[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 18 DE FEBRERO DE 2017 |
Juan Rulfo A cien años de su nacimiento POR CARLOS RUVALCABA | PAG. 2
NUEVA COLUMNA
Halleluyah DIARIO SIN CABEZA POR ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS | PAG. 3
So long John, adieu Emmanuelle CINE POR SYLVAIN PROVILLARD | PAG. 4
El anillo CUENTO POR ELENA GARRO | PAG. 5
¡Caracoles! A LA SAZÓN POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 8 © JUAN RULFO
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SÁBADO 18 DE FEBRERO DE 2017
Juan Rulfo A cien años de su nacimiento POR CARLOS RUVALCABA
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ste año, el 16 de mayo para ser exacto, se cumplen cien años del nacimiento de Juan Rulfo, uno de los más importantes escritores de México, en medio de una grave crisis económica, política y social. Es de esperarse un masivo homenaje al autor de Pedro Páramo, traducido a más de sesenta idiomas, como sucedió en el 2014 en el centenario de Octavio Paz, pero la familia del autor se opone tajantemente. El presidente de la Fundación Juan Rulfo, Víctor Jiménez, en representación de los herederos del escritor, pidió al gobierno mexicano "abstenerse de gastar cualquier suma" en homenajes públicos. "No queremos que el dinero siga justificando promoción de reflectores para un grupito de escritores de cuarta o quinta categoría que son expertos en hablar en homenajes y en figurar bajo el reflector como expertos en todo, que no lo son en nada", dice el comunicado. La decisión ha levantado una gran polémica entre los directamente afectados y algunos admiradores del escritor que desean un homenaje en todo lo alto y quienes creen que los tiempos no están para hacer gastos que benefician a políticos deshonestos y a un puñado de escritores que viven del erario público, a cambio de empeñar con el sistema ultra corrupto, su libertad de pensamiento. Sin embargo, la Fundación propone que el dinero destinado a las celebraciones se utilice para dar becas a escritores, fotógrafos y cineastas noveles, ya que esas fueron las disciplinas artísticas que practicó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Si bien es cierto que Rulfo es conocido por su trabajo literario, sus fotos costumbristas y paisajes rurales también han dejado huella, así como sus guiones cinematográficos, entre ellos El gallo de oro, que algunos consideran más bien una novela corta. La Fundación está preparando su propio homenaje en el que destacan una edición especial que incluye sus obras: Pedro Páramo, El llano en llamas, El gallo de oro y algunos textos poco conocidos, además de traducciones de sus obras al náhuatl, maya y zapoteco, así como una exposición itinerante de sus fotografías por varias ciudades de México. La trascendencia de su novela más famosa podría explicarse en parte, de la siguiente manera: Juan Preciado fue a Comala para ajustar cuentas con su padre Pedro Páramo. Ésta es la herencia que nos dejó el mestizaje en América Latina y lo peor de todo es que la batalla aún no termina, porque no basta con matar al padre o al abuelo -que fue como se consiguió la independencia de México y de los países latinoamericanospara alcanzar la libertad. El problema no es cosa simple porque todavía en la actualidad, siempre está la
Fotografía de Juan Rulfo.
Juan Preciado fue a Comala para ajustar cuentas con su padre Pedro Páramo. Ésta es la herencia que nos dejó el mestizaje en América Latina
posibilidad de que tropecemos con la duda y la confusión que provocó la mezcla de sangres y la realidad del presente zancadilleado por el fantasma del pasado, que embarró a los dioses de piedra de nuestros ancestros, con la sangre de un judío condenado a la pena de muerte por crucifixión, castigo que daban a los criminales. En medio de ese persistente desconcierto surgió la revolución mexicana que se institucionalizó en 1945 con el PRI, todavía ahora en el poder, para desgracia de México y los mexicanos. Rulfo no escribe sobre eso -aunque el PRI se parezca mucho a la oligarquía de Pedro Paramo- pero sus textos lo atestiguan cuando convierte el pasado y el presente de Pedro Páramo en una misma cosa, enfatizando el inmovilismo, la negación, el conformismo y el miedo a vivir del mexicano, que en determinados momentos, cuando se entrecruzan la realidad y la metafísica, el problema regional se desborda y abarca la parte más onda del ser humano y de su pequeñez, de su pobreza material y su riqueza imaginativa, que es de donde se sujeta el hijo que va a ajustar cuentas con su padre, el mismo que consiguió la independencia de España, después hizo la revolución y ahora está confundido en la desolación de su historia y la putrefacción de su desesperanza, de ahí en parte la trascendencia del legado de Rulfo. No hace falta entender a detalle el argu-
mento que Rulfo describe desde su propio Juan, para meterse en ese clima mágico de Pedro Páramo: Comala, una tierra en donde los muertos oyen pasos, pero han perdido todas las esperanzas de volver a la vida. Juan Preciado es testigo del orden celestial y del más allá, por lo tanto es un muerto. Se han marchado todos los vivos, sólo los muertos habitan aquel lugar, es un purgatorio abierto que está en la tierra y que se mueve por efectos del viento. En este purgatorio terrenal no hay castigos ni recompensas, sólo la memoria que recuerda y el alma que teme esfumarse con el movimiento. Juan Preciado llega a aquel sitio exigiendo justicia en el páramo. ¡Justicia! ¿Qué puede significar la palabra o el concepto justicia en el páramo de la muerte? Nada, la muerte es muda, oye, pero no habla ni mira, aunque queda la posibilidad de que sienta y de que se desplace en brazos del viento o al menos de la imaginación. Por eso seduce tanto a los mexicanos la idea de la muerte, porque la muerte es inmovilidad, que cuando cobra movimiento es magia. La inmovilidad es cómoda, pero el que la prolonga se muere. El mexicano se burla de la muerte porque sabe quedarse quieto durante mucho tiempo y cuando se lo quiere llevar, surge desde adentro su caudillo y lo salva. Toda esa magia procede de la mezcla de
