[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 12DEOCTUBREDE2013 |
Los amores de Édith 50 años sin ella JAVIER MEMBA | PAG. 4
El origen del lenguaje SONIAIGLESIASYCABRERA | PAG. 2
Alice Munro: la maestra del relato corto AGENCIAS|PAG.5
FORMAS BREVES
El caricaturista y las reputaciones JAIMEMARTÍNEZOCHOA|PAG.6
MIR(I)ADA
El asunto que te quita la vida JUANCARLOSJIMÉNEZABARCA|PAG.7
INTRAVESÍA EDUARDOSAAVEDRA|PAG.8
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El origen del lenguaje Una aproximación PORSONIAIGLESIASYCABRERA
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urante el proceso del trabajo concebido éste como el desgaste de fuerza para producir o conseguir lo indispensable para la subsistencia-- , los hombres primitivos tuvieron necesidad de comunicar sus ideas y experiencias entre sí, hecho que daría lugar a la más excelsa expresión de la capacidad humana: el lenguaje. Tal sistema de comunicación constituido por un conjunto de bienes materiales como sonidos, ademanes, palabras y combinaciones de éstas, fueron la representación de las ideas que el mundo material hacía en el cerebro de aquellos hombres. Poco a poco el lenguaje fue consolidándose como instrumento del pensar, hasta convertirse en la llave que haría posible la materialización del pensamiento producto, a su vez, de la materia altamente organizada que llamamos cerebro. Es posible considerar dos etapas en la formación del lenguaje: la primera constituida por el lenguaje inarticulado, carente de unidades fónicas diferenciadas y contrastantes; es decir, en esta etapa inicial las unidades mínimas significativas del habla los fonemas los no existían sino que
el hombre primitivo se expresaba por medio de sonidos, tal vez ya con una significación independiente, a la manera de los sonidos de expresión de los actuales chimpancés, toda proporción guardada. El lenguaje inarticulado pasó por un proceso evolutivo que le llevó a desembocar en o que conocemos como lenguaje articulado; lo cual fue posible gracias a que el hombre adquirió las características físicas del hombre moderno, hecho que D.P. Gorsky sitúa en la época del hombre de Cro-Magnon ( 40 mil y 10 mil años de antigüedad) a comienzos del Paleolítico Superior, poseedor del cerebro más evolucionado de los homínidos, con una ca-
Poco a poco el lenguaje fue consolidándose como instrumento del pensar, hasta convertirse en la llave que haría posible la materialización del pensamiento
pacidad craneal de 1,590 cc, de mandíbula reducida y con una laringe capaz de producir un incipiente lenguaje que empezaría ya a adquirir elementos de articulación con el Homo Neanderthalensis (desde 230,000 hasta 28,000 años atrás). Como nos dice Víctor Montoya en su artículo “Lenguaje y pensamiento”: Los primeros signos articulados por los pitecántropos, que habitaron en Asia y África, data de hace unos 600.000 a. de J.C. Después vinieron otros homínidos cuya capacidad craneal, superior al “Homo erectus”, les permitió fabricar utensilios rudimentarios y descubrir el fuego, pero también idear un código de signos lingüísticos que les permitiera comunicar sus sentimientos y pensamientos. Durante el paleolítico (aproximadamente 35.000 a. de J.C.), tanto el “Hombre de Neandertal” como el “Hombre de Cro-Magnon” dan señales de que poseían un idioma comunicativo y una anatomía equiparable a la del hombre moderno. Quizás éstos sean algunos posibles “momentos” en la evolución del lenguaje humano, desde la remota época en que el “Homo sapiens” hacía simples gestos acompaña-
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dos de gritos o interjecciones -a la manera de ciertos animales-, hasta la descripción oral de los objetos que le rodeaban y la designación de ideas mediante sonidos que suponían el aumento de la capacidad de abstracción; un periodo en el que nacen las primeras lenguas, coincidiendo con el desplazamiento de los hombres primitivos.
