[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 25 DE MARZO DE 2017 |
FOTO: GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA
Conjunto Regional Ajuchitlán durante el homenaje a Cástulo Benítez de la Paz en Arcelia, Guerrero, en noviembre de 2009. Al centro, Natividad Leandro Chávez Palillo.
El último violín calentano Homenaje en Morelia a J. Natividad Leandro Chávez El Palillo POR GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA| PAG. 4
Muerte y sublimación
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La escena final de «Luces de la ciudad» POR SLAVOJ •I•EK | PAG. 2
Buda en pausa
Paellas
DIARIO SIN CABEZA POR ERNESTO
A LA SAZÓN POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS | PAG. 7
HERNÁNDEZ DOBLAS | PAG. 3
Las hermanas Brontë: una devoción literaria ARTÍCULO POR HEPHZIBAH ANDERSON | PAG. 6
Réquiem POESÍA POR DEREK WALCOTT | PAG. 8
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SÁBADO 25 DE MARZO DE 2017
Muerte y sublimación / y 2 La escena final de «Luces de la ciudad» (City lights) POR SLAVOJ •I•EK La separación
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asta el final del filme, el vagabundo se limita al papel de mediador, circulando entre las dos figuras que, juntas, constituirían una pareja ideal (el hombre rico y la muchacha pobre) y permitiendo, de ese modo, la comunicación entre ellos pero siendo, al mismo tiempo, un obstáculo a su comunicación inmediata, la mancha que impide su contacto inmediato, el intruso que nunca está en su propio lugar. Sin embargo, con la escena final el juego acaba: el vagabundo se expone finalmente en su presencia, aquí está, no representando nada, ocupando el lugar de nadie, debemos aceptarlo o rechazarlo. Y el genio de Chaplin lo atestigua el hecho de que decidiera terminar la película de una manera tan brusca e inesperada, en el momento mismo de la revelación del vagabundo: el film no responde a la pregunta ‘¿La muchacha lo aceptará o no?’ La idea de que sí lo hará y que de ahí en más ambos vivirán felices no tiene ningún tipo de fundamento en el film. Es decir, para el final feliz habitual necesitaríamos una contratoma adicional a la del vagabundo mirando esperanzado y tembloroso a la muchacha: una toma de ésta retribuyéndolo con una señal de aceptación, por ejemplo, y luego, tal vez, una de ambos abrazándose. No encontramos nada de este tipo en el filme: se termina en el momento de incertidumbre y apertura absolutas cuando la muchacha –y, junto con ella, nosotros los espectadores– se enfrenta directamente con la cuestión del ‘amor por el prójimo’. ¿Es esta criatura ridícula y torpe cuya presencia masiva nos golpea de súbito con una proximidad casi insoportable realmente digna de su amor? ¿Podrá ella aceptar, hacerse cargo de este paria social que ha conseguido en respuesta a su ardiente deseo? Y –como lo señaló William Rothman–(11) la misma pregunta debe formularse también en la dirección opuesta: no sólo ‘¿hay lugar en sus sueños para esta andrajosa criatura?’, sino también ‘¿hay todavía lugar en los sueños de él para ella, que es ahora una muchacha normal y saludable que maneja un negocio exitoso?’; en otras palabras, ¿no sintió el vagabundo un amor tan compasivo por ella precisa- mente porque era ciega, pobre y completamente indefensa, necesitada de su cuidado protector? ¿Estará aún dispuesto a aceptarla ahora, cuando ella tiene todos los motivos para ampararlo? Cuando, en su L’éthique de la psychanalyse (12), Lacan pone de relieve las reservas de Freud respecto del ‘amor por el prójimo’ cristiano, tiene en mente, precisamente, estos dilemas embarazosos: es fácil amar la figura idealizada de un prójimo pobre e indefenso, el hambriento africano o indio, por ejemplo; en otras palabras, es fácil amar al prójimo mientras éste se encuentra suficientemente lejos de nosotros,
Luces de la ciudad termina en el momento mismo de esta indecidibilidad absoluta en que, enfrentados a la proximidad del otro como un objeto, nos vemos obligados a responder a la pregunta ‘¿Es digno de nuestro amor?’
