EVOLUCIÓN IMPOSIBLE por John F. Ashton

Page 1

DR.JOHNF.ASHTON

EVOLUCION IMPASIBLE

DOCE RAZONES POR LAS QUE LA EVOLUCIÓN NO PUEDE EXPLICAR EL ORIGEN DE LA VIDA SOBRE L A TIERRA


EVOLUCION

IMPOSIBLE


VOLUCION DOCE RAZONES POR LAS QUE LA EVOLUCIÓN NU I V i l >1 EXPLICAR EL ORIGEN DE LA VIDA SOBRE LA 7 ILRIA

DR. JOHN F. ASHTON

Adven tus

Editorial Universitaria Iberoamericana Asociación Casa Editora Sudamericana

Av, San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste Buenos Aires, República Argentina


Evolución imposible 12 razones por las que la Evolución no puede explicar el origen de la vida sobre la Tierra John F. Ashton Título del original: Evolution Impossible: 12 Reasons Why Evolution Cannot Explain The Origin o f Life on Earth. Publicado por New Leaf Publishing Group, Inc., P. O. Box 726, Green Forest, Arkansas 76238, U.S.A., 2012. Director: Gabriela S. Pepe Traducción: Néstor Rivera Diseño del interior y de la tapa: Romina Genski Ilustración de la tapa: Shutterstock Libro de edición argentina IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina Primera edición MMXV- 5M Es propiedad. © 2012 John F. Ashton y New Leaf Publishing Group. ©2015 ACES. ©2015ADVENTUS. Primera edición en español con autorización de los propietarios del copyright. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. ISBN 978-987-701-443-3 Ashton, John F. Evolución imposible : 12 razones por las que la Evolución no puede explicar el origen de la vida sobre la Tierra / John F. Ashton / Dirigido por Gabriela S. Pepe. - 1a ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015. 228 p. ; 21 x 14 cm. Traducción de: Néstor Rivera. ISBN 978-987-701 -443-3 1. Ciencia. 2. Religión. I. Pepe, Gabriela S., dir. II. Rivera, Néstor, trad. III. Título. CDD 261.55

Se terminó de imprimir el 10 de diciembre de 2015 en talleres propios (Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires). Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo dei editor. -10753 7-


PRÓLOGO........................................................................................... 7 INTRODUCCIÓN................................................................................ 9

CAPÍTUL01 LA EVOLUCIÓN ¿ES UN HECHO?.............................................................................................................. 13

CAPÍTULO 2 TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN DE DARWIN ....................................................................23

CAPÍTULO 3 CÉLULAS: CASUALIDAD IMPOSIBLE POR QUÉ UNA CELULA VIVA NO PUEDE APARECER POR CASUALIDAD........35

CAPÍTULO 4 ¿MUTACIONES ALEATORIAS? POR QUÉ NO PUEDEN EVOLUCIONAR NUEVOS TIPOS DE ORGANISMOS POR MEDIO DE MUTACIONES ALEATORIAS.................................................................. SO

CAPÍTULO 5 EL REGISTRO FÓSIL EVIDENCIA DE EXTINCION, NO DE EVOLUCION......................................................70

CAPÍTULO 6 INTERMEDIARIOS EVOLUTIVOS AUSENTES EVIDENCIAS DE QUE LA EVOLUCION NUNCA TUVO LUGAR.............................93

CAPÍTULO 7 DILUVIO UNIVERSAL: EVIDENCIAS GEOLÓGICAS.......... ..............109


CAPÍTULO 8 DILUVIO UNIVERSAL: EVIDENCIAS HISTÓRICAS

CAPÍTULO 9 FALENCIAS DE LA DATACIÓN RADIOMÉTRICA - I o: Ai ,.7>

; :■ ■ ' v ■■ .

:■■■.■ : V; \ A ...

CAPÍTULO 10 FALENCIAS DE LA DATACIÓN RADIOMÉ TRICA - II

' a ■ a ,-; ; : d a tac :: •. r m ;,a c e a este

:. o

.,v. j r - . T ■■■[-.-s ■ c a r a s v é - s o o ce •:

o.

■ va . en:

e. - t -'

:

. o:o , ; r o í a . -

re

;■..■■■.■

CAPÍTULO 11 LA TEORÍA DEL BIG BANG NG E SA RESPALDADA DÜR

luS

L A OS OBSERVADOS................................173

CAPÍTUL012 CIENTÍFICOS NO EVOLUCIONISTAS CIENTÍFICOS ALTAMENTE CALIFICADOS RECHAZAN i. A TEORIA DE LA EVOLU­ CIÓN............................................................................................................................... 18?

CAPÍTULO 13 EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS UN DIOS QUE INTERVIENE EN LA HISTORIA E INTERACTÚA CON LA ESPECIE HUM ANA........................................................................................................................3 0 9

CAPÍTULO 14 RESUMEN DOCE OREO LES BASADAS E EVO LO O ON

APÉNDICE

E ATENDIAS LroN i ípíL’-tct HARA RbCHAZAR LA

...........................................220 227


l objetivo de la investigación científica es descubrir la ver­ dad, y los científicos, de todas las personas, deberían tener la m ente abierta y estar dispuestos a considerar todas las evidencias. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que una vez que una idea se ha arraigado, incluso los científicos encuen­ tran difícil aceptar algo que se aparte de ella. Esto es lo que ocu­ rre actualmente con la Teoría de la Evolución. Esta teoría se ha convertido en un dogma o, para citar al profesor Bernard David, en “la Ley de Darwin”; y cuestionarla es “ignorancia y descaro” (Prof. C. D. D arlington).1 A pesar de esto, algunos científicos tienen una actitud abierta y, aunque adhieren a la Teoría de la Evolución, están dispuestos a adm itir que presenta dificultades. El Dr. John Ashton ha re­ saltado estas dificultades en su libro. Debido a la infinitamente pequeña probabilidad de que la vida se forme espontáneamente, y de que las formas de vida simples den lugar a otras más com ­ plejas por medio de procesos naturales de m utación y selección, ninguna persona libre de prejuicios puede, con plena concien­ cia, elevar la Teoría de la Evolución a la categoría de ley, o criti­ car a quienes se atrevan a cuestionar el proceso evolutivo. Si uno acepta que el proceso evolutivo presenta dificultades, debería estar dispuesto a considerar otras interpretaciones. En este libro, el Dr. Ashton propone explicaciones alternativas para los datos del m undo natural que com únm ente se interpretan dentro del marco de la Teoría de la Evolución. Lamentablemen­ te, muchas personas mirarán el título del libro y lo desestimarán *

E

Hugh Montefiore, The Probability ofGod (London: SCM Press Ltd., 1985), p. 75.


sin siquiera abrirlo. Y es que esta obra no es para quienes tengan una m entalidad estrecha, sino para aquellos que exhiben una m ente abierta y están dispuestos a examinar sin prejuicios dis­ tintas posibilidades en su búsqueda de la verdad. Es a este tipo de personas a quienes recomiendo el libro del Dr. Ashton. Profesor Em érito Warren Grubb, PhD Facultad de Ciencias Biomédicas, Universidad de Curtin, Perth, Australia Occidental.


ace algún tiempo, tuve una reunión con varios pro leso res tic una universidad australiana muy respetada. Estaban invesiigando sobre cruzamiento y selección de cultivos, y existía la posibilidad de colaborar con ellos en un proyecto para integrar ras­ gos de resistencia a enfermedades en un nuevo tipo de cereal recién desarrollado. Las técnicas de mejora incluían tratar las semillas con productos químicos que dañaban su ADN. Las semillas imitantes se germinaban, y se estudiaban en busca de cualquier rasgo benefi­ cioso que pudiera haber resultado de los cambios. El nuevo tipo de cereal, del que estábamos hablando, poseía una disparidad favorable causada por la destrucción de parte de un gen. Esta pérdida de material genético hacía que la “nueva” planta pro­ dujera un grano con almidón menos digerible, que al ser incor­ porado en la elaboración de alimentos podía, potencialmente, ser beneficioso para la prevención y el control de la diabetes tipo II. Durante el almuerzo, estuve pensando en el papel de las m u­ taciones en relación con la Teoría de la Evolución. Para que una nueva especie evolucione a partir de un antepasado común, debe surgir información genética nueva, presumiblemente a partir de algún tipo de mutación favorable. Así que, mientras estábamos sentados alrededor de la mesa, pregunté al investigador en jefe del proyecto: “¿Alguna vez las mutaciones han originado nueva información genética significativa?” Su respuesta fue inmediata: “¡Por supuesto que sí!” “¿Podría darme un ejemplo?”, le pedí a continuación. Pensó por un momento y respondió alargando las palabras: “Hm m m... No puedo recordar ahora mismo ningún ejemplo espe­ cífico, pero pregúntele a nuestro genetista... él será capaz de darle un ejemplo”.

H


Horas después, esa tarde, me encontré con el investigador su­ perior de Genética del D epartam ento de Producción Vegetal de la Universidad, y le planteé la misma pregunta. Su respuesta fue tan rápida como la anterior, pero completa­ m ente opuesta: “¡Nunca!” Sorprendido, continué presionando. Me explicó que las m u­ taciones siempre causan daños en el A D N , lo que generalmente resulta en una pérdida de información genética. Dijo que no conocía ningún caso de una m utación, natural o provocada, que hubiera dado lugar a nueva información genética significativa. Pensé en las dos respuestas. El científico de más edad y ex­ periencia creía efectivamente que las m utaciones pueden pro­ ducir inform ación genética nueva. Ya que ninguno corrigió su respuesta, me atrevería a afirmar que los demás investigadores presentes en el almuerzo, biologos especialistas en diferentes campos, ciclan exactamente lo mismo. Más aún, es m uy pro­ bable que la mayoría de los científicos actuales que defienden la validez de la Peoría de la Evolución piensen tam bién que las m utaciones pueden producir nueva inform ación genética, que dará lugar a nuevos rasgos, de entre los cuales la selección natural escogerá los más favorables para crear nuevas especies. Pero si el genetista estuviera en lo cierto y las m utaciones no pudieran producir nueva inform ación genética significativa, la evolución sería imposible y no podría haber ocurrido. Cuando pensé en esto, decidí comenzar a investigar y escribir este libro. Desde principios de los años '70, cuando era investigador en el Departamento de Química de la Universidad de Tasmania, he estado estudiando las evidencias a favor y en contra de la evolución. En aque­ lla época, un amigo mío estaba terminando su doctorado en Geoquí­ mica. Un día me mostró los resultados de una datación radiométrica hecha con la prueba del carbono 14, relacionada con la investigación de un fragmento de madera de una pala europea, parcialmente fosili­ zada, encontrada en una vieja mina de oro. Los resultados del análisis de laboratorio estimaron una edad de 6.600 años. Sin embargo, la actividad minera de la zona databa de fines del siglo XIX y era im­


probable que el mango de la pala estuviese hecho de una madera que tuviera más de unos pocos cientos de años. Este resultado, aparentemente incorrecto, estimuló mi interés por los métodos de datación radiométrica, y por las implicaciones asociadas para la datación de la columna geológica y la evolución. A medida que continuaba mi investigación, me convencí de que la Teoría de la Evolución presentaba problemas obvios, que estaban siendo percibidos por prominentes científicos como Sir Fred Hoyle, un reconocido astrónomo británico,1y el profesor E. H. Andrews, Jefe del Departamento de Materiales en la Universidad de Londres.12 A finales de los años '90, después de un seminario sobre evi­ dencias a favor de la Creación, dictado en la Universidad de Macquarie, en Sídney, Australia, decidí ponerme en contacto con científicos que defendían una visión creacionista de los orígenes y preguntarles por qué elegían aceptar la Creación, en oposición a la evolución. Encontré sus argumentos tan reveladores y convincen­ tes que edité algunas de las respuestas, y estas se convirtieron en el libro In Six Days: 50 Scientists Explain Why They Believe in Creation [En seis días: Cincuenta científicos explican por qué creen en la Creación],3 publicado originalmente en 1999. Desde entonces, la obra ha sido reimpresa numerosas veces, incluyendo ediciones en alemán, italiano, español y coreano; además, es citado frecuente­ mente en Internet, en el contexto del debate creación/evolución.4 La creación es un acto de Dios -él es la Inteligencia suprema— y, por eso, decidí escribir también a profesores s de universida­

1 Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe, Evolution from Space (London: J.M. Dent & Sons, 1981), pp. 23-33. 2E. H. Andrews, God, Science and Evolution (Homebush West, New South Wales: ANZEABooks, 1981). 3 John F. Ashton, ed., In Six Days: 50 Scientists Explain Why They Believe in Creation (Oreen Forest, AR: Master Books, 2001). 4 Ver referencias a In Six Days... en, por ej.: C. Graves, “The Science of Culture. Being Human: Science, Culture and Fear”, The Royal Society of New Zealand, Miscellaneous Series, N° 63 (2003); E.C. Scott y G. Branch, “Antievolutionism: Changes and Continuities”, BioScience, vol. 53, N° 3 (2003), pp. 282-285.


des seculares que se autodefinían como creyentes, pidiéndoles que me explicaran por qué creían en Dios, en los milagros y en las respuestas a las oraciones. Estos académicos me proporcionaron abundantes evidencias de un Dios personal que interactúa con su creación. Una vez más, edité algunas de las respuestas que recibí, y el conjunto se publicó en 2001 bajo el título The God Factor: 5 0 Scientists and Academics Explain Why They Believe in God [El factor divino: 50 científicos y académicos explican por qué creen en Dios].5 También esta obra ha sido reimpresa varias veces. El presente libro es una continuación de los anteriores, “In Six Days” y “ The God Factor”, y resume las evidencias científicas en con­ tra de la evolución como mecanismo responsable de la diversidad de la vida en la 1ierra. En él se detallan las evidencias que apoyan la afirmación de aquel genetista sobre la incapacidad de las mutacio­ nes para producir nueva información genética significativa, junto con datos de muchas otras investigaciones que también se oponen a las explicaciones clásicas de la Teoría de la Evolución. Muchos leetotes encontrarán esta perspectiva nueva y desafiante; no obstante, espero que sirva, al menos, para estimular un debate mejor informa­ do sobre el tema de los orígenes.

5 John F. Ashton, ed., The God Factor: 50 Scientists and Academics Explain Why They Believe in God (Australia: HarperCollins Publishers, 2001).


LA EVOLUCION :-■■■: : : ¡ r e

ir"

uando empiece a leer este libro, usted probablemente reac­ cionará de la misma manera que muchos otros lo han hecho antes: “Yo pensaba que estaba bien establecido científicamen­ te que toda vida sobre la Tierra, incluyendo a los seres humanos, evolucionó a partir de células primitivas muy simples, a lo largo de cientos de millones de años. Eso es lo que me enseñaron en las clases de Biología. ¿Cómo un científico en ejercicio, profesor universita­ rio, puede escribir ahora un libro que afirme que existen evidencias de que la Teoría de la Evolución es imposible?” Esta es una pregunta válida, y trae a colación los temas abor­ dados en este libro. La mayoría de los científicos y educadores creen que la evolución es un hecho, simplemente porque eso es lo que les fue enseñado en todos los niveles del sistema educati­ vo. La mayoría de los libros de texto, las academias de ciencias, los museos y los autores de divulgación científica afirman, sin

C


vacilar, que la evolución es un hecho demostrado por la ciencia. Por ejemplo, en un libro de texto universitario sobre evolución ampliamente utilizado en 2007, puede leerse el siguiente enca­ bezamiento destacado en negrita: “La teoría evolutiva explica el hecho de la evolución”.1Los autores van aún más allá, y afirman que actualmente los científicos comprenden el funcionamiento de todos los procesos evolutivos y, en muchos casos, los meca­ nismos por los cuales estos procesos han generado adaptación y divergencia en las especies. Ln una declaración de postura” sobre la evolución publica­ da en el año 2008, la Academia Nacional de Ciencias de Esta­ dos Unidos afirmó que la evolución se considera un hecho. La Academia sostiene que la Teoría de la Evolución está respaldada por tantos experimentos y observaciones que los científicos es­ tán convencidos de que los componentes fundamentales de la teoría no serán refutados por nuevas evidencias científicas.12 La Sociedad Geológica de Londres afirma que ha quedado estable­ cido más allá de toda duda que nuestro planeta tiene, aproxi­ madamente, 4.560 millones de años, y sostiene que la vida ha evolucionado hasta su forma actual durante un período de miles de millones de años, a causa de la variación genética combinada con la selección natural.3 La Academia de Ciencias Australiana publicó un punto de vista similar, afirmando que existe un vasto cuerpo de conocimientos factuales (basados sobre hechos) que respalda la teoría de que los procesos naturales de la evolución han inducido la compleji­

1N. H. Barton, D. E. G. Briggs, J. A. Eisen y N. H. Patel, Evolution (Coid Spring Harbour, NY: Coid Spring Harbour Laboratory Press, 2007), p. 81. 2 Science, Evolution and Creationism, National Academy of Sciences and Institute of Me­ dicine (Washington, DC: National Academy Press, 2008), p. 11. En línea: www.nap.edu/ catalog.php?record_id=l 1876. 3“ ‘Young Earth Creationism’, ‘Creation Science’ and ‘Intelligent Design’ ”. Declaración de la Sociedad Geológica de Londres (11 de abril de 2008). En línea: www.geolsoc.org. uk/creationism.


dad biológica que encontramos hoy sobre la Tierra.4 De hecho, la mayoría de las academias de ciencias del m undo adhieren fir­ memente a la Teoría de la Evolución. El Interacademy Panel, o IAP, red global de academias de ciencia, publicó en 2006 una de­ claración sobre la enseñanza de la evolución firmada por 67 de las academias miembros, afirmando que múltiples observaciones y experimentos independientes han establecido como ciertos los siguientes “hechos” sobre la evolución de la vida en la Tierra: • Que la vida apareció en la Tierra hace, al menos, 2.500 millones de años; • Que la vida ha continuado evolucionando desde que apareció por primera vez, lo cual está confirmado por la Paleontología, la Biología y la Bioquímica modernas; • Que la estructura del código genético de todos los seres vivos indica su origen primigenio común.5 En esta misma línea, la mayoría de los museos de historia natural del mundo, en sus exhibiciones, presentan la evolución como un “hecho” de la ciencia. Por ejemplo, el Instituto Smithsonian, en su exposición de 2009 “Desde Darwin: La evolución de la evolución”, declaraba lo siguiente: “La evolución de los seres vivos ha estado ocurriendo durante miles de millones de años, y es responsable de la deslumbrante diversidad de la vida sobre la Tierra. Eso es un hecho” (énfasis añadido).6 Cuando la institución científica más preeminente del m undo afirma rotundam ente que la evolución es un hecho, es razonable que los visitantes y los medios de comunicación lo crean. Ex­

4Australian Academy of Science, “Intelligent Design Is Not Science”. Carta publicada en los principales periódicos australianos (21 de octubre de 2005). En línea: www.noanswersingenesis.org.au/id_archer_et_al_aust.htm. 5The Interacademy Panel on International Issues, “IAP Statement on the Teaching of Evolution” (2006). En línea: www.interacademies.net/File.aspx?id=6150. 6Ver: www.mnh.si.edu/exhibits/darwin/evolution.html.


pertos evolucionistas bien conocidos reafirman esta posición. El eminente paleontólogo Stephen J. Gould, de la Universidad de Harvard, escribió que no negaba el “hecho” de la evolución,7 y el profesor Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, afirma que el propósito de su libro sobre evolución, publicado en 2009, es mostrar que esta es un “hecho ineludible”.8 No obstante, cuando revisamos más atentamente estas decla­ raciones acerca de la evolución, descubrimos que muchas de ellas son meras afirmaciones hechas sin citar evidencias demostradas. Incluso cuando se citan evidencias, estas no confirman realmente la aseveración. Por ejemplo, se afirma que la vida apareció espon­ táneamente sobre la Tierra hace muchos millones de años, pero no he encontrado ningún artículo científico acreditado que expli­ que un mecanismo plausible por el cual una célula podría surgir de manera natural a partir de sus moléculas constituyentes (un proceso llamado “abiogénesis”). Sin embargo, sí he encontrado muchos hallazgos científicos que demuestran que la abiogénesis no puede ocurrir, según explico detalladamente en el capítulo 3. O tra afirmación común es que toda la vida evolucionó a partir de organismos primitivos por medio de pequeños cambios acu­ mulativos sometidos a la acción de la selección natural. Cuando Charles Darwin propuso esta teoría hace más de 150 años, los científicos de la época conocían muy poco acerca de la extraor­ dinariamente compleja maquinaria bioquímica que existe dentro de los organismos vivos; de hecho, la bioquímica celular no ha­ bía sido descubierta todavía. Casi un siglo de estudios científicos adicionales fue necesario antes de que se descubriera el AD N , la molécula química que codifica la estructura y el funcionamiento de los innumerables tipos de células distintas que constituyen los millones de organismos diferentes que habitan nuestro planeta. El

7Science and Creationism: A View jrom the National Academy o f Sciences, National Academy of Sciences (Washington, DC: National Academy Press, 1999), p. 28. 8 Richard Dawkins, The Greatest Show on Earth: The Evidence fo r Evolution (London: Bantam Press, 2009), p. 18.


reciente desarrollo, en particular durante las últimas tres décadas, de sofisticados equipos científicos y nuevas metodologías, ha per­ mitido la exploración exhaustiva de los organismos vivientes y sus células. En la actualidad, conocemos con un alto nivel de detalle la enorme complejidad de las estructuras celulares y su bioquímica, igual que de la información genética que las codifica. Sin embargo, no he encontrado hasta la fecha ningún artículo publicado en una revista acreditada que proponga un mecanismo plausible para la aparición por azar de esa inmensa cantidad de infor­ mación genética compleja. Tampoco ningún artículo que informe de la observación de nueva información genética significativa que haya aparecido por azar. En otras palabras, no he podido encontrar ni una sola publicación científica en que se reporten las evidencias necesarias para respaldar el requisito fundamental de la evolución: que puede surgir nueva información genética significativa por medio de proce­ sos aleatorios. Al contrario, existen numerosos datos publicados que muestran que es imposible que nueva información genética signifi­ cativa, de alguna trascendencia para la evolución, pueda surgir alea­ toriamente. Estas evidencias se presentan en detalle en el capítulo 4. El descubrimiento de que no solamente no está demostrado el extensamente aclamado “hecho” de la evolución, sino además existen numerosos artículos publicados en la literatura científica que lo refutan, puede ser una sorpresa para muchos lectores. Al­ gunos, incluso, dudarán de que mis observaciones sean correc­ tas. Después de todo, ¿no acabo de señalar que la mayoría de los científicos de todo el m undo consideran que la evolución ocurrió realmente? ¿Cómo puedo decir ahora que ha sido refutada por es­ tudios científicos? Si es así, ¿por qué otros científicos no rechazan la teoría de Darwin? La respuesta es que algunos científicos, a me­ dida que han ido descubriendo las evidencias más recientes con respecto a la bioquímica de los organismos vivos, sí están empe­ zando a cuestionar la evolución. Sin embargo, no es fácil para los científicos rechazar públicamente la evolución, debido a la presión que ejercen sus colegas para desacreditarlos, e incluso destituirlos, de puestos de influencia. Un ejemplo reciente es el caso del direc­ tor científico del Ministerio de Educación Israelí, Dr. Gavriel Avi­


tal, quien fue expulsado por cuestionar la validez de la evolución.9 El documental Expelled, No Intelligence Allowed [Expulsado, no se admite inteligencia], producido hace unos años, expone varios ejemplos de persecución y marginación de científicos que se han atrevido a cuestionar las evidencias en favor de la evolución.101 Las dudas con base científica sobre la Teoría de la Evolución no son nuevas. A mediados de los años '60, un grupo de matemáti­ cos desafió la credibilidad de la evolución desde la probabilística. Los estudios matemáticos resultantes culminaron en un simposio sobre el análisis de las probabilidades de que la evolución hubiese podido ocurrir, que fue celebrado en el Instituto Wistar, respetado centro de investigación biomcdica de Filadelfia, Estados Unidos. Las presentaciones del simposio se publicaron en un documento que fue ampliamente criticado por los biólogos.11 Estos insistieron en que los matemáticos no comprendían el funcionamiento de la evolución, pero no aportaron ninguna respuesta cuantitativa a los desafíos presentados por los estudios de probabilísticas. También en los años '70, la paleóntologa Dra. Barbara J. Stahl, graduada en la Universidad de Harvard, llamó la atención sobre algunos defectos graves en las evidencias fósiles a favor de la evolu­ ción.12 A mediados de los años '80, el biólogo molecular Dr. Michael Dentón, graduado del King’s College de Londres, destacó la enorme complejidad de los sistemas biológicos a nivel molecular, y la ineptitud de la Teoría tic la Evolución para explicar el origen de estos sistemas.13

9 O. Kashti, “Sa’ar Dismisses Chief Scientist for Questioning Evolution”, Haaretz (5 de octubre de 2010). Ver: www.haaretz.com. 10Ben Stein, Expelled: No Intelligence Allowed. Documental para DVD (Premise Media Corporation, 2008). Ver: www.expelledthemovie.com. 11P. S. Moorhead y M. M. Kaplan, ed., “Mathematical Challenges to the Neo-Darwinian Interpretation of Evolution”, The Wistar Institute Symposium Monograph, N° 5 (Philadelphia, PA: Wistar Institute Press, 1967). 12 Barbara J. Stahl, Vertebróte History: Problems in Evolution (New York: McGraw-Hill, 1973). 13Michael Dentón, Evolution: A Theory in Crisis (Bethesda, MD: Adler & Adler, 1986).


