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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 26 DE NOVIEMBRE DE 2016 |

Jack London «El peregrino de la estrella» en su centenario POR MARCO ANTONIO REGALADO REYES| PAG. 2

La aurora boreal del cine islandés CINE POR SYLVAIN PROVILLARD | PAG. 6

FOTO: JAZMÍN ABURTO

Paisaje de Drakkar, Islandia,

Cinco poemas

Potente

CREACIÓN POR GREGORIO MARTÍNEZ MOCTEZUMA | PAG. 4

A LA SAZÓN POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 7

Dos motivos para ser nadie

«¿Tendrá razón?»

CREACIÓN POR TERESA PUCHE GUTIÉRREZ | PAG. 5

CARTAS APÓCRIFAS POR ESTEBAN MARTÍNEZ | PAG. 8


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Jack London «El peregrino de la estrella» en su centenario POR MARCO ANTONIO REGALADO REYES

J

ack London es un hombre que vivió para escribir. Quizá uno de los parecidos más importantes con la obra de otros escritores de esta estirpe sea la apuesta por la integridad moral del individuo frente a la moral convencional de la sociedad. Jack es otro escritor de la estirpe de los duros como lo fue Norman Mailer, pero también de la genialidad de lo humano de la denuncia social. Leyéndolo, no podemos sino recordar a veces a Hemingway; otras, se parece a D‘Anunzio; en otras más podríamos evocar a Dostoievski; pero no dejan de venir a la memoria Edgar Allan Poe, Aldous Huxley, Malcolm Lowry o George Orwell, así como tantos más que han escrito en medio de una vida atormentada y ciclónica, casi siempre en el filo de la vida. En el interior de la hacienda Beauty Ranch, en Glenn Ellen, California, sobre el lecho, un hombre acabado combate la agonía de los dolores renales, el desasosiego del insomnio, la decadencia física y moral a la que el consumo frecuente de alcohol le ha empujado la infelicidad conyugal, el desencanto y el rastro de una existencia dilapidada entre borracheras, derroches de fortuna e innumerables aventuras. En los últimos tiempos, para atenuar los padecimientos de la enfermedad, ha sustituido los analgésicos y el alcohol por la morfina y la heroína. Dos defunciones distintas enmarcan la leyenda del escritor, idealista y aventurero Jack London: una muerte accidental y una muerte por mano propia, ambas tras larga enfermedad. Su muerte ocurre al filo de la madrugada del 22 de noviembre de 1916 1 . Jack London es el autor de Colmillo blanco, El llamado de la selva, Los de abajo, Lobo de mar y de La peste escarlata, entre otros, pero también de El peregrino de la estrella, uno de sus mejores libros y muy poco conocido. En él encontramos la estética de un excelente escritor y el cambio hacia una escritura que no siguió creciendo debido a su muerte. London escasamente vivió cuarenta años. Su biografía es impresionante, tanto como su escritura; la fortuna le sonrió pareja a un sino de desgracias que fueron inacabables. Toda su narrativa resume el ansia que sentía por el escape de la realidad. La vida real le era demasiado cruda para poder digerirla; prefería emborracharse, y borracho crear historias desasosegadas y febriles, pero evasivas. La creación artística, de la naturaleza que sea, reza las preceptivas; es una actividad que media entre el trabajo y el juego. El escritor —como el pintor, escultor, poeta o compositor— crea por una necesidad imperiosa de la que está imposibilitado a rehusar; es para estos artistas su mejor juego y su trabajo, en el peor de los casos, ya que a la mayoría les es muy mal pagado y conlleva la desdicha. London fue un escritor estadounidense que combina en su obra el más profundo del realismo con los sentimientos huma-

Su biografía es impresionante, tanto como su escritura; la fortuna le sonrió pareja a un sino de desgracias que fueron inacabables. Toda su narrativa resume el ansia que sentía por el escape de la realidad

Jack London en sus tiempos de navegante.

nitarios y el pesimismo. Era hijo de un astrólogo ambulante, a quien no conoció. Su madre espiritista se casó con John London unos meses después del nacimiento del niño y es de él de quien el escritor tomó el apellido. El escritor viajó a Alaska en 1897 y 1898, empujado por la corriente de la fiebre del oro. Ya antes había sido marino, pescador e, incluso, contrabandista. De regreso a San Francisco comen-

zó a relatar sus experiencias. En 1900 publicó una colección de relatos titulada El hijo del lobo que le proporcionó un gran éxito popular. Publicó más de cincuenta libros. Una de las únicas experiencias buenas y seguramente de las que gozó Jack London fue la de encontrar a Charmian Berkeley. En marzo de 1900 “se reunió por primera vez con Jack; con el tiempo se casaron el 19 de noviembre 1905 en Chi-


