250 aniversario natalicio de artigas

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250 años deL NATALICIO DEL PRÓCER

José Artigas

“Este pueblo te dice otra vez, como en la patria vieja, padre Artigas guíanos”. (General Liber Seregni 26-3-1971)


El mayor de los orientales

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l jueves pasado se cumplieron dos siglos y medio del nacimiento del hombre que más huellas perdurables ha dejado entre nosotros, los uruguayos. Dos siglos y medio y continúa siendo el que, lo sepamos o no, lo reconozcamos o no, más nos influye. Hace unos cuantos años, un amigo argentino, más apegado a su provincia que a la nación, me dijo, sin ánimo alguno de crítica, que todos los uruguayos, generalmente tan contenidos, mal escondemos en materia de nacionalidad el orgullo del petiso compadrón. Ciudadanos de una república diminuta, apretada por dos gigantes, no se necesita rasparnos para advertir el orgullo de ser lo que somos y, también, de lo que no somos, ni argentinos ni brasileros. Abiertamente preferimos la uruguayidad que ha sido nuestro destino. Somos conscientes de nuestra pequeñez, pero nos conforma y llegamos al sorpresivo extremo de enorgullecernos. Debí admitir que, tanto en mi caso personal como en el de los uruguayos que conocía bien, era así. El orgullo no es un sentimiento que

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me agrade ni que procure, pero debo reconocer que miro al mundo como la gran mayoría de nuestros compatriotas con la profunda complacencia de pertenecer a esta patria. Ese orgullo responde a muchos factores, pero uno, a mi juicio el primordial, es el de que nuestro prócer es José Gervasio Artigas. El impacto que en todos nosotros producen las sencillas coplas del himno a don José es, para mí, prueba de que es un sentimiento compartido. Todos sentimos que a ninguno o a muy pocos pueblos del mundo les ha tocado seguir a un jefe como ese don José al que le cantamos y cuyos propósitos fueron conocidos hasta por las piedras por donde pasó. Artigas es, para mí, una fuente insondable de sabiduría, no sólo política sino también humana. Ese sabio apego a los valores profundos lo asistió tanto en su gesta como en su vida personal. Cada vez que leo algo sobre él, me sorprende que advierta o se me advierta un rasgo nuevo, todavía no descubierto. Es un mito fundante, que permanece vivo. Y como todo mito, hay en su figura un núcleo de ideas esenciales que son notorias, pero que están recubiertas por un aura de cualidades paradojales, no fácil-

mente discernibles. El centro gravitante de esas ideas esenciales es una convicción ética, poderosamente emotiva y motivante: la dignidad de toda persona humana. Nunca se sintió más que nadie; ni menos que nadie. Esa convicción a la que podríamos catalogar como un imperioso llamado a la solidaridad, está muy arraigada en la conciencia nacional. Artigas es una personalidad recia, con visajes sorprendentes. Llama la atención que no fue ni adolescente, ni muchacho ni hombre con una ahondada educación letrada. Si bien fue criado en sus primeros años en una de las más destacadas familias de la Banda Oriental y educado en la principal escuela de Montevideo, un temperamento peculiar lo llevó a la campaña, en un medio que lo liberó de la tutela cotidiana de sus mayores y lo contactó con la naturaleza, imponiéndole la adquisición de aptitudes prioritariamente físicas y la inmediata compañía de los excluidos de su sociedad, como gauchos, negros e indios. Sin embargo, en ese entorno rústico fue desarrollando concepciones políticas mucho más avanzadas y sutiles, matizadas y certeras que las que entramaron las mejores cabezas de Buenos Aires y Montevideo. Cierto es que gozó de la proximidad de jefes, como Azara, y de colaboradores, como sus primos y secretarios Miguel Barreiro y el fraile Monterroso, pero fueron influencias circunstanciales que no cubrieron todo el período de su actuación política y que, por lo tanto, no pueden explicar la fortísima coherencia del sistema que procuró durante todo su transcurso. Al lado de la sucesiva y selectiva asimilación de esas ideas ajenas y a la meditada acumulación de vivencias propias, es inevitable acudir a la incidencia de un instinto o de unas intuiciones absolutamente radicadas en su persona. Seguir la vida de Artigas significa pautar la vertiginosa transformación de un liberado transgresor de un régimen opresivo en el más esclarecido conductor de la revolución rioplatense. Ningún dirigente de la región fue más demócrata, más republicano, más integrador y más solidario que Artigas, quien siempre estuvo dispuesto a pagar por ello todo el precio que fuera necesario. Aún hoy, hay muchos que lo tildan de excesivamente intransigente. Tal vez no se valore debidamente la pureza con la que procuró encauzar a la revolución y las metas que se propuso.

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Desde la Oración de Abril quedó muy clara su inclaudicable adhesión a la tesitura de que la soberanía radica en los pueblos, los verdaderos mandantes, y no en sus jefes, mandatarios siempre provisorios. Los torpes y embarullados conatos de construcción de disparatadas monarquías siempre despertaron su radical oposición. La estructuración de un sistema confederativo entre todas las provincias que habían conformado el virreinato, abarcando al excluido y a la vez evasivo Paraguay, rozó en 1815 la posibilidad de concretarse pero las mezquinas trapisondas de la elite porteña, encaprichada en retener los privilegios de su puerto y de su aduana, impidieron la conformación, en el extremo sur del continente, de una gran nación. En medio de sus luchas políticas, no olvidó nunca procurar la sensible mejora de las condiciones de vida de los infelices de cada provincia, lo que escandalizó a las clases altas, radicadas en las ciudades, las que no sólo pretendían desconocer esas situaciones, sino que lucraban con su irritante injusticia. Se adelantó demasiado a su tiempo. Fue incomprendido no sólo por sus enemigos, sino también por sus seguidores. Fue traicionado, derrotado y forzado a un exilio que, luego, ante el curso que había tomado el proceso, porfió en mantener. Murió relegado, pero con la conciencia tranquila.

Su gesta fue calumniada y sumida en el olvido. La historia de la que fue su provincia, convertida en un Estado independiente que jamás lo desveló, registra en sus primeras décadas un desaprensivo apartamiento de su legado y así nos fue. Cuando se procuró recuperar su memoria, muchas veces se distorsionó y castró su verdadero pensamiento. Desde hace un buen tiempo se ha abierto paso en la mejor historiografía argentina, una recuperación de la memoria de Artigas, no sólo con el lúcido desbaratamiento de la leyenda negra urdida durante décadas por una tendenciosa escuela unitaria, sino por la exaltación de la fecundidad de su aporte al federalismo de las Provincias Unidas. Recientes episodios públicos han pautado el traspasamiento de la reivindicación de Artigas al escenario político. Es comprensivo el recelo que este último fenómeno ha provocado en buena parte de la intelectualidad uruguaya. No puede negarse el peligro de que el pensamiento artiguista esté nuevamente expuesto a tergiversaciones interesadas, en las que se acuda a él tan sólo para hacerle decir lo que mezquinamente interese. Pero, sin perjuicio de mantener una actitud de celosa vigilancia, me parece indeseable caer en el exceso chovinista de que se ensaye una oposición frontal a esta novedad. Es pasmosamente frívolo rasgarse la camisa y desacomo-

darse la corbata aduciendo que una vez más los argentinos quieren arrebatarnos a un uruguayo como lo han hecho con Gardel y Quiroga. Al proclamarlo un compatriota, que lo es del mismo modo que lo somos todos nosotros, no quieren apoderarse de él. Están buscando sus propias raíces. No podemos olvidarnos de que Artigas ha sido y es el mayor de los orientales, no de los uruguayos. Esa, su orientalidad, puede ser conveniente para orientar y mejorar las relaciones entre los pueblos del Plata. Y, por otra parte, la tendencia argentina sería un postergado acto de justicia: un tardío pero oportuno y para ellos necesario reconocimiento de su grandeza.

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Caetano: uruguayos creen que representa “sus ideas y de sus valores”

Artigas, el héroe que fue diferente a sus pares latinoamericanos

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l historiador Gerardo Caetano consideró que el héroe nacional José Artigas fue diferente a los otros héroes latinoamericanos, ya que “no es un negociador sino un guerrero principista” con posiciones “radicales” que cuando tomaba una definición la llevaba hasta las últimas consecuencias.

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Tras repasar la peripecia que le tocó vivir en su época, Caetano destacó a Caras y Caretas que los uruguayos “legítimamente han hecho de Artigas su héroe nacional y lo eligen como representante de sus ideas y de sus valores”.

en un contexto diferente. Por eso, cuando hablamos de legado tenemos que hablar de inspiraciones, de vivencias humanas y tratar de entender lo que rodeaba a este hombre que asumía compromisos públicos y políticos en una etapa de revolución de la cual emergería ¿Qué queda del legado de Artigas en el la modernidad política. Salvando esa inmensa Uruguay de hoy? distancia que suele eludirse, ya que cuando haPara entender esa pregunta hay que describir la blamos de Artigas decimos que es el fundador peripecia de un hombre nacido hace 250 años, de Uruguay, el precursor del Mercosur, el gran

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inspirador de la democracia uruguaya, el pionero del principio de la justicia social, todos elementos que no son otra cosa que anacronismos. A Artigas hay que circunscribirlo a su contexto de referencia y tratar de determinar los elementos que definen aquella peripecia humana y tratar de hacerla contemporánea 250 años después. Esto exige muchos ejercicios intelectuales, pero es posible. Podemos hacer contemporáneo a Artigas como a Aristóteles, pero siempre evitando el anacronismo. Estas prevenciones no son disquisiciones técnicas sino puntos de partida para entender el análisis.

Artigas se pliega a la revolución luego de una vida muy intensa, en la que había estado en contacto con los distintos tipos humanos de la campaña –gauchos, indios, españoles y portugueses–. Llega a los 46 años, que era la edad que tenía Simón Bolívar al morir. Era un veterano que demostraría que era un radical, que cuando tomaba una definición la llevaba hasta las últimas consecuencias, no tenía marcha atrás, y no es que no tuviera opciones. En 1813 tiene definiciones políticas muy radicales; primero es un confederal, a pesar de que habla de federalismo. Él cuando usa la palabra federalismo refiere a un ¿A qué se refiere? proyecto asentado que es la confederación. Por ejemplo, Artigas no fue uruguayo. El Uru- Cuando es tan celoso de los atributos que guay como palabra referida a un río no tenía debe guardar el gobierno de la provincia está ningún uso parecido al que hoy se le da. No refiriendo no a una liga federada sino a una existía ni como proyecto. Por supuesto, tam- liga confederada. poco fue argentino –palabra que existía pero Pero a ese principio de confederación en 1813 refería a los habitantes de Buenos Aires y sus le suma otro principio que es la independencia alrededores–, menos era porteño y tampoco absoluta, otro aspecto muy radical y revolucioargentino-oriental como se llamaron a sí mis- nario para la época, y le suma el concepto de mos en la proclama del 19 de abril de 1825 los 33 libertad republicana. Orientales, que no eran 33 ni todos orientales. Artigas antes que nada era un oriental que tuvo También tomado de Estados Unidos. una vida muy larga para la época, en la que En buena medida, pero también tomado morir a los 86 años implicaba tener una longe- (como dice José Carlos Chiaramonte) de un vidad muy marcada en condiciones de vida de magma ideológico donde se mezclan muchas singular dureza. vertientes: la Revolución Francesa, la antigua

constitución generada en el Derecho Español, pero todo convergía en un concepto de libertad, en el que además la libertad ciudadana debe conjugarse con la igualdad de lo libres en colectivos movilizados. Por eso habla de la soberanía de los pueblos, no de la soberanía popular. Es un concepto de libertad republicana donde los diputados que van al Congreso de Tres Cruces son mandatados por asambleas y esos mandatos son muy establecidos. No son diputados de Artigas, son diputados de los pueblos orientales. Por otro lado, Artigas tiene las definiciones sociales de 1815, que no son socialistas, él no había leído nada que se acercara al socialismo, pero que sí estaban inspiradas en su experiencia rural –que lo había acercado a los ganaderos grandes, medianos y pequeños–, así como a las desigualdades. En ese sentido, es un radical para su tiempo, es un hombre de muy pocas lecturas; su pensamiento tiene mucho más de adaptación al medio que de lecturas aplicadas. Está rodeado de doctores, de doctrinarios, pero su pensamiento tiene una impronta radical y es el líder de una revolución popular, derrotada, un hombre que no se entiende sin su pueblo y que conduce a su pueblo pero es conducido por este. Muchas veces los pueblos desbordan su mandato.

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y realiza una crítica feroz de Artigas y sus seguidores, a quienes atribuye no respetar rey, ley ni dios, así como los acusa de tener tendencia a una vida haragana, licenciosa y militar y que quieren hacer a todos iguales o ser igualmente pobres. Termina y dice que por suerte están los otros patriotas, los de la mejor clase, habitantes de las ciudades, que descreen de la independencia –porque los lleva a la anarquía– y quieren buscar una asociación con Buenos Aires que les permita un estatuto de paz y de orden. Es una prolija descripción de la situación que se vivía. Todo esto sucedía mientras Artigas se encontraba alejado de todo, en Paraguay. Pese a ello, infundía temor. Un ejemplo es que cuando murió José Gaspar Rodríguez de Francia, en 1840, entre los primeros que ponen presos es a Artigas, que en ese momento tenía 76 años y hacía veinte que no mandaba un soldado. La leyenda estaba todavía. Vivía en un lugar alejado que se llamaba Curuguatí y que era un rincón del final del mundo, Como cuando decide irse a Paraguay y les hasta que los López lo llevan a Asunción y tiepide que no lo sigan, pero lo siguen igual. ne una vejez más serena. Por ejemplo; en la aplicación del reglamento. Sin dudas que Artigas fue diferente a los otros Y a medida que va pasando el tiempo, radi- héroes latinoamericanos. No es un negociador caliza sus posiciones, no es un negociador, es sino un guerrero principista. un principista y por eso se va quedando solo hasta que sólo se queda con el pueblo. Lo van Muchas veces los partidos políticos reivinabandonando los poderosos, que se vuelven sus dican la figura de Artigas. ¿Hay alguno que enemigos: la oligarquía porteña, la montevidea- lo represente más que otros? na y la corte portuguesa, quienes ven en él a Blancos y colorados cuando construyeron su un mal ejemplo que representa una revolución relato común concluyeron tácitamente en dejar a Artigas en el limbo prepartidario y popular que es una caja de Pandora. Cuando se reinicia la revolución en 1825 el gran en no apropiárselo. Se construyó esa idea de ausente es Artigas, quien no es nombrado a que Artigas no era de nadie, muy adecuado pesar de que hacía sólo cinco años que había para hacer de él el fundador de la nacionaliestado liderando la revolución. Y en las car- dad. Por eso, Artigas se convirtió en el invotas se habla pestes de Artigas porque en buena cado de todos los terceros cuando quisieron medida la revolución ha sido financiada desde confrontar a blancos y colorados. La primera lista de la Unión Cívica tiene la bandera artiBuenos Aires y tiene que mostrar cercanía. guista; los ruralistas siempre lo reivindicaron como un caudillo enfrentado a Montevideo, Artigas era un enemigo… Exactamente. No es nombrado y aparece re- e incluso victorioso no ingresa a la ciudad. ferido como “el anarquista”. Hay un docu- Cuando el Partido Comunista busca nacionamento del cónsul británico Samuel T. Hood, lizarse en 1935 busca al héroe revolucionario que a dos meses de la cruzada envía un infor- derrotado; y cuando nace el Frente Amplio, me a sus superiores de Londres donde descri- tiene como líder fundacional a un artiguista be los bandos que había en la Banda Oriental fervoroso como Liber Seregni, y no es casual

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que toda su simbología lo aluda. Cuando irrumpe la Liga Federal de Acción Ruralista de Benito Nardone (Chicotazo) busca construir algo por fuera de los partidos, también invoca a Artigas. Y cuando vienen los militares, construyen un relato ficticio basado en la idea de que el Ejército uruguayo nace en la Batalla de Las Piedras, una idea que es totalmente peregrina e insostenible, entre otras cosas porque cuando se cumplieron cien años de ese episodio, al Ejército ni se le ocurrió hablar de que era su centenario. Es una idea surgida en la dictadura que es incomprensible que haya sobrevivido a treinta años de democracia, entre otras cosas porque es una idea falsa y peligrosa. El pueblo en armas que luchó entonces y el Ejército profesional no tienen ningún vínculo posible. No hay mago que pueda unir esas historias. En resumen, los uruguayos legítimamente han hecho de Artigas su héroe nacional y lo eligen como representante de sus ideas y de sus valores, entre los que las encuestas destacan siempre en primer lugar a la libertad republicana y en segundo lugar a la independencia, un valor que Artigas no quiso en el sentido que le damos hoy. Artigas se asocia también con la igualdad social. Por todo esto, Artigas se ha convertido en un héroe que ha sido el continente de muy diversos contenidos. Cada generación, cada partido, le ha dado la lectura que ha querido. Y eso lo vemos hasta en los monumentos, es muy distinto el Artigas de la Plaza Independencia, que es gigantesco, imponente –elaborado por [Ángelo] Zanelli–, al de [Juan Manuel] Ferrari, cuya maqueta está en Museo Nacional de Artes Visuales y representa una figura mucho más cercana a la realidad. Pero se eligió el primero por su imponencia. Hay Artigas para todos los gustos, incluso el del mausoleo, donde los militares mantuvieron los hechos, los episodios, pero quitaron las palabras, porque no podían ponerlas: “La cuestión es entre la libertad y el despotismo”. “El despotismo militar será aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable el derecho de los pueblos” o “Que los más infelices sean los más privilegiados”. Eso, por suerte, se ha corregido.

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250 años del nacimiento de Artigas

La vigencia del artiguismo Pensar históricamente el presente, pensando políticamente el pasado. Jean Chesnauxa

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ace 250 años exactamente, en una harapient a ciudad al oriente del Río Uruguay, nació un niño que no pasaría desapercibido en la historia del Río de la Plata. Se puede medir a un hombre por sus amistades, pero también por sus enemigos. El 19 de junio de 1764, en un Montevideo casi aldeano, nació el hijo de Martín José Artigas y Francisca Antonia Pascual, quien fue bautizado Joseph Artigas. Nieto de fundadores, corría por sus venas sangre canaria por su abuela y zaragozana por su abuelo. Era un criollo. Este niño pertenecía a la crema y nata de la aldea nacida hacía tan sólo 38 años, ese San Felipe y Santiago de Montevideo, en harapos todavía frente a la majestuosa y elitista Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Este joven, quien en sus primeros años tomó su lugar de niño montevideano atento, asistió a la escuela de primeras letras de los hermanos franciscanos. Pero a los catorce años desapareció de los lugares donde frecuentaba y se hizo campo adentro. Durante años se forjó en campaña generando la ascendencia necesaria en propios y ajenos para hacer de él un referente, en pocas palabras un caudillo. No por casualidad Mariano Moreno en su Plan de Operaciones lo menciona antes de hacerse a la causa revolucionaria. Años a caballo, de tropas interminables, de contrabando y corridas, de pulperías y campo abierto. Tras el indulto de Pascual Ruiz Huidobro se hizo Blandengue, difícil seguramente de digerir para muchos, fue seguido por otros en su nueva vida. Tal vez la misma a partir de 1797. Como soldado baqueano paseó a Félix de Azara por los campos orientales, donde fundaron San Gabriel Batoví a principios del siglo XIX. Recién a los 47 años, maduro casi viejo para aquellos tiempos revueltos y de definiciones, cambió de bando

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Texto: Leonardo Borges

tras el sismo de mayo. Caviló durante meses, en una Banda Oriental donde las noticias llegaban fragmentadas desde la capital del virreinato, trasmutada forzosamente en capital de la revolución. A partir de entonces cambió la vida de este maduro caudillo oriental, que tras años de lucha (Batalla de las Piedras), de congresos definitorios (Quinta de la Paraguaya, Tres Cruces, Congreso de Oriente…), años de fundaciones y establecimiento (Gobierno económico de Canelones, Cuartel General de Purificación…), de documentos removedores (Instrucciones de 1813, Reglamento de tierras), de sueños unionistas (Liga Federal), de luchas domésticas e intestinas (contra Buenos Aires) y de las otras (Invasiones portuguesas), culminó exiliado en Paraguay durante nada menos

que treinta años. Un silencio prolongado y multiplicado por el rencor de la mezquina historiografía, que recién lo rescató a finales del siglo XIX de la historia y la leyenda más negra creada por sus enemigos del otro lado del río. Es a partir de 1880 que Artigas se convierte en prócer de un pequeño y orgulloso país, que encuentra en este héroe regional un outsider de las luchas intestinas partidarias que inundaron de guerras y violencia nuestro siglo XIX. Allí aparece un renacimiento de la figura del caudillo, trasmutada forzosamente en caudillo nacional. Pétreo héroe homérico al que se le agregan capas y capas de mármol y bronce bien sostenido en mitos fundacionales. El Éxodo del Pueblo Oriental, la Batalla de las Piedras, entre otros, fueron siendo abonados por civiles y militares hasta perder sentido. La Liga Federal se ahogó en el río de la nacionalidad tan ansiada por los orientales, forzosamente uruguayos. ¿Cuántos Artigas existen entonces? Y más importante: ¿qué debemos rescatar de esta figura? Detrás del héroe pétreo de principios del siglo XX, del héroe de Juan Zorrilla de San Martín y su Epopeya, se esconde un Artigas creado artificiosamente con capacidad para acoplarse a cualquier discurso. Al Artigas lejano e intrascendente, en el último cuarto del siglo XIX y principalmente el siglo XX, se le contrasta un Artigas héroe. Al mejor estilo épico, un pétreo héroe homérico, que se desarrolla a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Que se amalgama con una nación en construcción. Vale decir, que era inevitable en aquellos momentos. La función pedagógica de aquella historia no es discutible, sería como condenar a Juan Manuel Blanes por haber pintado esas hermosas pinturas didácticas con cuestionable valía histórica. Pero esta visión, a pesar del correr de los tiempos, a pesar de aparecer historiadores que hacían otras preguntas a ese pasado y obtenían diferentes respuestas, se fue enquistando políticamente en las entrañas de la escuela, de los partidos, de la historia popular, que se hace oficial con gusto.

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Así aparece un Artigas multiuso: por cada hombre,…un héroe; por cada ideología,…un prócer. Pero el mismo en definitiva. Así se enquista con los demás clichés, pero obviamente no es culpa del personaje, sino de la lectura que de él hacen las generaciones. Artigas se transforma entonces en legitimador de todo aquello que sea uruguayo, y hasta el himno que posee está lleno de fervor patriótico y mesianismo: “El Padre nuestro Artigas/ Señor de nuestra tierra/ que como un sol llevaba/ la libertad en pos./ Hoy es para los pueblos/ el verbo de la gloria/para la historia un genio/ para la Patria un Dios. Así comienza el Himno a Artigas, escrito en 1942 por Ovidio Fernández Ríos y con música de Enrique Santos Retalli. Parece ya un exceso este mesiánico canto, que hasta parece contrario a la laicidad de la escuela vareliana. La política partidaria se ha adueñado poco a poco del caudillo. Se han legitimado en él una y otra vez, y hasta los militares golpistas lo tomaron como referente. Triste destino del caudillo legitimar una cruel dictadura. En 1975 apareció un folleto denominado Artigas y la seguridad nacional, editado por el Ministerio de Defensa en el Año de la Orientalidad, según los militares; era un folleto de legitimación. Y versaba en su primera página: “El orden y la seguridad fueron preocupaciones obsesivas del fundador de la nacionalidad oriental. Las fuerzas armadas de la República Oriental del Uruguay han adoptado el ideario de Artigas como doctrina de seguridad”. En su interior se encuentren frases sueltas de Artigas, relacionadas forzosamente con la “seguridad nacional”. Por ejemplo aparece una carta de Artigas al gobernador de Corrientes, fechada el 3 de agosto de 1815: “Es preciso cortar de raíz el germen del desorden, para que los habitantes gocen de sosiego”. Es increíblemente aterradora la interpretación de esa frase, “cortar de raíz”, que hacen los militares. Los partidos tradicionales hicieron su lectura de Artigas, relacionándolo con el batllismo y el proteccionismo, o el nacionalismo y la tradición, dependiendo de quien lo expusiera. O simplemente con lo uruguayo. En 1962 Luis Hierro Gambardella sostuvo con seguridad que “Artigas está en lo uruguayo”. También la izquierda hizo su lectura de Artigas. En 1971, Liber Seregni, candidato de la coalición Frente Amplio a la presidencia, apeló al prócer en el recordado discurso del 26 de marzo: “[…] Y antes de irnos, una invocación que nos sale del fondo del alma. Padre Artigas: aquí está otra vez tu pueblo; te invoca con emoción, y con devoción, y bajo tu primera bandera, rodeando tu estatua, este pueblo te dice otra vez, como en la patria vieja, ¡Padre Artigas, guíanos!”. La política se ha legitimado en él eternamente, dejando de lado muchas veces el cariz regional,

unionista y federal de Artigas, que se desprende de la lectura de los documentos. Por tanto el pensamiento critico y profundo cae en saco roto y genera una mentirosa dicotomía entre una especie de artigasfilia o artigasfobia. Desmarcándonos de estos preconceptos creados a influjo de la necesidad y la política partidaria a finales del siglo XIX, limpiemos las mugres nacionales, las balcanizaciones posteriores (y anacrónicas) para comprender al caudillo, hagamos una nueva historia regional, verdaderamente regional, sin amarillismo ni egoísmos infundados. Las Provincias Unidas, la Provincia Oriental, Paraguay, el sur de Brasil formaban un todo, no de naciones sino de corporaciones, un verdadero virreinato, que hoy nos habla de nuestras similitudes y no de nuestras diferencias, muchas de ellas mezquinamente creadas en tiempos posteriores. La Liga Federal fue la alternativa más seria y más importante al centralismo porteño de aquellos años. Este caudillo nacido en la pequeña aldea de hermosa bahía cosechó la amistad de las provincias unidas, pero luchó contra los españoles, los portugueses y un enemigo doméstico: los porteños y su unitarismo a ultranza. Sus enemigos también nos hablan de su importancia. La derrota de Artigas significó mucho más que el advenimiento del Tratado de Pilar (1820), que abre camino al federalismo argentino (bastante centralista por cierto y necesariamente sin Artigas): cierra un capítulo definitivo de la historia regional rioplatense. Por más intentos de unidad desde todas las orillas (Los Caballeros Orientales, 1823, Los Treinta y Tres orientales, 1825, Juan Manuel de Rosas, entre muchos otros), esta naufragará en intrigas y dislates. Y quedará por años la necesidad oriental de intervenciones vecinas y el desarrollo de un odio mentiroso nacido de la necesidad de diferenciarse, típica de un Estado nación. Comprendamos entonces tal vez la frase de la presidenta argentina Cristina Fernández en Paraná (Entre Ríos): “Artigas quería ser argentino y

no lo dejamos, ¡carajo!”, no con preconceptos nacionales sino con un cariz regional. Argentina no era en tiempos de Artigas un Estado nación, sino una conjunto de corporaciones que compartían un destino común, las Provincias Unidas. Por tanto la afirmación de la presidenta, más que una ofensa o una intromisión, es la autocrítica histórica más grande que un presidente argentino haya hecho jamás.

Cruz de caminos

América Latina se encuentra hace algunos años en una cruz de los caminos, en la que debemos aprender de nuestro pasado histórico. Abonar esas ideas que nacen de nuestra historia más criolla y harapienta, en definitiva nuestra verdadera historia. Allí reside este personaje de una enorme centralidad histórica, en su apelación a la unión, a la fuerza americana en tiempos de inexistencia de naciones. Por tanto, no es cuestión de implotar límites de hecho, sino de amoldarnos a nuestra situación pero buscar lo que nos une, y no lo que nos separa en el viejo virreinato del río de la Plata y toda la América Latina. Se cumplen 250 años del nacimiento de un hombre que no pasó desapercibido en la historia, pero que depende de nosotros colocarlo en su verdadero sitial, no de héroe nacional, sino de un héroe verdaderamente regional.

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María Julia Burgueño, directora de Museos y Patrimonio de la Intendencia de Paysandú

Artigas: un hombre “privilegiado en su sentimiento y capacidad”

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a directora de Museos y Patrimonio de la Intendencia de Paysandú, profesora María Julia Burgueño, consideró que “el respeto al otro” es uno de los elementos fundamentales del pensamiento del prócer José Gervasio Artigas. Al hablar con Caras y Caretas, la docente calificó al héroe patrio como un “hombre con mayúsculas” y “privilegiado en su sentimientos y en su capacidad”.

¿Cómo definiría a Artigas? Como un hombre (en sentido genérico y con mayúsculas) privilegiado en sus sentimientos y en su capacidad. Una persona que aprendía de las personas que entraban en su vida y de sus circunstancias para comprenderlas y convertirse en su guía. Un líder nato. Un caudillo para el Río de la Plata, dado que su propuesta fue más allá de nuestros límites actuales. Artigas fue un hombre excepcional. Un estadista que buscó los referentes de su tiempo más hábiles para sus proyectos, sean estos administrativos, económicos, políticos, culturales y educativos. Me gusta mucho la como soberanía; en la vida económico-social definición que el profesor Barrán ha dado de como justicia social; en la vida espiritual como libertad de conciencia; en la vida cultural como él: “Un conductor, un conducido”. educación para todos. ¿Cuáles son los elementos fundamentales ¿Cuál fue el mejor momento político de de su pensamiento? El respeto al otro. Traducidos en la vida política Artigas?

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Señalaría dos instancias: 1811 en el Éxodo del Pueblo Oriental (la Redota) porque se constituye en el verdadero líder del movimiento revolucionario oriental cuando lo sigue todo un pueblo sin importar las consecuencias. Lo sigue un pueblo, integrado por diferentes grupos socioeconómicos. Un líder que guía el surgimiento de la nación Oriental.

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Y en Villa Purificación entre los años 1815 y 1816, convirtiendo a ese campamento militar en una verdadera población. Con decretos, reglamentos y realizaciones concretas para todos los revolucionarios de un lado y otro del Río Uruguay. La Liga Federal es una etapa política truncada pero exitosa para nuestra región rioplatense. ¿Qué hubiera pasado con la figura de Artigas si no hubiese tenido la oposición de los gobernantes de Buenos Aires? Sin duda, hubiera tenido otros opositores. Los tenía en Montevideo, en los portugueses y en la envidia que genera el poder. Hombres como José Artigas, por ser excepcionales y únicos en su tiempo, siempre tienen enemigos. Siempre hay envidia, hay oposición. ¿El retiro de Artigas a Paraguay era su única salida? No sé de estrategia militar, pero creo que sí. Tenía un ejército cansado, poco numeroso en hombres y en armas. Una invasión en el territorio oriental, así como también enemigos políticos desde Buenos Aires y Montevideo. No comparto la tesis de derrota y por eso su ida a Paraguay. Creo que buscó el apoyo de un pueblo paraguayo que siempre le había sido amigo y solidario. Pero lo cierto es que el gobierno de turno no lo comprendió.

¿Cómo ha sido la influencia del pensamiento artiguista en el Uruguay moderno? Uruguay desde 1830 no es el que Artigas tenía como proyecto político de la Provincia Oriental. El Uruguay de hoy puede sentir la influencia del pensamiento artiguista en

aspectos como soberanía, democracia, república. En otros temas, puede haber deseos e intenciones, pero muchos de ellos no concretados. La propuesta del Mercosur –en sus inicios– es una clara forma actualizada de su pensamiento federal.

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Organizados por la Comisión del Bicentenario

Tres actos para reflexionar sobre el ideario artiguista

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ajo el lema “José Artigas. Unión de los Pueblos Libres”, la comisión Bicentenario Uruguay presentó la agenda de actividades para el período 2014-2015, en la que se estimula una reflexión contemporánea sobre la vigencia de las ideas artiguistas. Estas actividades tienen como eje principal la conmemoración de los 250 años del nacimiento de José Artigas y los acontecimientos del período 1814-1815. La agenda de actividades está compuesta por

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tres actos centrales que se realizarán en junio en las ciudades de Sauce –departamento de Canelones–, Paysandú y Artigas. La celebración central tendrá lugar mañana, 19 de junio, en Sauce, en coincidencia con la conmemoración del natalicio del prócer, en el marco de la cual ya fue reinaugurado el museo y centro cultural Casa de Artigas. Esos actos en Sauce incluirán una presentación del grupo de rock Buitres y la reproducción en pantalla gigante del partido por el Campeonato Mundial de la FIFA en Brasil entre las selecciones de Uruguay e Inglaterra. Además se planifican numerosas actividades sociales y académicas, que incluirán la edición de materiales y la realización de concursos y encuentros de reflexión y debate, con la participación de representantes de países de la región. El ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, presentó la agenda de actividades 2014-2015 de la Comisión del Bicentenario de la Revolución de Independencia del Río de la Plata 2010-2015. Ehrlich, en su calidad de presidente de la comisión, explicó que la temática de los espectáculos previstos, definidos por el Parlamento, estará relacionada con acontecimientos de 1815, el Reglamento de Tierras y los hechos relacionados con el camino a Purificación. Subrayó que esta actividad está pensada para estimular a la

ciudadanía a reflexionar sobre la vigencia de las ideas artiguistas. De la presentación también formaron parte el subsecretario de Educación y Cultura, Óscar Gómez, el director general de Secretaría de ese ministerio, Pablo Álvarez, y la representante de la colectividad de artistas involucrados en la agenda de los festejos, la cantautora Mónica Navarro. Álvarez indicó que la Comisión del Bicentenario trabajó especialmente para que las personas con discapacidad también puedan disfrutar de los espectáculos. Con tal finalidad, además de acondicionar espacios accesibles, en los actos se incorporarán intérpretes de señas y se agregará audiodescripción para las personas con baja visión.

Inauguración

Como inicio de la celebraciones de los 250 años del nacimiento de José Gervasio Artigas, con la presencia del presidente José Mujica el miércoles 11 se inauguró el museo y centro cultural Casa de Artigas, en Sauce, situado en el predio de lo que fue la morada del prócer uruguayo. En el acto estuvieron presentes, entre otras autoridades, los ministros de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, y de Turismo y Deporte, Liliam Kechichián, y los embajadores de Alemania, Chile y Argentina. Ehrlich explicó que “esta inauguración reúne la siempre necesaria mirada al pasado, pero también la mirada hacia el futuro, que es hacia donde hay que apuntar, aplicando las ideas artiguistas”. Recordó que Artigas pasó de formar parte de la “leyenda negra” a la del “bronce y el mármol” y “posteriormente se fue acercando a la gente”. Por su parte, el intendente de Canelones, Marcos Carámbula, señaló que en mayo de 1811 los españoles saquearon la casa y las tierras de Artigas, en procura de impactar en lo más querido del prócer, cuando se encaminaba a sitiar Montevideo al comienzo de la guerra por la independencia americana. El intendente agregó que a comienzos del siglo XX un vecino del Sauce reclamó por la situación de abandono en la que se encontraba el

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solar de Artigas y en 1927 se reconstruyó sobre los restos en piedra, parte de la antigua edificación, y se trazaron los límites de la estancia en la localidad de Sauce Solo. El centro que se reinauguró se ubica en el predio de la antigua casa de Artigas, declarada monumento nacional. Allí se exhibirán piezas representativas de la época artiguista, cedidas por la Facultad de Humanidades, obras artísticas del escultor Juan Manuel Ferrari y obras cedidas por el Museo Histórico Nacional, el Archivo General de la Nación y el Museo de la Presidencia de la República.

“Este centro quiere expresar al Artigas de los sauceños, la memoria construida por la gente del Sauce. Ya en 1894 los niños de la escuela del Sauce debían visitar la casa del prócer por decisión de los maestros de la época”, subrayó el intendente. El historiador y antropólogo Daniel Vidart agradeció a las autoridades gubernamentales por devolverle al pueblo uruguayo este centro histórico, “que se convierte en un llamado a la memoria y un cimiento de nuestra identidad, creciendo desde las mismas raíces de la patria vieja”. Recordó el lugar como centro de su niñez,

donde hace cerca de ochenta años fundó junto a otros jóvenes una biblioteca popular. “Queríamos así honrar la figura de aquel héroe civil y protector de los pueblos libres que fue Artigas, el gran traicionado desde adentro y desde afuera de esta patria, que hoy los historiadores de América reivindican como el fundador del federalismo en un continente mestizo”. En la ocasión también se firmó un acuerdo entre el Ministerio de Educación y Cultura y la Intendencia de Canelones con la finalidad de fomentar actividades en el centro.

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Figura y personalidad de Artigas

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l producirse el estallido de la Revolución Oriental, José Artigas tenía ya cuarenta y siete años de edad. Su experiencia vital que le hacía el más sagaz intérprete de la tierra y de los hombres de la Banda Oriental y comarcas circundantes lo autorizaba para ser el conductor señalado del destino de los pueblos platenses en su tránsito del viejo régimen hispánico al nuevo orden de la libertad. Algunos de sus contemporáneos han dejado la descripción de su figura y personalidad moral, referida al momento de su apogeo en 1815. Así dice en sus Memorias el Gral. Nicolás de Vedia, que lo conoció desde el colegio, donde fue su compañero: “Es Artigas de regular estatura, algo recio y ancho de pecho. Su rostro es agradable; su conversación afable y siempre decente; come parcamente, bebe a sorbos, jamás empina los vasos. No tiene modales agauchados, sin embargo, de haber vivido siempre en el campo”. Había nacido el 19 de junio de 1764 en la ciudad de Montevideo, en la casa que habitaban sus padres, lindera a la de sus abuelos maternos, sitas en los terrenos que hoy ocupan las fincas números 1486–90 y 306, 308 y 310, de las calles Colón y Cerrito, respectivamente. La tradición, empero, ha situado este acontecimiento en la llamada “Azotea de los Artigas”, en el Sauce, donde se venera, con unción patriótica particular, la memoria del héroe. Esta afirmación tradicional, sin embargo, no puede mantenerse frente a los resultados de la investigación que, además de ubicar el hogar natal del Caudillo en el referido paraje de la ciudad de Montevideo, ha permitido establecer que la propiedad del Sauce –herencia de su madre– recién comenzó a ser explotada por su padre don Martín José en 1776, cuando José Artigas tenía ya doce años de edad. Era José Gervasio el tercero de los hijos del matrimonio de Martín José Artigas y Francisca Antonia Pascual Rodríguez, conocida por Francisca Antonia Aznar. Artigas pasó los primeros años de su vida en la ciudad y en la chacra de sus padres, en la margen occidental del arroyo Carrasco. Tras

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un breve pasaje por la escuela de primeras letras del Convento de San Bernardino, de los Padres Franciscanos, se decidió por la vida en campaña. En 1791, al levantarse el padrón del partido de Sauce y Pantanoso, aparece en él Martín José Artigas, con su esposa y tres hijos; José se había alejado ya del hogar paterno. Por esa fecha se encontraba en la zona de Soriano, donde actuaba asociado “a un señor Chatre”, en la recogida de ganados, procedentes de las estancias misioneras. Entre 1794 y 1796, hay noticias de sus andanzas por el norte del Río Negro y en las zonas limítrofes con Brasil, haciendo corambre en el Cuareim, en compañía de otros “changadores”; “conduciendo más de cuatro mil animales y al mismo tiempo cogiendo ganado” al frente de “80 y tantos hombres de armas”. La documentación prueba que Artigas, como hijo de su tiempo, participó en faenas clandestinas y en el trajín del contrabando, en la zona norte de la Banda en su mocedad. El 10 de marzo de 1797, Artigas, con muchos de sus compañeros de aventuras, se enroló como soldado en el “Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo”, haciéndose presente en el Cuartel General de dicha unidad en Maldonado. En agosto de 1797 era comisionado al frente de una partida de 30 hombres para contener las incursiones de los changadores portugueses y los malones indígenas. A su regreso de esta misión, en Montevideo, en enero de 1798, ya había sido designado –en octubre de 1797– Capitán del Regimiento de Milicias de Caballería. El nuevo Jefe de Milicias continuó, sin embargo, al mando de los Blandengues, donde el 2 de marzo de 1798 se le designó Ayudante Mayor con el grado de teniente, cuyo grado le sería confirmado por el rey, en enero de 1799. Pese a sus destacados servicios, recién sería capitán el 5 de setiembre de 1810, lo que le fue conferido por el brigadier Joaquín de Soria, con carácter interino. Al aprobarse el plan de don Félix de Azara, de fundar poblaciones en la frontera de la Banda con Brasil, Artigas fue designado para actuar como Ayudante del sabio geógrafo, por su conocimiento de la campaña. Azara le encargó proceder al deslinde y entrega de los solares en el recién fundado pueblo San Gabriel de Batoví.

Allí tendría oportunidad de vivir una aleccionante experiencia, con el asalto portugués a las guardias fronterizas de Santa Tecla y Batoví y la ocupación de las Misiones. De resultas de la guerra con España, el capitán general de Río Grande del Sur movilizó sus fuerzas sobre el territorio español de la Banda, apoderándose de las guardias de Santa Tecla y Batoví, mientras el aventurero José Borges do Canto ocupaba los pueblos de Misiones en agosto de 1801. Había sido ocupada, asimismo, la villa de Melo, de la que fueron desalojados cuando los efectivos hispánicos de la Banda se disponían a continuar la liberación de los demás territorios, en cuya acción fueron detenidos por la noticia de haberse firmado la paz, en Badajoz. En las acciones militares de esa difícil guerra fronteriza le cupo actuación destacada a Artigas, que en marzo de 1803 regresó a Montevideo permaneciendo casi todo el año “enfermo en su casa”. A fines de abril de 1804, el gobernador Pascual Ruiz dispuso que tomara el mando de 50 hombres para atacar a los indios rebeldes que asolaban las estancias del norte del Río Negro. En dicha campaña, Artigas chocó, reiteradamente, con el comandante general de Misiones, coronel Tomás de Rocamora, conflicto que fue solucionado por la intervención del teniente coronel Francisco Javier de Viana, que elogió su disposición y eficiencia. Poco después era elevado el pedido de Artigas de retiro, por razones de salud, “con el goce de fuero militar y uso de uniforme de retirado, en premio de sus útiles servicios”. En esta época actuó como “oficial del Resguardo (aduanero) con jurisdicción del Cordón al Peñarol”. El 23 de diciembre de 1805 contrajo matrimonio con su prima Rosalía Villagrán Artigas, invocando al solicitar la dispensa ante las autoridades eclesiásticas por el grado de consanguinidad que los unía, “el deseo de sacar de la especie de orfandad y pobreza en que se halla la expresada prima siendo hija de una madre viuda sin haberes ni auxilio seguros para su subsistencia”. Al año siguiente nacía su hijo, José María, y luego dos niñas, Francisca Eulalia en noviembre de 1807, y Petronila, en diciembre de 1809; ambas fallecieron a los pocos meses de vida y en tales circunstancias, Rosalía padeció un des-

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equilibrio mental que la sumiría en la enajenación, hasta su muerte en febrero de 1824, en la extrema pobreza. Tuvo, sin embargo, el Caudillo, otros hijos, de filiación natural. En 1791 había nacido su primogénito, Manuel, cuya madre, Isabel Sánchez o Velásquez, le daría tres hijas más: María Clemencia, María Agustina, y María Vicenta, habiendo fallecido las dos primeras, de corta edad. Otro hijo, Roberto, lo hubo de su relación con Matilde Borda, hacia 1813. Este, a su vez, sería padre de dos hijas, Matilde y Angelita Artigas. Santiago y María, nacidos en Purificación, entre 1817 y 1819, fueron sus últimos vástagos, habidos con la paraguaya Melchora Cuenca. Al producirse las invasiones inglesas, no acompañó, en un primer momento, la expedición organizada en Montevideo, para cooperar con la defensa de Buenos Aires, por cuanto el Cuerpo de Blandengues permaneció guareciendo varios puntos de la campaña oriental. Pero, poco después, Ruiz Huidobro lo comisionó, con pliegos para Liniers, al que alcanzó en los Corrales de Miserere, participando en las acciones del Retiro y de la Plaza de la Victoria. Liniers, entonces, le confió el parte del triunfo obtenido sobre los ingleses; al cruzar el Río de la Plata en dirección a la Colonia, se hundió la embarcación en que viajaba, perdiendo su equipaje y efectos personales, y alcanzando la costa a nado. Durante la segunda invasión inglesa volvió a actuar a las órdenes del viejo comandante del Regimiento de Blandengues, Cayetano Ramírez de Arellano, mereciendo su expresa citación, por haberse comportado –con otros oficiales del Cuerpo– “con el mayor enardecimiento, sin perdonar instante de fatiga, animando a la tropa, sin embargo de que no lo necesitaba, por el ardor con que se arroja al fuego de los enemigos”. Por ese entonces, hacia agosto de 1807, ocupó la plaza de Comandante Interino de la Colonia. Investigaciones modernas han comprobado que Artigas, en su calidad de Ayudante Mayor del Cuerpo de Blandengues, acumuló, en cierta época, a sus cometidos habituales de celar la campaña, perseguir el contrabando y conservar el orden público, otra investidura especial, como magistrado con competencia en materia de tierras fiscales. Elío, designado gobernador interino de Montevideo, después de las invasiones inglesas, adicionó a este cometido el de Comandante General de la Campaña, con funciones jurisdiccionales, y también de policía y gobierno, en cuanto le competía velar “por la seguridad, tranquilidad y conservación de los vecinos y hacendados. Cuando en tal carácter instituyó a Artigas, comandante de la Partida Celadora encargada de actuar en la zona ubicada al norte del Río Negro, a fines de 1807, también lo “facultó para siempre”, para que, cuando se le presentaren “algunos vecinos que se quieran establecer en los terrenos que hubiesen realengos”, los pusiera en posesión legítima y les diera un certificado –o “conste”, como se decía entonces–, que oficiaba de título de dominio, acreditando la donación. El procedimiento no era el habitual. El interesado, en vez de seguir el fatigoso trámite de las denuncias, comparecía en audiencia oral ante el magistrado, quien, si el peticionante era acreedor a la gracia, le reconocía el derecho posesorio y le señalaba los linderos. Planteada la ruptura de relaciones entre Montevideo y Buenos Aires, en 1810, Artigas actuó en Entre Ríos para sofocar los brotes “juntistas”, retirándose luego a Colonia con su Compañía de Blandengues. El 15 de febrero de 1811, Artigas abandonó la causa “regentista” junto con el teniente Rafael Hortiguera y seis de sus hombres y del cura párroco de Colonia, José María Enríquez Peña, pasando a ofrecer los servicios orientales al gobierno porteño de la “Junta Grande”, ahora representativo de todas las Provincias. Ahí daría inicio su gesta. (Extraído del libro Crónica general del Uruguay, de Washington Reyes Abadie y Andrés Vázquez Romero).

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