Letras

Page 1

[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 28 DE ENERO DE 2017 |

Carlos Fuentes revisitado Una parábola de sacrificio y muerte

Me haces falta CREACIÓN POR LUNA | PAG. 4

La loca y el relato del crimen CREACIÓN POR RICARDO PIGLIA | PAG. 5

Kasparov al habla AJEDREZ POR MANUEL MICHELONE | PAG. 7

POR ROBERTO SÁNCHEZ BENÍTEZ | PAG. 2

Leonardo cocinero RETRATO POR JUAN GELMAN | PAG. 8


2 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

Fuentes revisitado Una parábola de sacrificio y muerte POR ROBERTO SÁNCHEZ BENÍTEZ

D

ebo la oportunidad de escribir este texto a nuestro querido amigo, escritor y traductor, Jorge Bustamante, colaborador de este espacio cultural. En efecto, el 3 de septiembre del año pasado escribió el artículo “La novela póstuma de Carlos Fuentes. El derecho a imaginar y otros desfiguros”, el cual leímos juntos en un café en los portales morelianos. Nadie como él para conducirnos, como Virgilio, por las tormentas del pueblo colombiano y hacer atinadas observaciones al trabajo novelístico de marras. Quedamos en que, a la menor oportunidad, me sumaría al comentario de la novela, con la idea de invitar a otros lectores a lo mismo, dentro de los cuales está el convalecido Raúl Mejía que todavía no entiende que no se puede leer arriba de una bicicleta, a pesar de lo que haya dicho su querido Gabriel Zaid en alguna ocasión. A reserva de que este comentario pueda ir más allá y constituirse en un artículo para un libro eventual que Jorge tiene en mente, va lo que sigue. En sus recientemente publicados Cuadernos negros (2014), el filósofo alemán Martin Heidegger señala –años 30 del siglo pasado–, que si algo malo tenía la que es considerada su obra filosófica fundamental, Ser y tiempo (1927), era el no haberle deparado, hasta entonces, un opositor que valiera la pena; alguien que en verdad estuviera a su altura como adversario intelectual (lo de Karl Jaspers no le pareció suficiente). Es muy pronto para sostener algo parecido con relación a la novela póstuma de Carlos Fuentes, Aquiles o El guerrillero y el asesino (2016), pero es sin duda un elemento que el futuro habrá de aquilatar. Tal vez se la pueda enjuiciar de no ser lo suficientemente justa con los hechos que toma en cuenta, de no haber cuidado adecuadamente la trama que los hila, incluso de equivocarse con los datos y, lo que es el colmo, de no ser colombiano para referirse, así sea ficcionalmente, a un suceso tan importante para ese país, pero ¿quién puede enjuiciar a una novela desde la “aparente realidad”, cuando ella misma es un constructo que se edifica desde la acción y la pasión, el sueño, la utopía y, claro, las herencias culturales e históricas de los pueblos que nos habitan? ¿Éste es el mejor juicio que se puede hacer sobre una novela que toma a la realidad, en su contexto y pre-texto para la elaboración de una ficción que debe no sólo encontrar alguna verdad, sino explicar(nos) a su manera, desde la perspectiva del autor y bajo los alcances de su deseo y con la ambición de “repoblarla”, de hacerla nuestra a pesar del holocausto en el que se hunde, de quitársela a la historia prostituida para Proustitularla? O, para extender esta consideración, ¿una obra como Noticia de un secuestro de García Márquez es una de sus mejores novelas porque es casi una crónica de hechos reales, y en esto superior a

El escritor mexicano Carlos Fuentes.

Cien años de soledad, o no es, en definitiva, una obra de ficción y sí un extraordinario documento periodístico? ¿No estaríamos en todo caso, ante el género literario cuya alborada fue marcada por Truman Capote y su In cold blood (1966), obra que tanto leyeron los escritores del boom? Pero no pueden dejar de reconocerse las dificultades que el mismo Fuentes tuvo que enfrentar. Después de todo, la novela ha quedado inconclusa, y es uno de los críticos más afamados de nuestro continente, Julio Ortega, a quien se le encomienda tratar de cubrir las “costuras”, eliminar las repeticiones, no logradas del todo, por cierto; controlar el desorden aparente de la creación en sus momentos de diseño, disponer los contenidos y materiales informativos en el orden que el autor previó sobre la base de esquemas,

No pueden dejar de reconocerse las dificultades que el mismo Fuentes tuvo que enfrentar. Después de todo, la novela ha quedado inconclusa

borradores y modelos, tantas veces reiniciada y abandonada (uno de los esquemas finales es de 1994), así como tomar en cuenta consideraciones abstractas que tienen que ver tanto con Virginia Woolf como con Faulkner y hasta el físico Heisenberg y su principio de indeterminación. A fin de cuentas, la creación de la novela, como su tema, no dejarán de ser un reto a la inteligencia, como bien señala Ortega, algo parecido al que enfrentó Dante cuando quiso poner en orden su representación del infierno (¿cómo le haces para darle sentido a la tragedia latinoamericana; cómo le haces para pensar lo impensable de nuestras realidades, lo que escapa a cualquier comprensión y necesita ser, sin embargo, comprendido?) Se trata nuevamente de la búsqueda de la realidad por el lenguaje y de su formulación comunicativa. De hecho, Fuentes ensaya, en la novela, diferentes tipos de fuentes informativas, desde las periodísticas hasta los testimoniales de quienes conocieron a su personaje-héroe. Recuperación de la memoria, del habla que recuerda y transporta el sentimiento, la amistad, la consideración filial y leal de la amistad y el compromiso en la causa en la que se vio envuelto y casi, como siguiendo la pauta cervantina en la


LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 3

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

que los personajes se saben leídos y relatados, el efecto que tenía la novela antes de ser publicada en quienes sabían que la estaba escribiendo y que se encuentran involucrados en su historia. Novela que busca en el lenguaje la comprensión de lo sucedido, y no tanto su reconstrucción puntillosa, así como la Ley debería garantizar la justicia como forma de convivencia ordenada. Es por ello que la novela pareciera tener la misma fidelidad a los hechos que tiene cualquier recuerdo que tengamos y que incluso pueda estar hecha del mismo material de los sueños, y si no, preguntémosle a José Revueltas. Una forma de evaluar una novela como ésta consiste en seguir elementos del propio canon que Fuentes buscó elaborar en su obra crítica y ensayística. Uno de ellos, es el reconocimiento de que cada obra le planteaba exigencias distintas, retos diferentes, que con cada una se comprometía a no repetirse y a buscar y conquistar nuevos territorios para la imaginación. Algo parecido a realizar un análisis de literatura comparada pero en relación a sus obras, con el propósito de conocer dichas dificultades y comprender así el resultado final. Como sostiene Julio Ortega, y ha sido comentado por otros especialistas, la novela dedicada al guerrillero colombiano fue una de las que más tiempo le llevó estructurar, encontrar el modo, y sobre la que pensó largamente, posponiéndola en varias ocasiones. Fuentes sabía que cada obra suya iba a ser acogida de diversas maneras y que cada una iba a generar sus lectores, sus tribus (de hecho existe una disparidad enorme entre los lectores, la crítica, y él mismo, al considerar cuál es su obra fundamental). Ortega no se equivoca, al señalar en el prólogo, esta característica de las obra de Fuentes que en mucho lo acerca al barroco de Velázquez, el Greco o Zurbarán, en el sentido de que no todo es inmediatamente claro en ellas, “teatro de iluminaciones y sombras, de formas interpuestas y canjeadas” (11) 1 . Otro elemento será el temporal, clave para la comprensión de su obra, y que tiene que ver con la forma en que la fue creando y publicando, y bajo cuyo signo incluso deseó proyectarla hacia el futuro, con los libros que se quedaron en el tintero y que, aún así —otro dejo fantástico de la literatura—, se vinculan a la actual y vigorosa literatura hispanoamericana (que arroje la primera piedra el escritor que no le deba algo). Esto nos remite inmediatamente a intentar comprender a un autor en su conjunto ya que, como su adorado Balzac, Fuentes se veía dentro de un proyecto de reinvención imaginaria de una América desecha por los nacionalismos aislacionistas, los individualismos y las barbaries dictatoriales que han estrujado las posibilidades humanas de sus sociedades (todavía en esta novela insistirá en ello como parte de su educación literaria). Imposible desligarlo de este cometido refundacional en el que la historia es devuelta a su sentido trágico, y bajada de su pedestal para quedar a la altura de sus transformaciones. En Aquiles, Fuentes vuelve la mirada hacia un suceso en el que se ha confrontado un sueño de democracia y bienestar social con la terrible realidad de la guerrilla y la narcoviolencia. El episodio es el asesinato del líder guerrillero Carlos Pizarro a manos de un sicario (cuya voluntad era comprarle un refrigerador a su madre con el dinero que obtuviera, y que acabará también aniquilado por los supuestos gua-

Fuentes se veía dentro de un proyecto de reinvención imaginaria de una América desecha por los nacionalismos aislacionistas, los individualismos y las barbaries dictatoriales ruras que custodiaban a aquél), cuando había depuesto las armas y se perfilaba como un candidato a la presidencia de Colombia. Vuelve la mirada pues hacia Latinoamérica y su presente, hacia la ruptura de los sueños y la utopía, hacia el poder que se encarga de doblegar cualquier simiente de libertad a través de las más injustas realidades. Exorcismo de fantasmas nacionales, y claro, como señala Ortega, búsqueda de un “espacio común”, de un “territorio hospitalario”. Aquiles forma parte de ese agrupamiento que el propio Fuentes dispuso para sus obras, al lado de Diana o La cazadora solitaria (1994) y de Prometeo o el precio de la libertad, que ya no pudo escribir. Novelas que efectivamente tendrán algo de crónica, de trabajo periodístico de “algo” que le tocó vivir contemporáneamente de cerca. Lo que resulta inquietante es que a partir del “dramático episodio violento”, Fuentes se planteó exigencias que tienen que ver con una reflexión profunda sobre la naturaleza del tiempo histórico y las formas que el lenguaje tiene para representarlo o constituirlo a medida que los acontecimientos fueron aflorando en su pesquisa documental, y en la forma en que se fueron integrando en un relato donde el escritor encuentra un eco de su biografía y convicciones, a la vez que el lector sopesa equilibradamente cada una de sus reacciones sobre el libro. Tiempo del escritor, de los sucesos a medida que se integran en la trama, y del lector que va a su encuentro. Asimetrías temporales no fácilmente de conjugar y menos prever. La novela (aceptemos esta división genérica de los relatos en una época donde lo “transgénero” es dominante; Ortega ha-

