Letras 13 Septiembre de 2014

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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 13 DE SEPTIEMBRE DE 2014 |

Gestión de residuos CREACIÓN ANTONIO LUCAS | PAG. 3

LA SOCIED AD SOCIEDAD DE CONTROL Y LA SOCIED AD SOCIEDAD DEL CANSANCIO BYUNG-CHUL HAN | PAG. 4

Lo que es del César A LA SAZÓN NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS | PAG. 5

EL ESPERADO REGRESO DE MILAN KUNDERA ALESSANDRO PIPERNO | PAG. 6

CASSANDRA DE SANTIAGO SANTIAGO:: DIL UYENDO DILUYENDO EL CUERPO GABRIELLE ROSALES | PAG. 7

Gestión cultural

Pros y contras desde una visión independiente POR MANUEL NOCTIS | PAG. 2

FACEBOOK Y LA PRIV ACID AD PRIVACID ACIDAD MANUEL LÓPEZ MICHELONE | PAG. 8


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Gestión cultural Pros y contras desde una visión independiente POR MANUEL NOCTIS @ManuelNoctis

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a gestión cultural implica movimiento, coordinación y templanza para efectuarse. En ese sentido, las acciones adquieren un grado de dificultad u orden resolutivo de acuerdo a la posición estratégica en que se encuentre el gestor. Desde una situación o postura independiente, las cosas, procesos y elementos para la gestión cultural podrían pensarse mayoritariamente dificultosas y complicadas, pero en ello reside el hecho sobre cómo se debe persuadir inteligentemente para lograr dicha gestión. Desde esta postura, me he encontrado con que gestionar espacios, lugares, fechas, materiales, recursos y demás, requieren primeramente de cierta paciencia para lograrlos. Que quiero decir con esto, que el simple motivo de representarnos como una figura independiente o autogestionaria da por sí misma una variante al momento de pretender congeniar tanto con la iniciativa privada como con las instituciones culturales, debido a que, para estos rubros, la certificación, licencia o avalúo de cualquier índole se priorizan, aunque para nuestros proyectos no tengan mayor significancia. Pretenderé ser un poco más claro, a las instituciones oficiales e iniciativa privada les interesan más los proyectos unificados a otras instituciones o representados en figuras orga-

nizativas que mantengan un perfil –dependiendo de dónde se observe el caso– de mayor profesionalización o rubro académico y/o formal. Lo independiente muchas veces se tiene como algo mal visto o de menor relevancia, por aquello de que no congeniamos enteramente con la institución, aunque muchas veces sea en el campo de lo independiente donde se encuentren las ideas más frescas o propositivas. La libertad de pensamiento, idea y desarrollo que permea en el ámbito de la independencia muchas veces no es un aliciente para que, por ejemplo, una Secretaría de Cultura se interese en apoyarlos. He ahí algunos de los elementos contras de esta postura, puesto que siempre se tiene que lidiar para llevar a cabo la gestión cultural de manera viable y portentosa. Pero, aclaro, no por ello uno debe desistir del propósito y por lo tanto uno tiene que ser un poco más inteligente para poder sortear estos paradigmas muchas veces incomprensibles de la institución. Ejemplo de ello es Clarimonda (www.clarimonda.mx), revista de literatura y cultura alternativa que desde hace casi diez años se ha mantenido, sin interrupción alguna, de manera autosustentable, sin depender siquiera de que la iniciativa privada o la insti-

tución cultural se interesen en esta. ¿Cuál es el secreto de ello? Ninguno. En esto no hay secretos, hay perseverancia, hay trabajo, hay profesionalización, interés colaborativo, intercambio de ideas, de proyectos, hay dedicación y sobretodo empeño en lograr los objetivos planteados. He ahí algunos de los pros desde la visión independiente. Esta situación a final de cuentas te brinda la total libertad de implementar y gestionar tus propios recursos, tus propios espacios y tus propios elementos para el desarrollo de tus proyectos. En este flujo de acción, Clarimonda opta, entre estas cosas, por el sentido colaborativo. Es decir, nos proponemos –por ejemplo– gestionar un espacio para un evento que no requiera costo a través del intercambio, esto es mediante publicidad impresa o digital, mediante difusión por medio de notas informativas, entrevistas u otras que se requieran, así nos sabemos ambos necesitados de ello y se congenia en campos paralelos que terminan consolidándose en un mismo fin, que no es más que la apertura al desarrollo. En el camino hemos visto como otros proyectos similares al nuestro, o de nuestro mismo rubro, han ido y venido sin mayor significancia, desapareciendo la mayoría de ellos por faltas al raciocinio y la visión cegada de que si


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CREACIÓN

Gestión de residuos Elegía por Los Soprano Antonio Lucas En mi fin está mi principio T. S. Eliot