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DIARIO SIN CABEZA
Halleluyah ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS
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sangres que se produjo con la invasión de los españoles. La literatura de Juan Rulfo es puramente mestiza, por eso es reveladora, porque procede de caminos nuevos -si se está de acuerdo en que una cultura de 500 años es nueva- y desemboca en un largo período de inmovilidad que apesta, no sólo en los relatos de Rulfo, sino también y sobre todo en la triste realidad del México de ahora. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno se quedó huérfano de padre a los seis años, un evento que lo marcaría por la crueldad del asesinato. Cuatro años después perdió también a su madre. Se formaría en una escuela para huérfanos. Desde entonces su temperamento fue melancólico y eso lo llevaría con el tiempo al alcoholismo y la depresión. La manera como Rulfo describe la muerte de Miguel Páramo, con los ojos fuera del cráneo por los balazos, corresponde con la muerte de su padre y el personaje enloquecido de Susana San Juan se parece a su madre. Pero más allá de las anécdotas personales, como su enemistad con Octavio paz, la obra de Rulfo sigue y seguirá vigente no sólo porque retrata la realidad de México, sino también porque capta el fondo subterráneo del alma mesoamericana, teniendo como superficie de esa profundidad un sentido trágico de la existencia; pupilas afiebradas ante la pesadilla de los ojos abiertos, que son testigos renuentes del paso trascendental que los mestizos han de dar hacia el encuentro consigo mismos. Es posible que con Rulfo muera ese tipo de literatura, porque sus narraciones son autodestructivas, no hace concesiones y no acepta falsificadores mis seguidores. Su literatura no puede ser una corriente porque está inmersa en sí misma y está más allá del propio autor.
esde niño fijé mis ojos en las caderas de las mujeres. Hipnotizado por aquellas formas desperté al deseo con precocidad sin culpa. Desde entonces hasta este día, nunca recuerdo haberme sentido culpable por los llamados de mi sangre, tal vez avergonzado a veces, pero nunca culpable. Hablando de eso, fue precisamente mi sangre la que llamó mi atención en aquellos primeros encuentros con los bamboleos de la carne femenina. Tías y primas fueron objetos de mi deseo infantil, el cual tomé siempre con seriedad, es decir, realmente entregándome a él, sin despreciarlo ni considerarlo cosa menor. Siempre he pensado que la sexualidad y el erotismo son demasiado importantes como para no seguirles los pasos, aunque a bocas de loba o hada lleven. La naturaleza del deseo humano es tal que no es natural ni se satisface con lo dado, siempre es otra. Para ser humana debe ser perversa. Lo humano, dicho pronto, es aquello que rompe los límites propios, lo que inútilmente intenta quedar enmarcado en las paredes de la cultura. Lo humano es aquello que siempre logra evadir muros. Nuestro deseo sexual y erótico ya salió del paraíso hace mucho y jamás podrá volver a él porque gracias a esa salida se hizo más profundo, fuerte, alto y poderoso. Por ejemplo, nuestra forma de placer está llena de fantasmas, diablos, imágenes y multitud de cosas invisibles. Esto sucede por la intermediación tanto de la cultura como de esa hermosa demonia llamada imaginación. Una a la otra se hacen ojitos, se coquetean y finalmente terminan en un coito que produce lo que somos, que, por otro lado, nunca es lo que creemos, es -otra vez- algo más. Siempre algo más. Siempre algo que nos supera, que nos arrastra, que nos escribe un destino. Mi sexualidad y erotismo está llena de las caderas de mis tías y primas de manera inevitable. Esas primeras estampas de lo fe-
menino me acompañan no únicamente como recuerdo sino también como referencias que, lo haga consciente o no, moldean mis búsquedas amatorias, mis fetiches, mis amantes. De ahí en adelante hay también otros muchos hilos tejidos entre mis deseos y la realidad. El Marqués de Sade -texto leído también en mi pubertad-, me dicta cochinadas al oído cuando cuerpo a cuerpo practico la levitación desde la carne, la revista Caballero inventó mis ojos, los besos de las fotonovelas que hojeaba en casa de mis tías solteronas, fueron mis primeros ejemplos a seguir para ejercitar tal arte, Kalimán me hizo disfrutar de imaginarme en la aventura y rodeado de mujeres que nunca terminan de quedarse del todo pero son significativas, la pornografía y yo establecimos pactos de erección que resulta inevitable no abrevar en mis encuentros con ese misterio siempre abierto de lo femenino. La naturaleza ya no existe, por lo menos la imagen idealizada de la misma, en donde todo es simple, transparente, sano y…natural. Todo lo humano es perverso. Pero no en un sentido negativo, sino en el sentido de que ya nada es natural y fijado. Parte del vértigo de la libertad es eso: el encuentro con lo abierto, lo que toda sociedad o cultura intenta o reprimir o conducir (ese otro modo de la represión). Adán y Eva tomaron por fortuna aquel fruto que la sabia serpiente les entregó, el fruto del árbol de la luz de la conciencia y la libertad que no los expulsó de ningún paraíso sino los hizo humanos y los entregó al sentido de la tierra (dixit Nietzsche). Desde entonces, hay riesgo, apertura, libertad, abismo y séptimo cielo. Desde entonces al desnudarnos frente a otro nos estamos poniendo de alguna manera en sus manos. Desde entonces, las caderas de las mujeres no son únicamente una parte del cuerpo, sino la dulce iniciación de aquel niño que sigo siendo.
