Letras 10 de octubre de 2015

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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 10 DE OCTUBRE DE 2015 |

Los misterios

Eraclio Zepeda, según Poesía en movimiento

Yuri Herrera: Trabajos de prosista RESEÑA RESEÑA. POR ALEJANDRO ZAMORA |

del hipocampo

RESEÑA RESEÑA. POR OCTAVIO PAZ | PÁG. 2

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Fresa forever

Arenas movedizas

CINE. POR SYLVAIN PROVILLARD | PÁG. 4

A LA SAZÓN SAZÓN. POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS | PÁG. 3

CREACIÓN. POR HENNING MANKELL | PÁG. 7

La información al alcance de todos AJEDREZ AJEDREZ. POR MANUEL MICHELONE | PÁG. 8


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Eraclio Zepeda Según Poesía en movimiento POR OCTAVIO PAZ

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n el prólogo de Poesía en movimiento (1966), la antología preparada por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis (Siglo XXI Editores, 1966), el poeta Octavio Paz explica cómo aplicó el I Ching o libro de las mutaciones a la obra de los poetas más representativos. El siguiente es un fragmento acerca del grupo “La espiga amotinada”, conformada por los chiapanecos Juan Bañuelos, Jaime Labastida, Oscar Oliva, Jaime Augusto Shelley y Eraclio Zepeda, y se reproduce en ocasión del fallecimiento de este último, ocurrido el jueves 17 de septiembre, cuando el autor de Benzulul tenía 78 años.

Juego En 1960 apareció un libro, La espiga amotinada, que era la presentación colectiva de cinco jóvenes: Juan Bañuelos, Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda y Jaime Labastida. El prólogo lo firmaba el poeta catalán Agustí Bartra, guía y amigo de estos muchachos. El título del libro era romántico y un poco retórico. Los poemas también lo eran. La actitud del grupo pareció exagerada. Paso por alto la retórica y me quedo con el romanticismo y la exageración. A este libro siguió otro: Ocupación de la palabra (1965). Sin someterse a los necios preceptos del “realismo socialista”, los cinco han declarado que para ellos el ejercicio de la poesía es inseparable del cambio de la sociedad. Esta pretensión, en la segunda mitad del siglo XX, puede hacer sonreír. Por mi parte creo que,

inclusive si se estrellan contra el famoso muro de la historia, pensar y obrar así es un punto de honra para cualquier poeta y más si es joven. Al proclamar su voluntad de unir el acto y la palabra, el grupo volvió a la actitud de Taller, sólo que con mayor lucidez y osadía poética. Este regreso fue, además y sobre todo, un retorno al verdadero origen del movimiento poético moderno. Doble tradición: una va del surrealismo, por la vía de Rimbaud, hasta los románticos alemanes y Blake; la otra va de Marx por el puente de Fourier, hasta Rousseau y su complemento contradictorio: Sade. Es la tradición del comienzo, el principio del principio que ha inspirado a la poesía moderna desde el fin del siglo XVIII: la ambición de construir una “sociedad poética” (comunista y libertaria) y una “poesía práctica” (como los ritos, los juegos y las fiestas). Así pues, el modelo que refleja la situación de este grupo dentro de la joven poesía mexicana es el Primer cielo u Orden primordial. Como el grupo está compuesto por cinco poetas, la simetría parece romperse. No es así. Al leerlos advertí que en Jaime Augusto Shelley –sin que esto implique el menor juicio sobre sus lealtades políticas y amistosas– el gusto por la experimentación es mayor que la voluntad del testimonio. No repruebo esa inclinación (la aplaudo) pero creo que esto separa un poco a Jaime Augusto de sus compañeros. El signo que corresponde a Bañuelos es el Trueno, sólo que ahora en relación de antagonismo complementario con el Viento: Oliva. Otra diferencia: aquí el Trueno no nace arriba: brota de la tierra. Es una protesta de abajo. El Viento la recoge y la extiende. La unión de

La primera y única vez que vi a Eraclio Zepeda me pareció, en efecto, una montaña. Si se reía, la casa temblaba; si se quedaba quieto veía nubes sobre su cabeza

estos dos signos produce el de Aumento. Este último encierra la idea de crecimiento, progenie, propagación (palabra que se codea con propaganda). Trueno y Viento: la imagen de la violencia con que irrumpió el grupo y, asimismo, advertencia contra las facilidades del proselitismo y la elocuencia. Como la de Montes de Oca, la poesía de Bañuelos es poderosa pero su peligro no es la dispersión sino el ruido: la retórica de la fuerza. La poesía de Oliva me recuerda a veces la de Éluard, no por el erotismo sino por la limpidez: edificios verbales hechos de aire. Si Bañuelos tiende al énfasis, Oliva en ocasiones se evapora. Trueno y Viento se complementan y se oponen: el primero es movimiento que se difunde; el segundo es movimiento que penetra. Uno es un círculo en expansión; el otro, una flecha que se aguza. La otra pareja es Montaña y Lago. La primera y única vez que vi a Eraclio Zepeda me pareció, en efecto, una montaña. Si se reía, la casa temblaba; si se quedaba quieto veía nubes sobre su cabeza. Es la quietud, no la inmovilidad. Un signo fuerte: la tierra áspera que esconde tesoros y dragones. El lugar donde viven los muertos y los vivos guerrean. Uno de los mejores poemas de Zepeda es Asela: el hombre que mira a la mujer tendida, el monte frente al mar extendido. Labastida es el Lago, el depósito de agua: en su fondo se encuentran muchas cosas –quizás las que perdimos en la infancia–. El Trueno proclama, el Viento propaga, la Montaña defiende: el Lago recoge a los elementos. Aunque la poesía de Labastida no es reflexiva como la de Pacheco, sí tiende a verterse en formas estables. Montaña y Lago se unen en un signo contrario al de Bañuelos y