En los años '90, se aplicó la recién popularizada Teoría de la Información al análisis de moléculas orgánicas altamente infor­ mativas, y eso planteó el desafío de encontrar un origen natural para la inmensa cantidad de información específica contenida en ellas. El genoma es el plano de A D N de los seres vivos. Las cade­ nas de A D N están conformadas por pequeñas piezas, llamadas nucleótidos, que deben estar colocadas en un orden específico para codificar correctamente las características de cada organis­ mo. Las proteínas, por su parte, son moléculas altamente varia­ bles, inrrincadamente complejas, y específicas en estructura y en función. Cualquier pequeña alteración en la disposición de los aminoácidos que las componen afecta su forma, la manera en que están plegadas y su función. El orden de sus componentes dota al A D N y a las proteínas de información biológica específica. La información presente en el A D N se relaciona con la contenida en las proteínas, por medio de un código altamente sofisticado. 1)e la misma manera en que los dígitos en un código de barras, el orden debe ser el indicado o el sistema fallará. Pero ¿de dónde provino toda esta información? “De un antepasado” no es una respuesta útil, ya que no explica el origen último de la información. El fra­ caso de la Teoría de la Evolución al no poder explicar la fuente de la información biológica ha sido señalado por algunos teóricos de la información, como el Prof. Werner G itt,14 del Instituto Federal Alemán de Física, y el físico graduado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, Dr. Lee Spetner.15 En un intento por llenar esta notoria brecha en la explicación evolutiva de cómo los animales y las plantas desarrollaron su asombrosa variedad y complejidad, el profesor de Biología de la Escuela de Medicina de Harvard, Dr. Marc W. Kirschner, y el profesor de Biología Celular y del Desarrollo, de la Universidad de California, en Berkeley, John C. Gerhart, elaboraron una nueva

14Wemer Gitt, In the Beginning Was Information (Green Forest, AR: Master Books, 2006). 15Lee M. Spetner, Not By Chance: Shattering the Modern Theory ofEvolution (New York: Judaica Press, 1997).


teoría, relacionada con el moderno campo de la Epigenética, a la que llamaron “variación facilitada”. Los detalles de esta teoría se describen en el libro The Plausibility o f Life: Resolving Darwins Dilemma [La credibilidad de la vida: Resolviendo el dilema de Darwin], publicado por Yale University Press, en 2005.16 Estos autores sugieren que los “procesos centrales”, codificados en el A D N de un organismo y responsables de su estructura básica, son tan estables que son inmunes a los cambios causados por las m uta­ ciones a pequeña escala. Sin embargo, las mutaciones acumuladas en el tiempo pueden ser activadas por cambios ambientales poste­ riores y dar lugar a unos “procesos centrales” totalmente nuevos, y a una nueva configuración de parte del organismo. En caso de que se demostrara que esta teoría explica adecuadamente algunos cambios en los sistemas biológicos, aun quedaría por determinar de dónde procede la información genética de los “procesos centra­ les” originales. Los mismos autores admiten, en la conclusión del libro, que su teoría plantea numerosas preguntas sobre el origen de los “procesos centrales” altamente conservados. Otros problemas de la teoría evolutiva fueron señalados por el filósofo de la Universidad Rutgers, Dr. Jerry Fodor, quien presen­ ta, en un extraordinario artículo titulado “W hy Pigs D on’t Have Wings” [Por qué los cerdos no tienen alas], poderosos argumentos que afirman la incapacidad de la selección natural darwiniana de ser un m otor eficaz para la evolución de las especies.17 El artículo del Dr. Fodor atrajo muchos comentarios de otros científicos, por lo que decidió continuar desarrollando sus argumentos en un li­ bro más reciente, coescrito con el Dr. Masimo Piattelli-Palmarini, profesor de Ciencia Cognitiva de la Universidad de Arizona, titu­ lado W hatD arw in Got Wrong [En lo que Darwin se equivocó].18

16 Marc W. Kirschner y John C. Gerhart, The Plausibility ofLife: Resolving Darwin’s Di­ lemma (New Haven, CT: Yale University Press, 2005). 17Jerry Fodor, “Why Pigs Don't Have Wings”, London Review o f Books, vol. 29, N° 20 (2007), pp. 19-22. En línea: www.lrb.co.uk/v29/n20/jerry-fodor/why-pigs-dont-have-wings. 18 Jerry Fodor y Masimo Piattelli-Palmarini, What Darwin Got Wrong (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2010).


Debido a que la selección natural es el núcleo esencial de la teoría de Darwin, la publicación de Fodor representó un serio desafío a la integridad científica de la evolución. Por consiguiente, en julio de 2008, 16 de los principales científicos evolucionistas del mundo se reunieron en el Instituto Konrad Lorenz, para investigar sobre la evolución y la cognición, con la finalidad de discutir acerca de esta seria amenaza a la ciencia evolutiva. La cobertura de la conferencia estuvo a cargo de la periodista científica Suzan Mazur,19 quien en­ trevistó tanto a los asistentes como a otros expertos mundiales en el campo de la Biología Evolutiva. De entre los comentarios reco­ gidos, destaca la creciente comprensión por parte de los científicos de que si la selección natural fuera rechazada y perdiera su posición como puntal de la evolución, la teoría de Darwin estaría muerta. Mazur cita al Dr. Jerry Fodor, diciendo: “Básicamente, no creo que nadie sepa cómo funciona la evolución”.20 Esta declaración se aleja bastante de las rotundas afirmaciones de libros de texto de Biología y de las exposiciones de los museos. En realidad, nadie sabe cómo trabaja la evolución porque nun­ ca nadie la ha observado; la evolución nunca ha sido observada, ni en condiciones naturales ni en el laboratorio. Nadie ha sido capaz de diseñar un experimento y conseguir que cierto tipo de organismo evolucione en otro nuevo tipo de organismo (a menos que deliberadamente se elimine información genética o se inser­ te información genética procedente de otro organismo, opciones de las cuales ninguna sería verdadera evolución). N o disponer de mecanismos plausibles ni de ninguna evidencia experimental para explicar cómo ocurre la evolución, la deja bien lejos de poder ser considerada un hecho científico. Los científicos expertos en evolución se enfrentan actualmente con un grave dilema. ¿Qué teoría podría reemplazar al neo-Darwinismo? Nadie lo sabe. Los evolucionistas están buscando, a tientas,

19 Suzan Mazur, The Altenberg 16: An Exposé o f the Evolution Industry (Berkeley, CA: North Atlantic Books, 2010). En línea: www.books.google.com/books. 20Ibíd.,p. 34.


mecanismos creíbles que puedan explicar la multitud y la diversidad de formas de vida presentes en nuestra biosfera. Las entrevistas re­ portadas por Susan Mazur presentan una vivida imagen de las in­ certidumbres y los vehementes desacuerdos de estos científicos, que continúan aferrándose incondicionalmente a su fe en que la evolu­ ción es un hecho incuestionable de la historia. Pero, los mecanismos internos propuestos para la evolución se han manifestado extraor­ dinariamente ineficaces, frente a los recientes descubrimientos de la biología molecular como los que presenta el Dr. Stephen C. Meyer, filósofo graduado en la Universidad de Cambridge, en su recien­ te libro Signature in the Cell: DNA and the Evidence fo r Intelligent Design [La firma en la célula: el A D N y las evidencias del diseño inteligente].21 El actual debate científico sobre los mecanismos de la evolución demuestra que la evolución no es un “hecho” demostrado de la ciencia, sino su “deseo”, extravagante a la luz de las evidencias abrumadoras en contra, de que se descubrirá, en algún momen­ to, un proceso mecánico natural capaz de explicar cómo apareció la vida. Según algunos comentaristas sociales, Darwin estableció una concepción mecánica de la vicia orgánica en la “era de las má­ quinas” —justo tras la primera exposición mundial de Londres en 1851—, cuando la máquina devino en la principal preocupación de la época.22 Esta obsesión con la “cosmovisión mecánica” ha seguido dominando la ciencia hasta el día de hoy, desarrollándose especialmente en la controversia acerca de la evolución. Antes de considerar más evidencias en contra de la evolución, repasaremos la Teoría de la Evolución de Darwin en el próximo capítulo.

21Stephen C. Meyer, Signature in the Cell: DNA and the Evidence fo r Intelligent Design (New York: HarperOne, 2009). 22 Geoffrey West, Charles Darwin: A Portrait (New Haven, CT: Yate University Press, 1938), p. 334. Ver también: A. Sandow, “Social Factors in the Origin of Darwinism”, The Quarterly Review ofBioIogy, vol. 13 (1938), pp. 315-326; John C. Greene, Science, Ideology and World View (Berkeley, CA: University of California Press, 1981).


TEORIA DE LA EVOLUCIÓN DE DARWIN 1año 2009 vio el 150° aniversario de la publicación del libro “ de Charles Darwin The Origin o f Species by Means o f Natural Selection or The Preservation ofFavoured Races in the Struggle fo r Life [El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida]. En su obra, Darwin registró sus observaciones respecto de la lucha por la supervivencia de muchas especies. Propuso que había un principio en la naturaleza: “Cuanto más diversificados estén los descendientes de cual­ quier especie en cuanto a estructura, constitución y hábitos, m a­ yor ventaja tendrán en la lucha por la existencia”.1

1Charles Darwin, The Origin o f Species by Means o f Natural Selection or the Preservation o f Favoured Races in the Struggle fo r Life (London: John Murray, 1859), p. 156.


En otras palabras, cuanta más variedades de gramíneas haya, ma­ yor será la cantidad de ellas que podrá sobrevivir a variaciones en las condiciones ambientales, como las precipitaciones, la temperatura y el tipo de suelo; al haber más probabilidades de que algunas de ellas sobrevivan, mayor será la probabilidad de que aumenten en número y perpetúen la especie. Darwin quedó impresionado por la enorme variedad de especies que existen en la naturaleza. Por ejem­ plo, describió sus observaciones de una pequeña área de 90 por 120 centímetros de terreno. Allí, pudo identificar 20 especies de plantas, de 18 géneros diferentes, que pertenecían a 8 órdenes. Todas ellas estaban luchando por sobrevivir en el mismo ambiente.2 Darwin propuso la hipótesis de que las diferentes especies y géneros surgieron de un antepasado en común, como parte del mecanismo de diversificación para la supervivencia, e ilustró su idea con el diagrama de un árbol cuyas ramas de dividen sucesi­ vamente en ramas más pequeñas. 3 La parte inferior del árbol correspondería a una especie pertene­ ciente a un género extenso. A medida que la especie se reproduce durante generaciones, se producen diferencias sumamente leves, re­ presentadas en líneas divergentes desde un punto común. Después de mil generaciones (según el mismo Darwin, diez mil generaciones podría ser una mejor estimación), las diferencias acumuladas entre las dos líneas principales de la bifurcación son suficientes como para ser consideradas dos especies distintas. Durante las siguientes mil generaciones, estas dos especies vuelven a bifurcarse. Después de miles de generaciones, el resultado es una gran cantidad de especies divergentes. Algunas ramas se detienen sin bifurcarse, lo que repre­ senta la extinción de esa variedad particular. Después de diez niveles de bifurcación en este árbol hipotético de la vida (es decir, después de diez mil generaciones), tres nuevas especies habrán surgido, evo­

2Ibíd., p. 157. 3 lbíd., pp. 160, 161. Ver también: Graham Lawton, “Uprooting Darwin’s Tree”, New Scientist, N° 2.692 (21 de enero de 2009), p. 34. En Enea: www.thedivineconspiracy.org/ Z5221S, pdf.


lucionado y llegado a ser significativamente diferentes del ancestro original. Darwin sugirió que, después de catorce mil generaciones, las diferencias entre las especies serían tan importantes como para constituir nuevos géneros. Este concepto darwiniano de un árbol de la vida que representa gráficamente el modo en que surgieron las diferentes especies, hizo que la idea fuese relativamente fácil de comprender. Darwin argu­ mentó, con éxito, que las evidencias en favor de tal árbol eran obvias en la naturaleza. Señaló, por ejemplo, que todas las flores tienen sépalos, pétalos, estambres y pistilos, lo que sugiere la existencia de un patrón original, que posteriormente se modificó y diversificó para adaptarse a las necesidades de cada especie. De forma semejan­ te, las extremidades anteriores de los seres humanos, los topos, los caballos, los defines y los murciélagos están construidas siguiendo el mismo patrón óseo, aunque el tamaño y la forma de los huesos varíen de acuerdo con las distintas formas de locomoción. Asimis­ mo, a pesar de la diferencia de longitud, el número de vértebras del cuello de los elefantes y de las jirafas es idéntico.4 Com o explicación para este “hecho de la naturaleza”, Darwin propuso el mecanismo de la selección natural a través de la su­ pervivencia del más apto. Cada nueva especie en el árbol de la vida sería el resultado de pequeñas mutaciones sucesivas que ha­ brían proporcionado, a los seres que las poseen, ventajas para sobrevivir en su entorno específico. El descubrimiento de un gran número de especies de escarabajos sin alas en las islas de Madeira, cerca de la costa oeste de África del Norte, intrigó a Darwin. De las 550 clases de escarabajos de las islas, 200 carecían de alas. La proporción de estos escarabajos era superior en las regiones de las islas expuestas al viento, mientras que en las áreas no expuestas abundaban los escarabajos alados. Darwin propuso que esto era un ejemplo claro de la selección natural en ple­ no funcionamiento. Durante miles de generaciones, los escarabajos de alas más pequeñas eran menos propensos a ser arrastrados mar

4/Wtf.,pp. 418,415,451.


adentro por el viento y, por lo tanto, sobrevivían para reproducirse. Poco a poco, el rasgo responsable por las alas pequeñas o débiles fue aumentando su presencia en las zonas más expuestas al viento.5 Con el tiempo, sucesivas mutaciones exitosas, heredadas generación tras generación, fueron reduciendo progresivamente el tamaño de las alas de los escarabajos, hasta dar lugar a una nueva especie. Los escarabajos sin alas corresponderían, siguiendo la ilustración de Darwin, a una nueva rama en el “árbol de la vida”. Mientras viajaba a bordo del H M S Beagle, Darwin leyó el libro de Charles Lyell: Principies o f Geology [Principios de Geología], en el que Lyell proponía que los continentes se habían estado for­ mando durante millones de años mediante lentos cambios. Esta hipótesis geológica proveía del marco de tiempo necesario para la evolución. Darwin, entonces, pasó a aplicar su concepto del árbol de la vida al registro fósil, argumentando que la sucesión de fósiles mostraba la divergencia de las diferentes especies a partir de sus antepasados comunes. Planteó que el diagrama del árbol podía explicar de que manera los géneros representados en la par­ te inferior del árbol, correspondientes a fósiles de la era Silúrica, evolucionaron hasta dar lugar a nuevos géneros, representados en la parte más alta, algunos de los cuales han permanecido hasta la actualidad.6 Darwin llegó a la conclusión de que toda forma de vida había evolucionado, por medio del mecanismo de la selección natural, a partir de un único organismo original y a lo largo de eones de tiempo. En sus propias palabras: “Por lo tanto, debo deducir de la analogía que, probablemen­ te, todos los seres orgánicos que alguna vez han vivido en esta Tierra descienden de una única forma primigenia, en la que la vida vio la luz por primera vez”. 7

5 Ibíd., pp. 176, 177. 6 Ibíd., pp. 404,405. 7 Ibíd., p. 455.


Darwin propuso una teoría científica para explicar el origen de la diversidad biológica, basada sobre pequeños cambios he­ redables, que se habrían ido acumulando hasta dar lugar a una inmensa variedad de organismos nuevos. El hecho de que los nuevos organismos fueran similares a sus antepasados, en forma y en función, permitiría que la vía evolutiva pudiera ser rastrea­ da en el registro fósil. Esta hipótesis, modificada posteriormente con la incorporación de conocimientos de genética m oderna y otras disciplinas, es conocida como la ‘Teoría de la Evolución. A lo largo de los últimos cien años, los biólogos han dedicado una parte importante de sus actividades de investigación a identificar vías evolutivas y a completar los detalles de este árbol de la vida, desde la supuesta forma de vida primigenia hasta las actuales. En los casos en que una especie se ha extinguido, la rama simplemente termina sin bifurcarse. Ejemplos particulares de ramas del árbol, tal como la vía evolutiva propuesta para la evolución de los vertebrados, se pueden encontrar fácilmente en los libros de texto de Biología. Hasta los años '90, los avances en la investigación sobre el ár­ bol de la vida se basaron, principalmente, sobre descubrimientos vinculados con el registro fósil. Los fósiles provenientes de los es­ tratos superiores se postulaban como descendientes de aquellos encontrados en los estratos inferiores, más antiguos. Las relacio­ nes entre ambos se establecían sobre la base de semejanzas es­ queléticas y fisiológicas, conocidas como homologías, siguiendo las líneas originalmente propuestas por Darwin.8 Desde la década de los 90 en adelante, la estructura del árbol ha ido cambiando considerablemente a medida que los biólogos reasignan sus ramas, apoyándose en datos procedentes del aná­ lisis genético de organismos modernos. Los rasgos hereditarios que constituyen las bases para establecer las relaciones evolutivas, están codificados en el A D N de cada organismo. Identificando fragmentos comunes de A D N en especies diferentes, los biólo­ gos intentan vincular esos organismos con un antepasado co­

8 Linda R. Berg, Diana W. Martin y Eldra P. Solomon, Biology, 7“ ed. (Belmont, CA: Thomson, Brooks/Cole, 2005), pp. 341, 343, 344.


m ún, y representan la conexión teórica empleando un diagrama tipo árbol. Estos diagramas son llamados “árboles filogenéticos”. Representaciones recientes del árbol filogenético muestran las primeras formas de vida, de naturaleza desconocida, teniendo su origen en el “último antepasado común universal” (LUCA, siglas en ingles de Last Universal Common Ancestor), cuya naturaleza también se desconoce. Del LUCA surgen, entonces, tres tipos de organismos unicelulares: bacterias (procariotas), arqueas (sim ilares a las bacterias) y eucariotas (células más complejas, cuyo material genético está empaquetado en un compartimento llamado núcleo). Se afirma que, aproximadamente 3.000 millones de años después de que los primeros seres vivos se formaran, las células eucariotas comenzaron a evolucionar y generaron organismos multicelulares. Durante los siguientes 600 a 1.100 millones de años, surgieron los protozoos y las plantas, seguidos por amebas y hongos; posterior­ mente, aparecieron los animales invertebrados, tales como gusanos, moluscos e insectos; seguidos por los animales vertebrados, como tiburones, peces y anfibios. A partir de estos, la última bifurcación dio lugar a reptiles y a aves en una rama, y a mamíferos, incluyendo los seres humanos, en otra.910En la página web del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian, se puede encontrar un diagrama moderno del árbol de la vida que muestra la supuesta relación evolutiva de los seres humanos con los perros, las sangui­ juelas, los hongos y la bacteria Escherichia coli.w El concepto de que los seres hum anos descienden de otras es­ pecies de primates fue explícitamente argumentado por Tilomas H . Huxley en su libro Evidence as to M ans Place in Nature [Evi­ dencias de la posición del hom bre en la naturaleza], publicado en 1863. Ocho años después, Darwin amplió estos argumentos en su obra The Descent ofM an, and Selection in Relation to Sex [La descendencia del hom bre, y la selección en relación con el sexo], en la que propuso, sobre la base de semejanzas anatóm i­

9 Lawton, ibíd., pp. 34-39. 10En línea: www.mnh.si.edu/exhibits/darwin/treeoflife.html.


cas, que el hom bre descendía de chimpancés y gorilas. Darwin predijo que los fósiles de los antepasados más antiguos de los seres hum anos se encontrarían en Africa, donde todavía viven estos primates. La idea de que los seres hum anos evolucionaron a partir de los primates continúa siendo un tema dom inante en el panoram a científico actual. Varias investigaciones en curso continúan intentando establecer los detalles de la línea evolutiva que une a los grandes simios con los hum anos.11 En el ámbito no científico, esta idea se ha popularizado gra­ cias a documentales y a artículos de divulgación que muestran representaciones artísticas de la evolución desde los simios hasta los seres humanos, y a la exhibición en los museos de ciencias na­ turales de reconstrucciones con apariencia claramente humana de supuestos eslabones perdidos, como la famosa “Lucy”. “Lucy” es el nombre popular con que se conoce a los restos fosilizados de un espécimen de Australopithecus afarensis, descubierto en Etiopia en 1974. En este caso concreto, estudios posteriores han demostrado que Lucy era, en realidad, muy similar al chimpancé pigmeo o bonobo.1112 De hecho, el Australopithecus se diferencia más de los simios y los humanos que los simios de los hum anos.13 Para muchos biólogos, la relación evolutiva entre los grandes simios y los humanos ha sido confirmada por las semejanzas entre el A D N de ambos. En 2005 se publicó la secuencia com­ pleta del genoma del chimpancé, y se comparó con el genoma hum ano.14 Se afirmó que la similitud entre ambos era de aproxi­ m adamente un 96%; este porcentaje ha resultado ser exagerado. Es, además, necesario clarificar el significado de “sim ilitud” para no llegar a conclusiones engañosas. Por ejemplo, examinar di­

11 K. Wong, “The Human Pedigree”, Scientific American (enero de 2009), pp. 46-48. 12A. Zihlman, “Pygmy Chimps, people and the pundits”, New Scientist, vol. 104, N° 1.430 (15 de noviembre de 1984), pp. 39, 40. 13 C. E. Oxnard, “The place of the australopithecines in human evolution: grounds for doubt?", Natnre, vol. 258 (1975), pp. 389-395. 14The Chimpanzee Sequencing and Analysis Consortium, “Initial Sequence of the Chimpanzee Genome and Comparison with the Human Genome”, Nature, vol. 437 (2005), pp. 69-87.


rectamente el A D N no ayuda mucho. Las primeros cien pares de bases del A D N m itocondrial del chimpacé son: gtttatgtagcttaccccctcaaagcaatacactgaaaatgtttcgacgggtttacatcacccc ataaacaaacaggtttggtcctagcctttctattag... Y los cien primeros pares de bases del A D N mitocondrial h u ­ m ano son: gatcacaggtctatcaccctattaaccactcacgggagctctccatgcatttggtattttcgtc tggggggtgtgcacgcgatagcattgcgagacgctg... Teniendo en cuenta que el genoma hum ano y el del chim ­ pancé están ambos constituidos por más de tres mil m il lo n e s de pares de bases, resulta evidente la dificultad que entraña, simplemente, el hecho de compararlos para evaluar la similitud. El Dr. Ebersberger, junto con sus colaboradores del Centro de Bioinformática Intcgradora de Viena, llevó a cabo un análisis detallado de ambos genomas, y llegó a la conclusión de que la similitud entre humanos y chimpancés era sustancialmente infe­ rior al 96%. En sus propias palabras: “En aproximadamente un 23% de nuestro genoma no existe evidencia alguna de que com­ partamos ascendencia genética inmediata con nuestro pariente vivo más cercano, el chimpancé”.15 El Dr. JeffreyTomkins, gene­ tista de la Universidad Clemson, y su colega, el biólogo Dr. Jerry Bergman, también revisaron las estimaciones de la s i m i l i tu d entre los genomas y concluyeron que es inferior al 86% .16 La similitud entre el A D N de humanos y chimpancés puede igualmente interpretarse como una prueba de que ambas especies fueron creadas por el mismo Diseñador inteligente. Este proveyó a ambas con una gran cantidad de información similar, necesaria

151- Ebersberger. P. Galgoczy, S. Taudien, et al., “Mapping human genetic ancestry”, M o­ lecular Biology and Evolution, vol. 24 (2007), pp. 2.266-2.276. 16 Ver: www.creation.com/human-chimp-dna-similarity-re-evaluated. Para una revisión más reciente de la literatura que sugiere que la similitud real se sitúa alrededor de un 70%, ver: www.creation.com/human-chimp-dna-similarity-literature


para las numerosas estructuras y funciones comunes; pero también con suficiente información específica (un 14% es una diferencia importante) para otorgarles sus características únicas. A modo de ejemplo, podemos citar las numerosas similitudes que existían entre los primeros modelos escarabajo de Volkswagen y los automóviles Porsche. Ambos vehículos tenían motores traseros de cuatro cilin­ dros opuestos horizontalmente y refrigerados por aire, dos puertas, maletero en la parte delantera, etc., no porque evolucionaron de un ancestro común, sino porque ambos fueron diseñados por el mismo equipo: Ferdinand y su hijo Ferdinand “Ferry” Porsche. La misma explicación puede aplicarse a otros ejemplos de homologías usados con frecuencia como apoyo a la Teoría de la Evolución. La presencia de un patrón común en las extremidades de los vertebra­ dos podría tener su origen en la acción de un Diseñador inteligente, que ha adaptado una estructura básica multifuncional a las necesi­ dades específicas de cada grupo de animales. Otras supuestas evidencias de que los humanos han evoluciona­ do proceden de un concepto que predominó durante largo tiempo en el campo de la Embriología: la noción de que, durante el desa­ rrollo embrionario de un animal, se recapitula la historia evolutiva de la especie. Darwin lo expresó así en E l origen de las especies: “Así como el desarrollo embrionario de cada especie y grupo de especies nos muestra parcialmente la estructura de sus progenitores ancestrales menos modificados, podemos ver claramente por qué las antiguas formas de vidas ya extintas deberían ser similares a los embriones de sus descendientes, es decir, a las especies actuales”.17 Darwin continuó diciendo: “La embriología resulta m ucho más interesante, cuando m i­ ramos así al embrión, como una imagen más o menos oscure­ cida de la forma ancestral com ún de cada grupo de animales”.18

17Darwin, ibíd., p. 427. 18Ibíd., p. 428.