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So long John, adieu Emmanuelle ENSAYO :: El actor inglés John Hurt y la actriz francesa Emmanuelle Riva fallecieron el mes pasado después de versátiles trayectorias actorales de más de 50 años: el mundo se despide del protagonista de Alien: el octavo pasajero y El hombre elefante, y de la heroína de Hiroshima mi amor y de Amor de Michael Haneke, rodada medio siglo después. POR SYLVAIN PROVILLARD sprovillard@hotmail.com Como lo dijo Beckett, no basta con morir, también hay que ser olvidado. John Hurt
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l era un actor de los cuales uno dice: ya lo he visto en muchas pelis, pero ¿cómo se llama? La mayoría de los papeles de John Hurt en el cine fueron secundarios, pero eso no le quita nada a su ta-lento actoral, lograba con pocos minutos en pantalla robar la escena a los actores principales, como lo suelen hacer actores como Phillip Seymour Hoffman, John Goodman o Christoph Waltz. Murió un monstruo de la pantalla grande, en el sentido literal. Su más hermoso papel es sin duda John Merrick, el hombre elefante, en la cinta de David Lynch. Las capas de maquillaje hicieron que John Hurt no se beneficiara de la popularidad del personaje. Un año antes, Hurt había sido la primera víctima de otro monstruo, el octavo pasajero de la tripulación del Nostromo en Alien de Ridley Scott. Sus entrañas fueron el escenario de una de las escenas más memorables del cine de ciencia-ficción. Su carrera de casi 60 años oscilaba entre teatro, televisión y cine, casi de siempre de alta calidad. Sus elecciones actorales hicieron que siempre participara en películas importantes en papeles esenciales al lado del protagonista. Su ecléctica filmografía abarca un sinfín de géneros y de grandes directores:
El actor inglés John Hurt.
Expreso de medianoche, El espía que sabía demasiado, La loca historia de las galaxias, Contacto, Melancolía, Hellboy, V de venganza y Harry Potter. Su tan particular voz hizo también que se convirtiera en narrador privilegiado de muchas películas, entre ellas, Dogville de Lars von Trier y El perfume de Tom Twyker. John Hurt sabía que vivía sus últimos momentos en este planeta, ya que sufría de un cáncer de páncreas, y aprovechó este último año para agregar ocho películas (entre ellas Jackie con Natalie Portman) a las 120 en las cuales ya había participado. El momento de olvidar a John Hurt todavía no ha llegado.
John Hurt en 10 películas El hombre de dos reinos Película sobre los últimos años de la vida de Tomás Moro, Óscar a la Mejor Película en 1966 en la cual Hurt forma parte de un elenco prestigioso, con Orson Welles en el papel del cardenal Wosley. Expreso de medianoche Película de Alan Parker con un guion de Oliver Stone, narra la historia real del infierno carcelario y judicial que vivió Billy Hayes en Turquía cuando se le acusó de contrabando de hachís. John Hurt actúa como un de los compañeros de calvario de Billy en la prisión otomana.
Alien: el octavo pasajero John Hurt se convirtió en la primera víctima de la creatura alienígena y protagonizó así una escena de culto de la cinta de Ridley Scott. El hombre elefante Por fin un papel protagónico para John Hurt, pero escondido detrás de una máscara y diversas prótesis para representar la vida de John Merrick en esta obra maestra de David Lynch. 1984 Adaptación de la novela de George Orwell, estrenada en 1984. Hurt encarna a Winston Smith, culpable de crimen de pensamiento y por amar a una mujer en un mundo distópico controlado por Big Brother. Dead man En el western místico de Jim Jarmusch, protagonizado por Johnny Depp y con música original de Neil Young, Hurt aparece como el encargado de la fábrica de John Dickinson, el último papel protagonizado por Robert Mitchum. Contacto En esta adaptación de la novela de Carl Sagan, John Hurt es el millonario que financia el utópico proyecto ideado por Jodie Foster, quien quiere entrar en contacto con civilizaciones extraterrestres.
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La actriz francesa Emmanuelle Riva.
