Letras 1 de agosto de 2015

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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 1 DE AGOSTO DE 2015|

Imaginación y fragilidad En torno al libro Fronteras rotas PORRAMÓNGUZMÁNRAMOS|PÁG.2

Meztli CREACIÓN.PORRAMÓNGUZMÁNRAMOS|PÁG.5

La retórica del cuento PORHORACIOQUIROGA|PÁG.6

¡Ya, gurú! A LA SAZÓN SAZÓN. POR NETZAHUALCÓYOTLÁVALOSROSAS | PÁG. 5

Evidencias CARTASAPÓCRIFAS.PORESTEBAN

MARTÍNEZ | PÁG. 7

Dos de crímenes y castigos CINE Y TV TV. PORFAUSTO PONCE / COLUMBA VERTIZ DE LA FUENTE | PÁG.8


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Imaginación y fragilidad En torno al libro Fronteras rotas PORRAMÓNGUZMÁNRAMOS Introducción

A

ntes de Fronteras rotas, había publicado tres novelas y dos libros de poesía. Cada vez que terminaba uno y era posible que viera la luz, yo me quedaba con la sensación de que el intento, el ensayo, el ejercicio, el experimento, no se había logrado como era el propósito original. El cuento es un género que requiere habilidades especiales del autor. Hay que saber identificar los elementos de la realidad que de pronto se vuelven significativos y reclaman la atención y el tratamiento literario del lenguaje; y hay que aprender a reordenar esos elementos para crear nuevas realidades, o nuevas expresiones de la realidad. En la novela hay un campo vasto siempre disponible que no se agota en las dimensiones propias de la historia que se cuenta. El espacio no es una limitante para el novelista. Se crea y se extiende al mismo ritmo y con el impulso irrefrenable que mueve en cualquier sentido a la narración. La poesía, lo sabemos, no ha dejado de ser esa plegaria original con que el ser humano expresa su asombro y su soledad ante las potencias oscuras de la existencia; antorcha que lleva la luz a las cavernas y que incendia el aire que respiran las piedras. El cuento, por su parte, es un destello que nos muestra apenas un fragmento infinitesimal de la realidad, pero que es suficiente, como con el ojo de la aguja, como con El Aleph de Borges, para revelar la totalidad de la vida y del universo. Los cuentos que ocupan las páginas de Fronteras rotas no fueron imaginados con deliberación. Podemos decir que se le impusieron al autor de una manera que todavía no se comprende. Hay en ellos, desde luego, algunos hilos que les son comunes. Podemos mencionar, por ejemplo, el lenguaje como un espacio

inagotable donde es posible aspirar a la libertad. Los personajes no sólo están hechos de lenguaje, sino que reconocen en este material el mundo en el que tienen lugar sus dramas y sus pasiones, sus cuestionamientos y sus búsquedas, sus vuelos y desencantos. Como los sueños mucho más puros o tenebrosos que ocurren dentro del sueño normal, y el retorno a la confusión. Y podemos hablar de la vida cotidiana que crea sus espacios cerrados, sus rutinas en círculos, los tiempos de cada día que se repiten sin permitir alteraciones sustanciales. Pero de pronto algo pasa y una frontera se rompe. Los demonios de otras realidades irrumpen en la realidad que se creía asegurada. Vemos entonces un desplazamiento intempestivo hacia la fragilidad. No hemos dejado de ser los seres desamparados, abandonados a la soledad enorme de este planeta que no encuentra su lugar en el universo; pero que, como Sísifo, seguimos en el empeño obcecado de lograr que en alguno de los ascensos la roca que cargamos sobre la espalda encuentre por fin su lugar de reposo en la cima de la montaña. Podemos hacer un intento de clasificación un tanto más preciso, si cabe la expresión.

De amor En “Meztli” tenemos al amor como contemplación y nostalgia. Néstor se levanta una mañana todavía oscura y con los rayos de la luna que penetran por las cortinas transparentes de la ventana ve a Meztli, su mujer, tendida bocabajo sobre la cama, mostrando sus muslos firmes y sensuales, su cuerpo de escultura mitológica; y se queda allí, mirándola como si él mismo fuera otra escultura del tiempo y la nostalgia. La vida gira con frenesí alrededor de ellos y se vuelve torbellino de recuerdos. La vida encuentra su sentido en los recuerdos.

Y para que la vida no pase y desaparezca, Néstor se dispone a convertirla en lenguaje. Es ya lenguaje cuando el lector se entera de lo que está ocurriendo. Algo parecido sucede en “La máquina roja”. Quiero decir con el lenguaje. Ella tiene que cargar con su marido jubilado al que le aplican tres veces a la semana tratamiento de hemodiálisis. Convertida en enfermera y sirvienta, acepta con humildad su suerte, pero encuentra una buena manera de liberarse de aquella cadena. Por las noches deja a su marido en su cuarto y ella se va al suyo a leer con entusiasmo novelas clásicas de amor. Cuando se encuentra con Madame Bovary de Flaubert, adquiere conciencia de que una mujer como ella tiene derecho a compartir con alguien más su cuerpo y sus sueños. Ella cree que puede hacerlo con el poeta que conoce en una presentación de libros. He ahí el mundo del lenguaje como territorio de libertad. Pero ahí moran también los embaucadores y los ilusionistas.

