[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 12 DE DICIEMBRE DE 2015 |
Dino Campana «Qué pequeño y ligero es el mundo en tus manos» POR MARCO ANTONIO REGALADO | PAG. 2
Ángeles azules
Las señales
A LA SAZÓN NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS
ARTÍCULO CECILIA LAVALLE
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La lectura y la sociedad del conocimiento / y 2
Monstruos y criminales
ARTÍCULO JOSÉ ANTONIO MILLÁN | PAG. 5
CINE FAUSTO PONCE / LUCIANO CAMPOS | PAG. 8
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SÁBADO 12 DE DICIEMBRE DE 2015
Dino Campana «¡Qué pequeño y ligero es el mundo en tus manos!» POR MARCO ANTONIO REGALADO
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ecuerdo aquel día en que, como niños, contigo, mi amiga imaginaria, pasamos toda una mañana y parte de la tarde tirados en el piso en aquella casa que rentábamos cerca de Ciudad Universitaria, leyendo poesía italiana. Hoy hace 130 años nació Dino Campana y el primero de marzo se cumplieron 83 de que falleció en un hospital psiquiátrico a los 47 años de edad. Desde la madrugada no dejo de pensar en ti, no tanto porque tú o yo nos queramos suicidar, sino por los días en que hemos compartido su poesía, en esa antología de poesía italiana que tenemos en casa. Sólo contigo la he compartido y la he disfrutado, y me doy cuenta de que somos de esos extraños amigos que comparten la cercanía del espíritu del alma a través de la literatura y de la poesía. No sé, de pronto y sin saber por qué me he puesto triste, te estoy extrañando tanto y terminé escribiendo estas palabras en el diario como si estuviese conversando contigo como otros días lo hacíamos, o quizá tan sólo falseo la realidad por querer conversar contigo como en otros días y compartir ese gusto por los poetas extraños y complicados. Seguramente Dino Campana habitaría nuestra ciudad imaginaria de Tebas, en la que ciertamente por la fatalidad del destino no terminó escribiendo sólo esos bellos poemas, y tener una vida llena de arte, pasión y libertad como hubiéramos querido. Sin embargo, la cuerda sociedad lo condenó por segunda vez al encierro, y sería la última, en el manicomio de Castel Pulci en 1918, donde se quedaría hasta su muerte por septicemia en 1932. Recordarás también “Donna genovese”, ese poema que tanto amamos de él: Donna genovese Tu mi portasti un po’ d’alga marina Nei tuoi capelli, ed un odor di vento, Che è corso di lontano e giunge grave D’ardore, era nel tuo corpo bronzino: - Oh la divina semplicità delle tue forme snelle Non amore non spasimo, un fantasma, Un’ombra della necessità che vaga Serena e ineluttabile nell’anima E la discioglie in gioia, in incanto serena Perché per l’infinito lo scirocco Se la possa portare. Come è piccolo il mondo e leggero nelle tue mani! Tú me trajiste un poco de algas marinas/ en tus cabellos y un olor de viento, / viniendo de lejos llega grave/ de ardor, había en tu cuerpo bronceado / o la divina / simplicidad de tus formas esbeltas: /no amor ni sufrimiento, un fantasma, /una sombra de la necesidad que vaga / serena e ineluctable por el alma /y la disuelve en júbilo, en encanto, serena, /para que pueda el viento del sudeste/ llevarla al infinito. //¡Que pequeño y ligero es el mundo en tus manos! “
El poeta italiano Dino Campana.
