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Sumisión química
CUELLAR CAMPUZANO JUAN MANUEL
Licenciatura en Ciencia Forense Estado de México
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Foto: Internet
Dentro del modus operandi el asegurarse de acceder a la víctima elegida es una condición importantísima que produce la consumación del iter criminis, o bien, un fracaso rotundo.
Parra asegurarse de poder acceder a la víctima, los y las victimarias desarrollan métodos de aproximación y captura muy característicos de sus fantasías, por ejemplo, si un victimario espera atrapar a su víctima y escucharla gritar, es muy probable que evite medios contusos o químicos que la dejen inconsciente, pugnando por métodos de amagamiento y sujeción. Por otra parte, victimarios que busquen asegurar la captura, y además, evitar ser descubiertos, o bien, evitar que duden de sus coartadas, seleccionan métodos para evitar la resistencia física e inclusive mental de la víctima para poder cometer el acto que la ley prevé como delito. Esto es a lo que llamamos la sumisión química.
Lamentablemente el uso de sustancias para someter y reducir a las víctimas se centra en delitos sexuales, pudiendo presentarse también en casos de robo, agravando el daño psíquico que las víctimas sufren tras el propio acto sexual, pues no pudieron oponer resistencia, o bien, pedir ayuda, lo que genera aún más culpa.
Generalmente las sustancias utilizadas poseen características físicas y químicas que las hacen imperceptibles a los sentidos y efectivas para lograr su objetivo: ser incoloras e inoloras, y ser de acción rápida y corta duración (Folgar y Boubeta, 2015). Aunque generalmente las sustancias se presentan en estado líquido, también es común que se encuentren en comprimidos, que tras introducirse a bebidas con gas se disuelven rápidamente.
Desde un punto de vista criminalístico, la sumisión se puede clasificar en: • Sumisión oportunista: es aquella en la que el victimario se aprovecha de un estado de incapacidad de la víctima (vulnerabilidad química (Cruz, Quintela y López, 2008))) cuando esta ingirió una sustancia que por sus características la incapacita, generalmente se da en centros nocturnos aprovechando el estado etílico de las víctimas. • Sumisión proactiva: es propiamente un proceso de sumisión, pues se busca reducir las defensas y capacidades de la víctima cuando esta está consciente, y aprovechándose de un acercamiento previo para “generar confianza”, o bien, para valorar la accesibilidad y métodos a ocupar para sustraer a la víctima. Por ejemplo, un desconocido aborda a una mujer y tras un poco de charla ella decide ir al baño, dejando su bebida a la mitad, a lo que el sospechoso aprovecha para poner un comprimido en su bebida y agitarlo para acelerar la disolución. • Accidental: generalmente sucede como consecuencia de la interacción entre sustancias que se están consumiendo, pero casi siempre da pie a una sumisión oportunista.
Desde un punto de vista químico, las sustancias utilizadas son depresores del sistema nervioso central, la placa neuromotora y los lóbulos frontales y occipitales, lo cual es preocupante, pues en los casos en los que se combina con alcohol puede provocar una depresión aguda severa y, por ende, la muerte. Además, al ser sustancias de fácil acceso, muy pocas veces se tiene el conocimiento mínimo necesario para utilizarlas; es decir, en victimarios primerizos, es común que se utilicen de manera desmedida. Sin mencionar el riesgo que trae consigo la fabricación ilícita de estas sustancias.
En caso de que las consecuencias de su consumo no hayan sido fatales (por ejemplo, en casos de sobredosis, shock anafiláctico, o interacción toxicológica), los síntomas referidos por las víctimas son: amnesia retrógrada (incapacidad para recordar lo vivido en un periodo de 3 y hasta 12 horas atrás), alucinaciones y delirios, confusión, emesis, desorientación, aletargamiento y desinhibición.
Las sustancias usadas (y reportadas por García y Soria, 2011) se pueden clasificar en: bebidas alcohólicas, benzodiacepinas, GHB, barbitúricos, antidepresivos, antitusígenos (por su capacidad de biotransformación a codeína), además de opiáceos y analgésicos no opioides, aunque es frecuente encontrar sustancias de oportunidad como solventes orgánicos utilizados en los hogares y cloroformo.
Los exámenes de rutina generalmente son: químicas clínicas de orina y sangre, pruebas de detección de ITS, además de hisopados y/o exudados de cavidades como la boca, el ano o la vagina, y químicas analíticas utilizando CG-MS (cromatografía de gases acoplado a espectrómetro de masas)o HPLC-MS (cromatografía de líquidos de alta resolución acoplada a masas); además de un tratamiento profiláctico para prevenir ITS y embarazos en casos de violencia sexual, y acompañamiento psicoterapéutico y legal.