El futuro

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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 9 DE ENERO DE 2016 |

© CORTESÍA FIL GUADALAJARA / LISBETH SALAS

El futuro

Las lecciones de mi hermano mayor POR ADRIÁN GONZÁLEZ CAMARGO |

Episodio VII: misma historia nueva generación

Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2015

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POR FAUSTO PONCE | PAG. 4

Lo inolvidable de Natalie Cole

Morisqueta

POR ROBERTO PONCE | PAG. 5

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POR ENRIQUE VILA MATAS | PAG. 2

POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS |

Mitos modernos POR MANUEL MICHELONE | PAG. 8


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El futuro Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2015 POR ENRIQUE VILA-MATAS

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e venido a hablarles del futuro. Supongo que del futuro de la novela, aunque quizás sólo del futuro de este discurso. Voy a contarles cómo durante años imaginé que se pre-sentaba el futuro. Sitúense en 1948, el año en que nací, en la tarde de agosto en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó a sonar en las emisoras de música de Maryland, y pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando una estela de perplejidad en sus casuales oyentes. ¿Qué era aquello?No se había oído nunca nada igual y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era —ahora lo sabemos— la primera canción de rock and roll de la historia. Quienes la oían, entraban de golpe en el futuro. La música de aquel disco parecía provenir del éter y flotar literalmente sobre las ondas del aire de Maryland. Aquello, señoras y señores, era el rock and roll llegando con la reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. La canción se titulaba “Demasiado pronto para saberlo”, y era la primera grabación de The Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba rara, nada extraño si tenemos en cuenta que era el primer signo de que algo estaba cambiando. ¿Qué pudo pensar la primera persona que, oyendo radio Maryland aquella mañana, comprendió que empezaba una nueva era? “Es demasiado pronto”, decía la canción, “muy pronto para saberlo”, susurraba titubeante Sonny Til, el cantante. He venido a hablarles del futuro, que para mí durante años ha sido algo que llegaba como llegó el rock el año en que nací, con aquella reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. He venido a hablarles del futuro. Y está claro que, como me autoimpongo el tema yo mismo, busco complicarme la vida. Nada que me sorprenda demasiado. Así he venido trabajando estos años, trabajando en libros difíciles que llevaba lo más lejos posible, hasta sus límites; libros que, al publicarlos, se convertían en callejones sin salida, porque no se veía qué podía hacer ya después de ellos. Pero yo esto lo hacía de un modo consciente, porque era a ese punto al que yo quería llegar. Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado de callejón sin salida, y los amigos volvían a hacerme la pregunta habitual: “Y después de esto, ¿qué vas a hacer?” Y yo pensaba que todo había terminado. Me costaba salir de ese callejón. Pero por suerte, siempre a última hora, me acordaba de que la inteligencia es el arte de saber encontrar un pequeño hueco por donde escapar de la situación que nos tiene atrapados. Y yo siempre tenía la suerte de acabar encontrando el hueco mínimo y me escapaba, y entraba en un nuevo libro. Los callejones sin salida han sido el motor central de mi obra. Por eso no me extraña que ahora quiera complicarme la vida y hablarles del futuro. Pero no pasa nada. De hecho, estoy acostumbrado a relacionarme con él, con el futuro. ¿O no estoy especializado en narrar previamente

El escritor español Enrique Vila-Matas.

los viajes que realizo? Acostumbro a adelantarme a lo que pueda pasar y lo cuento en artículos de prensa. Después, viajo al lugar y vivo allí lo escrito. Como tengo esa costumbre de narrar los viajes antes de hacerlos, he escrito previamente este discurso antes de salir de Barcelona rumbo a Guadalajara. Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes, pues de lo contrario no estaría leyéndolo ahora. La ventaja de esto es que conozco cómo acaba, lo que demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro no es a veces tan indescifrable. Si me impuse hablarles del futuro fue sobre todo porque este premio, antiguo premio Rulfo, distingue la obra de autores “con un aporte significativo a la literatura de nuestros días” y yo quería que se supiera que quizás me ajusto a esta premisa porque desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad, en la necesidad de encontrar estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban obsoletos hace cien años.

Desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad, en la necesidad de encontrar estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban obsoletos hace cien años.

Es tal mi costumbre de buscar nuevas escrituras que voy a decirles ahora, no cómo escribo, sino cómo me gustaría escribir. Y recurro para ello a Robert Walser, aquel escritor suizo al que Christopher Domínguez Michael llamó en cierta ocasión “mi héroe moral”. Parece que Walser se vio realmente liberado de sí mismo el día en que hizo un viaje nocturno en globo, desde Bitterfeld hasta una playa del Báltico. Un viaje sobre una Alemania dormida en la oscuridad. “Subieron a la barquilla, a la extraña casa, tres personas y soltaron las cuerdas de sujeción, y el globo voló lentamente hacia lo alto”, escribió Walser, el paseante por excelencia, un caminante que en realidad había nacido para ese recorrido silencioso por el aire, pues siempre en todos sus trabajos en prosa, quiso alzarse sobre la pesada vida terrestre, desaparecer suavemente y sin ruido hacia un reino más libre. Me gustaría escribir alzándome sobre la pesada vida terrestre. Pero en caso de lograrlo, ¿coincidirían mis itinerarios con los trayectos nocturnos que sospecho que seguirá la novela en el futuro? A principios de este siglo, aún habría dicho que sí, que algunos recorridos coincidirían. Quizás entonces aún era optimista, porque me sentía aliado con estas líneas de Borges: “¿Qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros”. Pensaba que en las novelas por venir no sería necesario dejar la aldea y salir al campo abierto porque la acción se difuminaría en favor del pensamiento. Con una confianza ingenua en la evolución de la exigencia


