de aumentos de prestaciones a los trabajadores de los mismos, quienes habían formulado sus peticiones de aumento desde enero último–, han cometido actos ilícitos y llegado a veces a depredaciones. El Estado ha vuelto a actuar con el mismo criterio para desentrañar si la inconformidad expresada es explicable y, entre tanto, para poner coto a las agitaciones ha tenido que emplear medidas de orden público. La nación entera ha condenado estos hechos considerando que por mucha razón que tuvieren algunos sectores para pedir lo que en justicia creían merecer, no
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es posible que el Estado permita que para obtenerlo utilice procedimientos perjudiciales al resto de la sociedad. Tengo la certidumbre de que los autores de esos inexcusables sucesos recapacitarán sobre sus graves faltas, tendrán una conciencia más clara de sus responsabilidades, y no volverán a oír ninguna incitación al desorden. Muy a mi pesar, pero con toda entereza debo decirlo: en caso de que esas situaciones se repitieren, el Gobierno las reprimirá con la máxima energía, salvaguardando el afán de todos los mexicanos: no interrumpir su trabajo, lograr su bienestar y, ante todo y sobre todo, mantener la tranquilidad indispensable al progreso de la nación.7
De esta forma y contrariamente a lo observado en el material fotográfico, fundamento de este libro, el investigador Mendoza Rojas afirma que: “los estudiantes habían recibido una amonestación paternal del presidente y se resolvía el conflicto sin choques violentos, a diferencia del trato dado por el gobierno a obreros y maestros, que fueron violentamente reprimidos.” 8 Lo cierto es que los enfrentamientos violentos se dieron porque una parte de los estudiantes buscaba articular la lucha estudiantil con la obrera, pero una parte de la dirigencia mostraba respeto por el orden constitucional y aprovechó el conflicto para autopromoverse y conseguir mejores posiciones políticas.
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Después de uno de los habituales conflictos en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Presidente Ávila Camacho intervino para lograr el consenso entre los distintos grupos de poder de la institución. Se estableció así una Junta de ex rectores que nombraría rector al Dr. Alfonso Caso, con la consigna de convocar a un Consejo Universitario Constituyente que propusiera una nueva Ley Orgánica. Una vez que ésta estuvo lista, le fue presentada al presidente Ávila Camacho, quien a su vez la envió al Congreso de la Unión para su aprobación. La Ley entraría en vigor el 6 de enero de 1945. Javier Mendoza Rojas, Los conflictos de la unam en el siglo xx, México, cesu-unam, Plaza y Valdés, 2001. (Educación Superior Contemporánea), pp. 115-117. El único requisito impuesto por parte de la Dirección de Tránsito para hacer efectivo el aumento tarifario a las empresas camioneras, fue que éstas aumentaran los salarios de sus trabajadores. Véase “Se autorizó ya el alza de tarifas en los camiones”. Excélsior, núm. 15200, 21 de agosto de 1958, p. 1ª. “En lugar de mejoría, unos choferes recibieron descuentos más elevados”. Excélsior, núm. 15201, 22 de agosto de 1958, segunda parte, p. 4. Gilberto Guevara Niebla, La democracia en las calles: crónica del movimiento estudiantil mexicano, México, Siglo xxi, iis-unam, 1988. p. 21. Excélsior, núm. 15204, 25 de agosto de 1958, p. 1ª. “El Sr. Adolfo Ruiz Cortines, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1° de septiembre de 1958”, en Los presidentes de México ante la Nación, tomo iv, 2ª ed., México, H. Cámara de Diputados, 1985, pp. 1005-1006. Javier Mendoza Rojas, op. cit. p. 120.
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Héctor García. Manifestación del Movimiento Revolucionario Magisterial. Ciudad de México, 6 de septiembre de 1958. Fundación Archivo Héctor García.
