Escrito en tu cuerpo

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Escrito en el cuerpo Camilo RodrĂ­guez Chaverri Editorial Maya & P.Z.


Para Gabriela


1 Un árbol sin raíces nace de tu ombligo. Entro en él por tu puerta rosada. Subo por el tronco sanguíneo, me abrazo a tus ramas. Bebo del licor de sus frutos pequeños Derramo esta felicidad sobre las flores en lo alto del árbol. Son las únicas flores que saben sonreír. Las escucho. Les da un alegre ataque. Las carcajadas de tu árbol bañan mi recorrido con tu lluvia secreta, con tus aguas perfumadas.


2 Camino por tu cuerpo, ansioso, hambriento, como una fiera que estuvo encerrada. Tu inmensa planta carnĂ­vora me engulle como si fuera un bicho crujiente.


3 Voy a tapizarte el cuerpo con azulejos de piel, con estrellas de colores, con miel de palo, la buena leche que cae de la luna, con el ansia de esta boca que proclama la felicidad de tu nombre. Serรกs un templo nuevo, un patrimonio para mis ojos, un mapa vivo para mis manos, un invento del mestizaje en el que nos revolvemos.


4 Del ĂĄrbol que sos, mordĂ­ la fruta madura. Me bajaba el chorro de jugo. A los lados de la boca, chorrea un rĂ­o de dulzura. El cielo de la lengua queda impregnado con ese olor. Destilado el jugo en mi saliva, este licor me marca con su huella.


5 El pico del ánfora asoma su existencia en el mismísimo extremo donde empieza tu fuego. Froto el ánfora con el miembro más feliz de la tribu. Aparece tu genio, el rey barbudo, el tigre más bigotón, el mago que concede mis deseos. Vive en tus entrañas el gato que habla, el animal brujo que me redime con tanta alegría, tanto placer, tanta locura.


6 Ese olor, estrella de canela, queso con albahaca, espinacas en agua de limĂłn, culantro coyote, chayote al vapor, fruta de pan con sal, castaĂąas al fuego, flores puestas a hervir, salsa picante con zanahoria, nido aromatizado con chile panameĂąo, guayaba escondida bajo tu piel. Ese olor me abraza me alborota, me contagia.


7 Tus nalgas tienen un tamaĂąo abundante. Son grandes en todo el sentido de la palabra. Dos montaĂąas perfectamente redondas. Dos chacalotes salidos de tu mar inmenso. Dos cerros de piedras salidas del volcĂĄn que te habita.


8 Tu ombligo, guardián pequeño. Resumen de la inmensidad del oro vivo. Referencia mística que tienen los pájaros para volar sobre el oasis. Último puente de camino al pantanoso territorio donde soy tan feliz.


9 Celebro con las manos abiertas por la dimensión de tus caderas. Gozo con el efecto de horizonte que no se alcanza con estos ojos. Si te miro por detrás, mientras caminan tus carnes alejándose de mí, son dos montañas gemelas las que se alejan… Un ojo de fuego une y separa las dos moles contentas que te enseñaron a bailar. Es mi tercer ojo cuando oro en tu cuerpo.


10 Sos un templo y una patria para mí. Sos la tierra prometida. Sos el paraíso para mis siete enanos. Sos la plazoleta donde pasean mis palomas. Sos el charco donde se zambulle mi pájaro mudo. Sos la fuente donde este perico aprendió a hablar. Sos la bandera que otea para que mi lora cante el himno a tu república. Sos la cama con ojos donde descansan mis huesos.


11 Hay un sol vivo en cada rodilla tuya. Yo te llego de media luna y me voy poniendo rosado, rojo, negro del calor, del apuro, del gozo. Termino con mi lluvia. Ahora soy un arco iris.


12 Me pongo de pie y me quito el sombrero para saludar a tu animalito más feliz del planeta. Me hinco a rezar con los labios en el rincón más dulce y más salado de mi alegría. Me agita los ojos el monito que se columpia, que brinca en mi boca. Tomo con mis manos el sapito que croa en el pantano donde chapoteo como un niño seguro de haber nacido, un niño que agradece el estar vivo.


13 Te picaron miles de avispas. De la espalda para abajo te picaron. Se encontraron con tu flor. Goteaba miel. Tanto te picaron y tanto les gustaste, que ahora parecĂŠs una avispa.


14 Soy un colibrí que emergió sutil de una leyenda indígena. Soy un hombre y un pájaro diminuto. Soy un animal veloz, con un pico sediento. Bebo del néctar de tu flor nocturna.


15 Hay diez pájaros carpinteros en tus manos. Se esconde uno en cada dedo. Toman mi cuerpo como tronco para hacer su casa y buscan comida en mí. Mientras me exploran, van deletreando un poema de amor para mí.


16 Partida triple jugamos todos los dĂ­as. Siempre me gana tu cuerpo. Cinco a dos. Siete a tres. Nueve a cuatro. Casi siempre termino superado numĂŠrica y musicalmente por tus orgasmos. Termino muy feliz de perder y muy agradecido por tu naturaleza sobresaliente.


17 Escribiré palomas en tu espalda. Escribiré tortugas y lagartos. Voy a inventar una fauna roja encima de tus nalgas. Saltará un mono de la selva mientras te escribo un abecedario con miel en esas colinas indomables que te inventó la naturaleza para mí.


18 Te rellenĂŠ con miel una rendija del nido. Con los jugos nuevos, la luz sale de vos llorosa y bailarina. Como se mira el cielo desde el fondo del mar. DecidĂ­ comerme la miel para dejarte intacta. Tu magia me ilumina mejor si la conservamos destapada.


19 Escribo sobre tu pierna. Las palabras nacen calientes de tu carne. Es tanto el calor que cientos de mariposas salen volando por tu puerta mĂĄs cercana. Si no estuvieras desnuda las mariposas morirĂ­an entre tu ropa. Las puse a salvo. Lleno de peces voladores la casa de las mariposas.


20 Pirámide que cae del cielo. Cae de pico. Cae de cabeza. Se rompe al tocar la tierra del pantano. De la herida salen dos criaturas ocultas entre estrellas. Los seres secretos salen de tu pirámide vuelta al revés.


21 En el valle que nació de la hondura que separa a tus dos cerros, descansa mi cabeza después de sembrar pájaros en tu cielo rosado, en tu firmamento subterráneo.


22 Saludo a esos pilones caídos del cielo, a tus globos inflados por el viento que sopla Dios, a tus carnes que forman un corazón cuando caminás, a tus canastos de frutas que se deshacen en mi boca.


23 Llevo la boca al pie de tus colinas, y encuentro, descubro, tu mariposa de azĂşcar, tu escarabajo de miel, el licor oscuro, la araĂąa que vive en vos, ese insecto oscuro que me atrapa y me consume.


24 Dejame que haga pucheros de amor en tu boca. Dejame que me zambulla en el aire que te recorre. Dejame que nade en tus risas, que me lance en parapente de tu boca a El TriĂĄngulo de Las Bermudas donde naufragan mis barcos. DĂŠjame ahogarme en tu remolino, dar tumbos en tu escalera de caracol.


25 Chorrea la miel por la boca secreta de tu tronco. Se bifurca en dos r铆os. Camina por dos pendientes de carne viva. Entran y salen las hormigas de tu panal abierto, tu centro de gravitaci贸n. Quedo picado por el escozor y la dulzura.


26 Un ternero reciĂŠn nacido me succiona el asombro desde el otro lado de este abrigo con orejas. Un remolino oloroso me pierde para siempre en vos... Una loba gris salta por el hueco del tronco que me hace feliz en tu selva.


27 Un pรกjaro rojo, color de sangre que brota de una herida, me canta un susurro nuevo cada vez que nos encontramos, en su chiquito espacio en que se guarece dentro de vos.


28 Una pel铆cula de miel te cubre. Te recorro con la lengua. Compito con las hormigas. Llego hasta el rinc贸n oscuro, el sitio de la dulzura mayor. Huelo frutas maduras, escondidas en ese hormiguero. Termino picado, ortigado, agradecido y muy feliz.


29 Hay una piedra luminosa en el fondo de tu poza. Explota en fuego y se va la piedra en llamas por todos los rincones de las venas. Se ha ganado el calor de las tierras que habito.


30 Voy de cacerĂ­a por tus montes. Cazo un chancho vestido de mono. Atrapo un oso caballo con la mismĂ­sima boca.


31 Caminé y caminé por tu geografía, por tu relieve repleto de accidentes naturales. Crucé tus ríos, me bañé en tus pozas, me zambullí en tus aguas termales, anduve tus potreros, tus valles, tus acantilados. De tanto andar en vos un buen día me dejaste anidar en aquel recodo del camino, tu principal cruce de vías.


32 Es un jardín adobado por esta boca. Un jardín que se come, el jardín de las frutas que prefiere Dios. El jardín despide un olor a fruta madura, cortada bajo el sol. El jardín que recuerda el olor de la madera soplada por el viento. El aroma de los árboles cuando son partidos y dejados en manos de la humedad y el calor. El olor de la tierra después del ataque furioso de la lluvia.


33 Tu rombo con cara de gato o de conejo, como un pájaro, embarra en la atmósfera de este cuarto su aroma de mango que se inunda a sí mismo y chorrea su felicidad. Si te ponés muy exigente dirás que sos nada más mi rincón de sexo. Qué va: sos mi rincón de cielo.


34 Es tal el olor, exquisito, embriagante; tan dulce el sabor, un licor con carne; tan delicioso el queso con piel rosada; es tanto mi gusto por tu esquina, por tu rincón, por tu grieta, que me da miedo un día de tantos, una noche, comerme todo esto, morderlo, masticarlo, tragar este regalo, esta ciénaga que Dios te puso y me presta a mí como me presta la vida, el agua, el viento, el canto de los pájaros.


35 Leo con la nariz el discurso de flores que despiden tus piernas. Deletreo cada palabra, degusto cada sĂ­laba, letras vivas con tu aroma. Entre la garganta y la piel, el cuerpo me dice que tu olor es una nube, un mar de letras con alas, un poema.


36 Crece la vid en las tierras áridas. Mi amor es como la uva. Tiene un pellejo que lo protege. No importan la nieve cortante o el tremendo calor. No necesita mucha lluvia. Vive en la sequía. Se alimenta de la resistencia. El hollejo le da su color. El jugo de esta uva siempre es blanco. El momento óptimo para la vendimia es cuando la pepita está negra. Celebro cuando no desnudas tu fruta de su abrigo, de su protección natural, la barba del tesoro.


37 Hay una música contagiosa en tu cuerpo. Vibras espléndidas surgen del silencio en tu sangre. Las venas y las arterias son instrumentos de viento, órganos mágicos. Tenés un gran tambor en cada muslo. Contás con una trompeta escondida en tu caja de música. Abro el regalo con que naciste. Encuentro tu amasijo de sonidos. Un nudo que desenredo al soplarte. Te doy cuerda. Viene una sorpresa en vos. Parece que todo el universo bailara con tu ritmo, naciera de nuevo con tu son.


38 Cuando estabas pequeña, perdiste un lápiz en la bolsa delantera del pantalón y se te clavó la punta de granito. Escribiste en el camino la necesidad de palabras que anida en tus piernas. Soy el obrero que te deja el cuerpo poblado de recorridos y de silencios muertos. Tu cuerpo es un cuaderno vivo, nacido de metáforas que echan raíces. Ahora sos un libro que escribimos a cuatro manos, y también con las cuatro piernas. Hace las veces de tinta la sangre que te baila a vos en todos los rincones, la sangre que me calentás y que llenás de ojos y de brazos, esta sangre que ahora camina y vuela.


Camilo Rodríguez Chaverri es periodista y escritor. Tiene veinte años de trabajar en radio, prensa escrita y televisión. Ha publicado más de cien libros.


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