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de los lectores del nuevo siglo, creía que en el indescifrable futuro la novela de formato decimonónico —que se había cobrado ya sus mejores piezas— iría cediendo su lugar a los ensayos narrativos, o a las narraciones ensayísticas, y quizás incluso cedería el paso a una prosa brumosa y compacta, estilo Sebald (es decir, muy en el modo en que Nietzsche hacía de la vida, literatura), o estilo Sergio Pitol, el de El mago de Viena, con ese tipo de prosa compacta en la que el autor disolvía las fronteras entre los géneros, haciendo que desaparecieran los índices y los textos consistieran en fragmentos unidos por una estructura de unidad perfecta; una prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo. Pensaba que en ese siglo se cedería el paso a un tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera; una novela en la que sin problemas se mezclarían lo autobiográfico con el ensayo, con el libro de viajes, con el diario, con la ficción pura, con la realidad traída al texto como tal. Pensaba que iríamos hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo, una literatura mixta, donde los límites se confundirían y la realidad podría bailar en la frontera con la ficción, y el ritmo borraría esa frontera. Le preguntaron a Roberto Bolaño en 2001 en una entrevista en Chile qué novelas serían las que veríamos en el futuro. Y Bolaño respondió literalmente que una novela que sólo se sostiene por el argumento —con un formato más o menos archiconocido, pero no archiconocido en este siglo, sino ya en el XIX— es un tipo de novela que se acabó. “Se va a seguir haciendo y, además, va a seguir haciéndose durante muchísimo tiempo”, dijo Bolaño, “pero esa novela ya está acabada, y no está acabada porque yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos años. Después de La invención de Morel, no se puede escribir una novela así, en donde lo único que aguanta el libro es el argumento. En donde no hay estructura, no hay juego, no hay cruce de voces”. De cara a la narrativa que yo creía que estaba por venir, uno de mis puntos de orientación era el anartista Marcel Duchamp. Artista no, decía de sí mismo: anartista. En diferentes ocasiones, pensando en su legado, insinué que tal vez no sólo íbamos a dejar atrás por fin la anquilosada narrativa del pasado, sino que iríamos hacia una novela conceptual: un tipo de novela que recogería el intento de Marcel Duchamp de reconciliar arte y vida, obra y espectador. Tenía presente lo que decía Octavio Paz de esa reconciliación propuesta por Duchamp: “El arte fundido a la vida es arte socializado, no arte social ni socialista, y aún menos actividad dedicada a la producción de objetos hermosos o simplemente decorativos. Arte fundido a la vida quiere decir poema de Mallarmé o novela de Joyce: el arte más difícil. Un arte que obliga al espectador y al lector a convertirse en un artista y en un poeta”. Creía que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores y lectores devendrían artistas y poetas. Y creía que surgirían libros, donde la forma fuera el contenido y el contenido fuera la forma. Libros de los que alguien pudiera, por ejemplo, quejarse de que el material a veces no pareciera escrito en su lengua. Y a quien pudiéramos decirle: pero es que no está escrito después de todo, no está escrito para ser leído, o no sólo para ser leído; se ha creado para ser mirado y escuchado; mira, su escritura no es acerca de algo, es algo en sí mismo. Cuando el sentido es dormir, las pala-

En un mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría, un escritor ya bastante hace con sobrevivir

bras se van a dormir. Cuando el sentido es bailar, las palabras bailan. Los novelistas engendran obras discursivas porque se centran en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras que el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es la cosa y no algo sobre las cosas: no es arte sobre algo, es el arte en sí. Por eso me gustaban más Bouvard y Pecuchet y Finnegans wake, las obras imperfectas que se abren paso en Flaubert y Joyce después de sus grandes obras, Madame Bovary y Ulises, respectivamente. Veía en esas obras desatadas e imperfectas caminos geniales hacia el futuro. Creía que todos devendríamos artistas y poetas, pero luego las cosas se torcieron y, entre sombras de Grey, ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los novelistas con tendencia obtusa al “desfile cinematográfico de las cosas”, por no hablar de la corriente de los libros que nos jactamos groseramente de haber leído de un tirón, etc. A la caída de la capacidad de atención ha contribuido una industria editorial que está erradicando de la literatura todo aquello que nos quiere hacer creer que es de-

