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NUEVOS PRINCIPIOS DE LAS ELECCIONES

La educación y entrenamiento del elector es una campaña previa que incluye todos los aspectos del proceso enmarcado en la post pandemia. La idea es que no exista un elector que desconozca los pasos del acto inteligente.

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Las nuevas regulaciones penales en materia electoral se basan en que el acto electoral debe proteger la salud de los ciudadanos participantes en el acto.

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El distanciamiento social en el día de las elecciones

El distanciamiento social en el acto electoral es el principio que se desprende de la misma cuarentena social. La

idea es que no existan colas de electores, como se dan

en muchos países. Para evitar la aglomeración de electores el sistema electoral debe ampliar los centros electorales de forma exponencial.

Esto significa que existan muchos más centros electorales por ciudad, con una infraestructura mínima que permita la votación ordenada.

Una estrategia en este sentido puede ser un sistema de alerta que avise al elector el momento adecuado de acudir a su centro electoral en un lapso de tiempo establecido por un sistema de inteligencia artificial.

Otra opción es alargar el acto electoral que común-

mente se hace en un día en más de uno. Pero esto debe estar acompañado de normativas que eviten la comisión de actos tendientes a violentar el proceso electoral o sus resultados.

La simplificación del voto

La inmediatez en la emisión del voto implica varios factores, educación y entrenamiento del elector, voto sencillo y voto electrónico.

La educación y entrenamiento del elector es una campaña previa que incluye todos los aspectos del proceso enmarcado en la post pandemia. La idea es que no exista un elector que desconozca los pasos del acto inteligente.

El voto sencillo se basa en un sistema que impida el

error humano en el voto, para poder simplificar la voluntad del voto de la manera más rápida y expedita.

Además, el voto sencillo también implica no acumular procesos electorales en el mismo acto de votación, por ejemplo elegir presidente, diputados, gobernador y alcalde el mismo día sería contrario a la simplificación del voto.

El voto electrónico es la forma más adecuada de sim-

plificar el voto, por medio de un sistema que integre tanto hardware como software que faciliten de la forma más simple la emisión del voto.

El televoto

Ya he hablado de televoto en otro post. El televoto como principio pasa por comenzar a considerar la posibilidad real y efectiva de ejecutar un voto seguro, universal y secreto de forma remota.

El potencial del televoto en una normalidad post pandemia radica en que este evita la aglomeración de

electores. Lo que hace falta es pensar en los diferentes sistemas tangibles e intangibles desde las realidades tecnológicas existentes.

Un sistema electoral puede incluir el voto simplificado para los electores excluidos de los grupos de riesgos de la COVID 19 y el televoto para aquellos que forman parte de dichos grupos, preservando la vida de estos sin menoscabar sus derechos políticos.

La transmisión criptográfica del voto

La transmisión criptográfica del voto es el principio que establece que el voto debe ser emitido de forma segu-

ra sin que sea posible la manipulación de los cómputos

electorales.

Esta transmisión debe también combinarse con un procesos de auditoría del sistema o conjuntos de sistemas que se usan para la transmisión de los votos una vez haya finalizado el acto electoral.

La utilidad de la transmisión criptográfica del voto se basa en la utilización del voto electrónico, ya que sin una transmisión segura de los votos el sistema puede sufrir manipulaciones fraudulentas.

Las nuevas regulaciones penales en materia electoral

Las nuevas regulaciones penales en materia electoral se basan en que el acto electoral debe proteger la salud de los ciudadanos participantes en el acto.

Cualquier acción u omisión tendiente a poner en riesgos de contagio a los electores participantes en el proceso electoral deben pueden ser catalogados como delito o una falta.

A manera de conclusión

La conjugación de estos principios, tanto en el cuerpo normativo del derecho electoral como en la planificación estratégica de las elecciones post pandemia, pueden aportar soluciones al mantenimiento de la democracia como el sistema político más perfecto que haya existido en la historia de la humanidad.

Sin duda que la pandemia de la COVID 19 ha trastocado muchas dimensiones de la sociedad moderna, de ello no escapa la política ni el acto electoral, pero una reflexión puede permitir la resolución de los nuevos problemas que conllevan las elecciones post pandemia. C&E

La idea de “nueva normalidad” es un error de comunicación política

Por: Daniel Eskibel La comunicación política

durante la pandemia debe ayudar a cambiar 3 hábitos de la población. Pero para lograrlo tiene que erradicar el concepto de “nueva normalidad”.

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La pandemia de coronavirus continúa acelerándose. El primer millón de contagios se produjo en tres meses pero el millón más reciente se alcanzó en apenas cuatro días. La enfermedad sigue siendo mortal y todavía no hay vacunas. Los efectos económicos, sociales y políticos también se aceleran y se van a sentir durante décadas.

En este contexto adverso tienen que tomar decisiones de alcance colectivo los gobernantes, los políticos, los empresarios, los científicos y los profesionales. Con un estrés, una incertidumbre y una urgencia sin precedentes. Y lo mismo ocurre con las decisiones de la vida cotidiana que tienen que tomar la totalidad de las personas.

Como humanidad estamos viviendo un período de excepción, una crisis, una situación transitoria e impredecible, una etapa nueva que jamás hemos vivido. Estamos viviendo un período completamente anormal, disruptivo, desconcertante. Hasta que no exista una vacuna contra la Covid-19, hasta que no termine la pandemia, hasta entonces todo será diferente, nada frecuente, nada habitual, nada conocido.

Todos nos hacemos la misma pregunta: ¿hasta cuándo?

En marzo de 2020 tuvimos una pista clara a través de tres fuentes altamente relevantes:

• Por un lado fueron las declaraciones de Bill Gates, quien conoce los tiempos necesarios para tener la vacuna contra el nuevo coronavirus ya que su fundación financia varias investigaciones al respecto. Gates explicó que a partir de ese mes de marzo serían necesarios entre doce y dieciocho meses para disponer de la vacuna. • También en marzo se publicó un reporte del Imperial College de Londres, una prestigiosa institución científica británica. Estos investigadores estimaron en por lo menos dieciocho meses hasta que la vacuna esté disponible a nivel masivo. • Y en el mismo marzo de 2020 las multinacionales de la industria farmacéutica anunciaron que la vacuna podría estar accesible en todo el mundo dieciocho meses después de aquel momento.

Otros investigadores coinciden en el mismo marco temporal. Los más optimistas señalan que en marzo de 2021 estará la vacuna disponible. Otros consideran más probable que será en torno a septiembre de 2021. Y algunos más pesimistas incluso visualizan que recién en 2022 habrá una vacuna que sea segura y confiable, que se produzca a nivel masivo y que se distribuya en todo el mundo.

Una deducción razonable y conservadora sería que viviremos en este período de excepción por lo menos hasta marzo de 2021. Por lo menos.

Estamos en plena pandemia. La enfermedad avanza y se acelera su expansión. Muchas decisiones de gran calado se toman a partir de información insuficiente. Nuestra vida cotidiana ya no es como era, ya no es “normal”. ¿Podemos definir a esta etapa como de “nueva normalidad”?

3 conductas “anormales” que protegen a la población

Los principales estudios van convergiendo en tres conductas individuales que si se generalizaran a nivel masivo serían un potente escudo protector para la población. Son tres, apenas tres:

1. Lavarse las manos. 2. Usar mascarilla. 3. Mantener distancia social.

Para que el escudo protector funcione bien estas tres conductas tienen que hacerse bien, repetirse sistemáticamente, complementarse entre sí y expandirse masivamente. Lo cual está lejos de suceder, por cierto. Aquí está el principal desafío de la comunicación política actual respecto a la pandemia: persuadir a la población para que adopte estas conductas.

¿Acaso no basta con enumerar las tres conductas, explicar que son esenciales para combatir la pandemia y simplemente solicitar que se realicen? Pues no. Es necesario pero insuficiente. Esta insuficiencia se deriva en gran parte de que son conductas “anormales”, conductas a las que la población no está acostumbrada y que contradicen algunos de sus hábitos más arraigados.

La conducta necesaria respecto al lavado de manos consiste en un lavado mucho más frecuente y mucho más intenso que el “normal”. Lavarse las manos diez veces al día, con mucho jabón, durante por lo menos 20 segundos y de un modo casi obsesivo no es la “normalidad” acostumbrada. Es una conducta nueva, distinta, diferente.

La conducta de llevar mascarilla es obviamente nueva y nada normal en el mundo occidental. Además hay que usarla bien, cubriendo boca y nariz, sin bajarla para hablar y sin llevarla en ningún momento a nivel de mentón o cuello.

Y la conducta de distanciamiento social es no solo novedosa sino casi rupturista para los patrones psicosociales de muchos países. Mantener un metro y medio o dos metros de distancia frente a otras personas ya es en sí misma una disrupción, una anomalía. Pero el distanciamiento social es más que eso. Es limitar contactos presenciales, evitar aglomeraciones, reducir viajes y reuniones innecesarias y reducir la vida social.

Según el ya citado reporte de investigadores del Imperial College London el distanciamiento social consiste en que toda la población reduce en un 75 % todos los contactos sociales fuera de su casa, su centro de estudios o su trabajo. Toda la población, sin excepciones. Setenta y cinco por ciento de reducción de contactos sociales. Y acá no estamos hablando de confinamientos y cuarentenas sino de la vida a desarrollar hasta que exista una vacuna.

Este distanciamiento social implica una enorme reducción en toda una amplia zona de la economía: restaurantes, hoteles, bares, clubes nocturnos, cines, teatros, galerías de arte, museos, conciertos, eventos deportivos, ferias artesanales, conferencias, centros comerciales, cruceros, líneas aéreas, transporte público…Sería similar a la economía del 90 % que describe The Economist. Una economía que sufriría mucho más que ese 10 % de recorte.

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