De educación Son tres los cuentos cuyo tema central es la educación. En “Ladrillos”, que ganó el Premio Estatal de Cuento Luvina 2011, la poesía es el antídoto que usa Galia, estudiante de tercer grado de secundaria, contra ese impulso oscuro que la empuja al suicidio. Es lo que descubre su maestro de Español cuando lee el texto poético que le dejó de tarea. Aquí los roles se intercambian sin mayor problema. Galia le enseña a su maestro el poder que tiene la poesía para revelar los misterios profundos del alma y actuar en el sentido del amor. Y el maestro incorpora ese conocimiento para enriquecer su didáctica literaria. “A través del espejo” es el relato donde el profesor de secundaria Alejandro Martínez participa en una movilización de maestros en la ciudad de México y en la confrontación violenta que tienen con los granaderos. Él recibe el golpe de tolete en la cabeza que iba dirigido a una maestra joven. Cuando recupera la conciencia en el campamento que los maestros han instalado en el zócalo, tiene a su lado a la maestra joven que, agradecida, lo cuida y le brinda su compañía. Pero el profesor Alejandro Martínez se horroriza cuando ve en el noticiero de la noche las escenas de la batalla campal, y el momento justo cuando el granadero va tras la maestra con el tolete en alto y él se interpone para recibir el golpe. Piensa en sus alumnos, que podrían estar viendo al mismo tiempo el noticiero. Un sentimiento profundo de contrariedad se apodera de él. Algo le dice que su lugar está en otra parte: con su esposa, con sus alumnos, en la escuela, en el aula, librando otras batallas: la del conocimiento contra la ignorancia, la de la civilización contra la barbarie, la de la fraternidad contra la guerra, la del amor contra el odio. “Saberes” es la historia de lo que ocurre en la cabeza de un estudiante de Bachilleres. Yolanda, su novia, ha sido suspendida dos semanas por contestarle de manera indebida a una de sus maestras. Él se encuentra en una


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pileta de su plantel, recordando y reflexionando sobre los momentos más felices que ha pasado con ella. Y también sobre la atmósfera de opresión que se respira y se impone en la escuela. El conocimiento para qué, se pregunta. Tendría que ser el conocimiento para la vida. Y hace un recuento de lo que sus maestros le enseñan en cada asignatura y la distancia que existe entre ese mundo de datos y de información y la vida que ocurre más allá de las bardas perimetrales.

La utopía frustrada La historia del hombre ha sido la historia de una búsqueda descomunal, o mejor dicho, del retorno al origen de todas las cosas, cuando la vida ocurría apaciblemente en el paraíso terrenal y no había desgracias que lamentar, desdichas que llorar. En esa búsqueda apasionada el hombre no ha reparado en los medios. El encuentro con la utopía bien vale la sangre, el horror y la muerte que se deja en el camino. Entonces la utopía da un giro hacia abajo y queda invertida. El paraíso da lugar al infierno. Pero todo vuelve a empezar una y otra vez. Después del desastre viene la recolección de los escombros y la nueva aventura. Es de lo que tratan los dos cuentos titulados “El síndrome de Babel” y “La marcha”.

De narcos México se nos ha convertido en un territorio inmenso lleno de cruces, la mayoría de ellas invisibles. Un país de lo sobrenatural donde ocurren las cosas más bárbaras e inverosímiles. El horror y el miedo como la nueva atmósfera que nos cubre y tenemos que respirar. Aunque también el renacimiento de la dignidad y la indignación. En un mundo así el azar puede convertirse en un destino fatal. Que lo confundan a uno con el otro al que tenían que levantar y se lo lleven al lugar donde la gente es despojada de la vida y los cuerpos desaparecen sin dejar huella, no puede ser más desafortunado, es decir, carente de fortuna, de suerte, de buena aureola. O que nos toquen unos vecinos que resultan ser parte de esos ejércitos de demonios que andan sueltos para desatar el infierno entre nosotros. Es de lo que tratan los tres relatos titulados “Con los ojos cerrados”, “Vecinos” y “Envoltura”.

De lo sobrenatural ¿Y qué decir del diablo que cambia su táctica para engañar a los mortales y tenderle una

CREACIÓN

Meztli Ramón Guzmán Ramos Para Citlali, por su mirada de Luna.

S

i Meztli se hubiese despertado en ese momento, cuando Néstor la contemplaba con esa extraña y lejana fascinación, seguramente que se habría espantado. Él estaba allí, frente a ella, como una estatua milenaria que la noche se empeña en sostener a pesar de la amenaza del alba. Ella se hallaba tendida sobre la parte de la cama que era su territorio exclusivo, su fortaleza de humo, bocabajo, mostrando los muslos firmes y brillantes como columnas de sueño. Él tuvo el impulso de arrojarse sobre ella y poseerla con furia de animal domesticado, pero estaba embelesado con la imagen que entraba por sus ojos y se le volvía respiración de fuego debajo de la piel. Ella no se movía ni mostraba intención alguna de regresar. Él tuvo la sensación de que era una criatura del pasado, de los tiempos más remotos en que la mujer jugaba a ser seductora de los dioses y se hacía de facultades extraordinarias para someter después a los humanos a un influjo fatal. Si no podía hacerlo física, literalmente en ese momento, entonces intentaría abandonar su propio cuerpo, liberar su espíritu abrumado, para atravesar la frontera de la vida y unirse con ella en ese mundo de niebla luminosa en que andaría perdida. Era la mujer con la que había dormido durante veinticinco años, noche tras noche, tormenta tras tormenta, montaña y río tras montaña y río. Y era la mujer desconocida, la selva virgen llena de peligros, de bestias y demonios al acecho, y también de lagos claros, abiertos siempre a la dichosa posibilidad de renacer. Imaginaba sus labios gruesos, brotados a la

emboscada al sacerdote que se atreve a practicarle a la muchacha poseída un exorcismo no autorizado? ¿Y el personaje que sale de la nada y se adentra en el laberinto oscuro de un territorio que puede ser el del sueño o el de un mundo invadido por todas las criaturas de la noche? Son los temas de esos dos cuentos titulados “En el principio fue la noche” e “Incursión a la noche”.