La idea de que la ontogenia (desarrollo de un organismo) re­ capitula la filogenia (historia evolutiva de la especie) fue popula­ rizada por el zoólogo alemán Ernst Haeckel. Poco después de la publicación del libro de Darwin, Haeckel publicó, a su vez, unas ilustraciones que comparaban los supuestos embriones de un pez, una salamandra, una tortuga, un pollo y un ser humano. En un determinado estadio del desarrollo, todos los embriones aparecían representados con hendiduras branquiales similares a las de los peces. Esto parecía indicar que todos los animales vertebrados, incluidos los seres humanos, pasaban por un estado similar a un pez antes de diferenciarse y adquirir las características propias de su especie. Sugería, por lo tanto, que los peces eran los antepasa­ dos del resto de los grupos. Durante más de un siglo los dibujos de Haeckel se utilizaron como evidencia de la evolución, y hasta la década de los años '90 los libros de Biología contenían ilustracio­ nes de embriones humanos con hendiduras branquiales y cola.19 A mediados de los años '90, el embriólogo Michael Richardson recolectó y fotografió los mismos tipos de embriones que Haeckel había dibujado. Los resultados -q u e fueron publicados en 1997 en las revistas científicas Anatomy and Embriology y Science— de­ mostraban que los embriones reales eran m uy diferentes de las ilustraciones de Haeckel. Los embriones humanos no tenían es­ tructuras similares a branquias en ninguna etapa de su desarrollo.20 Aunque la teoría de la recapitulación ha quedado desacreditada en su versión literal, y la comunidad científica reconoce que las ilus­ traciones de Haeckel eran fraudulentas, la idea de que el desarrollo embrionario de los vertebrados prueba de algún modo la evolución sigue apareciendo en algunos textos científicos actuales. Un libro de

19 Ver, por ej.: L. R. Berg, D. W. Martín, E. P. Solomon y CJaude Villee, Biology, 3° ed. (New York: Saunders College Publisbing, 1993), p. 402. 20M. K. Richardson, et al., “There Is No Highly Conserved Embryonic Stage in the Ver­ tebrales: Implications for Cuirent Theories of Evolution and Development”, Anatomy and Embryology, vol. 196 (1997), pp. 91-106; E. Pennisi, “Haeckel’s Embryos: Fraud Rediscovered”, Science, vol. 277 (5 de septiembre de 1997), pp. 1.435; M. K. Richardson, “Haeckel’s Embryos, Continued”, carta a Science, vol. 281 (28 de agosto de 1998), pp. 1.285.


texto de Biología, publicado en 2005 y ampliamente usado en el ni­ vel universitario, sostiene que los patrones del desarrollo embrioló­ gico demuestran que los vertebrados comparten un antepasado co­ mún, y afirma que “todos los embriones de los vertebrados” tienen estructuras branquiales y otras características propias de los peces. 21 En este capítulo hemos analizado varias de las evidencias que se han utilizado con el propósito de apoyar la Teoría de la Evolución de Darwin. Hemos argumentado que las homologías pueden igual­ mente explicarse como resultado de un Diseño inteligente. En el caso de los restos fósiles utilizados para respaldar la evolución humana, la mayoría de ellos han resultado ser claramente humanos o cla­ ramente simios. Esto demuestra que las representaciones iniciales de hombres-mono, que exageraban las características intermedias, eran interpretaciones sesgadas con la finalidad de favorecer una ex­ plicación evolutiva. Finalmente, las ilustraciones de I laeckel son un claro ejemplo de una importante evidencia en favor de la evolución que ha resultado falsa y que, sin embargo, se ha perpetuado en los textos científicos. Sin embargo, la afirmación principal de la teoría de Darwin es que, en la lucha de los seres vivos por la supervivencia, la acumulación de pequeños cambios hereditarios, guiada por la selección natural durante un largo período de tiempo, puede producir tipos de vida totalm ente nuevos. Darwin escribió, en la conclusión de su obra: “Por lo tanto, de la guerra de la naturaleza, de la ham bruna y la muerte, se obtiene directamente el mejor resultado que po­ dríamos imaginar, la producción de animales superiores”. 22 Pero ¿ocurre esto realmente? ¿Produce, o ha producido, algu­ na vez la “guerra de la naturaleza” nuevos organismos superiores? Revisaremos atentamente esta declaración en el capítulo 4. Pero

21 Berg, Martin y Solomon, Biology, 7" ed., p. 347. 22Darwin, ibíd., p. 457.


antes tenemos que examinar otra afirmación de Darwin: que to­ dos los seres vivos surgieron a partir de un único organismo prim i­ genio. Si la Teoría de la Evolución no incluye ningún elemento de creación sobrenatural, este organismo tuvo que formarse y cobrar vida a partir de materia inanimada y de procesos químicos natura­ les. ¿Es posible que la vida surgiera de combinaciones aleatorias de compuestos químicos naturales; es decir, que estas combinaciones hayan dado lugar al primer organismo viviente? Revisaremos la ciencia detrás de esta quimera en el próximo capítulo.


CELULAS: CASUALIDAD IMPOSIBLE

e qué modo comenzó la vida continúa siendo uno de los interrogantes fundamentales de la ciencia moderna. Sin embargo, comprender cómo la primera célula viviente se desarrolló a través de procesos físicos y químicos naturales hace mucho, mucho tiempo es fundamental para la Teoría de la Evolu­ ción. Aunque nadie ha presentado todavía una explicación satis­ factoria de cómo pudo formarse la primera célula viva, se asume comúnmente que simplemente “ocurrió”. Tanto la abiogénesis (aparición espontánea de la vida) como la diversificación de la vida por la evolución darwiniana, se consideran actualmente he­ chos comprobados, a pesar de que ninguno de los dos procesos ha sido demostrado científicamente. Algunos científicos llegan,

D


incluso, a incluir la evolución en la definición de vida. Por ejem­ plo, la NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial de los Estados Unidos) define la vida como “un sistema quími­ co autosostenible capaz de experimentar evolución Darwiniana”. Esta definición implica directamente que la evolución es un he­ cho de la ciencia tanto como lo es la vida.1 Sin embargo, si se pudiera demostrar que es completamente imposible que un ser vivo se forme a partir de materia inanimada únicamente a través de procesos naturales, la selección natural se quedaría sin materia prima sobre la cual actuar, y la Teoría de la Evolución por sí sola resultaría incapaz de ofrecer una explicación mecánico-naturalista completa de cómo llegamos aquí. En este capítulo estudiaremos más atentamente los hallazgos científicos que demuestran que una célula viva no puede surgir por casualidad. La mayoría de los artículos científicos acerca de los orígenes em­ piezan con la confiada aseveración de que las células vivas se for­ maron a sí mismas hace miles de millones de años. Por ejemplo, el profesor de genética de la Universidad Harvard, Jack Szostak, y su coinvestigador, Alonso Ricardo, afirman que “la primera vida surgió de la materia no viva hace alrededor de 3.700 millones de años”.22 De forma semejante, el profesor emérito de Química Inorgánica de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Stanley Livingstone, escribe: “Parece que hace aproximadamente 3.850 millones de años [...] las primeras formas de vida aparecieron en los océanos”.*23Afirmaciones similares se repiten en la mayoría de los libros de ciencia. El popular texto universitario de bioquímica de McKee y McKee sostiene: “La Tierra se formó de una nube de gas y polvo cósmico condensando hace unos 4.500 millones de años. Poco después, la vida apareció”.4

‘Alonso Ricardo y Jack W. Szostak, “Origin of Life on Earth”, Scientific American, vol. 301 (septiembre de 2009), pp. 38-45. 2Ibíd. 3Stanley Livingstone. “Thoughts on the Chemical Origin of life”, Chemistry in Australia, vol. 78 (diciembre 2008/enero 2009), pp. 10-12. 4Trudy McKee y James R. McKee, Biochemistry: The Molecular Basis ofLife, 3o ed. (New York: McGraw Hill Publishers, 2003), p. 58.


Cabe preguntarse sobre qué evidencias basan estos eminentes profesores tales afirmaciones. Analicemos sus declaraciones más atentamente: ¿De dónde proviene el cálculo de estos períodos de tiempo como “unos 3.700 millones de años atrás” o “hace unos 3.850 millones de años”, en los que supuestamente tuvo lugar el origen de la vida? Los períodos de tiempo que se remontan tan atrás se calculan por medio de datación radiométrica. Esta consiste en utilizar las tasas a las que los elementos radioactivos de ciertas rocas se trans­ forman de un elemento químico a otro, para calcular la edad de la roca en cuestión. El cálculo requiere hacer un análisis químico de la roca en el presente y compararlo con la presunta composición de la roca en el pasado. Nótese el uso de la palabra “presunta”; no hay ninguna manera de saber con certeza cuál era la composición real de la roca en un pasado tan lejano. En realidad, no es posible validar estos métodos de datación para fechas prehistóricas y, por consiguiente, los cálculos derivados de la datación radiométrica deben ser considerados con suma cautela. La incertidumbre aso­ ciada con este método se discute con mayor detalle en un capítulo posterior, pero la idea que se destaca en este punto es que los pe­ ríodos de tiempo de miles de millones de años, de las afirmaciones anteriores, son en realidad estimaciones que, a su vez, están basa­ das sobre suposiciones indemostrables. Profundizando un poco más, podemos señalar que los métodos radiométricos referidos anteriormente corresponden a rocas volcáni­ cas, no a restos de seres vivos. Entonces, ¿de qué modo pueden los científicos utilizar estos métodos de modo de establecer la fecha del origen de la vida? Lo hacen sobre la base de más suposiciones, esta vez referidas a los fósiles. Los fósiles son restos conservados de organismos que vivieron en el pasado, moldes de estos, huellas, madrigueras, deposiciones y otras señales de actividad. Se encuentran casi siempre en lo que se conoce como rocas sedimentarias, es decir, rocas formadas a partir de sedimentos procedentes de otras rocas. En la deposición de los materiales que constituirán rocas sedimentarias suele estar involu­ crada el agua, y en el caso de rocas que contienen fósiles, se requie­


re que el entierro sea rápido para que el organismo se mantenga a salvo de la descomposición. Las rocas sedimentarias se encuentran por todo el mundo, normalmente, en forma de capas llamadas “estratos”. Dichos estratos se diferencian en su contenido fósil por abundancia y en composición, ya que ciertos tipos de fósiles solo aparecen en determinadas capas, o son más abundantes en unas ca­ pas que en otras. El Gran Cañón del Colorado, en Atizona, Estados Unidos, es un famoso lugar donde se pueden observar expuestos numerosos estratos sucesivos de rocas sedimentarias. Los geólogos asumen, a menos que haya evidencias de in­ versión, que las rocas inferiores o más profundas son las más antiguas. Al conjunto ordenado de los estratos presente en todo el m undo, junto con sus fósiles característicos, se lo llama “co­ lum na geológica”. Las rocas de la parte inferior de la columna corresponden a un período que los científicos han llamado el Precámbrico. Según la datación convencional, el Precámbrico tuvo lugar entre 600 y 4.500 millones de años atrás. Según se explicará en detalle más adelante, generalmente las rocas sedimentarias no se pueden datar por métodos radiométricos, así que, su antigüedad suele calcularse a partir de la edad estimada para las rocas volcánicas subyacentes y suprayacentes. Sin embargo, lo más común es que una vez establecida la corre­ lación entre determinadas rocas sedimentarias, los fósiles que es­ tas contienen y su antigüedad estimada, rocas similares de otros lugares, se daten simplemente a partir de su contenido fósil. La búsqueda de las primeras formas de vida por parte de los científicos evolucionistas se ha concentrado en las capas inter­ medias de las rocas Precámbricas, correspondientes al “eón Arqueano o Arcaico”. A mediados de los años '80, importantes re­ vistas científicas Science y N aturé publicaron el descubrimiento

5 J. W. Schopf y B. M. Packer, “Early Archean (3.3-Billion to 3.5-Billion-Year-Old) Microfossils from Warrawoona Group, Australia”, Science, vol. 237 (1987), pp. 70-73; J. W. Schopf. “Microfossils of the Early Archean Apex Chert: New Evidence of the Antiquity of Life , Science, vol. 260 (1993), pp. 640-646; M. M. Walsh y D. R. Lowe. “Filamentous Microfossils from the 3,500-Million-Year-Old Onverwacht Group, Barberton Mountain Land, South Africa”, Nature, vol. 314 (1985), pp. 530-532.


de fósiles filamentosos microscópicos en rocas sedimentarias de esa época, con una edad estimada de 3.500 millones de años. A pesar de que se catalogaron como las primeras formas de vida conocidas, los científicos afirman que los primeros organismos vivos debieron aparecer m ucho antes: hace unos 3.700 o 3.850 millones de años. En realidad, estas fechas son meras conjeturas, que responden a la necesidad de períodos de tiem po suficiente­ mente largos para que la Teoría de la Evolución parezca plausi­ ble. Pero colocar el origen de la vida en una era fechada hace miles de millones de años no explica cómo pudo empezar la vida a partir de la materia inanimada. ¿Existe alguna prueba científica que sugie­ ra que la vida comenzó con la formación aleatoria de un organismo vivo a partir de compuestos químicos no vivos? Lo cierto es que después de más de cincuenta años de investigación y experimen­ tación, los científicos todavía no tienen una explicación factible ni experimentalmente viable de cómo pudo empezar la vida. Algunos científicos famosos han sugerido, incluso, que la vida debió haber llegado a la Tierra desde el espacio. Esta teoría, llamada Panspermia, fue divulgada hace unos años por el astrónomo de la Universidad de Cambridge, Sir Fred Hoyle; en su libro Evolution From Space [Evolución desde el espacio],6 reconoció la imposibilidad de que la vida apareciera espontáneamente. En fechas más recientes, Ri­ chard Dawkins, elocuente defensor de la evolución y profesor de la Universidad de Oxford, al ser presionado por su entrevistador, Ben Stein, para que explicara cómo pudo haber comenzado la vida, no pudo ofrecer ninguna explicación mecanicista y reconoció la posi­ bilidad de que la primera forma de vida llegara a nuestro planeta procedente de algún otro lugar en el espacio.7 ¿Podemos afirmar con seguridad que es imposible que una cé­ lula viva aparezca espontáneamente? La respuesta es evidente, si

6Fred Hoye y Chandra Wickramasinghe, Evolution from Space (London: J.M. Dent and Sons, 1981). 7 Ben Stein, Expelled: No Intelligence Allowed. Documental para DVD (Premise Media Corporation, 2008). Ver: www.expelledthemovie.com.


consideramos que incluso la célula más simple es una maravilla de ingeniería mucho más compleja que cualquier maquina inventada jamas por la mente humana. Consideremos los componentes de la bacteria Escherichia coli, un organismo unicelular que se encuentra en el tracto gastrointestinal humano y ha sido estudiado en detalle por los científicos. En 1996 se publicó un juego de artículos en dos tomos, con un total de 2.800 páginas, que resumía los cono­ cimientos biológicos y bioquímicos sobre este organismo hasta la fecha. Usando estos datos, George Javor, profesor de Bioquímica de la Universidad de Loma Linda, calculó las siguientes estadísticas: Una sola E. coli contiene millones de moléculas orgánicas (mo­ léculas características de los seres vivos que no se encuentran en la materia inerte), incluyendo 4.000 tipos de proteínas, 660 tipos de ácidos nucleicos, tres tipos de polisacáridos, y entre 50 y 100 tipos de lípidos. Estas moléculas funcionan de manera coordinada con aproximadamente 800 tipos distintos de intermediarios metabólicos y 30 tipos de minerales, que deben encontrarse en la con­ centración apropiada porque, de lo contrario, la célula moriría.8 Todos estos componentes representan el 30% de la célula que, en condiciones normales, también posee unos 24.000 millones de moléculas de agua. La proporción adecuada de compuestos orgánicos, componentes inorgánicos y agua garantiza un entorno adecuado para las reacciones químicas que tienen lugar dentro de las estructuras de la célula. Si descontamos el agua, más del 90% de los componentes celu­ lares están formados por biopolímeros, largas moléculas orgánicas formadas a base de bloques básicos más pequeños. Las proteínas son largas cadenas de aminoácidos, los ácidos nucleicos son largas cadenas de nucleótidos y los polisacáridos son largas cadenas de moléculas de azúcar. Los lípidos son las moléculas que forman las grasas; aunque no son biopolímeros verdaderos, desde una

8 Cálculo realizado por George T. Javor, profesor de Bioquímica de la Universidad de Loma Linda (California, EE.UU.). Datos tomados de F. C. Neidhardt, ed., Escherichia coli and Sdlmonella (Washington, DC: ASM Press, 1996), p. 14. Ven www.grisda.org/ origins/25002.htm.


perspectiva bioquímica pueden agregarse para formar estructuras complejas tales como las membranas celulares. Un rasgo común de los biopolímeros es que los enlaces que mantienen unidos los bloques básicos se forman por deshidratación, es decir, retiran­ do una molécula de agua. Esta característica supone un desafío para la Teoría de la Evolución química, que asume el origen dé­ la vida en un ambiente acuoso. Aun si los bloques individuales de los biopolímeros hubieran estado presentes, es necesario expli­ car cómo pudieron formarse los enlaces químicos necesarios para dar lugar a cadenas mayores, si cada nuevo enlace requería perder agua. Es extraordinariamente difícil formar nuevos enlaces quími­ cos eliminando agua en un ambiente acuoso.9 El problema de crear una célula viva va mucho más allá de la formación de enlaces. La funcionalidad de los biopolímeros de­ pende de que los bloques se ensamblen en un orden determinado, ya que la secuencia específica de los bloques contiene información que rige las reacciones químicas responsables de la existencia de la célula. Por ejemplo, la secuencia de aminoácidos determina el tipo de actividad química de cada proteína. Hay un tipo especial de proteína llamada “enzima”, cuya función principal es servir como catalizador de las reacciones químicas celulares, y controlan que estas reacciones ocurran en el momento y el lugar apropiados, y a la velocidad necesaria; además, al mismo tiempo, previenen otras reacciones químicas colaterales indeseables. La secuencia de nucleótidos en un ácido nucleico, tal como el ácido desoxirribonucleico (ADN), constituye la información gené­ tica. Esta información está codificada de manera tal que el A D N contiene instrucciones precisas para la fabricación de las proteínas que conforman las estructuras celulares, así como de los enzimas responsables por su funcionamiento y reproducción. El A D N está formado por centenares de fragmentos llamados “genes”, respon­ sables de los rasgos particulares de cada organismo. Un gen es una cadena de miles de nucleótidos, situados en un orden preciso.

9Ricardo y Szostak, ibíd., pp. 41,42.


Cada nucleótido está formado por una molécula de azúcar, un grupo fosfato y una base nitrogenada. Las bases nitrogenadas pre­ sentes en el A D N son cuatro: adenina, guanina, citosina y timina, comúnmente conocidas por sus iniciales: A, G, C yT. En el ácido ribonucleico (ARN), en vez de la base timina, encontramos una base similar, llamada uracilo, a la que se le asigna la letra U. Los genes son una especie de bibliotecas celulares, donde se encuentra la información necesaria para fabricar las proteínas y las enzimas celulares. Mediante el llamado “código genético”, la secuencia de bases nitrogenadas de cada gencodifica una o más proteínas espe­ cíficas, e informa al aparato celular de construcción de proteínas sobre la secuencia precisa de aminoácidos que debe ensamblarse. El A D N de E. coli contiene 4.288 genes.10 Las funciones de algunos de estos genes han sido identificadas del modo que se presenta en el C uadro 1.

I I ; : ; IMetabolismo de aminoácidos Biosíntesis de cofactores, etc. Envoltura celular Procesos celulares Metabolismo intermediario central Metabolismo energético i Metabolismo de ácidos grasos y lípidos i Nucleótidos y moléculas relacionadas | Funciones reguladoras Reproducción Transcripción Traducción

131 103 195 188 188 243 48 58 45 115 55 182

1

C uadro 1: funciones de algunos genes de A D N de escherichia coli.

Frederick R. Blattner, Guy Plunkett III, Craig A. Bloch, et al., “The Complete Genome Sequence of Escherichia coli K-12”, Science, vol. 277 (1997), pp. 1.453-1.474.


El C uadro 1 contiene únicamente las funciones de 1.551 genes de un total de 4.288, porque en el m om ento de la publicación de la secuencia genética de E.coli, la función de los restantes 2.737 no había sido identificada. La supervivencia de un organismo unicelular tan simple como la E. coli requiere cerca de 4.750 tipos de biopolímeros asom­ brosamente complejos, que realizan aproximadamente 800 reac­ ciones químicas diferentes en forma simultánea. Cada detalle del metabolismo y la infraestructura del organismo está codificado en su genoma, que consta de 4,6 millones de pares de núcleotidos, controlados indirectamente a través de la acción de las proteínas. ¿Puede imaginar un sistema de tal complejidad que aparezca por casualidad y funcionando de manera correcta? Por supuesto, la /:'. coli no es la célula más simple conocida. La bacteria Mycoplasrna genitalium, que vive en el tracto genital humano, tiene solamente 471 genes.11 No obstante, continúa siendo imposible que su ge­ noma se haya formado por casualidad; y en el caso de que haya ocurrido “milagrosamente”, eso no garantizaría que la célula resul­ tante estuviera, de hecho, viva. Es decir: Para que la vida hubiese podido surgir a partir de materia inani­ mada, deberían haberse sintetizado en grandes cantidades miles de moléculas complejas especializadas, a partir de pequeñas moléculas inorgánicas. Estas moléculas inorgánicas tendrían que haber interac­ tuado una y otra vez al azar, hasta que, de algún modo, se formara una estructura similar a una célula. Sin embargo, esta extraordinaria y compleja estructura todavía no estaría viva. Para cobrar vida, ten­ drían que iniciarse en su interior cientos de reacciones metabólicas, con los intermediarios metabólicos precisos en concentraciones y lugares exactos, para que las reacciones se dieran en forma correcta. El sentido común nos dice que este tipo de reacciones no ocu­ rren por casualidad; además, ni siquiera intencionadamente es posible hacer que ocurran. Esta última situación sería el equiva-1

11C. M. Fraser, J. D. Gocayne, O. White, et al., “The Minimal Gene Complemenl ol Mycoplasma Genitalium”, Science, vol. 270 (1995), pp. 397-403.


lente a una célula de E. coli a la que se haya eliminado reciente­ mente con una gota de tolueno. Los 4.750 tipos de biopolímeros se encontrarían en su lugar y todas las rutas metabólicas estarían establecidas, pero la célula está ahora muerta a causa de la rotura de su membrana citoplasmática por el disolvente químico tolue­ no. Una membrana celular intacta permite a) mantener distintas concentraciones de determinadas sustancias a uno y a otro lado de ella; b) crear gradientes eléctricos que la célula utiliza para generar energía. La rotura de la membrana interrumpe la producción de energía celular y, como resultado, las reacciones celulares regresan al equilibrio químico, cosa que en la práctica significa la muerte celular. Teóricamente, para hacer que la compleja maquinaria ce­ lular se pusiera en marcha otra vez solo tendríamos que cambiar simultáneamente la concentración de los intermediarios metabólicos para devolverlos a las concentraciones de la fase de desequili­ brio. Sabemos qué habría que hacer, pero no es posible lograrlo ni con la mejor tecnología; es, simplemente, imposible. Una vez que un organismo, incluso el más simple, está muerto, no se le puede devolver la vida, lista es una observación científica evidente. La evolución, sin embargo, no equivale solamente a traer a la vida a un organismo muerto, hn primer lugar, el organismo y sus complejos componentes y sistemas de información deben haberse fo rm a d o por procesos aleatorios. Después de esto, tendría que haber cobrado vida rápidamente, para evitar que se empiece a descomponer o dañarse por causa de las sustancias químicas y las radiaciones ambientales. Resumiendo: Para dar validez científica a su propuesta, los defensores de la evolución química tendrían que demostrar que, bajo las condi­ ciones que supuestamente existían en una Tierra primigenia, tendría que haber sido posible que: • ...se formaran los biomonómeros (bloques básicos, como ami­ noácidos o nucleótidos). • ...se formaran los biopolímeros (proteínas, ácidos, nucleicos, polisacáridos) a partir de los biomonómeros. • ...apareciesen las rutas metabólicas interdependientes que re-


guian la producción de los biopolímeros y la función celular. • ...apareciese una célula completamente formada, en la que las re­ acciones químicas tuvieran lugar en la dirección apropiada, man­ teniendo la célula en un estado estable de no equilibrio (viva). Hasta el momento, los científicos han sido capaces de repetir en el laboratorio la mayoría de las reacciones requeridas para el paso 1. No obstante, se han encontrado con graves dificultades para lograr reproducir el paso 2. Es cierto que se ha conseguido sintetizar algu­ nos biopolímeros pequeños, pero solamente trabajando bajo con­ diciones ideales y utilizando versiones de nucleótidos modificadas para aumentar su reactividad química. Los moléculas así formadas tenían un tamaño muy inferior al de los equivalentes celulares, y su secuencia era totalmente aleatoria y afuncional, lo que las sitúa muy lejos de las complejas moléculas gigantes con información codificada que se requieren para la vida.12 En estos experimentos, tampoco se abordó el problema del origen de la información genética. El paso 2 requiere no solo la formación de biopolímeros, sino también que dichos biopolíme­ ros contengan información codificada específica, que les permita interconectar las diferentes rutas metabólicas y permitir a la célula funcionar como un todo coordinado (paso 3). El modelo evolu­ tivo requiere que la información haya sido codificada, a causa de procesos aleatorios no dirigidos. La probabilidad de la aparición aleatoria de secuencias de pro­ teínas o genes con información codificada específica puede ser cal­ culada matemáticamente. Sin embargo, a fin de que estos cálculos sean significativos, tenemos que establecer cuán improbable es un evento para considerarlo imposible en la práctica. Esta pregunta ha sido respondida por William A. Dembski, matemático de la Uni­ versidad de Chicago y autor de The Design Inference: Eliminating Chance Through SmallProbabilities [La inferencia del diseño: Elimi­ nando el azar a través de pequeñas probabilidades]. Dembski ha de­

l2Ricardo y Szostak, ibíd., pp. 38-45.