La lucha magisterial
Otro movimiento importante fue el de los maestros. Como consecuencia de los esfuerzos del régimen en materia educativa, el gobierno de Manuel Ávila Camacho había logrado la unificación de las organizaciones sindicales magisteriales en una sola: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte), que no había escapado a la imposición de líderes con tendencias oficialistas para facilitar el control gubernamental e impedir una verdadera democracia sindical. Asimismo, a partir del régimen de Ávila Camacho, los subsiguientes gobiernos favorecieron a los maestros con constantes aumentos salariales, al grado de que los incrementos presupuestales en el ámbito educativo se canalizaron en un amplio porcentaje al aumento salarial de los maestros. El presidente Ruiz Cortines lo manifestó así en su informe presidencial de 1954: Fiel a estos principios, el actual Gobierno ha venido otorgando aumentos al presupuesto destinado a la educación pública del país, para el presente ejercicio, la H. Cámara de Diputados aprobó originalmente la cantidad de 607 millones de pesos, pero la necesidad de ampliar los servicios educativos y el mejoramiento de los sueldos del Magisterio, determinarán que el presupuesto real para el presente ejercicio sea de 706 millones de pesos. Esta suma representa un aumento de 60 por ciento en los dos últimos años. Las percepciones de los maestros han aumentando en el mismo período un promedio de 40 por ciento. 1
Pero estos esfuerzos en términos de política salarial a la larga no pudieron contener los reclamos de los maestros por mayores salarios, mejores condiciones laborales y una anhelada democratización sindical. 91
De manera similar al caso de los ferrocarrileros, las movilizaciones por parte de la base sindical se dieron en un principio por mejoras económicas. La coyuntura fue la negociación salarial de la Sección ix del Distrito Federal en 1956, cuando debido a la tibia y entreguista negociación de la dirigencia nacional, los maestros de la sección impugnaron a su líder. Encabezados por Othón Salazar y Encarnación Pérez Rivero, la oposición inició un movimiento contra el liderazgo sindical oficial que, bajo la consigna de un mayor aumento salarial, terminó cuestionando a la representación sindical. En un congreso independiente, organizado ante la negativa del Comité Ejecutivo Nacional del snte para dar su aval a la celebración del oficial, los maestros eligieron a Othón Salazar como Secretario General de la Sección ix del snte. La dirigencia nacional desconoció este hecho y designó una comisión para encabezar dicha sección, por lo que a lo largo de 1957 existieron dos dirigencias paralelas. Ese mismo año, la Junta Nacional de Conciliación y Arbitraje falló a favor de la dirigencia nacional y, en consecuencia, de la comisión designada por ésta. En respuesta, el grupo independiente formó el Movimiento Revolucionario Magisterial (mrm) para defender la dirigencia seccional independiente, logrando conformar una amplia base entre los maestros y despertar simpatías entre los estudiantes normalistas, adquiriendo así la fuerza necesaria para enfrentarse a la dirigencia nacional y ejercer fuertes presiones sobre el gobierno. Este movimiento entraría en acción en abril de 1958 con un mitin en el Zócalo en el que se plantearon demandas que en dos años no habían sido atendidas. El mitin fue duramente reprimido por la policía pero esto, lejos de desmoralizar a los maestros, hizo que reaccionaran con más fuerza, declarando una huelga en todas las primarias del Distrito Federal. El acatamiento del paro en la mayoría de las escuelas para finales de ese mes demostró la fuerza del movimiento. El 25 de abril el mrm entregó su pliego petitorio a la Secretaría de Educación Pública –encabezada a la sazón por José Ángel Ceniceros– en el que: Solicitaban un 40 por ciento de aumento a sus salarios, elevación a nueve pesos diarios de sueldos suplementarios y que el 10 por ciento de los sobresueldos se incorporara al sueldo nominal para los efectos de jubilación. Pedían además que las autoridades educativas concedieran el importe de dos meses de salario como aguinaldo y sesenta pesos al mes para ayuda de gastos en los transportes para los que trabajaran en el centro y noventa para los que laboraran en zonas intermedias. También deseaban que se les construyera un sanatorio y suficientes guarderías infantiles. 2
