[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 7DESEPTIEMBREDE2013 |
FORMAS BREVES
Literatura El redescubrimiento de Latinoamérica JAIME MARTÍNEZ OCHOA | PAG. 4
Cuando matar a un hombre es más fácil que amarlo MANUELLÓPEZMICHELONE|PAG.5
Mujeres juntas ESPERANZAROMÁNVALADEZ|PAG.3
CUENTO
Julio Beltrán EMILIOMARTÍNEZFRAUSTO|PAG.6
Adiós al poeta Seamus Heaney ROBERTOPONCE|PAG.7
CREACIÓN
Sibila
SEAMUSHEANEY|PAG.8
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SÁBADO7DESEPTIEMBREDE2013
Emile Griffith Cuando matar a un hombre es más fácil que amarlo POR DANIEL GARCÍA MARCO ©
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asta que la demencia producida por los golpes se lo permitió, el boxeador Emile Griffith se preguntó por qué el mundo le perdonó haber matado a un hombre en el ring y le recriminó haber amado a otro. Griffith, que murió a los 75 años sin saber quién era, pasará a la historia por haber matado en un combate en 1962 a Bennie Paret, su gran rival y quien alimentó la ira y la fuerza de sus golpes al llamarlo “maricón”. “Sigo preguntándome lo extraño que es todo esto. Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Sin embargo, amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida”, dijo Griffith, según el libro Nine...ten... and out! The two worlds of Emile Griffith, escrito en 2008 por Ron Ross. Griffith vivía en dos mundos. Uno, el de su oculta condición sexual, y otro el del boxeo, el gran deporte de machos, en los años ’50, ’60 y ’70. Esos dos mundos se cruzaron el 24 de marzo de 1962 en el Madison Square Garden de Nueva York en pelea televisada para todo el país. Griffith noqueó a Bennie Kid Paret en doce violentos asaltos. Al final del duodécimo, arrinconó en una esquina a Paret y le infligió veinti-
Emile Griffith en una de sus últimas fotos.
Era homosexual y una vez expresó: ‘Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida’
cinco golpes seguidos sin respuesta, diecisiete de ellos en siete segundos. Victoria y título del peso welter para Griffith. Su rival quedó en coma y murió diez días después a consecuencia de la paliza. La revista Sports Illustrated publicó en 2005 que Paret antes del combate le había llamado “maricón” (en español), lo que encendió la ira de Griffith. “Cuando lo tuve en la esquina en el duodécimo asalto... Estaba muy enfadado”, dijo el púgil en el documental sobre la pelea, Ring of fire. The Emile Griffith story, estrenado en 2005. “Nadie me llamaba maricón”, dijo. La cadena NBC dejó de transmitir peleas en directo y el entonces gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, creó una comisión para investigar el combate y el boxeo en general. El árbitro de aquel duelo, Ruby Goldstein, no dirigió más. El combate acabó con la vida de Paret y cambió
la de Griffith, cuya carrera empezó a declinar. “Nunca fui el mismo después de aquello. Tras esa pelea no hacía todo por ganar. No quería hacer daño al otro. Me habría retirado, pero sólo sabía pelear”, dijo en Ring of fire. Años después de la fatal pelea admitió su sexualidad, ya conocida en el mundillo del boxeo, tras casi morir a consecuencia de una paliza de una banda a las puertas de una bar de homosexuales en Nueva York. El hijo de Paret, Bennie Jr., que tenía dos años cuando murió su padre, perdonó al ya por entonces viejo campeón, cuya vida en formato de ópera (Champion) se estrenó recientemente en Saint Louis. La demencia y la pobreza marcaron sus últimos años, en los que vivió con la ayuda del Consejo Mundial de Boxeo (WBC) y de Gil Clancy, que fue siempre su entrenador y manager. Nacido en las Islas Vírgenes en 1938, Griffith se mudó a Nueva York con 19 años y se hizo profesional uno después. Fue campeón en tres ocasiones del peso welter (1961, 1962-63 y 1963-66) y dos del peso medio (1966-67, 1967-68). El balance durante su carrera fue de 85-24-2 con 23 triunfos por KO, y en 1990 fue admitido en el Salón de la Fama. Pero la vida que acabó estará marcada porque le resultó más difícil amar a un hombre que matarlo.