En contraposición a la teoría del trabajo como origen del lenguaje encontramos la teoría onomatopéyica y la teoría de las interjecciones. La primera atribuye a la formación de las palabras los sonidos que eran producidos por el hombre antiguo al imitar los ruidos de la naturaleza circundante. La segunda teoría afirma que el lenguaje nació cuando el hombre expresó sus emociones a través de manifestaciones fónicas. Sin embargo, estas dos teorías pueden ser válidas en cuanto al mecanismo de la formación del lenguaje, pues no hay que olvidar que en todas las lenguas del mundo hay un gran porcentaje de palabras de origen onomatopéyico, basta pensar un poco en palabras españolas tales como “susurro”, “maullar”, “cuchichear”, “roncar”, etcétera. Pero ambas teorías no hacen referencia a las condiciones fisiológicas y sociológicas que hicieron posible la formación del lenguaje articulado. El fenómeno social del lenguaje es de tal importancia que sin él la producción y hasta la misma sociedad, serían imposible de concebir, ya que el intercambio de ideas es una necesidad urgente, vital y permanente, pues sin él resultaría imposible la unidad y coordinación de las fuerzas humanas para luchar contra las fuerzas naturales o para producir lo bienes materiales que los seres humanos requieren para satisfacer sus necesidades. El lenguaje articulado no es un simple medio de comunicación, es también un medio de lucha y un instrumento para el desarrollo de la sociedad, ya que es a través de la lengua hablada –y también de la escrita- que las tradiciones, las normas y los patrones culturales de una comunidad pueden ser transmitidas de una generación a otra, a fin de mantener la cohesión cultural. Esta función del lenguaje se encuentra en todo grupo humano, habida cuenta de que no existe ninguno que carezca de lenguaje. La lengua puede cambiar, puede tratarse del bantú o del español, pero lo que nunca cambiará será su carácter de instrumento materializador del pensamiento y su función de transmisor de cultura. El intelectual chino Lu Sin nos explica en forma por demás sencilla: Los hombres primitivos fueron nuestros antepasados, no tenían al principio lenguaje, pero para trabajar juntos tuvieron que cambiar ideas y así aprendieron, poco a poco, a componer diferentes sonidos. Si no sabían cómo expresar su fatiga cuando transportaban troncos, por ejemplo, uno de ellos pudo gritar: ¡Yo!-¡Yo! ¡Yo!-¡Yo!, y eso constituyó una especie de creación literaria. Una vez que dichos sonidos se registraron mediante símbolos, había nacido la literatura) (el lenguaje)
El lenguaje va estrechamente unido al pensamiento, no podemos suponer un pensamiento sin el material lingüístico (fonemas, morfemas, orden sintáctico) y los enunciados son el resultado del trabajo mental, señalan los progresos y los avances del hombre en el terreno del conocimiento del mundo y se enriquece siempre que el pensamiento se enriquezca. Esta tesis no es
no podemos suponer un pensamiento sin el material lingüístico y los enunciados son el resultado del trabajo mental compartida por los estudiosos idealistas, quienes separan absolutamente el pensamiento del lenguaje, porque consideran al primero como la conciencia que, para ellos, está desvinculada y separada de la materia. Tal teoría cae en el error ya que el lenguaje es el que permite a la conciencia expresarse, manifestarse, darse a conocer, y de esta manera resulta que es la “materia natural” del pensamiento. Así, el lenguaje es una forma especial de relación entre los seres humanos que descansa, primordialmente, en la lengua, medio de comunicación verbal entre las personas. De esta manera otros aspectos de la relación como los gestos y otros códigos no orales, son secundarios y auxiliares del lenguaje articulado. De la misma forma en que lenguaje y pensamiento van unidos, lo están también el lenguaje y la lengua, ya que ambos son fenómenos sociales motivados por las necesidades humanas, y realización la una del otro. Para llevar a cabo el intercambio de ideas son menester, como mínimo dos personas: una que habla y otra que escucha. La primera selecciona y ordena los monemas (palabras) para expresar su pensamiento y las emite por medio de sus órganos del habla. La segunda percibe los sonidos emitidos, descodifica los signos e inicia un proceso de entendimiento. En