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cago, Illinois; ella se convirtió en el alma de Jack siempre a su lado, y una combinación perfecta.” Charmian era una mecanógrafa excelente (más de cien palabras por minuto) y taquígrafa, habilidades que aplicó para ayudar a los escritos de Jack y la correspondencia comercial. “Ellos fueron una pareja ideal... Jack y Charmian. Ella fue el compañero de Jack quien había buscado. Ella fue valiente y juego para cualquier aventura que podía soñar y sin embargo siempre ultra-femenina; llenó todas sus necesidades y más durante sus años de matrimonio” 2 . Sus relatos del mar son los de un medio duro y violento, mezcla de experiencia personal y su particular visión de la vida. Siendo adolescente, el joven adoptó el nombre de Jack. Trabajó en diversos y duros trabajos, fue pescador furtivo de ostras en la Bahía de San Francisco, sirvió en una patrulla marítima deteniendo a furtivos, surcó el Pacífico en un barco dedicado a la caza de focas, se alistó en el ejército de Kelly constituido por trabajadores sin empleo, vagabundeó por el país, y a los 19 años regresó para asistir al instituto. En esta etapa, entabló conocimiento con el socialismo y fue conocido como el Chico Socialista de Oakland por su oratoria callejera. Se presentó sin éxito en numerosas ocasiones como candidato socialista para la alcaldía. Pero, además de hombre de acción, London —acaso consciente de que en la literatura estaba su redención— fue un lector empedernido. Así, mientras la lectura de El manifiesto comunista le convirtió al socialismo militante, la idea del superhombre de Nietzsche le hizo ser más racista que el mismísimo Kipling, a quien también leyó. Entre unas cosas y otras, tal y como se nos cuenta en Martin Eden, su relato autobiográfico, al que muchos papanatas encuentran inconcluso, plano y falto de una estética escritural. En los quince años siguientes las revistas comienzan a publicar sus relatos a partir de 1899. Jack London se convertirá, por así decirlo, en el primer autor de best sellers. Es el escritor mejor pagado de Estados Unidos, tal vez por eso la crítica le desprecia, o en el mejor de los casos, le reconoce un “talento natural para la narración”, pero todavía es ahora cuando se le ignora en las historias de la literatura. Como mucho se le adjudica un puesto junto a Emilio Salgari, Zane Grey, Julio Verne y el resto de los autores tradicionalmente incluidos en las colecciones juveniles. En cualquier caso, la primera novela de London, La llamada de la selva, data de 1903, es la primera de las emotivas ficciones que dedica a los perros que ha conocido en sus días de Alaska. El éxito no se hace esperar. De ideas socialistas y siempre del lado de los trabajadores, London fue militante comunista e incluso agitador político. Pero, autodidacta como era, las lecturas del filósofo alemán Nietzsche le llevaron a formular que el individuo debe alzarse frente a las masas y las adversidades. Esta contradicción individualidad-colectividad está presente en su obra. Su tesis general es la de que el ser humano no es bueno por naturaleza, y sólo los fuertes consiguen alzarse en la vida que es dura; estos seres serán los que pongan los cimientos para una sociedad más justa. Muchos de sus relatos, entre los que destaca su obra maestra El llamado de la selva, hablan de la vuelta de un ser civilizado a su estado primitivo, y la lucha por la supervivencia; lo mismo que sucede con los personajes

de La peste escarlata. Su estilo, brutal, vivo y apasionante le hizo enormemente famoso fuera de su país, donde sus novelas se han traducido a numerosas lenguas. Entre sus principales obras cabe mencionar Los de abajo (1903), sobre la vida de los pobres en Londres; El lobo de mar (1904), una novela basada en sus experiencias como cazador de focas; Colmillo blanco (1906), un libro pesimista sobre la crueldad, la hegemonía de los más fuertes y la lucha por la libertad; John Barleycorn (1913), un relato, también autobiográfico, sobre su batalla personal contra el alcoholismo; y El peregrino de la estrella (1915), una serie de historias relacionadas entre sí, sobre el tema de la reencarnación. Sin duda, esta última es una de sus obras más inquietantes. El peregrino de la estrella deja entrever dentro de la obra de London un cambio escritural que su prematura muerte dejó en suspenso. Demasiadas libaciones y comilonas absurdas engendradas al calor de la continua soledad, el abandono y el aprovechamiento interesado de muchos de los que le rodeaban; males coronarios, urea, artritis, glicemia y, para colmo de males, adicción a la heroína que tenía que usar como calmante de sus constantes dolores