mientras existe una distancia conveniente que nos separa. El problema se plantea en el momento en que se nos acerca demasiado, cuando comenzamos a sentir su sofocante proximidad: en este momento en que el prójimo se nos revela en demasía, el amor puede convertirse súbitamente en odio (13). Luces de la ciudad termina en el momento mismo de esta indecidibilidad absoluta en que, enfrentados a la proximidad del otro como un objeto, nos vemos obligados a responder a la pregunta ‘¿Es digno de nuestro amor?’ o, para usar la fórmula lacaniana, ‘¿Hay en él algo más que sí mismo, objeto a, un tesoro oculto?’ Aquí podemos ver cuán lejos estamos, en el momento en que ‘la carta llega a su destino’, de la noción habitual de la teleología: lejos de realizar un telos predestinado, este momento señala la intrusión de una apertura radical en la cual queda suspendido todo sostén ideal de nuestra existencia. Este es el momento de muerte y sublimación: cuando la presencia del sujeto se revela fuera del sostén simbólico, el mismo ‘muere’ como miembro de la comunidad simbólica, su ser ya no es determinado por un lugar en la red simbólica, materializa la pura condición de Nada del agujero, el vacío en el Otro (el orden simbólico), el vacío designado, en Lacan, con la palabra alemana das Ding, la Cosa, la pura sustancia de goce que se resiste a la simbolización. La definición lacaniana del objeto sublime es precisamente ‘un objeto elevado a la dignidad de la Cosa’.(14) Cuando la carta llega a su destino, la mancha que arruina el cuadro no queda
abolida, borrada: lo que nos vemos obligados a captar es, por el contrario, el hecho de que el verdadero ‘mensaje’, la verdadera carta que nos aguarda es la mancha misma. Tal vez deberíamos releer el ‘Seminario sobre «La carta robada»‘, de Lacan, desde esta perspectiva: ¿la carta misma no es, en última instancia, una mancha semejante, no un significante sino, antes bien, un objeto que se resiste a la simbolización, un excedente, un residuo material que circula entre los sujetos y mancha a su poseedor momentáneo? Ahora, para concluir, podemos volver a la escena introductoria de Luces de la ciudad en la que el vagabundo aparece como el lunar que perturba el cuadro, como una especie de rayón en la blanca superficie marmórea de la estatua: en la perspectiva lacaniana, el sujeto es estrictamente correlativo a esta mancha en la pintura. La única prueba que tenemos de que la pintura que estamos viendo está subjetivada radica; no en los signos significativos de la misma sino, más bien, en la presencia de alguna mancha carente de sentido que perturba su armonía. Recordemos lo que es una especie de contrapartida de la primera escena de Luces de la ciudad, la escena final de Candilejas, otra en la que el cuerpo de Chaplin es cubierto por una tela blanca. Esta escena es única en la medida en que señala el punto en que Chaplin y Hitchcock, dos autores cuyos universos artísticos parecen totalmente incompatibles tanto en el nivel de la forma como en el del contenido, finalmente se encuentran. Es decir, parece como si, en Candilejas, Chaplin descubriera por fin el travelling hitchcockiano: ya la primera toma del film es un largo travelling que avanza desde la panorámica de una idílica calle londinense a la puerta cerrada de un departamento, del que se escapa un gas mortal (indicando el intento de suicidio de la joven que allí vive), en tanto la última escena contiene un magnífico travelling hacia atrás desde el primer plano del cadáver del payaso Calvero, detrás del escenario, hasta la panorámica de la totalidad de este último, donde la misma joven, ahora bailarina exitosa y su gran amor, está actuando. Justo antes de esta escena, el agonizante Calvero le comunica al médico que lo atiende el deseo de ver a su amor bailando; el médico lo palmea suavemente en el hombro y lo conforta: ‘¡La verá!’ Luego de eso, Calvero muere, su cuerpo es cubierto con una sábana blanca y la cámara retrocede para abarcar a la muchacha que baila sobre el escenario, mientras Calvero queda reducido a una diminuta y apenas visible mancha blanca en el fondo. Lo que tiene aquí una significación especial es el modo en que la bailarina entra en el cuadro: desde atrás de la cámara, como los pájaros en la famosa toma general de Bodega Bay en Los pájaros (Birds), de Hitchcock, otra mancha blanca que se
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DIARIO SIN CABEZA materializa desde el misterioso espacio intermedio que separa al espectador de la realidad diegética de la pantalla... Aquí encontramos la función de la mirada como objeto–mancha en su máxima pureza; el pronóstico del médico se cumple, precisamente en cuanto Calvero está muerto, es decir, en la medida en que no puede verla más, Calvero la mira. Por esa razón, la lógica de este travelling hacia atrás es cabalmente hitchcockiana: por medio del mismo, un fragmento de la realidad se transforma en una mancha amorfa (un rayón blanco en el fondo), pero en torno de la cual gira todo el campo de la visión, una mancha que ‘embadurna’ todo el campo (como en el travelling hacia atrás en Frenesí [Frenzy]): la bailarina danza para ella, para esa mancha. (15)