masiado pesado, o que va demasiado cargado de sentido, o que puede parecer intelectual. Y el panorama, desde el punto de vista literario —si es que ese punto de vista aún existe— es desolador. “¿Y por qué los escritores son, más que otra gente, presa fácil de las depresiones?”, pregunta alguien en un relato de Mario Levrero. Y alguien dice: “Se deprimen porque no pueden tolerar la idea de tener que vivir en un mundo estropeado por los imbéciles”. En un mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría, un escritor ya bastante hace con sobrevivir. Cada día son más inencontrables, pero quedan todavía algunos —podríamos llamarles “los escritores de antes”— que se salvan gracias a que aun saben arreglárselas para tratar de escribir lo que escribirían si escribiesen. Pero de estos cada vez hay menos. Son supervivientes de una especie en extinción; tipos complicados, gente de un coraje tan antiguo como el coraje mismo, gente zumbada; trastornada si ustedes quieren; gente esencialmente obsesiva, fascinantemente obsesiva. A un amigo escritor le preguntó una dama en un coloquio cuándo iba a dejar de escribir sobre tipos que parecen moverse por el Far West y aniquilan a escritores falsos. —Cuando me salga bien, dejaré de hacerlo —contestó. En arte cuenta mucho la insistencia desaforada, la presencia del maniático detrás de la obra. Los escritores supervivientes saben que el futuro ya no va a llegar a través de las ondas; no va a llegar, como en el año en que nací, con las alegres formas de una música distinta. Mi biografía va del nacimiento del rock and roll a los atentados de este noviembre en París. En un intenso texto de Xavier Person, que leí ayer en el avión que me trajo hasta aquí, he podido seguir los pasos de George Didi-Huberman en el momento de abrir la puerta de una habitación de hospital en París, y he entrado con él en el cuarto de Simon, un joven de 33 años gravemente herido en la columna vertebral por una bala de Kalachnikov en el atentado de Charlie Hebdo. En ese cuarto, este superviviente, nos dice Didi-Huberman, “trabaja para vivir”. Su cuerpo lentamente se pone en movimiento y él está intentando levantarse, literalmente elevarse, para volver a ser. Desde ese cuarto de hospital francés he pensado en los emigrantes de la guerra de Siria que, después de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van alzando, se van elevando, también para sentir que vuelven a ser. Y al pensar en ellos he oído el eco de las voces de los supervivientes que nos hablan en el documento de Svetlana Alexievitch sobre Chernóbil. El libro no trata tanto de la catástrofe general como del mundo después de esa catástrofe. El libro habla de cómo la gente se adapta a la nueva realidad. Esa realidad que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra el coro trágico. Y ustedes ahora me van a perdonar, pero lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran coro, es el futuro. Discurso que Enrique Vila-Matas leyó en la ceremonia de recepción del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2015 que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.


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CREACIÓN

Las lecciones de mi hermano mayor Adrián González Camargo

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obra decir que Abigail y yo jamás nos hemos besado. Por eso me resistía tanto, como si ya supiera qué iba a pasar, como si hubiera leído nuestra historia en un cómic recién comprado el domingo, después de volver de la plaza y soportar al abuelo. Hoy Abigail y yo decidimos venir al cine. Igual que en la cita anterior, un mes hará. La diferencia es que aquella vez no me costó trabajo tomarle la mano. Y a ella tampoco le costó dármela, aunque su respiración se hizo más rápida y agitada, así como me dijo Juan Alberto que sucedería, antes de que decidiera largarse a la guerra, también hace un mes. No lo extraño, tengo la habitación solo para mí, aunque no use su cama. Solo extraño sus consejos. Si no lo hubiera tenido cerca para aconsejarme, probablemente no habría llegado hasta este momento. Abigail tiene su rodilla junto a la mía y si estoy pensando todo esto es porque la película de hoy es más aburrida que las otras, las que siempre escoge. «¿Por qué la dejas escoger las películas?», me preguntó una vez mi amigo Rodrigo. Pues fácil, le dije, porque si las escogiera yo le pondría atención a las películas y no a sus manos y a su respiración. Rodrigo y yo discutíamos por horas, él alegaba que uno no debería dejar de ver la pantalla, que deberían prohibirles la entrada a los que hablan en el cine, pero la verdad es que yo no estudié cine como él y ni me interesa tanto el cine, así que durante dos horas o lo que dura la película puedo dedicarme a observar las manos y la respiración de Abigail e imaginar el momento cuando la bese al fin (lo cual sucederá hoy, irremediablemente) para entonces poder decir que soy un maestro en el terre-

no de las cita amorosas. Ahora que la película va a la mitad es momento de que le tome la mano como la vez anterior y esperar a que su cuerpo se acerque al mío para que así pueda yo acercar su cara con mi mano. No es un movimiento que haya ensayado, aunque una vez lo practiqué en mi cama y Juan Alberto me sorprendió haciéndolo. «No, no seas tarado», me dijo, «tienes que hacerlo más rápido pero más suave». No entendí. Mi ceja arqueada hizo la labor de preguntarle ¿cómo? y Juan Alberto me respondió con un curso de dos horas sobre cómo besar a una mujer por primera vez en el cine. Cuando la puerta se cerró, justo antes de irse a la guerra, me cuestioné por primera vez por qué sabía tanto de citas en el cine si él casi nunca iba al cine. Abigail aprieta mi mano y la película se vuelve más graciosa. Abigail sonríe pero no voltea a verme. No sé si esto es mejor o peor. Si voltea entonces no habrá remedio, la puerta está abierta y yo tendré que entrar; pero si no voltea, yo tendré que tocar la puerta. Jamás imaginé que el tiempo pudiera arrastrarse tan lento. Ni la más aburridas de las películas, ni las obligatorias excursiones a pescar con mi abuelo podrían durar tanto como ese momento. Abigail lanzó una carcajada y apretó más mi mano. Yo me reí falsamente y pensé que voltearía a verme pero no lo hizo. Recordé la imagen de un bateador después de agitar vigorosamente su bat con la convicción de pegarle a la pelota. Su cara y la mía serían la misma: strike one. Recordé que por la mañana había llegado una carta desde el frente de guerra. Juan Alberto no había escrito, pero qué bueno