La Secretaría de Educación se negó a entablar pláticas con el mrm, aduciendo su ilegitimidad, al no contar con el reconocimiento y anuencia del snte. El camino escogido para presionar fue instalar un plantón en los patios del edificio de la 92
Secretaría que duró varios días ante lo cual el gobierno se vio forzado a negociar con una comisión de los maestros en huelga. Finalmente, a mediados del mes de mayo, el gobierno mostró una actitud conciliadora y ofreció pagar los sueldos a los huelguistas y mejorar las percepciones del magisterio. Con esto, el mrm se vio obligado a levantar el plantón en la sep y la huelga misma. La presión ejercida por el movimiento magisterial había conseguido la atención de sus demandas económicas, pero no el reconocimiento oficial de su dirigencia. Sin embargo, no cejaron en su empeño y en agosto se dio luz verde para la celebración del Congreso de la Sección ix con el fin de renovar la dirigencia. De forma paralela se celebraron dos congresos, uno organizado por la directiva oficial del snte del que resultó electa como Secretaria General Rita Sánchez, y otro organizado por el mrm, donde se refrendó el liderazgo de Othón Salazar. Esto motivó el regreso de la disidencia magisterial a las movilizaciones, sólo que ahora la respuesta del gobierno fue la represión. El 6 de septiembre se manifestaron pese a la prohibición expresa de la autoridad, lo que ocasionó violentos enfrentamientos al impedírseles tomar las calles. La protesta fue reprimida con violencia y los líderes del movimiento, Othón Salazar y Encarnación Pérez, fueron encarcelados. No serían liberados sino hasta después de la toma de posesión de Adolfo López Mateos, el 5 diciembre de 1958. Dos fotorreportajes abordan con distintos matices lo sucedido en la marcha de los maestros para exigir el reconocimiento oficial de Othón Salazar, como Secretario de la Sección Sindical ix. Esta manifestación se efectúo el 6 de septiembre, el mismo día en que Salazar fue detenido durante la madrugada. Para entonces, los maestros habían quedado prácticamente solos en la lucha por sus demandas y el Estado había empleado toda su fuerza para acallar cualquier disidencia, tras la intensidad de las semanas y los meses anteriores. De esta manera, “Maestros apaleados por ‘órdenes superiores’” (págs. 8 y 9) y “El respeto al derecho es la paz” (págs. 12 y 13) sintetizan la brutal represión sufrida por los docentes, recalcando el rompimiento del orden constitucional al impedirse de manera violenta el derecho a la libertad de manifestación y expresión por parte de los trabajadores magisteriales. La puesta en juego de las imágenes, editorialmente hablando, desborda las páginas en estos artículos fotográficos. Algunas secuencias de los sucesos están dispuestas de tal forma que consiguen una gran fuerza narrativa, guiando al lector en un lenguaje de continuidad. Incluso la serie de las páginas 12 y 13 se encuentra numerada para no dejar abierta ni la más mínima posibilidad de equivocación en la lectura. En la primera serie se destaca la impotencia de los maestros; la imposibilidad de ejercer sus derechos y obtener así justicia. Aparece un niño en primer plano con 93
