[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 18 DE OCTUBRE DE 2014 |
El mexicano La histórica vergüenza por su espejo POR JUAN PABLO PROAL | PAG. 2
CORRO UEGO CORRO,, LLUEGO EXIST O EXISTO
Paradigmas A LA SAZÓN NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 7
DANIEL ULANOVSKY SACK | PAG. 4 CREACIÓN POÉTICA ALBERTO RUYSÁNCHEZ | PAG. 3
De perdidas y el destino FAUSTO PONCE | PAG. 8
2 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
El mexicano La histórica vergüenza por su espejo POR JUAN PABLO PROAL
P
orque los luchadores gringos impactan más con sus físicos. Los mexicanos son panzones y parecen policías municipales de rancho”. “Es simple, yo la veo (la lucha estadunidense) por las divas, no es lo mismo ver a Kelly Kelly que ver a Martha Villalobos”. Con estos argumentos, lectores del periódico El Universal respondieron en un foro por qué preferían la lucha libre producida en el país vecino a la mexicana. No es diferente lo que ocurre con el futbol local. Cada vez es más común escuchar en los aficionados a este deporte comentarios despectivos respecto a la liga mexicana. La empresa Consulta Mitofsky publicó en 2012 un estudio en el que indicaba que los equipos nacionales habían perdido alrededor de 5 millones de aficionados. “La gente prefiere ver jugar al Barcelona que ver un partido de un equipo de media tabla de la liga en México”, reconoció Miguel Ángel Couchonal, director general del Atlante, en una entrevista publicada con el portal CNN-Expansión. La preferencia por la producción extranjera se extiende a conciertos, películas, literatura y exposiciones pictóricas. El mexicano arrastra con la histórica vergüenza por su espejo. La apertura a la competencia internacional no sólo ha arrasado con los productores de maíz, frijol o zapatos; los músicos, los pintores, los basquetbolistas, los escritores, los científi-
cos y un largo etcétera ahora luchan no sólo por subsistir en el mercado local, sino por hacerse visibles frente a gigantes de los fenómenos de masas. Si bien la amplia oferta proveniente de todo el globo terráqueo puede enriquecer a los consumidores y obligar a mejorar la calidad de la producción local, también deviene en desfigurar la borrosa identidad del mexicano de estos tiempos, debilitar la de por sí enclenque cohesión nacional, amén de llevar a la bancarrota a quienes carecen de herramientas sólidas para subirse a la competencia avasallante. El 26 de abril de hace dos años en menos de 120 minutos se vendieron las localidades más caras en la preventa para el concierto de la cantante estadunidense Madonna en el Foro Sol. Con esa misma neurótica velocidad fueron comprados los boletos para las bandas Metallica y Foo Fighters. En contraste, cuando la ahora fallecida pianista mexicana María Teresa Rodríguez recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008 en la categoría de Bellas Artes, lamentó en una entrevista concedida al periódico La Jornada: “Este premio es para mí gran alegría, pero me interesa sobre todo que pueda servir de ejemplo para que los jóvenes que ahora están estudiando arte no claudiquen, porque desgraciadamente en México tenemos un ambiente pobre en el arte. No hay, por ejemplo, sufi-
cientes lugares para tocar. “En otras partes, como en Europa, hay la conciencia de que el arte es necesario, mientras para los mexicanos, en general, la principal distracción es ir al cine. “En términos más materiales, espero que el premio me sirva como ayuda, para que pueda jubilarme, porque aún trabajo en la Escuela Superior de Música; no me he jubilado, porque de hacerlo ganaría una tercera parte menos. Naturalmente, necesito ese dinero, porque soy viuda. ¿Vivir como concertista? Imposible. No hay espacios ni oportunidades”. Todo escritor mexicano sabe que publicar su primer libro es un logro equivalente a escalar el Everest sin equipo especial. Que te lean es aún más improbable que obtener un asiento en el Metro a las ocho de la mañana. Y que algún día sea presidente de México un ser humano medianamente honesto es más viable que vivir de las regalías. A pesar de este panorama, los mexicanos sí consumen libros, a montones. Entre las obras más vendidas en México el año pasado, de acuerdo con el periódico Publimetro, destacan los bestsellers: Infierno, de Dan Brown; Perdida, de Gillian Flynn, y la trilogía de E.L. James 50 sombras de Grey. Desde los años cuarenta, en su obra de referencia La industria cultural, Theodor Adorno y Marx Horkeimer señalaban cómo el arte se había esfumado, siendo reemplazado
LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 3
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
CREACIÓN
Doble amanecer Alberto Ruy-Sánchez Te digo, tengo sed. Me dices, mi pecho, ya, quiere ser bebido. Te digo que mis labios ahí se han perdido. Me dices que ya encontraron durezas donde detener su desvarío. Te digo que entre tus pechos por divertimento comercializado: “El arte es una especie de mercancía, preparada, registrada, asimilada a la producción industrial, adquirible y fungible; pero esta especie de mercancía, que vivía del hecho de ser vendida y de ser, sin embargo, esencialmente invendible, se convierte hipócritamente en lo invendible de verdad, tan pronto como el negocio no sólo es su intención sino su mismo principio”. Al recibir la medalla Bellas Artes 2013 por su trabajo fílmico, Arturo Ripstein explicaba en ese mismo sentido la falta de demanda del cine mexicano: “En los más de cien años que tiene de existir el cine, es doloroso ver que el cine mexicano no ha logrado acercar a su público, duele ese rechazo. Para el gran público el cine es un entretenimiento, no arte; existe para olvidarse de la medianía de sus vidas, en México se cree que la cultura es gratis, pero lo que es gratis no vale nada. “Hay un cine que aspira al éxito descomunal y que poco tiene qué ver con el arte; los mexicanos se asombran por aquellos que se han ido de este país buscando otras tierras, otras lenguas y lo lograron, bien por ellos, los respeto, pero no es posible que se contrapongan con lo que nos representa, ¡ay Malinche, sigues dominando nuestros corazones!” (Milenio, 25 de febrero de 2014). No se trata de hacer una simple defensa patriotera. El multiculturalismo es parte intrínseca de la historia de los pueblos. Hollywood, Random House, Warner Music, Sony o los estudios Ghibli han enriquecido nuestra visión del mundo. No obstante, la apertura de tantos y tan potentes grifos también está esfumando la posibilidad de que las expresiones locales puedan ser escuchadas y vistas. Todo aquél que quiera grabar un disco, vivir del box o exponer en una galería enfrenta un panorama desolador, originado, precisamente, por la poca empatía de sus connacionales, ávidos de consumir preferentemente lo extranjero. A este paso nadie querrá ir a un AméricaChivas por quedarse en casa a disfrutar un Real Madrid-Barcelona; sólo los familiares de los músicos de una orquesta irán a sus presentaciones mientras Justin Bieber atiborra el Foro Sol, al tiempo que una veintena de personas asistirá a un cine pequeño a ver la película más reciente de Ripstein, mientras Transformers 5 se exhibe simultáneamente en cuatro salas de un centro comercial. www.juanpabloproal.com
me convierto en río. Me dices, con un largo gemido, que en tus mares ya me has hundido. Un solo instante y amanezco dos veces: en tu pecho duplicas mi sed, mi frío, mi calor, mi perturbación, mi alivio. Y en mis labios no deja de temblar eso tan tuyo que haces doblemente mío. Los amantes confunden soles y lunas, pasiones sedientas y manantiales de olvido. Pero tienen la certeza de que sus labios están hechos para ser bebidos, mordidos, admirados y poco a poco, cedidos. Una versión de este poema leída por el autor: http://vimeo.com/108658760
Pintura de Rafael Flores.
4 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
Corro, luego existo ARTÍCULO :: El individualismo y el vértigo contemporáneos parecen haber encontrado su deporte: el running, un fenómeno global que une moda, salud, negocios y masividad creciente. Filósofos y escritores también han reflexionado sobre la experiencia de la velocidad en el propio cuerpo. POR DANIEL ULANOVSKY SACK
A
llá vamos. Como si hubiera un trampolín sobre la pista, los cuerpos tensan su calma. Y empieza el movimiento: una zancada, otra mayor, la respiración acompaña, la adrenalina invita y el mundo -así sea mera vuelta a la archiconocida plaza del barrio– se nos brinda. Esta sensación primaria trasluce el auge del running. Una práctica vieja –correr, atletismo, jogging, footing – que en su nuevo nombre engloba un cambio de actitud. El runner –quizás como reflejo de una “trompocultura” en la que todo gira, acelera y cambia– intuye que el movimiento le permite esa amalgama de cuerpo y mente que sólo conocía como frase de compromiso. Y la polémica, en tanto, levanta su telón. Algunos lo veneran