que por fin lo había hecho, así mi madre dejaba de leer esos estúpidos periódicos que solo hablan de la guerra y las muertes. Abigail hizo un ruido extraño con la boca y le pregunté si estaba bien. Por primera vez en toda la película nos vimos a los ojos. Ver a alguien en la oscuridad es una cosa, pero en la oscuridad de la sala de cine es otra. La belleza brilla entre las tienieblas. Abigail me sonrió y me dijo que sí, y me preguntó si yo estaba bien. No supe qué responder, pero sabía que tenía que decir algo. A veces creo que las mujeres escuchan lo que pensamos. En ese momento creí que lo había hecho, incluso dudé si de mi boca había escuchado una súplica, un bésame por favor. Si ella lo hubiera hecho antes o después todo habría sido en vano, pero fue justo en ese momento que Abigail decidió ser la que siguiera las instrucciones de Juan Alberto. Mi cuerpo se fue deslizando como una balsa hacia un lago y todos mis músculos se desvanecieron. Creí que por fin todo habría terminado, pero era al revés: la vida apenas comenzaba. ¿Qué iba a pasar ahora, después de esos segundos de eternidad que son el primer beso? Juan Alberto no me había dado instrucciones para el después del beso. Yo tendría que esperar hasta que terminara la guerra para que Juan Alberto volviera y entonces saber qué hacer, pero el beso ya había pasado y ahora era demasiado tarde. Mi mano todavía temblaba, mis labios estaban húmedos y Abigail y yo teníamos oficialmente una marca en nuestras vidas. Las preguntas me llenaron de miedo y creo que nunca había sudado tanto como en ese domingo, en una sala de cine después de haber besado por primera vez a una hermosa chica cuyos ojos a veces eran verdes y a veces azules. «¿Qué tienes?», me preguntó, pero yo no supe qué decir, pensé en Juan Alberto y por alguna estúpida razón creí que la respuesta para el después del primer beso estaba en el sobre que había llegado desde la guerra. «Tengo que irme», dije balbuceando y me levanté casi corriendo. No supe cuánto tiempo me tomó llegar a casa. Solamente después de haber llegado y encontrar a mi madre llorando supe que las respuestas se habían agolpado para responderse todas al mismo tiempo. También supe, cuando descubrí que Abigail había corrido tras de mí hasta la casa, qué era lo que vendría después del primer beso.


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Lo inolvidable de Natalie Cole RESEÑA :: POR ROBERTO PONCE

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l pasado jueves 31 de diciembre falleció a los 65 años de edad Natalie Cole, musicalmente ligada desde niña a su padre el crooner afroamericano Nat King Cole (Montgomery, 17 de marzo 1919- Santa Mónica, 15 de febrero 1965), quien hacia finales de los 50 se convirtió en ídolo de América Latina por grabar canciones en español. (ver https://www.youtube.com/ watch?v=d4ZaqKVmDAA) Hija de Maria Hawkins Ellington (ex vocalista de la Duke Ellington Orchestra), Natalie (María) Cole nació un 6 de febrero de 1950 en el Hospital Cedros de Líbano, en Los Ángeles, California. Tenía seis años cuando cantó en un álbum navideño de su papá, acompañándolo a los ocho de visita por nuestro país. “La primera canción latina que escuché creo que fue ‘Cachito’ –dijo ella en 2013 al periodista Fabián W. Waintal de la revista Vanidades, refiriéndose a “Cachito mío” de Consuelito Velázquez, cuya versión popularizó Nat King Cole–. Y mi primer viaje fuera de Estados Unidos fue a México, con mi familia, para una grabación de papá. Aún me acuerdo bien, fue en 1958…”. Vio entonces su primera piñata, y posó para fotos con un vestido folclórico “como una señorita”; pero sobre todo, evocaba el enorme afecto que le prodigaron los fans mexicanos a su progenitor: “Ellos lo amaban... Y yo me enamoré de esa cultura.” (ver https://www.youtube.com/ watch?v=NptOC-x0Cls) De 1975 a 2013 grabó 35 álbumes de estudio; el último, Natalie Cole en español (Verve/Universal, 2013) incluyó las piezas mexicanas “Cuando vuelva a tu lado”, de María Greever; “Solamente una vez”, de Agustín Lara; “Voy a apagar la luz/Contigo aprendí”, de Armando Manzanero, y “Bésame mucho”, también de Consuelito Velázquez. (ver https://www.youtube.com/ watch?v=7zd6JFuIwnA) Cantautora, pianista y actriz, la carrera triunfal de Natalie en la música despegó a mediados de la década de los 70 como artista de rythm’n’blues y soul, con los hits “Esto será”, “Inseparable” y “Nuestro amor”. Tras fracasos disqueros y presentaciones flojas, debido a su fuerte adicción a la heroína, ella retomó las riendas de la escena pop con el álbum de 1987 Everlasting, y su interpretación a la rola de Bruce Springsteen “Cadillac rosa”. (ver https://www.youtube.com/ watch?v=IhHLifMnUxw) En los 90 decidió regrabar veintidós viejos éxitos de su padre, logrando tremenda fama con el álbum Inolvidable… con amor, que vendió cerca de 20 millones de copias en todo el mundo y le atrajo seis premios Grammy; 17 años después, en 2008, Natalie Cole registró el CD Sigue inolvidable no sólo con piezas consagradas por Nat King Cole, sino de otros artistas como Frank Sinatra, Sammy Davis Jr. o Peggy Lee. Por este disco recibió el noveno Grammy de su trayectoria. (ver https://www.youtube.com/ watch?v=_fWOrBkkEL8) Al comenzar el nuevo siglo, ella protagonizó Viviendo para amar: la historia de Natalie Cole, recreación televisiva de su libro autobiográfico Ángel sobre mi hombro, acerca de su propia batalla contra las drogas.

