[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 1 DE ABRIL DE 2017 |
Juan Rulfo O el ángel mexicano de la historia POR ROBERTO SÁNCHEZ BENÍTEZ | PAG. 2
Bellatin no es Mario DIARIO SIN CABEZA POR ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS | PAG. 5
El humanismo como motor de disrupción ARTÍCULO POR CARMEN BUSTOS | PAG. 6
Sabidurías A LA SAZÓN POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS | PAG. 7
Poemas POESÍA POR JUAN BAÑUELOS | PAG. 8
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Juan Rulfo O el ángel mexicano de la historia1 POR ROBERTO SÁNCHEZ BENÍTEZ Porque a fin de cuentas, lo que verdaderamente importa no es lo que uno piensa, sino lo que uno no sabe siquiera que pasa por la cabeza. Eso es ensoñar, ¿qué no? O eso es escribir. Cristina Rivera Garza
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aciendo caso omiso de esa leyenda negra que ya pesa sobre Juan Rulfo en el sentido de que casi no hay cosa nueva que se pueda decir sobre él y su obra, a estas alturas, Cristina Rivera Garza desafía cualquier certidumbre en este sentido y ofrece, con su libro más reciente, Había mucha neblina o humo o no sé qué (Penguin Random House, México, 2017) 2 , una intervención creativa sobre una obra que, según ella misma confiesa, le ha acompañado desde los primeros instantes en que comenzó a leer y escribir. Relación escritor-lector que incluso califica de sagrada, ya que se establece fuera de toda obligación y vigilancia. Se trata de la comunión de la palabra por sí misma hacia sí mismo; construcción de la palabra en el espacio de la alteridad o en la ajenidad de sí mismo como otro. Lo que ella lleva a cabo es, en efecto, una recreación, que es una lección de (des)apropiación 3 de una obra que debe estar leyéndose constantemente, en este caso y de manera muy especial, a partir de las circunstancias que rodearon al autor de Pedro Páramo (1955) como fueron sus oficios para ganarse la vida. Así, “lo que pasa es que yo trabajo”, resulta ser una de las expresiones que Rivera selecciona de una entrevista que se le hizo a Rulfo en 1983, y que le parecerá muy sintomática para su análisis. Trabajos enmarcados en el periodo del llamado “milagro económico mexicano” (de los años 30 a los 50 del siglo pasado). Pero también, la autora lleva acabo un sugerente y revelador experimento que consiste en instalarse en la ficción rufiana y con ella seguir los pasos por la estética de la tierra y el paisaje, por el rostro de la gente y el eco de sus voces, alegrías y esperanzas con el objeto de encontrarse en el futuro adelantado de sus textos, haciéndole crear guiños cuyo sentido la futura lectura será capaz de comprender. No hay límites de figuración para una capacidad narrativa como la de Rivera Garza, quien se propone algo más que una recreación de Rulfo y sus circunstancias, como lo es recorrer los caminos andados como empleado de la Goodrich-Euzkadi, o del trabajo en la Comisión del Papaloapan o finalmente en una oficina editorial del Instituto Nacional Indigenista, sino también tomar en cuenta testimonios de gente que lo conoció por la sierra de Oaxaca (donde de hecho se encuentra un lugar llamado “Luvina”, y donde todavía se le vincula al movimiento de desplazamiento que sufrieron los pueblos a raíz de las obras hidráuli-
* Fragmento del ensayo “Cristina Rivera Garza en tres tiempos”, que forma parte del libro en proceso Palabra errante. Literaturas de la frontera.
