263
Carta a los muertos
1
por Marlon T. Riggs
Q
UERIDOS CAMARADAS, AMANTES, AMIGAS, FAMILIA:
Hace solo unos días, y por lo que pareció ser la enésima vez, vi Tongues Untied, en esta ocasión en Clemson, Carolina del Sur, ni más ni menos. En una sala repleta de blancos de una ciudad universitaria bastante parecida a esa sala, miré la pantalla y tu imagen apareció, fugaz. Qué extraño fue, en un entorno tan ajeno, verte allí, imponente, cantando, vivo, todavía. Presté oído a la musicalidad de tu voz —¡cuánto me recuerdas otras voces de siglos atrás!—, los crudos tintes de tu tenor mezclando inflexiones y ritmos de ascendencia esclava en un himno, en una declaración de libertad a golpe de doo-wop.2 Elements of Vogue
Escuchaba y recordaba: la noche del estreno en San Francisco, menos de dos años antes, tú yacías en la cama de un hospital público, postrado por la neumocistosis. ¿Recuerdas? Te dediqué el estreno a ti, y a tu pronta recuperación. Y, al verte días después, tu orgullo y regocijo fueron de inmediato patentes. Era tal la claridad de tus palabras, tal la confianza en ti mismo. Tú solo, te levantaste de la cama y fuiste al cuarto de baño. Al verte pensé: yo he estado en las mismas, si bien por distintas razones, y sé cuánto esfuerzo —cuánta voluntad— requiere la simple tarea de levantarse a orinar.