mostrado matemáticamente que el azar puede ser eliminado como explicación plausible para un sistema especificado, cuando excede los recursos probabilísticos disponibles.13 Para el universo conocido, se ha calculado que esto ocurre cuando nos encontramos con una oportunidad en 10.150 veces. Este número corresponde a un 1 se­ guido por 150 ceros. (Nótese que un millón es 106, es decir, un 1 seguido por 6 ceros, o 1.000.000; y un billón es 1012, es decir, un 1 seguido por 12 ceros, o 1.000.000.000.000.) Utilizando este punto de referencia, podemos calcular la probabi­ lidad de autoformación de una secuencia específica de aminoácidos en una protema o una secuencia específica de bases en un gen. Si la probabilidad resultante es menor que 1 en 10.150, concluiremos que esa proteína o ese gen específico no pudieron aparecer por azar. Consideremos, por ejemplo, una molécula corta —una proteína de 100 aminoácidos de longitud-, y la probabilidad de que haya surgido por casualidad a partir de sus componentes básicos. Para dar lugar a una cadena proteica funcional, los aminoácidos deben unirse entre sí por medio de un tipo específico de enlace químico conocido como “enlace peptídico”. No obstante, es posible, y de he­ cho ocurre, que los aminoácidos se enlacen de otra manera, con una probabilidad aproximadamente igual. Según esto, la probabilidad de que se forme un enlace peptídico en cualquier punto particular de la cadena en crecimiento es una de cada dos, o Vi. Por tanto, la probabilidad de tener cuatro enlaces peptídicos en una cadena de cuatro enlaces es Vi x Vi x Vi x Vi = 0/2)4 = 1/16, o 1 oportunidad de cada 16. La probabilidad de construir una cadena de 100 ami­ noácidos que presente únicamente enlaces peptídicos es de 0/2)99, lo que representa aproximadamente 1 oportunidad de cada 1.030. Los aminoácidos en la naturaleza pueden aparecer en dos formas distintas, en la que una es la imagen especular de la otra, del mismo modo en que la mano izquierda es el reflejo de la mano derecha. La síntesis aleatoria de aminoácidos produce ambas formas con una frecuencia similar, pero las proteínas funcionales de las células solo

13William A. Dembski, The Design Inference: Eliminating Chance Through Small Probabilities (Cambridge, MA: Cambridge University Press, 1998), pp. 175-223.


utilizan una de ellas, la llamada forma L, y nunca la otra, llamada forma D. Si ambas formas se encontraran en la misma proporción en el ambiente, la probabilidad de incorporar una forma L a una cadena proteica sería de 1/2, y la probabilidad de incorporar 100 aminoácidos, todos ellos de forma L, sería de (Vi2) 100. Igual que an­ tes, esto representa una oportunidad de 1.030. Teniendo en cuenta ambos requisitos, la probabilidad de tener 100 aminoácidos L for­ mando una cadena con solamente enlaces peptídicos es 1/1060. Hasta aquí solo hemos considerado aspectos estructurales, pero aún no hemos tenido en cuenta el requisito de la información. Para obtener una proteína funcional que contenga información significativa, los aminoácidos tienen que incorporarse siguiendo una secuencia específica, igual que las letras del alfabeto deben estar organizadas de cierta secuencia para producir una frase con sentido. Por ejemplo, considere el dicho: “De tal palo tal astilla . En este mensaje hay un total de 23 caracteres, que son 19 letras y cuatro espacios, con diez tipos diferentes: 9 letras más el espacio. Imaginemos que queremos generar este mensaje aleatoriamente, con un programa de ordenador que asignara un carácter al azar (de entre los diez posibles) a cada una de las 23 posiciones del mensaje. La probabilidad de que la primera letra sea una “ti” será de 1/10, lo mismo para que la segunda sea una “e”, y así sucesiva­ mente. La probabilidad de obtener la frase completa es de una en 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x l O x l O x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 x 10 intentos, esto es 1/ 100.000.000.000.000.000.000.000 o 1/1023. Los sistemas biológicos contienen 20 aminoácidos diferen­ tes, que pueden ser considerados como las letras empleadas para escribir un mensaje. A menos que los aminoácidos estén en la secuencia correcta, el mensaje no transmitirá la información ne­ cesaria y la célula no funcionará correctamente. La probabilidad de colocar el aminoácido correcto en el sitio correcto es de 1 vez cada 20 oportunidades. Por lo tanto, la probabilidad de formar por casualidad una proteína específica de 100 aminoácidos de longitud sería (1/20)100, lo que corresponde, aproximadamen­ te, a 1 vez cada 10.130. Pero todos estos aminoácidos necesitan


ser aminoácidos L y tienen que estar conectados entre sí por enlaces peptídicos. Así, pues, la probabilidad de que se cumplan las tres condiciones a la vez es de 1 vez cada 10.130 x 10.30 x 10.30 veces, o 1/10190. Este número es m ucho más grande que 10.150 (cuarenta ceros más a la derecha) y, según Dembsky, define el máximo límite de probabilidad de que un evento de­ term inado haya ocurrido en alguna parte del universo durante el tiempo de existencia del universo. El cálculo mostrado anteriormente no tiene en cuenta que hay otras secuencias con el mismo número de aminoácidos que po­ drían contener información alternativa y ser, por lo tanto, váli­ das. Por otro lado, tampoco tiene en cuenta el hecho de que hay aminoácidos en la naturaleza que no forman proteínas, lo que reduciría aún más las probabilidades de formar una proteína co­ rrecta. Además, el cálculo está basado sobre una proteína relati­ vamente pequeña. Una proteína biológica típica consta de unos 300 aminoácidos, y algunas son mucho más largas. Bioquímicos de la Universidad de Cambridge y del Instituto de Tecnología de Massachusetts han publicado cálculos más detallados, y la pro­ babilidad de que una secuencia funcional de aminoácidos haya surgido por casualidad resulta equivalente a encontrar ¡un átomo particular en todo el universo!14 Si en lugar de una proteína consideramos el caso de un gen, que puede comprender miles, e incluso millones, de bases nitro­ genadas, las probabilidades de obtener una secuencia aleatoria que contenga información significativa son ínfimas. Y, por supuesto, se requeriría mucho más que un solo gen. A partir de estudios con organismos unicelulares, los científicos han calculado que el ser vivo más simple posible requeriría un genoma mínimo de 250 a

14J. Reidhaar-Olson y R. Sauer, “Functionally Acceptable Solutions in Two Alpha-Helical Regions of Lambda Repressor”, PROTEINS: Structure, Function, and Genetics, vol. 7 (1990), pp. 306-310. Ver también: D. D. Axe, “Biological Function Places Unexpectedly Tight Constraints on Protein Sequences”, Journal o f Molecular Biology, vol. 301, N° 3 (2000), pp. 585-596.


400 genes.15 Es evidente que la probabilidad de que la vida haya aparecido por casualidad, aun en su forma más simple, es m uy in­ ferior a 1 oportunidad en 10.150, lo que nos permite concluir que la abiogénesis es imposible:16 un organismo vivo no puede surgir de la materia inanimada por medio de procesos aleatorios. Cuando se examina atentam ente la literatura evolucionista desde sus inicios hasta la actualidad, descubrimos que todavía no se ha propuesto ninguna explicación mecánica o naturalista plausible sobre el modo en que comenzó la vida. Los defensores de la evolución química están apoyando y enseñando un modelo no corroborado desde hace más de 80 años, ignorando múltiples evidencias de que la abiogénesis no es posible.

15 E. Pennisi, “Seeking Life’s Bare Genetic Necessities”, Science, vol. 272 (1996), pp. 1.098-1.099. Ver también: A. Mushegian y E. Koonin, “A Minimal Gene Set for Cellular Life Derived by Comparison of Complete Bacterial Genomes”, Proceedings ofthe Natio­ nal Academy o f Sciences ofthe USA, vol. 93 (1996), pp. 10.268-10.273. 16 Puede encontrarse una discusión detallada del cálculo de las probabilidades con refe­ rencias a literatura de apoyo en: S. C. Meyer, “DNA and the Origin of Life: Informa­ tion, Speciation, and Explanation”, Darwinism, Design, and Public Education (Michigan: Michigan State University Press, 2003). Extracto disponible en línea: www.discovery.org/a/2184.


¿MUTACIONES ALEATORIAS? POR Q l Jl M í J ! -I II. I )| .N I VOLUCIONAR NUEVOS TIPOS DE OÍAiANIDMí )í - 1' ( HI MI: DIO DE MUTACIONES ALEATORIAS

1 concepto de evolución forma parte de la enseñanza de la Bio“ “ logia en muchos países. Películas documentales, como la serie de la BBC The Genius o f Charles Darwin [El genio de Charles Darwin], presentan la evolución a las grandes audiencias, y su mensa­ je expresa que la evolución es un hecho científico. En 2009, el presen­ tador de ese programa, profesor Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, publicó un libro incluyendo lo que para él es una gran acumulación de evidencias a favor de la evolución. En las primeras páginas, Dawkins afirma: “En el resto de este libro, demostraré que la evolución es un hecho ineludible”.1 Pero ¿lo es verdaderamente?

1 Richard Dawkins, The Greatest Show on Earth: The Evidence fo r Evolution (London: Bantam Press, 2009), p. IB.


En este capítulo revisaremos con cuidado las evidencias propuestas con el fin de apoyar la piedra angular de la Teoría de la Evolución: la afirmación de que las mutaciones aleatorias, filtradas por la selec­ ción natural, pueden dar lugar a formas de vida totalmente nuevas, en forma gradual. Empecemos por comprobar si las mutaciones, junto con la selección natural, son capaces de producir toda la información genética necesaria de modo de generar la diversidad de la vida pasada y la actual en la Tierra. La información genética es responsable por la forma y la fun­ ción de un organismo, y está codificada en su AD N . Incluye la información para producir todos los componentes físicos de un espécimen: piel o corteza, y pelaje; órganos internos y externos; huesos; concha o caparazón; raíces y hojas; color; sistemas diges­ tivo, nervioso, reproductor, óptico, inmunitario; forma física; ce­ rebro, etc. También codifica miles de enzimas y otras proteínas; y hormonas y moléculas específicas, como las toxinas de defensa. La evolución requiere que la información genética específica de cada tipo de animal, planta, hongo o bacteria haya surgido por medio de mutaciones aleatorias. Y posteriormente, a causa de los depredadores y otras presiones ambientales, la información ge­ nética menos ventajosa habría sido eliminada, quedando única­ mente aquella que beneficia a los organismos que la contienen. Dawkins afirma: “En el caso del A D N , comprendemos bastante bien cómo la información contenida aum enta durante el tiempo geológico. Darwin lo llamó selección natural”.2 A partir de los conocimientos bioquímicos actuales sobre el A D N , pretendo demostrar que las mutaciones aleatorias y la se­ lección natural son incapaces de producir la información gené­ tica requerida para la evolución de los millones de especies dife­ rentes de seres vivos. Para ello, revisaremos las evidencias reales,

2Ibícl., p. 405.


tal como las observamos hoy, y las contrastaremos con algunos conceptos teóricos del pasado. Dentro de las ciencias naturales, el término “evolución” se uti­ liza para describir los cambios graduales que pueden ocurrir en una población en un tiempo más o menos largo. Muchos cambios morfológicos y fisiológicos son el resultado de cambios en la infor­ mación genética codificada en el A D N . Los cambios en el A D N se llaman “mutaciones”. Las mutaciones pueden ser espontáneas o provocadas, y tienen el potencial de provocar significativos cam­ bios visibles en los organismos. La inducción de mutaciones en animales de laboratorio es una técnica común en investigación médica, y también se utiliza para la modificación de variedades vegetales y animales de granja. En teoría, hay tres maneras distintas de cambiar la informa­ ción genética del A D N por medio de mutaciones, de manera que estas puedan contribuir a la evolución de los organismos. Para facilitar la comparación entre ellas, vamos a describirlas como Evolución tipo 1, tipo 2 y tipo 3. • Evolución tipo 1: Consiste en la pérdida de información ge­ nética preexistente. Supongamos que una población de ratones con­ formada por ratones de pelaje claro y de pelaje oscuro se traslada a un área arenosa de color claro. En esa zona, los depredadores verán y atraparán con mayor facilidad a los ratones oscuros y, después de un tiempo, pueden llegar a eliminarlos completamente. Si el color del pelaje es un rasgo genético y el gen para pelaje oscuro desapareciera de la población, se habrá producido un cambio permanente causado por selección natural. Esta situación, sin embargo, es infrecuente en la naturaleza. Muchas veces, los genes que suponen una desventaja permanecen en la población en proporciones bajas, porque algunos individuos siguen portando la información en sus genes aunque esta no siempre se manifieste. En el ejemplo de los ratones, algunos indivi­ duos podrían todavía mantener la información para pelaje oscuro en su A D N y producir, de vez en cuando, crías de pelaje oscuro. Si en el futuro algunos ratones migraran a otra zona donde los ratones claros se vieran desfavorecidos, los ratones oscuros aumentarían en número en la nueva población. En este ejemplo, no se crea información gené-


NUTACIONES ALEAl'ORIAG?

cica nueva; se observan cambios evolutivos causados por selección na­ tural, que favorece la supervivencia en un nuevo ambiente por medio de la eliminación de información genética no favorable. Este mismo mecanismo explica algunos de los ejemplos típicos utilizados para apoyar la evolución, como el hecho de que los guppys machos desarrollen colores más brillantes cuando son liberados en arroyos donde hay pocos depredadores.3 En corrientes con una alta densidad de depredadores, los guppys macho más fáciles de ver son comidos antes de que puedan reproducirse, así que, se reproducen principalmente los peces de coloración menos vistosa. No obstante, algunos de los guppys supervivientes de color apagado portan todavía los genes de los colores brillantes, por lo que de vez en cuando aparece algún macho llamativo; que suele ser devorado enseguida. Si algunos de los guppys de colores apagados se liberaran en una laguna con po­ cos depredadores, los machos de colores intensos que nazcan podrían sobrevivir hasta la edad adulta. Como estos atraen más a las hembras, se reproducen de manera más efectiva y producen más descendencia de colores brillantes. Por lo tanto, la reaparición de peces de colores vivos y la evolución de la población hacia una mayor abundancia de estos no implica nueva información genética. O tro punto para destacar es que, en estos ejemplos y otros similares que aparecen en los libros de texto de Biología, los su­ puestos cambios evolutivos involucran a un único tipo de orga­ nismo.4 Los ratones son ratones antes y después de los cambios, los guppys siguen siendo guppys; las polillas, polillas; y las ra­ nas, ranas. N o hay ningún ejemplo de polilla que evolucione en mosca, o viceversa. En otras palabras, la pérdida de información genética no resulta en un nuevo tipo de organismo, sino solo en una variante de este. La selección natural puede actuar de diferentes maneras sobre la información, sin necesidad de eliminarla por completo. Los efectos

3Ibíd., pp. 133-139. Ver también: Linda R. Berg, Diana W. Martin y Eldra P. Solomon, Biology, 7“ ed. (Belmont, CA: Thomson, Brooks/Cole, 2005), pp. 349, 350. 4Berg, Martin y Solomon, Biology, 7a ed., caps. 17-19.


ambientales pueden provocar cambios en los organismos activando (o desactivando) la actividad de genes presentes en el ADN. La ac­ tivación de un gen implica que la información contenida está dis­ ponible para ser expresada en el organismo. La desactivación de un gen supone que aunque la información está presente, no será leída ni estará disponible para ser utilizada. En el caso de los guppys, la presión ambiental, en forma de estrés por depredación, podría desactivar los genes responsables por la producción de color, de ma­ nera que machos vistosos aparecerían como apagados. Cuando los depredadores son eliminados de la ecuación, la disminución de la presión ambiental causaría la reactivación de la información genéti­ ca existente para la producción de colores vivos. Los genes pueden ser activados o desactivados por otros genes o por compuestos químicos en el entorno de la célula. Por ejemplo, un gen X en particular puede ralentar o incluso apagar un gen Y. Si un factor ambiental, como una sustancia química o algún tipo de radiación, afectara al gen X y le impidiera realizar su función de apagar al gen Y, el gen Y se activaría y su información genética po­ dría expresarse en forma de un nuevo rasgo, como un color distinto. Por ejemplo, considere un editor leyendo este informe: “LA MAYORÍA D E LOS C IEN TÍFIC O S N O CREE EN LA E V O L U C IÓ N ”. Por consiguiente, la editorial no publica ningún libro sobre evolución. Si con un blanqueador químico borramos la palabra N O , la información destruida por nuestro blanqueador cambiará la in­ formación (el mensaje) codificada en la oración. Por consiguien­ te, se envía este nuevo informe al editor: “LA MAYORÍA D E LOS C IE N T ÍFIC O S CREE EN LA E V O L U C IÓ N ”. Nuestra “m utación” ha resultado en una pérdida de infor­ mación, pero todavía tiene sentido. La editorial lee el informe m utado y empieza a publicar libros sobre evolución. El mensaje m utado ha activado una acción preexistente, pero aletargada. La técnica de destruir información genética para producir rasgos nuevos ha sido usada para la mejora de variedades de cultivo durante


. / A j I a u ü NES AL.EATORiAS?

muchas décadas. Por esta técnica, miles de semillas son expuestas a ra­ diación ionizante o a productos químicos que dañan las moléculas de ADN; luego, esas semillas son germinadas. Después, toda semilla que logre crecer es examinada, para buscar posibles rasgos beneficiosos como resistencia a la sequía, un menor índice glucémico, etc. Pode­ mos mencionar el caso de los compuestos químicos que desactivan o destruyen los genes que codifican la proteína-1 del gránulo de almi­ dón (SGP-1), responsable por la síntesis de las cadenas ramificadas de almidón en las semillas. La descendencia de estas plantas producirá un grano, por ejemplo, de maíz, con almidón menos ramificado y, por lo tanto, con un menor índice glucémico que el maíz común, lo cual supone una ventaja para el consumo por personas diabéticas. Para la mejora de variedades de cultivo, los especialistas suelen escoger semillas de ubicaciones silvestres que no hayan estado sometidas a demasiada selección, porque es probable que estas semillas contengan una mayor diversidad genética, comparada con las variedades domés­ ticas. Destruir genes en especies silvestres incrementa la posibilidad de producir un rasgo beneficioso en su descendencia. No obstante, de­ bemos recordar que, en todos estos casos, los nuevos rasgos se deben a la pérdida de información; no se ha creado ninguna información genética nueva. Los cambios en el entorno físico de la célula que ejercen presión física sobre el propio ADN también pueden afectar la actividad de la infor­ mación genética. En las bacterias, los cambios ambientales provocan variaciones en la forma en que se pliega y empaqueta la extensa molécu­ la circular de ADN, y estos cambios afectan la activación o la desactiva­ ción de determinados genes. Esta es una estrategia de las bacterias para sobrevivir a cambios repentinos en su ambiente, pero esta capacidad también utiliza información genética preexistente. No se crea ninguna información nueva.5

5C. J. Dormán, “DNA Topology and the Global Control of Bacterial Gene Expression: Implications for the Regulation of Virulence Gene Expression", Micmbiology, vol. 141 (1995), pp. 1.271-1.280. Ver también: G. W. Hatfield y C. J. Benham, “DNA Topology-mediated Control of Global Gene Expression in Escherichia coli”, Animal Review ofGenetics, vol. 36 (2002), pp. 175-203.


Los cambios en el A D N que producen desactivación o destruc­ ción de genes también pueden darse a causa de errores durante la replicación del A D N previo a la reproducción celular, con lo que las nuevas células poseerán un A D N ligeramente modificado. Como los errores de copia se producen al azar, lo más probable es que el gen o los genes afectados por el cambio sufran de alguna alteración en su funcionalidad, o incluso queden inutilizados por completo, lo que resultará en una pérdida de información y una posible evolución de tipo 1. En la primera parte del documental E l genio de Charles Darwin, el profesor Richard Dawkins afirma que las mujeres de Nairobi resistentes al V IH son evidencia de la “imparable fuerza de la se­ lección natural”.6 Este es, sin embargo, un claro ejemplo de una mutación que comprende pérdida de información genética. La resistencia observada resulta de una mutación del gen CCR5 en las mujeres, causada por la eliminación de 32 pares de bases de in­ formación. Como resultado, el receptor celular que el V IH utiliza para entrar en las células es defectuoso y no es funcional, lo que provoca que la enfermedad se detenga o, al menos, se ralentice.7 Aunque esta mutación tiene un efecto beneficioso indiscutible para las mujeres que la poseen, es atribuible a la pérdida de la in­ formación genética preexistente, y no sirve como ejemplo de que la evolución podría producir la información genética necesaria para la evolución de nuevos órganos, como un ojo o una pierna; por no decir de un nuevo tipo de organismo. Este problema se repite en cada uno de los ejemplos citados en los libros de texto y en los documentales a favor de la evolución. Todos ellos son sim­ plemente casos de evolución tipo 1, donde las especies implicadas han perdido información genética.

6Dawkins, The Genius o f Charles Darwin, parte 1. Documental para televisión (exhibido el 4 de agosto de 2008, en el Canal 4, Reino Unido). 7S. Venkatesan, A. Petrovic, D. L. Van Ryk, et a l, “Reduced Cell Surface Expression of CCR5 in CCR5Delta 32 Heterozygotes Is Mediated by Gene Dosage, Rather Than by Receptor Sequestration”, Journal o f Biológica! Chemistiy, vol. 277, N° 3 (2002), pp. 2.287-2.301.


