[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 14 DE MAYO DE 2016 |
70 años de un clásico Malcolm Lowry y el infierno mexicano POR CARLOS RUVALCABA | PAG. 2
Un libro sobre el arte de tejer POR ISABEL LEÑERO | PAG. 3
Todos entendemos a George Harrison: sobre la antología Lados B 2015 POR RAÚL MEJÍA | PAG. 4
Verificar el significado de las palabras CARTAS APÓCRIFAS POR ESTEBAN MARTÍNEZ | PAG. 6
José Luis López: de la crueldad como artístico ritual POR MARCO ANTONIO REGALADO | PAG. 7
Sensaciones A LA SAZÓN POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 8
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70 años de un clásico Malcolm Lowry y el infierno mexicano POR CARLOS RUVALCABA
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alcolm Lowry es autor de Bajo el volcán, una de las novelas más importantes del siglo pasado. La escribió en Cuernavaca y está cumpliendo 70 años de su primera edición en inglés. Una asombrosa historia escrita muchas veces bajo la influencia de alucinaciones alcohólicas, donde describe de manera diabólica las costumbres y formas de vivir del mexicano, mucho más allá del simple costumbrismo, hasta llegar a los rincones más recónditos del ser humano. Lowry intentaba hacer una obra de la magnitud de La divina comedia de Dante, en una especie de trilogía en la que separaría el infierno del purgatorio y el paraíso, pero se quedó enfangado en el infierno mexicano. Las anécdotas que aquí se cuentan sucedieron entre el 13 de marzo y el 4 de mayo de 1946. Lowry las revela en su libro La mordida. Margarie su esposa no quería regresar a Canadá sin conocer Acapulco. Se trasladaron a la Ciudad de México para coger un autobús que los llevase al puerto guerrerense, donde pasarían una semana. Se hospedaron en el hotel Monterrey. Lowry ya había estado allí solo y había creado escándalos mayúsculos con sus borracheras de mezcal. La cárcel del pueblo se vistió de gloria con la múltiple presencia de aquel borrachín. A Lowry no le hacía ilusión visitar Acapulco pues sus recuerdos no eran agradables y siendo supersticioso como era, temía a los fantasmas que había dejado ahí. Pero como su mujer insistiera, tuvo que enfrentar a sus recuerdos y supersticiones. Desde su llegada al hotel le pareció de mal agüero que los instalaran en el cuarto número 13, justo el trece de marzo de 1946. A la mañana siguiente de su llegada, Lowry nadó hasta agotar sus fuerzas. Cuando se disponía a regresar a la habitación le avisaron que unos hombres lo buscaban. Lowry se extrañó puesto que no esperaba a nadie y menos a los siniestros personajes a los que iba a enfrentarse y que le causarían tantos trastornos y dolores de cabeza. Efectivamente, se trataba de dos agentes de Migración que iban a cobrarle una multa de 50 pesos, por salir del país después de la fecha límite, en su anterior estancia en México en 1938. En realidad querían que les diera 50 pesos de mordida disfrazada de multa. Le entregaron también una nota en donde se le informaba que no podía salir de Acapulco sin autorización del jefe de Migración. Margarie había dejado los pasaportes en Cuernavaca, a más de 600 kilómetros de distancia. Ahí fue donde empezaron a complicarse las cosas para la pareja, principalmente porque se negaban a dar mordidas. Como si de una novela de Kafka se tratara, la pareja se quedó presa en el hotel y
do, puesto que había promovido aquel viaje principalmente para rescatar a su marido del demonio de la embriaguez que lo esclavizaba, tras escribir su novela en Cuernavaca. Malcolm no encontró mezcal en el hotel, pero le llevaron una botella de ron habanero. El policía que los vigilaba permitió a Margarie que fuera a nadar a la playa. Se fue muy enfadada porque Malcolm había roto su promesa de no beber alcohol. Cuando la mujer regresó, el escritor se había terminado el ron y tuvieron una de sus peores peleas. Tras la tormenta conyugal, Lowry propuso a su mujer que fuera a Cuernavaca a recoger los documentos y dinero, luego que los amenazaran con llevarlos a la cárcel. Margarie tuvo que salir de prisa. Le dieron cuatro días de plazo para ir y volver o su marido iría la cárcel. Lowry no podía resistir la soledad, el encierro y la tensión en estado sobrio y pidió que subieran a la habitación tres botellas de tequila. La segunda noche el escritor sufrió alucinaciones etílicas. En una de ellas se le apareció un amigo ya muerto que le sirvió de modelo para el personaje Juan Cerillo, en su célebre novela. Durante la alucinación, el aparecido lo recriminó por causar tantos problemas a Margarie con sus borracheras. Al día siguiente, a las dos de la madrugada, su esposa lo despertó enfurecida pues había viajado sin dormir dos días y dos noches y al encontrarlo en aquel deplorable estado, derrumbado en el suelo de la embriaguez, con las botellas vacías regadas por el cuarto, le dijo: “Levántate,
es de suponer que Lowry necesitara un trago de mezcal para asimilar el susto. Margarie sin embargo no estaba de acuer-
Melcolm Lowry durante su estadía en México, acompañado de Margarie.
