[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 4 DE MARZO DE 2017 |
«La literatura es mi religión»
Poesía no eres tú DIARIO SIN CABEZA POR ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS | PAG. 5
Carta pública a Mario Vargas Llosa
Entrevista con Jaime Garba
EPÍSTOLA POR MEMPO GIARDINELLI | PAG. 6
POR VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | PAG. 2
Paraíso
¿Qué tanto es morir? FRAGMENTO POR JAIME GARBA | PAG. 4
A LA SAZÓN POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 7
La mayor de mis musas CREACIÓN POR LUNA | PAG. 8
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SÁBADO 4 DE MARZO DE 2017
EN PRIMERA PERSONA
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uando comencé a escribir solía publicar mis textos como Jaime García, pero mi madre se ofendía pensando que no usaba mi segundo apellido por vergüenza, por ello opté por hacerlo como Jaime Balandrán, pero entonces fue mi padre quien se quejó de no portar el paterno con orgullo; así que, ante la imposibilidad de que alguna revista o diario me permitiera colocar mi nombre completo (sépanse que además ostento el cervantino nombre de Miguel) recurrí al apócope para construir el Garba. Desde hace años que firmo así y poco a poco ha tomado fuerza entre amigos y lectores. Soy Jaime Garba, para servirle, como dicen, a Dios y al lector. Nací y crecí en Zamora, Michoacán, la tierra que los primeros españoles en el valle compararon con la Acrópolis, ciudad de mis admirados Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte, Rius y el Nobel de la Paz Alfonso García
Robles. Estudié psicología pero me caduqué de esta materia hace varios años debido a que apenas terminando la carrera ingresé a colaborar a un centro cultural que me permitió desarrollar mi pasión por la literatura durante más de ocho años. Desde que descubrí mi amor por los libros y la palabra he tratado de forjar camino escribiendo en medios como La Jornada Michoacán, Sin Embargo, La Revista de la Universidad, la revista francesa Metrópolis, Playboy México, entre otras. Mis cuentos y poemas han tenido el honor de publicarse en antologías en México y Estados Unidos; mi primera novela ¿Qué tanto es morir? ha visto la luz recientemente publicada por Ediciones Arlequín. Actualmente me dedico a escribir, dar talleres literarios y trabajo en una escuela como director de gestión escolar y coordinador de proyectos de lectura. Soy un hombre ecléctico, formado por un desmadre
de influencias, tanto personales, como literarias, musicales, fílmicas y de vida, tal vez por eso en la cantina disfruto de escuchar a un conjunto norteño mientras leo a Alberto Manguel, o guste de tararear a Queen mientras barro, o veo una película “palomera” en el cine mientras que prefiero ver el Tour de Cine Francés en la computadora con una cerveza Minerva; he sido repartidor de pizzas, contador de calzones en una bodega, vendedor de guías de estudio para secundaria y ayudante de pintor. Todo lo anterior aparece en mi literatura, por lo que valoro la observación y la capacidad de escuchar, me parece son el único talento que me ayuda a pulir mi incipiente técnica narrativa. Creo en la literatura, es mi religión, adoro los libros y les pido a ellos que me salven de toda catástrofe. Lo han hecho en más de alguna ocasión. La lectura me llena de fe. Amén.
«La literatura es mi religión» Entrevista con Jaime Garba, autor de ¿Qué tanto es morir? POR VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ «Me gustan los libros sinceros»
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—¿Por qué y para qué escribir? —Concibo la escritura como comunicación, creo que aquellos escritores que dicen hacerlo para sí mismos mienten y ocultan un fuerte temor: la soledad. Escribo porque es lo único que creo hacer medianamente bien y confío algún día poder ser diestro en el asunto, tener mi propio estilo, mi voz, mas en el lapso de ese camino confío pueda ofrecer obras que toquen a los demás, que les digan algo que les mueva el alma como tanto me han dicho los autores de los libros que amo. —¿Cómo empezaste a escribir? ¿Fue un descubrimiento o el resultado de un proceso consciente de aprendizaje? —Comencé a escribir por una torpe razón: mi incapacidad para hablar con las mujeres. Cuando era adolescente no era tan guapo como soy ahora (bromeo, por supuesto); era el típico joven que pasaba desapercibido entre las compañeras por no tener un talento: no destacaba en ningún deporte, no era un tipo listo, no era popular ni mucho menos me juntaba con ellos; así que no existía razón para que voltearan a verme. Alguna ocasión ingenuamente le declaré mi amor a una compañera que me gustaba y fracasé colosalmente, por lo que decidí desde la lejanía de la escritura comenzar a escribirles cartas románticas. La seguridad que me daba la escritura, el estar encerrado en la habitación, solo, como dice Orhan Pamuk debe actuar el escritor, me permitió intentar conquistar a varias mujeres que me habían robado el corazón. Fallé igual, pero ocurrió algo curioso, más de alguna me pidió le siguiera escribiendo, al parecer estaba haciendo algo bien. Estúpidamente lo hice, seguí escribiendo cartas de amor, ahora
FOTOS CORTESÍA DEL AUTOR
Jaime Garba, escritor zamorano.