Porque la vida era esto: la traición, los placeres prohibidos, la amistad —ese viejo experimento—, el afán de intercambiar un sueño de agua curva por un mal carbón de contrabando. Los locales de humo denso. Los cuerpos, su derrota, su belleza vulnerada, una institución no apoya tu trabajo no hay alternativa mayor que desistir de ello y por lo tanto dejar de lado todo. Las alternativas existen, están ahí, pero como se ven un tanto complicadas por todo el trabajo que se requiere, se desiste. Ya lo decía al principio, la gestión cultural exige movimiento y el gestor cultural por ende debe estar al tanto y consciente de ello. La gestión cultural desde una postura independiente implica batallar para lograr los objetivos pero se tiene que estar al borde de todo eso para poder concretarlos. La firmeza de los objetivos también es un elemento básico para todo ello, puesto que son los que cimbran los proyectos (aunque a veces parezca que no se tiene objetivos). Desde la visión independiente se debe tener cierto grado de terquedad y de cordura, porque si no los proyectos terminarán entonces en la borda. La institución y la iniciativa privada de alguna manera irán siempre arropando a aquellos que congenien más con sus políticas o sus ideas, el gestor cultural independiente tiene que estar al tanto de ello y no debe permitirse desviar su objetivo por quedar bien con estos solamente por recibir un apoyo o recurso. Eso para nosotros resultaría infame, porque para todo hay formas, maneras y recursos. Pero como lo mencionó arriba, uno no tiene que desviar del todo su objetivo para poder lograr lo que se proyecta. La revista Clarimonda tiene casi diez años mostrando esta visión independiente, sin necesidad de recurso alguno de institución o iniciativa privada, y por lo tanto pensamos firmemente que hemos podido ser ejemplo de ello en esta ciudad (Morelia). La revista se mantiene, por ejemplo, de las propias ventas de sus ejemplares debido a que se ha encontrado una estrategia de comercialización sencilla: lo artesanal, lo cual no implica mayor inversión más que lo necesario. Clarimonda ha podido así, de manera independiente, estar en los lugares más importantes del país en cuanto a lo cultural y literario se refiere, ¿cómo hemos logrado esto? A través de los contenidos y a través de la confianza depositada en nuestros lectores, colaboradores y obviamente otros gestores culturales. Se trata pues de quitarse en muchas ocasiones los embrollos de la individualidad, y también como lo dije antes, participar de manera colaborativa. Para nosotros, solidarizarnos y apoyarnos con otros proyectos ha sido la clave del éxito y aunque ha sido complicado el camino, nunca hemos desistido de lo que desde un principio nos planteamos.

su alto traficar, su cárcel, su estampido. Porque el hombre no ha cambiado desde el hombre y siempre ha sido igual: una larga gestión de residuos. Somos lo que al arder dejan las cosas: restps, espumas, cenizas, esa verdad impecable de cuanto se ha olvidado ya. James Gandolfini. James Gandolfini. Ese dios contra el asfalto donde no se oyó otro ruido. La venganza. El negocio compartido. Qué honda lección de delincuencia. Qué crímenes de sed en cada whisky. La corrupción. El dinero que aúlla en todas direcciones. El alto don de asesinar y morir olvidado, perfeccionando cada vida en su final. La gracia de invocar la mecánica del mundo sucumbiendo a su idiotez y a sus excesos. Esa es la lección, alcanzar estado de plena sencillez. La Mafia es llegar a donde comenzamos. Porque en mi fin está mi principio. Esta es la tierra que os vais a repartir. Los códigos de honor. La constitución del silencio. Una vez me dijiste: “Es Estado no puede soportar demasiada realidad y es ahí donde empiezan los Estados”. Y te creí. Los Soprano, la política, el negocio. La poesía. En mí resuenan tus palabras. Y extraño sin más tu maldición, pues lo que pudo haber nunca se hizo y es esto que hoy tenemos: un país moviéndose sin prisa sobre las hojas muertas. Pertenezco a una generación que no puede durar. No volverán los patos al estúpido azul de la piscina. Jamás volveremos a sentir todo ese amor.


