Bicentenario Numero 2

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EDITORIAL

1815

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ño 1815. Las fuerzas artiguistas lograban por primera vez, aquello que tanto añoraban y que los había llevado a cuatro años de andar con la patria al hombro. Una batalla a escasos kilómetros de Montevideo había marcado el camino hacia el primer sitio, varios meses de resistencia y una negociación mezquina (Armisticio de octubre) precipitaron las primeras diferencias entre la capital mandona y los orientales en armas. La revolución tenía obviamente un timón a orillas del riachuelo, y el mismo caudillo respetaba aquello y añoraba la unión de las Provincias Unidas pero no bajo el signo de la sujeción sino de la autonomía. Un retiro forzado del pueblo en armas fue generando una serie de reuniones en diferentes puntos, la Panadería de Vidal, la Quinta de la Paraguaya y el arroyo San José marcaron la postura de los orientales. Artigas será sindicado como el Jefe de los Orientales. El camino hacia el Ayuí fue largo y penoso, interminables caravanas de carretas, jinetes, pueblo a pie “redotado” por las intrigas capitalinas. El cruce del río y el establecimiento en el Ayuí determinó a Artigas como Gobernador de Yapeyú, un triste premio a su obediencia desde la capital. Un segundo sitio abrió el año 12, tras un cortocircuito entre Artigas y el triunviro Manuel de Sarratea en una intriga de dimensiones literarias. Un intento de asesinato, involucrando a uno de los lugartenientes del caudillo, selló la suerte de Sarratea, quien exigía solamente ser líder del ejército en la Banda Oriental. Cuando la situación entre los dos líderes estaba en su momento más álgido, de repente las caballadas de Sarratea desaparecieron en la oscuridad de la noche. Estaba inmóvil. De esa forma terminó de dirimirse el conflicto que culmina con la nueva entrada de los orientales y el segundo sitio. José Rondeau fue el porteño involucrado en ambos sitios con Artigas. Una amistad se conservaba entre ellos. 1813 fue el año de la Asamblea constituyente 2

en Buenos Aires. Aires renovadores soplaban en la capital, que se abría al resto de las provincias para confeccionar una constitución. Los orientales respondieron rápidamente al llamado de Buenos Aires y Artigas, fiel al sistema representativo de cuño esencialmente hispánico, les da a las comunidades la responsabilidad de elegir diputados. En abril se reúne el Congreso de las Tres Cruces. A disparo de cañón del ejército sitiador, lejos del poder de las armas (Artigas siempre fue claro en eso) se reunieron los orientales. Una oración inaugural abrió las discusiones de aquellos hombres (en general hacendados) con la impactante frase roussoniana “mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana”. Unas instrucciones fueron entregadas a los diputados elegidos, entre los que despuntaba el cura patriota Dámaso Antonio Larrañaga. Independencia, Confederación, libertad de cultos, separaciones de poderes, autonomía, comercio interporvincial, trabas al despotismo militar y especialmente un pedido significativo: que la capital del nuevo estado este fuera de Buenos Aires. Los diputados orientales fueron rechazados por la asamblea por estar viciados de nulidad, por una cuestión electiva. Y más allá de que los porteños tenían razón, y había demasiados diputados orientales, las instrucciones y su contenido latían en esa decisión. Tras el desplante porteño a los diputados orientales, se efectivizó un nuevo congreso, denominado capilla Maciel organizado por Rondeau, empero el caudillo oriental rechazó aquel congreso y partió del sitio. La marcha secreta denominó aquella partida tras el velo de la noche con el grueso de sus hombres. 1814 fue el año de la victoria porteña sobre los montevideanos, y en el que por primera vez Montevideo sucumbía ante los revolucionarios. Carlos María de Alvear ingresaba triunfante a la capital descreída y utilitaria, que culminaba transando con los porteños. La discordia entre Buenos Aires y Artigas era abierta y llevó al conflicto armado. La batalla de Guayabos en enero de 1815 marcó la victoria de las fuerzas artiguistas lideradas por el joven Fructuoso Rivera, e hizo retroceder nada menos que a Manuel DoCARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

rrego y abrió las murallas de Montevideo tras la retirada porteña. 1815 marca entonces el año de establecimiento de los orientales en Montevideo, primero de la mano de Fernando de Otorgués y posteriormente de Miguel Barreiro. El cabildo de Montevideo comienza a tener un protagonismo importante y completa el mandato del caudillo primero desde Paysandú y luego desde la recién fundada (entre mayo y junio) Villa de Purificación. Tras la victoria artiguista y el establecimiento en Montevideo de una parte del ejército, Artigas desde Purificación intentó llevar adelante una serie de medidas tendientes a reorganizar la provincia oriental y al mismo tiempo, establecer una liga federal, en la que Buenos Aires quedaba por fuera. El Congreso de Oriente del 29 de junio de 1815 marca el inicio de la Liga Federal y el advenimiento de Artigas como Protector Nominal de los Pueblos Libres. Una estructura piramidal de caudillos, que tenía al oriental en la cúspide, cada uno en su provincia. Desde Purificación –capital de hecho de aquella unión– Artigas organizaba aquella liga y su propia provincia, mientras Buenos Aires intentaba desesperadamente transar con él. Llegaron emisarios, primero a Paysandú y luego a Purificación con papeles e inclusive con la idea de Independencia nacional para la provincia, pero Artigas desairó aquella posibilidad dejando claro que aquello no podría ser nunca una independencia nacional. Desde Purificación partieron los primeros corsarios artiguistas, allí nació la Armada Nacional de la mano de Pedro Campbell según algunos estudiosos, y se estableció un punto estratégico, geopolítico en litoral de su poder. Artigas firmó además un tratado con Su Majestad Británica, generando el primer acto diplomático para muchos otros investigadores. El reglamento aduanero se estableció como forma de comercio interprovincial y el reglamento para la provincia oriental para fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados intentaba reorganizar la provincia desde un signo tradicional, hispano y no por eso poco revolucionario: que la tierra cumpliera una función social. Y


EL PROBLEMA DE LA TIERRA

Un viejo debate contemporáneo El “Reglamento provisorio para el fomento de la campaña de la Banda Oriental y seguridad de sus hacendados”, es uno de los documentos más importantes del pensamiento artiguista. El campamento de Purificación fue protagonista de aquel reglamento, y de su alcance.

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a revolución mostraba una cara social, disfrazada tal vez en contenidos políticos; detrás de la necesidad de poblar una campaña desierta y destruida por casi cuatro años de guerra (matiz económico), aparecía el matiz social (“Los más infelices serán los más privilegiados”) que escondía, a su vez, un matiz político en el que se les otorgaba tierras a los seguidores del proyecto y se les quitaba a los enemigos del sistema (“... malos europeos y peores americanos”). José Pedro Barrán y Benjamín Nahum lo denominaron con maestría “Justicia revolucionaria”. Así que Purificación aparece en esos momentos con una dimensión más profunda, no tanto villa precaria de vivienda de soldados y reos, más allá de puerto estratégico, o campos de prisioneros o capital de los pueblos, como un centro de gobierno. Allí en días consecutivos se promulgaron (por el poder de las palabras) dos reglamentos, uno de tierras y otro de corte aduanero. De alcance provincial y de alcance federal respectivamente. El matiz social de este reglamento y su alcance ha llevado a muchas relaciones con el presente y direccionamientos varios. A este respecto el historiador Guillermo Vázquez Franco sentenciaba que este reglamento, “... ni se adelanta a

los tiempos ya que no es de ‘cuña socializante’ (recién despuntaba en Europa un embrionario pensamiento socialista), ni tampoco corresponde con su propio tiempo en que ya prosperaba la concepción burguesa de la propiedad privada”. La idea de relacionar bienes con pertenencia política es de vieja data. Sostiene Ana Ribeiro, “La Revolución, el Gobierno realista de Buenos Aires, por igual, relacionaron los bienes de las personas con la pertenencia política de estas a uno u otro partido”. (1) Este es un documento en que se mezclan ideas hispánicas tradicionales e “ideas nuevas” para cumplir una función clara, debilitar a los “infieles”; amén de otras funciones sociales y eminentemente económicas. Se basa en la costumbre, no es un modelo revolucionario popular, ni siquiera juega un papel desencadenante en la revolución; más de la poca popularidad entre los hacendados, que llevó a los primeros cotilleos, justamente contra el caudillo y por ende contra el sistema. Según algunos historiadores, la base del pensamiento artiguista sobre la campaña, fue la conciencia española. La que durante años se preocupó por lo que se denominaba “el arreglo de los campos”. Y fue, decreto a decreto, reglamento a reglamento, intentando terminar con esta problemática; así fue que arribó el ilustrado español Félix de Azara a estas tierras.

milicias y comandante de la campaña de Montevideo). Los ejemplos de memorias y reglamentos que anteceden al de Artigas, y que traducen en él la preocupación de la época, son más vastos todavía. El 1º de junio de 1800 el Coronel Joaquín de Soria, comandante de la Villa de Melo y de la guardia y Fortín del Cerro Largo, bosquejaba al Virrey Marqués de Avilés su plan sobre el arreglo de los campos. Esencialmente muy parecidos a las expuestas hacía catorce años por Antonio Pereira. Mucho más cercanos a Artigas en su accionar como Blandengue, encontramos dos documentos. Por una parte las prevenciones del mismo Marqués de Avilés, dadas con fecha

LEGISLACIÓN HISPANA

Buscando antecedentes ciertos de este reglamento, encontramos vastos y muy variados, que nos hablan de una problemática real de los funcionarios españoles. El primer antecedente serio data de 1786, sesenta años después de la fundación de Montevideo. Expuesto en una memoria datada del 15 de julio de 1786, es obra de Antonio Pereira (ex teniente de CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

FÉLIX DE AZARA

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2 de enero de 1800 al Capitán de Blandengues Jorge Pacheco. Más allá fue el Reglamento sobre tierras fronterizas del 4 de abril de 1805, que el Marqués de Sobremonte puso en vigencia por bando, el 6 de mayo de 1805. Más cercano y no tan completo, el Bando de Francisco Xavier de Viana también de 1805. El derecho español e indiano era la base. Pertenecen a una misma cultura ambiente y responde a una cuestión común. Inclusive y con miedo a caer antipático, vale decir que cuando los porteños entraron a Montevideo en 1814, meses antes que los orientales, y en medio de un ambiente y una política antiartiguista; no sólo desde el nuevo diario pro porteño El Sol de las Provincias Unidas (ex la Gaceta de Montevideo), sino desde los principales componentes del nuevo gobierno; en medio de este régimen tan calamitoso para la ciudad puerto, se decide entregar tierras en aquel Montevideo tomado. Son particularmente Pedro Feliciano Saenz de Cavia (¡vaya antiartiguista!) y Pedro Fabián Pérez quienes hacen los honores. Dicha tierra era entregada en usufructo a quien la trabaje. Matiz especialmente hispano y al que Artigas está adscrito. José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, por ejemplo, plantean que es este pensamiento –el hispano– el que da origen al Reglamento Provisorio de 1815. Esta conciencia de: poblar la campaña, defender la frontera (piénsese que donde existía un portugués, Portugal tenía soberanía), repartir las tierras e intentar liquidar al ausentismo.

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Este reglamento posee además dos matices claros: uno económico, comúnmente trabajado, aquello de arraigar al paisano a la tierra para producir (casi que cultural), en una provincia que se encontraba devastada por la guerra y prácticamente improductiva. Un cariz social, que se trabaja en la mayoría de los casos (socioeconómico en definitiva). Pero cómo negar el matiz meramente político. Está determinado por la política. Según Vázquez Franco: “El Reglamento es también él, una medida prioritariamente política, antes que social, económica o financiera, que no ataca el latifundio por el latifundio mismo sino por la política del latifundista”. Por esto es que se habla de la poca popularidad de esta reforma entre el patriciado oriental, que es hasta ese momento (en gran medida) su aliado.

LA TIERRA Y SU FUNCIÓN SOCIAL

Comencemos con el concepto de propiedad privada. En el reglamento, la propiedad de la tierra se da en beneficio de la comunidad, y no de las personas. En usufructo. Por tanto lejano está de ideas liberales o concepciones burguesas de propiedad privada. Estamos ante ideas de cuño hispano y se contrapone justamente a las concepciones meramente liberales. Puede decirse entonces: “Reflexionando ahora sobre el conjunto de los preceptos legales que regularon en indias el dominio y aprovechamiento de las tierras de realengo, parece evidente la conclusión de que toda la doctrina jurídica promulgada por el estado español a este respecto (el de la propiedad), estuvo inspirada por el principio de que la propiedad privada de la tierra en las indias habría de cumplir en su ejercicio, una función social”. (2) El propio derecho castellano, que forma el derecho indiano, hunde sus raíces en las doctrinas de los romanistas del renacimiento y en fuentes más lejanas todavía (por ejemplo en las leyes de partidas y en el código Visigótico), y nos habla de que la propiedad en su base debe tener una función social. Esta es una idea netamente medieval, comunitaria y corporativa. La representación de la tierra como algo comunal, o sea comunitario, se encuentra arraigada en el reglamento, en el artículo XIX del mismo se plantea que:

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“Los agraciados, ni podrán enajenar, ni vender estas suertes de estancia, ni contraer sobre ellos débito alguno, bajo la pena de nulidad hasta el arreglo formal de la provincia, en que ella deliberara lo conveniente”. La tierra es sencillamente de la comunidad y los usufructuarios no pueden negociar con ella, ya que la misma pertenece a todos. Esta noción se puede comparar con muchas de las normas aplicadas por Felipe II, nada menos que en el siglo XVI. Por ejemplo con lo que tiene que ver con la propiedad de la tierra, que es orientada a mejorar las condiciones generales de explotación, y no a los intereses privados del Rey. La tierra cumple en esencia, una función social. En 1743 Campillo –Intendente y Ministro de Hacienda de Su Majestad Felipe V– plantea una especie de reforma agraria (dejemos de lado los paralelismos políticos). En esta reforma y según el latinoamericanista Richard Konetzke “... la tierra debe pertenecer al que la trabaja”. Mucho más cerca los reglamentos rioplatenses y quizás el más sorprendente y decididamente cercano al caudillo. Mencionábamos páginas atrás cómo el Montevideo porteño de 1814 entregaba tierras en “usufructo”. Eran Cavia y Pérez los que debían bregar por el arreglo de la campaña, “proponiéndose el reparto de los terrenos inmensos que tienen algunos particulares en brazos industriosos”. Lo que parece libertario y radical, puede volverse conservador y tradicional, dependiendo de la época y de la cultura de la que hablamos. Pero más allá de ídolos de los orígenes que podamos buscar; es claro que a mediano y a corto plazo encontramos una serie de documentos que son base del artiguista. El mismísimo Don Pedro Millán en la fundación de la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo dispone que: “Item- Que los pastos, montes, aguas y frutas


silvestres hayan de ser comunes aunque sean tierras de Señorío como se previene en la ley cinco, siete y ocho del Título quince del mismo Libro cuarto, en tal manera que ninguno pueda impedir á otro el corte de la leña y maderas necesarias para sus fábricas...”. (3)

FÉLIX DE AZARA

Otro punto fundamental, en el arduo camino de encontrar las raíces del artiguismo, de revelarlo; ... es el legado de Félix de Azara en el territorio oriental del Uruguay. Y este legado es clara prueba de que el caudillo sintetizó en su pensamiento parte del de Azara. Más precisamente su pensar sobre nuestro campo, sus problemas y las soluciones a plantear. El naturalista recorrió estas tierras de la mano de Artigas, un gran conocedor de los terrenos de la Banda Oriental. Luego de haber fundado San Gabriel de Batoví (1800), y de haber hecho un exhaustivo estudio de la campaña Oriental, diseñó un plan para la Banda Oriental. Su relación con Félix de Azara, por lo pronto, puede haber inyectado algunos conceptos en la mente siempre vivaz del joven caudillo. Siendo Artigas parte integrante del Cuerpo de Veteranos Blandengues de la frontera de Montevideo, fue el encargado de guiar al “sabio” geógrafo y naturalista Español. Es extraño pensar que Artigas no haya sido influido por éste. “No puede negarse, por lo demás (...), la influencia y el carácter revelador que sin duda debió tener para Artigas su actuación y relación con Azara”. (4) ¿Quién era este Félix de Azara y que influencias poseía? Félix de Azara nació en Barbuñales, Huesca, España, en 1746. De profesión naturalista, geógrafo, marino e ingeniero militar, se destacó por sus estudios sobre Paraguay y el Río de la Plata. Trabajó también compilando y describiendo especies de la flora y fauna de esa región. Cursó en la Universidad de Huesca estudios de historia, legislación y filosofía y culminó en Barcelona. Ingresó luego en el Cuerpo de Ingenieros Militares. En la carrera militar aprendió matemáticas, ingeniería, arquitectura y dibujo militar. Fue héroe en la campaña de Argel en 1775. En 1781 fue enviado a América, con la comisión que había de establecer los límites entre las posesiones de España y Portugal. Allí permaneció hasta 1801. Tiempo en el que pensó y actuó en los problemas agrarios de esta parte del mundo. Algunos años más tarde se retiró a su Huesca natal, donde falleció en 1821. Este geógrafo, naturalista y con variados conocimientos en matemáticas, era un distinguido “representante del arma de ingeniería hispánica”, y por supuesto no estaba por fuera de las corrientes liberales y reformistas; todo se mezcla en su pensar. La Memoria Rural sobre el estado rural del Río

de la Plata en 1801, fechada el 9 de mayo de 1801, en la mismísima San Gabriel de Batoví. Algunos puntos del mismo. En el punto 1 dice claramente: “Dar libertad y tierra a los indios cristianos...”, podríamos decir a los más infelices, aunque aquí se está planteando el reparto de las tierras e intentando poblar la campaña y menguar el éxodo de indios masivo. Ya que el verdadero propósito de Azara es que no se fueran a Portugal, (así es como lo plantea). Pero lo reafirma en el punto número 6, cuando dice: “Dar título de propiedad de las tierras que tuviesen pobladas a los que no las tienen, y son los más desde el Río Negro a Montevideo”. Y vuelve a reafirmarlo en el punto número 7 al decir: “Anular las compras que se hubiesen hecho fraudulentas, las de enormes extensiones y las que no se hubiesen poblado en tiempo, repartiéndolas a pobres”. Al contrastar los dos reglamentos, se trasluce cierta similitud; más, si lo contraponemos con el artículo 6 del Reglamento (documento original): “Por ahora el S.or Alc.e Prov.l y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la campaña –por ello revisará cada uno en sus respectivas jurisdicciones los terrenos disponibles, y los sugetos dignos de esta gracia, con pretensión, q.e los más infelices serán los más privilegiados. En conseq.a los Negros libres; Los Sambos de esta clase, los Indios, y los criollos pobres todos podrán ser agraciados en suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien, propenden à su felicidad, y la de la prov.a”. No planteamos tampoco la idea de que sean idénticos (pues no lo son), ni que tuvieran los mismos horizontes. Pero en este documento aparece puntualizado notoriamente a quién deben ir asignadas las tierras, (el de Azara ponía énfasis en este punto remarcándolo tres veces, puntos 1, 6 y 7); aquello de los más infelices..., tal vez pueda ser también una constante en la tradición reglamentaria colonial. También aparece proyectado en el Real Acuerdo de 1805, que concedía preferencia a lo “vagos que se denominan gauderios o changadores...”.

“Sesto, dar títulos de propiedad de las tierras que tuviesen pobladas a los que no las tienen (…) quitándoles las que no tengan bien pobladas, para darlas a otros siempre con la condición de vivir cinco años y tener armas listas”. Según los Historiadores José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, al analizar el reglamento de Azara plantean que era un “gran plan”, digno émulo del reglamento del 15. En resumen, los doce puntos del reglamento del naturalista tienen un completo plan de reorganización de la campaña, la población existente en ella y las riquezas que en esta existen. Por todo esto, creemos pertinente pensar que fue unos de los basamentos para el reglamento del año XV, aunque no el único. En este, hay una idea de “comunidad” pues no es una solución propietarista, no es hija entonces del liberalismo. Procede de una concepción comunitaria del uso de los bienes. Y (1) RIBEIRO Ana. “Los tiempos de Artigas”. Editorial Planeta. Montevideo. 2009. Pág. 81. (2) BARRAN J. P., NAHUM B., “Bases económicas...”, Ob. Cit. Pág. 106. Citando a José M. OTS CAPDEQUÍ. (3) ARCHIVO ARTIGAS, Ob. Cit., Tomo I, Pág. 8 y siguientes. (4) REYES ABADIE Washington, BRUSCHERA Oscar, MELOGNO Tabaré. “El ciclo artiguista”, Ed. Margarita Silberberg, Montevideo, 1977. Pág. 121

EL AUSENTISMO

Rastreando un poco en el pasado, Felipe II –por Real Cédula de 5 de septiembre de 1595– limita el ausentismo de los colonos del sometido Reino de Granada, a un lapso no mayor de 4 meses y a su vez se obliga a los poseedores de dos o más predios a optar por uno, y debe dejar los otros en libre disponibilidad. Aun más, en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680 en los repartimientos de tierras se debía tomar posesión de estas en tres meses, y se había de hacer de ellas plantíos so pena de perderlas. José Joaquín de Viana, a la sazón Gobernador de Montevideo, el 24 de noviembre 1761 concede tierras a una viuda. Pero lo hace con la condición de poblarlas y arbolarlas. El reglamento artiguista es enemigo del latifundio y del ausentismo. Enfermedades viejas ameritan soluciones viejas. El reglamento revolucionario genera la obligación de trabajar el campo. Da plazo para esto, 3 meses máximo so pena de perderlas. Muy parecido a las Leyes de Indias e incluso a la Real Cédula del Rey Felipe II.

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EL EJÉRCITO ARTIGUISTA

Una década de resistencia Alguna razón debe existir, más allá de la épica, de la epopeya, de lo heroico o inclusive de la divina providencia, que explique cómo fue capaz de resistir por una década un Ejército que debió enfrentar las invasiones de poderosas tropas: portugueses, porteños, brasileños, incluyendo las traiciones, intrigas, deserciones y conspiraciones de las que recurrentemente fue objeto su conductor el General José Artigas. Por si esto no bastara, desde temprana edad nos han remarcado la pobreza, la escasez de recursos (equipo, vestuario, armamento, cañones y municiones) y la permanente inferioridad numérica de sus tropas, atendiendo inclusive operacionalmente, más de un frente a la vez.

ocupando los más variados puestos integraron ese Ejército. El desafío es entonces, identificar esas características o cualidades, por encima de aspectos espirituales, morales o sociológicos que sin duda también cuentan. No obstante nos referiremos a aspectos más tangibles y abordándolos desde un punto de vista que pretende tener ciertos visos de originalidad a partir de su fundamentación y arriesgándonos inexorablemente a la crítica al salir de ese ámbito de comodidad que resulta “de seguir el trillo” de lo históricamente consensuado.

ORGANIZACIÓN MILITAR EN LA ESTRUCTURA SOCIAL INDIANA

Para los españoles, el concepto de defensa queda definido en el siglo XIII, donde Alfonso “El Sabio” explicaba que según los antiguos griegos y romanos, en “defender” yacían tres cosas: esfuerzo, honra y poderío. De esta forma, si bien se consideraba que la población en general era la que debía proteger su tierra de los enemigos, específicamente le correspondía al caballero la

CORONEL ALFREDO J. BRAVO* CORONEL ANTONIO F. OLANO*

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la luz de esta realidad, la ponencia que nos motiva es la de explicar el porqué de esa prolongada resistencia. No sería serio tampoco atribuirlo a la casualidad, algunas fortalezas, entre tantas debilidades, deben haber jalonado ese largo período de lucha. La vida castrense de Artigas es el ejemplo de muchas otras, quizás cientos de habitantes de la Banda Oriental que 6

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tarea de defenderla y protegerla. Para el siglo XV, se advierte un cambio en la doctrina cuando el concepto predominante es el de la defensa como una responsabilidad de todos los vecinos, estantes y habitantes de las Ciudades, Partidos y Villas, de cada República Española. Para lograr este cometido se requería una cierta cohesión social en valores y virtudes, básicamente en aquellos que dirigían las tropas en los diferentes niveles. Es de esta manera que en general nos referimos a la formación militar del caudillo de la guerra. Esta formación, era un proceso de educación a lo largo de su vida, que se iniciaba con la educación en virtudes en la infancia, dada por su familia y educadores, continuando en la adolescencia y juventud, trazando su camino hasta adquirir la madurez. En cuanto a las virtudes, según los griegos, todos los seres humanos para ser “ciudadanos relevantes, útiles y perfectos”, deberían tener cuatro virtudes básicas, la “cordura”, la “fortaleza”, la “mesura” y la “justicia”. Virtudes estas que no necesariamente son innatas sino que se construyen a lo largo de la vida. Pero de nada servían sin la vergüenza


que reunía las cualidades de dignidad y honradez (honor), que a través del “trabajo” y la “hombría de bien”, trasmitían a sus descendientes un “buen linaje”. En cuanto a las correspondientes al caudillo de la guerra, Alfonso “El Sabio”, expresaba que las cualidades eran el “esfuerzo”, la “maestría” (conocimiento) y el “seso” (prudencia). Además, entre otras cosas, debía ser comunicativo y claro, reservado y modesto, “leal” y con capacidad de “discernir”. En este aspecto el Capitán don De Vargas y Machuca explicaba en su libro “Milicia y descripción de Las Indias” de 1599, que: “En la milicia indiana el trabajo todo es del caudillo”. Este principio expresaba que el caudillo gobernaba, castigaba, pactaba e intercedía, así como también dirigía y premiaba. Era médico y enfermero, y al enfermo y herido ayudaba a cargarlo. Debía ser padre y velar por sus hombres en detrimento de su comodidad al “descalzarse é ir descalzo por el camino por calzar al soldado y remedir no más precisa necesidad que la suya”. El Sistema de Defensa y la Organización Militar española en el Río de la Plata sufrió modificaciones en función de las amenazas y necesidades. Este sistema se basaba en dos componentes, el Cuerpo Veterano y el Cuerpo de Milicias. El primero era la fuerza militar profesional, integrada por oficiales y personal de tropa, dedicados íntegramente a la vida militar. En cambio las milicias era aquella tropa constituida por todos los hombres habitantes, que integraban la población en general y que además de su profesión civil (comerciantes, hacendados, peones, etc.), debían cumplir con la obligación de defen-

der su territorio. Estas milicias eran una antigua costumbre española, que junto a la escasez de recursos humanos de Tropas Veteranas, exigía la máxima contribución de los vecinos, estantes y habitantes para la defensa de cada Reino en América, existiendo así una íntima relación entre los llamados “Padrones de vecinos” y las “Listas de Revista de las Milicias de cada Partido”. Esta milicia local desde 1730 estaba integrada por todos los vecinos, estantes y habitantes del lugar, cuya edad iba desde los 15 hasta los 60 años. En 1781, el Virrey don Vértiz y Salcedo decretó la transformación de Unidades de Milicias y se modificó la edad de servicio para integrar las milicias, disminuyendo a 14 años, aumentando en 1801 a 16. Un aspecto a destacar el importante aporte que las Tropas Veteranas hicieron a lo largo del siglo XVIII; muchos de ellos al finalizar su servicio decidían permanecer y solicitaban la baja cuando su Unidad debía retornar a la península, hecho que era fomentado desde la propia corona entendiéndola como una acción civilizadora. Estos veteranos afincados trasmitieron su experiencia y conocimiento militar a los Cuerpos de Milicias. Asimismo, una vez que se retiraban, podían adquirir la calidad de colonizador o habitante, contrayendo la correspondiente obligación de integrar el “Cuerpo de Milicias”. Este hecho, determinaba que la calidad de esa Compañía de Milicias, a la cual se integraban estos vecinos, estantes o habitantes se vería aumentada debido al aporte de su experiencia militar. Paralelamente y ante la inseguridad que atravesaba la campaña, los “Vecinos Hacendados criadores de ganado de la Jurisdicción de Montevideo”, elevan en una extensa pieza documental al Cabildo de Montevideo, sobre la situación y las posibles soluciones, que incluyen las condiciones de las fuerzas de seguridad. No olvidemos que estos vecinos, todos integrantes en actividad o en retiro de las Milicias y con experiencia militar, hablaban con conocimiento de causa. Por orden del Virrey, el 7 de diciembre de 1796 se creó en Montevideo el referido Cuerpo, llamado Regimiento Veterano de Blandengues de la Frontera de Montevideo, debiendo ser financiado con el rubro llamado “ramo municipal de guerra”, proporcionado por el Cabildo de la ciudad. El año 1797, marca el inicio de la vida profesional de don José Gervasio Artigas, y en tal sentido el 7 de enero, es una fecha clave, ya que suceden dos hechos de relevancia. El Virrey envía en carta al Rey, la propuesta de creación del Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo, en el que estaría a cargo el Capitán de la Asamblea de Infantería de Buenos Aires don Cayetano Ramírez de Arellano; y posteriormente comunica al Ministro de la Real Hacienda de Montevideo que para ejecutar el proyecto le asigna $ 30.000 para los gastos de organización CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

y personal. El 1º de febrero el Ministro de la Real Hacienda de Maldonado don Rafael Pérez del Puerto, le escribe al Virrey ofreciéndole las casi prontas instalaciones del cuartel de Dragones de Buenos Aires para albergar al novel Cuerpo, concretándose finalmente su asiento en dicha villa. Si bien es cierto que oficialmente don José Gervasio Artigas ingresó el 10 de marzo, según la primera “Lista de Revista” del Cuerpo, sentó plaza como “Soldado Distinguido” debido a su condición de noble (1); no obstante los documentos datan su presencia desde antes, ya que el 4 de marzo, fue comisionado “por el mucho conocimiento y disposición que tiene para servir ventajosamente en aquellos campos” (frase que se ve repetidamente en documentos oficiales) y para “salir a reclutar gente para la formación del expresado cuerpo”, servicio que cumplió por casi dos meses. El 15 de abril fallece el Virrey de viaje a Pando, durante una visita de Inspección Militar, asumiendo el 2 de mayo en su lugar don Antonio Olaguer Feliú y como Gobernador de Montevideo don José de Bustamante y Guerra. El 12 de mayo, el Rey aprueba la propuesta de creación del Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo, por Real Orden. Mientras que como respuesta a una solicitud que realizaron el 24 de mayo los vecinos de Montevideo, para la intervención de Artigas, el 10 de julio se lo nombra junto al Teniente don Jorge Pacheco, para comandar cada uno una Partida Celadora de 20 Blandengues, autorizándolos a elegir a los suyos. Como vemos, el concepto inicial fue que los oficiales debían ser “los más dispuestos y a propósito para la calidad de servicio a que se destinan”, debiendo provenir de los Cuerpos Veteranos y por lo tanto debían ser oficiales profesionales. El 2 de marzo de 1798, el Comandante del Regimiento de Blandengues de la Frontera de Montevideo don Cayetano Ramírez de Arellano recibe la comunicación del Virrey por la que se le confería a Artigas el “empleo de Teniente y Ayu7


dante Mayor del Cuerpo”. Ahora era un Oficial Veterano, un profesional de las armas. El 30 de junio, el Virrey envía al Gobernador de Montevideo un plan de seguridad, en base al despliegue de tres Partidas Volantes destinadas al celo de la campaña, asignándole la zona de acción, su organización, el tiempo de despliegue y su frecuencia de relevo, hecho que comienza a ejecutarse en el mes de julio, debiéndose suspender el 3 de noviembre por orden del Comandante Militar y Político de Maldonado, debido a la falta de hombres y el desgaste producido en esta operación. El 2 de enero de 1799, el Rey envía desde Madrid la aprobación de lo actuado en el proceso de creación, junto con los Reales Despachos para los Oficiales propuestos por el Virrey y entre ellos figura el Despacho del Empleo de Ayudante Mayor del Cuerpo a favor de don José Artigas. En este intenso período, a través de la documentación militar existente, vemos cómo incrementa su conocimiento castrense en lo que respecta a la conducción administrativa y táctica de las operaciones. Evoluciona así en la redacción de los Partes periódicos dirigidos a sus superiores (Virrey y Gobernador), informando del desarrollo de sus operaciones, expidiendo salvoconductos para aquellos que van a cargo de personal o con Partes hacia Montevideo, así como también en la ejecución de los planes tácticos. Y es en esta fecha que es designado, junto al Capitán de Blandengues don Jorge Pacheco, para acompañar al Comandante General

La “Admirable Alarma”, nunca podría haberse convertido en lo que fue sin la existencia de una estructura previa. Cada uno concurrió a su puesto, siendo sencillamente una movilización de los recursos organizados y armados de la Banda Oriental. 8

de la Campaña Capitán de Navío don Félix de Azara, quien había sido designado por el Virrey Avilés para ejecutar un plan de poblamiento en base a la fundación de Villas (Belén y Batoví, siendo Artigas protagonista de la creación de esta última). Entre los años 1802 y 1806, agotados los ganados en los territorios guaraníes, las incursiones portuguesas continuaban asolando los campos colindantes al sur de Río Ibicuy, alcanzando incluso la costa norte del Río Negro. Es así que se despliegan las fuerzas españolas en numerosas campañas, conformando Partidas combinadas con los Regimientos de Dragones de Buenos Aires, Blandengues de la Frontera de Buenos Aires, Blandengues de la Frontera de Montevideo y las milicias de los Regimientos de Voluntarios de Caballería. En este extenso período, participó activamente el Ayudante Mayor don José Artigas, integrando Partidas a cargo de destacados Oficiales como ser el Teniente Coronel don Tomás Rocamora y el Coronel don Francisco Javier de Viana. Sofocada la situación, dando cierta paz a la frontera y un respiro a las Fuerzas Españolas, el 8 de junio de 1806 se materializó la anunciada amenaza al Río de la Plata; las Invasiones Inglesas, donde el vecino, estante y habitante de todas las Ciudades, Partidos y Villas de la Banda Oriental, nuevamente acudió responsablemente al llamado de su Corona Española. Al momento de la evacuación británica del Río de la Plata, en agosto de 1807, Artigas es designado como Comandante Militar y Político Interino de la Colonia del Sacramento.

las Cajas Reales fue la reorganización de Buenos Aires. En la frontera norte y este con Portugal, las Jurisdicciones de “Maldonado” y de “Cerro Largo, Yí, Villa de Melo y poblaciones fronterizas” seguían manteniendo su estructura militar para cumplir con su misión defensiva, protegiendo las Villas y Partidos de la amenaza del indio y del portugués. Este hecho se mantuvo a lo largo de los primeros meses de gobierno de la Junta Provisional Gubernativa. En tal sentido, la organización basada en el Reglamento para las Milicias disciplinadas de Infantería y Caballería del Virreinato de Buenos Aires de 1801 y su reformulación de 1805, obligó a intentar mantener sus Regimientos de Milicias de Caballería en el mejor estado posible, junto a los integrantes del Regimiento de Blandengues de la Frontera de Montevideo. Al quedar vacante el cargo de Comandante de la 3ª Compañía del Regimiento de Blandengues de la Frontera de Montevideo, el Sargento Mayor don Cayetano Ramírez de Arellano lo propone para el tan ansiado “empleo de Capitán”, el que obtiene el 5 de setiembre de 1810. El 15 de febrero de 1811 deserta de las filas Regentistas, junto con el Teniente don Rafael Hortiguera y el cura de la Colonia don José María Enrique de la Peña, quienes llegan a finales de febrero a Buenos Aires. Ahí presentan sus servicios ante la Junta y el Capitán del Regimiento de Blandengues de la Frontera de Montevideo obtiene el despacho de Teniente Coronel de Milicias y la ayuda de hombres y 200 pesos. El 28 de febrero de 1811, se produce el “Grito de Asencio” en Mercedes, conducido por don Pedro Viera y el Cabo de Milicias Luego de la derrota inglesa en el Río de la Plata, Venancio Benavides de la Compañía de Milise suscitaron hechos políticos y militares gene- cias de Caballería de Santo Domingo de Soriano, rando una situación volátil en 1808, que lleva- iniciándose la admirable alarma en toda la camron a un deterioro en la estabilidad política en paña oriental. Buenos Aires le ordena cruzar y el Virreinato, desembocando en los eventos del ponerse al frente de las “Milicias Orientales”. 25 de mayo de 1810 y en la “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, a EL JEFE MILITAR EN EL nombre de Don Fernando VII”. AMBIENTE BÉLICO RIOPLATENSE A mediados de marzo de 1811, el Teniente Con posterioridad a la retirada de los ingleses Coronel de Milicias don José Artigas arriba a se intentará reconstruir la situación militar de Mercedes donde es nombrado Segundo Jefe del la Banda Oriental. El estado desastroso en que Ejército Auxiliador del Norte, en espera de la quedó Montevideo, en su aspecto defensivo, re- llegada del General Belgrano, quien conduciría quería reorganizar a todos los Cuerpos. Por tal las operaciones. El 11 de abril en el Cuartel Gemotivo, la Capital envió formalmente al Bata- neral de Mercedes, emite su “Proclama al Ejército llón de Voluntarios de Infantería del Río de la de la Banda Oriental” y habiéndosele conferido Plata, para tomar posesión de la Plaza y confor- el mando de la Vanguardia patriota constituida mar así su Guarnición. Tanto el Cuerpo de Mi- por las milicias, apoyadas por el 1er. Batallón del licias como el Cuerpo de Veteranos, padecieron Regimiento de Infantería Patricios, inicia así la el estado de agotamiento generalizado posterior marcha hacia el sur, desdoblándose en dos ejes. a la invasión, no había suficiente prest (salario Uno en la dirección Colonia del Sacramento – del soldado) para sus hombres y la prioridad de San José, a cargo de don Pedro Viera y el otro CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015


hacia Montevideo. En este eje iba el Teniente Coronel de Milicias don José Artigas, quien se reunió con las fuerzas que progresaban desde el este al mando de su hermano el Capitán de Milicias don Juan Manuel, en la región del Canelón Chico, a pocos kilómetros de la Villa de Las Piedras. En la jornada de Las Piedras, despliega sus dotes adquiridos hasta el momento. Es su primera acción de envergadura al mando de poco más de 1.000 hombres; “esfuerzo, sabiduría y prudencia”, “astucia y destreza” en la acción y “mesura y lealtad” con los prisioneros, son algunas de las virtudes que mostró ese memorable día para las armas de la revolución. Había dispuesto al Centro a la Infantería formada “en Batalla”, con el Cuerpo de Patricios, la Compañía del Regimiento de Blandengues de la Frontera de Montevideo y una Compañía de Milicias de Caballería (actuando como Dragones). En cada Ala un Escuadrón de Caballería de Milicias, para realizar un doble envolvimiento y como fuerza envolvente para aislar al enemigo de Las Piedras, a la División del Capitán de Milicias de Caballería don Manuel Francisco Artigas con dos Escuadrones de Caballería de Milicias. Y como consecuencia de que fue la primera victoria de la Junta en todos sus teatros de operaciones, ésta le concedió el empleo de Oficial Veterano de “Coronel del Regimiento de Blandengues Orientales”. Durante las instancias iniciales de la operaciones, hasta la confluencia de las fuerzas Juntistas Orientales sobre la Plaza de Montevideo previo a su sitio, las Milicias Orientales mantuvieron su cohesión, a través del tradicional concepto de pertenencia al “Partido o Pago”, coincidiendo con la Organización acorde al Reglamento para las Milicias disciplinadas de Infantería y Caballería del Virreinato de Buenos Aires de 1801. El 21 de mayo, se inicia el “Sitio de Montevideo” y el 1º de junio, arriba el Coronel don José Rondeau con el grueso del ejército a reforzarlo. Durante el mismo las fuerzas orientales fueron concentradas, en la División de Voluntarios de Caballería de la Patria del Ejército Patriota, agrupadas en “Regimientos, Escuadrones y Compañías de Milicias”. Este incipiente Ejército intentó, desde sus comienzos, contar en forma doctrinaria con todas las características y formalidades. El 10 de octubre de 1811 en Asamblea en la

Quinta de la Paraguaya, el pueblo Oriental designa a Artigas como “General en Jefe del Ejército Oriental” y “Jefe de los Orientales”. Finalizado el Sitio de Montevideo, el 23 de octubre de 1811 nuevamente las fuerzas Orientales junto a su pueblo en Asamblea en la Villa de San José, decidieron “aceptar por obediencia” el pacto entre Buenos Aires y el Gobierno de Elío, manteniéndose unidos y organizados, en previsión de la amenaza del “Ejército Pacificador” portugués. Es de esta forma que se dirigieron a la región del Salto Chico del Uruguay y en el camino, el 15 de noviembre, Buenos Aires como forma de tranquilizar las tensiones, nombra al Coronel don José Artigas como Teniente Gobernador Justicia Mayor y Capitán del Departamento del Yapeyú y sus partidos. Al llegar al Salto Chico establece su Cuartel General y continúa con el proceso de organización y fortalecimiento de su Ejército e insiste en el viejo principio del Capitán De Vargas y Machuca de que En la milicia indiana el trabajo todo es del caudillo. A través de los procedimientos administrativos, se confeccionan Estados en el formato reglamentario del ejército español, donde se especifica al detalle el ejército oriental, nombrando las Unidades, sus Jefes, las Clases de Oficiales y de Tropa, el armamento de cada una de ellas y el Parque de Artillería existente. En lo referente a la logística, se cumplían en forma doctrinaria con todos los servicios, a pesar de la escasez de recursos. El órgano reglamentario para el abastecimiento, seguía siendo la Comisaría del Ejército, donde el Comisario del Ejército, también cumplía la función de Habilitado y se encargaba de regularizar el “Estado de las Fuerzas” para los pagos ante los Ministros de Hacienda. La sanidad estaba bajo la responsabilidad del Hospital General del Ejército. El mantenimiento del armamento y equipo, estaba a cargo de la Maestranza del Ejército, donde el Prócer procuró los talleres necesarios, aunque rudimentarios, que incluían la carpintería, herrería, armería y talabartería. En cuanto a la remonta de la caballada y boyada, era tema de especial atención y consistía en la adquisición, cría y cuidado de los caballos y bueyes para proveer al Ejército y darle la movilidad necesaria, figurando “una Compañía Suelta a cargo de la Cavallada…” En referencia a la moral, siempre fueron atendidos acorde a las antiguas “Reales Ordenanzas” y el propio concepto de José Artigas, contando con un Capellán dentro de la Plana Mayor de cada Regimiento o División. El estado de preparación fue otro aspecto que no descuidó, solicitó el envío de reglamentos generales para el empleo táctico de sus diferentes armas y poder así impartir el entrenamiento necesario. Siguen los acontecimientos políticos militares y finalmente en junio de 1814, se inicia la guerra CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

contra el Directorio porteño. Su plan de operaciones consistió, en expulsar al enemigo de la Provincia Oriental, empleando los dos estilos de guerra del momento, la Guerra Abierta y la Guerra de Guerrillas, donde la movilidad de las Divisiones en Campos Volantes fue la característica. En el desenlace final de la Campaña, empleó la Táctica de Líneas Interiores, al enfrentar dos fuerzas porteñas que confluían sobre Arerunguá. Primero neutralizó la que progresaba, cruzando el Río Uruguay por Paysandú, para luego mediante una acción retrógrada, seguir atrayendo la otra al lugar elegido por él en Guayabos y presentar así la batalla decisiva. Durante este período el caudillo oriental dirigió las operaciones en el vasto territorio, empleando la doctrina vigente de comando y control. Al marchar con todo su Ejército hacia el Norte y posteriormente operar con su Cuartel General, desde su “centro de recursos”, no tuvo la necesidad de exigir exactos informes del “estado” de las fuerzas, debido a lo reducido de las mismas, la movilidad de sus operaciones y la fluidez en el contacto personal con sus Comandantes, que lo mantenían al detalle informado sobre aspectos de personal y logística. Asimismo, sí existieron en cuanto a las operaciones y necesidades logísticas, las comunicaciones escritas entre él y sus Comandantes, empleando las Instrucciones

En esta organización el Coronel don José Artigas establece su Plana Mayor con un Mayor General, dos Edecanes, dos Ayudantes de Campo y dos Ayudantes de Órdenes del Mayor General, el Real Cuerpo de Artillería, 6 Divisiones, su logística y 500 (quinientos) “Indios Charruas, y Minuanos unidos al Exército”. 9


(para impartir órdenes a subalternos) y los Partes (para proporcionar informes al superior) respectivamente. Para ello desplegó como medio de comunicaciones el conocido sistema de chasques, manteniendo el enlace continuo entre las fuerzas. En sus Instrucciones apelaba a la capacidad de sus mandos subalternos, los Caudillos de División, haciendo hincapié una vez más en los tradicionales principios hispánicos de que “En la milicia indiana el trabajo todo es del caudillo”. Nuevamente organizó al Ejército en Divisiones combinando armas, de aproximadamente 500 hombres cada una, con lo que le permitía operar en forma independiente. Estas se basaban en una Plana Mayor (con su Jefe, un Ayudante que actuaba como Jefe de Estado Mayor y un Secretario que actuaba como Comisario de Guerra), un Regimiento de Milicias (con dos Escuadrones, uno de Caballería y otro de Dragones para actuar como Infantería), un Tren Volante de Artillería (normalmente con dos piezas) y los servicios logísticos, como ser la Maestranza, el Tren de Bagaje y una Compañía Suelta a cargo de la Caballada de Reserva. En cuanto al recurso humano, Artigas siguió apelando al empleo de todos los vecinos, estantes y habitantes para organizar al “Cuerpo de Milicias” y contó con un único “Cuerpo Veterano”, el “Regimiento de Blandengues Orientales”. Como consecuencia de la Batalla de Guayabos, se retiraron definitivamente las Tropas Porteñas, abandonando Montevideo el 25 de febrero de 1815, derrotando así al Directorio. A partir de ese momento se había constituido formalmente la Provincia Oriental, su Ejército estaba constituido por el Estado Mayor, un Cuerpo Veterano, un Cuerpo de Milicias constituido por los Regimientos de Milicias de Caballería bajo el nombre de las ciudades “cabeza de región”, como ser Canelones, Colonia del Sacramento, etc., el Cuerpo de Artillería (dividido en Trenes Volantes y Artillería de Plaza), el Estado Mayor de la Plaza de Montevideo y la Mayoría de la Plaza de Montevideo y los servicios logísticos constituidos por la Comisaría del Ejército, la Maestranza del Ejército, el Hospital General del 10

Ejército y varias Compañías Sueltas a cargo de la Caballada de Reserva. Llega el año 1817 y Portugal decide asestar el golpe definitivo al pensamiento y modelo político artiguista. El Plan Estratégico de Artigas era simple, atrevido, diligente y determinado. Acciones ofensivas en el norte, penetrando el corazón de Rio Grande y acciones defensivas al sur y este, desgastándolo y presentando batalla cuando se dieran las condiciones. Pero para ello la sorpresa era vital y se había perdido al serle interceptadas sus comunicaciones y capturados sus planes. Luego las desavenencias, las traiciones políticas y sus repercusiones militares, alentadas por Portugal y Buenos Aires hicieron el resto, marcando el conocido desenlace final.

EPÍLOGO

Artigas en carácter de Jefe del Ejército y a su vez como conductor y caudillo de su pueblo, sin duda contribuyó a fortalecer la capacidad de resistencia, las tradiciones castrenses hispánicas están presentes en la gravedad de las circunstancias y en un liderazgo que abarcó el pensamiento y la acción. Empleó a las “Divisiones”, como elementos combinados, que incluían al resto de los componentes de apoyo de fuego y de servicios, proporcionando movilidad, flexibilidad y suficiente potencia de combate, para actuar en forma independiente. Se preocupó no solo de la preparación profesional y de que se ejecutaran las operaciones de la forma más adecuada, sino también de todos los aspectos administrativos que regían a un Ejército, tales como la sanidad, alimentación, disciplina, armamento y vestuario. Con éxitos y fracasos aplicó la doctrina de los Ejércitos más avanzados de la época. No obstante, no puede explicarse o simplificarse la heroica resistencia a su sola presencia, por lo que cabe preguntarse entonces; ¿quiénes lo acompañaban?, ¿a quién comandaba Artigas? Al pueblo reunido y armado, curtido en escaramuzas, batallas y privaciones desde antes de las Invasiones Inglesas, con una singular capacidad de desdoblamiento poblador-soldado, al estilo del concepto (salvando las distancias), del legionario-agricultor romano. Siempre en la precariedad, en la urgencia de los hechos, apremiado por las vicisitudes, inmerso seguramente en un ambiente de confusión y caos propio del Estado de Guerra, según la concepción “clausewitziana” (2), pero con un grado de improvisación mucho menor del que suele asignársele. Población organizada para su doble función y nutriente de las filas del Ejército, he aquí el quid de la cuestión para desmitificar en buena medida el concepto de “montoneras”, tan generalizado como cuestionable desde el modesto punto de vista de quienes suscriben este artículo. Pueblo y Ejército con una línea divisoria muy difusa entre quién era quién, ambos en apresto CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

permanente. ¿Cómo explicar su capacidad de resistencia de otro modo? Más allá de las imprescindibles reservas morales y espirituales y de quienes ponderan las acciones bélicas exclusivamente desde la intuición y valentía como rasgos distintivos, existieron otras de carácter objetivo, tangibles y son precisamente los planteados, a tal punto que ni siquiera se pueden asociar (ya que ni siquiera lo tuvo) a un ocasional aliado. Definitivamente, categóricamente sostenemos que mas allá de otros atributos, la organización en el marco de una sociedad militarizada con una notoria experiencia bélica acumulada como elemento decisivo, la capacidad de movilización y por supuesto, un fuerte liderazgo en todos los niveles de mando, fueron las claves que explican los casi diez años de resistencia del Ejército Artiguista. Y NOTAS 1 - Existían dos maneras básicas de ser Oficial del Ejército: como cadete y soldado distinguido para la nobleza (categoría ésta que se mantiene hasta 1842) y como soldado para el pueblo llano. Al alcanzar el grado de Capitán accedía a la categoría de noble con la consiguiente movilidad social que otorgaba la carrera de las armas. Martínez Ruiz, Enrique, El largo ocaso del ejército español de la ilustración: reflexiones en torno a una secuencia temporal, Revista de Historia Moderna, Anales de la Universidad de Alicante Nº 22-2004 Universidad Complutense de Madrid, Alicante, 2004. Pág. 18. 2 - De la Teoría de Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz. *Egresó de la Escuela Militar como Alférez de Infantería en el año 1987, actualmente se desempeña en el Departamento de “Operaciones e Instrucción” del Estado Mayor del Ejército. *Egresó de la Escuela Militar como Alférez de Infantería en el año 1987, actualmente se desempeña como Ayudante del Ministro de Defensa Nacional.


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Preliminares del Congreso de Oriente 2ª parte

13 de enero de 1815 Partiendo de la base de que toda la oligarquía porteña era fundamentalmente monarquista, aristocrática, autoritaria y muy dependiente de las grandes potencias europeas, no hace falta mucho esfuerzo para darse cuenta de que el miedo de perder sus privilegios como grupo dominante los hacía comportarse de un modo cada vez más reaccionario, violento y antipopular.

LIC. ALBERTO UMPIÉRREZ*

L

a frase de la discordia y la discordia de 1815. La prueba documental más importante que se exhibe sobre la eventual existencia de una Declaración de Independencia el 29 de junio de 1815 (sin perjuicio de otras que veremos más adelante), es la carta que Artigas le envía al designado Director Supremo de las Provincias Unidas Martín de Pueyrredón el 24 de julio de 1816, respondiendo a su invitación para adherir a la Declaración de Independencia aprobada por el Congreso de Tucumán pocos días antes. Dice Artigas en esta misiva: “Ha más de un año que la Banda Oriental enarboló su estandarte tricolor y juró su independencia absoluta y respectiva. Lo hará V.E. presente al Soberano Congreso para su Superior conocimiento”. En esta frase se afirma categóricamente que sí hubo al menos un Juramento de Independencia en algún momento de 1815, pero no dice cuándo. Pero además dice claramente que “la Banda Oriental” juró su independencia absoluta “y respectiva”. No se refiere a las otras provincias 12

integrantes de la Liga, ni a la Liga en su conjunto, sino exclusivamente a la Banda Oriental en forma respectiva, o sea particular. Además, la carta dice otra cosa muy significativa al asociar dos actos: “Enarboló su estandarte tricolor y juró su independencia”. Esta asociación permite interpretar que el Juramento de Independencia fue simultáneo con el enarbolamiento del estandarte tricolor, lo cual sitúa esas proclamaciones de independencia particulares de cada provincia (no solo de la Banda Oriental) en fechas anteriores al Congreso de Oriente, que se conocen con precisión. Pero no es el único documento que da cuenta de que hubo una “declaración de independencia” (o varias). Nicolás Herrera, en carta a José Rondeau fechada en Rio de Janeiro el 22 de agosto de 1815, dice: “Las Provincias se declararon independientes y los Pueblos en Provincias; por todas partes y en los lugares más cortos, solo se hablaba de legislación, de constitución, Congreso y Soberanía”. Esto, entre otras consideraciones “terribles” sobre la “anarquía” imperante en el Río de la Plata, lo dice para concluir lo siguiente: “Si Amigo, no nos alucinemos, que CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

la América no puede gobernarse por sí misma, le falta edad y madurez, y jamás estará tranquila mientras no tenga al frente una persona que imponga a los Pueblos por la Majestad del Trono”. Poco antes, el 19 de julio de 1815, el mismo Herrera había escrito otra carta al ministro de Estado portugués, respondiendo por la afirmativa a la consulta sobre la eventualidad de emprender una intervención militar de las tropas portuguesas contra las Provincias de la Liga de los Pueblos Libres. Entre sus argumentos decía: “El dogma de la igualdad agita a la multitud contra todo gobierno, y ha establecido una guerra entre el pobre y el rico, el amo y el Señor, el que manda y el que obedece”. En el mismo sentido se manifestó el embajador plenipotanciario de las Provincias Unidas en Rio de Janeiro, Manuel José García (designado por Carlos María de Alvear a poco de asumir como Director Supremo y ratificado luego por Ignacio Álvarez Thomas), en su “Exposición presentada a la Corona Portuguesa” el día 30 de enero de 1816, ofreciendo instrucciones precisas sobre la forma de orientar la intervención militar portuguesa, porque, según dice: “Es fuera de toda duda que las


operaciones deben dirigirse a ocupar aquel territorio”, refiriéndose a la Banda Oriental. En el momento en que Nicolás Herrera escribe sus cartas desde Rio de Janeiro, Manuel Belgrano, Bernardino Rivadavia y Manuel de Sarratea se encuentran en Europa buscando negociar la paz con España y buscando coronar algún infante de España como Rey en Buenos Aires. Fue el mismo Nicolás Herrera quien les había escrito las instrucciones para esa misión en diciembre de 1814, siendo secretario del Director Supremo Gervasio de Posadas. Desde el Armisticio de octubre de 1811, por el cual se entrega la Banda Oriental al gobierno colonial de Montevideo, provocando el éxodo masivo de los orientales detrás de su General en Jefe proclamado en la Asamblea de la Quinta de la Paraguaya el 10 de octubre de 1811, Artigas tuvo frecuentes y crecientes enfrentamientos con las autoridades de Buenos Aires. En la Precisión del Yi, el 25 de diciembre de 1812, afirmó que “la cuestión es sólo entre la libertad y el despotismo”, y de las lecturas precedentes, surge claramente que las cosas seguían planteadas en los mismos términos pero cada vez con mayor claridad, con mayor radicalismo. En el fondo, la causa del creciente enfrentamiento era la también creciente amenaza de que España enviara una gran expedición militar para intentar la recuperación de las Provincias del Río de la Plata. En la medida en que la metrópoli se recuperaba de la guerra contra la Francia napoleónica, en la medida en que podía disponer de cada vez mayores fuerzas para enviar a América, crecían los temores en Buenos Aires. Esta amenaza hacía que quienes detentaban y concentraban el poder en la antigua capital del Virreinato, estuvieran cada vez más desesperados por lograr un acuerdo de paz con España, o, en su defecto, propiciar alguna forma de Protectorado bien fuera con Inglaterra (que veían como la solución ideal) o con Portugal, o con ambos. Partiendo de la base de que toda la oligarquía porteña era fundamentalmente monarquista, aristocrática, autoritaria y muy dependiente de las grandes potencias europeas, no hace falta mucho esfuerzo para darse cuenta de que el miedo de perder sus privilegios como grupo dominante los hacía comportarse de un modo cada vez más reaccionario, violento y antipopular.

diatamente después de su “Victoria, victoria, victoria” en la Batalla de Guayabos, ante las fuerzas de Buenos Aires. 2) El 17 de enero Blas Basualdo se suma y también iza una bandera tricolor en su Cuartel General de Saladas, y en los días siguientes hacen lo propio todas las poblaciones de la Provincia de Corrientes. 3) El 1º de marzo, el propio Artigas cruza a Arroyo de la China y enarbola el pabellón tricolor, que en los días siguientes se extenderá a todas las poblaciones de la Provincia de Entre Ríos. 4) El 24 de marzo de 1815 ocurre lo mismo en Santa Fe. En realidad, se planta la bandera en la plaza, se jura la independencia absoluta y se festeja durante 3 días a partir del 3 de abril de ese año, a pedido expreso de Artigas por nota enviada al Cabildo de esta ciudad. 5) El 26 de marzo, flamea por primera vez en Montevideo una bandera tricolor confeccionada especialmente para la ocasión solemne por José María de Roo. Es la que lleva la franja punzó cruzada en diagonal. 6) El 5 de abril se produce el Motín de Fontezuelas y la revolución en Buenos Aires que determina la caída del Director Supremo Carlos María de Alvear, quedando en su lugar el Gral. Ignacio Álvarez Thomas. 7) El 17 de abril de 1815, el Gobernador de Córdoba José Javier Díaz publica una proclama considerándose que los cordobeses son “libres e independientes de toda otra autoridad que no sea la de esta capital” (en referencia a la propia ciudad de Córdoba). 8) En mayo Artigas instala su Cuartel General en Purificación. 9) Entre mayo y junio se procesa la Misión Pico-Rivarola y su negociación con Artigas en Paysandú. 10) Finalmente las Provincias liberadas ya del dominio español y del centralismo porteño (aún español), ya en pleno ejercicio de su Soberanía particular, Libertad Republicana e Independencia absoluta, se reúnen en Arroyo de la China el día 29 de junio.

XIII”: las Provincias deben ser primero independientes para luego entrar en Confederación mediante el “pacto recíproco” entre iguales. No es posible la Confederación sin una previa Declaración o Juramento de Independencia de cada una de las Provincias por separado. Lo cual también es coherente con el principio expresado por Artigas de que “la Soberanía Particular de los Pueblos será precisamente declarada y ostentada como el objeto único de nuestra revolución”. Ahora corresponde analizar detenidamente cada una de estas fechas, para verificar si efectivamente esto se corresponde con la documentación de que disponemos. Y *Asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores (Uruguay).

Justo es decir que las Provincias de Entre Ríos y Corrientes se habían ya independizado de hecho desde el año 1814. La primera como consecuencia del triunfo entrerriano sobre los porteños comandados por el Barón Holmberg en la Batalla del Espinillo, el 22 de febrero de ese año. La segunda por efecto de la rebelión encabezada IZAMIENTO DE BANDERAS por Juan Bautista Méndez el 10 de marzo, quien Y JURAMENTOS fuera designado al día siguiente por un Cabildo Veamos pues las fechas a las cuales nos referi- Abierto como Gobernador de la Provincia. Estas mos: provincias se constituyen, entonces, en los pri1) El 13 de enero es izado por primera vez el meros Pueblos Libres y retaguardia estratégica pabellón Artiguista en el Corral de Sopas del del Artiguismo en la región. Lunarejo, en Arerunguá, Provincia Oriental, Es lógico, en el marco de la lógica de Confededonde Artigas tenía su Cuartel General inme- ración expresada en las “Instrucciones del Año CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

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Desde la banda occidental

Artigas y el Congreso del pueblo Artigas fue la expresión más acabada de ese sueño de pueblo libre, igual, emancipado y soberano. Y eso lo volvía peligroso en el panteón histórico. Había que volver a matarlo, volver a traicionarlo, y declararlo reo de la patria como la vil sentencia del director Posadas poniendo precio a su cabeza en 1814.

FRANCISCO SENEGAGLIA*

A

menudo tenemos la sensación de que pensar o hablar de historia tiene que ver con el pasado. Con algo que solo guarda un parentesco con nosotros desde esa instancia llamada tiempo. O

simplemente el ayer. La historia bien puede ser un problema de los historiadores, como las autopistas problema de los ingenieros. Pero reducir la historia a lo disciplinario es negar su valor estructural en la vida social, y allí está la trampa. Porque la historia es dadora de identidad, y consecuentemente propulsora del destino político de una comunidad, y eso excede ampliamente a la investigación académica o de oficio. Es decir, no está solamente en juego un saber sobre el pasado, como si el pasado fuera inocuo. El relato histórico, al contarnos quiénes fuimos, está definiendo quiénes somos y determinando quiénes debemos ser. La historia no es neutra, por el contrario es una máquina de crear identidad, de dar ser y de formalizar eso que llamamos el espíritu nacional. En ese sentido, la historia se vuelve determinante de la política, porque define los parámetros comunitarios en que se piensa el “ser nacional” aquí y ahora. 14

Hablamos entonces de historia, como historia viva, ya que reside en nuestra íntima médula y vertebra nuestras posiciones políticas, ideológicas y sociales. La historia no es imparcial, y si la escribe el enemigo perdemos la batalla mas difícil, la cultural, porque le cedemos la memoria y con ella, la identidad. La Argentina nace después de la batalla de Pavón, y nace el estado nación liberal justamente como facción unitaria vencedora del campo federal. En realidad, es la traición de Urquiza la que lo hace posible, más los sabidos contubernios con los ingleses. ¡Ay, la oscura Albion! Nace un proyecto de país, una escuela, y fundamentalmente se construye una historia para ese proyecto de país; dicho de otro modo, un relato fundacional de la identidad vía una interpretación ideológica del pasado. Nacerán también de la pluma mitrista los hechos trascendentales: la Revolución de Mayo, como revolución emancipadora, y el Congreso de 1816, como el día fundacional de la patria. Los hechos no fueron así, pero al ser entronizados por la magia mitrista se volvieron así. El lenguaje usado ideologizó el discurso de los hechos y a sus protagonistas. Esa historia que llamamos oficial nos habita mas allá de los recursos que tengamos para volverla interdicta. El pasado insiste en el presente. En esa historia, los indios, los negros, los gauchos, es decir los pobres, no iban a tener lugar, salvo como barbarie, es decir aquello que se debía borrar para ser una nación a la inglesa. Lo que no decía el relato es que ese “a la inglesa”, era servil a los intereses de Inglaterra. Los territorios se despejan de indios para los grandes latifundios. Roca se encargó de eso. ¿Civilización? En realidad, volvernos agroexportadores de materia prima para los ingleses que tenían el monopolio de facturarlas y luego vendérnoslas. Eso no dice el relato fundacional. Y el ferrocarril, que las iba a sacar de la tierra adentro, era también inglés. Los frigoríficos, también, los bancos, el diario, la luz, el transporte fluvial, marítimo y terrestre, sí, también ingleses. Un país nacía. Y la posibilidad de que Paraguay se constituyera en un país industrial, un peligro que había que resolver, de eso se encargó Bartolomé Mitre con su guerra de la Triple Infamia. Y la educación, que venía atada a la grandeza, no podía estar asociada a la bosta, como denominaba Domingo Faustino CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

Sarmiento a los gauchos, él se encargó de eso. Y es notorio imaginar que en ese esfuerzo de limpieza étnica, los inmigrantes que vienen van a ir a ocupar el lugar del gaucho –que ahora no existe– y que se volverá bucólico, pintoresco e ideal. Los inmigrantes que bajaron de los barcos no son los hombres y mujeres que esperaban para fortalecer la sangre de esa ciudad que se creía una isla europea. Y Alberdi lo expresa sin sutileza en “Peregrinación de Luz del Día o viaje y aventuras de la verdad en el nuevo mundo”: “Aquí he oído, dice Luz del Día, que gobernar es poblar. El axioma puede ser verdadero en el sentido que poblar es desenvolver, agrandar, fortificar, enriquecer un país naciente: poblar es educar y civilizar un país nuevo, cuando se le puebla con inmigrantes laboriosos, honestos, inteligentes y civilizados; es decir, educados. Pero poblar es apestar, corromper, embrutecer, empobrecer el suelo más rico y más salubre, cuando se le puebla con los inmigrantes de la Europa atrasada y corrompida”. Lo curioso es que el primer gran proyecto de país que vieron los sudamericanos, nació justamente en las praderas de las bandas oriental y occidental del río Uruguay, y nació entre indios, negros y gauchos. Mitre y Vicente López decidieron que esto no existiera y los dejaron fuera del relato, y lo que quedó fue para denostar justamente a la gauchería, que había perdido su larga guerra contra el autoritarismo unitario porteño, que lo venció con las armas pero sobre todo con las innumerables traiciones, y determinó su no existencia histórica. Y si no está en el relato histórico, ¡no está en la matriz identitaria! He aquí la cuestión más basal. José Artigas fue justamente el gran ausente de ese relato mitrista que se volvió matriz identitaria. Porque al fabricar el pasado, o al interpretarlo, se justifica el presente, pero sobre todo, se determina el devenir político de un proyecto, y esto Mitre lo tenía muy claro. Y en ese plexo del tiempo Artigas fue suprimido, y con él, un sueño de patria, un proyecto de pueblo, un colectivo identitario de libertad, igualdad e independencia inaceptable para los intereses del liberalismo cipayo de la generación del 80. Artigas fue la expresión más acabada de ese sue-


ño de pueblo libre, igual, emancipado y soberano. Y eso lo volvía peligroso en el panteón histórico. Había que volver a matarlo, volver a traicionarlo, y declararlo reo de la patria como la vil sentencia del director Posadas poniendo precio a su cabeza en 1814. En el mundo psicoanalítico, a aquello que se ha expoliado de lo simbólico, que no está escrito e igual circula, lo definimos así: “Lo que circula no dicho”. Vale decir, hay ciertas verdades que nos habitan e insisten aunque no estén enunciadas. Vale para la memoria personal como para la memoria colectiva. El sentir popular las trae una y otra vez como contradicciones, como deseos, como valores a repensar. Hace poco no había ingresado a la matriz colectiva la idea de que los medios de comunicación “guionan” la realidad, es decir, dictan en el imaginario lo que se debe sentir, querer, pensar. Hoy sí. El relato oficial también nos ha guionado. Pero ha sido el campo popular que ha desenmascarado ese relato mediático y el que ha permitido hoy desenterrar la historia de nuestra pertenencia, e intervenir ese relato que no condice con el campo popular. Porque este proyecto popular, al enunciar su destino, vuelve, en la lógica del tiempo, por su pasado borrado, borrado en términos del pasado pero soñado en términos del futuro. O acaso, ¿podríamos nosotros, desde este presente sutil, explicarle a Artigas qué es la igualdad, la libertad, la emancipación, la soberanía, la incondicionalidad de lo popular democrático sobre lo aristocrático? ¡Vaya si sabía Artigas de imperialismos! “Nuestro odio, nuestra guerra, es contra cualquier forma de despotismo” va a sostener en el Congreso del Oriente. Sin embargo, aún nos falta entender que esos relatos que nos mandan deben ser intervenidos, para que la memoria que nos habita sea revindicada. Por eso vamos por Artigas, no es casual ni gratuito. Él, fundó un sistema federal y republicano único. Y único quiere decir genuino, no copia, como muchos de sus denostadores dicen. Un sistema de pueblos libres e iguales como nunca más volvió a concebir América, que todavía hoy anda a los tanteos cuando se trata de multietnicidad. Un hombre que representó en papel una utopía igualitaria, democrática, en las bases más profundas de la comunidad. Y del único del que se puede decir: social y popular genuino. Pocos de nuestros hombres ilustres concibieron un modelo de semejantes características. Y menos aún, ninguno de estos iluminados de la generación del 80 podría comprender el sentido del respeto por la patria de los vivos y de los muertos que sostuvo la revolución artiguista, el respeto por la sangre derramada, propio de la nación charrúa, y presente en la bandera que los representaba. Sin embargo, para la historia oficial Artigas es un prócer de cuarta, o un prócer prestado. Y para la historia revisada, un prócer ahora incluido. Jamás

lo hubiese aceptado Artigas. Cuando estaba en el exilio, y lo fueron a buscar para que volviera a su Banda, se negó. Mi patria es América toda, afirmó. No podemos hacerlo convivir con Pueyrredón, Rivadavia, Sarratea, Sarmiento o Mitre. Porque su proyecto está en las antípodas de estos hombres. Obviamente, Artigas y su gauchería estaban preocupados y ocupados en otras necesidades, tales como garantizar la soberanía popular, la igualdad, la libertad de puertos y aduanas, la repartición de tierras y la reforma agraria. Y garantizarlo era finalmente declarar la independencia de los pueblos libres que habían forjado una unidad revolucionaria con absoluto sentido social. Seis provincias la conformaban: Sante Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y La Banda Oriental. Y esa alianza necesitaba fundarse jurídicamente. Esa socialización del mundo de la gauchería debía inervarse en el mundo criollo del resto de los pueblos que sustentaba. Artigas llama entonces a ese Congreso de los Pueblos Libres, denominado Congreso del Oriente. Y por eso la rúbrica del sistema para el congreso que iba a parir esa institucionalidad fue: “Diferentes pero iguales”. La afirmación en sí misma es toda ella un tratado de política y de lazo social comunitario. Y la significación de tal juicio esencializa una ética tan singular como universal, y sin lugar a dudas, no superada todavía. Es útil comparar esta afirmación fundante del Congreso del Oriente, con las lucubraciones monárquicas e insustancialmente retóricas del Congreso de Tucumán, meses más tarde. Diferentes por la cultura, el color de la piel, la religión, el hábitat, iguales por la condición humana y comunitaria. La expresión sintetiza e integra a la vez la subjetividad de la gauchería y se vuelve interpretación histórica. Porque finalmente en eso consiste la afirmación, en ser una interpretación que releva la interpretación ideológica y dice hacemos la revolución para que sigamos siendo diferentes pero iguales. ¿O había congresales negros o indios en el Congreso de Tucumán, es decir pueblo representando sus derechos? En el Congreso del Oriente, los congresales eran negros, indios, gauchos y hacendados y comerciantes. Esta es la matriz en discusión de nuestro origen, matriz que discute hoy nuestra realidad. La historia no es el pasado, es el pasado en el presente. La brecha es infinita. Hay dos modelos pero un solo pueblo, sometido o libre. ¡Este Congreso del Oriente está en las antípodas del Congreso de Tucumán!

nía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra revolución; la unidad federal de todos los pueblos e independencia no sólo de España sino de todo poder extranjero (…). ¡Esta es la matriz de nuestro campo nacional y popular! La revolución de la gauchería perdió, y la revolución unitaria contó la historia y al contarla definió la revolución que había derrotado. Pero no derrotó la subjetividad que la sustentaba, y en prueba de ello es que hoy podemos levantar el velo y reconocer a los hombres que nos precedieron, permitirnos contar la historia desde esa interpretación que nos liga a un pasado común y nos permite trabajar en un destino colectivo. ¡La historia no es el pasado! La herencia de Artigas y su inclaudicable gauchería vuelve en nuestra memoria, que se reconoce en ese sueño de patria libre y soberana. Pero esa reivindicación solo es posible si repara la memoria colectiva, y el bicentenario del Congreso del Oriente no es sólo una nueva efeméride. Por el contrario, ir por el pasado hoy más que nunca es continuar la revolución de los pueblos libres, contra los enemigos de siempre. ¿Dónde nos vamos a situar para pensarnos como colectivo comunitario, en el eje mayo de 1810 - julio de 1816, o en el eje multiétnico de la Liga de los Pueblos Libres, junio de 1815? Esta, y no otra, es la cuestión fundamental a tratar en la celebración del Congreso del 29 de junio de 1815. Ese ayer, que es hoy, y que nos permitirá ser mañana. Todos somos responsables de la historia que vivimos y contamos, y todos somos responsable de intervenirla, porque es allí donde podremos repensar nuestra identidad igualitaria, libre y federal, El congreso fue convocado en la ciudad de Con- sumergiéndonos en una memoria que late como cepción del Uruguay, reuniéndose desde el 29 de América para los americanos, no una América para junio de 1815. Y sosteniendo como motivo esen- los intereses cipayos, que ayer como hoy insisten en cial: “Tratar la organización política de los Pueblos guionar nuestra realidad y vaciarnos de contenido. Libres, el comercio interprovincial y con el extran- La respuesta tiene consecuencias estructurales para jero; el papel de las comunidades indígenas en la el devenir de América del Sur. Y economía de la confederación, la política agraria y la posibilidad de extender la confederación al resto *Psicoanalista, historiador y escritor nacido en Concordia, Entre Ríos. Actualmente dirige la monumental obra “Historia de del ex virreinato”. Y por cierto y de manera contundente: “La sobera- Entre Ríos”. 5 tomos. CARAS Y CARETAS 728 - SETIEMBRE 2015

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