London fue militante comunista e incluso agitador político. Pero, autodidacta como era, las lecturas del filósofo alemán Nietzsche le llevaron a formular que el individuo debe alzarse frente a las masas y las adversidades

Jack London, a los 9 años, siempre adorador de los perros.

artríticos; luego, tenía que usarla por la dependencia que se formó. Esos achaques físicos, unidos al acoso de los vividores y parientes abusadores acentuaron en él, como vía de escape, su gusto por las aventuras que practicó abundantemente en su juventud y que luego volcó con fuerza en el torrente de su fantasía creadora. La que era una de sus pasiones sanas, cuando ya no podría llevarlas a cabo, las escribía, las soñaba, las vivía; quién sabe cuántas veces al insidioso influjo de su calmante: la heroína. Está por demás decir que la biografía de London nos llena de desazón; no era en su vida el prototipo de la vida de un escritor; ni la del narrador que nosotros soñábamos, lleno de confort, apaciblemente aburguesado, saludable y con muchos y felices años a cuestas. No, nada de eso. Leemos su vida y nos desencantamos al tratar de entender que la escritura es sólo un trabajo que se gana en la ficción de una vida placentera, porque la escritura cuesta y, casi siempre, el costo es la vida. En El peregrino de la estrella su protagonista es Darrell Standing, quien era un profesor de agricultura en la Universidad; “X” Darrell es un personaje que es presa de “la ira roja”, una furia que se traduce a


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problemas de enojo y celos, a un estallar en ira que lo hacía arremeter contra quien fuera y lo que fuera, y que un día paró en un lío de tal envergadura que hizo dar con sus huesos a la cárcel para terminar con una condena nada más y nada menos que de perpetua y más tarde en condena a muerte. Fue llevado encadenado a la ya desaparecida, pero entonces famosísima, prisión de San Quintin en el estado de California y de ahí a Follsom y al Ja-cket –una especie de tortura dentro de una rudimentaria lona que asemejaba a la camisa de fuerza–. Standing catedrático de la Universidad de Berkeley no volvería a poner sus pies en la calle. La prisión perpetua le fue reclasificada en pena de muerte por una discusión con uno de los guardianes. Pasó entonces a una solitaria hasta la ejecución de la sentencia. Entonces sólo su mente salía. Iba a vagabundear por las estrellas de la fantasía rompiendo, con mínimo esfuerzo, las infranqueables barreras del espacio y del tiempo. Su vida pendía de un hilo, extremadamente desnutrido y enflaquecido. Su mente en cambio cobró una fuerza arrolladora, capaz de haber sobrevivido por años a no ser por el cumplimiento del plazo para ser ejecutado: “Únicamente la carne muere y se transforma, el espíritu perdura y continúa construyéndose sobre sí mismo a través de encarnaciones infinitas y sucesivas en su eterno ascenso hacia la luz”. Quizá la muerte de London sólo haya sido que cambio de cuerpo, como su personaje, y quizá siga entre nosotros, ahora en otro envase, tanto o más que su insólita experiencia vital, evocada entre John Barleycorn, Martin Eden y El peregrino de la estrella. Sorprende comprobar cómo Jack London pudo presagiar en esas mismas páginas su suicidio siete años antes de matarse y marcharse agobiado por los delirios del alcohol, cuando su “vida dejó de ser ávida de vida”. Así las cosas, tales libros no son sólo la crónica novelada de una existencia; también son la de una muerte: la de un hombre a quien ni el dinero ni la gloria pudieron redimir de su destino. * Hace ya algún tiempo (14 de julio de 2010) este artículo fue publicado por Caníbal Twist y Letras de Cambio del diario Cambio de Michoacán; el primero, un buen sitio que no sé porque cerró hoy que hace mucha falta y que dirigían unos grandes amigos: Gilberto Pizarro (Arq. Bizarro) y Salvador Munguía (El Licenciado Munguía); el segundo, coordinado por otro gran amigo, Víctor Rodríguez. En aquél entonces, ambos fueron por su cumpleaños; hoy lo he maquillado y lo comparto por su centenario.

Notas Barrueco, José Ángel. Jack London: La ley del más fuerte (1876-1916)http:// www.literaturas.com/v010/sec... 2 Jack y Charmian London, circa 1911, possibly at Beauty Ranch.