el pánico reflejado en el rostro, un maestro con la cara cubierta de sangre siendo llevado por los paramédicos, policías disparando gases lacrimógenos, una maestra confrontando verbalmente a un agente. Escenas que en su conjunto hablan del atropello sufrido por los maestros a manos de las fuerzas policiacas que, sin recato, los atacaron y sometieron. El periódico Excélsior también dio cuenta de los hechos mediante imágenes. A través de ellas muestra distintos aspectos de cómo los maestros fueron reducidos violentamente por la policía. En este sentido, las fotos no difieren mucho del material mostrado por Héctor García en Ojo! Sin embargo, la puesta en diálogo de las cuatro imágenes, publicadas ese día en el diario, muestran aspectos aislados que destacan la acción eficaz de la policía para someter a los manifestantes. Además, los textos responsabilizan a los maestros de los hechos, señalándolos como intransigentes, al tiempo que minimizan los resultados de la refriega: “Otro alboroto fue reprimido con energía”, “Agitadores profesionales son los culpables de todos los disturbios” (Últimas Noticias 2ª edición)3 ; “40 heridos y más de cien detenidos en los disturbios de ayer”, “Gases y porrazos al por mayor en varias calles” y “Los othonistas insistieron en el desfile que había sido prohibido” (Excélsior). 4 Un día después se asentaba que la manifestación de los “adictos al agitador Othón Salazar” se vio frustrada ante “enérgica acción de la policía”, con un saldo de diez víctimas en grave estado, cuatro heridos por disparos de bala y 118 intoxicados por gases. Al día siguiente ya había 208 detenidos (Excélsior). 5 Las imágenes del segundo fotorreportaje de Ojo! juegan con varios elementos para establecer un discurso significativo. Se vuelve a mostrar, con la Torre Latinoamericana como fondo, la participación de las mujeres: el contingente de educadoras enarbola una manta en la que exige el reconocimiento de su sección por parte de la dirigencia sindical. El simbolismo se hace nuevamente presente. La fotografía en la que aparece un grupo de manifestantes en el Hemiciclo a Juárez y la contigua, en la que éstos corren para protegerse de los gases lacrimógenos, es aprovechada para dar cuenta de que los preceptos que fundamentan el estado de derecho son violentados en perjuicio de los maestros. Y por último, la secuencia de cinco imágenes en la parte superior derecha de esas dos planas, acusa la brutalidad con la que los policías sometieron a los maestros. A diferencia de la aparente pasividad de las corporaciones policiacas al inicio de la “semana ardiente”, o de la relativa paridad de fuerzas en los enfrentamientos en los que participaron los estudiantes junto a los trabajadores, aquí la acción de las fuerzas del orden se da sin ningún límite. La forma en que un paramédico, de acuerdo con el pie de foto, es golpeado por un grupo de policías, es prueba de ello. 98
La publicación cierra con el artículo “Principio de autoridad” (págs. 14 y 15), en el que se muestra la actuación de las fuerzas policiacas durante estos hechos. Los rostros nos hablan de la gradual agresividad que fueron adquiriendo las fuerzas del orden con el paso de las semanas referidas, aunque el texto la atribuye más bien al “natural fastidio de la policía” que al manejo de los tiempos políticos por parte del gobierno. Tal y como la misma revista lo fue mostrando en su discurso, el momento de mayor agresividad por parte de la policía fue cuando enfrentaron a los maestros, en las primeras semanas de septiembre. Las imágenes ilustran cómo empezó a ejercerse el “principio de autoridad”, con la ayuda del cuerpo de bomberos, que interactuaba de manera un tanto lúdica con los manifestantes, lanzando chorros de agua. El uso de los bomberos en la contención de las protestas sociales era algo común en esos años. Así, esta corporación hizo su aparición en los primeros días de las manifestaciones estudiantiles. De los chorros de agua se pasó a los gases lacrimógenos con el fin de dispersar a los manifestantes o, como en el caso de los trabajadores de Pemex, para desocupar edificios. Pero aun así, Quiñones consideraba que “los gases sólo hacían llorar, [y] no lastimaban seriamente a nadie”. El ejército se utilizaba para resguardar los edificios oficiales y como fuerza disuasiva, como cuando rodeó Ciudad Universitaria pero no intervino propiamente en los enfrentamientos. Su actividad más relevante se dio al participar en el desalojo de los trabajadores del edificio de Petróleos Mexicanos en una situación de absoluto control. El incremento de la violencia