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maldito borracho”. Lowry lloró como niño aterrado y entre sollozos le pidió un trago de tequila. Aunque pagaron la multa no les permitieron marcharse de Acapulco hasta que supuestamente llegó la orden de la capital. Así tuvieron que pasar diez infernales días, pero no consintieron dar mordidas. Lo que en un principio estaba planeado para una semana, se convirtió en un larguísimo mes hasta su regreso a Cuernavaca. A su llegada recibieron una agradable noticia: el editor de Bajo el volcán aceptaba publicar la novela sin cambios, asunto por el que Lowry había luchado tenazmente. Pero recibieron otra no tan buena: deberían presentarse en la oficina de Migración en la Ciudad de México. El jefe de inspección les dijo que, aunque habían pagado la multa, en el pasaporte de Lowry decía que era escritor y eso suponía que hubiese estado trabajando sin permiso durante su estancia en el país, y por lo tanto serían deportados en tres días, a menos que depositarán 500 pesos cada uno. No hay duda de que la corrupción ya apestaba desde entonces y para ellos, la maldición de la mordida continuaba.
Lowry no podía resistir la soledad, el encierro y la tensión en estado sobrio y pidió que subieran a la habitación tres botellas de tequila. La segunda noche el escritor sufrió alucinaciones etílicas. Los enredos burocráticos se sucedían y complicaban cada vez más, debido a que los Lowry se negaban a dar mordidas. De enredo en enredo fueron a parar a la cárcel el 2 de mayo con todo su equipaje, que finalmente les robaron. La superstición de Malcolm se ensombreció al ver que la cárcel se encontraba en la calle Bucareli número 113. Desde luego, era otra señal de que los tiempos seguirían malos, quién sabe por cuánto tiempo más. Allí permanecerían hasta que Migración decidiera qué hacer con ellos. Los metieron en un cuarto con rejas y estuvieron incomunicados –entiéndase secuestrados— sin derechos hasta el anochecer. Los subieron al taxi de las tinieblas, el miedo y la zozobra, y los llevaron a la estación de trenes, vigilados muy de cerca por un guarura mal encarado al que apodaban El Grasiento. Su destino era la frontera con Estados Unidos para ser deportados, a lo que ellos se negaron, pero El Grasiento los convenció a punta de pistola. Finalmente, el 4 de mayo de 1946, los metieron en el taxi de la libertad y los obligaron a cruzar la aduana de Estados Unidos. Dejaban atrás, al fin, el infierno mexicano y la mordida.
Un libro sobre el arte de tejer RESEÑA :: POR ISABEL LEÑERO
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l mensaje está en el tejido es el título de un libro que reúne una propuesta interesante y original porque se trata de un documento único que da fe de la actividad del tejido como práctica ancestral y encierra un universo por demás basto y contundente. Es, además, una oportunidad para reivindicar su valor, ya que en muchas ocasiones se le ha relegado al ámbito doméstico y femenino, y en la actualidad se reafirma como una actividad que permite impulsar y detonar diferentes mensajes. Las autoras son Annuska Angulo y Miriam Mabel Martínez, quienes se presentan como tejedoras conceptuales que paralelamente escriben y están dispuestas a demostrar que tejer es escribir, y el libro es una extensión de su rebeldía. El texto se ha estructurado de tal manera que el lector puede transitar a través de cuatro ensayos que tratan sobre sociología, historia, arte/diseño y ciencia (pedagogía, neurología, terapia, etc.), además de seis entrevistas, ofreciendo un panorama bastante amplio del acto de tejer como una actividad que reivindica, aporta y subraya su complejidad y su mensaje. Es el acto de tejer y sus posibilidades reales de comunicación, expresión y de relación con su entorno. Según las autoras, a través del tejido
han podido “explorar las posibilidades del nudo hasta que se convierte en una pieza de arte, un tag grafitero, una prenda, un regalo, una escritura, un oficio, una figura de yoga, un acto de sobrevivencia, una necesidad de arroparse”, y muestran el tejido como una acción individual, solitaria, que desemboca en una manera de entender el mundo. Así, hay personas que tejen-narran historias sin saberlo, y otras que lo hacen conscientemente, con grafiti, tejiendo en colectivo o produciendo arte, dicen. El libro ha sido cuidadosa y hermosamente editado por la Editorial Futura, que dirige la diseñadora Rocío Mireles. Y con El mensaje está en el tejido, que sale a la luz gracias al apoyo del Fonca, se inaugura la serie VMW de libros hechos por mujeres. Annuska Angulo es estudiante de Letras Modernas Inglesas en la UNAM y trabaja como editora y escritora independiente, y Miriam Mabel Martínez es escritora y editora, Sin duda, vale conocer esta inquietante propuesta creativa, que ha logrado materializarse en un libro bellamente diseñado, que además de contar con material de investigación está impregnado de vitalidad de ejemplos y palabras que lo convierten en un libro objeto, lúdico y valioso.