Amiga mía, estarás de acuerdo conmigo que hoy en día cualquier computadora nos puede salvar de grandes apuros, o nos puede joder la existencia con su pérdida. Tú y yo lo hemos experimentado hasta lo indecible; o una carta, un programa de cursos, las notas para una conferencia o
para una lección pueden almacenarse en sus circuitos integrados, y ante su pérdida es como la maldición del destino contra Edipo. Hace veinte o treinta años si por descuido hubiésemos extraviado un cuaderno, una carta, unas notas o unas páginas tan largamente trabajadas, habría sido
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esa tragedia. Eran papeles únicos, insustituibles. Tal fue la historia de nuestro querido poeta italiano: Dino Campana. Era tímido por naturaleza y víctima de reiterados episodios de esquizofrenia. Sin mayor ostentación, tenía escritos hacia 1914 unos maravillosos poemas sobre el paisaje toscano, el mar genovés, las mujeres amadas (reales o fantasmales), las ciudades, los humos de la pasión y los escalofríos de la soledad. Viajó a Florencia, donde les dejó a unos amigos editores el cuaderno con sus manuscritos, pidiendo que se lo publicasen. Pasaron las semanas y los meses sin saber nada de su libro. Un día lo enteraron de una desgracia: Ardengo Soffici, un editor y amigo de Dino, había perdido el cuaderno de poemas, por un imperdonable descuido. El poeta nunca superó aquella terrible fatalidad. Aun así, se decidió a rehacer de memoria los poemas. Poco después, en una magra edición, los publicó por su cuenta con el título “Cantos órficos”. Con el tiempo volvieron y se acentuaron sus padecimientos mentales. En cierta ocasión, tratando de escapar del manicomio adonde lo habían confinado, el poeta contrajo una septicemia. Meses después, a sus 47 años, dejó de existir. Un feliz día de 1971, Valeria Soffici, la hija del editor, encontró el viejo cuaderno entre los papeles y revistas de su padre, que acababa de morir. Lo envió a una casa editora y así pudo recuperarse del olvido. El título original era otro: El día más largo (cuánta diferencia en el título, a mí me agrada más, me da una fotografía más viva de Dino). El fortuito hallazgo, claro, no podía cambiar la honda amargura de Campana, quien vivió creyendo esfumada para siempre su poesía. Pero el tiempo y las casualidades le devolvieron a la historia los más hermosos poemas de un joven consumido por el ansia de que sus palabras pudiesen ser leídas o escuchadas. El mismo azar que extravió su cuaderno hizo que muchos años después lo pudiésemos abrir con devoción, ya rescatado y perdurable. Habría que agregar que Dino Campana estudió química farmacéutica en la Universidad de Bolonia, y aunque con sólo 21 años tuvo que ser internado en un hospital de Imola por una enfermedad mental, viajó por el mundo: Suiza, Francia, Argentina, Rusia, Bélgica, donde ejerció diversos oficios, afilador, fogonero de vagones
CREACIÓN
Poemas Dino Campana La quimera No sé si entre rocas tu pálido rostro se me apareció, o sonrisa de lejanías ignoradas fuiste, pendiente de marfil frente fulgente oh joven hermana de la Gioconda: oh de las primaveras muertas, por tu mítica palidez oh reina oh reina adolescente: mas por tu desconocido poema de placer y dolor música niña exangüe, marcado con una línea de sangre en el círculo de los labio sinuosos, reina de la mediodía: mas por la virgen cabeza inclinada, yo poeta nocturno velé las estrellas vivas en los mares del cielo, yo por tu dulce misterio yo por ponerte taciturna. No sé si la pálida llama fue de los cabellos el viviente signo de tu palidez, no sé si fue un dulce vapor, dulce sobre mi dolor, sonrisa de un rostro nocturno: miro las blancas rocas los mudos manantiales de los vientos y la inmovilidad de los firmamentos y los henchidos arroyos que van llorando y las sombras del trabajo humano encorvadas allá en las colinas heladas y aún por tiernos cielos lejanas claras sombras fluyentes y aún te llamo te llamo Quimera.
Jardín otoñal (Florencia) Al jardín espectral al laurel mudo de las verdes guirnaldas a la tierra otoñal ¡un último saludo! a las áridas pendientes ásperas enrojecidas en el extremo sol confusa de rumores roncos grita la lejana vida: grita el moribundo sol que ensangrienta los canteros. Se percibe una fanfarria que sube lastimosa: el río desaparece en las arenas doradas: en el silencio están las blancas estatuas en la cabecera de los puentes vueltas: y las cosas no existen más y desde el profundo silencio como un coro tierno y grandioso surge y anhela en lo alto a mi balcón: y en aroma de laurel, en aroma de laurel acre desfalleciente, entre las estatuas inmortales en el ocaso ella se me aparece presente.
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de carga, músico de la marina, portero de club y bombero. En 1918 fue recluido de nuevo, en esta ocasión en el manicomio de Castel Pulci, donde se quedaría hasta su muerte en 1932. Su única obra publicada durante su vida es Cantos órficos (1914), libro capital para indicar la dirección de la lírica italiana a partir de ese momento, sobre todo para los nuevos líricos que surgieron después y especialmente de los poetas del hermetismo. Tras su muerte fueron editados diversos escritos inéditos: Inédito (1942), Taccuino (1949), Cartas (1958) y Taccuinetto faentino (1960). Dino Campana intentó otorgar profundidad y convicción poética a una forma de escribir desvinculada de la tradición. Sus poemas resultan incisiones de una realidad donde se mezcla un escenario verdadero, una serie alucinada de recuerdos y una concepción simbólica de los hechos de la conciencia, todo a través de un torrente de imágenes que de pronto se interrumpen o se repiten para lograr un efecto musical. El día está terminando. No he podido comunicarme contigo. Te dejo el inicio de esta conversación inexistente contigo, “mi amiga imaginaria”, recordando las palabras de Dino Campana, como si las hubiese escrito para ti: “Come è piccolo il mondo e leggero nelle tue mani!”. el día ensombrece de otoño la ventana de mi habitación en el hospital donde dicen que van a arreglar mi tristeza desde aquí veo como las sombras y la claridad se van mezclando en las páginas y me dejan una cicatriz apenas perceptible en el alma una grieta por donde se puede meter a vivir el amor para orientar al dolor alguien enciende una lámpara al final de la tarde alguien más eleva sus plegarias a la virgen de la soledad y alguien ha olvidado apagar su lámpara en el fondo de mi memoria la luz ha ido iluminando mis pensamientos y mis palabras la noche ya tiembla en los ojos de los olvidados les arranca gotas de mar o de lluvia y humedecen la página la luna también tiembla en mis ojos / está encantada.