Natalie Cole y su padre Nat King Cole.

(ver https://www.youtube.com/ watch?v=66j4yzV6gSo) Nunca pensé que la iba a hacer. No puedo creer el infierno que pasé Sin poder ver la luz al final del túnel Ni saber lo que haría… Tuve un ángel sobre mi hombro Con un plan divino para mí.

Cantautora, pianista y actriz, la carrera triunfal de Natalie en la música despegó a mediados de la década de los 70

Natalie Cole.

Debe ser un ángel sobre mi hombro Quien estuvo allí todo el tiempo. Ángel, debe ser un ángel… El segundo libro de sus memorias apareció en 2010, El amor me trajo de vuelta, donde narra cómo sobrevivió a una operación de trasplante de un riñón. Finalmente, luego de cinco años de no grabar, en 2013 entró a los estudios con músicos latinos para dar vida al que sería su último álbum: Natalie Cole en español. “Más que un homenaje a mi padre, este álbum es un tributo a la música latina”, expresó para Vanidades. Y a Alicia G. de Ángela (www.elpuntosemanal.com): “Desde luego, yo ya estaba familiarizada con muchas de las canciones que he incluido en mi disco gracias a él (su padre Nat King Cole)… De hecho, creo que desde que recibí el trasplante de riñón de una persona salvadoreña, me siento un poco latina. Después de mi operación sentía que debía hacer algo y el resultado ha sido este disco que espero los latinos disfruten al máximo. “Este álbum es un tributo a un mundo nuevo, a una cultura nueva de la que mi padre era parte también. Estoy segura de que él se sentiría muy orgulloso de que haya hecho este disco y de que me dirija a un público distinto, tal y como él hizo hace años.” Natalie Cole en español lo produjo Rudy Pérez. Destaca la participación de Juan Luis Guerra en “Bachata rosa” y el dueto virtual con su padre en “Acércate más”. (ver https://www.youtube.com/ watch?v=tFYf47L76cs)


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Misma historia, nueva generación RESEÑA :: Sobre El episodio VII de Stars Wars. POR FAUSTO PONCE.

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esde que se estrenaron los tráilers de cintas espectaculares como la más reciente película de El capitán América y Las tortugas ninja 2, se dieron a conocer avances de Batman vs Superman y la nueva entrega de X-Men… nada de eso importó porque los ojos de todo el mundo estaban puestos en el Episodio VII de Star Wars que se estrenó el 17 de diciembre en nuestro país. Éste es uno de los estrenos cinematográficos más esperados por décadas, según cuenta J. W. Rinzler, ejecutivo de Lucasfilms, en un artículo disponible en el sitio Starwars.com. Desde 1975 había planes de crear una serie de películas que contaran la historia de la familia Skywalker. Prácticamente hace cuarenta años. Comenta Rinzler: “El 29 de diciembre 1975, en una conversación con Alan Dean Foster respecto a la novelización de Star Wars (la primer entrega), George Lucas mencionó las precuelas de la trilogía original y lo que serían el episodio V y el VI.” Renzler cita a Lucas: “Quiero que Luke bese a la Princesa en el segundo libro y en el tercero quiero que sea una telenovela de la familia Skywalker y de cómo se destruye el Imperio. Y algún día quiero contar la historia de Kenobi de joven y la historia de los Jedi y de cómo el Emperador toma el control y convierte a la República en un Imperio; y de cómo engaña a los Jedi y los mata. Y toda la batalla donde el padre de Luke es asesinado. Es algo imposible de hacer pero es maravilloso soñar con eso”. Cita también al actor Mark Hamill (Luke Skywalker), quien en una entrevista en 2004 reveló que Lucas hablaba constantemente sobre hacer doce películas: “ Mmm… ¿Te gustaría estar en el episodio IX? ¿Cuándo será? 2011”. A lo que Hamill respondió: “¿Qué quieres que haga?”. Y Lucas le dijo: “Sería como un cameo. Serías como Obi-Wan entregando el sable a la siguiente generación”. En un artículo de la revista Time en 1978, se reportó que Star Wars Corporation –compañía que Lucas había formado sólo para Star Wars–, produciría la segunda parte (lo que sería El imperio contra ataca) y once películas más. Por su parte, Renzler comenta que, originalmente, el proyecto Star Wars estaba planeado de la siguiente forma: la trama de lo que se conoce como la primer trilogía (Star Wars, El Imperio contra-ataca y El regreso del Jedi) ocuparía los episodios VI, VII y VIII; las Guerras Clónicas constarían de los episodios II, III y IV, mientras que el episodio I sería un preludio. Los episodios IX y XI estaban en blanco y el XII sería la conclusión. En 1979, cuando Lucas se encontraba filmando El Imperio contra-ataca, comenta que dicho filme era uno de los seis guiones que había escrito pero que después del éxito de Star Wars, el proyecto se había extendido a nueve historias. Y fue en ese año cuando reveló que la primera de sus cintas sería el Episodio IV. Originalmente, la saga debía de cubrir casi 55 años. Sin embargo, ya para El regreso del Jedi, a Lucas se le veía exhausto: “Sólo estoy haciendo esto porque yo lo comencé pero ahora debo de terminarlo. La siguiente trilogía será la visión de alguien más.”