Notas 11 Cf. Otto Weininger, Geschlecht und Character (Viena: 1903; Munich: Matthes und Seitz, 1980) [Sexo y carácter, Barcelona: Penínsulal. 12 El paralelo que se impone aquí es, por supuesto, el existente entre la femme fatale en el universo noir y la dama en la tradición medieval del “amor cortés” (amour courtois): la femme fatale es la dama en la medida en que ésta es posible hoy, así como el detective hard–boiled es el caballero en la misma medida. Sin embargo, ¿por qué la femme fatale del noir está marcada por una sensualidad y una vulgaridad sobreexpuestas, en contraste con la estatura sublime e inalcanzable de la dama? La respuesta es, una vez más, el status modificado del gran Otro, de la comunidad simbólica, es decir, su desneutralización, su adquisición de rasgos paranoicos. En la Edad Media, el mal era epitomizado por el innominado Caballero Negro quien, en la hora de su derrota, pronunciaba su nombre, con lo que era reintegrado a la comunidad simbólica; empero, en el universo noir es el agente del bien el que se ve forzado a operar en “noir”, como fundamentalmente innominado y no reconocido (en los cuentos y las primeras novelas de Hammett el detective realmente es un “agente de la Continental” que carece de nombre), dado que el espacio del Otro, el dominio de los Nombres públicos, es en sí mismo malo. Por esa razón, la dama, encarnación del reconocimiento social, también se vuelve malvada. 13 Respecto de la naturaleza femenina del acto, cf. capítulo 2 del presente libro. 14 Incluso en La carta robada, de Poe, en donde la constelación de las tres miradas es puesta en escena por primera vez (el ministro que roba la carta de la reina; la reina que sólo puede observar impotente el acto; el rey que lo ve todo pero no reconoce su significado), la tercera mirada, la del Otro ignorante, se encarna en el rey, el representante de la autoridad simbólica. 15 Raymond Chandler, “The simple art of murder”, en Pearls Are a Nuisance (Harmondsworth: Penguin Books, 1977), p. 198 [El simple arte de matar, Buenos Aires: Emecé, 1989]. En ¡Goza tu síntoma!, Jacques Lacan dentro y fuera de Hollywood. Traducido por Horacio Pons. Nueva Visión, Buenos Aires, 1994. Tomado de http:// bibliotecaignoria.blogspot.mx/2009/09/ slavoj-zizek-muerte-y-sublimacionla.html
Buda en pausa ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS Ven, pruébame y veras que todos somos adictos a estos fuegos de artificios. Gustavo Cerati
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odos somos adictos. Tú, yo, él, nosotros, ustedes, ellos. No hay más que escarbar un poco en el barro y se descubren conductas, ideas o emociones que revelan lo dicho. Ya lo sabían Buda, Jesucristo, Zoroastro y Hermes Trismegisto: lo humano asienta sus bases energéticas en el apego. Apenas salir del vientre materno y ya buscamos un objeto oscuro de nuestro deseo, algo a lo cual pegarnos, vencernos, adherirnos como si extrañásemos ese cordón umbilical que nos mantenía cercanos a una fuente inagotable de placer y bien estar. Todos somos adictos, lo único que hace falta es descubrir cuál es el rumbo y la materia de nuestra adicción. Lo que podemos entender como poder establecido, es todo menos ingenuo o carente de amplios conocimientos. Le gusta estudiarnos, conocernos, meternos en sus múltiples laboratorios sin muros. Todo lo que tiene poder sobre nosotros es porque conoce nuestras adicciones y apegos. Nos nutre de ellos, nos incita a ellos, nos da de comer de su pecho carcelario, nos promete una guarida segura en su vientre de candados. Así entonces, los múltiples poderes que nos gobiernan están hechos con la carne que deseamos. Puede llamarse prestigio, sexo, popularidad, poder, trabajo o refresco de cola. Puede llamarse como sea, lo importante es que Eso nos lleve a querer más de Eso de manera infinita. Hace algún tiempo leí algo de filosofía oriental, particularmente budista y específicamente zen. De los muchos pilares que la sostienen está la idea de que los seres humanos sufrimos por nuestro gusto: literal. Es decir, por aquello que nos causa gusto y nos hipnotiza con relojes de apego. La propuesta entonces, se-
gún la entiendo, es llevar a cabo todo un ejercicio tendiente a desapegarnos, lo cual es, supongo, más difícil de lo que suena o parece, justamente por nuestra tendencia natural a identificarnos con lo que nos ata y de atarnos a lo que nos identifica. Incluso, en un exceso de lucidez y trabalenguas se nos pide desapegarnos del mismo deseo de desapegarnos. Buena suerte a los budistas. Como a muchas cosas he ido y regresado también a los textos de Buda y sus continuadores. He repensado más de una vez sobre ese asunto, e incluso, he llegado a pasar cortos períodos con intenciones de meditación y esa paz que provoca el dejar que todo fluya sin mayores aprehensiones. Creo que algo de ello se me ha ido quedando de tanto ir a beber al río. Pero reconozco que suelo tener adicciones que me tienen tomado por el cuello y que muchas veces yo me les pongo de a pechito, es decir, flojito y cooperando. Soy adicto a estar enamorado, a la pornografía, a la lectura, al refresco de cola, al Facebook, al sexo, a la escritura, a dar talleres literarios, a las imágenes eróticas o mórbidas, a cierto grado de sufrimiento y desazón, a estar junto a mujeres, al buen dormir y buen comer, a los halagos de las pocas personas que me importan, a la música, a todo lo que puede provocarme, a cierto grado de tristeza, a cierto grado de odio, a estar solo, al cine gore, a las nuevas adicciones y a no recuerdo cuantas cosas más. ¿Qué hacer con ello? Mi respuesta hasta el momento ha sido: ni budismo ni desorden. Gestiono mis adicciones, les acaricio suavemente el lomo como a gatas que sé salvajes a la menor provocación, las pongo en pausa de vez en cuando, las intercambio unas por otras, las guardo y me hago el dormido para que piensen que ya me han perdido, vuelvo a ellas con amor, agradecimiento y con la menor cantidad de culpa posible. Soy humano, soy adicto. Y no pido por ello ni aplausos ni castigos: lo vivo.