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CREACIÓN

Cinco poemas* Gregorio Martínez Moctezuma Marino, cuando escuches el canto

de Venus sin haber sido asesinado

de la sirena, detén la nave

ni culpar al mar de mi mal,

y vuelve a puerto, si no quieres

antes bien, navego

perecer en el intento de verla.

entre tempestades horrendas

De otro modo, de nada te valdrán

agradeciendo a los dioses

las cuerdas, la cera ni el vino.

tan supremo don, aunque no haya Ítaca para mí.

*** *** El que sirena quiere en el mar naufraga,

Despavorido, intento huir

perece o sobrevive

de tu acústico recuerdo, sirena,

felizmente atormentado

pero todos los rumbos

por el fulgor de la visión

me llevan a tus tibias aguas.

y la resonancia del canto en solitario imaginados.

***

***

Cuando el marino superó el escollo,

1

la sirena, muda, ya no estaba ahí... Escuché, oh, temerario, el canto de la sirena, hoy padezco los tormentos

* Incluidos en Cuaderno de la sirena (Agua Escondida Ediciones, Ciudad de México, 2016). tallereando@yahoo.com.mx


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CREACIÓN

Dos motivos para ser nadie Teresa Puche Gutiérrez urbana soledad

transfiguración

las cinco horas de la tarde apenas

¡Qué bosque -cómo oprime- tan oscuro!

y un deseo de hacer no sé qué cosa

G. Owen

va vistiendo de hastío los ventanales donde tropieza el sol debilitado

perdidos en medio de la nada mis pasos aceleran las rosas

palabra tras palabra

de la quimera mayo que agoniza

voy tejiendo el latir de una existencia que se me escapa a este lado del mundo

huellas de pájaros efímeros

sin intentar siquiera detener los relojes

confinados a un cielo roturado

envueltos en sombrías razones del destino

sobrevuelan los árboles del parque donde mi sombra inerte y desvelada

leer el mundo no es igual que tocarlo

corrige la soledad de los caminos

y la ausencia no huele como huele la hierba

a un lunes en descenso

los cristales no son más que condenas que clausuran el tiempo

vagar entre los grises de la ciudad vacía

lentitud anticipada

precipita el cansancio de la vida

de una casa desnuda

el tiempo se transforma en vientre oscuro y la noche perfecta se derrama

beber en solitario

en esa muerte fácil y sabida

es la más triste forma de saberme invisible

de una marea negra inevitable vuelo hacia el mar y me pierdo en el sueño

Teresa Puche Gutiérrez es doctora por la Universidad de Granada (España) en Teoría de la Literatura y el Arte y Literatura Comparada, con especialidad en poesía española de la Generación del 27 y vanguardias del siglo XX, así como en estudios de género. En dicha universidad ha tomado los cursos de licenciatura en la especialidad de Musicología. Su tesis doctoral ha versado sobre la obra poética de León Felipe. Ha participado en numerosos congresos internacionales con ponencias sobre distintas líneas de investigación. Ha impartido gran diversidad de conferencias y cursos nacionales e internacionales, y ha realizado varias estancias de investigación en la Universidad de Varsovia (Polonia), en la Universidad de Granada (España) y en Universidad Autónoma de Puebla (México). Entre sus publicaciones se encuentran: León Felipe sincrónico y anacrónico. Un estudio de literatura comparada, Granada, UGR, 2009; Fantasmas de hielo y sombra. Imágenes y voces de mujeres en la penumbra, Málaga, Ediciones El Parnaso, 2009, libro que recoge tres estudios de género; y, más recientemente, Ex Libris. Estudios críticos y de literatura comparada, Morelia, DIAC-UMSNH, 2013, en coautoría; también ha publicado numerosos capítulos de libros y artículos en revistas arbitradas sobre diversos temas literarios, con especialidad en poesía, de arte y género y ha coordinado varios volúmenes colectivos. Ha impartido cursos doctorales en el Doctorado Interinstitucional en Arte y Cultura (DIAC) y también en CIDEM, y de maestría y licenciatura en la UMSNH. Actualmente es profesora de la Facultad de Letras y de la División de Posgrado de la Facultad de Derecho de la UMSNH donde imparte clases de Literatura y además es miembro de la Asociación Andaluza de Semiótica desde el año 2005 y del Seminario de Estudios Semióticos y de Literatura Comparada de la Facultad de Letras de la UMSNH.