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Oliva: Disminución. El Lago mina a la Montaña y ésta inmoviliza al Lago. Los riesgos: desmoronarse y estancarse. El remedio: que el agua corra, que el monte se levante. Doble movimiento: el agua, horizontal; el cerro, hacia arriba. Disminución no es un signo malo (no hay signos malos ni buenos): es lo contrario de Aumento. La influencia de Disminución corregiría los inútiles excesos de Aumento y éste fortalecería a aquél. El movimiento está representado por Bañuelos y Oliva; el elemento estático por Zepeda y Labastida. Bañuelos tiende a las formas fijas (extraña nostalgia del ocelote por la jaula); Oliva, el más inventivo y amante de la experimentación entre los cuatro, aún no encuentra una forma; la tentación de Zepeda es la fuerza inmóvil, la pesadez; Labastida puede secarse. Los cuatro, al lado de muchos gritos y puñetazos, han dado a nuestra poesía joven algo que le faltaba: la rabia.

Benzulul Fragmento

M

ientras avanzaba por la vereda, una parte de su cuerpo se iba quedando en las marcas de sus huellas. Podría haberse quedado ciego de pronto (por una brujería de la nana Porfiria, o por un mal aire, o por el vuelo maligno de una mariposa negra), y a pesar de ello, seguir el camino hasta el pueblo sin extraviarse. No había una hiedra que no conociera; ni el pino quemado y roto por la piedra del rayo, ni el nido de la nauyaca, habían escapado al encuentro de sus ojos. El estar caminando era su vida. Juan Rodríguez Benzulul conocía de memoria todos estos rumbos. Veintidós años de marcar los pasos en esta vereda; dejar su seña en el polvo o en el lodo, según la época. —Cuando asomó el gobierno pa’ dar las tierras ya, cuanto hay, entendía yo de veredas. Cuando, en después, las volvieron a quitar, ya no había quien supiera más que yo. No había cerro, no había cerco, potrero, milpa o llano, que no tomara, en el recuerdo de Benzulul, la forma de un suceso. En estos lomeríos hay de todo. Todo es testigo de algo. Desde que yo era de este tamaño, ya eran sabidos de ocurrencias estos lados. La misma caminata. Siempre el mismo rumbo. De Tenejapa al aserradero, del aserradero para Tenejapa. Las mismas señas. Los mismos pinos. En este árbol colgaron al Martín Tzotzoc para que no le fuera a comer el ansia, y empezara a contar cómo fue que los Salvatierra se robaron aquel torote grande, semental fino, propiedad del ejido. Este árbol, sí, este mismo, fue el final de Martín Tzotzoc. El camino lo ve todo lo que pasa. Y el que vive en el camino sabe mucho. Yo averiguo cada huella, cada casa, cada bestia, cada muerte. Eso sí, por nada Platico lo que encuentro. Es de mucho peligro. Capaz quedo en algún roble Igual que un judas, pa’ alegración de los zopilotes. El Martín Tzotzoc tuvo mala suerte. ¡Si no va a ser mala suerte irse a topar con un trabajo de los Salvatierra! Todo lo vio. Desde que se lo pusieron al toro la gaza, hasta que se lo fueron llevando jalandito. Luego, el Encarnación Salvatierra regresó para borrar las señas, y allí se lo encontró. El Martín dijo que no iba a decir nada pero el Encarnación no muy le quiso hacer caso, ¡No más se lo pepenó del pescuezo y se lo llevó pa’l roble! Allí lo encontraron columpiándose, con un mosquero que ni dejaba echar la bendición siquiera. Mala suerte del Martín Tzotzoc. Yo desde ese ínter, me hice la obligación de no decir nada.

Fresa forever A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS Vivir con los ojos cerrados es fácil, malinterpretando todo lo que ves, se vuelve difícil ser alguien, pero todo termina saliendo bien, así que no hay porque preocuparse tanto. “Strawberry fields forever”, The Beatles (John Lennon).

