Garra de león
Vida y obra del Padre Armando Alfaro
Camilo Rodríguez Chaverri
Para mi mamá quien me motivo a escribir este libro. Para mis primas Victoria, Cecilia, Teresita, Ana Cristina, Bernardita, Marcela y Joselyne.
Muchas gracias a la periodista Elky Méndez y a la artista Felicia Morales Suárez, quienes me ayudaron en el análisis del texto. Muchas gracias a mis primas Cecilia, Teresita Quirós, quiénes colaboraron con la recolección de fotografías.
Muchas gracias a mi primo Gilber Ramírez Masís quien colaboró con la impresión de este libro. Muchas gracias a papá, a mis hermanos Andrés y Eduardo, y a doña Mayita Suárez.
“El que sabe lo que sabe y lo da, lo gana, el que sabe lo que sabe y lo guarda, lo pierde”. José Martí
“Hay hombre que luchan un día, y son buenos, hay hombre que luchan y año, y son mejores; hay hombres que luchan por años, y son muy buenos; pero hay hombres que luchan toda la vida. Esos hombres son imprescindibles”. Bertold Brecht
Un juguete de Tatica Dios Si tuviera que limitarme a un solo adjetivo para calificar al Padre Armando Alfaro Paniagua ese adjetivo sería “extraordinario”. El Padre Alfaro ha sido un cura fuera de serie. Su nombre esta escrito en la historia por su aporte como periodista, como activista social y como educador. Impulsó la educación técnica estatal, el nacimiento de Radio Fides, el nacimiento del IMAS y del INA, la creación del Colegio de Periodistas así como de su fondo de mutualidad, el surgimiento de la Cámara Nacional de Radio (CANARA) y de su programa “Panorama” y la transformación de Eco Católico, primer semanario tabloide y medio que dirigió durante cuarenta años. Fue capellán en la frontera, cuando la Contrarrevolución del 55, y capellán de la cárcel de mujeres durante décadas. Promovió el desarrollo del cultivo de flores en el país y la expansión del escultismo. Por eso, ha sido como un Scout; siempre listo. Aunque él prefiere decir que es, simplemente, “un juguete de Dios”. Lo conocí cuando yo era un niño. Me une a él un parentesco casi familiar. Aprendí a respetarlo desde siempre. Con su aspecto de león, ha sabido reinar todo lo que Dios lo ha metido, desde que Monseñor Víctor Manuel Sanabria tuvo la visión de enviarlo a estudiar periodismo y Educación Técnica en Estados Unidos. En este libro, él cuenta su historia en primera persona, después del texto bibliográfico, publicamos algunos artículos o comentarios sobre su vida y su obra. El libro termina con una exposición de más de cien fotografías que sirven de ilustración de muchas facetas de su historia. También decidí publicar un buen número de fotos de su familia, pues el Padre Alfaro es la envidia de la mayor parte de sacerdotes puesto que Dios le dio una familia. Con él, terminaron de criarse siete sobrinas, que al final son sus hijas, aunque todas le llaman, reverencialmente “Tío”. Los retoños de estas sobrinas son como sus nietos. Esas siete mujeres son primas hermanas de mi mamá, por lo que conozco muy bien la historia desde adentro. Con ellas, este sacerdote ha conformado un cálido condominio familiar, y ha experimentado la ternura y la magia de ver crecer a otros seres a su sombra, que ha sido una sombra paternal.
Escribí este libro como homenaje a este ser humano vigoroso y suave a la vez, aguerrido y simpático, fuerte y sencillo, que es el Padre Alfaro. El libro se llama Garra de León por dos razones; la primera, porque los muchachos del Colegio Vocacional Monseñor Sanabria, le pusieron el apodo “Cara de León”, pienso que atinadamente, la segunda y más importante, porque este sacerdote ha sido como un león, y su fortaleza, su señorío, su perseverancia, su tenacidad y su ímpetu los componentes del carácter que le han llevado a ser pionero en tantos campos. En todas sus obras, ha tenido en el alma al chiquillo que quedó huérfano a los ocho años y fue criado por sus hermanas, maestras; al joven que aprendió muy bien el latín en el Colegio Seminario, donde fundó un periódico y se las ingenió para escaparse cuantas veces quiso, muchas de esas ocasiones con el apoyo del Padre Jorge Volio, y sobre todo, al joven sacerdote al que su obispo, que fue y será hasta su muerte Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, le encomendó la tarea de brindar ayuda a los niños limpiabotas de Heredia. Sin duda que esos niños y todos los que él vio en la Ciudad de los Niños, en Estados Unidos, le dieron el aplomo y la sensibilidad que le han permitido dejar su huella en tantas páginas de la historia social de Costa Rica Coincide la aparición de este libro con que el Padre Alfaro llega a sus 85 años de vida y sesenta años de vida sacerdotal. Deseo que esta obra sea vista como un regalo de un joven colega, discípulo suyo y sobrino que sabe que él ha sido un gran baluarte de la patria. Camilo Rodríguez Chaverri Periodista y escritor
Mi historia Me llamó Armando Alfaro Paniagua. Soy sacerdote. Contaré aquí mi historia. Aunque fui engendrado en Tacares de Grecia, nací en Heredia, 200 al sur del Parque Central. Ahí vivían mis papas, Aquiles Alfaro y Delfina Paniagua, que se pasaron para Heredia. Es que papá quebró. Él tenía una finca con ganado y una pulpería de libreta de antaño. Éramos once hermanos. Soy el menor, el número once, pero antes de nacer yo, ya habían muerto cinco por culpa del cólera. La razón de haberse venido mi papá para Heredia es muy interesante. Cuando él quebró, vendió, quedó pobre de solemnidad, con cinco hijos y uno por nacer, tres mujeres y tres hombres, no tenía amigos ni familia a quien recurrir. Pensó en viajar a Heredia porque ahí si tenía un amigo en quien confiaba completamente, se llamaba Alfredo González Flores. Era la tercera quiebra de mi tata. Los hermanos lo habían sacado de las dos primeras, pero le habían advertido que de la tercera no lo sacaban. Era un hombre desordenado en la administración, le fiaba a todo el mundo, no podía decir que no a nadie, menos si era pobre, y en Tacares de Grecia, en aquellos años era terrible la pobreza. Había sido seguidor de don Alfredo González Flores. Cuando lo del golpe de Estado, rompió con Tinoco. Fue anti-tinoquista a muerte. Lo que más lo hizo quedar en la quiebra, fue que todas las giras de la gente de Tinoco pasaban a la pulpería y la dejaban vacía. Antes de todo, los Tinoco eran buenos amigos de don Alfredo, pero entró a la presidencia y se le metió al sistema con ideas muy sociales, hacía los ideales de Brenes Mesen y Omar Dengo. La razón porque echaran a don Alfredo fue que quería un sistema para Costa Rica con base en la riqueza de los cafetaleros. Mi tata se vino pensando que don Alfredo no le iba a cerrar las puertas. Don Alfredo le dio trabajo de mandador de una finca en Santa Bárbara de Heredia. Yo tenía tres mese de vida en el vientre de mi mamá. Cuando tenía un año y medio de nacido, papá tuvo un accidente en la finca de don Alfredo. Arreglando un galerón para guardar el café, se subió al techo porque las láminas estaban flojas por los vientos. Se resbaló y cayó, se golpeó el hígado y el estómago. En aquellos tiempos, un golpe así se convertía en un problema gravísimo.
La muerte de papá Don Alfredo y el hermano, Eduardo, el médico, lo vieron a él hasta el último día. La señora de don Alfredo, doña Delia, el mismo don Alfredo y su hermano fueron como hermanos de mi tata.
Duró muy poco, me vio nacer, tendría unos meses yo, y precisamente como don Alfredo y doña Delia no tenían hijos, doña Delia, que visitaba frecuentemente a mi mamá. Cuando murió mi papá, doña Delia le ofreció a mi mamá que me diera en adopción a mí. Bendito sea Dios, uno no sabe los rumbos que hubiera tomado. Siempre se preocuparon mucho por el futuro de ese chiquillo, en ese tiempo, hasta que mi hermano Paco comenzó a trabajar. Mi mamá era muy orgullosa y cuando Paco comenzó a trabajar, ya mi mamá se separó un poquito de Don Alfredo y doña Delia. Doña Delia se había encariñado mucho conmigo. Yo, chiquitillo, iba mucho donde ella. Le decía abuelita, hasta los 10 años cuando hice la Primera Comunión. Ese fue un día trágico, porque ese día lo primero que me dio mi mamá después de la misa fue “acuérdese de doña Delia”, para que me viera con traje de luces. Yo me había comprado el vestido de Primera Comunión, yo le vendía rifas a un sastre de Heredia, a don Manuel Arce. La sastrería se llamaba La Moda y hacía rifas semanales de un vestido entero. Entonces, yo le vendí números a don Manuel todas las semanas, le pedí a don Manuel que me guardara la plata, y cuando fui a hacer la Primera Comunión, me dio el vestido hecho. Nunca traté de averiguar, entraba tus, tus, como perro por su casa, después de que la sirvienta, la señora me abría. Cuando llegó a la casa, la sirvienta me dice, -Armadito, hoy doña Delia no lo puede ver. -¿Esta enferma? -No. ¿Está ocupada? -No. -Es que yo hice la Primera Comunión? La señora se fue para adentro, y me puse a pensar. ¿Qué tendría? En eso salió. En aquel tiempo había unos billetitos de 50 centavos o un colón, me dio un rollo de billetillos de esos. -Dice Doña Delia que se alegra mucho. -Pero es que yo quiero verla, yo no vine para que me diera eso. Eso fue como un baldazo de agua fría. Nunca más volví a esa casa. Ella me contaba cuentos de antaño, y que ese día me tratara así.. Me mato. La sirvienta se jaló la gran pollada. La cuestión es que si doña Delia fue capaz de darme un regalo, quiere decir que no estaba requeté ocupada. Con que me hubiera saludado, me habría ido contento. También veía a don Alfredo. Lo recuerdo bien. Siempre estaba ahí, leyendo, y trabajando en el escritorio. Me preguntaba cómo me iba en la escuela. Pero el camote mio era con doña Delia. Para uno a esa edad es durísimo. Ni doña Delia ni don Alfredo jamás se olvidaron de quien era yo.
Pero cuando regresé a Heredia, ya siendo sacerdote, tampoco fui a visitarlos. La Escuela de Limpiabotas Me mandaron de Vicario para Heredia. Monseñor Sanabria me mandó. Entre todas las cosas que hice en Heredia, la principal fue implementar la Escuela de Limpiabotas. Hice un cabildo abierto porque quería montar un colegio profesional. Un viejo que estaba muy al lado mio fue don Luis Felipe González Flores Voy a contar un cuento. Tenía dos años de estar trabajando con los limpiabotas. Llegó una multitud de gente de Heredia que me ayudaba a entrenar a los muchachos en un oficio. Cada quien me ayudaba como podía. Los Bogarín y los Arguedas me ayudaban con plata, y los Murillo fueron los primeros profesores. Antonio Murillo trabajó en forma gratuita. Trabajaba la artesanía. En ese cabildo abierto estaba don Luis Felipe. Me dice, “mire, yo creo que le puedo conseguir ese lote”. Le dije que ocupaba por lo menos media manzana. Me dijo, “Alfredo nos puede hacer esa donación”. A los tres días, llegó Luis Felipe, y me dijo, “ya le tengo el lote, pero dice Alfredo que usted tiene que ir a pedírselo”, viejo bandido. Yo fui. Fue un encuentro muy lindo con los dos viejos. Me regaló la media manzana donde está el Colegio Vocacional de Heredia. Mamá Mi mamá era una mujer muy enferma. Se enfermó tres días después de haber nacido yo, hasta su muerte. Don Eduardo, que era el que la veía, nunca supo qué era lo que tenía, hasta que llegó un doctor que venía de especializarse en Alemania, en enfermedades neurálgicas. Dijo que él la curaba. Cuando llegó a mi casa a ver a mi mamá, confesó que era muy tarde, que si mamá tuviera diez años menos, la hubiera curado. Preguntó su edad, Paco le dijo que tenía 48 años. Mamá parecía como de 90 años. Según el médico, mamá no dormía, tenía deteriorado el trigémino. El doctor le hizo tres curaciones, que era lo que tenía que hacer. Cuando el médico llegó a inyectarla, yo estaba ahí. Primero práctico hora y media en una calabaza. La primera vez, se desmayaron todos menos yo. La tercera vez ya todos aguantaron, pero dijo que si no reaccionaba era caso perdido. Pronto después murió. Yo apenas tenía once años y estaba en el tercer grado de la Escuela Nicolás Ulloa en Heredia. Era la escuela de práctica de la Escuela Normal de Heredia. A los seis años de edad, como mi mamá estaba tan enferma y yo tan pequeño, mis dos hermanas Esperanza y Celina, que eran maestras en Paraíso de Cartago, me llevaron para allá. Entonces llegué a Paraíso. Ellas fueron alumnas privilegiadas de Omar Dengo. Estaban solteras, vivían en la casa de doña Mónica Chaverri.
Ahí estaban los hijos, entre ellos, José María, que fue presidente de ANDE, después de Emma Gamboa, y fundador de la Caja de ANDE. Ese José María Chaverri era como hermano mio. Y yo era el hermanito de las niñas Esperanza y Celina. Imagínese que argolla. Ese primer año ya sabía leer y escribir. Esperanza daba sexto grado y puso a las chiquillas a enseñarme a leer. Desde entonces ando yo de libro en libro. Cuando terminó ese año, mi hermana no quiso matricularme, sino que me volvió a llevar a Paraíso, y me puso en aprendizaje en lecturas y matemáticas, pero sobre todo con los libros. Era la lectura loca, la lectura sobre todas las cosas y me tragué la biblioteca entera. Desde que mi mamá se enfermó. Esperanza fue realmente mi mamá. Me matricularon en la Escuela Nicolás Ulloa, mientras los carajillos decían rá-ba-no, yo leía “rábano” e iba para adelante. Como era tanta la diferencia, la Niña Sofía y la Niña Evangelina Solís, la directora, llamaron a mi hermana Esperanza. Le dijeron que era un problema, que yo estaba enAQ111111111111111334ewwqazxzwwwwwwwwwww2q||||3hyuik.-{}++ todas. Mi hermana dijo que era vital que estuviera en la edad en la que debía estar, pero que les aconsejaba que me pusieran a leer. En primero y en segundo año ya me había tragado la mitad de la biblioteca de la escuela, con toda clase de libros. Por ejemplo, estaba en clase de religión, que no me gustaba para nada, me la pasaba leyendo. En tercer grado hicieron un solo grupo. También me lo pase leyendo, pero se agotaron los libros. Había cosas nuevas, una era la clase de religión con la Niña Otilia. Ella quería que leyera los libros de Historia Sagrada, pero eso no me gustaba. Las otras maestras me mandaban a la Biblioteca Pública de Heredia. Estaba otra señora Chaverri, la mamá de Hernán Chaverri, uno que fue diputado. Cuando se le agotaron los libros, que le dijeron que me diera, tenía que darme otros libros. Así fue como en cuarto grado me dio “Los Tres Mosqueteros”. No había libros infantiles. Eso fue una salvada para mí. Leí “La Máscara de Hierro”. Leí a Vargas Villa, que era un excomunión. Así llegue a los diez años. Ya en quinto grado fue que hice la Primera Comunión, y no porque quería hacerla. Mi mamá siempre me decía que tenía que ir al Catecismo con las hermanas de Monseñor Solís. Daban una estampita al que iba, pero como yo vendía plumeros, con una platilla compraba la estampita, y no iba al Catecismo.
Mejor el futbol que el Catecismo Melo Quesada, gran portero de Heredia, me invitó a la escuela de fútbol. En eso llegó de Vicario el Padre Miguel Ángel Arguedas, y se le ocurrió una cruzada eucarística, e inventó hacer un equipo de futbol. Yo fui a entrenar y el padre Miguel Ángel me preguntó, “ ¿ya hiciste la primera comunión? Si no, no podía estar en el equipo”. Y yo con esa fiebre… un sábado me fui al Catecismo, y aquel escandalo todos lo hacían de 7 años. Era una manada de carajillos. Yo era un viejo entre ellos. Fue cuando cogí un Catecismo y el libro de la Historia Sagrada. En diciembre ya me sabía el Catecismo de memoria. Entre los libros que había leído en la escuela, recuerdo uno sobre la historia de muchos científicos. Me llamó la atención todo lo que era Biología, lo que tenía que ver con un cruce de razas. Me dio por estudiar biología. Yo quería ir estudiar a un colegio pero en sexto grado se me metió que quería ser biólogo. Les pregunté a las maestras, y me dijeron que si alguien quería estudiar biología tenía que ser en el extranjero y había que saber latín. Esa fue la trampa que me puso Dios a mí. En ningún colegio enseñaban latín, solo en el Colegio Seminario, que era donde estudiaban los que iban a ser curas. En ese tiempo no daban bachillerato, había que ir en quinto año al Liceo de Costa Rica. Había que pagar los pases de Heredia a San José y pagar la matricula. Alguien le dijo a mi hermana que en el colegio daban becas. Mi hermana sospechó que las becas las daban solo a los que iban a ser sacerdotes. Ahí estaban un montón de muchachos de Heredia. Mi hermana pidió una cita con el padre Odendhal, que luego fue obispo de Limón. Ya mi hermana le echó todo el rollo. El padre dijo que solo a los que iban a estudiar sacerdocio les daban becas, a los que se iban a hacer curas. Era una beca para los que además estaban en internado. Entonces me pregunta. -¿Chiquito, usted quiere ser sacerdote? No, señor, yo quiero ser biólogo, y quiero estudiar latín, porque tengo que ir a estudiar a Estados Unidos. Le dio risa. Cuando íbamos a bajar la escalera, dice una persona, -Los llama el cura, señora. -Soy señorita, él es mi hermano. El padre le dijo a mi hermana. -¿Por qué no deja que el chiquito venga el sábado? -Pero que venga solo, para hablar con él. -¿Qué cree que lo va convencer de hacerse cura? -No, contesto el padre alemán. -Yo lo voy a dejar venir, si usted no me lo asusta.
Me amenazó: me dijo “usted siempre ha dicho la verdad, usted no puede mentir” Mi hermana me dio los pases para venir a San José. Le dije al padre que yo no iba a misa, pero que conocía al Padre Arguedas porque tenía el equipo de futbol. -Pero, ¿no le gustaría ser sacerdote? -No, no me gustaría. Baje las gradas, y el viejo se fue viéndome. Yo creo que el señor me echó algo. Estaba donde esta ahora el Banco Popular, la entrada daba a la calle que va para el Colegio de Señoritas, iba llegando a la esquina, cuando oigo, “chiquito, chiquito”. Volví a ver y era el portero del colegio, “Mire que el padre Odendhal dice que lo llame”. Yo pensé, tal vez se haya conmovido este viejo y me va a dar la beca. Cuando hablamos, me dice. “Si usted me hubiera dicho que iba a ser padre, lo echo a patadas. Pero me demostró que vale la pena. Me dijo que le dijera a mi hermana, que si con media beca le bastaba, diez pesos en lugar de veinte. Yo sentía que se me abrió el cielo. Ya me fui para Heredia, a decirle a mi hermana, también le explique que el Padre decía que no había problema si no teníamos la plata, que le podíamos pagar después.
Bartolomé de las Casas En la escuela me empezaron a llamar “Padre” porque salí vestido de Bartolomé de las Casas. Se me ocurrió porque a un amigo le daba vergüenza hacerlo. Me ofreció el padre Arguedas ser monaguillo y le dije que no. Cuando entré al interno, ya estaban ahí Roberto Evans (qdDg, Román Arrieta (qdDg), Pipo (Julio Fonseca), José Manuel Cordero, Eduardo Meléndez (qdDg), Humberto Barquero (qdDg), Luis Pérez Loaiza, que no se hizo padre, y poco después llegó Alvaro Coto proveniente del Colegio San Luis Gonzaga. Era un ambiente película. No ve que era un revoltijo. También había mucha gente “popof” de Panamá. Entraban por la excelente formación que se daba ahí. Cuando entré a cuarto año, le dieron al Seminario licencia para dar bachillerato. Al año siguiente hicieron obispo a Monseñor Odendhal, que cuando me dio beca, me dijo que era media, pero al final me dio beca por las notas, en el primer bimestre. Se calificaba de 1 a 4, 1 excelente, 2 regular, y así. Mis notas eran de 1 corrido. Además yo era bueno para el futbol, beisbol y basquetbol. José Rafael Solano, que era de Cartago y siempre andaba con plata, me dijo que nos íbamos a escapar a ver “La Gatita Feroz”, en el teatro Raventós. Como el condenado Solano tenía platilla, había sobornado al portero. Fuimos Solano, Barquero y yo. Él pagaba las entradas y el fresco de crema de la Soda Palace.
Íbamos todos los miércoles hasta que nos agarraron. El profesor de Disciplina, que era el padre Kullman, entró al salón donde dormíamos nosotros, en el internado, y no nos encontró. Nos espero. Cuando llegamos, me llama. -¿Y dónde estabas tú? -Andaba en el cie, le contesté. No le dije mentira. Creo que por eso nos salvamos. Después nos escapábamos para ir a jugar billar. Yo reclutaba gente para escaparme del internado. No le dije mentira. Creo que por eso nos salvamos. Después nos escapábamos a jugar billar. Yo reclutaba gente para escaparme del internado. En tercer año ya la cosa se hizo muy seria. Yo era animado de la Barra del Seminario. No faltaba yo a un partido. Un padre me pagaba la entrada. Con algunos externos, conocimos chiquillas que había que ir a copar en la tardenoche. Yo empujaba a los demás a bailar. El colegio tenía ventas con verjas en el segundo piso. Los internos me ayudaban a escaparme, primero con sábanas encima y luego así no más. La gente de la calle comenzó a sapearnos. Los internos nos alcahueteaban. Los panameños se escapaban más que yo. Aquello era un relajo, la pura verdad. No me quitaron la beca. Los profesores se quejaban de mí. , don Ramiro Montero me tenía el ojo puesto, sólo recuerdo que cuando el Padre Smith nos acusó, fue sobre todo a mí, que llevaba el record de ausencias.
El Padre Kullman. Cuando el Padre Kullman necesitaba hacer un mandado, me mandaba a mí. Recuerdo que una vez nos llevaron a consejo de profesores para pedir la expulsión, pero el padre Kullman me defendió porque dijo que yo nunca le había mentido ni engañado. La segunda vez que me agarraron fue en tercer año. Últimamente me escapaba hasta por la Capilla del Seminario. Ahí nada menos que conocí al Padre Volio. Siempre me encontraba a un señor de rodillas, en oración. Un día de tantos, el Padre Volio vio que yo me hincaba y me salía, entonces cuando iba a salir me dice, “muchachito yo veo que usted sale mucho por aquí, ¿no es que se está escapando?” Le dije que si, y que era muy fácil. Hicimos una muy linda amistad. Resulta que Luis Pérez, de Turrialba, que era un excelente dibujante, un día me llama y me dice, “entre vos y yo podríamos jalarnos una buena pollada; hagamos un periódico”. Nos sentamos a pensar a quién íbamos a pedirle que escribiera. Así nació “La Voz del Seminario”. Tenemos que hacerlo en hojas, tirado en polígrafo.
Tirarlo era un dolor porque había que pedir permiso, sino había que pagar. Entonces le dije al padre Kullman . La primera edición fue de diez ejemplares, y los vendíamos para pagar el tiraje. Las secciones eran “Vida en el colegio”, “Vida de internos”, “Vida de clases”, “Deportes” y toda esa cosa la escribíamos entre dos o entre tres. El Padre Barquero escribía poesía, un larguirucho de Panamá, no me acuerdo el nombre, escribía los chistes. Danilo Jiménez Veiga era mayor y nos ayudó. Entró al Seminario, estudió ahí porque quería ser cura, pero la idea le aguanto como dos o tres años. El Padre Kullman empezó a hacer el tiraje de cien ejemplares. Sacábamos chistes de los que estaban en el Liceo de Costa Rica y las chiquillas del Colegio de Señoritas también nos acompañaban.
El Toro y Muñecota Barquero presentó una poesía, “El toro”, que provocó una revoluta. Vos leías poesía y todos se morían de risa. En cada estudio, en cada aula grande, había un padre cuidando. Vos leías aquella carajada, y sin que nadie te dijera nada, sabías que el poema se estaba retratando al padre Kesselheim. Todo el mundo sabía que era él. Era un gendarme. La poesía la firmaba “Lupus”, y él creyó que la había escrito Alfaro, y se me vino encima. Me regaño y me dio pescozones. Para él aquello era una ofensa. Yo le dije, “si la hubiera escrito yo, me enorgullecería porque es un retrato bien hecho suyo…” No hubo modo de convencerlo de que no había sido yo. Me mandaron al Consejo de Profesores. Los que me querían eran el Padre Smith y el Padre Kesselheim. Yo le había puesto de apodo al Padre Antonio Drexler el apodo de “Pombo”, que era el piloto que había venido aquí. Bueno, salimos empatados porque el Padre Drexler me puso el apodo con que salí conocido del Colegio Seminario: “Muñecota”. Drexler me decía, yo desearía que usted se equivocara en una letra en latín, pero no, y entonces no tengo como lo expulsen”. Les dio la noche en el consejo, y salió que tenía que ser expulsado, pero al final solo me expulsaron del internado. Entonces, desapareció el periódico. El siguiente año no podía ingresar como interno, ni tampoco tenía clases de inglés con el Padre Kesselheim. El Consejo de Profesores no lo aprobó, pero él lo hizo realidad. Una hermana mía Blanca, se fue para San José y me fui a vivir con ella. Cuando íbamos para cuarto año, murió mi hermana Esperanza, de 33 años, murió del corazón. Entré a cuarto año expulsado de inglés, pero unos compañeros me ayudaban. Yo me quedaba oyendo en la ventana, y cuando Kesselheim me veía, venía a echarme. Entraba a clases cuando el examen era bimestral. Imagínese
que hasta cuando me bañaba cantaba las palabras y los verbos en inglés. Los hermanos Doubleday y Bogantes me ayudaban. resulta que yo hacía el examen, y el viejo a la par mía. No ponía mi nombre. Uno de los otros hacía el examen y le ponía mi nombre. No por eso dejaba yo de hacer mi examen. No valió de nada, lo cierto es que recibía el examen con un cuatro y al final del año estaba quedado en inglés. Él único que tuvo que presentar examen de inglés para entrar a quinto año fui yo. El día de la convocatoria llegue, y el cura a más de uno salvo, porque quería que yo me quedara. “Váyase a la casa”, me dijo. Ese es el castigo. “Venga el año entrante”. Me fui preocupado, pero la verdad es que en quinto año pase tranquilo. Fue cuando ya pude estudiar Biología. El profesor era José Joaquín Vargas Méndez, graduado de la Universidad de Loyola, en San Louis, Missouri. Siempre me gustó todo lo que era aprender. Don José Joaquín también era profesor de inglés. Estaba en mi charco. Saqué seis bolas blancas en inglés. Yo le había contado que quería ser biólogo. Un día me confesó que no había tenido un estudiante con la capacidad para aprender Biología como yo. Iba a tratar de conseguir una beca para mí en Universidad de Loyola, en la universidad donde él estudió. Era una universidad jesuita. Yo tenía que conseguir los pasajes, el de ida, y necesitaba dos meses de entrenamiento en inglés. Paco, mi hermano mayor, me lo iba a regalar. Tenía que salir para Estados Unidos en el mes de abril.
Monseñor Sanabria Una noche, en el mes de febrero del año 43, cuando ya había muerto mi hermana, me pasó algo muy curioso. Paco y yo vivíamos en un apartamento en Heredia. Me acosté tranquilo, y como a las 3 de la mañana, me desperté con la seguridad de que no iba a estudiar Biología a Estados Unidos. Tenía que entrar al Seminario para saber qué era el sacerdocio. Tantas veces me lo habían dicho los profesores, los padres del Seminario, los compañeros, las monjas de María Auxiliadora, y ahora llegaba a mí la idea, la certeza de que tenía que entrar al Seminario. No podía dormirme. Sor Rina me había traído todo lo que necesitaba para entrar al Seminario y yo le había dicho que se lo regalará a alguien más. Fui a despertar a Paco, y me dijo, -¿Qué fue la cosa?, ¿qué torta te jalaste? Cuando le dije que quería ir al Seminario, me contestó, “¿Estás loco?. -No, quiero ir a ver que es eso. Paco me dio un sermón que nunca he olvidado. Me dijo, “ser sacerdote es entregarse a los demás, ser alguien que no se puede equivocar”. -Pues ahora que me dice todo eso, yo quiero saber…
Me dio el sermón de mi vida. Posteriormente me dí cuenta que aquel sermón era por lo que él era tan quitado de la vida religiosa, por imprudencia de algún cura. Entré al Seminario. Creo que a ninguno le ha costado tanto entrar, tanto que hasta el padre encargado soltó la carcajada cuando le dije. No podía llevar una carta del cura de Heredia porque no lo conocía, una carta del director espiritual porque no tenía director espiritual, ni otra del cura director del colegio, que era Kesselheim, porque me detestaba. Sólo podía contar con una carta del Padre Kullman, y si la pulseaba. Kesselheim dijo que yo era muy inteligente y franco, pero sin vocación. Se dejo decir que yo no tenía ninguna cualidad para ser sacerdote. Así que me mandaron a hablar con Monseñor Sanabria, y el sábado fui a hablar con él y le conté todas mis teorías. Después de escucharme un buen rato me dijo, “¿qué le parece si viene de hoy en ocho y hablamos otra vez? La segunda vez me ofreció café, me preguntó sobre quién me ayudó a escapar del colegio, con quien jugaba billar, de mis novias, de mi familia y de aquella. Al rato me dice, “ ¿qué le parece si viene de hoy en cocho?”. Le dije a mi hermano que la cosa estaba rarísima. Sanabria había hablado con cinco curas del Seminario y vio que no le había mentido. Al final me dijo. -Qué raro lo suyo, pero Dios sabe lo que hace, fírmeme esta carta. Era una petición mía para el obispo, solicitando mi ingreso. Un viejillo estaba feliz, Olemueller, un cura del Seminario que me quería mucho. Llamé a Sor Rina, y me dijo que había guardado todo. Fui a Heredia y le conté a mi hermano. A los días me dijo que estaba muy enfermo, que el médico le pedía retirarse a algún lugar que tuviera, que tuviera seis meses de retiro. Diay, si, que se iba a hacer, fui donde el arzobispo, le dije que le prometía ingresar al año siguiente. Cómo no voy a querer a ese viejo, fue y me trajo una sotana de él, por cierto me quedó perfecta. Me dijo, “esta sotana es para cuando esté listo para entrar al Seminario, viene y yo se la doy. Esperemos que no sean unos seis meses, a lo mejor y entra este mismo año. A los dos meses estaba mi hermano, sano, feliz y tranquilo. Ese lunes ya fui a buscar a Sanabria. Le conté y le dije, “ve lo que le dije, usted tiene que aprender a conocer a Dios”. Me tarjo la sotana con la que me mude al ingresar al Seminario. Monseñor también me contó qué íbamos a decir, “vamos a decirles que usted llega de hoy en ocho días”. Cuando llegué estaba el Padre Drexler y me dice, “quién sabe qué muchacha lo traicionó y se le ocurrió venirse para el Seminario”. Me metieron en un cuarto a la par de otro compañero. Y los compañeros míos del colegio con guitarras, desde afuera, cantaban y en medio de las canciones, me gritaban, “que la fulana te manda saludes”. Los padres no lo prohibieron. Y así pasamos dos años en el Seminario Mayor.
Todos esperaban el día que yo colgaría el hábito, pero se quedaron esperando.
Monseñor O” Hará Comenzó el año 45. Después de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Eisenhower le pidió a la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos que le prestara un obispo para sanar un poco las heridas en América Latina. Empezó a viajar Monseñor Edwin O” Hará, dentro del Plan Marshall, con la autorización de encontrar gente que yo creyera idónea para dar becas. Monseñor O” Hará cayó un día en Costa Rica. Monseñor Sanabria lo hospedó en el Palacio Arzobispal. Se acostumbraba que un diacono y un estudiante de Segundo o Tercero de Teología fueran para ayudarle a dar misa a un obispo. Ese día le tocó al diácono Aguinaldo Borge, y al estudiante de teología Cupertino Cordero. Ese día, parece película, soy un gran dormilón, había que ir a ayudar a las 8 de la mañana, me despierto y no podía dormirme. Como a las 5 de la mañana, me fui a bañar, en baños comunes, y oigo que alguien está vomitando. Era Aguinaldo, que se moría de dolor de panza. En ese momento, se me desmayó. Bajó el rector del seminario. Yo nunca le había ayudado a un obispo. Dijo Cupertino, que era de Segundo en Teología, que no le entendía en inglés, y le pregunté al rector si el obispo hablaba latín. Me dijo que sí, que claro. Yo hablaba latín como hablar español. Me aprendía versos de Cicerón en latín. Entonces, me fui con Cupertino. Apenas nos vimos, el obispo y yo empezamos a hablar en latín. Me dice el obispo, “mañana también tengo la misa a la misma hora”, como diciéndome, para que venga a ayudarme. Yo ni lerdo ni perezoso. Es más yo hablaba más latín que él. Monseñor Sanabria nos invitó a desayunar con el obispo ese, con Monseñor O” Hará. Entonces, seguí yo platicando en latín. Al día siguiente fuimos y le ayudamos. Monseñor Sanabria dijo que teníamos diez millones de habitantes, y a mí me dio risa, le dije que eso era mentira, ni siquiera si contábamos las piedras. Allá como a los dos meses, me llama Monseñor Sanabria y me dice: -¿Usted aceptaría una beca de estudios? Me acaba de escribir O ”Hara, que le otorga a la iglesia dos becas para ir a estudiar y que se permite que uno de los dos becados sea usted. Se había llevado el nombre mío. -Si usted me dice que me puedo ir, me voy. ¿Qué es lo que voy a estudiar? -Cuatro años de teología. -Yo voy, pero no le puedo responder que me venga a ordenar, todavía no lo sé. -Vaya, sin ninguna exigencia, hasta estudia otra cosa.
Una aventura en Estados Unidos Los curas le dijeron a Sanabria que creían que ese Armando Alfaro no debía ir. El Padre Ruben Odio Herrera, que luego fue Monseñor Odio, le dijo que era una mala opción mandarme a mí. Me dijeron que Monseñor Odio se oponía porque estaba son resolver mi vocación. Fue hasta mi cuarto para decirme que yo no debía aceptar la beca. A pesar de todo, me mandaron. Así me fui yo, iba avisado. Cuando me llegaron los pasajes, y una carta de Monseñor O” Hara, ya me sentí en la universidad. Debía entrar por San Louis Missouri. De casualidad iba a estar quince días en la Universidad de Loyola, tratando de aprender inglés. Luego estuve un mes en Kansas City, y después en Indiana. Las universidades de Estados Unidos son terriblemente condenadas. Ahí conocí la carta de Joaquín Vargas. De pronto, llega un señor muy mayor, y me dice, “ ¿cómo es que se llama usted?”, y cuando le dije mi nombre, me enseño una carta. Era la carta de mi profesor del colegio, egresado de esa universidad. Era la carta para cuando estuve a punto de entrar a estudiar biología. Allá estuve cuatro años, en Saint Meinrad, en las vacaciones me iba a trabajar con unos compañeros al Estado de Lowa. También estuve de ayudante y consejero en campamentos de niños en Dakota del Sur. También estuve de pintor de edificios en Nueva York, con un compañero. Los edificios eran parte de un complejo universitario. Podía entrar a las otras carreras, entré a idiomas y luego, año y medio después, tomé el énfasis en Literatura Inglesa y el énfasis en Sociología. En el tercer año de estadía me dieron una beca extraordinaria en la Universidad de Indiana, con el doctor Kimsey, el doctor del sexo, se hizo una gran investigación sobre el sexo. Nos invitaron a sesenta alumnos de diferentes lados, y estuvimos en conferencia en esa vaina. Algunos de nosotros, por interés personal, si queríamos, podíamos estar tres semanas más, para estudiar el cuerpo humano. Yo fui el primero que quedó en esa lista. Luego fui presidente de la Sociedad de Literatura, que era como la Asociación Estudiantil de todo el complejo. Ahí se le ocurrió no sé a quien postularme como candidato. Era el único latinoamericano que quedaba. Había como cuatro candidato más. Me fue de lo mejor. Cuando volví fue por obligación, mandato y obediencia a Monseñor Sanabria. Acaba de recibir como un estimulo enorme la posibilidad de sacar el Master en la Universidad de Washington, pero Sanabria me ordenó regresar. Sanabria me escribía una notita por lo menos una vez al mes. La universidad era de benedictinos. El abad es el jefe. El abad de ese momento llegó a conocerme
mucho porque nos hermanaba la fiebre de cantos benedictinos. Me encantaban los ritos de ellos. El abad se hizo muy amigo mío, le escribió a Monseñor Sanabria pidiéndole permiso para ordenarme a mí sacerdote. Pero Monseñor Sanabria se lo negó, alegando que me necesitaba en Costa Rica. Me pusieron horario doble. La tarea era hacer dos cuatrimestres en uno. Fue muy duro pero me lleno de gozo.
La ciudad de los niños Monseñor Sanabria me ordenó el 18 de diciembre del año 48. En esa estadía, además de trabajar y todo lo que usted quiera, me pasó una experiencia increíble, que me dio el derrotero de la vida sacerdotal. En Nebraska esta la famosa Ciudad de los Niños, que fundó el Padre Flanagan, una institución increíble, para acoger a todos los niños abandonados, sin hogar, de los Estados Unidos, en donde se dividió muy bien el trabajo, juventud, adolescencia, niñez e infancia. Cada grupo tiene su propio rol. Entre los grupos mayores estaba el gobierno de la Ciudad de los Niños. Era una especie de autogobierno de los muchachos. Llegan muchachos de todo lado. Comienzan todo un training, un entrenamiento especial, desde educación primaria hasta educación técnica. Ese fue mi primer contacto con la educación técnica. La historia es así. Estaba pensando en irme a hacer cursos de verano para Lowa, a tomar cursos de Sociología. Monseñor Sanabria me dice que me esperan en Nebraska. Me mandó a decir que si no sabía, preguntara por la ciudad del Padre Flanagan. Monseñor Sanabria le había mandado una carta al Padre Flanagan. Lo primero que me impresionó fue como los separaban en niñez, infancia, adolescencia y juventud. Cuando llegué a la Ciudad de los Niños, me encontré con mí ser. Ahí encontré mi vocación. Con todas mis fuerzas y mis ansías, me puse a prestarle toda la atención sobre lo que ahí se hacía para formar niños sin salida. Esa primera visita fue de quince días. Me encontré con una institución increíble, que yo jamás me pude imaginar. Había niños de corta edad que me impactaron por sus miradas, por el dolor de sus historias, y por la dignidad con que los estaban sacando adelante. Los dividían entre los que tenían facilidad para las artes manuales, las mecánicas, pintura, una institución para enseñanza que se llamaba técnica vocacional, electrónica, electricidad. Estamos en los finales de los años cuarenta. Aquello era una cosa tan grande, tan enorme, que los promotores del régimen cívico social, comunitario, eran los
muchachos, porque elegían su consejo, y así la ciudad se mantenía en un estricto ordenamiento cívico, desde la actividad educativa, de trabajo, en el aspecto de la vida social, bailes, deportes. Todo lo manejaban ellos mismos, eran solo varones. Solicité podre regresar y me lo dieron. Desde que llegué, lo que más me interesó fue la enseñanza vocacional, secundaria y técnica. Cuando los muchachos destacaban, los becaban para que fueran a una institución mayor, o de enseñanza técnica. Lo que más me interesó fue lo vocacional. Me dieron beca para quedarme y Monseñor Sanabria no me dio permiso. Me vine con la idea de los técnicos vocacionales, para lo muchachos que no tenían acceso a la educación secundaria, Apenas comenzaba la Universidad de Costa Rica. Lo que deseaba era hacer una imitación de los salesianos en Costa Rica, pero en una forma más técnicamente establecida. Llevar a los muchachos de cero, a cien, llevarlos a “ser alguien”.
Ordenación y contrarrevolución En diciembre del 48, me dí cuenta que no había nacido en 1924 como se me había dicho, sino que había nacido en el 23, porque para la ordenación tuve que ir a Grecia a buscar el acta de nacimiento. Con razón, a los 8 años estuve en primer grado. Fui ordenado por Monseñor Sanabria. A todos los que ordenaba, les regalaba el set de libros de historia. No le alcanzaron y no me los dio a mí. Me quedé chivito. Los que logré fueron robados, para poder leerlos. Fui ordenado el día 18 de diciembre de 1948. El 29 de diciembre vino la contrarrevolución murieron los costarricenses en Murciélago. Todos eran miembros de la Cruz Roja. Entre ellos estaba uno de mis mejores de toda la vida, el sacerdote Jorge Quesada. Monseñor Sanabria me mandó a reconocerlo. Me mandó con un encargo jodido, con el encargo de que, si era, le fuera a dar la noticia a la mamá. Sanabria no era calderonista ni figuerista, ni nada. Si alguien sufrió por la guerra fue Monseñor Sanabria. Pero yo no estaba en Costa Rica. Toda la maravillosa actuación de Monseñor Sanabria había pasado. Y me mandaron para Heredia, a pesar de que yo le solicité que me mandara a sustituir al Padre Jorge Quesada a Barbacoas de Puriscal. Monseñor me dijo que yo estaba loco, que tenía otros propósitos para mí. Cuando fui a visitarlo, me sentó en la mismita silla de cuando le pedí que me dejara entrar en el Seminario. Me preguntó por Flanagan, la Ciudad de los Niños,
me preguntó si podíamos hacer algo así. Sanabria me contó que anduvo por Barbacoas, Piedras Negras y eso, y nada de escuelas, que sólo vio chiquillos descalzos, y que por dicha había mucha fruta, para que soportaran el hambre, pero que eran niños sin esperanza de futuro. Hablaba de formar ebanistas, carpinteros, soldadores. Me dijo que había trapiches por todo lado, y qué soñaba con un país transformado. Yo le decía que sí a todo lo que me iba diciendo. Al final, remató con lo siguiente: -Tengo un plan con usted. En Heredia hay un grupo de limpiabotas que tiene loca a toda la ciudad, son chiquillos mal hablados, ladronzuelos. Según me han dicho son dieciocho. Necesito que se vaya para allá, a poner en práctica lo que aprendió en la Ciudad de los Niños. Monseñor me contó que de cura párroco estaba el Padre Alberto Mata, y tenía dos padres más, el Padre Bonilla y el Padre Quesada. Me Dijo que yo iba de tercer coadjuntor. -Si el Padre Mata lo pone a dar misa, usted la da. Va nombrado profesor al Liceo de Heredia. Usted tiene que ver si saben leer o no. En Heredia debe haber gente con plata que le ayude a la tarea de formarlos. Esa fue la misión que me encomendó Monseñor Sanabria.
Los limpiabotas de Heredia Mata me dijo “conmigo no cuente, usted celebra una misa y se entiende de esos chiquillos” Entonces, fui a conocerlos. Duré enero, febrero y marzo limpiándome los zapatos todos los días. Fui al cuartel, un día que me contaron que enchorparon a Tarantas. El comandante era muy amigo mio, era el comandante Lisanías Hernández. Estaban guardados Tarantas, el Diablo y Cocoloco. El Diablo era el único medio tonto. Lo único que conseguí fue que se tranquilizara. Apenas llegó a leer y escribir. Se habían bajado los faroles de Heredia a pura flecha. Querían llevarlos al reformatorio. Yo ayudé a que eso no ocurriera. A partir de ese día, tenía dos contactos con ellos; al limpiarme los zapatos todos los días y cuando tenía que ir a sacarlos del cuartel. Gané más con eso que con la limpiada de zapatos. No eran pervertidos. Tarantas era el líder, y llegó hasta cuarto grado. Entendiéndome con él, me fue mejor, también con los demás. Empezamos a pensar en darles clases. Tenía que negociar con Tarantas.
Cuando Monseñor me preguntaba, yo le decía, “me venga a decir que vamos a ir a que les den las clases de escuela, porque vienen las maestras a darnos clases y las dejan botadas”. Ellos eran niños diferentes. Todos querían ser mecánicos para arreglar carros. Algo que me llamó mucho la atención era que querían aprender a hacer juguetes. Cuando empezamos a darles clases, la verdad es que todos llegaron a jugar. Voy a contar cómo fue que hicimos para atenderlos. Me fui adonde el Padre Mata, en la iglesia del Carmen, y me puse a hablar con él. Había una casa abandonada, de adobes y madera, no tenía ni piso. La arreglamos. Un día llevé a todos los limpiabotas. Fueron con desconfianza, como quienes no quieren la cosa. Se ponían a preguntarme. “ ¿Qué nos van a enseñar aquí?. Yo de viaje me dí cuenta que había que enseñarles lo que ellos querían aprender. Si no, no íbamos a sacar nada bueno de ellos. Entonces, me fui a visitar talleres. Tenían taller un señor Rafael Sequeira, don Gonzalo Bogarín y un señor Murillo, que hacía juguetes. Después, me los traje para la casa que habíamos acondicionado. Detrás del viejo Murillo, se vino el hijo, Antonio, un gran artista. Él se ofreció ayudarme. Necesitábamos un torno y herramientas. Me puse a conseguir lo que necesitábamos en ferreterías y en todo lado. Nuestra escuelita no era una escuelita cualquiera. Necesitábamos tijeras, cuchillas especiales, instrumentos y herramientas sencillas y algunas medio sofisticadas. Fui a hablar con Manuel Bolaños, Manín. Hace poco murió, era novio de una muchacha Carmen Gamboa, hija de don José Gamboa, de la Fosforera Costa Rica, Manín se entusiasmó todo. En eso, le voy a pedir a la niña Emma Gamboa, que era la directora de la Escuela Normal, que me den unas muchachas bien escogidas, para que den unas clases en la Escuela Braulio Carrillo. Necesitaba plata, cuadernos, lápices. Tenía que hacer un grupo para recaudar dinero, no en la iglesia, sino casa por casa. Como yo era profesor en el Liceo, una muchacha formidable, María de los Ángeles Vargas, que estaba en el Colegio de Sión, me pidió que hiciéramos un grupito de estudio. También me lo pidió Teresita Bonilla. Así, hice un Centro de Estudios Bíblicos. Se me llenaba el salón. Era un grupo de ocho muchachas. A partir de ese grupo, hicimos un grupo de personas interesadas en ayudar con los limpiabotas. También se involucraron Carmen Gamboa, que acabó de mencionar, y su papá Chepe Gamboa. Estas personas recorrían todo Heredia, de casa en casa, para el proyecto de la escuelita. En Heredia todo el mundo comenzó a dar.
El milagro, poco a poco Los chiquillos seguían de limpiabotas, pero en una condición que empezó a cambiar. Al principio, dormían en el parque, y se bañaban en la pila del parque. Pero, poco a poco, empezamos a sacarlos adelante. Comenzamos con Toño Murillo de maestro de Artes en Madera. Para fin de año teníamos una producción importante. Hicimos una feria y por fin tuvieron una buena Navidad. Después, otro les enseñaba electricidad, y pusieron luz en la casa de sus familias. Les empezamos a comprar ropa, y ya bien vestidos, con buenas camisas, eran como otras personas. Cuando ya estaban listas las muchachas de pedagogía, fuimos a hablar con don Lalo Gámez, que era el Ministro de Educación. Me dijo que hablara con Rafael Arguedas, que con mucho entusiasmo me dijo que me sacaban plata para que pudiera empezar en serio con una escuela para los limpiabotas. Nos dieron las instalaciones de la Escuela Braulio Morales de seis de la tarde a las ocho de la noche. Ahí se hizo la escuela académica, dos días por semana. Y en el taller que montamos en la casa arreglada, dábamos clases las otras tres noches. Fue una aventura bellísima. De pronto, los limpiabotas leían libros de Pinocho. Cuando se portaban mal, los castigábamos de alguna manera, con algo que les doliera porque les gustaba mucho. Si la semana estaba perfecta, los llevaba al Cine Astral, y a comer maní. Bueno, y a tirarle maní a la gente en el cine. En el cine, cada quien iba donde quisiera, se sentaban donde fuera. Yo no era policía para ir a cuidarlos. Las quejas las recibía yo de Lilo Cordero, el dueño del cine. Incluso, hice un trató con él, que por qué no le pagaba un par de monaguillos, porque era tan agarrado que el mismo barría el cine. Mandábamos a los más grandes a barrer. Por todo lado aprendimos a hacer la buchaca para la escuelita.
Lalo Gámez Y a Lalo Gámez, que parecía que no le interesaba la cosa, le interesaba más que a nadie. A los tres días de que fui a hablar con él, me dijo que por qué no fundábamos la escuela nocturna de Heredia. Fue la primera escuela nocturna de Costa Rica. Los niños limpiabotas aprendieron un oficio y sacaron sexto grado. Uno de ellos, Alvarito, llegó a ser maestro. Como el asunto de la escuela de limpiabotas funcionó tan bien, convoque a un cabildo abierto. Ya lo limpiabotas eran un ciclo concluido. Muchos ya no eran ni siquiera limpiabotas. Llame a cabildo abierto, y el hermano de Alfredo González
Flores, don Luis Felipe, me dijo, “mi hermano nos puede ayudar”. Recibí mucha plata de parte de ellos para este proyecto. Lo que quería era una escuela de artes y oficios. Alfredo dijo que sí, pero que tenía que ir allá, a pedirlo. El terreno lo donó el PANI, cuyo presidente era don Luis Felipe, pero ninguno de los dos tenía inconveniente en apoyarme para iniciar. Yo también me había metido con los Scout de Heredia, José Alfredo Murillo me había pedido que le ayudara. Comencé a trabajar con los Scout, y después tuve que hacer de esto un proyecto nacional. Fui presidente nacional de los Scout. Volviendo a mi nuevo proyecto, cuando regrese con una promesa firme de la casa de don Alfredo, llamé a los demás de mi equipo para ponerle bonito a la idea. Como tenía a tanta gente buena, como Rafael Sequeira, Bogarín, Bolaños, Moreira, y otros nuevos, con ese grupo hice yo la Junta Administrativa de la Escuela de Artes y Oficios, que ya no era más simplemente la escuelita de limpiabotas. Después de todo, el padre Mata me ayudó mucho. Cuando la escuelita comenzó, se nos cayó una pared. Entones, él me dijo que la pasara al garaje de la casa cural mientras arreglábamos aquello. Y les regalaba cuanta cosa pudiera. Tanto que los chiquillos querían más a Mata que a mí.
Colegio Vocacional de Heredia Para iniciar los trabajos del Colegio Vocacional de Heredia, me fui a hablar con Alfredo Hernández, Ministro de Hacienda, y le conté el cuento. Por su parte, don Alfredo se lo contó a don Otilio Ulate, que era entonces presidente. Entre los dos dijeron que sí, que podían dar una platilla, y nos regalaron mil pesos. Un hermano de Marielos Vargas, Eladio o Alfredo también sacó otro poco de plata. Además de eso, yo andaba pulseando la Escuela de Artes y Oficios de Desamparados. Don Alfredo me dio para Desamparados, porque Monseñor Sanabria me puso a trabajar desde los dos frentes. Después, también me encargó unos asilos de ancianos en Acosta, un proyecto de casas en Cartago. Yo estaba muy entretenido en Heredia, y un día Monseñor me dijo, -Ya es hora de que usted comience con este trabajo Como José Alfredo Murillo estaba terminando Pedagogía, le dije que se viniera para que asumiera la Dirección de la Escuela de Artes y Oficios. Y lo puse de subdirector. Me había ido a hablar con el Padre Delio Arguedas, de Desamparados, y me dijo que me iba a ayudar. Tenía que ponerme las pilas con los trabajos que me asignó
Monseñor. Le dije, “vamos a hacer una fundación, que se va a llamar ADECAS, Asociación Desamparadeña de Cultura y Acción Social.” José Alfredo llegó a ayudarme en la escuela, en Heredia, y yo me fui a meterme en otros proyectos. Estaba tranquilo porque en Heredia tenía muy buena gente. Estaban Rafael Sequeira, Gonzalo Bogarín, Luis Felipe González, y Carmen Gamboa. ¡Chingo de junta! Hicimos matrícula y todo. Así fue como empezó la historia del colegio. Todo empezó con eso que ahora llaman niños de la calle. Esos muchachos me ayudaron muchísimo en mi formación, para encontrarme con mi vocación. Dejaron de ser unos limpiabotas. Los dignificamos. Ya tenían sexto grado y querían entrar al colegio. Fue una aventura bellísima. El ser humano está lleno de bellas sorpresas. Por ejemplo, Toño Murillo fue a dar lecciones de artesanía y carpintería, y se encontró con artistas entre esos muchachos, por los que, al principio nadie daba ni un cinco.
Instituto de Alajuela Monseñor Sanabria manda a llamar, que no tiene cura para Barva de Heredia, que necesita que yo vaya a cuidarle allá. Dejé el Instituto de Alajuela, donde siento que me había ido muy bien porque ahí había problemas de todo tipo. Fui profesor de Guillermo Villegas Hoffmaister, que terminó siendo gran escritor, gran historiador. Es muy inteligente, y en aquellos años era muy brioso. Estaba en un tercer año al que le zumbaba el mango. Me voy a detener para hablar del Instituto de Alajuela. Cogí el método que me había enseñado Monseñor Sanabria. Les ayudé en Matemáticas, inglés y francés. Usted dice que sí, hágame caso, y le va bien con los muchachos. Los “peros” uno se tiene que ir presentando de camino, nunca de frente, jamás de entrada, si no poco a poco. En realidad, llegué al Instituto de Alajuela medio asustado por lo que me dijo Monseñor Sanabria. Hice política con todos los muchachos. Había profesores alcohólicos, profesores cascarrabias.. Yo hablé con todos, traté con todos, hice migas con todos. Lo mismo me dio uno que otro. Que una profesora me dice, “Padre, me cuida la clase”, y yo se la cuidaba. Que un muchacho me dice, “Padre, mire, que tenemos examen de matemáticas”, y entonces yo les ayudaba a estudiar. Que otro muchacho me decía, “Padre, que la tarea de inglés esta muy dura”, y yo hacía la tarea con ellos. Pero, en eso Monseñor Sanabria me dice, “vaya a Barva por tres meses”, y esos tres meses se convirtieron en un año y tres meses. La verdad Barva esta tan cerca de Heredia, que, en ese tiempo me dedique a consolidar la Escuela de Artes y
oficios de Heredia, con Alfredo Murillo. Terminó el director. Luego el diputado Vargas ayudó mucho, y nos fue mejor todavía. En Barva pasaron tres cosas muy lindas. En primer lugar, el obispo le había pedido a Padre Mata, siendo yo coadjuntor de Heredia, que atendía a San José de la Montaña. El viaje era un poquito difícil. Mata me dijo que me sustituyera en eso, y por eso Sanabria pensó en mí para que fuera para Barva. Llegué a Barva como cura encargado, no como cura párroco, es decir solo mientras tanto, y seguí atendiendo San José de la Montaña, para organizar catecismo y todo lo demás. San José de la Montaña tenía una linda iglesia, con play ground y escuela, pero no tenían plaza. Tampoco había carretera. Costaba un mundo llegar hasta allá. Cuando yo iba, por dicha que un amigo tenía un carro con unas llantas altísimas, y él me llevaba, o me prestaba ese carro. La Junta Edificadora empezó a hablarme del problema de la falta de una plaza, yo empecé a pensar en serio que necesitaban una solución.
Polémica con don Otilio El presidente era don Otilio Ulate. Me agarré de lo lindo con el presidente por la prensa, porque empezó a jorobar a Monseñor Sanabria, tratándolo como si fuera un político entrometido que favorecía a Calderón Guardia. Le conteste que no era cierto, y que le estaba mordiendo la mano a quien le había salvado la vida, porque Monseñor Sanabria lo fue a sacar de la cárcel y se lo llevo a dormir al Palacio Arzobispal. Don Otilio me contesta, me deja ir un leñazo, y yo escribo respuesta, también furibunda. Me llama Monseñor Sanabria al Palacio Arzobispal y me dice, “le prohíbo seguir la polémica con Otilio”. Y ahí se terminó la agarrada. Para mí, don Otilio era un gran señor, pero yo no le aguante que se le atravesara tan feo a Monseñor. En eso, llega el día de San Roque. El mayordomo de la Iglesia de San Roque, era íntimo amigo de don Otilio, y se celebra la fiesta patronal. Tengo que ir a celebrar misa, y don Federico, Fico, que era el mayordomo, me preguntó si iba a durar mucho la misa, que es que al medio día llegaba don Otilio. Le dije que no. Salí de misa, llegué a la casa de Fico, porque venía don Otilio, y en esa ocasión don Otilio fue el primer hombre en el mundo que me ofreció un trago de contrabando. Fue la primera vez, que tomé guaro de caña, que me gustó mucho. Ni a Otilio, ni a mí, se nos ocurrió hablar de la controversia que habíamos tenido. Yo aproveche para decirle, “Don Otilio, si hay algo bueno que ha hecho su gobierno es ayudarle a las comunidades”. Si el pueblo daba cincuenta por ciento de lo que costaba una obra, el gobierno daba la otra mitad.
Proseguí, tanto que yo estoy en Barva, y fíjese que hay un pueblito que se llama San José de la Montaña, y no tienen plaza y necesitan una carretera. Pero con la carretera ahí vemos como podemos hacer el resto. Don Otilio me preguntó que si habíamos hablado en el MOPT, y yo le dije que no. Me dijo “vaya mañana mismo, ligerito, porque tenemos el presupuesto para ese tipo de obras, sobre todo si la gente del pueblo nos ayuda”. Y Fico le dijo que Carlos Salazar, que era un cafetalero de la zona, podía ayudarnos con la mitad, para hacer el proyecto. Ahí mismo Don Otilio se comprometió con que el gobierno daría la otra mitad. El camino de San José de la Montaña era desde Barva hasta donde estaba la última casa. En una semana tenían la plata, y antes de los seis meses teníamos la carretera. Era una carretera del ancho de la mitad de lo que es hoy, pero asfaltada hasta arriba. Y ligerito no más, Fico y la gente de San Roque también, increíblemente consiguieron todo para arreglar el camino. Entonces, empecé a atizar con la electricidad a la gente de San José de la Montaña, y también la consiguieron.
La plaza de futbol La segunda cosa bonita que recuerdo de Barva es que tuvimos que organizarnos porque yo le dí la palabra a Don Otilio de que, si él nos ayudaba con el camino, yo me encargaba de la plaza. Dije en misa, “ ¿quién está dispuesto a poner tierra? Así, rapidito contamos con que José Manuel tenía una gran acequia, no alcanzaba. Entonces, el Negro dijo, “aquí no alcanza, pero si Nago, el vecino da el esto, y el pueblo le el sitio a la acequia, yo no tengo ningún problema en darles ese terreno.” Nago dijo, “si lo doy pero que cambien la acequia” Al domingo siguiente, en la misa, les digo, “ ¿quieren plaza de futbol”, necesito hombres con pico y pala para cambiarle la ruta a la acequia. Y ustedes saben una cosa, que yo tengo muy claro, que el Negro Ruíz y Nago son los primeros en venir a trabajar. Y al siguiente domingo aquello era una legión de viejos y viejas que fueron a trabajar. Duramos tres domingos en esa tarea. El primero que dio la picada fui yo, y se le cambio el camino a la acequia. Y los hombres iban trabaje que trabaje, con pico y pala, y las viejas pasaban los frescos y el café. Y se hizo la plaza. Todavía esta a nombre mío. La tercera cosa bonita es que como habían dicho los viejillos que las muchachas no tenían nada que hacer, yo les dije de una vez, “hagamos un club de costura con las muchachas, donde hagan tejido, pintura, manualidades”.
Esa experiencia también ha sido muy importante en mi vida. Llega Monseñor Sanabria, llama a una conferencia del clero, todavía daba clases, y dice en la reunión, “bueno, yo he visto el avance del protestantismo, por lo que necesito que se organice una cosa que se va a llamar Defensa de la fe, pero no sé a quien nombrar, necesito un voluntario que se presente y se me ofrezca”. Hubo dos y tres voluntarios. Siempre encontró Monseñor un pero para decirles que no. La cuestión es que un día llega el Padre Mata y me pregunta, “ ¿usted ya fue a hablar con el arzobispo?” yo me hice el chancho, como el que no quería la cosa. Allá, como a las dos o tres semanas, me llama el padre Mata por teléfono, “Armando, véngase urgentemente, que tengo que hablar con usted. Lo espero en la iglesia. El padre Mata me estaba esperando en la sala donde se viste uno para dar misa. Me encuentro con el padre vestido con capa y yo que sé qué. -Póngase el roquete, vamos. La iglesia estaba cerrada y vacía. Se hinca el padre Mata al frente del altar y yo también. Yo me preguntaba que será lo que he hecho. -En nombre del Padre, del Hijo, y de El Espíritu Santo, que un padre nuestro, y un Ave María, al Santo de Asís, al Santo de Loyola, y a San Vicente de Paúl. Mientras tanto yo pensaba, “diay, seguro yo estoy excomulgado”. Ya terminó toda la salmodia, y me dice. -Vamos a la sacristía, ¿usted sabe por qué toda la rezadera que he hecho con usted?. Es para que usted no me diga que no. Es que el arzobispo le urge hablar con usted, y me ha dicho que le pida a usted que vaya. Se lo he dicho muchas veces y usted no ha querido ir. No me quedó otra que ir.
La Defensa de la Fe Tenía una oficina adentro, la curia era una sala abierta, yo iba mucho a pedirle libros a Monseñor Sanabria y cuando se los iba a devolver me hacía un examen. Me sale Monseñor Chaverri y después me sale Monseñor Sanabria. Me dice, -Ay Armando, por fin vino, qué dicha, por fin tengo un voluntario. Me agarró y me llevó para la oficina, me contó todo el cuento de que necesitaba un sacerdote para esa tarea, y que yo era el voluntario que él estaba esperando. A todo esto yo nunca fui voluntario. Fui donde Monseñor Sanabria un poco engañado por Mata, que nunca me dijo a qué iba. -El voluntario no había llegado. Por dicha usted esta aquí. Usted me ha preguntado dos veces que si tenía cura para Barva, y le he dicho que tenía que
esperar unos meses más. Le tengo el sustituto, usted va a quedar libre de Barva y lo que quiero de usted es que he inventado una cosa que se llama Defensa de Fe. Y necesito un sacerdote joven como usted, que conozca sectas e iglesias protestantes de Estados Unidos. Usted es el hombre indicado para ese trabajo. ¿Me acepta? -No puedo decirle que si, porque es muy enredado, pero no puedo decirle que no, ni sé como hacerlo. -Váyase para la casa, y tranquilo, escríbame un plan de trabajo, si yo se lo apruebo, lo nombro, y sin no se lo apruebo no lo nombro. A los días llegue con el plan. Consistía en todo un sistema de Pastoral Social con los más pobres, la implementación de la educación vocacional y la radio, que ya era una voz común. Me fui a hablar con Monseñor Troyo, que cuando eso no era obispo. Mata me habló de publicar folletos, y entonces me fui a hablar con Coto Monge, que tampoco era obispo todavía. Era necesaria mucha asistencia social. También hablé con el Padre Manuel Arrieta, Ludovico, que también término siendo obispo. Ludovico me dijo que necesitábamos hacer un Eco Católico bueno, moderno, versátil. Y un cura alemán, del Seminario, me sugirió que pensáramos en que las parroquias trabajaran en casas para los ancianos de cada comunidad. Yo todo eso se o escribí a Monseñor Sanabria. Cuando le llevé el proyecto, me dice. -Déjemelo aquí, pero contésteme esta pregunta, ¿usted tiene casa en qué vivir? -Diay, la casa de doña Victoria, la mamá de Lisanías Hernández. Doña Victoria es como una abuela mía, y me quiere mucho. -Fue lo único que pude contestarle. Entonces me preguntó. -¿Usted fuma? -Si señor, le conteste, aunque la verdad es que no fumaba nada en comparación con él. -¿Y tiene quién le compre cigarros?} -Mi hermano Paco. -¿Y su hermano le da platilla? ¿Verdad? -Si -Y yo tengo quien le compre ropa porque no le puedo pagar ni un cinco de sueldo. La curia esta quebrada. Usted va tener la oficina a la par del Padre Troyo (que era Director de la Asociación Pro Familia y Educación). Lo voy a nombrar “Director de la Defensa de la Fe”, y coordinamos para hacer un trabajo conjunto. Hablé con Troyo. Nos pusimos de acuerdo. Primero teníamos que recorrer todo el país. En el programa yo había puesto Escuela de Artes y Oficios de Desamparados y Escuela de Artes y Oficios de Heredia, para no dejar botados a mis proyectos. También recordé la reparación de casas en Santo Domingo de Heredia, la construcción de casas en Cartago y el y el Hogar de Ancianos de San Ignacio de Acosta y el
Hogar de Ancianos de Santa Ana porque antes me había mencionado esas tareas, aunque nunca me permitió el tiempo para llevar adelante esos proyectos. Monseñor me dijo, -Lo primero que tenemos que hacer es la radioemisora. Los liceos de artes y oficios ya están caminando, pero no deje caerse ese proyecto. Le vamos a poner Fides. ¿Sabe que significa? -Si, Monseñor. Significa fe en latín. Radio Fides Fides ya era un proyecto del que se estaba hablando entre la gente, era una aspiración que había. Ya había habido una radioemisora en Costa Rica, la Radio Católica, con el padre Borge, que era descendiente de nicaragüenses y después fue obispo en Nicaragua. Comenzamos a trabajar con un grupo de gentes lo que fue la fundación Radio Fides. Monseñor Troyo y yo somos como hermanos. Eso era una gran ventaja. En medio de todo eso me tocó seguir con un montón de cosas a la vez. Los grupos de fuerza de Acción Social fueron muy importantes, así como el trabajo que se hizo en Santo Domingo gracias al Padre Salas. Se restauraron más o menos diez casas. No había tanta necesidad como yo había creído. En San Ignacio de Acosta fallamos con el asilo. Y en Cartago, Coto agarró la idea de las casas. Toda la ciudadela es obra de Coto Monge. Todo el esfuerzo de Radio Fides fue tremendo y lindo, porque desde antes había tenido entusiasmo en la gente, pero nadie sabía como canalizar la idea de las casas. Nosotros nos encontramos a un hombre, que fue un factor importantísimo. Se llamaba Mariano Quirós González. Lo hicimos secretario general de Pro Familia y Educación. Él trabajaba, era laico, músico y maestro de capilla. Le había dado por ayudar en las cosas de la iglesia. Todo el mundo estaba interesadísimo. Todo el mundo ofrecía ayuda y nadie la daba. Yo me dije, aquí lo que tenemos que hacer es poner el huevo y a ver quien paga por todo esto. Ludovico sugirió que en lugar de estar pensando en una emisora, se pensará en una red de radio con mensajes católicos. Nos dijo a Troyo y a mí que fuéramos a Nueva Alma Tica y a La Voz de la Víctor. Él mismo fue a hablar con el papá de Leonel Pinto, Gonzalo Pinto. Don Gonzalo le dijo que claro, que cuando quisiéramos él nos ayudaba. Yo fui donde los dueños de La Voz de la Víctor. Ahí estaba Chico Montero. Y a la Voz del Trópico, de una familia González. Y a la Voz de América de un señor Ardón, que tenía una empresa de fotografía. Y el locutor estrella de la Voz de la Víctor es nada menos que Rodrigo Fournier. Ahí nos hicimos muy amigos. En la Voz de América, comenzamos nosotros a transmitir, una semana iba yo y la otra semana iba Troyo. Rodrigo era un carajillo joven, estudiante de Derecho.
Ludovico iba a la Voz de la Víctor, Troyo iba a la Voz del Trópico, y a veces a Atenea, con Orlando Sotela. Teníamos claro que los protestantes estaban cayendo en barriadas pobres. Empezamos en cada radioemisora, y fuimos formando la cadena radial católica. Teníamos toda la ilusión, pero no teníamos plata. Nos decidimos a buscar quien podría hacernos una radioemisora baratica, en radio X, Alma Tica y Nueva Alma Tica. Don Chalo Pinto tenía el mejor técnico de aquellos tiempos, que era Leonel Loaiza, un técnico que cuidaba todas las radioemisoras de él. Nos acercábamos y le hablamos, a ver si él podía construirnos la emisora.
Caído del cielo Leo Loaiza nos oyó con mucha calma y nos dijo, “quisiera decirles que sí, pero me pasan dos cosas, ni tengo el conocimiento ni tengo el tiempo. Pero les voy a decir quién les hace ese trabajo. Roy Jiménez, acaba de llegar de los Estados Unidos, es un técnico graduado en la universidad en los Estados Unidos”. Loaiza lo recomendó muy bien. Nos dijo, “yo lo tengo de asistente al que tiene que consultar. Tiene un negocito en donde él vende aparatos para equipos de sonido, grabadoras, y tiene la tienda frente al Periódico La Nación. Nos fuimos Troyo y yo. -Mira Roy, tenemos un proyecto, pero diay, no tenemos plata, dije yo, hablando en Plural porque iba con Troyo. -Bueno, ese es un proyecto que se puede hacer, ¿Quiénes son los responsables? -Nosotros dos, pero no tenemos ni un cinco. Entramos en calor. Empezamos a acercarnos al tema. ¿Dónde lo van a hacer? No teníamos ni idea de donde construir una radioemisora. Pero Troyo dice. -¿No sería posible en los terrenos del Seminario? -Diay vamos a ver de una vez. Nos fuimos en el carrillo de Roy. Se puso a revisar bien el terreno, y después nos dijo. -Esto es perfecto, no hay estorbos aquí, ¿cuándo podemos contar con ese trayecto? -Ya -Muy bien quedamos claros. Eso sí, yo tengo que asegurarme que ustedes van a pagar, porque les puedo conseguir el financiamiento, pero tienen que firmar, uno como deudor y el otro como fiador. En 15 días había diseñado el aparato, el transmisor, la antena y la torre.
Era la antena más potente y más moderna que tenía el país. Todo iba a costar como cien mil pesos. Nosotros nos encargábamos de los permisos, él nos construía todo y nos daba un año para pagarle. Saca el contrato y ni le preguntamos si él tenía títulos. Nos tenía impresionados. Él financio todo el proyecto con sus amigos y algún proveedor. Era un cachimbal de plata. Yo ni me puse a ver cuánto era. Ya le fuimos a decir a Monseñor Sanabria. -Qué bueno, eso que se va a hacer es muy bonito. Yo le voy a hablar a los padres alemanes a ver si se puede construir en ese terreno. Al día siguiente, ya nos estaban llamando contándonos que los padres alemanes habían dicho que sí. Roy diseño la antena irradiadora. Necesitaba permisos de la Municipalidad de San José y del Colegio de Ingenieros. Diseñó todo y lo presentó a la Municipalidad. La Municipalidad le dijo no, menos en Paso Ancho, con las casa al frente, quiso ser vivo, pero le salió mal el tiro. Lo mandaron al Colegio de Ingenieros y Arquitectos. Entonces me llamó y me dijo. “¿usted tiene alguien con patas en Estados Unidos, para que nos manden una aprobación desde allá? Usted es el que debe tener patas. Debemos hacerlo al revés, con un obispo, un cardenal, que pudiera sacar un permiso. Mandó Roy todo el proyecto a la universidad donde él había estudiado, para que lo analizaran, y le mandaron elogios, por lo bien que estaba hecha la antena, lo bien diseñada. Para ese entonces, ya habían pasado tres meses. Al final, el Colegio de Ingenieros y Arquitectos le dio el visto bueno.
La torre de Monseñor Sanabria Roy comenzó a construir la torre. Fue lo único que pudo ver Monseñor Sanabria. Un día le dije “¿por qué no vamos para que vea la torre? Hasta la caseta se está construyendo”. Entramos al potrero, y él se quedo viendo la torre y le dio la bendición. El hombre estaba feliz. Y decretó, que para el 8 de junio se celebraría el primer día de la Caridad. Nos llamó a Troyo y a mí, nos leyó el texto que había escrito. Pero el día que murió, el 8 de junio, no se celebró el día de la Caridad. Ya era el año 52 y se había programado para inaugurarla el 25 de julio de ese año. Cuando la inauguración no había arzobispo. El que quedo al mando de la arquidiócesis fue monseñor Miguel Chaverri y como el arzobispo murió el 8 de junio, Chaverri me dijo que creía que teníamos que posponer la inauguración de la radio y que era mejor esperar el nuevo arzobispo. Le hice una pregunta. -Monseñor, usted que conocía tan bien a Monseñor Sanabria, ¿qué piensa que contestaría él?
-Que no, que la inauguren, con boato, y el día de la Caridad, ilusionado como estaba él. Monseñor Sanabria quería que las radios fueran las promotoras de ese día. Le digo a Rodrigo Fournier, ahora que tenemos Radio Fides, que podíamos hacer con una cadena radial. Le dije a Rodrigo, “la Voz de América tenía una móvil nueva, que es la única que hay en Costa Rica. Hablémosle a Ardón”. En eso, me mira, parecía que lo estaba llamando; entra el hombre a saludar a don Rodrigo. Y Rodrigo le echa el cuento... Ardón contestó. -¡Claro, hombre! ¿Qué mejor manera de estrenar la móvil? Empezamos a llamar a radioemisoras. Primero, a las que daban programa y luego a las otras, a las musicales. La cadena se realizó tomando a Radio Fides como la madre. Fue una cadena de todas las emisoras que siempre habían colaborado con nosotros, y todas las emisoras que siempre habían colaborado con nosotros, y todas las que quisieran entrar, para recoger plata, alimentos, medicinas, ropa, y de todo lo que la gente creyera posible darnos. Siempre y cuando fuera de uso importante para la gente, nada de trapos viejos. El Padre Troyo y yo nos montamos en la bendita camioneta de la unidad móvil, con locutores de radio de La Voz de América, como Enrique Garnier y Rodrigo Fournier. Pasamos transmitiendo todo ese domingo, desde la mañana hasta media noche. No era que todo el mundo se pegara, sino que otras estaban constantemente apoyando. Nosotros íbamos a las que estaban enlazadas. Se hizo un verdadero movimiento, aquella cosa, era en todo el país. Empezamos a recibir, cualquier emisora. Les decíamos, “Avise por su emisora si tiene algo para darnos, nosotros le mandamos a la persona que lo va a recibir”. Un chino oyó la radio, y se vino en carrera a buscar la móvil, y dijo, “yo quiero colaborar, yo tengo almacenes de depósito, pueden dejarse lo que recojan este día en las bodegas mías” y se le llenaron. Hasta nos invitó a comer. El famoso chino desalojó toda una gran bodega para almacenar las cosas que él traía como mayorista. Bueno, era una cosa inmensa, enorme, y se llenó con aquella enorme cantidad de ropa, medicinas. Se distribuía muy fácil porque teníamos la Asociación Pro Familia y Educación AFE, en todo el país, y las personas en las filas de Defensa de la Fe en todas las parroquias. Esa fue la primera cadena radial que se hizo en Costa Rica con una móvil. Por medio de la radio, la gente llamaba a una emisora, la emisora se pegaba a nosotros, le avisábamos para que fueran y vinieran, en San José, en Heredia, en todo lado, y cada quien llevaba lo que podía para ayudar. Por eso es que Sanabria quería la radio para el día de la Caridad. Prácticamente se acababa de inaugurar Fides, Troyo era el tesorero.
Primer director de Fides Fui el primer director de Radio Fides. Mariano Quirós González era el locutor. Troyo yo hacíamos de locutores para que descansaran un rato. En las noches, quienes barríamos éramos Troyo, Mariano y yo. La emisora tenía la cabina de la locución del operador, mesas de discos, una cabina para recibir visitas y la oficina al lado. Radio Fides estaba en la esquina de donde está el Banco Popular. Ahí donde estaba la emisora, la botaron para ampliar la avenida. ¿Cómo se pagó todo? Troyo y yo, cada uno por su lado, todos los domingos íbamos a una parroquia del país. Teníamos un calendario, íbamos a esa parroquia, el cura nos daba la mis principal, y a veces hasta dos misas, predicábamos, y le pedimos plata a la gente. Los curas nos daban la limosna de esa misa. Entre semana usualmente cuando íbamos a una parroquia, el cura se lamentaba, pero si podíamos ir, siempre se daba una ayuda extraordinaria. Así pagamos todas las deudas y pudimos pagar lo que nos habían dado fado, tocadiscos, todo lo que significaba el operar la cabina de transmisión, todos los equipos y demás. Con esas limosnas, lo pudimos comprar todo. Creo que lo que perdimos de vista es que teníamos que comprar discos. Y aquella carrera para ver quién tenía discos que pudiéramos usar, para resolver el problema. Buscamos música religiosa y música clásica. Empezamos con discos del Ave María y cantos religiosos. Era todo el día, además del bla bla, lo único era la repetición de los discos. Nosotros lo decíamos, la gente comenzó a traernos discos. Por ejemplo, para los sábados, una familia que tenía ópera, nos ofreció traer óperas completas. Otra gente tenía sólo zarzuelas, y también las ofreció. Teníamos más música que nadie, pero nada era nuestro, era de la gente. Como al año de estar trabajando en Radio Fides, un señor que se llama Guillermo Enrique Villalobos, vino a hablar conmigo. Era un mecánico de Barrio San Cayetano. Tenía la discoteca más competa de música de antaño. Imagínese todo un espacio enorme lleno de discos, discos por todas las paredes, por todos los rincones. Él me dijo, “yo les puedo ofrecer un programa todos los domingos. Les sirve, porque a la gente le gusta mucho la música de antaño”. Los domingos de 7 a 10 de la noche, programábamos música de antaño. Se llamaba “Melodías del recuerdo”. Así lo hicimos durante más de diez años. Sacábamos peticiones.
La gente llamaba y le programábamos música hasta la siguiente semana. Fue tan popular que durante tres meses no vamos a repetir solicitudes. Yo nunca he visto tanto disco en mi vida. Empezamos a organizar programas de lecturas bíblicas, radio novelas y dramatizaciones para niños sobre la vida de Nuestro Señor. También tuvimos un programa fabuloso de cuentos. Teníamos adaptaciones radiales de obras de Carmen Lyra, de Hans Cristian Andersen, de Carlos Luis Sáenz. El programa que escuchaban los niños, en el que transmitíamos adaptaciones de esos cuentos, como los de la Tía Panchita, era a las cinco de la tarde y se llamaba “El programa del Padrino Joaquín”. Es decir, que Radio Fides al principio fue una radio muy polifacética, casi que obligaba por la penuria en que nosotros producíamos. Luego, llegaron universitarios que querían ayudarnos en locución, otros que querían recitar o tocar música.
Éramos Zoila ¿Quién programaba? Diay nosotros, no había un programador, y nos fue muy bien. Para decirle que, por ejemplo, en lo que era tubos de transmisión, o en el tornamesa, tuvimos que aprender. Cuando comenzamos en Fides, Mariano, Troyo y yo hacíamos de todo: locutores, comentaristas, barrenderos, buscadores de plata, todavía no se había pagado la deuda. Éramos Zoila, como dice la gente, soy la que programa, soy la que produce, soy la que cuida, soy la que barre. A Orlando Sotela se le había ocurrido formar la Asociación de Radio, hoy Cámara Nacional de Radio. Me faltaba un tubo, y Antonio Múrolo de Radio City, tenía uno, pero también tenía fama de ser anticlerical. La verdad es que nos daba de todo, un tubo o lo que fuera. Nunca me negó un servicio. Y Orlando igual, fue maravilloso con nosotros. Prácticamente no gastamos nada en repuestos. Otros que se hicieron muy amigos nuestros los de Francisco Aguilar Bulgarelli, que tenían una radio con un programa muy bonito de novelas radiales. Para Semana Santa se jalaban una transmisión buenísima de la Pasión de Jesucristo. Me llamaban para Semana Santa para hacer la voz del Cirineo. Eran famosas eras radionovelas. Nunca se negaron a nada. Monseñor Sanabria murió en junio de 1952y nosotros inauguramos la emisora el 21 de setiembre de ese año. Para la inauguración de Fides, como dije, no teníamos sucesor de él como arzobispo. El vicario capitular, que estaba haciendo funciones de jefe
Arquidiocesana, era Monseñor Alfredo Hidalgo, mientras que Monseñor Miguel Chaverri seguía como secretario de la Curia Metropolitana, o sea, el segundo a bordo. Quien hizo oficialmente la inauguración fue el Padre Hidalgo. Desde el día de la inauguración tuvimos a un gran colaborador Monseñor Víctor Manuel Arrieta Quesada, que nos había ganchado al Padre Troyo y a mí para ese proyecto. Al año pudimos saldar la cuenta con el ingeniero Roy Jiménez. Siempre estuvimos agradecidos con él. La verdad es que desde el principio la emisora se oía en todo el país. Había menos emisoras y había gran audiencia, Monseñor Troyo tenía un programa todas las mañanas de predicación evangelizadora. Y empezó con un curso prematrimonial. Se les daba a todos los oyentes. Dábamos un cartón que era válido como curso prematrimonial. Lo oían muchísimo del Colegio de Señoritas y del Colegio de Sión. Lo oían en ciudades como Heredia y Cartago.
Puente con los protestantes Yo tenía también un programa que se llamaba Dialogo de Nuestros Hermanos Protestantes. No sólo me oían los católicos, sino una gran audiencia entre el pueblo no católico. Cinco o seis meses después ya estaba haciendo reuniones en el Salón de la Curia con grupos de protestantes. Conseguí varias cosas. La más importante de todas es que muchos eran Testigos de Jehová, unos pocos eran luteranos y otros anglicanos. Los Testigos de Jehová llegaban a las casas diciendo que son cristianos, pero no lo son. Para ellos Cristo es un profeta más. Muchos de los que llegaron volvieron a la Iglesia Católica. Fueron los primeros que anduvieron en la calle. También muchos de los que se habían afiliado a los luteranos llegaron a esas reuniones. Muchos llegaron a la iglesia. En ese aspecto, yo tuve muchas críticas de los católicos porque llamaban a los protestantes hermanos. Les decía hermanos protestantes. A muchos católicos no les sonaba bien que les llamara “hermanos separados”. En Estados Unidos estudié ese aspecto del protestantismo. Ellos son parte de la cristiandad. Con mis estudios de teología en Estados Unidos me di cuenta que todos los cristianos somos hermanos. Las críticas eran tantas que Monseñor Odio, a quien ya habían nombrado arzobispo de San José, me mandó a llamar para decirme que recibía muchas cartas en las que le reclamaban. Yo le explique que les llamaba nuestros hermanos porque, realmente son hermanos separados.
Eso trajo un contacto grande con todas las iglesias, no católicas pero si cristianas. Lo interesante es que todas las iglesias protestantes comenzaron a sentir que tenían un sacerdote con quien dialogar. Comenzaron a invitarme a tener charlas en el Seminario Bíblico, en la iglesia anglicana, y hasta los bautistas que tienen una institución en San José de la Montaña. Teníamos reuniones de fraternidad cristiana. Me decía “Padre”, con respeto. Era reuniones ecuménicas, aunque no se llamaran así. Estuve en reuniones de ellos, no para convencernos, sino para insistir en la importancia de que el cristianismo era para que peleáramos católicos contra protestantes. Yo era muy franco, siempre he sido muy franco. Les apuntaba y les decía que cosas estaban bien y qué cosas estaban mal. Se hicieron cosas en conjunto. A mí me servía mucho el contacto con esta gente no católica, para saber exactamente de su pensamiento teológico y su historia. Inicié un trabajo de folletos que se distribuían por todo el país. Se contaba como habían nacido los testigos de Jehová, los metodistas, los bautistas, los anglicanos. Las diversas sectas tienen pedazos de la Doctrina Católica de la Iglesia, algunos coinciden con nosotros en algunos campos, y otros, de otras maneras. Aquí en Costa Rica, dichosamente todas estas sectas fueron siempre manejadas en mi tiempo por pastores muy serios. En ese entonces no venían para protestanizar a Costa Rica si no para mantener a los que habían venido de Inglaterra y Estados Unidos. Los anglicanos, que tienen una parroquia en el Colegio de Señoritas, y en Limón, no aceptan el liderazgo del Papa, pero tenían una avalancha de fieles negros. Me parece que era mejor que esa comunidad fuera a la iglesia anglicana, a que no fueran del todo a una iglesia. Las iglesias no hacían, una gran promoción anticatólica, pero si tenían conversos. El problema se dio cuando llegaron los Testigos de Jehová y empezaron a dividirse en tantas sectas como hay hoy Aparte de la Anglicana, la Bautista, La metodista, todo los demás esta esparcido gracias a todo los que se convierten en pastores.
Eco Católico Una figura que siempre nos iluminó y nos acompaño en esos primeros meses de Radio Fides, desde el primer día, fue Monseñor Arrieta, Ludovico. Monseñor Arrieta también era e director de Eco Católico y nos había puesto como colaboradores. Arrieta era el último sobreviviente de los que habían comenzado El Eco Católico, del grupo inicial del Padre Borge, antes de que fuera obispo en Matagalpa; Monseñor Chaverri; el Padre Trejos, el Padre Meneses, famoso porque tenía una pluma increíble. Ayudó mucho en ese elenco el papá de Luis Cartín Paniagua.
Monseñor Arrieta tuvo que asumir la dirección para que no se cerrara el Eco Católico. Posteriormente yo asumí primero la administración y luego la dirección. Otro punto importante, del que quiero hablar, es del Día de la Caridad. Ya para el segundo año en que celebramos este día, Radio Fides estaba funcionando con toda la pata. Fue vital Carlos Sancho Ardón, que era dueño de la emisora La Voz de América, en la que trabajaba Rodrigo Fournier de locutor, y que era la estación desde la cual transmitíamos desde antes de que se criara Radio Fides. La celebración del Día de la Caridad fue muy importante para unir las emisoras. No todas se enlazaban, pero, igual que el primer año, anunciaban la actividad. Mucha gente con carro se apuntaba a ir a recoger, a La Voz del Trópico, La Voz de América o la que fuera. Desde la camioneta decíamos va el carro tal y tal. Con antelación había que decir quiénes serían los beneficiados de la cadena. Era una maravilla lo que la gente nos ayudaba. Por ejemplo, la primera vez pasamos dos meses distribuyendo todo aquello, en hospitales, a los indígenas y en todo lado. La gente laica se encargo de la distribución. Ahí tuvimos mucha cooperación de los hermanos protestantes, sobre todo los adventistas y los anglicanos. Fue muy importante para medir la fuerza de la convocatoria de Fides y la importancia de trabajar unidos, todos, emisoras católicas y emisoras musicales, grupos católicos y grupos protestantes. En ese momento, Radio Fides tenía solo un teléfono, hubiera sido imposible conseguirlo solos.
La magia de la radio A partir de la primera celebración del Día de la Caridad, comenzó Radio Fides a recibir un impulso por parte de la gente, no solo en lo económico, sino dándonos un montón de cosas que no teníamos como radioemisora musical, discos. Ya hablamos de ese tema, pero es bueno profundizar. Radio Fides comenzó con unos discos de Ave María, la Quinta Sinfonía de Bethoven, una música de Gershwin, que yo había traído de Estados Unidos, diez discos que se llamaban long play, y algunos discos chiquitillos. La gente comenzó a mandarme discos, hasta chistoso fue aquello. “Bueno para ver si varían un poco la programación musical”. Eran tiempos de lipidia económica. Ni el Eco Católico ni la Curia Metropolitana estaban en condiciones de ayudarnos mucho. Toda la plata de esos tiempos se dedicaba a la construcción del Seminario Mayor de Paso Ancho. En esos primeros tiempos de Radio Fides es cuando también se inicia la Cámara Nacional de Radio (CANARA). Como yo era el director de la radio, a don Orlando Sotela se le ocurrió que yo podía ser un buen aliado y vino a hablar conmigo y dijo
que deberíamos aliarnos, que había hablado con don Chalo Pinto, y que estaba el ambiente propicio para generar una asociación, una cámara. Se notaba el interés desde emisoras como Radio Fides, La Voz de la Víctor, La Voz del Trópico, La Voz de América, Atenea y Radio para Ti Hicimos una reunión. No llegaron todos, pero mandaron a decir que estaban de acuerdo, entre ellos Múrolo, de Radio City. No se les cobraba por integrarnos, sino que había un compromiso de ayudarnos todos, usando aquello de Cantinflas o de Alejandro Dumas, “Uno para todos y todos para uno”. Múrolo decidió que había que cobrar cuota, pero Sotela decía que no porque iba a parecer comercial. Ése fue el gran inicio de la Cámara Nacional de Radio. Luego se organizó con mucha inteligencia, se avivó la organización de los radiodifusores. Orlando manejaba eso, y otros empezaron a pensar en una Cámara porque la idea de una asociación se vino a menos. Por eso Orlando Sotela es considerado el primer presidente de CANARA, porque de su idea de asociarnos nació lo que es hoy esa gran organización. Lilliam Berrocal le ayudó mucho.
CANARA Y Panorama CANARA comenzó a trabajar bastante bien. El programa Panorama fue un éxito como idea, me parece que fue idea de Roy Jiménez, de Lilliam Berrocal y del señor Castro, de Radio Musical. Al principio, el programa era de cinco minutos. Poco a poco, alzó vuelo. Cuando doña Lilliam renunció, el primer presidente que fue electo fue Rigoberto Urbina. Ahí fue donde yo me metí en CANARA, de babiecas. Me fui a la reunión para formar la junta directiva. No había candidatos. Ahí se discutía quién de los que estaban presentes podía ser el nuevo presidente. Todo el grupo pensó que quién merecía ser el presidente era don Rigoberto Urbina Pinto, quien tenía una gran trayectoria en la vida política del país. Yo lo había conocido en tiempos anteriores, en el Consejo Nacional de Seguridad Social, y había estado ahí con él, trabajando mucho. Esa vez don Rigoberto dijo que sí aceptaba ser candidato, si el Padre Alfaro aceptaba ser el presidente. Era la primera vez que yo llegaba a una reunión ya formal de CANARA. Diay, dije que no, y entonces él decía que no aceptaba. Así que dije que estaba bien. Por eso digo que fui electo por dedo, por el dedo de Rigoberto. Ahí fue la embarcada del siglo. Esa junta directiva trabajó mucho. Era gente muy buena. Hubo que trabajar muchísimo. Me acuerdo de Bazo, que también fue un gran dirigente. Fue una directiva importantísima. No fue una junta directiva buena porque yo estuviera ahí. Es que el grupo que quedó electo era muy capaz. Fue cuando se trabajó para
hacer el programa Panorama, un programa realmente de educación cívica para el país. Ahí mismo se acordó que no fuera de cinco minutos sino de veinte minutos. Para meterle publicidad al programa, se acordó hacer un estatuto específico que establece que todo lo que entraba al programa sería para brindarle servicios a las emisoras para mejoramiento de todas, especialmente las rurales y pequeñas de tal manera que ningún empresario de radio tuviera problemas económicos. Los préstamos eran con un interés bajísimo. Se acordó que CANARA Tuviera equipo de mantenimiento de las emisoras, para sustitución del equipo que estuviera malo. Otra idea era que CANARA pudiera tener casa propia. A mí me impresionó mucho ese proyecto y se me nombró como presidente de la comisión para buscarle casa a CANARA. En cuanto a Panorama, me tocó escribir todos los estatutos del programa y me correspondió la búsqueda de los comentaristas, siempre bajo esa égida de que tenía que ser un programa de educación cívica, ética y moral, enfatizando el aspecto cívico y democrático. Y, sobre todo, la aceptación de trabajar para proyectos que fueran importantes para el país. Se hizo mucha plata, se prestó mucha plata a los asociados y, de refilón, a la siguiente ronda de directivos, fui nombrado presidente de CANARA. Acepte más por el programa Panorama que por cualquier otra cosa. Creo que ha sido un programa importantísimo en la historia de la radio de Costa Rica. Le dimos mucho énfasis a la atención y ayuda de los radiodifusores en este país. Por ejemplo, esa es la razón por la cual todas las emisoras católicas, todas pertenecen y son socias de Panorama.
Rigoberto Urbina Desde entonces, la vinculación mía con CANARA ha sido permanente, porque tanto la vinculación mía como la de Rigoberto Urbina fue constante y permanente. Ninguno de los dos aceptamos ser reelectos, pero si aceptamos tener la responsabilidad del programa. De todos los programas de Panorama, publicábamos anualmente le libro con todos los comentarios del año, los distribuíamos gratuitamente. Desgraciadamente, después de todos aquellos años salimos y creímos que otros debían seguir con el proceso también, terminaron con la publicación del Libro Panorama, eso es una verdadera lástima. Viera como lo buscaban los universitarios. Rigoberto Urbina, él fue una pieza fundamental para el desarrollo de Panorama, él es muy trabajador, muy esforzado. Por muchos años, el y yo hicimos una gran yunta. Los dos hemos sido fanáticos de Panorama.
Los comentaristas eran Joaquín Vargas Gené, Jorge Ortega, Guillermo Malavassi, Jorge Enrique Guier y este hijo de mamá. Era uno para cada día de la semana. El sexto día lo dejamos para la Corte Suprema de Justicia, y durante otro tiempo fue para el Ministerio de Educación. Recuerdo que durante mucho tiempo tuvieron una sección de historia Rodrigo Fournier y su esposa, Alicia Vargas. El último proyecto que tuvimos fue editar un libro con todo lo que había escrito Alicia, porque era ella quien lo escribía. Rodrigo le presentó su potente voz, que le daba una gran fuerza a la sección. Los dos le dieron un aporte brillante a Panorama. En eso se hizo el cambio de junta directiva, llegaron nuevos directores, y el proyecto del libro de los escritos de Alicia no se concretó. Ya habíamos hablado con doña Alicia para que nos editara todo el libro y nos corrigiera sus textos. Es un lástima que no se hayan publicado en un libro. Mi paso por CANARA me dejó grandes amistades, grandes recuerdos, y sobre todo la satisfacción de haberle servido a esos baluartes de la democracia costarricense que son los radiodifusores.
La Contrarrevolución Vamos a devolvernos para hablar de un tema fundamental, de un episodio muy importante en mi vida. En el año 1955, nos mandaron de capellanes a la contrarrevolución. Nos fuimos con la gente del gobierno de don Pepe. Don Pepe le pidió a Monseñor Odio un cuerpo de capellanes. Todos los capellanes íbamos con grado de capitán. ¿Quiénes éramos los capellanes? Armando Alfaro, es decir, el burro por delante; Alfonso Coto, que después fue obispo de Limón, Edwin Baltodano, el cura poeta, Román Arrieta, quien después fue obispo de Tilarán y más adelante nuestro arzobispo; Julio Fonseca, mejor conocido como Pipo, quien fue teniente general de los capellanes, y José Manuel Cordero. Como ya se había dado una contrarrevolución, en el año 49, donde mataron al Padre Jorge Quesada, en Murciélago, junto a los de la Cruz Roja, entonces don Chico Orlich y Monseñor Odio acordaron que los capellanes iríamos asignados a la Cruz Roja, jorque Quesada también había sido asignado a la Cruz Roja. Nos fuimos para Liberia, donde estaba el cuartel general. Cuando nosotros planeamos el trabajo, vimos que algo no funcionaba de la mejor manera para nosotros. Resulta que la Cruz Roja no salía de Liberia. Esperaban ahí para salir a atender emergencias. Reunidos capellanes, determinamos que eso no podía ser. Le pedimos a don Chico Orlich, que era el jefe de las fuerzas, que nos asignaran vehículos porque estábamos decididos íbamos por nuestra propia cuenta. Nos asignaron vehículos, y por cierto que a Pipo y a mí nos asignaron juntos en un vehículo. Íbamos en parejas. Pipo, Julio Fonseca era el jefe de los capellanes.
Pipo tenía que estar en donde estuviera el enfrentamiento. Él era el que disponía. Cada pareja iba donde quisiera, pero a mí me tocó con el jefe. Pipo era un hombre conocido de las tropas, tenía mando, y las tropas estaban todas en Liberia. Ahí comenzamos todos en el trabajo de los capellanes. De pronto, un contingente de tropas se fue para Ahogados y otro pelotón , a cargo de Mario Charpantier, se fue para Santa Rosa. Y estaba la tropa de Mario Charpantier en Santa Rosa cuando vino la batalla más seria del 55. Fue un riendazo. Si acaso estaban llegando a Santa Rosa. Iba Daniel Oduber con una gente por la carretera hacía Nicaragua, y se encontraron con los tanquetas de Somoza. Hubo una escaramuza grande, con muchos heridos. Esa noticia nos llegó a Liberia, y a la Cruz Roja también se movilizó. Pero se fue para Ahogados, en el camino entre Santa Rosa y Liberia. Pipo y yo seguimos hasta Santa Rosa, y nos topamos a la brigada de Charpantier hacía Liberia. En ningún momento tuvimos ningún peligro. Ahí estaban los reporteros de prensa internacional, metidos con las tropas. Estaban los nuevos soldados, gente que se había alistado voluntariamente. Muchos nos dijeron que sentían que era importante que nos quedáramos ahí. Cuando llegamos donde fue esa escaramuza, pudimos ayudar a mucha gente, ayudamos a trasladar heridos, a llevarlos hasta Ahogados, porque la Cruz Roja no entraba por lo que le había pasado en el 49. Con dos chunches viejos, trasladábamos a los heridos. En uno de los ataques y asaltos, se hirió a un muchacho y cayó en el puro patio, al frente de la Casona de Santa Rosa. Teníamos ahí, entre los soldados, a un paramédico, estudiante de medicina en México, que se había enlistado con las tropas de Figueres y don Chico. A ese muchacho herido, Pipo y yo corrimos a auxiliarlo y el paramédico se fue detrás de nosotros. Le pusieron una vendaje tremendo. Pipo le puso los santos óleos, el hombre estaba vivo. Llegaron los aviones a bombardear, Pipo miraba al cielo, para decir, “Dios, ¿qué hago?, ¿me quedo terminando el sacramento?” y yo le dije, “pues yo me quedo también”?
Santa Rosa Me quiero devolver al sitio de los hechos, de nuevo, disculpen. Quiero contar otro episodio. Cuando llegamos a Santa Rosa, la columna de Mario Charpantier, que por cierto había un montón de gente conocida de Pipo y mía, y más de uno más incrédulo que Satanás, porque Satanás sabe que existe Dios, pero hay gente que no, ya derrotada la contrarrevolución, venían y vieron la bandera de la iglesia en el jeep y pegaban gritos de alegría. Por ejemplo, venía un señor masón y ateo, que levantó las mano y dijo.
-Pipo, Padre Pipo, yo necesito hablar con usted. Pipo se volvió donde mí, y me dijo, “ese hombre se llama don Luis, vieras que amigo mio, y que ateo es” Lo que quería era confesarse. Confesamos a toda la Compañía de Charpantier. No es tan grave la situación de la guerra como la cuentan. En el caso de Costa Rica, en Santa Rosa, los aviones fueron lo terrible, lo fatal. En una de esas invasiones por avión, todo el mundo buscaba refugio. Una vez, nosotros nos metimos debajo de la Casona. Nos encontramos cadáveres, carajos con un rosario en la mano, con libritos de devoción. Nos encontramos los cadáveres de los nicas y los ticos que venían peleando a favor de Calderón Guardia. A todos los habían alzado, menos a esos que nos encontramos debajo de la Casona. Se pensó que la otra gente iba a venir a rescatarlos, pero no lo hicieron. Estaban con una estampita en la mano. Eso me impresionó. La guerra es una injusticia, siempre es una injusticia. Como no los habían retirado, la Cruz Roja fue a rescatarlos.
Curas para los dos bandos Se dio la gran batalla de Puercos. En una lomita, se ve aquel guaval de tanquetas, como juguetes tirados en la calle. Había ocho tanquetas botadas, abandonadas en el camino. En Puercos, estaba un viejo que se dedicaba a construir ladrillos para construcción. Nos contaba que no habían disparado mayor cosa, desde Puercos, contra la carretera, cuando dejaron las tanquetas abandonadas y se fueron en carrera para Nicaragua. Ahí también tuvimos una confesadera de gente. Vieran que gran cantidad de confesiones. Me dice Pipo. -Ah la trampa. Mirá, ¿vos no crees que los nuestros, del otro lado, también necesitan confesarse? Vos sabés que tengo ganas de ir al otro lado. -Diay Pipo, usted manda. Se fue a hablar y pidió permiso, para salir de Puercos hacía el otro lado y le dieron permiso. -Pipo le decía al jefe de Puercos, le doy permiso, pero apenas ve un rifle, se devuelve. Nos montamos Pipo y yo en el jeep, con bandera de la iglesia. Allá son tan católicos como aquí. Nos pararon en Puercos: -¿Para dónde van? -Vamos a confesar gente del otro lado. Vamos a ver si confesamos gente del otro lado, le decía Pipo a todo el mundo, una y otra vez.
Nos dejaron ir. Nos dijeron, “ la contraseña es tal, para cuando regresen”, fuimos, fuimos, despacito. Nos encontramos con un retén. -¿Quién va? -Pipo -Ah, usted es el padre Fonseca. -Diay, venimos a ver si alguien se quiere confesar . -Voy a decirle a los muchachos. Todos los ticos se querían confesar. -Pues no les aconsejo seguir, lo que se van a encontrar después de nosotros es un montón de nicas, no lo conocen, les prohíbo pasar, tiene que devolverse, aquí, por dicha estábamos nosotros. Ustedes no pueden pasar más allá. No intente, o le vuelo las llantas. Ahí confesamos, unos doce que había en Puercos. Lo que quedaba muy cerca era un campo de aterrizaje. Eran como las ocho de la noche cuando llegamos a Puercos. -¡Alto, contraseña! Ni Pipo ni yo nos acordábamos. -Somos los capellanes -¿Qué putas? -Los capellanes, acérquense para hablar. Salió el carajo con rifle al hombro. -¿Esa es la bandera de la iglesia? -Yo soy Pipo, el padre Julio Fonseca, nosotros andábamos fuera.. Entró y habló, había uno que conocía a Pipo. Duramos como una hora para que nos dejaran pasar. ¡La regañada que nos dio uno de los jefes!. Pero llegamos Sólo en Costa Rica se puede dar eso, primero soldados que no son, y después capellanes que se pasan de un lado a otro. Pipo en eso era muy conciente. Son cosas muy importantes para este país, esos gajos de historia, nadie se podría imaginar que las cosas ocurren así. Existe una organización de excombatientes de guerra, gente de los dos lados, todos los años nos invitan. Pipo nunca ha dejado de ir. Hay que ver el cariño que se nota en el recuerdo. Toda esa gente conoce la historia y sabe cómo fue. Pipo era el Gran Capellán de Scout, formador de chiquillos, profesor del Colegio Seminario, es de lo más popular.
Desamparados En el 56, después de la Revolución llegué a Desamparados como cura párroco encargado. Pocas veces, muy pocas veces he tenido esa posición. Siempre me he encargado de otro tipo de trabajos. Ya era Monseñor Odio el obispo. Cuando regresé de la Contrarrevolución, Monseñor Odio me llamó y me dijo que me hiciera cargo de la Parroquia de Desamparados, porque el Padre Delio Arguedas se iba para la Diócesis de San Isidro de El General. Me devuelvo un año para explicar mejor. En el año 1955 , Roma había nombrado a Delfín Quesada obispo de El General. Delfín era un hombre sencillo, de campo, proveniente de Sábana Redonda de Poás. Fue a ver la realidad de su nuevo rebaño, pues venía de ser cura párroco de Puntarenas. Monseñor Delfín le habló al arzobispo porque la diócesis de San Isidro tenía muy pocos sacerdotes, y Monseñor Odio le dijo a los sacerdotes que si alguien le quería ayudar a Monseñor Quesada en su nueva tarea. El único fue Delio Arguedas. Monseñor Odio le otorgó el permiso en el año de 1956, y Delio se fue como párroco a Palmares de Pérez Zeledón. Entonces, Monseñor Odio me llamó. Yo venía regresando a Costa Rica de unas conferencias en Alemania y Roma. Después entendí que la espera que le hizo hacer Monseñor Odio a Delio Arguedas fue hasta que regresara. Cuando regresé y me llamó Monseñor Odio, me dijo que el Padre Arguedas iba para San Isidro y que yo era el único que podía asumir la parroquia de Desamparados, no por otro motivo si no porque la casa cural estaba invadida por el Colegio Monseñor Sanabria. Como no teníamos instalaciones físicas, Delio ofreció, con tal de que se montara la Escuela de Artes y Oficios, en el año 52, que la casa cural y las instalaciones de la iglesia, que se resumían a un galerón para los santos viejos, las pudiéramos usar para instalar el colegio, y que eso estaba muy bien porque él no necesitaba aquella casa tan grande. El colegio tenía dos aulas en la casa cural, y los galerones de la iglesia estaban ocupados por talleres de madreas, soldadura y metalmecánica. Habíamos alquilado dos garajes de particulares para montar dibujo técnico y electricidad. La dirección estaba a cargo de don Carlos Mora. La dirección estaba en la oficina parroquial, y la secretaría era un cuarto de la casa cural. Lo que tenía el Padre Delio era un cuarto, la cocina y el comedor, y ya todo quedaba dentro del colegio.
Sucesor de Pedro Arguedas Por esa razón, Monseñor Odio , conversando con Delio Arguedas, sabía que el único que podía hacerse cargo de la parroquia era el hijo de mamá. Monseñor Odio me explicó y le dije que sí, y me comentó. -Usted se hace cargo para desalojar la casa cural. -Déme un año o año y medio, le contesté yo. Monseñor Odio me dio un año. Y así fui yo cura párroco encargado de Desamparados. Era la segunda vez que me nombraban cura encargado. La primera vez fue en Barva. Quiero decir que en el ínterin, entre el año 55 y 57, ya nosotros habíamos hecho bastantes esfuerzos para encontrar una finca. En el año 53, habían llegado a Costa Rica los miembros de “El Plan Marshall”, después de la Segunda Guerra Mundial. Después se convirtió en el Plan de Desarrollo para América Latina, y al final, la Agencia Interamericana de Desarrollo, o AID. Se les había pedido por parte del gobierno, la asistencia para iniciar todo un sistema de educación vocacional en Costa Rica. Fueron enviados a mí, en el Colegio Vocacional Monseñor Sanabria, de Desamparados. Recuérdese que yo había llegado a Costa Rica de ver lo que Flanagan, “La Ciudad de lo Niños”, había atendido y creado el programa de limpiabotas, y un plan con un colegio vocacional en Heredia y otro en Desamparados, como experiencia inicial de la iglesia. Todo eso lo he contado hoy aquí. En esa programación que Monseñor Sanabria, me había aprobado, estaba lo de Radio Fides, que me fue aprobado en el año de 1951. También lo narré. Todo eso era parte del Plan de Acción de Defensa de la Fe, y me nombró en el año de 1951. Me sacó de Barva y me puso de director de La Defensa de la Fe, a la par de Troyo, como lo comenté hace un rato. En el año 53, nació el Colegio Monseñor Sanabria, con la Asociación de Desarrollo Educación y Cultura, ADECAS, que fue la mano derecha para la fundación de ese centro educativo, que iba a ser el modelo, al lado del colegio de Heredia. Se llamó primero que nada la Escuela de Artes y Oficios, y nació en la casa cural. El Padre Delio Arguedas era el presidente de ADECAS. Todos los profesores que el Padre Delio consiguió eran gratuitos.
Educación técnica y vocacional El primer intento que se hizo en Costa Rica en educación vocacional y del cual se tiene conocimiento fue la aparición de la Escuela de Artes Mecánicas, fundada en
la segunda administración del doctor José María Castro Madriz. Esta escuela tenía como objetivo formar un grupo de mano de obra técnica u obreros, tuvo muy poca vida. No se vuelve a plantear una experiencia hasta inicios del siglo XX, cuando otro sacerdote, el Padre Alvarado, en Cartago, decidió iniciar una propuesta educativa motivada por el problema de los niños huérfanos de esa ciudad. Lo que quería era que ellos contaran con un oficio que les pudiere servir más tarde para integrarse realmente al campo laboral. Esa institución pasó a ser regentada por la orden de los Padres Salesianos, quienes, en el año de 1908, fundaron la Escuela de Artes y oficios de Cartago. El siguiente gran impulso fue el nacimiento de nuestros dos colegios, el de Heredia y el de Desamparados. En el año 53, estaba de presidente don Otilio Ulate, conseguimos una subvención por la suma de 50 mil colones, la primera del gobierno. Habíamos hecho turnos, ferias y bailes para recaudar plata ´para el colegio. Tenemos que buscar dinero para comprarnos un terreno. Había algo cierto, que nunca olvidamos en el proceso, y es que Monseñor Sanabria me había dicho que los colegios vocacionales, tanto el de Heredia como el de Desamparados, tenían que ser gratuitos. Le dije que eran colegios que demandaban muchos gastos por la maquinaria. Monseñor Sanabria me dijo que si era necesario que se los traspasara al Estado, con tal de que fueran gratuitos, pues que se los traspasara. No nos interesaba que se dijera que eran de la iglesia, sino que eran un esfuerzo costarricense. Pedía la subvención junto a ADECAS, y con ese dinero nos decidimos buscar terreno, y nos encontramos con que, en el sur de Desamparados había una finca, que estaba abandonada. Aquello era un hueco. La finca era de un extranjero, fui a verlo y le conté del proyecto. Le explique todas las razones por las queríamos la finca. Tenía un caballo, era el único habitante de esa finca, viejo pero bien alimentado. El caballo era un espectáculo. Le gustaba estar parado en el alto. Después de escucharme con atención, el extranjero me dijo. -Para eso, nada mejor podría hacer yo que venderle esta finca. Le dije que podría regalarla -No puedo regalarla. Se la puedo dar a un buen precio. Con dos condiciones; que se dedique realmente a eso que me dice y que deje ese caballo ahí hasta que se muera. Él le decía caballo “Compañero”. Era el caballo con el que toda la vida había ido y venido. Los chicos del colegio, le tenían cuatro nombres, irrepetibles aquí, menos de parte de un sacerdote. Cuando hablaba del caballo, si usted no sabía el cuento, se enredaba porque él nunca le decía “el caballo”, sino , “el compañero”, o peor aun “mi compañero”.
Fue tajante al decírmelo, mi compañero se queda aquí hasta que muera. Después, agregó lo que ya yo había entendido, “mi compañero se queda aquí bien tratado y bien comido”.
La finca del colegio Con la platilla que teníamos pagué y sobró plata. Cobró baratísimo. Transamos en que le pagaba con lo que teníamos. Para el año 56, cuando me pusieron de cura encargado de Desamparados, ya teníamos finca para instalar el colegio. Vino Mister Arthur Elmer, de “El Punto Cuatro”. Lo llevé y lo que vio fue una casa cural llena de chunches. Cuando llegué, había crecido mucho; el galerón donde estaba metalmecánica, ebanistería y forja, se había quedado corto. Necesitábamos un servicio sanitario. Lo construimos. Y encima, le hice yo la caseta al secretario del colegio. Alvaro Espinoza. Si la gente que llegaba a conocer, preguntaba. “ ¿y dónde está el secretario del colegio? Había que contestarle, “el secretario esta encima del excusado” En la iglesia estaba el aula de música, y la sacristía la dividimos en tres aulas, para las asignaturas académicas. Estos movimientos se realizaron a fin de dejar yo más espacio en la casa cural. En el año 56, cuando compramos la finca, míster Elmer gozaba con nuestro proyecto. Lo llevé a Desamparados y a Heredia. Me dijo, “vengo de América del Sur, de estar en esto, y tengo que decirle que este proyecto sería inconcebible en otros lados”. Me dijo que en Estados Unidos no iban a entender jamás como es que llevábamos adelante este proyecto. Míster Elmer me dijo que él me metía la mano, el pie, las orejas, lo que fuera necesario, con tal de que pudiéramos hacer lo que queríamos. El gringo me pidió que le mandara dos miembros de la asociación para que lo asesoraran. Míster Elmer me preguntó que era de la iglesia y me confesó que se necesitaba que fuera del Estado. Don Lalo Gámez era el Ministro de Educación. Él mismo había pedido la asesoría al gobierno americano. Don Lalo quería que ese esfuerzo se nacionalizara para extenderlo a todo el país. Hacemos un convenio entre el Ministro de Educación y la Iglesia Católica. La Iglesia cedió todos los derechos, pero guardo autonomía en la dirección del colegio. Por su parte, el Ministerio de Educación creó un departamento de Educación Vocacional. No fue fácil como lo estoy contando aquí. Primero tuve que ir a explicarle bien a Monseñor Odio porque le expliqué que Sanabria me había dicho que si, Monseñor Sanabria se había adelantado a los hechos.
Al pasar el Colegio Vocacional de Heredia y Colegio Vocacional, se incluía industria, agricultura y arte. Fuimos al Congreso, y conseguimos que se pasara una ley, la Ley de Creación del Colegio Monseñor Sanabria, que el gobierno últimamente irrespeto pero que, en aquel tiempo funcionó. Con esa ley y ese convenio, yo tenía galillo para atraer y tragar pinol. Ya armado con la ley y el soporte del ministerio, fui al MOPT, a Ingeniería del MOPT, me metí y conseguimos que se decretara la construcción del Colegio Vocacional Monseñor Sanabria, en la finca del caballo “Compañero”, en Desamparados. Ya el MOPT había inventado las aulas prefabricadas. Nada de mamotretos arquitectónicos. No nos pusimos en florituras, todo lo hicimos de la manera más práctica; los talleres y las aulas con el mismo sistema de las obras prefabricadas. Lo levantamos todo en dos toques. Mientras tanto, vinieron los técnicos de la Agencia de Desarrollo de los Estados Unidos para América Latina (AID), que fue en lo que paró “El Punto Cuarto”, y diseñamos el proyecto entre dos o tres profesores y yo. Así montamos todo el planteamiento e hicimos planeamiento final.
Educación técnica para Costa Rica El planteamiento de esta primera etapa incluía al Colegio Monseñor Sanabria, el Colegio Vocacional de Heredia, tres vocacionales más, algunos colegios industriales y tres colegios más, que fueran de índoles agropecuario. Yo les decía que necesitaba un torno, y ellos decían que eran dos. Yo pedía una máquina, y ellos contaban con dos o tres. Que fueran los profesores quienes iniciaran el planeamiento fue muy importante. Del AID me preguntaron si necesitaban becas. Me tomaron de sorpresa con la pregunta. Yo contesté “ ¿becas?” Si, claro que necesitamos becas. Después pensé, ¡”que dicha que dije que sí”! la verdad es que conteste instintivamente, pero las becas eran muy necesarias, porque no había un solo profesor graduado para eso que planeábamos. Todos tienen que tener bachillerato, y nosotros estábamos preparando para la tarea a gente que había aprendido en la vida, en la calle, en los talleres. Ni uno solo de ellos estaba graduado, ni uno solo de ellos había estado en la universidad. Mandamos a treinta muchachos a estudiar. Muchos iban a Perú porque ahí había fundado el AID una escuela para profesores de educación vocacional. Míster Elmer fue a ver la vaina y cuando regresó me dijo, “es que los ticos superan la capacidad de los peruanos para aprender estas cosas”. Pensé qué tiene que ver con la formación de la nacionalidad, del ser costarricense.
A raíz de esto, comenzaron a mandar a nuestros a Estados Unidos, a entrenarse y prepararse. Muchos de ellos regresaron con un grado de Máster a dar clases. Aún así, había que aprender mucho en el camino. Míster Elmer me dijo que yo fuera a una universidad técnica para hacer profesores, en Wisconsin. Es una escuela pedagógica, para profesores de enseñanza técnica industrial. Yo había estudiado en Estados Unidos. Me reconocían todos mis estudios. Estuve allá año y medio porque aproveché las vacaciones, en los post grados, para salir más rápido. Elmer me dijo que viera si esa era la universidad apropiada, la verdad es que en lo demás. Yo que iba a saber de oficios. Aprendí a manejar la fresadora; el torno, todo lo que es mecánica de metales, aprendí todo lo que es forja, ahí pase por todo, tornos de cuanta vaina había, soldadura y hasta relojería. Me interesó la fresadora, el torno, que por cierto no sabía que existían. Uno de los muchachos que llegó allá, me encontró a punto de hacer los exámenes prácticos, de las máquinas que yo había conocido. Ese día me tocaba entrarle a la fresadora. Le dije que en la tarde tenía el examen, y él me dijo que no fuera, porque era la máquina más peligrosa de todas. No podía creer que yo había aprendido a manejar esta máquina. Él me dijo que me podía quedar sin dedos. Le pedí permiso al profesor para mostrarle al muchacho, y cuando fui a hacer el examen por la tarde, me dijo que ya lo habían hecho. Todos se asombraban de que yo era sacerdote y sabía manejar esas máquinas. Monté la máquina, la moledora, la despellejadora. A él le asustaba mucho que yo metiera los dedos. Le dije que si hacía bien el cálculo matemático, no había porque probar nada, no había porque meter los dedos.
Se me salió el periodista Me metí en lo que me gustaba. Ahí en Wisconsin, hice mi primer ingreso en la parte técnica de los medios de comunicación. Tenían un taller de tipografías y serigrafías, y yo me sentí en mi charco. Me metí en la parte de publicidad y redacción dentro de una revista o periódico, recuerdo que se llamaba “Social Comunication”. Era parte de la universidad. En los talleres, lo imprimían, pero había que escribirlo. Después que vine a Costa Rica, me metí a hacer la Asociación Latinoamericana de Prensa, con un cura francés, el Padre Gabel. Era uno de los periodistas más famosos de Francia, Escribía para Le Monde.
Volví con la mente en claro precisamente en que había que seguir adelante, ya no solo con el Colegio Vocacional de Heredia y en Desamparados, sin no con lo que don Lalo Gámez llamaba al Sistema de Educación Vocacional. Don Lalo nombró a un herediano, muy capaz como educador, y que comprendió perfectamente el pensamiento tanto de don Lalo Gámez como el que yo traía. Se trata de don Manuel Antonio González. Él fue el gran cooperador del proyecto. Trabajó muy bien con los americanos que vinieron a ayudarnos a nosotros. Junto a Míster Elmer, de la Agencia Interamericana de Desarrollo y conmigo en el equipo hicimos un buen trío. Me convertí en asesor de la educación técnica en el país. Yo había logrado formar un muchacho muy inteligente, que se instruyó en Educación Técnica. Se había formado primero en la Escuela Normal de Heredia, y era muy valioso. Estoy hablando de José Alfredo Murillo Chaverri. Lo mandamos a perfeccionarse en educación técnica vocacional en Wisconsin. Después fuimos juntos a Alemania y a Puerto Rico. Queríamos conocer todo el sistema sobre lo que es el camino a recorrer desde secundaría hasta institutos tecnológicos, por un carril educativo que todavía funciona en Alemania. José Alfredo trabajó como director del Colegio Vocacional de Heredia, y vino a sustituir a Manuel Antonio González, que comenzó todo este sistema. Había que darle un gran impulso al aprendizaje. Fue en tiempos de Manuel Antonio y con Alfonso Carro Zúñiga, como Ministro de Trabajo, en el Gobierno de Orlich, que vino a Costa Rica un experto, Alfonso Vílchez, que no s explicó muy bien todo lo que era en España y en Israel la formación desde la escuela en el ámbito vocacional hasta la universidad, así como la experiencia colombiana.
Instituto Nacional de Aprendizaje También recibimos a un asesor del Instituto Nacional de Aprendizaje de Colombia. Él fue fundamental para nosotros. Formamos un equipo de lujo, donde estaban Alfonso Carro, el ministro de trabajo, Manuel “Melito” Vargas, ministro de Educación, José Alfredo Murillo, Manuel Antonio González, y el director de Aprendizaje del Ministerio de Trabajo, Antonio Granados. Comenzamos a conversar de la importancia de entrarle de lleno al aprendizaje. El mercado de trabajo sentía la necesidad de mano de obra, pero, a pesar de lo que se había logrado con las luchas de Don Pepe, en educación, el aprendizaje había quedado en una situación difícil. Monseñor Sanabria lo decía muy bien, “en Costa Rica se nos olvidó la importancia del aprendizaje no formal”. El método que se seguí era permitir que los talleres
aceptaran aprendices, y el Ministerio de Trabajo a través de su Departamento de Aprendizaje, iba dando el “si” o el “no” en el proceso de aprendizaje. Cuando el ministerio aceptaba que un taller tuviera un aprendiz, le daban un año de tiempo, y los inspectores del Ministerio iban a vigilar. De hecho, cuándo yo hice el Colegio Vocacional de Heredia, parte de lo que me movió fue porque los aprendices de Heredia no tenían trabajo. No los dejaban aprender. Los talleres no aceptaban aprendices que estuvieran bajo la égida del Ministerio de Trabajo. La única posibilidad de que consiguieran trabajo era haciendo un instituto de aprendizaje. Don Alfonso nos pidió a José Alfredo Murillo y a mí que formuláramos junto con Vílchez el proyecto del que será un Instituto Nacional de Aprendizaje. Cuando lo terminamos, don Alfonso lo recibió y lo corrigió. Don Alfonso llamó a una serie de industriales. Había gente que quería algo como lo que es el Instituto Nacional de Aprendizaje, y otra gente que quería algo así como instituto técnico nacional. Salió por fin la ley actual del Instituto Nacional de Aprendizaje, con lo cual se cerraba el ciclo de lo que debía ser la educación técnica más allá del ámbito de la secundaria. El INA daba el título de operador calificado, obrero calificado, tomando como base los egresados del primer ciclo de secundaria. La idea de algunos, entre ellos Danilo Jiménez Veiga, era hacer que el INA pudiera aterrizar en un instituto técnico. Es decir, que terminaran en ese instituto todos los egresados del INA como los egresados de los colegios vocacionales.
Nacimiento del Instituto Tecnológico La lucha la empezaron a dar en Cartago con doña Luisa Portugués, alrededor del Padre Santiago Núñez, el hermano de Benjamín Núñez. Le llamaron, originalmente en sus gestiones, Instituto Técnico de Cartago. Fui a Guatemala, para hablar personalmente con los representantes del gobierno de Inglaterra, que habían financiado el Instituto Técnico de Guatemala, y ellos me ofrecieron todo el financiamiento para crear un instituto técnico en Costa Rica. Sorpresa me llevé cuando después de esa misión que me había encomendado el Ministerio de Educación, vine y me encontré con que en Cartago ya habían decidido que iban a hacer un instituto tecnológico en vez de un instituto técnico. El Instituto Tecnológico de Costa Rica es una belleza pero es otra cosa, no es, ni por asomo lo que nosotros queríamos. Ganaron los sabios del lenguaje, que saben mucho de lenguaje pero nada de educación técnica. Como lo nombraron “instituto tecnológico”, Inglaterra retiró su ofrecimiento. Los de Cartago, querían un instituto tecnológico como el Massachusetts, Estados Unidos.
Y nunca entendieron que en la jerga mundial, no se entendía un instituto técnico con el nombre de instituto tecnológico. Un instituto técnico es para graduados de escuelas o institutos de aprendizaje más los graduados de colegios técnicos. Viene a ser la complementación de lo que es el aprendizaje y en educación técnica y secundaria. En cambio, el instituto tecnológico es otro mundo. Es una universidad. Repito, el Instituto Tecnológico ha resultado una maravilla, pero formando profesionales, ingenieros, no lo que estaba en aquel momento. Así que nosotros seguimos buscando lo que necesitábamos por otros medios. Ya la Universidad de Costa Rica, nos había aprobado la fundación de la Escuela de Artes Industriales y Técnicas. La Agencia Interamericana de Desarrollo de Estados Unidos nos donó plata. Doña Emma Gamboa, que era la Decana de Educación, aceptó, y la condición, era que los primeros estudios iban a ser, todos, los profesores de los colegios técnicos, que estaban sin formación superior y eran egresados del colegio vocacional. Incluso, todos los primeros profesores del INA fueron egresados de los colegios vocacionales, para que usted vea la importancia de esa obra.
“Nos hicimos a un lado” Me devuelvo un momento con el telele de técnico versus tecnológico. Me acuerdo que para definir qué se quería, se hizo una gran reunión en el Ministerio de Educación, Manuel Antonio González y yo íbamos a defender por qué tenía que ser técnico, y don Cristian Rodríguez nos explicó porque tenía que ser tecnológico. Se le pidió al comité del Instituto Tecnológico de Costa Rica, que diera un machote del proyecto, que fue pasado al Ministerio de Educación Pública. El MEP lo consultó, y ya en eso todos los que trabajábamos en educación técnica no participamos porque, de camino, nos dimos cuenta que en Cartago lo que querían era una universidad. Por dicha que ha dado grandes resultados, aunque nos hayan robado el mandado. Pero, si usted lee ese proyecto original, ellos mismos los que querían que fuera instituto técnico. Hablaban ahí hasta de formación de costureras. Fue después que le pusieron parches de tecnología. Sin embargo, ahora creo que fue una genialidad que se creara así, porque el Instituto Tecnológico ha hecho un trabajo excelente. En aquel momento tuvimos el buen tino de hacernos a un lado, y dejar que aquel chiquito se hiciera grande con sus propios papás. No se puede negar que gracias a la ayuda de los colegios vocacionales, gracias a la ayuda de la Agencia Interamericana de Desarrollo, y a la buena voluntad de los ministros y al dinero que nos presupuesto la Asamblea Legislativa, proliferaron los colegios industriales y agropecuarios, y se abrieron colegios de los nuestros a lo largo y ancho del país.
Por la falta de conocimiento de muchos de los últimos ministros, por la falta de gente realmente dedicada a este tipo de educación, que quiera entrarle con propiedad al tema y que este calificada para hacerlo, todo lo que fue educación técnica profesional, a partir del primer gobierno de Óscar Arias bajo totalmente el ritmo de crecimiento. En el Ministerio de Educación, se le bajó la categoría, y paso de ser una dirección a ser un simple departamento. Desarticularon el sistema de los colegios técnicos vocacionales, que hasta tuvieron una gran organización que agrupaba a todos los directores de las instituciones. Poco a poco, dejaron esta educación en el olvido. Pasaron muy mal unos años, y en el gobierno de José María Figueres pudieron respirar un poco porque hicieron posible que, de los dineros del INA, se pudiera auxiliar a los colegios vocacionales. Punto y aparte, en los últimos veinte años al Colegio Vocacional, el Monseñor Sanabria se le redujo a un colegio cualquiera, y no se respetaba la ley, sobre todo en cuanto a superar los problemas financieros con subvenciones especiales especificas. Si usted me obliga a dar una opinión de lo que ocurre hoy, digo que el INA les ayuda mucho, y aunque no son tan buenos como antes, los colegios técnicos siguen siendo como fundamentales para el país, porque siguen siendo buenos los estudiantes que se gradúan ahí. Por su parte, el INA ha crecido mucho, pero justifica la cantidad de dinero por la cantidad de egresados, es decir, se sustituye la calidad por la cantidad, hay muchos cursos rápidos, de meses, en los que la gente entra y sale. En todo lo que es educación técnica vocacional es necesario que se vuelva a rediseñar todo un programa que sea lo que el país necesita. Al INA que era una institución realmente autonomía, con una directiva autónoma, le pusieron presidente ejecutivo. La empresa tenía mucha influencia en el INA, y ya no tiene esa influencia, que es tan importante, porque el sector empresarial tiene que dictar pautas. Es para la empresa privada que se está formando a los técnicos. Ahora se hace lo que papá político dice. Eso es una desgracia para el INA, para los colegios técnicos y para la educación costarricense.
El Instituto Mixto de Ayuda Social Yo puedo contar detalles del nacimiento del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) porque estuve vinculado al proceso de surgimiento de esa institución, y estuve al frente de su gestión en los primeros años. Para 1968, don Pepe Figueres pensó en lanzar de nuevo su candidatura. Entre las ideas que brotaron al fragor de la campaña, desechó todas menos una, que era
llevar adelante la lucha contra la pobreza, ni no la lucha contra la pobreza extrema. Don Pepe también hablaba del salto por grados, de esa pobreza extrema, de manera que se pudieran colocar de la pobreza extrema a la pobreza, y luego de la pobreza a la clase media baja. Lo que pensaba don Pepe es que era urgente atender a quienes vivían sin lo mínimo necesario para respetar su dignidad. Él consideraba que el Estado de verdad podía, tenía la capacidad, tenía la autoridad, tenía el peso para hacer que hubiera lo necesario en cuanto a comida, vestido, becas de estudio, para que quienes estaban en pobreza extrema pudieran saltar de su situación, teniendo muy en cuenta que esa clase media baja, está compuesta por una enorme cantidad de personas muy enfermas, que lo que necesitaban era un esfuerzo grande, asistencial, para que tuvieran tranquilidad sus familias. Ya con una clase media baja muy fuerte, con atención en salud, con becas de estudio, y sin pobreza extrema, el país podía pensar en otras cosas. Así nos hablaba don Pepe, cuando explicaba lo importante de su nuevo proyecto. Don Pepe llamó a un gran hombre que tiene este país, el doctor Aguilar Bonilla, para que conformara un equipo de pensamiento que pudiera redactar una ley. Llamó a Alfonso Carro Zúñiga, a Danilo Jiménez Vega, a Lalo Gómez, a Francisco Morales, a Wilhem Peters y a Jorge Rossi. A ratos, Julieta Pinto, Rafael Ángel Rojas y yo éramos llamados para que siguiéramos el curso de la cosa. Nosotros tres éramos los acompañantes del proceso. Los grandes intelectuales que acabo de mencionar lanzaban las ideas y nosotros las apañábamos en el aire, para llevarlas a la realidad con la guía de don Pepe. Don Pepe, como lo dijo una vez Daniel Oduber, que le pescó más esa idea, lo que quería era una institución cuyos dueños fueran los pobres, que el pobre dijera “yo tengo derecho a ir”… Coreando esa frase, Daniel, en la Asamblea Legislativa, dijo, “el IMAS tiene dueño, son los pobres de este país”. También dijo Daniel, explícame lo que queríamos del IMAS”, es como un Estado dentro del Estado”. En una conversación, Daniel me dijo a mí que, “si al IMAS lo dejamos hacer su trabajo, todos nos sentiríamos mejores ciudadanos”. Utilizó frases de Daniel Oduber, que fue un gran estadista, pero el proyecto era del gran estadista costarricense, don Pepe. Aprobado por unanimidad El proyecto de ley fue a la Asamblea Legislativa, a la que como entró salió, aprobado por unanimidad. Yo estaba muy tranquilo en mi Colegio Vocacional Monseñor Sanabria, y en eso llegó un día al colegio Don Lalo Gámez. No me extraño nada porque siempre fue muy buen amigo mío.
El IMAS fue aprobado en el año 71. El gobierno tenía un año. Lalo vino a decirme que en el Consejo de Gobierno se había discutiendo quien iba a manejar el IMAS. Y que él había mencionado mi nombre, y que al mencionar mi nombre el resto se enmudeció, no presentaron a nadie, por lo que él daba por un hecho que me lo iban a proponer. Muy fácilmente me di cuenta que fue el Doctor Aguilar Bonilla, vicepresidente de la república, quien me mandó a don Lalo a consultarlo. -Si usted me dice directamente, le digo que sí, pero para aceptarlo necesito el permiso de Monseñor Rodríguez. Yo no le voy a pedir. El permiso debería solicitarlo una instancia del gobierno. Aguilar Bonilla le escribió una carta a Monseñor Rodríguez. Monseñor Rodríguez le mandó otra carta con su respuesta. Le aceptó la propuesta de nombrarme director ejecutivo del IMAS. El IMAS no tiene gerente sino director ejecutivo, con voz en la Junta Directiva, pero sin voto. No era ni siquiera gerente. Era menos, pero también vivíamos en otros tiempos. El doctor Aguilar Bonilla me llamó a Casa Presidencial, me dijo que había hecho la consulta y que Monseñor Rodríguez, encantado, había dicho que sí. Me preguntó que si quería leer la carta del arzobispo. Le dije que no, pero después la leí, la recuerdo con mucho cariño y gratitud. Lamentablemente no tengo copia. A los días, me llamaron de Casa Presidencial, que don Pepe quería hablar conmigo. Don Pepe me dijo que ya estaba listo el nombramiento mío para que comenzara en esos días, que había pasado medio año y que la junta directiva ya estaba conformada. El doctor Manuel Aguilar Bonilla iba a ser el presidente, y también estaban nombrados Wilhem Peters. Doña Olimpia Trejos, doña Karen Olsen, don Francisco Fao, don Gregorio Rojas, doña Julieta Pinto y don José Luis Rojas. Cuando don Pepe me llamó, estaba ahí el doctor Aguilar Bonilla, don Pepe me dijo. -Bueno, muy bien chiquito, usted se va a reunir con la junta directiva. ¿Cuándo es, Manuel? Bueno, ¿y qué es lo que usted hace? -Bueno, soy director del Colegio Monseñor Sanabria, director del Eco Católico, director de Radio Fides y Capellán de la cárcel de mujeres. -¿Sabe que tiene que renunciar a todo?, me preguntó don Pepe. -No, no lo voy a hacer. -¿Por qué? -Porque no puedo. Sería renunciar a mi sacerdocio. Solo puedo renunciar al colegio. -Bueno diay, podemos comenzar así. -¿Cómo hay que comenzar? -Le voy a poner una oficina aquí, en la Casa Presidencial. -Comenzamos bien.
-Yo le acomodo una oficinita aquí. Usted va a recibir el montón de gente y apunta que necesita cada uno. -¿Y con eso que hago? -Se va a dar cuenta de todas las necesidades. Es como hacer una estadística. -¿No será que usted quiere hacer lo que nos dijo un día, que si la señora tenía que pagar la casita o pagar las medicinas de los chiquitos. ¿Es así la cosa? -Pues sí, así es la cosa, me dijo don Pepe. -Es como ser limosnero del rey, y eso no me parece, le contesté. -Esto es como el censo de la pobreza. Después me dijeron que no había plata ni para contratarme una secretaria. Que me iban a dar dos escritorios y una oficina. Y punto. Nada más. Después, don Pepe se despidió de una manera muy especial: -Sólo quería que supiera que estoy muy contento con que va a ser usted, y se me porta bien.
62 mil pesos mensuales Renuncié al Colegio Vocacional. Le pedí permiso al ministerio por aquello de si iba a quedarme en el IMAS o no. Estaba Don Lalo Gámez de ministro. En ese tiempo, yo ganaba como director, 62 mil pesos mensuales, y tenía un pequeño salario en el Seminario Central porque era profesor de Biblia y de Pastoral. También era capellán de la Cárcel de Mujeres, El Buen Pastor, y daba clases en el Liceo de Costa Rica Nocturno. Ahí me ganaba otra platilla. En Eco Católico y en Radio Fides no ganaba un cinco. Fui el primer orientador y profesor de Religión del Liceo de Costa Rica de noche. Ahí tenía un par de horas que no se me pagaban por servir de orientador. Sólo me pagaban el tiempo que laboraba como profesor de Religión. Llegamos al jueves de la primera reunión en el IMAS y yo ni siquiera sabía cuánto me iban a pagar. No había plata ni para pagarme a mí, ni tampoco una secretaria. -¿Está bien 40 mil pesos?, dijo don Manuel Aguilar. -Pues no está bien, mejor 60 mil. Era, por lo menos lo que me ganaba como director del Colegio Vocacional Monseñor Sanabria. Yo tenía como cuatro años de ganar. Antes, pasé como 15 años sin ganar ni un cinco, apenas preparándome. Viera cómo costó que me aprobaran eso, y todavía costó más que me aprobaran la plata para una secretaria que se ganara 16 mil pesos al mes. Nombré a Josefina Gutiérrez, que había sido mi asistente de secretaria del colegio vocacional. Le ofrecí que se fuera conmigo, que no se iba a ganar ni un cinco hasta que no hubiera plata en el IMAS.
Y lo que dijo don Pepe se quedó corto. La fila de gente en Casa Presidencial era de película. Me tocó enfrentarme con los llantos de los viejos, gente muy mayor, que quería que si les podía resolver su situación. También llegaban a pedir “hueso”. La oficina era como de dos metros y medio. Josefina cabía en un escritorio y yo apenas en una silla, no cabían dos escritorios. No cabían dos escritorios. Empecé a estudiar la Ley del IMAS. Comenzamos a tener reuniones. Sucedió algo increíble, me va a decir que estoy soñando. Me llamó Borrasé, que era el dueño de La Prensa Libres. Me mandó a Carlos Darío Angulo, que el periódico quería hacer una campaña para recoger plata para vivienda, en donde podían hablar. En San José, había tugurios por todo lado. Era urgente limpiar de tugurios la capital. Esa primera campaña me cayó del cielo. Recogimos más de 300 mil pesos. También, al mismo tiempo, llegó el capitán de la Fuerza Pública. Yo le había ofrecido un plan de trabajo de la Guardia Civil. Hicimos un plan de erradicación de tugurios. Fui a hablar con don Fernando Valverde, Ministro de Seguridad. Aceptó que la Guardia Civil me diera no sé cuántos efectivos para que ayudaran en ese proyecto. Me dijo “trato hecho”, pero esto es solo un asunto entre usted y yo”.
Agustín Castro Lo que no me gustaba era pensar que fueran ellos los que armaran casas, yo había hablado con algunos ingenieros acerca de por qué no podíamos hacer casas prefabricadas. Con la madera que nos regalara la gente, podíamos hacer los módulos para construir, igual lo podíamos hacer con las aulas. Tanto don Fernando como yo coincidimos en que lo que necesitábamos eran arquitectos e ingenieros, pero no había plata. Me fui a la junta, les explique el plan de don Fernando, y me dieron varios nombres de ingenieros y arquitectos. Entre los nombres que me dieron, venía uno que era más que importante; era el arquitecto Agustín Castro. No sé por qué me sonó. Era más mariachitico, pero ese nombre me recordaba algo. Me dieron el teléfono y lo llamé. Al día siguiente, a las 9 de la mañana estaba hablando conmigo. Empezó a diseñarme sobre terrenos de una manzana. Alguien me aconsejó que no hiciéramos ciudadelas de más de una manzana. Todas fueran diseñadas por Agustín. Se metió como si hubiera sido el gerente del IMAS, nunca cobre un cinco. Ya murió. Es el papá de un sacerdote dominico. Él no quería nada con la religión, nada con la iglesia, pero cómo ayudó en el IMAS. Me hice amigo de la familia. Es gente muy valiosa.
Después vinieron otros arquitectos que comenzaron con las ideas de erradicar haciendo ciudadelas gigantescas, que son trincheras de pobreza, donde no se puede hacer labor social porque aquello era una muchedumbre. Es un problema. No se conoce la gente. No sabés quien vive ahí. Así no se puede. En cambio yo trabajaba con voluntarios. No se le podía pagar a los profesionales. Por ejemplo, Agustín Castro sabía que no teníamos plata. Todo se hacía por pundonor, por amor a la patria. Era otra época, y la pobreza que tenía el país también era diferente. Había que enseñarle a la gente para qué sirve el inodoro, el lavatorio, el piso... si hubiera necesitado gente profesional, no me hubiera alcanzado a la gente. En aquel tiempo, Aguantafilo era la comunidad pobre más grande. Pero el deterioro de Aguantafilo muestra cómo, en realidad, se ha empobrecido el país.
Don Pepe Don Pepe iba conmigo a visitar esas ciudadelas. La gente hablaba con él. Don Pepe tenía vocación de buen estudiante. Siempre prestaba atención y hacía preguntas. Les preguntaba desde lo más sencillo hasta lo más complicado. Teníamos una propuesta integral. Eso lo aprendimos con Don Pepe. Y lo llevamos a la práctica. Las señoras jóvenes, que eran voluntarias, estudiaban cómo eran los grupos familiares. Se les enseñaba en talleres de costura, de pintura. La ciudadela se convertía en un núcleo, donde las señoras iban con toda tranquilidad. El país no había llegado a los niveles de desconfianza y de inseguridad que tenemos ahora. Recuerdo que tuve de voluntarias a las Damas Israelitas. Construimos cuatro ciudadelas con las Damas Israelitas. También me detengo a recalcar que aquel empujón de La Prensa Libre y de la Guardia Civil, con respecto a las viviendas, fue importantísimo. La verdad es que todos teníamos una gran ilusión por ayudar, por innovar, por hacer propuestas para mejorar la vida de los más pobres. Recuerdo que hicimos talleres para módulos prefabricados en Puntarenas y en Aguantafilo. De Puntarenas salimos para Guanacaste, llevamos ciudadelas enteras para pueblos a los que sólo se podía llegar por agua. Con Cachimbal, el famoso Juan Guillermo Brenes, que fue diputado cuatro veces, hicimos una ciudadela en Cervantes. El terreno no nos costó ni un cinco. Le conseguimos Cachimbal y yo. En Tres Ríos nos dieron dos o tres manzanas para hacer casas para personas que trabajaban como peones. Los mismos dueños de las finca comprendieron la importancia del proyecto.
Una bananera, por el lado de Golfito, nos regaló pedazos de tierra para hacer ciudadelas, y en Turrialba la gente también colaboraba mucho. Nosotros llegamos a cobrar lo más 10 mil pesos y teníamos un sistema para, lo que había que pagar, cada quien lo pagara con el diezmo de un salario. Un pordiosero se podía ganar 60 mil colones por mes, y un obrero podía ganar 40 mil. Al final, nadie quedó sin pagar. Nos encargamos de que todos pudieran ayudar de acuerdo a sus condiciones. Siempre trabajábamos con un comité de voluntarios. En Cartago, un grupo de mujeres conseguía la tierra y la sacaban plata a la gente que podía para amueblar las casas. Nos asociamos entre los gerentes de cuatro instituciones. Hicimos un equipo de película. Éramos Rodrigo Suarez del ICE, Jorge Carballo del SNA, Rodrigo Fournier de la Caja Costarricense de Seguro Social y yo, del IMAS. Íbamos institución por institución pidiendo ayuda. Fue idea de Rodrigo. Nos reunimos en la Caja porque yo no tenía donde reunirlos. Dios ayudó muchísimo. Por eso cada quien puso sus mejores ideas. Donde ocupábamos al ICE, ahí teníamos el ICE, donde el SNA, ahí estaba el antiguo Servicio Nacional de Alcantarillado; donde el Ministro de Obras Públicas y Transportes, MOPT, por ejemplo para los caminos, ahí estaba también Don Pepe para meter el empujón que faltará. Le sacamos a cada quien el jugo que podía dar. Por ejemplo, Wilhem Peters iba con nosotros a Turrialba a pedirle apoyo a los cafetaleros. Un directivo estaba encargado de cada provincia. Francisco Fao en Limón, Manuel Aguilar Bonilla en Guanacaste, Wilhem Peters y Karen en Puntarenas, el doctor José Luis Orlich en Alajuela, Gregorio Rojas en Cartago y yo en San José. En mi caso, me ayuda Rafael Ángel Rojas, por ser San José la provincia más poblada. Íbamos una vez por mes a visitar empresarios. Recuerdo estar con Paco Fao sentado en unas piedras en Limón, también recuerdo una vez que me senté en un pretil con un unos voluntarios de Escazú. En Limón, también ayudamos en escuelas. Como teníamos los módulos, era muy fácil. Sólo en Cartago había reuniones en salones y con café. En el resto de las provincias no. Cada directivo responsable visitaba la sede del IMAS. Teníamos una sede en cada provincia y teníamos a un representante. A cargo de cada sede del IMAS estaba una trabajadora social, con un asistente y una secretaria. Ese era todo el personal y viera la cantidad de cosas que hicimos. Hicimos un convenio con la UNICEF y cada sede tenía una moto. Los directivos se comprometieron a ir una vez al mes a la provincia, pero algunos ponían más carne en el asado. Por ejemplo Paco iba cada quince días a Limón. En cada lugar en que hubiera voluntariado, el directivo tenía que visitar a nuestra gente. Me acuerdo de estar a la par de Paco Fao, allá en Limón, por la línea,
sentados en la orilla de la vía. Íbamos a ayudarle a nuestros voluntarios, en la construcción de una aula para la escuela. Ya cuando eso la gente nos ayudaba mucho, porque se veían los resultados. Creo que don Pepe escogió muy bien a su gente. Por ejemplo, una vez que me fui con Wilhem Peters a visitar cafetaleros, cada uno de los que visitamos donó una manzana de terreno.
Karen Olsen y Beto Cañas Doña Karen y doña Olimpia también me ayudaron montones, porque tenían muchas amigas que tenían empleadas domesticas, y decían, “bueno tome diez mil pesos para que le hagan la casa a la mujer que trabaja en mi casa”. Esta presencia de los directores del IMAS fue increíblemente provechosa. Terminaron mis juntas directivas y se acabó eso. Mi subdirector era Manuel López Trigo. Él estaba trabajando en el Ministerio de Cultura, con don Beto Cañas. Beto Cañas llegó a mi oficina a reclamarme por qué le quería quitar a un funcionario tan competente. Y le dije, “bueno, Beto, por eso mismo, porque es competente. Es más, lo voy a poner a estudiar”. Lo había conocido en el Movimiento Nacional de Juventudes. Beto lo entendió perfectamente y se calmó. Beto Cañas es lo que hay culto en el país. Ese carajo si ha leído. Hay que dejarse de cosas. Por eso, Beto es un hombre todavía más inteligente y sagaz que lo que ya pudo haber sido por naturaleza. Tiene una inteligencia educada, por decirlo de alguna manera. Es el tipo más culto que he conocido. Pasemos a otro tema importante. Algo muy significativo en ese IMAS de don Pepe es que le pedíamos ayuda a la gente de todos los partidos políticos. En Cartago, por ejemplo, las reuniones daban gusto porque estaba lo mejor de los dos o tres partidos de entonces. Hay gente clave en todos los procesos. En Cartago, una persona clave fue María Luisa Portugués. Recuerdo que en Santa Ana, fue clave Manuel Aguiluz, quien era ejecutivo municipal. Me dio un lote suyo. Me lo regaló. Trabajábamos la lista de los beneficiarios con los voluntarios que él mismo me ayudó a conseguir y a los tres meses empezamos a construir. Preguntó. ¿Por qué dejamos de hacer las cosas con esa prontitud en este país? De nuevo, tengo que citar a Beto Cañas. Él tiene razón, cuando dice que, en esos años, el Estado hacía las cosas, construía, edificaba, no contrataba a otros para que lo hicieran. Beto tiene una gran capacidad para sintetizar ese tipo de preocupaciones del país que tenemos ahora.
Óscar Arias Un día invitamos a Óscar Arias, quien era ministro de Planificación. Él entendió muy bien nuestro trabajo. Después, iba a cada rato. Por ejemplo, aplaudió mucho la idea de Rodrigo Fournier de haber conformado un equipo entre los gerentes de la Caja, del SNA, el ICE, y el IMAS. Nos dio que había que continuar a añadir algunos otros gerentes. Después hasta sugirió algo así como conformar una asociación de gerentes de instituciones autónomas. Todos nos opusimos por una razón, el gerente es un funcionario de confianza del gobierno, que puede perfectamente llevar a su institución por un camino que no es el debido. Es decir, que aquel grupo funcionó para quienes estaban ahí. Nuestro temor era que cada quien le cambiara el destino a su institución por un asunto que viniera del centro del gobierno, de la cabeza. Eso fue lo que pasó cuando crearon las presidencias ejecutivas de las instituciones autónomas, sólo unos años después. En su momento, se lo dijo a Daniel Oduber. Recuerdo que le dije algo así: ¿“Qué pretende el gobierno con eso de las presidencias ejecutivas?. Nosotros no podemos aceptar a un presidente ejecutivo, es un político que va a venir a decirnos que es lo que tenemos que hacer”. Quien sí me entendió en ese momento todo ese planteamiento fue Óscar Arias. Dijo que no le convenía al país la reunión de los gerentes tal y como él me había propuesto, sino por sectores, como nosotros la instauramos por iniciativa de Rodrigo Fournier. En aquella ocasión, lo que hizo Óscar Arias fue invitar a los gerentes de las instituciones autónomas al Consejo de Gobierno ampliado. Eso funcionó hasta que se acabó con el paso de las gerencias por la creación de las presidencias ejecutivas. Ahí se empezó a descomponer todo. Estuve en el IMAS todo el tiempo que transcurrió durante los gobierno de don Pepe, del 70 al 74, y de Daniel, hasta el 78. Cuando entró Carazo, todavía me faltaba un año. Pero ahí comenzó el problema de mi gerencia. Cuando se estaba en las elecciones de Carazo, todo transcurrió tranquilamente. Es cierto que don Rodrigo me hizo una o dos llamadas, pidiéndome la adhesión, y yo le dije, como excusa, que era funcionario público. Cuando ganó las elecciones comenzaron los rumores de que ya no sería más el gerente del IMAS. Me quedé tranquilo, porque algo parecido me había pasado en inicio del gobierno de Daniel. Hubo rumores, pero aquello no pasa a más. Pero Rodrigo nombró a Calderón Fournier, Canciller de la República, y le dio tarea adicional el ser responsable de todas las organizaciones sociales, la Caja, el INVU, el PANI y el IMAS. Nunca tuve un problema con Junior, ni lo he tenido. Uno de los que más defendieron a su padre Calderón Guardia cuando empezaron a jorobar la vida, fui
yo, tanto por CANARA, como por el Eco Católico. Siempre creí que merecía volver tranquilo a nuestro país, que fue siempre su país.
Dengo y Eugenio Rodríguez Lo que me preocupaba de Junior es que él fuera de los que les gusta poner gente. En el IMAS ya habíamos hecho un manual de puestos y procedimientos para nombramiento del personal. Tenía un buen jefe de personal. Teniendo, él, por ser liberacionista, que iba a llegar el nuevo gobierno, aceptó la oferta del otra institución y renunció. Cuando entró Carazo al gobierno, en el IMAS necesitábamos un jefe de personal. Como se nombraban los presidentes ejecutivos, ahí estaba la trampa. Cuando el proyecto para las presidencias ejecutivas fue a la Asamblea Legislativa, la gente del IMAS se había opuesto. Yo también. Aunque fuera un proyecto de Daniel (Oduber), era un peligro para las instituciones autónomas. Y, con los años, lo que teníamos resultó cierto. El IMAS no era una institución como las otras. Ni el IMAS ni el INA debían ser tomados en cuenta en eso de las presidencias ejecutivas. Como no nos hicimos caso, y a pesar de todo aprobaron la ley de las presidencias ejecutivas y también esa barbaridad del 4/3, entonces me despedazaron la confección de la directiva del IMAS. El gobierno era quien ponía, de a dedo, pero entre políticos. El presidente ejecutivo era nombrado como un ministro. Ese fue el gran problema. Daniel nos dio la concesión de que escogiéramos al presidente ejecutivo. Fue lo único que nos permitió seguir esos cuatro años. El presidente ejecutivo del IMAS fue Eugenio Rodríguez Vega. Nosotros discutimos en la directiva quien podría ser. El primero que se nos ocurrió fue Jorge Manuel Dengo, pero él no podía aceptar. Entre los nombres que salieron a relucir, estaba el de don Eugenio, que no quería seguir en la Universidad de Costa Rica. El era un hombre muy inteligente, muy planificador, muy prudente y muy preparado. Amaba leer. La pasaba las mismas que a Beto Cañas. Eso siempre es una garantía. Si usted ve la Ley de Presidencias Ejecutivas, el presidente ejecutivo no es “el manda más”, sino el planificador. No tiene nada que ver con personal ni mucho menos. Claro, el papel aguanta lo que le ponga. En la realidad, los presidentes ejecutivos empezaron a meterse en todo, hasta en aquello en que no dominaban ni conocían. Pero no fue el caso de don Eugenio Rodríguez. Voy a contar cómo lo contratamos. Me fui hasta Playas del Coco porque me dijeron que estaba allá, de vacaciones. Don Eugenio me recibió con su gentileza y cordialidad de siempre.
Me aceptó la propuesta. Nos pusimos de acuerdo en la directiva, para proponérselo a Daniel, quien, encantado de la vida, lo aceptó. A los dos años renunció. La verdad que durante el gobierno de Daniel seguimos trabajando bien porque tuvimos en la directiva al doctor Guzmán Mata, quien era vicepresidente de la república.
El muchacho de Júnior Pasemos al siguiente gobierno. Carazo y Calderón nombraron como presidente ejecutivo al doctor Francisco Anglada. Necesitaba nombrar a mi jefe de personal. Le pregunte a Anglada y me dijo, “Padre, ese problema es suyo”, Anglada habló con Júnior. Calderón habiendo sabido que el jefe de personal lo escogía yo, me presentaba a ese muchacho. A mí no me pareció el muchacho, pero, pensé, vamos a ver si logro tener una terna, para ver si me llega alguien que yo crea que es más conveniente. Pero el muchacho se fue a llorarle a Júnior y llega Calderoncillo a mi despacho. Él es muy cariñoso, siempre ha sido un caballero. Tiene un gran don de gentes. Me dijo que estaba feliz con mi labor. Y me dice, después, “vengo a pedirle un favor, nómbrame a fulano de tal”, ¿cómo es posible que no vaya a calzar? No te lo pido como un favor, pero vos sabes que el IMAS está bajo mi área de poder. Yo quiero que me nombre a ese muchacho, me ha ayudado mucho. Lo primero que le había pedido a don Pepe es que no influyera en los nombramientos del IMAS. Igual le dije a don Daniel. Le dije a Calderón, me dijo “le va a pesar, ese muchacho vale la pena”. Yo le conté lo que le había dicho a don Pepe y a don Daniel. Que nos dejará hacer el trabajo de personal a nosotros. Se lo dijo muy diplomáticamente. Cosa que no soy. Nunca he sido así. Soy “sacho” para decir las cosas. Voy al grano. No me pongo con florituras, pero me puse suavecito con Júnior, la verdad. Como es tan gente no hallé como decirle que no. Pensé, “ahorita me llega alguien mejor que ese muchacho”. Sin embargo, como no llego nadie más nombré al muchacho. El muchacho de Júnior llegó a limpiar todo lo que le dijeron que era liberacionista. A quien le veía pinta de liberacionista lo arrinconaba, y al final le pedía que aceptaran irse, que renunciaran. Yo le pedía a la gente buena, “¿por qué no me retira esa renuncia? Todos me contestaron, “es que con ese carajo no podemos trabajar, nos arrincona”. Me fui a hablar con ese muchacho. Le dije, “vos has estado pidiendo renuncias a todo el mundo, a los que no son liberacionistas, a los que son calderonistas o caracistas, de manera que quien te va a pedir la renuncia soy yo. Te la pido a vos. Sin vuelta de hoja”.
Otra vez viene Júnior, le cuento el cuento. Le dije que ese muchacho que él me mando para jefe de personal para lo que servía era para chofer. Al final le dije a Júnior, “lléveselo para el Ministerio de Relaciones Exteriores, como chofer o jefe de choferes”. Se lo llevó para el Ministerio.
El run run Aunque, al final nos quitamos de encima el muchacho que me quería dejar sin el personal que ya estaba preparado para su trabajo en el IMAS, siguió el run run en mi contra. El padre Castillo, un padre dominico, había venido a conocer el IMAS. Lo recibimos con la junta directiva. De pronto me dijeron que era el nuevo candidato para ser el nuevo gerente o director ejecutivo. Manuel López Trigo ya renunció. Entonces le dije a Castillo, porque yo lo conocía bastante, y sabía que era un muchacho bueno. La verdad que me extraño mucho qué pensarán en él. Le dije al Padre Castillo que ese era el run run que andaba. Él me dijo que no sabía nada. Como López Trigo se fue, nombré de subdirector a Ricardo Toledo, padre quien fuera presidente ejecutivo de Correos, diputado, ministro y candidato del PUSC. Nombré el papá de Él. Pero, a raíz del incidente con Júnior, me dije, “que vaina, esto va a seguir”. Se soltó el rumor de que solo teníamos liberacionistas. Eso era mentira. Teníamos un reglamento que cumplir. Nombramos a la mejor gente. Ni don Pepe ni Daniel se atrevieron nunca a proponerme a alguien. Sabían que renunciaría si lo hacían. Se los deje claro a los dos desde el primer día. Le hablé al doctor Anglada. Le dije, “la verdad que el gobierno quiere que renuncie o echarme. Lo mejor que podemos hacer es que me den las prestaciones y me voy”. El doctor Anglada, dijo que Dios guarde, que no, que cómo se me ocurría eso. Dijo, “a mí me gustaría tener una reunión con los cuatro que representan al gobierno en el IMAS.” Pero los cuatro del gobierno en la junta directiva, ya destrozada, ahora con 4 de un partido y 3 de otro, aunque fueran choferes o músicos, esos cuatro me lo confirmaron. Una señora me dijo, “mire Padre, veníamos con una directriz de que en la primera reunión lo despidiéramos. Pero después de que lo conocimos y usted nos habló de esta institución, decidimos que no se podía hacer de esta manera”. Les dije que era mejor decir que yo había renunciado, para evitar un escándalo porque el gobierno me quitaba. Algo importante es que los cuatro directivos me
dijeron que se habían dado cuenta que no había politiquería. Dos señoras me dijeron que tenían la orden de Carazo y de Calderón de quitarme desde el primer día, se pusieron a llorar. Le dije a la prensa que estaba cansado. Cuando me preguntaron les dije que nunca tuve conflictos con la junta directiva. Recuerdo que el doctor Anglada llegó a mi oficina un día o dos días antes, y le dije, “mire doctor, le voy a dar un consejo; yo estoy seguro que dé que viene un señor que es un político, viene para mi puesto. El consejo es que usted se vaya”. Le dije que si esa institución no iba a ser para los pobres, en sí iba a ser un problema. Él renunció, pero después, cuando de verdad vio que se le podía venir encima un pereque. Es un gran hombre.
Primer gobierno de Arias Volví a hablar de estos temas cuando Óscar Arias fue candidato la primera vez. Él me llamó. Fui aseso de él y de Zumbado, que fue su primer ministro de vivienda. Arias dijo en su campaña que iba a construir 80 mil viviendas. No trabajé con el gobierno, solo le ayude a montar el proyecto. Siendo presidente fui a Pavas con Arias. Nunca hice política con las viviendas del IMAS en Aguantafilo. Quería defender ese principio. Incluso alguien del PUSC, una vez me acusó y fui a carearme con él. Se dejo decir que la gente de Aguantafilo tenía que darme de fe de que eran liberacionistas. Reuní a toda la gente. Dije que si había uno que yo le había pedido su filiación política, yo entregaba mi renuncia. A él lo embarcaron. Me acuso de eso, pero no fui yo. Oyó bulla y no supo de donde venía. Alguien cometió el error de pedir apoyo político, y yo lo mande a quitar de inmediato. Lo quitamos incluso antes de que viniera la denuncia. Cuando esa persona que me denunció, se dejo decir eso, ya habíamos quitado al de la torta. Luché para que el gobierno de Arias no le pasara eso, que no hubiera politiquería, en la designación de los beneficiarios. Creo que ellos hicieron un gran trabajo en esa materia, durante ese gobierno.
El edificio del IMAS En el ínterin de mi renuncia, el director ejecutivo de Asignaciones Familiares era Guillermo Chaverri. Él me estaba ayudando en una gestión muy importante. El dueño del hotel donde está ahora el IMAS me lo ofreció muy barato. El contralor era Rafael Ángel Chinchilla. Le dije que el dueño del hotel me lo vendía en un
precio menor de lo que costaba ese edificio, que era una gran oportunidad para el IMAS. Le dije a don Rafael Ángel que me gustaría comprarlo directamente. Él me contestó, “cómprelo, la Contraloría no tiene objeción”. Necesitaba 500 mil colones en señal de trato, y luego se pagaban las mensualidades. La actual jueza internacional, Elizabeth Odio, era la Ministra de Justicia. Le conté que el IMAS necesitaba un edificio así, y que me lo vendían muy barato, pero que al gobierno, el dueño no se lo vendía igual. Cuando llegué donde Guillermo Chaverri a pedirle la plata, me dijo que no había ningún problema, pero la segunda vez me dijo que si había un problema. Memo les sacó el permiso a Carazo y a Júnior porque tenía mucha pata con ellos. El problema era que el crédito de la compra fuera mío. Memo Chaverri se la jugó como un vikingo, y se llevó adelante el asunto. Compramos el edificio del hotel, lo empezamos a alistar para inauguración y todo. En eso salí de la institución. Ni siquiera me invitaron a la inauguración. En todo caso, me da mucho gusto que tengan un edificio para el trabajo del IMAS, aunque la institución ahora esté tan mal. Es que si no sacan las manos de la política, una institución para los pobres, no es para los pobres, es para hacer política. En el gobierno de Luis Alberto Monge me hicieron un pequeño homenaje y en el salón que está a la entrada del IMAS lleva el nombre mío con un gran retrato. Es el único reconocimiento que me ha hecho públicamente el IMAS. Tampoco hace falta que me reconozcan nada. Lo que hace falta es que trabajen bien.
Colegio de Periodistas Soy periodista. Soy uno de los primeros periodistas graduados que tuvo Costa Rica. Cuando yo llegué de Estados Unidos, no existía el Colegio de Periodistas. Yo venía con mi pergamino de periodista de Estados Unidos. A mi amigo Yehudi Monestel le pasó igual. Lo que había era una asociación. Me vinculé con esa asociación de periodistas de Costa Rica. Ahí, había periodistas graduados en el extranjero. Grandes personajes del periodismo como Rolando Angulo, Carlos Longhi, Rodrigo Fournier y Joaquín Vargas Gené comenzaron a fortalecer esa asociación. Unos años después se logró que se aceptara la colegiatura de los periodistas. En el Colegio de Periodistas, le dimos cabida a muchos periodistas que no estudiaron pero que tenían décadas de ejercicio profesional. Todos ellos ayudaron a promover la colegiatura. Muchos de los muchachos que tenían experiencia, hicieron una especie de examen y se le dio el título de periodistas. Ya con eso, en la Universidad de Costa Rica nació la Escuela de Periodismo. El primer director fue Alberto Cañas, imagínese que garantía de formación.
Fui presidente del Colegio e impulsé el fondo de mutualidad. Se concibió por tres cosas; la primera, para a ayudar a los muchachos a pagar su universidad, para que terminen mejor su formación; la segunda, para ayudarlos mientras empezaban en el periodismo, para vestirse bien, para pudieran tener buena presencia; la tercera para que pudieran atender asuntos de salud. También fui promotor de la compra de la finca, junto a figuras importantes que ha tenido el colegio, como Heriberto Valverde y José Luis Valverde. También ayudé a concretar una urbanización de periodistas. No fui yo quien la hice. Simplemente ayudé. Hablemos primero de la finca del colegio. Yo tenía un terreno en La Garita, que habíamos conseguido para los profesores del Colegio Vocacional Monseñor Sanabria. Había sido una donación para hacer un campo recreativo. Nunca se pudo concretar la construcción del centro. Me puse de acuerdo con ambas partes, para que se diera la compra del terreno por parte del Colegio de Periodistas. El dinero de la compra se distribuyó entre los profesores del Vocacional. La finca se vendió muy barato. Costó muy poco. Era algo que le servía a las dos partes. Es donde se construyó el Centro Recreativo del Colegio de Periodistas. Me siento muy orgulloso de ser periodista. El premio que yo quiero, que yo tengo de verdad, es el Premio Pio Víquez. Es el Premio Nacional de Periodismo. Ahí sí que me lo dieron con el alma. Ese premio es el premio de mi vida.
Eco Católico Cuando fui ordenado sacerdote, el Padre Víctor Manuel Arrieta que luego fue obispo, estaba a cargo de Eco Católico. Él nos pidió a mi amigo el Padre Troyo y a mí que le ayudáramos. El Padre Arrieta le decíamos Ludovico. Comenzamos a ver con él que había que transformar el Eco Católico, porque realmente era un boletín y había que convertirlo en un periódico de verdad. Ludovico estuvo de acuerdo, pero había que conseguir la plata para hacerlo. El Padre Rafael María Guillén también nos ayudaba. Él nos dijo que por qué no le pedíamos ayuda a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Me acordé que precisamente en Estados Unidos en la Conferencia Episcopal, teníamos a un costarricense. Allá estaba Jaime “Jimmy” Fonseca Mora, hermano del Padre Julio Fonseca, Pipo, mi amigo Pipo. Le escribí a él para ver que posibilidad de promover esa ayuda para transformar el Eco Católico. Resultó que era el jefe de lo que la Conferencia Episcopal de Estados Unidos publicaba en ese tiempo. Me explicó como era redactar en inglés, y me dijo que le mandara la carta a él. Era una solicitud a los obispos de Estados Unidos.
Jimmy manejó el asunto de tal forma que la conferencia decidió darnos una ayuda efectiva, en dólares. La propuesta de ellos era que daban la plata pero que Jimmy Fonseca iba a traer la plata y que Jimmy iba a ser el director de la transformación de Eco Católico. Genial. Jimmy se vino dos años. Venía pagado por ellos. De verdad vino a transformar todo el Eco Católico. Recibimos unos dos mil quinientos dólares, que era un montón de plata. Además, no pagamos el trabajo de Jimmy. Pasamos a una pequeña revistita que era el Eco Católico al actual periódico, que es un semanario tabloide, y que fue el primer tabloide que hubo en Costa Rica. Estuve en el Eco Católico desde que me ordené hasta hace poco. Fui director de ese periódico durante cuarenta años. Todavía voy, pero dejé la dirección hace dos años. Voy a la oficina para trabajar por La Posada de Belén.
La Posada de Belén La Posada de Belén fue el gran trabajo que hizo Monseñor Eladio Sancho para ayudar, por medio de la iglesia, a las niñas menores de edad que quedan embarazadas y son abandonadas por sus familias, o viven en riesgo social. La Posada de Belén nació para evitar que esas muchachas buscaran abortar o se perdieran por la falta de apoyo de sus familias o por la cruda realidad de sus familias. La Posada de Belén nació para darles un refugio, para atender a sus hijos recién nacidos y mantenerlas mientras se les educa de acuerdo con el grado de escolaridad con que llegaron. Me vinculé a La Posada de Belén desde el primer día para ayudarle a Monseñor Eladio Sancho. Le solicitamos al PANI el terreno en donde construir La Posada de Belén. El PANI nos aceptó la idea y nos facilitó el terreno, cerca de La Garita de Alajuela. No voy a quitarle el mérito a Sancho. Él ideó el proyecto. Desde hace tres años, estoy al frente porque Sancho está más viejo que yo. Sancho fue el que consiguió la plata. La Conferencia Episcopal puso plata, el PANI puso el terreno y hubo grandes limosnas. Eso es mérito de Sancho. Sancho es el papá de esa criatura. También estoy en Telefides. Ahí mi ayuda fue una escaramuza. Fue un esfuerzo de un montón de gente. Hicimos un trabajo entre muchos. Ayudó un montón de gente. Tendríamos que nombrarlos a todos. Empezaron Rosaura Abarca Amador y su marido, Henry Tellez Muñoz. Yo simplemente les hice el trabajo más fácil al ponerlos en un campito de la Conferencia Episcopal. Tengo un programa desde que nació Telefides. Es una vez por semana. Se llama “El sermón de la semana”.
Sólo dí el permiso para que Telefides estuviera dentro del edificio de la Conferencia Episcopal. No ´puedo decir que ayudé mucho, porque no. Ayudé lo que pude. Y me parece una maravilla que tengamos un canal de televisión, así como una emisora nacional y muchas emisoras rurales, y el Eco Católico.
Capellán de la cárcel de mujeres El capellán de la cárcel de mujeres era el Padre Tichy, un cura yugoslavo. Yo en ese tiempo vivía en Desamparados, y ayudaba a la parroquia. El cura que hacía las misas en San Rafael Arriba era el Padre Tichy. Se enfermó, el cura párroco de Desamparados, me pidió que fuera a dar las misas a San Rafael Arriba. Ahí conocí al Padre Tichy. Primero, decía las misas en San Rafael Arriba y nada más, pero en eso las monjas de “El Buen Pastor”, que regentaban la cárcel, me llamaron. Fui a visitarlas. Me dijeron que el Padre Tichy estaba muy enfermo. Fui a hablar con Tichy, le dije que yo lo llevaba al hospital, que no se preocupara por las misas, que yo hacía las misas. El Padre Tichy tenía la habitación que le daba el gobierno. Él me dijo, “¿ahora qué hago yo si me quitan la casa?”. Yo le dije que no, que él seguía siendo capellán hasta que él muriera pero que eso quedaba entre él y yo. Duro como cuatro o cinco años más. Estaba enfermo, así que yo fui a la cárcel durante todo ese tiempo. Ir a la cárcel de las mujeres, me sensibilizaba mucho. Para ese tiempo, también se me ocurrió motivar a la gente para hacer la iglesia que se hizo, la iglesia de San Rafael Arriba, porque la iglesia vieja se estaba cayendo. La diseño Agustín Castro, que me había ayudado en el IMAS. Yo he hecho muchas cosas a la vez. De lo contrario no hubiera podido con tanto. No dejaba de brincar de un lado para otro.
Las flores Me metí a promover el cultivo de flores en zonas altas pocos años después de que salí del IMAS. Me metí motivado por un gran idealista, un visionario que se llama Luis Vega. Me metí con un grupo de gente muy buena. Involucré de nuevo a la escritora Julieta Pinto, a Ronald Solís, que quería sembrar flores en Zarcero, a doña Karen Olsen de Figueres. Luis Vega motivaba, impulsaba. El mayor mérito es de él. Yo sólo le ayude. Solo le pedí a otra gente que nos acompañara en esa aventura. Si quiere ponerme un atributo, he sido un motivador, un promotor, alguien que entusiasma a otros para que se metan en grandes obras.
He impulsado a gente como Luis Vega en las flores, Heriberto Valverde y José Luis Valverde en el Colegio de Periodistas, como Jimmy Fonseca en el Eco Católico o como Rosaura en Telefides. Esa es la verdad. Don Luis Vega andaba soñando con el tema de las flores. Andaba buscando como ponía a la gente a sembrar flores. El sentía que debía hacerse algo en las tierras altas, como Llano Grande, Cot, Tierra Blanca. Necesitaba quién lo ayudara a promocionar. Yo le dije que metiéramos a doña Julieta Pinto que conocía muy bien a la gente de San Isidro de Coronado, que es una zona alta y a Ronald Solís, por parte de Zarcero. Me iba con don Luis a hablarle a los campesinos. Teníamos gente importante que ayudaba, gente que yo había conocido a través del IMAS. Le ayudé a Luis a entusiasmarle a la gente. Luis les llevaba flores, les explicaba, les daba una charla. Se armó tal movimiento que ha sido algo increíble cómo creció económicamente una ciudad como Llano Grande de Cartago. Fui sólo un ayudante, como siempre. En donde había algo que valiera la pena hacer, ahí estaba yo… Nos ayudaron mucho Don Pepe y Doña Karen. Don Pepe se puso a experimentar en La Lucha. Los experimentos de Don Pepe siempre ayudaron mucho.
Un juguete de Tatica Dios Me acostumbre a trabajar mucho por aquí, por allá. Siempre supe que había que tener varios proyectos en proceso, uno tras otro. Si dejaba el Eco Católico se nos moría. Si dejaba Radio Fides se nos moría. Eran otros tiempos. Pasamos muchas dificultades. En cambio, en otros casos, como el de la televisión de la iglesia, lo que he hecho es acompañar, ayudar, fortalecer… Lo que me preocupa es que aquí, en este libro, aparezca como que yo hice todo esto o lo otro. No es así. Siempre fue un equipo el que lo hizo. Es como cuando los curas dicen “yo construí la iglesia tal o tal otra”. Son los pueblos los que hacen. Uno mete carbón, uno empuja, uno impulsa, uno motiva, uno entisiasma, uno acompaña, uno lo echa para adelante. Anduve medio metido en muchos campos. No hice mucho. Simplemente anduve metido. Yo era el que estaba aquí y estaba allá en todas partes, pero todos los demás hacieron mucho a mi lado. Soy un testigo. Le gente dice “jueputa, Padre, ¿cómo ha hecho tanto”? No, no, no. Yo no he hecho nada. Simplemente he sido como un juguete de Tatica Dios. He estado donde Él me ha puesto y he trabajado en lo que Él ha querido. Nada más.
Comentarios sobre el
Padre Alfaro