La historia como recuerdo A los noventa y siete años, Valentín construye la historia de su vida y de su pueblo hacia atrás, dando un salto abismal hasta la época de su infancia, cuando la guerra los obligaba a abandonar sus casas y refugiarse en los cerros. Es el recuerdo más vivo que tiene. El de Micaela, su esposa de siempre, se le desvanece como la sombra de la muerte. He aquí trece cuentos con sus fronteras rotas. Fronteras rotas es un libro de cuentos publicado por el Colegio de Bachilleres del Estado de Michoacán en octubre de 2012. El presente texto corresponde a la lectura que hizo el autor para su presentación en varios eventos.

magnificencia del campo en primavera, sus ojos de almendra con fondo de abismo inexorable. Imaginaba lo que veía cada vez que la tenía debajo de su cuerpo, prendidos los dos como la aguja con la tela que la niega, que le da razón de ser en el vacío. Por las cortinas transparentes se asomaba la triste y lejana luz de la luna. Era una luz que se doblegaba ante la figura de maíz tendida ante los ojos de Néstor. Una luz que ella absorbía para dejar a oscuras el pensamiento. Siempre había algo de ella que él desconocía, descubría, dejaba para otro momento milagroso. No era una mujer la que permanecía entre las raíces del árbol de la noche. Era una piedra esculpida con los materiales del deseo y de la arena, con el pegamento de la sal, con el agua que enmudece en los huecos del océano. No era Meztli sino una danza de serpientes en reposo. Era el cuerpo en el que se unían la Luna y la Tierra. Recipiente roto de toda la sangre del mundo. Lluvia y río agitándose en el interior de la roca. Territorio de origen y abismo. Reina de las cosas que sólo crecen y florecen de noche. Madre antigua y siempre presente. Néstor se incendiaba como rey viejo que se anticipa a las cenizas. Cara manchada la de Meztli. Todas las sombras que saltan en la noche habían saltado hasta su rostro para quedarse allí y dejar sus cuerpos rodando por el mundo. Era la historia que Néstor vivía desde que la conoció y decidió amarla para siempre en un acto de voluntad cósmico. A los cincuenta y cinco años de edad la vida se anda acercando al final de la aventura. Siempre y cuando se llegue a pensar que la vida es una aventura. La aventura es de hecho lo que define a la juventud. Una experiencia de natu-


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raleza arriesgada que pone a prueba todas las facultades, las potencias y el temple de quien se atreve a emprenderla. Los que mueren en el intento son los héroes. Hacer o intentar hacer lo que en circunstancias normales nadie hace, y sucumbir en el intento, es un acto trágico de naturaleza heroica. Los que sobreviven a la aventura gozan un tiempo de la fama y la gloria que los demás mortales otorgan a los seres que rompen las líneas de la sobrevivencia estéril, pero terminan ganándose con el tiempo el desprecio y el reproche de los admiradores de antaño: ¿Por qué no se murió para que no tuviéramos que enterrar antes de tiempo la imagen que ya no puede ser lo que fue? Y pensar que Néstor tenía que verse en el espejo, como todas las mañanas, para volver a esquivar los ojos que se marchitaban y que lo miraban con mordaz conmiseración desde el fondo del reflejo. Esta vez no quería desprenderse de aquella visión que parecía salida de un mito. El cuerpo de Meztli acariciado con delicadeza y voluptuosidad por los rayos firmes de la Luna. Parecía una estatua de carne y mármol que iba surgiendo de la materia dura para hacerse de un mundo de aire ancho e inmenso. Para hacerse otra vez de los nervios y las venas de Néstor alucinado. A los cuarenta y cinco años las mujeres han llegado al vértice superior de la pirámide. Desde allí estiran sus brazos a lo alto en señal de plegaria y vuelven a recibir las bendiciones demoniacas de los dioses. Meztli era una de ellas. A esa edad el cuerpo llegaba al punto de floración máxima y no había otro nivel que la consumación total en el fuego. Lo sabía Néstor y lo sabía Meztli. Pero hay otro tipo de aventuras en que el hombre a los cincuenta y cinco puede arrojarse sin perder la dignidad. Meztli, por ejemplo. Ella seguía siendo uno de esos territorios a conquistar, donde el riesgo de caer en el

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abismo se abría en cada caricia, en cada exploración, en cada escalinata que el aventurero recorre para develar misterios y salvar espíritus agobiados por la soledad. El tiempo, pensaba Néstor, era la construcción anticipada de recuerdos. Uno no hace en la vida sino construir motivos para la nostalgia. Una montaña de recuerdos para escalar en los últimos momentos de la vida. Y ver desde allí la vida como un río que corre hacia atrás, que se levanta en cada piedra para que podamos ver nuestro reflejo en esas aguas que se desviven por quedarse. ¿Eso era Meztli ahora para él? ¿La montaña de recuerdos? Pero no. Ella era la sustancia misma del tiempo convertida en latido, en pálpito oscuro, en un mar sin hondura y sin horizonte. Vapor de tierra mojada. En ese cuerpo azotado por la piel de la historia nada era posible, sólo lo imposible. Habían vivido sus años de aventura en un siglo iluminado por la muerte y la ilusión. En esa era de saltos y de vuelos la tierra desapareció bajo los pies y las alas de todos, y el sueño se desplomó sobre el abismo. Compartieron las lágrimas del desencanto como si se hubiese tratado de la caída misma de los dioses. ¿Qué sentido tendría la vida sin los pies para caminar, sin las manos para esculpir nuevos dioses en el aire, sin el corazón para ofrecer?