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Ángeles azules A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
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na cola en "v" indica que estamos ante un pez azul. Claro, luce ligeramente índigo y con umbrales plateados. Existen varias especies azules. Me refiero a esas criaturas marinas que coinciden en tener una alta concentración de grasa entre sus poderosos y escurridizos músculos. Al parecer, la grasa incide en su apariencia cromática exterior. Tal grosura la necesitan como reserva energética. Son viajeros, por tal razón tienen una aleta caudal con un borde superior ahorquillado. Esta extremidad se despliega con mayor potencia que la de los peces blancos. Los impulsa entre océanos de forma sobresaliente. La concentración de grasa en un azul es de entre 5 y 10 por ciento. El pescado blanco o magro (de costumbres sedentarias) contiene aproximadamente un 2 por ciento. Existe una clase intermedia. Se trata de pescados semigrasos como la Lubina. Su forma de vida determina que se deslicen en aguas superficiales, espacios que los oceanógrafos reconocen como zonas de piélago. Por eso también se les clasifica como peces pelágicos; propiamente, ultramarinos. Su prestigio gastronómico se debe a su mayor concentración en ácidos grasos poliinsaturados, entre los que destacan los del tipo Omega 3. La carne entreverada de grasa aporta una textura rotunda aunque ligeramente cremosa. Su gusto es entre ahumado y profusamente mineral. Así es que son pescados sabrosos y ricos para el corazón. La ingesta de estas carnes es vastamente recomendada para prevenir enfermedades cardiovasculares. Sus grasas poli-saturadas aumentan los niveles de colesterol HDL ("bueno") y disminuyen los niveles de colesterol LDL ("malo"). Los Omega 3 incluidos dismi-
Por su completo contenido en minerales, el consumo de pescado azul es especialmente recomendable para niños en crecimiento y para mujeres embarazadas nuyen los lípidos y por tanto reducen el riesgo de que éstos se acumulen en las venas. Los efectos interiores son: disminución en la tensión arterial, bajo nivel de lípidos en la sangre, elasticidad de glóbulos rojos, acción anti-inflamatoria en las paredes internas de los vasos y una adecuada función de plaquetas. Por su completo contenido en minerales, el consumo de pescado azul es especialmente recomendable para niños en crecimiento y para mujeres embarazadas. Obviamente, a todas y todos nos puede caer bien. Y aunque investigadores finlandeses, franceses y catalanes aún no han descubierto el porqué, sus experimentos con miles de jubilados europeos han coincidido en que comer pescados grasos tres veces por semana, durante siete años, disminuye la demencia senil en un 25% o de plano la frena. Acaso uno de los científicos involucrados en las referidas pruebas refirió, llanamente y en tono de broma, respecto a los resultados: "las mentes de algunos voluntarios ahora nadan como Bonito en el Pacífico".
LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Azules: anchoa, anguila, arenque, atún, bonito, jurel, lamprea, pez espada, salmón, salmonete, sardina y caballa.