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La sociedad de control ARTÍCULO :: POR BYUNG-CHUL HAN

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a sociedad actual del control muestra una especial estructura panóptica. En contraposición a los moradores aislados entre sí en el panóptico de Bentham, los moradores se conectan y se comunican intensamente entre sí. Lo que garantiza la transparencia no es la soledad mediante el aislamiento, sino la hipercomunicación. La peculiaridad del panóptico digital está sobre todo en que sus moradores mismos colaboran de manera activa en su construcción y en su conservación, en cuanto se exhiben ellos mismos y se desnudan. Ellos mismos se exponen en el mercado panóptico. La exhibición pornográfica y el control panóptico se compenetran. El exhibicionismo y el voyerismo alimentan las redes como panóptico digital. La sociedad del control se consuma allí donde su sujeto se desnuda no por coacción externa, sino por la necesidad engendrada en sí mismo, es decir, allí donde el miedo de tener que renunciar a su esfera privada e íntima cede a la necesidad de exhibirse sin vergüenza. Ante el indetenible progreso de la técnica de vigilancia, el futurista David Brin emprende la fuga hacia delante y exige la vigilancia de todos por todos, o sea, una democratización de la vigilancia. El espera de ahí una «sociedad transparente ». Y así establece un imperativo categórico: «¿Podemos aguantar el hecho de vivir estando expuestos al escrutinio, a que nuestros secretos queden abiertos, si, en cambio, recibimos nuestras propias linternas para que podamos enfocar a cualquiera?». La utopía de la sociedad transparente en Brin descansa en una des-limitación de la vigilancia. Todo f lujo asimétrico de la información, que produce una relación de poder y dominio, ha de ser eliminado. Se exige, por tanto, una iluminación recíproca. Es vigilado no sólo el abajo por el arriba, sino también el arriba por el abajo. Cada uno entrega a cada uno a la visibilidad y al control, y esto hasta dentro de la esfera privada. Esta vigilancia total degrada la «sociedad transparente» hasta convertirla en una inhumana sociedad de control. Cada uno controla a cada uno. La transparencia y el poder se soportan mal. Al poder le gusta encubrirse en secretos. La praxis arcana es una de las técnicas del poder. La transparencia desmonta la esfera arcana del poder. Pero la transparencia recíproca sólo puede lograrse por la vigilancia permanente, que asume una forma siempre excesiva. Esa es la lógica de la sociedad de la vigilancia. Además, el control total aniquila la libertad de acción y conduce, en definitiva, a una uniformidad. La confianza, que produce espacios libres de acción, no puede suplantarse simplemente por el control: «Los hombres tienen que creer y confiar en su gobernante; con su confianza le conceden una cierta libertad de acción y renuncian a un constante examen y vigilancia. Sin esa autonomía, de hecho no podría dar ningún paso». La confianza sólo es posible en un estado medio entre saber y no saber. Confianza significa: a pesar del no saber en relación con el otro, construir una relación positiva con él. La confianza hace posibles acciones a pesar de la falta de saber. Si lo sé todo de antemano, sobra la confianza. La transparencia es un estado en el que se elimina todo no saber. Donde domina la transparencia, no se da ningún espacio para la confianza. En lugar de «la transparencia produce confianza» debería decirse: «la transparencia deshace la confianza». La exigencia de transparencia se hace oír precisamente cuando ya no hay ninguna confianza. En una sociedad que descansa en la confianza

no surge ninguna exigencia penetrante de transparencia. La sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha, que, a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el control. La potente exigencia de transparencia indica precisamente que el fundamento moral de la sociedad se ha hecho frágil, que los valores morales, como la honradez y la lealtad, pierden cada vez más su significación. En lugar de la resquebrajadiza instancia moral se introduce la transparencia como nuevo imperativo social. La sociedad de la transparencia sigue exactamente la lógica de la sociedad del rendimiento. El sujeto del rendimiento está libre de una instancia exterior dominadora que lo obligue al trabajo y lo explote. Es su propio señor y empresario. Pero la desaparición de la instancia dominadora no conduce a una libertad real y a franqueza, pues el sujeto del rendimiento se explota a sí mismo. El explotador es, a la vez, el explotado. El actor y la víctima coinciden. La propia explotación es más eficaz que la explotación extraña, pues va acompañada del sentimiento de libertad. El sujeto del rendimiento se somete a una coacción libre, generada por él mismo. Esta dialéctica de la libertad se encuentra también en la base de la sociedad del control. La propia iluminación es más eficaz que la iluminación extraña, pues va unida al sentimiento de libertad. El proyecto del panóptico de Bentham tiene una motivación sobre todo moral o biopolítica. El primer efecto que puede esperarse del control panóptico es, según Bentham, «la reforma de costumbres. Como efectos ulteriores menciona: «la salud preservada», la «instrucción difundida», o bien «el nudo gordiano de las leyes de los pobres [que] no está cortado, sino desatado». La coacción de la transparencia no es hoy un explícito imperativo moral o biopolítico sino, sobre todo, un imperativo económico. El que se ilumina se entrega a la explotación. Iluminación es explotación. La hiperiluminación de una persona maximiza la eficiencia económica. El cliente transparente es el nuevo mo-