cada una de las personas se realiza un proceso diferente en los órganos receptores y en el cerebro, porque quien habla primero crea el pensamiento e inmediatamente lo expresa en palabras, y quien escucha primero percibe los sonidos e inmediatamente construye el pensamiento. Para ello se han tenido en cuenta dos importantes elementos: la percepción y la comprensión. La percepción del lenguaje consiste en captar, analizar y sintetizar los elementos materiales del habla, o sea, los sonidos articulados, o escritos, y la comprensión analiza y sintetiza los elementos del pensamiento, o sea, los conceptos, los significados que representan los sonidos. La conciencia social es una superestructura que descansa sobre el modo de producción, estructura que condiciona y determina las manifestaciones culturales de la sociedad. Pero el lenguaje es, hasta cierto punto, una excepción: no ha sido engendrado por estructura alguna, sino que es producto de la historia del hombre y le ha acompañado desde muy remotos tiempos, ha estado junto a él en las diferentes etapas socioeconómicas por las que la sociedad ha transitado, y no ha sido el producto de determinada estructura o modo de producción. Así, el lenguaje no depende de la base económica, ni desaparece ni se modifica cuando ésta se transforma, no ha sido creado por una clase social sino que sirve para satisfacer las necesidades de toda la sociedad, y es comprensible para todo el pueblo independientemente de la desigualdad económica. Pongamos un ejemplo, el español que utilizaba sor Juana Inés de la Cruz era, en esencia, el mismo que más tarde empleo el escritor Ignacio Ramírez. Esto no quiere decir que el español de esas dos épocas haya sido completamente igual, una calca uno del otro, pues si lo pensáramos así estaríamos negando la evolución histórica propia de la lengua, estaríamos negando la ley dialéctica del cambio, inherente a todo proceso natural y social. Lo que sugerimos es que la lengua de una y otra épocas no dejó de ser español (con su específica estructura) por el hecho de que las condiciones económicas hubieron cambiado. Es verdad que muy frecuentemente surgen lenguajes particulares de clase o estrato social, y que sólo son comprendidos por sus miembros; ese lenguaje adoptado está cumpliendo una función específica determinada por circunstancias sociales, pero nunca se llaga a abandonar del todo el “lenguaje oficial”, y el conjunto de formas lingüísticas empleadas por esas minorías no sino una jerga o germanía, como por ejemplo el caló con que se expresa el hampa. Lo que sí acontece en el devenir social es que la lengua se enriquece y se modifica: algunas palabras entran en desuso y desaparecen, otras se convierten en arcaísmos como “agora” por “ahora”; o bien cambian su significado como “meta” que indicaba mitad, y ahora precisa “fin”, y aun el vocabulario puede enriquecerse con palabras nuevas: los neologismos. Las lenguas se desarrollan y se enriquecen con base a los elementos ya existentes; las lenguas no aparecen, desaparecen, y cambian arbitrariamente, sin que exista un proceso y causas para que ello se produzca. En concreto digamos que el lenguaje va unido a la cultura a la cual sirve de transmisor: la cultura es superestructura y cambia y se transforma en cada nuevo estadio del desarrollo humano (en mayor o menor medida), en tanto que la lengua permanece esencial y estructuralmente.