Ella era la sustancia misma del tiempo convertida en latido, en pálpito oscuro, en un mar sin hondura y sin horizonte. Vapor de tierra mojada. En ese cuerpo azotado por la piel de la historia nada era posible, sólo lo imposible.

Meztli estaba hecha de ese aire que alguna vez fue el oxígeno de los ríos y que ahora era un conejo en reposo. Tendida allí, sobre ese territorio abandonado, hostil como enredadera de espinas, ella esperaba a que el tiempo se acomodara en su lugar y dejara de ser torbellino de huellas, lápida ardiente con sed de palabras. Una línea de su cuerpo siguió su camino hasta encontrarse con el aire y llegó hasta la mirada de esfinge de Néstor. El tiempo se detenía alrededor de él, de ellos, y se convertía en remolino de piedra. Nada podía existir en ese hueco del cosmos sino la sangre que se volvía negra y se agregaba a la noche tibia. Era una estatua el tiempo. Una figura de sal que se había petrificado al voltear la cabeza y abrirle al tiempo un agujero hacia atrás. Néstor miraba a través de Meztli el mundo del que provenían y que se mantenía conectado a pesar de la lejanía. Era como verse a sí mismos desde una altura del tiempo que nadie en el momento puede concebir. Como si estuviera instalado en un mirador supremo y desde allí pudiera observar a Néstor de 30 años y a Meztli de 20. Los veía recorriendo escenarios de sombras y de miedo, de esperanza que arde y de sangre palpitante, roja y encendida como los sueños que vuelven esclavos a sus soñadores. Ella pensando en cómo terminar cada día sin dejar la piel entre las piedras, y él dejando la piel entre las piedras para que pudiera amanecer de nuevo. Siempre recordaba el momento en que la había visto por primera vez en el escenario. Ella interpretaba su propio papel en un tiempo que había desaparecido ya, que no era sino nostalgia dolorosa en la historia. Él se negó a ser un personaje más del drama y logró al final instalarse con sus huesos y sus nervios en la tierra, en esta tierra donde los sueños se vuelven de nube y de espinas. Veinticinco años


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eran como veinticinco siglos o como veinticinco minutos. Apenas el tiempo que llevaba allí en medio de esa fascinación por el cuerpo tendido de Meztli. Ahora no quería poseerla como cuando los dos andaban doblegando a las selvas del mundo. Sólo quería llorar y ya. Tendrían que ser lágrimas de mar, gotas inmensas resbalando en el silencio. Llorar para que el aire se limpiara de impurezas y pudieran respirarlo los amantes que andarían por el mundo buscándose un lugar discreto. No sólo de tristeza lloran los amantes, los que aman y son amados; también de nostalgia; de agradecimiento por las cosas buenas que han llegado a la vida y que permanecen con nosotros, aunque ya no estén. Meztli era eso bueno que le había sucedido a Néstor una vez en la vida y para siempre. Cuando la vio por primera vez, actuando en el escenario con una voz que le salía de las entrañas del tiempo, se dijo que la amaría para siempre pasara lo que pasara, o aunque no pasara. En esos veinticinco años las cosas no habían sido fáciles. Ningún camino lo es. Meztli era ella misma el camino. Recorrerla todos los días, cada minuto de la vida, cada segundo que estallaba como burbuja de humo, había sido una aventura interminable. Todavía. De pronto, en medio de la noche, de la soledad inmensa, atrapado en algún lugar que nadie conoce, que nadie ha visitado nunca antes, Néstor agitaba las manos y las piernas, contorsionaba su cuerpo violentamente como el que cae sin remedio a un abismo y la caída se vuelve interminable. Un vértigo que es en realidad un azote del horror. Entonces sentía la mano de Meztli sobre su pecho y todo volvía a la calma. Era un alivio del alma que lo reconfortaba y lo regresaba en medio del fuego al cuerpo de ella. Se prendía de ella como de la única salvación que pudiera encontrar un condenado. A esa hora de la madrugada el silencio era lo único que recorría las calles y las avenidas del corazón, los terrenos baldíos de la conciencia. Era como un aire líquido que se respiraba por la piel. Pero era un silencio que a Néstor le agradaba. No era la soledad vacía. Era la soledad llena de reminiscencias, de huellas que saltan en el aire como ranas que no saben dónde ha quedado la Luna. Y la Luna, lo veía Néstor, entraba por la transparencia delgada de las cortinas y tomaba a Meztli, su gemela, entre los rayos. Ella era un campo abierto a la lluvia y al sol. En ella florecían el tacto y las ramas. A partir de allí, la infancia que mira hacia adelante para verse alguna mañana tendida sobre la cama, observada por el hombre que no ha dejado de amarla y que quisiera tenerla allí, bajo su contemplación milenaria, para siempre. Néstor dejó que el cuerpo de Meztli siguiera sin perturbación alguna en ese jardín oscuro lleno de sosiego. Se ajustó el cinturón de la bata y se dirigió sin ruido hasta su estudio. Cerró la puerta tras de sí para aislarse del mundo. Meztli era una presencia fuerte que llevaba en su memoria, en su imaginación encendida, que cargaba sobre su espalda como una cruz de sangre y de luz. Oprimió el botón de su computadora para ponerla a funcionar. Hizo lo que sabía para subir la página en blanco y empezar a escribir. Traía ganas de una buena taza de café. Pero no bajaría a la cocina hasta que dejara escritas las primeras palabras, el enunciado de entrada, la llave que debería abrir una puerta a esa visión que se había apoderado de él como un demonio. Se tronó los dedos para desperezarlos y tecleó para que la imagen primigenia apareciera en la pantalla como un trazo inexorable de la memoria que siente nostalgia por la piedra: Si Meztli se hubiera despertado en ese momento, cuando Néstor la contemplaba con esa extraña y lejana fascinación, seguramente que se habría espantado…