rador, el hombre sagrado del panóptico digital. En la sociedad de la transparencia no se forma ninguna comunidad en sentido enfático. Surgen solamente acumulaciones o pluralidades casuales de individuos aislados para sí, de egos, que persiguen un interés común, o se agrupan en torno a una marca (Brand communities: comunidades de marca). Se distinguen de reuniones que sean capaces de una acción común, política, de un nosotros. Les falta el espíritu. Reuniones como comunidades de marca constituyen una formación aditiva sin ninguna condensación interna. Los consumidores se entregan voluntariamente a las observaciones panópticas, que dirigen y satisfacen sus necesidades. Aquí, los medios sociales ya no se distinguen de las máquinas panópticas. Coinciden comunicación y comercio, libertad y control. La apertura de las relaciones de producción para los consumidores, que sugiere una transparencia recíproca, se muestra, en definitiva, como explotación de lo social. Lo social se degrada y hace operacional hasta convertirse en un elemento funcional del proceso de producción. Sirve sobre todo para optimizar las relaciones de producción. A la libertad aparente de los consumidores le falta toda negatividad. Ellos ya no constituyen ningún afuera que cuestionara el interior sistémico. Hoy, el globo entero se desarrolla en pos de formar un gran panóptico. No hay ningún afuera del panóptico. Este se hace total. Ningún muro separa el adentro y el afuera. Google y las redes sociales, que se presentan como espacios de la libertad, adoptan formas panópticas. Hoy, contra lo que se supone normalmente, la vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien, cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica. A sabiendas, contribuimos al panóptico digital, en la medida en que nos desnudamos y exponemos. El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez. Ahí está la dialéctica de la libertad, que se hace patente como control. Fragmento tomado de La sociedad de la transparencia, editorial Herder.


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La sociedad del cansancio

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a sociedad de rendimiento, como sociedad activa, está convirtiéndose paulatinamente en una sociedad de dopaje. Entre tanto, el Neuro-Enhancement reemplaza a la expresión negativa «dopaje cerebral». El dopaje en cierto modo hace posible un rendimiento sin rendimiento. Mientras tanto, incluso científicos serios argumentan que es prácticamente una irresponsabilidad no hacer uso de tales sustancias. Un cirujano que, con ayuda de nootrópicos, opere mucho más concentrado, cometerá menos errores y salvará más vidas. Incluso un uso general de drogas inteligentes, según ellos, no supone ningún problema. Sólo hay que establecer cierta equidad, de manera que estén a disposición de todos. Si el dopaje estuviera permitido también en el deporte, este se convertiría en una competición farmacéutica. Sin embargo, la mera prohibición no impide la tendencia de que ahora no sólo el cuerpo, sino el ser humano en su conjunto se convierta en una «máquina de rendimiento», cuyo objetivo consiste en el funcionamiento sin alteraciones y en la maximización del rendimiento. El dopaje sólo es una consecuencia de este desarrollo, en el que la vitalidad misma, un fenómeno altamente complejo, se reduce a la mera función y al rendimiento vitales. El reverso de este proceso estriba en que la sociedad de rendimiento y actividad produce un cansancio y un agotamiento excesivos. Estos estados psíquicos son precisamente característicos de un mundo que es pobre en negatividad y que, en su lugar, está dominado por un exceso de positividad. No se trata de reacciones inmunológicas que requieran una negatividad de lo otro inmunológico. Antes bien, son fruto de una «sobreabundancia » de positividad. El exceso del aumento de rendimiento provoca el infarto del alma. El cansancio de la sociedad de rendimiento es un cansancio a solas ( Alleinmüdigkeit ), que aísla y divide. Corresponde al cansancio que Handke, en el “Ensayo sobre el cansancio”, denomina el «cansancio que separa»: «[...] los dos estábamos cayendo ya, cada uno por su lado; cada uno a su cansancio más propio y particular, no al nuestro, sino al mío de aquí y al tuyo de allá». Este cansancio que separa atormenta «con la incapacidad de mirar y con la mudez». Solamente el Yo llena por completo el campo visual. Fragmento tomado de La sociedad del cansancio, editorial Herder.

ENSALADAS

Lo que es del César A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS Entonces Jesús les dijo: dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaban de él Marcos 12:17 (La Biblia)