¿MU iA l' iUN ES ALEA \ £j RiASE

En la mayoría de los casos, las mutaciones son en realidad perjudiciales,8 y muchas son responsables por enfermedades ge­ néticas o heredadas.9 Muchos cánceres y tumores malignos que afectan a animales y a seres hum anos pueden relacionarse con mutaciones de tipo l . 10*Incluso la m utación CC5 Delta 32, ci­ tada por el profesor Dawkins como ejemplo de m utación bene­ ficiosa en relación con la transmisión del V IH , ha sido reciente­ m ente relacionada con un incremento del riesgo de contraer una grave enfermedad hepática.11 Resumiendo, la evolución tipo 1 es la más común, y se co­ rresponde con el tipo de evolución implicado en los ejemplos que se usan normalmente como evidencias de que la evolución es un hecho.12 Sin embargo, este tipo de evolución no puede crear nuevos órganos ni nuevas clases de organismos y, por lo tanto, no puede ser un mecanismo para explicar la existencia de los millones de clases de animales y de plantas que han sido descubiertos. • Evolución tipo 2: Comprende la transferencia de informacion genética de un ser vivo a otro, pudiendo ambos pertenecer a especies distintas. La información genética adicional puede incor­ porarse al A D N de un organismo a través de virus, de proteínas que se comportan de manera similar a los virus, o de plásmidos que pueden portar genes específicos. Por ejemplo, el plásmido R100, que está formado por 90.000 pares de bases, porta genes para la resistencia frente a la sulfonamida, la estreptomicina y al­ gunos otros antibióticos. Este plásmido puede transferirse desde una inofensiva bacteria Escherichia a bacterias patógenas, como la

8A. Orr, “Testing Natural Selection”, Sríentific American (enero de 2009), pp. 30-36. 9 S. E. Antonarakis, M. Krawezak y D. N. Cooper, “Disease Causing Mutations in the Human Genome”, European Journal ofPediatrics, vol. 159, supl. 3 (2000), S173- S178. 10L. A. Loeb, J. H. Bielas y R. A. Beckman, “Cancers Exhibit a Mutator Phenotype: Clinical Implications”, Cáncer Research, vol. 68, N° 10 (2008), pp. 3.551-3.557. R. Eri, J. R. Jonsson, D. M. Pandeya, et ah, “CCR5-.32 Mutation Is Strongly Associated with Primary Sclerosing Cholangitis”, Genes and Immunity, vol. 5 (2004), pp. 444-450. 12 Orr, ibíd., pp. 30-36.


i

iMPOSK

Salmonella. La inserción de estos genes resulta en la evolución de una nueva especie de la Salmonella resistente a los antibióticos. De forma semejante, la cepa potencialmente letal de la Escherichia coli que se conoce con el código 0 1 5 7 :H 7 pudo haber evolucionado a partir de una bacteria E. coli no patogénica, por transferencia de genes codificadores de toxinas de alguna otra bacteria. De he­ cho, se cree que muchas de las bacterias responsables por intoxi­ caciones alimenticias, que tanto preocupan a los procesadores de alimentos, pudieron haberse desarrollado en los últimos 50 años como consecuencia de la transferencia entre bacterias de genes codificadores de toxinas y genes de resistencia a los ácidos.13 La evolución tipo 2 tampoco implica la creación de infor­ mación genética totalmente nueva; solo la transferencia de un organismo a otro de información genética preexistente. Puede producir una nueva cepa de un organismo, pero no un nuevo tipo de organismo. Es interesante notar que todas las especies poseen mecanis­ mos responsables por m antener su integridad. Algunos de estos mecanismos impiden que dos especies diferentes se apareen en­ tre sí y produzcan un nuevo tipo de ser vivo. Este es un ejemplo de mecanismo antievolutivo que se puede observar en la naturale­ za. Por ejemplo, en la reproducción sexual que incluye un óvulo y un espermatozoide, la superficie del óvulo contiene proteínas específicas que se unen solamente a moléculas complementa­ rias específicas de los espermatozoides de la misma especie. Esto impide, normalmente, la formación de embriones híbridos. En caso de que estos se formen, son generalmente abortados o se transforman en adultos estériles. Las plantas poseen un sistema de reconocimiento molecular similar, de manera que los granos de polen no suelen germinar sobre el estigma (la parte femeni­ na de una flor) de una especie diferente de planta.14 Podríamos

13K. A. Bettelheim, “Enterohaemorrhagic Escherichia coli: A New Problem, an Oíd Group of Organisms”, Australian Veterinary Journal, vol. 73, N°1 (1996), pp. 20-26. 14Berg, Martin y Solomon, ibíd., p. 130.


decir que los híbridos naturales, cuando raramente se producen, son ejemplos de evolución tipo 2, ya que combinan información genética procedente de dos organismos de distinta especie. • Evolución tipo 3: Com prende la generación de informa­ ción genética útil totalm ente nueva dentro del A D N de un organismo, que resulta en una estructura, órgano o función que no existía anteriormente. Un ejemplo hipotético sería un gusano que desarrollara patas articuladas junto con un nuevo tipo de locomoción, o que desarrollara ojos y la percepción sen­ sorial asociada a ellos. La aparición de un nuevo tipo de patas requeriría cantidades masivas de información genética para co­ dificar las distintas partes: exoesqueleto, articulaciones, m úscu­ los, estructuras sensoriales, etc.; sus mecanismos de control; y la programación del cerebro para usarlas. De forma semejante, la formación del primer ojo implicaría la aparición simultánea, en el A D N , de la información necesaria para el desarrollo y el funcionamiento de todos sus componentes: las lentes, los me­ canismos de enfoque, el nervio óptico, las vías de suministro de sangre, etc. El biofísico Dr. Lee Spetner, profesor de las uni­ versidades de Harvard y Johns Hopkins, señala que la evolu­ ción de tipo 3 nunca ha sido observada.15 En realidad, no hay ningún mecanismo conocido que pueda explicar la formación de las grandes cantidades de información genética que requiere la aparición de miembros articulados durante la evolución de los artrópodos (crustáceos, insectos y arañas), o la formación de ojos, incluso los más sencillos, a partir de ancestros que no los poseen. Explicar la aparición de novedades evolutivas, estructu­ ras u órganos totalm ente nuevos es un desafío im portante para la Biología evolutiva. Según un libro de Biología ampliamente utilizado: “Una preocupación de la macroevolución es explicar las novedades evolutivas, que son grandes cambios fenotípicos [...] La macroevolución tam bién trata de descubrir y de explicar

15Lee M. Spetner, Not by Chance! Shattering the Módem Tlieoiy ofEvolution (New York: Judaica Press, Inc., 1997), p. 107. Ver también: A. Mclntosh, “Just Add Energy,” 2007. En línea: www.apologetics.org/JUSTADDENERGY/tabid/82/Default.aspx.


cambios importantes en la diversidad de las especies a lo largo del tiem po.16 Un sitio web educativo de prestigio lo expone de forma mucho más franca: “Los biólogos no discuten sobre esta conclusión [que la vida sobre la Tierra ha evolucionado]. Pero están tratando de ima­ ginarse cómo ocurrió la evolución, y ese no es un trabajo fácil”.17 Hasta la fecha, los evolucionistas no han encontrado ningún mecanismo capaz de generar estas novedades evolutivas. Sin em­ bargo, la evolución de tipo 3 se acepta como un hecho porque es necesaria para generar nuevas clases de organismos cada vez más complejos, tal como propone la Teoría de la Evolución darwiniana. Uno de los libros recientes que argumentan a favor de la Teoría de la Evolución con supuestas evidencias es The Greatest Show on Earth: The Evidence jb r Evolution [El espectáculo más grande de la Tierra: Evidencias de la evolución], del profesor Richard Dawkins. En esta obra, de 470 páginas, se cita un único ejemplo de evolución de tipo 3: los experimentos realizados por el bacterió­ logo Richard Lcnski y sus colegas de la Universidad del Estado de M ichigan.18 Examinaremos en detalle esta importante afirmación. El Dr. Richard Lenski y un equipo de investigadores del Depar­ tamento de Microbiología y Genética Molecular investigaron las mutaciones producidas en 12 poblaciones inicialmente idénticas de la bacteria Escherichia coli a lo largo de más de tres décadas. Durante este tiempo, las bacterias produjeron decenas de miles de generaciones y experimentaron miles de millones de mutaciones. El número total de mutaciones era superior al número total de bases del A D N de E. coli, así que, podemos decir que cada uno de los 4,6 millones de pares de bases tuvo la oportunidad de mutar al menos una vez a lo largo del experimento. Sin embargo, el único cambio evolutivo importante, después de más de 3E500

16Berg, Martin y Solomon, ibíd., p. 377. 17Evolution 101!, “The Big Issues”. En línea: www.evolution.berkeley.edu/evosite/evol01/ VIIBigissues.shtml. 18 Dawkins, ibíd., p. 131.


¡>c-aeraciones, fue el hecho de que una de las poblaciones adquirió la capacidad de utilizar el ión químico citrato como fuente de ali­ mento, cosa que la mayoría de las bacterias E. coli no puede hacer. En realidad, cualquier E. coli tiene el metabolismo interno ne­ cesario para utilizar citrato, pero las cepas no m utantes carecen de una molécula transportadora específica para este compuesto químico. La cepa m utante, capaz de utilizar citrato, posee una molécula transportadora funcional. El Dr. Lenski y sus colegas no están seguros del mecanismo exacto implicado en la m uta­ ción. U na explicación sugerida es que el gen transportador es­ taba presente pero inactivado por mutaciones anteriores, y fue reactivado en la cepa m utante. O tra posibilidad, que consideran más probable, es que “un transportador especifico de otra sus­ tancia ha sido cooptado para el transporte de citrato”.|,J (En bio­ logía, coopción es la adquisición de una nueva función por parte de una estructura preexistente.) En cualquiera de los dos casos, la información genética para el transporte ya estaba presente en el organismo, por lo que no nos encontramos ante un ejem­ plo real de evolución tipo 3, sino de evolución tipo 1. El único ejemplo presentado por Dawkins de que el binomio mutaciones aleatorias-selección natural puede producir información genéti­ ca novedosa ha resultado no ser válido. El Dr. Lenski y sus colegas informaron tam bién de otros cam­ bios evolutivos durante sus estudios. Por ejemplo, en todas las poblaciones, las generaciones sucesivas crecieron más rápido y crearon células de tamaño mayor que sus antepasados. Diez poblaciones desarrollaron cambios en el empaquetamiento de su A D N , lo que, como es sabido, afecta la expresión genética. Aparecieron, también, diferencias en los niveles de salud entre las poblaciones. Cuatro de las poblaciones, esto es, un tercio del total, desarrollaron defectos en sus mecanismos de reparación del A D N , lo que conduce a tasas de m utación más altas.19

19 Z. D. Blount, C. Z. Borland y R. E. Lenski, “Historical Contingency and the Evolution of a Key Innovation in an Experimental Population of Escherichia coli”, Proceedings o f the National Academy o f Sciences, vol. 105, N° 23 (2008), pp. 7.899-7.906.


e «-q «J{:;5 k v í p o s ?í - , ‘;'

Aún así, después de millones y millones de mutaciones indivi­ duales ocurridas durante más de 44.000 generaciones, todas las bacterias E. coli del experimento del Dr. Lenski eran todavía bac­ terias E. coli-, no evolucionaron para transformarse en otro tipo de bacterias. No se convirtieron en bacterias anaerobias gram-negativas, como la Shigella o la Salmonella. No desarrollaron núcleo. El resultado evolutivo más importante fue la producción de una nueva molécula transportadora, que probablemente ya estaba codificada de forma latente dentro del A D N del organismo. En otras palabras, ninguna de las miles de millones de mutaciones fue capaz de producir información genética nueva. Los estudios divulgados en 2008 por el Dr. Lenski y sus coin­ vestigadores han servido también para demostrar que la selección natural es, en realidad, un mecanismo m uy pobre para optimizar las tasas de mutación en escenarios de tipo m undo real, donde la adecuación a la supervivencia en el medio ambiente es compleja.20 La evolución de tipo 3 requiere que se produzca abundante cantidad de información genética nueva para poder seleccionar la más apta para la supervivencia. Pongamos por caso la evolución de un organismo similar a la levadura común, la Saccharomyces cerevisiae, a partir de una bacteria unicelular tipo la E. coli. En pri­ mer lugar, necesitaríamos aumentar el número de pares de bases del A D N , de 4,6 millones a 12,1 millones. Las levaduras tienen aproximadamente 6.000 genes, casi 50% más que las bacterias, y estos son mucho más grandes, es decir, contienen mucha más información genética. Si las bacterias evolucionaron para conver­ tirse en levaduras, miles de nuevos genes tuvieron que formarse por mutaciones aleatorias. ¡Y una levadura continúa siendo un organismo unicelular! La evolución de un organismo multicelular requeriría la creación de una cantidad mucho mayor de informa­ ción genética nueva. La información codificada en un parásito as­ cáride (Ascaris lumbricoides) está contenida en un A D N de 97 mi-

20J. Clune, D. Misevic, C. Ofria, et al, “Natural Selection Fails to Optimise Mutation Rates for Long-Term Adaptation on Rugged Fitness Landscapes”, PLoS Comput Biology, vol. 4, N° 9 (2008): el000187. En línea: http://www.oMa.com/pubs/2008bCluneEtAl.pdf.


; MU

:¡0 NES ALEATORIAS?

llones de pares de bases, repartidos en aproximadamente 19.000 genes. La evolución de una levadura a uno de estos gusanos reque­ riría la creación de 13.000 genes adicionales de información gené­ tica nueva, formados por mutaciones aleatorias; y estos genes son mucho más largos y complejos que los genes de las levaduras.21 Si siguiéramos subiendo en el árbol evolutivo, y calculáramos la información genética nueva requerida para la aparición de nuevos organismos de nivel superior, veríamos que la cantidad es enorme en cada paso. De acuerdo con la Teoría de la Evolución, toda esta información genética surgió por casualidad como consecuencia de sucesivas mutaciones aleatorias. Es importante enfatizar que se requiere información genética to­ talmente nueva para que la Teoría de la Evolución funcione. La in­ formación genética necesaria para crear una levadura en un m un­ do de bacterias no se asemejaría a nada que hubiese existido antes. La levadura, aunque unicelular, tiene una estructura genética muy distinta de la de una bacteria, pues su A D N se encuentra concen­ trado en el núcleo. Además, la levadura Saccharomyces cerevisiae presenta un tipo de reproducción particular. Existen dos tipos celulares distintos, A y B, que solo se aparean entre sí. Además de la información necesaria para los nuevos procesos de repro­ ducción no presentes en las bacterias, también se habrían tenido que desarrollar, por medio de mutaciones aleatorias no dirigidas, complejos sistemas de reconocimiento celular. Los experimentos del Dr. Lenski, junto con los cálculos de probabilidad desarrolla­ dos en el capítulo anterior, sugieren que la probabilidad de que la información genética necesaria para crear una levadura a partir de una bacteria es tan baja que es imposible en la práctica. Si esto es así cuando nos referimos a organismos muy sencillos que se repro­ ducen a gran velocidad y tienen un gran potencial para sufrir m u­ taciones, la posibilidad de una evolución tipo 3 se complica con­ siderablemente, cuando consideramos cambios entre organismos

21 Human Genome Project Information, Functional and Comparative Genomics Fact Sheet, modificado por última vez el 19 de septiembre de 2008. Véase http://www.oml.gov/sci/ techresources/HumanJjenome/faq/compgen.shtml.


¡

V

pluricelulares situados más arriba en el árbol evolutivo de Darwin. Los animales y las plantas no solo presentan una complejidad ge­ nética infinitamente superior, sino también requieren mucho más tiempo para alcanzar la edad reproductiva. La mayoría de las bac­ terias se duplican en un lapso de entre una y tres horas, y en el laboratorio, la E. coli puede producir una nueva generación cada media hora. Para muchos mamíferos y reptiles, una nueva genera­ ción puede demorar meses o años hasta alcanzar la edad en la que pueden reproducirse. Por lo tanto, se requeriría un tiempo miles de veces más largo a fin de que las mutaciones aleatorias puedan acumularse en las células reproductoras hasta dar lugar a nueva información genética significativa. Los animales tienen un A D N complejo. El A D N de un ratón tiene cerca de 2.600 millones de pares de bases y 25.000 genes, con un tamaño medio de 100.000 bases.22 Pero el ratón es solo uno de 5.487 mamíferos, cada uno de los cuales tiene información genética diferente. Es decir, un ri­ noceronte tiene genes específicos de rinoceronte en su AD N , una vaca tiene los suyos, al igual que un oso; y cada tipo de oso tiene un A D N distinto, con genes singulares. Cada uno de estos genes tuvo que aparecer, según la Teoría de la Evolución, por medio de mutaciones aleatorias. Y no hemos considerado aun los genes específicos de las 9.990 especies de aves, de cada una de las 8.734 especies de reptiles, o de cada una de las 31.153 especies de peces. Si pasamos a los invertebrados, hay genes específicos que caracte­ rizan a cada una de las 100.000 especies diferentes de insectos. En total, son miles de millones de genes distintos, cada uno formado por miles de pares de bases ordenadas en una secuencia especifi­ ca con sentido, los que determinan las características particulares cada una de las 1.700.000 especies del planeta. Y aun quedaría por mencionar los miles de millones de genes diferentes que exis­ tían en el pasado y que se han perdido debido a la extinción. Literalmente, no ha habido tiempo suficiente, en los supuestos cuatro mil millones de años de historia de la vida en la Tierra, para

~Ibíd.


que toda la información genética presente en los genomas de los millones de especies de bacterias, hongos, plantas y animales evo­ lucionara por medio de mutaciones aleatorias a partir del genoma de un supuesto organismo primitivo; lo que, como vimos en un capítulo anterior, es en sí mismo estadísticamente imposible. El I )r. Lee Spetner, quien enseñó durante años Teoría de la Informa­ ción en la Universidad Johns Hopkins, ha publicado numerosos ejemplos de cálculos probabilísticos que demuestran cuán invero­ símil es la evolución de organismos superiores por medio de m u­ taciones aleatorias. Spetner muestra que la generación aleatoria de información genética inédita, necesaria para producir una nueva especie, es estadísticamente imposible. Y basándose sobre la teoría de las probabilidades y la teoría de la información, afirma que la mayoría de los cambios provocados por mutaciones aleatorias son perjudiciales para el organismo, ya que inutilizan parte de la secuencia del A D N .23 Esto es exactamente lo que se observa en el laboratorio. Según puntualizó H . Alien Orr, profesor de Biología de la Universidad de Rochester, “una abrumadora mayoría de las mutaciones aleatorias son perjudiciales, es decir, reducen la apti­ tud; solamente una pequeña minoría es beneficiosa e incrementa la aptitud”.24 Múltiples enfermedades, desde la fibrosis quística hasta la enfermedad de H untington y la tendencia familiar a tener colesterol alto, están relacionadas con secciones faltantes en los ge­ nes y errores en la duplicación del AD N . Listas de más de 10.000 ejemplos de mutaciones o supresiones de genes sospechosas de causar enfermedades genéticas humanas están compiladas en la página web Mendelian Inheritance in M an [Herencia mendeliana en el hombre], de la Universidad Johns Hopkins.25 La investigación del cáncer ha demostrado que los tumores malig­ nos están relacionados con las mutaciones, y que la tasa de mutación

23Spetner, ibíd., pp. 85-160. 24Orr, ibíd., pp. 30-36. 25 En línea: www.ncbi.nlm.nih.gov/Omim/mimstats.html. Ver también: www.hugo-international.org.


es mucho mayor en células cancerígenas que en el resto. Mantener la integridad de su ADN es una prioridad para los organismos. De he­ cho, la mayoría de las especies poseen diversos mecanismos de protec­ ción contra las mutaciones, así como de reparación del AD N erróneo o dañado, con el propósito de minimizar las mutaciones. Cuando estos mecanismos no funcionan porque la actividad de los genes de reparación del AD N queda suprimida por alguna razón, el riesgo de cáncer y de otras enfermedades se incrementa considerablemente.26 La suposición de que las mutaciones son el método de la naturaleza para maximizar la diversidad y así asegurar la supervivencia -lo que constituye la plataforma teórica de la Teoría de la Evolución- está muy lejos de la realidad. Los organismos intentan disminuir al máxi­ mo el número de mutaciones, y cuando estas ocurren, suelen resultar en enfermedades, o incluso la muerte, del individuo. Tal como apun­ ta Spetner, “en teoría, las mutaciones aleatorias no pueden constituir la base de la evolución”.27 Un ejemplo más de la incapacidad de las mutaciones para gene­ rar diversidad biológica útil es el llamado “efecto cuello de botella”. En poblaciones relativamente pequeñas, por ejemplo, de unos 100 individuos, las mutaciones se acumulan como consecuencia de la endogamia. La salud de los individuos se ve afectada por la presencia de A D N dañado en sus genomas, lo que disminuye la capacidad reproductora o la supervivencia. La acumulación de mutaciones no propicia la evolución de una nueva especie, sino que favorece la extinción de la población. Por esta razón, reducir la acumulación de mutaciones es un factor clave para salvar de la extinción a espe­ cies amenazadas.28 La solución para liberar el cuello de botella es introducir información genética nueva incorporando, al conjunto, individuos reproductores procedentes de otra población. La desaparición de plantas y de animales por causas antropogéni-

26 Loeb, Bielas y Beckman, ibíd., pp. 3.551-3.557. 27 Spetner. ibíd., p. 120. 28 J. Sanford, J. Baumgardner, W. Brewer, et al., “Mendel’s Accoimtant: A Biologically Realistic Forward-time Population Genetics Program”, Scalable Computing: Practice and Experience, vol. 8, N° 2 (2007), pp. 147-165.


cas ha alcanzado proporciones realmente preocupantes en los úl timos tiempos; pero la extinción de especies no es un problema nuevo en la historia de la tierra. Utilizando datos del registro fósil, se ha esti­ mado que alrededor del 98% de todas las especies que alguna vez han existido están ahora extintas.29 En total, estaríamos hablando de 100 a 200 millones de formas de vida diferentes que, de acuerdo con los defensores de la evolución, evolucionaron en su mayoría durante los últimos 600 millones de años.30 De ser cierto, esto equivale, en promedio, a la aparición de una nueva especie cada tres o cinco años. Teniendo en cuenta los millones de especies que existen actualmente, si las novedades evolutivas siguieran apareciendo hoy al mismo ritmo, no debería ser difícil observar alguna de ellas, sobre todo consideran­ do los exhaustivos esfuerzos que los científicos han realizado durante los últimos 50 años para demostrar la evolución. Sin embargo, no se ha reportado en la literatura ni un solo ejemplo de un órgano nuevo o mejorado, ni de un sistema nuevo de locomoción, ni de un ojo “superior” más eficiente, ni algún ejemplo de evolución que inclu­ ya información genética totalmente nueva. Cada año, se describen aproximadamente 18.000 nuevas especies en la literatura científica, pero son especies preexistentes, completamente formadas, que se des­ cubren principalmente en regiones remotas del planeta.31 En ningún caso son evidencia de nueva información genética en desarrollo. Por el contrario, lo que los científicos constatan es la pérdida ininterrum­ pida de información genética, a medida que se extinguen más y más especies. El eminente biólogo E. O. Wilson ha estimado que la Tierra está perdiendo anualmente cerca del 0,25% de las especies que que­ dan.32 Los datos recopilados por la IUCN, International Unionforthe

29Evolution 101!, “Patterns in Macroevolution”. En línea: www.evolution.berkeley.edu/ evosite/evolOl/VIBPatterns.shtml. 30Graham Lawton, “Uprooting Darwin's Tree”, New Scientist (24 de enero de 2009), pp. 34-39. 31A.D. Chapman, Numbers ofLiving Species in Australia and the World (Canberra, Austra­ lia: Department of the Environment, Water. Heritage and the Arts, 2009), p. 3. 32Citado en: J. C. Avise, S. P. Hubbell y F. J. Ayala, “In the Light of Evolution II: Biodiversity and Extinction”, Proceedings o f the National Academy o f Sciences, vol. 105, supl. 1 (12 de agosto de 2008). En línea: www.pnas.org/content/105/Supplement_l/! 1453.full.pdf


Comervation o f Nature and Natural Resources [Unión internacional para la conservación de la naturaleza y los recursos naturales],33 corro­ bora esta tendencia a la extinción, junto con las evidencias fósiles de las numerosas extinciones del pasado, y lo supone masivas pérdidas de información genética a lo largo del tiempo. El director del ACAD, Australian CenterforAncientD N A [Centro Australiano de A D N An­ tiguo], Alan Cooper, refiriéndose a la pérdida de la diversidad genéti­ ca al final de la última Edad de Hielo, dijo: “Los estudios de A D N an­ tiguo han revelado que la pérdida de la diversidad genética en muchas especies supervivientes parece haber sido extremadamente grave”.34 En otras palabras, evidencias científicas en muchos ámbitos diferen­ tes no apoyan el incremento de información genética, con el consi­ guiente aumento de la diversidad y la complejidad, requerido por la Teoría de la Evolución; estas evidencias, por el contrario, apuntan a la pérdida continua y progresiva de información genética preexistente. En este capítulo he intentado ofrecer una visión general de la evi­ dencia disponible actualmente respecto de los supuestos motores de la evolución darwiniana: mutaciones aleatorias y selección natural. A continuación, se resumen las principales conclusiones: No se ha observado ni reportado en la literatura científica ningún ejemplo confirmado de evolución tipo 3 (creación de información genética totalm ente nueva). Actualmente, no existe ningún mecanismo conocido capaz de producir este tipo de evolución. Los científicos no han encontrado todavía una explicación plausible de cómo se produjo la cantidad masiva de información genética que observamos a nuestro alrededor. Cálculos matemáticos y estadísticos demuestran que las m u­ taciones no pueden producir la información genética nueva re­ querida para la evolución tipo 3. Los organismos poseen diversos mecanismos para reducir las

33En línea: www.iucnredlist.org. 34Universidad de Adelaida, Australia. Comunicado de prensa (10 de diciembre de 2009). Ver: www.adelaide.edu.au/news/news37301.html.


tasas de mutaciones y reparar el A D N . También, existen meca­ nismos establecidos para prevenir la reproducción entre especies diferentes. En otras palabras, los seres vivos tienden a minimizar los cambios evolutivos. Aun los más simples organismos unicelulares contienen infor­ mación genética extremadamente compleja. Los millones de especies distintas que han habitado la Tierra en el pasado contenían una inmensa cantidad de información genética diversa, la mayor parte de la cual se ha perdido permanentemente. Los científicos continúan observando, en la actualidad, una tendencia a la pérdida de información genética en la naturaleza. La Teoría de la Evolución propone que, en el pasado, hubo poblaciones de organismos unicelulares simples, que evolucio­ naron hacia seres más complejos como resultado de adquirir in­ formación genética compleja a través de mutaciones aleatorias. Este proceso nunca ha sido observado y, sobre la base de nuestros conocimientos actuales de bioquímica y los cálculos probabilísticos apropiados, podemos concluir que esto es completamente imposible. Nuevas especies de organismos caracterizados por novedades evolutivas (nuevos órganos, estructuras o mecanis­ mos fisiológicos) no pueden evolucionar por medio de m utacio­ nes aleatorias. El registro fósil corrobora esta conclusión, dado que en el pasado existía una mayor diversidad biológica que en el presente. Lo que se observa en el registro fósil es extinción, no evolución. Las evidencias sobre este punto se analizarán con mayor detalle en el próximo capítulo.