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El último violín calentano RESEÑA :: Homenaje a J. Natividad Leandro Chávez El Palillo en Morelia. POR GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA tallereando@yahoo.com.mx Adagio
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l sol, siempre el sol con su disco dorado rigiendo la vida en la Tierra Caliente. J. Natividad Leandro Chávez El Palillo sacude sus miembros y se sienta en una silla rústica de madera bajo la enramada del patio en su casa de La Laja, en el municipio de Ajuchitlán del Progreso, Guerrero. Hay un montón de mazorcas a sus pies, que lucen unos huaraches de correa gris. Su rostro, sus manos, sus pies, todo su cuerpo proclama la razón del apodo que lo ha hecho célebre en la región. “Es un orgullo para La Laja tener con nosotros al Palillo”, me había comentado minutos antes la señora que atiende la caseta telefónica próxima a la casa del afamado violinista. “No, ya no siembro, apenas dejé de hacerlo, pues ya no está la señora…”, me explica con pesar en su mirada mientras sus manos toman una mazorca y comienza a deshojarla. Es inevitable que piense, al ver sus manos rudas y finas a la vez, en la magia que brota de esos dedos, cuyas nervaduras se advierten por todo el antebrazo, cuando sostienen el instrumento que lo ha distinguido en la región y que no quisieron aprender a trazar letras, pero sí se obstinaron y fueron proclives a comprender el origen de la felicidad, la música, pues, me ha dicho, la música le ha dado todo. Y no es para menos, a sus 86 años de vida, al menos 75 los ha consagrado a hacer felices a los demás, que disfrutan con su arte, y a su mujer, que amaba la música y por eso se casó con él, por la música. Y él era feliz tocándole las piezas que le gustaban. “Todo lo que toque Native me gusta”, respondió una ocasión que le pregunté cuáles eran sus piezas preferidas. Pero ella, doña Petra Marcos Limones, ya no está más con él. Y El Palillo languidece en su casa, donde tuvo a sus críos, desde hace años todos radicados en Estados Unidos, y ahora le parece un enorme templo sin su mayor reliquia: doña Petra, quien falleció en 2015. Y no se halla, dice, “nomás no me hallo sin ella”. El sol, como siempre, luce imponente en el cielo, en el infernal mediodía calentano.
Tema Nacido el 8 de septiembre de 1930, en Ajuchitlán del Progreso, municipio de la región de Tierra Caliente en el estado de Guerrero, El Palillo es en la actualidad el último violinista vivo más representativo de una zona cultural poseedora de una riqueza musical extraordinaria, cuyas raíces se extienden a músicos como Juan Bartolo Tavira e Isaías Salmerón Pastenes, y entre cuyos mayores exponentes, ya desaparecidos, se encuentran Filiberto Salmerón Apolinar, Juan Feliciano, Bardomiano Flores Frías, Juan Reynoso Portillo —quien fuera Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1997 y obtuviera la presea “Generalísimo Morelos” por parte del Ayuntamiento de Morelia en 2006—, Ángel Tavira Maldonado y Zacarías Salmerón Daza, entre otros. J. Natividad Leandro Chávez desciende de una familia dedicada a la música al menos desde la segunda mitad del siglo XIX, pues su abuelo, Tayde Leandro, y su padre, Anselmo Leandro, también fueron músicos, así como sus hermanos Teodoro y Santiago, to-
FOTOS: GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA
Natividad Leandro Chávez Palillo en Ajuchitlán en febrero de 2007.
dos ya fallecidos. Así, con el violinista ajuchitlense Vicente Escalante como director fundador a principios del siglo XX, podría pensarse en más de cien años de existencia del Conjunto Regional Ajuchitlán, como se denomina ahora la agrupación que dirige El Palillo, por la cual han desfilado numerosos integrantes, como Alberto Albarrán, Juan Feliciano, Marciano Calderón, Catalino Miranda, Cástulo Benítez de la Paz, Abel y Nemorio Teodores Luis, Amadeo Leandro, Nicolás Santos, Emilio Varona Cambrón, María Celia Ortiz López, entre otros músicos que han pasado por sus filas. Actualmente, lo integran El Palillo, Guadalupe Flores Severiano, Félix Feliciano Rayo y, como habituales músicos invitados, Hugo Reynoso Aguirre — hijo de don Juan Reynoso, el más prominente violinista de esta tradición musical— y Pedro Paredes Chamú.