¡Ya, gurú! A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

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afé orgánico + aceite de coco + miel + ghee: una bebida exótica con alto valor calórico y monetario (100 pesos la taza en oasis gastronómicos de Guadalajara y la Ciudad de México). Por supuesto que para algunas personas resulta cómodo y rico pagar la mencionada cantidad por algo cool. Ni siquiera tienen que plantearse la pregunta ontológica de la tía María: ¿qué contiene? Personalmente me gusta tomarme las cosas sazonadas con la riqueza del saber, si bien es cierto que la sorpresa es un condimento sicalíptico. Otra razón para reconocer lo que llevo a mis entrañas es la mera curiosidad; las ganas de imaginar raíces, humedad, calderos, aromas, movimientos corporales y toda la sensualidad extravagante que implique su preparación… -¡mentira!... …¡Ya estuvo bueno! Dejémonos de arrogancias: en realidad, soy un orgulloso y avaro glotón al que le indigna que le quieran hacer de chivo los tamales en las plazas gourmet de Polanco. El ghee es nada más y nada menos que mantequilla clarificada. Es decir, el puro aceite decantado del mentado derivado de leche de vaca… ¡ah!, eso sí. ¡Sin sal! La neta, hay que reconocer que es la forma tradicional de consumir aceite natural en lugares como la India y Arabia. Hoy en día, es uno de los ingredientes más valorados en cocinas internacionales con influencia austriaca, brasileña o africana. La mera verdad, el ghee es uno de esos estrafalarios productos que de pronto se ponen de moda y al rato ni quién los pele. Sin embargo, es de esos

ingredientes esenciales para la cultura mundial. Y es que al separar el aceite esencial del suero de leche, impurezas y acidos grasos saturados, se obtiene una de las grasas más saludables del planeta; incluso, con ventajas sobre el mismísimo aceite de oliva. En la India al ghee se le reconoce como “oro líquido” porque es un legado gastronómico milenario relacionado a rituales espirituales de sanación; pleno en minerales, vitaminas y antioxidantes; fortalece al cerebro, pulmones, hígado y sistema inmunológico; embellece piel y cabello; habilita el sistema digestivo, no contiene lactosa, puede calentarse hasta 250º centígrados sin perder cualidades y se conserva sin refrigeración por largo tiempo.

LANOTA,LARECETA,ELREMEDIO.

Calienta a fuego lento mantequilla pura de vaca (¡sin sal!). Utiliza una olla de fondo grueso. Hierve. Deja tibiar. Usa un cucharón para retirar la capa de nata que se forma en la superficie. El objetivo es quitar los grumos sin que se revuelvan con el aceite. Utiliza una tela de manta para colar el resto. Vacía en un frasco de cristal. Tapa hasta que el refinado se haya enfriado. El resultado debe ser un líquido de color dorado que, de acuerdo a la temperatura, puede solidificarse. Utilízalo para robustecer sopas, para aderezar pescados y verduras; en la preparación de masa para pan; o bien, toma una cucharada para darle gusto al mentado café gourmet, pero con menos de 40 pesos.


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La retórica del cuento ARTÍCULO ::PORHORACIOQUIROGA