/

EL REGISTRO FOSIL

na de las razones principales por la que muchos científi­ cos confían en la evolución es la existencia de fósiles de animales y plantas cuyas dataciones indicarían millones de años de antigüedad. En este capítulo, revisaremos aspectos relacionados con el registro fósil, con el fin de comprobar si real­ m ente suministra evidencias en favor de la evolución. Los fósiles son los restos, marcas o moldes de plantas o de anima­ les fallecidos hace mucho tiempo; estos fósiles se encuentran con­ servados de alguna manera, generalmente en rocas, ámbar, alqui­ trán, o en condiciones por debajo de la temperatura de congelación. A veces, los animales han sido sepultados en lava. En una corriente de lava sobre Blue Lake, en el Estado de Washington, hay un molde detallado del cuerpo de un rinoceronte; tan detallado que incluso pueden reconocerse los pliegues de la piel y los ojos. La mayoría de los fósiles, sin embargo, se encuentra en rocas sedimentarias como lodolita, caliza, arenisca, esquisto y carbón. Este tipo de rocas se

U


forman por medio de procesos que involucran la acción del agua. Existen distintos procesos de formación de fósiles, pero en todos los casos se requiere un entierro rápido, para impedir que las plantas o los animales se descompongan, o sean devorados por carroñeros. Cuando los materiales que rodean al organismo se endurecen, este generalmente se descompone, se disuelve y desaparece, pero deja su forma impresa en la roca. Haciendo un molde de yeso de la impresión en la roca, los paleontólogos pueden conocer cómo era el animal original, su concha o sus huesos. Para la preservación de pisadas, rastros y madrigueras en superficies blandas, como arena o barro, es necesario que el material se endurezca rápidamente, para evitar que el viento u otros procesos climáticos alteren las marcas. Algunas veces, las conchas, la madera o los huesos enterrados se transforman literalmente en piedra cuando minerales como el sí­ lice se filtran en el organismo y llenan vacíos microscópicos en el hueso o la madera, o reemplazan las estructuras celulares molécula a molécula. Bajo ciertas condiciones, los tejidos orgánicos como la carne o la celulosa, que están compuestos en gran parte de carbono, hidrógeno y oxígeno, se descomponen y dejan solo un residuo de carbono en la superficie de la roca, que dibuja la silueta original del animal o la planta. En contadas ocasiones los fósiles contienen res­ tos prácticamente inalterados, con una preservación extraordinaria. Se puede citar ejemplares completos de mamíferos extintos, como el m amut lanudo, encontrados en el hielo del Artico. El m am ut de Beresovka, hallado en Siberia oriental en 1901, tenía en la boca ali­ mento todavía sin tragar y sangre coagulada en el pecho. También se han encontrado cadáveres enteros del extinto rinoceronte lanudo en yacimientos de petróleo en Polonia.1 El uso de fósiles con el propósito de calcular la edad de las rocas fue desarrollado durante los siglos XVII al XIX, como parte del avance de la ciencia estratigráfica. En 1669, un doctor danés de1

1 C. O. Dunbar, “Fossil”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Technology (New York: McGraw-Hill Book Company, 1960), t. 5, p. 473. Ver también: I.P. Tolmachoff, “The Carcasses of the Mammoth and Rhinoceros Found in the Frozen Ground of Siberia”, Transactions o f the American Philosophical Society, vol. 23 (1929), pp. 11-74.


nombre Niels Stensen (o Nicolaus Steno) propuso que los estratos, o capas de roca, se depositan horizontalmente de manera secuencial, de manera que en una sucesión sedimentaria no alterada, r^da estrato de roca es anterior al estrato superior. Esta secuencia puede ser alterada, e incluso invertida, por movimientos del terreno pos­ teriores a su deposición; entonces, los estratos aparecen inclinados o incluso perpendiculares respecto del horizonte. Si una formación rocosa, como una intrusión de material magmático o una disconti­ nuidad, como una falla, corta o atraviesa un grupo de estratos, esta tiene que haberse formado después de la deposición en dichos estra­ tos. Utilizando estas leyes estratigráficas, los geólogos pueden deter­ minar las edades relativas de las capas de roca de una formación ro­ cosa, igual que los eventos geológicos que han tenido lugar durante su historia. En 1799, un geólogo británico llamado William Smith propuso que las secuencias de estratos podrían estar correlacionadas entre un área y otra. Por ejemplo, al comparar los fósiles de cada a capa, las secuencias de estratos en Inglaterra podían correlacionarse con las de branda. Smith había estado trabajando con una larga secuencia de formaciones ricas en fósiles que alternaban calizas y es­ quistos en el sur de Inglaterra. Después de recolectar muchas mues­ tras de roca, percibió que cada uno de los estratos tenía un conjunto único de fósiles que podía ser usado para reconocer dicho estrato particular en otros afloramientos rocosos. Lo que Smith descubrió se conoce como el “Principio de sucesión faunística”. Combinando este principio con la ley de superposición de estratos de Steno, se llega a la conclusión de que los fósiles de los estratos inferiores son más antiguos que los fósiles de los estratos superiores. En 1785, unos pocos años antes de que Smith propusiera el principio de sucesión faunística, el geólogo escocés James Hutton publicó su trabajo Theory o fth e Earth [Teoría de la Tierra], en el que presento su “Principio del uniformitarianismo”. Este principio sentó los cimientos para el establecimiento de un nuevo paradigma que cambiaría por completo la geología de la época, y cuyos resultados perduran hasta la actualidad. H utton propu­ so que las leyes naturales y los procesos geológicos que han ido moldeando la Tierra a lo largo de períodos muy largos de tiempo


en el pasado son exactamente los mismos que actúan hoy, y que seguirán haciéndolo en el futuro de la misma manera y a la misma velocidad. Por lo tanto, los procesos geológicos observados actual­ mente pueden ser usados no solo para explicar los que ocurrieron en el pasado, sino también para calcular cuándo ocurrieron. Tres décadas después, Charles Lyell, otro geólogo británico, es­ tudió los fósiles de los Alpes europeos y concibió la idea de divi­ dir el sistema de estratos rocosos en grupos, según la proporción entre conchas marinas de especies recientes y de especies extintas presentes. Lyell había notado que los fósiles de las capas más al­ tas, y por lo tanto las más recientes, parecían más complejos que los fósiles de los estratos inferiores, más antiguos. Esto le sugirió que el tipo de fósiles podía ser usado para establecer el orden de deposición de los grupos de estratos y para relacionar formaciones de distintas localidades. Lyell propuso nombres para estos grupos, que posteriormente fueron asumidos universalmente por los geó­ logos: Eoceno, que significa “Nuevo amanecer”; Mioceno, “Menos reciente”; y Plioceno, “Más reciente”. También publicó una tabla de las conchas correspondientes a la clasificación. La idea de Lye­ ll de correlacionar el contenido fósil de los estratos rocosos y el tiempo geológico apareció por primera vez su el trabajo The Prin­ cipies ofGeology [Principios de la Geología], entre los años 1830 y 1833. Promovió el concepto de “columna geológica”, que fue de­ sarrollado durante las décadas siguientes por él mismo, junto con otros geólogos. Dado que Lyell había asumido el punto de vista del uniformitarianismo de H utton, propuso que la formación de las capas fue consecuencia de los procesos de compresión y el aumento de temperatura que sufren los sedimentos arrastrados por los agentes geológicos tras acumularse lentamente en deltas de ríos, en lagos y mares. Lyell realizó sus propias observaciones para calcular las tasas extremadamente lentas a las que se produ­ cen los procesos geológicos en la actualidad, y las utilizó para es­ timar largas edades para las formaciones geológicas. Una de las estimaciones más influyentes de Lyell fue su cálculo de la edad del desfiladero de las Cataratas del Niágara, que fue utilizado poste­ riormente para demoler la creencia científica en el diluvio bíblico.


sv u u lk

k

?;?5íí S úEi

En tiempos de Lyell, la Universidad de Oxford todavía incluía en la enseñanza de la geología el diluvio bíblico universal, como un evento histórico que ocurrió hace aproximadamente 4.500 años.2 El arzobispo James Ussher había calculado, a partir del registro bíblico y las fechas estimadas para el reinado del rey Salomón, que el diluvio global ocurrió alrededor del año 2349 a.C.3 Cuando Lyell visitó las cataratas en 1841, un habitante local le contó que las cataratas retrocedían alrededor de 90 centímetros cada año. Lyell supuso que esta era una afirmación exagerada, y estimó que una velocidad de recesión más probable era, aproximadamente, 30 centímetros al año.4 A partir de la longitud del desfiladero, de un poco más de 10.500 metros, Lyell calculó una antigüedad aproximada de 35.000 años. Esta cifra fue ampliamente aceptada y sirvió de “prueba”, en las mentes de muchos científicos, de que el m undo debía ser mucho más viejo que las fechas calculadas según el registro bíblico.’ Es revelador notar que la velocidad de 30 centímetros al año estaba basada sobre una conjetura personal de Lyell, y no en una medición científica; pero, aun así, tuvo un efecto profundo sobre la cosmovisión de la comunidad científica en relación con la aceptabilidad de largas edades de las rocas y el registro fósil. Mediciones posteriores mostraron que la velocidad de erosión era, de hecho, mucho más rápida: alrededor de 120 a 150 centímetros al año.6 Si Lyell hubiera realizado su cálculo uti­ lizando la erosión real, habría determinado la edad del cañón en unos 7.000 años, fecha bastante más próxima a las estimaciones propuestas para el diluvio. Si prescindimos del uniformitarianismo y suponemos que la velocidad de erosión pudo ser más rápida

21. T. Taylor, In the Minds ofM en (Toronto, Cañada: TFE Publishing, 1984), p. 66. 3James Ussher, The Aunáis ofthe World (1658). Revisado y actualizado por L. Pierce y M. Pierce (Green Forest, AR: Master Books, 2003), p. 22. 4C. Lyell, Principies ofGeology, 10° ed. (London: John Muiray, 1867), t. 1, p. 361. 5Taylor, ibíd., pp. 82, 83. 6W.M. Tovell, The Niagara River (Toronto, Cañada: Royal Ontario Museum Publication 1979), p. 16.


en el pasado, por ejemplo, durante la retirada masiva de las aguas del diluvio, la antigüedad se acortaría y sería perfectamente com­ patible con el relato bíblico. Dado que en realidad no sabemos con certeza cuál era la velocidad de recesión antes del siglo XVIII, no es posible determinar la edad del cañón por este método. La posición oficial del gobierno de Ontario sobre la edad de las ca­ taratas es que tienen 12.500 años. Sin embargo, esta cifra no está calculada a partir de las tasas de erosión, sino que proviene de esti­ maciones generales, basadas sobre teorías de actividad glacial en el área durante la pasada edad de hielo, que también sugieren que la circulación de agua en las cataratas ha variado considerablemente con el tiempo.7 Aunque Lyell no tenía evidencias científicas demostradas para sus largas edades, sus teorías sobre la edad de las rocas tuvieron una amplia aceptación. A partir de las tasas de erosión de las rocas y de acumulación de sedimentos aluviales en la actualidad, Lyell estimó la velocidad de formación de los diferentes estratos. M idiendo el grosor de los estratos, podía calcularse el período de tiempo que correspondía a cada estrato. Dado que Lyell ha­ bía observado que había estratos sedimentarios de miles de me­ tros de espesor que contenían millones de capas finas, llegó a la conclusión de que los estratos inferiores, así como los fósiles que contienen, debían tener millones de años de antigüedad. Esta metodología permitió calcular los períodos de tiempo in­ dividuales correspondientes a diferentes estratos de la columna geológica. Sumando estos períodos de tiempo, se calculó la edad total de las rocas de las diferentes secciones. Una vez establecida la antigüedad de cada estrato y grupos de estratos, sus conteni­ dos fósiles fueron asignados a períodos de tiempo específicos y empezaron a usarse para datar rocas con esa combinación con­ creta de fósiles. Ninguna región del m undo contiene un registro completo del tiempo geológico; aunque algunos afloramientos, como el Gran

7Ver: www.magaraparks.com/media/geology-facts-figures.htmI.


Cañón del Colorado, muestran estratos de roca que, en términos de tiempo geológico convencional, corresponderían a cientos de millones de años. No obstante, diferentes partes del registro apare­ cen en distintas regiones, y la existencia de secuencias parcialmente solapadas ha permitido establecer correspondencias entre distintas regiones. Por ejemplo, cuando se observa el mismo patrón de capas alternas de caliza y de esquisto con fósiles similares en dos regiones diferentes, se asume que estas tienen la misma antigüedad. Si en una de las regiones las capas de caliza y de esquisto se encuentran en la parte inferior del afloramiento, y en la otra se encuentran en la parte superior, los datos procedentes de ambas regiones se pueden unir para reconstruir una secuencia más extensa. Así pues, la co­ lumna geológica que aparece en los libros de texto no se encuentra tal cual en ningún afloramiento, sino que es un constructo teórico creado a partir de secuencias observadas en diferentes lugares, con la colaboración de geólogos de todo el mundo. La escala de tiempo geológico correspondiente a la columna geológica se calculó a partir del grosor de los estratos, consideran­ do tasas constantes de erosión y de sedimentación. Siguiendo la idea del uniformitarianismo, se asumió que estas tasas habían per­ manecido esencialmente constantes durante cientos de millones de años. Hasta el desarrollo de la datación radiométrica (que se discutirá en mayor profundidad en un capítulo posterior), las es­ timaciones de tiempo geológico variaban hasta en un factor diez.8 La escala de tiempo geológico convencional, aceptada actual­ m ente por la com unidad científica, asigna a la Tierra 4.500 m i­ llones de años de antigüedad, y divide este período de tiempo en eones, eras, períodos y épocas. • El eón Precámbrico abarca desde hace 4.500 millones de años (MA) hasta hace 542 MA. • El eón Fanerozoico abarca desde hace 542 M A hasta el presente, y se divide en tres eras:

8 J. L. Kulp, “Geological Time Scale”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Tech­ nology, t. 6, p. 135.


EL K t.íL rf ¡ KO rU'oíL

La era Paleozoica, que abarca desde hace 542 M A hasta hace 251 MA, y se divide en siete períodos: Cámbrico: 542-488 MA. Ordovícico: 488-444 MA. Silúrico: 444-416 MA. Devónico: 416-359 MA. Misisipiense: 359-318 ALA. Pensilvano: 318-299 MA. Pérmico: 299-251 MA. La era Mesozoica, que abarca desde hace 251 M A hasta hace 65,5 MA, con tres períodos: Triásico: 251-199,6 MA. Jurásico: 199,6-145,5 MA. Cretácico: 145,5-65,5 MA. Y la era Cenozoica, que abarca desde hace 65,5 millones de años hasta el presente, y se divide en dos períodos: Terciario: abarca desde hace 65,5 M A hasta hace 1,8 MA. Se divide en cinco épocas: Paleoceno, Eoceno, Oligoceno, Mioce­ no y Plioceno. Cuaternario: abarca desde hace 1,8 ALA. hasta el presente. Se divide en dos épocas: Pleistoceno y Holoceno.9 Hasta aquí, hemos descrito las bases históricas por las cua­ les el registro fósil ha llegado a ser considerado una prueba de la evolución. Cálculos de tasas de erosión y deposición basadas sobre el uniformitarianismo dieron lugar a estimaciones de lar­ gas edades para los estratos de la columna geológica, que fue­ ron ampliamente aceptados sin discusión porque establecían el marco temporal necesario para la evolución biológica. La ob­ servación, generalmente cierta, de que los fósiles aum entan en complejidad a medida que se asciende en la columna, junto con

9E. J. Tarbuck y F. K. Lutgens, Earth Science, 12° ed. (Upper Saddle River, NJ: Pearson Education, International, 2009), pp. 10, 328.


datos posteriores procedentes de dataciones radiométricas, su­ pusieron apoyo adicional para este paradigma geológico, que ha perdurado hasta la actualidad. Así pues, la mayoría de los textos universitarios en uso citan el registro fósil como evidencia de la evolución.10 Cabe preguntarse, sin embargo, si un cambio de pa­ radigma con distintas asunciones de base perm itiría interpretar la evidencia del registro fósil de otra manera, y alcanzar conclu­ siones científicamente validas aunque completamente diferen­ tes. Dedicaremos el resto del capítulo a resolver esta cuestión. • En prim er lugar, es im portante notar que prácticamente todos los fósiles se encuentran en rocas sedimentarias; es decir, en rocas que se han formado bajo el agua. • En segundo lugar, las rocas sedimentarias que contienen fósiles se encuentran en todo el m undo. Esto significa que la de­ posición de los sedimentos que dieron lugar a estas rocas abarcó grandes extensiones y enterró a millones de organismos durante, supuestamente, millones de años. • En tercer lugar, el proceso de fosilización requiere que plan­ tas y animales sean enterrados rápidamente, de manera que no se descompongan, sean ingeridos por otros animales o se degraden a causa de los agentes ambientales. Muchos de los animales que encontramos fosilizados, como las ballenas y los dinosaurios, son de gran tamaño; por lo tanto, fueron necesarios grandes vo­ lúmenes de sedimentos para su enterramiento. Esto sugiere que algunos fósiles solo podrían formarse bajo lo que llamaríamos “condiciones catastróficas”. De hecho, es m uy difícil que inclu­ so los fósiles más pequeños se hayan formado en condiciones lentas de sedimentación como las actuales, donde en muchos ambientes solo se depositan unos pocos milímetros de sedimen­ to al año. El uniformitarianismo asume que las condiciones del pasado fueron iguales a las del presente, pero en la actualidad no se observan plantas ni animales en proceso de f o s iliz a c ió n • En cuarto lugar, el registro fósil muestra un gran núm ero de

10Ver, por ej.: Linda R. Berg, Diana W. Martin y Eldra P. Solomon, Biology, T ed. (Belmont, CA: Thomson, Brooks/Cole, 2005), pp. 389-401.


especies de plantas y animales del pasado que hoy ya no existen. Ya hemos mencionado que se calcula que entre un 98% y un 99% de las diferentes especies que habitaron el planeta están ex­ tintas. El registro fósil puede considerarse, entonces, una prueba clara de la extinción de múltiples formas de vida. A lo largo de los últimos 2.000 años, se ha registrado todo tipo de observaciones científicas, cuya cantidad se ha ido incrementando, especialmente en los últimos tres siglos. Sin embargo, no se ha ob­ servado que se fosilicen las huellas dejadas en playas arenosas; tam­ poco se ha descubierto en nuestras costas o en los deltas de los ríos evidencias de fosilizaciones recientes de estrellas de mar, cangrejos, algas o aves marinas. Las recientes inundaciones en Queensland, Australia, acabaron con la vida de miles de canguros, lagartos y otros animales, pero no se ha observado que los restos de estos orga­ nismos se encuentren ni siquiera en las primeras fases del proceso de fosilización. Los periódicos no informan de ningún evento natural que haya causado la fosilización de miles de pingüinos, osos polares, ballenas, langostas, peces o conejos. Ni siquiera la caza indiscrimi­ nada de bisontes en las praderas de los Estados Unidos durante el siglo XIX, que llevó a la especie al borde de la extinción, resultó en la acumulación de grandes cantidades de fósiles de bisontes. En otras palabras, bajo las condiciones que producen los depósitos aluviales en la actualidad, y que fueron utilizadas por Lyell en sus cálculos de la antigüedad de las formaciones rocosas, no se observa la for­ mación de fósiles; y no parece que esta sea posible. La existencia de lechos de fósiles que contienen grandes cantidades de restos o de especímenes de gran tamaño indica que estos fósiles se forma­ ron debido a procesos catastróficos ocurridos en el pasado, y por lo tanto, que las suposiciones del uniformitarianismo no se cumplen. La presencia de millones de organismos fosilizados en lechos fósiles de miles de metros de espesor sugiere la acción de procesos geoló­ gicos masivos a una escala mucho mayor que cualquier cosa que haya ocurrido en la Tierra durante los últimos miles de años. Si el uniformitarianismo no es aplicable a la formación de los fósiles, este hecho invalida las estimaciones de la edad de las rocas sedimenta­ rias, de los fósiles que contienen y de la vida sobre la Tierra que se


han calculado siguiendo este principio. El geólogo investigador Dr. Andrew Snelling, de la Universidad de Sidney, describe ejemplos de grandes cementerios de fósiles que ilustran la escala y la magnitud de los procesos de fosilización del pasado.*11 La Formación Morrison y otras equivalentes incluyen extensos cementerios de fósiles que se extienden desde Nuevo México hasta Canadá, cubriendo una superficie de 1,5 millones de kilómetros cuadrados. Esta formación consta de capas de piedra caliza, lodolita, limolita y arenisca, con capas superiores de conglomerado que contienen abundantes restos de dinosaurios, incluyendo segmentos esqueléticos semiarticulados relativamente intactos. Se ha descubierto restos de muchos tipos diferentes de dinosaurios, entre los que se encuentran los famosos estegosaurios y los saurópodos, dinosaurios gigantes que alcanzaban 30 metros de longitud. Imagine las proporciones catastróficas de un evento capaz de arrastrar y enterrar a estos grandes animales. Junto con los restos de dinosaurios, se encuentran fósiles de peces, ranas, salamandras, lagartijas, cocodrilos, tortugas, cangrejos de río y almejas, así como pterosaurios, los lagartos voladores conocidos como pterodáctilos. Esto sugiere que las mismas especies de anima­ les que existen hoy existían también en el pasado, conviviendo con animales como los dinosaurios, que están ahora extintos. Un punto para destacar con respecto a este cementerio es que tanto los dino­ saurios terrestres como los animales acuáticos fueron enterrados en una enorme formación de arenisca conglomerada, que se depositó a partir de agua moviéndose a gran velocidad.12 O tro cementerio espectacular de dinosaurios se ha encontrado en la Cuenca de Nemgt, en Mongolia, donde cientos de esquele­ tos articulados bien conservados de estos animales se hallan ente­ rrados junto a esqueletos de mamíferos, lagartijas y aves. Muchos de los cráneos están prácticamente completos, con las mandíbulas inferiores en su lugar, incluso con partes de las orejas conservadas.

11A. A. Snelling, Earth’s Catastrophic Past (Dallas TX: Institute for Creation Research, 2009), t. 2, pp. 487-577. llIbíd„ p. 571.


En las montañas de Cedarberg, en Sudáfrica, la formación Soom Shale contiene miles de fósiles excepcionalmente bien conservados de braquiópodos, nautiloideos, artrópodos y conodontos, en diferentes localizaciones distribuidas a lo largo de cientos de kilómetros. La preservación de estos fósiles es tan extraordinaria que se aprecia en todo su detalle los órganos sen­ soriales, los apéndices locomotores, las masas musculares fibro­ sas y aun las branquias de los artrópodos, igual que los tractos digestivos de los conodontos. En la formación de esquistos Cow Branch, situada en la fron­ tera entre Virginia y Carolina del Norte, en Estados Unidos, se han conservado abundantes fósiles de insectos completos. Asi­ mismo, hay fósiles de vertebrados de los que se preservaron las partes blandas, y también muchos especímenes articulados de reptiles acuáticos, cuya fosilización es tan perfecta que se aprecia hasta la silueta de los músculos de la cola y los ligamentos de las patas palmeadas traseras. Esta formación contiene una gran cantidad de organismos terrestres, marinos y de agua dulce en­ terrados y fosilizados juntos, en un estado de excelente conserva­ ción. Según señala el Dr. Snelling, estos depósitos sugieren una deposición y un enterramiento catastróficos.13 Uno de los ejemplos más espectaculares de las condiciones catas­ tróficas que prevalecieron en la Tierra y cuyo resultado fue la vasta destrucción de la vida, y su subsiguiente enterramiento y fosiliza­ ción, son los lechos cretácicos de creta, como los famosos acantilados blancos de Dover, en la costa sureste de Gran Bretaña. Estos lechos se extienden a través de Europa, desde Irlanda hasta Turquía, Egipto e Israel, y también se encuentran en partes de Estados Unidos y en la costa de Australia Occidental. Se trata de una distribución global de lechos uniformes de creta de hasta 100 metros de espesor, for­ mados por caparazones de carbonato cálcico de criaturas marinas microscópicas. También contienen fósiles de animales marinos de mayor tamaño, como gasterópodos, ammonites y belemnites.

13Ibíd., pp. 543, 544.