que lo pienso no porque creyera fueran a cambiar de opinión, sino porque encontré en ese noble acto de plasmar letras en una hoja, un placer indescriptible que aún sigo sintiendo. —¿Hay alguna búsqueda particular en tu labor creativa como escritor? —Confieso que soy un escritor confundido, pero esto no lo veo como algo malo. Lo que quiero decir es que mi búsqueda como escritor en ocasiones va hacia lo político, hacia la palabra como acto de revolución; cuando veo a mi país, al mundo desmoronarse, siento que mi única arma es el teclado y la pluma. Cuando estoy en ese mood creo fielmente que la literatura tiene el poder de cambiar el mundo, que no sólo me salva a mí sino que puede salvarnos a todos; sin embargo a veces creo
que eso es sólo una pretensión, es entonces cuando busco solamente escribir una buena historia, hacer un gran diálogo o una página perfecta, crear una historia capaz de hacer sentir algo, lo que sea, al lector. ¿Quiero decidirme por una búsqueda en particular? No, creo que los escritores somos afortunados al tener un campo infinito para escribir. De los pocos privilegios. —Cómo lector ¿cuál fue el primer libro que te impactó? —Tuve terribles profesores de literatura en la preparatoria, quienes me dejaban leer armatostes de un día para otro con ensayos de cinco cuartillas. Imposibles. Tal vez eso me hizo huir un tiempo de la literatura. Soy un lector tardío, hasta que me encontré en mi casa el único libro que había, guardado en un cajón: El evangelio de Lucas Gavilán, de Vicente Leñero, el cual al principio me negaba a leerlo creyendo que era algo religioso. Ingenuo de mí. Cuando una tarde de tedio no tuve mejor cosa que hacer, lo tomé y me impactó. Lo sigue haciendo. Ese libro me quitó la virginidad lectora. —¿De qué autor te llevarías sus libros a una isla desierta? —Pregunta interesante, pero a diferencia de muchos lectores que se niegan a escoger alguno en especial yo sí me atrevo a decir que me llevaría libros de Alberto Manguel, un autor que escribe con un amor increíble por los libros como objeto y contenido. Estar en una isla desierta con obra de Manguel me permitiría pasar años sin anhelar un rescate ni volverme loco. —¿Tienes alguna manía particular para leer o escribir? —Desafortunadamente sí y varias, por ejemplo cuando escribo a mano me gusta hacerlo en una libreta Moleskine, tiene que ser de esa marca y escribo sin dejar renglón en blanco, llenando cada una de las
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páginas, si cuando termino una libreta veo que quedan huecos vuelvo a ellos y los relleno con algún poema o idea; además escribo con una pluma fuente Parker, sin esa combinación simplemente no puedo. Otra manía es que antes de escribir me gusta googlear fotos de escritores que admiro, veo sus fotos en sus bibliotecas, en cafés en sus estudios, lo hago algunos minutos como para inspirarme y me siento con energía para escribir, siento la página en blanco es como escalar una montaña. Para leer tengo una muy cliché, la del espacio perfecto: me gusta leer en un sofá, con una taza de café y escuchando música, de preferencia jazz, si algún elemento de confort no está es muy probable que no conecté con la historia. Ya sé, ¡que payaso! —¿Qué debe tener un buen libro? —Me gustan los libros sinceros, los que no apelan a un lenguaje ornamentado por soberbia o pretensión, creo que un buen libro debe ser escrito con pasión y humildad, con la intención de contar una historia que pueda llegar a cualquier lector. Existen, no sé por qué, escritores que se ofenden si los lee alguien no intelectual, lo que sea que esto signifique, a mí me halaga que mis tías me lean, que el señor de la fruta me lea; yo aspiro a ello, a escribir buenos libros que conecten y hagan sentir a cualquiera. —¿La tecnología ha matado a la imaginación, al hábito de la lectura como tal? —Interesante pregunta, y me cuesta trabajo responderla, porque soy alguien que usa mucho la tecnología, pero trato de hacerlo para bien, pues gracias a ésta es que estoy conectado con más lectores o escritores con intereses afines a los míos, gracias a la tecnología es que puedo tener acceso a libros que de otra manera sería imposible, pero también es cierto que muchas veces fracturamos nuestros procesos de lectura por ver si alguien nos ha dado un like, si nos han comentado la foto. Quien no tiene cuidado de pronto se ve preso de la tecnología y allí sí podríamos dar por muerta la creatividad; además, hay que ser precavidos. A mí me gusta cuidar mis redes sociales, las uso para informar y que me informen, pero basta echarse un clavado en algunas partes de la Red para ver cuánta basura existe y eso me parece un peligro. —¿Qué hacer para que la gente lea más literatura? —Soy un fiel creyente de la promoción de la lectura, si de mí dependiera como los testigos de Jehová me iría casa por casa a transmitir la palabra de los libros, pero no lo hago porque el gran error de la promotoría de la lectura es vender a los libros como una medicina, satanizar a quien no lee, convertir al acto de leer en una acción hermética a la que sólo aspiran unos cuantos. Creo que para que la gente lea más literatura hay que enfocarnos en nosotros, que nos vean leer, que se pregunten por qué ponemos esas extrañas caras, por qué reímos y lloramos con los libros, la felicidad de un buen lector es contagiosa y de esta manera tarde o temprano terminará siendo una epidemia. —La lectura, ¿nos hace mejores seres humanos? —Como dije en la pregunta anterior, ese estigma hace mucho mal a la lectura y al lector, aleja y enaltece la figura de quien seguramente sólo lee para disfrutar, para escapar un poco de la realidad. Probablemente sí nos haga mejores humanos pero esto ocurrirá en una medida misteriosa e inexplicable, o si no lo hace por lo menos
(...) siento la página en blanco es como escalar una montaña
permite ver el mundo desde diferentes perspectivas, libera, fortalece. Leer no mejora o empeora, pero sí transforma.