bla de “crono-novela”, cuyo representante más destacado en la actualidad es el español Javier Cercas) comienza con la presencia de un yo en el momento del asesinato de Pizarro en el avión que lo lleva paradójicamente no al destino que ha elegido, sino al que le tienen deparado las fuerzas oscuras que obran en contra suya, sin que lo sepa, pura tragedia pues. Primera persona del relato que nos vuelve de inmediato testigos de algo que no fuimos, gracias al trabajo de la ficción que, como la esfera pascaliana, nos permite estar en todos los lugares y en ninguno, así como Homero nunca estuvo en los sucesos que relata, y que sin embargo vuelve a vivir con cada lector. Con ello abre la novela: “Hay hombres a los que recuerdas aunque nunca los hayas visto” (31). El que se sienta a su lado es quien intuye su máximo peligro, que es “la necesidad de proteger lo íntimo mediante una coraza de voluntad guerrera” (32), y es el ardid técnico que Fuentes elije como inicio de la figuración de la historia. Pero lo que llama más la atención de ese personaje que, en su momento, comenzó a emerger en la imaginación del escritor, a partir de las fuentes documentales, pero más allá de ellas, y que ahora se va constituyendo en el lector, son sus ojos melancólicos: “Mirada más lejana, amorosa, tierna, risueña, hundida en cuencas tan sombreadas, románticas, como las de un poeta del siglo diecinueve que jamás hubiese pensado en suicidarse, hasta hacerlo” (33). La empatía con el personaje continúa acrecentándose hasta el grado de que quien le acompaña en el vuelo siente el riesgo en el que se encuentra, rodeado paradójicamente de guaruras, en situación de fragilidad extrema. “No te detengas. Sigue”. “Eres algo necesario para todos”, sigue diciendo la voz narrativa. El personaje histórico encarna una voluntad colectiva, una ambición, aunque poco conocida, poderosa, anhelante, y que no puede doblegarse ante una derrota circunstancial (al tema de la voluntad Fuentes dedicó dos novelas importantes: La voluntad y la fortuna (2008) y la también póstuma Federico en su balcón (2012), don-


4 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

Fuentes es uno de los escritores que más agudamente se asomó a los laberintos y abismos de las relaciones entre el poder, la violencia, el terrorismo de estado, el aparato burocrático represor de pone a prueba su lectura de Nietzsche, uno de cuyos temas centrales, además del eterno retorno de lo mismo, es la voluntad de poder). A fin de cuentas es lo que acabará defendiendo esa voz en primera persona (yo que es tú, el escritor y el lector) testigo del asesinato, a saber, el derecho a recuperarlo para el tiempo por medio de la emoción más que por la “veracidad biográfica” — como leemos en el segundo párrafo del capítulo tercero—; por medio de una “invención simbólica a la que su vida y su muerte daban lugar en mi ánimo, por la imaginación que la distancia misma de las personas y los hechos me otorgaba” (49). El derecho que efectivamente asiste a todo escritor. A fin de cuentas, Pizarro, el guerrillero colombiano, acabará al lado de Emiliano Zapata, el subcomandante Marcos, el argentino Mariano Moreno o el chileno José Miguel Carrera: guerreros mortales, encarnación de una promesa que debe seguir siéndolo, la “figura de la colectividad individual”, el “puente entre el pueblo creativo y la creatividad artística” (51). Héroes que han enfrentado a la gran tiranía de nuestro tiempo: la Violencia, de la que también esta novela póstuma de Fuentes ofrece un relato, no sólo verosímil sino común a toda Latinoamérica: “(cuántas casas incendiadas, cuántas familias asesinadas hay detrás de cada ciudadano de este país, Cástor, ¿tú lo sabes, tú sabes contar, pendejito?)” (63). No habrá de sorprender entonces que una de las verdades que encontremos en la novela, a pesar de los hechos incompletos o “tergiversados” en los que se basa (¡cómo!, ¿la novela puede partir del equivoco y decir una verdad?), sostenga que la historia contemporánea que une a nuestros países sea algo más que la herencia compartida del origen, el idioma o la cultura, a saber, la Violencia. Fuentes es uno de los escritores que más agudamente, desde sus novelas iniciales, se asomó a los laberintos y abismos de las relaciones entre el poder, la violencia, el terrorismo de estado, el aparato burocrático represor, es decir, a la debacle en la que se han encontrado las sociedades latinoamericanas, y porque era ciudadano de los mundos que pudiera habitar. “Nunca la parte se entendió sin el todo”, acostumbraba a escuchar de su querido mentor, Alfonso Reyes.

Nota

CREACIÓN

Me haces falta Luna Ha pasado ya un mes desde que te fuiste, lleno de lágrimas, de risas y pensamientos, Un mes de sombras solitarias y de absurdas canciones escuchadas mientras cae la noche, un mes entero contando los días y las horas, Un mes en el que me he preparado interminables tazas de té llenas de mensajes que quisiera decirte,

que quisiera mandarte.

