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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 16 DE ABRIL DE 2016 |

Caminar, caminar, caminar POR JORGE BUSTAMANTE GARCÍA | PAG. 2

María Félix, el eterno femenino

Esa puta tan distinguida (fragmento)

POR GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA | PAG. 4

POR JUAN MARSÉ | PAG. 6

Y las piedras rodaron en La Habana POR AILÉN RIVERO Y LEIDY PÉREZ OLMO | PAG. 5

El rey ha muerto, ¡viva el rey! POR SYLVAIN PROVILLARD | PAG. 7

Estrella de los caminos POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 8


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SÁBADO 16 DE ABRIL DE 2016

Caminar, caminar, caminar O cómo descubrir algunos motivos del ser POR JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

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ara huir del vacío no hay nada mejor que caminar. Caminar, subir montañas, atravesar un bosque, sentarse a la orilla de un lago, distinguir las hojas, los insectos saltarines, extraer del paisaje las cosas imposibles y las más deseadas. El viaje a pie permite detenerse y, cuando a uno se le antoje, mirar con atención. Y mirar con atención puede ser una manera, tal vez la mejor, de acceder al deleite de las cosas del mundo. ¡Cuántos placeres nos ha robado la celeridad! Andar de prisa conduce, por lo general, a entender muy poco; donde priva la velocidad se reduce la reflexión. El paradigma de lo efímero requiere de nuestra permanente y vana distracción. A mí me gusta caminar. Algo siempre me decía camina y mira, métete en todas partes, callejea, zambúllete en la vida. Cada vez que llego a una ciudad, me voy a vagar por sus calles, me gusta meterme a algún café, husmear en librerías y almacenes, mirar vitrinas, sentarme en algún parque. Uno puede vivir toda la vida en una ciudad y entender casi nada de ella, si no sale, si no visita sus mercados olorosos, sus casas y sus rincones legendarios en donde han latido todas sus historias. Hay ciudades que uno no acabaría de conocer nunca, porque se extienden sin cesar, se regodean en su laberinto, un lugar conduce a otro, se inventan a sí mismas de manera permanente. Toda ciudad crea los seres que la han conquistado. Existen ciudades que tras la avalancha chispeante de lugares, de murmullos estridentes y algarabías etéreas y hermosas, se pierden luego para siempre en los intrincados senderos del silencio. Y el silencio, al fin y al cabo, es casi todo: la ausencia, los gemidos tenues, imperceptibles, música muda que permanece tras los actos de amor y la catástrofe. Cuando estudiaba en Bogotá caminaba veinte cuadras para llegar a la universidad, de adolescente deambulaba todo el tiempo con mis amigos por las arterias de mi pueblo después de la escuela. Cuando supe de la muerte de mi madre en el invierno moscovita de finales del 72 caminé varios días sin descanso. Salía muy temprano de la residencia estudiantil y regresaba muy tarde para calentarme y dormir. Nunca he caminado tanto como en esa época, aunque me partiera el frío. Cuando ya estaba al límite me metía al metro, circulaba de una estación a otra hasta que caía en el anillo periférico que se cruzaba con todas las otras líneas. En ese anillo del metro podía uno viajar horas y horas sin llegar al final. Una vez estuve todo el día dando vueltas y vueltas, a veces leía partes de La condición humana, libro que llevaba siempre conmigo por esos días, o me quedaba ensimismado sentado en un rincón del vagón, la gente entraba y salía con sus botas y abrigos y gorros de invierno, tal vez pensaba en mi madre, en la última vez que la vi en el aeropuerto El Dorado alzando su mano a lo lejos en señal de despedida.

Al moverme así se transformaban también mis sentimientos y mis ideas. Ahora me parece creer que me he pasado la vida caminando.

Quizás errando de esa manera, muchas cosas se derrumbaban para mí; a ese joven de veintiún años se le diluían sentimientos y certezas en medio de un tren subterráneo que giraba y giraba sin descanso. Ahora pienso, después de tantos años, que pasear así, sin aparente rumbo, pudo significar también volver a mirar, reflexionar, explorar ignotos e inéditos pasillos de mi ser para llenar de sentido nuevo las cosas del mundo. Al moverme así se transformaban también mis sentimientos y mis ideas. Ahora me parece creer que me he pasado la vida caminando. Si pudiera uno hacer el cálculo de lo que ha caminado en la vida de seguro le alcanzaría mínimo para una vuelta a pie por el planeta. Años y años caminé por mi pueblo, por las avenidas largas de Bogotá, por las amplias perspectivas de Moscú y Leningrado, de Vilna y Tallin, por las montañas del Cáucaso y Crimea, de pe a pa transité incontables veces por la avenida central de San José de Costa Rica, he vagado sin término por bulevares, callejones, arterias, vías, paseos, rincones, barriadas de Popayán, Lima, Toulouse, Guadalajara, Morelia y muchas otras ciudades y pueblos de México, Colombia, Costa Rica, Francia, Perú o Rusia. A eso hay que agregarle más de treinta años de caminatas por campos y montañas en trabajos de geología. Siendo conservador sí me alcanza para al menos una vuelta a la tierra, los cerca de cuarenta mil kilómetros de su perímetro. Si al menos durante cincuenta años se caminan dos o tres kilómetros diarios se sobrepasa ese perímetro.