V de venganza En esta versión cinematográfica de la novela gráfica, John Hurt, al lado de Natalie Portman, actúa en uno de sus escasos papeles maléficos al personificar el líder Adam Sutler, fundador del partido fascista Fuego Nórdico y dictador de facto de Gran Bretaña. Sólo los amantes sobreviven Otra magnifica colaboración con Jim Jarmusch, esta película de vampiros presenta a John Hurt como un chupasangre moribundo de 400 años llamado Christopher Marlowe y verdadero autor de las obras de Shakespeare. Jackie En uno de sus últimos papeles, esta vez como sacerdote, Hurt vuelve a reunirse con Natalie Portman, quien encarna a la hermosa Jacqueline Bouvier, mejor conocida como Jackie Kennedy, en la cinta del chileno Pablo Larraín. *** La muerte siempre es joven, porque es ingenua. Tanto como el nacimiento. Emmanuelle Riva
Para muchos, Emmanuelle Riva era una perfecta desconocida, en gran parte porque así lo quiso. A lo largo de su extensa carrera, rechazó papeles protagónicos en el cine comercial francés y prefirió proyectos independientes y más arriesgados. También pudo nutrir durante 60 años su pasión por el teatro. Hasta hace poco, Riva subía al escenario cada noche en un teatro parisino, a pesar de su enfermedad, para interpretar una obra de Marguerite Duras. Fue justamente la autora de El amante quien la hizo famosa al escribir el guion de Hiroshima mi amor, filme de culto en el cual actuó su primer papel protagónico. En los últimos meses grabó tres películas y tenía un espectáculo teatral en la Villa Medici de Roma. Como John Hurt, Riva murió en el escenario, haciendo lo que más le gustaba, actuando para engañar a la muerte. La perfecta desconocida, la anti-estrella que siempre deseó ser Riva, dejó de serlo en 2012 cuando Michael Haneke le dio el papel de la profesora de piano que agoniza en Amor.
Gracias a su extraordinaria interpretación, Riva ganó el Cesar y el BAFTA y se convirtió en la nominada al Óscar más grande de la historia, a sus 85 años. La curiosa trayectoria profesional de Emmanuelle Riva refleja la personalidad de una mujer exigente y elegante, con la más juvenil de las sonrisas aun a sus 89 años.
Léon Morin, sacerdote Excelente película de Jean-Pierre Melville en la cual Riva interpreta a una joven viuda sexualmente frustrada que vive con su pequeña hija France. Militante comunista, comienza a criticar la religión frente a un cura (JeanPaul Belmondo), quien con la fuerza de su moral la hará cambiar de opinión.
Emmanuelle Riva en 10 películas
Thérèse Desqueyroux La interpretación de Riva de la heroína de la novela de François Mauriac, acusada de haber matado a su marido con veneno, fue recompensada con la Copa Volpi en el Festival de Venecia en 1962.
Hiroshima mi amor Este encargo de documental corto sobre la bomba atómica se transformó en película de culto, fundadora de la Nueva Ola francesa, cuando su director Alain Resnais le pidió a Marguerite Duras escribir el guion. A la vez película de amor entre una francesa y un japonés, y reflexión sobre la memoria y el olvido, hizo de Emmanuelle Riva una estrella en su segunda cinta. Adua y sus amigas En 1960, Riva se va a Italia para rodar la historia de cuatro prostitutas que deciden abrir un restaurante cuando el burdel donde trabajaban tiene que cerrar. En esta película aparece un joven actor llamado Marcello Mastroianni, que en ese mismo año grabó La dolce vita y se convirtió en estrella internacional. Kapo Controvertida película sobre una mujer judía deportada a un campo de concentración y que se vuelve Kapo, o sea, guardia de los demás prisioneros.
John Hurt sabía que vivía sus últimos momentos en este planeta, ya que sufría de un cáncer de páncreas (...) Hasta hace poco, Riva subía al escenario cada noche en un teatro parisino, a pesar de su enfermedad, para interpretar una obra de Marguerite Duras.
Riesgos del oficio En este filme de 1967, Riva da vida a la esposa de un profesor de secundaria (interpretado por el cantante Jacques Brel), al cual una alumna levanta falsas acusaciones de violación. Liberté, la nuit En otra de las elecciones actorales arriesgadas de Riva, esta cinta de Philippe Garrel relata una historia de amor durante la Guerra de Independencia de Argelia. Lejos de Brasil Ajuste de cuentas de una mujer traicionada por su marido, quien la deja para irse a vivir a Brasil, y que no encuentra en sus hijos el apoyo y el cariño que necesita. Tres colores: azul En esta obra maestra de Krzysztof Kieslowski, Riva encarna a la madre de Julie (Juliette Binoche), única familia que le queda a la heroína después de la muerte de su marido y de su hijo en un accidente automovilístico. Pero la madre tiene Alzeihmer y confunde a su hija con su hermana. Amor Riva terminó su carrera con un papel maravilloso que le brindó el Cesar, el BAFTA y una nominación a los Óscares por su interpretación de una profesora de piano jubilada de ochenta años, que tiene que enfrentar su inminente muerte al lado de su marido. La Palma de Oro de Michael Haneke es el testamento fílmico de Emmanuelle Riva.