Sonata En los años recientes, El Palillo y el Conjunto Regional Ajuchitlán han participado en diversos encuentros y festivales culturales, como el emblemático Concurso de Sones y Gustos en Tlapehuala; en el homenaje a Juan Reynoso en Chilpancingo en 2007; en el III Encuentro de Músicos y Bailadores de Tierra
Palillo es en la actualidad el último violinista vivo más representativo de una zona cultural poseedora de una riqueza musical extraordinaria
Caliente, en 2008 en el Estado de México; en el V Encuentro Son Raíz. Diálogo Musical entre Regiones, en Arcelia, Guerrero, en 2009; en el Encuentro de Música Tradicional Mexicana Son para Milo, que se celebra anualmente en la Ciudad de México, entre otros. Sin embargo, en mayo de 2016 tuvieron una participación que puede considerarse histórica, por el repertorio tocado y por el peculiar auditorio que tuvo el privilegio de escucharlos —mayoritariamente músicos nacionales y extranjeros—, en el Festival Huellas. Música Antigua y Tradicional, efectuado en Pátzcuaro, en el que, sin hipérbole, cosecharon un éxito rotundo. Entre los homenajes y reconocimientos que han recibido se cuentan los realizados por la Dirección de Arte y Cultura del municipio de Tlapehuala en marzo de 2005, por la Asociación de Calentanos radicados en Chilpancingo y el Ayuntamiento de Ajuchitlán del Progreso en noviembre de 2007, el Primer Homenaje a Músicos de la Tierra Caliente Juan Reynoso, efectuado en el Centro Nacional de las Artes en la Ciudad de México, en enero de 2008, entre otros. En 2011, en el marco del Festival Nacional del Mariachi Tradicional, efectuado en Guadalajara, El Palillo obtuvo una beca vitalicia por su trayectoria de más de 70 años como músico tradicional, otorgada por el entonces CONACULTA. La discografía de El Palillo y el Conjunto Regional Ajuchitlán incluye Sones y gustos de la Tierra Caliente de Guerrero (INAH-SEP, 1974, volumen 10 de la colección Fonoteca del INAH), Pro reconstrucción del templo de San Miguel Arcángel de Totolapan Guerrero, con el Conjunto de Alfonso Salgado (Discos Sonido Latino, 1983), Sones compartidos. Huasteca. Sotavento. Tierra Caliente
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(CONACULTA, 2008) y un par de discos grabados en 2016, producidos por el doctor Galileo Cambrón Figueroa, su promotor y uno de los responsables, junto con sus hermanos Jovita, Isaías y Miguel Ángel, de que en los últimos años El Palillo y el Conjunto Regional Ajuchitlán sean más conocidos fuera de su región natural, lo que los ha llevado a tocar en foros como el Centro de las Artes, la Fonoteca Nacional, la Escuela Nacional de Música y en el programa La entrevista de TV Azteca en la Ciudad de México.
Minuete Sin proponérselo, sin saberlo siquiera y muertos ya la totalidad de grandes músicos calentanos guerrerenses, El Palillo se ha convertido en el guardián y tesoro viviente de la música de su región. En su lúcida memoria se conservan miles de notas, cientos de temas de corte profano y de índole religiosa, que salen luminosos de su violín para acompañar las fiestas civiles y comunitarias de su pueblo y su municipio y de otros anejos al suyo. Sin que sea un creyente fervoroso, de ésos que no faltan a misa ni a los rosarios, lo cierto es que El Palillo toda su vida ha tocado en las fiestas patronales sin cobrar a los curas un peso, así como también en las fiestas civiles y velaciones de difuntos previo acuerdo pecuniario. De su prodigiosa memoria musical salen las notas de gustos, sones, marchas, pasodobles, corridos, boleros, polkas, minuetes, valses, chotises, pasacalles, dancitas... que durante muchos años del siglo pasado fueron imprescindibles en las festividades de la Tierra Caliente de Guerrero y Michoacán. Un amplio repertorio que es, sin duda, un patrimonio cultural invaluable y que pende rutilante de las cuerdas de un violín y de las calludas manos de un músico octogenario.
tro de Música Tradicional Verso y Redoble, con la finalidad de acercar a los músicos, bailadores, poetas populares, estudiosos, promotores y al público en general a las manifestaciones artísticas que se asocian al son y los géneros afines, la quinta edición de dicho cónclave se realizará del 27 de marzo al 2 de abril en el Centro Cultural de la UNAM en Morelia, donde se llevarán a cabo talleres, conferencias, mesas redondas, conversaciones, conciertos y fandangos. El también investigador de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo agrega: “Verso y Redoble se hace anualmente desde 2013 con el espíritu de propiciar el encuentro de músicos, promotores, estudiosos e interesados en la música tradicional. Cada año se homenajea a tres músicos o bailadores de la Tierra Caliente. A lo largo de las cuatro ediciones anteriores se ha conta-
Palillo se ha convertido en el guardián y tesoro viviente de la música de su región
do con la presencia de grupos como Los Leones de la Sierra de Xichú, Mono Blanco, Los Cojolites, Hermanos Tavira, Alma de Apatzingán, Los Carácuaros y Los Brujos de Huejutla, entre otros. Este año se homenajeará a los músicos J. Natividad Leandro El Palillo, del Conjunto Regional Ajuchitlán, de Guerrero, a don Joaquín García Alfaro, de Los Carácuaros, y a doña Chela Pacheco, bailadora tradicional de Apatzingán. “Los conciertos serán del 30 de marzo al 2 de abril y participarán el Conjunto Regional Ajuchitlán, Los Carácuaros de Serafín Ibarra, el célebre trío de son huasteco Los Camperos de Valles, el grupo de son jarocho Los Utrera, el trío Balcón Huasteco, Elba Rodríguez y La Fronda de Marsyas, Media Luna y el ensamble Son de San Diego-Morelia. Además, habrá programa académico los mismos días, de las 10 a las 15 horas, conferencias a cargo de Eduardo García, ‘El traslado del son’, y Gonzalo Camacho, quien hablará sobre el son huasteco tradicional, y dos mesas redondas de especialistas sobre los temas ‘Son y migración’ y ‘Mujeres en el son’, conversaciones con los músicos y la bailadora homenajeados y la presentación del libro Cortando rábanos, de Frino”.