De hace unos años para acá he agarrado la costumbre de hacer largas caminatas matutinas por la Avenida Universidad y el campo estudiantil. Me gusta desentrañar nuevas formas en los paisajes que veo, aunque intuyo –como escribe el inimitable W. G. Sebald- que “sobre cada forma nueva se cierne ya la sombra de la destrucción”. Camino, miro, pienso y me deleitan las dimensiones y los colores de las cosas, el olor de las flores y las hojas, el chirriar del musgo que piso, los efluvios de las personas con las que me cruzo. En esos paseos matutinos rehago recuerdos, entretejo relatos que en primera instancia parecen imposibles, pero que conforman una red que resulta ser un abanico prodigioso e inesperado de historias, situaciones y personajes que me gustaría escribir antes de que se esfumen, llevarlos al papel para que mis sueños no se me mueran de frío. Entonces regreso a casa y pergeño palabras que en un inicio se muestran caóticas y arbitrarias, pero que luego parecen encontrar un cauce que no se a ciencia cierta a dónde conducirá, quizás a la reconstrucción de la experiencia, tal vez a la destrucción del sueño, ¿quién lo sabe? Caminar y escribir, leer el mundo. En esas caminatas matinales veo gente de la más diversa condición. Jóvenes estudiantes que caminan despreocupados con sus mochilas rumbo a clase, algunos desayunan tacos o tortas y jugo de naranja. Otros sacan copias en las papelerías. Mujeres que van tal vez a su trabajo, o a una cita, esperan la combi rosada o la verde. Mujeres y hombres maduros manejan coches


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hacia distintos destinos. Veo unos cuantos viejos que caminan ensimismados, con bolsas en las manos. Camino y miro. Marcho y recuerdo. Paseo e invento. Tejo y destejo para “poner el panorama en palabras”, como lo quería Stevenson. Escribo en mi mente lo que pienso de mí mismo, lo que creo recordar de los sucesivos seres que he sido, lo que pienso de los demás, de mis amigos y conocidos. Camino y revivo historias de otros y mías, cada día saco nuevas deducciones, la narrativa se deshilacha mientras camino y todo parece un galimatías, un embrollo que tengo que tejer y destejer para que adquiera cierta unidad. Un poeta ruso salía a caminar por las calles de Moscú en los años treinta del siglo pasado, sólo para inventar sus poemas. Caminaba y caminaba, elaboraba cada línea, cada verso, cada metro, y únicamente regresaba cuando ya tenía todo el poema en la cabeza y se lo decía a su esposa Nadezhda, quien lo aprendía de memoria para salvarlo de la censura estalinista. Era un poeta que no escribía, sino caminaba, y con ese método escribió cosas como estas: “¿Qué calle es esta?/ La calle Mandelstam./ Qué apellido más espantoso:/ si no lo aireas/ suena curvo y no recto./ Poco en él es lineal/ más bien de carácter sombrío/ y es por eso que ésta calle,/ mejor éste foso,/ lleva el nombre/ de ese tal Mandelstam”. Una vez no siguió ese método, escribió en papel un poema que leyó a varios contertulios y que, al final, le costó la vida. Tildó al tirano de “montañés del Kremlin” y lo dibujó con “sus gruesos dedos grasosos, cual gusanos” rodeado de una “chusma de jefes catrines” al cual más lameculos y serviles, a quienes podía golpear a su antojo “en la ingle, en la frente, en las cejas, en los ojos”. Y terminó el poema con dos versos irónicos, que se incrustaron como dardos en las entrañas de dictador y que éste jamás perdonó: “él puede matar y a la vez ser dulce,/ es un oseta de gran corazón”; oseta, es decir originario de Osetia, región de Georgia de donde era Stalin. Ahí comenzó el calvario final del poeta, con arrestos y destierros, hasta que murió en la miseria absoluta y en la humillación en un campo de trabajos forzados en 1938. Su viuda no supo de su destino sino veinte años después, pero salvó su memoria con un libro prodigioso “Contra toda esperanza” que sobrevivió a los embates de la injusticia y el tiempo. Camino en las mañana por la Avenida Universidad, rodeo el Campus, llego al estadio universitario y troto un rato sobre la tersa pista color ladrillo. La gente que camina no puede dejar de pensar. Pienso todo el tiempo, miro a los otros que trotan o caminan y me parece ver sobre sus cabezas una nube imaginaria repleta de palabras, como en los comics, con sus pensamientos. Caminamos por la pista, discurrimos, cavilamos, recreamos, inventamos recuerdos, escribimos. Se escuchan los motores y los cláxones en las avenidas cercanas. Un helicóptero rasga el firmamento, se dirige al poniente de la ciudad, luego se pierde en la lejanía. Ese escarabajo volador me recuerda lo que hacíamos nosotros en la década de los noventa en campañas de exploración geológica, cuando cubríamos grandes sábanas prospectivas a lo largo y ancho del territorio estatal, encaramados en un helicóptero por más de seis horas. Unos días cruzábamos de un lado a otro la costa, desde Aquila a Playa Azul, con entradas a Tumbiscatío y Arteaga. Otros días surcábamos el oriente desde Tuzantla a Tlalpujahua.

JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

Pienso y camino. Paseo y miro, fisgoneo y contemplo, medito y oteo, pienso y recuerdo. Cada nuevo día de la vida es una nueva página que podríamos escribir.