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a última tarde de domingo del verano de 2015, en una banca de piedra del Bosque Cuauhtémoc, en la capital michoacana, le propuse a mi hija que me planteara alguna duda, que me preguntara cualquier cosa que le inquietara o que le llamara la atención. Ella me cuestionó acerca del porqué muchas personas criticaban a otras diciéndoles “fresa”. No me esperaba algo así –pero ni hablar, mujer, tu lengua está afilada–, no tuve más remedio que sintonizarme y tratar de responder. Mi pequeña avenger –como le gusta que la llame– no acertaba al porqué algo con tanta gracia: rico, dulce y de color tan intenso, tenía una connotación negativa. Francamente, yo tampoco, aunque toda la vida he utilizado esa expresión para referirme a cualquier entidad humanoide que actúa de manera cursi y arrogante. Mi retoño merecía una explicación reveladora. Yo tenía que dársela a la antigüita: sin consultar a San Google o a cualquier otra entelequia artificial; es decir, utilizando mi propio disco duro. Además, ella me había preguntado el por qué, no el qué. La web no da pa´ tanto (aunque hay quienes tienen esa ilusión). No había mucho que pensar; de hecho, casi nunca lo hay. Como recita Radio Futura desde el acetato: “La cosa pierde color cuando la piensas dos veces y más dispuesto pareces a pensar en lo peor”. Así es que confié en el curso de mi cognición e intenté pegar, de bote pronto, algo así: “En México, a finales de los sesenta, las formas comunes de ser de las personas comunes se hicieron diferentes y extrañas entre sí. Primero, gracias a un Presidente con apariencia buena onda fue más probable que la gente humilde estudiara y tuviera un mejor trabajo, pero un mandatario posterior, con cara de amargado, se puso más exigente con la disciplina y terminó por crear distintas hordas de rebeldes; porque, además, el pastel de la modernidad se puso muy caro y las rebanadas no alcanzaban para todos. Fue entonces que…”. –¡Ay, ya basta, papá! ¡Nada que ver! –interrumpió Lady Agridulce–. ¡No estás en-fo-cándo-te…, o sea! lo que pasa es lo siguiente: “Los chicos que se creen muy rudos o nacos -mal plannos dicen “fresas” a las niñas que intentamos ser nosotras mismas, portarnos a gusto y con libertad, o sea: relax, pero ya que están bien rojas de la vergüenza -como fresas-, entonces es más fácil convencerlas de que hagan lo que ellos quieren, ¿capisci? Me quedé absortó. Intenté captar cada palabra de lo que mi heredera estaba exponiendo. No era que estuviera destruyendo un discurso sociocultural. Estaba sorprendido de su coraje y convicción neo-fresa. La pequeña soberana continuó con su retórica: “Por eso ahora muchas niñas tenemos que fingir que somos fresas –¿ves?– para que sepan que no nos importa y que no somos –sus fresas–. Simplemente quieren manipularnos y critican nuestros deseos para intentar robarnos lo bello que nos queda en tiempos de tanta envidia, pero ¿sabes qué?: Nunca, papá… nun-ca. ¡No inventes! ¡No lo voy a permitir! Prefiero que digan que soy presumida”.

No tuve palabras. Sólo atiné a rodearla con mis brazos mientras ella sollozaba de impotencia, por no encontrar su código postal.

LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Ensalada de espinacas con fresas (porción individual): lava, corta en tamaños amables y combina 150 gramos de espinacas frescas, con diez fresas, 12 tomates cherry, y un aguacate. Esparce por encima: pedazos de nuez de la india (anacardo), así como semillas de: girasol y ajonjolí (previamente tostadas). Aliña con una combinación de sal de mar molida, pimienta blanca, aceite de oliva extra virgen y vinagre balsámico. Otorgarle un toque final esparciendo, finamente, gotas de miel; si es posible, de flores de zarzamora o de aguacate (de venta en granjas y establecimientos, en Uruapan, Michoacán). ¿Si quieres? Pues. Después de la guayaba, la fresa ocupa el segundo lugar mundial entre las frutas más comerciales del orbe. Su lugar en el pódium corresponde a su seductora figura, a su sabor exclusivo; además, a su alta densidad de vitaminas y minerales.


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Los misterios del hipocampo ENSAYO :: La memoria es una facultad humana enigmática: ignoramos todavía cómo funcionan con precisión el almacenamiento y el procesamiento de recuerdos en nuestro cerebro. Amnesia, Alzheimer y memoria eidética constituyen apasionantes temas que los cineastas explotan en diversos géneros. POR SYLVAIN PROVILLARD sprovillard@hotmail.com Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges

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l hipocampo, protrusión de nuestro lóbulo temporal, juega un papel determinante en la memoria y el manejo del espacio. Esta parte de nuestro encéfalo, cuya forma el anatomista Giulio Cesare Aranzio (15301589) comparó a un caballito de mar, es una de las primeras zonas cerebrales en ser afectada por la enfermedad de Alzheimer. Un daño en el hipocampo perjudica la capacidad para adquirir o retener nuevos recuerdos. Desconocemos todavía mucho sobre el funcionamiento de la memoria humana pero suponemos que todas las partes de nuestro cerebro están implicadas de una forma u otra en el proceso de memorización. Cada una de nuestras cien mil millones de neuronas establece mil conexiones con otras: este billón de sinapsis equivaldría en términos informáticos a unos cuantos gigabytes de almacenamiento (o sea el espacio de una memoria USB), si cada conexión pudiera archivar un solo recuerdo. Sin embargo todas las neuronas participan en la retención de varios recuerdos y aumentan así nuestra capacidad a 2.5 petabytes, o sea dos millones y medio de gigabytes. Esta potencia memorística digna de un disco duro gigante, físicamente factible pero nunca explotada al cien por ciento, puede explicar las proezas de los llamados savants, capaces de recitar el libro telefónico sin equivocarse o dar el resultado de 12 a la potencia 16 en unos segundos. He aquí la respuesta por si quieren confirmar o infirmar su pertenencia al cerrado grupo de las personas con el Síndrome del sabio: 184 884 258 895 036 416. Si le atinaron a la respuesta, lo más probable es que ya hayan terminado la lectura de este artículo y que lo hayan integralmente memorizado.