Coda De La Laja “bajamos” rumbo a Ajuchitlán en la camionetita de El Palillo. Lo noto algo ensimismado, más de lo habitual, pues a simple vista siempre parece que anda encabronado. De pronto, me cuenta que está pensando vender su parcela, que ya se siente cansado y nomás está ahí de oquis la tierra. “¿También cansado de tocar?”. Se queda callado unos momentos, fija su mirada en la brecha de terracería. A los lados, abundan los arbustos, secos. Todo el paisaje se ve amarillento, terroso, excepto en el horizonte, donde destacan las negras siluetas de la Sierra Madre del Sur recortadas en el azul intenso del cielo. “Cabrón, ¿no te gusta que te hagan homenajes, que te reconozcan?”, vuelvo a preguntarle. Voltea a verme con una expresión seria y retorna a su mutismo. Ya no digo nada. Cuando llegamos al restaurante Mike, de doña Herlinda Figueroa y don Francisco Cambrón, se estaciona enfrente y nos sentamos en una de las mesas instaladas en el porche. Saca sus cigarros y prende uno. Fuma, me mira y sonríe. “Todavía no, pero ya me estoy cansando… Y sí, cómo chingados no, sí me gustan los homenajes”. Reímos unos segundos. Luego nos quedamos en silencio, nomás hablando con los ojos cuando pasa una guacha por la calle, indiferente a nuestras miradas y a los rayos ardientes del sol que se complacen en refulgir sobre su pelo de azabache y en acariciar su relumbrante piel morena…
Encore Creado, a decir de Raúl Eduardo González, miembro del comité organizador del Encuen-
En la foto de abajo, Palillo con Ángel Tavira en el Cenart de la Ciudad de México en enero de 2008.
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Una devoción literaria ARTÍCULO :: La tragedia familiar que inspiró Cumbres borrascosas y otros de los más grandes libros de las hermanas Brontë. POR HEPHZIBAH ANDERSON
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uchos de los amantes de los libros sienten hacia las hermanas Brontë algo similar a los aficionados de la música hacia Los Beatles. Pueden ser devotos de Charlotte o de Emily. O tal vez entusiastas de Anne. Pero la idea de que las hijas de dos párrocos rurales produjeron increíbles novelas de pasión gótica y romanticismo salvaje es tan irresistible que es imposible no pensar en ellas como una sola, como en una especie de banda literaria femenina. A pesar de todas sus diferencias, siguen siendo las Brontë. Con estas tres extraordinarias hermanas no es de extrañar que el cuarto Brontë, su hermano Branwell, a menudo quede en el olvido. Pero una película de la BBC de la guionista británica ganadora de varios premios BAFTA, Sally Wainwright, le devolvió su sitio en el retrato familiar. Y vaya retrato. “Tejimos una tela en la infancia, una tela de aire soleado”, sentencia la voz de Finn Atkins (Charlotte) al comienzo del film, To walk invisible (“Caminar invisible”). Es una cita de un poema de su personaje de 1835 sobre la creatividad, la inocencia y la mortalidad, acompañada de hipnotizables imágenes: los hermanos Brontë todavía son niños, y se entretienen con soldados de juguete, inmersos en su mundo de fantasía. Sobre sus cabezas brillan unas guirnaldas que simbolizan el fervor de su imaginación. Pero la historia es más compleja que el aura cursi que envolvió a la familia tras la muerte de las hermanas. Hay ferocidad, fuerza, ambición, individualidad y, con ella, rivalidades.
tristeza y autocompasión. Justo cuando los sueños de sus hermanas se hacían realidad, (en 1847 se publicó Jane Eyre de Charlotte, Wuthering heights (Cumbres borrascosas), de Emily y Agnes Grey, de Anne), Branwell se hundía en el alcohol y las drogas. Y mientras ellas luchaban por eludir el sexismo de la época, publicando sus obras bajo pseudónimos masculinos, él depositaba sus esperanzas de lograr la libertad artística casándose con una viuda acomodada. Inevitablemente, su relación con sus hermanas -y las de ellas entre sí- se complicó.
Problemas familiares En la película también aparece su inteligente e inusual padre, quien salió de la complicada vida de Irlanda hacia la Universidad de Cambridge. Siempre llevaba una pistola cargada, pero inculcó una pasión por la literatura en sus hijos. Patrick Brontë nació en el condado de Down en 1777. Fue ordenado sacerdote anglicano en 1806 y se casó con Maria Branwell seis años más tarde. Una década después, ella murió, habiendo dado luz a seis hijos. Para entonces, la familia se había mudado a Haworth, un pueblo situado en el condado inglés de West Yorkshire. Charlotte, la mayor de las niñas, tenía 5 años cuando perdió a su madre. Branwell tenía 4, Emily 3 y Anne todavía no había cumplido los 2. No sorprende que, una y otra vez, las madres mueran jóvenes en la ficción creada por las hermanas.