Bajábamos allí donde detectábamos terreros o socavones antiguos, tomábamos muestras, mapeábamos alteraciones, describíamos en libretas de campo los rasgos geológicos que observábamos. A veces el descenso se hacía muy difícil, el terreno escabroso y la maleza impedían que el aparato se posara en tierra y había que saltar a dos o tres metros de altura. En una ocasión, en 1994, tres geólogos debíamos esperar en el aeropuerto de Morelia el helicóptero que venía de Toluca para dirigirnos a la sierra costera. Esperamos dos o tres horas, pero el aparato nunca llegó. Recibimos la orden de regresar a la oficina. Al llegar los compañeros nos soltaron a quemarropa “el helicóptero no llegó porque ayer se cayó en trabajos de campo en el Estado de México. ¡Nadie sobrevivió!”. Quedamos aturdidos, no lo podíamos creer. Cuatro geólogos, nuestros compañeros, y el piloto, se habían matado al perder las hélices entre unos cables de alta tensión. Unos campesinos que fueron testigos del hecho afirmaron después que el aparato alcanzó a volar sin hélices río abajo unos 300 metros antes de estrellarse, trescientos metros antes de morir ¿10, 20 segundos? Hoy puedo recordar sus nombres: Raúl, Armando, Toño, Everardo. Eran todavía jóvenes, la muerte los sorprendió en sus labores, como lo quería Ovidio. Camino por la avenida, paso al frente de la panadería Alta Fibra, unos cien metros al poniente en un quiosco metálico amarillo presta sus servicios el joven ce-

rrajero Pedro, a quien siempre saludo de paso. Además de hacer llaves, componer chapas, cerraduras viejas, candados oxidados, pestillos y fallebas pasadas de moda, se dedica a intervalos a regar y cuidar del delgado y alargado jardín de la acera, donde crecen dos vástagos de plátano, un capulín, sábilas, un pequeño pino, un raro tipo de helecho y pasto verde bien cortado en todas las épocas del año. Yo lo llamo el Jardín de Pedro, él lo cuida sin que el ayuntamiento le pague un céntimo. Lo hace por el placer de hacerlo, quizás por dar algo generosamente a los demás sin que se den cuenta. En cambio el camellón que divide la avenida, siempre está terroso, amarillento, descuidado, parece que los trabajadores del municipio lo riegan con ayuda de una pipa cada dos meses, pero nunca lo cortan. El jardín de Pedro, ese oasis, está ahí como testimonio de la acción de un hombre que además de su changarro cuida el espacio público que lo rodea sin que los funcionarios y burócratas, los ediles y el mismo presidente municipal lo adviertan por estar en sus oficinas engordando. De regreso de mis paseos mañaneros por la avenida Universidad me encuentro todos los días a Álvaro Mutis a la entrada de una librería: en un rincón detrás de un cristal atisba a los transeúntes con su leve mirada. Si no fuera porque es la entrada a una librería, uno podría pensar que alguien lo olvidó en ese rincón para que siguiera en la vida. Ahí está su imagen, su rostro con ojos traviesos, bigote claro, su sonrisa curiosa mirando pasar las cosas del mundo. La gente deambula a su lado, mira la foto, sigue de largo. Cada vez que camino por la avenida me quedo ahí al lado unos segundos, pienso en Amirbar, en Abdul Bashur soñador de navíos, en el errante Maqroll el Gaviero que valoraba la amistad y descreía de todo. Pienso y camino. Paseo y miro, fisgoneo y contemplo, medito y oteo, pienso y recuerdo. Cada nuevo día de la vida es una nueva página que podríamos escribir. Una persona que escribe intenta leer los entresijos de la vida, interpreta los pliegues del mundo, intuye sus misterios, y escribe. Realiza, también, un viaje interior, tanto cuando camina por la calle, como cuando se interna en las historias de otros, cuando intenta una introspección, una indagación de sí mismo y traduce todo eso en palabras: escribe. Anda y escribe, y al caminar descubre, tal vez, algunos motivos del ser. Parece nada, pero en realidad lo es todo.


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María Félix, el eterno femenino RESEÑA :: La actriz mexicana marcó una época y fue considerada “La mujer más hermosa del mundo”, nació hace 102 años y no hay señales de que desaparezca el mito que creó con su impactante personalidad. En seguida, una remembranza de algunos aspectos de su vida fabulosa. POR GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA

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n abril de 1947, en vísperas de cumplir los paradigmáticos 33 años, María Félix estuvo a un tris de perder la vida y pasar a la historia, sin más, como una regular actriz y “La mujer más hermosa de México”. Esa ocasión, aún era de madrugada cuando Agustín Lara, entonces el más famoso compositor de América Latina y casado con La Doña, intentó asesinar a su esposa a causa de los celos y, sin duda, del amor obsesivo que sentía por ella. Es de sobra conocido que el autor de “María bonita” y un consumado donjuán había declarado en repetidas ocasiones que María Félix era el amor de su vida. Afortunadamente, para ella y para nosotros, falló el tiro gracias a que había bebido mucho coñac –su bebida favorita– y María, que estaba despierta porque tenía llamado para la filmación de Río escondido, se agachó y la bala pasó a escasos centímetros de su cuello.