«La ciudad entera es tu hogar» —¿Cómo es la cultura en Zamora? —Zamora, como imagino muchas otras ciudades, está en medio de una interminable batalla para que la cultura y el arte sean respetados. Por un lado, aún dependemos de las instituciones de gobierno y los artistas estamos acostumbrados a comer de su teta. Creo que hace falta una visión más cosmopolita, más universal, ser conscientes de que hay el potencial y el talento para gestionar desde otras instancias. Nos falta tener la ambición de que el arte y la cultura de la ciudad ya no sea vista como algo minúsculo; me parece la gran enfermedad de las ciudades como Zamora es que están cómodas con la felicitación del amigo, del hermano, de la novia, cuando podrían estar transformando el país entero. También hace falta más esa necesidad de capacitación, de no sentirnos los maestros o las vacas sagradas por publi-
A mí me gusta cuidar mis redes sociales, las uso para informar y que me informen, pero basta echarse un clavado en algunas partes de la Red para ver cuánta basura existe y eso me parece un peligro.
car un libro, ganar un premio. La soberbia suele hacernos pelear y competir sin necesidad. Claro, no todo es malo, hay también una comunidad que sigue su camino con sapiencia y convicción, me honra decir que muchos de ellos son mis amigos y que me inspiran, esa es la cultura y el arte que deseo para Zamora. —¿Cómo es un día perfecto en Zamora? —Es teniendo el día libre para ir a la cantina de El Pecas en el mercado, llevar un buen libro y beber cerveza Pacífico acompañado de unas tostadas de guacamole y carne apache. Es caminar sin miedo por las calles del centro o de sus barrios con una buena playlist en el reproductor y ver el atardecer caer sin prisa, saludando a diestra y siniestra a amigos, recordándote que la ciudad entera es tu hogar. —¿Cómo debemos reaccionar ante el estado de cosas que marca la política cultural michoacana? —Yo trabajé muchos años para la Secretaría de Cultura y si de algo me arrepiento es de mi actitud mediocre ante las vejaciones de la institución. Padecí muchas carencias económicas por sus desastrosas finanzas y jamás mostraron respeto por mi trabajo y pasión por el CRAM (lugar donde trabajé). Una que otra vez escribí al respecto, pero debo asumir que jamás tuve el valor para hacer algo con determinación. Creo fielmente que la SECUM sigue burlándose de los artistas porque no realizan acciones contundentes y, peor aún, hay el temor de que si se hace algo se ganará el
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veto. Vuelvo a lo mismo, estamos acostumbrados, aunque también es cierto que la cultura y el arte no es un negocio, a que nos mantenga el gobierno. Un círculo vicioso que se debe romper, si no estamos condenados al abismo. —¿Qué prefieres: un taller de lectura o uno de escritura? —De lectura, mil veces. Los talleres de escritura suelen convertirse de pronto en lucha de egos; me ha tocado estar en talleres de escritura donde los participantes no quieren escribir o se quejan de que les dejan escribir. Prefiero los de lectura porque me gusta que me sorprendan con nuevos autores y referencias. He aprendido mil veces más a escribir en un taller de lectura que en uno de creación. —¿Para qué sirven las sociedades de escritores? —Si son genuinas, o sea, si tienen fines claros y hay bondad en sus integrantes, sirve para dignificar el gremio, para unir y para proyectar la literatura. Si no es así, se vuelve una institución más que suele dividir en lugar de unir. Yo admiro mucho a la Sociedad de Escritores de Michoacán porque me parece están bien organizados y por lo que sé buscan dar visibilidad a los escritores en el estado. Personalmente no me gusta estar adscrito a un grupo, pero respeto a quien lo hace y les deseo lo mejor a mis colegas. —En Michoacán ¿hay más escritores que literatura? —Sí, desafortunadamente muchos escritores aún no entienden que para escribir hay que leer más, ni aunque lo haya dicho San Borges. La factibilidad para publicar permite que proliferen muchos escritores amateurs que no conciben en pasar su texto por un editor o se niegan a la crítica o comentarios. Publican a diestra y siniestra con una ambición que les hace mal, no quieren además leer otra cosa que no sea a sí mismos o a sus súper amigos. A mí me pasó, y pude quedarme allí si no hubiera conocido a grandes escritores, mis maestros, que me enseñaron que para lograr ser un digno escritor hay que leer más de lo que la vida nos permitirá y a ser humildes. —¿Qué otras disciplinas, aparte de la literatura, te interesan? —Me gusta mucho el arte en general, disfruto por igual el cine que la pintura, la fotografía o la música; no me considero un apasionado pero he encontrado en esas disciplinas momentos de contemplación maravillosos que me inspiran y que fielmente creo han influido en mi vida y en mi obra.