estuvo a cargo de los granaderos, quienes portaban incluso armas de fuego. Los acercamientos muestran el equipo utilizado: cascos, pañuelos para protegerse de los gases lacrimógenos (aunque la revista aventura, irónicamente, que en realidad se cubrían la cara “por vergüenza”), fusiles lanzagranadas o de balas. Pero sobre todo, ellos denotan una fiera actitud para el enfrentamiento, ya que como lo indica uno de los pies de foto, [el granadero] “no sabe si tendrá que asesinar un momento más tarde, o ser asesinado”. Han dejado de lado los fusiles lanzagranadas para portar los de balas. En estas circunstancias no es de extrañar que, en contra de lo difundido por la prensa oficial en la que sólo se habla de golpeados o intoxicados, en los momentos más álgidos haya corrido la sangre. Y en este sentido resulta un excelente corolario iconográfico la fotografía de la contraportada de Ojo! que, con toda su fuerza visual, da cuenta de ello. La propia publicación sería víctima de la represión: su distribución fue combatida y la policía tomó la imprenta. El autoritarismo de la época no toleró la existencia de Ojo!, por lo que el número que es materia de este análisis, fue el único que vio la luz, truncándose así esta propuesta editorial. 99
John Mraz afirma que tanto García como Quiñones sortearon el problema de la difusión, gracias a un amigo mutuo que se encargó de distribuirla. El tiraje, que incluía fotos inéditas acompañadas de textos con un claro tono de denuncia, se agotó en un día, por lo que el distribuidor solicitó más ejemplares. Héctor García encargó a Quiñones diez mil ejemplares más, y éste no pudo ser más contundente al responderle: “¡A ver dónde te metes, porque ya pasó la chota por la imprenta y se llevaron hasta los grabados!”. 6 Evidentemente el tono discursivo de la revista, tanto el textual como el iconográfico, no había sido bien recibido por la autoridad, al grado que incluso los niños voceadores que se encargaban de distribuirlo en las calles fueron perseguidos por la policía para arrebatarles la publicación. 7 La revista vio así su nacimiento y su desaparición, ya que no saldría a la luz ningún número más. Paradójicamente, Héctor García recibiría por estas mismas fotografías el Premio Nacional de Periodismo 1959. Mraz apunta: Con el movimiento aplastado y sus líderes encarcelados, el gobierno premió fotografías que antes fueron censuradas. Noticia convertida en arte permitió al gobierno la reconstitución de su fachada de tolerancia democrática. 8
Héctor García recibió el premio a la mejor secuencia fotográfica, que aparece en el fotorreportaje “El respeto al derecho es la paz” (págs. 12 y 13), en la que un paramédico es golpeado por un grupo de policías.
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“El Sr. Adolfo Ruiz Cortines, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1° de septiembre de 1958”, en Los presidentes de México ante la Nación, tomo iv, 2ª ed., México, H. Cámara de Diputados, 1985, p. 813. Aurora Loyo, El movimiento magisterial de 1958 en México, México, Era, 1979, p. 50. Últimas Noticias 2ª edición, núm. 7742, 6 de septiembre de 1958, p. 1. Excélsior, núm. 15217, 7 de septiembre de 1958, p. ia. Ese mismo día, otro diario de circulación nacional, El Universal, consignaba: “La policía impidió el desfile de unos maestros agitadores”, “Declaraciones de Gobernación. Cumple el gobierno su deber”, “Tuvo que recurrir al uso de las granadas de gases” y “Agitadores detenidos” en El Universal, núm. 15147, 7 de septiembre de 1958, p. ia. Excélsior, núm. 15218, 8 de septiembre de 1958, p. ia. Héctor García, “Imagen del vallejismo” [en línea], Milenio Semanal, núm. 145, perversión [México]. Disponible en: http://www.milenio.com/semanal/145/perversion.htm [15 enero de 2009, 20:33hrs.] Mencionado por el fotógrafo Marco Antonio Cruz en la presentación del libro de Norma Inés Rivera, Pata de perro. Biografía de Héctor García. Palacio de Bellas Artes, 19 de abril de 2009. John Mraz, “Ojo! Una revista que ve”, en Luna Córnea, núm. 26, mayo-agosto de 2003, p. 74.
