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Capítulo 28:Enorme auto-reflexión............................................................................................Pp
from Hokuou Kizoku 1
CAPÍTULO 28 %
ENORME AUTO-REFLEXIÓN
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Tras haberme percatado de mi pecado, me dirigí a casa con pasos pesados. Solo en días como estos, mi esposa esperaba mi regreso en el pórtico.
—Eh… um… —Llegas tarde. —Sí. Yo, acabo de llegar. Lamento que se haya vuelto tan tarde.
— …
En esta ocasión, ni siquiera Sieg fingió ignorancia. Sus ojos grises me taladraban con una mirada acusadora.
Me dijo que fuera a la sala ya que estaba haciendo frío afuera. El agua que estaba hirviendo sobre el fogón parecía estar lista y tenía la tapa traqueteando. Sieg preparó algo de café. Le agregó tres cubos de azúcar y me lo entregó.
El café de Sieg es el mejor del mundo. A pesar de que le di mis impresiones como de costumbre, solo contestó con un «Ya veo» en un tono frío de voz como si hablara con un extraño.
Tenía miedo de que Sieg fuera a regañarme por el incidente del mediodía; pero, Sieg no dijo nada al respecto. Cuando le eché un vistazo, ella también parecía estar mirándome, así que desvíe la mirada. —Sieglinde.
— …
Nada salió luego de eso. Aunque estábamos comiendo juntos después de mucho tiempo, lo hicimos en silencio. Sentí que podría sofocarme con esta pesada atmósfera.
Sin embargo, ya que no podía permitir que continuáramos así, dije una excusa. —Sieg, sobre eso que paso durante el día —Sieg todavía me ignoraba, pero seguí adelante de todas formas—. Creo que me comporté de forma rara porque no he pasado mucho tiempo contigo.
Si tuviera que darle un nombre a este fenómeno, sería“Deficiencia de Sieglinde”. Esto ocurre por no obtener una dosis suficiente de Sieglinde.
Cuando le mencioné eso, me miró con la boca abierta. —Qué estúpido. —Es tal y como lo dices.
Sieg tenía razón, en verdad era una idea estúpida. No lo niego. —Admito que lo hice en un impulso; pero, no fue algo superficial.
— …
A pesar de eso, un amor unilateral es molesto para la persona que lo recibe. Me disculpé por eso. —Oye, ¿puedo decirte algo que he estado pensando? —Sería un problema si guardas todo ese tipo de cosas dentro de ti. —Gracias, Sieg.
Si me detengo aquí, solo terminaré como un hombre frívolo; así que le conté lo que pensaba.
— …
Mi corazón latía como nunca lo había hecho antes. Inhalé y exhalé profundamente, luego declaré: —Por favor, te convertirías en mi esposa de verdad, Sieglinde-san. —¡¿?!
Ah, ¿debería haber dicho que la amaba? No, en realidad, si agrego eso suena más frívolo.
Arrepintiéndome de inmediato, sonreí tontamente. Sufrí amargamente porque quizá fue aun peor que mi primera proposición.
Cuando lentamente dirigí mi vista hacia Sieg, descubrí que estaba haciendo una expresión sorprendida. —¿Por qué?... —Lo siento, no pude esperar hasta la fecha estipulada.
El contrato acordaba que nos conoceríamos uno al otro durante un año y luego pensaríamos sobre el matrimonio.
Encima de romper nuestra promesa, le propuse matrimonio.
Estoy consciente del hecho que lo hice arbitrariamente. Han pasado unos cuantos meses desde que Sieg llegó y me siento mal de que a veces no pudiera descansar como es debido.
Sin embargo, ya se ha convertido en una existencia con la cual no podría vivir sin ella. Solo con estar separados por un tiempo, anhelo su presencia.
Si alguien me preguntara qué parte de ella me gusta, o cómo me enamoré de ella, aunquehay tantas cosas, por algún motivo, no creo que pudiera responder.
Realmente te amo, Sieglinde. O al menos, eso me gustaría decir honestamente; pero, tengo miedo de que si me rechazas, mi corazón se vaya a cerrar por completo.
Cuando miré nuevamente a Sieg, tenía una expresión preocupada. Era la misma cara que hacía cuando le mostraba afecto. —…Yo-
—¡Espera, Sieg! —¡¿?! La detuve, esperando oír su respuesta después. —A diferencia del baile, me gustaría que pensaras esto a fondo.
— … —Todavía quiero pasar lo que nos queda de tiempo amenamente.
La primavera que teñía todo de verde aun no arribaba. Tampoco el refrescante verano, ni el corto otoño.
De ser posible, quisiera pasar esas temporadas felizmente con Sieg como una pareja temporal.
Por eso, me gustaría oír su respuesta después. —…Está bien. —Gracias, y… —¿Hay algo más? —Sí, lo siento.