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Mujeres juntas MUTACIONES.RumboalEncuentroFeministaAutónomodeMichoacán.PORESPERANZAROMÁNVALADEZtiempodeesperarsilencio.blogspot.com
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ace unos meses en el marco de la 19ª Reunión de Mujeres Radialistas, organizada por el Colectivo de Investigación Desarrollo y Educación entre mujeres (CIDEM ), tuve la oportunidad de charlar con la doctora Marcela Lagarde y de los Ríos, antropóloga, investigadora y escritora mexicana, respecto a varios temas en torno a la situación de las mujeres en nuestro país. En particular la conversación se inclinó a repensar el asunto de la política, la labor del feminismo en los contextos institucionales y la colaboración entre mujeres. Marcela habló de “sororidad”, concepto feminista utilizado para hablar de la relación cordial entre nosotras. Menciono lo anterior, pues vienen a mi mente varias palabras de la doctora Lagarde sobre a la política, a la relación entre los diferentes feminismos. Y pienso en ello, pues por estos meses se han realizado varias reuniones en Michoacán con fines de reconstruir el discurso feminista entre quienes asumimos esa ideología. Organizados por mujeres de diferentes espacios, los foros han tenido como objetivo reunir diversas voces, escucharlas, repensarlas, proponer cambios, ir construyendo un discurso político distinto. En fin, me gustaría compartir con todas y todos, a manera de aforismos, las palabras de Lagarde que considero importantes para tomar en cuenta, para repensar la política a la luz del feminismo y el feminismo a partir de las diferencias. Ojalá fueran éstas generadoras de coincidencias y sintonías entre nosotr@s. Las frases han sido extraídas de la conversación que tuvimos con la doctora Lagarde en el Distrito Federal en junio de 2013: · Se necesita sinergia en la política feminista, respetar la diversidad de las feministas y los feminismos. · El feminismo no es una religión, no ha sido nunca “idéntico”. · No es lo mismo el “feminismo” que la “causa de las mujeres” · Necesidad de un pensamiento plural. · Es posible desandar los caminos y proponer otra forma de hacer política. · Cada una tiene derecho a tener su propia estafeta feminista. · Hacer feminismo en éste país laico es ya una ventaja. · Se requiere de una alianza entre las mujeres para crear una agenda nacional feminista. · Pensar en: ¿Quiénes están impulsando los derechos humanos de las mujeres? · Debemos construir vías para la maternidad creativa. · Sin igualdad jurídica es imposible enfrentar las crisis económicas y sociales. · ¿Cómo tener incidencia política sino estamos en ningún partido? · El feminismo es una causa política. · Aplicar: sororidad y afidamiento. · Crear Vínculos de respeto y apoyo mutuo entre géneros. · Mujeres que nos miremos feministamente. · ¿Seremos consientes de cuán misóginas somos? · Necesidad de construir el derecho a una vida libre de violencia.
Muchas letras se quedan fuera de estas líneas. Quisiera terminar deseando que estas palabras nos sirvan como detonante para comenzar a construir no sólo una forma de hacer política distinta, sino de replantearnos el asunto del feminismo y su aplicación en los diferentes ámbitos. A las feministas y a los grupos de mujeres nos quedan muchas cosas por hacer. Comencemos por reconocernos
entre nosotras, crear redes, reunir en lugar de dividir. Espacios como los que se han realizado y el que vendrá, en Pátzcuaro este sábado 7 de septiembre en el ex Colegio Jesuita, son una invitación a la unión y a recordarnos que las mujeres organizadas podemos generar transformaciones sociales importantes. Basta con que comencemos a aplicar eso de “lo personal es político, lo político personal”.