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La lectura y la sociedad del conocimiento / y 2 ARTÍCULO :: II. Las raíces de la lectura. POR JOSÉ ANTONIO MILLÁN Escuchar con los ojos
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on un sentido muy Barroco de la existencia, el gran Quevedo explicaba de esta forma su relación con la lectura: Vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos
Lo que recalcaba Quevedo era el papel de la cultura escrita como preservadora del conocimiento, como posibilitadora del diálogo con el pasado. A este rasgo -que todavía hoy se mantiene- se une ahora que la escritura es un factor clave de comunicación con nuestros contemporáneos. Ya hemos mencionado las asombrosas dimensiones de la Web, ese depósito de datos e informaciones variadas. Pero es muy probable que las comunicaciones que las personas se intercambian en los "grupos de noticias" (news groups) igualen en tamaño a la propia Web. Y los correos electrónicos están adquiriendo un auge extraordinario: cada minuto se envían en el mundo cinco millones de correos electrónicos. Ya hay más mensajes de correo electrónico que de voz... Y además, tenemos las nuevas formas de "oralidad por escrito", como los chats, esos intercambios de mensajes escritos en tiempo real. De nuevo, parece que la comunicación interpersonal, ya sea privada o semipública, descansa sobre las habilidades lectoras. Está resurgiendo el género epistolar (que desde la llegada del teléfono experimentaba un claro retroceso), con nuevas formas, con nuevos elementos -acrónimos, palabras nuevas, emoticonos (esas caritas esquemáticas que expresan emociones)-, pero más pujante que nunca. Y se ha recuperado a varios niveles: el intercambio de notas entre adolescentes que usan los mensajes cortos de su teléfono móvil, el email recordatorio o conminatorio (sin encabezamiento, de una sola línea); pero también el mensaje de correo electrónico
largo y demorado, tan extenso como la mejor carta del pasado... Seguiremos hablando por teléfono, y cada vez hablaremos más a través de la red, pero el correo electrónico (o sus descendientes) permanecerán, porque presentan muchas ventajas para las personas, para las empresas, para las instituciones: la posibilidad de meditar lo que se dice, el almacenamiento y posterior recuperabilidad de los mensajes propios y ajenos... Sí: al mundo de las relaciones personales ha vuelto la letra, y con ella la lectura.
Desde el principio ¿Cómo aprendemos a leer? ¿De dónde sacamos esas habilidades complejas que, como hemos visto, se han ido construyendo históricamente? Hay que recordar en primer lugar el papel de la escuela, de la educación primaria. En ella se ponen las bases para la adquisición de la lectura. Ha habido un gran desarrollo de las metodologías de iniciación a la lectura y, sobre todo, la escuela actual acumula las experiencias de numerosísimas generaciones que aprendieron a leer en ella. No se trata sólo de la adquisición de unas técnicas. Si ellas no vienen acompañadas del despertar de una motivación, de poco servirían. Los enseñantes actuales tienen a su disposición lecturas atractivas y adecuadas a muy distintos niveles (porque el mundo de la edición ha contribuido a ello creándolas). Tenemos hoy "libros blanditos", de tela, que los infantes prealfabéticos pueden estrujar y chupar, como en una prefiguración de lo que será su futura actividad intelectual. Hay libros bellísimamente ilustrados, sin letras; o con palabras gigantescas, a una por página; con colores, texturas, materias, olores; con solapas que estirar, puertas que explorar, pirámides que se erigen al abrir una página; libros que describen el mundo real o cons-
truyen uno imaginario: la diversidad de obras para quienes empiezan a leer es inmensa, y la escuela puede aprovecharlas. Hay que añadir que no podrá hacerlo sin recursos, sin bibliotecas en los centros, sin profesionales para su animación... Además la enseñanza, desde sus primeros niveles, tiene la misión de poner al alumno en contacto con las complejas tipologías de materiales de lectura contemporáneas: no solo el libro, sino también la revista, el periódico o el catálogo; no solo el artículo, sino también el gráfico o la publicidad. Los alumnos deben crecer educados en la multiplicidad de los soportes y modalidades de la información, y eso les va a servir de mucho en un medio (como el digital) extremadamente variado y flexible.
Leer imágenes Una observación, al hilo de todo esto... Parte de la educación escolar de hoy -con el apoyo de los libros de texto y materiales complementarios- intenta también dar herramientas para la interpretación de los gráficos, esquemas y yuxtaposición de imágenes. En origen, esta es la respuesta de la enseñanza a la eclosión de lo que se dio en llamar "la sociedad de la imagen", pero encontraremos también que resulta de especial utilidad para manejarse en un medio mixto como el que supone la Web. En concreto, es necesario saber interpretar la contigüidad de imágenes y textos (que a veces crea relaciones más insidiosas -por lo ocultas- que los puros encadenamientos textuales). Hace falta comprender los límites de los testimonios "reales": el video no es la acción; la foto no es la cosa; la parte no es el todo... Hay que entrenar en la interpretación de los gráficos, cuadros, esquemas y ayudas infográficas, tan presentes en la información contemporánea, porque pueden
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transmitir interpretaciones sesgadas, o directamente erróneas de los datos. En suma: el lenguaje de las imágenes, y de las relaciones de éstas con el texto, exige una formación independiente, que las escuelas y los textos que en ellas se usan- están procurando también dar.