cas de dicha Comisión 4 ), así como haciendo uso del recuerdo imaginativo de las fotografías que tomó de esos lugares agrestes, intercalando aquí y allá frases rulfianas que suenan de nuevo a otra cosa, que vuelven a nacer con el hechizo de quien las recuerda (la palabra es de quien la trabaja y ara con ella la tierra fértil de los sueños), con la emoción de quien se transporta con ellas por el camino de la intimidad, el silencio, las nubes, el canto elocuente de los ríos, las voces que, como sombras, son también sospechosas de vida. Rivera Garza lo dice muy al inicio de su libro (¿novela, testimonio, ensayo, diario, blog impreso, recurrencia obsesiva por la memoria de sí misma, ella que es tan fronteriza?): lo que le ha interesado entonces de Rulfo han sido las relaciones que la escritura tiene con la vida. Algo imposible de resolver del todo ya que, si se supiera, la misma literatura hubiera dejado de existir hace tiempo. Si algo la mantiene viva es precisamente el no contar con una clara solución a dicha relación. Lo que le importa a Rivera de Rulfo es “la materia de sus días como escritor”, es decir “las condiciones materiales que hicieron posible que un hombre nacido en 1917 en la provincia mexicana pudiera ganarse la vida escribiendo o para escribir.” (14) Ella se
propone intentar resolver la provocación “intrigante” del recientemente fallecido Ricardo Pligia en el sentido de que quizá la “verdadera historia de la literatura” se esconda en los papeles de trabajo de los escritores. Así, habrá de tomar como referencia las ocupaciones centrales que Rulfo desempeñó en la época clave de la modernización de México a mediados del siglo pasado. La labor de escritor, así como la también afamada de fotógrafo habrán de ser referidas a dichas ocupaciones por Rivera Garza con una agilidad narrativa sorprendente para poder incluir en ello no solamente lo leído hasta el olvido, o la saturación de la memoria, pasando por el juego libre de las frases y sus composiciones inverosímiles, sino incluir los aventurados caminos recorridos por Rulfo y tratar de obtener de ello una mirada nueva, la suya, la de cualquiera de nosotros, que regresa al autor de sus silencios. Abismarse así en la letra como en la tierra que pisaron sus cansados pies. Lo que la ha conducido en los caminos agrestes de montaña han sido las palabras envueltas en el recuerdo, en la memoria ya fija de una esencia de la que Rivera no puede desentenderse. 5 Así es como recorre el camino que pisaron esos pies alados; contempla el cielo por el que Rulfo vio pasar las nu-
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bes como pensamientos, y las distancias que existieron entre uno y otro, contenidas por las montañas que se volvieron más bien celosas guardianas indómitas del tiempo, y de los ecos de las voces en las que alguna vez moró la sorpresa, el desencanto y el dolor. Al filo del desastre. Rivera Garza se propone, como reza la sentencia homérica, “recordar lo que no vivió”, es decir, hacer pura ficción con todos los elementos recuperables a su alcance, sin dejar nada de sí fuera de sí. Todo en uno. Lo contenido en uno sin desperdicio. La autora de Nadie me verá llorar (1999) acomete la orografía oaxaqueña por la que anduvo Rulfo, cumpliendo sus oficios de documentador e investigador, materiales que también condujeron a elaborar las primeras guías turísticas mexicanas. 6 Trabajando para el automóvil, y luego para una Comisión, era importante atender una industria que comenzaría a desarrollarse con gran impacto en los años 1940s. De este oficio andariego salieron pues no sólo dos obras magnas de nuestra literatura, sino materiales que contribuyeron al fomento de una industria que habría de explotar ya los atractivos exóticos de nuestro país el cual será visto, en consecuencia, desde adentro, desde una intimidad inconfundible e irrenunciable, y a partir de la mirada atolondrada y expectante del turista de las nacientes metrópolis mexicanas, cuyo centralismo acabará por acuñar la noción de “provincia”, ahí donde según Samuel Ramos, acabará refugiándose el criollismo del chocolate por la tarde y la lectura del catecismo. A fin de cuentas, dos exotismos en correspondencia. Rivera Garza apuesta: ¿hasta qué punto fue necesario Rulfo para afincar una identidad nacional en un exotismo demandado por una industria turística que comenzaba a despegar con el alemanismo? ¿Hasta dónde fue necesaria esa mirada que recogía en imágenes y metáforas un mundo que se abría con las carreteras para satisfacer una sed de novedad, maravillas y misterios de una modernidad desenfrenada con su propio desencanto y aburrimiento? No otra es la forma en que la autora plantea la necesidad de un origen más allá de cualquier