como una religión civil, otros lo disfrutan con discreción y muchos le tiran dardos desde varios wings. Que es una práctica zonza por lo repetitiva e individualista, que no hace competir, que daña músculos y articulaciones. Tantas acusaciones reconocen el mismo punto de inicio: un deporte que movía a un puñado de personas hace treinta años hoy se ha convertido en un fenómeno masivo. En 1984, en la primera maratón de Buenos Aires, 36 locos alcanzaron la meta; el año pasado lo hicieron 7 mil 731. El fenómeno es global: en los Estados Unidos, diez millones de personas salen a correr al menos 110 días al año y casi dos millones terminaron una media maratón en 2013. Y genera pasión incluso entre los sedentarios: este año 650 mil personas se juntaron en las calles de Londres para ver a los 36 mil corredores de la 34ª Maratón a orillas del Támesis. Para muchos, su comienzo en las pistas es instrumental, teleológico. Se empieza a correr para algo, sea mejorar el estado de salud, la apariencia corporal o reducir el estrés. Cartesiana denomina a esta etapa el filósofo galés Mark Rowlands, profesor en la Universidad de Miami y él mismo maratonista: es el momento en que la mente aún dirige al cuerpo, le dice cuánto y por qué correr. Aquí todavía no hay simbiosis. La siguiente fase, podríamos decir, luce el signo de David Hume, el filósofo escocés del siglo XVIII; es la que produce la revolución en el runner. Para Hume las sensaciones son lo primario y recién sobre ellas se constituye el pensamiento. Eso sucede al correr: la mente casi desaparece y las ideas se desbocan ante nuevas percepciones, con una libertad impresionante. De acuerdo a Rowlands, que en 2013 publicó el ensayo Running with the pack (en español, “Correr con la manada”, aún no traducido), dos cualidades permiten esta dinámica: el cansancio y el ritmo. Si uno necesita aliento pero puede mantener las piernas andando, surge una mente paradójicamente fresca que permite ese fluir de imágenes y pensamientos. La última etapa –a la que llegan los maratonistas– se podría vincular con Sartre y el existencialismo: la acción y lo que hacemos nos constituye, nos define. Un corredor exhausto tiene una y mil razones para abandonar la carrera e irse a desayunar pero algo lo impulsa a continuar. Sartre hablaba de la angustia de la libertad para definir esos momentos en que uno sigue las cosas porque sí aunque podría tomar otro recorrido. Rowlands retruca: el runner vive como alegría que la razón deje de tener el mando por unos minutos. Se diferencia, sin embargo, de aquellos atletas que nos emocionaron en Carros de fuego. En esa mítica película sobre el equipo de atletas británicos en las Olimpiadas de 1924, el correr abrazaba otros sentidos: para el hijo de
misioneros escoceses, la voluntad de Dios. Para el estudiante judío de Cambridge, mostrar que podía ser inglés de pura cepa. Y así. Hoy correr es más una experiencia individual: corro por mí, para demostrarme que puedo más. El running –y no por su movimiento– provoca efectos de caleidoscopio; siempre hay lugar para una nueva mirada. Joyce Carol Oates, eterna candidata al Nobel de Literatura, lo explora casi a nivel genético; es una de las que evitan cualquier corrección política: correr no sólo es bueno, es mejor que. “Escritores y poetas tienen fama de adorar la vida en movimiento –asegura en un ensayo sobre el running que publicó en The New York Times en 1999–. Si no es correr, es hacer senderismo; si no el senderismo, caminar (incluso caminar rápido, ocupa, como todo corredor sabe, un pobre segundo puesto detrás de correr, al cual recurrimos cuando nuestras rodillas dicen basta. Pero al menos es una opción)”. La autora de Mujer de barro proclama en voz alta lo que muchos corredores no se atreven a decir. Se sienten una especie de adelantados de la distancia y no les gusta que los comparen con los caminantes. El runner atraviesa, escapa, da y recibe energía. El que camina apenas aprecia la naturaleza. La imagen más extraña que plantea Oates se vincula con una mirada –oscura– de género. “Si escribir acarrea un castigo, al menos para algunos de nosotros, el acto de correr, incluso en la vida adulta, puede evocar penosos recuerdos de haber sido, mucho tiempo atrás, cuando éramos niños, perseguidos por verdugos. (¿Hay algún adulto que no tenga esa clase de recuerdos? ¿Hay alguna mujer adulta que no haya sido, de una manera u otra, sexualmente acosada o amenazada?)”.