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Rodrigo Moya. Una maestra interpela a un granadero, en defensa de un manifestante del Movimiento Revolucionario Magisterial. Ciudad de MĂŠxico, agosto de 1958. CortesĂa del autor
Resignificación y contexto fotoperiodístico
Resulta interesante señalar que si bien estas fotografías de Héctor García no fueron utilizadas en Excélsior para dar cuenta de los hechos de la “semana ardiente”, por lo menos una de la serie que compone este último fotorreportaje fue utilizada en esos mismos días en la edición vespertina de Últimas Noticias 2 ª edición, pero con una significación totalmente distinta. Publicada en la columna “F 2.8. La vida en el instante” de Héctor García, el pie plantea con cierta ironía el sentido de la inocente cotidianidad con que los policías llevaban durante esos días paliacates como si se tratara de parte de su uniforme, pero sin extenderse en el uso de esa prenda. Asimismo resulta relevante constatar que, debido a la cercanía con que los fotoperiodistas trabajaban, no es extraño encontrar en sus distintos materiales referencias a los mismos momentos e incluso tomas que parecen casi idénticas. Algunas de las imágenes incluidas en Ojo! corresponden a series fotográficas producidas por Rodrigo Moya, lo que implica la presencia de los dos profesionales de la lente en el mismo momento y lugar. Un ejemplo lo constituyen precisamente las imágenes de la secuencia ya comentada, de la página 9, en que una maestra confronta a un policía. Moya posee una foto de la misma maestra en ese mismo contexto y circunstancia. En las siguientes fotografías volvemos a encontrar esta situación pero como parte de otra secuencia. En las páginas 12 y 13, un hombre es salvajemente golpeado en el piso por un grupo de policías que se ensañan con él. Ojo! refiere que se trata de un enfermero de una de las ambulancias que acudieron a atender a los heridos de la represión magisterial del 6 de septiembre. 105
Aunque Rodrigo Moya advierte que en realidad se trata de un maestro, el hecho es que con sus imágenes deja constancia de estos incalificables actos represivos por parte de la policía. Sin embargo, señala que sus tres fotografías forman parte de una misma secuencia y que el granadero que aparece en primer plano, cuando los policías están pateando al hombre tirado en el suelo, en realidad está intentando apartarlos al grito de: ¡Ya déjenlo! Aclara también que se trata del mismo personaje que aparece en la primera imagen cuando es interpelado por la maestra ya referida, y que es posible que debido a ese reclamo, el granadero se haya sensibilizado, al grado de defenderlo de la agresión de sus propios compañeros. Por último, otras de las fotografías que fueron tomadas por el mismo Moya durante esos días, se publicaron ocho años más tarde en un reportaje de la revista Sucesos para todos, en el que el fotoperiodista reflexiona sobre la violencia de Estado en nuestro país. El reportaje viene acompañado de 19 fotografías de su archivo personal, la mayoría pertenecientes al movimiento estudiantil, magisterial y ferrocarrilero referido en el presente trabajo. Publicadas mucho tiempo después, a considerable distancia de los acontecimientos, y resignificadas en este contexto temporal y periodístico, estas imágenes son una constancia de las múltiples semejanzas en la obra de los fotoperiodistas de la época.
Rodrigo Moya. Agresión a un maestro durante el llamado “Verano del descontento”. Ciudad de México, agosto de 1958. Cortesía del autor
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Reportaje gráfico “La violencia en México”, con texto de Pinco Palino y fotografías de Rodrigo Moya. Sucesos para todos, núm. 1756, 21 de enero de 1967, pp. 22-41. Acervo Hemeroteca Nacional de México, unam.
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Héctor García. ¡Córrele! Ciudad de México, ca. 1947. Fundación Archivo Héctor García.
una propuesta editorial distinta en tiempos de insurgencia
La relevancia histórica de Ojo! Una revista que ve radica en que forma parte sobresaliente de un proceso histórico coyuntural, en el que se constituye como parte de una visión contestataria hacia un régimen que, cada vez más alejado de las premisas revolucionarias, emprendía una serie de políticas de carácter económicosocial encaminadas a privilegiar a reducidos sectores de la sociedad mexicana. La originalidad de las imágenes que componen la publicación, su propuesta editorial, el hecho de que surgiera en ese preciso momento y la reacción de la autoridad ante su aparición, la convierten en un importante actor de los sucesos que se desarrollaban en esos días. En Ojo!, como en otras escasas publicaciones de la época –Política, La Nación–, se proyecta y materializa el sentir de