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Los amores de Édith RESEÑA::Lacantantebuscódurantetodasuvidaelcariñoquenorecibióensuinfancia.PORJAVIERMEMBA
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uentan que la pulsión amorosa latente en Édith Piaf era tan grande que, cuando dormía junto a sus amantes, tenía los puños cerrados. He aquí la clave de que ella y la gran Billie Holiday -tan auto-destructiva en el amor y en todo lo demás como Édith- fueran las mejores intérpretes de “Mon homme”, una de las más bellas canciones del amado siglo XX. Era tanta la fuerza de la parisina al interpretarla que, apenas entonaba los primeros versos, ponía a las audiencias en pie. Y todavía es ahora, al cumplirse los cincuenta años de su muerte, cuando se sigue dando por sentado que esta inmortal pieza, original de André Willemetz, Jacques Charles y Maurice Yvain, popularizada por Fanny Brice en 1921, fue obra de Édith Piaf, quien empezó a cantarla en 1940. Con todo, hay que disculpar el craso error pues, tanto el repertorio como la biografía de la mujer que simboliza como ninguna otra a París entendida como la ciudad del amor, gira única y exclusivamente en torno al amor. Hija de unos alcohólicos de vida turbia; hija, en fin, del abandono y la desgracia, la futura cantante buscó tan desesperadamente el amor hasta el final de su vida porque mientras crecía, entre el burdel de su abuela, el circo y la calle, le faltó.
Se cumplen 50 años de la muerte de la cantante Édith Piaf.
Amó a Louis Dupont, el recadero que la dejó embarazada cuando sólo contaba 16 años. La niña que alumbró entonces murió cuando sólo tenía dos. Seguro que también amó a Louis Lepleé, el empresario que la descubrió cantando en la Place Pigalle y la puso a hacerlo en su cabaret con el nombre artístico de Édith Piaf. Aquel era el París mostrado en sus películas por Jean Renoir y Marcel Carné, el París del realismo poético francés, que asistía a una edad dorada de la chanson. Todo era hermoso como una ilusión, que se truncó de pronto cuando Lepleé, a quien Édith llamaba “papá”, murió. Al punto, la joven Édith comenzó a beber. Ajena a las servidumbres de la fama, Édith amó a cuantos hombres se le antojaron, dilapidando con todos su fortuna sin ser fiel a ninguno de ellos y sin el más mínimo pudor. “No me arrepiento de nada, barrí todos mis amores”, proclamaría en su célebre “Non, je ne regrette rien”. Entre aquellos amores de los años 30 destacó el compositor Raymond Asso, quien acabó de pulir su repertorio. Separados en el 39, cuando Asso fue movilizado durante la guerra, Édith se convirtió en la reina del music-hall y vivió un apasionado romance con Yves Montand, su compañero en los escenarios del Moulin Rouge.
Pero su gran amor fue el boxeador Marcel Cerdan. Se conocieron en el 45, en uno de los “clubes” donde ella cantaba. El campeón estaba casado y el escándalo estalló en el 48. Édith precisaba tenerle siempre a su lado y Cerdan ya empezaba a descuidar su forma cuando el avión en que viajaba de París a Nueva York para ir al encuentro de la cantante, a la sazón reina del Carnegie Hall, se estrelló. Hundida por el dolor, empezó a consumir morfina. Fue a él a quien dedicó su versión más conmovedora de “Hymne a l’amour”. Ya al otro lado del juego del amor, comenzó a doblar la edad a sus amantes. Se dice que entre los hombres a los que amó después contaba Marlon Brando. Lo cierto es que tuvo romances con Charles Aznavour y el resto de los cantantes a los que catapultó. Con Georges Moustaki -quien escribió para ella “Milord”- mantuvo una apasionada relación en el 58. El autor de “Le métèque” la dejó cansado de sus borracheras. Lo que no fue óbice para que en 1981 la evocara emocionado en “Si elle etendait ça”. Tras Moustaki llegó su último marido, el peluquero griego Theo Harapo, quien la vio morir en 1963. © El Mundo (España)
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La escritora canadiense Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013.