Parecido a la euforia Existe debate sobre si el running alienta las asociaciones inconscientes o si su riqueza es la psiquis virgen. Soy de los que defienden –experimentan– esta última idea: hombre de edad mediana, algo obsesivo y perfeccionista, algo wor-
kaholic, gobernado por la razón, encuentro en el movimiento la libertad para no pensar. Correr es darle un recreo al yo en una época en la que es pecaminoso dedicar tiempo a la nada. Basta con calzarse las zapatillas y mantener una cadencia que se convierte en ganas de, pero sin un objetivo. Correr es –si se permite el agravio– pensar dejando de pensar. En el entretejido entre running y vida cotidiana, la política también ha estado presente. El francés Jean Echenoz, en su estupenda novela – ¿biografía?– Correr (Anagrama, Barcelona, 2014) sobre el checo Emil Zátopek, cuenta cómo los dirigentes comunistas de Praga perseguían al atleta por miedo a que esa libertad que le daban sus piernas, y que lo convirtieron en mito nacional, se tradujera en un mensaje antiburocrático. Con sólo mirarlo a Zátopek se entendía el temor: corría sin estilo, pero con una velocidad que le hizo ganar el oro en los 10 mil metros en las Olimpiadas de 1948. Y el servicio de inteligencia checo no estaba errado en su intuición. Apenas se inició la Primavera de Praga, Zátopek dio su apoyo al efímero gobierno de Alexander Dubcek. Restablecida la supremacía soviética, lo degradaron y debió trabajar de minero y barrendero. La caída del Muro hizo lo suyo: en 1998 Václav Havel le otorgó el León Blanco, la gran distinción de su país. Uno de los prejuicios que sobrevuela el ambiente intelectual se asocia a una cierta licuación de conflictos que el running alentaría. Como si ese bienestar que produce actuara como una poción peligrosa: corremos para ser más felices pero la gente feliz no lleva la mochila de un alma torturada que le permita crear. Haruki Murakami –corredor durante décadas y cuya narrativa profundiza en el tema de la alienación– asume este debate en su ensayo autobiográfico De qué hablo cuando hablo de correr (Tusquets, Buenos Aires, 2011). “A veces la gente me dice: ‘Llevando siempre una vida tan saludable como la suya, ¿no le parece que llegará un momento en el que ya no podrá seguir escribiendo novelas?’ (…) Es decir que escribir novelas es una actividad poco
LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 5
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
sana y que los escritores tienen que llevar una vida lo más insana posible.” Murakami, respetable nipón, responde desde un concepto casi criollo: hecha la ley, hecha la trampa: “Por su origen, los actos artísticos contienen en sí mismos agente insanos y antisociales. Admito eso sin paliativos (...) Aquéllos que aspiran a dedicarse a escribir novelas profesionalmente durante mucho tiempo tienen que ir desarrollando un sistema inmunitario propio que les permita hacer frente a esa peligrosa (a veces incluso letal) toxina que anida en su cuerpo”. Para él, narrar derroteros poderosos implica una praxis unívoca: más fuerza física, más extenuación, más jugar con el límite. Y el entrenamiento sólo lo encuentra en el movimiento. Es aquí cuando entran en juego las morfinas generadas por el hombre (más conocidas como endorfinas). Son neurotransmisores con estructura similar al opio y a la heroína, pero sin sus efectos negativos. Recién se descubrieron en 1973 –nada en términos históricos– y explican algunas conductas que quizás, tal vez, a lo mejor, dependiendo de si podrían asociarse a conductas adictivas. Pero conviene empezar por la punta del ovillo. Después de muchas hipótesis, en 2008 un equipo alemán liderado por el especialista en neuroimágenes Henning Boecker demostró “la teoría opioide”: la euforia del corredor no es producto de una sensación meramente psicológica sino de más endorfinas que circulan en el cerebro. ¿El running, entonces, es el comienzo de una adicción contemporánea? No, pero sí. Para que haya un adicto tiene que haber una estructura psicológica que lo permita. La mayor parte de los runners no va a tener ese problema: la actividad se convierte en una fuente de placer y se conjuga con su mundo cotidiano. Aquéllos excesivamente perfeccionistas y a la vez inseguros moldean un perfil complicado: podrían convertir lo placentero en adicción. No se trata de correr más o menos sino de cómo la práctica se yergue como obelisco de vida y oscurece otros espacios. En los Estados Unidos, que aman el conductismo, la psicóloga Sharon Stoliaroff creó un test que da indicios de si un corredor es adicto. Son nueve preguntas. Entre ellas, si se han dejado de lado obligaciones con la familia o el trabajo por el running, si uno entra en depresión el día que no puede entrenar, si prefiere correr a cenar en familia, tener sexo o estar con amigos, y así. Más allá de que en nues-