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CREACIÓN
El anillo Elena Garro
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iempre fuimos pobres, señor, y siempre fuimos desgraciados, pero no tanto como ahora en que la congoja campea por mis cuartos y corrales. Ya sé que el mal se presenta en cualquier tiempo y que toma cualquier forma, pero nunca pensé que tomara la forma de un anillo. Cruzaba yo la Plaza de los Héroes, estaba oscureciendo y la boruca de los pájaros en los laureles empezaba a calmarse. Se me había hecho tarde. "Quién sabe qué estarán haciendo mis muchachos", me iba yo diciendo. Desde el alba me había venido para Cuernavaca. Tenía yo urgencia de llegar a mi casa, porque mi esposo, como es debido cuando uno es mal casada, bebe, y cuando yo me ausento se dedica a golpear a mis muchachos. Con mis hijos ya no se mete, están grandes señor, y Dios no lo quiera, pero podrían devolverle el golpe. En cambio con las niñas se desquita. Apenas salía yo de la calle que baja del mercado, cuando me cogió la lluvia. Llovía tanto, que se habían formado ríos en las banquetas. Iba yo empinada para guardar mi cara de la lluvia cuando vi brillar a mi desgracia en medio del agua que corría entre las piedras. Parecía una serpientita de oro, bien entumida por la frescura del agua. A su lado se formaban remolinos chiquitos. "¡Ándale, Camila, un anillo dorado!" y me agaché y lo cogí. No fue robo. La calle es la calle y lo que pertenece a la calle nos pertenece a todos. Estaba bien frío y no tenía ninguna piedra: era una alianza. Se secó en la palma de mi mano y no me pareció que extrañara ningún dedo, porque se me quedó quieto y se entibió luego. En el camino a mi casa me iba yo diciendo: "Se lo daré a Severina, mi hijita mayor". Somos tan pobres, que nunca hemos tenido ninguna alhaja y mi lujo, señor, antes de que nos desposeyeran de las tierras, para hacer el mentado tiro al pichón en donde nosotros sembrábamos, fue comprarme unas chanclitas de charol con trabilla, para ir al entierro de mi niño. Usted debe de acordarse, señor, de aquel día en que los pistoleros de Legorreta lo mataron a causa de las tierras. Ya entonces éramos pobres, pero desde ese día sin mis tierras y sin mi hijo mayor, hemos quedado verdaderamente en la desdicha. Por eso cualquier gustito nos da tantísimo gusto. Me encontré a mis muchachos sentados alrededor del corral. -¡Anden, hijos! ¿Cómo pasaron el día? -Aguardando su vuelta -me contestaron. Y vi que en todo el día no habían probado bocado. -Enciendan la lumbre, vamos a cenar. Los muchachos encendieron la lumbre y yo saqué el cilantro y el queso. -¡Qué gustosos andaríamos con un pedacito de oro! -dije yo preparando la sorpresa-. ¡Qué suerte la de la mujer que puede decir que sí o que no, moviendo sus pendientes de oro! -Sí, qué suerte… -dijeron mis muchachitos. -¡Qué suerte la de la joven que puede señalar con su dedo para lucir un anillo! -dije. Mis muchachos se echaron a reír y yo saqué el anillo y lo puse en el dedo de mi hija Severina. Y allí paró todo, señor, hasta que Adrián llegó al pueblo, para caracolear sus ojos delante de las muchachas. Adrián no trabajaba más que dos o tres veces a la semana reparando las cercas de piedra. Los más de los días los pasaba en la puerta de "El Capricho" mirando cómo comprábamos la sal y las botellas de refrescos. Un día detuvo a mi hijita Aurelia. -¿Oye, niña, de qué está hecha tu hermanita
© JUAN RULFO
Severina? -Yo no sé… -le contestó la inocente. -Oye, niña, ¿y para quién está hecha tu hermanita Severina? -Yo no sé… -le contestó la inocente. -Oye, niña, ¿y esa mano en la que lleva el anillo a quién se la regaló? -Yo no sé… -le contestó la inocente. -Mira, niña, dile a tu hermanita Severina que cuando compre la sal me deje que se la pague y que me deje mirar sus ojos. -Sí, joven -le contestó la inocente. Y llegó a platicarle a su hermana lo que le había dicho Adrián. La tarde del siete de mayo estaba terminando. Hacía mucho calor y el trabajo nos había dado sed a mi hija Severina y a mí. -Anda, hija, ve a comprar unos refrescos. Mi hija se fue y yo me quedé esperando su vuelta sentada en el patio de mi casa. En la espera me puse a mirar cómo el patio estaba roto y lleno de polvo. Ser pobre señor, es irse quebrando como cualquier ladrillo muy pisado. Así somos los pobres, ni quién nos mire y todos nos pasan por encima. Ya usted mismo lo vio, señor, cuando mataron a mi hijito el mayor para quitarnos las tierras. ¿Qué pasó? Que el asesino Legorreta se hizo un palacio sobre mi terreno y ahora tiene sus reclinatorios de seda blanca, en la iglesia del pueblo y los domingos cuando viene desde México, la llena con sus pistoleros y sus familiares, y nosotros los descalzos, mejor no entramos para no ver tanto desacato. Y de sufrir tanta injusticia, se nos juntan los años y nos barren el gusto y la alegría y se queda uno como un montón de tierra antes de que la tierra nos cobije. En esos pensamientos andaba yo, sentada en el patio de mi casa, ese sie-
te de mayo. "¡Mírate, Camila, bien fregada! Mira a tus hijos. ¿Qué van a durar? ¡Nada! Antes de que lo sepan estarán aquí sentados, si es que no están muertos como mi difuntito asesinado, con la cabeza ardida por la pobreza, y los años colgándoles como piedras, contando los días en que no pasaron hambre"… Y me fui, señor, a caminar mi vida. Y vi que todos los caminos estaban llenos con las huellas de mis pies. ¡Cuánto se camina! ¡Cuánto se rodea! Y todo para nada o para encontrar una mañana a su hijito tirado en la milpa con la cabeza rota por los máuseres y la sangre saliéndole por la boca. No lloré, señor. Si el pobre empezara a llorar, sus lágrimas ahogarían al mundo, porque motivo para llanto son todos los días. Ya me dará Dios lugar para llorar, me estaba yo diciendo, cuando me vi que estaba en el corredor de mi casa esperando la vuelta de mi hijita Severina. La lumbre estaba apagada y los perros estaban ladrando como ladran en la noche, cuando las piedras cambian de lugar. Recordé que mis hijos se habían ido con su papá a la peregrinación del Día de la Cruz en Guerrero y que no iban a volver hasta el día nueve. Luego recordé que Severina había ido a "El Capricho". "¿Dónde fue mi hija que no ha vuelto?" Miré el cielo y vi cómo las estrellas iban a la carrera. Bajé mis ojos y me hallé con los de Severina, que me miraban tristes desde un pilar. -Aquí tiene su refresco -me dijo con una voz en la que acababan de sembrar la desdicha. Me alcanzó la botella de refresco y fue entonces cuando vi que su mano estaba hinchada, y que el anillo no lo llevaba. -¿Dónde está tu anillo, hija? -Acuéstese, mamá. Se tendió en su camita con los ojos abiertos.