Olvido, memorias y video El séptimo arte ha sabido sacar provecho de las numerosas posibilidades narrativas vinculadas con la cuestión de la memoria humana. La manipulación de ésta ha inspirado a varios guionistas, entre ellos el genial Charlie Kaufman, quien se basó en dos novelas de Boris Vian para escribir Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Esta cinta de Michel Gondry cuenta la historia de Joel, quien acude a una empresa especializada en borrar recuerdos para olvidar a Clementine después de su ruptura. Si bien una buena memoria puede ser de gran utilidad en la vida cotidiana, también puede convertirse en una causa de extremo sufrimiento. Se llama memoria a la facultad de acordarse de aquello que quisiéramos olvidar, decía el actor Daniel Gélin. El personaje encarnado por Jim Carrey, quien ya había interpretado a una persona amnésica en The majestic, está en total acuerdo con este aforismo, hasta darse cuenta que finalmente no quiere borrar a su ex novia de su memoria y empieza a luchar contra el olvido. Me atrevo a cuestionar una posible falla en el guión de esta admirable película: ¿quién en su sano juicio quisiera olvidar una aventura con Kate Winslet? La solución para Joel es transformar los momentos de felicidad pasados en dulces recuerdos en lugar de dolorosa añoranza. La posibilidad de implantar o suprimir un re-

cuerdo del cerebro humano puede parecernos lejana, sin embargo expertos en neurociencias del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) lo lograron con unos ratones. La ciencia-ficción ya exploró muchos aspectos de la manipulación memorística, como en la exitosa saga en torno al personaje de Jason Bourne (Identidad desconocida, La supremacía Bourne…). El asesino interpretado por Matt Damon se da cuenta que su memoria está suprimida después de cada misión. Perseguido por la CIA, Bourne emprende una búsqueda para descubrir quién es. Estas domingueras películas de acción plantean una cuestión filosófica más profunda: ¿no será nuestra memoria, en particular la autobiográfica, la que define nuestra identidad? En el filme neo-noir Dark city (Ciudad en tinieblas), misteriosos hombres vestidos de negro aprovechan el sueño de las personas para robar y reemplazar sus recuerdos; en ese contexto, un hombre, acusado de asesinato pero seguro

de su inocencia, se percata que también puede manipular la memoria de la gente. Total recall (El vengador del futuro) es otra cinta distópica de culto en la cual el director neerlandés Paul Verhoeven describe la historia de un hombre (Arnold Schwarzenegger) que paga los servicios de una empresa especializada en implantar sueños con el fin de tener recuerdos de unas vacaciones en Marte. A este mismo proceso Christopher Nolan lo llamó Inception, concepto que da nombre a la película que en México fue titulada como El origen y en la cual un ladrón corporativo busca colocar una idea en el subconsciente de una persona a través de un sueño. “¡Qué pobre memoria es aquélla que sólo funciona hacia atrás!”, afirmaba Lewis Carroll. Es un poco la idea desarrollada en la cinta Mr Nobody, joya que pasó desapercibida al momento de su estreno en 2009. Este señor Nadie, el último hombre mortal sobre la faz de la Tierra, en el año 2092, tiene 118 años cuando un doctor le ayuda a


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recobrar sus memorias de infancia. Las historias contradictorias que cuenta el anciano, compuestas de muchas analepsis y prolepsis, dejan perplejo al inmortal médico. Como lo plantea el autor de Alicia en el país de las maravillas, la imaginación establece también un tipo de memoria: a veces recordamos más claramente los sueños y fantasías, que la realidad.

Recordar todo: genio y locura Desde 1638, el Miserere de Gregorio Allegri era la obra musical más exclusiva del mundo. Se tocaba solamente dos veces al año y las partituras no podían salir del Vaticano. En la noche del 11 de abril 1770, un joven de 14 años llamado Wolfgang Amadeus Mozart, acompañado por su padre, acudió a la Capilla Sixtina para disfrutar de la pieza. De regreso a su pensión, el padre compartió su lamento con su hijo: “¡Qué lástima que esta obra tan bella no se pueda tocar fuera del Vaticano!”. El niño prodigio contestó: “Claro que se puede” y empezó a transcribir nota por nota la obra de 15 minutos, para nueve voces y dos coros. Gracias a su fenomenal memoria, Mozart se convirtió en el primer pirata musical de la historia. Son poquísimas las personas con tales dones memorísticos, por lo tanto han inspirado a muchos autores y cineastas. El personaje interpretado por Dustin Hoffman en Rain man (Cuando los hermanos se encuentran) tiene mucho que ver con Kim Peek, autista capaz de leer dos páginas al mismo tiempo, una con cada ojo, en apenas diez segundos, y memorizar 98 por ciento de todo lo que leía. Personajes de ficción como Malcolm (el de en medio), Sherlock Holmes, Sheldon Cooper y Batman están también dotados de una memoria eidética. Las recientes películas Sin límites y Lucy plantean la existencia de moléculas que permiten recordar todo lo que uno ha visto. Hasta la fecha, no se ha inventado tal droga pero se aconseja ingerir algunas plantas y productos alimenticios para mejorar nuestra memoria.

