Editorial En el amanecer de 1817 Mendoza vivía en pleno estado de ebullición. Con el apoyo de un pueblo encendido en fervor patriótico, el general San Martín emprendía el cruce de los Andes, la gesta que dio paso a la consolidación de la independencia americana. En el memorial erigido en el Centro Cívico mendocino para honrar la bandera que guió la histórica campaña, bajo una pintura de San Martín, se lee: “Grande por lo que hizo y lo que fue, sublime por lo que, por convicción, no quiso ser”. Y aún hoy los paisajes cordilleranos parecen irradiar aquellos valores libertarios. Al recorrer la provincia, se aprecia también otro inmenso desafío que superó el hombre en la tierra de Cuyo. Los mendocinos transformaron el desierto en grandes oasis, zonas bajo riego, donde se desarrolla el noventa por ciento de la actividad económica y productiva de la provincia. El espíritu emprendedor de los criollos, fortalecido por la inmigración española e italiana principalmente, y la llegada del ferrocarril apuntalaron el crecimiento de la región. Por eso Mendoza acuna hoy una industria vitivinícola de excelencia, la más importante del país, y también se destaca por la calidad de su producción frutihortícola. Toda esa riqueza se hizo posible por la creación de una extensa red de canales, diques y acequias que dan identidad a la provincia y que recuerdan una larga historia de obras y sueños cumplidos. Una historia que remite hasta el legado de los huarpes, originarios de la región. Mendoza deslumbra por sus paisajes únicos: desde el majestuoso Aconcagua hasta el apacible volcán Tupungato; desde el cañón del Atuel hasta la laguna de Llancanelo o La Payunia, un escenario indómito donde reinan antiquísimos volcanes. Pero también deslumbra por sus grandes artistas, como Antonio Di Benedetto, Armando Tejada Gómez, Juan Draghi Lucero, Ricardo Alonso, entre tantos otros que plasmaron en sus obras profundas y diferentes miradas de una misma cultura. La de una provincia Foto: gentileza Ministerio de Turismo de Mendoza
que es única y a la vez una más en este país tan diverso y tan rico por bendición de la naturaleza. Un espejo para reconocernos y para recordar que el hombre cuando se lo propone puede estar a la altura de los desafíos, por elevados que sean.
Gabo Nazar
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Gabo Nazar José Mutti Paola Velez Sandra Capuano / Florencia Nuñez Pablo García Lastra Alberto Moreno de la Fuente / Silvia Miguens / Andrea Frade / Sergio Limiroski / Graciela Maturo / Lorena García / Claudio Bertonatti Edgardo Imas José Luis Raota / Robert Remonteo Mariano González Fernando San Martín Provincia de Mendoza / Javier Espina, ministro de Turismo / Carla Luna, directora de Comunicación y Prensa / Exequiel Ramírez, departamento de Comunicación y Prensa / Ernesto Cato y Adriana Veggiani de La Quebrada del Cóndor / Julieta Gabardos, Jefa de Turismo de Bodegas Andesluna / Eduardo Emanuel García Caffi, presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano / Gato Peters Forma Color 35.000
4 > La Payunia: el reino de los volcanes 12 > Entrevista a Sandra Amaya 18 > Los templos del vino 28 > Creaciones en la tierra del sol 34 > Colección Otoño-Invierno 2013 56 > San Martín: el laberinto de la gloria 60 > El gran cruce 68 > El desafío del gigante andino 76 > Naturaleza y oasis mendocinos 84 > Entrevista a Rodolfo Braceli 88 > El desierto de los huarpes 100 > Antonio Di Benedetto 102 > Juan Draghi Lucero
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Cosas Nuestras número 29 / Abril 2013 / Es una publicación de Cosas Nuestras S.A. / correo de lectores: Av. Alvear 1750 (C1014AAR) Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Tel/ Fax: 54-11-4815-9998 revistacosasnuestras@cardon.com.ar www.cardoncosasnuestras.com.ar
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16 > Gato Peters 24 > Comida típica 48 > Diagrama criollo 50 > Apuntes 54 > Mapa de Mendoza 66 > el cóndor andino: infografía 96 > Señales naturales 105 > Santos Guayama
Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Registro de propiedad intelectual en trámite. ISSN 1850-1494 Distinciones de Cosas Nuestras: - Declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires (2010). - Declarada de interés legislativo por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires (2008). - Premio Santos Vega de Plata 2007 al Mejor Medio de Difusión Gráfica Revistas.
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Foto de tapa: campaña Cruce de los Andes, Otoño-Invierno 2013 de Cardón, por Pato Battellini
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EL REINO DE LOS VOLCANES La Payunia
Es un paisaje único en el mundo. Ubicado en el sur de la provincia de Mendoza, esconde la historia y los misterios de la formación geológica de la Tierra. Sorprende desde el arte rupestre prácticamente inexplorado hasta una población de un centenar de personas que viven en cuevas de piedra. 4
Foto: Gentileza Ministerio de Turismo de Mendoza
Foto: Gentileza Ministerio de Turismo de Mendoza
La Payunia es una piedra preciosa para los científicos del mundo entero. En esa región, hace más de cinco millones de años, la tierra estalló en miles de erupciones volcánicas que mezclaron agua y fuego y dejaron un paisaje único. Sólo su corazón aloja cerca de mil cráteres que la convierten en una de las zonas con
mayor densidad vulcanológica del mundo. “El libro de los volcanes”, dicen los especialistas. Ubicada 580 kilómetros al sur de la capital provincial, en el departamento de Malargüe, la zona integra la precordillera mendocina. Su peculiar paisaje empezó a gestarse durante el Plioceno y terminó de
configurarse hace poco menos de quinientos mil años, cuando cesaron las explosiones y erupciones que definieron su apariencia actual, con formas y colores que la hacen única. Rodeando los volcanes hay otra riqueza natural con sello propio. Son las Pampas Negras, un gigantesco y oscuro manto de grueso pedregullo
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llamado “lapilli”, desparramado durante las erupciones. El nombre con el que ha sido bautizado este paraje, La Payunia, responde al que han inspirado sus conos de mayor porte: el Payún Matru y el Payún Liso. Se trata de dos imponentes moles, que superan los tres mil metros de altura y se mezclan con otras cientos de menor tamaño, pero idéntica multiplicidad geológica. Hasta el lugar se llega tomando
desde la cabecera departamental la ruta 40 en sentido sur y luego, hacia el oeste, un camino de ripio que va haciendo crecer el asombro. De postales plenas de verde y agua se entra de pronto en un desierto de formas mágicas. “Íbamos en las camionetas haciendo bromas y animándonos a que sacaríamos las mejores fotos. Pero cuando bajamos nadie dijo una palabra durante mucho tiempo. Yo tuve la sensación de estar en un lugar que no es de este mundo”. El
Las zonas volcánicas del mundo son como capítulos de un libro. Cuando uno estudia La Payunia, se da cuenta de que es el libro entero joven cineasta Pablo Tesoriere está acostumbrado a las imágenes que generan conmoción. Director de Puerta 12 y productor del más duro film de Enrique Piñeyro –The Rati Horror Show–, cuesta imaginarlo con estupor; sin embargo, recuerda su visita a La Payunia como una de las experiencias más fuertes que le tocaron vivir. Los especialistas coinciden en que no existe otro paisaje idéntico en la Tierra y que la única semejanza conocida en cantidad de volcanes y paisaje circundante es la isla de Lanzerote, en Canarias. La Payunia le gana sin embargo en rarezas, ya que alberga la lengua de lava más extensa que registre el planeta: nada menos que 181 kilómetros continuos que surgen de la ladera este del Payún Matru. “Las zonas volcánicas del mundo son como capítulos de un libro. Cuando uno estudia La Payunia, se da cuenta de que es el libro entero”, reafirma la doctora Corina Risso, directora del Instituto de Geología de la Universidad Nacional de Buenos Aires y devota de ese lugar al que hace más de una
década vuelve constantemente. Si bien estos gigantes de fuego están completamente inactivos, nada indica que no puedan entrar en acción. “El Payún Matru –explica Risso– tiene coladas (capas) muy nuevas, de apenas siete mil años. Si pensamos que el Chaitén (Chile), cuando hizo erupción por última vez, hacía 9.600 años que no se activaba, no es alocado pensar que el Payún pueda entrar en actividad”. No obstante, la experta aligera los temores y explica que por lo desértico y el tipo vulcanológico las consecuencias no serían tan graves para el entorno. “Como para sentarse y mirarlo”, dice. No al lado claro: la lava alcanza los 1.100 grados centígrados. ARTE RUPESTRE La Payunia es, junto con la isla antártica Decepción, la única zona de esta parte del planeta en la que se encuentran los volcanes llamados “hidromagmáticos”, es decir, aquellos nacidos de la mezcla de lava eruptiva con agua. Eso fue lo que llevó a la doctora Risso hasta la zona en 1998. “Cuando mi campaña antártica terminó, decidí seguir investigando ese tipo de volcanes. Y los encontré en La Payunia. La zona era casi científicamente inexplorada”, cuenta Risso. Y no sólo en materia geológica. Según el doctor Gustavo Neme, antropólogo platense y actual investigador del Conicet, “el arte rupestre de La Payunia está prácticamente sin estudio”. El científico se radicó en Mendoza hace veinte años e hizo a La Payunia protagonista de sus trabajos arqueológicos. “Desde un primer momento me llamó la atención cómo hicieron las poblaciones para adaptar sus estrategias de vida en ambientes desérticos y con un fuerte impacto de la actividad volcánica. Estas pre-
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guntas fueron las que guiaron las investigaciones de nuestro equipo y despertaron el interés en la región”, narra. Es que la arquitectura natural de la zona debe sus formas al agua, pero en esa creación gastó sus cauces. Desde hace decenas de miles de años es casi un desierto con límites concretos a las posibilidades de vida. Una privilegiada población de guanacos interactúa en el ciclo vital con los pumas, algunas ardillas, cóndores y la rareza de la ranita de cuatro ojos. Los colimaliles –o leños amarillos– conforman la vegetación predominante del lugar y sobreviven la sequía del entorno. Neme con su colega Alfredo Gil hallaron ahí esqueletos de unos 1.200 años de antigüedad. La vida en La Payunia se había instalado sin embargo mucho antes. Los registros de los científicos permiten concluir que hace siete mil años comunidades
básicamente cazadoras habitaron la región, “con muy buen conocimiento de todos los recursos y de los lugares en los que podían encontrar agua”, explica Neme. La existencia en la zona de un tipo especial de vidrio volcánico llamado obsidiana, material exquisito para la talla de objetos, les permitía llevar a cabo algunos intercambios con comunidades amigas que habitaban algunos sectores de la cordillera. La vocación talladora de aquellos antiguos habitantes de La Payunia se vio claramente en el hallazgo que Neme y Gil hicieron de varios petroglifos –trabajos bajo relieve en las rocas–, que son parte de ese tesoro rupestre que aún espera ser revisado. HABITANTES DE LA PIEDRA La continuidad de la permanencia humana en La Payunia no se conoce
exactamente. Pero sí puede afirmarse que en el último siglo y medio hay familias que se han afincado y viven en medio de esa maravilla casi fantasmal. “No hay sitio en el que el hombre no pueda vivir”, reflexiona Neme. Explica que, más allá de la escasa visión que se tenga de la gente que vive en la parte más agreste de la reserva, se estima que hay cerca de un centenar de pobladores. Son criollos que se han mezclado con pueblos originarios y permanecen allí, desde hace generaciones. Cuenta Neme que los habitantes del corazón más cerrado, seco y negro de La Payunia viven en “cuevitas” en la piedra, buscan “el agua del tiempo” –la que se acumula luego de algún deshielo o lluvia–, convidan mate y se expresan religiosamente en la ceremonia de “velar santos”. Cada familia es devota de alguno y, cuando llega el momento de honrarlo, se
junta en cada uno de sus altarcitos para rendirle culto. Por supuesto, el santo del agua no puede faltar en medio de ese crudo desierto. EL REINO DEL SILENCIO En La Payunia no existen los caminos, apenas las huellas de las camionetas 4x4 que transportan a los visitantes atravesando las Pampas Negras. Llegar al lugar requiere la contratación de un servicio especial, y la visita turística sólo está permitida de día. A la noche los pumas dominan el territorio, y nadie puede garantizar seguridad. “Hace algunos años –recuerda Risso– estaba trabajando en una misión al borde de una colada de lava con
un colega israelí que me pidió que le sacara una foto. Me quedé con la cámara y de golpe veo que corre desesperado. Venían persiguiéndolo dos pumas que tenían ahí su escondite. Recién cuando nos vieron lejos se volvieron”. Los viajes al lugar conservan máximos recaudos. “Es una zona en la que la presencia humana se transforma en un riesgo de alto impacto”, describe Horacio Baldi, responsable de Argentina 4x4, una de las empresas autorizadas a ingresar. “Las huellas quedan allí por muchísimos años dañando el paisaje”, explica. Por eso, la meta de los guías es que los visitantes aprendan a mantener “la pureza del lugar”. La Payunia no tiene luz artificial ni
construcción de ningún tipo, y tampoco está permitido acampar. No se puede fumar, y conviene moverse con cuidado por los efectos contundentes que se experimentan en el cuerpo. Es el reino de un silencio en el que cualquier cosa se escucha muy fuerte. Sobre todo el viento. Paisaje único y misterioso, es un capítulo fundacional en la vida de la Tierra. Un lugar que paisajísticamente “no tiene percepción de vida humana”, señala Tesoriere. Candidata a ser declarada en febrero de 2014 Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO, La Payunia espera en su ventoso silencio el último reconocimiento mundial. Andrea Frade Fotos: Gentileza Pablo Tesoriere
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EL MALACARA
Foto: Gentileza Dra. Corina Risso
Cuando la doctora Corina Risso llegó a la zona de La Payunia no todo había sido descubierto. Por ejemplo, el tesoro que guardaba el campo de la familia de don Alberto Quesada. Lo que consideraban un cerro terminó siendo un volcán de características únicas en la región: el Malacara, un caballero de 450 mil años y no más de 150 metros de altura, en cuyo interior se halló una arquitectura de piedra que haría poner colorado al mismísimo Miguel Ángel. “Lo revisé y estudié cada una de sus piedras, de sus paredes. Lo genial de este volcán, que empieza siendo amarillito y termina gris, es que cuando se acabó la erupción se quedó sin agua. Eso generó paredones que después fueron erosionados por el viento, lo cual formó cárcavas. Son espectaculares y nadie las conocía”, se entusiasma Risso. El dueño del campo, apenas se enteró de las intenciones de la misión que Risso se disponía a llevar adelante, no tardó en contar los trastornos que le causaban las rarezas del Malacara. “Me dijo que eso no servía para nada y que por ahí se le caían los chivos a los precipicios”, cuenta la geóloga. El interior del volcán tiene paredones de entre treinta y cuarenta metros verticales perforados con extrañísimas formas, que hacen juegos de luces naturales con reflejos singulares. Risso asegura que adentro “uno queda extasiado por su belleza”. El único que tiene esas cárcavas es el Malacara. La experta asegura que la erupción que le dio vida “no duró más de un año y que las capas de lava y agua formaron un acúmulo pegajoso que, además, sufrió un derrumbe por terremoto”. Así construyó ese volcán su inusitada belleza. Don Quesada ya no tiene que preocuparse por el derrape de sus chivos. Hoy su campo es un destino turístico especialmente codiciado, y él, un inmejorable anfitrión.
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CANTORA DE LAS SIMPLES COSAS Entrevista a Sandra Amaya
Su andar y su voz llevan la profundidad de sonidos y texturas ancestrales. Esta artista mendocina descubrió tras un largo camino que su vida personal y la artística debían confluir para rescatar las raíces originarias de Sudamérica. Así lo hace, sumando inspiración y aportes musicales diversos, como solista y con su grupo Sonido Guay Neñé. La voz hablada de la mendocina Sandra Amaya pasea a quien la escucha por naturalezas bien diversas. El relato de su vida lo lleva a uno a las fincas verdes de los viñedos de Tunuyán donde se crió, a los medanales y el desierto de Lavalle donde ejerció como maestra y aprendió de las comunidades; su voz pisa la altísima cordillera así como también el monte que conoció junto a su ex marido de ascendencia huarpe. La voz cantada de Sandra tiene todos esos colores y texturas de su terruño y aún más. “A mí me encanta hermanar luga-
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res y pueblos con mi canto”, afirma como bordando amablemente una bandera sin costura ni fronteras. A la que también suma los colores de la influencia de sus mayores, abuelos y familiares cantores no todos mendocinos, sino también oriundos de las provincias de La Rioja, Córdoba y San Luis. “Es que, en realidad, como cantora me siento sudamericana por sobre todas las cosas”, dice Sandra. Al escucharla contar y cantar, queda claro que su tierra cultural no tiene límites y ya se entenderá cómo en su voz se refleja la diversidad musi-
cal: el folclore tradicional cuyano, los ritmos andinos, el canto con caja, la cumbia y el reguetón conviven en perfecta paz y armonía. Entre otras cosas, ella es la cantante de la banda mendocina Sonido Guay Neñé, toda una revelación entre las bandas de folclore digital. Es que de a poco, con paso firme, Sandra va llevando su voz a nuevos rincones, territoriales y musicales. Recientemente regresó de un viaje por Marsella (Francia), donde participó de una residencia creativa de “Tambor y canto”, organizada por la
asociación francesa L’Assos Picante. Caminó bastante para encontrar el sonido que mejor la hacía vibrar. Y hubo un momento clave que le permitió hallar el fundamento de su vida personal y artística. “De repente entendí cosas que antes no entendía. Llegué a espacios rurales donde está la mayor cantidad de población originaria en Mendoza y donde yo me he parado para poder componer hablando de una Mendoza nativa. La Mendoza que no conocemos. A esa Mendoza le hice varias canciones”, dice con su voz finita y aguda de niña, que por momentos se torna ronca. Sandra respira serenamente, y recuerda: “En ese tiempo sin tiempos aprendí lo que era el pensamiento colectivo, pensar y hacer sin olvidar al otro, compartir, construir juntos. Aprendí a interpretar algunos mensajes que nos da la naturaleza, a observar el comportamiento de los ani-
males, a mirar el sol, la luna y el río, a cuidar y venerar el agua. Aprendí que era tan importante la participación de los niños y abuelos en las actividades diarias. Aprendí que el canto, la alegría y el buen humor son elementos inherentes a nuestra vida cotidiana”. –¿La Mendoza “que no conocemos” quedó atrás en el tiempo? –No, está viva –afirma–. La Mendoza virgen, la del monte, donde todavía hay pueblos originarios y hay gente que vive desde no sabe cuándo. La que no quiere alambrados. Esa Mendoza llena de sabiduría ancestral. Esa Mendoza nativa, donde uno encuentra plantitas medicinales para resolver las urgencias hasta que llegue un médico o se pueda salir a la ciudad. Esa Mendoza que sigue haciendo la danza para que llueva, la que hace pozos en el río para sacar agua cuando está todo seco. La que caza y pesca sólo para resolver la comida del día y
nada más. La que no destruye, la que cuida, la que corta junquillo de sol a sol, la que cuida su majada, la hospitalaria y generosa. A esa Mendoza, la conocen muy pocos. Sandra hace su camino lejos de las estridencias y las alabanzas. Sencilla y sincera, lo advierte: ella nunca estudió canto. “Lo mío es el aprendizaje a través de la tradición oral”. Las fiestas familiares en casa de su abuela Petrona Benita han sido las materias que ha tenido que rendir para llegar a constituirse como “cantora”, reconocida por todo su entorno. En un instante, la musicalidad de aquellas fiestas vuelve a su memoria. Sandra recuerda “tonadas” y ritmos que ya no se escuchan, como el “pasillo”, danza y género musical sudamericano, además de pasodobles, cuecas y gatos cuyanos. Y las coplas, las coplas… hoy son parte de su vida. Y así es como surcan varios momentos de la charla. Es que
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tacto, Sandra investigó sobre los tambores ceremoniales de los pueblos originarios del mundo, las similitudes y diferencias con su parche y su cuerpo de resonancia. Buscó un lutier en Mendoza y decidió “reconstruir”, a su modo, a su intuición, lo que podría haber sido el “tambor huarpe”. “Yo no soy descendiente de huarpes, mi apellido Amaya es bien gitano y tengo también ascendencia diaguita por mi familia de Ulapes, en La Rioja. Yo me siento muy nómade, hermanada con todos los pueblos originarios”. Muestra de esa transformación constante son sus dos discos solistas, Mensaje de la tierra y Arena y junquillo, y también el tercero, que ya está grabando. Tal vez la obra más emblemática en su gusto por lo diverso sea aquella en la que está trabajando con Sonido POR EL CAMINO HUARPE Guay Neñé (en lengua millcayac, “el camino del árbol”), primer disco del Pero ¿dónde empezó todo ese senproyecto impulsado por el bajista y tir originario? “Yo era maestra de DJ Lea Skames, que rescata las raíces grado. Y a mis treinta años decidí del folclore argentino mezclado con quedarme a vivir en la localidad de nuevas tendencias musicales. Lavalle. Entonces renuncié a la doEl Noroeste argenticencia y recorrí trece no también fue parte comunidades de Lavalle y de Santa Rosa, Está viva la Mendoza virgen, la del monte, de su largo camino andar descubrienhaciendo entrevisdonde todavía hay pueblos originarios y de do y creando. Y objetas en el campo para hay gente que vive desde no sabe cuándo tivos no le faltan: su la organización Pax sueño es organizar Tequina, que signien el 2013 el primer fica “amanecer” en lengua huarpe. Es una asociación ci- él entendí la situación de Mendoza, encuentro de cantoras de Mendoza, vil creada por un grupo de docentes aculturada entre el virreinato del para seguir aportando a la recupeinteresados en mejorar la educación Río de la Plata al este y al oeste por la ración de la transmisión oral de los de los niños y en brindar capacita- capitanía de Chile. Por eso, la franja pueblos originarios. “Yo busco que ción a los maestros, con una fuerte central de nuestro país está como mis ganas de crear no queden estanvinculación con las escuelas alber- borrada en la cultura. También supe cas. Y, en este sentido, cada uno tiene gue del desierto de Lavalle. Nada que en Mendoza vivió un tercio de la que contribuir a crear conciencia de puede igualarse a esa sensación de población negra, y que era usada en pensamiento, a alimentar la comulibertad en medio de un silencio el frente de batalla. ¡Entonces había nicación, a respetar la diversidad, a que, a pesar de ser profundo, pudo muchos tambores! Pero a fines de reverenciar las raíces y el entorno nadejarme escuchar los propios lati- 1700 las percusiones fueron prohibi- tural. Todo esto, más allá de si somos dos. También entender y escuchar das porque eran usadas como medio originarios o no”. a la gente de las comunidades, de de comunicación”. Lorena García Tratando de buscar puntos de conquienes aprendí mucho”. Fotos: gentileza Sandra Amaya Sandra Amaya fue entretejiendo en el andar su alma de coplera. Como las señoras del norte, que se expresan musicalmente sobre su vida cotidiana mediante versos que laten como corazones dentro de esas cajas encintadas, enfloradas, rociadas con alcohol. Su voz de niña pícara interrumpe la charla para cantar una coplita: “Decime si me querís / no mi andis entreteniendo / porque tengo otras propuestas / que vos andás perdiendo”. Como autora de coplas, poemas y canciones, ella también es autodidacta: “Yo no sé leer música, por eso me permito hacer cosas que en el lenguaje musical no están permitidas. Escucho a mi corazón y eso me libera”.
La llegada a las comunidades de su provincia le abrió el camino para incorporar las cosmovisiones de otros pueblos originarios. Y así es como aparece el canto con caja en su camino como cantora. También una meta profesional: dejarse traspasar por los cantos originarios y comunicarlos a los demás. Lo explica de este modo: “Mi llegada a los escenarios fue muy natural, casi como un juego que yo iba disfrutando cada vez que me pedían que cantara. Ángel Ortiz, quien nos convocó a mí y a mi ex marido a formar el grupo Quinua, siempre me decía que yo tenía voz de coplera. Un día nos hizo escuchar unas coplas que me hicieron llorar. Yo pensé: ‘Debo haber sido coplera en otra vida’. Y así me identifiqué absolutamente con el canto con caja. Y pensé: ‘Si en el norte argentino está la caja como instrumento ancestral y en el sur el kultrum, ¿qué hay en el centro?’”. Investigó en las crónicas españolas y llegó a sus manos un estudio sobre los huarpes del filósofo mendocino Arturo Roig. “Gracias a
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El primo del campo GATO PETERS
Mendoza es cosa nuestra. Mendoza de los viñedos. Mendoza de las acequias. Aconcagua centinela… Los sesenta granaderos Mendoza de San Martín, Ejército de los Andes… Las mulas de Fray Beltrán, las damas de la bandera… Historia en el Plumerillo, aquel general Las Heras Mendoza de aquellos pasos, Uspallata, de los Patos… Villavicencio del agua. Dicen que al agua en Mendoza siempre le ha faltado yodo, y que eso genera bocio y condiciona el hablar, por eso la virgen es de la Carrodilla cuando a lo mejor, tal vez, sería de la carrocilla… ¿Cómo va uno a saber? Mendoza cerro de la Gloria, Mendoza del Tunuyán… y del Cristo Redentor Mendoza del Tupungato. El mito de Bairoletto. Mendoza fútbol del Tomba, actualidad futbolera. Mendoza de Hilario Cuadros, de Los Trovadores de Cuyo. Mendoza del gran Tejada, Mendoza de Antonio Tormo. Alvear del sur ganadero, Mendoza San Rafael, el cañadón del Atuel, y de Malargüe y Las Leñas… Mendoza Puente del Inca y el paso de Las Cuevas. Mendoza digo, paisajes que bien adentro te quedan… Capital… todos los árboles armaron bajo la tierra de raíces una red, por si un día la tierra tiembla… Mendoza Chacras de Coria, la distinción de un estilo. Mendoza viejas familias españolas e italianas disputando palmo a palmo la historia de las bodegas y afianzando en los parrales una historia vendimiera. Denominación de origen, malbec en la época nueva… De Mendoza había venido a trabajar en un tambo a la provincia de Buenos Aires. Ahí, muy cerquita de Rawson, cerca de la ruta 7. ¿Viste cómo es en los tambos? Trabajan todos los días, no hay domingos ni feriados, y a la larga eso rinde… Por ahí son medieros, o sea, están a porcentaje. Así que se compró un auto, auto viejo, pero auto. Manejaba más o menos, como aprendido de grande que eso era. Y quería ir a Mendoza a mostrarlo, que lo vieran los parientes. Así que un feriado largo se organizó un reemplazo y arrancó para Mendoza. A las tres de la mañana, por camino de tierra de Castilla para Rawson, pero ahí ya agarró la siete, derechito a Mendoza… Nervioso iba. No bien agarró el asfalto venía uno de frente y empezó a renegar ¡Pero ya tenía que venir uno! Le faltaban mil kilómetros, ¿sabés los que se iba a cruzar de frente? Al rato lo encandilaba una luz allá adelante, ¿viste esos autos viejos que tenían el cambio de luz en el piso, con un botón que se pisaba…? Quería hacerle señas, cambios de luz para que el otro bajara la luz, sacara la alta y pusiera la baja. Casi lo desfondó al 404 pateando el pedal del piso. Y era un farol sol de noche de un tambo donde estaban ordeñando, al costado de la ruta. A Mendoza fue en el auto, lo que no sé es si habrá vuelto. www.gatopeters.com.ar
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LOS TEMPLOS DEL VINO Secretos de la arquitectura de bodegas
Piedra, luz y texturas. Los elementos característicos de los paisajes de montaña forman parte de muchas de las mejores bodegas mendocinas. Reconocen las aspiraciones de sus propietarios y el carácter de sus productos. Comenzaron a desarrollarse recién hace cuatro décadas acompañando la evolución de la industria vitivinícola. El primer envase del vino no es la botella. La cuna sagrada del vino es la tierra donde nacen sus uvas, su terroir, y la casa que lo hospeda, su bodega, hasta hacerlo sabor en la boca. “El vino fluye rojo a lo largo de las generaciones como el río del tiempo y en el arduo camino nos prodiga su música, su fuego y sus leones…”, escribió Jorge Luis Borges en su “Soneto al vino”. Entre el terruño, las bodegas y los hombres,
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el vino fluye en Mendoza por esos arduos caminos del tiempo, consolidándose como una industria cada vez más sofisticada y competitiva en el mundo, con un mercado externo muy desarrollado en las últimas décadas, y donde un pequeño grupo de bodegas concentra la mayor parte del mercado (Rutini, Catena Zapata, Esmeralda, Norton, Toso, Fecovita). Pero donde también florecen bodegas familiares o bouti-
que con vinos de calidad, como Domaine St. Diego, del ex enólogo de Trapiche, Ángel Mendoza, o el emprendimiento de los jóvenes hermanos Michelini, Zorzal Wines. Si cada uva hoy es bendita para la industria, el vino se elabora en una especie de templo cada vez más sagrado desde su concepción arquitectónica. En este contexto, el estudio Bórmida & Yanzón, constituido por la mendocina Eliana Bórmida y
Bodega O. Fournier
el sanjuanino Mario Yanzón, se erige como una marca registrada en la construcción de bodegas mendocinas desde hace cuarenta años. En sus manos pueden convivir tanto el sueño de una pequeña bodeguita familiar encajada en una quebrada mendocina como una monumental bodega plantada sobre el inmenso desierto en un complejo arquitectónico, urbanístico y paisajístico. Dos de las bodegas diseñadas por
ellos fueron nombradas las mejores del mundo por la Great Wine Capitals: Quinta do Seixo, en Portugal (2009), y Diamandes, en la Argentina (2010). En el estudio, que funciona en una casona centenaria, el arquitecto Mario Yanzón reconstruye la memoria de su firma desde cuando Eliana y él eran estudiantes de arquitectura, se casaron, compraron esa casa y empezaron a dar vida a
las viviendas más destacadas de Mendoza. “Armamos este estudio los dos, superando los peores momentos, las inflaciones de antaño y de ahora. Y aun así nos modernizamos, nos equipamos –cuenta Yanzón–. En aquella época las bodegas eran unos tanques asoleados, con enormes cantidad de hectolitros a granel, no había calidad. Estábamos totalmente atrasados a la industria vitivinícola en relación con el mundo. No exportábamos, y el vino nos lo tomábamos nosotros, los argentinos. Como teníamos un consumo per cápita muy alto, no se necesitaba exportar ni mejorar la calidad, se hacía un vino de mesa común. Hasta que unos argentinos visionarios se dieron cuenta de que el vino no era una gaseosa sin esmero. Era y es una bebida sensual con todos sus encantos que había que proteger”. Con las propuestas de dos empresarios de Mendoza –Carlos Pulenta y Ernesto Pérez Cuesta–, la firma Bórmida & Yanzón empezó a hacer ciertas innovaciones en la bodega Trapiche, reformando sus sótanos. “Luego seguimos con la bodega Walker, que hoy es Nieto Senetiner. Y ahí nos llamaron para arreglar Norton. Fue en la década del ochenta. Y desde ese momento fue una rueda que sigue rodando al día de hoy. Somos los arquitectos especialistas en vinos”. Así, el boom de las cunas monumentales para el vino llegó en los noventa, con emprendimientos extranjeros de millones de dólares como Salentein, Séptima, Fournier, Diamandes, Vistalba, Norton… “Ya no se hacía vino para los argentinos sino que se estudiaba el que les gustaba a los ingleses, a los americanos, a los caribeños –recuerda Yanzón–. Y de esta manera fue mejorando la calidad de los vinos que
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se hacían en la Argentina”. –¿Hay un estilo arquitectónico identificable o el denominador común de las bodegas es el eclecticismo, más funcional a la época? –Cada bodega debe reflejar las aspiraciones del propietario y la filosofía en cuanto al vino que se quiere lograr. Las que hemos hecho no tienen nada que ver una con la otra. Son eclécticas, sí, y muy funcionales.
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–¿Qué buscan los propietarios de las bodegas desde lo estético y desde lo funcional? –Por lo general, el propietario no pretende ser un showman con su bodega. Son arquitecturas muy introvertidas, que muestran un material exterior rico, pero muy “secotas”. El objetivo es proteger ese producto fresco siempre. Entonces la arquitectura se va modificando
también en función de las tecnologías para su elaboración. Se trata la uva de tal modo que el líquido no sufra estrés ni se oxide. Y esto es el esfuerzo de trabajar en equipo permanentemente con el propietario y el enólogo. –¿Cómo es ese trabajo en equipo? –Lo que primero hacemos es estudiar el terreno. ¿Dónde va a estar ubicada la bodega, entre viñedos, o
Cava de barricas. Bodega Salentein
sola en el monte, o rodeada de flora nativa? Esa primera idea te la proporcionan la topografía, el relieve, el paisaje, el asoleamiento. Luego se piensa cómo hacer diferente esta bodega según el requerimiento del cliente. Según los distintos sistemas productivos se busca el menor contacto posible con el aire. Cada enólogo elige cómo va a mover sus vinos, desde que la uva llega a la bodega y,
con una buena arquitectura, cómo saldrá de la planta convertida en un buen vino. CARÁCTER REGIONAL La piedra, el ladrillo y el barro, la luz y las sombras, las texturas del lugar. El estudio Bórmida & Yanzón busca desarrollar arquitecturas con características regionales, tan-
to por una cuestión estética como económica. Nada de estilos deconstructivistas ni de acero inoxidable o vidrios. “Proponemos una arquitectura con gran valor regional: piedra, ladrillo y hormigón. Las bodegas no tienen que tener grandes cantidades de vidrio con trampas de calor, sino muros de mucha masa que protejan su interior”. Mario recuerda cuando los dueños
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Eliana Bórmida y Mario Yansón
Cava de la Bodega O. Fournier
de Codorníu proyectaban construir Séptima, una bodega muy grande “que parecía más un frigorífico que un templo para vinos de calidad. Eso no iba a ser eso algo fantástico para Mendoza. Querían una bodega muy tecnológica. Entonces, en el estudio le propusimos una construcción bien andina, con muros como pircas, tal como los incas construían sus casas para protegerse de las inclemencias de la cordillera. Hoy sigue siendo una de las construcciones más importantes, con muros de catorce metros de altura”. Para Mario Yanzón, las bodegas son hijos. Le cuesta preferir una a otra. De todos modos, entre sus
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Sala de Tanques. Bodega Séptima
más logradas se destaca la bodega Atamisque, construida con techos de laja, integrada en el paisaje del Tupungato. O la magnificencia de Salentein, que cuenta con la bodega, un museo con restaurante en medio del desierto y la “capilla de la gratitud” construida en barro. En estos momentos, lo entusiasma un proyecto pequeño y familiar, de 200.000 litros, la nueva bodega de Matías Michelini, ubicada en un vallecito, en una quebrada encajada en la montaña. “Será pequeña y tendrá su magnificencia lindísima”. La firma Bórmida & Yanzón no deja de crecer (cuenta con un plantel de veinte arquitectos) ni de
soñar. Mario se pone a imaginar las bodegas de los próximos diez años, cuando la aplicación de nuevas tecnologías haga que las maquinarias de la vitivinicultura sean cada vez de menor tamaño. “Yo creo que la arquitectura de las bodegas se verá afectada para mejor. Siempre la maquinaria va a influir en la arquitectura. Pero el vino tendrá que ser siempre vino”. Como dijo el poeta persa Omar Khayyam, “bebe el vino en el claro de luna, mi amor, que la luna brillará muchas noches sin volver a encontrarnos”. Lorena García Fotos: Gentileza Estudio Bórmida y Yanzón
CELEBRACIóN DE LA VENDIMIA Esencia de la gran fiesta mendocina
Me crié entre cubas y toneles, con abuelos cosechadores que bailan una cueca entre hileras con la alegría de terminar de acarrear tachos repletos de racimos. El aroma de tierra y escobajos me trae añoranza, el contacto con la textura de los granos me genera emoción y el sonido de la Marcha de la Vendimia en el Teatro Griego me puede hacer caer las lágrimas. Todos los que nacimos, crecimos y vivimos la cultura mendocina entendíamos en nuestra infancia que las clases sólo comenzaban después de la gran fiesta, y que el mes de febrero hasta principios de marzo era de carrusel, reinas, racimos de uvas y un mundo circense con un gran espectáculo tanto para los mendocinos como para los visitantes. Ese mundo, aunque ha madurado y crecido, sigue caracterizándose por un fervor popular que moviliza los diferentes ámbitos de la provincia. La Vendimia es una verdadera
algarabía para la provincia. No sólo porque es el fin de la cosecha y se celebra descorchando los mejores vinos que representan la industria madre de Mendoza, sino porque se renueva cada año un sentimiento de pertenencia que se percibe en su gente. Se trata de una manifestación cultural con una impronta ancestral que ha evolucionado con la sociedad misma. Si nos remontamos a los inicios, la Vendimia nace con una celebración anual que se denominaba “Fiesta de las Chinas” en el siglo XVII. Esta expresión popular se realizaba en amplios galpones coloniales iluminados con candiles de grasa, donde inmigrantes y nativos, acompañados por el rasgueo de guitarras, se disputaban las bellezas de las “chinas” (mujer del gaucho). Por eso Vendimia en Mendoza es sinónimo de folclore, un conjunto de tradiciones, creencias y costumbres, que incluye su música, poesía, comidas, supersticiones y
fiestas. Los primeros intentos para que la festividad se convirtiera en un acto oficial y de gran magnitud tuvieron lugar en 1913, cuando Mendoza fue elegida sede del II Congreso Nacional de la Industria y el Comercio. En 1936 se realizó por primera vez la Fiesta de la Vendimia fuera del ámbito íntimo de las hileras. Desde el siglo anterior los trabajadores venían celebrando el final de la cosecha tocando la guitarra, cantando y bailando cuecas y gatos cuyanos, para posteriormente elegir una niña entre todas las cosechadoras a la que coronaban con racimos de uva. Este año se cumple medio siglo de festejos de la Vendimia en el Teatro Griego, un espacio cultural a cielo abierto en el medio de la montaña donde los cuadros de bailes aparecen entre cerros y los fuegos artificiales dan el toque final a la gran fiesta. Carla Luna
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Chivo, oliva y el infaltable malbec Comidas mendocinas
Mendoza regala sus mejores productos para el arte de la gastronomía. Es la tierra del buen vino, el chivo y el aceite de oliva, pero se destaca también por sus frutas y verduras, truchas y pejerreyes. Esta provincia, por el clima, las características del suelo y las costumbres que fueron tejiendo criollos con inmigrantes españoles e italianos, brinda hoy infinidad de posibilidades para la cocina. Una alternativa de productos de estación y típicos de Mendoza es la base que selecciona el cocinero Nicolás Bedorrou para
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expresar lo mejor de la gastronomía provinciana. Nicolás sostiene que, para defender la identidad de la cocina mendocina, junto con un grupo de colegas coinciden en hacer valer los productos típicos de la región. Explica que la época de calor es la mejor para comer chivo, porque es bien tierno. “Elegimos la comida sobre la base del chivo y del aceite de oliva, que también es otra de nuestras vedettes. Hay tres opciones, que parten de un chivo confitado en aceite de oliva. Para eso cocinamos el chivo
a baja temperatura en el horno, lo que hace que quede totalmente tierno e hidratado, porque es una carne magra”, afirma este chef que está al frente del reconocido restaurante Divina Marga, en Mendoza, además de ser propietario de una empresa de catering. Los tres platos son un pastel de chivo y camote (batatas) con una croûte de almendras; una croqueta también con chivo y hierbas, y un ceviche de chivo. Un detalle añadido es la sal gruesa al malbec, que le aporta a la carne el sabor único del vino
local. Incluso para algunos postres, un par de granitos de sal de malbec queda muy bien con el chocolate, afirma el cocinero. La elección de los postres sigue el mismo criterio: una cocina de producto y de estación. La base es el melón (rocío de miel) y el aceite de oliva. Para degustar Nicolás presenta un raviol de melón relleno de frutillas, una granita (helado) con pomelo y tomillo, y lo que denomina “chocoliva”, que es una preparación de chocolate, manteca, aceite de oliva (arauco) y crema. El maridaje no puede quedar afuera en una provincia como Mendoza. Nicolás apunta que el postre va muy bien con un chardonnay, y para sentarse a disfrutar el chivo lo mejor – cuál si no– es un buen vino malbec.
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RECETAS TRES PREPARACIONES CON CHIVO PARA dos personas
Primero envolver dos patas traseras del chivo en aluminio previamente rociadas con aceite de oliva, romero y ajo. Cocinar en horno medio bajo aproximadamente cuatro horas. Luego desmenuzar con la mano el chivo ya confitado.
Ceviche de chivo
Tomar una parte de la preparación anterior del chivo y reservar. Picar tomate en concassé, cebolla morada en pluma bien fina y un chile rojo. Mezclar todo con el chivo y el jugo de dos limones. Salpimentar y reservar.
Croqueta de chivo
Con la preparación del chivo confitado, procesar, saltear cebolla y agregar. Poner dos huevos y pan rallado. Amasar y formar croquetas. Por último, añadir almendras picadas y perejil. Rellenar con mozzarella y freír.
Pastel de chivo y camote
Preparar un puré de batatas bien cremoso. Poner en un molde aceitado: en la base el chivo confitado y tapar con puré de batatas. Preparar una croûte con manteca, almendras picadas, pan rallado y perejil. Terminar el pastel con esta croûte y hornear.
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POSTRES
PARA dos personas
Chocoliva 1/2 kg de chocolate cobertura 60% 50 g de manteca pomada 50 cc de aceite de oliva de arauco 100 g de azúcar 70 cc de crema de leche Llevar a hervor la crema con el azúcar, derretir el chocolate con la manteca y el oliva. Por último, mezclar todo y dejar a temperatura ambiente un día antes de cortar.
Granita de melón
Licuar el melón, tamizarlo y preparar un almíbar con 100 g de azúcar y 100 cc de agua, mezclar los líquidos y llevar al freezer. Dejar congelar y raspar con tenedor. Repetir el raspado tres veces por lo menos y mantener en el freezer.
Raviol de melón y frutillas
Cortar láminas muy finitas de melón de la parte de arriba y de abajo. Pasar por un almíbar tibio unos minutos, cortar frutillas en cubitos y mezclar con hojitas de menta picada. Colocar una lámina de melón caramelizado, el relleno de frutilla y menta y la otra tapa de melón. Cerrar y con un cortante redondo emprolijar. Luego espolvorear azúcar por encima y sopletear con fuego. Acompañar con un sorbete de pomelo y tomillo.
CREACIONES EN LA TIERRA DEL SOL Oficios criollos y de pueblos originarios
Lo que el hombre elabora con sus manos para vivir mejor, y lo que se transmite de generación en generación, reflejan una parte sustancial de la identidad de una región. El trabajo de diferentes artesanos mendocinos muestra un rostro distintivo de la provincia.
La herencia de los pueblos originarios se mantiene viva en las manos de artesanos y artesanas del interior mendocino. Aún hoy, en comunidades que se reconocen descendientes de los huarpes en el departamento de Lavalle (nordeste de la provincia) perduran oficios que fueron transmitidos de generación en generación.
En esa zona desértica se elaboran diferentes tipos de productos de cestería, básicamente con el junquillo, el mismo arbusto que utilizaban los primeros pobladores. El tejido con telar y la cerámica, que se realizan también con técnicas ancestrales, junto con el trenzado en cuero son típicos de esa localidad.
Más allá de los oasis mendocinos donde se desarrolla la muy reconocida industria vitivinícola y frutihortícola, el resto de la provincia tiene mayormente zonas áridas en las que se destacan los campos ganaderos. Por eso el trabajo en cuero y los enseres para el caballo también representan una marcada tradición mendocina.
Doña Dumitila Nieva, de poco más de 70 años, es maestra tejedora. Cuando apenas tenía diez años, su madre le enseñó a utilizar el telar. Trabaja por encargos y elabora desde ponchos hasta cubrecamas y caminos de mesa. Vive en el puesto Balde la Vaca, en el paraje El Retiro del departamento de Lavalle.
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Nilda Jofré es una experta artesana del junquillo de Lagunas del Rosario (Lavalle). Junto con su marido y sus dos hijos hicieron centenares de trabajos de cestería que se vendían en el mercado artesanal del centro de la capital mendocina. La crónica falta de agua en la región impide que crezca el junquillo y su arte hoy espera.
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Serapio Nieva vive en la posta San Gabriel, en el paraje El Retiro (Lavalle). Elabora pellones con lana de oveja y hace artesanĂas en cuero. Su mujer, Juana Escudero, es tejedora.
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Hugo Varela es tercera generaci贸n de fabricantes de monturas. Su apellido es una marca reconocida entre tradicionalistas y clientes. Elabora la t铆pica montura cuyana.
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ALMA GAUCHA Mario Day y el valor de la tradición
La casa de Mario Day, en la capital mendocina, es una especie de museo de la tradición cuyana. Al recorrer los diferentes ambientes uno se encuentra con colecciones completas de estribos, taleros, frenos, espuelas, herraduras, morteros, mates, libros de literatura criolla y mucho más. Es que este hombre corpulento, de sonrisa amplia, es un apasionado por los oficios de campo y un tradicionalista de ley. Cada pieza que guarda tiene una historia, y Day la cuenta con la pasión del coleccionista que
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sabe el valor que le otorga la huella del tiempo. El concepto bien entendido, aclara, es que “tradicionalista es el que transmite la tradición. Tenemos que transmitir para que todo esto no se pierda”, y es lo que ha buscado hacer a lo largo de su vida. Ha investigado, escrito libros y es un referente reconocido en estos temas. Su conocimiento abarca desde antiguos oficios de campo hasta comidas típicas y todo lo relacionado con la farmacopea criolla.
Cuenta que desde su tatarabuelo, toda gente de a caballo, el tradicionalismo fue una pasión familiar que él adoptó desde los diez años. “He tenido la suerte de haber combinado mi trabajo con mi pasión. Mi pasión es la tradición, pero mi trabajo son los recursos naturales. Y hay relación directa”, señala. ¿Por qué? Porque lo que buscamos en recursos naturales es conservar los recursos, y nosotros, como tradicionalistas, buscamos la conservación de las costumbres”.
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Director: José Mutti - Producto: Florencia Bayá - Diseño y Estilismo: Sol Duhart, Patricia Lerzo, Pilar Maciel, Soledad Márquez, Micaela Musi, Agustina Mutti, Virginia Pastore, Alfonsina Romani - Producción: Mariana Castelli - Diseño: Florencia Nuñez, Paola Vélez - Fotógrafos: Pato Battellini, José Luis Raota - Director de filmación: Mariano Hueter - Modelos: Florencio Queirolo y Natacha Eguía - Peinado: Nacho López Fagalde para Estudio H - Maquillaje: Natalí Rensin para Estudio Novillo - Estilismo: Josefina Bugallo - Locaciones: Los Molles. Mendoza - Agradecimiento especial: Ministerio de Turismo de la Nación, Ministerio de Turismo de la Provincia de Mendoza, Secretaría de Turismo de Malargüe, Cabalgatas Cordilleranas, Aldo Lucero, Complejo Los Molles, José María y Nicolás Cuenca.
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Diagrama Criollo Se podrá leer una frase del poeta mendocino Armando Tejada Gómez.
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Las palabras se forman con las siguientes sílabas: A – A – AL – AR – AR – BA – BO – BO – CA – CA – CAL – CHO – CION – CON – COR – CUE – DAS – DE – DE – DE – DE – DES – DI – DO – DOS – ES – GA –GUA – GUA – GUE – LA – LA – LAR – LE – LLA – LLE – LLO – MA – MON – NA – NEL – NEL – NES – NI – NO – NOS – ÑA – PAS – PI – PI – PIE – RA – RAS – RE – RE – RI – RI – RO – RRA – RRO – SA – TA – TE – TE – TEU – TI – TO – TO – TRO – TU – TU – VA – VI – YU – ZA – ZO Soluciones en página 104
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Definiciones 1. Ciudad cabecera del departamento homónimo, el más austral de la provincia de Mendoza. 2. Cerro más alto de Mendoza. 3. Cadena de montañas unidas entre sí. 4. Matar y desollar las reses vacunas y secar sus pieles al sol y al aire. 5. Árbol característico de Mendoza, con espinas en sus ramas y flores muy perfumadas, blancas o amarillas según las especies. 6. Canciones folklóricas no bailables muy típicas de Mendoza y de toda la zona cuyana, que se interpretan con guitarras criollas, generalmente a dúo. 7. (Los) Importante represa en el sur de la provincia de Mendoza cuyas aguas provienen del río Diamante. 8. Importante río de Mendoza, que marca el límite entre esta provincia y la de San Luis. 9. Entre pastores, oveja parida que ha perdido la cría. 10. Árbol siempre verde, cuya altura en algunas regiones de Mendoza alcanza a los 15 metros, con copa de ramas tortuosas e irregulares. Su fruto tiene un alto valor nutritivo y su madera dura es muy empleada en construcciones y muebles rurales. 11. Arma para aprehender animales que utilizan los hombres de campo. Consiste en dos o tres bolas de piedra u otra materia pesada, generalmente forradas de cuero y sujetas a otros tantos ramales de guascas torcidas. 12. Vía subterránea abierta artificialmente para el paso de vehículos; por ejemplo, la que atraviesa la cordillera andina comunicando la provincia de Mendoza con Chile. 13. En Mendoza, comprende el sector inferior del sistema de montañas, extendiéndose desde la zona de contacto con la llanura y ascendiendo hacia el oeste hasta los 2.000 metros sobre el nivel del mar en la zona montañosa. 14. Embutido lleno de carne, generalmente de cerdo, infaltable en todo asado argentino que se precie de tal. 15. Probados y degustados para examinar el sabor y el aroma de los vinos. 16. Importante empresario periodístico nacional oriundo de Mendoza. También incursionó en el fútbol como presidente del club mendocino Independiente Rivadavia. 17. Separaba por medio del calor, en alambiques u otros vasos, una sustancia volátil de otras más fijas, enfriando luego su vapor para reducirla nuevamente a líquido. 18. Técnica que consiste en calentar el vino durante unos minutos para eliminar los microorganismos perjudiciales que pudiera contener. 19. Recipiente grande que generalmente contiene vino. Sus paredes curvas están conformadas por tablas de madera unidas y aseguradas por aros de hierro. 20. Conjunto de animales yeguarizos de seis animales como mínimo y de cincuenta como máximo. 21. Motociclista mendocino, que desde 2009 participa con un auto en el Rally Dakar. 22. Árboles leguminosos que alcanzan los diez metros de altura y cuya madera es utilizada en carpintería. Su fruto es la chaucha. Se los encuentra en la región central del país, incluyendo el sudeste de Mendoza.
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apuntes QUEBRADA DEL CóNDOR
Observar el vuelo de un cóndor andino es una de las experiencias más maravillosas que pueden vivirse en la cordillera mendocina. Y uno de los mejores lugares para realizar el avistaje es la Quebrada del Cóndor. Ubicada al sur de la capital provincial, el campo se interna al pie del cordón del Plata, a unos 2.500 metros sobre el nivel del mar. Son seis mil hectáreas cuidadas por Ernesto Cato y Adriana Veggiano, quienes ofrecen alojamiento y la posibilidad de hacer cabalgatas y trekking. Para llegar al mejor lugar para el avistaje se recorre un sendero alto y sinuoso. El propietario del paraje señala que se ha alcanzado a ver, en una misma tarde, hasta setenta cóndores sobrevolando la quebrada.
VUELTA POR EL UNIVERSO
Malargüe es reconocida como uno de los centros astronómicos de renombre internacional. Debido a sus condiciones geológicas y la limpieza que presenta en su espacio radioeléctrico, fue elegida para que se montara allí el observatorio Pierre Auger, único en el mundo creado para detectar rayos cósmicos. La ciudad también tiene un planetario, que se destaca por su arquitectura y alta tecnología: posee un domo con proyector digital coronado por una cúpula con techo de forma piramidal y colores tornasolados en azul. En esa zona también se inauguró la estación para el seguimiento de misiones satelitales de exploración del espacio profundo de la Agencia Espacial Europea (ESA DS3). La antena pesa 60 toneladas.
LA IGLESIA QUE QUEDÓ EN PIE Bastaron dos minutos y medio para que el 20 de marzo de 1861 un terremoto dejara a la ciudad de Mendoza sepultada bajo los escombros. Un siglo y medio después, un proyecto encabezado por el arqueólogo Daniel Schávelzon busca recuperar vestigios de la antigua capital provincial. El gran tesoro que quedó en parte a resguardo del sismo es la iglesia de San Francisco, cuyas ruinas son los únicos restos visibles de la vieja urbe. El templo, construido por los jesuitas en el siglo XVIII, se ubica frente a la plaza Pedro del Castillo. En la iglesia se bendijo y juró por primera vez la bandera de los Andes.
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Fotos: José Luis Raota y gentileza Ministerio de Turismo de Mendoza.
CENTRO CULTURAL LE PARC
El centro cultural más grande del interior del país se encuentra en Guaymallén (Mendoza). Y lleva como nombre el de uno de los artistas más importantes que ha dado la provincia, creador del arte cinético: Julio Le Parc. La estructura del edificio, de casi nueve mil metros cuadrados cubiertos y forma de semilla, cuenta con cuatro niveles que albergan cinco salas de espectáculos para más de mil espectadores, salas de exposiciones y
locales de artesanías. Allí se realiza anualmente la Feria del Libro de Mendoza y tienen lugar muestras, obras de teatro, proyección de películas y charlas, con la premisa de facilitar un espacio de expresión a los artistas locales. La “joya” del centro es una obra de Le Parc diseñada especialmente para el edificio: una esfera roja hecha con tres mil placas de acrílico, que está expuesta a cinco metros de altura y pesa 1.500 kilogramos.
MUSEO A CIELO ABIERTO Con más de 150 murales que cubren de arte y color las calles de la ciudad, Godoy Cruz es el primer municipio del país declarado “Museo a Cielo Abierto”. La ordenanza municipal ratificó la iniciativa popular, que se gestó en los últimos cuatro años. Apoyados desde la Secretaría de Derechos Humanos de la comuna, que organiza encuentros de muralistas que
vienen de todo el país y de Sudamérica para transmitir su pasión y dejar sus huellas en los muros, la gente transformó paredes grises en grandes expresiones artísticas con temáticas como el cuidado del medio ambiente, la pasión por el fútbol, el derecho a la vivienda digna, los escritores latinoamericanos y los pueblos originarios.
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El espejo de Mendoza Llegó entre dos tormentas de arena, casi como una profecía. Diez años antes, el capitán Francisco de Villagra había regresado a Chile con noticias de la tierra de los huarpes, un lugar maravilloso que había explorado y donde había pasado el invierno al mando de un centenar de hombres. Y ahora él, el capitán Pedro del Castillo, había sido enviado por el virrey del Alto Perú a tomar posesión de esas tierras de leyenda. Con la arena que lo fustigaba, el capitán fundó la ciudad de Mendoza del Nuevo Valle de La Rioja el 2 de marzo de 1561. Los 47 vecinos que poblaron la ciudad primigenia no pudieron más que rendirse ante la belleza de la tierra de los huarpes. Un año después, Juan Jufré la trasladaría a dos tiros de arcabuz de su ubicación original. Los años transformarían aquel pequeño poblado original en el centro neurálgico de una provincia que es el corazón de Cuyo. Hoy Mendoza deslumbra con sus amplias calles arboladas, sus acequias de más de 500 km de extensión y el formidable Parque General San Martín. El contraste entre las áridas llanuras al este, allí donde se extiende la travesía del Tunuyán, y la majestuosidad imponente de la cordillera al oeste, desde la que el Aconcagua vigila inmenso la totalidad de América, le otorga a la provincia una enorme riqueza de paisajes. Mendoza cuenta con escenarios naturales que invitan a diversas actividades, como las montañas que tientan a escaladores de todo el mundo, y que en invierno albergan los centros de esquí más importantes del país: Las Leñas, Penitentes, Vallecitos y Manantiales. Sus aguas termales –con temperaturas que van de los 36 a los 48 grados– también atraen a visitantes del país y del mundo. En el Gran Mendoza –que abarca los departamentos de Capital, Guaymallén, Godoy Cruz, Las Heras, Maipú y Luján de Cuyo– se localiza una zona industrial especializada en la agroindus-
tria, a partir de las materias primas típicas de la provincia, como la vid, las frutas y las hortalizas. Nunca está de más recordar las bondades de la industria vitivinícola mendocina, la más importante del país, y cuyos productos son exportados a todo el mundo. Otras industrias en sostenido crecimiento son las de destilación de petróleo y ferroaleaciones, además del desarrollo de una industria metalmecánica de cierta complejidad. La aridez natural fue combatida con los diques, acequias y canales de irrigación construidos para encauzar las aguas generosas de los ríos Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel, hijos de los deshielos en las cumbres andinas. Así nacieron los oasis del norte, el valle de Uco y el sur, alrededor de los cuales se aglomera el 85% de sus 1.741.610 habitantes, cifra que la convierte en la cuarta provincia más poblada de la Argentina. A unos 8 km del valle Los Molles, en medio de la quebrada del río Salado, se encuentra otra de las tantas maravillas mendocinas: el llamado Pozo de las Ánimas; nacido del hundimiento de los suelos calcáreos, es un embudo natural de profundidad insondable. Junto a lagos y lagunas como las del Diamante y de Guanacache se desarrollaron las culturas originarias. Allí los huarpes y los puelches supieron provechar las bondades que estas zonas les brindaban. Por eso hoy éstas son áreas protegidas, para preservar tanto el legado natural como el histórico. En el departamento de Lavalle se distribuyen once comunidades huarpes, reconocidas como tales, que buscan recuperar su ancestral cultura y las tierras que les pertenecen. En lo que a historia se refiere, pocos lugares como Mendoza para seguir las huellas del general San Martín, quien desde esta provincia emprendió la gesta para liberar un continente entero. Su huella indeleble quedó marcada en la tierra y la memoria del pueblo mendocino.
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MENDOZA y sus riquezas CHILE
1 General Alvear 2 Gran Mendoza (Capital, Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras, Luján de Cuyo y Maipú) 3 Lavalle 4 Malargüe 5 San Martín 6 San Carlos 7 Junín 8 San Rafael 9 Tunuyán 10 Tupungato 11 Rivadavia 12 Santa Rosa 13 La Paz
NEUQUéN
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SAN JUAN
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3 12 13
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1 SAN LUIS
LA PAMPA 55
La vida de San Martín después de la epopeya Por Silvia Miguens
El cruce de los Andes, que abrió paso a la independencia americana, es apenas un solo capítulo en la vida del general don José de San Martín. Su estadía posterior en Mendoza, sus vínculos, sus ocupaciones y sus temores alumbran otras facetas del gran Libertador. “Brindo, señores, por los dos hombres más grandes del sur de América, el general San Martín y yo”, había dicho don Simón Bolívar, en Guayaquil, al ofrecer un brindis por su compañero de armas. Y San Martín, elevando su copa, expresó: “Bolívar y yo no cabemos en el Perú”. Con esa sencillez se manifestaron ambos libertadores. Don José de San Martín entregó la posta al Libertador de la Gran Colombia sin testigos y lo comunicaron con un brindis cordial. Poco después, San Martín volvía a Mendoza. Allí había vivido desde 1814 hasta 1817, cuando había tenido que abandonar su puesto de gobernador de Cuyo, para empezar aquella campaña libertadora que acababa de delegar definitivamente al general caribeño. Corría el año 1823, y había regresado a Mendoza con numerosas batallas ganadas y una gran desazón a cuestas. Previamente, se había demorado en Chile, en casa de los O’Higgins, donde había sido cuidado amorosamente por la esposa y la hija del amigo chileno. Ya en Mendoza, decidió volver a hacerse
Oleo sobre cobre, de José Gil de Castro. 1817. Domingo Santa María
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cargo de Los Barriales. Durante la campaña había añorado la chacra y los paseos a caballo. Cuando el zonda alborotaba la atmósfera y sus pensamientos, San Martín se inquietaba. El viento cargado de bichos y polvo le retaceaba el aire. Calmado el zonda, el aire frío y los buenos recuerdos retornaban. Se apoltronaba en la galería degustando una copa de vino y volvían a su mente las tardecitas con Remedios y Merceditas; la frescura del Pacífico y aquel majestuoso arribo al puerto del Callao; los anocheceres en La Magdalena, con Rosita Campusano, y aquella prolongada reunión con el venezolano en Guayaquil. El círculo parecía cerrarse. De nuevo en Los Barriales, debía reencontrarse a sí mismo con la satisfacción del deber cumplido. La tardecitas en la chacra le permitían olvidar, de a ratos, conflictos y amenazas. Se dedicaba a sus nuevas tareas. Por ejemplo, aquel potrillo que criaba para Mercedes y se le acercaba a diario para que le cepillara las crines doradas. Empezaba a cumplir otros sueños: la cría de caballos de raza, supervisar la viña, compartir con amigos la cata de vinos. Y a la hora de la siesta, en la penumbra de su cuarto, respondía cartas a los amigos. “Estoy cansado de que me llamen tirano –escribió a Bolívar–. Tengo derecho a disponer de mi vejez”. Pero la soñada calma de Los Barriales resultó apenas momentánea. Uno de aquellos días, mientras caminaba a la sombra de unos olivos en la galería, llegó un chasqui de Buenos Aires: “La salud de Remedios se agrava. Padece tuberculosis”. Cómo enfrentar a todos en aquella ciudad compleja. Cómo enfrentarse a Remedios moribunda y puede que abatida por el rencor. Pasaron varios años y acontecimientos des-
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de la última vez que habían estado juntos. A pesar de las amenazas y las dudas, debía volver a Buenos Aires. Corría el riesgo de caer preso en su propia patria –se lo advertían a diario–, y por voluntad de quienes olvidaban que le debían la libertad. San Martín estaba convencido de que así era, que nunca lo perdonarían. No eran pocos los porteños que preferían continuar bajo el dominio europeo y lucharían por ello. A punto de emprender el viaje, le informaron que en Santa Fe y Córdoba había partidas acantonadas para capturarlo, vivo o muerto. No había opción: mejor el autoexilio que el destierro, se decía; por lo menos al exilio podría llevarse a Merceditas. Mientras se debatía entre el deber y el futuro, saboreaba cada instante, cada rayo de sol, la transparencia rosada del vino cuando alzaba la copa. Las uvas de la tardecita, los mates del amanecer. Se despedía de sus sabores y aromas preferidos, de sus pequeños afectos. De los sueños de una apacible vejez mendocina. Cedería a Tomás Guido la chacra de Los Barriales, y tal vez los caballos. En eso se debatía hasta que un día arribó otro chasqui: la señora Remedios de Escalada de San Martín ha muerto el 3 de agosto. No llegó a Buenos Aires sino hasta el 4 de diciembre. Lo esperaban algún amigo y muchos enemigos. Su suegra, doña Tomasa, lo recibió con Mercedes. La niña soltó la mano de su abuela y corrió a tomarse de la de su padre. Ese preciso instante recordó la primera vez que la niña, apenas nacida, se había aferrado a su padre; fue poco después de haber recibido el grado de coronel mayor del Ejército. Fácil imaginar el desdoblamiento de San Martín entre el padre y el soldado. “Mi única ambición es la libertad de América y no tengo con-
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suelo más dichoso que el de mi familia y la ternura de los hijos que el cielo quiera enviarme”, había escrito. Y a fines de agosto de 1816, en alusión a las críticas recibidas por su espíritu monárquico, redactó unas palabras a Guido: “Sepa que, desde anteayer, soy padre de una infanta mendocina”. También por esos días había pedido a las damas mendocinas que confeccionaran una bandera. Sin demora, Remedios, Luz Sosa Corvalán –que la había ayudado en el parto– y otras damas se concentraron en el bordado de una gran pieza de sarga azul celeste, con lentejuelas de sus abanicos, perlas de sus collares e hilos de seda. Agradeciendo con cada puntada a Dios que las hubiera iluminado en el bordado y por ese protagonismo que les permitía el gobernador en la próxima patriada. Algunas podrían acompañar a sus hombres pero no Remedios. Su papel en la historia de
Todo aquel año, 1817, San Martín lo pasó en combate. Y Remedios libraba su propia batalla con la enfermedad. No obstante, al año siguiente, Remedios festejó con su familia la independencia de Chile y el exitoso enfrentamiento en Maipú. La alegría y el entusiasmo de San Martín lo instaron a volver a Buenos Aires en secreto. Una madrugada, simplemente reapareció en el cuarto de Remedios. Y poco después, gracias a la renta de una propiedad con
Mi única ambición es la libertad de América y no tengo consuelo más dichoso que el de mi familia y la ternura de los hijos que el cielo quiera enviarme
la Patria, y en su propia historia, no pasaría de ser la mujer que espera y debe compartir a su hombre con esa otra hembra con la que es imposible competir: la Patria. Al momento de partir su marido, Remedios volvió con su hijita a Buenos Aires. El Directorio benefició a Merceditas con una renta de por vida de 600 pesos. Remedios presentía que Mercedes acompañaría siempre a su padre.
que la Ciudad lo había premiado, regresaron a Mendoza. Dispuestos a recomenzar en la siempre añorada quinta de Los Barriales. Pero San Martín, una vez más, tendría que volver a sus batallas. Sólo podrían pasar juntos esa primavera. Remedios lo colmó de alegría con un nuevo embarazo, pero luego también de tristeza, porque a causa de su precaria salud perdió el niño
que tanta ilusión les había generado. Tampoco era buena la salud de San Martín, y sus males bronquiales y reumáticos recrudecían, por lo que recurría al láudano cada vez con más frecuencia. Y Remedios se alejaba para que su marido no la escuchara toser ni pudiera ver los pañuelitos ensangrentados. Temiendo lo peor, antes de volver al campo de batalla, decidió que su esposa estaría mejor atendida en Buenos Aires. En el momento de marcharse, Remedios pidió a su tío, Hilarión de la Quintana, llevar un ataúd en la comitiva, por si en el camino su fortaleza flaqueaba; no soportaba la idea de ser alimento de chimangos y perros cimarrones. Su voluntad se respetó. Partieron a Buenos Aires, y San Martín puso rumbo al Perú para terminar con los godos.
Sí, todos aquellos días del pasado resurgieron de su memoria en un segundo, a fines de 1823, cuando sintió la manito de Mercedes en la suya. En ese preciso instante, dispuesto al exilio, el general San Martín dejaba todo atrás, hasta los días felices en Mendoza y en Lima, aun el éxito de la campaña libertadora. En realidad, todo Buenos Aires parecía haberlo olvidado. El Argos publicó: “Sin traicionar los deberes de patriota, no hay quien pueda mostrarse indiferente a la presencia de un héroe que ha coronado a la Nación de tantos triunfos y laureles. […] No es dudable que nuestros nobles ciudadanos le tributen las señales de gratitud que corresponden”. Pero don José de San Martín no recibió gratitud sino silbatinas. Tomó sus maletas y a Merceditas,
y partió en “Le Bayonnais” rumbo a Francia, desde una Buenos Aires definitivamente hostil. Meses después, en abril de 1824, arribaba al puerto de El Havre, en el norte de Francia. Los oficiales de aduana le impidieron entrar, bajo pretexto de que sus papeles “estaban impregnados de republicanismo exaltado”. San Martín, una vez más, fue blanco móvil no sólo de la burocracia de turno sino de la ignorancia de turno. De nada sirvió que se presentara como el “generalísimo del Perú”, el “gran capitán de los ejércitos del Río de la Plata” o el “fundador de la independencia de Chile”, que se dirigía a Londres con su hijita. Los ministros de Relaciones Exteriores y del Interior fueron informados de que nada de lo mencionado por el demorado constaba en sus documentos; se le secuestraron periódicos que estimaron peligrosos, y también avisaron al embajador de España, quien respondió que en efecto aquel hombre era revolucionario, republicano y peligroso… Tratado como un individuo de dudosa reputación, abatido y acostumbrado a su propio desconcierto, don José, mientras esperaba que le permitieran continuar el viaje, se sentó junto a su hija y la confortó con unos dulces. Se respaldó contra la pared, apoyó la cabeza y cerró los ojos buscando rememorar algo amable. Tal vez, una mañana fresca en Los Barriales con mate y tortitas raspadas mientras, a fuego lento, asaba un trozo de carne con jarrilla y leña de vid.
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GRAN CRUCE
EL
La epopeya sanmartiniana
Sumó su visión de una patria grande y su gran experiencia en frentes de batalla. Convenció con sus ideales, atendió a su intuición y puso en juego una monumental estrategia con la cual todo Cuyo aspiró a colaborar. Y lo hizo. Entre el 19 de enero y el 8 de febrero de 1817, José de San Martín cruzó la cordillera de los Andes junto a un ejército con el que se propuso consolidar la libertad de América. El general sabía que la independencia insinuada tras la Revolución de Mayo no podría sobrevivir si la corona española continuaba con el dominio del Alto Perú. Y, contrariando lo que Buenos Aires imponía, convenció a todos de que el futuro de la patria grande dependía de liberar Chile empezando desde Cuyo. El Libertador regresó de Europa en
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1812 para ponerse al servicio de la revolución. Muchas de sus horas en el Viejo Mundo habían transcurrido estudiando la geografía de su patria y las características de sus comunidades. Formado en las ciencias conocidas y dueño de una intuición poco común, decidió que Cuyo –integrada en aquella época por las actuales provincia de San Luis, San Juan y Mendoza– era el punto de partida para consolidar la libertad del continente. No era cualquier terreno, y menos aún cualquier comunidad. “Cuyo, el gobernador y
sus planes formaron el matrimonio mejor avenido de la revolución argentina”, dijo Bartolomé Mitre, acaso el mejor biógrafo del general. San Martín hizo de Cuyo un enorme teatro de operaciones involucrando a cada uno de sus habitantes. Mujeres que cosían, brazos que empuñaban armas, contribuyentes que aportaban dinero y absolutamente todas las mulas del lugar puestas al servicio de ese cruce ratifican que San Martín creó una “nación en armas”, categoría militar dada a los pueblos enteros en estado de combate. El
general llegó a Mendoza el 7 de septiembre de 1814. PLANES Es imposible saber exactamente en qué momento comprendió que atravesar los Andes era el único camino. Una carta que le escribió a Rodríguez Peña el 22 de abril de 1814 parece dar alguna pista. Le dice allí el Libertador a su amigo: “Ya le dije a usted mi secreto. La patria no hará camino por el norte, que no sea una guerra permanentemente defensi-
va, y nada más. Para eso bastan los valientes gauchos de Salta. Pensar en otra cosa es echar al pozo de Airón hombres y dinero. Así que yo no me moveré ni intentaré expedición alguna”. Ésa fue sin duda la primera de las decisiones que mostraron que José de San Martín era un militar de convicciones. Un estratega que hizo coincidir las herramientas militares con las políticas. Por eso, digitó y obtuvo por parte del director supremo su designación como gobernador de Cuyo, cargo que asumió el 10 de agosto de 1814. Su plan, el de
la patria americana, daba el primer paso. Abatir a los realistas que estaban del otro lado de la cordillera significaba, en primer lugar, cruzarla. Esas enormes montañas “que le quitaban el sueño” fueron el primer desafío por vencer. Sin esperar demasiado de Buenos Aires, lejana y convulsa, puso manos a la obra. San Martín reclutó soldados usando primero su persuasión, luego su manejo de la psicología y, por último, su inapelable autoridad. A mediados de 1815 publicó un bando que rezaba: “Tengo 130 sables arrumbados por falta de brazos para empuñarlos”. La convocatoria logró cubrir esa falta, pero los hombres aún no eran suficientes. Por eso, su última decisión para sumar tropa fue el llamado “sistema de leva”. Un reclutamiento obligatorio antes del cual advirtió que quien no se presentara espontáneamente expresando sus deseos de servir a la patria ocuparía las primeras líneas de fuego. El aviso alcanzó para que 1.200 hombres se sumaran a sus filas. Toda esa enorme autoridad sólo se rendía ante la necesidad de los más humildes. San Martín calculó una mula por hombre, pero además una cantidad prolijamente estudiada de animales de recambio. Esa cuenta dio como resultado la necesidad de tener a todas las mulas de Cuyo. Por eso, dispuso expropiar los animales que había en los campos. Una tarde, recorriendo caminos montado en su caballo, vio a un hombre a pie. “¿Adónde va mi amigo?”, preguntó. “A pedirle al gobernador que me devuelva mis mulitas, porque sin ellas mi esposa y mis siete hijos morirán de hambre –contestó el paisano–. Soy un hombre grande, pero aún puedo ser soldado. Pero si me sacan mis mulitas, condenan a mi familia y eso no es justo”. San Martín le
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dijo que el gobernador era un hombre inflexible, y que seguro no se las devolvería, pero que podía recomendarle por nota que lo atendiera. El general escribió un papel y se lo entregó al hombre, que, analfabeto, no supo de su contenido. Al llegar a la sede del gobernador, un miliciano
lo condujo frente a la persona con la que en realidad había conversado horas antes sin saberlo. El paisano se sorprendió, pero no se amilanó, y repitió el pedido. San Martín le devolvió sus mulitas, y los dos brazos de ese hombre fueron parte del ejército victorioso.
San Martín sabía que necesitaba soldados “con piernas fuertes”. Por eso, si bien todo el transporte se concibió a lomo de mula, llevó caballos para la hora de las armas. La manera de cruzar artillería por aquellos precipicios fue una respuesta que dio fray Luis Beltrán, dueño de talle-
res que se convirtieron en el antro cuyano de la imaginación. El fray dijo un día: “Si quieren que los cañones vuelen como los cóndores, pues volarán”, y así ideó una ingeniería de barras atadas a mulas que permitieron que las armas pesadas cruzaran precipicios con pasmosa eficien-
cia. El fray parecía la encarnación exacta del grito del general, ese que arengaba: “Las cosas hay que hacerlas. No importa cómo, pero hay que hacerlas. Si no se sabe cómo, se busca. Si no se puede, se reemplaza con lo que mejor se le parezca, pero se hacen”. EL CRUCE La travesía por la mayor muralla rocosa de América necesitó, además de la infantería, los artilleros y los granaderos, batallones atípicos den-
tro de las avanzadas militares conocidas hasta entonces. El Libertador formó compañías de barreteros de minas, arrieros y baqueanos, sanidad, remonta, aprovisionamiento y custodia de bagajes. Preocupado por alimentar a sus hombres adecuadamente, llevó ganado e ideó unas albóndigas hechas con charqui molido y verduras secas pulverizadas, que cada soldado podía acarrear sin generar peso adicional. La cordillera, dice Mitre, “sólo es atravesable por pasos precisos”. La estrategia sanmartiniana los identi-
SAN LORENZO, ANTESALA DE CUYO Por Griselda Tarragó*
José de San Martín había llegado desde España en 1812 con la idea de consolidar la revolución gestada en mayo de 1810. Su experiencia europea lo asistió en esa faena, de la que surgirá el Cuerpo de Granaderos a Caballo. En enero de 1813 emprendió desde el cuartel de Retiro la marcha hacia el Paraná junto a sus hombres, para ocuparse de la flotilla realista que amenazaba ese río desde un Montevideo monárquico. El 3 de febrero de 1813, los granaderos de San Martín vencieron en San Lorenzo a los hombres que desde la escuadra enemiga avanzaban rumbo al convento de San Carlos de San Lorenzo. Con una nueva estrategia de batalla, las sorpresivas cargas de caballería lanzadas desde atrás de los muros del convento sobre la infantería española tuvieron la precisión necesaria que requería la acción. La región de la que forman parte tanto Rosario como San Lorenzo
había sido desde tiempos coloniales tempranos un punto privilegiado de la circulación fluvial y terrestre. La instalación en 1719 de la estancia jesuítica de San Miguel del Carcarañal consolidó esa característica. La expulsión de la orden en 1767 y la posterior entrega del establecimiento a los franciscanos extendieron esa particularidad hacia el siglo XIX. La Orden Seráfica construyó su convento sobre la vera del Paraná, en tierras de la antigua estancia. Detrás de los muros de ese “histórico convento” se cobijaron y velaron sus armas los granaderos de San Martín. La batalla que encaró el coronel con su ejército de granaderos se convirtió en la primera de una larga serie que sostuvo en tierras americanas contra tropas de la monarquía española y la única librada por ese cuerpo en suelo argentino.
*Historiadora y docente nacida en San Lorenzo.
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ficó y cubrió totalmente. Allí se vigorizó la llamada “guerra de zapa”, un sistema mediante el cual San Martín infiltraba espías y confundía por completo a quienes ya por entonces sabían que era posible que el Libertador se atreviera a lo que hasta ese momento nadie imaginaba. Para octubre de 1815 había ya 1.600 soldados de infantería, 1.000 de caballería de línea, 220 artilleros y diez cañones. En marzo de 1816, San Martín recibió a sus otros dos escuadrones de granaderos, que estaban en el Alto Perú. Buenos Aires no estaba convencido de atacar por los Andes, y por eso retrasaba la autorización a los milicianos chilenos para que se sumaran a esa tropa. Pero el 3 de mayo de 1816, el Congreso de Tucumán eligió director supremo a Juan Martín de Pueyrredón, a quien San Martín convenció rápidamente de su plan. El 1º de agosto, la máxima autoridad bautizó las tropas con el
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nombre de “Ejército de los Andes”, y ungió a San Martín como su general en jefe. Los primeros días de enero de 1817, 5.423 hombres, con sus dieciocho piezas de artillería, 1.500 caballos y 9.280 mulas, se reunieron al pie del cerro Chimborazo para jurar gloria al estandarte patrio. Había llegado la hora de la verdad. El ejército cruzó cuatro cordones montañosos por seis caminos organizados en cuatro rutas de invasión. Por la central, que recibió el nombre de guerra de “Paso Cuyo 1”, avanzaron San Martín y O’Higgins. Fue la ruta de Los Patos, que abrió su marcha desde El Plumerillo hacia Uspallata, el 19 de enero de 1817, salvando el alto cordón del Espinacito por el paso homónimo, a 5.000 metros sobre el nivel del mar. Las fuerzas patriotas se desplazaron con diferentes grados de complejidad y suerte, debiendo incluso librar pequeños combates en medio de las montañas. El
Libertador sorteó el paso con sus hemorragias digestivas a cuestas, pero nada importaba. El 8 de febrero, la ocupación de las ciudades hasta ese momento bajo dominación realista era un hecho. El Ejército de los Andes avanzó con el lema que San Martín hacía repetir a sus hombres: “No llegamos a conquistar, sino a liberar a los pueblos”. El más importante de los capítulos de la historia de América se había escrito. Andrea Frade Fotos: Gentileza Instituto Nacional Sanmartiniano
Fuentes consultadas: San Martín y la provincia de Cuyo. Precursores de la Nación en armas, Federico Gentiluomo. Historia de San Martín, Bartolomé Mitre. Emancipación sudamericana, Bartolomé Mitre. Máximas, José de San Martín. La ruta de la libertad, Gustavo Muñoz Lorenzo. Historia del Libertador don José de San Martín”, José Pacífico Otero. Jorge Márquez, licenciado en Ciencias Políticas e Historiador
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Investigación y textos: Claudio Bertonatti (2013). Colaboración: Rocío Aráoz Sandoval - Infografía: Fernando San Martín
EL DESAFÍO DEL GIGANTE ANDINO -HISTORIAS EN LA CUMBRE DEL ACONCAGUA-
Hombres y mujeres de todo el mundo llegan cada año para intentar escalar por sus diferentes caminos y se trazan historias de coraje y compañerismo. Montañistas y voluntarios, los auténticos protagonistas. El Aconcagua emerge con sus imponentes 6.961 metros de porte en el departamento de Las Heras, en el noroeste de Mendoza. La montaña más alta del mundo después del Everest, el gigante de piedra y nieve de los Andes, representa uno de los más grandes desafíos para hombres y mujeres de todo el planeta. El escalamiento no sólo pone en juego
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y en riesgo el estado físico de las personas. Los que tienen gran experiencia en el ascenso sostienen que se trata de una disciplina para el autoconocimiento y el autocontrol, porque la cumbre, dicen, está dentro de cada uno. El monte Everest del Himalaya –su hermano asiático– lo supera en altura, pero cuenta con una vege-
tación contenedora que cubre sus laderas hasta los cinco mil metros y castiga menos a los andinistas. El Aconcagua es rudo, áspero, gélido y se da el lujo de tener dos cumbres, Norte y Sur. No posee zonas amables, y su sequedad y clima lo convierten en un hospedaje temible para los escaladores. Hay cuatro grandes rutas por don-
Ésta es la tierra y tu heredad, aquí el planeta se subió al cielo y bebe allá. Armando Tejada Gómez (Fragmento de “Canto mayor al Aconcagua”)
de intentar el ascenso: sus propias caras. Martín “Pato” Cavallo, un experto guía de montaña y rescatista mendocino que coronó la cúspide nueve veces, explica que en todas las montañas del sur del continente americano, las caras Sur y Este son las más riesgosas ya que conservan las nieves y los glaciares. Por eso, la llamada ruta normal del Aconca-
gua, aquella por donde asciende el 70% de quienes aspiran a alcanzar la cumbre, es justamente, la Noroeste. La Este, conocida como “Glaciar de los Polacos”, es climáticamente muy dura. La Oeste es poco explorada por su complejidad rocosa. Y el paradigma de los desafíos es la temida pared Sur. Para ascender por ahí, además de precisar equi-
pos sofisticados y una preparación técnica especialísima, es necesario contar –confiesa Cavallo– con “un par de tornillos menos”. Quienes se entrenan en el ascenso suelen coronar la cumbre tras muchos intentos. Sofocones físicos, problemas con los equipos y los imprevistos climáticos con que el Aconcagua los prueba se convierten en ocasiones en escollos que con humildad hay que superar una y otra vez. SIN VANIDAD El coloso guarda miles de historias. Seguramente una de las más trascendentes es haber sido testigo del paso de las tropas que comandó José de San Martín en 1817. El ejército libertador pasó por los costados norte y sur y pudo conocer –aunque los registros dicen que no fue más arriba de los 4.000 metros– las rudezas del cerro ícono de América. Hacer cumbre es un desafío que desvela a los montañistas desde hace casi dos siglos. En 1897 fue coronado –hasta lo que ha sido oficialmente registrado en la etapa moderna– por primera vez. La proeza estuvo en manos del suizo Matthias Zürbriggen. Si bien son muchos los que deciden alguna vez encarar el ascenso, los verdaderos protagonistas son los montañistas. Capaces de adiestrar el miedo hasta convertirlo en herramienta de supervivencia, son sin duda personas especiales. “Creo que somos ante todo personas antisociales”, dice Alejandro Randis, quien tomó contacto con el cerro de la mano de su padre hace cuarenta años y pisó las cumbres veintiuna veces, a través de todas las rutas. Incluso de la pared Sur. Menos visceral que Cavallo, Randis confirma que esta ruta, “en su peligrosa inmensidad y aislamiento, no deja lu-
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gar para la duda, la vanidad, ni para la incompetencia física o técnica”. Instructor profesional en técnicas de rescate y autor del libro Liderazgo en zonas agrestes, es un verdadero experto en el manejo de las emociones a miles de metros de altura. Eso que en los momentos críticos puede terminar de definir una tragedia. Martín Cavallo recuerda: “Hace unos años tuvimos que ir al rescate de un argentino con múltiples fracturas. Cerca de la medianoche, entró en un estado emocional muy complicado. Sólo lloraba y nos pedía que lo salváramos porque tenía que conocer a su hijo, que en ese entonces estaba aún en el vientre de la madre”. El cerro lo dejó volver, y padre e hijo felizmente se conocieron. La batalla por la cumbre, dice Martín, es más emocional que física. “Lo que puede la cabeza lo puede el cuerpo”, explica. Sin confundir cabeza con corazón. “Hay que pensar, no sentir -aclara-. La cumbre se festeja en la base. Es la cabeza la que te hace saber cuándo volver”. El entrenamiento central es lo que los estudios
de la conducta llaman “agonística”: la ciencia del combate mental, de las estrategias. Una batalla pacífica, de respeto. “Cuando en la naturaleza se violan los códigos, los errores son irreversibles”, dice Cavallo. Randis confirma que “la gente se muere en esta montaña por transgredir sus propios límites. Pero ésa es otra de las paradojas del ser humano. Se busca el límite y al mismo tiempo se pretende seguridad”. Las motivaciones por las que algunos se proponen hacer cumbre son muchas. “Simplemente se siente la urgencia de ver hasta dónde uno es capaz de llegar. Y de regresar fortalecido”, cuenta el instructor sobre la suya propia. EQUIPO DE RESCATE Horacio “Duro” Freschi es piloto. Gendarme retirado, especialista en operar los helicópteros que trasladan grupos de rescate, podría confirmar su apodo sólo con el timbre de su voz. Con apenas 43 años, no hay casi tramo de la cordillera que
Foto: Gentileza P. Betancourt - Ministerio de Turismo de Mendoza
Plaza de Mulas
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no haya volado. Podría seguramente hablar en primera persona de muchas proezas, pero elige señalar lo colectivo. “El helicóptero no rescata a nadie, los que lo hacen son las personas que trabajan juntas cuando hay una emergencia. Médicos, guardaparques, voluntarios”, subraya este hombre que operó naves que realizaron salvatajes en el aire, donde no se puede aterrizar. Allí vuelve sobre sus pasos la sombra de la pared Sur, ese rascacielos de hielo que también es un desafío para los rescatistas. Cuando hay problemas un gran aparato se pone en marcha. “Para
nosotros, todo es emergencia –detalla el piloto–. A nadie se da por muerto hasta subir y hacer todo lo que se puede”. Son los momentos en los que entran en acción cuatro instancias que, aunque independientes, funcionan en conjunto: el parque provincial, los equipos médicos, la empresa privada que provee los helicópteros y las patrullas de rescate. Nada más que un andinista en emergencia ha llegado a exigir la movilización de setenta personas. Freschi es uno de los que llevan, en pequeños contingentes, a los integrantes de los equipos de
rescate. El helicóptero asciende hasta varios miles de metros y allí bajan los rescatistas que, a pie, siguen el ascenso mientras la nave va en búsqueda de los que faltan. Todo depende del tipo de asistencia que se requiera. Freschi explica: “A veces, cuando se trata de andinistas muy experimentados que sólo están necesitando asistencia de equipos, hacemos eso: hacérselos llegar”. La maquinaria de rescate y coraje que se pone en marcha ante cada llamado tiene protagonistas que todos ponderan: los voluntarios. Son personas que cuando hay una urgencia
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Foto: Gentileza Agustina Barros - Ministerio de Turismo de Mendoza
RESCATE ANCESTRAL En enero de 1985, un grupo de montañistas que escalaba la ruta Noroeste se topó con una momia inca. Estaban a seis mil metros de altura y el hallazgo los pasmó. Víctor Durán fue uno de los arqueólogos que participaron de la misión científica que fue en búsqueda de la momia. Actual docente de la Universidad Nacional de Cuyo, aún recuerda aquella compleja tarea que los obligó a trabajar “medio colgados”. “Los andinistas que encontraron la momia hicieron exactamente lo que debían hacer –recuerda Durán–. Les
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llamó la atención un penacho de color que salía del hielo y se dirigieron a lo que pensaban que era un vegetal raro. Resulta que inmediatamente se dieron cuenta de que era una pluma y que había un cráneo que asomaba en deshielo. No tocaron nada, suspendieron la misión y bajaron inmediatamente a avisar al grupo arqueológico”. Se trataba de un niño inca de aproximadamente diez años. Junto a su cuerpo se encontraron objetos de oro, plata y la preciada concha del Pacífico. “Un caracol que para ellos era tan va-
lioso como el oro mismo”, explica Durán. Los andinistas que habían hallado la momia acompañaron a los científicos hasta el lugar nuevamente. “Fue gracias a ellos que pudimos trabajar. Ellos sabían cómo podíamos hacerlo”, rememora Durán. Fernando Pierobón, el andinista que vio por primera vez la momia, dice que el hallazgo fue algo “causal y, a la vez, trascendente”. Explicable, pero imposible de definir con palabras a la hora de contar su experiencia. Puro impacto.
dejan trabajo, familia y compromisos. “Si es posible un mundo mejor seguramente será en gran parte gracias a personas como ésas”, reflexiona Randis. Todos juntos comparten la alegría de los finales felices y también escriben sus propios capítulos de angustia. Sobre todo, cuando el que pierde la vida es parte de ellos mismos. La historia de Federico Campanini, un guía que murió en una expedición en 2009, luego de dejar hasta el último aliento en el salvataje de las vidas de quienes estaban con él, parece ser la sombra de cada
uno de ellos. Una marca a fuego. El nudo en la garganta que se nota en el “Duro” Freschi, que estuvo allí, cuando habla de ese día como uno de los peores momentos que le tocaron vivir. Un “no olvidar jamás” que nadie tiene inmunidad ante los caprichos del gigante. AMOR ETERNO Martín Cavallo bajó del Aconcagua gravemente fracturado en 1999. El médico que lo operó cuatro veces señaló que se habían terminado las aventuras. Él guardó, como todos
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LOS GRITOS DEL CUERPO A medida que el cuerpo humano sube hacia zonas en las que no está habituado a vivir, empieza a dar señales. Si éstas no son atendidas a tiempo, las consecuencias desembocan en una segura muerte. Adaptarse a menores niveles de oxígeno y a una pérdida constante y veloz de los líquidos del cuerpo es uno de los desafíos físicos que enfrentan los que pretenden llegar a la cumbre. El edema de pulmón y la hipotermia son los clásicos temibles. La muerte tiene un nombre allí: se llama “mal agudo de montaña” y suele concluir en un paro cardiorrespiratorio irreversible.
los que unen su vida a la del gigante, la esperanza de volver. Lo hizo en 2004. “Esa tarde del 26 de enero, cuando llegué a la cumbre con mi compañero Gonzalo Dell Agnola, junté piedras. Una para cada uno de los que me habían ayudado. Cuando le llevé al médico la suya, casi se muere”, recuerda. Ahora espera regresar con Leticia y Juan Bautista. La meta es simple: “Quiero juntar a mis tres amores”, dice. Su mujer, su hijo y esa montaña que lo acompañó casi toda la vida. Junto a la memoria de Ricardo Arenas, su padre postizo con quien no pudo compartir sus últimas horas de vida por estar, justamente, en la montaña. Así es esa suerte de amor eterno que se gesta entre esos hombres y el Aconcagua. Alejandro Randis lo corrobora: “No se me cruza por la cabeza dejar esto alguna vez”. Andrea Frade Fotos: gentileza Ministerio de Turismo de Mendoza
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NATURALEZA Y OASIS mENDOCINOS El habitante de esta provincia ha tejido una estrecha relación con los fenómenos climáticos. El equilibrio de recursos para los grandes oasis, la acción de los aviones antigranizo, las acequias y la falta de agua en las lagunas de Guanacache integran parte de la problemática. Los especialistas explican distintas facetas del mismo tema.
Bendecidos con el gran paisaje cordillerano y los ríos de montaña que bajan caudalosos en época de deshielo, los mendocinos habitan, sin embargo, una provincia mayormente árida con clima desértico. Un contexto natural que representa un verdadero desafío para sostener los tres grandes oasis productivos regados a través de una compleja estructura de diques, embalses, canales y acequias. El agua por lo tanto es un recurso fundamental. Y la naturaleza juega sus cartas. Por eso, el vínculo que mantiene el mendocino con los ritmos naturales y los avatares climáticos es un rasgo que lo identifica. “Nuestros poetas dicen que es como un romance, porque si lo rompés no podés vivir”, señala la geógrafa Mirta Barroso, de reconocida trayectoria en la profesión y en el turismo de la provincia. La sensibilidad que genera el clima se evidencia en la frecuencia con que surgen noticias sobre el tema. Anuncios de tormentas de granizo, llegada del zonda, lluvias inesperadas, sequías, aluviones, inundaciones suelen figurar en lugares destacados de los medios de comunicación. La razón es que cada fenómeno puede afectar el delicado equilibrio basado en el uso racional del agua, que buscan sostener los cuyanos desde la época colonial hasta la actualidad. Saben que tienen que
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estar preparados y lo hacen de la mejor manera posible. LEY Y CULTO AL AGUA El sistema de riego desarrollado a partir del legado de acequias y canales que dejaron los huarpes, originarios de la región, hoy es una inmensa red creada para aprovechar las cuencas más importantes de montaña, como la de los ríos Mendoza, Tunuyán, Atuel y Diamante. Se provee así el agua para los oasis donde se ubican las ciudades más pobladas y florecen las reconocidas industrias vitivinícolas y frutihortícolas, que junto a la minería conforman los pilares productivos de la provincia. Esos oasis concentran alrededor del noventa por ciento de la actividad económica y ocupan menos del cinco por ciento de la superficie de Mendoza. “La vida la dan los ríos, la montaña es la que da vida y proyecta hacia el este –describe la geógrafa–. Y justamente lo que distingue a Cuyo como elemento de unión es que todos los grandes ríos que nacen en la montaña desembocan en el río Desaguadero y todos tienen que crear oasis”. Lo cierto es que el recurso hídrico que se utiliza proviene casi en su totalidad de la fusión de las nieves que caen en invierno (entre 250 y 300 milímetros) junto con el aporte de los glaciares cordilleranos, que
son fósiles de la era cuaternaria. Se suma el agua de las lluvias que se registran en verano, con un promedio anual de entre 100 y 250 milímetros por año (unos de los más bajos del país). Pero siempre es un recurso escaso. Y la necesidad de lograr una eficiente utilización se hizo evidente ya a fines del siglo XIX con la llegada del ferrocarril, que inició una etapa de fuerte desarrollo productivo. Por eso en 1884 la provincia dictó la Ley General de Aguas, que otorga al Estado la administración y distribución del recurso. Hoy es la Dirección de Irrigación quien tiene la gestión y el poder de policía para mantener el delicado equilibrio. El agua por lo tanto forma parte central de la cultura mendocina. Tanto es así que cuando llega noviembre los mendocinos celebran el “mes del agua”, recordando la importancia de la ley de 1884 y aprovechan para difundir con actos y actividades la necesidad de cuidar el líquido elemento. De cualquier manera la naturaleza no responde a las leyes humanas y los riesgos aparecen en forma de fenómenos climáticos. ALUVIONES, GRANIZO, ZONDA La ciudad de Mendoza se levanta a pocos kilómetros de la precordillera, y esa cercanía tiene sus riesgos. Si las temperaturas del verano su-
peran las habituales, puede haber una fusión acelerada de los glaciares y de las nieves que han caído en el invierno. Y la gran pendiente que existe en los relieves cordilleranos donde nacen las aguas hacia la planicie en que está ubicada la ciudad capital determina la posibilidad de que se generen aluviones. Lo mismo puede ocurrir si llueve mucho en verano. “En la ciudad de Mendoza estamos a 750 metros sobre el nivel del mar –explica Barroso–, pero subimos e inmediatamente, en pocos kilómetros, nos encontramos a 1.000, 1.200 metros, o sea, existe una pendiente grande. Cuando el río trae mucho caudal, tiene una capacidad de arrastre tan grande que lleva elementos sólidos, rocas. Si una semana llueve mucho en la precordillera, eso determina un peligro y nuestras calles se transforman en canales naturales, se llevan autos”. Otra de las grandes problemáticas de la región son las tormentas de granizo. El riego artificial hizo posible el cultivo de la vid, dado que necesita el agua, en invierno y en primavera, justo cuando no caen lluvias. Pero cuando el fruto está madurando se presenta la amenaza del granizo. “Es una de las características de los oasis nuestros, por el
dinamismo que tienen las masas de aire con las montañas”, dice la geógrafa. Entonces aparecen en el horizonte los temibles cumulus nimbus. Se elevan a mucha altura, y el frío hace que formen un abanico de hielo que en un momento dado se rompe. Toda la estructura agrícola de la provincia se pone en alerta. Y entran en acción los aviones antigranizo (ver aparte) que tienen como objetivo desarmar la nube antes de que se
toda la estructura agrícola de la provincia se pone en alerta formen las grandes piedras. Muchos bodegueros, referentes de la agricultura mendocina, apelan además a cubrir con telas los cultivos para resguardarlos. La temporada otoño-invierno también los mantiene atentos. Es la época del viento zonda, que llega desde el Pacífico arrastrando polvo mientras baja por las montañas. Algunas veces causa verdaderos destrozos y eleva la temperatura a más de cuarenta grados. El zonda además apura
el deshielo y puede generar excesos de agua en el sistema. Mendoza es la provincia con mayor superficie irrigada del país. Sin embargo, hay regiones donde el agua falta. Un caso emblemático es la zona de las antiguas lagunas de Guanacache en el departamento de Lavalle. La gran utilización del agua para el oasis norte con cabecera en el Gran Mendoza afectó significativamente a la región. “Es una deuda que tenemos con Lavalle”, afirma la geógrafa. Mientras tanto la zona de Guanacache fue designada sitio Ramsar y se trabaja buscando aprovechar el agua de lluvia (ver aparte). En el último medio siglo la vid, el cultivo principal, ha marcado el ritmo de la provincia y los oasis tienen la prioridad. El riego ha permitido a Mendoza desarrollar sus industrias, embellecer sus ciudades con florecientes arbolados y posicionarse como un lugar turístico de excelencia. El mendocino ha hecho en su tierra una obra monumental. Ha transformado el desierto y sabe que debe estar atento para cuidar el delicado equilibrio. Los efectos naturales están siempre al acecho. Pablo García Lastra Foto: José Luis Raota
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“CUANTO MÁS ALTA ES LA NUBE, MÁS GRANDE ES LA PIEDRA”
Foto: gentileza Guido Ghiretti
Hugo Gasparoni, jefe de Pilotos
El gigante se agranda, se estira, se va transformando en una inmensidad blanca, densa y con forma de repollo. Se desliza amenazador sobre los campos, cubriendo el cielo desde la misma altura que las cumbres cordilleranas. De pronto, como David contra Goliat, surgen dos aviones que parecen mosquitos que tiemblan por las fuertes turbulencias. Pero avanzan decididos, van a enfrentarlo. Al objetivo lo llaman “Charly Bravo”, es en realidad un cumulus nimbus, una gran nube con desarrollo vertical. El equipo que lidera Hugo Gasparoni, de 42 años, se encarga de una tarea titánica. Son dieciocho pilotos civiles, que conducen cuatro aviones Pipper Cheyene II con turbohélices y cuya misión es cuidar los cultivos de las tormentas de granizo entre noviembre y febrero. Integran el Departamento de Aeronáutica, que depende de la Dirección de Agua y Contingencias Climáticas, del Ministerio de Agricultura, Tecnología e Innovación de Mendoza.
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En una oficina amplia de un hangar alquilado a la Fuerza Aérea, en la ciudad de Mendoza, se ubica el comando central. Gasparoni es jefe de pilotos y está con Guido Ghiretti, coordinador de operaciones. En un sector de la oficina, una computadora muestra un gráfico con un dibujo oscuro que se va transformando (la nube) y varias líneas irregulares que lo recorren (los aviones). Gasparoni cuenta que se trata de la información que reciben de tres radares Titán, situados en puntos estratégicos de los oasis con centro en Tunuyán. Cuando el sistema alerta que se están formando nubes de granizo cerca de los oasis, las sobrevuelan y lanzan yoduro de plata. El trabajo parece simple. Pero no lo es. En general despegan tres aviones y muchas veces hasta los cuatro juntos. –¿Cómo tiran el yoduro de plata? –Trabajamos con bengalas y con cartuchos eyectables. Lo que hacemos es ir sembrando núcleos dentro de la nube. Inyectamos el yoduro en las
alimentadoras, que son las nubes más chiquitas que están a los costados de Charly Bravo. Se llama “alimentadora” porque es la que genera la corriente ascendente que le da fuerza a la tormenta, haciendo crecer el núcleo de hielo. Cuanto más alta es la nube, más grande es la piedra. –¿Qué efecto producen? –Saturamos el núcleo de la tormenta. El yoduro sube y compite con los otros núcleos de la tormenta. Lo que hacemos es meterle un millón de núcleos para minimizar el tamaño del granizo y la tormenta se cae por saturación. Hacemos que caiga en el oasis no cultivado. Que nunca entre al cultivado. –¿Y si ya está sobre los cultivos? –Ahí le inyectamos el cartucho, para que caiga más rápido. El problema es que a veces las tormentas vienen con tanta acumulación de humedad, calor y esas cosas que en algún momento tiene que explotar. Nos ha pasado que hemos estado sembrando y han caído unos granizos así (muestra el tamaño de una
Foto: José Luis Raota
Foto: José Luis Raota
pelota de tenis) porque no los hemos podido combatir. –¿En qué caso usan car tucho o bengala? –El cartucho es una endovenosa, como le llamamos. Es de acción rápida. Gastamos más cartuchos cuando la tormenta se nos está yendo, solemos ir al tope, vamos directamente arriba y le largamos dentro de la alimentadora una mayor cantidad de volumen de cartuchos. En cambio, la bengala se prende y la vamos desparramando a lo largo de 20 kilómetros más o menos. –¿Qué efecto produce el yoduro cuando cae a tierra? –Nada. En los Estados Unidos hay cincuenta empresas que lo hacen. También siembran nubes para que llueva, además de para combatir tormentas. –¿El avión vuela por arriba de la nube? –Exacto y podemos identificar en la pantalla qué avión es. Tiene la matrícula. Entonces sabemos qué avión está volando y qué track (recorrido) está haciendo. El operador del radar y el piloto estamos atentos a lo que está pasando. –¿Es peligroso el trabajo? –Nos metemos en vientos fuertes. Corrientes ascendentes. Vamos constantemente en turbulencia. A veces ves nubes enormes y decís: “¿Y esto?”. Y es lo más tranquilo que hay. Cuando hay un montón de nubes chiquititas, hay más turbulencia. Nosotros tenemos dos pilotos muertos en el primer año que comenzamos a sembrar. Hubo una pérdida de conciencia situacional, una pérdida de conciencia de dónde estaban volando, empezaron a descender y chocaron un cerrito al sur de San Rafael. A partir de ese accidente, hemos tomado con mucha fuerza lo que es seguridad. Hoy priorizamos diez veces más la seguridad a que caiga piedra.
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Un modelo en el mundo Jorge Ricardo Ponte, especialista en acequias
“Mendoza es un modelo en el mundo por su sistema de acequias”. La aseveración parte de uno de los referentes en el tema, un hombre que ha indagado profundamente la historia de las acequias en su provincia, pero también en las más importantes ciudades de América. Jorge Ricardo Ponte es arquitecto, investigador del Conicet y es autor de libro De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias. En 2010 recibió una beca de la Fundación Guggenheim, lo que le permitió viajar por América para estudiar el tema en diferentes ciudades. Hoy la capital mendocina es famosa por las amplias veredas, las acequias y el arbolado compuesto por plátanos, moreras, acacias y paraísos. Ponte, en la charla, describe cómo se fue vinculando la historia de los mendocinos con el agua y, por supuesto, con las acequias. Explica que toda el área agrícola de la ciudad colonial hoy es el Gran Mendoza, y que durante más de trescientos años fueron las acequias las que proveyeron el agua potable. Recuerda que en las primeras actas del Cabildo, en 1563, ya se pedía a los vecinos que las mantuvieran limpias. Recién a comienzos del siglo XX se instaló el sistema de cañerías
domiciliarias, pero las acequias siguieron cumpliendo un rol notable: “Cuando perdieron la función de proveer de agua a la gente, los mendocinos dijeron: ‘Ya que están las acequias, ¿qué tal si plantamos árboles?’. Es al revés de lo que piensa la gente, las acequias no están para regar los árboles, sino que los árboles aparecen porque hay acequias”.
Ponte asegura que las ciudades argentinas que tienen acequias copiaron su modelo de Mendoza. “Porque Mendoza –afirma– desarrolló una manera de hacerlas perdurar. Todas las ciudades que fundaron los españoles nacieron con acequias y las fueron perdiendo, como la ciudad de México, donde hoy no queda ni el recuerdo de que alguna vez exis-
tieron”. Según Ponte, después del terremoto de 1871, un ingeniero francés con estudios de agrimensura ideó la reconstrucción del sistema. “Las acequias se pusieron en el borde de la calzada, diferente de como era la ciudad colonial, que no tenía arboles”. Nace entonces la forma que perdura hasta hoy, una ciudad ancha y arbolada con el sistema de vereda, calzada, acequia y árbol. Apasionado por el tema, advierte la necesidad de planificación ante el desarrollo incesante y sostiene
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que no es descabellado pensar que las acequias puedan desaparecer. “Una de las cosas que los mendocinos no tienen presentes es la fragilidad con que esto se puede volver atrás”, dice, y señala que, desde el punto de vista del aprovechamiento y la optimización del agua, las acequias representan un derroche, porque no están impermeabilizadas y hay filtración en el camino. No obstante, aclara: “El paisaje de Mendoza se construye con esa filtración que hay en el camino. Y si todo se impermeabiliza, vamos a volver a la ciudad sin árboles”. La identidad para Ponte es una característica que define la relación de Mendoza con sus acequias, pero también traza lazos con otras ciudades de Latinoamérica y de los Estados Unidos. “Es toda una cultura que nos une”, subraya el arquitecto, y concluye: “Mendoza es lo que es por este sistema de acequias. Dice una frase de Italo Calvino que las ciudades no cuentan su historia, las contienen como las líneas de una mano, y yo pienso que, en el caso de Mendoza, esa historia está en las acequias. Es lo que define su identidad”. Pablo García Lastra Fotos: José Luis Raota
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Rescatar la lluvia para Guanacache Heber Sosa, naturalista y emprendedor
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natural) resultan cruciales los aportes de los habitantes de los pueblos originarios, los huarpes. Más allá de la recuperación del agua, los 100 milímetros de promedio anual que la naturaleza provee, la tarea avanza en los aspectos culturales. “Tenés dos generaciones, la generación lagunera, los viejos que añoran las lagunas, y la generación que nació en el desierto”, explica Sosa, y describe que estos últimos, por cierto, no saben pescar, nadar, ni hacen canoas. Sólo andar a caballo. “Una vez nos pasó que se llenó una parte de una laguna y nadie tenía embarcaciones para cruzarla”. En esa tarea de reconstrucción cultural fue fundamental el rol de Nidia Amaya y de Ernesto Ovando. Desde el otro aspecto, la pérdida por la desaparición de las lagunas de Guanacache alcanzó a peces y hasta especies del monte, cigüeñas, flamencos, cisnes, patos (unas catorce), chorlos, chajás. Pero sobrevive lo que los expertos llaman “memoria ambiental” y entonces, cuando las condiciones mejoran gracias a esas tareas que se llevan hoy adelante, las especies aparecen. También hay otra memoria, la fe y la esperanza natural de los pueblos que se resisten a desaparecer por muy malas que estén sus condiciones. “Los que viven ahí no se quieren ir. Apuestan a que pueden mejorar algo el ambiente. No podemos menos que acompañarlos”, dice Heber.
Foto: Gentileza Heber Sosa
La restauración de sitios que han sido históricamente espejos de agua y hoy son cuencas secas es mucho más que un rescate hídrico para Mendoza. En el caso de las antiguas lagunas de Guanacache, en el nordeste de la provincia, se trata también de un camino de regreso hacia las raíces culturales. Las transformaciones padecidas por los habitantes de la zona, en su mayoría huarpes, alcanzaron hasta sus formas de supervivencia. “La gente mayor aún habla de zapallos, melones y peces. Las nuevas generaciones sólo de chivos y pasturas”, dice Heber José Sosa, quien lidera el monumental desafío de restaurar de alguna manera el gran humedal que alguna vez fue Guanacache. Sosa es profesor de ciencias naturales y coordinador de la carrera de guardaparque dentro del instituto de educación superior que dicta la tecnicatura en Conservación de la Naturaleza. Allí se formaron los cerca de 150 guardaparques que hoy trabajan en las dieciséis áreas protegidas que tiene Mendoza. Su especialidad, las aves migratorias, lo llevó a la laguna de Llancanelo en 1987 y su vocación por el tema, a la exploración de caminos que permiteran recrear aquella provincia de espejos con muy rica biodiversidad que alguna vez fue Mendoza. Así nació la posibilidad de trabajar para declarar sitios Ramsar primero a Llancanelo y
después a Guanacache. Ramsar es un convenio que proporciona el marco para la acción local y la cooperación internacional en beneficio de la conservación de los humedales. En 1995 Llancanelo recibió ese estatus. Las acciones que siguieron para el manejo del sitio llevaron a impulsar la incorporación de Guanacache, lo que sucedió en 1999 gracias a la gran diversidad biológica y a la importancia sociocultural y arqueológica que representa. El sitio Ramsar ocupa casi un millón de hectáreas en la zona del límite tripartito entre San Juan, San Luis y Mendoza. Fue el primero designado en la Argentina con gestión interprovincial. Heber trabaja en Guanacache junto con profesores y alumnos de la tecnicatura y cuenta con el apoyo de un grupo de fundaciones privadas. Por un lado, se enfocan en lograr la restauración biológica, con acciones que buscan contrarrestar el efecto de erosión retrocedente, que afectó el cauce de los ríos y el fondo de las lagunas produciendo cárcavas que hicieron desaparecer los espejos de agua. Por el otro, el proyecto apunta además a rescatar la importancia cultural de una región que hasta el siglo XVIII era sólo agua. “El oasis cuyano fue Guanacache. La idea nuestra era restaurar estos valores”, afirma Heber. Y en esa restauración (aclara que no hay que hablar de rehabilitación, porque no se puede volver a su estado
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EL ARTE DE ESCUCHAR Y CONTAR Entrevista a Rodolfo Braceli
Poeta mendocino comprometido con su tiempo, se destaca también como un gran entrevistador. Los secretos de su inspiración y su prosa, que ha descubierto el espíritu de grandes personalidades de su tierra como Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez y Nicolino Locche. Desde el estudio donde trabaja Rodolfo Braceli en su casa del barrio de Coghlan se observa la terraza coloreada por glicinas y enredaderas. El escritorio está colmado de papeles, muchos apuntes. “Son cosas anotadas en el momento, que luego se transforman en cuentos, poemas o pequeños ensayos; creo en la virginidad de la ocurrencia”, dice el hombre nacido hace 72 años en Mendoza.
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Muestra la computadora donde escribe, y reconoce que al teclado le da duro con dos dedos, como cuando escribía en su Olivetti. Ese golpeteo que se escucha cuando escribe se asocia con el latido de su corazón, el que le hace respirar, confiesa, en la vida y en la literatura. Son esos mismos primeros ritmos que aprendió en su tierra natal y que lleva grabados en su memoria. “En Luján de Cuyo nací y aprendí a respirar. Ya a
la palabra Luján la siento como un talismán. Me enciende. Muchas veces me encuentro escribiendo, dibujando la palabra en una servilleta de café o en el suelo, con un palito. Nací cerca de la cancha de Luján Sport Club y del río; a su orilla nos llevaban cuando teníamos la tos convulsa. Recuerdo a mis padres siempre trabajando, hasta en las fiestas de guardar. Recuerdo mi primera escuela, la “Comandante
quiera. Y ser mendocino también. Mendoza, como todos los sitios, tiene personas de todos los colores, algunas lamentables y otras admirables. De Mendoza salieron una
manga de sinvergüenzas estelares, inclinados al fundamentalismo y al fascismo. Pero de Mendoza también salieron personajes prodigiosos que siempre da gusto nombrarlos.
–¿Quiénes son esos prodigios? –No es casual que Mendoza haya acunado la prosa perfecta de Antonio Di Benedetto; la poesía del fa-
nático de la esperanza, Tejada Gómez; la ética de un político poeta, Benito Marianetti; la colosal imprentita, admirada en medio mundo, de don Gildo D’Accurzio; el trote maratón, casi campeón olímpico, del negro Eusebio Guíñez; la desgarradora pintura de Carlos Alonso; el incesante pedaleo del Cóndor de los Andes, Ernesto Contreras; el fraseo bolero de Daniel Villalobos; la sabia sabiduría de Luis Quesada; la épica ternura de Leonardo Favio; el canto y el embarazo de La Negra
Respetar al diferente es algo arduo. Vale la pena porque vale la alegría
Saturnino Torres” y a la señorita Courbelo, que asombró al departamento porque cometió la temeridad de divorciarse. Recuerdo al Canario, un viejo de la bolsa, español de alcurnia, que una mañana de pleno invierno se desnudó por completo en la vereda. Se desnudó mientras lloraba en voz alta como un niño. Allí aprendí que un hombre desnudo y que llora es la más pura verdad. El Canario se me metió en varios libros míos”. –¿Cómo es el mendocino? ¿Tiene alguna característica particular en su carácter, su personalidad? –Suelo decir que ser argentino es algo que le puede pasar a cual-
mayor, Mercedes Sosa; la lucidez que no cesa de Quino; el fútbol insolente del inclasificable Víctor Legrotaglie; el boxeo del Intocable Locche, torero sin banderillas, que impuso la alegre no violencia en el deporte y en el siglo de la destrucción: arrojado a los leones, no los mató y ni se dejó comer, se puso a conversar con ellos. Todos ellos definen la marca, el modo de ser del mendocino. –¿Qué ha aprendido de ellos y qué es lo que más extraña? –Me crié con ese racimo de excelencias. Trabajé en la misma oficina de Di Benedetto seis años, era mi jefe. Más que de periodismo, maestro del idioma. Sobre Armando escribí una obra de teatro. Con Mercedes compartimos comidas infinitas hechas en nuestras casas. Compartimos además desgarramientos, muertes, nacimientos; finalmente terminé escribiendo la única biografía que se hizo con la
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Escuchar al otro en realidad es lo más difícil en la entrevista como en la vida Negra viva. Aprendí a soñar a raja cincha con ellos. Extraño esas noches compartidas, eternizadas por el luminoso vino oscuro. –¿Cuándo empezó a escribir? –Desde que me recuerdo con uso de razón. Cuando me preguntaban: “¿Qué vas a ser cuando seas grande?”, yo no decía abogado o médico o bombero. Yo respondía: “Quiero hacer un libro”. Así daba cuenta de mi vocación y la acción. En la escuela escribía comentando los partidos de fútbol en los que yo mismo jugaba. Escribía y lo pegaba en una pizarra. En mi quinto año del Colegio Nacional se me ocurrió escribir una novela, pensando que la publicaría y con lo recaudado haríamos el viaje de fin de curso. No hubo tal viaje ni publicación, pero la novela la terminé. –Usted ha publicado novela, cuentos,
teatro, ensayo, poesía, hasta libros con sus reportajes, ha hecho cine con Locche de protagonista. ¿Existe una conexión entre las distintas artes y, si es así, cuál es? –Cuando escribo, allá voy, sin fijarme en qué género me embarco. Yo me dejo y me arrojo y gozo como un animal cuando escribo. Me gusta mirar y mironear y escuchar; me gusta analizar y, sobre todo, contar. Creo que hay una constante en todo lo que escribo, aun en mis reportajes. Y es la poesía. Entiendo la poesía como el acto de arrojarse sin red. Comprometido con su tiempo, cuando era aún muy joven, Rodolfo Braceli escribió hace cincuenta años el libro de poemas Pautas Eneras, cuyos ejemplares fueron prohibidos y quemados en la casa de gobierno mendocina. “Aquella prohibición y quema ocu-
rrieron después del derrocamiento del presidente Frondizi. Mendoza estaba intervenida, padecíamos un gobierno de facto. Pasadas cinco
ENTRE LIBROS Desde 1970 Rodolfo Braceli vive y trabaja en Buenos Aires. Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, periodista, es autor de casi una treintena de libros. Varios de ellos fueron traducidos al inglés, francés, italiano, coreano, polaco y, recientemente, quichua. Algunos títulos de su producción son: El último padre (1974); La conversación de los cuerpos (1982); La misa hu-
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mana (1998); Padres nuestros que están en los cielos – Borgesperón (1994); Federico García viene a nacer – Y ahora la resucitada de la violenta Violeta (1991); Caras, caritas y caretas (1996); Don Borges, saque su cuchillo porque he venido a matarlo (1979-1998); De fútbol somos (2001); Perfume de gol (2009); Escritores descalzos (2010); Ciento un años de soledad (2012). Es autor de
las biografías de Julio Bocca (1995) y de Mercedes Sosa (2003). Para el cine escribió y dirigió Nicolino Intocable Locche. Sus reportajes latinoamericanos se tradujeron a nueve idiomas y se publicaron en veintitrés países. En 1996 obtuvo el Premio Pléyade por su entrevista a Gabriel García Márquez. En 2010 recibió la Medalla del Bicentenario por su trayectoria periodística.
décadas mi libro ha sido reeditado, en democracia. Eso lo celebramos como a una resurrección con un “levespectáculo” actuado por Luisa Kuliok y Darío Grandinetti. –Pasados estos cincuenta años, ¿cree que los argentinos hemos aprendido a respetarnos? –Estamos en eso: respetar al diferente es algo arduo. Vale la pena porque vale la alegría. A propósito de la quema, digo que el fuego no tiene la culpa de lo que se hace con él, como la piedra no tiene la culpa de la pedrada. Hay fuegos que sirven para quemar libros y hay fuegos que sirven para darles semblante a los panes de cada día. –Rodolfo, en el periodismo usted se destaca también como un gran entrevistador. ¿Qué entiende que no
le debe faltar a una entrevista para que sea buena? –No le debe faltar respiración. El interrogatorio nos debe llevar a la conversación y la conversación al estado de confesión. En una entrevista lo más difícil no es hacer preguntas inteligentes sino escuchar al otro. Escuchar al otro en realidad es lo más difícil tanto en la entrevista como en la vida, como en el matrimonio. –¿Siente que aún le falta algo que le gustaría escribir? –Siento que apenas si he garabateado algunas páginas. –¿Su treintena de libros publicados no le resultan suficientes? –No, para nada. Tengo una punta de libros que me esperan. Para colmo los años cada vez duran menos. Siento
que alguien nos afana horas mientras dormimos. No puedo parar de escribir, me desespero porque los años vienen cada vez con menos meses y las horas con menos minutos. –Si tuviera que definir a Mendoza, ¿qué diría? –Mendoza es un desierto doblegado por la porfiadez de sus mujeres y de sus hombres. Mendoza, con sus zanjones, canales y el zurcido de sus infinitas acequias, tiene un sistema de riego que encarna la más perfecta de las democracias. En Mendoza cada árbol es una hazaña y la ecología una costumbre. Mendoza queda al oeste del paraíso.
Sergio Limiroski Fotos: Robert Remonteo
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GENTE DE LA TIERRA
EL DESIERTO DE LOS HUARPES Departamento de Lavalle, nordeste de Mendoza
Desde hace algunas décadas los pueblos originarios de la provincia recorren un camino de reivindicación de sus raíces. Un viaje para conocer las costumbres y las creencias que sostienen a estas comunidades rurales, que representan el resguardo de una cultura milenaria. 88
Allí donde la tierra se seca hasta quebrarse se alza una pampa inmensa de chañares y algarrobales, un desierto pedregoso y somnoliento donde el sol es dueño y señor. “Conviene ir bien temprano y volverse. En verano no se puede estar por el calor”, nos advierten. Las temperaturas alcanzan los cuarenta grados y las lluvias, que caen sólo en esta época del año, son muy escasas. Es el departamento de Lavalle, en el nordeste de Mendoza, donde se encuentra la región de las antiguas lagunas de Guanacache. Dispersas por todo el territorio viven once comunidades huarpes. Viajamos en camioneta junto con Horacio Mayorga, orgulloso descendiente de este pueblo milenario, un joven de 26 años que se crió en Lavalle, aprendió a respetar y valorar sus raíces y se instaló en el Gran Mendoza para estudiar Historia en la Universidad Nacional de Cuyo. Su compañía es el mejor pasaporte para adentrarnos en los valores y las profundidades de su cultura. Nos cuenta que los huarpes que habitan la provincia son cerca de 4 mil, aunque sugiere que seguramente son más, porque hay muchos que todavía no se decidieron a reconocer sus raíces. El primer día llegamos hasta el paraje El Retiro, en el corazón de Lavalle, donde visitamos a artesanos que trabajan el cuero, el telar y la cerámica, que son artesanías típicas. También la cestería en junquillo, pero hace unos años que esa planta no crece lo suficiente por la falta de agua. El segundo día nos acercamos más hacia el norte, casi al límite con San Juan. Atravesamos cerca de 300 kilómetros entre idas y vueltas, muchos de ellos por camino de ripio y extensos medanales. Vamos a conocer a Norma Ester Jofré, en San José, y a Rubén Díaz, en Lagunas del Rosario. Buscamos rasgos de la identidad
Pueblos originarios
de lo que antiguamente fue el país de las arenas, el Cuyum, territorio que estaba habitado por los huarpes y que se extendía por todo Mendoza, San Juan y San Luis. Norma integra el movimiento nacional de mujeres huarpes y Rubén es un referente de la cultura originaria, también un guía espiritual reconocido en las comunidades. Pocos días antes de salir, Horacio le avisa a Rubén que iremos a verlo. Lo hace a través del Correo del cielo, un programa de radio que dura diez minutos y donde se leen mensajes para los puesteros. Pero no hay certeza de que el aviso llegue. Con Norma es más sencillo, es la mamá de Horacio. PUESTEROS Y CRÍA DE CABRAS Históricamente las lagunas de Guanacache conformaban el único oasis natural de Mendoza. Era regado por los ríos San Juan y Mendoza, que nacen en la cordillera, y las aguas desbordaban los cauces. Al retirarse dejaban extensas regiones cenagosas donde los originarios plantaban maíz, trigo, sandías, melones, zapallos, entre otros. La vida y las costumbres de los pobladores se vinculaban íntimamente con el extenso humedal. Pescaban truchas, cazaban avestruces y recorrían los espejos de agua con canoas realizadas con totora tejida. El monumental aprovechamiento del agua realizado desde fines del siglo XIX para
alimentar la zona del Gran Mendoza y las industrias vitivinícolas y frutihortícolas fue secando a Guanacache. El desmonte que se llevó a cabo para fabricar los durmientes del ferrocarril incidió también para que el lugar se convirtiera en lo que es hoy: un amplio desierto de cielo y tierras salitrosas. El cambio drástico del paisaje obligó a los pobladores a adaptarse y en la actualidad la principal actividad económica de las comunidades es la cría de cabras, aunque muchos también tienen vacas y caballos. Por la necesidad de pastar de sus animales, los puestos está alejados unos de otros en un promedio de tres a cinco kilómetros y las tierras, por supuesto, no tienen alambrados. Norma Jofré vive en el puesto Pampa Colorada, en San José. En ese paraje hay siete puestos, una escuela y una posta sanitaria. Para llegar salimos del camino de ripio y nos internamos entre medanales, bajamos para ver el lugar y Horacio nos sorprende por sus habilidades de rastreador, con las que puede describir hasta el tiempo transcurrido desde que se dejó una huella. Nos cuenta que esa habilidad es característica de los huarpes. Cruzamos un rebaño de cabras que pastan y, después de unos diez minutos de avanzar en la camioneta por un sendero sinuoso, encontramos una casa de adobe. Casi pegada, hay otra de ladrillos en construcción. Allí viven Norma Jo-
fré y su compañero, Celso Gonzáles, representante de la comunidad de San José. Norma nos muestra el lugar y el amplio corral donde guarda sus quinientas cabras. Cada animal come en una superficie de doce kilómetros a la redonda. Se van a pastar lejos y vuelven solas a la tardecita. UN DÍA DE TRABAJO “Ya hemos juntado el chañar, he hecho el arrope y ahora voy a preparar el patay, que se hace como un alfajor, con la harina de la algarroba. También estoy haciendo quesillo”, explica la mujer y, mientras nos convida unos mates, nos relata cómo es un día de su vida: –Nos levantamos a las 5 y media para ir al corral porque en este tiempo sacamos mucha leche y si no vas temprano te asfixias por el calor. Después tomamos unos mates y empezamos con el trabajo de la casa si no el invierno va a ser más duro que el verano. Siesta no dormimos, porque hace tantos calores que es imposible dormir. También les damos de comer a las gallinas y a los perros y limpiamos. Salir a pasear, muy poco; sólo a visitar a la suegra, a mis hijos, y si no voy yo, vienen ellos. En el invierno es un poco más duro, porque nos levantamos temprano y tenemos las pariciones de los chivitos, a los que hay que hacerlos mamar con el frío. Son cortitos los días. Norma explica que para poder com-
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GENTE DE LA TIERRA
Norma Ester Jofré
prar las cosas más necesarias venden los chivos. La dieta obviamente es a base de esa carne y de algunas verduras que le compran a un camionero sanjuanino que llega cada quince días. “Trae zanahoria, papa, camote y ajo, nada más; a veces trae tomates”, dice, y señala que se le hace difícil mantener las verduras frescas. Justamente problemáticas, como la alimentación, la falta de agua o las necesidades de la educación son algunos temas de los que se charla en las reuniones que mantienen las mujeres huarpes. “Nos gustaría que se enseñara la cultura nuestra en las escuelas albergue –dice Norma–. Cuando estuvo Ricardo Crocce, que fue el director de la escuela de San José y ayudó muy mucho para que nosotros resurgiéramos, las escuelas tenían maestros de artesanías en lana, cuero y junquillo. Siempre había una mujer enseñando a tejer, a hilar, otra a cortar el cuero”. Horacio explica que en las últimas dos décadas vivieron un fuerte proceso de recuperación de su identidad, y que mucho tuvieron que ver esos colegios rurales donde los chicos pasan cinco días viviendo y cinco en sus casas. Fueron los directores los que trabajaron con los alumnos y las familias para ayudarlos a recuperar parte de la memoria ancestral. Pero, para hacerlo, los pobladores debieron superar grandes barreras. Una fue la discriminación que padecen aún hoy por el color de
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Horacio Mayorga
piel, por sus rasgos originarios y por la forma de vida, que no condice con los cánones que impone la cultura occidental. “Dicen que los huarpes no quieren progresar, que viven en un ranchito, y yo siempre digo si no tendrá que ver con que tienen lo que realmente les hace falta. Quieren vivir bien, no mejor, bien nada más; con bien alcanza”, apunta Horacio. La otra barrera fue el miedo, una característica común en todos los pueblos originarios que fueron avasallados. Las encomiendas en la época colonial y la violencia ejercida contra los huarpes para que trabajaran en las minas de Chile fueron los primeros grandes desgarramientos que sufrieron. Norma señala: “Siempre tuvimos miedo, costó mucho que nos reconociéramos huarpes, porque no nos olvidamos de la maldita Campaña del Desierto; eso para los pueblos originarios fue muy duro (se emociona), y entonces es revolver en el pasado, siempre con el miedo que está latente. Nosotros decíamos: ´no será repetir la historia´”. Las abuelas les recomendaban que no dijeran que eran huarpes, que tenían que cambiarse el apellido, que no debían hablar el idioma. Hubo un proceso de ocultamiento muy fuerte, recuerda Horacio. Pero confiaron, se unieron y lograron vencer el miedo. Norma destaca: “Para mí fue como tocar el cielo con las manos que se recuperara la identidad nuestra y lo que real-
mente somos”. Lo que más les ayuda a sostenerse en esta tierra dura que habitan es la fe que mantienen como un preciado legado de sus antepasados. “La vida sin fe no sirve – afirma Norma–, por eso nosotros tenemos algo que no vamos a perder nunca. Siempre y cuando quedemos mujeres que realmente creamos y mantengamos la esperanza de que la fe no tenemos que perderla, es como vamos a mantener a nuestro pueblo organizado y educado”. CONTABAN LOS ABUELOS Rubén Díaz nos está esperando en Lagunas del Rosario. Tiene 51 años, es alto, corpulento, de mirada profunda y sincera. Su casa, sencilla, hecha de adobe, está en las afueras de este pueblito cercano al límite con San Juan. La antigua capilla, blanca, erigida en honor a la virgen del Rosario, es el centro de la comunidad. A pocos pasos se encuentra el cementerio huarpe donde todas las sepulturas apuntan hacia la cordillera. “Porque en nuestra creencia el Aconcagua es el camino que siguen los espíritus para subir al cielo”, nos explica. Es mediodía, el sol pega fuerte. Uno puede pasar horas escuchando a este hombre, su sabiduría y su conocimiento del pasado huarpe, que fue adquiriendo a pura convicción y empeño. Es un respetado guía espiritual, y su nombre es el que se referencia para conocer la auténti-
Pueblos originarios
ca cultura antigua. Desde que tenía pocos años se dedicó a escuchar y a aprender de los abuelos. Al comienzo nos explica los problemas que padecen: relata la lucha inconclusa por el título comunitario de las tierras; señala que el agua que les llega para tomar a unas cisternas tiene arsénico; denuncia que los aviones antigranizo vuelan sobre la zona y evitan que caiga la lluvia, y dice que la falta de agua no permite el menor sembradío ni que se puedan hacer artesanías, pero, a la vez, genera uno de los temas más sensibles: “Queremos que venga agua para que nuestros hijos puedan desarrollarse de otra manera, que no se tengan que ir a trabajar a las fincas, a San Juan, que está a dos kilómetros de acá. Y se van, ¿qué van a hacer acá?”. Nos describe puntualmente estas y muchas otras problemáticas que transitan hoy los huarpes de Lavalle, y afirma: “A nosotros nos han hecho sufrir, nos tienen tirados porque somos indios. Pero dicen ‘indio’ y no somos indios, somos nativos, somos la raíz que hubo cuando el mundo se hizo”. No obstante, no pierde la esperanza y tiene mucho más por contar. Nos muestra varios cuadernos escritos a mano que nos sorprenden. En cada una de las páginas está la foto de un antiguo poblador y la narración de una historia de vida. Hay también poemas y un diccionario de palabras traducidas de la lengua huarpe al castellano. Así lo explica: “Desde el año 75 he buscado, porque siempre me gustó, la historia y la cultura de mis ancestros. Entonces siempre buscaba a todos esos ancianos que ya no están. Los puedo nombrar: Hermenegildo Molina, Gavino Morales, Matel Reynoso, mi abuelo Eustaquio, Evaristo Varela, son muy muchos. Con esa gente compartí siendo niño, me llevaban al campo para que les cebara mate. Hacían
ruedas, en el medio el fuego, y se sentaban en las monturas. Y siempre me gustaba porque escuchaba las historias de mi pueblo. Ya tenía metido en la cabeza eso y me ha servido porque les enseño a los que vienen quiénes somos y cuáles fueron nuestras raíces”. Aunque sólo terminó quinto grado y lo hace con mucho esfuerzo, su letra es clara y los relatos están bien narrados. Su objetivo es hacer un libro y publicarlo para dejar un legado a las comunidades y que nada se pierda. En los cuadernos
se encuentra la historia del Guanacache, que fue un toro peludo (un cebú americano) con astas de oro que protegía las lagunas y fue asesinado por un español. Era en realidad un discípulo de Hunuc Huar (Dios de los huarpes), enviado para cuidar la vida acuática de las lagunas. Cuando murió, explica Rubén, las lagunas quedaron desprotegidas. En sus escritos también figura la vida de María Quiroga, “un hombre huarpe puro que se puso ropa de mujer para que no se lo llevaran a trabajar a
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GENTE DE LA TIERRA
Rubén Díaz
UN TÍTULO COMUNITARIO La preexistencia étnica de los huarpes de Lavalle fue reconocida legalmente, y desde 1999 las once comunidades que hay en la región cuentan con personería jurídica. Pero no son dueños de las tierras que ocupan desde mucho antes de que arribaran los españoles. La ley provincial 6.920, dictada en 2001, estableció que sobre las cerca de 780 mil hectáreas que habitan se debía entregar un título comunitario y único a nombre de las once comunidades. Hasta ahora no se cumplió. El concepto del territorio para poder mantener la cultura, el vínculo que mantienen con la naturaleza, la visión comunitaria de la vida son cuestiones básicas para entender por qué piden un título único para todas las comunidades. Rubén Díaz, representante huarpe, explica: “Nosotros no queremos parcelas, si una parcela es como si comprara una finca. La cultura huarpe no la vamos a conservar en un pedacito de tierra, porque no se puede. En la cultura huarpe las tierras son amplias hasta donde da la vista, porque uno puede observar a un águila o a un cóndor volar hacia la gran distancia, pero si vivimos dentro de un cuadrado no vamos a poder observar, no vamos a poder ver cuáles son las señas que nos traen. Queremos que nos devuelvan lo que es nuestro, no estamos pidiendo nada. Creo que a nuestros hijos hay que dejarles una cosa firme, algo que sabemos que va a perdurar toda la vida”.
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las minas de Chile. Estuvo enferma quince años, quedó inválida en la cama y ahí murió. Pero no quiso ir nunca a un doctor para que no supieran lo que ella escondía”. Uno de sus trabajos más preciados le costó años de empeño y hasta tomar un curso de arqueología. Un abuelo le había contado sobre un lugar donde antiguamente habían matado a unos treinta hombres de la comunidad. Con mucha paciencia Rubén terminó descubriendo los huesos y documentando todo lo sucedido. Encontró en el lugar botones de la marina chilena y monedas españolas de 1808 con la figura del rey Carlos de España. La conclusión fue que hubo una persecución y matanza contra los aborígenes que huían para no ser llevados a las minas de Chile. Más allá de su inmenso trabajo de recopilación, Rubén lidera la ceremonia anual más importante de las comunidades lavallinas, que se realiza el 24 de junio, dando la bienvenida a un nuevo ciclo y pidiendo fuerza a la naturaleza. Asisten miles de personas. “Lo hago con el agua, con el fuego, con el viento, la madre tierra, con los cuatro elementos y con el quinto, que somos nosotros”. Nos explica cómo aprendió ese vínculo con la energía creadora: “Mi abuela murió a
Pueblos originarios
UN CURA, UNA VIDA, UN LIBRO
los 105 años, igual que mi tío Román. Y ellos sabían muy mucho lo que es la sabiduría de la cultura nuestra, cuáles eran los contactos con la naturaleza, porque ahora son sólo los indígenas los que tienen contacto con la naturaleza”, afirma. También nos habla sobre las famosas salamancas y nos explica que no es algo diabólico como se las conoce, sino una vieja costumbre que tenían para enseñar distintos oficios. También nos relata cómo viven los huarpes la espiritualidad a partir del legado evangelizador, manteniendo sus creencias en fiestas patronales y en el rito a San Vicente que realizan para pedir la lluvia. Rubén describe la importancia que tiene para ellos la madre tierra y la manera en que la honran diariamente. “Uno tiene esa firmeza con la madre tierra y con todos los astros que Dios hizo, porque todo lo que está en el espacio lo hizo Dios, no lo hizo el hombre”, dice. La charla dura casi dos horas y dan ganas de quedarse. Pero hay que volver. EL REGRESO Mientras viajamos de vuelta Horacio nos sigue contando sobre su pueblo. Habla pausado y se emociona describiendo cómo vive su iden-
tidad, sus valores, los del pueblo huarpe: –Siempre uno de los valores que me han cobijado es el valor comunitario de la vida. El tema de la reciprocidad en las comunidades es palpable, todavía está presente. En las comunidades nunca existió esto del individualismo. Como todos estamos a campo abierto, no existe el concepto de propiedad privada ni el de la tierra para explotar; uno ve la tierra como la madre. Yo a lo mejor traigo verduras y las distribuyo entre mis vecinos, porque somos una gran familia. Nos separamos porque no tenemos otro modo de supervivencia. La reciprocidad se da así, como una cuestión cultural. Son esas cosas que no se ven en otro lugar. Y después la vinculación con la madre naturaleza. Uno la siente. Esto de convivir con animales y plantas, esto de no creerse superior, de no destruir; al contrario, si están mal hasta ayudar a los animales. A la mañana, escuchar el canto de los pájaros y, según el que canta, te das una idea de lo que va a ser esa semana. De vincularte con la luna. De caminar por una senda e ir observando, ir sintiendo la vinculación, que vos sos uno más de eso, que sos parte de eso. La alegría de encontrar unas liebres
Como ocurre con otros pueblos originarios del territorio argentino, los huarpes de Mendoza recién hace pocas décadas comenzaron a salir de su ostracismo para vivir una etapa de reconocimiento pleno de sus raíces: un genuino proceso de reivindicación cultural que va acompañado con una lucha por recuperar sus derechos sociales y territoriales. Muchos mendocinos sensibles los acompañaron y lo siguen haciendo. Y, sin duda, el padre italiano Benito Sellito es un ejemplo de vida al servicio de este pueblo originario. Cura misionero, integrante del movimiento redentorista, llegó a la Argentina en 1972 y desde 1977 acompaña los pesares de los habitantes de las comunidades de Lavalle y brega por ayudarlos. Su afán lo llevó a investigar y escribir el libro La historia oculta del pueblo huarpe, un trabajo apasionante para entender desde la cronología histórica la interminable pelea que llevan adelante para lograr un título comunitario, y otras problemáticas actuales que acucian a los huarpes mendocinos.
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Pueblos originarios
Una de las historias que reúnen los cuadernos de Rubén Díaz
y verlas que andan en pareja, que van a todos lados juntas. Que están las catas haciendo nido, alimentando a sus pichones. En la cultura originaria no existe la palabra muerte, nosotros no concebimos la muerte como el fin, no nos preocupamos por que aparecen las arrugas o por que se acerca el fin. Porque el fin es para el que se plantea que es algo distinto de la tierra, de una planta o de un animal. Nosotros siempre decimos que vivimos de energía prestada. Prestada y que en algún momento
volvemos a ella. Hacemos silencio. En menos de una hora estaremos de regreso, entre las luces y el ruido de la ciudad. Llega el recuerdo de huarpes legendarios como Santos Guayama, el guacho lagunero, y de Martina Chapanay; ambos dejaron huellas de convicción y coraje enfrentando injusticias en la tierra que visitamos. Pero también aparece la voz de Armando Tejada Gómez, uno de los mayores poetas de la Argentina, quien siempre reivindicó su raíz huarpe. En el
reportaje que le hizo el diario Los Andes poco antes de su muerte, en noviembre de 1992, señaló: “La cuyanidad se nutre de una etnia a la que se ha tratado de tapar con arena”. Mucho antes, en uno de sus inmortales poemas, refería: “Muy al fondo de nosotros / la memoria de labrar / sube guarpe por sus rostros / ya color a eternidad”. Pablo García Lastra Foto: José Luis Raota
VOCES EN EL DESIERTO París, marzo de 2003. La Unesco distingue a la FM Huanacache del departamento de Lavalle con el Primero Premio Internacional a la Comunicación Rural. Lo recibe Ricardo Crocce, entonces director de la Escuela “Maestro Pablo Pizzurno” de la localidad de San José. El reconocimiento no es menor: el trabajo realizado a través de esta FM, que integra una decena de escuelas y de comunidades en el desierto de Lavalle, ha sido fundamental para la cultura huarpe. Horacio Mayorga recuerda con emoción que fue a partir de un grupo de directores encabezados por Crocce, que tanto él como muchos lavallinos comenzaron a revalorizar profundamente sus raíces. “Se realizó desde las escuelas un proceso de fortalecimiento y rescate cultural en el que se enganchó la gente, que dijo: ‘Bueno, están las condiciones para que salgamos a decir que somos huarpes’”. También hay otra radio a la que los puesteros están bien
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atentos. Es LV10, con sede en la capital, que transmite a las 5.50 de la mañana y durante apenas diez minutos el programa Correo del cielo. Se leen mensajes para los puesteros y constituye un canal que les permite estar comunicados. Compartimos algunos de los mensajes tal como fueron leídos: “Para Roque Caña, le avisa su mamá que llega el viernes”; “Para Mario Quiroga, del Retamo, de parte de Guillermo, que el día viernes o jueves van a bajar la luz, que trate de estar en la casa. Saludos”; “Para Domingo Jofré, del pueblo El Colón, le encarga Daniel Sosa que si baja la yegua en su puesto, que no le dé agua y la corra, él no puede ir a buscarla por asuntos de trabajo”; “Para los vecinos de San José y alrededores, les avisa el señor Agustín Sosa que les encarga cinco vacas que se le han extraviado, que si alguien las ve, por favor, avisar por este mismo medio”.
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SEÑALES NATURALES Por Juan Curá Curá Curá*
La lectura de los dibujos plasmados en tejidos antiguos y el Saludo al Viento, que se realiza para agradecer a la energía natural que guía al universo, son raíces del inicio que siguen el lenguaje de la naturaleza. Bajo la enramada, nos sentamos en círculo para compartir el cariñito del mate, del agua y la yerba que brinda la mapu. Newén, Newén, Newén, Newén… decía el abuelo, saludando al Gran Espíritu fuerza mayor. Recordaba que en el kalfú (el
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azul) está la energía que provee el alimento al universo. Reconociendo la palpitación natural, suena el kultrún… Tun tun, tun tun, tun tun, tun tun. Es un saludo natural del principio. La vibración del kultrún amplía el
sonido que transporta el sentimiento de estar agradecidos, entra a través de los oídos, llega al corazón y une el pensamiento de los que escuchan. Recibimos en la piel, la señal de la presencia de Futa Chao, Gran Padre. Weeeeeeeeeeeee (con las manos hacia el cielo, se pronuncia como una expresión de alegría que hace sentir la fuerza del espíritu). El kultrún está hecho con madera de lenga y cuero panza de potro. El peñi se hermana con la naturaleza sintiendo el permiso del bosque para alzar la madera que esté caída. El Newén le da el sí, que se siente a través de las señales en la piel, como un escalofrío. Es una artesanía natural porque lleva el pensamiento del Newén, no del hombre, porque en el andar del principio no prevalecía el “Yo”. En un amanecer, el saludo al viento con el kultrún es señal de agradecimiento por este tiempo que estamos en la tierra, en la mapu, acompañados por la luz del sol para caminar. Al reunirnos para recordar enseñanzas que dejaron los antiguos, antes de conversar, nos presentamos ante el Newén. Entonces el abuelo comienza diciendo: “Porque usted quiso estamos acá, como lamén y peñi de la misma tierra. Está todo como usted lo dejó. Están los ríos, las
SABIDURíA DEL ORIGEN
vertientes, los cerros, los animalitos. No le hemos cambiado nada…”. Tun tun, tun tun. Así seguimos en la huella recibiendo la fertilidad del viento, reconociendo la fuerza que nos hace caminar, y la que hay que saludar cuando abrimos los ojos. Esa energía es pura, es maravillosa, no tiene contradicciones. Es entera, no divide. Es fértil, no retrocede jamás. Todos tenemos esa chispa en el corazón. En el andar tendríamos que irradiar esa fuerza. Cuando nos saludamos, enseguida poner el buen pensamiento “qué bien te veo” porque así saluda la energía. Aunque te vea con un bastón, “qué bien te veo, qué bien estás, ¡qué fuerza!”. Dentro del pensamiento están la inteligencia, el equilibrio, el ascender; dentro del pensamiento está la salud porque según la palabra que quiero hacer llegar tengo que saber qué es lo que voy a irradiar y para qué, con qué fruto, con qué beneficio y qué voy a generar en aquel que está escuchando, ya que sabemos que no es sólo la palabra sino la energía que va sobre ella. El primer pensamiento es Él, es su palabra que irradia lo bueno, lo positivo que entra y transforma, como una semilla de Fe. El alimento mayor para el hombre es sentir a Newén en cada pensamiento, más allá de todas las cosas que vamos viendo en el andar. Es como imaginar que el cuerpo es un filtro por el cual van pasando energías diferentes, y el pensamiento fértil purifica y hace sentir el bienestar en la salud. Por eso en el silencio debemos únicamente recibir
y aceptar todo lo que es del bien, lo que es fértil, hacia lo productivo, hacia la acción de realizar lo bueno que agrade. Tenemos la posibilidad de elegir la energía con la cual queremos vivir. Somos herederos de esa fuerza y podemos volver a hermanarnos con Newén creciendo en la Fe, porque lo que no vemos es una enseñanza para aprender. Como el hombre con la siembra. LA SIEMBRA En el campo, los abuelos cuentan que el peinecillo, el ñimin plasmado en
los tejidos, representa la siembra. Es la huella del surco que deja el arado. Los colores claros y oscuros se van mezclando y nos traslada la imaginación a la tierra mojada. El agua es señal de esperanza, de que vamos a recibir frutos. La siembra nos habla del esperar, de la Fe porque no se puede ver lo que hay debajo de la tierra, no se conoce cómo va a ser esa cosecha. Cuando el peñi ve el campo arado, siente. No hay nada de nada, pero pasó por ahí, dejó el buen pensamiento. Ahora queda guardar en la espera, la confianza a la sabia naturaleza
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que hace todo. Escuchando al pensamiento en el silencio se acompaña la fuerza que actúa por sí misma, y que va a transmitir lo que corresponda a su debido tiempo y puede llegar a cualquier lugar del universo. “Si esperamos en lo que creemos, vamos a perdurar. El cuerpo se hace polvo y el espíritu continúa como semilla de crecimiento al kalfú,
SABIDURíA DEL ORIGEN
hacia esa Fe maravillosa que da fertilidad. Un pensamiento guardado en Él, hace más azul el cielo, como la riqueza que ilumina la memoria a los nuevos brotes. EL PEHUÉN (ARAUCARIA) Los antiguos también dejaron plasmada en los tejidos la señal del pehuén o pino araucaria, que
representa la Fe viva del hombre. Cuentan los abuelos que en épocas de mucha hambruna y en que ya no había qué comer, un anciano bajó de los cerros, les dijo que tomaran el fruto de aquel árbol, el piñón, que hasta ese momento no sabían que se podía comer. Les enseñó cómo cocinarlo y luego desapareció en el bosque. Se cree que fue el mismo Futa Chao (Gran Padre), que bajó para salvarlos. Este ñimin nos recuerda que, así como este árbol permanece en pie miles de tiempos estando en contacto con los fuertes vientos y nevadas, los hombres podemos seguir esta enseñanza, manteniendo la Fe siempre viva, firme, en pie. Miremos con el espíritu hacia la punta de una araucaria de miles y miles de vueltas de la tierra al sol: somos semillas de Fe, una chispa que puede continuar sembrando fertilidad y esperanza en la tierra. ¡El pensamiento! Decía el abuelo y al rato repetía: ¡El pensamiento!... Después enseñaba: el pensamiento nace en el silencio; y en el silencio está la sabiduría. Hasta el próximo mate….
(*) Recibió el mandato natural para representar a la Comunidad Mapuche Linares, compartir la cultura ancestral y acercarla en charlas del principio a profesionales de la educación, la salud, antropólogos y toda lamén y peñi que sientan en su corazón la herencia del principio que dejaron los abuelos: ciclosdelosvientos@gmail.com
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MENDOCINO Y UNIVERSAL Antonio Di Benedetto Por Graciela Maturo
El respeto por la palabra, la visión de la literatura como un espejo que se construye para comprenderse a uno mismo. La esencia del creador de Zama, que llevó su oficio de escritor hasta las profundidades del alma humana. Con Di Benedetto mantuve una larga y entrañable amistad desde mis veinte años. No creo exagerado afirmar que el tiempo y los sufrimientos de cada uno nos fueron acercando en más de un aspecto. Él me pidió expresamente, antes de volver, en 1985, que prologara sus Páginas escogidas por el autor para la editorial Celtia, prólogo que alcanzó a leer con alegría. Antes de publicarse el volumen debí consignar su muerte. Nacido en Mendoza el 2 de noviembre de 1922 –en el Día de los Muertos–, vivió siempre en su provincia y realizó contados viajes al exterior hasta que la dictadura militar de 1976,
a raíz de denuncias fraguadas, lo encarceló primero y lo impulsó después a exiliarse. Instalado en España, vivió allí unos años de productividad creadora hasta su regreso a la patria en 1985. Falleció el 10 de octubre de 1986, luego de pasar un mes y medio en el Hospital Italiano de Buenos Aires, donde había sido internado sin que recuperara el conocimiento hasta su muerte. Antonio Di Benedetto ha sido un ejemplo de la unidad entre la vida y el arte. La obra literaria era para él un espejo que se construye para la autocomprensión; era la vida misma, desplegando y profundizando su propio co-
Antonio Di Benedetto y Graciela Maturo
nocimiento a través de la intuición creadora. Si una figura tuviera que expresarlo, sería la del inocente –testigo y víctima–, el héroe pasivo que es presa de la violencia. Lo muestran sus personajes: Zama, un funcionario de la colonia sudamericana que espera una justicia que no llega; Aballay, orgulloso penitente que se acusa a sí mismo con obstinación; Jonás, vomitado por la ballena; el silenciero, a orillas del zanjón. Asumió la escritura como una aventura vital que da pie a la indagación filosófica. Pero también como una construcción artística lúcida y exigente, con plena conciencia del peso de la palabra y el valor de la forma estética. IDENTIDAD AMERICANA Consciente del oficio de escritor, cultivó un estilo sobrio, reticente, irónico, que en el fondo no es sino una modulación del habla mendocina, de su propia lengua reticente por provinciana, irónica por exceso de timidez, marcada por el humor, la inteligencia, la contenida afectividad. Los suyos son cuentos cómicos, crueles, irónicos, a veces visualizados con aparente impasibilidad –con algo de esa “estética de la mirada” que cundió en los años sesenta, aunque siempre con toques muy personales–, traspasados del horror y el asombro del vivir y el morir. Los cuentos de la etapa última, Absurdos y Cuentos del exilio –iniciados en la cárcel y terminados en España–, abren una variante distinta: la poetización del propio sufrimiento da lugar a la fantasía humorística, el surgimiento de una conciencia sabia, lúcidamente abarcadora, llevada a límites de comprensión que sólo son alcanzados en tensiones extremas. Cinco novelas –incluyendo El pentágono, escrita en forma de cuentos, y seguida por Zama, El silenciero, Los suicidas, Sombras nada más– conforman la trayectoria de Di Benedetto por un género mayor en cuanto a la dimensión de riesgo y aventura personal que comporta. Por mi parte, he comparado a Zama, sin desmedro, con una gran novela coetánea, nacida en otro extremo del continente: Los pasos perdidos, de Alejo Carpen-
tier. En ambas se han expresado la búsqueda de identidad del hombre americano, su necesidad de acceder al origen, incorporar el paisaje y la historia propia; trascender de algún modo esa esfera que hace de Diego de Zama –Zama-Di Benedetto– un hombre en espera, perteneciente a pueblos postergados en su decisión histórica. De su libro Absurdos, generado en la celda y publicado en 1978, quiero recordar el admirable cuento Aballay, cuyo penitente a caballo viene a reiterar de algún modo la fortaleza moral del domador marechaliano. Una película de los últimos años difundió el tema, aunque con otras derivaciones. Encierra este libro una nouvelle o novela corta titulada Onagros, que es una verdadera joya de la expresión. Relato de corte alegórico-fantástico, alterna el clima de los sueños con la simbolización del periplo dramático vivido, creando un magnífico personaje: el sabio Jonás, ave fénix, modelo de sufrientes. Los Cuentos del exilio, obra gestada en la misma época, reiteran y modulan la imagen del penitente, el pordiosero, el hambriento, el soñante, el alejado. Finalmente, la modulación de la escritura-vida se plasma en una obra magistral desde todo punto de vista: estético, moral, espiritual, que es su novela Sombras nada más. Conjunción de sueño y reflexión, es un balance autobiográfico y un compendio de sabiduría.
Guardián de la cultura Juan Draghi Lucero Por Graciela Maturo
Se crió entre arrieros que se reunían en viejos fogones a contar cuentos. Gran escritor autodidacta, sus piezas literarias constituyen una auténtica reserva moral de nuestra cultura. Mendoza tiene un gran maestro del cuento tradicional, extendido por todo el territorio de la Argentina, conservado por cuentistas orales y reformulado por grandes escritores. Juan Draghi Lucero (nacido en Mendoza en 1895 y fallecido en 1994, próximo a su cente-
nario) se crió en un medio popular, entre los arrieros que se reunían en viejos fogones a contar cuentos; formó parte de esa cultura tradicional que luego estudió y conoció en profundidad con su capacidad de autodidacta, su vocación de escritor y su formación de antropólogo. Escribió una gran obra titulada Las mil y una noches argentinas (1940), que es uno de los clásicos de la literatura nacional y contiene trece cuentos. Tuvo continuidad –desconocida por muchos– en una segunda parte publicada en 1980, o sea, cuarenta años después. Ambas partes merecen una edición conjunta, lo que constituiría un gran homenaje al autor. Como todo gran escritor que bucea en su tradición, Draghi imprime un sello personal a esos cuentos recogidos de pobladores de Guanacache, El Challao y otros lugares cuyanos. Es propio del escritor que respeta y conoce la tradición continuar su estructura y sus rasgos básicos, acentuando y puliendo tendencias y usos, enriqueciendo el estilo y el vocabulario. Ello hace de sus cuentos piezas literarias únicas y sumamente valiosas para penetrar en la cultura nacional, en su fondo ético y religioso, en su identidad criolla. UNA NUEVA REALIDAD Para el conocedor del folclore es un hecho que los viejos temas de la cuentística universal han recorrido el mundo desde el Oriente al Occidente, y fueron traídos a América, después de su particular versión ibérica, por los conquistadores. Pero nunca se trata de una repetición; esos cuentos aquí recogieron nuevos elementos narrativos, mitos indígenas de análoga estructura, palabras que designaban una nueva realidad. Decía el autor en una entrevista: “Apartán-
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dome de la ruta habitual de los escritores de mi tierra, que prefirieron temas urbanos con características académicas, elegí, siguiendo una tendencia íntima, entrañable, lanzarme al proceloso vendaval que azota a las sierras y llanos nativos, de vida pretérita donde luchan los últimos alientos de la tradición de estirpe hispano-indígena. Las mil y una noches argentinas se troquelaron entre el humear de los fogones campesinos, donde el misterio, la inmedible fantasía bruja, abre sus alas para el volar, no en las alturas del puro azul, sino a ras de tierra, oyendo y recogiendo los decires vacilantes, acallados, que aún alientan los sufridos del folk. Palabreos quejosos del apagamiento en la soledad de los campos abiertos, serranos o llanistas; siempre al amor del fogón mortecino donde agonizan sin morir los alientos del binomio hombre-tierra…”. El maestro Draghi Lucero, quien escribió también otro tipo de cuentos y una novela titulada La cabra de plata, incluye en la primera serie de sus relatos folclóricos el titulado “Donde irás y no volverás”. Se trata de un cuento bastante largo y complejo, que en el fondo combina varios relatos en una unidad mayor (hecho que resulta facilitado por la escritura). Lo interesante es la coherencia que alcanza la totalidad a pesar de la proliferación de elementos, incluyendo una tonada típicamente mendocina que antecede el relato. Enunciaré rápidamente los temas que se entrelazan en este cuento: la historia del cazador y el pájaro, cuya sangre origina la estirpe; la historia de los hermanos, unidos desde la infancia por
un pacto y luego separados por una mujer; la historia del hermano viajero –el “rodador” lo llama Draghi Lucero– con la llegada al País de los Muertos; la historia del hermano salvador, que resucita al hermano muerto y a perros y amigos; el fratricidio ejecutado por error y su aclaración; la reparación por el sacrificio del hijo, y la resurrección del hermano. (En mi libro El mito y el cuento tradicional, de 1984, analizaba prolijamente este cuento como un ejemplo de la literatura tradicional argentina). Pienso que los cuentos tradicionales, re-
Como todo gran escritor que bucea en su tradición, Draghi imprime un sello personal a esos cuentos recogidos de pobladores de Guanacache, El Challao y otros lugares cuyanos
cobrados por nuestros mejores escritores, constituyen una reserva moral de la cultura, tanto argentina como hispanoamericana, y deberían ser nuevamente leídos y enseñados a nuestros niños y adolescentes. Juan Draghi Lucero es uno de esos guardianes de la cultura nacional.
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> BANDERAS PROVINCIALES DE LA ARGENTINA
> Ciudad Autónoma de Buenos Aires
> Provincia de Córdoba
> Provincia de La Pampa
> Provincia de Buenos Aires
> Provincia de Corrientes
> Provincia de La Rioja
> Provincia de Río Negro
> Provincia de Santa Fe
> DIAGR AMA CRIOLLO
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> Provincia de Salta
> Provincia de Catamarca
> Provincia de Entre Ríos
> Provincia de Mendoza
Solución: 1. Malargüe 2. Aconcagua 3. Cordillera 4. Cuerear 5. Espinillo 6. Tonadas 7. Reyunos
8. Desaguadero 9. Artuña 10. Algarrobo 11. Boleadoras 12. Túnel 13. Piedemonte 14. Chorizo 15. Catados
> Provincia de Jujuy
> Provincia de Formosa
> Provincia del Neuquén
> Provincia de Misiones
> Provincia de San Juan
> Provincia de Santiago del Estero
> Provincia del Chubut
> Provincia del Chaco
> Provincia de San Luis
> Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur
16. Vila 17. Destilaba 18. Pasteurización 19. Tonel 20. Tropilla 21. Terranova 22. Caldenes
> Provincia de Santa Cruz
> Provincia de Tucumán
“La luna rural te ha visto regar el sueño de mis abuelos”, de la “Zamba del riego”, del poeta mendocino Armando Tejada Gómez.
EL GAUCHO LAGUNERO José de los Santos Guayama Por Silvia Miguens
Héroe para unos, bandido rural para otros. Guayama luchó junto al Chacho Peñaloza, a Felipe Varela y tuvo tiempo para tejer una amistad con el Cura Brochero. Un gaucho que enfrentó las injusticias en una época que se resolvían a sangre y fuego. Un hombre convertido en leyenda. Desde el inicio de los tiempos el río Mendoza atraviesa la provincia y desemboca en las lagunas o bañados de Guanacache. En esos pagos habitados por los huarpes, en 1830 nació José de los Santos Guayama. Dicen que su padre había adquirido la finca Cruz de Jume, en Las Lagunas. Con los años se reconocería a Santos como el “gaucho lagunero”, aunque se le atribuyeron también otros apodos. Y otros padres. Pero madre hay una sola y pertenecía a la etnia de los huarpes. Santos nació y creció en esas tierras en las que el agua, con el correr del río y el tiempo, se convertiría en algo más codiciado que el oro. La población y el consumo crecían, y las tomas de agua fueron tantas que, río abajo, empezó a escasear y las lagunas se secaron. Recrudeció la sed de agua y de justicia. Se desató entonces la “rebelión lagunera”, en 1860, liderada por Santos Guayama. “Las lagunas de Guanacache están escasamente pobladas por los descendientes de la antigua tribu indígena de los huarpes; debían ofrecer seguridades de existencia a las tribus errantes… –escribió don Domingo Faustino Sarmiento, analizando
la causa de las rebeliones populares–. Cómo se explicaría, sin estos antecedentes, la especial y espontánea parte que en el levantamiento del Chacho tomaron no sólo los Llanos y los pueblos de La Rioja, sino los laguneros de Guanacache”. Con gran astucia y destreza, montado en un caballo que parecía alado, muy pronto Guayama se ganó la amistad del Chacho Peñaloza. Supo
Mitre no alcanzó a comprender los triunfos de Guayama ni su habilidad para estar en tantas partes al mismo tiempo combatir como lugarteniente del caudillo y debatir con él, en torno al fuego, las injusticias que se cometían con sus hermanos los humildes. Después del asesinato del Chacho, Santos pasó a las huestes de otro caudillo, don Felipe Varela. Con él alcanzó el grado de teniente coronel. Corría el año 1861 cuando estalló la
batalla de Pavón y desde Buenos Aires Bartolomé Mitre decidió terminar con los focos federales de cada provincia. Impartió órdenes a los oficiales Sandes e Irrazábal, que habían matado a Peñaloza. Acabar con las montoneras, sable en mano y a degüello. Único modo de civilizar el país, según decían. O como advirtió Sarmiento a Mitre: “No trate de economizar sangre de gauchos. […] La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”. Cuando estaba en su mejor momento la Guerra de la Triple Alianza, o en el peor, según se mire, Santos era buscado por las autoridades de San Luis, La Rioja, San Juan y Mendoza. Durante esta persecución empezó ya a crecer el mito. Atacó La Rioja a fines de agosto de 1868 y en esos días vencía en Chilecito. Mitre no alcanzó a comprender los triunfos de Guayama ni su habilidad para estar en tantas partes al mismo tiempo, y sobrevivir a todo ataque, lo que le hizo ganar el mote de “hombre de las nueve muertes”. Pero el presidente no perdió tiempo en averiguar, sólo ordenó su exterminio. Los riojanos recibieron órdenes precisas: “Ataque y destruya la
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Apenas concluidas las elecciones, montonera de Guayama”. Santos reapareció en Caucete. Gober- y con Gómez en el poder, Guayama naba por entonces don José María del confió en que nada le podía suceder. Carril, que ordenó a la Guardia Na- Pero hasta el “mejor pintado de los cional, encabezada por el comandan- bandoleros” puede bajar la guardia te Villa, que arrasara a la montonera y fiarse en la probable lealtad de su gaucha. Después de una intermina- enemigo, o en su propia suerte. ble búsqueda fueron alcanzados. El cura José Gabriel Brochero había Hombres y caballos se desbandaron. intentado convencerlo de que se Pero Santos y su corcel escaparon por reinsertara en la sociedad y abanla quebrada de Guayaupa. Sólo fue donara las armas. Brochero consicapturado y pasado por las armas deraba a Guayama uno de sus medon Santos Abdón Fernández, mano jores amigos. Tal vez recordando lo hablado con el curita cordobés, Guaderecha de Guayama. Sarmiento sabía mucho de los huar- yama decidió que eran tiempos de pes y del gaucho lagunero. Cuando cambiar de vida. Pero las buenas inera presidente, a comienzos de 1874, tenciones del curita no alcanzaron. le habían llegado partes de Cuyo Ni las de Guayama, que no sólo haacerca de Santos Guayama, que al pa- bía acudido a los retiros de Brocherecer andaba por Caucete arengando ro, sino que había llevado a algunos en favor de Carlos Tejedor, candidato de sus hombres. Santos no tuvo en cuenta que la lealtad y la buena voa la presidencia de la Nación. Sarmiento no era el único que le había luntad no son valores comunes a todas las personas. echado el ojo. Ante Había confiado en las llamadas “troEl cura José el gobernador Gópelías” que, según Gabriel Brochero mez. Imperdonable. se rumoreaba, seUna mañana de guía provocando había intentado diciembre de 1878, el “bandido”, don convencerlo de el capitán Mateo Agustín Gómez, que se reinsertara Cano y unos quinpor entonces señor ce soldados detugobernador de San en la sociedad y vieron a Santos y a Juan, sostuvo: “Hay abandonara las dos de sus laderos. leyes que hay que armas Fueron trasladaescribirlas con la dos al cuartel de punta de la espada”. Le habían advertido que Santos San Clemente, se les abrió sumario y andaba por la zona. No sólo se lo se les tomó un minucioso testimonio perseguía por liderar la rebelión por escrito. lagunera y pelear en las huestes Pero aquel documento desapareció del Chacho y de Varela, sino que, de inmediato. Comprometían no para colmo de descaros, respaldaba sólo a personalidades del poder de a Tejedor, quien políticamente no turno sino a varios “notables” de la favorecía al gobierno local. Gómez zona. Se los mantuvo encerrados. pensó una mejor estrategia. Decidió Días después se acusó a Santos y a pedir a Guayama que lo ayudara en sus hombres de haber encabezado los comicios. El comandante Gua- un motín. Sin derecho a réplica, fueyama le envió a sus hombres. Pero ron fusilados la madrugada del 4 de esa concordia no duraría mucho. febrero de 1879.
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Dos días después, el periódico La Unión denunciaba: “Guayama y los dos soldados han muerto fusilados por orden del mayor de la Guardia Municipal, porque, se dice, que este cuerpo intentaba una sublevación. […] Guayama estaba sometido a la justicia ordinaria y todo hecho y tentativa por parte de aquél a libertarse debía ser comunicado al juez que conocía en la causa, para que ordenara las medidas que el caso reclamara, para lo cual tiene facultad. […] nunca se puede admitir que un jefe militar arranque de un juez natural los presos confinados a su custodia y proceder a ejecutar en él sentencia de muerte”. Algún día tenía que ser. Traicionado o no, por medios legales o ilegales, lo cierto es que en esa ocasión la muerte se le apersonó de verdad al “hombre de las nueve muertes”. Cinco años después fue vengado por uno de sus leales, su compañero Sebastián Elizondo, que con sus propias manos ajustició al ya por entonces ex gobernador Gómez, que había traicionado y fusilado a su entrañable amigo don Santos Guayama. Aunque Guayama perteneció a las huestes del Chacho y de Felipe Varela, pasó a la historia como uno más de esos tantos “bandidos rurales” que, como suele decirse, “nació el día que lo mataron”. Para muchos era y aún es un simple “montonero”. Se conocía como “montoneras” a los ejércitos irregulares de rebeldes, y como “montoneros” a quienes los integraban. Pero ya desde aquellos días, para muchos otros, era un santo milagroso, de notable bravura y gran luchador. Por algo el cura Brochero, o “cura gaucho”, le tenía tanta fe y tanto aprecio. Su muerte no hizo sino alumbrar aún más el mito que venía creciendo en vida. Nunca se iría del todo.
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