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El redescubrimiento de Latinoamérica FORMASBREVES.AlejandroZambra,PatricioPronyClaudiaPiñeirorelatanhistoriasbrevessobrelasdictadurasdesuspaíses..JAIMEMARTÍNEZOCHOA
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oco a poco, los escritores jóvenes latinoamericanos se están animando a contar la historia de las dictaduras de sus países. Lo hizo Alejandro Zambra con Formas de volver a casa, donde contaba la historia de un par de niños bajo la tiranía de Pinochet. Lo hizo Patricio Pron con El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, donde cuenta la historia de una investigación que realizó su padre para dar con el paradero de una amiga desaparecida por la dictadura argentina. Lo hace ahora Claudia Piñeiro, con Un comunista en calzoncillos, donde relata una pequeña historia de heroísmo infantil en el que aparece de fondo la figura de su padre, un comunista sin partido y eterno inconformista contra el poder. Las tres noveles se caracterizan por cierta ligereza. Lejos de los apremios de los narradores del boom, a los nuevos escritores latinoamericanos no les interesa construir grandes mosaicos en los que se represente en su totalidad la vida de las naciones latinoamericanas. El propósito es más sencillo: contar una historia mínima en la que se crucen las vidas de la historia en general. Son relatos es-
Claudia Piñeiro.
cuetos, un tanto marginales respecto al gran río de la historia. Se agradece que no se recurra a la propaganda o al didactismo pero se echa de menos cierta profundidad política. A modo de fábulas, lo que nos cuentan estas novelas son pedazos del gran puzzle que fue el drama de varias naciones sudamericanas. A la manera de Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño (quizá el padre de estos narradores) las atrocidades no ocurren en el espacio frontal de las novelas, sino a los lejos. En los relatos de los tres escritores se sabe que un presidente ha sido depuesto, que una dictadura ha asumido el poder, que hay desaparecidos y levantados, que hay prisioneros y torturados, pero esto de manera incidental, sin que la sangre aparezca en el primer plano. Quizá faltaría una mayor agresividad para tocar estos temas, una ambición más apremiante de confrontar los hechos antiguos para ponerlos bajo relieve y reexaminarlos a la luz de los nuevos tiempos. Se advierte una cierta timidez, un rechazo a caer en las grandes interpretaciones de los acontecimientos que marcaron a un país, pero también el miedo a pagar una deuda con la historia recien-
Alejandro Zambra.
te, esa de la que somos herederos. Si bien las novelas de Zambra y Pron se plantean desde un tiempo inmediato, en el que se vive el recuerdo de los años pasados a través de recuerdos incidentales (un terremoto, en un caso, la enfermedad del padre, en el otro), hay un cierto afán no de profundizar en el drama histórico, sino de contar las peripecias de la gente que estuvo en las cercanías. De hecho, el personaje de Zambra se ve como alguien anómalo porque es el único de su grupo que no tiene una historia triste qué contar (su padre fue uno de los tantos que no fue afectado por la dictadura). Igualmente, el padre del otro personaje principal es un hombre que se va al exilio y regresa junto con todos los exiliados pero sin que le haya tocado la maquinaria pinochetista. La novela de Piñeiro también está relatada desde la óptica infantil y se recrea no tanto en la historia con mayúscula sino en la historia de un padre de familia que se dice comunista pero que jamás ha participado ya no en una batalla sino en una manifestación. Aunque más que comunista parece anarquista, el padre de la protagonista odia todo lo que hue-
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la a gobierno y cuando se conforma una comisión para reivindicar la bandera nacional en el poblado donde viven, observa con desdén los acontecimientos. Sale de su indiferencia sólo cuando su hija es elegida portadora de la bandera y él le dice que no debe hacerlo. La hija desoye su orden, pero el día del desfile, cuando debe mirar hacia las tribunas donde se encuentran los emisarios
Patricio Pron.