Annuska Angulo y Miriam Mabel Martínez, editoras de El mensaje está en el tejido.
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Todos entendemos a George Harrison ARTÍCULO :: A propósito de la presentación de la la Antología Lados B 2015. POR RAÚL MEJÍA
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claración no pedida: hasta hace unos treinta años, había un objeto llamado disco de acetato o vinil. Ahí se grababan las canciones y tenían dos lados. En el lado A iban las rolas pegajosas, bailables, los hits y las rolas sublimes; en el lado B iban… todas las demás. El presunto relleno, el cascajo que no se sabía dónde meter. Ahí solían quedar varias obras maestras. Ahora sí, empiezo por el documento rector de Mauricio Bares en relación a su gustada serie “Lados B, la vida sin glamour”, en donde detalla su vocación por esos escritores tan buenos como dicen que lo es Juan Villoro, pero sin ser parte titular de un equipo como el Barcelona, Bayern o Manchester United… eso utilizando analogías futboleras. Ser del lado B del disco de la literatura, es comprender al ascetismo de George Harrison, condenado a esos campos roturados y ejidales del acetato en donde lo arrinconaron y apenas si le dieron chance de poner una rola en cada disco de los famosos Beatles. No importaba que de su lira e inspiración salieran joyas como “Here comes the sun” u obras trascendentes como “Something” -rola que Frank Sinatra consideró la mejor canción de Lennon y McCartney, por si había duda de lo injusto de la vida; George sólo sonrió y lo perdonó, pero jamás salió del lado B. Es más, les doy un dato que ilustra la naturaleza del ser humano: las ganancias de la empresa beatle estaban repartidas de manera brutal: el 98% para Lennon y McCartney y el 2% para los otros dos. A Georgie, ser ninguneado sistemáticamente lo llevó a componer himnos místicos como “My sweet Lord”… sólo para ser acusado de plagiario. Así, simplemente no se puede. Ser titular en el Barsa o poner puros hits en el lado A tiene mucho de azar. Debe haber, de preferencia, una cuota de talento incuestionable -aunque se cuelen de repente varios mediocres cuyo charm asegure la inversión de la primera edición del Premio Alfaguara de novela, por mencionar un ejemplo. Ocuparse de docenas de escritores condenados a la liga municipal ya es un acto de bonhomía digno de aplaudirse que Mauricio, como un buen hombre de negocios, ha em-
prendido. Digamos que, siguiendo a Gabriel Zaid (en El progreso improductivo y en Los demasiados libros) el binomio escritores de imposible consagración/empresario conocedor del mercado de lectores, dio por resultado una oferta pertinente y un encuentro feliz que llevamos celebrando ya cinco años. Yo le agradezco se haya ocupado de mis textos en la primera edición de la serie Lados B. Digamos que en el 2011 lo supe: de ahí no pasaría y saberlo me llevó a practicar la escritura en puro ambiente controlado. Nada de andar buscando una forma nueva de narrar, ni de emprender la novela que Morelia ha esperado y sólo yo podía escribir, ni andar viviendo como marca el protocolo de todo escritor que se precie de serlo: jodido de preferencia, con un airecito de perdonavidas, de izquierda y enemigo jurado de las instituciones. Tampoco aspirar al Nobel michoacano: el Premio Eréndira, que a fin de cuentas se consigue si se viven suficientes años. En Morelia, el mérito es una infección venérea. En tiempos inciertos como los actuales,
los psicólogos recomiendan tener certezas aunque sean virtuales. Les tengo una buena noticia y mejor certeza: ya no hay forma de llegar a alturas más allá de lo que ofrece la región (menos de dos mil metros sobre el nivel del mar). Hay quienes lo intentan y andan haciendo el performance completo del escritor maldito (pero talentoso), haciendo maratones en cantinas -de preferencia con un famoso (poniendo evidencias en el feis), llevando “vidas intensas”, sintiéndose bien interesantes y muy especiales, presumiendo relaciones, ganando becas, solicitando becas, ganando concursos. Algún día la literatura los merecerá. De nada sirve todo eso. Nos queda -eso sí no está sujeto a las leyes del mercado así sea el “mercadeo en buena onda”- la universalidad de la región y hacer las cosas bien sin esperar mucho a cambio. Ser competentes, rigurosos, profesionales e inspirados, sólo por la sencilla experiencia de hacer bien las cosas y esperar la felicidad de ser leído por “los otros”. Con eso basta. Pienso en la década que nos dio una camada de escritores de culto hace unos cincuenta años. Fue necesario un empresario y unas pocas editoriales (Joaquín