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Vanagloria de la gastronomía mexicana: la César es una de las ensaladas más afortunadas y celebres en el mundo: por su sencillez, profundidad de sabores, y variedad de texturas. Saborearla es un paseo que bien podría compararse con los ambientes naturales y diferentes dimensiones culturales de la propia Baja California. Se le atribuye la nacionalidad mexicana por el simple hecho de haber sido preparada en Tijuana. Ya sabemos que eso suele pasar en México, y en otras latitudes novohispanas, cuando se trata de sublimar un orgullo mal concebido, o por el prurito de enajenar bienes culturales a favor del frívolo turismo; de ahí, a que al origen de la Ensalada César se le atribuyan distintas recetas, varias versiones, una sola patria, y muy poca madre. Honestamente, la Ensalada César es uno de esos bienes culturales producto de la confluencia de tradiciones mundiales en uno de esos espacios sorprendentes donde las personas quieren reinventar sus propios mundos. Así es Tijuana: un espacio de tránsito y mercado entre países, emociones, olores, música, ilusiones, estética y… comida. Si La César pertenece, quizá se vincule espontáneamente a esa dimensión, al mismo tiempo regional e internacional, de la llamada Baja Food, la cocina sin prejuicios ni dueños absolutos que integra sazones, colores y aromas en una tierra semidesértica rodeada de mar y habitada por migrantes; por ejemplo: rusos o italianos; además de chilangos, poblanos, oaxaqueños o polacos. Baja California, Tijuana, y la Ensalada César son parajes donde el aire, la altura sobre el nivel del mar, y las sales minerales se absorben con el ánimo humano de renacer de entre las piedras y más allá de las mala fortuna, tal y como lo hacen las plantas de la vid que se estiran anhelantes sobre ese mismo territorio. Ahí no hay tiempo ni espacio para envidias, orgullos nacionalistas, o intrigas. La gente trabaja, se aliviana, e intenta

retoñar como mejor se pueda. Así como todo lo que dice Tijuana, su gente, o la película The Big Fish, de Tim Burton, yo también abonaré a las leyendas, en este caso a la de la Ensalada César. Va mi cuento con los ingredientes que pesqué en este mar de historias: Una noche de tempestad una avioneta tuvo que aterrizar de emergencia en una pista clandestina de Tijuana usada para traficar licor durante La Prohibición. Por obvias razones, los pilotos tuvieron que abandonar rápidamente la nave y corrieron a refugiarse al primer lugar que les obsequió un giño. En realidad no fue una muestra de empatía, sino un tintineo de las atrofiadas luces de neón del Cesar’s Place, el decrépito restaurante que Alex Cardini bautizó después de prometer, en el lecho de muerte de su hermano César, que sacaría a su madre de la pobreza y del sur de Italia, luego de patentar la mejor receta del mundo. Aparentemente los Cardini no habían cumplido su promesa, pero la vida y el amor suelen cobrar sus propias facturas. Por lo pronto, sus ansiosos comensales le exigían alimento a punta de pistola. Con espíritu de sobrevivencia y pocos ingredientes en la alacena, Alex recurrió a lo que todo ser humano con un poco de sentido común apela en tiempo de crisis: a los clásicos. La vieja receta con hojas enteras de lechuga romana, trocitos de pan fritos, y queso añejo; aliñada con una mezcla de azúcar, huevos, aceite de oliva, unas gotas de salsa inglesa, y jugo de limón, con la que su madre los alimentaba cuando más apremiaba el hambre, no sólo lo sacó de este apuro.

LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO En 1948 César Cardini patentó la Cardini’s Original CaesarDressingMix, la salsa original para preparar la auténtica Ensalada César –¿lo hizo en México?– Por supuesto que no. Fue en Los Ángeles. Luego la comercializó a través de su propia empresa Cardini Foods: en Culver, California. Se hizo millonario y tuvo la oportunidad de consentir a sus seres queridos. En 1953, la Ensalada César fue declarada por la Societé des Epicures “la más grande receta de América en cincuenta años”.


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El esperado regreso de Milan Kundera RESEÑA :: La fiesta de la insignificancia es una parábola fellinesca, y vuelve al arte que domina con maestría: las narraciones en las que la literatura se funde con la filosofía. POR ALESSANDRO PIPERNO

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n pocas palabras, ocurre lo siguiente: me siento en el sofá a darle una ojeada al ejemplar de prueba de la nueva novela de Milan Kundera. Prendo la tele y le bajo el volumen con la celeridad de un videodependiente. Mientras recorro maquinalmente los canales con un pulgar sobre el control remoto, con el otro pulgar voy pasando muy por arriba las páginas del libro. Levanto la cabeza y ahí, en la pantalla del Canal Sky, me encuentro con Roberto Calasso, el editor italiano de Kundera, que habla de los cincuenta años de su casa editorial. Abandono por un momento el libro de Kundera y subo el volumen, para ocuparme de su editor. Sé que Kundera no se lo va a tomar a mal. Al fin y al cabo, es una de esas casualidades que a él tanto le gustan: “El azar sólo se presenta como un mensaje”, escribió en La insoportable levedad del ser. El azar, entonces, me presenta una gustosa epifanía: cuando le preguntan por su amistad con Kundera, Calasso responde con sorna lapidaria que “es uno de los pocos grandes escritores vivos, y cuando digo pocos, quiero decir que para contarlos alcanza con los dedos de una mano”. Una verdad incontrastable que me hace de tenerme a pensar por qué Milan Kundera sería uno de los poquísimos grandes escritores vivos, y a encontrar de inmediato la respuesta: porque para él, no hay diferencia entre la literatura y la filosofía. Como para Rabelais y Montaigne, para Kierkegaard y Nietzsche, para Musil y Broch... ¿Narrativa? ¿Ensayística? ¿Literatura? ¿Filosofía? ¿Para qué perder el tiempo en esas distinciones, si en el fondo, todas se ocupan apasionadamente de lo mismo? “Ensayo irónico, narrativa novelesca, fragmento autobiográfico, hecho histórico, vuelo de la imaginación: la fuerza sintética de la novela es capaz de combinar esos elementos en un todo orgánico, como las voces de una música polifónica.” Eso decía años atrás Kundera en diálogo con Philip Roth, ¡otro de los dedos de la