Roberto Bolaño.
del dictador Videla, prefiere mirar hacia otro lado y en eso estriba su solidaridad con su padre y el centro de la novela. Es posible que la sombra de los autores del boom sea muy pesada y que por eso haya resistencia a imitar las viejas estructuras y la politización izquierdista, pero también se debe a que los escritores actuales han perdido el fervor ideológico y más que intentar transmitir mensajes sobre la historia latinoamericana prefieren contar historias laterales, que son espejos mínimos del acontecer histórico mayúsculo. Ciertamente, hoy en día las naciones latinoamericanas son otras y la visión de las cosas también se ha modificado. Una mayor democratización, cierta pluralidad política y una mejora en la economía han permitido que hoy las luchas se den en ámbitos más civilizados, donde el recuerdo de la guerra es apenas un trasfondo en las vidas de todos los días. Tanto a Zambra como a Pron y a Piñeiro los guía el deseo de contar un hecho que fue brutal en sus días (y del que, insistimos, son herederos) pero para hacerlo no utilizan un estilo grandilocuente y totalizador, sino apenas fragmentos que, en su conjunto, forman un gran mosaico. En ese sentido, aventuro la hipótesis de que hoy la Gran Novela Latinoamericana no la está escribiendo un solo autor, como en la época de los escritores del boom, sino varios autores, repartidos en diversos países y con interese si no contrapuestos al menos sí variados. En este caso, no son García Márquez ni Vargas Llosa ni Carlos Fuentes los maestros a seguir sino Roberto Bolaño, quien nunca dejó de hablar de Latinoamérica, pero lo hizo sin estridencias y con un sentido del humor y de la ironía que, en su momento, se agradeció profundamente. ¿Y México? Sin duda los escritores mexicanos están quedando a deber en esta materia. Si bien aquí no hubo dictaduras sangrientas, si hubo la entronización en el poder de un solo partido, la masacre del 68, el fraude del 88 y, en suma, el acoso a los grupos sociales que optaron por la guerrilla ante la cerrazón oficial.
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CREACIÓN
Julio Beltrán Emilio Martínez Frausto
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a noche era profunda e inescrutable cuando el hombre entró en la habitación. Sus pesadas botas iban dejando un rastro de lodo y pasto, sus ropas mojadas por la lluvia se pegaban pesadamente a su piel. Se quitó la chaqueta negra y la arrojo a un rincón, al pie de su cama. Espesas gotas de agua caían de su cuerpo, empapando el suelo. Cerró la puerta con un violento azote y caminó hacia donde estaban sus libros, una pequeña repisa solitaria clavada en medio de una pared descuidadamente pintada. Tomó una Biblia y la abrió; las hojas habían sido cortadas con la forma de un revólver, pero en vez del arma se encontró con un espejo adentro. No comprendió lo que pasaba, ignoraba quién podía haber efectuado aquel cambio de objetos. Repasó la habitación con la mirada, pero sin dar con algo que esclareciera
la situación. Un golpe sordo proveniente del interior del armario lo sorprendió. Abrió la puerta rápidamente, esperando descubrir a alguna desubicada rata, pero lo que vio lo sorprendió vivamente: se trataba de un fétido y verdoso cadáver, todo cubierto de tierra mojada, que se desplomó con un fuerte golpe en el suelo. El hombre dio unos pasos atrás, con una mezcla de sorpresa y espanto. En el momento del reconocimiento, en el momento en que la cara de aquel cadáver llamó a su memoria, soltó la falsa Biblia y al pegar en el piso el pequeño espejo se rompió en pedazos aún más diminutos. Unas horas antes el hombre había enterrado a Julio Beltrán, pero ahora su cuerpo yacía en el suelo de la habitación. Confundido, aterrado, el hombre trató de huir. Primero regresó sobre sus pasos, dirigiéndose hacia la puerta, siempre caminando
hacia atrás y sin apartar la vista del cuerpo abatido. Uno, dos, tal vez tres segundos después el cadáver comenzó a reanimarse lentamente, iniciando por la cara, pasando por los brazos, las piernas y terminando en los pies. Si el hombre se hubiera largado inmediatamente no habría presenciado ese infame desafío a la muerte, pero no lo hizo y de repente se sintió paralizado por el terror. Julio Beltrán se incorporó, permitiéndole ver al hombre el orificio de bala que llevaba en el pecho. Despacio, Julio introdujo una mano dentro de un bolsillo de su pantalón y sacó la pistola del hombre. «No te metas con profesionales», le dijo antes de disparar. Ahora el hombre poseía una cicatriz perfectamente simétrica a la suya. Con los roles intercambiados, Julio Beltrán enterró unos minutos después a su juez y ejecutor.