Mortiz, señaladamente: santo, apelativo, razón social, seña, empresa, visión, generosidad): una apuesta y un encuentro feliz con nombres de prestigio: José Agustín, Fernando del Paso, José Emilio Pacheco, Ibargüengoitia… y sigan nombrando. ¿De cuántos ejemplares eran los tirajes? ¿Diez mil? ¿Cinco mil? No. Raras veces llegaban a los mil quinientos en un país que en ese entonces andaba por los 50 millones de habitantes. Fue la conjunción de talento, empresarios visionarios y unos cuantos miles de lectores que corrieron la voz. Eso no ha cambiado…. O no mucho. Creo luego de la llamada “Generación del crack” que diseñó Sandro Cohen, ya no se han vuelto a dar booms masivos. Eso demuestra que se necesita de un buen productor también. ¿A poco creen que Michael Jackson hubiera llegado a donde llegó sin Quincy Jones, los Beatles sin George Martin o Pink Floyd sin Bob Ezrin? Sin esos hom-
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bres en la sombra, ninguna revolución cultural se hubiese dado. Se oye feo, sí, pero aquí, en Corea del Norte, en Francia, en Somalia, en Estados Unidos, Cuba y México funciona así. Si algunos creen que este infierno neoliberal y su metodología está de salida, es mejor que se pongan cómodos a esperar. Sus reglas operan incluso en los países ingenuamente llamados socialistas. En ese entorno sui generis es donde Mauricio Bares lleva a cabo su empresa. Tan bien va el asunto para todos, que en varios países hablan de su producto (decidí creer que es cierto todo lo que cuentan las leyendas). Hasta en Europa se habla de los escritores del lado oscuro de la luna compilados en los Lados B. Ya no será de otra manera. No hay lugar para el romanticismo salvo el de consumo personal. No en un entorno en donde, sin esfuerzo y sin talento (de preferencia) se tienen más lectores de los que tuvo José Emilio Pacheco cuando se dio a conocer hace medio siglo. Las redes sociales son democráticas y ya Umberto Eco, antes de morir, dio su opinión al respecto. Pero no sólo ahí. Chequen un ejemplo para que vean que incluso en el olimpo hay clases. ¿Conocen o han escuchado de David Duchovny? Fue el actor principal de una serie realmente buena: Californication. El tipo estudió un master en literatura y se puso a escribir una novela sobre una vaca, un puerco y un guajolote que huyen de sus tristes destinos. El paraíso de la vaca es en la India; el puerco y el guajolote la tienen más complicada: Obama indulta un pavo cada año: Uno. Los puercos son tan rendidores que se utiliza todo su ser para beneficio humano. Todo. Me recuerda un breve texto de Monsiváis que se titula: “El chivo que quería ser todo, menos expiatorio”. Duchovny sólo quiere contar una historia y dice no querer sea un éxito porque se ha perdido ese romanticismo de hacer las cosas bien sólo por el placer de hacerlas bien: “Cuando empecé como actor –dice- había algo que se llamaba cine independiente. Ahora ya no, porque cualquier película independiente aspira al éxito. El único lugar en el que puedes programar un producto que no sea para todo el mundo, es en la televisión de pago. Amazon y Netflix no necesitan llegar a todos, sólo a algunos y pueden hacer buenos productos minoritarios”. Cada quien tiene su noción de lo minoritario, pero David tiene razón. Así veo el empeño de Mauricio Bares: poner en la vitrina a escritores que sólo quieren hacer literatura, que hacen de sus vidas una narrativa generacional que se repite siempre e invariablemente con pequeñas variaciones de lenguaje desde hace décadas y décadas y décadas. Son regionales, son universales y son leídos, porque no sólo los leen sus parejas, sus amigos, sus familiares. Uno los lee y siente esa esencia de realidades que sólo las mentiras pueden provocarnos. A estos escritores los leen más personas que a los escritores de culto de hace medio siglo. Están más relajados porque saben que el lado B es la vida real y porque –en eso confío- nada deben esperar ni del stablishment, ni del mainstream, ni del lado A del acetato, ni de iTunes, ni del streaming, ni de Anagrama. De verdad: por cada Ronaldo hay 756 mil jugadores talentosos (como Messi) pero en códigos postales, culturales, políticos y económicos dignos del lado B. Esto, señoras y señores, no es de justicia. Es de rendimiento, de capacidad, de azar, de relaciones o, como dijo John Lennon en una célebre entrevista hace muchísimos años: “para ser lo que éramos los Beatles, hay que ser unos hijos de la chingada… y nosotros lo éramos”. De quienes están en esta mesa (y chance
Mauricio Bares, sexto de izquierda a derecha, y escritores de la serie Lados B.