Caricatura del elenco de la nueva versión de Star Wars.

Las cosas no sucedieron como las previó Lucas en muchos aspectos. De entrada, la siguiente trilogía fue realizada por él mismo, con resultados desastrosos por parte de la crítica pero que continuaron alimentando la maquinaria comercial de la franquicia. Así pues, no fue hasta que Lucas vendió Lucasfilm y los derechos de Star Wars a Disney, que la visión del cineasta sería sustituida. Lucas tendría ahora unas “vacaciones forzosas”. Y es que Disney no quiso prestar atención a sus ideas, mismas que casi destruyen su propia creación. Sin embargo, en días recientes Lucas habló a la prensa sobre la nueva película, una vez que la pudo ver en su totalidad: “Es todo lo que los fans esperaban”, comentó. Por su parte, el director del proyecto J. J. Abrams dice lo contrario, que la cinta no llenará las expectativas de los fans, en un acto inteligente encaminado a inflar las esperanzas de un público sediento por más y más historias de Star Wars, en un universo en donde Abrams podría perder si las apuestas son demasiado altas. Con el nuevo estreno quedan disipadas muchas dudas: no sólo la de Luke, sino la de la capacidad de Disney y el talento de Abrams

El Episodio VII es prácticamente la misma historia que nos contaron en el Episodio IV, pero con personajes diferentes y en contextos distintos

por reinventar de manera digna una de las más grandes historias del cine. Y J. J. Abrams lo logró: consiguió llenar las expectativas de millones de fans en todo el mundo devolviéndoles la fe y la esperanza en una de las historias más populares y conmovedoras del cine, al tiempo que arrojó una nueva luz a las generaciones venideras y, por supuesto, a varios despistados que no conocían la saga. Star Wars: Episodio VII-El despertar de la fuerza (Star Wars: the force awakens; EU2015) recupera la esencia del Episodio IV: es divertida, conmovedora y con sentido del humor; posee el poder de transportarnos a una galaxia lejana donde el bien y el mal se debaten por el control del universo y cuyo génesis se gesta en el seno de una familia. Y he aquí lo importante, siendo un drama familiar cuya historia tiene repercusiones en un contexto social y político, en su corazón se plantea la eterna batalla entre el libre albedrío y la predestinación, entre la herencia de nuestros padres y nuestra capacidad para romper con esas tradiciones familiares para forjar un futuro mejor. El Episodio VII es prácticamente la misma historia que nos contaron en el Episodio


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IV, pero con personajes diferentes y en contextos distintos. En esta entrega, el Imperio ha sido destruido; sin embargo, sus restos se han reagrupado en una organización sanguinaria conocida como The First Order, en cuyas filas milita un caballero del lado oscuro de la fuerza conocido como Kylo Ren (Adam Driver). En oposición tenemos a una chica llamada Rey (Daisy Ridley), adolescente solitaria que vive en un planeta desértico como pepenadora de chatarra, en espera de que sus padres regresen algún día. Se encuentra también un Stormtroopper rebelde, que se subleva y decide forjar su propio destino, llamado Fin (John Boyega); un piloto de la resistencia llamado Dameron Poe (Oscar Isaac), un nuevo androide simpático, leal y luchón llamado BB8, y un par de viejos conocidos: Han Solo (Harrison Ford), la generala Leia Organa (Carrie Fisher), Chewbacca (Peter Mayhew), C3PO (Anthony Daniels) y R2D2. El meollo del asunto es que Luke Skywalker (Mark Hamill) está perdido y todo el mundo lo está buscando, puesto que sigue siendo la esperanza de la rebelión para acabar con los restos del Imperio. El guión, que corre a cargo de Lawrence Kasdan, J. J. Abrams y Michael Arndt, es una joya: captura la esencia original de la saga y cumple de manera magistral con los pasos descritos en El camino del héroe de Joseph Campbell, autor que inspiró a George Lucas para crear la historia. Los personajes, tanto los viejos como los nuevos, mantienen cierto grado de complejidad que los hace fascinantes, pero al mismo tiempo se nos presentan bajo un exquisito velo de simpleza. Episodio VII es pues casi la misma historia de la cinta anterior, pero dirigida a una nueva generación; para muchos –por falta de visión– esto es un truco mercadológico para seguir generando dinero. Debajo de este velo, subyace un principio básico que Joseph Campbell ya había advertido: el ser humano se ha contado la misma historia una y otra vez, con el mismo héroe, pero con diferente máscara. J. J. Abrams conecta con la esencia de Campbell y Star Wars, y nos entrega una obra espectacular que ayudará a la perpetración de la saga por muchos años más. ¿Hay una necesidad de hacer dinero? Sí, claro, pero también de trascendencia a través del arte narrativo del siglo XX.