El eminente geólogo y paleontólogo Dr. W illiam A. Cobban afirma que la deposición de enormes yacimientos de creta a lo largo del m undo se corresponde con “la época de mayor inunda­ ción de la superficie terrestre”, y que el cierre de este período fue marcado “por la extinción de los dinosaurios, los reptiles vola­ dores y los grandes reptiles marinos, así como de los ammonites y algunos otros grupos de moluscos marinos”.14 Según podemos ver, el registro fósil es un registro continuo de extinciones masi­ vas en un ambiente marino. El Dr. John Avise y sus colegas del Departamento de Ecolo­ gía y Biología Evolutiva de la Universidad de California, señalan extinciones masivas registradas al final del período Ordovícico, y durante los períodos Devónico, Pérmico, Triásico y Cretácico.15 Los estratos que corresponden a estos períodos geológicos mues­ tran un enterramiento de animales tan catastrófico que eliminó permanentemente a muchas especies. La extinción del final del Ordovícico resultó en la desaparición de un tercio de todas las familias de braquiópodos y briozoos, igual que de numerosos gru­ pos de conodontos, trilobites y graptolites. En total, más de 100 familias de invertebrados marinos, y gran parte de la fauna cons­ tructora de arrecifes, fueron destruidas. La extinción de la última parte del período Devónico afectó al 70% de los invertebrados marinos, incluyendo organismos constructores de arrecifes, bra­ quiópodos, trilobites, conodontos, agnatos y placodermos. La ex­ tinción en masa del Pérmico es la más evidente del registro fósil, con un total de 90% al 95% de especies marinas eliminadas. La fauna desaparecida está comprendida por foraminíferos fusulinidos, trilobites, varios tipos de corales, blastoideos, acantodios, placodermos y pelicosaurios. Otros grupos de organismos que

,4W. A. Cobban, “Cretaceous”, McGraw-Hill Encyclopedici o f Science and Technology, t. 3,p. 542. 15J. C. Avise, S. P. Hubbell y F. J. Ayala, “In the Light of Evolution II: Biodiversity andExtinction”, Proceedings o f the National Academy o f Sciences, vol. 105, supl. 1 (12 de agosto de 2008), pp. 11.453-11.457. En línea: www.pnas.org/content/105/Supplement_l/11453. full.pdf


perdieron cantidades sustanciales de especies contienen briozoos, braquiópodos, ammonoideos, tiburones, peces óseos, crinoideos, euriptéridos, ostrácodos y equinodermos. A pesar de ser la segun­ da en importancia, la extinción que tuvo lugar al final de Cretáci­ co genera un mayor interés entre el público porque incluye la des­ aparición de los dinosaurios. Otros tipos de organismos barridos en este m omento fueron los pterosaurios, la gran mayoría de las aves, los belemnoideos, los ammonoideos, los rudistas bivalvos, reptiles marinos y muchas especies de plantas. Más información sobre los efectos de estas extinciones se puede encontrar en el sitio web del Centro de Geociencias de Ottawa-Carleton.16 Las dataciones convencionales asignan largos períodos de tiempo a cada una de estas extinciones y las sitúan, en el tiempo geológico, separadas por millones de años. Curiosamente, en todos los casos se trata de eventos de extensión mundial que implican condiciones marinas catastróficas: entierros en masa y grandes cantidades de agua en movimiento. Una interpretación alternativa sería considerar que las formaciones rocosas correspondientes a las grandes extinciones se crearon sucesivamente durante un evento catastrófico global, por lo que cada una de ellas requirió un período corto de tiempo (días o semanas). Un ejemplo de la velocidad a la que pueden formarse los estratos durante eventos geológicos extraordinarios es lo que ocurrió durante y después de la erupción del monte St. Helens, el 18 de mayo de 1980. Flujos de gas caliente y fragmentos de piedra pó­ mez, moviéndose a una velocidad estimada de 150 kilómetros por hora, produjeron estratos laminados en unas pocas horas; estratos que, de haber sido datados a partir de las tasas normales de deposi­ ción, habrían correspondido a miles de años. A las pocas semanas, el 12 de junio de 1980, un grueso lecho de 20 metros de espesor conformado por múltiples estratos fue depositado durante una sola tarde. Dos años después, el 19 de marzo de 1982, una pequeña erupción derritió la nieve del interior del cráter y desplazó el agua, creando una poderosa corriente de lodo de 32 kilómetros, que cor­

16Ver: www.park.org/Canada/Museum/extinction/extincmenu.html.


tó un cañón de 43 metros de profundidad a través de roca sólida. Los geólogos pudieron constatar la formación de un Gran Cañón en miniatura en un día, bajo condiciones catastróficas.17 A partir de estas situaciones recientes, podríamos interpretar el registro fósil como evidencia de grandes catástrofes marítimas y volcánicas en todo el mundo. Y, teniendo en cuenta que las formaciones creadas tras la erupción del monte St. Helens demuestran que el principio del uniformitarianismo no puede aplicarse para calcular las edades de las rocas, podríamos también interpretar que todas las extincio­ nes registradas ocurrieron en realidad durante un único evento de inundación universal, y no en media docena de grandes inundacio­ nes separadas por millones de años, o miles de inundaciones locales a lo largo de miles de millones de años. Si conseguimos escapar del paradigma del uniformitarianismo, el registro fósil puede interpre­ tarse claramente como una evidencia de un diluvio global catas­ trófico que exterminó la flora y la fauna que existía sobre la Tierra hace apenas unos pocos miles de años. Examinemos más evidencias científicas que apuntan en esta dirección. En la ciudad de Zhucheng, en China, se ha descubierto más de 3.000 huellas fósiles de seis especies diferentes de dinosaurio, inclu­ yendo tiranosaurios, celurosaurios y hadrosaurios. Todas las huellas tienen la misma orientación, lo que sugiere enérgicamente que estos animales estaban huyendo de alguna catástrofe.18 Otros fósiles ex­ puestos en museos, como el de un ictiosauro dando a luz (Museo de Historia Natural de Stuttgart) o un pez percha comiéndose un arenque (Museo de Historia Natural de Princeton), son claros indi­ cadores de un entierro y una fosilización muy rápidos.19 En 2005, la Dra. Mary Schweitzer, profesora asociada de Cien­ cias Atmosféricas, Marinas y Terrestres de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, y sus compañeros de trabajo, comunicaron el

17John Morris y Steven A. Austin, Footprints in the Ash: The Explosive Story o f Mount St. Helens (Green Forest, AR: Master Books, 2005), pp. 52, 53, 62,74-76. 18Ver: news.bbc.co.uk72/hi/science/nature/8502076.stm. 191. T. Taylor, In the Minds ofM en (Toronto, Cañada: TFE Publishing, 1984), pp. 88, 89.


descubrimiento en la Argentina de cáscaras de huevo de dinosaurios saurópodos excepcionalmente bien conservadas. Debido a que el tejido blando de los embriones se degrada rápidamente después de su muerte, los investigadores afirman que la velocidad de mineralización debió haber sido “prácticamente instantánea”, para que se hayan podido conservar y fosilizar los tejidos blandos.20 La interpretación de una edad relativamente reciente para los fósiles ha quedado respaldada por el hallazgo de proteínas, A D N y tejido blando en fósiles de dinosaurio. Estas biomoléculas se degradan con rapidez y no pueden sobrevivir durante millones de años. Se calcula que si la tem peratura media de las rocas fuera de 10 °C, el A D N desaparecería completamente de los restos fósiles después de 20.000 años. A una tem peratura media de 20 °C, el A D N se habría descompuesto totalm ente y no sería detectable después de aproximadamente 2.500 años.21 Sin em­ bargo, científicos de la Universidad de California informaron en 1990 que habían extraído A D N de muestras de hojas fósiles procedentes de los yacimientos de fósiles de Clarkia, en Idaho, lo cual fue confirmado posteriormente por otros equipos cien­ tíficos.22 De acuerdo con la datación convencional, estos yaci­ mientos pertenecen al M ioceno, con lo que se les asignan edades de entre 17 y 20 millones de años.23 N o obstante, la existen­ cia de fragmentos de A D N que pueden ser recuperados sugiere que la antigüedad de las hojas fósiles de Clarkia es solamente de unos miles de años. En 1991, los científicos de la División

20 M. H. Schweitzer, L. Chiappe, A. C. Garrido, et al., “Molecular Preservation in Late Cretaceous Sauropod Dinosaur Eggshells”, Proceedings ofthe Royal Society B: Biological Sciences, vol. 272 (2005), pp. 775-784. 21 C. Nielsen-Marsch, “Biomolecules in Fossil Remains, Multidisciplinary Approach to Endurance”, The Biochemist (junio de 2002), pp. 12-14. 22S. Kim, D. E. Soltis, P. S. Soltis y Y. Suh, “DNA Sequences from Miocene Fossils: An NDHF Sequence and an RBCL Sequence of Persea Pseudocarolinesis (Lauraceae)”, Ame­ rican Journal ofBotany, vol. 9 (2004), pp. 615-620. 23E. M. Golenberg, D. E. Giannasi, M. T. Clegg, et al.,Letters to Nature, vol. 344 (22 de abril de 1990), pp. 656-658.


de Ciencias Naturales del Laboratorio Nacional de Los Álamos, de Nuevo México, extrajeron proteínas de las vértebras de un fósil de dinosaurio saurópodo (seismosaurio) procedente de la formación M orrison de Nuevo México, con una antigüedad es­ tim ada de 150 millones de años.24 Seis años más tarde, la Dra. M ary Schweitzer y sus compañeros de la Universidad Estatal de M ontana comunicaron el descubrimiento de un fragmento de hueso de Tyrannosaurus rex que contenía glóbulos rojos con he­ moglobina,25 hallazgo que provocó controversia y escepticismo en la com unidad científica. A pesar de la polémica, Schweitzer y sus colegas continuaron buscando ejemplos de tejido blando en muestras de dinosaurio, y descubrieron tejidos elásticos flexibles (matriz ósea, vasos sanguíneos y células) en el interior del miem ­ bro trasero de otro esqueleto de Tyrannosaurus rex. Los investi­ gadores llegaron a la conclusión de que se había demostrado, sin duda, la existencia de restos de tejido blando no fosilizados en extremidades de dinosaurio.26 Otros investigadores empe­ zaron también a buscar evidencias de tejido blando en restos de dinosaurios, y encontraron un material de tipo proteico en huesos del dinosaurio Iguanodon, cuya edad estimada es de 120 millones de años, alrededor del doble de la edad estimada para los restos de Tyrannosaurus rex. El material orgánico recuperado todavía era capaz de inducir una respuesta inmunológica.27

24L. R. Gurley, J. G. Valdez, W. D. Spall, el al., “Proteins in the Fossil Bone of the Dinosaur, Seismosaurus”, Journal ofProtein Chemistry, vol. 10 (febrero de 1991), pp. 75-90. 25M. H. Schweitzer, M. Marshall, K. Carrón, et al., “Heme Compounds in Dinosaur Trabecular Bone”, Proceedings ofthe National Academy o f Sciences ofthe USA, vol. 94 (1997), pp. 6.291-6.296. 26 M. H. Schweitzer, J. L. Wittmeyer, J. R. Homer y J. K. Toporski, “Soft-Tissue Vessels and Cellular Preservation in Tyrannosaurus rex”, Science, vol. 307 (2005), pp. 1.9521.955; M. H. Schweitzer, J. L. Wittmeyer y J. R. Homer, “Soft Tissue and Cellular Preser­ vation in Vertébrate Skeletal Elements from the Cretaceous to the Present”, Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 274 (2007), pp. 183-197. 27G. Embery, A. C. Milner, R. J. Waddington, et al., “Identification of Proteinaceous Ma­ terial in the Bone of the Dinosaur Iguanodon”, Connect Tissue Res, vol. 44, supl. 1 (2003),


El descubrimiento de tejidos blandos conservados en fósiles arroja serias dudas sobre sus supuestas edades de decenas de millones de años. El conocimiento experimental que tenemos sobre la estabilidad de los materiales biológicos indica que no es posible que dichos teji­ dos sobrevivan durante millones de años sin descomponerse. Algunos científicos han intentado refutar estos hallazgos, pero su veracidad ha quedado confirmada recientemente por un artículo publicado en la revista Science, en mayo de 2009. En este artículo, científicos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte informaban de la recupe­ ración de un fémur del dinosaurio pico de pato, Brachyhphosaurus canadensis, encontrado bajo 7 metros de arenisca en la Formación del Río Judith, en Montana oriental. El análisis del hueso reveló tejidos blandos y materia ósea, de donde se aislaron proteínas de colágeno y células óseas, y se identificaron partes de la secuencia de ADN. Dado que los trabajos publicados anteriormente informando sobre la presencia de tejidos blandos en fósiles de Tyrannosaurus rex habían sido polémicos, todos los resultados de este estudio fueron verificados independientemente por investigadores del Beth Israel Deaconess Medical Center, de la Universidad de Harvard y de la Universidad del Estado en Montana.28 El indiscutible descubrimiento de tejido blando en fósiles de dinosaurio es una evidencia a favor de edades cortas para las especies fósiles, y en contra de la evolución. Otras evidencias en contra de la evolución gradual a lo largo de millones de años es la aparición repentina de nuevas especies de animales en el registro fósil, sin que se hubiesen encontrado los supuestos intermedios evolutivos. En la mayoría de las rocas del Precámbrico, nombre asignado a la primera y más larga etapa de la historia de la Tierra, encontramos muy pocos tipos de organismos; hay solo un puñado de fósiles de lo que se cree que eran bacterias y algas primitivas. Sin embargo, al llegar a las rocas del Precámbrico tardío, cuya antigüedad se estima entre 600 y 540 millones de años, aparecen repentinamente fósiles de medusas, corales y anémonas,

28M. H. Schweitzer, W. Zheng, C. L. Organ, et a l, “Bioraolecular Characterisation and Protein Sequences of the Campanian Hadrosaur B. Canadensis”, Science, vol. 324 ( I o de mayo de 2009), pp. 626-631.


'

i.T

similares a las especies actuales. La información genética de estos animales es muy diferente de la de las bacterias y las algas, y si evo­ lucionaron a partir de ellas deberíamos encontrar organismos con características intermedias en las rocas que los separan. Aun así, no se ha encontrado ninguna evidencia de ese proceso de evolución. Incluso más sorprendente es la aparición repentina de un pequeño animal segmentado de siete centímetros de longitud, llamado spriggina, con cabeza y patas, que se encuentra en rocas del Precámbrico tardío de Australia, de Africa y de Rusia.29 La cantidad de informa­ ción genética necesaria para codificar la cabeza, la cola y múltiples segmentos corporales es enorme. No existen evidencias fósiles de organismos intermedios con cuerpos en proceso de desarrollo o en las primeras fases de formación de una cabeza. Tampoco hay una explicación plausible de cómo pudieron aparecer cantidades tan grandes de nueva información genética en un período relativamen­ te breve de tiempo geológico. Justo encima de la frontera con el Precámbrico tardío, se en­ cuentran las rocas del Cámbrico, que contienen fósiles comple­ tamente formados de animales genéticamente muy diversos; de nuevo, sin fósiles intermedios. En las rocas del Cámbrico encon­ tramos fósiles de gusanos segmentados, caracoles, mariscos, erizos de mar, conodontos, nautilos y trilobites. Los trilobites, fósiles m uy comunes en las rocas cámbricas,30 tienen ojos y patas seg­ mentadas. La cantidad de nueva información genética necesaria para producir ojos con todos sus detalles, componentes y mecanis­ mos de enfoque, así como patas con todas sus partes mecánicas y nerviosas, es enorme; pero tampoco se han encontrado evidencias fósiles de animales con patas u ojos parcialmente desarrollados. De acuerdo con la Teoría de la Evolución, los animales alta­ m ente complejos, tales como trilobites y nautiloideos, evolucio­ naron durante períodos de tiempo m uy largos. Si esto es cierto,

29C. Walker y D. Ward, Smithsonian Handbooks: Fossils (New York: Dorling Kindersley, 2002), pp. 44. mIbíd., pp. 56-65.


su evolución debería haber quedado reflejada en el registro fósil; con todo, no encontramos evidencia alguna de que esto haya ocurrido. Si examinamos los estratos por debajo de los trilobites del Cámbrico inferior de Noruega, encontramos 1.200 me­ tros de estratos que no contienen ningún fósil. En Marruecos, encontramos 900 metros que contienen fósiles de organismos constructores de arrecifes, llamados arqueociatos, y bajo estos, 3.000 metros de piedra caliza que contienen solamente estromatolitos, es decir, fósiles de algas. En las montañas Inyo de California, hay una formación de más de 4.200 metros de gro­ sor que contiene fósiles de trilobites y arqueociatos, sobre 2.100 metros de estratos no fosilíferos. El Profesor W. Charles Bell, ex profesor de Geología en la Universidad de Texas, señala que esta misma estructura de estratos no fosilíferos de miles de metros de grosor que subyacen inmediatamente a las formaciones de trilobites del Cámbrico, tam bién se observa en Australia y en Asia Oriental.31 El Profesor Bell señala, además, que el registro fósil del Cámbrico contiene representantes de los principales fi­ los de animales invertebrados, que aparecieron repentinam ente sin evidencia fósil de evolución.32 La aparición súbita de formas de vida en las capas del Cám ­ brico muestra un aumento repentino de diversidad biológica tal, que los científicos lo han llamado la “explosión del Cámbrico”. Este aumento en la diversidad implica un importante incremento en la cantidad y la complejidad de la información genética con­ tenida en estos animales, ,y responsable por sus características. Consideremos, por ejemplo, los nautiloideos del Cámbrico. Estos animales pertenecen al grupo de los cefalópodos, moluscos depre­ dadores inteligentes como los calamares, los pulpos y las sepias. Los paleontólogos del Museo Sueco de Historia Natural han en­ contrado nautiloideos en rocas del Cámbrico, con un sistema de

31W. C. Bell, “Cambrian”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Technology, t. 2, p. 425. ,2lbíd„ p. 426.


propulsión a chorro más sofisticado y eficiente que otras especies encontradas en rocas de períodos posteriores, consideradas millo­ nes de años más recientes.33 El registro fósil, pues, revela formas de vida completamente desarrolladas y muy sofisticadas, incluso en las rocas más profundas. Es también significativo que las especies de nautilos todavía existen hoy, como sucede con muchos otros grupos de animales encontrados en el registro fósil. Las plumas de mar, cuyos fósiles fueron encontrados en rocas del Precámbri­ co, son prácticamente idénticas a las que viven hoy en los fondos marinos; los fósiles Cretácicos de celacanto son iguales que los celacantos que hoy se encuentran en el Océano Indico. Asimis­ mo, son extremadamente similares a sus homólogos modernos muchos de los fósiles de estrellas de mar, langostinos y langostas, cangrejos, libélulas y otros insectos, peces, rayas, distintos tipos diferentes de tiburones, salamandras, ranas, caimanes, cocodrilos, lagartijas, tortugas, aves, y mamíferos que aparecen en los mismos estratos de roca en los que se encontraron fósiles de dinosaurios.34 En la actualidad, observamos especies que se extinguen mien­ tras otras sobreviven; y aquellas que sobreviven no se transforman en especies nuevas sino que, mientras duran, continúan produ­ ciendo el mismo tipo de descendencia. El registro fósil cuenta la misma historia, y no muestra evidencia alguna de evolución. Com o comentamos en un capítulo anterior, estudios de A D N antiguo han demostrado que la diversidad genética era mayor en el pasado. El profesor Alan Cooper, del Centro Australiano de A D N Antiguo, estudió huesos de especies antiguas de la fami­ lia del caballo, y descubrió que la extinta cebra gigante llamada Cape era solo una variante grande de la m oderna cebra de las lla­ nuras. Este tipo de descubrimientos sugiere que la información genética contenida en las especies antiguas era mayor y más rica,

13H. Mutvei, Y-B. Zhang y E. Dunca, “Late Cambrian Plectronocerid Nautiloids and Their Role in Cephalopod Evolution”, Palaeontology, vol. 50, N° 6 (2007), pp. 1.327-1.333. 34Cari Wemer, Living Fossils ~ Evolution: The Grand Experiment (Oreen Forest, AR: New Leaf Press, 2008), t. 2. Esta obra contiene una extensa colección de fotografías de fósiles de la era de los dinosaurios, junto con sus formas vivientes.


lo que perm itió una mayor variación dentro de cada especie. Según Cooper, “hemos subestimado cuánto puede variar una especie en el tiempo y el espacio, y hemos asumido equivocada­ mente una mayor diversidad entre las especies extintas de megafauna”.35 En otras palabras, algunas de las especies extintas que son similares a especies actuales, pero presentan diferencias en cuanto a tam año, color, grosor del pelaje y otros detalles simila­ res, podrían corresponder en realidad a variedades de la misma especie. La especie original contaría con un patrim onio genético rico, que le perm itiría dar lugar a diferentes variedades adap­ tadas a diferentes condiciones ambientales, siempre dentro de los límites de la especie: una cebra grande continúa siendo una cebra y no va a dar lugar a descendientes con alas o con cuernos. C on el paso del tiempo, estas especies originales habrían ido per­ diendo parte de su información genética, y con ella, la variabili­ dad dentro de la especie y parte de su capacidad de adaptación. En este capítulo hemos analizado el registro fósil, y conclui­ mos que no representa una evidencia directa para la evolución. Por el contrario, los fósiles, y las capas sedimentarias que los contienen, pueden interpretarse como evidencias a favor de una inundación catastrófica m undial que produjo la desaparición de la vida preexistente. Hemos argumentado que el principio del uniformitarianismo no es adecuado para calcular las edades de los fósiles, y presentamos descubrimientos científicos, como la presencia de biomoléculas y tejidos blandos en fósiles de di­ nosaurio, que cuestionan las largas edades convencionales.36 Es cierto que no hemos comentado los métodos de datación radiométrica, cuyos resultados de millones de años parecen respal­ dar el modelo evolutivo. Estos métodos y sus deficiencias serán

35 Universidad de Adelaida, Australia. Comunicado de prensa (10 de diciembre, 2009). Ver: www.adelaide.edu.au/news/news37301.html. 36 Para ampliar, ver: J. Lindgren, P. Uvdal, A. Engdahl, A.H. Lee , C. Alwmark, et al., “Microspectroscopic Evidence of Cretaceous Bone Proteins”, PLoS ONE, vol. 6, N° 4 (2011): el9445. doi:10.1371/joumal.pone.0019445. En línea: http://lup.lub.lu.se/luur/ download?func=downloadFile&recordOId=1972940&fileOId=1975834. Ver también: www.creation.com/dino-dna-bone-cells.


analizados en detalle en un capítulo posterior. También mostra­ mos que, en el registro fósil, las especies aparecen completamen­ te formadas, sin intermediarios evolutivos que muestren la ad­ quisición gradual de nuevos órganos o estructuras. La aparición súbita de una elevada diversidad biológica en ciertos lugares del registro fósil, como al inicio del Cámbrico, tampoco apoya el modelo evolutivo convencional. El registro fósil muestra que la diversidad biológica, y la información genética asociada a esta, han sido m ucho mayores en el pasado; de igual modo, muestra evidencias claras de destrucción y enterramiento catastróficos de miles de organismos en todo el m undo, lo que sugiere movi­ mientos de agua a gran escala. En el próximo capítulo trataremos en mayor profundidad el problema de los intermediarios evolutivos en el registro fósil. Posteriormente, analizaremos las pruebas geológicas, históricas y culturales que respaldan el relato bíblico de un diluvio catas­ trófico universal.


INTERMEDIARIOS EVOLUTIVOS AUSENTES EVIDÉÑCVSDEQÜE LÁ^'e VOLUCIÓ n 'NUNCA TUVO.LUGAR

egún los defensores de la evolución, el registro fósil pro­ porciona evidencias directas y extensivas que docum entan la veracidad de la evolución.1 Se afirma que existen restos de organismos con características intermedias que demuestran cómo las sencillas formas de vida primitivas evolucionaron gra­ dualmente, para dar lugar a una gran diversidad de seres vivos1

S

1L. R. Berg, D. W. Martin y E. P. Solomony, Biology, 7a ed. (Belmont, CA: Thomson Brooks/Cole, 2005), p. 339. Ver también: National Academy of Sciences and Institute of Medicine, Science, Evolution and Creationism (Washington, DC: National Academy Press, 2008), pp. 22-25.


complejos. El Dr. Richard Dawkins, en su libro más reciente sobre las evidencias de la evolución, describe un escenario evo­ lutivo en el cual toda la vida se originó en el mar. Posteriormen­ te, algunas criaturas marinas evolucionaron, en etapas sucesivas ,hasta convertirse en criaturas terrestres, y acabaron dando lugar a los reptiles, los insectos, las aves y los mamíferos que cono­ cemos hoy. Dawkins escribe: “Afortunadamente, las etapas de transición de nuestro éxodo, como peces que emergieron a tie­ rra, están documentadas con gran elegancia en el registro fósil”.2 Pero ¿lo están verdaderamente? Consideremos con m ucha aten­ ción las evidencias reales tras esta rotunda afirmación. Para que un pez con branquias y aletas evolucione hasta con­ vertirse en un vertebrado terrestre capaz de caminar y de respirar en tierra, no solo se requiere la formación de pulmones. Además, debe haber una transformación radical del sistema esquelético, que incluya la formación de dedos; la rotación de las extremidades y su fortalecimiento, de manera que puedan soportar el peso corporal; la separación de los hombros del cráneo, que en los peces se encuen­ tran fusionados; y la unión de la pelvis con la columna vertebral. Todos estos cambios suponen una gran cantidad de nueva informa­ ción genética, que debió surgir de mutaciones aleatorias. En otras palabras, en un momento determinado de la historia evolutiva de los anfibios, cuando los gametos masculino y femenino de dos pe­ ces se combinaron para formar un nuevo embrión, este contenía una pequeña modificación fortuita en su ADN, con información genética para comenzar a generar pulmones, lo que confirió a este nuevo individuo una ventaja para sobrevivir y reproducirse. Este proceso se repitió múltiples veces, formando y desarrollando to­ das las nuevas estructuras que hemos citado, hasta dar lugar a los anfibios modernos. El problema principal con esta explicación es que, como hemos argumentado en capítulos anteriores, no existe ningún mecanismo conocido capaz de producir nueva información genética significativa.

