Boletín Informativo Nº 37
Abril 2006
Cáritas Diocesana de Valladolid Trabajamos por la justicia
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A medida que vamos leyendo y reflexionando en torno a la encíclica Deus Caritas est vamos profundizando en sus ricos contenidos.Tomando pie en la parábola de Buen Samaritano, Benedicto XVI emplea una expresión acertada para definir la caridad: “El programa del cristiano es un corazón que ve”. 31. La expresión no tiene desperdicio. La caridad difícilmente será consecuencia de un raciocinio o de unas premisas filosóficas, más bien será consecuencia de una sensibilidad, de una capacidad receptiva ante el sufrimiento de los demás. Un corazón que ve, que siente, que se enternece, que es capaz de ponerse en camino, que se acerca, que consuela. Es un corazón, no es una idea, ni una reflexión. La caridad tiene que ver con una percepción, con una sensibilidad. Observando la sociedad de la que formamos parte, es claro que en muchos de sus aspectos no hay corazón y por lo tanto no puede ver. A veces la pobreza se convierte en un simple dato de estadística, una cifra, un número. Sin rostro, sin circunstancia, sin calor, sin emoción. Indiferencia, individualismo, no complicaciones, que lo arregle otro; son expresiones que se oyen y de las que nosotros también participamos. Benedicto XVI presenta el antídoto para esta enfermedad. Es la formación del corazón. Formación que se ha de producir desde la espiritualidad cristiana. De la experiencia de fe, del encuentro de Cristo, debe salir un nuevo corazón, una nueva sensibilidad, una nueva percepción. No es la psicología, ni la sociología, ni las investigaciones antropológicas por sí solas, las que nos van a dar fuerza para amar y servir. La formación del corazón pasa por la espiritualidad cristiana, por el encuentro con Cristo, por la Eucaristía. De esta espiritualidad sacaremos fuerza para manejar con acierto las “nuevas herramientas” que las ciencias sociales nos ofrecen. Para los agentes de Cáritas es importante todo esto. No podemos caer en la trampa de la mercantilización de los servicios sociales y pensar que con ello cumplimos el mandato del amor. No podemos pensar que ya hay otros que lo hacen, o que el Estado del Bienestar se ocupará de todos los sufrimientos humanos. La formación del corazón nos llevará a corregir los perjuicios y los “a priori” que no impiden actuar. Sin duda que un corazón formado en la experiencia del encuentro con el Señor, será un corazón que ve todo el sufrimiento que se esconde en la vida humana. Verá rostros y personas más allá de las cifras y las estadísticas; será capaz de mirar en profundidad para ver los sufrimientos también del alma; será capaz de movilizar las manos y los pies para actuar ante la persona desvalida y desamparada. Un corazón que ve es un título indicado para la parábola del Buen Samaritano, es una expresión adecuada para la caridad cristiana.