Pasó un día y otro y otro, y así más días hasta llegar a este mes sin ti, Un mes en el que mis desvelos se han hecho irremediables y en los que soñarte parece ahora más una realidad en la que tú tampoco te encuentras, en el que nunca exististe. Un mes completo escuchando los largos muy largos sermones de mi madre repitiéndome a cada segundo lo infeliz que es mi vida y lo perturbado que puede parecer mi ser, Inquietante y pálido ser, Un mes de peleas entre mis hermanos por el sofá frente al televisor y un mes más de una pareja de novios que vaga por el mundo demostrando un amor que quizá dentro del próximo mes acabe , en el momento justo en el que una nueva pareja se jura amor eterno. Lo cierto es que, no quisiera decírtelo pero sé que te enterarás, Que mi vida se ha tornado en treinta y un días sin tus besos, Sin la cansada voz que me decía te quiero, Que treinta y un días son demasiado, pero es más larga la mentira que mantuviste prometiendo falsos besos de amor, caricias de rencor y miradas de pasión. Ha pasado un mes más en los que mis suspiros son más profundos de lo que fueron aquellos al terminar la entrega de nuestros pensamientos, un mes más en los que el gris de los atardeceres se hace presente mientras camino taciturna hacia mi esperanza vacía y seca como la rosa que me diste la última vez que me quisiste, Un mes más sin lo suave de tus dedos acariciándome la espalda. Se nos ha ido un mes completo de besos que pudieron ser, de te amos que nunca serán

Todas las referencias corresponden a la edición del FCE y Alfaguara, México, 2016. 1

y de momentos que no pasaran: Un mes sin ti.


LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 5

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

CREACIÓN

La loca y el relato del crimen Ricardo Piglia I

G

ordo, difuso, melancólico, el traje de filafil verde nilo flotándole en el cuerpo, Almada salió ensayando un aire de secreta euforia para tratar de borrar su abatimiento. Las calles se aquietaban ya; oscuras y lustrosas bajaban con un suave declive y lo hacían avanzar plácidamente, sosteniendo el ala del sombrero cuando el viento del río le tocaba la cara. En ese momento las coperas entraban en el primer turno. A cualquier hora hay hombres buscando una mujer, andan por la ciudad bajo el sol pálido, cruzan furtivamente hacia los dancings que en el atardecer dejan caer sobre la ciudad una música dulce. Almada se sentía perdido, lleno de miedo y de desprecio. Con el desaliento regresaba el recuerdo de Larry: el cuerpo distante de la mujer, blando sobre la banqueta de cuero, las rodillas abiertas, el pelo rojo contra las lámparas celestes del New Deal. Verla de lejos, a pleno día, la piel gastada, las ojeras, vacilando contra la luz malva que bajaba del cielo: altiva, borracha, indiferente, como si él fuera una planta o un bicho. “Poder humillarla una vez”, pensó. “Quebrarla en dos para hacerla gemir y entregarse.” En la esquina, el local del New Deal era una mancha ocre, corroída, más pervertida aun bajo la neblina de las seis de la tarde. Parado enfrente, retacón, ensimismado, Almada encendió un cigarrillo y levantó la cara como buscando en el aire el perfume maligno de Larry. Se sentía fuerte ahora, capaz de todo, capaz de entrar al cabaret y sacarla de un brazo y cachetearla hasta que obedeciera. “Años que quiero levantar vuelo”, pensó de pronto. “Ponerme por mi cuenta en Panamá, Quito, Ecuador.” En un costado, tendida en un zaguán, vio el bulto sucio de una mujer que dormía envuelta en trapos. Almada la empujó con un pie. —Che, vos —dijo. La mujer se sentó tanteando el aire y levantó la cara como enceguecida. —¿Cómo te llamás? —dijo él. —¿Quién? —Vos. ¿O no me oís? —Echevarne Angélica Inés —dijo ella, rígida—. Echevarne Angélica Inés, que me dicen Anahí. —¿Y qué hacés acá? —Nada —dijo ella—. ¿Me das plata? —Ahá, ¿querés plata? —La mujer se apretaba contra el cuerpo un viejo sobretodo de varón que la envolvía como una túnica. —Bueno —dijo él—. Si te arrodillás y me besás los pies te doy mil pesos. —¿Eh? —¿Ves? Mirá —dijo Almada agitando el billete entre sus deditos mochos—. Te arrodillás y te lo doy. —Yo soy ella, soy Anahí. La pecadora, la gitana. —¿Escuchaste? —dijo Almada—. ¿O estás borracha? —La macarena, ay macarena, llena de tules — cantó la mujer y empezó a arrodillarse contra los trapos que le cubrían la piel hasta hundir su cara entre las piernas de Almada. Él la miró desde lo alto, majestuoso, un brillo húmedo en sus ojitos de gato. —Ahí tenés. Yo soy Almada —dijo y le alcanzó el billete—. Comprate perfume. —La pecadora. Reina y madre —dijo ella—. No hubo nunca en todo este país un hombre más her-

moso que Juan Bautista Bairoletto, el jinete. Por el tragaluz del dancing se oía sonar un piano débilmente, indeciso. Almada cerró las manos en los bolsillos y enfiló hacia la música, hacia los cortinados color sangre de la entrada. —La macarena, ay macarena —cantaba la loca— . Llena de tules y sedas, la macarena, ay, llena de tules —cantó la loca. Antúnez entró en el pasillo amarillento de la pensión de Viamonte y Reconquista, sosegado, manso ya, agradecido a esa sutil combinación de los hechos de la vida que él llamaba su destino. Hacía una semana que vivía con Larry. Antes se encontraban cada vez que él se demoraba en el New Deal sin elegir o querer admitir que iba por ella; después, en la cama, los dos se usaban con frialdad y eficacia, lentos, perversamente. Antúnez se despertaba pasado el mediodía y bajaba a la calle, olvidado ya del resplandor agrio de la luz en las persianas entornadas. Hasta que al fin una mañana, sin nada que lo hiciera prever, ella se paró desnuda en medio del cuarto y como si hablara sola le pidió que no se fuera. Antúnez se largó a reír: “¿Para qué?”, dijo. “¿Quedarme?”, dijo él, un hombre pesado, envejecido. “¿Para qué?”, le había dicho, pero ya estaba decidido, porque en ese momento empezaba a ser consciente de su inexorable decadencia, de los signos de ese fracaso que él había elegido llamar su destino. Entonces se dejó estar en esa pieza, sin nada que hacer salvo asomarse al balconcito de fierro para mirar la bajada de Viamonte y verla venir, lerda, envuelta en la neblina del amanecer.