¿El running es el comienzo de una adicción contemporánea? No, pero sí. Para que haya un adicto tiene que haber una estructura psicológica que lo permita tro entorno un diagnóstico tan objetivista provoca sonrisas, la idea que subyace es correcta: la adicción se asocia a un running excluyente, no a los kilómetros recorridos. Aun si lateralizamos lo que se considera patológico, el debate continúa. Lo he sentido en miradas reprobatorias cuando confieso en voz baja a amigos de toda la vida que corro 40 kilómetros por semana, cifra apenas considerada decorosa –y a veces lejos de eso– en el mundo runner. Mi intríngulis empezó hace apenas dos años. Una mañana sobrevivía en el gimnasio a la abúlica rutina que tantas veces había iniciado y abandonado: quince minutos de cinta, algo de bicicleta fija, luego pectorales, más tarde bíceps y abdominales, un poco de piernas y remo. Por alguna razón me rebelé y seguí corriendo sólo para probar, o eso creo. Lo hice durante una hora y paré cuando llegué a los –apenas, visto desde hoy– ocho kilómetros. Algo había cambiado, un estado de ánimo que no era euforia pero sí placer, percepción, calma me había sorprendido. Créanme: me pongo colorado al describirlo porque aborrezco los pseudo descubrimientos de estética sectaria que prometen puntos de inflexión. Pero así las cosas, tampoco vale cerrar los ojos ante la experiencia. Quizás ayude el planteo del historiador James McWilliams, profesor en la Texas State University. Él se pregunta si el verdadero exceso es el del corredor o el del sedentario que rechaza buscar la sabiduría y la capacidad que el cuerpo le puede brindar. Según esta lógica, la época contemporánea, al quitar el balance entre movimiento y razón, nos perturba: las aguafuertes propias de la ciudad siglo XXI legitiman en algo su idea. Por un lado, horas apoltronados en sillas ergonómicas en nuestros trabajos; por otro, salimos a movernos donde se pueda, con horario fijo. La armonía ha quedado archivada, amigos.
Con el running sucede algo raro. Es uno de los pocos deportes –quizás el box pero desde un lugar muy distinto– que recibe tantas críticas, como si algo de su práctica fastidiara. Parte de la crítica tiene una base reactiva, conservadora. Demasiada gente que era sedentaria ha dejado de serlo y eso desequilibra. A los que no se mueven, porque el mandato de época los obliga a excusarse. A los que sí se mueven porque pierden parte de su membresía excluyente en el mundo de lo físico. Correr es democrático; en una carrera de 10 km se pueden encontrar en primera línea a algunos corredores de élite y, en el fondo, a una familia con sobrepeso que empieza a tomar el toro por las astas. Quizás en el desconcierto de quienes han entrenado en forma competitiva se esconde el ya canónico tweet de los contestatarios del running que el periodista deportivo Juan Pablo Varsky lanzó el 23 de diciembre de 2013. Admonizaba: “ Runners. Secta. No necesitan la habilidad que demanda un deporte. Escudados en la superación personal, esconden MIEDO de perder contra otro”. Curioso porque Varsky también corre pero como “entrenamiento” para prácticas como el fútbol o el tenis. Si bien luego se disculpó a medias –tampoco tenía que hacerlo– lo interesante de ese tweet es que resumió un murmullo que gana terreno: la competencia legitima cualquier praxis. ¿Pero acaso es necesario? Vivimos en un aquí y ahora sobrepoblado de comparaciones con el otro quizás como sustrato cultural del capitalismo. ¿Hay que ir por más, siempre, no importa el costo? ¿Cuál es el problema de disfrutar algo donde no tengo que salir a competir? En ese interrogante, Jorge Franchella –director del Programa de Actividad Física y Deportes del Hospital de Clínicas– cree que se disimula una de las claves del auge del running. “Muchos lo sienten como una disciplina atravesada por la libertad: libertad de correr pero también libertad de diseñar su propia rutina, de definir un ritmo, de acatar –sí– indicaciones técnicas pero menos estrictas que en otros deportes. Además, los que recién empiezan compiten contra su propia marca y eso da una seguridad y una calma única”. Claro que esa sensación se trasviste en arma de doble filo. Los runners entusiastas no dan pasos atrás: osteópatas orientales, artros-
6 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