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La aurora boreal del cine islandés ENSAYO :: Islandia, además de atraer a las grandes producciones hollywoodenses por sus fabulosos paisajes, ha desarrollado en los últimos años un cine nacional que comienza a enseñar al mundo los fascinantes rostros de una isla llena de contrastes. POR SYLVAIN PROVILLARD sprovillard@hotmail.com

L

as sorprendentes contradicciones de Islandia empiezan por su geografía: es a la vez una tierra de hielo y fuego, de glaciares y volcanes, de icebergs y géiseres. En verano los días no tienen noches, y en invierno, el tímido sol se asoma para rozar el horizonte durante cuatro horas. La sociedad islandesa también exhibe facetas paradójicas: el país no tiene ejército pero uno de cada tres habitantes posee un arma de fuego; son los mayores consumidores de Coca-Cola (honor compartido con los mexicanos) pero no se encuentra ni un solo McDonald’s en la isla. Son los que más horas trabajan en Europa (43.5 a la semana) y forman parte, sin embargo, de las naciones más felices (Islandia mantiene altos estándares de bienestar a pesar de haber vivido el mayor colapso bancario de la historia en 2008). Aunque es la segunda isla más grande de Europa, Islandia está poblada por unos escasos 330 mil habitantes, lo que equivaldría a la población de Uruapan viviendo en un territorio dos veces más extenso que Michoacán. Dos terceras partes de ellos viven en la capital más septentrional del mundo, Reikiavik. Para ocupar sus largas noches árticas, encontraron varias opciones, el deporte es una de ellas: que el equipo nacional de futbol (que se practica en canchas cubiertas durante ocho meses al año) haya llegado a cuartos de final en la última Eurocopa, eliminando a Inglaterra, es casi un milagro, tomando en cuenta que el deporte histórico de la isla es el balonmano. Sin embargo, el arte es lo que más atrae a los insulares: escuchan y componen más música, leen y escriben más libros, y ven más películas que cualquier otro pueblo en el mundo. ¿Cómo explicar entonces la discreción del cine islandés en el país más cinéfilo del planeta?

Literatura, música, ¿y cine? El fenómeno es aún más sorprendente cuando vemos como, en otros ámbitos artísticos, los islandeses han logrado conquistar un amplio público fuera de Islandia. En literatura, la grafomanía de los islandeses (uno de cada diez publicará por lo menos un libro en su vida) se ve reflejada en un Premio Nobel (Halldór Laxness en 1955) y en autores traducidos a muchos idiomas, como el rey de la novela negra islandesa, Arnaldur Indriðason, creador del famoso inspector Erlendur. El éxito fue tal que, en 2008, el detective se volvió protagonista de una cinta llamada Mýrin (Las marismas). Otra paradoja islandesa es que el género de la ficción policiaca está en boga en un país con bajísimos índices de crimen (entre cero y cuatro homicidios máximo al año). Musicalmente hablando, los artistas vikingos también conquistaron los oídos de ultramar. Rica de una tradición folklórica antigua, la música islandesa se ha enriquecido en el siglo XX para abarcar hoy en día géneros heteróclitos: la música medieval de Voces Thules, la voz pop de Emiliana Torrini, el folkpop de Of Monsters and Men, el post-rock de Sigur Rós, el trip-hop electrónico de Gusgus, y la singular voz de la embajadora de la música islandesa, Björk, son ejemplos de la importancia del cuarto arte en un país que organiza

Fotograma de Heartstone de Guðmundur Arnar Guðmundsson. A la derecha, cartel de Gorriones de Rúnar Rúnarsson.

alrededor de 50 festivales musicales anualmente. Hasta hace dos años no había visto una sola película islandesa. Sin embargo, las tierras inhóspitas de esta isla de hielo se me hacían conocidas, por las producciones hollywoodenses que adoptaron sus paisajes que bien podrían parecer extraterrestres: James Bond, Capitán América, Lara Croft, Batman, Thor e, incluso, Chewbacca, han pisado la isla. Sus glaciares han servido de escenario para representar planetas fríos como el del doctor Mann (Matt Damon) en Interestelar, o bien Hoth, el astro de La guerra de las galaxias. También todo lo que ocurre del otro lado del muro del Norte en la serie Juego de tronos ha sido rodado en Islandia. El mismo Tobey Maguire, aunque no en su traje de hombrearaña sino en la piel del campeón de ajedrez Bobby Fischer, vino a Reikiavik para recrear el mítico duelo del campeonato del mundo 1972 contra el ruso Boris Spassky.