Así veo el empeño de Mauricio Bares: poner en la vitrina a escritores que sólo quieren hacer literatura, que hacen de sus vidas una narrativa generacional algunos entre el público) yo considero a Ramón Lara uno de los mejores escritores que deambulan por estas tierras (y ya coqueteó con Anagrama… pero le faltó un productor). Ramón es un sujeto discreto en su forma de ser escritor, pero un cabrón contundente en las páginas que pergeña; no conozco el trabajo de Tristana Landeros porque no tengo el Lado B femenino, pero si Mauricio la incluyó es suficiente recomendación. El respetable Francisco Valenzuela “le entra a todo”. Lo considero el productor que muchos necesitan. Su perseverancia en eso que casi ya nadie procura como lo es una revista, y las parcelas que le abre a la discusión sobre cine en su programa de radio muestran de qué hablo. Falta que se inventen o se den (mejor lo primero) las circunstancias que procuren más espacios para desplegar eso que hace falta en esta zona del
país: iniciativas realmente posibles. Y está Salvador Munguía que ha logrado, con la materia de la cotidianeidad, unos artefactos literarios tristemente felices, con la cuota precisa de humor, de ironías salvadoras -valga la redundancia. Creo ya ni sabe cuándo lo que escribe es su vida mejorada y cuándo es sólo la manera que ha encontrado para sobrevivir a eso de ser licenciado, superar el haber sido diez nato que pudo jugar en el Manchester United y recaló, como portero, en la escuadra de la carnicería Mayo en la categoría de veteranos. Así es la vida para la inmensa mayoría de quienes no les toca la gracia del azar… porque muchísimas cosas en nuestras viditas, ocurren de pura chiripa. Cuando Salvador me invitó a participar en este evento me negué porque siempre he creído que quienes le dedicamos tiempo a la escritura somos unos abusivos… y vean, es hora que no termino. No quise dejar pasar, en medio de tanto rollo prescindible de mi parte, el valor que yo le doy a esta empresa en la que Mauricio Bares se metió y que muchos le agradecemos. Ustedes, cuando lean a los George Harrison que les presenta esta antología constatarán, sencillamente, que hay vida luego de Juan Villoro… e incluso con él en el escenario del Bernabeu.
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Verificar el significado de las palabras CARTAS APÓCRIFAS :: POR ESTEBAN MARTÍNEZ
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o confieso, servidor no sabe dónde está en verdad, pues aunque está consciente dónde se mueve en eso que llaman globalidad, bien a bien no sabe qué es en sí y qué significa la misma. ¿Usted sí, estimado lector de la presente? Sus teóricos y escribas admiradores, servidores y propagadores, en todos los medios a su alcance, que no son pocos, dicen y afirman que la globalidad en la que respiramos es el mejor de los mundos posibles para la humanidad por estar basada en la democracia y la libertad, conformada, regida y administrada principalmente por la libre competencia en el mercado, todo lo cual la ha convertido en una globalidad de capitalismo democrático, lo que no tiene nada de malo. ¿Qué opina usted, al respecto, estimado lector? No tiene nada de malo porque, según sus ideólogos y seguidores y defensores, al dejar el poder, mayormente, en manos del libre mercado, eso hace que éste sirva de contrapeso al poder del Estado, que es el mayor peligro que amenaza al individuo y su propiedad, con lo que consigue, en gran medida, suprimir el uso de la violencia entre las personas para conseguir sus fines. Esto desconcierta y siembra la perplejidad en servidor, pues si mal no recuerda ese Estado moderno o Estado-nación fue hijo legítimo del burgués, padre de los empresarios, capitanes y pilotos de la globalización. ¿Qué pensar entonces?
