Poesía

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Juan Gelman Amarte es esto amarte es esto: una palabra que está por decir/ un arbolito sin hojas que da sombra/ Qué lindos tus ojos qué lindos tus ojos/ y más la mirada de tus ojos/ y más el aire de tus ojos cuando lejos miras/ en el aire estuve buscando: la lámpara de tu sangre/ sangre de tu sombra/ tu sombra sobre mi corazón/


1. el temblor de mis labios/ quiero decir: el temblor de mis besos se oirá en tu pasado conmigo en tu vino/ abriendo la puerta del tiempo/ tu sueño deja caer lluvia dormida/ dame tu lluvia/ me detendré /quieto en tu lluvia de sueño/ lejos en el pensar/ sin temor/sin olvido/ en la casa del tiempo está el pasado/ debajo de tu pie/ que baila/


Alfonsina Storni Dos palabras

Soy un alma desnuda en estos versos, Alma desnuda que angustiada y sola Va dejando sus pĂŠtalos dispersos. Alma que puede ser una amapola, Que puede ser un lirio, una violeta, Un peĂąasco, una selva y una ola. Alma que como el viento vaga inquieta Y ruge cuando estĂĄ sobre los mares, Y duerme dulcemente en una grieta. Alma que adora sobre sus altares,


Dioses que no se bajan a cegarla; Alma que no conoce valladares. Alma que fuera fรกcil dominarla Con sรณlo un corazรณn que se partiera Para en su sangre cรกlida regarla. Alma que cuando estรก en la primavera Dice al invierno que demora: vuelve, Caiga tu nieve sobre la pradera. Alma que cuando nieva se disuelve En tristezas, clamando por las rosas con que la primavera nos envuelve. Alma que a ratos suelta mariposas A campo abierto, sin fijar distancia, Y les dice: libad sobre las cosas. Alma que ha de morir de una fragancia


De un suspiro, de un verso en que se ruega, Sin perder, a poderlo, su elegancia. Alma que nada sabe y todo niega Y negando lo bueno el bien propicia Porque es negando como mรกs se entrega. Alma que suele haber como delicia Palpar las almas, despreciar la huella, Y sentir en la mano una caricia. Alma que siempre disconforme de ella, Como los vientos vaga, corre y gira; Alma que sangra y sin cesar delira Por ser el buque en marcha de la estrella.


Maru Ruefle El embajador imperial del infinito

Una mañana de agosto, volvió después de treinta años, y estuvieron en el jardín, de pie, un ratito, no más de veinte minutos. Sabemos que ella se hizo visera con la mano, porque alguien la vio. Él tenía el sombrero en la suya. No sabemos qué dijeron, y nunca pienso en eso, salvo cuando veo el parabrisas reventado de un auto en la calle, su plata


suelta como el mismo mar. Salvo cuando, para escaparme de mi casa, me escondo abajo de la cama. Salvo cuando pienso que estar sola todavía no se inventó, salvo en el espejo, y ahí también hay dos, de pie, fríos, heridos y empapados en su propia torpeza, que es la torpeza de Mercurio que se lleva un mensaje a sí mismo (después de tantos años), y salvo cuando veo a la abeja, totalmente drogada, que se va para siempre de la flor.


Paul Eluard – Tú la única Tú la única y escucho las hierbas de tu risa A ti te arrebata tu cabeza Y desde lo alto de los peligros de muerte Bajo los globos enmarañados por la lluvia de los valles Bajo la pesada luz bajo el cielo de tierra Tú engendras la caída. Los pájaros ya no son refugio suficiente Ni la pereza ni la fatiga El recuerdo de los bosques y de los arroyos


frágiles En la mañana de los caprichos En la mañana de las caricias visibles En la clara mañana de la ausencia la caída. Las barcas de tus ojos se extravían En el encaje de las desapariciones El abismo es revelado que los otros lo extingan Las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche. ___________________________________


Juan L. Ortiz Fui al río... Fui al río, y lo sentía cerca de mí, enfrente de mí. Las ramas tenían voces que no llegaban hasta mí. La corriente decía cosas que no entendía. Me angustiaba casi. Quería comprenderlo, sentir qué decía el cielo vago y pálido en él con sus primeras sílabas alargadas, pero no podía.


Regresaba —¿Era yo el que regresaba?— en la angustia vaga de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas. De pronto sentí el río en mí, corría en mí con sus orillas trémulas de señas, con sus hondos reflejos apenas estrellados. Corría el río en mí con sus ramajes. Era yo un río en el anochecer, y suspiraban en mí los árboles, y el sendero y las hierbas se apagaban en mí. Me atravesaba un río, me atravesaba un río!