El cine islandés como un géiser Hasta hace 25 años el cine islandés era casi inexistente, por lo menos a nivel internacional. En 1991 fue seleccionada por primera y única vez una película islandesa dentro de los cinco finalistas para el Óscar. Niños de la naturaleza narra la historia agridulce de Thorgeir, un anciano que deja su pueblo para llegar a un asilo de la capital, donde encuentra a una amiga de la infancia con quien roba un coche para regresar al campo. El director de la obra, Friðrik Þór Friðriksson, es considerado como el pionero del deshielo del cine islandés al fundar el Icelandic Film Corporation en 1987. En ese año, Ballenas blancas, del mismo cineasta, fue el único largometra-

Hasta hace 25 años el cine islandés era casi inexistente, por lo menos a nivel internacional. En 1991 fue seleccionada por primera y única vez una película islandesa dentro de los cinco finalistas para el Óscar

je de ficción producido en la isla. En 2015, este número se decupló y sobre todo la calidad de los trabajos fue reconocido en el extranjero con 50 premios en festivales. Actualmente se encuentran en fase de producción siete largometrajes de ficción y 14 documentales. Antes de 1980, la producción cinematográfica era esporádica. La película Tierra e hijos marcó el principio de rodajes más constantes, sobre todo de documentales, ya que la grandiosa naturaleza y el insólito modo de vida islandeses ofrecen muchos temas para este género. Si bien se producen obras que alaban la belleza de la isla y sus logros sociales, existen también otras que nos confrontan con su lado oscuro: Lalli Johns es la historia del vagabundo, alcohólico y preso más famoso de Islandia, quien pasó dos décadas en la cárcel por delitos menores. Hlemmur, nombre de la minúscula estación de autobuses reikiavikense, es otra obra que sigue a los olvidados del sistema, niños, adolescentes, viejos, pobres, enfermos y bichos raros que erran alrededor de este lugar desolado.

Tradición y modernidad El nuevo cine islandés se caracteriza por su diversidad, sin embargo el tema central que habita un gran número de filmes es el pasado y el presente, la tradición y la modernidad, un contraste muchas veces representado geográficamente, con el campo arraigado a sus costumbres y la ciudad, teatro del cambio perpetúo. La tendencia del nuevo milenio es retratar la vida citadina sin nostalgia por los tiempos pasados, un sentimiento que solía manifestarse en obras del siglo XX. Gorriones (Despegando a la vida), obra de 2015, es un ejemplo de ello: la cinta de Rúnar Rúnarsson relata el cambio drástico en la vida de Ari, un adolescente acostumbrado a Reikiavik, cuya madre lo manda con su padre a un pequeño pueblo de pescadores. Carneros fue la primera película islandesa que descubrí en el Festival de Cine de Morelia 2015. Además de ser una conmovedora historia de reconciliación entre dos hermanos, es también el retrato de un ganadero de ovejas que se opone a la ley que le obliga a matar a sus animales por culpa de una epidemia de tembladera: toma la decisión de


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salvar a los últimos de su especie, como una metáfora del moribundo estilo de vida campesino. Otro filme que retrata Islandia a través de las relaciones entre seres humanos y animales es la burlesca De hombres y caballos, habitada por un humor nórdico, reminiscente de las cintas del sueco Roy Andersson, que mezcla ternura, situaciones absurdas y funestos desenlaces. Los cineastas islandeses por fin tienen la oportunidad de expresar su talento en su tierra natal, sin tener que exiliarse (como lo tuvo que hacer hace treinta años Sigurjón Sighvatsson, productor de obras tan variadas como la serie Beverly Hills 90210, Corazón salvaje, Arlington Road, Hermanos y Basquiat). El séptimo arte ha abierto una ventana entre el mundo y un país aislado que tenía sed de expresarse e interrogarse sobre su identidad. Hay algo asombroso y difícil de definir en el cine islandés: quizá reside en su singular forma de oscilar entre lo profundamente triste y lo infinitamente bello.

Las diez películas del nuevo cine islandés que tienes que ver -101 Reikiavik (2000) de Baltasar Kormákur: el despertar a la vida de un treintañero aburrido. -Los ángeles del universo (2000) de Friðrik Þór Friðriksson: un joven sensible cae poco a poco en la locura. -Noi el albino (2003) y Corazón gigante (2015) de Dagur Kári: dos conmovedoras historias sobre personas marginales. -Screaming masterpiece (2005) de Ari Alexander Ergis Magnússon: documental sobre los numerosos y talentosos músicos islandeses. -Hijos (2006) de Ragnar Bragason: la lucha cotidiana de una madre soltera con cuatro hijos. -Volcano (2011) de Rúnar Rúnarsson: el retrato naturalista de un hombre solitario. -Vonarstreati (Life in a fishbowl) (2014) de Baldvin Zophoníasson: tres cuentos entrelazados de cambios de vida. -Carneros (2014) de Grímur Hákonarson -Heartstone (2016) de Guðmundur Arnar Guðmundsson: el descubrimiento de la sexualidad en un pueblo de pescadores.