mano! Y no lo decía por decir. Desafío a cualquier lector, incluso al más ladino, a abrir un libro de Kundera que no conoce y a descubrir en pocos segundos si se trata de una novela o de un ensayo. Y no porque escribe novelas con precisión de ensayista o porque escribe ensayos con la habilidad de un novelista, sino simplemente porque para él, ciertas distinciones no cuentan, y porque cuando se sienta frente a su escritorio –suponiendo que lo tenga– no piensa: “Es hora de escribir un ensayo” o: “Es hora de escribir una novela”. Lo que piensa, probablemente, es que “es hora de escribir”. Su fidelidad consigo mismo a lo largo de los años ha sido encomiable, y hasta ha superado el trauma que implica el paso de un idioma a otro: hace tiempo que Kundera abandonó su lengua materna por el francés. Kundera siguió siendo Kundera: el medio tono de un estilo sobriamente paratáctico, rapsódico y entretenido. Casi todos los libros de Kundera, en especial los últimos, están conformados por breves capítulos, parábolas que sólo en apariencia están desvinculadas entre sí. Pero detrás de esa fachada chisporroteante, el rasgo más característico y sobresaliente es la voz. En Kundera, la voz del que narra y la voz del que reflexiona son una misma voz, una voz que tiene terror de caer en lugares comunes, y que por lo tanto avanza en círculos, o al menos en diagonal. Es la voz alusiva, pícara e irreverente de un libertino del siglo XVIII. Los pensamientos de Kundera son sensuales y desconcertantes como las heroínas de sus novelas, y la sensualidad radica en que Kundera difícilmente se enamora de una opinión, sino que trata las opiniones con desenvoltura erótica. No sorprende la veneración que le profesa a Diderot, a quien años atrás hasta le dedicó una obra de teatro. De Diderot, Kundera aprendió que pensar es una actividad prostibularia y que narrar es un delicioso pretexto. Todo esto hace de Kundera un escritor de sor-

prendente inactualidad. Hoy en día, todos tienen opiniones sobre todo: sobre la cultura, la política, la economía y la gastronomía; sobre los hombres y las mujeres; sobre la honestidad, la deshonestidad, el bien y el mal. Y usan cualquier medio, hasta los más epigramáticos, para comunicarlas. Kundera trata las opiniones fuertes con mucha cautela. Supongo que esto responde a una deformación biográfica: su vieja lucha contra el totalitarismo, una verdadera obsesión que condiciona todo lo que escribe. No soy un historiador de las ideas, y por lo tanto, me excuso por mi ingenuidad, ¿pero qué es una sociedad totalitaria si no un lugar en el que las opiniones fuertes han adquirido tanta relevancia institucional que se convierten en obtusas y amenazantes? Y en algunos casos, hasta homicidas. Kundera reacciona ante la fuerza beligerante de las opiniones fuertes con su desprejuicio intelectual. Su devoción por la novela parece desprenderse justamente de la idea de que la novela es un lugar de cancelación del juicio. En Los testamentos traicionados: La suspensión del juicio moral –escribe– no constituye la inmoralidad de la novela, sino por el contrario, constituye su moral. Una moral que se contrapone a la inveterada práctica humana que consiste en juzgar a todos y a todo, de inmediato y en continuado, juzgar de ante- mano y sin haber entendido. Desde el punto de vista de la sabiduría de la novela, esta ferviente predisposición a juzgar es la más execrable estupidez, el peor de todos los males.

Para no correr el riesgo de convertirse, a su vez, en un arrogante ideólogo, Kundera se parapeta en la ironía, el chiste y la sátira: “Entre novelistas y lectores, el pacto debe ser claro desde el inicio: todo lo que aquí se narre, por terrible que pueda ser, no es en serio”.