Olvidar hasta olvidarse La pérdida de identidad que acompaña el deterioro de la memoria se ve reflejada en la gente que padece de la enfermedad de Alzheimer. En años recientes, diversas películas abordaron el doloroso tema: en Siempre Alice, Julianne Moore encarnó a una renombrada lingüista que tiene que luchar para manejar su vida una vez que le diagnostican la enfermedad; en Lejos de ella, Julie Christie interpretó a una mujer que decide alojarse en un hogar de ancianos debido a sus problemas de memoria cada vez más severos, hasta que se olvida completamente de su esposo. Las películas biográficas inglesas Iris y La dama de hierro también incluyen momentos de reflexión sobre los padecimientos de la escritora Iris Murdoch y la ex Primer Ministro Margaret Thatcher. La amnesia también ha inspirado a muchas obras heteróclitas. Un trastorno tan terrible puede dar lugar a momentos cómicos, como lo personifica Dory en Buscando a Nemo. En la comedia romántica Como si fuera la primera vez, Adam Sandler intenta seducir a Drew Barrymore, quien sufre de amnesia anterógrada después de un accidente. Significa que no recuerda nada desde ese momento y se despierta cada mañana sin ninguna memoria del día anterior. Sin duda, una de las películas más logradas sobre el tema de la pérdida de la memoria a corto plazo es la que hizo famoso a Christopher Nolan. Memento (Amnesia en México) narra cómo un hombre crea un sistema de fotos instantáneas, notas y tatuajes, para encontrar al asesino de su esposa a pesar de que su memoria se borra varias veces al día. Dos de mis cintas favoritas tienen como pro-

Kate Winslet y Jim Carrey en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, de Michel Gondry.

El séptimo arte ha sabido sacar provecho de las numerosas posibilidades narrativas vinculadas con la cuestión de la memoria humana

tagonistas personajes amnésicos. En Un hombre sin pasado de Aki Kaurismäki, un hombre que llega a Helsinki es asaltado y brutalmente golpeado en la cabeza, hasta perder la memoria. Empieza entonces una burlesca, absurda y, sin embargo, conmovedora búsqueda de identidad. En otra joya llamada Paris, Texas de Wim Wenders (Palma de Oro en 1984), un hombre camina en el desierto durante días hasta el desmayo. Una vez que averiguan su nombre en el hospital, su hermano lo busca y le explica que tiene un hijo que estuvo viviendo con sus tíos. La verdadera odisea comienza cuando Travis, acompañado por su hijo, decide buscar a su esposa, dando lugar a uno de los reencuentros más bellos de la historia del séptimo arte. En 2001 se estrenó una película francesa que explora diversos aspectos de la memoria, incluyendo el deber de recordar nuestro pasado, por más doloroso que sea: un personaje secundario de la cinta, sobreviviente de los campos de concentración, se esfuerza para no olvidar y contar lo que vivió a las personas que lo rodean. La cinta se centra en la historia de Claire, quien tiene trastornos de la memoria desde que recibió el impacto de un rayo. Su

hermana la lleva a un hogar para personas con problemas memorísticos, donde su madre murió de Alzheimer cinco años antes. Ahí Claire conoce a un hombre que perdió a su esposa y a su hijo en un accidente automovilístico pero que no lo recuerda. El título de la película: Se souvenir des belles choses y, sin duda, una de las maravillas de la memoria humana es: recordar las cosas bellas. En 2001 se estrenó una película francesa que explora diversos aspectos de la memoria, incluyendo el deber de recordar nuestro pasado, por más doloroso que sea. En un hogar para personas con problemas memorísticos se encuentran: una sobreviviente de los campos de concentración que se esfuerza para no olvidar y contar lo que vivió a las personas que lo rodean; Claire, el personaje central con trastornos de la memoria desde que recibió el impacto de un rayo, a quien su hermana lleva al mismo hogar donde su madre murió de Alzheimer cinco años antes, y un hombre que perdió a su esposa y a su hijo en un accidente automovilístico pero que no lo recuerda. El título de la película: Se souvenir des belles choses y, sin duda, una de las maravillas de la memoria humana es recordar las cosas bellas.

Fotograma de Un hombre sin pasado de Aki Kaurismäki,


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Trabajos de prosista RESEÑA :: Herrera, Yuri. Trabajos del reino. Cáceres: Periférica, 2004. POR ALEJANDRO ZAMORA