concepción, hundido en los mitos y misterios de la noche, la muerte y el tiempo inorgánico. “Se necesita un país con el alma que lleva el diablo. Un portento de velocidad. Se necesita el turismo.” (60) ¿Cómo se fraguó una identidad nacional? La respuesta es apabullante: “se coloca detrás del volante del automóvil de una compañía trasnacional a Juan N. Pérez V. por horas y horas enteras, por días y más días, por semanas seguidas, y se le invita a ensoñar.” (60) Pero aun así, no todos los misterios o maravillas quedarán revelados, si no ¿qué chiste puede seguir teniendo la literatura rulfiana a pesar de dar la impresión de haberse estado desgastado con el tiempo, con el riesgo de llegar a ser ilegible? No todo será confesado a la manera de esa rapidez con la que viajan los vehículos en carreteras incipientes que
penetran los rincones, volviéndolos existentes a fuerza de obligarlos a renunciar a sí mismos, a mil por hora, como “alma que lleva el diablo”, mirando a través del cuadro de sus ventanas. Naturaleza enmarcada en el momento; recortada para que la vista pueda llevarse el recuerdo focalizado, seleccionado, apuntado sobre el vasto horizonte de las distancias, de formas que se transparentan con los espejismos. La realidad del ensueño como ensueño de la realidad. Una realidad indecible que sólo es para quien la ensueña. Posesión íntima intransferible; singularidad irrepetible; fotografía del instante. Rivera Garza atiende las preguntas que el texto rulfiano no ha dejado de lanzar al tiempo, como si cada una de sus palabras le estuvieran siendo devueltas, una por una, “toma, trágatelas de nuevo, son tuyas, vuélvelas a decir, no las pierdas”, leemos. Palabras que vuelven a su nacimiento en el silencio, en los rumores del viento, en el cielo por el que se cuelan las estrellas en la noche, nutriendo el rebozo que engalana las almas perdidas, en fuga, sin destino, muertas. Rulfo es interpelado por la acción descriptiva para que responda a cada
Rivera Garza apuesta: ¿hasta qué punto fue necesario Rulfo para afincar una identidad nacional en un exotismo demandado por una industria turística que comenzaba a despegar con el alemanismo?
pregunta, para que vuelva a preguntar y se quede igualmente atónito ante la falta de respuestas, porque sólo la pregunta abre y permite el camino, porque sólo ella es capaz de desplegar el horizonte al que conduce el camino. Rulfo es revivido en el futuro por la mirada que lo encuentra en sus ensueños, esos de los que nunca habló a pesar de las exigencias identitarias y turísticas. En el silencio que nunca lo abandonó porque callar era preferible, porque no era necesario decir más, porque ahí está todo, porque “hay que ver”. Es más fácil llegar a lo indecible, plantarse ante él, si se hace uno acompañar de quien lo ha descubierto o que, al menos, ha dicho por dónde anda. Porque, claro, lo indecible es el hombre mismo. Pero, como si esto fuera poco, lo que acabó entendiendo Rivera Garza es que no sólo se trata de un reconocimiento de la obra y el personaje de Rulfo, plantadas una frente a otra, imantándose, desdoblándose, inventándose mutuamente con cada reflejo, sino de sí misma: mientras más penetraba en los escenarios, los testimonios, las fotos, los lugares visitados por el escritor, más se conocía a sí misma. La relación de la obra con sus escenarios, con la tierra que terminó siendo explorada con motivo de aquella, sólo podría establecerse a partir del cuerpo de ella, de su propia naturaleza imantada con las voces y palabras, ecos y sombras de la propia obra rulfiana: “entendía que los libros crean lazos de reciprocidad con el mundo que sólo pueden confirmarse en o a través del cuerpo” (18). La historia que finalmente
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se quiera conocer está en función de la imaginación creada por ese cuerpo a raíz de un ahora que no admite prorroga. La insistencia en el andar rulfiano le sirve a Rivera Garza para proclamar la tesis de que en él se da un descubrimiento y asombro de la realidad a partir de lo sensorial, del cuerpo que no se desprende del contacto con la tierra, y que la mira, la lejanía incluida, a ras del suelo. Rulfo lee el mundo con todo su cuerpo. Lo suyo es la captura e invención de un entorno, de sitios, ubicaciones que tienen olor, color, sonido, tacto, sentimiento, dolor. El paisaje es recuperado con una mirada que disecciona, que puntualiza el detalle, que define el rostro con la maestría de un dibujante que se asoma al interior de las venas de las cosas. Comala es un universo vivo, hasta se podría decir que es un organismo que vive a sus habitantes, que los hace ser con todos rasgos. Es un sitio que administra la vida y ordena las voluntades a un interés superior. El acontecer