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Si tuviese que dar una definición de lo que es un gran escritor, diría que es aquel cuyos libros, escritos a lo largo de toda su carrera, componen un libro único, a veces incluso aburrido, y largo como una vida humana. Desde el arranque, es evidente que la más reciente novela de Kundera, La fiesta de la insignificancia, es una nota al pie de página del “gran libro kunderiano”. Empieza con cierto personaje llamado Alain, que camina por París mirando a las chicas y reflexionando sobre el ombligo de ellas, sobre cómo esa parte del cuerpo femenino ha influido en el imaginario erótico contemporáneo. Una idea estrambótica e inútil que mucho le habría gustado a Fielding. ¿Qué es La fiesta de la insignificancia? Un divertimento surrealista, una parábola fellinesca en la que se alternan personajes que se debaten en elucubraciones extravagantes. Charlatanes, peripatéticos, medio borrachos, un poco vanos, a veces demasiado abstractos, pero a quién le importa. Cada tanto, aluden a un inventor, que según supongo, es el propio Kundera. Y en efecto, Kundera los trata como marionetas. Los azuza y los comprende. A ellos les confía sus clásicos temas: desde la involuntaria comicidad de los dictadores comunistas hasta la futilidad de toda experiencia humana. En determinado momento de su derrotero urbano, Alain se choca con una chica. Descolocado, se disculpa, mientras que ella lo increpa. Segundos después, Alain reflexiona sobre la locura que acaba de ocurrirle. ¿Por qué lo insultó esa chica? ¿Y por qué él le pidió disculpas? En el fondo, ambos eran culpables e inocentes de ese nimio accidente. Así es como Alain comprende que los seres humanos se dividen en dos grandes categorías: los que siempre piden perdón y los que no hacen otra cosa que acusar a los demás. Sentirse culpable o no sentirse culpable. En mi opinión, ésa es la cuestión. La vida es una lucha de todos contra todos. Eso ya es sabido. Pero en una sociedad más o menos civilizada, ¿cómo se libra esa lucha? No podemos tirarnos unos encima de otros no bien nos vemos. Para compensar, tratamos de endosarles a los demás la ignominia de la culpa. El ganador será quien logre hacer del otro un culpable. Por cierto que ése es un tema dostoievskiano (Memorias del subsuelo), pero en este caso declinado con la gracia de Kundera, o por decirlo de otra manera, sin rencor. Como no hay rencor tampoco en ninguna parte del libro, ni siquiera cuando pone en escena a su verdadera protagonista, la insignificancia, sin apelar a un tono oracular o apocalíptico. Un personaje dice: La insignificancia es la esencia de la vida. Y nos acompaña siempre y a todas partes: en el horror, en las más cruentas batallas, en las peores tragedias. Muchas veces tenemos el coraje de reconocerla en las situaciones más dramáticas, y hasta de llamarla por su nombre. Pero no basta con reconocerla: hay que amarla. A la insignificancia hay que aprender a amarla.

Dilusion Underwater II.

Diluyendo el cuerpo RESEÑA :: Sobre la obra de Cassandra de Santiago. POR GABRIELLE ROSALES

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l arte nos permite expresar de muchas maneras diferentes emociones, nuestro humor puede verse afectado al contemplar una pieza que nos interesa o puede llegar a recordarnos algún estado de ánimo en particular sin saber exactamente por qué, y esto es porque muchas de estas piezas provienen de la vida diaria, remiten o representan momentos que todo individuo ha experimentado o sabe que experimentará algún día; por ejemplo, todos nosotros tenemos una actividad común que nos produce una sensación de bienestar: tomarse un café, estirarse al despertar, meterse en la cama con las sábanas recién cambiadas, sentir el sol en el rostro una mañana fría o hundir una mano en un costal de arroz o frijol y por supuesto, tomar un baño caliente después de un largo día: pareciera que el agua tiene el extraño poder de llevarse todo nuestro pesar, como si el cansancio y la angustia se diluyera en ella mientras recorre nuestro cuerpo, que en ese momento de desnudez pareciera aún más frágil y ligero; esta sensación tan conocida es tomada por Cassandra de Santiago para realizar

su obra pictórica. Con piezas como “Get Clean I” y “Get Clean II” Cassandra nos permite recordar lo purificador del agua y remite sensaciones que conocemos muy bien, allí es donde radica la belleza de sus cuadros ya que mas allá de la innegable destreza y virtuosismo que se puede apreciar en sus obras, esta joven pintora de 28 años logra uno de los objetivos de toda pieza artística: conectarse con su público; es por esto que ha logrado destacar en diferentes bienales de arte nacionales y expuesto sus obras en Yucatán, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Zacatecas y la Ciudad de México. Recientemente presentó su obra en la Ciudad de México de forma colectiva en Casa Frissac bajo la muestra Figuraciones 17. Tres generaciones de pintura contemporánea. Su obra puede ser adquirida en el portal de Plataforma, una asociación que promueve la educación cultural http://plataforma.org.mx/ site/cassandra-de-santiago/y se puede revisar su portafolio en línea a través del siguiente link http:/ /quimostudio.webcindario.com/