La maestra del relato corto RESEÑA::LaganadoradelNobeldeLiteratura,AliceMunro,ofreceensuobraunrealismopsicológicoensuestadomáspuro.AGENCIAS
L
a escritora canadiense Alice Munro, la maestra del relato corto que ha sido reconocida hoy con el Premio Nobel de Literatura, bucea en lo cotidiano para hacer emerger de sus personajes los complejos matices del ser humano: es el realismo psicológico en su estado más puro. Varias veces candidata al Premio Nobel de Literatura, el universo de Alice Munro está habitado en su mayoría por protagonistas femeninos, mujeres fuertes que, bajo una apariencia de lo más apacible, esconden sentimientos y emociones secretas. Ella misma podría haber protagonizado alguno de sus cuentos, ambientados siempre en pequeñas localidades de la provincia de Ontario (Canadá) . Y es que Alice Clarke Laidlaw nació en 1931 en Whingham, una zona rural de la provincia de Ontario, en el seno de una familia presbiteriana de una ética estricta. Aunque estudió en la Universidad de Ontario occidental, abandonó sus estudios en 1951 y se casó con James Munro, con quien se trasladó a Vancouver. Vivió veinte años en la Columbia Británica, periodo en el que tuvo tres hijas. En 1950 publicó su primer libro, The dimensions of a shadow y, aunque no dejó de escribir, sus siguientes publicaciones no vieron la luz hasta una década después. Su prosa está repleta de detalles y precisión narrativa y con total ausencia de énfasis
retóricos. Sus relatos tienen como denominador común su precisa localización geográfica, una zona conocida como “Munro Tract” , algo así como el Condado de Munro. La escritora ha comentado en ocasiones que no necesita adornar a sus personajes pues “la vida de la gente es suficientemente interesante por lo que si tú consigues captarla puede ser monótona, sencilla, increíble, insondable” . Según los críticos, la pluma de Munro acostumbra a enganchar al lector con giros inquietantes, a pesar de su ritmo pausado. Para la profesora Mónica Carbajosa, estudiosa de la obra de Alice Munro, la canadiense es una “corredora de fondo” , capaz de matices significativos y reveladores al más puro estilo de Proust. Su inclinación por el cuento o el relato breve viene dada por escritoras que le han influido en gran medida: Eudora Welty, Katherine Anne Porter, Katherine Mansfield, Elizabeth Bishop, Flannery O’Connor o Carson McCullers. Además, el cuento tiene una gran vitalidad en la literatura canadiense, gracias a las aportaciones de la propia Nobel y otras narradoras, como Isabella Valancy Crawford, Ethel Wilson, Margaret Laurence, Mavis Gallant, Audrey Thomas o Sandra Birdsell. En 1968 apareció su colección de cuentos Dance of the happy shades, de gran éxito, y posteriormente Lives of girls and women
(1971) y Who do you think you are? (1978) , con el que ganó el premio Governor General’s Literary. En España empezó a tener amplia difusión en los años noventa, con la publicación de Secreto a voces (1994) y El amor de una mujer generosa, por la que recibió el Giller Prize 1998. Asimismo, su novela Escapada (llevada al cine por Jane Campion) obtuvo en 2004 otro premio Giller Prize en 2004, La vista desde Castle Rock (2006) , Too much happiness (2009) , Las vidas de las mujeres (2011) y Mi vida querida (2012) . Muchos críticos la comparan con los narradores del sur de EU, como William Faulkner o Flannery O’Connor, e incluso hallan paralelismos con Tolkien y su “Tierra Media”. Además, la presencia de un “narrador omnisciente” , es decir una tercera persona que cuenta la historia y conoce todos sus detalles, dota a su obra de coherencia y sentido. Aparte del Nobel, ha recibido otros premios como el Canadian Booksellers Award for Lives Of Girls And Women, el National Book Critics Circle Award, el Giller Prize y el Man Booker International Prize. En 2011 fue una de los tres finalistas al Premio Príncipe de Asturias de las Letras junto a Ian McEwan y a Leonard Cohen, que finalmente lo ganó.