El nacimiento de una estrella y del mito Esa anécdota, muy poco conocida, como de película, también nos da indicios de la buena estrella que siempre acompañó a la actriz, quien nació el 8 de abril de 1914 en El Quiriego, Sonora, y murió el 8 de abril de 2002 en la ciudad de México, a los 88 años de edad. “Yo nací en Álamos, bajo un sol de fuego. Nada me puede quemar”, había declarado al periodista Paco Ignacio Taibo I. María Félix destacó desde adolescente por poseer una belleza deslumbrante. Abundan los testimonios al respecto. Uno de ellos es el hecho de haber sido coronada como “Reina de los Estudiantes” de la Universidad de Guadalajara, cuando su familia ya vivía en esa ciudad. Ahí se casó muy joven con Enrique Álvarez Alatorre y a los 20 años tuvo a su único hijo, Enrique Álvarez Félix, quien con el paso del tiempo sería actor y su más grande admirador. El matrimonio no duró mucho y ella se mudó a la Ciudad de México, donde una tarde que caminaba por una calle del Centro Histórico la vio Fernando Palacios, un ingeniero con deseos de hacer cine, quien, fascinado por su garbo, la convenció de que podía ayudarla a ser una estrella del séptimo arte. Y lo consiguió, pues la sonorense obtuvo su primer papel y ¡primer estelar! en 1942 en el filme El peñón de las ánimas, compartiendo créditos nada menos que con Jorge Negrete, en ese momento el máximo ícono del cine mexicano, con amplia presencia en América Latina y España, donde El charro cantor era considerado un ídolo. Ahí también surge la leyenda negra de la actriz, pues se sabe que Negrete no la quería, ya que su pareja sentimental en ese tiempo, Gloria Marín, estaba considerada para el mismo papel que hizo la Félix. Además, se dice que Palacios acabó en la ruina; sin embargo, seguía enamorado de esa “mujer sin alma”. Paradojas de la vida; diez años después contraería matrimonio con Negrete, el cual, para no variar, culminó con la muerte del actor y en medio de la polémica. Con ella filmó su última película, El rapto. La fatalidad parecía rondar a La Doña, pues lo mismo le sucedió a Pedro Infante años después con Tizoc (1956). En 1943, un año después de su debut cine-

RODOLFO VALTIERRA

/ CUARTOSCURO

La actriz mexicana María Félix.

matográfico, María Félix estelarizó la película que, de alguna manera, la inmortalizaría, Doña Bárbara, basada en la novela homónima del escritor venezolano Rómulo Gallegos.

Quizás el legado más importante de María Félix sea su papel en la vida real

Gracias a este personaje, la actriz tuvo un éxito avasallador y provocó numerosas controversias, una de ellas por vestir de pantalones, estilo escandaloso para la época y que fue su rúbrica durante años. Además, se supo que Isabela Corona, la gran actriz del momento, era quien iba a interpretar a “La Doña”, pero la terquedad del productor, encandilado por la belleza y personalidad de la Félix, hizo que naciera, simultáneamente, una estrella de fama internacional y un mito que se volvería eterno.


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El legado María Félix nunca aceptó las propuestas que recibió de Hollywood, la meca del cine estadounidense. “Los papeles de india los hago en mi país; en el extranjero, los de reina”, declaró en alguna ocasión. Cansada de los ataques y críticas que recibía en México, en la década de los cincuenta partió a Europa, donde filmó en España, Francia e Italia, y comienza a tener amistad con artistas e intelectuales, como Jean Cocteau y Jean Renoir. También se da su acercamiento con Cartier, adonde llegó con sus joyas envueltas en un pañuelo para que le confeccionaran otras, que han quedado para la posteridad. Entonces ya era considerada “La mujer más bella del mundo”, cuando en ese momento no faltaban las bellezas cinematográficas, como Sofía Loren, Marilyn Monroe, Simone Signoret. Incluso, se sabe que cuando María Félix filmaba en Roma le pidieron que no saliera de día porque ¡congestionaba el tránsito vehicular! En París, cuando entraba al restaurante

SUS FRASES “La gente me quiere porque soy una ganadora, una triunfadora y no me gusta perder”. “Fugacidad y eternidad son dos caras paradójicas del amor”. “Yo amo a mi país y he querido representarlo dignamente en el exterior”. “Yo tengo un estilo de hablar, soy única y no lo voy a cambiar nunca”. Maxim’s, le tocaban los acordes de “María bonita”. Y, claro, la vistieron y calzaron los mejores diseñadores: Valentino, Christian Dior, Chanel, Givenchy, Balenciaga, Roger Vivier… Quizás el legado más importante de María Félix sea su papel en la vida real como una mujer elegante, poseedora de un estilo y personalidad únicos, irrepetibles, independiente, inteligente, fuerte, segura de sí misma, con una libertad absoluta para hacer las cosas que quería. En varios aspectos, vanguardista e innovadora. Supo enfrentar a la sociedad de su tiempo y trascender con su recia personalidad; por ejemplo, a mediados de los noventa visitó México y declaró abiertamente que ya era tiempo de que fuera gobernado por una mujer, lo cual, hasta ahora, no ha ocurrido. En realidad, ella fue una gran adelantada de los tiempos, pues instauró de alguna manera lo que hoy conocemos como empoderamiento de la mujer. Por eso, a ciento dos años de su nacimiento, hoy la recordamos porque María Félix marcó tendencias, rompió esquemas y dejó una huella imborrable en la historia contemporánea de la humanidad, pues no sólo es un mito mexicano, sino universal. tallereando@yahoo.com.mx

Y las piedras rodaron en La Habana RESEÑA :: El siguiente es un testimonio de dos jóvenes estudiantes de la Universidad de La Habana en torno al concierto que dio el grupo inglés Rolling Stones el fin de semana en la Ciudad Deportiva de esa ciudad; fue solicitado a Ailén Rivero y Leidy Pérez Olmo, estudiantes de Periodismo y Comunicación Social. POR AILÉN RIVERO Y LEIDY PÉREZ OLMO