De hecho, tendemos a conferirles una importancia crucial a nuestras tragedias, por más que no tengamos ninguna. Nos gusta transfigurar nuestras alegrías, a pesar de ese cuentito que nos contamos a nosotros mismos. Nada tiene un sentido, nada tiene un porqué. Ni el luto más desgarrador tiene sentido: no encontrará alivio, no conocerá rescates celestes. Ni la belleza, toda esta belleza –la encantadora luz de octubre sobre Roma– alude a algún significado superior, ni promete otra cosa que su pronta desaparición. ¿Pero quién dijo que no radique en eso mismo la belleza de la vida? Publicado en Corriere della Sera. Traducción: Jaime Arrambide.

Dilusion I; arriba a la derecha Get clean III, Get clean I y Dilusion Underwater I.


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Facebook y la privacidad ARTÍCULO :: POR MANUEL LÓPEZ MICHELONE

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acebook es probablemente la red social más usada en el mundo y curiosamente, para poder entrar a ella –la mayoría de quienes ya lo hemos hecho– se nos pide que aceptemos una especie de largo contrato –el cual aceptamos– y listo: a navegar en la red social, compartir contenidos, fotos, mensajes, videos, etcétera. Desafortunadamente como no leemos este “contrato” aceptamos lo que Facebook hará con nuestra información sin previa consulta y si leemos lo que hacen con nuestros datos, en términos generales se reduce a “puedo hacer lo que quiera con ellos y sin consultarte”. Vean nada más aquí y aquí. El tema de la privacidad es algo interesante por muchas razones, la primera es que si no cuidamos este aspecto, nos exponemos en Internet a muchísimas dificultades. No falta quien hace uso de tus datos, de tus fotos, de tus datos personales. Hay quien no tiene empacho en poner que sale de vacaciones, a dónde va y cuando regresa. En esta época en donde la información es un bien valioso, hay que andarse con más cuidado. Cabe decir que la privacidad no solamente es poner controles a quién puede ver nuestros contenidos porque no olvidemos que Facebook, dentro de su propio sistema, es el “gran hermano” al mejor estilo orwelliano, porque lo ve todo y

además, lo guarda para sí todo: fotos, videos, mensajes, incluso reportes que se le hacen a la red social. Pero ¿cómo debemos cuidarnos? La realidad es que no es difícil, y no se trata de poner controles para que otros no vean nuestros contenidos, cosa que desde luego, no es mala idea restringir. En realidad, sin embargo, lo más simple es seguir esta sencilla regla: “no publique en ninguna red social nada que no quiera que otros vean”. Pero más de uno puede preguntarse “¿Qué importa que otros vean mis contenidos? Finalmente el que nada debe nada teme”. Pues sí y no. Es cierto que uno podría pensar que publicar una foto de la comida en un restaurante, o bien, fotos de un evento que ocurrió en la ciudad, una marcha por ejemplo, no tiene mayores consecuencias. Podría uno estar simplemente “documentando” lo que está pasando, ¿no? Pues no necesariamente. Considerando que en Estados Unidos la Agencia de Seguridad Nacional - NSA, vigila a mucha gente y que además, debido a los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York en el 2001, en donde Bush emitió una ley sobre “homeland security”, y gracias a esta ley prácticamente el gobierno norteamericano tiene derecho de entrometerse donde le dé la gana, cualquier actividad de cualquier ciudadano, la que sea, puede ser investigada.

¿Pero esto es sólo en Estados Unidos, verdad? Pues no, es en el mundo entero. Los norteamericanos han vigilado, lo sabemos por Snowden, incluso a presidentes de otros países, incluyendo Enrique Peña Nieto. ¿Y para qué nos vigilarían? Pues porque cada acción de cualquier ciudadano bien podría ser sospechosa. Es importante aclarar que el argumento de que “si no te parece el contrato de privacidad de Facebook no le entres” no es necesariamente cierto. La privacidad es uno de nuestros derechos y es irrenunciable. Así como en principio, no podemos renunciar a nuestra libertad y convertirnos en esclavos de alguien aunque lo deseemos, igualmente, lo que diga Facebook puede ir en contra de nuestros derechos elementales de la privacidad y entonces no puede la empresa aplicarnos sus cláusulas, aunque haya uno aceptado y firmado ese contrato. La privacidad es algo importante. Uno puede pensar que como ciudadano normal promedio no tendría de qué preocuparse, pero seamos francos, ¿para qué darle argumentos a los “guardianes” del orden? Porque como están las cosas, sin duda hay que ser muy cautos con la información que compartimos, incluso aunque supongamos que la compartimos solamente con quienes conocemos, cosa que en general no es cierto, aunque así parezca.


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