humano es tan sólo un ejemplo de lo que ahí ocurre y que la novela busca descubrir: quizá el simple paso del tiempo. Señala Rivera que “El autor, con todo y santo y seña, yace desaparecido” (83). Imaginación del pasado que parte del supuesto de haberlo abierto al futuro, de no dejarlo como ha sido, sino de intervenir en él con la suposición de que algo de ese futuro ya estaba contemplado en él, predispuesto de alguna manera para los que llegarían con la lectura. Advenimiento desde el pasado, espera del futuro. El pasado ya está en el futuro de quien lo descubre, lo reinventa, lo vuelve a vivir bajo el supuesto de haber sido esperado. “Me imaginarás así, se pregunta, desesperado, tenso, a punto de lanzarme? Lo imaginaré así, en efecto. Lo haremos. Es difícil a veces hacer algo con el deseo.” (50) Para ser comprendido entre su fascinación por las ruinas y su indudable pertenencia al progreso del futuro, Rivera Garza entiende a Rulfo a partir de la tesis de Walter Benjamin sobre el “ángel de la historia” que, viendo las ruinas hacia atrás no puede desprenderse del jaloneo hacia el futuro; pero también con la idea de que los restos de ese pasado se hunden en significados enigmáticos, jeroglíficos que, sin embargo, “continúan dirigiéndose a nosotros” (81). Es el enigma, el misterio, lo inefable, lo desconocido, lo incierto 7 , lo que no puede definirse gracias a contextos estables, lo que funda la búsqueda y atrae al escritor, tanto en sus fotografías como en sus textos. Textos que miran y permiten ver; fotografías que cuentan, narran el circulo de esos enigmas. Todo ha sido, pero lo que ha sido ahora no puede encontrarse más que a fuerza de una revelación que insiste en el tiempo y en la conciencia, en el dolor y abandono adheridos a las sombras del paisaje y al viento, a las voces que vagan sin destino, a los ecos que se repiten confundidos, a la luz que festeja y enceguece. A pesar de todo, a lo “intraducible”. Rulfo ve, escucha, huele, siente, camina, sueña, toca, resiste con su cuerpo firme, joven; es un centro de captación de sensaciones que se concentran para lograr lo que quizá Borges se quiso proponer con el Aleph. Es muy importante reconocer el papel orientador que tienen los sentidos para el recuerdo y la forma en que contribuyen a levantar el velo de la ignorancia o el olvido. Rulfo está seguro de encontrar muchas claves del reconocimiento de lo que ha vivido a partir de sus sentidos, de los colores vistos, del aroma que festeja
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las fragancias sin descanso, de flores incontables hasta los vapores que se desprenden del caldero o las ollas en el fogón. ¿No es acaso un aroma el que guía la recuperación del tiempo perdido de manera proustiana? El halo, la sustancia invisible aromática que se desprende de las mañanas de rocío, de las montañas amanecidas por el sol, por la edad del sol o soledad que el admirador colombiano de Rulfo, ese que se lo sabía de memoria, transportó por cien años a otra Comala, Macondo. Sustancia que queda compartida por todo lo intangible e invisible, de cualquier manera; un vacío no vacío, sensible. Entre los enclaves del cuerpo y los dilemas de la historia, entre las tensiones entre el pasado y el futuro, el presente que no desiste, que se recupera con cada instante, que cae abandonado pero para continuar en esta persistencia e intolerancia de sí mismo. Lo que ocurre en los espacios rulfianos, esos “toponímicos”, es un límite a partir del cual debemos entrever otras realidades menos aparentes. Es la memoria que vuelve y que resiste al paso del tiempo, que
Para ser comprendido entre su fascinación por las ruinas y su indudable pertenencia al progreso del futuro, Rivera Garza entiende a Rulfo a partir de la tesis de Walter Benjamin sobre el “ángel de la historia” que, viendo las ruinas hacia atrás no puede desprenderse del jaloneo hacia el futuro
busca encontrarse entre todos, vivos y muertos porque, al cabo, éstos no han muerto del todo y está ahí la literatura para hacerlos vivir nuevamente, para que encarnen en nuestra piel, entre los sentidos en los que acabarán confundiéndose con lo que creemos en lo muy nuestro hasta la tumba. Zonas del umbral; espacio liminar entre el cielo y el infierno, la realidad y la ficción, zonas fluctuantes, señala Rivera ya indicadas por los nombres: “Los encuentros”, “En medio”, “Media luna”, “Mediotecho”, donde estarán, por ejemplo, desnudos los hermanos incestuosos a los que llegará Juan Preciado en Pedro Páramo. Esta incertidumbre, gran herencia cervantina, es la que vuelve posibles a los personajes de sus textos. Fantasmagóricos, intangibles como su voz, presentes en sus formas de alejarse, de cualquier manera, del realismo literario.