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Yo me tendí junto a ella. La noche pasó larga y mi hijita no volvió a usar la palabra en muchos días. Cuando Gabino llegó con los muchachos, Severina ya empezaba a secarse. -¿Quién le hizo el mal? -preguntó Gabino y se arrinconó y no quiso beber alcohol en muchos días. Pasó el tiempo y Severina seguía secándose. Sólo su mano seguía hinchada. Yo soy ignorante, señor, nunca fui a la escuela, pero me fui a Cuernavaca a buscar al doctor Adame, con domicilio en Aldana 17. -Doctor, mi hija se está secando… El doctor se vino conmigo al pueblo. Aquí guardo todavía sus recetas. Camila sacó unos papeles arrugados. -¡Mamá! ¿Sabes quién le hinchó la mano a Severina? --me preguntó Aurelia. -No, hija, ¿quién? -Adrián, para quitarle el anillo. ¡Ah, el ingrato! y en mis adentros veía que las recetas del doctor Adame no la podían aliviar. Entonces, una mañana, me fui a ver a Leonor, la tía del nombrado Adrián. -Pasa, Camila. Entré con precauciones: mirando para todos lados para ver si lo veía. -Mira, Leonor, yo no sé quién es tu sobrino, ni qué lo trajo al pueblo, pero quiero que me devuelva el anillo que le quitó a mi hija, pues de él se vale para hacerle el mal. -¿Qué anillo? -El anillo que yo le regalé a Severina. Adrián con sus propias manos se lo sacó en "El Capricho" y desde entonces ella está desconocida. -No vengas a ofender, Camila, Adrián no es hijo de bruja. -Leonor, dile que me devuelva el anillo por el bien de él y de toda su familia. -¡Yo no puedo decirle nada! Ni me gusta que ofendan a mi sangre bajo mi techo. Me fui de allí y toda la noche velé a mi niña. Ya sabe, señor, que lo único que la gente regala es el mal. Esa noche Severina empezó a hablar el idioma de los maleados. ¡Ay, Jesús bendito, no permitas que mi hija muera endemoniada! Y me puse a rezar una Magnífica. Mi comadre Gabriel, aquí presente, me dijo: "Vamos por Fulgencia, para que le saque el mal del pecho". Dejamos a la niña en compañía de su padre y sus hermanos y nos fuimos por Fulgencia. Luego, toda la noche Fulgencia curó a la niña, cubierta con una sábana. -Después de que cante el primer gallo, le habré sacado el mal -dijo. Y así fue, señor, de repente Severina se sentó en la cama y gritó: "¡Ayúdeme mamacita!". Y echó por la boca un animal tan grande como mi mano. El animal traía entre sus patas pedacitos de su corazón. Porque mi niña tenía el animal amarrado a su corazón… Entonces cantó el primer gallo. -Mira -me dijo Fulgencia-, ahora que te devuelvan el anillo, porque antes de los tres meses habrán crecido las crías. Apenas amaneció, me fui a las cercas a buscar al ingrato. Allí lo esperé. Lo vi venir, no venía silbando, con un pie venía trayendo a golpecitos una piedra. Traía los ojos bajos y las manos en los bolsillos. -Mira, Adrián desconocido, no sabemos de dónde vienes, ni quiénes fueron tus padres y sin embargo te hemos recibido aquí con cortesía. Tú en cambio andas dañando a las jóvenes. Yo soy la madre de Severina y te pido que me devuelvas el anillo con que le haces el mal. -¿Qué anillo? -me dijo ladeando la cabeza. Y vi que sus ojos brillaban con gusto. -El que le quitaste a mi hijita en "El Capricho". --¿Quién lo dijo? -y se ladeó el sombrero. -Lo dijo Aurelia. -¿Acaso lo ha dicho la propia Severina? -¡Cómo lo ha de decir si está dañada! -¡Hum!… Pues cuántas cosas se dicen en este pueblo. ¡Y quién lo dijera con tan bonitas mañanas!