una parte de la sociedad que, inconforme con los efectos desiguales de la modernización emprendida por los regímenes posrevolucionarios de mediados del siglo xx, aprovecha la coyuntura política para manifestar su descontento y luchar por revertir su precaria condición económica y lograr mecanismos democráticos que mermen el autoritarismo propio de esos gobiernos. Como parte de esta situación, Héctor García muestra, a través de la fuerza de la composición visual de su obra en particular y de la propuesta editorial de Ojo! en general, una representación de los sucesos que contrasta con la promovida por los medios impresos que, plegados a los intereses oficiales, intentan justificar la acción gubernamental y denostar a los grupos que han decidido confrontarlo. De esta forma, los movimientos ferrocarrilero, magisterial, petrolero y estudiantil encuentran voz en esta propuesta editorial. En un ambiente dominado por las grandes publicaciones periódicas, que hacían eco del discurso gubernamental, Ojo! contrasta por su significación y su discurso novedoso consecuente con el momento de insurgencia civil que se vivía. 109
La comunión entre las imágenes de Héctor García y los textos de Horacio Quiñones deviene en una propuesta editorial con un claro sentido de denuncia con respecto al Estado. En este sentido, se aprovecha el material fotográfico de Héctor García para hacer una síntesis de los sucesos acaecidos a lo largo de tres semanas, con énfasis en la primera, pero enfatizando cómo esos eventos culminaron en la represión y ataque definitivo contra el movimiento magisterial. Ojo! difiere de publicaciones semanales análogas, que dieron otro tratamiento editorial a estos sucesos, y no lograron la misma intensidad en su cobertura. Esto se constata en los temas centrales abordados por las ediciones de estas revistas hacia la fecha de aparición de Ojo!, que giraban en torno a otros protagonistas para desaparecer mediáticamente a quienes en ese momento seguían en las calles con sus demandas, recibiendo un trato represivo por parte del Estado. Las fotografías publicadas en los medios periodísticos convencionales respondían a las necesidades mediáticas del momento, obligado, como estaba, el fotoperiodista a cumplir varias órdenes al día. Desde el punto de vista editorial, las fotografías utilizadas funcionan como meras ilustraciones de las notas periodísticas, con imágenes donde abundan las tomas abiertas y multitudinarias. Pero también en el caso de Excélsior hay una desproporción en la cobertura de los distintos eventos de esas semanas. Atendiendo a su línea editorial, su aparición diaria no impidió que el número de imágenes publicadas sobre la represión sufrida por el movimiento magisterial se redujera considerablemente. Las fotografías que forman parte de Ojo! son muestra del estilo documental y la calidad estética del autor. Una característica sobresaliente de estas imágenes es su claro acercamiento a los sucesos, que logra evidenciar múltiples detalles, en lo compositivo y lo informativo, que dan representación a quienes suelen aparecen en el anonimato de las multitudes. Así, los manifestantes adquieren rostro, identidad y representatividad, pero también voz en los acercamientos a las pancartas donde se exponen sus demandas. Las imágenes de Héctor García muestran diversos aspectos y acercamientos de las marchas, así como a sus participantes. En cambio, en los amplios encuadres de las tomas reproducidas en Excélsior, todo detalle se pierde. Varias de estas imágenes ilustran la participación de las mujeres en estas movilizaciones. Mientras que la prensa oficial en ningún momento presenta a las mujeres jugando un papel dinámico, las fotos de Héctor García las convierte en constructoras de estos sucesos y en activas participantes de la lucha social. De igual forma, estas imágenes muestran una notable plasticidad y, al mismo tiempo, una poderosa carga simbólica. Las representaciones de los monumentos 110
citadinos como el Monumento a la Revolución, la Torre Latinoamericana o el Hemiciclo a Juárez, en juego o diálogo con los elementos de los sucesos, devienen en composiciones que destacan por su calidad estética, pero sobre todo por un simbolismo que se hace representación y discurso explicativo. Este discurso proveniente de la composición simbólica de la imagen se corresponde con el sentir de inconformidad de los sectores movilizados, pero dicho ánimo trasciende el momento coyuntural y se convierte en percepciones de mayor amplitud temporal e interpretativa hacia un sistema político y económico que gradualmente ha ido abandonando las premisas de la Revolución. Es decir, ha hecho a un lado los proyectos orientados a satisfacer las reivindicaciones populares y a disminuir la desigualdad social. Por