Notas Fragmento del ensayo “Cristina Rivera Garza en tres tiempos”, que forma parte del libro en proceso Palabra errante. Literaturas de la frontera. 2 Expresión evidentemente rulfiana dicha por el personaje Miguel Páramo cuando confiesa haber perdido a su amada en Contla y que no corresponde sino a la visión que tiene de la entrada al mundo de los muertos (Juan Rulfo, Pedro Páramo, México, Editorial RM y Fundación Rulfo, 2016, p. 25). Las apariciones de este personaje en la vida de Eduvigues parecieran haber sido el modelo que tenga Prudencio Aguilar con Úrsula en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Rivera Garza destaca dos párrafos en los que se encuentran similitudes casi absolutas en estas dos grandes obras literarias. El rulfiano corresponde a la noche en la que el padre Rentería no puede dormir, que es cuando muere Miguel: “El padre Rentería se acordará muchos años después de la noche en que la dureza de la cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo” (92); 1
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DIARIO SIN CABEZA
Rulfo ve, escucha, huele, siente, camina, sueña, toca, resiste con su cuerpo firme, joven; es un centro de captación de sensaciones que se concentran para lograr lo que quizá Borges se quiso proponer con el Aleph el otro es, por supuesto, el meteórico inicio de la novela de García Márquez: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” 3 Como se sabe, la autora tiene todo un libro dedicado al análisis de estas estrategias “que se mueven hacia lo propio y hacia o ajeno en tanto ajeno, rechazando necesariamente el regreso a la circulación de la autoría y el capital, pero manteniendo las inscripciones del otro y de los otros en el proceso textual.” Se trata, a fin de cuentas, de escrituras, cuyo ejemplo es su ensayo sobre Rulfo, “que exploran el adentro y el afuera del lenguaje, es decir, su acaecer social en comunidad, justo entre los discursos y los decires de los otros en los que nos convertimos todos cuando estamos relacionalmente con otros.” (Cristina Rivera Garza, Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación, México, Tusquets, 2013, p. 25). 4 Tlacotalpan, Veracruz, es una de las poblaciones mágicas y legendarias que sigue siendo afectada por el desbordamiento de este río caudaloso. 5 Es curioso notar como en una obra lejana como lo es Lo anterior (2004), Rivera Garza se promete una actitud fenomenológica para poder desentrañar la esencia de las cualidades, curiosamente relativas al paisaje y, en su propósito, del amor. 6 La autora documenta que la palabra “turista” apareció por vez primera en un documento oficial mexicano con la llamada Ley de Inmigración en 1926 (48). Como cuenta en alguna de sus entrevistas, Rulfo se dedicaba, en el Departamento de Aduanas, a registrar alemanes que, por una u otra razón, se encontraban en el país. Desde la leyenda que habla de la venta de petróleo mexicano a los submarinos alemanes, en la segunda guerra mundial, hasta la recuperación de restos de barcos norteamericanos destruidos por ellos, la presencia alemana en nuestro país (espionaje y contraespionaje; “tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos”, reza la sentencia porfiriana), en el periodo entre guerras, ha sido objeto de múltiples análisis y obras de ficción policiaca. Recientemente, la película Papa. Hemingway in Cuba (2016), la primera que rueda Estados Unidos en la isla, después de la visita de Obama, no sólo supone la forma en que el gran escritor pudo haber apoyado los intentos golpistas de los rebeldes, por medio del tráfico de armas y el financiamiento, sino que alude a la forma en la que, con un grupo de amigos, se dedicaba a cazar submarinos nazis. Claro que la crítica norteamericana no ha visto con buenos ojos el film que, en efecto, muestra a uno de los dioses del siglo XX, 18 meses antes de su suicidio en Idaho. 7 Un bello estudio se encuentra dedicado a ello: Marie-Agnès Palaisi-Robert, Juan Rulfo: l’incertain, Paris, L’Harmattan, 2003, mencionado por Rivera Garza.