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n estas mismas columnas, solicitado cierta vez por algunos amigos de la infancia que deseaban escribir cuentos sin las dificultades inherentes por común a su composición, expuse unas cuantas reglas y trucos, que, por haberme servido satisfactoriamente en más de una ocasión, sospeché podrían prestar servicios de verdad a aquellos amigos de la niñez. Animado por el silencio -en literatura el silencio es siempre animador-en que había caído mi elemental anagnosia del oficio, complétela con una nueva serie de trucos eficaces y seguros, convencido de que uno por lo menos de los infinitos aspirantes al arte de escribir, debía de estar gestando en las sombras un cuento revelador. Ha pasado el tiempo. Ignoro todavía si mis normas literarias prestaron servicios. Una y otra serie de trucos anotados con más humor que solemnidad llevaban el título común de Manual del perfecto cuentista. Hoy se me solicita de nuevo, pero esta vez con mucha más seriedad que buen humor. Se me pide primeramente una declaración firme y explícita acerca del cuento. Y luego, una fórmula eficaz para evitar precisamente escribirlos en la forma ya desusada que con tan pobre éxito absorbió nuestras viejas horas. Como se ve, cuanto era de desenfadada y segura mi posición al divulgar los trucos del perfecto cuentista, es de inestable mi situación presente. Cuanto sabía yo del cuento era un error. Mi conocimiento indudable del oficio, mis pequeñas trampas más o menos claras, sólo han servido para colocarme de pie, desnudo y aterido como una criatura, ante la gesta de una nueva retórica del cuento que nos debe amamantar. “Una nueva retórica...” No soy el primero en expresar así los flamantes cánones. No está en juego con ellos nuestra vieja estética, sino una nueva nomenclatura. Para orientarnos en su hallazgo, nada más útil que recordar lo que la literatura de ayer, la de hace diez siglos y la de los primeros balbuceos de la civilización, han entendido por cuento. El cuento literario, nos dice aquélla, consta de los mismos elementos sucintos que el cuento oral, y es como éste el relato de una historia bastante interesante y suficientemente breve para que absorba toda nuestra atención. Pero no es indispensable, adviértenos la retórica, que el tema a contra constituya una historia con principio, medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación sentimental, moral o espiritual, poseen elementos de sobra para realizar con ellos un cuento. Tal vez en ciertas épocas la historia total -lo que podríamos llamar argumento- fue inherente al cuento mismo. “¡Pobre argumento! -decíase-. ¡Pobre cuento!” Más tarde, con la historia breve, enérgica y aguda de un simple estado de ánimo, los grandes maestros del género han creado relatos inmortales. En la extensión sin límites del tema y del procedimiento en el cuento, dos calidades se han exigido siempre: en el autor, el poder de transmitir vivamente y sin demoras sus impresiones; y en la obra, la soltura, la energía y la brevedad del relato, que la definen. Tan específicas son estas cualidades, que desde las remotas edades del hombre, y a través de las más hondas convulsiones literarias, el concepto del cuento no ha variado. Cuando el de los otros géneros sufría según las modas del momento, el cuento permaneció firme en su esencia integral. Y mientras la lengua humana sea nuestro preferi-

do vehículo de expresión, el hombre contará siempre, por ser el cuento la forma natural, normal e irreemplazable de contar. Extendido hasta la novela, el relato puede sufrir en su estructura. Constreñido en su enérgica brevedad, el cuento es y no puede ser otra cosa que lo que todos, cultos e ignorantes, entendemos por tal. Los cuentos chinos y persas, los grecolatinos, los árabes de las Mil y una noches, los del Renacimiento italiano, los de Perrault, de Hoffmann, de Poe, de Merimée de BretHarte, de Verga, de Chejov, de Maupassant, de Kipling, todos ellos son una sola y misma cosa en su realización. Pueden diferenciarse unos de otros como el sol y la luna. Pero el concepto, el coraje para contar, la intensidad, la brevedad, son los mismos en todos los cuentistas de todas las edades. Todos ellos poseen en grado máximo la característica de entrar vivamente en materia. Nada más imposible que aplicarles las palabras: “Al grano, al grano...” con que se hostiga a un mal contador verbal. El cuentista que “no dice algo”, que nos hace perder el tiempo, que lo pierde él mismo en divagaciones superfluas, puede verse a uno y otro lado buscando otra vocación. Ese hombre no ha nacido cuentista. Pero ¿si esas divagaciones, digresiones y orna-

tos sutiles, poseen en sí mismos elementos de gran belleza? ¿Si ellos solos, mucho más que el cuento sofocado, realizan una excelsa obra de arte? Enhorabuena, responde la retórica. Pero no constituyen un cuento. Esas divagaciones admirables pueden lucir en un artículo, en una fantasía, en un cuadro, en un ensayo, y con seguridad en una novela. En el cuento no tienen cabida, ni mucho menos pueden constituirlo por sí solas. Mientras no se cree una nueva retórica, concluye la vieja dama, con nuevas formas de la poesía épica, el cuento es y será lo que todos, grandes y chicos, jóvenes y viejos, muertos y vivos, hemos comprendido por tal. Puede el futuro nuevo género ser superior, por sus caracteres y sus cultores, al viejo y sólido afán de contar que acucia al ser humano. Pero busquémosle otro nombre. Tal es la cuestión. Queda así evacuada, por boca de la tradición retórica, la consulta que se me ha hecho. En cuanto a mí, a mi desventajosa manía de entender el relato, creo sinceramente que es tarde ya para perderla. Pero haré cuanto esté en mí para no hacerlo peor. Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, 19 de febrero de 1937), cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo.