otra parte, la utilización de secuencias fotográficas es un elemento relevante, ya que establecen una lógica narrativa y explicativa sobre los acontecimientos que registran. Insertas en la amplitud de los fotorreportajes, estas secuencias se convierten en pequeñas historias que apoyan el discurso de lo sucedido. Si bien es claro que la propuesta editorial de Ojo! contradice el discurso mediático general de la época, no sucede así con el historiográfico que refiere a esos hechos, pero sí contribuye a dimensionar y complementar, a través de la fuerza de la imagen y de la construcción retórica que resulta de la puesta en escena de esas imágenes, las interpretaciones y explicaciones que algunas líneas historiográficas establecen al abordar esos años y sus contextos. En relación con el movimiento estudiantil, la publicación significa una fuente importante para conocer una insurgencia sobre todo universitaria, que ha sido tratada tangencialmente por la historiografía de los movimientos estudiantiles en México, a la vez que se ha minimizado su importancia a la luz de los acontecimientos de 1968 y no en base a un análisis puntual de su significación real dentro del contexto de la época. De igual forma, las imágenes contradicen las interpretaciones que establecen un trato benévolo del Estado hacia los estudiantes, que como queda constatado, llegó a ser duro en algunos momentos, aunque la amenaza presidencial, las concesiones hechas y las inercias propias de las organizaciones estudiantiles de la época que finalmente no cuestionaron a fondo al sistema, determinaron que este movimiento fuera intenso, explosivo, pero finalmente fugaz. Las fotografías de Héctor García presentadas en esa publicación son muestra y producto de su personalidad, tanto de su sensibilidad estética como social. Su visión crítica de la realidad en la que se desenvuelve es un elemento importante para comprender la intención, contenido y significado de su producción fotográfica. A través de la fotografía, Héctor García mostró las contradicciones sociales del 111
México de mediados de siglo. Con su lente captó una gran cantidad de escenas cotidianas que revelaron los extremos sociales. Al respecto, y tomando como punto de partida una de sus fotos clásicas, Cada quien su grito, Alfonso Morales señala: Héctor García, un fotógrafo que ha sabido aprovechar las contradicciones del nacionalismo –en alguna medida la “felicidad de los hombres tristes”, como tituló a una de sus exposiciones internacionales– asistió con frecuencia al foro en que se representaba la más ruidosa autocelebración de los mexicanos. Cada quien su grito, la imagen de una pareja de catrines y una familia de plebeyos compartiendo una acera próxima al Zócalo en una de esas noches septembrinas, es la síntesis de una crónica dedicada a documentar las diferencias que la fiesta tenía para distintos participantes, dependiendo del lugar al que hubieran sido invitados. 1
La producción fotográfica de García documenta intencionalmente una parte de la realidad citadina, aquella que no cabía en la representación oficial, porque no daba prueba de los supuestos beneficios de la modernización y el auge económico. Sus imágenes, sin duda, cuestionaron y contradijeron dichos beneficios, dando visibilidad a diferentes grupos marginales y mostrándolos en blanco y negro. Sus reportajes, que difundió en revistas, periódicos y exposiciones, les dieron un lugar y un significado. Pero cabe señalar que esto no era privativo de su persona y que por el contrario, compartía criterios y códigos visuales con algunos de sus colegas, y también posturas ideológicas y percepciones sociales. Más que hacerlo destacar en el medio de su época, esto lo hizo formar parte de una corriente que tanto en el ramo del fotoperiodismo como en el ámbito cultural en general, estaba enfocándose en el cuestionamiento de la desigualdad social y la estructura autoritaria del Estado. Las fotografías de Rodrigo Moya reproducidas en este trabajo, ilustran lo anterior pero también las dinámicas de las prácticas laborales de los reporteros gráficos, que los hacen coincidir en determinados momentos y en los objetos o situaciones representadas. En resumen, Ojo! Una revista que ve es un testimonio, entre otros varios, cuya apuesta fundamental es la imagen en relación a una coyuntura histórica que a su vez sólo es parte de procesos más largos dentro de la historia contemporánea de nuestro país.
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Alfonso Morales, “Cada quien su grito”, en Luna Córnea, núm. 26, mayo-agosto de 2003, p. 305.
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Este libro se terminó de imprimir en agosto de 2012 en los talleres de Gráfica, Creatividad y Diseño S.A. de C.V. Tiraje: 1000 ejemplares