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os Rolling Stones tocarán en La Habana”, era el rumor que había corrido muchos meses antes de que la banda de Mick Jagger llenara la Ciudad Deportiva un viernes que fue santo para los creyentes y , sobre todo, para los amantes del rock. Parece que La Habana ha cambiado mucho en muy poco tiempo y no nos hemos dado ni cuenta: recibir a Barack Obama un domingo, un concierto de los Rolling Stones el viernes siguiente. A nuestros padres les parece mentira, nosotras que nacimos en los noventa todavía no entendemos nada. Lo que fue ‘música prohibida’ en sus tiempos, nosotros la cantamos muy alto como si fuera nuestra. Y es que los Rolling Stones son un mito, una leyenda por la que no puedes evitar sentirte atraído. Amar y compartir su música se siente como saldar una deuda con nuestros padres y su generación. Por eso desde muy temprano nos reunimos en la Ciudad Deportiva a esperar el concierto. Parecía un día de playa, muchísima gente llenaba el terreno con sus toallas bajo el ardiente sol de Cuba, nadie quería ser el último en llegar y todos querían tener el mejor puesto para ver tocar por primera vez a la banda. He oído decir a los que vienen de fuera que no saben qué les pasa pero les encanta Cuba. Se lo he oído decir al mismo Obama y al papa Francisco, a Usher y hasta el mismísimo Cristóbal Colón, quien dijo que esta era… la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto. Mick Jagger y las Piedras Rodantes no pudieron tampoco resistirse a ser víctimas de los encantos de esta tierra, no pudieron evitar decírselo ese viernes al mundo frente a medio millón de personas, y cuando tocaron ‘Satisfaction’ ya les fue imposible disimular su profundo éxtasis. Del otro lado del escenario, “un público muy chévere”— según el propio

Jagger—, mezcla de gente de todas partes del mundo, pero sobre todo cubanos que tampoco pudieron disimular su alegría, y entre gritos y canciones aprovechaban para lanzar un ‘gracias’, gracias a los Rolling por venir, gracias de vivir aquí porque, como te aseguraría cualquier cubano al que le preguntes, ‘estas cosas sólo pasan aquí, en Cubita la Bella’. Entre tantas luces y pantallas, en un espectáculo sin igual para los cubanos, una energía muy fuerte envolvía a todos y nos hacía bailar como impulsados por una fuerza ancestral: era el poder de la música y la energía que transmite la gente cuando está feliz. Creemos que los Rolling sintieron eso, sintieron nuestras ganas de bailar con ellos y Mick Jagger movió su cuerpo como si él también estuviera guiado por una fuerza de otro mundo. La rumba es una música maravillosa, dijo, y una vez más se conectó con cada cubano presente que se sintió aludido y quiso otra vez bailar como Jagger y sintió que Jagger bailaba como nosotros. Apenas nos percatamos cuando todo acabó porque aún no nos habíamos cansado de bailar como locos y andábamos anhelando siempre un tema más. Teníamos tantas ganas de seguir que no nos dimos cuenta que estábamos agotados luego de un día largo y de muchas emociones. Pero no pudimos sentirnos inconformes, estábamos demasiado felices. Las cosas están cambiando en Cuba, no nos damos cuenta y pasan más rápido que el tiempo, pero nadie olvidará el día en que los Rolling cantaron gratis en La Habana. Dos años antes ‘los Rolling Stone en la Ciudad Deportiva’ no hubiera sido un rumor, hubiera sido un chiste. Hoy es un hecho, ¡los Rolling tocaron en La Habana! Ahora parece que todo es posible y nos mantenemos expectantes, con los brazos abiertos ante todo lo bueno que está por venir”.


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CREACIÓN

Esa puta tan distinguida (fragmento) Juan Marsé 1 1) Ahí va, señorita. Lo toma o lo deja. Yo solo respondo por escrito. 2) Porque siempre he confiado más en la escritura que en el blablablá. 3) Hijo adoptivo y de incierto origen biológico. 4) Habría preferido nacer en otra época, en otro país, con ojos azules y un hoyuelo en la barbilla. 5) No perdamos el tiempo con bobadas. No milito bajo ninguna bandera. Decía Flaubert que todas están llenas de sangre y de mierda y que ya va siendo hora de acabar con ellas. 6) Soy algo más que laico, soy decididamente anticlerical. Mientras la Iglesia católica no pida perdón por su complicidad con la dictadura franquista, declararme anticlerical es lo menos que puedo hacer. Disfruto de una saludable clerofobia desde la más tierna adolescencia. 7) Los únicos clérigos que respeto son el padre Pietro de Roma, città aperta, de Rossellini, el Nazarín de Galdós/Buñuel, el padre Brown de Chesterton y el furioso y zarrapastroso cura irlandés de La hija de Ryan, de David Lean. 8) Perdí este dedo a los quince años, se lo tragó una laminadora. 9) La música. Me habría gustado ser el piano de Glenn Gould. O el saxo de Charlie Parker. 10) Mi próxima novela tratará de las añagazas y las trampas que nos tiende la memoria, esa puta tan distinguida. 11) No. Si le cuento de qué va, lo estropeo. Porque esta novela es una especie de trampantojo, nada en ella es lo que parece, empezando por el título. 12) Bueno, lo que ahora estoy escribiendo por encargo no se puede llamar propiamente literatura. Trabajo en el primer tratamiento de un guión cinematográfico. 13) Sí, por dinero. 14) Detesto hablar de la faena. Pero en fin, va de eso: Un anciano asesino, aquejado aparentemente de alzhéimer, cuenta su crimen treinta años después de cometerlo. Recuerda que mató a una prostituta, pero no recuerda en absoluto por qué la mató. 15) No tengo título. Podría ser Desmemoria del asesino, o La máscara y la amnesia, o algo así. Se trata de una película sobre la persistencia del deseo y las estrategias del olvido. 16) Pretendo basarme en hechos reales. Una muy celebrada y a menudo fraudulenta pretensión, lo admito. 17) Salvo excepciones, un guión cinematográfico no está escrito para ser leído como una obra literaria, cuya materia y fundamento primordial es el lenguaje. El guión es un texto de usar y tirar. 18) El productor y el director son los que mandan, pero hay que tener en cuenta los avatares y vai-