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El caricaturista y las reputaciones FORMASBREVESLasreputaciones,lanuevanoveladeJuanGabrielVázquez,indagaenelpoderdelosmediosparaacabarconelprestigiodelaspersonas.JAIME MARTÍNEZOCHOA
E
l caricaturista Javier Mallarino es un hombre temido en Colombia. Todos los días, a primera hora, los lectores colombianos del principal diario del país se desayunan con su caricatura, gozando por adelantado ante la expectativa de ver caer la reputación de un hombre de poder. Aprendiz de arquitecto y pintor, Mallarino desde el principio supo que lo suyo era interpretar su país a través de monitos con globos de palabras en un extremo. Dueño de una honestidad y una congruencia sin matices, se supo poderoso desde un principio y en eso fincó su independencia y, a la postre, su prestigio. Sin embargo, un día las autoridades de su país deciden hacerle un homenaje y todo cambia de repente. Terminada la celebración se acerca a hablar con él una joven, quien le dice que ella estuvo en su casa cuando era un niña, en un hecho traumático que le dejó secuelas psicológicas y del cual quiere saber la verdad. Resulta que el caricaturista, padre de una niña, invitó a varios amigos a una fiesta (entre ellos la amiguita de su hija) y ahí se presentó un prominente funcionario conocido por su misoginia, quien venía a reclamarle la dureza con la que lo trataba en sus cartones. Horas después, este funcionario es encontrado en la habitación donde juegan las dos niñas, con una de ellas con la falda alzada y una actitud bastante sospechosa. Aunque nunca se habla de violación, a todos les queda claro que esto ocurrió. A Mallarino le basta dibujar al hombre con la niña a su lado y una leyenda que reza «Dejad que las niñas se acerquen a mí» para echar por los suelos su reputación y precipitar su renuncia al gobierno, su posterior divorcio y su suicidio. Interrogado años después por este hecho, el caricaturista no demostrará ningún sentimiento especial. No se conduele de haber enfangado la reputación de un hombre ni se considera responsable de su muerte. Considera que su trabajo como voz crítica le permite ese tipo de licencias y, en ese caso, asume que hizo lo correcto. El caricaturista es un hombre de una pieza, inmune a cualquier tentación mundana y así debe ser, pues los lectores esperan de él, precisamente, que sea duro en sus juicios. Sin embargo, a raíz del encuentro con la joven se empieza a colar la sospecha. ¿Realmente hubo violación?, ¿no se confundieron todos y lo que parecía un abuso era en realidad un gesto de ternura? Le habla al director del diario para consultarlo sobre el suicidio del funcionario y este le pide que no le mueva más, a menos que quiera despertar fantasmas que pueden hacerle daño. Pero el periodista decide moverle: Sabe que si se descubre que se equivocó su reputación quedará por los suelos; si no es así, seguirá siendo el gran caricaturista que es. Pero tiene que investigar, en eso no hay ninguna duda. De esto trata la novela Las reputaciones, de Juan Gabriel Vázquez, autor también de El ruido de las cosas al caer, la novela con la que obtuvo el premio Alfaguara de Novela. Es, pues, una novela de corte política, como la anterior, en la que se indaga acerca de la responsabilidad de los hombres que tienen la fortuna de trabajar en los medios y, de esa manera, llegar a una gran cantidad de lec-
El escritor Juan Gabriel Vázquez.