El capitalismo democrático, por ser libertario, defensor de la propiedad privada, incluyente y respetuoso de las minorías, es el que ha hecho de la globalidad en la que nos movemos, el mejor de los mundos posibles, no por buenos deseos, sino por beneficios sociales conseguidos con la práctica ya histórica de sus principios, como son el haber producido menos desigualdad, una distribución de la riqueza más amplia y menos pobreza que cualquier otra forma de organización económica (ejemplos: el feudalismo, el socialismo en su faceta de “Estado benefactor” y el del comunismo), a lo que hay que añadir que, al mismo tiempo, también ofrece y posibilita la igualdad de oportunidades para todos, con lo que estimula la energía de cada persona para emprender lo que más desea o necesita, con lo que hace más variada, intensa, rica y poderosa la vida social. Servidor, en lo general está de acuerdo con lo expuesto hasta aquí, por lo que le extraña y extravía su juicio el que la globalidad de capitalismo democrático en la que vivimos sea tan criticada por tantos. ¿Tendrán razón o no al hacerlo? Meditando sobre tal hecho, servidor dio en la idea de que esa contradicción podía deberse a lo que dicen que demostró Esopo, que la lengua es lo mejor y lo peor del humano. A fuer de sincero, debo admitir que esa idea no resolvió el problema, y piensa que pensarás, llegué a la conclusión de que el
problema radicaba en que palabras clave como soberanía, demagogia, aristocracia, despotismo ilustrado, democracia, oclocracia, caquistocracia, por ejemplo, pervierten el mensaje que encierra su sentido, definición o significado si el mismo no se subordina a la vida del género humano, ¿por ignorancia o interpretarlo mal? Ante esa duda, servidor intentó aclarar el sentido o mensaje de las mismas y, ¡sorpresa!, resultó que el conocimiento personal de las mismas no era tan claro como presumía y sí más bien ambiguo o de plano desconocido, por lo que con cuaderno, bolígrafo y diccionario a la mano escribió toda una lista de las mismas y buscó su definición en el diccionario; el resultado ha sido maravilloso; les aseguro que ese ejercicio me está ayudando a aclarar dónde estoy parado y cuál es el punto que ocupo en la globalidad en la que nos movemos. Por supuesto, estimado lector, no le voy a informar de mis conclusiones, en primer lugar para no influir con las mismas, y en segundo, para no empañar con esa influencia el gozo de usted al ir descubriendo el gusto por ir comprendiendo donde está y qué terreno pisa en esta globalidad en la que respiramos, pero sí le recomiendo que repita y sea el protagonista de mi experimento. Deseándole lo mejor. JUAN D’UDAKIS
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Obras de José Luis López, cortesía de Marco Antonio Regalado.
José Luis López: de la crueldad como artístico ritual RESEÑA :: La puta paso a mejor vida y las perversas mujeres en los tiempos de las selfies. POR MARCO ANTONIO REGALADO Claramente vi el esqueleto debajo de todo este espectáculo de la personalidad ¿qué queda de un hombre y de todo su orgullo sino sus huesos?... Jack Kerouac
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o veo ir y venir lleno de tribulaciones por la ciudad en ruinas. A veces creo que se transporta por diferentes mundos paralelos a éste, contempla la vida desde cada uno de sus instantes como un antiguo demiurgo o como un vigilante del tiempo, siempre con el afán de explicarse el porqué del comportamiento de “los horrorosos seres humanos”, como él nos llama. En un momento lo ven en El juguete, bebiendo una chela y conversando muy cerca de una putona –”La Mary” por ejemplo–; después se le pueden encontrar en la Facultad de Filosofía hablando de Delauze, de Martha Pacheco o de alguno de sus pintores o filósofos de su gusto. Más tarde, lo encuentran en el Monotipo –la cantina de la Kenia, como él le dice–, bebiendo un tarro lo pueden encontrar platicando con alguien o inmerso en sus pensamientos, tratando de descifrar algún misterio del “ser”. A José Luis López lo conocí ya hace más de una década. Lo había escuchado hablar en la inauguración de una de sus exposiciones que presentaba Roberto Sánchez Benítez en la Escuela Popular de Bellas Artes, y me llamó la atención su lucidez, la cual contrastaba con su aspecto de loco muy a la Paul Gauguin. Pasaron días y un día en La Llorona, después de una velada literaria, me lo presentó Lalo Aguirre. Conversamos algunas horas, después lo perdí de vista algún tiempo y años después, en la casa de “mi amiga imaginaria”, donde ahora vivo, lo encontré nuevamente. Habían sido compañeros durante la carrera de licenciatura, y desde entonces nos frecuentamos muy seguido y ya tenemos varias historias juntos. Su trabajo plástico es un derroche de técnicas y recursos creativos, desde el uso de óleos hasta los más sofisticados trabajos de técnicas mixtas, pero algo que he de destacar es que detrás de cada uno de sus cuadros