Morisqueta A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

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encillo, versátil, rotundo. Un alto contraste entre la sencillez y la obscenidad. Un platillo de raíces orientales, identidad mestiza y engreimientos locales. La Morisqueta tiene ricas y variadas con-fidencias en su denominación de origen que, a continuación, me dispongo a relatar con no poco placer: Se compone de una cama de arroz blanco cocido sin sal, apelmazado, bañado en una salsa básica de jitomate, cebolla y ajo; exaltado con un picaresco guiso fundado en algún tipo de carne o queso de la región (chorizo, cecina o costilla de puerco; queso adobera, añejo o asadero). Un manjar sosegado con frijoles fritos, enteros y caldudos. Es el plato más festejado, difundido y barato de la comida de la Tierra Caliente, en Michoacán; no obstante, no es original ni en título ni en propiedad. Digamos que una ración de morisqueta varía en precio entre los 15 y los 70 pesos, dependiendo el puesto callejero, la fonda o el restaurante de: Tecomán, Uruapan, Morelia o Ciudad Guzmán. Porque sí, en estos y en otros parajes entre Michoacán, Jalisco y Colima, se entregan con toda generosidad: el queso Cotija, la morisqueta, y las mujeres que hemos de amar. Hay dos regiones de Tierra Caliente en Michoacán: la del Río Balsas, en torno a la ciudad de Huetamo y la de Río Tepalcatepec, en los confines de Apatzingán. En ambas comarcas se guisa la morisqueta; tan sabrosa y escandalosa en una como en la otra. Y a puras habladas Parácuaro y Apatzingán siguen riñendo el origen de tal puchero. Pero ya existía la vianda cuando el mentado poblado aún pertenecía a la demarcación de la ahora populosa ciudad De la Constitución. Y cuando los terratenientes italianos, los aclamados Cusi, emprendieron el cultivo del arroz en lares más húmedos como Lombardía, Nueva Italia y el mismísimo Parácuaro, cuna del llamado Divo de Juárez (pa´ que vean que eso de las pertenencias son cosas de canciones y de mentadas de madre). Unos de Parácuaro dicen que fue “bien casual”, que el guiso fue descubierto cuando unas gentes envolvieron un puñado de arroz en una hoja de plátano y lo acomodaron en un hoyo caliente donde habían horneado carne -¡Hey! Otras, de Lombardía, cuentan que los campesinos preparaban la morisqueta cociendo el arroz en un trapo mojado echado a la lumbre. Sabe quién tenga razón, pero me consta que algunos le siguen haciendo ansina.

LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO · Existe una receta española llamada Moros y Cristianos, representa la convivencia durante ocho siglos entre españoles “inmaculados” (“blancos arroces”) y los árabes “impíos” (“prietas judías”). Pero antes que los moros fueran expulsados de la península ibérica en 1492 (año del Descubrimiento de América), los moros con cristianos ya circulaban: urbit et orbit. Derivaciones de moros con cristianos en este continente: arroz con frijoles (Nicaragua), casamiento (El Salvador), gallopinto (Costa Rica), hoppin’ John (Estados Unidos), pabellón criollo (Venezuela), arroz con gandules (Puerto Rico), morisqueta (México), tacu tacu (Perú). · La época de expansión del Islam, durante la

Edad Media, también se le conoce como la revolución agrícola árabe (morisca). Favoreció la difusión de técnicas y de cultivos como el sorgo, de África; los cítricos, de China; además de, el mango, el arroz, el algodón y la caña de azúcar, del subcontinente indio. Los estudiosos denominan a este prodigio como “la globalización de cultivos”. · En un libro titulado La Lengua Española en Filipinas, publicado en Madrid en el 2008, se refiere a la morisqueta de la siguiente manera: f. Arroz cocido. El DRAE dice en la 2ª acepción: «Arroz cocido con agua y sin sal». Buzeta y Bravo (1850: I, 247) explican cómo se hace y cómo se come: se pone á cocer con el agua que ha de absorver hirviendo media hora, y hecho esto lo quitan del fuego. El condimento consiste en pimienta colorada de Chile, ó cierto clavo sumamente picante, otras veces poniendo miel y azucar […] comen en la cocina; rodeando la gran fuente de morisqueta, que toman y comen con la mano: algunas veces la distribuyen poniéndola sobre una hoja de plátano que cada uno tiene delante. Alrededor de la fuente suelen colocar varios entremeses, y salsas en que mojan el arroz (sic). · Más o menos por los mismos rumbos, un manuscrito del P. Pedro Murillo Velarde, denominado Historia de la Provincia de Filipinas de la Compañía de Jesús, refiere las penurias y bálsamos que afectaron a los miembros de la Orden, en esta Colonia Española, entre los años 1616 y 1716. He aquí uno de los testimonios: “Su mortificación fue compañera de las demás virtudes, su vida era un perpetuo ayuno, porque comía poco, y pobremente. En toda la mañana no tomaba nada hasta mediodía, su ordinaria comida era la morisqueta de arroz cocido con agua, y por regalo se añadían unos frijoles, y este era el regalo, que tenía para el día de Santiago Patrón de España”. Conclusión: así las cosas, uno no se da ni cuenta por donde masca la iguana. Lo que si me queda claro es que es que la morisqueta es un agraciado revoltijo de ingredientes, culturas y modalidades, ensalzado con los orgullos particulares de la Tierra Caliente michoacana.


8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

SÁBADO 9 DE ENERO DE 2016

Los mitos modernos TECNOLOGÍA :: POR MANUEL MICHELONE oy sabemos que no es cierto que Steve Wozniak y Steve Jobs iniciaron la empresa Apple en un garaje; sin embargo, esta idea se popularizó hace muchos años. Igualmente pasa con la carrera trunca de Bill Gates y de Mark Zuckerberg; se habla de que estos dos magnates han hecho todo el dinero del mundo sin haber terminado su carrera universitaria. Y entonces surgen estas historias maravillosas, donde lo que importa es quizás que uno sea “aventado”, que le guste correr riesgos y así quizás, pueda saborear el mundo de los millonarios, el de la no escasez en nada. Se dice, por ejemplo, que Gates apuesta a la contratación basada en las habilidades más que en los títulos. De nuevo, esto probablemente sea un nuevo mito que le quieren encajar al creador de Microsoft porque si viene de alguien que ha hecho la fortuna que ha hecho sin necesidad de un título universitario, seguramente está en lo correcto. Pero la realidad es que una carrera universitaria no es un obstáculo para llegar a tener éxito, vamos, probablemente sea una buena idea para buscar una vida mejor sin tener que pasar demasiados inconvenientes. Evidentemente, hay profesiones que dejan mucho dinero, por ejemplo, la de médico, que si bien hacen una carrera de muchos más años que el promedio, logran en ocasiones convertirse en eminencias en sus especialidades y además, tener un nivel de vida envidiable. Obviamente, en la medicina no hay gente que pueda hacer dinero sin haber estudiado la carrera porque en muchos casos hay algo más que un trabajo y es la vida de quienes están enfermos y acuden con algún galeno. Ahí no hay médico que no haya por lo menos- acabado su carrera. Existen sí, “oficios” o “chambas” que no requieren de estudiar nada y en donde se puede hacer dinero, como por ejemplo, los ahora tan populares youtubers. Estos con sus videos supuestamente graciosos, que son vistos miles y miles de veces, se han convertido en un modus vivendi de estos personajes, pero claramente sus contenidos distan de ser los más inteligentes, ingeniosos o valiosos con los que se puedan contar. Yo no sé cuánto gana un youtuber pero alguien me dijo que YouTube pagaba un centavo de dólar por vista. Así, si el youtuber tiene a la semana un millón de visitas, se embolsa unos mil dólares semanales. Creo que vivimos en una época en donde el poco esfuerzo, la superficialidad, la vida light, nos hace creer que es fácil vivir y ganar mucho dinero. Hace poco me comentaban que los integrantes de la casa de Big Brother, que parece ser, fue un fracaso comercial, recibían por contrato unos 10 mil pesos por día, sí, por día. Así, encerrarse 180 días sin realmente saber hacer nada pues resulta para muchos redituable y entiendo por qué esos jóvenes no quieren salir del “juego” del gran hermano. Desafortunadamente, la vida real dista de ser lo que la televisión nos pone con esos personajes cuya fama dura menos de quince minutos. La vida es dura y hay que trabajar si se quiere ser alguien. Y muchas veces habrá muchos descalabros. Y habrá que estudiar mucho y trabajar más. Pero regresando al tema de los mitos, la vida light, la vida fácil, es uno de ellos. Sí,

H

Steve Wozniak y Steve Jobs.

Bill Gates no logró la macroempresa Microsoft de la noche a la mañana y puedo apostar que eso de que el hombre apostaba a las habilidades y no a los títulos es una mentira, un mito moderno más repito, puede haber gente como Gates, Jobs o Zuckerberg que -sin carrera universitariapudieron lograr el éxito que mucha gente quisiese tener, pero es claro que tuvieron que trabajar mucho. Bill Gates no logró la macro-empresa Microsoft de la noche a la

mañana y puedo apostar que eso de que el hombre apostaba a las habilidades y no a los títulos es una mentira, un mito moderno más. Microsoft está llena de gente titulada, con maestrías y doctorados. Lo malo de estas notas es que hacen creer que cualquiera puede aspirar a triunfar aunque sea un inútil. Gates no terminó la escuela, cierto, pero vivía de entrada una peculiar situación económica muy favorable y además, estuvo en un momento y un lugar justo para hacer historia y lo aprovechó. Pero el mundo está lleno de estas historias de éxito que se propagan por todos los medios, pero por cada una de ellas hay miles de personas (y de historias) que dejaron la escuela y no lo lograron, que fracasaron, pues. Pero claro, nadie escribe de los perdedores.


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