Se acostumbró al modo que tenía ella de entrar trayendo el cansancio de los hombres que le habían pagado copas y arrimarse, como encandilada, para dejar la plata sobre la mesa de luz. Se acostumbró también al pacto, a la secreta y querida decisión de no hablar del dinero, como si los dos supieran que la mujer pagaba de esa forma el modo que tenía él de protegerla de los miedos que de golpe le daban de morirse o de volverse loca. “Nos queda poco de juego, a ella y a mí”, pensó llegando al recodo del pasillo, y en ese momento, antes de abrir la puerta de la pieza supo que la mujer se le había ido y que todo empezaba a perderse. Lo que no pudo imaginar fue que del otro lado encontraría la desdicha y la lástima, los signos de la muerte en los cajones abiertos y los muebles vacíos, en los frascos, perfumes y polvos de Larry tirados por el suelo; la despedida o el adiós escrito con rouge en el espejo del ropero, como un anuncio que hubiera querido dejarle la mujer antes de irse. Vino él vino Almada vino a llevarme sabe todo lo nuestro vino al cabaret y es como un bicho una basura oh dios mío andate por favor te lo pido salvate vos Juan vino a buscarme esta tarde es una rata olvidame te lo pido olvidame como si nunca hubiera estado en tu vida yo Larry por lo que más quieras no me busques porque él te va a matar. Antúnez leyó las letras temblorosas, dibujadas como una red en su cara reflejada en la luna del espejo.

II A Emilio Renzi le interesaba la lingüística pero se ganaba la vida haciendo bibliográficas en el diario El Mundo: haber pasado cinco años en la Facultad especializándose en la fonología de Trubetzkoi y terminar escribiendo reseñas de media página sobre el desolado panorama literario nacional era sin duda la causa de su melancolía, de ese aspecto concentrado y un poco metafísico que lo acercaba a los personajes de Roberto Arlt. El tipo que hacía policiales estaba enfermo la tarde en que la noticia del asesinato de Larry llegó al diario. El viejo Luna decidió mandar a Renzi a cubrir la información porque pensó que obligarlo a mezclarse en esa historia de putas baratas y cafishios le iba a hacer bien. Habían encontrado a la mujer cosida a puñaladas a la vuelta del New Deal; el único testigo del crimen era una pordiosera medio loca que decía llamarse Angélica Echevarne. Cuando la encontraron acunaba el cadáver como si fuera una muñeca y repetía una historia incomprensible. La policía detuvo esa misma mañana a Juan Antúnez, el tipo que vivía con la copera, y el asunto parecía resuelto. —Tratá de ver si podés inventar algo que sirva


6 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

—le dijo el viejo Luna—. Andate hasta el Departamento que a las seis dejan entrar al periodismo. En el Departamento de policía Renzi encontró a un solo periodista, un tal Rinaldi, que hacía crímenes en el diario La prensa. El tipo era alto y tenía la piel esponjosa, como si recién hubiera salido del agua. Los hicieron pasar a una salita pintada de celeste que parecía un cine: cuatro lámparas alumbraban con una luz violenta una especie de escenario de madera. Por allí sacaron a un hombre altivo que se tapaba la cara con las manos esposadas: enseguida el lugar se llenó de fotógrafos que le tomaron instantáneas desde todos los ángulos. El tipo parecía flotar en una niebla y cuando bajó las manos miró a Renzi con ojos suaves. —Yo no he sido —dijo—. Ha sido el gordo Almada, pero a ése lo protegen de arriba. Incómodo, Renzi sintió que el hombre le hablaba sólo a él y le exigía ayuda.

—Seguro fue éste —dijo Rinaldi cuando se lo llevaron—. Soy capaz de olfatear un criminal a cien metros: todos tienen la misma cara de gato meado, todos dicen que no fueron y hablan como si estuvieran soñando. —Me pareció que decía la verdad. —Siempre parecen decir la verdad. Ahí está la loca. La vieja entró mirando la luz y se movió por la tarima con un leve balanceo, como si caminara atada. En cuanto empezó a oírla. Renzi encendió su grabador. —Yo he visto todo he visto como si me viera el cuerpo todo por dentro los ganglios las entrañas el corazón que pertenece que perteneció y va a pertenecer a Juan Bautista Bairoletto el jinete por ese hombre le estoy diciendo váyase de aquí enemigo mala entraña o no ve que quiere sacarme la piel a lonjas y hacer visos encajes ropa de tul trenzando el pelo de la Anahí gitana la macarena, ay macarena una arrastrada sos no tenés alma y el brillo en esa mano un pedernal tomo ácido te juro si te acercás tomo ácido pecadora loca de envidia porque estoy limpia yo de todo mal soy una santa Echevarne Angélica Inés que me dicen Anahí tenía razón Hitler cuando dijo hay que matar a todos los entrerrianos soy bruja y soy gitana y soy la reina que teje un tul hay que tapar el brillo de esa mano un pedernal, el brillo que la hizo morir por qué te sacas el antifaz mascarita que me vio o no me vio y le habló de ese dinero Madre María Madre María en el zaguán Anahí fue gitana y fue reina y fue amiga de Evita Perón y dónde está el purgatorio si no estuviera en Lanús donde llevaron a la virgen con careta en esa máquina con un moño de tul para taparle la cara que la he tenido blanca por la inocencia.