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a novela tiene la facultad de ser breve y tener una estructura lineal que permite leerla rápido. La otra de sus facultades, la mejor, es su prosa: una escritura sutil, un lenguaje con un uso preciso y deliberado de la imagen y del ritmo que por momentos se siente verso. Es interesante, además, el uso de este lenguaje para una realidad tan directa, para una trama tan lineal. Aquí están sin duda los mejores méritos de la novela, que en 2004 auguraba ya a un narrador al que había que tenerle puesto el ojo. Sorprende, no obstante, que estas dos características (rapidez de lectura y buena prosa), bastaran a la industria del encumbramiento para los premios y los epítetos que pregona la cubierta. Parece que en la situación actual de la industria, o eres “uno de los escritores latinoamericanos más prometedores” o no eres nada. Si se te publica es sólo como “uno de los nuevos valores de la literatura en español”. Lo curioso es que lo son todos y cada uno de los nuevos escritores que publican Alfaguara, Anagrama, Mondadori, Periférica, etc. ¡Montones y montones de prometedores y de nuevos valores! Lo curioso, también, es que con tanto y tanto escritor tan prometedor ya la promesa no es ninguna. Lo más curioso todavía, es que poquísimos de los más grandes escritores latinoamericanos fueron prometedores así, de escaparate editorial. Y es que todo este lenguaje no es lenguaje de crítico sino de marketing, transferido a los reseñistas, que lo han adoptado. Ser lo que es esta novela, en su modesta medida, es suficientemente bueno, suficientemente meritorio, suficientemente importante. Proponerla como “una de las más singulares de entre todas las que se han escrito en español”, es mercadotecnia vil. No veo, en todo caso, cómo pueda serlo: la trama es demasiado lineal, el ritmo narrativo demasiado homogéneo, ningún personaje adquiere profundidad, todos funcionan como personajes tipo sin mayor desdoblamiento psicológico. Es, en este sentido, como los personajes del universo de los narcocorridos, que le da tema. Pero, lo repito, así está bien. Es una primera novela de un joven narrador mexicano que, por lo que es esta obra, merece toda la atención de los lectores. Y yo creo que eso vale mucho más. (Herrera ha publicado ya otras dos novelas que no he leído, pero me dispongo a hacerlo). Bueno, la trama de Los trabajos del reino es ésta: un compositor de corridos pobre, perdido en las cantinas del norte, es descubierto un día por un gran capo del narcotráfico, a quien le cae bien. El compositor pide asilo en el palacio del capo, y éste lo acepta como parte de toda una cortesanía visiblemente funcional bajo el pacto vasallático: servicios por protección. El compositor se enamora de la hija de una de las cortesanas (la sibila de la corte); el compositor cae de la gracia del capo por componer un corrido que lo retrata como solitario y débil; el capo cae debido a una traición; el compositor termina sin reino y sin mujer, solo, pobre otra vez. La vida palaciega tiene su estructura, sus fiestas, sus lujos desmesurados. Es un poco típico, todo esto, y se parece, en este sentido, a la de Juan Pablo Villalobos, Fiesta en la madriguera (de su misma generación). La novela se celebra un poco, ya dije, por su prosa, y por un ligero esbozo psicológico y social que alcanza a lograr, aunque de manera efímera, en cuanto a la adoración del gran capo. Para gente que ha vivido siempre en la pobreza, en los márgenes miserables del “desarrollo”, el “progreso” y la “legalidad” (la mayoría, pues), víctima de

El escritor Yuri Herrera.

políticas de abuso, desposesión, explotación y abandono, un capo que les da dinero, les pone iglesias, les apadrina niños, les patrocina fiestas parroquiales, les da protección en el burgo y somete a las grandes fuerzas “del orden”, es un sujeto de adoración, sin duda. Esto está más allá de la moralidad: es puramente funcional. Para ellos es así: un dios protector. Entre los demonios institucionales y los demonios clandestinos del país, que para todo efecto práctico son igualmente demonios, igualmente criminales, la gente se ase del que les hecha un lazo real, no demagógico. De ahí surge el amor. La manera en que el compositor adora al Rey, es genuina, es profunda, es casi metafísica. Y no es más que una representación individualizada de la manera en que lo hace el pueblo, visible en los días de audiencia. Esto está bien hecho, pero no desarrollado. Es marginal en la novela. Una interesante lectura en la que la novela crecería bastante sería una lectura alegórica: estaríamos ante una forma de organización feudal de reinos en disputa y sucesiones sangrientas que prolifera en la tierra fértil de la ilegalidad y la corrupción. Es una alegoría social y política del

México poseído por el crimen organizado. Pero esto quizá sería más mérito de la lectura que de la novela. Según la cuarta de forros, Eduardo Antonio Parra escribió en Letras libres: “Yuri Herrera destaca con su primer libro, en el que, a través de la mirada de un compositor de corridos, despliega ante el lector un panorama de la ‘vida palaciega’ de un cártel del narcotráfico. Lobo, protagonista y narrador de la novela, es un ser marginado desde su nacimiento”. Bueno, Lobo no es el narrador de la novela. El narrador es extradiegético, pero incorpora a veces una subjetividad interna, que suele ser la de Lobo, pero no nada más. Es una narración que tiene un interesante juego de focalizaciones y de puntos de vista. Yo me pregunto a qué se deberá este premeditado trabajo de encumbramiento del autor, con tanto elogio y sin nada de análisis. La nota de El País de Amelia Castilla, citada también en la cuarta de forros, elogia la prosa, y nada más. Yo hago lo mismo. Varias otras notas previeron la consolidación de un buen narrador, con oficio y buenas intuiciones, en trabajos posteriores. Yo también hago eso.


