Andy stanley la gracia de dios

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Palabras de elogio a La gracia de Dios

«Andy Stanley ha captado la gracia en su amplitud... y es una vista hermosa». —Beth Moore, fundadora de Living Proof Ministries «Andy Stanley sobre la gracia: ¿Cómo NO querer leerlo? Andy es una de las voces más convincentes de esta generación. No solo conoce la gracia; la vive». —John Ortberg, autor y pastor de Menlo Park Presbyterian Church «La gracia es un pilar fundacional de nuestra fe, comprenderla es esencial para todo creyente. La gracia de Dios, de Andy Stanley, es un asombroso y profundo estudio de la gracia, cuyo estilo contemporáneo realmente le permite entender cuán maravillosa es en realidad la gracia de Dios». —Joyce Meyer, autora de best sellers y maestra de la Biblia «¡Andy Stanley lo logró otra vez! Ha tomado un tema del que la mayoría de nosotros piensa que conoce mucho y nos ha recordado que la gracia de Dios es mayor que lo que alguna vez podremos conocer o entender por completo. Qué gran libro, nos lleva aun más profundamente a esa ¡Maravillosa gracia!» —Mac Powell, cantante principal de Third Day

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Andy Stanley

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© 2011 por Andy Stanley Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com Título en inglés: The Grace of God © 2010 por Andy Stanley Publicado por Thomas Nelson, Inc. Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial. A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia. Editora general: Graciela Lelli Traducción: Ammi Publishers International Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc. ISBN: 978-1-60255-466-5 Impreso en Estados Unidos de América 11 12 13 14 15 HCI 9 8 7 6 5 4 3 2 1

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Para Mary Gellerstedt: Tú viste el futuro cuando otros no pudieron ver más allá del momento.

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Contenido Agradecimientos La historia de la gracia 1. En el principio, la gracia

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2. Elegidos por gracia

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3. Sorprendidos por gracia

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4. Redimidos por gracia

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5. Gobernados por gracia

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6. Rescatados por gracia

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7. Sostenidos por gracia

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8. Desconcertados por la gracia

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Intermedio: Selah

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9. Aceptados por gracia

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10. Renacidos por gracia

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11. Llenos por gracia

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12. Salvos por gracia

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13. Comisionados por gracia

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Sublime gracia del Se単or

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Notas

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Acerca del autor

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Agradecimientos

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unque la mayoría de los libros son de autores individuales, ninguno es producto del esfuerzo particular. La gracia de Dios, con certeza, no es la excepción. Para comenzar, esta obra ni siquiera fue idea mía. Matt Baugher, vicepresidente y editor de Thomas Nelson, sugirió el contenido. Él reconoció la gracia como un tema de mis predicaciones que nunca tuvo relevancia en mis escritos. Cuando le recordé todos los grandes libros que se han escrito sobre este asunto, rápidamente me recordó cuánto tiempo atrás se publicaron. Y tenía un argumento. Así que comenzamos a trabajar. Gracias, Matt. La segunda contribución de Matt a este proyecto vino por medio de una presentación. Le mencioné que necesitaba a alguien que me ayudara a organizar mi material y creara un sólido anteproyecto inicial. Me dijo que conocía a la persona ideal. Me presentó a Mark Gaither. Mark es un escritor independiente de Dallas, un autor ya publicado por méritos propios. Me agradó al instante. Comencé a enviarle grabaciones y bosquejos y, a cambio, me regresaba capítulos completos. El profundo conocimiento de Mark sobre las Escrituras, su dedicación a la investigación bíblica

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La gracia de Dios y su amor por la excelencia garantizaron que este proyecto superara mi mejor esfuerzo. Gracias, Mark. Los otros dos individuos que fueron instrumentos para llevar este proyecto a cruzar la línea de meta son Suzy Gray y Diane Grant. Suzy trabajó como mi agente y Diane es mi ministro asistente. Suzy, gracias por supervisar cada detalle. Gracias por leer y releer y volver a leer. Tu incesante dedicación a la calidad se refleja en el producto final. Cuando yo quería terminar, tú querías que el libro fuese mejor. Gracias por el impulso. Siempre les digo a los líderes que la clave para su éxito es que hagan únicamente lo que solo ellos pueden hacer. Para que eso ocurra, el líder necesita a alguien en su mundo profesional que pueda mantener el camino limpio de distracciones innecesarias. En mi caso, ese alguien es Diane Grant. Diane y yo hemos trabajado juntos por más de doce años. Directa o indirectamente, ella está involucrada en todo lo que hago profesionalmente. Este libro no es la excepción. Diane, gracias por ubicar lo que debió parecer una interminable lista de bosquejos. Gracias por dirigir la comunicación entre todas las diferentes partes implicadas. Gracias por descubrir y configurar mi archivo; y por manejar todos los asuntos sobre los que no sé, porque tú decidiste que yo no necesitaba saber acerca de ellos. Eso es lo que mejor sabes hacer. No es ninguna sorpresa que tantos pastores envíen a sus ayudantes a sentarse a tus pies para aprender. Finalmente, quiero agradecerles a los miembros y ayudantes de North Point Community Church, Browns Bridge Community Church y Buckhead Church. Mucho de lo que he aprendido acerca de la gracia de Dios, lo he hecho sirviendo al lado de ustedes a lo largo de estos quince años. Gracias por crear congregaciones a las que los reticentes a la iglesia, desean asistir; iglesias donde la gracia de Dios no es algo sobre lo que sencillamente se habla sino que se modela y se celebra. xii

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La historia de la gracia

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racia. Es lo que más anhelo cuando mi culpa sale a relucir. Lo que más dudo en dar cuando confronto la culpa de otros, especialmente cuando su culpa me ha arrebatado algo que considero valioso. Ahí está la lucha, la batalla por la gracia. Esa lucha que hace a la gracia más historia que doctrina. Esa gesta que nos recuerda que la gracia es mayor que la compasión y el perdón. Esa lucha es el contexto para ambos. Cuando somos los beneficiarios de la gracia, esta es refrescante. Cuando se nos exige, la gracia a menudo es perturbadora. Sin embargo, cuando se aplica correctamente, parece que resolviera casi todo. Contrario a lo que a veces se enseña, lo opuesto a la gracia no es la ley. Como descubriremos, la ley de Dios en realidad es una extensión de la gracia. Lo opuesto a esta es sencillamente su ausencia. Decir que alguien merece la gracia es una contradicción. Así como uno no puede planificar su propia fiesta sorpresa, tampoco merece la gracia. De la misma manera que planificar una sorpresa para uno mismo anula el hecho en sí, de igual forma pretender que la gracia se merece anula el concepto de gracia. Puede pedirla, puede suplicarla pero en el minuto en que piense que «la» merece, ese «la» [complemento directo] que usted cree que merece ya no es gracia. Ese «la» es algo que ha ganado. xiii

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La gracia de Dios Y la gracia no se gana. Ganar algo es hallar un equivalente. Y, en cuanto a la gracia concierne, no hay equivalente. La gracia nace de la injusticia sin esperanza. La gracia es exactamente la oferta de lo que no merecemos. Por lo tanto, no se reconoce ni se recibe hasta que somos conscientes precisamente de cuán indignos somos en verdad. El conocimiento de lo que no merecemos es lo que nos permite recibir gracia por lo que esta es. No por méritos. No se gana. No se merece. Por tal razón, la gracia solo la experimentan aquellos que reconocen su indignidad. Desde sus inicios la iglesia no ha tenido una relación sencilla con la gracia. No obstante, la historia muestra que a la iglesia y al cristianismo en general, les fue mejor cuando la gracia los caracterizó. La iglesia es más atractiva cuando el mensaje de la gracia es más evidente. Aun así la gracia es, con frecuencia, una víctima en el mundo de las religiones organizadas. El eje central tocante siempre es las religiones faltas de gracia. En lugar de definirse a sí misma en términos de lo que representa, la iglesia casi siempre toma el camino menos creativo y fácil: definirse en base a lo que se opone. Lo curioso es que cuando usted lee el Nuevo Testamento, a lo único que Jesús se opuso consecuentemente fue a la religión falta de gracia. Al único grupo que Jesús atacó implacablemente fue a los líderes religiosos faltos de gracia. Así que no nos debe sorprender, cuando lleguemos al final de los evangelios, descubrir que la gente que lo crucificó fueron aquellos que aseguraban conocer a Dios pero conocían muy poco de la gracia. Con eso confirmaron todo lo que Jesús dijo acerca de ellos. Tal y como estamos a punto de descubrir, la gracia no es una idea neotestamentaria. La gracia no comienza con Jesús, aun cuando ciertamente la personificó. xiv

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La historia de la gracia Juan nos dice que Él fue «Lleno de gracia y de verdad» (Juan 1.14, énfasis añadido). No el equilibrio entre, sino la encarnación de. Juan habla de la «plenitud ... [de su] gracia» (1.16); la idea es que en Jesús recibimos una vislumbre tan clara y tan cercana como la que obtendremos de la apariencia de la gracia en un mundo por demás falto de esta. En Jesús no hubo conflicto entre la gracia y la verdad. Es ese conflicto artificial lo que lanza a gran parte del cristianismo al caos. Es nuestra incomprensión de la gracia, como la modeló y la enseñó Cristo, lo que nos hace sentir que la gracia le permite a la gente «subsistir» con ciertas cosas. Sin embargo, la gracia no simplifica el pecado para hacerlo más gustoso. No tiene que hacerlo. La gracia reconoce la completa implicación del pecado y aun así no condena. La gracia se entiende mejor en el contexto de la relación. Después de todo, es solo dentro del misterio y la complejidad de las relaciones que se experimenta. Por tanto, me pareció que la mejor manera de abordar este tema sería simplemente contar la historia de la gracia. Es una historia que comienza en el principio. Es una historia que traza su camino a través de todos los libros del Antiguo y el Nuevo Testamento. La historia de la gracia incluye una amplia gama de personajes: ricos, pobres, poderosos e indefensos. En cada capítulo, saltaremos en paracaídas a la vida de un personaje bíblico en un momento en que el futuro de él o ella pende de la balanza. Para todos ellos, lo que pone la balanza a su favor, es la gracia de Dios. En el proceso descubriremos que de alguna manera estas historias son las nuestras, pues al igual que los individuos que poblaron las páginas de la Escritura, nosotros también necesitamos la gracia. No cualquier gracia. La gracia de Dios. xv

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Capítulo 1

En el principio, la gracia La gracia ha sido el fundamento de nuestra relación con nuestro Creador desde el principio mismo.

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os lectores bíblicos principiantes con frecuencia se sorprenden por el aparente contraste entre el Dios que descubrimos en el Antiguo Testamento y el Dios que muestra Jesús en el Nuevo. Para ser francos, aun aquellos bien familiarizados con la Biblia casi siempre se sorprenden con este contraste. Varios años atrás mi esposa, Sandra, estudió el Antiguo Testamento como parte de un curso que requería a los estudiantes que leyeran consecutivamente los libros históricos, desde Josué hasta 2 de Crónicas.

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La gracia de Dios Como muchos cristianos, ella creció con un devocionario enfocado en la lectura bíblica; de modo que algunas de las historias más conocidas le fueron familiares. Sin embargo, nunca había leído consecutivamente las porciones narrativas del Antiguo Testamento. Una mañana temprano, me le acerqué mientras leía; levantó la vista hacia mí y me dijo: —Me contentaré cuando termine con esto. —¿De veras? —le dije—. ¿Por qué? Sacudió su cabeza y dijo: —Así no es como yo veo a Dios. Básicamente, Él perdona el genocidio. Genocidio. Este término había tomado recientemente un significado nuevo para nosotros. Tres meses antes visitamos Ruanda. Hablamos con los sobrevivientes. Visitamos el museo del genocidio en Kigali. Las horribles fotografías y grabaciones de video de tal carnicería revelaban la maldad y las tinieblas en las que se había hundido ese país africano en unos cien días, durante los cuales se masacraron al menos quinientos mil hombres, mujeres y niños. Pilas de cuerpos, fosas comunes, montones de esqueletos. Los niños que sobrevivieron quedaron huérfanos y sin casas. También vimos los instrumentos de destrucción. Los civiles borrachos de los escuadrones de la muerte conocidos como Interahamwe prefirieron el machete, un arma que creó una carnicería de proporciones veterotestamentarias. Luego de experimentar aquel sombrío y agobiante lugar, no podemos decir la palabra genocidio sin sentirnos indispuestos. Sandra tenía razón. Las semejanzas eran demasiado obvias para ignorarlas. En su libro El espejismo de Dios el destacado ateo, doctor Richard Dawkins, declaró: 2

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En el principio, la gracia El Dios del Antiguo Testamento es, sin duda, el personaje más desagradable de toda la ficción: es celoso y se enorgullece de ello; es un mezquino, injusto e implacable maniático del control; es vengativo, un sangriento depredador étnico; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista y acosador, caprichoso y extremadamente malévolo.1 Sin embargo, él no fue el primero en llegar a esas conclusiones. En el segundo siglo de nuestra era, el obispo Marción se asombró tanto por el contraste entre las descripciones de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento que concluyó que debían referirse a seres completamente distintos. Él creyó que el Dios del Antiguo Testamento creó el mundo físico e introdujo la ley, que se basaba en el castigo, a través del judaísmo. Aun cuando Marción caracterizó al Dios del Antiguo Testamento como el Legislador cruel y celoso, vio al Dios del Nuevo Testamento como un Padre compasivo y amoroso preocupado por toda la humanidad. Él creyó que ese Dios neotestamentario se reveló a sí mismo a través de Jesucristo. Aunque la iglesia en los días de Marción consideró su enseñanza herética y casi lo excomulgó, uno no puede más que apreciar su intento por reconciliar las contradicciones aparentes entre el implacable Dios que se presenta en el Antiguo Testamento, el Dios de la guerra, con el Dios amable y afable que envió a su Hijo para redimir al mundo del pecado. Con todo esto, parecería que el estudio de la gracia debería comenzar con el Evangelio de Mateo. A primera vista, parece que el nacimiento de Jesús señalaba el inicio de una era de gracia. Sin embargo, una lectura cuidadosa del Antiguo Testamento revela la gracia como característica preeminente de Dios desde el principio mismo. Por tanto, es ahí donde comenzará nuestra jornada. En el principio. 3

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La gracia de Dios

} El Antiguo Testamento empieza con una explicación sobre el origen del mundo. Aun cuando los lectores modernos se sumergen de inmediato en los detalles que rodean el proceso de la creación, el autor tiene mucho más en mente. Poco después que los israelitas escaparon de los lazos de la esclavitud en Egipto, Moisés escribió este extraordinario libro como un medio para presentarlos a Dios. Luego de más de cuatrocientos años de contacto con la mitología egipcia y una visión del mundo politeísta, la memoria colectiva de los israelitas quedó distorsionada. Por tanto, los primeros tres capítulos de Génesis representan mucho más que la historia de la creación. Esta fue la presentación, o nueva presentación, de Israel al Dios de sus padres. Esta era su idea acerca de la naturaleza y la personalidad de Dios, que los había escogido como su pueblo. Después de lo que acababan de presenciar: su milagrosa partida de Egipto, la división del Mar Rojo, el asombroso despliegue del poder de Dios sobre las personas y la naturaleza, ni un alma entre todos ellos dudaba de su habilidad para crear algo de la nada. Ellos no buscaban explicación en cuanto a cómo llegaron a ser las cosas, preferían saber quién los había liberado y a quién se les pedía seguir.

} De acuerdo con las narraciones acerca de la creación de otras religiones antiguas, los dioses tenían su residencia en un universo preexistente. Así que no crearon el mundo; solo lo activaron. Sin embargo, Moisés declara que el Dios de los hebreos existió antes que cualquier cosa. Que de la nada trajo todo material y tiempo a la existencia. No porque tuviera que hacerlo, sino, al parecer, porque quiso hacerlo y es ahí donde encontramos la primera expresión misma de la gracia de Dios. 4

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En el principio, la gracia Los filósofos y los científicos han estado lidiando por generaciones con una pregunta fundamental: ¿Por qué no existía algo en absoluto? U otra manera de preguntarlo: ¿Por qué no existía algo en vez de nada? No es de preocuparse, no vamos a pasar demasiado tiempo aquí, aunque esta cuestión merece que se le explore antes que examinemos la conocida historia de la creación. Es imposible para nosotros imaginar nada, pero al parecer no hubo nada antes de haber algo. En el pasado, algunos científicos sugirieron que la materia podría ser eterna. Sin embargo, investigaciones más recientes sugieren que tanto la materia, el espacio y el tiempo, cada uno tuvo un inicio. Algo vino de nada. Pero ¿por qué? ¿Por qué algo? ¿Por qué no nada? Permítame asumir que usted cree en Dios y plantearle esta pregunta de manera diferente. ¿Por qué Dios creó algo? Algunos argumentan que estaba solo pero yo no pienso eso. Aun si ese fuera el caso, se podría elaborar el argumento de que el acto creativo fue un suceso extraordinario de gracia. Dios creó vida, lo cual estableció el potencial para usted y para mí. La creación le dio la oportunidad de ser; Dios no estaba obligado a darle a usted o a mí esa oportunidad. ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Porque Dios decidió que debía haber algo ¡y parte de ese algo es usted! En el principio Dios creó y eso fue un acto de gracia maravilloso, pero fue solo el principio. Moisés escribió que después de haber creado el tiempo, el espacio y la materia, el universo estaba «desordenado y vacío». En este vacío Dios dijo: «Sea la luz», y hubo luz. Entonces Dios comenta sobre su creación: «Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas» (Génesis 1.3-4). El Creador no es el único que ve la luz como algo bueno. Usted también y, por ende, yo. Sin embargo, Dios no estaba obligado a crear la luz. El mundo pudiera haber sido dejado en oscuridad absoluta y nosotros 5

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La gracia de Dios nunca habríamos conocido la diferencia. ¿Alguna vez ha agradecido a Dios por la luz? Yo tampoco. La damos por sentado. El único momento en que hago un alto para expresar gratitud a Dios por la luz es cuando la electricidad es restaurada luego de una tormenta de hielo, pero en minutos vuelvo a mi estado mental de que todo está normal, es decir, que hay luz. Casi nunca consideramos la creación de la luz como una extensión de la gracia de Dios. Sin embargo, si tiene amigos invidentes, usted sabe que la restauración milagrosa de su vista sería con certeza una causa de acción de gracias y que nadie consideraría ilógico dar crédito a Dios por su gracia en las vidas de ellos. ¿La diferencia? La luz es una constante para la persona común, pero no lo es para aquellos que son invidentes. La extensión de la gracia de Dios las veinticuatro horas de cada día de la semana por lo general pasa inadvertida, hasta que se pierde y, aun entonces, nuestra apreciación y reconocimiento dura poco tiempo. El resto de la historia de la creación describe cómo Dios trajo orden sistemáticamente a un universo «desordenado y vacío». Él dividió el cielo de la tierra, la tierra seca de las aguas; el día de la noche. Esparció el cielo con el sol, la luna, los planetas y las estrellas para medir el paso del tiempo. Llenó la tierra con vida; variedad sin fin, ilimitada en extensión, implacable en resistencia, maravillosa en complejidad. Nada de eso era necesario. Dios no estaba obligado a llegar a esta, al parecer, inmensa extensión. Sin embargo, lo hizo y en cada acontecimiento, al final de cada ciclo de la creación, encontramos una frase que llama poco la atención, sin embargo declara la gracia de Dios de forma sutil pero poderosa: «Y vio Dios que era bueno» (vv. 10, 12, 18, 21, 25). Creo que muchas personas se refieren a esto como que Dios miró su artesanía y pensó respecto de sí mismo: ¡Buen trabajo! Ya sabe, el tipo de cosas que usted se diría después de haber pintado una habitación en 6

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En el principio, la gracia su casa o lavado su auto. Eso estuvo bien. Suena un poco tonto cuando usted se detiene y piensa en ello. «Y vio Dios que la luz era buena» (Génesis 1.4). ¿No lo supo hasta que se detuvo a contemplarla? ¿Fue algo así como un experimento? O quizá en lugar de darse palmaditas en la espalda, lo dijo en sentido comparativo. Quizá lo había intentado antes y no había sido tan bueno, pero esta vez lo hizo bien. Yo no lo creo así. Ni otros a quiénes he leído. Otra opción sugiere que la creación era buena en el sentido moral, pero eso tampoco funciona. La tierra seca no es moralmente buena o mala. Es solo tierra seca. Sin embargo, Dios la declaró buena. Extraño, ¿no es verdad? ¿Buena para qué? ¿Buena para quién? ¿Buena para Dios? ¿Se benefició Dios de la división de la tierra y el mar o de la creación de los pájaros y los peces? Para cuando Dios terminó, más de trescientas especies de escarabajos poblaban la tierra. ¿Fue todo esto para su único beneficio y disfrute? ¿Realmente importaba que las plantas que portan semillas reprodujeran luego su propia especie? ¿Fue para Dios que ciertas plantas en el principio se crearan para alimento y otras sencillamente por su belleza? ¿Se beneficiaría Dios, que es espíritu, de cualquiera de ellas? En otras partes de la Escritura descubrimos que toda la creación declara la gloria de Dios (Salmos 19.1). Sin embargo, ¿quién escucha esta declaración? Tú y yo somos ese quién. Dios declaró buena cada fase de la creación porque era buena para nosotros. ¿No estás seguro de creerlo? ¿Te parece un poquito interesado? Presta atención, porque lo que ocurre después aclara un poco todo lo que había antes. «Entonces...» (Génesis 1.26), después que todo estuvo listo. «Entonces», después que el escenario se dispuso. «Entonces», después que Dios 7

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La gracia de Dios tenía todo de la manera que sabía que nosotros necesitábamos que fuera. «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1.26-27). ¿Qué hizo Dios con ellos? Les dijo que disfrutaran. Todo lo que minuciosamente había modelado, lo creó para ellos. Aquí está cómo lo describe Moisés. Tomen nota especial de las palabras que enfaticé: Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. (Génesis 1.29-30, énfasis añadido) Dios creó el mundo, lo llenó con bienes y después lo regaló. Nos entregó las llaves en nuestras manos. Él creó un mundo perfectamente apropiado para sustentar a la raza humana. ¿Qué hicimos nosotros para merecer esta abundancia increíble y primitiva? Nada. Absolutamente nada. Eso es gracia. Desde el punto de vista de la experiencia humana, la creación del universo y el regalo de este a la humanidad por parte de Dios, fue el comienzo de la gracia. Esas majestuosas puestas de sol, son para usted. Esas estaciones que nos permiten sembrar y cosechar, son para usted. Esas variedades de vegetales y frutas que ha disfrutado a lo largo de su vida, son para usted. Su salmón, cherna, trucha o pargo preferido. Eso es para usted. La playa, las montañas, los lagos, los arroyos, las selvas, las junglas, las llanuras, todo para usted. Hay más belleza en este mundo que 8

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En el principio, la gracia lo que cualquier persona puede totalmente comprender, mayor abundancia que la que cualquier persona puede consumir. ¿Por qué? Esa es la naturaleza de la gracia. La gracia nunca es solo suficiente. La gracia siempre es mucho más que suficiente. Desde el comienzo mismo, Dios estableció su modelo de gracia abundante sobre aquellos que ama. Sin embargo, lo mejor estaba todavía por venir.

} En medio de todo lo que Dios declaró bueno, algo no le satisfizo: «Y dijo Jehová Dios, “No es bueno que el hombre esté solo”» (Génesis 2.18). Una vez más somos confrontados con el amor y la dedicación interminable de Dios por y hacia la humanidad. ¿Por qué creó una mujer? Porque no era bueno para el hombre que estuviera solo. Desde el mismo inicio de la creación vemos que Dios desea lo que es bueno para nosotros. Eso es gracia. Favor inmerecido. Dios solamente quiso (y continúa queriendo) lo que es bueno para nosotros. Para usted. Cuando vio que la humanidad estaba incompleta, actuó: «Le haré ayuda idónea para él» (Génesis 2.18). ¿Por qué? ¿Porque tenía que hacerlo? No, el texto es claro. Porque quiso hacerlo. «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1.27, énfasis añadido). Sería un error precipitarse demasiado por esto. ¿Por qué hombre y mujer? ¿Por qué no crear sencillamente una gran tienda electrónica llena de varones? ¿Por qué no crear un gran centro comercial y llenarlo de mujeres? Nunca habríamos sabido la diferencia. Sin embargo, Dios al parecer lo sabía. Así que creó al hombre y a la mujer y al hacerlo creó una capacidad de amor e intimidad que Adán, por sí solo, nunca habría 9

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La gracia de Dios experimentado. Dios creó la experiencia de la satisfacción sexual. Creó el potencial para los hijos y un amor único que solo un padre puede comprender. La creación del hombre y la mujer trajo la habilidad para disfrutar la vida y su expresión más completa. ¿Por qué impulsó Dios su capacidad creativa a tal extremo? Porque quiso. Quizá aquí, más que en cualquier otra parte del Antiguo Testamento, Dios revela sus sentimientos por la humanidad. Él desea lo bueno para nosotros, por eso llenó la creación con bienes interminables. Dios bendijo a Adán y a Eva con abundancia de todo lo que necesitaban para prosperar y les animó a disfrutar la vida al máximo. Les llenó el huerto con sobrada variedad de alimentos, no solo para sustentarse sino para deleitarse. Los entregó uno al otro y les dio el regalo de las relaciones sexuales, no solo para procrear sino para saborear los placeres de la intimidad pura. Entonces les dio algo más: algo que hacer. Adán y Eva fueron guiados a una parte exuberante del mundo nuevo formado por Dios; allí hizo dos cosas notables que no hizo para ningún otro ser creado. Bendijo a la pareja y les dio responsabilidad. Dios dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Génesis 1.28, énfasis añadido). Dios les dio a Adán y a Eva un propósito para vivir. Propósito. Este es precisamente otro aspecto de la gracia de Dios. Dios les otorgó el estatus de segundo al mando como sus vicerregentes sobre toda la creación y junto con esa autoridad, les dio la responsabilidad de sojuzgar la tierra. En resumen, ellos tenían que extender y mantener el orden que Dios había dado al mundo. Sin embargo, Él no les dio algunas pautas reales. De hecho, solo hubo una regla verdaderamente. «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él 10

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En el principio, la gracia comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2.16-17). Montones de árboles clasificados «sí» y solamente uno «prohibido». ¿No es esto interesante? En el principio había un montón de responsabilidades y una sola regla. Cuando Dios tuvo el mundo justamente a la manera que quiso, hubo una sola orden. Una vez más nos topamos con un aspecto aparente e insignificante de la creación, el cual pudiéramos sentirnos tentados a no tomar en cuenta. Dependiendo de cómo le educaron y la iglesia a la que asiste o no, esta pudiera ser una coyuntura crítica en su entendimiento acerca de la gracia de Dios en su vida. En el principio no había culpa. No había condenación. En el principio las primeras dos personas nunca se fueron a dormir preocupados por su situación delante de Dios. Al tiempo que las expresiones de gracia de Dios eran innumerables, sus requerimientos eran mínimos. Esto nos dice mucho acerca de Dios. Esta es una lección de vida que tiene una manera muy fácil de borrarse. Una lección que raramente se acentúa en la manera en que se nos educa. Es un entendimiento difícil de mantener centrado y en perspectiva dentro de la complejidad de nuestros sistemas religiosos actuales. Puede que haya sido arrastrado a una conclusión completamente opuesta. Quizá desde la perspectiva de usted, los requerimientos de Dios son innumerables y su gracia mínima. Si ese es el caso, usted no es el único. Está en la mayoría y mi esperanza es que para cuando alcance la mitad de este libro, se haya despojado de gran parte de esa creencia falsa y abrace a Dios como Él es: el Dios que se caracteriza por la gracia. En el principio había más belleza que lo que la humanidad podía asimilar. Había más alimento del que se podía consumir. En el principio había propósito. Había intimidad libre de intriga y suspicacia. En el principio hubo un compañerismo ininterrumpido entre el hombre y la humanidad y había libertad. Libertad para decidir. Así como Dios no 11

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La gracia de Dios estaba bajo la obligación de crear y proveer, de igual manera la humanidad no estaba bajo la obligación de recibir y reciprocar el amor de Dios. La gracia en su forma pura no tenía condiciones adjuntas. Este frágil sistema incentivado por la gracia y la gratitud gira en torno a un ideal aun más delicado: la confianza. Dios confió completamente a la humanidad a su creación. Cada día Adán y Eva decidirían si serían dignos de confianza ante esta responsabilidad. Durante un tiempo lo fueron. Por cuánto, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que, no obstante, el hombre finalmente violó la confianza de Dios y todo cambió. Todo.

} Gran parte de nuestra confusión acerca de la gracia es resultado de nuestro desorden en cuanto al pecado. En pocas palabras, desestimamos severamente el impacto del pecado en nuestras almas y en nuestro mundo. No estoy seguro de que podamos captar totalmente la envergadura de lo que sucedió cuando el pecado entró en el mundo. De acuerdo con el relato de Génesis, toda la creación fue afectada. Todo bajo la autoridad humana (y todo era bastante) fue envenenado por el pecado. El apóstol Pablo miraría en retrospectiva hacia este punto de conexión en la historia y escribiría que toda la creación se sujetó a «esclavitud» y «corrupción» (Romanos 8.21). Nuestro problema es que este mundo corruptible es todo lo que conocemos. Por eso, aunque de vez en cuando estemos aburridos por lo que vemos alrededor nuestro, turbados por cómo anda todo o frustrados porque las cosas ya no son lo que solían ser; no tenemos idea de cuán malo es en realidad. ¿Saben los peces que están mojados? ¿Saben los osos polares de veras cuán frío está? ¿Sabe el Pez Ciego de Cape Range (que se pasa toda su vida en los lagos subterráneos del desierto interior de 12

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En el principio, la gracia Australia) que no puede ver? Como todo lo creado, nosotros nos hemos adaptado a nuestro entorno. Somos conscientes del hecho de que hay variación en los grados de maldad en el mundo. Sin embargo, como un mundo roto es todo lo que siempre hemos experimentado, no podemos comenzar a apreciar cuán lejos están las cosas de la manera en que Dios deseó que fueran. En la cultura americana, hemos sustituido los términos mal y pecado por el vocablo error. Nosotros no somos pecadores, realmente solo cometemos errores. ¿Cuántas veces hemos escuchado a líderes prominentes describir sus aventuras extramaritales como errores? Un error es algo que usted comete mientras hace el balance de su chequera. Un error es un accidente. A menos que ambos participantes estuvieran vendados y amordazados, no creo que sea posible tener una aventura accidental. Por supuesto una vez descubierto, se ofrecen disculpas a los miembros de la familia y al electorado lastimado con lo ocurrido. No obstante, si usted hace algo que sabe va a lastimar a alguien, aun así ¿es eso un error? Las personas lastimadas casi nunca lo ven así pero, en un mundo tan alejado de la manera en que Dios deseó que fuera, el pecado se reduce a un error. Así que por razones que nunca comprenderemos, Adán y Eva no estaban contentos con comer de la abundancia de los árboles permitidos. Ellos se vieron atraídos a comer de la fruta del único árbol que Dios dijo que estaba vedado. En ese momento el pecado entró en el mundo. Inmediatamente se dieron cuenta de su desnudez y se avergonzaron. Qué interesante. El pecado fue la puerta de acceso a la vergüenza. En el principio, la vergüenza sirvió a un propósito pero ella es otra víctima de un mundo «abarrotado de pecado». En nuestra cultura esto es algo que se evita. La vergüenza es otra de esas cosas por las que trabajamos muy duro para tratar de borrarla de nuestra cultura. Después de todo, ¿para qué propósito posiblemente podría servir? 13

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La gracia de Dios Con la vergüenza hubo otra consecuencia inmediata del pecado: el discernimiento deteriorado. Anexo A: Adán y Eva trataron de esconderse de Dios. Trataron de ocultarse de Dios en el huerto que Él creó. ¡Qué idea tan brillante! Tanto como cuando tratamos de evadir a Dios evitando la iglesia. Sin embargo, Dios le siguió la corriente a Adán y le preguntó: «¿Dónde estás tú?» (Génesis 3.9). Dios sabía dónde estaban Adán y Eva, pero parece que eso ellos no lo sabían. Si has leído la historia sabes que se precipita a partir de ese punto. El pecado lleva a la vergüenza. La vergüenza lleva a la culpa. Adán comenzó a excusarse por su comportamiento y de hecho culpó a Dios por lo que hizo. «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí» (Génesis 3.12, énfasis añadido). En otras palabras: «¡Si no hubieras puesto a esta mujer en mi vida, nada de eso habría ocurrido!» En ese momento comenzó algo muy significativo. No se apresure a pasar esta parte y si destaca frases en los libros que lee, destaque la que sigue. En el principio Adán culpó a Dios por sus problemas y desde entonces la raza humana ha estado culpándolo. Desde nuestro punto de observación, podemos en verdad ver qué es lo que ocurre. Adán sencillamente rehúsa aceptar la responsabilidad de su conducta y cuando alguien se niega a aceptar su responsabilidad, va en busca de alguien a quien culpar. Adán escogió a Dios. Nosotros también. Todos nosotros hemos luchado para tratar de reconciliar las realidades del sufrimiento y la injusticia con el ideal de un Dios soberano y justo. Desde Génesis en adelante, Dios ha sido culpado por todo lo malo de este mundo. «La mujer que me diste por compañera...» llegó a ser el accidente que tú permitiste que ocurriera. La enfermedad que no quisiste sanar. El descanso que no me quisiste dar... y así sucesivamente. Sin embargo, así como el raciocinio de Adán estaba defectuoso, está el nuestro.

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En el principio, la gracia

} ¿Cómo respondió Dios a toda la culpa y la vergüenza? Con gracia. Dios les dio a Adán y a Eva lo que precisamente no merecían. Quizá se podría argumentar que Él rompió su propia promesa con el objetivo de darles lo que ellos no merecían. A ellos se les advirtió que morirían el día que comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero no murieron (Génesis 2.16-17). Al crecer me enseñaron que ellos murieron espiritualmente. Sin embargo, eso no es parte de la historia. Me enseñaron que se les separó de Dios. Eso tampoco está en la historia. De hecho, justo después que pecaron, Adán y Eva tuvieron una larga conversación con Dios. No es la más positiva que encontramos en las Escrituras, pero Dios no desapareció de sus vidas de repente. El pecado de ellos no los inhabilitó para escuchar la voz de Dios. Su pecado no los separó de manera que Dios no podría o no querría ir en busca de ellos. Como ya hemos visto, Dios hizo la primera jugada: «Adán ¿dónde estás tú?»

} Dios escuchó con paciencia mientras Adán y Eva trataban de pasarle la culpa y escapar de la responsabilidad de su pecado. Entonces Dios declaró una serie de maldiciones. El texto hebreo original ubica el pasaje en forma de poesía. A la mujer dijo: «Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti».

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La gracia de Dios Y al hombre dijo: «Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás». (Génesis 3.16-19) En respuesta al pecado de la pareja, Dios maldijo a la mujer a sufrir angustia durante el alumbramiento y al hombre a soportar afán para ganar el sustento. Maldijo la intimidad de la pareja de modo que experimentarían la disputa. Hasta maldijo la tierra, que luce terriblemente áspera ¿no es así? No obstante, ¡eh! Adán y Eva no murieron. Dios tenía todo el derecho de hacer «borrón y cuenta nueva» y empezar de cero pero en lugar de ello, les concedió misericordia en forma de maldiciones. La definición de la palabra mercy [misericordia] en el diccionario inglés Merriam-Webster profundiza nuestro entendimiento de la misericordia: «compasión o templanza mostrada especialmente a un transgresor o al subordinado al poder de alguien, también: tratamiento indulgente o compasivo».2 Dios mostró misericordia al retrasar la administración final de justicia que Adán y Eva se habían ganado con su desobediencia. En lugar de ello, demoró su muerte física, comprando tiempo (una manera de decirlo) para poner en funcionamiento un plan de redención. En vez de destruir 16

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En el principio, la gracia a Adán y a Eva por su pecado, Dios los maldijo a ellos y a su descendencia, de manera que vivirían con las consecuencias de su transgresión. Maldecir en hebreo significa «rodear con obstáculos a alguien» o «hacer a alguien impotente para resistir». En este sentido, todo buen padre ha maldecido a su hijo o hija alguna que otra vez. Para un niño cualquier disciplina se siente como una maldición pero para el padre es una manera de enseñar dos lecciones importantes: la desobediencia tiene consecuencias y la obediencia lleva a la libertad. Dios respondió al pecado de Adán y Eva como los padres buenos responden a sus hijos: los disciplinó. Por su bien y por el bien de las generaciones futuras, los disciplinó. Su disciplina fue una expresión de gracia para ellos y para los que vendrían detrás de ellos. Todo padre con varios hijos finalmente llega a entender esto. Permitir que un hijo mayor no sea castigado por algo creando caos en el hogar es una invitación a los hermanos más jóvenes a emularlo. Dejar al hermano mayor sin castigo por algo que hizo creando caos en el hogar es rehusar proteger a los otros niños en el hogar. Por esto Dios no elige destruir sino disciplinar. De esta manera, la gracia entró en un mundo que de ahora en adelante se caracterizaría por el pecado y la muerte. Miles de años más tarde, un escritor del Nuevo Testamento lo diría directamente: «Porque el Señor al que ama, disciplina» (Hebreos 12.6). Esta es la otra cara de la gracia. Yo no disciplino a los hijos de otras personas. Ellos no son mi responsabilidad. Yo soy la coerción más grande para los niños que más amo. Soy el único papá que les viene a la mente cuando piensan: «Espero que mi papá no lo descubra». Sin embargo, también soy el único papá hacia el que ellos corren cuando están asustados, dolidos o en necesidad. Por tanto, no es de sorprender que tan pronto como Dios echó a Adán y a Eva fuera del huerto, se volteó directamente hacia ellos y les dio algo que necesitarían en este mundo nuevo de

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La gracia de Dios vergüenza, algo para vestir: «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió» (Génesis 3.21). Aquí está de nuevo, la gracia. Desde el principio mismo Dios ha respondido al pecado de la humanidad con... bien... sublime gracia. Me he saltado la expresión más sorprendente de todas. Después de describir las consecuencias de la conducta de Adán y Eva, Dios se dirigió a la serpiente y anunció la llegada de Uno que tomaría todo el embate del castigo por el pecado a favor de la raza humana: Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3.14-15) La descendencia de la mujer en este caso representa a toda la raza humana, ya que ella y Adán fueron fértiles y se multiplicaron. Este anuncio de la disciplina divina predice que toda la humanidad continuará soportando la aflicción del mal. No obstante, hay una pincelada de algo más profundo en las últimas dos líneas de la primera maldición: «ésta te herirá en la cabeza». La palabra ésta constituye un pronombre en singular. Un poco extraño en este contexto. Si «ésta» se refiere a la raza humana, debió ser plural. Al parecer Dios no se estaba refiriendo a la raza humana 18

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En el principio, la gracia en general sino a «ésta» en particular, la figura del segundo Adán, que vendría en nombre del Señor con la autoridad para dar la vida por el pecado de la raza humana. Él, que soportaría la aflicción por el mal y sufriría el castigo de la muerte prometido a Adán y que todos nosotros merecemos. Aquí, en esta transición dramática de un mundo que solamente podemos imaginar al que conocemos, encontramos la promesa de gracia personificada, la gracia que un día nos permitirá reingresar a un mundo donde el pecado ya no sea más y la muerte se anule. En el principio hubo gracia. ¡Pero esto fue solo el principio!

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