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

—Parece una parodia de Macbeth —susurró, erudito, Rinaldi—. Se acuerda ¿no? El cuento contado por un loco que nada significa. —Por un idiota, no por un loco —rectificó Renzi—. Por un idiota. ¿Y quién le dijo que no significa nada? La mujer seguía hablando de cara a la luz. —Por qué me dicen traidora sabe por qué le voy a decir porque a mí me amaba el hombre más hermoso en esta tierra Juan Bautista Bairoletto jinete de poncho inflado en el aire es un globo un globo gordo que flota bajo la luz amarilla no te acerqués si te acercás te digo no me toqués con la espada porque en la luz es donde yo he visto todo he visto como si me viera el cuerpo todo por dentro los ganglios las entrañas el corazón que perteneció que pertenece y que va a pertenecer. —Vuelve a empezar —dijo Rinaldi. —Tal vez está tratando de hacerse entender. — ¿Quién?

Renzi se sentó frente a la máquina y puso un papel en blanco. Iba a redactar su renuncia; iba a escribir una carta al juez.

¿Esa? Pero no ve lo rayada que está —dijo mientras se levantaba de la butaca—. ¿Viene? —No. Me quedo. —Oiga viejo. ¿No se dio cuenta que repite siempre lo mismo desde que la encontraron? —Por eso —dijo Renzi controlando la cinta del grabador—. Por eso quiero escuchar: porque repite siempre lo mismo. Tres horas más tarde Emilio Renzi desplegaba sobre el sorprendido escritorio del viejo Luna una transcripción literal del monólogo de la loca, subrayado con lápices de distintos colores y cruzado de marcas y de números. —Tengo la prueba de que Antúnez no mató a la mujer. Fue otro, un tipo que él nombró, un tal Almada, el gordo Almada. —¿Qué me contás? —dijo Luna, sarcástico—. Así que Antúnez dice que fue Almada y vos le creés. —No. Es la loca que lo dice; la loca que hace diez horas repite siempre lo mismo sin decir nada. Pero precisamente porque repite lo mismo se la puede entender. Hay una serie de reglas en lingüística, un código que se usa para analizar el lenguaje psicótico. —Decime pibe —dijo Luna lentamente—. ¿Me

estás cargando? —Espere, déjeme hablar un minuto. En un delirio el loco repite, o mejor, está obligado a repetir ciertas estructuras verbales que son fijas, como un molde ¿se da cuenta? un molde que va llenando con palabras. Para analizar esa estructura hay 36 categorías verbales que se llaman operadores lógicos. Son como un mapa, usted los pone sobre lo que dicen y se da cuenta que el delirio está ordenado, que repite esas fórmulas. Lo que no entra en ese orden, lo que no se puede clasificar, lo que sobra, el desperdicio, es lo nuevo: es lo que el loco trata de decir a pesar de la compulsión repetitiva. Yo analicé con ese método el delirio de esa mujer. Si usted mira va a ver que ella repite una cantidad de fórmulas, pero hay una serie de frases, de palabras que no se pueden clasificar, que quedan fuera de esa estructura. Yo hice eso y separé esas palabras y ¿qué quedó? — dijo Renzi levantando la cara para mirar al viejo Luna—. ¿Sabe qué queda? Esta frase: El hombre gordo la esperaba en el zaguán y no me vio y le habló de dinero y brilló esa mano que la hizo morir. ¿Se da cuenta? — remató Renzi, triunfal—. El asesino es el gordo Almada. El viejo Luna lo miró impresionado y se inclinó sobre el papel. —¿Ve? —insistió Renzi—. Fíjese que ella va diciendo esas palabras, las subrayadas en rojo, las va diciendo entre los agujeros que se puede hacer en medio de lo que está obligada a repetir, la historia de Bairoletto, la virgen y todo el delirio. Si se fija en las diferentes versiones va a ver que las únicas palabras que cambian de lugar son esas con las que ella trata de contar lo que vio. —Che, pero qué bárbaro. ¿Eso lo aprendiste en la Facultad? —No me joda. —No te jodo, en serio te digo. ¿Y ahora qué vas a hacer con todos estos papeles? ¿La tesis? —¿Cómo qué voy a hacer? Lo vamos a publicar en el diario. El viejo Luna sonrió como si le doliera algo. —Tranquilizate pibe. ¿O te pensás que este diario se dedica a la lingüística? —Hay que publicarlo ¿no se da cuenta? Así lo pueden usar los abogados de Antúnez. ¿No ve que ese tipo es inocente? —Oíme, el tipo ese está cocinado, no tiene abogados, es un cafishio, la mató porque a la larga siempre terminan así las locas esas. Me parece fenómeno el jueguito de palabras, pero paramos acá. Hacé una nota de cincuenta líneas contando que a la mina la mataron a puñaladas. —Escuche, señor Luna —lo cortó Renzi—. Ese tipo se va a pasar lo que le queda de vida metido en cana. —Ya sé. Pero yo hace treinta años que estoy metido en este negocio y sé una cosa: no hay que buscarse problemas con la policía. Si ellos te dicen que lo mató la Virgen María, vos escribís que lo mató la Virgen María. —Está bien —dijo Renzi juntando los papeles—. En ese caso voy a mandarle los papeles al juez. —Decíme ¿vos te querés arruinar la vida? ¿Una loca de testigo para salvar a un cafishio? ¿Por qué te querés mezclar? —En la cara le brillaban un dulce sosiego, una calma que nunca le había visto—. Mirá, tomate el día franco, andá al cine, hacé lo que quieras, pero no armés lío. Si te enredás con la policía te echo del diario. Renzi se sentó frente a la máquina y puso un papel en blanco. Iba a redactar su renuncia; iba a escribir una carta al juez. Por las ventanas, las luces de la ciudad parecían grietas en la oscuridad. Prendió un cigarrillo y estuvo quieto, pensando en Almada, en Larry, oyendo a la loca que hablaba de Bairoletto. Después bajo la cara y se largó a escribir casi sin pensar, como si alguien le dictara: Gordo, difuso, melancólico, el traje de filafil verde nilo flotándole en el cuerpo —empezó a escribir Renzi—, Almada salió ensayando un aire de secreta euforia para tratar de borrar su abatimiento.


LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 7

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

Kasparov al habla AJEDREZ :: Fragmentos de una entrevista con el gran campeón. POR MANUEL MICHELONE

C

n una entrevista en Estadios Unidos, con motivo de un festival de ajedrez en Nashville, Tennessee, Garry Kasparov, excampeón del mundo –ya retirado de las competencias– habló de muchos temas interesantes. He aquí la sesión de preguntas y respuestas de lo más relevante: Sobre Bobby Fischer: Garry habló de la popularidad de Fischer en Rusia a principio de los setenta. Dijo: “él [Bobby Fischer], fue el mejor representante de la escuela rusa de ajedrez”. Lo que quiso decir es que en esos años había un gran respeto por el buen ajedrez y Bobby era el mejor en ese tiempo. El verdadero secreto: Durante su conferencia, Garry indicó que no hay milagros en ajedrez. El “verdadero secreto” es trabajar duro, sin importar qué herramientas se tengan. En tiempos de Garry había libros y cuadernos y ahora hay computadoras. Garry indicó: “Las herramientas pueden ser diferentes, pero lo que es importante permanece igual. No pienso que los campeones nacen. Pienso que se hacen pero es el resultado de un duro trabajo”, y agregó: “Ser capaz de trabajar duro es un talento único”. Kasparov dijo que no hay nada más importante que tener una madre/padre dedicados, o entrenador, que den soporte al ajedrecista iniciándose en este duro deporte. Primer juego contra Karpov: Garry habló de su primer juego memorable contra Karpov (jugaron después 180 juegos oficiales). Fue en noviembre de 1975 cuando Karpov dio

unas simultáneas y Garry era solamente uno de los jóvenes talentosos. Aún hoy siente la emoción que sintió el día que jugó esa partida, aunque la perdió. Sobre Botvinnik: Kasparov habló del agradecimiento que le tiene a Mijail Botvinnik (ya fallecido, excampeón mundial), cuando lo aceptó en su famosa escuela en agosto de 1973. Si se comparan las condiciones de la escuela de Botvinnik, en donde había un tablero mural magnético, un par de libros y muchos cuadernos de notas, contra lo que hay ahora, es difícil imaginar cualquier progreso. Sin embargo Garry indicó: “Estaré siempre agradecido a Botvinnik por darnos su pasión, inspiración y métodos de cómo estudiar”. El día más feliz de su vida: Noviembre 10, 1985. En la ceremonia en la que se coronó el campeón del mundo número 13. La viuda del excampeón mundial Tigran Petrosian (que siempre fue una fanática de Garry) le dijo: “Lo siento por ti”. Garry le preguntó asombrado por qué. Ella respondió: “El día más feliz de tu vida se ha ido”. Garry pensó entonces: “Las malas noticias es que ella probablemente tenga razón. Las buenas noticias es que le dio la inspiración para demostrarle que se equivocaba”. Ajedrez por computadora: Garry reconoció el enorme crecimiento del ajedrez computarizado. Dio en 1985 una simultánea contra los 32 mejores programas. El único juego en el que estuvo en peligro de perder fue un

programa al que después se le bautizó con su nombre. Durante el juego se sentía afligido porque si perdía, sería acusado de promover ese producto, lo cual no era su intención. Pero al final de cuentas, le hizo un simpático truco a la computadora y Garry ganó. Sin embargo, con todos los avances computacionales, el juego sigue permaneciendo humano. Garry comentó que recientemente vio una posición de siete piezas, que de acuerdo con la computadora y sus análisis perfectos, era ganador para un bando después de 500600 movimientos (!) y añadió con una sonrisa: “¿Qué pensaremos de la calidad de nuestros juegos que típicamente terminan en 40 jugadas?” Generaciones: “El ajedrez es para todos”. Mencionó Garry a Magnus Carlsen, Hou Yifan y Sergei Karjakin, todos ellos adolescentes. Anand está en el tope de su nivel y está a punto de celebrar su cumpleaños 40 mientras que el veterano Víctor Korchnoi hace poco dejó de ser del club de los 100 (refiriéndose a los 100 mejores de la lista de rating internacional). Política: Cuando se le preguntó a Garry sobre sus ambiciones políticas dijo: “Nosotros (como partido opositor al régimen de Putin), estamos trabajando no para ganar la elección, sino para tener una elección”. Como último consejo que dio a los padres que abarrotaron la conferencia, en donde buscan que sus hijos mejoren en ajedrez, Garry dijo: “Pasión, dedicación, amor. ¡Es todo lo que se necesita para el éxito!”.