Crecer en la lectura Pero la enseñanza escolar es sólo el principio. Las complejas habilidades que, como hemos visto, moviliza la lectura exigen no sólo que la persona que aprende se encuentre en un determinado nivel de maduración neurológica; no sólo que se inicie en los rudimentos del descifrado de textos, sino que estas disposiciones se activen y ejerciten durante largo tiempo. Un lector avanzado, una persona que puede enfrentarse con un texto en condiciones óptimas de aprovechamiento y velocidad, sólo se forja a lo largo de años de práctica. De ahí la importancia (en esta materia, como en otras muchas) de compartir la formación escolar con la del hogar. El niño que no crece en un ambiente de lectura en su casa, difícilmente podrá alcanzar plenamente las capacidades para tratar con textos. El que no disponga de una variedad suficiente de tipos de obras no aprenderá a vérselas con los distintos niveles de acceso a la información escrita: la lectura profunda, la búsqueda de un dato específico, la lectura somera rastreando una idea... Sí: la riqueza en libros y en publicaciones, la abundancia en lectura de un medio familiar (o en una biblioteca pública: luego abundaremos en ello), es la mejor garantía de un desarrollo pleno de las capacidades lectoras. La falta de hábitos y de ocasiones de lectura hará muy difícil el pleno desarrollo de esas potencias. Y la persona que no las tenga está muy mal preparado para la sociedad de la información: así de simple. Pero a su vez, ¿cómo conseguir el clima social que dirija hacia esta importante práctica? ¿No están nuestros medios de comunicación exacerbando la orientación hacia -48? los elementos multimedia (imagen y sonido) de la sociedad de la información, con absoluto olvido de la lectura? Si nuestras tasas de lectores son tan bajas en comparación con los países a los que deberíamos equipararnos, ¿no es en parte por la falta de un auténtico clima mediático en su favor? Que una modernidad mal entendida no nos prive del necesario apoyo en un tema clave...
Una sociedad lectora Quien visita Nueva York o Seattle, tenga o no la oportunidad de encontrarse con los artífices de las compañías que están cambiando el mundo, puede tener sin embargo una experiencia crucial. Aborde un transporte público; móntese en el metro o en un ferrocarril de cercanías y mire en torno. Una mayoría de las personas a su alrededor están leyendo, y muchas de ellas leen libros: las baratas ediciones paperback (o rústica) que ha sido la gran aportación de la cultura anglosajona al mundo del libro; los libros aún con el tejuelo de la biblioteca pública, tomados en préstamo por una o dos semanas... Otros están enfrascados en periódicos, revistas... Así son las cosas. La cultura que dicta los rumbos del mundo contemporáneo desde sus empresas y universidades, la cultura que acumula una proporción de premios Nobel por habitante superior a cualquier otra, es una de las culturas más lectoras de la Tierra. No es un caso único: los visitantes de Japón observan también sorprendidos la proli-
Para aprender a leer hay que leer mucho (como para montar en bicicleta, o para nadar, hay que hacerlo mucho).
feración de lectores públicos, hasta tal extremo que hay una figura que ha necesitado la acuñación de una palabra nueva en su lengua: "el-que-lee-de-pie-en-la-librería". Sí: estos lectores ávidos y de poco dinero, a los que se consiente su actividad silenciosa junto a la mesa con las novedades, son otro exponente de cómo lectura y avance van juntos... Porque (llegamos a un nuevo flanco vital), allí donde el sistema educativo no pueda acompañarnos más; allí donde los hogares, por motivos históricos o económicos, no puedan proporcionar los medios para crecer en la lectura, una potente red de bibliotecas modernas y bien dotadas es el lugar donde adquirir los medios para seguir. ¿Hay que recordar cómo las sociedades más lectoras y avanzadas del mundo abundan también en bibliotecas abiertas a todos? Las pequeñas bibliotecas suecas, donde los niños aprenden a ir a jugar con libros; las bibliotecas públicas americanas, donde cualquier ciudadano busca -y encuentra- el dato que le falta, el libro que necesita para su hobby. Y en todo el mundo avanzado los bibliotecarios han devenido, además, particulares Ariadnas de las telarañas electrónicas (guiando a su público también en la Web), en una demostración de cómo lo antiguo y lo nuevo muchas veces se pueden complementar...
El papel del libro, y el libro de papel Volvamos un momento sobre la consolidación de los hábitos lectores. Para aprender a leer hay que leer mucho (como para montar en bicicleta, o para nadar, hay que hacerlo mucho). Y por fortuna, hay mucho que leer. El mundo editorial español es especialmente rico, no sólo en número de nuevos libros al año, sino en la calidad de sus contenidos, e incluso en aspectos materiales de composición o de fabricación. Un paseo por nuestras librerías es en sí mismo toda una invitación a la lectura. Sin esta oferta, constantemente presente en las librerías, y remansada en las bibliotecas públicas y de las instituciones, no habrá tantas ocasiones y acicates para lanzarse a la lectura. Y por tanto, no habrá un número considerable de buenos lectores. Y por tanto, nuestros jóvenes, nuestros profesionales, nuestros investigadores, no estarán preparados para convertir la información en conocimiento.