venes de nuestra raquítica industria cinematográfica. El proyecto podría pasar a manos de otro productor, con otro afán comercial, podría acabar siendo un spaghetti-western, o una película de terror, o de destape, o de risa. Ojo: no de las que hacen reír, sino de las que uno se ríe. 19) Durante la interminable dictadura, aquel cine nacionalcatólico de cartón piedra generó tanta miseria moral y estética, se regodeó tanto en su propia falsedad y estupidez, que tardamos muchos años en levantar cabeza. La cosa mejoró, por supuesto. Pero ahora el problema es otro y es general, ahora la tecnología está acabando con el cine. 20) Con una muchacha llamada María. Yo tenía quince años y ella dieciocho. 21) La identidad nacional me la trae floja. Se trata de una estafa sentimental. Soy un mal patriota y sin remuneración. 22) No. La verdadera patria del escritor no es la lengua, es el lenguaje. 23) La vocación nació en una esquina de las calles Bruc y València, delante del Conservatorio Municipal de Música de Barcelona. Tendría yo unos catorce años. Una joven estudiante que estaba junto a la puerta con su estuche de violín bajo el brazo me pidió que entrara con ella en el Conservatorio y le dijera a su profesor: «He sido yo». Solamente eso. «He sido yo.» No me dijo qué significaban estas palabras, ni yo se lo pregunté. Luego te lo explico, dijo con una dulce sonrisa. La

acompañé, le hice el extraño favor y acto seguido me marché y la esperé en la calle, según habíamos quedado. Pero ella no apareció, y nunca más volví a verla. Me quedé con las ganas de saber qué historia había detrás de mi autoinculpación, y no dejaba de pensar en ello, hasta el punto de que empecé a fantasear sobre un posible conflicto sentimental de la pareja: imaginé una apasionante trama amorosa entre la hermosa muchacha y el guapo profesor, una pasión secreta cifrada en las enigmáticas palabras «He sido yo». Y me gusta pensar que aquel empeño imaginativo de mis catorce años alrededor de tres palabras fue la semilla, el germen de mi vocación. 24) No sé de qué diablos me habla. 25) A ver, se lo explicaré de otra manera. La sospecha de que existía una tormentosa pasión amorosa entre el joven profesor y su hermosa alumna se convirtió en una obsesión, y la única manera de librarme de la obsesión era formularla verbalmente. Así empezó la cosa, así es como el aprendiz de escritor siente nacer la vocación: la necesidad de contarlo. ¿Queda claro ahora? 26) En mis ficciones, la vivencia real se somete a la imaginación, que es más racional y creíble. En la parte inventada está mi autobiografía más veraz. 27) ¡Pero ... De Esa puta tan distinguida: Juan Marsé. Lumen. Barcelona, 2016. 240 páginas.


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El rey ha muerto, ¡viva el rey! ENSAYO :: El ajedrez, juego apasionante para algunos y sibilino para otros, parece ganar cada día más popularidad. El séptimo arte, que muchas veces ha recurrido a guiños hacia el rey de los juegos, narra también historias que se desarrollan en el mundo ajedrecista, como La jugada perfecta, en la cual Tobey Maguire interpreta al genial y trastornado Bobby Fischer. POR SYLVAIN PROVILLARD sprovillard@hotmail.com El ajedrez confine a su maestro dentro de sus propios límites, encadenando su mente y su cerebro, hasta comprometer la libertad interior de los más fuertes. Albert Einstein