Opciones limitadas Alcohol y drogas Para empezar, Branwell era tan artístico como sus hermanas, pero los tres últimos años de su corta vida están marcados por la
Dos años más tarde, en 1825, sus dos hermanas mayores, Maria y Elizabeth, murieron con seis semanas de diferencia por tuberculosis. Las opciones eran limitadas para un hombre
con un salario modesto que buscaba la manera de educar a sus hijas, así que Charlotte y Emily fueron a la Escuela de las Hijas del Clero en Cowan Bridge. Pero era un lugar duro que inspiró al triste Lowood de Jane Eyre, donde una joven Jane sentía frío y hambre y se enamoraba de una compañera de clase llamada Helen Burns, cuyo personaje se basaba en la hermana perdida de Charlotte, Maria. Los cuatro Brontë que sobrevivieron fueron enviados juntos a Haworth, donde su viudo padre impuso unas estrictas normas, como no permitirles comer carne para que no se volvieran blandos. Una tía se había mudado a vivir con ellos tras la muerte de la madre, pero solían dejarlos a su aire, con mucho tiempo libre para jugar y recrear personajes de historias militares como el duque de Wellington o Napoleón. “Las hermanas nunca parecieron hacer pensado en casarse”, dice la biógrafa Claire Harman, cuyo libro Charlotte Brontë: A life (Charlotte Brontë: una vida) fue publicado en 2015. “Estaban muy interesadas en batallas, estadísticas y geografía, cosas sobre las que, tradicionalmente, no se alentaba pensar a las niñas. Le parecía terrible la idea de tener que trabajar, pero en ningún momento pensaron: ‘Me toca ser una institutriz, pero quizás podría casarme’”.
¿La Brontë aburrida? La experiencia de Charlotte como institutriz en Bruselas (Bélgica), en una escuela gestionada por Constantin Heger y su mujer, agudizó sus deseos creativos. Charlotte desarrolló sentimientos por Heger -los cuales no eran recíprocos- y quería que él la leyera. Desde Haworth, le escribió cuatro largas cartas, que Heger hizo pedazos. Su esposa las encontró en la papelera y reunió los fragmentos. Esas cartas fueron inicialmente
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encubiertas por una amiga de Charlotte (aunque el término “amienemiga” podría ser más adecuado en este caso), su biógrafa, la señora Gaskell. Su erotismo hacía contraste con la imagen de santa que Charlotte pretendía mostrar. Para Harman, sin embargo, cuentan una intensa historia de la naturaleza humana y la experiencia femenina, pues estaban ”llenas de hormonas, erotismo, juventud y todo tipo de cosas increíbles”. Los académicos suelen cuestionar si Anne habría publicado algo de no haber sido por sus famosas hermanas. Según Harman, lo mismo podría decirse sobre Emily. “Claramente es una genio, pero creo que era muy controladora, probablemente algo autista. Cumbres borrascosas es un libro muy extraño, lleno de violencia y peculiaridad”. “La gente dice que es su novela favorita, pero difícilmente puede ser un modelo de amor romántico. Lo que me llama la atención de todas ellas es la intensidad con la que vivían lo que escribían y también cómo no salieron al mundo para publicarlo y alcanzar prosperidad”, dice Harman. Esa unidad no siempre fue beneficiosa. “Agruparlas neutraliza sus complejidades”, dice la escritora y guionista Samantha Ellis. Eso afectó especialmente a Anne, la protagonista de su nuevo libro. Ellis admite que siempre pensó en Anne como “la Brontë aburrida”, pero eso cambió cuando tuvo la oportunidad de examinar algunas reliquias en el museo Brontë Parsonage y comenzó a leer la última carta de Anne. “Le creí a Charlotte cuando dijo que era pesimista y menos talentosa que sus hermanas, y que se pasó toda su vida preparándose para una muerte temprana”. “Pero en la carta se muestra de forma muy diferente: inteligente, atrevida y con ganas de vivir. Es un experimento de laboratorio fascinante. Toma un ADN, ponlo en el contexto de estas circunstancias extraordinarias, y el resultado es tres novelitas clásicas totalmente distintas pero claramente emparentadas”, dice Harman. Para Ellis, la fricción entre ellas era una fuente de inspiración y las ayudó a definirse. Branwell era parte crucial de ese grupo, y sólo necesitas pensar en los héroes y antihéroes de las novelas de Charlotte, Emily y Anne para ver cómo las tremenduras de Branwell y las respuestas de las hermanas se colaron en sus libros. © BBC Culture
Charlotte, Emily Anne Brontë.