© JUAN RULFO
-Entonces ¿no me lo vas a dar? -¿Y quién dijo que lo tengo? -Yo te voy a hacer el mal a ti y a toda tu familia -le prometí. Lo dejé en las cercas y me volví a mi casa. Me encontré a Severina sentadita en el corral, al rayo del sol. Pasaron los días y la niña se empezó a mejorar. Yo andaba trabajando en el campo y Fulgencia venía para cuidarla. -¿Ya te dieron el anillo? -No. -Las crías están creciendo. Seis veces fui a ver al ingrato Adrián a rogarle que me devolviera el anillo. Y seis veces se recargó contra las cercas y me lo negó gustoso. -Mamá, dice Adrián que aunque quisiera no podría devolver el anillo, porque lo machacó con una piedra y lo tiró a una barranca. Fue una noche que andaba borracho y no se acuerda de cuál barranca fue. -Dile que me diga cuál barranca es para ir a buscarlo. -No se acuerda… -me repitió mi hija Aurelia y se me quedó mirando con la primera tristeza de su vida. Me salí de mi casa y me fui a buscar a Adrián. -Mira, desconocido, acuérdate de la barranca en la que tiraste el anillo. -¿Qué barranca? -En la que tiraste el anillo. -¿Qué anillo? -¿No te quieres acordar? -De lo único que me quiero acordar es que de aquí a catorce días me caso con mi prima Inés. -¿La hija de tu tía Leonor? -Sí, con esa joven. -Es muy nueva la noticia. -Tan nueva de esta mañana… -Antes me vas a dar el anillo de mi hija Severina.
Los tres meses ya se están cumpliendo. Adrián se me quedó mirando, como si me mirara de muy lejos, se recargó en la cerca y adelantó un pie. -Eso sí que no se va a poder… Y allí se quedó, mirando al suelo. Cuando llegué a mi casa Severina se había tendido en su camita. Aurelia me dijo que no podía caminar. Mandé traer a Fulgencia. Al llegar nos contó que la boda de Inés y de Adrián era para un domingo y que ya habían invitado a las familias. Luego miró a Severina con mucha tristeza. -Tu hija no tiene cura. Tres veces le sacaremos el mal y tres veces dejará crías. No cuentes más con ella. Mi hija empezó a hablar el idioma desconocido y sus ojos se clavaron en el techo. Así estuvo varios días y varias noches. Fulgencia no podía sacarle el mal, hasta que llegara a su cabal tamaño. ¿Y quién nos dice, señor, que anoche se nos pone tan malísima? Fulgencia le sacó el segundo animal con pedazos muy grandes de su corazón. Apenas le quedó un pedazo chiquito de su corazón, pero bastante grande para que el tercer animal se prenda a él. Esta mañana mi niña estaba como muerta y yo oí que repicaban campanas. -¿Qué es ese ruido, mamá? -Campanas, hija… -Se está casando Adrián -le dijo Aurelia. Y yo señor, me acordé del ingrato y del festín que estaba viviendo mientras mi hijita moría. -Ahora vengo -dije. Y me fui cruzando el pueblo y llegué a casa de Leonor. -Pasa, Camila. Había mucha gente y muchas cazuelas de mole y botellas de refrescos. Entré mirando por todas partes, para ver si lo veía. Allí estaba con la boca risueña y los ojos serios. También estaba Inés,
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
bien risueña, y allí estaban sus tíos y sus primos los Cadena, bien risueños. -Adrián, Severina ya no es de este mundo. No sé si le quede un pie de tierra para retoñar. Dime en qué barranca tiraste el anillo que la está matando. Adrián se sobresaltó y luego le vi el rencor en los ojos. -Yo no conozco barrancas. Las plantas se secan por mucho sol y falta de riego. Y las muchachas por estar hechas para alguien y quedarse sin nadie… Todos oímos el silbar de sus palabras enojadas. -Severina se está secando, porque fue hecha para alguien que no fuiste tú. Por eso le has hecho el maleficio. ¡Hechicero de mujeres! -Doña Camila, no es usted la que sabe para quién está hecha su hijita Severina. Se echó para atrás y me miró con los ojos encendidos. No parecía el novio de este domingo: no le quedó la menor huella de gozo, ni el recuerdo de la risa. -El mal está hecho. Ya es tarde para el remedio. Así dijo el desconocido de Ometepec y se fue haciendo para atrás, mirándome con más enojo. Yo me fui hacia él, como si me llevaran sus ojos. "¿Se va a desaparecer?, me fui diciendo, mientras caminaba hacia delante y él avanzaba para atrás, cada vez más enojado. Así salimos hasta la calle, porque él me seguía llevando, con las llamas de sus ojos. "Va a mi casa a matar a Severina", le leí el pensamiento, señor, porque para allá se encaminaba, de espaldas, buscando el camino con sus talones. Le vi su camisa blanca, llameante, y luego, cuando torció la esquina de mi casa, se la vi bien roja. No sé cómo, señor, alcancé a darle en el corazón, antes de que acabara con mi hijita Severina… Camila guardó silencio. El hombre de la comisaría la miró aburrido. La joven que tomaba las declaraciones en taquigrafía detuvo el lápiz. Sentados en unas sillas de hule, los deudos y la viuda de Adrián Cadena bajaron la cabeza. Inés tenía sangre en el pecho y los ojos secos. Gabino movió la cabeza apoyando las palabras de su mujer. -Firme aquí, señora, y despídase de su marido porque la vamos a encerrar. --Yo no sé firmar. Los deudos de Adrián Cadena se volvieron a la puerta por la que acababa de aparecer Severina. Venía pálida y con las trenzas deshechas. -¿Por qué lo mató, mamá?… Yo le rogué que no se casara con su prima Inés. Ahora el día que yo muera, me voy a topar con su enojo por haberlo separado de ella… Severina se tapó la cara con las manos y Camila no pudo decir nada. La sorpresa la dejó muda mucho tiempo. -¡Mamá, me dejó usted el camino solo!… Severina miró a los presentes. Sus ojos cayeron sobre Inés, ésta se llevó la mano al pecho y sobre su vestido de linón rosa, acarició la sangre seca de Adrián Cadena. -Mucho lloró la noche en que Fulgencia te sacó a su niño. Después, de sentimiento quiso casarse conmigo. Era huérfano y yo era su prima. Era muy desconocido en sus amores y en sus maneras… -dijo Inés bajando los ojos, mientras su mano acariciaba la sangre de Adrián Cadena. Al rato le entregaron la camisa rosa de su joven marido. Cosido en el lugar del corazón había una alianza, como una serpientita de oro y en ella grabadas las palabras: "Adrián y Severina gloriosos".