copías, toilettes de rodillas y reemplazos de caderas son palabras que poco los amilanan. Esto no significa que estén de operación en operación pero sí que estas opciones sobrevuelan mucho más que en otros ambientes. “Es difícil –sostiene Franchella– hablar de un límite de kilómetros semanales: depende de la edad, la genética, el estado físico. Cada uno debiera controlarse para saber cuándo frenar porque estamos viendo en los consultorios problemas vinculados a ritmos de sobreexigencia”. ¿Pero cómo decirle a alguien que se siente feliz y encontró en su grupo de corredores a su tribu urbana que se limite sin que ronde el fantasma del destierro tan temido? En el running las ciudades también compiten. Buenos Aires ha buscado posicionarse como la capital latinoamericana y –asegura Francisco Irarrázaval, subsecretario de Deportes– lo ha logrado: el 2014 terminará con más de 70 carreras, se inscribirán 15 mil corredores del exterior y no habrá maratón al Sur del río Grande que convoque a más inscriptos que la porteña. Este recorrido no fue azaroso: cuando subió Macri hicieron un estudio sobre qué pata coja tenía la ciudad a nivel eventos deportivos y se vio que a nuestro ambiente runner le faltaban carreras icónicas. Si bien las estadísticas se contraponen –Valentina Kogan del Club de Corredores habla de 5 mil personas que se lanzan a las pistas por fin de semana mientras Irarrázaval asume que hay cerca de 500 mil que de una u otra manera salen a correr durante el año–, nadie duda de que los kilómetros testimonian una nueva sociabilidad. Los teams son polisémicos: espacios de entrenamiento pero también de amistad, de búsqueda callada de pareja, de círculo de pertenencia. Y a veces un espacio que compite con los solos y solas. Cada quien le descubre confines propios al running. De eso se trata cuando empieza el movimiento, los mapas internos toman forma y hay una percepción de que las fronteras nacieron para ser modificadas. Por eso se corre, aunque no se sepa. Por eso, aunque jamás se lo haya leído, la emoción ante el último verso de El despertar, de Theodore Roethke, Premio Pulitzer 1954. Un poema casi desconocido en español que enfatiza lo que se conoce sin conciencia: Me despierto para dormir y retardo mi despertar/ Yendo aprendo donde debo ir. Publicado en http:// www.revistaenie.clarin.com/ideas/Corroluego-existe_0_1215478457.html © Clarín (Argentina).
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
LAS COCINAS
Paradigmas A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS El descubrimiento de un nuevo plato es de más provecho para la humanidad que la revelación de una estrella. Jean Anthelme Brillat-Savarin
E
n términos de globalización la gastronomía es quizá uno de los universos más explorados, influenciados, abiertos, y dinámicos… sin detrimento de tradiciones. Y lo mejor es que no son muy escandalosas las rebeliones anti-neoliberales por dicha causa. ¡Provecho! Más allá del imperio de las hamburguesas -que con su pan se las coman- nadie se queja porque los italianos se hayan apropiado de los fideos orientales o porque los franceses hayan metido su cuchara en rollitos primavera o en el pollo al curry de los vietnamitas. Hablando de cocinas -¡Bendito sea Dios!ninguna es pura. Hoy en día, todas tienen un poco de las otras y aun así conservan su identidad. Esto es maravilloso en términos culturales, de mercado, y más en lo que a placeres corresponde. Y en lo que concierne a lo saludable podría decirse que las que son sanas también son ricas… En verdad se antoja conocer ciertas características nacionales y regionales para echar mano de la imaginación y confeccionar nuevos mundos culinarios. Si nos embarcamos en el misticismo asiático nos encontraremos con la cocina calificada como la más sana. Nos referimos a la japonesa. La mayoría de sus platos se basan en el consumo de vegetales verdes y pescados al vapor. Lo mismo pasa con una parte de la comida de Singapur y Vietnam, lugares que también registran las tasas más bajas de obesidad. Respecto a los guisos chinos su fortuna nutricional no son las galletas de la suerte. Su éxito se basa en la mezcla de vegetales, legumbres, frutas y granos, junto a mínimas porciones de carne. En general, los guisos orientales resultan muy recreativos al paladar por jugosos, agridulces, y ricos en texturas.
La cocina francesa se guisa aparte. Justamente usan más el horno que las grasas, excluyendo al benevolente y cordial aceite de oliva. Sus comensales son los más delgados de Europa no obstante ser los mejores comedores de quesos y panes. Precisamente: optan por calidad sobre cantidad. El gran sabor a varios niveles o cuerdas, para cada bocado, se basa en una selección exquisita de vegetales, hierbas y especies de origen natural. Adentramos a las costas del Mediterráneo nos acerca, además de los excesivos embutidos, a cocinas equilibradas y con gran gusto en caldos y cocidos; es decir, guisados sin freír. Ahora que si los identificamos por sus principales ingredientes su calidad nutritiva llega a niveles olímpicos: las pastas de trigo como principal aporte de carbohidratos, el uso de aceite de oliva como fuente de grasa, la ingesta de proteínas a través de pescados y mariscos, y el consumo moderado y cotidiano de vino tinto provee a sus consumidores de un metabolismo optimo, una operación endocrina bien aceitada, un cerebro despierto y un corazón atlético. En conclusión: algunas de las cocinas más sanas del mundo se basan en el consumo moderado de carnes rojas, en cocer la comida sin agregar grasas, en incluir y combinar vegetales frescos con semillas, frutos secos y leguminosas; y principalmente, en aprender a pescar tu propio alimento.
LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO Más allá del estigma de la fritanga, la comida mexicana tiene raíces prehispánicas que la dotan de una vertiente saludable basada en semillas orgánicas, frutos oriundos, legumbres y hierbas ricas en fibras y proteínas. En ese entendido, les propongo el siguiente plato tipo fusión: frijoles de la olla en caldo con pedazos de aguacate, un chorrito de aceite de oliva, y un recaudo preparado con cebolla morada, cilantro, col, y chiles serranos. Todo, finamente picado e integrado al calentarse.
LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 7
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
Visiones Sonoras 2014 ARTÍCULO ARTÍCULO:: POR ROBERTO PONCE
E
l doctor Rodrigo Sagal desde Morelia lanza una invitación pública para asistir al Festival Internacional de Música y Nuevas Tecnologías “Visiones Sonoras” 2014, misma que fundó hace una década, y que se realizará del 22 al 25 de octubre con el lema: “No todo te va a gustar pero algo te va a encantar”. Visiones Sonoras está considerado como uno de los eventos más importantes en América Latina en lo que a música electroacústica se refiere. Países como Argentina, Chile y Cuba fueron pioneros en el uso de la electrónica para la creación musical durante los primeros años de la segunda mitad del siglo XX. México siempre mostró intentos por crear laboratorios o programas de enseñanza y experimentación musical con tecnología, sin lograr que ninguno destacara o tuviera un programa permanente; no obstante, nuestro país es hoy un referente a nivel internacional en composición contemporánea, arte sonoro y nuevas tecnologías. Sagal apunta: “México en general y Michoacán en particular son sin duda conocidos ampliamente por el apoyo a la difusión de las artes de vanguardia. Visiones Sonoras es una muestra clara de esto, desde hace diez años”. Agrega que con los esfuerzos del gobierno de Michoacán, a través de la Secretaría de Cultura,
del Centro Nacional de las Artes (Cenart) del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), además de apoyo fundamental de Fundación Telefónica, Bancomer, la UNAM campus Morelia, y el Conservatorio de las Rosas “se ha podido consolidar este espacio como una cita anual, en donde el público asistente experimenta propuestas únicas y de alta complejidad técnica que buscan comunicar maneras diversas de ver el mundo de la creación actual y finalmente conmover a un público abierto y crítico”. El Festival contará con más de 55 becarios del Encuentro de Composición Electroacústica: 12 provenientes de Michoacán, 35 de otros estados de la República Mexicana y ocho de países latinoamericanos, así como con medio centenar de invitados nacionales e internacionales, entre compositores e intérpretes. Según la convocatoria de Rodrigo Sagal, desde 2005 el Festival ha entregado más de 355 becas a estudiantes interesados en la música y las nuevas tecnologías. Además, se han registrado más de 22 mil 500 asistentes a todas las actividades desarrolladas. En esta edición, se realizará el Foro de Compositores del Caribe para complementar las perspectivas presentadas con las visiones particulares del trabajo creativo con tecnología de los crea-
dores de esta zona. El propósito, agrega, es generar un espacio que permita los vínculos entre artistas y estudiantes, crear nuevos públicos y fomentar la creación de nuevas obras que integren un uso innovador de la tecnología. A través del Encuentro de Composición Electroacústica, con las conferencias, presentaciones y talleres, además de los seis conciertos y los encargos solicitados a creadores mexicanos y extranjeros, el Festival “contribuye a fomentar la creación sonora que incorpora las nuevas tecnologías de manera que promueva la reflexión sobre las implicaciones del uso de estas herramientas en los procesos creativos de los artistas de hoy”. Y recuerda que desde su primera edición ha contado con la participación de artistas destacados en la escena internacional de la música electroacústica como Francis Dhomont (Canadá), Miller Puckette (EEUU), Javier Álvarez (México), Dennis Smalley (Reino Unido) o Joao Pedro Oliveira (Portugal). Este año, según Sagal, no será la excepción pues Visiones Sonoras “busca pasar a su segunda década como un festival renovado y con el compromiso de seguir trabajando para crear espacios académicos de alto nivel en el que estudiantes, creadores y público en general experimenten el sonido y la música como en ningún otro espacio.”