Paellas A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
P
aella significa: sartén en las variantes del catalán-valenciano-balear; deriva del latín patella y del antiguo castellano padilla; del leonés payella, el italiano padella o el francés poêle. La paella es un plato donde fulgura toda la amenidad y el sincretismo de productos naturales de una región y otros que corresponden a la tradición española incluyendo sus extensiones culturales; sin embargo, habrá que reconocer que existe un más allá después de la típica receta “Valenciana” que se conoce mundialmente. Y es que, en su contexto original, la paella tiene variadas facetas que dependen de la temporada, de los ingredientes que haya a mano, de las jornadas y rutinas de trabajo, así como del capricho del cocinero. Literalmente, paella significa sartén, y es que para que este plato se guise como Dios manda y a la vez muestre sus diversas riquezas, fue menester diseñar un cazo alongado a manera de un espécimen de productos regionales y de influencia morisca, en España. La diversidad de ambientes valencianos, en un palmo de terreno, se reconoce en la también distinguida paellera. En ese “cazo” se puede vislumbrar la zona de huertas de regadío, las granjas de pollos y conejos; los arrozales y hasta el litoral cercano con todo su carácter mediterráneo. Tan popular es la paella que sus bases son enteramente comunitarias y acordes a grupos u oficios típicos. Pues nada, que si los granjeros tenían alcachofas y conejo, eso mismo combinaban con el arroz de la Albufera y todos comían de la misma cazuela. Y vaya, que si se trataba de los pescadores y ese día había gambas y ostras, pues con eso se armaba la vianda arrocera. Y bien, que si se aprovisionaba una fiesta unos y otros fula-
nos colaboraban para una extraordinaria pitanza barroca. Dos de los ingredientes esenciales de este plato bandera son parte del triquitraque de la rica cultura española. Vamos, que la influencia árabe le otorgó el delicado y profundo gusto del azafrán así como el sustento rendidor del arroz. Y ¡rediez!, que si se trata del recipiente donde se cocina, la traída patella, esta viene de la antigua Hispania, del periodo de ocupación del Imperio Romano. La paella mundialmente lisonjeada tiene mucho de lo que se puede encontrar en Valencia y allende la región, pero hablando de sus ingredientes auténticos y de cómo se prepara en otros lares: ni están todos lo que son ni son todos los que están. Así es que más allá de la globalización y sus estándares podemos reconocer la existencia de varias paellas junto a la afamada y sincrética valenciana. Hablando de la denominación de origen de la “Paella Valenciana” está admite el uso de dos arroces: bomba y de Calasparra; mientras que sus diez ingredientes básicos son los siguientes: pollo, conejo, bajoqueta (ejote), garrofón (alubia o judía blanca), tomate, arroz, aceite de oliva, agua, azafrán y sal. Como variantes aceptables, en la zona, se admiten: el romero, el pimentón, las alcachofas, el romero, el pato y hasta los caracoles de tierra, pero no más.
LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Pues bienaventuradas sean las mezcolanzas asumidas y apropiadas, así como las diferencias bien habidas, y que si de paellas se trata, macho, también las hay: marinera, mixta, alicantina, negra, anar, del domingo, del jueves, vegetariana, del senyoret, y fideuá de marisco.
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SÁBADO 25 DE MARZO DE 2017
CREACIÓN
Réquiem Derek Walcott Fama Esto es la fama: domingos, una sensación de vacío como en Balthus, callejuelas empedradas, iluminadas por el sol, resplandecientes, una pared, una torre marrón al final de una calle, un azul sin campanas, como un lienzo muerto en su blanco marco, y flores: gladiolos, gladiolos marchitos, pétalos de piedra en un jarrón. Las alabanzas elevadas al cielo por el coro interrumpidas. Un libro de grabados que pasa él mismo las hojas. El repiqueteo de tacones altos en una acera. Un reloj que arrastra las horas. Un ansia de trabajo. Derek Walcott en St. Lucia (1994). Fotografía de Inge Morath.
Desenlace de cargar con algo. El amor es una piedra Yo vivo solo
que se asentó en el fondo del mar
al borde del agua sin esposa ni hijos.
bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a
He girado en torno a muchas posibilidades para llegar a lo siguiente:
la poesía sino buenos sentimientos, ni misericordia, ni fama, ni Curación. Mujer silenciosa,
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
podemos sentarnos a mirar las aguas grises,
con las ventanas siempre abiertas
y en una vida inmaculada
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.
por la mediocridad y la basura vivir al modo de las rocas.
Mas somos lo que hemos hecho.
Voy a olvidar la sensibilidad,
Sufrimos, los años pasan,
olvidaré mi talento. Eso será más grande
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad
y más difícil que lo que pasa por ser la vida.
Derek Walcott (Castries, Santa Lucía 1930- 2017). Poeta, dramaturgo y artista visual. Catedrático de poesía en la Universidad of Essex (Reino Unido) y Doctor Honoris Causa por la misma Universidad. Premio Nobel de Literatura 1992, y los premios Obie (1971), Fundación MacArthur, Sociedad Real de Literatura, la Medalla de la Reina para la poesía, el premio inaugural OCM Bocas para la literatura caribeña, y el Premio T. S. Eliot (2011) así como el Griffin Trust para la Excelencia en reconocimiento a una vida dedicada a la poesía (2015). Ha publicado en poesía 25 Poemas (1948), En una noche verde: Poemas 1948—60 (1962), Otra vida (1973), El Testamento de Arkansas (1987), Omeros (1990), Poemas selectos (2007), La poesía de Derek Walcott 1948–2013 (2014), entre muchos otros.