Potente A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

E

l escritor asturiano-mexicano Paco Ignacio Taibo I le daba por la apología gastronómica, así es que a su obra literaria se sumó, de manera ardorosa, el tema de la comida de México y España. La fabada, particularmente, le mereció encomios que trascendieron los ingredientes y la erigieron, en su imaginario, como un alimento redentor del más regio espíritu asturiano. Este Taibo acuñó acuciosos e intensos libros y ensayos en pos de la significación alimentaria de la cultura. Fue colaborador de algunas publicaciones especializadas y Miembro de la Sociedad Mexicana de Gastronomía y Enología. Entre sus tratados se encuentran El libro de todos los moles y Breviario sobre la fabada. A continuación, te invito a probar algo de sus guisos. Esta vez se trata de un libreto dedicado al cocido más representativo del patio trasero de la península ibérica: Los asturianos somos como somos por causa de la fabada. Humeante plato que llegó tarde, porque la pobreza le había cerrado el camino, pero que aquí está ya y con el cual habrá de contar algún día para contar la historia, el perfil psicológico, las revoluciones encendidas, el talante de todo un pueblo… Los asturianos se levantaron en armas, solos, en 1934. ¿Lo hubieran hecho de haber negado el chorizo? Yo soy yo, más mis circunstancias, decía don José Ortega y Gasset. Lo que como, soy. Pudiéramos decir. Y si lo que como es fabada, ¿qué no podré ser? He dicho.

Sigurjón Sighvatsson.

La fabada es uno de los platos más ensalzados. También, es uno de los más concentrados en ingredientes y sabor; reconfortante ante el frío, y de los más pesados para digerir. Absténganse paladares melindrosos y estómagos delicados. ¡Vaya! Este cocido es de los más bravos del mundo. Para comprender un poco este caldo hay que considerar que Asturias es un principado; una comunidad autónoma uni-provincial,

situada en el norte de España. Por muchos años, fue pobre, explotada pero renegada. Tras revelarse se ha erigido orgullosa ante el mundo, imponiéndose a los fríos de su tierra y de su historia, y repropiándose de las riquezas que le proveen las costas del mar y la cordillera Cantábrica, con todo y sus profundos valles en los que cría el ganado en semilibertad. La cultura y, por ende, la gastronomía de Asturias tiene elementos que la emparentan con las cocinas normanda y bretona. La fabada es su plato con mayor carácter. Se trata de un potente guiso hecho con fabes, una variedad de judía blanca o alubia. El caldo de leguminosas es acompañado con una selección de embutidos y salazones denominada compango: chorizo, morcilla (sangre guisada), lacón (tobillo delantero del cerdo), costillar, panceta y tocino de papada. Se sazona con pimentón y azafrán.

LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Gracias de una buena fabada: prepararla sin prisa / La morcilla debe ser ahumada. El toque de humo de la morcilla se traspasa a la fabada / Hay que desalar bien las carnes / Remojar las alubias ocho horas antes de la cocción (la noche anterior, por ejemplo) / Se debe cocer a fuego lento / El hervor se debe romper con pequeñas cantidades de agua fría / El cocido no debe removerse con cubiertos. Basta agitar la olla cada cuarto de hora / Las alubias se cuecen, aproximadamente, durante dos horas con una cebolla entera que luego se tira / La faba bien cocida debe ser mantecosa al paladar, pero en ningún caso deben pelarse o hacerse puré durante la cocción / En la etapa final (la última media hora, aproximadamente) se añade el compango / Es un plato que según la sabiduría popular: “sabe mejor al día siguiente” de haberlo cocinado / Se sirve en plato o cazuela de barro / Los trozos de compango, cocidos, se sirven en una fuente aparte.