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CREACIÓN
¿Qué tanto es morir? (Fragmento) Jaime Garba I
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amás imaginé que alguien podría tocar a Bach con tanto odio en el corazón. ¿Cómo acariciar con suavidad las cuerdas para sacarle al chelo un bello sonido si dentro del cuerpo sólo hay oscuridad? —Me forzaban las piernas formando un ángulo abierto aun sin físicamente ser apto para ello. Mis nervios se tensaban al grado de disparar súbitamente un dolor que sólo era superado cuando introducían cualquier objeto entre mis nalgas, hasta que mis intestinos mandaban la señal a mi cerebro de que era en vano resistirse. El Kiko empinaba la cerveza entre cada dos o tres oraciones a la vez que su mirada observaba a la nada y terminaba su breve relato. Era un robot ya, un robot que contaba su historia sin sentimiento alguno. Así descubrí que tocaba por igual el violín, la vihuela, la guitarra y el piano, con una majestuosidad estoica, como a quien le han cercenado el alma. Cuando regresé a la mesa Ximena me notó raro, hacía tan sólo unos minutos estaba sumido en la algarabía de la fiesta, mas ya no encajaba, algo inexplicable cambió en mí de alguna forma ese día, tras la última palabra del Kiko sentí que dejé de ser yo. —¿Qué te pasa, Mario? —preguntó por mero protocolo. No respondí, miraba a lo lejos a aquel hombre mientras se bebía un shot de tequila y se limpiaba los labios con la manga del saco al momento en que se dirigía al escenario para volver a tocar.
Me levanté de la silla en un impulso y caminé a la barra para pedir otra copa de vino ante la sorpresa de Ximena, que trató de detenerme sin éxito. Bebí un largo trago y ahora el cabernet que Georgette había jurado traer desde los viñedos de su cuñado en Santiago de Chile me supo horrible. Mi garganta hizo dos movimientos para tomarlo lo más rápido posible, y como si fuera un desagradable jarabe dibujé una mueca de asco. Dejé pasar el mal sabor unos segundos, entonces pedí un tequila bien cargado apenas pintado con refresco de toronja que me empiné como lo haría un viajero en el desierto. Al tiempo que el alcohol se esparcía por mi sangre veía el apogeo de la fiesta de Georgette de Rivera y su esposo Gonzalo Rivera, la exitosa convocatoria para celebrar los quince años de su hija Romina. Lo único que no entendía era qué papel jugaba aquel joven que con la mirada fría interpretaba todo un repertorio cliché de música clásica. Bebí otro trago y varios subsecuentes, sentía embriagarme pero mi mente pensaba mejor, bebí hasta que la respuesta llegó: su mirada era un reloj en conteo inverso, más aún, sus globos oculares eran dos bombas de tiempo que no tardarían en estallar. Un movimiento estridente hizo sonar todas las cuerdas del chelo con una potencia increíble que silenció el murmullo de los invitados, dando paso a los aplausos que llegaron como una ola inesperada en el calmo mar. El afilado sonido de las palmas duró alrededor de dos minutos, después un silencio absoluto se apoderó del ambiente cuando el Kiko se levantó y sacó de su traje arrugado una pequeña pistola
«Al mundo le hace falta reír más» —¿Qué lugar ocupa la risa en tu vida? —Fundamental. Soy un tipo muy bromista y payaso, cuando estoy de mal humor hecho a perder todo lo que me rodea, me vuelvo insoportable, por eso trato siempre de cumplir con mis rituales y mis obsesiones para poder estar en paz y sonreír. Al mundo le hace falta reír más, siento que este sencillo acto se está extinguiendo, como si fuera un signo de debilidad o ingenuidad. Siempre hay que entrarle a las batallas con una sonrisa. —¿Qué momento del día disfrutas plenamente? —Las horas antes del amanecer, cuando puedo leer en completo silencio, cuando el mundo aún no me vence. —¿Qué haces en tu tiempo libre? —Leer, leer, leer, soy un tipo muy aburrido.