A

veces considerado como un simple juego de estrategia, y otras como un arte o una ciencia, el ajedrez ha ganado poco a poco su denominación de deporte, por varias razones: se trata de un juego competitivo donde el objetivo es ganar, se organiza en federaciones nacionales e internacionales, cuenta con un número considerable de jugadores y ha recibido el reconocimiento olímpico. En cuanto al aspecto físico, los ajedrecistas profesionales no demeritan: para poder aguantar la tensión y el estrés durante seis o siete horas, tienen que mantenerse en forma para controlar su ritmo cardiaco y su respiración; de hecho la mayoría de los grandes maestros de hoy son delgados y practican algún deporte: mens sana in corpore sano. No hay que olvidar que el cerebro también quema calorías. El ajedrez tiene su origen en la India antigua con un juego llamado chaturanga; al llegar a Europa por la Ruta de la Seda, la dama sustituyó al general y el alfil al elefante, hasta convertirse en un popular divertimento en las cortes europeas de la Edad Media. Además de su aspecto lúdico, el ajedrez ha sido utilizado para muchas analogías de la vida, desde la estrategia militar hasta problemas filosóficos. ¿El ajedrez será realmente un espejo de la vida? Garri Kasparov lleva la reflexión a un nivel más irónico en su libro Cómo la vida imita al ajedrez. El Gran Maestro cita a Mijaíl Botvínnik, tres veces campeón del mundo en la mitad del siglo pasado, quien intentó quitarle el misterio al ajedrez, tratando siempre de relacionarlo con situaciones de la vida cotidiana. Solía decir del ajedrez que era un típico problema inexacto, similar a los que la gente tiene que resolver en la vida cotidiana. Si bien los principios básicos del ajedrez son sencillos, sus posibilidades de movimientos son casi infinitas. Jugar ajedrez requiere también cierto poliglotismo, ya que términos alemanes, árabes, ingleses, franceses e italianos enriquecieron el glosario ajedrecista. Por ejemplo: En mi último partido de Blitz en un torneo round robin, cuando mi adversario quiso desarrollar su alfil blanco en fianchetto, pensaba que iba a cometer un Fingerfehler, ya que su caballo se iba a quedar en prise, pero dijo “J’adoube” antes de tocar la pieza. Seguimos en tabiya hasta que me quedé en Zeitnot. El colmo fue cuando un Kibitzer me desconcentró diciendo que estaba en Zugzwang. Si esto está en chino para ustedes, he aquí la traducción al castellano: En mi último partido de ajedrez relámpago en un torneo de todos contra todos, cuando mi adversario quiso desarrollar su alfil blanco en el pequeño flanco (casilla g2), pensaba que iba a cometer un error de dedo, ya que su caballo se iba a quedar desprotegido, pero dijo “Compongo” antes de tocar la pieza. Seguimos en un esquema tradicional hasta que me quedé en apuros de tiempo. El colmo fue

cuando un espectador metiche me desconcentró diciendo que estaba en la obligación de moverme aunque cualquier opción me dejaría en desventaja.

El Mozart del ajedrez Incluso el público neófito conoce los grandes nombres del ajedrez: según las épocas, Ruy López, Philidor, José Capablanca, Bobby Fischer, Anatoly Karpov, Garry Kasparov y ahora Magnus Carlsen son nombres que hemos asociado con una inteligencia fuera de lo común y una memoria elefantina. Detrás de tan respetables apellidos se esconden hombres fascinantes, a veces radicalmente aislados del mundo real, obsesivos y hasta paranoicos. En el último festival de cine de Tribeca en Nueva York se estrenó Magnus,

Escena de Blade runner con el ajedrez en primer plano.

un documental sobre el actual campeón del mundo Magnus Carlsen. En esta misma ciudad, el fenómeno noruego, de apenas 25 años, defenderá por segunda vez su título mundial en noviembre. Este niño prodigio, humildemente apodado el Mozart del ajedrez, se convirtió en Gran Maestro a los 13 años. A esta misma edad enfrentó por primera vez a Garri Kasparov en un partido rápido, durante el cual se dio el lujo de abandonar por un tiempo la mesa para ver otros juegos mientras dejaba el ruso pensar en su jugada y salvar su honor empatando este encuentro. Kasparov, quien dice de Carlsen que tiene la precisión de Karpov y la tenacidad de Fischer, entrenó al adolescente escandinavo durante dos años, cuando se convirtió en el número uno mundial más joven de la historia, a los 19 años. Cuando le preguntaron a Carlsen quien fue para él el mejor jugador de la historia, citó a su mentor Garri Kasparov por su longevidad (el Ogro de Bakú conservó su título de campeón del mundo durante 15 años) y también al estadounidense Bobby Fischer en su época de oro, entre 1970 y 1972, por su inigualada precisión y energía. La vida de Fischer es la que Hollywood decidió contar en la película La jugada perfecta (Pawn sacrifice en su título original, sacrificio de peón en castellano). El genial Gran Maestro estadounidense se convirtió en leyenda desde sus trece años, cuando ganó lo que se sigue llamando la Partida del Siglo: el joven Bobby ridiculizó al campeón de Estados Unidos Donald Byrne (un título que consiguió dos años más tarde) después de un ingenioso y visionario sacrificio de reina.

Bobby Fischer contra el mundo La fascinación que ejerce la persona de Bobby Fischer no solamente tiene que ver con su mente brillante, sino con su lenta y dolorosa caída en el infierno de la locura. Bobby Fischer contra el mundo es el acertado título de un documental de 2011 producido por HBO: Fischer era el único representante del mundo occidental que logró vencer a los mejores jugadores de principios de los seten-


8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN

SÁBADO 16 DE ABRIL DE 2016

ta, todos ellos soviéticos. El ajedrez era un instrumento ideológico utilizado por la URSS para comprobar la superioridad intelectual de los pueblos comunistas. El campeonato mundial de 1972 entre Fischer y Spaski se convirtió en una batalla más de la Guerra Fría. Fischer ya tenía un odio paranoico hacia los soviéticos, que trasladó después, de forma inexplicable si no fuera por su delirio de persecución, hacia los judíos (él mismo tenía raíces judías), y a los propios Estados Unidos, hecho que lo obligó a vivir y morir en el exilio en Islandia, país donde había ganado su único y legendario título de campeón mundial.

Jaques en cine Muchos directores apasionados del ajedrez incluyeron, en sus películas, escenas con memorables partidas de ajedrez, como Michael Curtiz en Casablanca, Billy Wilder en Stalag 17, Ridley Scott en Blade runner y Stanley Kubrick en 2001, odisea del espacio, en la cual el astronauta juega contra la computadora HAL. En cuanto a las obras directamente relacionadas con el noble juego, En busca de Bobby Fischer es una de las mejores: un adolescente brillante rechaza los duros métodos de su entrenador (Ben Kingsley) que lo quiere convertir en un campeón tan agresivo, obsesionado y misántropo como Fischer. Otras películas muestran el dilema que tienen que enfrentar los geniecillos entre convertirse en campeón o vivir una vida normal, y también las posibilidades de escapar de una vida difícil a través de las enseñanzas del ajedrez, entre ellas, La defensa Luzhin con John Turturro, Los caballeros del Bronx y Fresh con Samuel L. Jackson y Emily Watson. Ya en 1925, Pudovkin había realizado La fiebre del ajedrez, sobre un jugador que deja todo de lado, incluso a su novia, para pensar únicamente en el juego. Sin embargo, la película más famosa que pone en escena una partida de ajedrez es El séptimo sello, en la cual un caballero cruzado del siglo XII de regreso a Suecia -donde hay una epidemia de peste negra- se encuentra con la muerte, que le propone una partida de ajedrez para retrasar el momento de su muerte. La obra maestra de Ingmar Bergman utiliza el ajedrez como una alegoría metafísica para reflexionar sobre el sentido de la vida y la existencia de Dios. La última novela de Stefan Zweig, escrita poco tiempo antes de su suicidio, fue llevado a la pantalla grande en 1960: Novela de ajedrez cuenta cómo el campeón mundial llega a empatar con un extraño Doctor B, quien desarrolló sus talentos ajedrecistas para no perder la razón mientras estaba preso por los nazis. Yo que soy un simple pichón en este hermoso juego regicidio y que más de una vez tuve que rezarle a Caissa, la musa del ajedrez, para salvarme de intricados enredos, debo admitir que soy sensible a la belleza del noble juego. Sin embargo, los sacrificios, no solamente de piezas pero también de vida, que deben hacer los Grandes Maestros, son dignos tanto de cuestionamiento como de admiración. Nunca cambiaría mi vida por la de Bobby Fischer pero sí daría mucho por haber estado en su cabeza cuando derrotó a Spaski en el sexto juego del campeonato mundial en Reikiavik, victoria tan bella que por única vez en la historia del ajedrez, un Gran Maestro se unió al público para aplaudir a su contrincante.

Estrella de los caminos A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

A

unque es un librito rojo no tiene nada que ver con el testaferro impreso de Mao Zedong. Forma parte del equipaje de personas distinguidas y venturosas. Se trata de la más antigua de las guías europeas de hoteles y restaurantes. Es de la que tanto hablaba tu tío Lorenzo -¿recuerdas?- sí él, el más intrépido y sibarita de la familia. A esta brújula que apunta al deleite le apodan guía roja. Fue creada en Francia, el año: 1900. Tiene el apellido de sus creadores: los hermanos André y Edouard. Su nombre propio es Guía Michelin. Anualmente, es editada por Michelin Éditions du Voyage. Opera y publica en más de una decena de países del mundo. Por supuesto, tiene todo que ver con la famosa marca de neumáticos que ostenta un muñeco de goma blanca. Nació y avanzó con el encendido del automóvil, a partir de vetustos caminos y a través de las nuevas sendas europeas. A principios del Siglo XX, los Michelin se empeñaron en proveer a los nuevos coches, y a sus audaces tripulantes, de lo necesario para completar los primeros rallys turísticos por el Viejo Continente. Así arrancó una empresa que marchó sobre ruedas a través de la provisión de: combustible, servicios mecánicos, accesorios y llantas, claro. La oportunidad no paró ahí. Los chauffeurs (choferes), también necesitaban restaurarse: comer, beber, dormir. Desde el año 1900, la Michelin fue la primera mentora de información propicia para los avatares de la bella época carretera. Actualmente la también llamada Vía Michelin, tanto en su versión impresa como en la aplicación para dispositivos móviles, asigna entre una y tres estrellas a la buena mesa. Destaca propiedad, creatividad y esmero en los diferentes platillos de cada local, además de auspiciar tradición y constancia. En otro

apartado de reconocimiento, establece de uno a cinco cubiertos en función del lujo y la atención a los comensales. Además, da a conocer comederos que aunque no tengan condecoraciones merecen ser probados. Los lugares inicuos, definitivamente, no tienen lugar en este impreso. Cada año, cada uno de sus inspectores transita y degusta anónimamente, come cerca de 250 ocasiones en distintos mesones y escribe cerca de mil informes. Utiliza como base el manual de la empresa y su propio criterio. Debe tratarse de uno de los mejores empleos del orbe. ¿La Vía Michelin es controvertida? ¡Por supuesto!, aunque su autoridad en el universo de la cocina es innegable. Su influencia es acreditada por más de un siglo de especialización, por un sistema de evaluación afinada, por parámetros colegiados y actualizados; principalmente, por una comunidad de expertos gustosos por orientar esos placeres pasajeros que nutren la existencia.

LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Las estrellas nacieron a finales de la década de 1920. Se precisaron hasta comienzos de la década de 1930. Las definiciones se introdujeron en 1936. Se mantienen vigentes de la siguiente manera: • Tres estrellas: una cocina excepcional que justifica el viaje. • Dos estrellas: calidad de primera clase en su tipo de cocina. • Una estrella: un restaurante muy bueno en su categoría. Tener una o más estrellas Michelin supone que el restaurante no sólo es uno de los mejores en su país. Es uno de los mejores en el mundo. Japón, Francia, Italia y España son los países estelares por la cantidad de distinciones.


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