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Evidencias CARTASAPÓCRIFAS ::PORESTEBANMARTÍNEZ

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mable lector que me favorece con su atención: es evidente, o lo que es lo mismo, cierto, claro y tan perceptible, que nadie puede dudar del hecho que vivimos en un mundo globalizado. Evidente es también que esa globalidad en la que respiramos se nos ha vendido… y se nos sigue vendiendo… como democrática, incluyente, equitativa y respetuosa de la minorías… y como única solución de los problemas del vivir de los humanos, pues no hay de otra. Y es evidente que esa globalidad en la que nos movemos y nos mueven, ha sido generada y vertebrada mayormente por el llamado Mundo Occidental, y administrada en la actualidad fundamentalmente por él mismo, encabezado por su mayor heredero, los U.S.A. Asimismo es evidente que esa globalidad en la que vivimos, el poder económico es la base y clave determinante en la toma de decisiones políticas de los Estados, de los gobiernos de la mayoría del planeta Tierra. ¿Qué significa ese hecho?... pues muestra, demuestra y pone en evidencia que los Estados, los gobiernos, el poder político que los caracterizaba, está pasando… ¿o ha pasado ya?... a ser un componente más de la economía… ¿en calidad de qué?, … pues resulta que sin los Estados, sin los gobiernos y sus poderes… la globalidad no podría existir… ya que sin los Estados, sin los gobiernos, es evidente que a la globalidad en la que nos movemos y nos mueven, no le habría sido posible llevar a cabo e incluso imponer la privatización de empresas y bienes públicos y la flexibilización de las

leyes laborales, por ejemplo. Estos hechos y otros parecidos, realizan y hacen evidente el siguiente dicho: “de la misma manera que la riqueza es poder, todo poder atrae infaliblemente hacia sí la riqueza por uno u otro medio”, dicho debido al político inglés del siglo XVIII, Edmund Burke. Esta atracción es evidente por el ejemplo que dan los políticos que saltan de un partido a otro; de los partidos, a puestos de la administración pública y de esos a puestos de la administración pública, a cargos diversos de grandes empresas nacionales e incluso internacionales, e instituciones transnacionales que controlan, deciden e imponen normas a la economía mundial, como puede ser el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, por ejemplo… y de esas corporaciones, nacionales o internacionales, pasar de nuevo a importantes puestos gubernamentales de sus países respectivos. Este entendimiento, esta cooperación o cohabitación entre el poder político y económico (sea el mismo financiero, industrial, de mercado o los medios), ha generado y puesto de moda el centrismo como sistema de gobierno, esto es, una ideología político-económica-social intermedia entre la ideología de derecha y de la izquierda, fórmula que es adoptada y abrigada por los partidos, tanto de derecha como de izquierda. Verdad es que en esos gobiernos centristas es evidente el pluralismo de partidos… pues el mismo no molesta en una escena y situación en el que el poder económico se somete cada vez menos al político… también, de manera global, es evidente que ese centrismo gubernamental, sea

de izquierdas o de derechas, se guía por el principio de las leyes del mercado y tiene por meta la obtención de beneficios, de rentabilidad a cualquier precio, por lo que en esa sociedad global de democracia de mercado, vertebrada y animada por la ley de la oferta y la demanda, es evidente el predominio del dinero sobre el trabajo… y en ella se está cumpliendo lo que dijo el considerado padre de la economía política, Adam Smith: “el capital y el beneficio devoran los sueldos y las clases superiores oprimen a las menos favorecidas”. Estas evidencias, y otras parecidas, que, como servidor ha escrito, se dan porque el poder económico se impone cada vez más... y eso se debe a que el poder político coopera y lo consiente… pues de no ser así no ocurriría tal situación… situación que, de manera global, afecta, perjudica a los más, a los que únicamente tienen para vivir su trabajo… explica de sobra el desencanto, el hartazgo e incluso el odio en ocasiones… de esos más por la política… y los políticos… que con sus decisiones fomentan e incluso imponen la democracia de mercado… olvidándose no pocas veces de otro de los causantes de su situación: el poder económico, sea el mismo financiero, industrial, de mercado o de los medios. Ante esta problemática realidad, servidor considera que va siendo hora de cambiar el paradigma de esta globalidad de democracia de mercado en la que nos movemos y nos mueven. Al respecto, ¿qué opina usted, amable lector de la presente? Rogando a Dios para que ayude a resolver tan inquietante y doloroso rompecabezas. Ligorio D’Revueltas


8|LETRAS~CAMBIODEMICHOACAN

SÁBADO1DEAGOSTODE2015

Dos de crímenes y castigos RESEÑAS ::Cineytelevisión.

El mundo de Los jefes PORFAUSTOPONCE Empezaremos por lo positivo de la cinta Los jefes (México, 2015): Se trata de un interesante y honesto retrato de cómo funciona el crimen organizado en diferentes niveles. Los diálogos, los escenarios y las acciones de los personajes se sienten reales, es decir, no parece que uno de ellos sea un estudiante de una universidad de paga intentando retratar estratos sociales bajos, sino que el equipo creativo sabe muy bien lo que este bajo mundo significa. Los jefes, producida y protagonizada por el grupo de hip hop Cártel de Santa, gira en torno a un niño bien de Monterrey, Poncho, que un buen día decide acompañar a un cuidador de autos llamado El Greñas, a quien conoce de su universidad. Así, ambos llegan con La Bomba, un dealer de poca monta que los llevará a dar un paseo que cambiará sus vidas. Durante este trayecto, vemos a grandes rasgos cómo funciona este mundo criminal desde sus cimientos hasta los estratos más altos. El mundo de Los jefes es un mundo sin escrúpulos a cuyos “habitantes” sólo les interesa el dinero y el poder. No hay un personaje que se salve en esta historia. Todo y todos parecen estar en un mundo jodido donde los ricos será siempre ricos y desalmados. E incluso los únicos personajes de estratos sociales bajos que aparecen no tienen visos de ser mejores personas. Ahora bien, el problema con esta cinta radica en el guión: Si bien los personajes están bien dibujados, la estructura de la historia es bastante deficiente. Y es que nada relevante ocurre durante 40 minutos; todo nos lo reservan para el final, pero cuando éste llega es sumamente predecible, lleno de lugares comunes. Uno de los ganchos de la cinta es la aparición de los integrantes del grupo regiomontano de hiphop, Cártel de Santa; cabe mencionar que lo hacen bastante bien, en especial el líder de la banda, Babo. De ahí en fuera… no vale mucho la pena comentar las actuaciones del resto del elenco. Si hubieran trabajado un poquito más el guión, Los jefes podría haber llegado a ser una estupenda película de culto, pero se queda a medio camino. Con unos ajustes, las malas actuaciones, los lugares comunes y la mala iluminación hubieran sido pecata minuta, ya que habría sido entretenida.