Le pedí que me golpeara con todas sus fuerzas si hacía algo que no le gustara.
Estoy tratando de ser tan caballeroso cómo es posible frente a ella; sin embargo, viviendo con la persona que me gusta, no hay forma de decir que pueda suceder. No puedo afirmar con seguridad que algo como lo de hoy no vaya a suceder.
Por fortuna, Sieg sabe cómo protegerse. Predigo que sería muy fácil para ella darle una paliza a un hombre adulto.
—Entendido.
—Perdón y, gracias. —Aunque, no creo que vaya a levantar mis puños en algún momento.
…Así que, serán las piernas en lugar de los puños, Sieglinde-san.
Recordando su patada giratoria, temblé. Ya que Emmerich era un soldado, quizá fue capaz de reducir el impacto al tomar una acción defensiva; sin embargo, puede que yo nunca sea capaz de volver a levantarme si recibo la patada de Sieg.
Ese día, decidí que crearía la atmósfera propicia antes de tocar a Sieg.
❄❄❄
De alguna forma, fuimos capaces de sobrevivir a la temporada de turistas. Como la aurora tiene mayores probabilidades de aparecer durante ese periodo es cuando hay más turistas.
Este año, gracias al efecto Sieglinde, vinieron más turistas así que los días eran erráticos.
No obstante, eso no implicaba que los huéspedes no fueran a venir.
Y, el día de hoy, un invitado especial vino de visita. —¡Cuánto tiempo sin vernos! O no ha pasado tanto, ¿verdad? —…Así es. —No pensé que regresarías tan pronto, qué felicidad, Emmerich.
El huésped es un antiguo colega de Sieg del ejército, Emmerich David. Dentro de nuestro intercambio de cartas, hace como dos semanas llegó una dónde decía que vendría pronto. Apenas ayer recibimos la carta informándonos que arribaría el día de hoy. Fue a una velocidad asombrosa.
Le ofrecí una habitación en mi casa; pero, esta vez rechazó la oferta alegando que ya había reservado un cuarto.
Además, como dijo en la carta que tenía algo que discutir con nosotros, nos reunimos en mi casa para charlar.
Bueno, aunque no estoy seguro de lo que quiera hablar.
Pensé que se trataba de un asunto entre hombres; pero, tranquilamente permitió que Sieg tomara asiento.
Emmerich parecía nervioso cuando Sieg y yo lo miramos. —…Entonces, ¿de qué querías hablar?
Como no daba señales de iniciar, terminé preguntándole. Incitado a responder, Emmerich comenzó a decir lentamente en el idioma extranjero. —Lo que quiero discutir es sobre-
Su declaración empezó con que era vergonzoso preguntar por carta y terminó afirmando que le gustaba una persona de la aldea. Eso fue todo.
— …
Ya que Emmerich no dijo nada más, reinó el silencio. —No, ¿acaso no es más vergonzoso decirlo en persona?
Sieg irresponsablemente señaló eso.
Tras escuchar eso, Emmerich dejó caer su cabeza.
Emmerich David aparente tener una personalidad refrescante y amistosa; pero, en realidad, es delicado y sensible. Como Sieg ya estaba acostumbrada a estar con él, puede hablar casualmente con él; en cambio, yo no puedo hacer eso todavía.
Debido a las palabras de antes, el joven Emmerich tenía los ojos llorosos; aunque, pretendí no haberlo notado.
A ese hombre abatido fue Sieg quien nuevamente le dio el golpe final. —Te diré esto de antemano, pero las mujeres de esta aldea no se pueden ir. Si quieres que resulte ese amor, tendrás que mudarte aquí. —¡¿?!
Emmerich palideció por la sorpresa. —Entonces, ¿quién te gusta?
— … —No sabremos a menos que nos digas. —…Tiene cabello blanco y ojos azules.
Sieg me miró. No, no soy yo. Negué con la cabeza. La mayoría de los aldeanos de aquí, independientemente del género o edad, tienen el cabello blanco y los ojos azules. —Dame más detalles.
—…Su cabello está trenzado.
Sieg me volvió a ver. No, no, te juro que no soy yo. Moví la mano a modo de negación. La mayoría de los aldeanos trenzan su cabello. Es parte del culto al Espíritu.
—¿Algo más? —...Es la cosita más linda.
Sieg miró nuevamente hacia mí… espera, ¡¿qué?! Le dije que yo no aplico porque no soy lindo. A eso, Sieg frunció el ceño y murmuró: «Eso crees».
Sorprendentemente había poca información sobre la chica que le gustaba a Emmerich.
—Qué mal, tendrás que rendirte. —¡¿?!
— …
Tenía una idea de a quién buscaba Emmerich; pero, no estaba seguro de si era una buena o mala idea contarle.