—¿Qué palabra usas más frecuentemente? —Trabajar para la burocracia me convirtió en un demagogo, suelo usar muchas palabras de funcionario como: coadyuva, supedita y no obstante. Patético, lo sé. Trato de no usarlas en mis textos (aunque seguro ya usé más de una). —¿Qué te causa mayor alegría? —Ver feliz a mi hija. —¿Ante qué te rebelas?
—Ante mí mismo, soy mi peor enemigo. Rebelándome ante mí puedo sentirme capaz de enfrentar lo que venga. —¿Qué perfume de la vida cotidiana le recomendarías a la gente. —Tengo un problema con el sentido del olfato, lo perdí en un accidente de pequeño así que casi no percibo olores. No obstante (ya dije una palabra de funcionario), recomendaría el olor de las páginas de los libros, el cual creo es el aroma de la evocación.
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DIARIO SIN CABEZA
Poesía no eres tú ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS
L calibre .22 y disparó a quemarropa a Georgette, quien se encontraba a unos m e t r o s , c a y e n d o fulminada sobre la mesa y manchando su vestido de gala blanco con el plato de pasta con camarón al pesto. La realidad abofeteó a los invitados. Los gritos fueron la voz del caos. Intentaron salir a pesar de que el Kiko tras el atentado dejó el arma frente a él y se había sentado en el piso con los pies cruzados y una placentera sonrisa. La pequeña puerta de la quinta no estaba diseñada para tales acontecimientos y el suelo se tapizó de niños y ancianos que eran pisoteados por sus propios padres e hijos, quienes absurdamente buscaban liberarse de cualquier riesgo. La perfección se disipó sin permiso, violentamente, en el asesinato a sangre fría de la señora de Rivera. La policía llegó diez minutos después, cuando todos temerosos se resguardaban en sus vehículos, asomando ligeramente las cabezas morbosas para saber el desenlace del funesto acto. Un comando de seis patrullas rodeó el lugar, y sin mediar palabra con nadie ingresaron empuñando sus rifles con una paradójica combinación de seguridad y estupor. Sin importar nada, permanecí en la barra, inmóvil, apreciando al joven de no más de treinta años que en flor de loto parecía esperar su destino, cualquiera que fuera, con resignación y placer. A escasos metros para amagar al Kiko, carentes de táctica alguna, los oficiales dispararon sin piedad vaciándole los cargadores. El mal tino le desfiguró el rostro, las piernas, y su chelo quedó a unos metros, astillado por las ráfagas de balas que fondearon todo lo que había detrás con orificios de venganza. El humo se disipó de la punta de las armas, y el comandante se acercó con un halo de mando al charco de sangre para dar la burda patada comprobatoria del objetivo logrado. Tras girar la orden de que se llevaran el cuerpo, faltando al proceso protocolario de esperar al servicio forense como sucedería con el cadáver de Georgette, volteó y me miró inquisitivamente, colocó su rifle en la espalda y con hipócrita amabilidad me invitó a salir.
—¿Nexos o Playboy? —La pregunta más difícil hasta ahora, pero debo decir que Playboy. Allí escribo y bueno, ¿quién se resiste a las conejitas? —Y cuando despertaste… ¿qué seguía ahí? —La página en blanco. —¿Sobrevivirá el libro al caos del presente y el futuro? —Sin duda, el libro sobrevivirá a la humanidad. Los libros son inmortales.
a poesía suele ser la máscara perfecta de lo falso. Trampolín de los impotentes, cáscara que se imagina fruto, templo donde brilla por su ausencia lo sagrado. Cualquiera pretende hacer poesía porque un día le rompieron el corazón o porque según su propio parecer o de sus más cercanos aduladores, escribe muy bonito. Hasta se puede ganar premios con este juego de mentiras adornadas con ropajes de bisutería. Curiosa paradoja, la poesía suele ser una de las más complejas actividades de la interioridad humana y al mismo tiempo una de las que más se lleva a cabo por cualquiera que teniendo a la mano papel y pluma, se siente inspirado y cree que las líneas que va dejando no son palabras fumigadas sino vuelos líricos de alto voltaje. Ni lo más alto ni lo más bajo ni lo más terrenal, la poesía es un trabajo del interior humano, un trabajo creativo y creador, un trabajo que no cualquiera está dispuesto a llevar a cabo, por la simple razón de que hay que poner panza arriba la realidad, los supuestos y al lenguaje mismo y hacer tal cosa de verdad y en profundidad, lo cual no es un asunto ni de todos los días ni de cualquier persona. Por ello es más fácil jugar con las palabras de manera más o menos cómoda y llamativa, elaborar textos que con dos o tres elementos retóricos que pasen la prueba de lo meramente sentimental y agradable. En todas las área de los quehaceres culturales hay ejemplos de quienes llegaron a la cima, o por lo menos de quienes tomaron con seriedad y placer (elementos que no tienen por qué ir divorciados) su labor o vocación, y en estos ejemplos podemos ver justamente un horizonte, una medida, un parámetro digno de tomar en cuenta, aunque ahora la posmodernidad en su versión cancerígena mandate que todo da igual, que todo es lo mismo, y que no hay criterios ni debe ha-
El poeta Ramón Martínez Ocaranza.