hay un dominio del dibujo que en muy pocos pintores de hoy en día encuentro. Otra característica que me llama la atención de su trabajo es la crítica constante a nuestro devenir histórico; él también es maestro de filosofía, y en cada uno de sus cuadros hay una extensión del ejercicio de su pensamiento que lo ubica como uno de los jóvenes maestros de la pintura (ambos tenemos alrededor de cincuenta años, es decir, somos unos adolescentes mayores) y no dudo que dentro de algunos años aparezca como uno de los artistas clásicos de estas tierras de canteras y ruinas. Sobre la primera parte de la exposición La puta paso a mejor vida surgió en un lejano día del año pasado, cuando realizando una excursión etílica en mi casa, estaba tratando de armar juegos verbales o “textos” a la manera de los dadaístas; después de unos mezcales y un par de botellas de alcohol corrientes, de ésas que degustamos como los exquisitos catadores beodos que somos –antes de quedarnos ciegos– me dijo, tan amorosamente como él sólo sabe serlo: –Pinche, Regalado, tengo unos cuadros de unas putonas ahí. Los güeyes del Cactux me dijeron si quería exponer algo, ¿por qué no les pegas unos pinches papelitos de ésos y los exponemos?
Obviamente acepté. Eran cerca de diez trabajos sobre papel. En unas cuatro sesiones armamos la serie a la manera de los dadaístas y los surrealistas –debo advertir que no hay mucho de azar en el trabajo de los textos que intervienen en los cuadros, pero también traté de controlarlos, porque a veces sentía que los textos crecían muy alejados de la escasa razón que ha sobrevivido a tantas expediciones etílicas y de otros paraísos artificiales como esos que degustamos en el club del panqueque, entre López, “mi amiga imaginaria” y yo: “los jotkeis mágicos a la Janis Joplin” –. Ahora, otra mujer a la que queremos mucho nos reúne, una mujer tan bella como excelente artista plástica y como promotora cultural y dueña de este tugurio cultural llamado Monotipo, una belleza a la que no dejo de agradecerle sus atenciones y su cariño. Yo le llamo “La princesa con nombre de país”, me refiero a Kenia, quien nos invitó para realizar esta exposición dentro de los festejos feministas por el Día Internacional de la Mujer. El título de la exposición surgió de uno de los primeros trabajos: “La crueldad como artístico ritual”; discutimos durante varios tragos acerca de la palabra “puta”, sus orígenes que nos remontaban a su significado
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN etimológico, que viene desde los griegos con los jóvenes efebos; no, que deviene del latín “putare” que significa cortar; no, que viene de putido, etcétera, y de ahí a sus usos como verbo y sus accidentes en el tiempo y en el género: yo puto, tu puta, él puto, nosotros putos, ellas putas y todos puteamos… En cada una de estas obras intervenidas por nuestros intentos dadaístas y surrealistas habitan seres de todos ustedes conocidos y comparten el hecho de putear, desde los pasajeros del transporte público hasta las historias de las mujeres que siendo niñas comienzan por meterse de putas y terminan tomándole gusto al oficio hasta que la muerte las jubila. De la segunda parte de la exposición: Las perversas mujeres en los tiempos de las selfies, encontramos otras putadas, una crítica y formas de ver estas extrañas costumbres de los usuarios por tomarse auto fotografías con las cámaras de sus celulares desde distintas poses y prácticas. En otra ocasión decía sobre la exposición de hoy y a partir de una publicación española acerca del fenómeno que desde el trabajo de López se explora este fenómeno que es también conocido como “síndrome selfie”, del cual muchos estudiosos han afirmado que es una moda que lleva al narcisismo. ¿La egolatría es una reacción inevitable en las plataformas sociales? Un análisis describe cómo el uso excesivo de Facebook y Twitter despierta el narciso de los usuarios. Pese a que lo consideran una moda, especialistas alertan sobre sus efectos: a la mayoría de los usuarios les gusta el compartir sus autorretratos. López no estuvo de acuerdo con esto, tampoco Insta Nasty, ya que las redes no llevan al “humano” a su narcisismo. Estoy de acuerdo con ellos, recordando el mito griego, cuando el Narciso descubrió su reflejo en el agua, el “enamoramiento de sí mismo” (narcisismo) ya habitaba en el ser del hombre. Lo único que hizo el reflejo fue potenciar esa auto-idolatría, tanto así que terminó por no escuchar los ruegos de Eco y se convirtió en una ornamentación más del paisaje. El peligro que corren varias personas, como siempre, es el desconocimiento de todo ello. Cuántas noticias no circulan de “seres humanos” que se olvidan de vivir y se entregan a pensar que sus vidas sólo transcurren en la aceptación que tengan en las redes sociales; más allá: ¿cuantos “seres” no han llegado a la auto flagelación y hasta la muerte por llamar la atención, por conseguir un like de los otros? Espinoza tenía razón: los seres se preservan en su ser (parodiando a Borges en su analogía de Espinoza): “...la piedra quiere seguir siendo piedra y el tigre un tigre...”. El Narciso siempre querrá seguir siendo un Narciso, pero –a menos que tenga conocimiento de ello y sepa los riesgos– sería un poco de alivio para su ser. No me resta más que invitarles a que disfruten de estos trabajos del maestro López y que seguimos reflexionando sobre cada instante de nuestra vida. El presente texto fue escrito a propósito de la exposición que tuvo lugar en el foro cultural Monotipo Tucull, en el mes de marzo de 2016.