Podría pensarse que la actual proliferación de equipos informáticos con acceso a la red (crecientemente en las escuelas, también en muchos hogares) puede bastar para suministrar motivos de práctica lectora, y materiales para ejercerla. No es así: la lectura a través de la red está por lo general al servicio de la búsqueda de datos, de asimilación de informaciones breves. Nadie lee una novela extensa, un ensayo largo en pantalla (entre otras cosas, porque es muchísimo más incómodo). Y la lectura detenida y extensa es la que más forma los hábitos lectores, los automatismos y las capacidades de una extracción eficiente de información. Por no hablar de la articulación interior y de la capacidad del diálogo con los otros, sobre la que pronto tendremos que decir algo. Para educar en la lectura siguen siendo necesarios los libros, porque los libros son las mejores máquinas de leer. Cuentan de don Jacinto Benavente, dramaturgo y uno de nuestros premios Nobel, que al presenciar los avances de la cinematografía (el sonido, la aparición del color, las promesas de cine en tres dimensiones,...) comentó: "Con tanto mejorar el cine, ¡van a acabar por inventar el teatro!". Ya existen dispositivos dotados con pantallas para leer, aunque aún son imperfectos. Se anuncian (aunque habrá que esperar a verlos) el "papel electrónico", y la "tinta electrónica", que al final serán láminas flexibles, con letra bien legible sobre ellas. Pues bien: cuando hayan reinventado el papel será tan bueno leer sobre estos dispositivos electrónicos como sobre un libro tradicional, pero antes no...
Y es hora de recapitular ¿Es realmente así? ¿Podemos afirmar sin dudas que la riqueza y diversidad de la oferta editorial, unida a la acción de la escuela en iniciación y promoción de la lectura, y al hogar y las bibliotecas públicas como medio para su consolidación, son nuestras bases más sólidas para preparar a nuestros ciudadanos para la sociedad de la información? Radicalmente, sí. Puede que esta afirmación no suene muy a la moda: parece más oportuno demandar equipos informáticos en las escuelas y hogares (que por supuesto, está muy bien que tengan), y tarifas económicas y calidad para las conexiones a Internet (que son claramente necesarias). Cualquier persona sensata se uniría a estas peticiones, que además, se pueden cumplir rápidamente, mientras que mejorar nuestras escuelas y bibliotecas, mover nuestra sociedad hacia la lectura -no nos engañemos- llevará necesariamente años... Pero si no lo hacemos, nuestros ciudadanos acabarán accediendo a las redes sólo para comprar y bajarse canciones, para charlar y pescar un dato (lo que está muy bien), pero carecerán de la habilidad de navegar con eficiencia y aprovechamiento los océanos de información. No sabrán utilizar sus contenidos y construir con ellos un conocimiento que además luego puedan comunicar... Porque tras la práctica de la lectura hay algo más, difícilmente mensurable, pero tan básico que no he podido sino dejarlo para el final. La lectura (al lado de la influencia de los padres, de los buenos profesores) forma en la construcción de una articulación intelectual. Hacia el interior: en la forma en que se organizan nuestros mundos conceptuales y sensibles, en el modo en que integramos en conjuntos coherentes las miríadas de retazos del universo que nos rodea. Hacia el
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exterior: en la forma en que aprendemos a jerarquizar, sopesar y modular lo que hemos atesorado dentro, para transmitírselo a otros. La práctica de la lectura entrena en la comunicación con el otro, tanto como forma interiormente: leer (ficción o ensayo, un libro de cocina o una guía) es hacerse momentáneamente otro, es percibir en propia carne los esfuerzos con los que un autor ha tratado de trasmitirnos las desdichas de dos amantes o la elaboración de un plato delicado. Y el autor se ha dirigido, salvando a veces abismos de tiempo y espacio, a la idea que tenía de sus lectores. En el choque entre el lector soñado por el autor y nuestras reales expectativas lectoras es donde surge la tensión de la apropiación intelectual. Leer es pactar, más que recibir. Y eso es básico hoy en día: cada vez más. A diferencia de los medios tradicionales, la Internet es un canal que va de muchos hacia muchos: el ciudadano de la red es tanto un receptor, un usuario de informaciones, como un emisor, un creador de mensajes destinados o a una persona (correo electrónico), a un grupo (listas de distribución), o al público (webs, páginas personales). Hoy se rehacen empresas enteras sobre la base de la gestión del conocimiento, que no es otra cosa que el reconocimiento de que lo básico es la circulación del saber entre sus miembros. Y la práctica de la lectura no es sólo un entrenamiento para la comprensión, para la decodificación, sino la base más firme para la comunicación con otros.
A modo de preludio Ahora sabemos que quienes, desde el sistema educativo y las editoriales, desde los hogares y bibliotecas luchaban por la lectura, estaban también trabajando por la sociedad de la información y del conocimiento: antes de que existiera. La sociedad en su conjunto tiene que defender la práctica extensa y gozosa de algo en lo que ya no nos jugamos sólo la pervivencia cultural, sino la entrada en la sociedad del mañana. Esto no es una conclusión. Esto es -debería ser- el comienzo de algo muy grande. Como el soñador de Lovecraft, hemos descubierto que la ciudad mítica y dorada que perseguimos se encuentra ya ante nuestros ojos, la poseemos. Ya tenemos la llave de plata. Usémosla. © 2000 José Antonio Millán http:// jamillan.com y Federación de Gremios de Editores de España http:// www.federacioneditores.org/
Las señales ARTÍCULO :: CECILIA LAVALLE
S
on como las moscas. Cuando aparecen, están por doquier. Y, a menudo, se suele hacer lo que se hace con las moscas: las ignoramos o, peor, nos convencemos de que no molestan. Me refiero a las señales. A esos avisos que nos pone la vida arriba, abajo, enfrente, alrededor, para advertirnos, para avisarnos, para cuidarnos. Y me refiero, también, a lo mucho que con frecuencia las ignoramos. Ahí estaba yo, sentada en la sala de espera de un aeropuerto, cuando fue inevitable levantar la vista y mirar a la pareja que estaba frente a mí. Y no porque él fuera un hombre joven y guapo (que lo era), con aires de actor de telenovela (y en una de ésas lo era). Y no porque ella fuera una mujer joven y bella (que lo era), vestida como modelo de revista (y en una de ésas lo era). Sino porque discutían en voz alta. Con voz de niña que quiere un caramelo antes de la comida, ella le decía que estaba molesta porque la había tratado como una idiota al depositar el equipaje. Y él, con el tono que usan quienes se creen dioses del Olimpo, entre condescendiente y a punto de lanzar un rayo, le respondía que no era cierto, que él no había dicho nada. Con la cabeza ladeada, como niña que no quiere ser regañada, ella insistía en que no era lo que él había dicho, sino en cómo lo había dicho, que por el tono y el gesto que puso en su cara le quiso decir que era una imbécil. Y él, sin bajarse medio milímetro de su pedestal, le contestaba irónico “¿¡Qué!? ¿¡Ahora resulta que eres adivina, que sabes lo que quiero decir!?” Sí, ahí estaban las señales como moscas. Ahí estaban volando alrededor de la joven para advertirle que el tipo que tenía al lado la trataba mal y la consideraba un ser muy infe-
rior a él. Y también ahí estaba ella ignorando las señales, haciendo caso omiso a lo que percibió con toda claridad, y negando que su adonis era en realidad un macho de pies a cabeza. Porque más allá del motivo de la discusión, en realidad el hombre la estaba tratando con desprecio. Ignoraba y descalificaba lo que ella sentía y, por si fuera poco, casi podría decir que se esmeraba en hacer evidente para la concurrencia que, en efecto, su acompañante no estaba a su altura, era una idiota; pero, era hermosa. Pensé en lo mucho que sufriría esa bella mujer si insistía en no mirar las señales, si se empeñaba en desmentir sus percepciones, sus sentimientos. Pensé en el daño que se nos ha hecho a las mujeres al ser formadas para asumir que nuestros galanes son como dioses del Olimpo que hay que tratar con veneración. Pensé en lo importante que es que las mujeres identifiquen con toda claridad la violencia emocional. Una violencia que deja enormes moretones en la autoestima. Pensé en el daño que se hace a las personas al educarles para descalificar sus percepciones, para desoír lo que su intuición les dice, para callar su voz interior. La discusión terminó con un: “No me vuelvas a decir eso, porque te doy una bofetada”, dijo él, rió y le plantó un beso. Ella rió también y respondió al beso. Y yo me quedé helada mirando señales de peligro por todas partes, mientras la bella mujer flotaba como si el amor la cobijara. Cecilia Lavalle. Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género. cecilialavalle@hotmail.com
Pensé en lo mucho que sufriría esa bella mujer si insistía en no mirar las señales, si se empeñaba en desmentir sus percepciones, sus sentimientos.
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Monstruos y criminales RESEÑAS :: Cine y televisión.
El objetivo de la ciencia POR FAUSTO PONCE En medio de una serie de adelantos científicos y tecnológicos que van desde la inteligencia artificial hasta el trabajo de clonación y células madre, la novela de Mary W. Shelley (Frankenstein, de 1818) parece haberse escrito ayer. La idea del hombre como un ser capaz de usar la ciencia para desafiar su condición finita y convertirse en Dios, queda perfectamente plasmada en la película Victor Frankenstein (EU-2015), dirigida por Paul McGuigan. Lo anterior no quiere decir que sea una cinta estupenda, de hecho es una película palomera, entretenida si uno decide aceptar las convenciones que la ficción plantea para no llegar a lo absurdo. La película da cuenta de la relación entre el doctor Victor Frankenstein (James McAvoy) y su asistente Igor (Daniel Radcliff); el primero, un estudiante rebelde, ambicioso y con heridas emocionales que lo llevan a la megalomanía, a la genialidad y a la autodestrucción. El segundo, un sujeto deforme, con autoestima baja pero con una inteligencia prodigiosa. Igor, que en un principio no sabemos su nombre, es un fenómeno de circo que sirve para que los payasos se burlen de él y los espectadores se rían a sus costillas… Claro, es un hambriento estudiante autodidacta de medicina y de vez en cuando sus servicios como galeno son requeridos entre sus compañeros. Durante una función, una hermosa trapecista de quien Igor está enamorado (Jessica Brown Findlay) sufre un accidente. Igor se acerca a ayudarla pero también llega otro joven que dice ser doctor (Frankenstein). Entre ambos salvan a la chica. En este encuentro, Frankenstein se da cuenta de que el “hombre” que tiene enfrente es un diamante en bruto, que sólo necesita creer en sí mismo. Así que decide ayudarlo y liberarlo del yugo del “malévolo” empresario teatral. Una vez en libertad, Igor se dará cuenta que Frankenstein lo necesita para un ambicioso proyecto relacionado con la vida y la muerte, y deberá enfrentar los pormenores de su li-
Victor Frankenstein, dirigida por Paul McGuigan.
Johnny Depp en Pacto criminal.
bertad y las demandas de Frankenstein. Por su parte, éste deberá a su vez enfrentarse a la autoridad moral —encarnada por su padre (Charles Dance) y por el inspector Turpin (Andrew Scott), quien piensa que los planes del doctor son contra natura—, a su propio ego, que le incita a creer que es un Dios, y a las despiadadas ambiciones del “capital”. Los conflictos entre los personajes consiguen engancharnos; sin embargo, no se desarrollan de manera satisfactoria. Todos salvo Frankenstein son unidimensionales, lo cual resta fuerza a la trama, sin mencionar diversas situaciones que rayan en lo inverosímil (dentro de la misma ficción). Victor Frankenstein es sólo una cinta entretenida que nos hará olvidarnos del mundo por unos minutos.
El lado siniestro de Johnny Depp POR LUCIANO CAMPOS Johnny Depp nunca se había visto tan siniestro como en Pacto criminal (Black Mass). Su actuación es sobrecogedora e intimidante como toda la cinta dirigida por Scott
Cooper que relata la violentísima trayectoria criminal de un capo en Boston en las décadas de los 70. Basada en un hecho real, la historia es el retrato de un sicópata que mostraba desde su desconcertante heterocromía un distanciamiento con la normalidad, una alteración genética que parecía haberlo permeado a todo él haciéndolo un ser especial, un delincuencialmente especial con una completa falta de escrúpulos para mantener el control. Aunque el relato es muy similar a otros de gánsteres de barrio éste sobresale por la actuación de Depp, la mejor que ha ofrecido en años, en el papel del temible James “Whitey” Bugler un mafioso que va por el mundo como un cadáver viviente, rodeado de muerte y destrucción. Su sola aparición es terriblemente incómoda. La sonrisa cruel y la mirada perdida refieren a un hombre regido por otros valores, con absoluta insensibilidad Bugler es un capo pero también un hombre de negocios y establece una peligrosa alianza con un agente del FBI, su amigo de la infancia, con el que intercambia favores y confidencias para avanzar en el resbaladizo negocio de las drogas y la extorsión. El guión basado en el libro de Dick Lehr y Gerard O’Neill presenta con detalles íntimos las negociaciones entre los tipos más bajos de ambos bandos de la ley que buscan prosperar a costa de la sangre ajena. Pacto Criminal es un retrato entre miles que hay en las catacumbas del bajo mundo pero con la presentación de actores interesantísimos de un drama condenado a la tragedia. Todo en Pacto criminal es abrumador. El director Cooper creó una atmósfera sombría, carente por completo de humor, donde los tipos malos transitan como en túneles negros de ratas. Se cruzan en la calle con transeúntes ajenos a sus aviesas intenciones pero parece que su aura de muerte los aleja de todo. La música de Tom Holkenborg es de una belleza excepcional. Los acordes de cuerdas aportan un matiz depresivo a una historia que de por sí mueve a la desesperanza. Pacto criminal es una cinta tensa y brillante. Una de las mejores producciones sobre la violencia urbana en los últimos años.