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«¿Tendrá razón?» CARTAS APÓCRIFAS :: POR ESTEBAN MARTÍNEZ

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stábamos en una reunión de amigos, cuando la conversación nos llevó al terreno preocupante de la pérdida de poder, de soberanía del Estado en este neoliberalismo en que vivimos. Alguno hizo la inquietante pregunta de que quién nos defendería de la dictadura del mercado y del creciente poderío de las corporaciones transnacionales en esta globalidad vertebrada y regentada por las mismas. Discutimos sin llegar a ninguna conclusión que no fuera a de la inquietud, la de la alarma. Ahí fue cuando Juan Contreras nos salió con lo que a continuación informo. "No hay por qué llorar al Estado-nación, el cual, como dijo Anatole France, lejos está de ser solamente un señor lastimoso y malhumorado detrás de una ventanilla; como dijo también el mismo France, hay que verlo como al cuerpo humano, en el que todas las acciones que realiza no son nobles. Veamos por qué. "Según dicen algunos de los que se precian de saber del tema, el Estado es la expresión jurídico-política de un grupo o clase dominante; otros, más optimistas, piensan que es el instrumento de integración y de resolución de los problemas colectivos. La primera teoría contiene y encierra la existencia en la sociedad de grupos sociales en conflicto… ustedes, mis estimados me dirán: en esta globalidad neoliberal en que nos movemos y nos mueven, ¿es o no de clases?... nada más pregunto. La segunda teoría tiene por real que los grupos sociales no son necesariamente irreconciliables y puede existir un instrumento (el Estado) capaz de integrarlos, de armonizar sus intereses y servir, al menos teóricamente, por igual a todos los ciudadanos… ¿lo creen ustedes?... ¿todos quedamos conformes con sus decisiones y ordenamientos, o los aceptamos porque los impone y no hay de otra?... ¿qué me dicen? En lo personal veo al estado como una cobija, que tapa y

abriga a unos y deja a la intemperie a otros muchos… ¿se figuran lo que va a pasar si a esa cobija la hacen más chica? Y lo veo como una cobija, porque soy de la opinión de los que piensan que la soberanía del Estado siempre se ha inclinado en favor de los que tienen mayor propiedad privada de los que sea: tierras, fábricas, dinero y últimamente medios de comunicación. Esa tendencia se acentuó desde los inicios mismos de la Revolución francesa, que materialmente descabezó, en Luis XVI, a la doctrina del poder divino, al concedido por la gracia de Dios. "Analizando la cuestión de la soberanía, tenemos que, al menos teóricamente, en una democracia la soberanía pertenece y es ejercida por el pueblo… y esta teoría, sostenida por J.J. Rousseau, lleva consigo al sufragio universal, a la práctica de "un hombre, un voto". Temerosa y con el fin de evitar que ese sufragio universal diera por resultado gobiernos populares, la ascendiente burguesía del siglo XIX, más ilustrada y mejor organizada que las masas, primero rechazó y combatió el sufragio universal, luego elaboró, defendió y terminó por imponer el término de soberanía nacional, considerando al concepto de nación como un ente real, integrante tanto

(...) la ascendiente burguesía del siglo XIX, más ilustrada y mejor organizada que las masas, primero rechazó y combatió el sufragio universal, luego elaboró, defendió y terminó por imponer el término de soberanía nacional

de los que tenían más, que eran los menos, como a los que tenían poco o casi nadad, que eran los más… y por último se dedicó a elaborar, defender y terminó por imponer diversos tipos de sufragios restrictivos… como por ejemplo el llamado sufragio censitario, por el que únicamente votaban quienes pagaban un tanto de contribución, o el sufragio capacitario, por el que únicamente tenía derecho a votar aquel que poseyera determinado grado de educación… así como otras formas de sufragios desiguales, como fue la de los votos suplementarios para los ricos. El sufragio universal, el de la consigna de "un hombre, un voto", aquel que no se encuentra limitado por ninguna condición de fortuna de capacidad, por fin se fue implantando en Europa y otras naciones del mundo a fines del siglo XIX, después de prolongadas luchas de las clases populares… eso sí, privando a la mujer de su derecho a votar… derecho que le fue reconocido en fechas posteriores, cuando la burguesía o propietarios de lo que sea, pero en grande: tierras, industrias, mercados, dinero, medios de comunicación, etcétera, y los políticos, fueron afinando la maquinaria electoral con el clientelismo, los grupos de presión, cabildeos y componendas, pues "de la misma manera que a riqueza es poder, todo poder atrae infaliblemente hacia sí a la riqueza por uno u otro medio", como dije el político y escritor inglés Edmundo Burke, por lo que digo que no hay que llorar por la pérdida de soberanía del Estado… pues siempre ha sido cobija de los poderosas y de los ricos principalmente". A las palabras de Juan Contreras les salieron tantos partidarios como antagonistas. Usted, estimado lector de la presente: ¿cree que tiene la razón o no nuestro amigo? Sin más por el momento, su seguro servidor. JUAN DUDAKIS


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