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Sensaciones A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS Sensación f. (lat. sensatio). Impresión que producen las cosas en el alma gracias a los sentidos.
De entrada s el Santo Grial de los cocineros, meta de la industria alimentaria, desafío de las ciencias de la nutrición. Reconocer el sabor marca la diferencia en la forma de comernos al mundo. Extraordinarias cruzadas cambiaron el rostro de la humanidad. Las incursiones asiáticas, o el Descubrimiento de América, tuvieron un condimento especial: hallar las especias que modificaran lo insípido del Antiguo Continente.
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El gusto El gusto es la emoción que causa un alimento. Se define por sensaciones químicas detectadas a través de la lengua aunque sublimadas por el olfato. El gusto elemental se detecta en los sensores denominados papilas gustativas. Un ser humano promedio posee cerca de 10 mil detonadores de este tipo. El sabor La variedad de sabores que percibimos se la debemos al olfato. Es por ello que reconocemos resabios: acre, floral, etéreo, almizclado, alcanforado, y pútrido. Nuestra nariz capta las moléculas olorosas que el alimento libera mientras masticamos. El aroma penetra por la garganta y alcanza la parte posterior de las fosas nasales. Ahí esperan, excitados, los receptores odoríferos antes de la explosión de sabor en nuestra mente. La sensación El 60 % de lo que se aprecia como sabor es procedente del olor. El aroma es el apoderado del paladar. Ese es el motivo por la que una persona agripada se vuelve insensible ante un manjar. El retrogusto es una de estas impresiones. Aflora cuando la sustancia química ya no está en las papilas. Permanece etéreo, seduciendo la atmósfera del platillo o la bebida. Los catadores de vinos invocan usualmente este sortilegio.
La variedad Los clásicos reconocen la existencia de cuatro sabores: amargo, ácido, dulce y salado. La sensibilidad hindú integró al picante del jengibre, del clavo o del chile; además, del acre característico de la cúrcuma, la granada o el plátano verde. A partir del siglo XX, a fuerza de la industrial disease, se adicionaron artificialmente otros sabores: el umami, distintivo de la salsa de soya, gestado en Japón en 1908, causante del ¡buum! de los sazonadores con glutamato monosódico; poco después se impuso el adiposo proveniente de la grasa suculenta; apenas en el 2015, el oleogustos se instauró gracias a la percepción de ácidos grasos de cadena larga. La treta La mayor manipulación de sabores por parte de la industria alimentaria fustiga en lo dulce. A los caramelos con saborizantes artificiales sólo se les agrega fragancias para despachar al mercado una nueva gusgería. La cosa no queda ahí, aplica para todos los alimentos chatarra. La maldición es que al aparentar más sabores, se pierde el gusto, aumenta la glotonería y se atrofia la salud. Hoy podemos comer lo que sea aunque no sea.
LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO La capacidad gustativa tiene una sólida base biológica. Linda Bartoshuk, es la directora de una investigación de la Universidad de Yale. Sus estudios apuntan a que existen sibaritas do nacimento. “Algunas personas nacen con más paladar que otras. No sólo por un factor socio cultural, también porque pueden llegar a tener hasta tres veces más papilas gustativas que en una lengua normal, lo que para su fortuna las hace disfrutar más intensamente de los sabores y distinguir los matices de la comida”, apuntó en una entrevista con este servidor, mientras compartimos una cerveza tipo american pale ale y unas berenjenas asadas con aceite de oliva, queso parmesano y orégano, a la orilla del lago de Zirahuén.