tores y normar sus criterios. Sin más armas que su ojo crítico y su capacidad de fijar en unos cuantos trazos la personalidad de un personaje (la papada de este, los ojos saltones del otro) los caricaturistas políticos acomodan en una balanza su inteligencia y en la otra sus sentimientos. No hay interferencias: se debe enjuiciar al personaje en turno sin contemplaciones, haciendo énfasis en sus disparates y errores, pero también en sus aciertos (aunque esto último es más esporádico sino es que extraordinario). Curiosos es el arte del caricaturista, pues con su poder puede derribar una reputación lograda con años y años de trabajo. Los político, los gobernantes, esa raza que se siente más allá de toda crítica, quizá sólo le teman a esos artistas de la tinta china y la frase precisa que, de un plumazo, prácticamente, pueden derrotarlos. ¿Quién no recuerda a Felipe Calderón con un traje militar que le quedaba grande y una gorra que le tapaba los ojos? ¿Y qué decir del caricaturizable Fidel Velázquez?, ¿Y de Vicente Fox, que ahora suele ser caricaturizado en medio de una nube de cannabis? Basta un trazo, un globito con las palabras idóneas, para que el gran prohombre se venga abajo como un puñado de piedras (igual que Pedro Páramo) ¿Pero qué ocurre cuando lo que aparece en ese globito es falso?, ¿qué pasa cuando se
enjuicia sin ningún sustento, sólo por una suposición? Entonces toda la credibilidad, todo el respeto, se van por tierra y el hombre que destruyó una reputación se ve ahora destruido por sus mismas armas. El dilema moral que surge aquí no tiene qué ver sólo con hundir a un personaje sino con admitir que uno se ha equivocado, no al cuestionar incorrectamente a una persona, sino al haber seguido un camino que creía recto. Aunque nunca sabemos si finalmente las investigaciones del caricaturista lo llevan a la verdad o la mentira, el hecho de que en las últimas páginas Mallarino decida abandonar su profesión, destruyendo sus material de trabajo, habla de que, a final de cuentas, da lo mismo que se haya equivocado o no. La duda y la sospecha se han entrometido en su vida y así no se puede trabajar más. Para hacer lo correcto, para seguir la marcha lineal hacia el futuro, se debe ser puro de sentimientos. Por eso da lo mismo que haya errado o acertado al cuestionar a un hombre. Las reputaciones, pues, nunca son intachables, ni siquiera las de esos hombres que se permiten censurar a los demás sin un asomo de duda. Cundo ya no se puede seguir esta farsa entonces hay que dejar caer el telón y asumir las consecuencias, es decir el suicidio laboral y existencial. En la muerte sí somos puros y justos.
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MIR(Í)ADA
El asunto que te quita la vida JUAN CARLOS JIMÉNEZ ABARCA
juancjimeneza@gmail.com
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a fotografía nunca es un estado neutral de las cosas, ni siquiera es una representación de la realidad, como afirma Pedro Meyer (y lo escuchamos diciendo esto en su última visita en Morelia por el Encuentro de Fotografía Cenesencia los componentes fundamentales de los procesos destinados a la producción de imágenes de cualquier especie. El acto del registro o el proceso que da origen a una representación fotográfica es desencadenado en un momento histórico específico. Por sus elementos físicos, trae indicaciones acerca de su elaboración y nos muestra un fragmento seleccionado de lo real. Esto es importante puesto que, afirma Kossoy, las informaciones expresadas no existen desvinculadas de un soporte físico (y los cambios que establece el soporte digital son complejos no están exentos de esta realidad). Vamos, que la fotografía es una representación plástica, una selección de lo real, del asunto, que no es en sí lo que se encuentra dentro del cuadro, sino lo que se encuentra alrededor del fotógrafo, de lo cual éste es un filtro cultural. La consideración sobre el asunto fotográfico es vital, literalmente, pues determina en buena medida la información final de cada imagen, sino también el espacio físico del fotógrafo que bien puede incluso perder la vida por causas de ese asunto. Para ello revisemos un poco de la vida (y la muerte) de Gerta Pohorylle y Endre Friedmann, mejor conocidos como Gerda Taro y Robert Capa. Gerta Pohorylle fue una mujer hija de judíos polacos. A pesar de sus orígenes burgueses, desde muy joven entró a formar parte de movimientos socialistas y obreros.
miriadacolumna.blogspot.com
tro Occidente en el Centro Cultural Clavijero). La fotografía es siempre un punto de vista, y en este sentido, también puede manifestar una opinión. Toda fotografía, de acuerdo con Boris Kossoy, tiene su origen en el deseo de un indivi-
Con la llegada de los nazis al poder, y tras haber sufrido una detención, decidió huir con una amiga a París. Ahí conoció a Endre Friedman, un hombre de Hungría que intentaba ganarse la vida como fotógrafo. Entre los dos surgió la idea de inventar un personaje llamado Robert Capa, un reputado fotógrafo norteamericano que había llegado a Europa para realizar la cobertura de la guerra. Sus fotos eran distribuidas por sus representantes: Friedman y Pohorylle. Esta treta les funcionó y al poco tiempo recibieron numerosos encargos de diversos medios impresos. Robert Capa, durante un tiempo, fue en realidad dos personas. Endre y Gerda cubrieron los diversos frentes de batalla en la guerra civil española, durante la resistencia de las fuerzas republicanas que se oponían a la instalación del régimen fascista en España. La Batalla de Brunete fue un enfrentamiento singular, en el que el triunfo de la República abría la esperanza de liberar al país. Para Gerda Taro, el prestigio y reconocimiento por su labor periodística vendría
duo que se ve motivado a congelar en imagen un aspecto dado de lo real, en un lugar y una época determinados. La persona, el tema y la técnica específica (por más avanzada que sea esta última) son en
con el reportaje publicado en 1937 sobre esa batalla. Pero los acontecimientos dieron un giro. Con un contraataque, el ejército franquista obligó al repliega a las fuerzas republicanas, y en medio de la refriega, Gerda Taro es aplastada por un tanque. Alcanza a sobrevivir un par de horas y finalmente muere por la causa de un cuerpo roto. Esta es la importancia del asunto: el que puede quitar la vida mientras se fotografía, ese en el que nos envolvemos para objetivar una mirada. Si el tema de la fotografía está en el encuadre, pero el asunto fotográfico es más amplio y nos rodea; si para abordar un asunto debemos ir a la guerra o a la selva, o a la ciudad o a cualquier lado, un asunto fotográfico es un ambiente que influye no solo el resultado final de la imagen, sino la vida de quien mira y dispara, y capta y comunica. No sucedió diferente con Friedman, ya conocido individualmente como Robert Capa. Sobrevivió a la guerra civil española por la retirada final en Cataluña. Durante la Segunda Guerra Mundial acude a
Mientras nos damos a la tarea de encuadrar un fragmento de la realidad, el resto del mundo sigue sucediendo, y en buena medida ello del da fundamento y soporte a lo que se dibuja en una imagen final.
diversos frentes para cubrir los acontecimientos, y entre 1941 y 1945 viaja por Italia, Londres y el norte de África. Estuvo presente en París cuando fue liberada de la ocupación Nazi. Tras crear en 1947, junto con otros fotógrafos, la agencia Magnum Photo, continúa su vida como fotógrafo renombrado y sumamente productivo. En 1954, estando en Japón visitando algunas amistades, es llamado a remplazar a otro fotógrafo en Vietnam. De ese terreno no saldría vivo. En el oficio de la fotografía dejaría su existencia. Como Gerda, Robert Capa disparó con su cámara al unísono de las balas, acuñando la frase de “que si tus fotos no son buenas, es porque no estás suficientemente cerca.” Y logró estar tan cerca… tan cerca… que ya no pudo disparar su cámara nunca más. Mientras nos damos a la tarea de encuadrar un fragmento de la realidad, el resto del mundo sigue sucediendo, y en buena medida ello del da fundamento y soporte a lo que se dibuja en una imagen final. El asunto que motiva al fotógrafo, no se encuentra delante sino alrededor de él (o de ella). Tal vez la conciencia de ello nos ayude a comprender que la fotografía, la periodística y la artística, no son jamás disciplinas superficiales –cuando se realizan bien. Involucran compromiso, participación y riesgos: a veces creativos y, casi siempre, vitales… tornándose en ocasiones mortales.
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CREACIÓN
Intravesía Eduardo Saavedra