8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

SÁBADO 28 DE ENERO DE 2017

Leonardo cocinero RETRATO :: POR JUAN GELMAN

P

ara un escritor, un pintor, un artista, no hay distancia más decepcionante que la que va de la obsesión que lo lleva a crear al resultado que logra. No en vano Mallarmé se aterraba ante la página en blanco. La escritura, una vez instalada en la página, da cuenta del fracaso del intento. Decía Luis Cardoza y Aragón que cuanto más apto es el artista “mayor es la distancia entre el blanco y la aproximación. Y si somos más perspicaces, no hay blanco”. La búsqueda del artista verdadero encalla en lo inencontrable. Leonardo Da Vinci se avergonzó de su pintura y escribió que quería pintar cosas que no están en el mundo, que se sustraen a la condición humana. Es una desesperada confesión de fracaso, en él, que era un artista magistral. Tal vez por eso, entre la pintura y la cocina eligió siempre la cocina. Paradójicamente, el ejercicio de la gastronomía fue el que fracasos más grandes le acarreó. En 1474, a los 21 años de edad y aprendiz en el taller del Verrocchio, Leonardo prefiere ser jefe de cocina en la taberna Los Tres Caracoles, la más concurrida de Florencia, a colaborar con su maestro en un Bautismo de Cristo. En la taberna inventa lo que cuatro siglos después se llamaría “nouvelle cuisine française”: platos de comida hermosamente presentados, pero sumamente parcos, que nada tenían que ver con los trozos indiscriminados de carne y el potaje grueso que los comensales estaban acostumbrados a ingerir. La clientela protesta, se rebela, lo busca en la cocina y Leonardo debe escapar corriendo para que no lo linchen. En 1478 se incendia la taberna y Leonardo abandona el encargo más importante que había recibido hasta entonces –pintar un retablo para la capilla de San Bernardo del palacio ducal–y a medias con Sandro Botticelli abre un restaurante. Que quiebra. Los tres años siguientes busca trabajo como cocinero en las tabernas de Florencia y no pinta. Los taberneros no quieren saber nada con los platitos decorados de Leonardo y éste se va a Milán, donde el duque Ludovico Sforza lo designa consejero en materia de fortificaciones y cocinero maestro de banquetes en la corte. En los 17 años que Leonardo sirvió al duque pintó no más de seis obras, pero remodela a la cocina del castillo e inventa a un sinnúmero de máquinas para aliviar el trabajo: un secador de servilletas y manteles giratorio de siete metros de altura y movido por seis hombres; una cinta transportadora de leños, previamente cortados por una sierra circular, que pasa de afuera dela cocina directamente al fuego y requiere el esfuerzo de cuatro hombres y ocho caballos para accionar la sierra; un complicado sistema de tubos de metal espiralados para proporcionar agua caliente todo el tiempo; un sistema de barrido del piso de cocina con dos bueyes que arrastran un cepillo de 1,5 metro de ancho y 2,5 metros de largo; una enorme moledora de carne; un sistema irrigador para evitar incendios; un sistema de aireación formado por fuelles de 3,60 metros de largo adosados al techo y movidos por un árbol de levas sujeto a un cigüeñal impulsado por caballos. Mientras remodela la cocina rechaza otro importante encargo –una pintura para

la Confraternidad de la Inmaculada Concepción, pero llega el día de la inauguración y es el desastre: el sistema irrigador inunda la cocina, los fuelles avivan las llamas, la gran moledora de carne se rompe con media resa dentro, la cinta transportadora de leños los arroja incesantemente al salón del banquete, los hombres de la cocina se queman, se sofocan y aun se ahogan. El duque saca a Leo-

Leonardo Da Vinci.

nardo de esos menesteres y le manda pintar retratos de damas de la corte, cosa que el gastrónomo escaldado acepta de mala gana, y no termina ninguno. Insiste en inventar una cortadora de berros, que se le escapa de las manos mientras la prueba y mata a seis cocineros y tres jardineros presentes. El duque utiliza la cortadora con éxito cuando invaden Milán los franceses. Pero éstos lo aprisionan y Leonardo se queda sin protector. Leonardo sigue explorando la tierra incierta de las ciencias. Ha estudiado matemáticas, fisiología, biología, ingeniería mecánica, ingeniería militar, el vuelo de las aves, las corrientes fluviales, ha hecho centenares de dibujos de la anatomía humana, ha disecado más cadáveres (30) que pinturas y frescos ha dejado (18), varios sin terminar. Los tres últimos años de su vida (1516-1519) son tal vez los más felices para él: experimenta en la cocina de piedra del palacete que Francisco I, rey de Francia, le ha dado por morada en las afueras de su gran castillo. El rey, otro apasionado por la gastronomía, hace construir un túnel entre su castillo y el palacete de Leonardo y, escapando de los aburrimientos de la corte, pasa con él horas cocinando y comiendo. El rey quiere que el artista le preste el aparato guardado en una caja negra que sirve para hacer espaguetis, otro invento de Leonardo, quien se niega; le regala al soberano el retrato de Mona Lisa y un San Juan, pero no le entrega la caja negra. Leonardo muere y un discípulo abre la caja. Estaba vacía. Como vacía estaba para Leonardo la meta imposible de su arte. Publicado en © Página 12, el lunes 26 de mayo de 2014.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.