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
De perdidas y el destino EN PANTALLA PANTALLA:: POR FAUSTO PONCE
“Perdida”: thriller de medio pelo
L
a nueva cinta de David Fincher, Perdida (Gone Girl, EE.UU., 2014), es un thriller macabro que por momentos amenaza con ser la mejor cinta de Fincher; sin embargo, al final, la historia no cumple del todo su promesa. Perdida comienza el día del quinto aniversario de Nick (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike), una pareja de escritores retirados que intentan hacer sus vidas en llll, lllll, debido a una crisis financiera y familiar. Nick descubre que su esposa ha desaparecido, prácticamente sin dejar huella. Entonces llama a la policía (Kim Dickens y Patrick Fugit), pero el resultado es desastroso: él termina como sospechoso de asesinato. El caso trasciende conforme algunos misterios de la desaparición se develan. A medio camino, Nick parece ser un vividor y un monstruo en complicidad con su hermana Margo (Carrie Coon). Detalles importantes de Amy: es famosa porque fue la inspiración de una serie de libros infantiles –escrita por sus padres– titulada Amazing Amy; además, es una chica sofisticada de Nueva York y Nick se describe como un provinciano. Todo el “sistema financiero” de los Dunne está a nombre de Amy. Es decir, Nick tiene las de perder. Si bien la cinta engancha la mayor parte del tiempo, hay una serie de factores que nos hacen perder interés y en ciertos puntos, credibilidad. Tres son los más importantes. En primer lugar, la información que poseemos la mayoría de los personajes es insuficiente para llegar a conocerlos mejor. La trama pierde fuerza. A lo anterior hay que sumarle un par de convenciones que se ven forzadas, por ejemplo, todo Estados Unidos parece ver el mismo programa de televisión por las noches. Y en tercer lugar, la actuación de Ben Affleck luce… confusa. A diferencia de Rosamun Pike que está sublime, el personaje de Affleck parece confundido todo el tiempo. Es normal que lo esté durante cierto tiempo de la cinta, pero ¿toda la película? La tibieza del personaje debilita el arco del personaje y la conclusión de la cinta. No es la peor película del siglo, pero de Fincher es de las cintas que pueden ser consideradas como menores.
Cartel del documental H2OMX, dirigido por José Cohen y Lorenzo Hagerman.
dicho manto. A lo anterior habrá que sumarle la falta de un programa sólido de tratamiento de aguas negras, ya sea para su purificación y reinserción al manto, o bien para su uso adecuado en el riego de cosechas: los ríos de aguas negras de la Ciudad de México, cargadas de contaminantes (principalmente metales pesados), llegan a los cultivos de verduras en Hidalgo, que nos regresan “el favor” con dichas verduras. ¿A dónde vamos a parar? Al desastre, a menos que se busquen soluciones de abastecimiento alternas al sistema Cutzamala (principal abastecedor de agua) —no sólo otros sistemas, sino también algo alternativo como la captación de llu-
Cuando el destino nos alcance Dirigido por José Cohen y Lorenzo Hagerman, el documental H2OMX, resulta terrorífico, y es que su planteamiento resulta alarmante: en 10 años, el D.F. sufrirá una crisis de escasez de agua si las cosas siguen así. Todo comenzó con la idea de los colonizadores de crear una ciudad que no fuera lacustre, contrario a las condiciones de la cuenca de México. Grave error. Y así, 500 años han pasado. Durante los primeros minutos de la película, vemos a gente de diversas comunidades de la Ciudad de México que batallan para abastecerse de este líquido vital, lo cual merma su calidad de vida. Poco a poco nos damos cuenta de que todo el sistema está podrido: No sólo la cantidad de gente sobrepasa las capacidades del manto acuífero de la ciudad, lo que provoca su sobre explotación — y provoca el hundimiento del centro de la ciudad—, sino que también existe una falta de soluciones alternas para abastecer el D.F. sin mencionar que un programa para la recuperación de
Escena de Perdida, con Ben Affleck y Amy Dunne.
via—, una estrategia para reabastecer el manto, y programas efectivos para el tratamiento de aguas negras. El documental H2OMX funciona como una alerta para los ciudadanos, no sólo para valorar este recurso natural, sino para exigir a los gobernantes que se pongan a hacer su trabajo, y le pongan atención a este grave problema. Y es que, como se dice en el documental, la creación de sistemas de recolección de lluvia no es suficiente. Hubiera sido interesante que los realizadores hubieran entrevistado a autoridades competentes y las cuestionaran sobre este problema y ver si alguien tiene alguna propuesta o alguna idea de qué es lo que está pasando.