berlos para medir, pesar, valuar y atesorar aquello que tiene valor. Es decir: no hay valor que valga, dicen, estos loros tuertos. Se confundió la crítica honesta y necesaria de todo tipo de valor con la destrucción a tontas y locas de cualquier tipo de valor. En ese apocalipsis frenético, todo sale perdiendo. Hasta la poesía, ella tan modosita y generalmente bien portada, generalmente mediocre y generalmente a ras de suelo. Volteando a ver a los grandes poetas que escribieron grandes poemas y que incendiaron las praderas mismas de eso que se suele reconocer como poesía, todos profundizaron en ese trabajo anteriormente dicho. Ese trabajo de la interioridad, donde los sueños, la intuición, la locura, el lenguaje y lo fronterizo están dándose un banquete de vida y de muerte con el ser. Acá en el ámbito de lo local, el lugar común dice: levantas una piedra y sale un poeta. Parafraseando a un poeta regular como lo fue Charles Bukowski, diríamos: hay poetas de a montón, lo que falta es la poesía. Por ello hay que mirar hacia arriba y ver a uno de quienes asumieron el compromiso poético hasta el tuétano: Ramón Martínez Ocaranza. No para imitarlo ni pretender insensatamente seguir unas huellas únicas e inabarcables sino para mirar lo más cerca posible a un escritor que se fue derecho a los abismos de la profundidad literaria e hizo de su vida y obra una guerra de guerrillas a favor de su vocación, de sus furores satánicos, de su interioridad: teatro de tinieblas y soles. Un poco de su ejemplo serviría como una fiel balanza de quienes escriben poesía en nuestro Estado y no ven para los lados ni para arriba, y ganan premios como huesos para entretener ingenuos, y organizan eventos sin mayor sentido que alabarse mutuamente, y en resumidas cuentas tienen de poeta lo que los gobernantes de honesto.
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Carta pública a Mario Vargas Llosa EPÍSTOLA :: POR MEMPO GIARDINELLI
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dmirado Maestro, dondequiera se encuentre: No he tenido la fortuna de ser su amigo cercano, aunque como usted bien sabe me considero su devoto discípulo. Las dos veces que nos vimos, una en Buenos Aires, otra en Lima, nos saludamos con afecto y además he recibido otro par de veces sus saludos. Pero lo para mí más importante es haber leído casi toda su obra con deleite y pasión. Todavía enseño en mis clases de grado y posgrado sus novelas, por lo menos una por año –en 2016 retomé Los cachorros– y siempre sus lecciones sobre Flaubert y Arguedas. Desde luego que no comparto ninguna de sus ideas políticas, pero hasta ahora opté por no contradecirlo y lamenté en silencio diversas declaraciones suyas. Cada vez que lo vi en la tele cambié de canal en homenaje a la calidad de su prosa, su poética y la carnadura de sus personajes. Incluso cuando en 2012 se armó un jaleo en Buenos Aires porque usted iba a inaugurar la Feria del Libro, yo escribí en este mismo diario que su Premio Nobel era “irreprochable porque en él se premió una estética literaria moderna, innovadora, original y escrita en los márgenes de la civilización imperial”. Y también escribí que “más allá del enorme narrador que es, también es un cruzado neoliberal, de esos que se espantan ante cualquier gesto o co-
Mempo Giardinelli y Mario Vargas Llosa, frente a frente.
rruptela kirchnerista pero a Menem le toleraron sin chistar que nos rifara el país, el petróleo, los ferrocarriles, los puertos y la mar en coche”. Y hasta ahí llegué, y después, cuando en 2015 usted hizo campaña electoral diciendo que “si fuera argentino, votaría por Macri”, también me impuse silencio a pesar de lo que me dolía mi país. Pero aunque jamás retruqué sus opiniones ni mucho menos lo ataqué a usted –y tampoco lo haré ahora– sí quiero precisarle algunas cosas porque he visto con estupor la entrevista –es un modo de decir– que usted enhebró en Madrid esta semana con el presidente de mi país. Al verlo a usted aceptar y celebrar tanta mentira no literaria, supe que otro silencio ya era demasiado. Y es que el gobierno que encabeza el Sr. Macri es un gobierno de estafadores, en primer lugar, porque llegaron al poder prometiendo lo que el pueblo argentino quería y necesitaba escuchar, pero decididos –ya entonces– a traicionar todas y cada una de aquellas promesas. En segundo lugar es un gobierno de facinerosos y malvados insensibles que a lo largo de cuatro décadas, y bajo todos los gobiernos, han venido fugando del país alrededor de 350.000 millones de dólares que tienen escondidos en cuevas fiscales que llaman paraísos. Por eso entre lo primero que dispuso el Sr. Macri figura un “blanqueo” fiscal
para dizque legalizar esas fortunas, las cuales ni siquiera retornan al país. El Sr. Macri es hoy considerado por diversos medios del mundo (no los españoles, claro está) entre los cinco gobernantes más corruptos del planeta. Y el repertorio de sus escándalos –que ocultan los grandes diarios y sistemas televisivos argentinos– es impactante. Se sabe que hay más de 40 sociedades secretas vinculadas al Grupo Socma, propiedad de la “Famiglia” Macri. Y son públicas sus condonaciones de deuda y favoritismos, como en los casos del Correo Argentino (a su papá) y del Ferrocarril Sarmiento (a su cuñado). Claro que a mí también me impacta ahora que usted haga como que ignora todo esto. El gabinete argentino se parece al del Dr. Caligari, con más de 50 funcionarios procesados (entre ellos el mismo presidente y la vicepresidenta), perversos vínculos con el brasileño affaire Odebrecht, uno de cuyos coludidos es un íntimo amigo y socio de Macri, que lo puso al frente de nada menos que una especie de FBI argentino (por decirlo con alguna gracia). Usted debe saber, seguro, que reformaron por decreto la Corte Suprema de Justicia, y que ahora gobiernan a decretazos como hicieron por décadas los dictadores militares, aquí y en el Perú. Y seguro está al tanto de los favores obscenos a grandes latifundios y a empresarios avorazados que siguen acumu-
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lando millones mientras destruyen trabajo, educación, familias e ilusiones. En poco más de un año cerraron 7000 fábricas y emprendimientos productivos, dejaron en la calle a más de un millón de trabajadores, tienen a la educación pública en proceso terminal y para colmo en sólo 14 meses han multiplicado nuestra deuda externa casi ad infinitum, lo que nos obligará a un nuevo repudio que por ahora sólo unos pocos estamos denunciando que nunca se va a pagar porque no la vamos a reconocer. Me cuesta creer que usted, Maestro, con su agudeza proverbial, se preste a esta farsa. Le pregunto, entonces: ¿Tan grandes son los negocios que preparan en España para recolonizarnos como hace cinco siglos, y como hace veinte años con Menem? ¿Tan enormes son esos intereses que usted echa por la borda una excelsa trayectoria literaria complaciendo a un patán que tanto se parece a su paisano Fujimori aunque éste tiene ojos azules y no rasgados? Mi lealtad de discípulo y mi conciencia de pequeñez literaria no me impiden ver, con dolor, el triste papel televisivo de usted coreando lugares comunes para criticar al presidente venezolano, y encima todo cargado de tintes racistas y clasistas. Me dio mucha pena su papel, Don Mario. Al verlo tan generoso y dócil frente al impresentable gobernante de esta tierra que a usted lo quiere y lee, yo sentí dolor pero también una cierta vergüenza. No hacía falta tanto. Sin dudas, seguiré admirando su obra literaria, pero qué pena tan grande sentí al verlo, ahora, en edad provecta, haciendo un papel como el de Zavalita preguntando: “¿En qué momento se jodió la Argentina?”. Usted eludió en la tele una respuesta digna. Seguiré devoto de su grandeza literaria. Pero sólo de ésa. Publicado en el diario Página 12 el 27 de febrero de 2017 Tomado de www.pagina12.com.ar
Paraíso A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
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espués de atravesar el ferviente, espinoso y rutilante Infiernillo, luego de la última caseta de peaje de Michoacán, a medio camino entre el pueblo de La Unión e Ixtapa-Zihuatanejo, en Guerrero, se encuentra un paraíso; un manantial de gustos frutales. Existen varias señales en el camino, tanto de ida como de vuelta, como para arribar fácilmente a este puerto de bienestar, a este oasis de jugos naturales; uno de los pocos lugares de México donde se puede saborear un auténtico jugo de piña. Por supuesto que no me refiero a las aguas azucaradas y coloreadas, tampoco a los rehidratados que nos ofrecen en las tiendas departamentales y que la televisión embebe, en los cerebros de las mamás ñoñas, para hacer la ilusión de que los niños abrevan algo sano. Hablo de un auténtico jugo de piña, exprimido a presión de entre su cáscara, filtrado con fuerza desde el corazón de su entraña, vertido en un recipiente que lo acoge fresco, limpio, sin conservadores, sin azúcar ni colorantes añadidos, sin aspavientos publicitarios y con toda la energía de la naturaleza. Hace más de 15 años que lo anhelaba. Doña Bertha, mi madre, me lo había antojado de cuando fue a Catemaco, Veracruz. En aquella ocasión me dijo: “no, mijo, la cosa más sabrosa y fresca que te puedas imaginar. Sentí que bebí de un manantial agridulce… y no le ponen nada, ni agua. Parten media piña a lo largo, la colocan en un cuenco, la aprietan con una prensa cóncava de madera. El jugo se escurre por un canal hasta la jarra, de ahí a tu vaso, de tu vaso a la boca y de tu boca a la gloria de tus sentidos”. Mi madre hablaba como si de una creación celestial se tratara y, de pronto, caí a la cuenta de que en verdad así era. Como no considerar divina la certeza de extasiarnos con las texturas, de embriagarnos con el sabor, de refrescarnos con la infusión, de darnos el tiempo para disfrutar; de reconocer todo lo alivianada, estimulante y dulce que puede ser la vida a través de sus frutos. No sé porque me sorprendió ese documen-
tal cuando se refirió a que uno de los miembros de la banda musical Joy Division nunca vio un árbol hasta los 11 años. Estoy a punto de cumplir medio siglo y nunca había bebido un jugo de piña de verdad. Sobrevivimos distraídos en un mundo vehemente y artificial, que nos llena de dulzura procesada, de problemas sintéticos, de contratiempos ingeniados, de etiquetas aparentes, de angustias obesas, de calorías vacías y de empaques desechables. Y no nos damos cuenta de que todos y todas vivimos cerca de algún edén en el que nuestros sentidos podrían recrearse. La NASA busca planetas con emergencia existencial, con un mínimo de agua. Todos nuestros telescopios apuntan con ansiedad al infinito, nos extraviamos en las estrellas con tal de encontrar, al menos, algo similar a la vegetación de Infiernillo. Y resulta que un poco más allá de nuestras narices se halla la abundancia de un mundo natural que sabe reconstituirse y alegrarse generosamente sin nuestra intromisión. Podría decirles a continuación, y como se acostumbra en esta columna, todas las propiedades que provee la esencia de la piña: vitaminas, minerales, antioxidantes, flavonoides y demás vainas nutricionales. Eso cada quién lo puede buscar en internet si es que le nace y le place, aunque de nada servirá si no acuden a las fuentes primarias.
LA NOTA, LA RECETA, EL SECRETO Hermanos y hermanas, en verdad os digo, pedid y se les concederá, buscad y lo encontrarán, tomad y bebed todos de él, alimentaos y dejaos llevar por su espíritu sin atentar contra sus raíces. Veréis que la naturaleza proveerá. Comprobad que, en verdad, El Paraíso se encuentra en la tierra, más allá de Infiernillo y muy cerca de La Unión. Y no olvidéis pedid a la Magdalena del lugar una de sus especialidades: una combinación de jugo de piña, jugo de caña y agua de coco. La resurrección se manifestará, en todo su ser, antes de llegar a la playa. Amén.
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 4 DE MARZO DE 2017
CREACIÓN
La mayor de mis musas Luna
Suave pero resonante, firme pero delicada, apasionante como el amor de dos personas, ligera como el viento y capaz de provocar un terremoto en el corazón. Melódica, armoniosa, sincera y nunca abrumadora. Bella y mágica, transformante y capaz de enamorarme disfrazada de regional, vestida de clásica, contagiada de romanticismo. Música e instrumento, amor inigualable, músico y melodía, unificación completa, complementación pacífica. Amor sincero, amor inigualable, amor que jamás traiciona. Vida y muerte, sabiduría y necedad. Historias transformadas en notas escritas entre partituras La música, vida inexplicable capaz de transformarme en musa, capaz de transformarme en poeta. Creadora de amantes y de desamores, creadora de paz pero de guerra en el corazón. Música, desorden completo en mi interior Música, dulce melodía que provoca destrucción Nada y todo a la vez Amiga y compañera, némesis como cualquiera Paño de lágrimas en los momentos de tristeza Consoladora de los agobiados, de los enamorados. ¿Qué sería de nosotros? los amantes de lo incontrolable, de los que buscamos agonía y vida a la vez ¿Qué sería de nuestras almas perdidas, sin ti mi adorada música? Definirte resulta más complejo que definirme a mí misma. Felicidad en mis tristezas, tristeza llena de alegría. Victoria en mi corazón, miedo en mi interior y suspenso en lo que terminó Tú, igualable arte mío pero a la vez de nadie, te has convertido en todo para todos. Música, arte que llegó para consolarnos, Música simple y sencillamente vida. Música, la mayor de todas mis musas.