Fredy Galllardo - 3 Una pincelada azul cruza la llanura deshelando los inviernos Colgados del Ăşltimo glaciar destilaron su dolor Bajo otro cielo el chamĂĄn no divisa el rĂ­o El pozo de la memoria se desborda Los colores se entrelazan tras la ventisca El plomo estalla en la carne La historia sigue su curso


Bajo tu pincel El arco iris El luto El mar Las piedras Las hojas Las lágrimas Los sueños Los cielos Los ojos de un tiempo más azul De la esquina de un crepúsculo pende el rostro de un Dios oscuro. El mar no tiene cima


Idea Vilariño – Ya no. Ya no será ya no no viviremos juntos no criaré a tu hijo no coseré tu ropa no te tendré de noche no te besaré al irme nunca sabrás quién fui por qué me amaron otros. No llegaré a saber


por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quién fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos querernos esperarnos estar. Ya no soy más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives


con quién ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca como esa noche nunca. No volveré a tocarte. No te veré morir


W. Whitman. XX ¡Quién va allí! Grosero, hambriento, místico, desnudo… ¿quién es aquél? ¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey? Pero ¿qué es un hombre en realidad? ¿Qué soy yo? ¿Qué eres tú? Cuanto yo señale como mío, debes tú señalarlo como tuyo, porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es más que cieno y podredumbre, no me puedo parar a llorar.


Los gemidos y las plegarias adobadas con polvos para los inválidos; y la conformidad, para los parientes lejanos. Yo no me someto. Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana. ¿Por qué he de rezar? ¿Por qué he de inclinarme y suplicar? Después de escudriñar en los estrados, después de consultar a los sabios, de analizar y precisar y de calcular atentamente, he visto que lo mejor de mi ser está agarrado a mis huesos. Soy fuerte y sano. Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del universo. Todo se ha escrito para mí y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras. Soy inmortal. Sé que la órbita que describo no puede medirse


con el compás de un carpintero, y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la noche con un carbón encendido. Soy sagrado. Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan. Las leyes elementales no piden perdón. (Y, después de todo, no soy más orgulloso que los cimientos sobre los cuales se levanta mi casa). Así como soy existo. ¡Miradme! Esto es bastante. Si nadie me ve, no me importa, y si todos me ven, no me importa tampoco. Un mundo me ve, el más grande de todos los mundos: Yo. Si llego a mi destino ahora mismo, lo aceptaré con alegría, y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré…… esperaré alegremente también.


Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito y me río de lo que tú llamas disolución porque conozco la amplitud del tiempo.


Oliverio Girondo INVITACIÓN AL VÓMITO Cúbrete el rostro y llora. Vomita. ¡Sí! Vomita, largos trozos de vidrio, amargos alfileres, turbios gritos de espanto, vocablos carcomidos; sobre este purulento desborde de inocencia, ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce, y esta castrada y fétida sumisión cultivada


en flatulentos caldos de terror y de ayuno. Cúbrete el rostro y llora... pero no te contengas. Vomita. ¡Sí! Vomita, ante esta paranoica estupidez macabra, sobre este delirante cretinismo estentóreo y esta senil orgía de egoísmo prostático: lacios coágulos de asco, macerada impotencia, rancios jugos de hastío, trozos de amarga espera... horas entrecortadas por relinchos de angustia.


Joaquín Giannuzzi La mosca La mosca se ha posado en el borde del plato para lavarse las manos a orillas de mi sopa dorada. En circunstancias como éstas lo mejor es disponer de una conciencia neutra. Después se frota las manos con íntima complacencia y tras una desaparición instantánea abandona un puntito oscuro en la loza blanca. El mundo está en orden en las inmediaciones. Cada cosa persiste en su convicción. Da modo que la mosca no ha sido enjuiciada. Y en mi asco cabe todo su posible paraíso.


Octavio Paz Tus ojos Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima, silencio que habla, tempestades sin viento, mar sin olas, pájaros presos, doradas fieras adormecidas, topacios impíos como la verdad, otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas, playa que la mañana encuentra constelada de ojos, cesta de frutos de fuego, mentira que alimenta,


espejos de este mundo, puertas del más allá, pulsación tranquila del mar a mediodía, absoluto que parpadea, páramo.


T. Dylan Amor en el hospicio Una extraña ha venido a compartir mi cuarto en esta casa que anda mal de la cabeza, una muchacha loca como los pájaros traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas. Ceñida en la revuelta cama alucina con nubes penetrantes esta casa a prueba de cielos hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla. libre como los muertos o cabalga los océanos imaginarios del pabellón


de hombres. Ha llegado posesa la que admite la alucinante luz a través del muro saltarín, posesa por los cielos ella duerme en el canal estrecho, hasta camina el polvo hasta desvaría a gusto sobre las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas. Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin puedo yo de verdad soportar la primera visión que incendia las estrellas.


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