Narcos, la nueva serie de Netflix PORCOLUMBAVÉRTIZDELAFUENTE Ahora la plataforma de internet Netflix ha creado una serie de televisión de diez capítulos, Narcos, sobre el narcotraficante colombiano Pablo Escobar y el Cártel de Medellín, donde actúan actores mexicanos como Bruno Bichir, Ana de la Reguera y Stephanie Sigman, a estrenarse el 28 de agosto. En el tráiler que se lanzó la semana pasada, se observan imágenes de Escobar, interpretado por Wagner Moura, mientras se escucha: “Imagina nacer en una familia pobre, en un país pobre, y a los 28 años tener tanto dinero que ni siquiera puedes contarlo.” Luego surge otra voz con escenas del actor Boyd Holbrook, quien es en la trama un policía: “Soy Steven Murphy, agente de la DEA. En 1979 los malos que perseguía llevaban chanclas. Cuan-

Imagen de Narcos.

do empecé, un arresto por un kilo de hierba era motivo de celebración. En poco tiempo (1984), estábamos confiscando sesenta kilos de cocaína al día. Los hippies habían sido reemplazados por colombianos y éstos no llevaban chanclas. “Era la creación del famoso Cártel de Medellín, estaba José Rodríguez Gacha, los hermanos Ochoa y Pablo Escobar. Muy pronto, los narcos ganaban cinco mil millones de dólares al año, y eso era algo que Estados Unidos no podía permitir.” La historia no sólo estará basada en el Cártel de Medellín, también habrá personajes ficticios, más persecuciones, balas y asesinatos… Así que Narcos narra las vidas reales de los capos de la droga de fines de la década de los ochenta y los esfuerzos para detenerlos en un conflicto brutal y sangriento. Con una cruda narrativa detalla el choque entre las fuerzas –jurídicas, políticas, policiales, militares y civiles– que buscan el control de la cocaína. El proyecto reúne al creador y productor José Padilha (Tropa de élite,RoboCop) con el aclamado actor brasileño Moura (Tropa de élite, Elysium). También, como ya se mencionó, interviene Holbrook (Perdida) y Pedro Pascal (Game of Thrones), ellos dan vida a los agentes de la DEA Steve Murphy y Javier Peña. Además actúan los colombianos Juan Pablo Raba (El corazón del océano) y Manolo Cardona. Se verá a la estrella de teatro británica Joanna Christie (Once), el renombrado actor brasileño André Mattos (Tropa de élite), y el puertorriqueño Luis Guzmán (Boogie nights). Eric Newman (Niños del hombre), junto al equipo de Doug Miro y Carlos Bernard (El aprendiz de brujo) y también Chris Brancato (Hannibal)

Los jefes (México, 2015).

son productores ejecutivos de la serie. Narcos es producida por Gaumont Televisión para Netflix. Padilha, quien nació el 1 de agosto de 1967 en Río de Janeiro, Brasil, ya cuenta con una reconocida trayectoria con sus cintas donde ha mostrado varios sucesos, como Onibus, en la cual recrea un violento episodio en esa ciudad, el secuestro de un autobús que terminó en tragedia, y Fome, un documental sobre una familia minera que muestra de qué forma los individuos lidian con el hambre del día a día. Narcos fue anunciada en abril de 2014. Por lo visto Netflix desea captar más usuarios con esta historia del capo Escobar, quien ya ha sido objeto de varios proyectos para televisión y cine, y parece que no se agota. Ahora se verá qué versión le da esta empresa estadunidense por Internet y de DVD por correo, que ya cuenta con una presencia muy importante en toda Latinoamérica con sus películas y series propias.

LARECOMENDACIÓN:ANT-MAN:LAAPUESTADE MARVELPORSÚPERHÉROESPOCOCONOCIDOS

Fausto Ponce Desconocido para la mayoría, pero sumamente querido por los fans del mundo del cómic, AntMan es el súper héroe que intentará tomar el liderazgo en taquilla este fin de semana en nuestro país. Protagonizada por Paul Rudd en el papel principal, Evangeline Lilly y Michael Douglas, y dirigida por Peyton Reed, Ant-Man: El hombre hormiga cuenta la historia de Scott Lang (Rudd), un ex convicto que un buen día tiene la oportunidad de redimirse y salvar al mundo gracias a un traje que le da poderes extraordinarios y a los consejos de su mentor, el Dr. Hank Pym (Douglas). La historia es original de Edgar Wright y Joe Cornish, mientras que el guión fue escrito por Edgar Wright y Joe Cornish, junto con Adam McKay y Paul Rudd. El origen de Ant-Man o Hank Pymm data de 1962, año en que fue publicado en el cómic: Tales to Astonish (no. 27); posteriormente, el súper héroe apareció junto con Los Vengadores.


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