SÁBADO 18 DE FEBRERO DE 2017
¡Caracoles! A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
E
scargot es el francés de la palabra caracol. Se trata del ingrediente cardinal de uno de los platillos blasón de la gastronomía gala. Les scargots son humildes caracoles que, como un platillo sofisticado, se pusieron de moda durante la segunda mitad del siglo XIX. El guiso por antonomasia es a la Borgoña, lo cual confiere al producto una textura crocante por fuera, ligeramente gomoso y suave por dentro, con un recóndito buqué atocinado. Desde la provincia de Borgoña el consumo de moluscos terrestres se extendió por toda Francia y a los restaurantes franceses por todo el orbe. Esta vianda se ha consolidado, como entrada, en las comilonas más sofisticadas de la cultura gastronómica universal. Un caracol es un molusco: un animal invertebrado con simetría bilateral, de cuerpo blando, in-segmentado, sin apéndices articulados y protegido, en la mayoría de los casos, por una concha caliza de forma espiral, la que provoca qué la masa visceral se arrolle sobre sí misma 180 grados a la derecha. Para muchas personas se trata de un animal asqueroso y, por lo tanto, una comida abominable. Por supuesto que en este espacio ignoramos a los melindrosos, los dejamos a gusto en su caparazón, y damos rienda suelta a las velas que impulsan las aventuras de los Julio Verne del sabor y los placeres pulposos. Se tienen registros arqueológicos de que los caracoles de tierra han sido saboreados por los seres humanos desde hace miles de años y en distintas regiones del planeta. Nos referimos a un alimento fácil de conseguir, rico en proteínas (15%) y agua (80%). Actualmente, es revalorado adicionalmente por su sana alimentación con base en vegetales, por sus generosos índices minerales y por su bajo contenido en grasa (2.4%). No todas las especies de caracoles son comestibles, aunque el sabor de las carnes que se comen es selecto y variado. En Francia, la especie Helixpomatia, conocida como caracol de Borgoña, es la que más a menudo se aprecia. Se le conoce, además, como “de viña”
o “grandes blancos”. Otros de estos babosos que cuentan con cierta fama son: el petit-gris Helixaspersa, así como el Helixlucorum originario de los Balcanes o Turquía. Estamos hablando de moluscos de exportación para exquisitos paradores gastronómicos y puntos de referencia Michelín. Es un producto que se guisa con ingenio, delectación y con base en ancestrales recetas europeas. El guiso de caracoles más allá de sus atributos nutritivos alude a una sazón especial. Cierto que es un platillo de fiesta, aunque es una celebración en sí: conmemora el arte de trasformar a seres del inframundo en delicadezas celestiales; una de las muchas cualidades que aquilató, para Francia, el título de la primera comunión gastronómica declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
LA NOTA, LA RECETA, EL SECRETO La preparación de los escargots Borgoña, a la Borgoña, es curiosa y laboriosa. Primero se les confiere una dieta con base en cebolla y perejil; posteriormente, se les somete a un ayuno para que desalojen baba y excrementos. Se procede, entonces, a curarlos en sal. Después a tallarlos en agua avinagrada, dando pie al cocimiento en agua. A la postre se remueven de sus conchas. Tanto caracoles como caracolas (las conchas) se lavan de nuevo. Finalmente, se cuecen en un caldo de pollo antes de que las pulpas sean reinsertadas en sus caparazones. La forma tradicional de servirlos consiste en rellenar el orificio de las conchas con una pasta hecha con mantequilla de ajo y perejil picado, y saltarlos un par de minutos por el horno para que derritan. Se disponen por docena, boca arriba, en loza especial, adaptada para horno y provista de boquetes para que las caracolas no vuelquen. Se utilizan pinzas para sostenerlos, así como tenedores de dos puntas para extraer la exquisita carne. Se acompañan con vino frio de la región: un Marsannay rosado o un blanco aligoté maridan deliciosamente.