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Seamus Heaney.
Adiós al poeta RESEÑA.FalleceenDublínelNobelirlandésSeamusHeaney.PORROBERTOPONCE
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l viernes 30 de agosto fue anunciado el fallecimiento en un hospital dublinense del poeta irlandés Seamus Heaney, Premio Nobel de Literatura 1995, a los 74 años de edad, tras una prolífica trayectoria literaria. En 2006 sufrió un ataque cardíaco de secuelas nefastas para su salud; empero siguió escribiendo poesía y mantuvo un estado anímico bastante optimista. Considerado el poeta mayor de Irlanda desde William Butler Yeats (1865-1939), Heaney escribió 13 poemarios, dos obras de teatro y cuatro libros de ensayos acerca del quehacer literario, entre muchos tantos volúmenes más. Profesor y ensayista, fue traducido en nuestro país por José Emilio Pacheco, Juan Tovar, Pura López Colomé, David Huerta, Verónica Volkow, José Luis Rivas y Tedy López Mills. Vino dos veces a México, en 1981 como participante en el Primer Festival Internacional de Poesía de Morelia, y más tarde, en 1999, cuando presentó la antología homenaje La luz de las Hojas. Cuando estuvo por primera ocasión en el país, gozaba de reconocimiento no como vate sino como catedrático de Literatura Inglesa en la Queen’s University de Belfast, Irlanda del Norte, y era prácticamente un versificador ignoto para muchos; pero cuando la Academia Sueca le asignó el Nobel en 1995, los medios nacionales recordaron su visita mediante la experiencia de colegas aquí que compartieron experiencias con Heaney.
Recuerdos mexicanos Homero Aridjis recordó al semanario Proceso que su impresión y fascinación por México motivó al poeta irlandés para descubrir con su propia mirada el trabajo artesanal de los orfebres de Santa Clara del Cobre, Michoacán, donde “no se cansó de mirarlos golpear el metal”. A la vez, lucía un sombrero típico de Pátzcuaro, el cual a pesar de que cuidó todo el
tiempo, finalmente dejó olvidado y no se pudo llevar a su país. Heaney, definió Aridjis, “fue un gran poeta no sólo de Irlanda, sino que es uno de los grandes poetas de lengua inglesa, un poeta original, en el sentido de que tiene un estilo personal, su obra es muy interesante porque recoge toda la tradición cultural de Irlanda, su estilo hace suya la tradición irlandesa mítica céltica, y la combina con temas urbanos y también de la naturaleza irlandesa”. Lo que le llamó la atención de su camarada como ser humano fue que “normalmente pasaba tres días de la semana en su casa de campo, aislado para escribir con tranquilidad, combinando los temas urbanos de la vida dublinense con los temas de la campiña”. Guiado por Heaney, Aridjis recorrió el Dublín literario, “de Bram Stocker a Sheridan Lefanu, sin olvidar las tradicionales tabernas; el precio para ser admitido ahí es a veces el de ser un buen poeta, porque los irlandeses leen buena poesía”. Además de su don de la palabra, le fascinaba que Heany (“típicamente irlandés”) fuera una persona sumamente sencilla, muy cordial, y con un gran calor humano: “Fue uno de los poetas que se dieron a conocer en español aquí, y a partir de entonces se hicieron traducciones de su obra al español en México; seguramente el Nobel fue para él algo inesperado, lo tomó por completa sorpresa”. Por otra parte, la premio nacional de Poesía Efraín Huerta 1994, lectora, traductora y estudiosa de Seamus Heaney, Tedy López Mills, afirmó: “En sus poemas, Heaney aborda diversos temas desde el irlandés, la amistad, la infancia y el amor. Es un poeta completo, pues no hay un solo tema que excluya. Aunque es poco conocido como ensayista, sin duda es uno de los más importantes del presente. Toca el tema irlandés sin ser fanático de la causa irlandesa. No es un nacionalista furibundo. Por largas temporadas vive en Estados Unidos, y ahí se nutre de otras influencias cultu-
