Nuevas formas de participación para una nueva política. Alicia Suso

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Transformando los territorios desde la economĂ­a solidaria Herramientas para el impulso de polĂ­ticas pĂşblicas locales


Nuevas formas de participación para una nueva política Alicia Suso Mendaza

Área de Empleo y Economía Solidaria de Cáritas Bizkaia y REAS Euskadi

Aunque la participación se constituye como uno de los elementos centrales en el desarrollo teórico de la Economía Social y Solidaria (ESS), partimos de la constatación de que no en todas las manifestaciones prácticas de la misma se ha incorporado de manera efectiva. Por otra parte, en el desarrollo de los procesos participativos que se han venido produciendo en estos años (tanto en los impulsados desde las administraciones ligados a las políticas públicas, como en los que han tenido un carácter más irruptivo y/o comunitario), las cuestiones ligadas a la economía no siempre han sido incluidas. Las causas, o las resistencias, pueden ser diversas (las abordaremos más adelante), pero lo cierto es que, aunque no falta voluntad, tenemos dificultades para generar experiencias participativas inclusivas, sostenidas en el tiempo, medibles y transformadoras, que refuercen la dimensión transformadora de la ESS, y que sirvan de referente para otras entidades, instituciones, redes e iniciativas. Por otra parte, es importante subrayar que las entidades que trabajan en el ámbito de la ESS y algunas instituciones públicas han demostrado una sensibilidad especial por la participación, en sus reflexiones y en su práctica cotidiana. Son muchas las que han realizado verdaderos esfuerzos por facilitar o encauzar la participación de las personas y las organizaciones con las que trabajan. Y en muchos casos, han conseguido poner en marcha iniciativas realmente interesantes y, sobre todo, efectivas (desde la perspectiva de la cooperación, del compromiso con el entorno, de la equidad, que al fin y al cabo constituyen los principios del la ESS). Una mirada en profundidad a estas experiencias

evidencia que, combinando el enfoque de la participación con el de la equidad y con el del compromiso con el entorno, todos se fortalecen. Sabemos que el trabajo participativo ya se viene abordando desde el ámbito institucional y también desde el comunitario. Son muchas las experiencias participativas que, con mayor o menor acierto (y casi siempre con buena voluntad) se están desarrollando en nuestros pueblos, ciudades y barrios, y se están vinculando directamente con el desarrollo de políticas públicas más eficaces, más orientadas a mejorar las condiciones de vida de las personas. Pero sabemos también que un enfoque meramente cosmético de la participación (que no tenga en cuenta las condiciones de vida reales de las personas, que reproduzca las exclusiones que se producen en la sociedad en general, que olvide a las últimas...) puede servir para enmascarar la complicada situación de esos sectores sociales cada vez más vulnerables y con mayor incertidumbre. Por eso, es imprescindible una lectura de la participación social y política desde el punto de vista de la inclusión social, para evitar el riesgo de que las experiencias que se han establecido como “participativas”, reproduzcan las lógicas excluyentes que se dan en otros ámbitos y que invisibilizan a las personas en situación de pobreza o exclusión, a las mujeres, a las personas jóvenes, a las mayores, etc. o, por otro lado, no tengan en cuenta tampoco al tejido organizativo social y comunitario concernido directamente por el desarrollo de determinadas políticas.

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Transformando los territorios desde la economía solidaria. Herramientas para el impulso de políticas públicas locales

No es un camino fácil. No abundan los modelos (las redes de trabajo son una forma de conocer los que hay, incluso de fomentarlos) y las resistencias son muchas y diversas (citamos aquí algunas de las que operan de forma más evidente en las experiencias que hemos ido analizando). La participación no trae “de serie” la inclusión (aunque en sus primeros desarrollos teóricos llegamos a creerlo), sino que reproduce las lógicas patriarcales, desarrollistas, etc., generando procesos a medida de hombres de clase media, con estudios superiores, acostumbrados a hablar en público, heterosexuales, blancos, urbanos... (valga la caricatura para ilustrar esta resistencia). La falta de cultura participativa (que a menudo se atribuye exclusivamente a las generaciones más jóvenes) y que muchas instituciones y entidades están tratando de combatir a través de distintas vías (campañas de sensibilización, impulso de planes de fomento de la participación y el asociacionismo, trabajo en red...). El igualitarismo homogeneizante, que considera a las personas con las que trabajamos como colectivos con problemática propia, sin cuestionar la validez o la legitimidad del referente universal masculino (con grandes niveles de autonomía, de conocimiento, de capacidad de incidir en el ámbito público) como unidad de medida de lo normal. El no saber cómo hacerlo, no saber dónde mirar, de dónde copiar... en vez de generar alianzas con entidades y movimientos que han generado buenas prácticas, experiencias exitosas... o incluso fracasos de los que poder aprender (la ESS por ejemplo, es un ámbito en el que se viene trabajando en esta clave).

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La apuesta por la participación desde el ámbito institucional supone una nueva forma de repartir el poder (de eso trata la participación, al fin y al cabo), un estilo de relaciones diferentes y una apuesta por el conflicto (entendido como oportunidad para avanzar). Si no asumimos la necesidad y la urgencia de incorporar esta perspectiva a todos los ámbitos (también al institucional), perdemos la oportunidad de diseñar políticas más eficaces, más adaptadas a las personas y, además, corremos el riesgo de perpetuar la situación de desventaja de muchas personas. Dicho de otra forma, de no asumir este reto, estaríamos alimentando y afianzando las relaciones desiguales y siendo cómplices de este modelo que sustenta relaciones de subordinación y de dominio. Cuestionemos los roles, facilitemos espacios de reflexión mixtos, entre administraciones locales y supralocales, movimientos y entidades diversos, posibilitemos una equidad real en la participación. Quizás no sea suficiente (es importante sumar y combinar enfoques, desde la asunción de que las relaciones de poder son complejísimas) pero sí impostergable. Trabajemos juntas.


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