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VIERNES 17 DE JULIO DE 2015
CARLOS DE LA CRUZ EL HORIZONTE VIAJERO Y FOTÓGRAFO EN
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espués de cruzar el Estrecho de Gibraltar y hacer un viaje de cuatro horas en tren se llega a una de las ciudades más emblemáticas de Marruecos: Fez. Históricamente, jugó –y juega– un papel importante en el ámbito cultural y político del país. Es la sede de la Universidad Al-Qarawiyyin, una de las instituciones universitarias más antiguas del mundo y lugar donde se firmó el tratado que cedió la soberanía del país africano a Francia y España. Su distribución urbana y fusión arquitectónica hacen que el viajero se sienta en una ciudad europea en medio del desierto. La Ville Nouvelle deleita con su estilo arquitectónico francés, mientras de los minaretes de las mezquitas emergen los llamados diarios a la oración. En 1981, esta ciudad fue nombrada por la Unesco como patrimonio de la humanidad, y con justa razón.
El Laberinto de Marruecos +FEZ-EL-BALI
Si se camina por el Boulevard Abdallah Chefchaouni hacia el norte hasta llegar a Place de la Resistance, es ahí donde convergen Ave. de la Liberté, Ave. Hassan II y Boulevard Moulay Youssef. Al fondo se encuentran las puertas del Palacio Real de Fez. El sol de la mañana se asoma lentamente bañando el Palacio y las paredes decoradas de manera minuciosa con pequeños mosaicos de colores. Como todo sitio histórico, el lugar es resguardado por soldados de la milicia marroquí. A unos kilómetros del Palacio se encuentra la Medina, el corazón y pulso de la ciudad, motivo principal del viaje. Algunas de las curtidoras de piel ubicadas en la periferia
de la Medina son un lugar que no se debe dejar pasar. La ciudad es reconocida por la calidad y el trabajo sobre piel. Aún y cuando existen técnicas de teñido muy avanzadas, Fez mantiene el sistema tradicional bereber para trabajar el cuero. Especias como curry, páprika y azafrán se usan para dar el color naranja, rojo y amarillo respectivamente a bolsos y maletas. A medida que se acerque a una curtidora, el olfato resentirá el ataque del sulfato de cromo proveniente de los rústicos contenedores y la piel expuesta al sol. En cuestión de minutos el fuerte aroma puede ahuyentar hasta al viajero más atrevido.