rales.” Lo calificó en trilogía de poeta bucólico, urbano y rural: “Es todos los poetas en uno, por eso es un gran poeta, pues no tiene una sola vertiente, sino las tiene todas, es un poeta interesante que yo relacionaría con Joseph Brodsky y Derek Walcott. Sin duda, ellos son tres poetas en inglés que no pertenecen a las metrópolis, ni a Inglaterra ni a Estados Unidos. Además, uno es ruso, el otro es del Caribe, y Seamus, en cambio, es irlandés. Son un trío notable de la poesía en inglés, y escriben una poesía que se produce en los márgenes geográficos de la lengua inglesa”. La suya es “una inteligencia áspera, poderosa, y tal vez más pasional que la de Brodsky”. Lo más significativo de su obra ensayística, asegura, está contenido en dos volúmenes: Preocupaciones y El gobierno de la lengua. Al igual que Octavio Paz, “fue un ensayista capital, especializado en el pensamiento y la reflexión sobre poesía”. Sin duda, “es también un ensayista provocativo”, concluyó. Una vez nominado al Premio Nobel de Literatura, únicamente se había publicado en México Isla de las Estaciones (cuyo título en inglés es Station Island). Según el mismo autor, “ese libro trata de la gente que se me ha pegado a lo largo de la vida”. Traducido por Pura López Colomé, el poemario fue publicado por Ediciones Toledo. La editora, Elisa Ramírez, explicaría: “Conozco el trabajo de Pura y ella fue la que me propuso la edición del libro. Yo no conocía al autor. Sin embargo, ella me proporcionó el manuscrito, lo leí y me gustó la idea. Lo di a leer a otras gentes que me recomendaron su publicación”. El libro en su primera edición alcanzó apenas los mil ejemplares. Para 2001, Seamus Heaney recibió la Corona de Oro en Struga, Macedonia, reconocimiento que le fue entregado este año por primera ocasión a un escritor mexicano, José Emilio Pacheco, en agosto pasado.
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SÁBADO7DESEPTIEMBREDE2013
CREACIÓN
Sibila Seamus Heaney Mi lengua se movía, una relajante bisagra ondulante. Le dije a ella, «¿qué será de nosotros?» Y como agua olvidada en un pozo puede agitarse tras una explosión bajo la mañana o una fractura recorre un tejado, empezó a hablar. «Pienso que nuestra forma misma deberá cambiar. Perros en un asedio. Recaídas de saurios. Hormigas. A menos que el perdón encuentre voz y nervio, a menos que los árboles sangrantes y con casco puedan ser verdes y dar brotes como el puño de un niño y el pútrido magma incube ninfas brillantes... Mi gente piensa en el dinero pero habla del tiempo. Los pozos petróleo calman su futuro como simples temas de adquisición. El silencio se vuelve bajío con el sonar de ecos que lanzan las traineras. La tierra a la que aplicábamos nuestro oído durante tanto tiempo está despellejada o muy callosa, y sus entrañas tentadas por un augurio impío. Nuestra isla está llena de ruidos nada confortantes. De “Trabajo de campo” 1979. Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens.