[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 7 DE MAYO DE 2016 |
Cervantes 400 años. Entrevista con Sergio Fernández POR ARMANDO PONCE | PAG. 2
Gracias en castellano POR FERNANDO DEL PASO | PAG. 4
Poemas
El cine bicéfalo
CREACIÓN. POR EMILIO MARTÍNEZ FRAUSTO | PAG. 6
CINE. POR SYLVAIN PROVILLARD | PAG. 7
Hambre A LA SAZÓN. POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 8
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Cervantes, 400 años Sergio Fernández y El Quijote, una lectura personal POR ARMANDO PONCE
E
l 23 de enero de 2005 el gran cervantista de El Quijote Sergio Fernández –además de Maestro Emérito de la UNAM, ensayista y novelista– habló extensamente con la revista Proceso de su lectura personal de esa obra maestra. Este es el texto íntegro:
Son múltiples las veredas a las que conduce Cervantes en una lectura de El Quijote vertical, profunda, “con lupa”, como llama a la suya el especialista en el Siglo de Oro Sergio Fernández: una lectura que arroja menos respuestas que dudas... Una de ellas, la imposibilidad de encontrar la manera de unir al soldado que peleó en Lepanto con el autor de “un loco exquisito” aparecido en un lugar de la Mancha hace 400 años. Para Sergio Fernández, narrador, ensayista, doctor en literatura, Maestro Emérito de la UNAM y amante del personaje de El Quijote por sobre todos los del Siglo de Oro, es la primera lectura, la ingenua, la anecdótica, aquella que fascinó a los contemporáneos de Cervantes, la misma que fascina a los lectores de hoy. Pero él tuvo que acercarse después de otra manera, y no fue sino hasta los 26 años cuando se metió de lleno a El Quijote. Desde entonces, lo ha seguido “con lupa” por caminos que se bifurcan siempre, al punto de que no hay posible lectura completa de la novela –al menos para él–, sino acaso interpretaciones personales. Del lejano prólogo que escribió para la edición de Trillas en su colección La Linterna Mágica –de ahí comenzó a empaparse de El Quijote, tras mucho tiempo leyéndolo y tomando notas–, y del cual derivó Una visión interna de El Quijote, en su casa llamada “Los Empeños”, en honor de Sor Juana Inés de la Cruz, habla Fernández, cercano a los 80 años, dueño de una obra en varios géneros (novela, ensayo, teatro). Y cuenta, con la misma frescura que cuando leyó por primera vez El Quijote, su periplo cervantino. Un periplo que empezó con el miedo y continuará en dos meses cuando dé una conferencia magistral sobre el tema: “Yo tenía mucho miedo de acercarme a Cervantes a pesar de que estaba, hacía muchos años, dando un curso monográfico sobre literatura de los Siglos de Oro, y mi miedo resultó absolutamente verídico en el sentido de que la primera lectura fue deliciosa porque estaba recargada muchísimo en la acción, en la anécdota, que es para un cierto tipo de lectores muy primarios como yo en ese momento. “Pero la cercanía en la segunda lectura me dio la posibilidad de entender que en Cervantes la lectura es más bien vertical, no horizontal, uno debe ir hacia adentro. Y que las palabras tienen una serie de connotaciones impredecibles... y a veces hasta perderse, porque él nos está diciendo cosas fundamentales, y si uno no está sobre los diccionarios se pierde realmente, y ésa
es la intención primaria del escritor.” —O sea, que hay una lectura oculta de El Quijote. —Sí, claro. Hay muchas lecturas y todas van sucediéndose, ocultándose, o bien dejando paso a las lecturas antecesoras, por decirlo así. A mí lo que me preocupa mucho es saber que nunca voy a poder dilucidar –con las noticias que hasta hoy tengo en la mano– cómo sería la posibilidad de unir a Cervantes, digamos al soldado que fue, con un loco exquisito que es su personaje fundamental. “No sé cómo unirlos, lo he estado intentando en muchas lecturas, lo desconozco cada vez que intento una nueva aproximación. Es un libro muy engañoso, primeramente porque su sintaxis no es aparentemente barroca, pero lo es porque siempre está alterando los términos de la gramática. “Por más que le busco, como ya le digo, y recorro la vida de Cervantes, pensando que en el momento de salir de Argel, que era una ciudad muy pintoresca en donde había esta venta de esclavos (en este caso españoles o franceses jóvenes y bonitos, que se le vendían al postor más adinera-
Sergio Fernández.
do), digamos que naturalmente yo en esta ciudad le pierdo la huella, porque fuera de lo que dice en El capitán cautivo, que es una de las novelas investigadas en El Quijote (por cierto una novela 50 por ciento, diría yo, autobiográfica; la otra, pues, de una forma, digamos, de imaginación), nunca se dice claramente nada, pero de pronto resulta que, como todo Cervantes, se transforma, se bifurca, y salen muchas veredas que uno tiene que perseguir. “Le voy a presentar el caso de El capitán cautivo, donde supuestamente el capitán ha sido preso en Argel. En este momento seguimos las huellas digamos del propio Cervantes. El sale de ahí porque una mora muy hermosa, hija de un noble muy rico, Agi Morato, se enamora de él y a partir de un momento determinado pueden escapar, a pesar de que el padre llora lágrimas de sangre porque la hija se le va para siempre, pero hay un momento de la relación en que dice ‘pero este soldado que escapó con otros seis o cinco’, ya no me acuerdo. “Es decir, lo que estamos nosotros leyendo no es propiamente, o no sólo, la vida del capitán cuyo apellido o nombre quedan en el anonimato, sino que es la vida que narra el capitán de él mismo y de este tal Saavedra, que naturalmente pudiera ya llegar hasta el corazón de Cervantes, pero no se dilucida precisamente porque todo tiene este tono un poco impreciso”. Entonces Fernández da tres muestras de la sutileza de Cervantes, que para el ensayista mexicano contrastan con la vida dura que debió vivir el soldado prisionero en Argel: “Por ejemplo, si don Quijote se lanza contra los molinos de viento, en parte es que les ve formas de gigantes, pero en parte es porque estos gigantes se mueven,
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pero los mueve el viento; es decir, hay un agente que está en medio de los molinos y de la mente de don Quijote, me explico: Este objeto intermediario siempre está presente en la obra, hay algo que no es locura, sino que es delicadeza de movimientos de la mente y los que hacen que don Quijote transmute la realidad. “Otro caso sería el de los ejércitos que se van a juntar en una gran batalla, según dice don Quijote, y que no lo son, dice Sancho, sino por una parte cabras y por otra ovejas. Entonces don Quijote le dice ‘no, lo que pasa es que tú no has visto bien’, pero nadie ve bien porque hay polvo, entonces el polvo es el objeto que se interpone para que don Quijote pueda hacer esta transmutación. “Un último caso sería el de la bacía de barbero, es decir, aquellos objetos que existían para que al cliente le rodearan la cara y lo rasuraran. Entonces viene por ahí un borrico con un barbero que viene de paso y se cruza con ellos y le dice don Quijote a Sancho: ‘Mira, nos hemos encontrado nada menos que con el yelmo de oro de Mambrino’, y Sancho le contesta ‘no, su merced está equivocada porque lo que es esto no es un yelmo de oro sino una bacía de barbero’. Pero, ¿qué es lo que pasa? Que empieza a haber una llovizna y esta llovizna se interpone entre los ojos de don Quijote y el objeto aquel que trae el barbero, y eso es lo que hace posible esta tercera transmutación... con estos ejemplos se tiene la idea de la infinita exquisitez con la cual don Quijote va enhebrando sus aventuras.”
Retrato de Cervantes Pero volviendo a la historia de Argel, señala, se ha hecho un retrato mental de Cervantes: “¿Y cómo lo encuentro? Lo encuentro de más que mediana estatura, muy robusto, medio rubio, muy atractivo: Quiso escapar seis veces o cinco veces, en cinco años y medio que estuvo preso en Argel, y posiblemente, yo deduzco que haya sido amante de uno de estos custodios árabes, porque qué curioso que habiendo huido con varios de estos españoles a todos los demás los empalaron durante las veces que se fugaban y él quedó completamente indemne. Lo regresaban y lo regresaban y no pasaba nada. —¿O sea que él se salva las cinco veces antes? —Sí. —¿Quizá gracias a ser amante de este personaje? —Sí, sí, sí... —Noble árabe, ¿No se menciona el nombre? —Sí se le menciona, es un renegado, es un veneciano renegado que se ha vuelto musulmán. Se convirtió, porque este veneciano lo que quería era tener un amante musulmán muy rico y después se hizo rey de Argel. Y entonces fue muy famoso porque era renegado, porque provenía de Venecia –la gran enemiga de los moros y de los turcos–, y porque pues estaba como quien dice casado con un extranjero. “Ahora, entre todo esto, entre este soldadote atractivo que fue Cervantes, la vida del soldado que tiene miserias por montones. Yo he leído unos libros muy bonitos que son las memorias de los soldados contemporáneos de Cervantes, como la vida del capitán Alonso de Contreras, anterior a él, en donde se describen unas atrocidades terribles. Yo recuerdo en una vida de Gerónimo de Pasamonte el dolor
de muelas que tenía este pobre soldado en una de las iglesias romanas, en invierno. Imagínese usted, por ejemplo, en San Juan de Letrán, en invierno, con 10 grados bajo cero y un dolor de muelas encima. El caso es que la vida de soldado es una vida tremenda, que es propiamente la que yo supongo que debió haber sufrido Cervantes, junto a las calamidades de ser pequeño burgués... que si se casó, que si la hija, que si la separación, tantas cosas...” Y reapunta Fernández: “¿Cómo se enclava un personaje tan alucinante, tan misterioso como don Quijote en la vida de este soldado? Yo no he podido saberlo. “Por otra parte, se dice constantemente que El Quijote se escribió en prisión. Bueno, en prisión no pudo haberse escrito porque la cárcel de Sevilla en aquellos tiempos era simplemente como una cárcel mexicana actual, ahí donde está este argentino ladrón, y el otro... Pero no es que Cervantes lo diga, lo que él dice es ‘como en una cárcel se engendró mi obra’, es decir, ‘como si yo hubiera estado en una cárcel se engendró mi obra’, dando a entender que ya sabe él de cárceles, pero no escribió ahí estas obras a las que él se refiere. “Y si El Quijote no se escribió en la cárcel, entonces yo pregunto: ¿A qué horas? Luego de la fuga él se metió a España y fue humildemente a perseguir empleo hasta que le dieron el de alcabalero, para cobrar rentas. Entonces él hacía un circuito entre Valladolid, supongo que no me estaré equivocando, Sevilla y Toledo, para hacer las alcabalas a lomo de mula. “¿Ya había concebido Cervantes El Quijote o lo escribió a lomo de mula? Ésa es la pregunta que yo me hago y que yo no sé contestar. No sé contestar tampoco su homosexualidad... No sé contestar muchas cosas. Me intrigan pero es imposible. Y hasta un cierto momento uno se queda realmente entre encantado y paralizado”. —¿O sea que no podríamos decir a estas alturas que se tiene una interpretación completa de la obra en general? —Pues de la obra es posible, cada quien puede decir lo que quiera de El Quijote, aunque siempre será en un sentido laudatorio. Pero Cervantes yo creo que es una figura muy susceptible de evasión y que no es fácil analizarla.
—¿Qué es lo que llamó en El Quijote la atención de sus contemporáneos? —Yo siento que, no lo sé de cierto, pero creo que una primera lectura que es la que siempre le han dado, que es muy divertida. Yo recuerdo en Valle de Bravo a una tía que leía todas las tardes una parte de El Quijote y la recuerdo muerta de risa. Era como la sustitución de la televisión, del cine. En aquella época yo estaba muy chico. En Valle de Bravo El Quijote era el libro de cabecera de la gente sensible que quería leer cosas. Yo me imagino que la pregunta de usted, y que yo no puedo contestar categóricamente, es que a la gente le divierte y que este es el primer anzuelo de la obra, aunque no el único. —¿Cómo se puede leer El Quijote ahora? —Pues mire yo lo leo con lupa. Estoy escribiendo una cosa sobre El Quijote que me pidieron en la UNAM como una conferencia magistral que le llaman ahora, que a mí me choca un poco, porque magistral sería a posteriori, por lo pronto sería una conferencia inaugural. El caso es que lo que quiero es enfocarlo desde un punto de vista de la vida del soldado que fue Cervantes, aunque trate de la primera parte de El Quijote. —¿Y su experiencia con Cervantes de esta lectura personal, no se altera con las lecturas que se hacen de otras interpretaciones? —No, a mí me parece que en algunas cosas estoy de acuerdo con otras interpretaciones y en otras para nada, me parece que andan muy equivocados, como podría yo estarlo para ellos. “Me acaba de hablar gente del Conaculta para preguntarme si yo tengo conocimiento de muchas personas en México que escriban sobre Cervantes. Pero la verdad es que yo pienso que no, que muchos lo estudiarán o lo leerán, pero así como grandes conocedores de El Quijote que además hayan escrito sobre él, tengo entendido que no”. —En las interpretaciones más modernas, la que ha hecho por ejemplo Rico en la Real Academia, se trata de mostrar ya a un Quijote contrario al de la interpretación romántica; más enfocado a ridiculizar las novelas de caballería que a crear un héroe. ¿Está de acuerdo? —No precisamente. Yo creo que Cervantes era un gran admirador de las novelas de caballería, pues si no, además, no hubiera leído tantas. El las conocía todas, pero conocía todo porque es un hombre cultísimo. Por ejemplo conocía la literatura italiana anterior a él, a Ariosto, a Tasso, conocía la literatura latina, La metamorfosis y todas estas cosas, y conocía, claro, la literatura romana y griega. Todos estos conocimientos me dan a entender que él, no sé a qué horas, pero leía, y leía mucho, y que además absorbía como una esponja todo lo que leía. Y es muy difícil llegar a Cervantes, como ya le dije antes, sin revisar los diccionarios. Tiene una cantidad de palabras que es imposible que nadie sepa ahora cuál es su actual acepción en un léxico determinado. “Nosotros no hablamos como él, estamos muy lejos del vocabulario de Cervantes, tiene una cantidad de vocablos monstruosos en uso. Uno dice ‘esta cosa’ y él dice ‘no, esta cosa no, esto se llama así’. El filo del vaso, el sonido del vaso cuando se toca con agua y un dedo, todo eso tiene un nombre. En castellano la riqueza idiomática es increíble y él parece como que lame estas cosas, como que navega a la sombra del idioma. Y de esa manera se fue apoderando de ella”.
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Gracias en castellano Discurso íntegro de FERNANDO DEL PASO en la ceremonia del Premio Cervantes
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ajestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá, Señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, querida esposa–oíslo-e hijos, queridos parientes y amigos que me acompañan, queridos todos, Señoras y Señores: La del alba sería, cuando timbró el teléfono de mi casa y yo pensé que si no era una tragedia la que me iban a anunciar, sería la malobra de un rufián que deseaba perturbar mis buenas relaciones con Morfeo, o quizás el mago Frestón. Pero no fue así, por ventura: era mi hija Paulina quien desde Los Cabos, Baja California, me anunciaba haberse enterado que me habían otorgado este premio, lo cual colmome de dicha pese a que desde ese instante las múltiples llamadas telefónicas que recibí por parte de amigos, parientes y periodistas, incluyendo los de España, para ratificar la gran nueva, no me dejaron volver a pegar el ojo. Yo, ni tardo ni perezoso acometí de inmediato la empresa de despertar a cuanto amigo y pariente tengo para informarles lo que me habían comunicado. En marzo del año pasado, cuando tuve el honor de recibir en la ciudad mexicana de Mérida el Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, hice un discurso que causó cierto revuelo. Sé muy bien que esas palabras despertaron una gran expectativa en lo que se refiere a las palabras que hoy pronuncio en España. Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, lo abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza. Quizá debí haber comenzado este discurso de otra forma y decirles que yo nací en el ámbito de la lengua castellana el 1º de abril de 1935 en la ciudad de México. “Felicidades, señora, es un niño”, dicen que dijo el médico que estaba exhausto de maniobrar una y otra vez con los fórceps, antes de ponerme no de patitas sino de orejitas en el mundo y quién al ver por primera vez mis entonces diminutos órganos reproductores, coligió con gran perspicacia que yo era un varón, rollizo no, pero tampoco escuálido: yo no quería nacer y a veces todavía pienso que no quiero nacer. Me cuentan que lloré un poco y ¡Oh, maravilla! lloré en castellano: y es que desde hace 81 años y 22 días, cuando lloro, lloro en castellano; cuando me río, incluso a carcaja-
das, me río en castellano y cuando bostezo, toso y estornudo, bostezo, toso y estornudo en castellano. Eso no es todo: también hablo, leo y escribo en castellano. Pancho y Ramona, el Príncipe Valiente, Lorenzo y Pepita, Tarzán y Mandrake, fueron mis primeros personajes favoritos, y yo no podía esperar a que mi padre despertara para que me leyera las historietas dominicales a colores, de modo que me di priesa en aprender a leer en lapre-primaria en la que me inscribieron mis padres, dirigida por dos señoritas que no eran monjas pero sí muy católicas y tan malandrines que me daban con grandes bríos y denuedo reglazos en la mano izquierda–yo soy zurdo- cuando intentaba escribir con ella, sin obtener su objetivo: no soy ambidextro, soy ambisiniestro. Más tarde mi mano izquierda se dedicó a dibujar y fue así como se vengó de la derecha. Pero aprendí a leer con los dos ojos, y con los dos ojos y entre los rugidos de los leones me las vi con don Quijote de La Mancha. En efecto, un hermano de mi padre que tenía una gran biblioteca virgen–nadie la leía: compraba los libros por metro-,me invitó a pasar quince días en su casa, muy cercana al zoológico, desde donde se escuchaban a distintas horas del día los estentóreos rugidos de los leones y yo me dije: ¿leoncitos a mí? y me zambullí en la literatura de los clásicos castellanos: desde entonces estoy familiarizado con todos ellos: Tirso de Molina, Lope de Vega, Garcilaso, Góngora, el Arcipreste de Hita, Quevedo, Baltasar Gracián y varios otros. Fue allí también, en la casa de mi tío donde me enfrenté con Don Quijote en desigual y descomunal batalla: él, las más de las veces jinete en Rocinante o a horcajadas en Clavileño y yo, en miserable situación pedestre. No obstante mi Señor y Sancho Panza estaban ilustrados por Gustave Doré y eso me sirvió de báculo. Salí de su lectura muy enriquecido y muy contento de haber aprendido que la literatura y el humor podían hacer buenas migas. De esto colegí
que también los discursos y el humor podían llevarse. De ahí continué leyendo, apasionado, a numerosos y muy buenos escritores españoles. Antonio Montaña Nariño, un escritor colombiano ya fallecido, entró a la agencia de publicidad donde yo trabajaba y me presentó a su amigo, elhispano-mexicanoJosé de la Colina. Pronto ellos se transformaron en mis primeros mentores literarios y me dieron a conocer a Benito Pérez Galdós, Ramón Menéndez Pidal, Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle Inclán, Antonio y Manuel Machado, Rafael Alberti y otros autores que me hicieron enamorarme profundamente de la lengua. En aquél entonces yo me regocijaba mucho leyendo a estilistas como Gabriel Miró. Antonio y José me dieron también a conocer a Joyce, Faulkner, Dos Passos, Erskine Caldwell, Julien Green, Marcel Schwob y otros muchos grandes autores de las literaturas anglosajona y francesa. También desde luego a excelentes escritores españoles como Rafael Sánchez Ferlosio, Juan José Armas Marcelo, Juan Marsé, los hermanos Goytisolo, Fernando Savater, Camilo José Cela, Javier Marías, Arturo Pérez- Reverte y a quién detonó toda mi vocación literaria: el poeta Miguel Hernández, autor de El rayo que no cesa. Recuerdo que hace algunos años en una universidad francesa, cuando comencé a dar una lista de los escritores que según yo me habían influido, una persona del público señaló que yo no había mencionado a ningún escritor español y me dijo que cómo era posible. Yo le contesté: los españoles no me han influido, a los españoles los traigo en la sangre, y agregué a la enumeración aquellos latinoamericanos que son parte de mis lecturas más importantes y por lo tanto de mi vida como Borges, Onetti, Carpentier, Lezama Lima, Cortázar, Asturias, Vargas Llosa, García Márquez, Neruda, Huidobro, Gallegos, Guimarães Rosa y César Vallejo y entre los mexicanos Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, sin olvidar a Fernández de Lizardi y a nuestra amada monja Sor Juana Inés de la Cruz. Los maravillosos sonetos de Miguel Hernández me motivaron a escribir Sonetos de lo diario, publicados por Juan José Arreola en “Cuadernos del Unicornio” en 1958. Pero en realidad mi primera incursión en el mundo castellano tuvo lugar cuando era yo muy peque: “Nano Papo quiee cuca pan quiquía”, que mi madre interpretaba fielmente: “Nano Papo” era: “Fernando del Paso”, “quiee cuca pan quiquía” quería decir “quiere azúcar pan y mantequilla”. Algunas tías malhumoradas, pronosticaron que yo no iba a dar pie con bola con el lenguaje. Se equivocaron de palmo a palmo. Poco después, al parecer insatisfecho con el eufemismo familiar que se le asignaba a los glúteos, los llamé “las guinguingas” y pronto este neologismo fue adoptado por toda la familia. La publicación de los Sonetos me sirvió para conocer a Arreola y a Juan Rulfo, quien sabía todo lo que había que saber sobre novela mexicana, española, rusa, inglesa, italiana, alemana, y, en fin, sobre novela mundial. Comencé entonces a escribir José Trigo, un libro reflejo de mi obsesión por el lenguaje, mi
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fascinación por la mitología náhuatl y que obedecía a tantos otros propósitos, que lo transformaron casi en un despropósito. Pero ahí está, tan campante, a sus 50 años de edad: fue publicado en 1966. Seguí después con Palinuro de México, una especie de autobiografía inventada, una recreación literaria de mi vida como niño y adolescente, conjugada en varios tiempos verbales: lo que fui, lo que yo creí que era, lo que no fui, lo que hubiera sido, lo que sería, etc. Y después vino Noticias del Imperio, la novela sobre los emperadores Maximiliano y Carlota en la que me propuse darle a la documentación el papel de la tortuga y a la imaginación el de Aquiles. Desde muy peque el melodrama de estos dos personajes, el saber que habíamos tenido en México un emperador austriaco de largas barbas rubias al que fusilamos en la ciudad de Querétaro y una emperatriz belga que vivió, loca, hasta 1927, cuando Lindbergh cruzó el Atlántico en avión, me había fascinado. Por supuesto, en cuanto ganó Aquiles la novela quedó terminada. He escrito también libros de poesía, libros para niños y dos obras de teatro. Una de ellas que he soñado que algún día se represente o se lleve a escena en este país: La muerte se va a Granada, sobre el asesinato de Federico García Lorca. Toda mi vida ha continuado la riña entre mi mano izquierda y mi mano derecha. Ninguna de las dos ha triunfado y esto ha significado para mí un conflicto muy profundo. Sin embargo mi mano derecha se ha impuesto, no sé si soy escritor, pero sé que no soy pintor, nunca he dejado de escribir para dibujar y siempre he dejado de dibujar para escribir. Sin embargo la lucha más prolongada que he sostenido en la vida ha sido contra mi propia salud. Desde que era muy peque y me operaron de algo que se llama “adenoides” hasta el momento actual, en que supero las secuelas, largas y dolorosas, de dos series de infartos al cerebro de carácter isquémico, he estado cuando menos quince veces en el quirófano: por una apendicitis, por dos hernias, dos tumores benignos, un desgarre en el corazón, un stent en la arteria femoral superficial de la pierna derecha, otro en la arteria coronaria izquierda, dos oclusiones intestinales y entre otras cosas dos operaciones de las que llaman “a corazón abierto”. Además de recurrentes ataques de gota y una fractura del tobillo derecho. Tan mal he estado en los últimos tiempos que cuando alguien me vio me dijo: “pero hombre, ¿así va usted a ir a España?” y yo le contesté: “yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”. ¿Dije antes que “todavía pienso que no quiero nacer”? ¡Pamplinas! Fue una bravuconada. La vida ha sido bastante cuata conmigo. Quise escribir y escribí. Nunca escribí para ganar premios, pero ya ven ustedes, aquí estoy. Quise casarme con Socorro y me casé con ella. Quisimos tener hijos y tuvimos hijos. Quisimos tener nietos y tuvimos nietos. Y desde hace unos dos años tenemos una bisnieta: Cora Kate McDougal del Paso. Espero que algún día sus padres le recuerden que su bisabuelo le deseó que ella agradezca haber venido al mundo a compartir la vida con todos nosotros, aunque no sé en que lengua lo hará, puesto que nació en la tierra de James Joyce, Irlanda, y parece destinada a vivir en ese país. También desde aquí le mando mil besos a nuestra otra casi bisnieta, Ximena, a quien le digo casi bisnieta porque es la nieta de un casi nuestro hijo, Arturo. Hay más, les voy a contar una historia. Seré breve, es la misma historia que conté en la Caja de las Letras: Hace mucho tiempo el joven poeta mexicano tabasqueño, José Carlos Becerra, obtuvo una beca Guggenheim y con ella se
fue a Londres con el propósito de comprar un automóvil con el cual recorrer toda Europa. Una madrugada, camino a Bríndisi, en Italia, no se sabe qué sucedió: tal vez se quedó dormido al volante, el caso es que se desbarrancó y se mató. Yo llegué también con mi beca Guggenheim a Londres pocos meses después y me alojé en la casa del mismo amigo mutuo, Alberto Díaz Lastra, en donde él se había alojado. Allí, José Carlos olvidó una camisa que yo heredé. Desde entonces, cada vez que yo sentía pereza de escribir, desánimo o escepticismo, me ponía la camisa y comenzaba a trabajar. Consideré que yo tenía un deber hacia aquellos artistas, hombres y mujeres, cuya muerte prematura les impidió decir lo que tenían que decir. Por eso esa camisa tiene tanta importancia en mi vida. Depositarla en la Caja de las Letras no significa que no vuelva yo a escribir: la magnificencia e importancia del Premio de Literatura Española Cervantes, me obliga moralmente a hacerlo y así lo haré: me pondré la camisa, así sea metafóricamente, una y otra vez, hasta que se acabe (no la camisa sino mi vida). Pero no vine aquí para contar mi vida y mis obras, ni para comentar mis penas. Tampoco a hablar de las guinguingas de nadie, ni siquiera de las de Don Quijote, aturdidas y compungidas como debieron estar, tras tantas tan tremendas tundas que le propina-
ron durante su azarosa profesión caballeril. Vine y estoy aquí hoy, 23 de abril de 2016, en el que se conmemora el aniversario número 400 de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, discurso en ristre y con los colores de España en el pecho, muy cerca del corazón, para agradecer: a sus majestades los Reyes de España Felipe VI y doña Letizia, por su muy generosa hospitalidad; por su hospitalidad también a la ciudad de Alcalá de Henares, a su Alcalde, y al Rector de esta Universidad; al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte así como al Instituto Cervantes; al jurado del Premio Cervantes por su decisión, riesgosa diría yo, en la medida en que juzgó como tal a mi literatura. Agradezco también a mis amigos y familiares presentes, a oíslo Socorro y a mis hijos: Fernando que descanse en paz, a Alejandro, Adriana y Paulina el gran apoyo que me han dado toda la vida. Socorro: perdóname si alguna vez te hice daño: te pido perdón en público. Asimismo y profundamente a la Providencia, a la casualidad o a la causalidad el haberme hecho súbdito de la lengua castellana, a mi país México y a mis padres por haberme dado este lenguaje y sobre todo, gracias a ti, España, mil gracias. Por cierto, también sueño en español. Vale. Fernando del Paso
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CREACIÓN
Poemas Emilio Martínez Frausto Recuerda Recuerda tus noches en la Ciudad de México, Cuando bajarte de improviso en metro Constituyentes era una opción, Recuerda cuando el mañana no era más que un invento del ayer, Recuerda las noches silenciosas cuando hablabas con el viento callejero y perseguías gatos huidizos, Recuerda todos esos fantasmas que te inventaste y recuerda aquel en el que finalmente te convertiste, Recuerda el leerle el tarot a las palomas y ese andar tembloroso y hambriento con que te adueñaste del cielo y del mundo, Recuerda el amor con que te congelabas de noche, Recuerda el ardor con que morías y renacías a cada latido certero, Recuerda el miedo y la embriaguez y tu capullo de silencio, roto en la noche tiesa, Recuerda el ir de reversa para de nuevo andar tus desandares, Recuerda lo incompleto que es el mundo y la incomprensión con que miras a ambos lados antes de cruzar la calle o de despertar con sueño, Y finalmente recuerda esta noche en que te bajaste de improviso en metro Constituyentes para perseguir gatos y en que escribiste estos versos con la vida entera al filo de la garganta y entre tus dedos
Desde hace un par de días vivo envuelto por el viento Desde hace un par de días me debato entre un cansancio mortecino y una alegría de infante. Ya no soy yo quien se desliza por los vértices, alentado por otros mundos caigo al abismo infinito, y al instante aterrizo sobre mis pies en el campo en que he nacido. Desde hace un par de días hace tanto frío que el calor me inunda, me asfixia con sus manos nefastas, ardo por dentro como un febril témpano de hielo y no hay quien pueda apagar este incendio. Desde hace un par de días olvido mi nombre al momento de pronunciarlo, como si de un conjuro siniestro se tratase, como si el mencionarlo fuese como anticipar el día de la bestia, y cuando estoy en calma me agitan los temblores del precipicio olvidado. El sol me acaricia al esperar lo incierto y lo indebido. Mientras abro los ojos no hay penumbras. He olvidado qué es lo que pasa cuando los cierro…
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El cine bicéfalo ENSAYO :: Los Coen estrenaron ¡Salve, César!, su decimoséptima película en 32 años de una carrera caracterizada por la fraternal colaboración entre Joel y Ethan a la hora de escribir, producir y dirigir sus obras. Maestros en comedia negra, los hermanos han abordado casi todos los géneros y creado inesperadas obras maestras. POR SYLVAIN PROVILLARD sprovillard@hotmail.com La gente del cine nos da permiso de jugar en un rincón del arenero y nos deja en paz. Estamos felices aquí. Los hermanos Coen
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os cabezas piensan mejor que una, sobre todo si éstas se entienden a la perfección, digamos, como hermanas. Los Coen no son pioneros en esto de la hermandad cinematográfica: los inventores del aparato que le da el nombre al séptimo arte eran también hermanos. Los gemelos Hughes (El libro de Eli) y Pang (El ojo), los Russo (Capitán América: civil war, ahora en cartelera), los Farrelly (Loco por Mary) y las hermanas -antes de su cambio de identidad sexual, hermanos- Wachowski (Matrix) son otras fratrías que trabajan a cuatro manos. En 1991, los Coen se llevaron la máxima recompensa en el Festival de Cannes con su obra Barton Fink, pero no son los únicos hermanos en haber logrado tal hazaña: también los italianos Taviani (Padre Padrone) y los belgas Dardenne (Rosetta y El niño) obtuvieron la Palma de Oro.
Hermanos en armas Si bien para muchos trabajar en familia no es cosa recomendada, algunos encuentran en el apoyo fraterno la manera de tener éxito. En el mundo del cine, esta asociación se entiende perfectamente a la hora de escribir un guión. Tomando como premisa que ambos guionistas son talentosos y complementarios, la gran ventaja de trabajar en dúo reside en el hecho de lograr una retroalimentación permanente al momento de la escritura: cada quien se nutre de las ideas del otro y se puede dar sin problema la bien llamada corrección fraterna, o sea, corregir sin herir los defectos de cada quien. Mi experiencia personal en escritura de guiones corrobora esta teoría de manera contundente: junto con mi amigo Arash, escribimos un cortometraje y un largometraje en menos de cuatro meses. Poco tiempo después empezamos otro, pero mi compañero de escritura se tuvo que mudar a Vancouver en 2008 y perdimos el contacto… escribiendo sólo no he podido terminar el guión en ocho años: un rotundo fracaso. ¿Pero ¿cómo funciona esta relación bicípite a la hora de dirigir? En tanto el oficio del realizador es demandante (se comporta como un director de orquesta que tiene que revisar cada detalle minuciosamente), trabajar en pareja permite un mayor control y una presencia más significativa al momento del rodaje. Al igual que los hermanos Dardenne, quienes se definen a ellos mismos como una persona con cuatro ojos, Joel se puede concentrar en la fotografía y la parte técnica,
Fotografía de los hermanos Coen. A la derecha, cartel de su primera película, Blood simple. Abajo, los protagonistas de su clásica: El gran Lebowski.
mientras que Ethan se enfoca en dirigir a los actores, o viceversa.
¿Tributo o sátira? La inmensa mayoría de las obras de los Coen están admirablemente escritas: la estructura del guion, la relevancia y contundencia de sus diálogos les permiten crear inolvidables papeles que escasos actores suelen rechazar. Por lo tanto, los hermanos son de los pocos directores que pueden darse el lujo de rodar una película con Josh Brolin, George Clooney, Channing Tatum, Ralph Fiennes, Jonah Hill, Tilda Swinton, Frances McDormand (la esposa de Joel) y Scarlett Johansson por la irrisoria cantidad de 22 millones de dólares. Tal es el impresionante elenco de ¡Salve, César!, un satírico homenaje al cine clásico hollywoodense. Regresando a la comedia después de un western (Temple de acero) y dos excelentes películas mucho más sobrias (Un hombre serio y Inside Llewyn Davies), los Coen cuentan la historia de un productor con un dilema laboral y moral: seguir en este mundo de locos que es el cine o irse a trabajar a una aerolínea y tener un oficio “digno”. Los Coen aprovechan su desenfrenada rutina para recrear sublimes escenas de la época de oro del cine hollywoodense. Scarlett Johansson es la encarnación de la nadadora y actriz Esther Williams, la sirena de un millón de dólar del difunto género del Aquacade, el ballet acuático; George Clooney es un actor híbrido entre Charlton Heston y Clark Gable que interpreta a un centurión romano en una película extrañamente parecida a Ben-Hur; Channing Tatum se transforma en un Gene Kelly marinero en una memorable escena de canto y baile, y Alden Ehrenreich es un cowboy que sabe andar en caballo y cantar pero no sabe
nada de actuación. Los grandes estudios son retratados como si fueran líneas de producción en las fábricas de automóviles y que lograban, muchas veces por suerte, producir arte.
¿Un estilo Coen? Si bien ¡Salve, César! es una comedia altamente divertida y falsamente ligera, no logra entrar en el club de las obras maestras de los hermanos, conformadas por el humor ácido de Fargo, los personajes desenfrenados de El gran Lebowski, la inmoralidad de Sin lugar para los débiles y la frialdad de Barton Fink. Esta subjetiva lista incluye películas que fueron fracasos comerciales pero éxitos críticos (Barton Fink), obras ignoradas por la crítica y que se volvieron de culto (El gran Lebowski) y otras unánimemente aplaudidas por público y críticos, como Fargo y Sin lugar para los débiles, que incluso lograron llevarse algunos Premios de la Academia. Aunque cambian, redefinen y mezclan los géneros, sus obras tienen rasgos en común que las hacen reconocibles entre mil. Sus personajes excéntricos, interpretados por perfectos elencos y llevados por ingeniosos diálogos, se desarrollan generalmente en un mundo surrealista, quizá porque los Coen saben demasiado de cine y no suficiente de la vida real, como dijo el crítico Emanuel Levy. Joel y Ethan Coen entienden perfectamente cómo opera la magia en el cine y decidieron, afortunadamente para nosotros, nunca renunciar a ella. Para los que tienen ganas de descubrir más en profundidad el cine de los Coen, he aquí cinco joyas desconocidas de su filmografía: 1. Blood simple (Sangre fácil) Después de tardar un año en juntar el millón de dólares y medio necesarios para su producción, los Coen rodaron en 1982 esta obra con todos los ingredientes del cine negro: amor, engaño, venganza, un detective privado y un asesinato, pero con un estilo hecho de violencia explícita y un humor absurdo y corrosivo, que se volverá la patente cinematográfica de los Coen. Algunos (¿atrevidos?) críticos llamaron Sangre fácil la mejor opera prima desde Ciudadano Kane.
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 7 DE MAYO DE 2016
Fotograma de Miller’s crossing.
2. Miller’s crossing (Muerte entre las flores) Ethan y Joel empezaron a escribir el guion de esta película de gánsteres ambientada durante la ley seca de los años 30, sin embargo, sufrieron del bloqueo del escritor (el cual aprovecharon para escribir Barton Fink en tres semanas). Valió la pena esperar que regresara la inspiración, ya que Muerte entre las flores es de las joyas coenescas que pasaron desapercibidas al momento de su estreno. Los actores son extraordinarios, entre ellos John Turturro, genio de los papeles secundarios. 3. El hombre que nunca estuvo California, 1949. Un barbero inexpresivo y melancólico, casado con una mujer alcohólica, se deja convencer de invertir en un nuevo negocio, al mismo tiempo que le nacen sospechas de que su mujer le es infiel. El plan que elabora para conseguir el dinero y vengarse de su esposa no resulta. Esta cinta en blanco y negro ofrece a Billy Bob Thornton uno de sus mejores papeles y a Scarlett Johansson uno de sus primeros personajes relevantes. 4. Un hombre serio La primera vez que vi Un hombre serio no me gustó, seguramente porque no incluye la locura y las carcajadas de sus comedias ni la oscuridad de sus dramas y films noirs. Sin embargo, después de una segunda visión de esta película inspirada en la juventud de los directores sobre un profesor judío viviendo en Minneapolis en los años 60, descubrí una cinta perturbadora y extraña, que esconde sus preguntas existenciales sobre la fe, la familia y la mortalidad detrás de un desesperado humor negro. 5. Inside Llewyn Davis: balada de un hombre común ¿Qué habría sido de Bob Dylan si nunca hubiera llegado a la fama? En este folk movie metafísico sobre las tribulaciones de un cantante fracasado, los Coen ofrecen un nuevo retrato conmovedor de un perdedor absoluto, patéticamente bello en su idealismo. Es una obra de digestión lenta, cuya profundidad sutilmente escondida se revela y crece descontroladamente en la mente de los que acompañaron a Llewyn Davis en su viaje sin destino.
Inside Llewyn Davis: balada de un hombre común
Hambre A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
H
ambre f. (lat. fames). Necesidad de comer: Ugolino murió de hambre en su prisión. (Sinón. Necesidad, apetencia, bulimia, gazuza.) // Escasez: el hambre calagurritana. // Deseo ardiente: hambre y sed de justicia. // Hambre canina, polifagia. Fig. Gana de comer extraordinaria. Fig. Deseo violentísimo. // Fig. Matar el hambre, saciarla. // Huelga de hambre, v. Huelga // Más listo que el hambre, dícese de la persona que es muy aguda y avispada. // Hambre calagurritana, la muy violenta. // -Prov. A buen hambre no hay pan duro, cuando aprieta la necesidad no repara en ninguna delicadeza. (Diccionario Larousse, 1972). Escuché a Iggy Pop responder acerca de su aspecto físico. A su más de 60 años de edad lucía como casi siempre: con el dorso desnudo, descalzo, flaco, correoso, bizarro y despreocupado, como un lobo alfa sin afán de serlo; sosegado, satisfecho. Paradójicamente, hablaba de sus ganas de fornicar con su joven novia latinoamericana. Sucedió en televisión. La entrevista transitaba vacilante, nerviosa, aparentemente frívola, de parte del o la operante del micrófono quien, al no dar con bola, mejor optó por referirse a la apariencia del roquero. Entonces fue que el cantante estadounidense James Newell Osterberg, Jr., dijo algo que no fue exactamente así, aunque que puedo ventilarlo, sin reparo, de la siguiente manera: No es lo que aparento. No me quité la camisa para que me hicieras la entrevista. Así me gusta ser. Así me gusta estar… soy delgado… ando en huesos… un pellejo a flor de piel. Así éramos yo y los chicos. No nos importaba comer, lo que se nos antojaba era vivir sin perder el tiempo en esas cosas, éramos etéreos, incendiarios ¿comprendes? Algunos de ellos se alejaron de ese propósito, y los que están vivos ahora cargan sus propios kilos a cuestas. Debo confesar que nunca me han cautivado ni él ni sus composiciones, aunque esa declaración de punketo bien habido me pareció netamente fascinante. Me dieron ganas de vivir con apetito, y me dio por pensar acerca de que
el hambre no es, necesariamente, una condición de fatalidad, sino un estatus de avidez existencial. Sí, ya sé que suena frívolo, lo sé: existe gente pobre que la pasa muy mal y que muere de inanición, pero no es por hambre. De hecho, en ocasiones se observa más vitalidad en niños de escasos recursos, que juegan al aire libre, que en un niño rico abotagado y encerrado en los excesos de su feudo. Me doy cuenta que esta comparación entre hambre, inanición, deseo o necesidad puede ser un asunto de terminología, interpretación o semántica –sepa Dios–. Por eso aludo a la inteligencia del lector o la lectora (te pido que reconozcas la diferencia más allá de la sazón de esta sopa de letras). Y aunque también debo admitir que hoy en día soy un tragón profesional, también sé lo que es no probar bocado durante veinte días y sus noches. He practicado el ayuno. Mi experiencia fue a través de ejercicios espirituales, de salud o políticos. Todos estos ensayos me enseñaron a reconocer las capacidades metabólicas de lo humano o la disposición de prescindir, al menos por un rato, del bocado. A final de cuentas, esas traspasadas no me dieron la experiencia plena del hambre. Y es que un ayuno, sólo te implica tres días de cierta mortificación; después, tus reservas energéticas se encargan de alimentarte desde adentro. El hambre desaparece inevitablemente. De hecho nunca mueres de hambre, aunque podrías vivir con ella. …así es que aún no me siento satisfecho: Quiero quedarme con hambre // sentir galopar mi sangre // dejar espacio al deseo / / llegar más vivo al encuentro. Quiero entregarme en incendios // no reparar en desgastes // luego escapar con donaire // en el vuelo de mi anhelo //que mi alma llegue hasta el cielo // no quede tendida en fiambres.
LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Sinónimos de hambre: apetencia, ganas,
avidez, apetito, ansia, deseo, anhelo, afán.