Bellatin no es Mario ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS No ser invisible sino imperceptible. Gilles Deleuze
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ario Bellatin no existe. Ha desacomodado sus átomos entre las páginas de sus libros que son el espejo de quien los ha escrito, quien a su vez ha convertido su existencia en un texto que es un espejo de hojas en blanco que buscan autor. (“Yo soy otro” /Arthur Rimbaud). Podemos decir que nació en 1960, pero también podemos decir que es un no nacido, porque desde su primera novela en 1985 (Mujeres de sal) su trabajo literario ha consistido en desaparecer. No se trata únicamente de la muerte del autor proclamada por Barthes y Foucault, en la cual no habría sujeto sino una red de intensidades cruzando por un nombre propio, abandonándolo al vaciarse en el texto, vaciándolo de ser. Bellatin es un desaparecido, un anacoreta de sí mismo. (“Soy un extranjero para la policía, para Dios, para mí mismo” / Emil Michel Cioran). Ha creado una narrativa inquietante que no es otra cosa sino una obra sin fin, cada texto se anuda en el siguiente de formas variadas, además de eso, ha introducido en sus novelas y cuentos a veces su nombre propio, a veces referencias claras o implícitas de aspectos de su biografía, esto logra el fascinante efecto de preguntarse constantemente sobre el grado de realidad y de ficción que existe tanto en sus libros como en su vida de carne, hueso y fantasma. Su vida de mago y escapista que se sabe múltiple y fragmentado pero no en un sentido negativo, producto más bien del mito de la identidad, sino de una multiplicidad y fragmentariedad sinónimos de lo más vital, porque resulta ser lo más cercano a lo que Es, como lo sabe la física cuántica y la poesía. Mi conclusión ha sido precisamente que parte de lo que la obra bellatinesca nos dice
es que no hay tal cosa como realidad o verdad, que todo es un mismo universo de redes e hilos que no empiezan ni terminan en ninguna parte, que todo es una poderosa montaña de capas de cebolla bajo las cuales hay aquello que tanto solemos temer: Nada. (“Lo profundo ama la máscara”/ Friedrich Nietzsche) Mario Bellatin no existe, lo que existe es una imagen que se quiere multiplicada en espejos fractales. Lo primero que leí de él, fue Salón de Belleza, novela de 1999 que de alguna manera lo dio a luz como escritor, esa etiqueta que también ha buscado pervertir o quitarse cada que puede. ¿Qué es un escritor? ¿Qué es un autor? ¿Qué es una obra? Más que buscar responder a estas cuestiones, nuestro autor imperceptible nos induce a deconstruirlas, atacarlas guerrilleramente, disfrazarlas de ocasión o de plano ponerlas a putear en las esquinas de la hoja. Salón de belleza es de alguna manera la poética de la narrativa de un autor que también estudió teología y ciencias de la comunicación (es decir, alguien que busca lo sagrado para luego comunicarlo). Belleza y horror: binomio que diestra y siniestramente logra reflejar Bellatin. Las novelas que he tenido la oportunidad de leer de quien ha publicado más de 30 libros, tienen siempre esas dos características. Decía Georges Bataille que su interés era crear una obra paradójica, palabras que bien podría recoger nuestro aludido. Los contrarios hacen su fiesta en sus textos: razón-irracionalidad, ficción-verdad, profundidad-superficie. Bellatin no es Mario, es el nombre que firma una obra literaria que me ha llenado de gozo, que me ha recordado que mi mejor forma de estar en el mundo es a través de la imaginación y la soledad literaria, que me permite volar en su siniestra nube de relámpagos oscuros, que me hace autor y actor. Mario es yo.
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El humanismo como motor de disrupción ARTÍCULO :: POR CARMEN BUSTOS CEO de Soulsight.
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as ideas que nos han acompañado durante años, e incluso siglos, deberían estar en permanente estado de cuestionamiento. El mundo evoluciona, lo hace deprisa, y en cuestión de horas deja obsoletos planteamientos que se presentaban como verdades universales. Como en otros momentos históricos estamos ante una profunda transformación del conjunto de valores económicos, políticos y sociales que habían constituido la civilización hasta ahora. Una vez más, nos encontramos en un momento de redefinición, y el ser humano vuelve a ser el protagonista. Nuestro poder para resolver los problemas complejos y abstractos que se presentan en esta nueva era y la capacidad de innovar nos hace conscientes, como en otras épocas, de la importancia del humanismo. No sólo como modelo de pensamiento que favorezca el desarrollo de nuevos ideales sociales y una nueva perspectiva de la ética, sino como el principal motor para confiar en
nosotros mismos en la búsqueda de nuevas soluciones. En un mundo global y digitalizado, donde lejos de acabar con las desigualdades, estas se amplifican, necesitamos renovar nuestro pensamiento asumiendo nuestra responsabilidad. Trabajar para un cambio que aporte
sentido y solucione los grandes problemas del siglo XXI. Construir un mundo mejor es más que posible, lejos de los mensajes apocalípticos, estamos ante una etapa increíble. Por primera vez en la historia de la humanidad poseemos los medios -ciencia y tecnología-, lo que
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demuestra que el reto que tenemos entre manos, depende más de nuestra generosidad, empatía y creatividad, que de su factibilidad. Las organizaciones son actores principales en todo este proceso. Repensar la manera en la que funcionan, se relacionan, y generan valor debería ser un propósito clave en sus agendas. No sólo para sobrevivir en un entorno sumamente competitivo sino como oportunidad para buscar la innovación de sus propios modelos de negocio. Esto pasa sin duda por pararse a reflexionar, replantear sus valores, el estilo de liderazgo y, por supuesto, los códigos éticos. ¿Podemos seguir funcionando cómo los últimos 100 años? ¿De verdad todo va a seguir valiendo con tal de conseguir complacer a los accionistas? ¿De verdad la honestidad y la transparencia van a seguir estando por detrás de la maximización de resultados económicos? ¿De verdad los códigos de éxito van a estar tan lejos del progreso social? La doble moral, las verdades a medias, el maquillaje, dan paso a un consumidor sumamente informado, crítico y cansado de que le tomen el pelo. Si el motor ya no es la convicción, al menos que sea el miedo a quedarse fuera del mercado. Porque lo que parecía imposible, que una compañía perdiera poder ante sus clientes, empieza a ser una realidad. Está claro, necesitamos nuevas miradas, nuevas ideas, pero sobre todo necesitamos evidenciar la necesidad de recuperar la empatía como capacidad transformadora. La humanidad en el diseño de esas ideas. Si no tenemos a las personas en el centro, sus problemas, sus necesidades, va a ser complicado que avancemos hacia un mayor progreso social. Para ello es importante salir de nuestras cuatro paredes, conocer en primera persona la realidad, volver a tocar, a sentir, volver a conectar con el ser humano. Igual de importante es la diversidad. Equipos mucho más heterogéneos, donde tengan cabida disciplinas que hasta ahora se habían mantenido lejos del mundo de los negocios, así como una presencia mucho mayor de la mujer en puestos de responsabilidad. Antropólogos, filósofos, sociólogos, diseñadores, artistas, cualquier profesión que esté en contacto con la esencia del ser humano constituye una gran oportunidad para generar el cambio necesario. Colaborar, compartir, co-crear, deberían ser acciones que se implementaran en el día a día del negocio. Creo que no hay reto más ambicioso que contribuir al cambio de una época que reconoce nuestro valor como creadores e individuos. Repensemos la esencia, las prioridades. Tenemos la responsabilidad de pasar a la historia como una sociedad que apostó por la ética como verdadero motor de disrupción. Artículo © Carmen Bustos con Licencia Creative Commons en ethic.es
Sabidurías A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
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os plátanos no son originarios de América aunque nombres rutilantes como el del geógrafo y naturalista alemán, Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander Freiherr von Humboldt; mejor conocido como Alejandro Humboldt, lo hayan rubricado en sus cartas de exploración. Y es que sin que existan pruebas científicas, pero de manera ocurrente, solemos relacionar una gran cantidad de alimentos con el Nuevo Mundo, aunque en realidad nos han tocado por embalajes del Viejo Continente, tal es el caso de los plátanos, también reconocidos como bananos, bananas o guineos: la suave fruta que prosperó en América. Los indicios ubican su origen en el sureste asiático, marcadamente al Norte de la India, Camboya y Burma, así como en las islas de: Java, Sumatra, Borneo, Taiwán y Filipinas. Particularmente, en la India, era conocida como la fruta de los sabios. Los yoguis y los místicos hindúes solían meditar bajo su sombra mientras comían de su fruto: símbolo de fecundidad y prosperidad. La platanera también fue amparo de anacoretas y monjes cristianos de Abisinia, representantes de expresiones religiosas que se multiplicaron en el Medioevo bajo convicciones de: humildad, frugalidad, aislamiento, rezo y penitencia. Los más vetustos testimonios sobre su cultivo se remontan a poesías épicas, tanto del budismo primitivo como del Jataka, escritas entre los años 6000 y 350 antes de Cristo, y en las que se le refiere como una fruta santa y vivificante parecida al “colmillo del elefante”. Por el apodo guineo se cree que algunos bananos fueron domesticados, inicialmente, en Papua, Nueva Guinea, aunque la expansión del mundo islámico los acarreó a Europa durante la Edad Media. Luego fueron llevados al África atravesando Etiopia y hasta el norte de Uganda, aproximadamente en el año 1,300 d.C. A las Islas Canarias desembarcaron, por faenas portuguesas, alrededor del 1,402; de ahí, pasaron al Nuevo Mundo. En el 1,516 protagonizaron una serie de plantaciones en comarcas americanas. Procedente de Honduras, el cultivo se introdujo a México, a finales
del siglo XIX, por el estado de Tabasco. Los plátanos son la tercera fruta más popular del mundo junto con la manzana y la naranja. Como alimento, en general, ocupa el cuarto lugar en importancia después del arroz, el trigo y la leche. No todos los países productores son los mayores exportadores: India, Ecuador, Colombia, Indonesia, Filipinas y China, lo cultivan y lo consumen pródigamente. Los mismos: Ecuador, Colombia y Filipinas, también lo venden a granel junto a Costa Rica, Panamá, Guatemala, Honduras, y México. Brasil es el máximo productor mundial y a su mercado le basta con su consumo local. Hace 100 años eran caros y escasos. Hoy en días se planta en al menos 107 países. Se estima que en el mundo se cultiva una superficie de 10 millones de hectáreas y que se producen cerca de 90 millones de toneladas al año. Sólo en el Centro y Oeste de África constituye la fuente principal de comida para 300 millones de personas. El plátano es básico para la población mexicana. Es barato, fácil de transportar y de comer, energético y, por ende, requerido en todos los estratos de la sociedad: para niños de hospicio y atletas de alto rendimiento. Su hechura siempre embellece la vista de los mercados. Su contenido de vitaminas y minerales lo hace una de las frutas más tonificantes, aunque su principal cualidad es aportar carbohidratos ligeros, digeribles y de alta calidad, por lo que es una de las fuentes de vitalidad y sensualidad más sabrosas del planeta.
LA NOTA, LA RECETA, EL SECRETO En un país abarrotado de banano Tabasco, sorprende que en Ziracuaretiro, una población michoacana de origen prehispánico, que significa “lugar donde termina el frío y comienza el calor” a 94 kilómetros, y una hora 20 minutos de la Ciudad de Morelia, rumbo a Uruapan, y al lado de pinos y encinos, se cultive y vendan cinco distintos tipos de bananos: Manzano, Republicano, Mulato, Costa Rica y Dominico. Una placa colocada en el portal de la presidencia conmemora lo siguiente: En junio de 1554 plantó en este pueblo el Ilmo. Sr. Don Vasco de Quiroga, los cinco diferentes pies de plátano que trajo consigo de la Isla de Sto. Domingo, y que después se propagaron por todo el país.
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CREACIÓN
Poemas Juan Bañuelos Donde sólo se habla del amor
a mis palabras. al alba
A los hombres, a las mujeres
quito la escalera
que aguardan vivir sin soledad,
para que ninguna luz
al espeso camaleón callado como el agua,
suba a las ventanas /
al aire arisco (es el aire un pájaro atrapado),
que sea
a los que duermen mientras sostengo mi vigilia,
irreflexiva
a la mujer sentada en la plaza vendiendo su silencio.
como un perro
En fin, diciendo ciertas cosas reales
mi bondad
en una lengua unánime, amorosa;
que en los charcos
a los niños que sueñan en las frutas
sean glorificados
y a los que cantan canciones sin palabras en las noches
mis instintos
compartiendo la muerte con la muerte,
que la vida tropiece
los invito a la vida
y su pie herido
como un muchacho que ofrece una manzana,
sea mutilado.
me doy fuego
desautorizo
para que pasen bien estos días de invierno.
a mi sangre
Porque una mujer se acuesta a mi lado
y a mi sexo /
y amo al mundo
y para mis oídos toda voz /
De Espejo humeante, Juan Bañuelos
toda vez toda sombra
*
todo siglo sea mi espalda
Perversidad de la separación
una sábana árida.
Desautorizo
la ausencia es una unión definitiva.
mi ternura /
todo
vuélvanse
tengo prohibido:
mis ojos
incluso la amargura.
turbulencia / pido castigo ejemplar
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Juan Bañuelos (Tuxtla Gutiérrez, 6 de octubre de 1932 - 29 marzo de 2017) fue un poeta, ensayista, editor y catedrático universitario mexicano.