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CREACIÓN

Arenas movedizas FRAGMENTO

Henning Mankell

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e repente fue como si la vida se estrechara. Aquella mañana, recién estrenado el año 2014, cuando me dieron el diagnóstico de cáncer, fue como si la vida se encogiera. Escaseaban las ideas, una especie de paisaje desértico se me extendía por dentro, en la cabeza. Puede que no me atreviera a pensar en el futuro. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la infancia. Cuando tenía ocho o nueve años, me pasé una temporada pensando en qué muerte me asustaba más. No era nada extraordinario, son ideas normales a esa edad. La vida y la muerte empiezan a convertirse en cuestiones decisivas ante las que adoptar una postura. Los niños son seres muy serios. Y sobre todo a esa edad, a la que empiezan a dar el paso hacia la condición de ser humano consciente. Consciente de que tenemos una identidad que no se puede sustituir. El aspecto que uno tiene ante el espejo cambiará a lo largo de la vida, pero detrás se esconde siempre quien tú eres. La identidad se va formando cuando nos atrevemos a adoptar una postura determinada ante cuestiones complejas. Eso lo sabe todo aquel que no ha olvidado su infancia por completo. Lo que a mí más me asustaba era pisar el hielo en un lago o en el río, que se hiciera un agujero y que me engulleran las aguas debajo del hielo sin que pudiera salir de allí nunca más. Ahogarme debajo de la capa de hielo mientras los rayos del sol la atravesaban. El ahogamiento en el frío de aquellas aguas. El pánico del que nadie te podía liberar. El grito que nadie iba a oír. El grito que se congelaba hasta convertirse en hielo y muerte. No era raro ese tipo de miedo. Yo me crié en Härjedalen, donde los inviernos eran largos y crudísimos. También ocurrió por aquella época, cuando yo tenía ocho o nueve años, que una niña de mi edad se ahogó al colarse por la fina capa de hielo del lago de Sandtjärn. Yo estuve presente cuando la sacaron. El rumor cundió rápidamente por Sveg. Todos acudieron corriendo. Era un domingo. Sus padres estaban a la orilla del lago cubierto de hielo, cuya blancura interrumpía la oscuridad del agujero. Cuando los bomberos voluntarios capturaron el cadáver de la niña con un rezón, los padres no se comportaron como se ve en las películas o como leemos en los libros. No lloraban a gritos. Se quedaron mudos. Otros sí lloraban. La maestra, lo recuerdo bien. El pastor y las mejores amigas de la niña. Alguien vomitó en la nieve. Reinaba un gran silencio. Delante de la boca de todos los presentes se formaba una nube blanca de vaho, como señales de humo inexplicables. La niña ahogada no había pasado mucho tiempo debajo del agua. Pero estaba totalmente rígida. La ropa de lana que llevaba crujía y empezó a resquebrajarse cuando la tumbaron en la nieve. Tenía la cara blanquísima, como si la hubieran maquillado. Y la melena rubia, que asomaba debajo del gorro rojo, parecía un puñado de carámbanos amarillos. Pero también había otra muerte que me asustaba. Había leído al respecto en algún sitio. Después he intentado recordar dónde. Puede que en la revista Rekordmagasinet, que mezclaba relatos deportivos con otros de misterio y aventuras. O quizá en alguno de los relatos de viajes por África o por los países árabes. No conseguí dar con el cuento. Trataba de arenas movedizas. De cómo un hombre, vestido con un uniforme de color caqui y con un rifle al hombro, equipado para una expedición, pisa por casualidad un banco de esas arenas traicioneras, que lo atrapan en el acto. Al final, la arena empieza a taparle la boca y la nariz. El hombre está condenado. Se ahoga y el pelo que le cubre la cabeza desaparece finalmente

sumergido en la arena. Las arenas movedizas estaban vivas. Los granos se convertían en tentáculos espeluznantes que engullían a un ser humano. Un agujero de arena que comía carne. Los hielos traicioneros sí podía evitarlos. Cerca de los lagos y del río Ljusnan no abundaban las playas de arena. Pero mucho después, cuando paseaba por las dunas de Skagen o, después incluso, por las playas africanas, el recuerdo de aquellas terribles arenas movedizas me venía a la memoria. Cuando supe que tenía cáncer, ese miedo volvió. Me afectó igual que la primera vez, ahora lo comprendo. La sensación que experimenté fue precisamente ésa, el pavor que me causaban las arenas movedizas. Me resistía a que tiraran de mí y me tragaran. La certeza paralizante de que sufría una enfermedad grave e incurable. Me llevó diez días con sus noches, con muy pocas horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia. Ni una sola vez, que yo recuerde, me vi tan desespe-

rado como para echarme a llorar. Tampoco grité de angustia en ningún momento. Fue una lucha silenciosa por sobrevivir a las arenas movedizas. Y no me vi arrastrado al fondo. Al final logré trepar como pude para salir de la arena y empecé a enfrentarme a lo ocurrido. La idea de tumbarme a esperar la muerte ya no existía. Recibiría el tratamiento que tenemos a nuestro alcance. Aunque no pudiera volver a estar del todo sano, existía la posibilidad de que viviera mucho tiempo. Sufrir un cáncer es una catástrofe en la vida. Sólo después de transcurrido el tiempo sabemos si hemos sido capaces de enfrentarnos a él, de ofrecer resistencia. Lo que pensé y viví aquellos diez días posteriores a tan devastador diagnóstico es algo que todavía no tengo del todo claro. Puede que nunca lo comprenda. Aquellos diez días de enero de 2014, después de la fiesta de la Epifanía, son como sombras, tan oscuros como los breves días del invierno sueco. En el plano físico, sufría a veces escalofríos que hoy me recuerdan a las ocasiones en que he padecido malaria. Me

Ni una sola vez, que yo recuerde, me vi tan desesperado como para echarme a llorar. Tampoco grité de angustia en ningún momento. Fue una lucha silenciosa por sobrevivir a las arenas movedizas.


8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

SÁBADO 10 DE OCTUBRE DE 2015

Así fueron aquellos diez días que cambiaron por completo las premisas de mi vida. Las arenas movedizas eran el agujero infernal del que, a la postre pasaba la mayor parte del tiempo en la cama, tapado con el edredón hasta la barbilla. Lo único de lo que ahora estoy totalmente seguro es de haber sentido que el tiempo se había detenido. Como en un universo compacto y condensado, todo se había convertido en un punto en el que no existía ningún «entonces» ni tampoco ningún «después», sólo aquel «ahora». Un ser humano que se aferraba a la orilla de un banco de arena mortal que quería tragárselo. Cuando por fin superé el impulso de rendirme, de dejarme engullir por el abismo, me puse a leer libros sobre qué son en realidad las arenas movedizas. Y descubrí que el relato sobre esas masas de arena capaces de arrastrar consigo a un hombre y matarlo es un mito. Todas las historias que se cuentan y que lo describen son una invención. Entre otras instituciones, lo ha investigado con experimentos prácticos una universidad de Holanda. Pero la comparación con las arenas movedizas es, a pesar de todo, aquella a la que aún hoy me gusta recurrir. Así fueron aquellos diez días que cambiaron por completo las premisas de mi vida. Las arenas movedizas eran el agujero infernal del que, a la postre, conseguí librarme. Arenas movedizas, Henning Mankell (Tusquets). Traducción de Carmen Montes Cano. Mankell murió el 5 de octubre de 2015 en Gotemburgo, Suecia.

El escritor Henning Mankell.

La información al alcance de todos AJEDREZ :: POR MANUEL MICHELONE

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l ajedrez es un juego por demás complicado, el cual está lejos de resolverse. Hoy en día hay jugadores de altísimo nivel, todos profesionales del juego ciencia, que literalmente trabajan ocho horas (y más), al día, intentando hallar esa sutileza que el rival desconozca, esa combinación cada vez más escondida, que le dé alguna ventaja ganadora en una partida de torneo. Digamos que a partir de Fischer, el ajedrez se volvió una profesión y el norteamericano fue quizás el precursor de toda esta ola de talentos que pueden dedicarse y vivir decorosamente del ajedrez. Pero para poder llegar a estos niveles de elite en el ajedrez competitivo, hay que trabajar mucho. Ningún jugador de entre los 20 mejores del mundo, estudia sin computadora. Hoy es inconcebible pensar poderse preparar para un torneo entre grandes maestros sin la ayuda de las máquinas y de los motores de ajedrez, estos programas que literalmente ya son invencibles por los seres humanos. Actualmente se pueden conseguir millones de partidas aglutinadas en bases de datos en donde cada jugador puede buscar lo que los rivales juegan. De hecho, la Megabase 2015 tiene más de 6 millones de partidas, registrando así toda la historia del ajedrez basándose en los mejores torneos que se han jugado desde que el juego ciencia se popularizó en Europa. Aparte de eso, empresas como Chessbase o ChessOk, tienen un buen número de discos compactos con monografías de aperturas, o estudios de los finales, por no decir aquellos que versan sobre las combinaciones y la táctica en ajedrez. Los libros han pasado tal vez a segundo término pero incluso hoy, si se sabe buscar en la red, se hallarán sitios donde existen libros escaneados de ajedrez para todos los niveles. Sí, algunos libros parecen de dudosa procedencia, pero bueno, están ahí para quien tenga pocos

problemas morales con los derechos de autor. Es decir, hoy en día si se quiere estudiar ajedrez profundamente, se puede hacer sin dificultades, porque la información está al alcance de todos gracias a Internet. Es claro que tanta información también nos deja una sensación de frustración u opresión. ¿Qué estudiar? ¿Usar libros escaneados o monografías que solamente pueden verse en el programa Chessbase? ¿Cuántos ejercicios de táctica al día hay que hacer? Vamos, que progresar requiere de utilizar tiempo frente al tablero pero aun así, debido a la vida moderna y veloz que llevamos, es necesario decidir desde antes cómo administrar el tiempo para así poder sacarle mayor jugo al estudio. Cabe decir que este énfasis sobre estudiar ajedrez no es algo ocioso. En el mundillo del ajedrez he conocido muchísimos jugadores eventuales que creen que si se leyeran uno que otro librito jugarían muy bien. Ese tipo de ideas es absurdo y probablemente quien piense así no tiene idea de las dificultades que pueden encontrarse en el tablero y la necesidad de trabajar en aperturas, medio juego, finales, combinaciones, táctica, amén de hacer ejercicio físico y estar en forma para soportar las largas horas en los torneos. La moraleja de la historia es simple: quien no estudie estará condenado a no avanzar. Pero aquí lo importante es que ya “san Internet” nos puede dotar de todas las herramientas para llegar a ser un buen jugador. Si a usted le gusta el ajedrez, le apasiona como a quien escribe, ya no hay pretexto. Hay un enorme cúmulo de información, legal e ilegal si quieren, pero que permite al verdaderamente interesado en el juego ciencia, el hacerse de ella y poder estudiar y por ende, mejorar. Ahí está el duro camino a la maestría ajedrecística. ¿Quién dice yo?


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