2 Richard Dawkins, The Greatest Show on Earth: The Evidence fo r Evolution (London: Bantam Press, 2009), p. 161.


INTERMEDIARIOS EVOLUTIVOS AUSENTAS

La sola evolución de branquias a pulmones implica una enor­ me cantidad de información genética nueva, en forma de miles de bases que tienen que aparecer y acumularse en la secuencia correc­ ta para dar lugar al primer pulmón activo. Estas bases tienen que codificar no solo las nuevas estructuras del sistema respiratorio propiamente dicho, sino también la musculatura, los controles del sistema nervioso, y una nueva química sanguínea con sus mo­ léculas asociadas y las rutas enzimáticas necesarias. Se supone que esto ocurrió lentamente, basándose sobre pequeños cambios acu­ mulativos. Sin embargo, se trata de un proceso genético tan com­ plejo que los científicos no pueden reproducirlo, ni siquiera sobre el papel. No hay nadie que pueda, partiendo del genoma de un pez sin pulmones, enumerar las mutaciones genéticas necesarias para convertirlo en un pez pulmonado. Pese a esto, mucha gente acepta sin discusión que el proceso ocurrió, y que se dio por azar. Simultánea o posteriormente a la formación de los pulmones, la existencia de criaturas capaces de sobrevivir lucra del agua implica también la evolución de una estructura pélvica y de extremidades capaces de soportar el peso del cuerpo. Esto requiere mucha más in­ formación genética nueva procedente de mutaciones aleatorias, que progresivamente tuvo que dar lugar a estructuras óseas, articulacio­ nes, músculos, tendones, ligamentos, vasos sanguíneos y rutas ner­ viosas capaces de controlar el movimiento de los nuevos apéndices. La explicación evolutiva tradicional indica que los peces que po­ dían usar sus aletas para arrastrarse de un pantano a otro sobrevi­ vían mejor a las sequías.3 Una serie de mutaciones sucesivas en las aletas permitió el desplazamiento en tierra firme, y con el tiempo, mutaciones adicionales produjeron modificaciones en el tamaño, la forma y la posición de los huesos, de manera que las extremida­ des pudieron sostener el cuerpo y mejorar la locomoción terrestre. Otros científicos han propuesto que el desarrollo de extremidades capaces de caminar se produjo antes de que los peces abandonaran el medio acuático, y que las utilizaban para desplazarse sobre el fon­

3 Dawkins, ibíd., p. 165.


do.4 En cualquier caso, dados los profundos cambios anatómicos y fisiológicos implicados en la evolución de pez a anfibio, y suponien­ do que los cambios tuvieron lugar en pequeños pasos a lo largo de millones de años, cabría esperar encontrar cantidad de evidencias de este proceso en forma de fósiles de transición. Las formas de transición son extremadamente escasas en el registro fósil, pero los evolucionistas afirman que, en el caso de la evolución de peces a anfibios, la secuencia detallada está bien documentada. Proponen que los anfibios evolucionaron durante el Devónico, a partir de un tipo de peces con aletas lobuladas (sarcopterigios), y presentan como evidencia una serie de fósiles de edades sucesivas, cuyos elementos esqueléticos parecen cam­ biar progresivamente para adaptarse a la locomoción en tierra. Los fósiles que forman dicha secuencia son los siguientes: • Eusthenopterom Fósil que se considera que es el más antiguo y, por tanto, ancestral en esta línea evolutiva. Este pez de aletas lobuladas, que podía medir hasta 1,8 metro, presentaba algunas características comunes con anfibios fósiles del Devónico, como el patrón de huesos del cráneo, el tipo de dientes y los orificios nasales. Además, los huesos de sus aletas eran similares a los de los tetrápodos (animales terrestres de cuatro patas), y se puede distinguir el húmero, el radio y el cubito en la aleta delantera, y el fémur, la tibia y la fíbula en la aleta trasera. El Eusthenopteron era un animal completamente acuático, con forma y locomoción típica de los peces. Tenía aletas dorsales y se propulsaba con mo­ vimientos de la cola. Las aletas no le servían para caminar porque los hombros estaban fusionados con el cráneo, y los huesos de las aletas traseras estaban separados de la columna vertebral. • Panderichthys: Es otro pez de aletas lobuladas, similar al Eus­ thenopteron pero sin aletas dorsales. Ambos fósiles han sido da­ tados con una antigüedad de entre 380 y 385 millones de años (MA). • Tiktaalik. Siguiente fósil de la secuencia, descubierto en 2006,

4James L. Edwards “Two perspectives on the evolution of the tetrapod limb”, American Zoologist, vol. 29, N° 1 (1989), pp. 235-254.


y con una antigüedad estimada de 375 MA. Igual que los anterio­ res, el Tiktaalik era un pez de aletas lobuladas, pero tenía caracte­ rísticas especiales que lo acercan a los animales terrestres. La cabeza del Tiktaalik era similar a la de un cocodrilo, y algunos detalles del esqueleto del cuello y de las extremidades sugieren que podía sujetar el peso de su cuerpo sobre las aletas, en aguas poco profundas. • Acanthostega e Ichthyostega-. Dos de los más conocidos que co­ rresponden ya a anfibios verdaderos. Son los últimos fósiles que vamos a comentar aquí. Medían, aproximadamente, un metro de largo y tenían patas con dedos diferenciados; cuello móvil; cintura escapular (hombros) separada del cráneo; y cintura pélvica unida a la columna vertebral. Estas dos últimas características permitían la locomoción en cuatro patas, típica de los tetrápodos. Estos fósiles han sido datados con antigüedades de alrededor de 365 MA. Esta secuencia de fósiles de transición se puede encontrar, con pequeñas variaciones, en libros de texto, libros de divulgación sobre evolución y artículos científicos. A prim era vista, puede dar la impresión de que realmente muestra la evolución progre­ siva de peces a anfibios por medio de la adquisición de las adap­ taciones necesarias para la vida fuera del agua. Sin embargo, un análisis más profundo puede llevarnos a una conclusión distinta. En prim er lugar, esta secuencia evolutiva no explica una de las adquisiciones evolutivas más importantes y difíciles para el paso del medio acuático al medio terrestre: la aparición de los pulmones. Se considera que el Eusthenopteron, prim er eslabón de la secuencia, ya poseía, además de branquias, pulmones fun­ cionales similares a los de los peces pulmonados actuales. En segundo lugar, los fósiles que forman la secuencia, espe­ cialmente el Tiktaalik, muestran una mezcla de características de distintos grupos animales, pero eso no los convierte autom ática­ m ente en formas de transición.5 En la actualidad, tenemos ejem­ plos de animales, como el ornitorrinco, que a pesar de presentar una extraña combinación de características (es un mamífero con

5P. Garner, “Tiktaalik, the ‘Fishopod’ from the Canadian Artic”, Origins, vol. 48 (2008), pp. 12-14.


pelo que amam anta a sus crías, pero pone huevos y tiene pico de ave), no se considera una forma interm edia entre aves y mamífe­ ros, en proceso de evolución. El hecho de que los peces sarcopterigios del Devónico y los anfibios del mismo período tengan algunas características similares podría explicarse debido a que habitaban ambientes similares y tenían necesidades comunes. En tercer lugar, ninguno de los fósiles de la secuencia muestra estructuras parcialmente desarrolladas, como cabría esperar en un verdadero fósil de transición. Por ejemplo, todos ellos tienen un pa­ trón sim ila r en los huesos de las patas, pero los tres primeros (peces verdaderos) no tienen dedos, mientras que los dos últimos (anfibios verdaderos) tienen dedos perfectamente desarrollados. En ningún momento se aprecia el desarrollo gradual de los dedos. Lo mismo ocurre con la supuesta separación incremental de la articulación del hombro respecto de la cabeza, pues no hay evidencias fósiles de ello.6 Por último, un reciente hallazgo, publicado en la revista Nature en 2010, ha puesto en duda la veracidad de esta secuencia evolutiva, o al menos su datación. Un equipo de investigación dirigido por Grzegorz Niedzwiedzki descubrió, en una forma­ ción rocosa datada con 397 MA de antigüedad, huellas fósiles de un tetrápodo, similar al Ichthyostega, con dedos diferenciados.7 Según este descubrimiento, los anfibios verdaderos serían ante­ riores a los peces de aletas lobuladas, como el Eusthenopteron o el Panderichthys, que se supone que son sus ancestros. Según es posible notar, las supuestas “etapas de transición de nuestro éxodo como peces que emergieron a tierra” no están tan documentadas como algunos afirman. Los datos muestran un conjunto de fósiles claramente separados en dos grupos: peces de aletas lobuladas y anfibios, con algunas características comunes (gran tamaño, cráneo aplanado, huesos de las aletas, etc.), que

6Gamer, “The Fossil Record of ‘Early’ Tetrapods: Evidence of a Major Evolutionary Transition?”, Journal ofCreation, vol. 17, N° 2 (2003), pp. 111-117. Ver también: www.creation.com/tetrapod. 7Janvier, Philippe y Gael Clément, “Palaeontology: muddy tetrapod origins”, Nature, vol. 463 (2010), pp. 40,41.


pueden interpretarse de maneras distintas. No se encuentran ver­ daderas formas de transición con nuevas estructuras parcialmente desarrolladas, y no se explica la aparición de los pulmones, que debieron surgir anteriormente, en un antepasado de los peces sarcopterigios. Estos peces, de aletas lobuladas, son muy diferentes de los actinopterigios, grupo que incluye a la mayoría de los peces que conocemos, cuyas aletas contienen espinas óseas. Ambos gru­ pos, sarcopterigios y actinopterigios, pertenecen a la clase Osteichthyes (peces con esqueleto óseo). Si retrocedemos en el registro fósil buscando las formas de transición que llevaron al desarrollo de los pulmones en los peces sarcopterigios, o la secuencia que demuestre cómo los dos grupos se separaron a partir de un an­ cestro común, no las encontramos. También están ausentes los ancestros de los peces osteictios. El Dr. Rccvc M. Bailcy, profesor de Zoología de la Universidad de Michigan, señala que los fósiles de este grupo aparecen repentinamente, completamente forma­ dos, en los estratos del Devónico Medio. Según él: “Parece claro, entonces, que la historia [la ascendencia evolutiva] del grupo se extiende más atrás en el pasado de lo que el registro fósil revela hasta ahora”.8 En realidad, la aparición repentina de especies completamente constituidas, sin antepasados evolutivos evidentes ni especies inter­ medias, es lo habitual en el registro fósil, y este hecho lo reconocen los propios científicos evolucionistas. El Dr. David M. Raup, con­ servador de Geología del Museo de Historia Natural de Chicago, y antiguo presidente de la Sociedad Paleontológica, declara que los geólogos no observan en el registro geológico el desarrollo gradual de la vida. En su lugar, encuentran especies que aparecen repentina­ mente en las secuencias geológicas, muestran poco o ningún cam­ bio a lo largo de su existencia y luego desaparecen completamente.9

8 R. M. Bailey, “Osteichthyes”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Technology (New York: McGraw-Hill Book Company, 1960), t. 9, p. 442. 9D. M. Raup, Conflicts between Darwin and Palaeontology, Field Museum of Natural History, Boletín 50,1979, pp. 22-29; citado en: A. A. Rotb, Origins: Linking Science and Scriptwe (Hagerstown, MD: Review and Herald Publisfaing Association, 1998), pp. 182,183.


El Dr. Raup señala que la mayoría de los fósiles no muestran los cambios esperados a medida que se asciende en las capas de roca. En realidad, muchos especímenes fósiles que supuestamente tienen millones de años son prácticamente idénticos a especies actuales. Es cierto que hay algunos ejemplos de cambio gradual en el registro fósil, pero se trata de cambios leves en la forma o el tamaño de estructuras preexistentes. Un ejemplo es la diatomea Rhizosolenia, un alga unicelular microscópica que forma parte del plancton. En el registro fósil de Rhizosolenia, se observa un cam­ bio gradual en la forma de la capsula silícea del alga, e incluso un evento de especiación: dos especies muy similares que surgen a partir de una sola.101Lo importante es que al final del proceso seguimos teniendo el mismo tipo de organismo: diatomeas Rhi­ zosolenia. Se trata de un fenómeno similar a lo que tratamos en el capítulo 4, al explicar los típicos ejemplos de evolución de los li­ bros de texto: polillas o guppys que cambian de color, pero siguen siendo sin duda polillas y guppys, respectivamente. Las observaciones del Dr. Raup han sido percibidas también por otros científicos. Por ejemplo, los seres voladores se dividen en cuatro grupos principales: insectos, reptiles voladores (pterosaurios, ahora extintos), aves y murciélagos. Volar es una función m uy especializada, que además de alas requiere muchas caracte­ rísticas; por lo tanto, es de esperar que la evolución gradual del vuelo haya dejado evidencias en el registro fósil. No obstante, la autoridad en insectos Dr. Robín W ootton, de la Universidad de Exeter, explica que cuando los insectos fósiles aparecen en la columna geológica por prim era vez, el vuelo ya está comple­ tam ente desarrollado.11 Una vez más, este hecho supone miles y miles de bases de A D N que contengan toda la información necesaria para codificar las estructuras y las funciones respon­ sables del vuelo, aparezcan por azar en el genoma de insectos

l0Michae! J. Benton y Paul N. Pearson, “Speciation in the fossil record”, Trends in ecology & evolution, vol. 16, N° 7 (2001), pp. 405-411. 11R. J. Wootton, '‘Flight: Arthropods”, en D. E. G. Briggs y P. R. Crowther, eds., Palaeobiology: A Synthesis (Oxford: Blackwell Scientific Publications, 1990), pp. 72-75.


no voladores, y los convierta en voladores en tan corto tiempo que no dejen ninguna evidencia fósil de evolución gradual. El zoólogo Dr. Ariel Roth, graduado de la Universidad de M ichi­ gan y editor de la revista Origins por más de veinte años, señala que los pterosaurios voladores, las aves y los murciélagos tam ­ bién aparecen repentinamente en los estratos fósiles como cria­ turas voladoras desarrolladas por completo.12 El vuelo requiere cambios anatómicos m uy importantes. Las aves poseen huesos huecos reforzados con tirantes entrecruzados, que reducen el peso conservado la fortaleza estructural. En las aves, el sistema respiratorio incorpora estructuras únicas: los sacos aéreos. Estos sacos almacenan aire y actúan como fuelles, lo que mantiene un volumen fijo de aire fresco, que circula por los pulmones y aum enta la eficiencia del intercambio gaseoso, para satisfacer la alta demanda de oxígeno del vuelo. Igual que en los ejemplos anteriores, la cantidad de información genética nueva necesaria para todos estos cambios es enorme. Si, como afirma la 'Icorta de la Evolución, esta nueva información es fruto de mutaciones aleatorias que se fueron acumulando poco a poco, deberíamos encontrar numerosas evidencias fósiles de la evolución gradual de las aves; pero estas evidencias no aparecen en el registro fósil. Las plumas, que caracterizan a todas las aves, ilustran aún mejor este punto. Si bien se supone que las plumas de las aves evoluciona­ ron a partir de las escamas de un reptil ancestral,13 tienen estructuras complejas muy diferentes de las escamas conocidas. Las plumas son resistentes al viento, debido a un ingenioso sistema de lengüetas y barbas (protuberancias y ganchos), que actúan como un velero, pero permiten el deslizamiento. Asimismo, para que el sistema funcione, es necesaria una correcta lubricación que impida que la delicada es­ tructura de enrejado de la pluma se deshiladle. El aceite lubricante procede de la glándula uropigial, o glándula del acicalado, que tam­ bién proporciona impermeabilidad al plumaje, y permite a las aves

12Roth, ibíd., p. 185. a Ibíd.


volar bajo la lluvia y sumergirse en el agua sin mojarse. La evolución de plumas funcionales a partir de escamas requiere la aparición, de manera simultánea, de información genética nueva que codifique las intrincadas estructuras que forman las plumas y la información ne­ cesaria para crear la glándula del acicalado. No hay evidencias en el registro fósil de criaturas con escamas transformándose en plumas.14 En vez de ello, encontramos fósiles de criaturas con plumas completa­ mente desarrolladas, como el famoso reptil-ave. Archaeopteryx.15 O tro grupo cuya evolución carece totalmente de intermedia­ rios en el registro fósil es el de las tortugas. El plan corporal de las tortugas es único entre los vertebrados. El caparazón se forma a partir de placas de hueso y supone una modificación drástica de la caja torácica. Tal como señala el Dr. Roth, cabría esperar encontrar numerosos fósiles de etapas intermedias en la evolución de las tortugas, pero no se ha encontrado ninguna. El registro fósil contiene muchos ejemplares de tortugas, pero to­ dos aparecen completamente formados.16 Un ejemplo similar es el de los dinosaurios con cuernos. Se han hallado miles de fósiles de dinosaurios con cuernos y sin ellos, mas no se encontraron evidencias de un desarrollo progresivo de estos.17 En el caso de las plantas, la ausencia de evidencias fósiles para una evolución progresiva es aún más pronunciada. Las plantas con flores (Angiospermas) aparecen súbitamente, formadas por completo y en abundancia.18 Si revisamos los estratos de la columna geológica, empezando

14A. H. Brush, “On the Origin of Feathers”, Journal ofEvolutionary Biology, vol. 9 (1996), p. 133. Ver también: Barbara J. Stahl, Vertébrate History, Problems in Evolution (New York: Dover Publications, 1985), pp. 349, 350. 15A. J. Charig, F. Greenaway, A. C. Milner, C. A. Walker y P. J. Whybrow, “Archaeopteryx Is Not a Forgery”, Science, vol. 232 (1986), pp. 622-626. 16Roth, ibíd., p. 182. 17Duane T. Gish, Evolution: The Challenge o f the Fossil Record (El Cajón, CA: Creation-Life Publishers, 1986), p. 124. 18A. H. Knoll y G. W. Rothwell, “Palaeobotany: Perspectives in 1980”, Palaeobiology, vol. 7, N° 1 (1981), pp. 7-35.


por la base y prestando atención a cómo y a cuándo aparecen los distintos fósiles, el mismo patrón se hace evidente una y otra vez. En los estratos inferiores, pertenecientes al Precámbrico, los fósiles son bastante infrecuentes y corresponden principal­ m ente a algas, bacterias, y unos pocos organismos marinos de pequeño tamaño. Por el contrario, al llegar a los estratos del Cámbrico, encontramos grandes cantidades de fósiles de ani­ males diversos totalm ente desarrollados. U n ejemplo de la ele­ vada diversidad presente en los estratos cámbricos se aprecia en los fósiles procedentes del yacimiento de Burgess Shale, en las Rocosas Canadienses, famoso por la excelente preservación de criaturas de cuerpo blando.19 En los años 90, los investigadores extrajeron más de 73.000 especímenes de esta formación rocosa, en la mayoría de los cuales se aprecian estructuras corporales y detalles anatómicos tan bien conservados que han proporciona­ do información m uy valiosa sobre el modo de vida de estos or­ ganismos. Algunos casos curiosos de artrópodos procedentes de Burgess Shale son los Waptia fieldenis, un animal parecido a un langostino, y la Marrella splendens, una criatura multisegmentada con muchas extremidades, por entero distinta a cualquier especie conocida de la actualidad. En las rocas del Cámbrico inferior, tam bién encontramos fósiles de trilobites completa­ m ente desarrollados, con su típico exoesqueleto trilobular, pa­ tas articuladas y ojos compuestos.20 Los ojos de los trilobites presentaban una gran complejidad; estaban conformados por múltiples facetas colocadas en diferentes direcciones, con len­ tes individuales capaces de enfocar la luz desde cualquier dis­ tancia.21 A pesar de la abundancia de fósiles de trilobites, no se han descubierto en el registro fósil evidencias de su evolución:

19D. E. G. Briggs, D. H. Erwin y F. J. Collier, The Fossils oftlie Burgess Shale (Washing­ ton, DC: Smithsonian Institution Press, 1994). 20W. C. Bell, “Cambrian”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Technology, t. 2, pp. 424-427. 21K. Towe, “Trilobite Eyes: Calcified Lenses”, Science, vol. 179 (9 de marzo de 1973), pp. 1.007-1.011.


-VÜLíJaüN

sus complejas estructuras corporales aparecen de manera repen­ tina, plenamente formadas y funcionales. Otros seres hallados en las rocas del Cámbrico inferior incluyen esponjas, medusas, corales, anémonas, gusanos, cangrejos herradura, caracoles, braquiópodos y erizos de mar, por nom brar algunas de las especies más conocidas.22 Los nautiloideos, cefalópodos similares a los calamares, son abundantes. 23Estas criaturas eran m uy similares a los nautilos actuales, cazadores inteligentes y agresivos, con so­ fisticados sistemas de propulsión a chorro.24 Se han encontrado, incluso, fósiles de vertebrados en forma de peces cartilaginosos, lo que implica que estos animales existían en la época en la que las rocas del Cámbrico inferior fueron depositadas.25 Com o se indicó anteriormente, los paleontólogos han llamado “explosión del Cám brico” a la aparición repentina de tal abundancia y di­ versidad de especies. La explosión del Cámbrico supone un problema para la Teoría de la Evolución. La ausencia de intermediarios no puede ser expli­ cada alegando que faltan estratos, ya que hay multitud de ejemplos en que cientos ele metros de estratos precámbricos no fosilíferos, sin evidencias de erosión o interrupción geológica entre las capas, yacen bajo rocas cámbricas ricas en fósiles de trilobites.26 Para explicar la explosión del Cámbrico dentro del marco convencional de la Teoría de la Evolución, es preciso aceptar que un gran número de muta­ ciones aleatorias sucesivas produjeron, a partir del A D N de unos pocos organismos sencillos del Precámbrico, toda la información genética necesaria para construir los miles de organismos diferentes

22 Roth, ibíd., pp. 164, 165. 23 Berg, Martin y Solomon, ibíd., pp. 393-395. 24J. B. Wood, “Fossil Cephalopods”, Bermuda Institute ofOcean Sciences, 2010. En línea: www.thecephalopodpage.org/FosCephs.php. Ver también: www.ucmp.berkeley.edu/taxa/ inverts/mollusca/cephalopoda.php. 25 X. G. Zhang y X. G. Hou, “Evidence for a Single Median Fin-fold and Tail in the Lower Cambrian Vertébrate, Haikouichthys Ercaicunensis”, Journal o f Evolutionary Biology, vol. 17 (2004), pp. 1162-1166. 26 Bell, ibíd., p. 425.


que aparecen en las rocas del Cámbrico, en un período de tiempo lo suficientemente corto como para que no aparezcan en el registro fósil. Como ya hemos argumentado en capítulos anteriores, las m u­ taciones raramente son beneficiosas,27 y no son capaces de generar información genética nueva. Una vez más, llegamos a la conclusión de que no existe una explicación conocida ni evidencias fósiles de cómo la evolución pudo dar lugar a tal diversidad biológica por medio de mutaciones aleatorias y selección natural. Por el contrario, en el registro fósil sí encontramos numerosas evidencias de que las especies se m antienen en el tiempo sin grandes cambios. Entre otros, podemos citar el caso de los celacantos vivos, capturados en Sudáfrica en 1938, que eran prácti­ camente idénticos a los celacantos fósiles.28 El Dr. Cari Werner, biólogo y médico de la Universidad de Mis­ souri, y su esposa, Debbie, diplomada en Ciencias, desarrollaron un ambicioso proyecto que consistía en fotografiar decenas de es­ pecímenes fósiles expuestos en museos y hacer una comparación con fotografías de animales actuales. Su trabajo ha sido publicado en dos obras ilustradas de 260 páginas cada una, con fotografías a color de alta calidad, bajo los títulos Evolution: The Grand Experiment [Evolución: El gran experimento] y Living Fossils, Evolution: The Grand Experiment [Fósiles vivientes. Evolución: El gran expe­ rimento].29 Tal como su nombre indica, esta última obra provee de evidencias fotográficas de que muchas especies han permanecido esencialmente inalteradas desde las formas fósiles hasta las formas vivientes del presente. Los libros del matrimonio Werner presen­ tan fotografías de fósiles encontrados en los mismos estratos que los dinosaurios, junto a sus homólogos existentes en la actualidad. Estos incluyen estrellas de mar, ofiuras, erizos de mar, pepinos de

27 D. H. Erwin y J. W. Valentine, “ ‘Hopeful Monsters’, Transposons and Metazoan Radiation”, Proceedings ofthe National Academy o f Sciences, vol. 81 (1984), pp. 5.482, 5.483. 28 Dawkins, ibíd., p. 163. 29 Cari Werner, The Questfor an Answer, Evolution: The Grand Experiment (Green Forest, AR: New Leaf Press, 2009), 1.1; Werner, Living Fossils, Evolution: The Grand Experiment (Green Forest, AR: New Leaf Press, 2009), t. 2.


mar, crinoideos, langostinos, langostas, cangrejos de río, cangrejos, cangrejos de herradura, nidos de termita, libélulas, saltamontes, in­ sectos acuáticos, avispones, escarabajos, moscas escorpión, efíme­ ras, grillos, cucarachas, vieiras, almejas, mejillones, ostras, caracoles, nautilos, escafópodos, braquiópodos, quitones, lombrices de tierra, gusanos tubícolas, esponjas, corales, esturiones, celacantos, peces pulmonados, peces aguja, Amia calva, anguilas, arenques, tiburones ángel, rayas, mixinos, salamandras, caimanes, cocodrilos, serpien­ tes, boa constrictor, lagartijas, tortugas, avoceta (un ave de hoy en día fosilizada junto a un Tyrannosaurus rex y a un Triceratops en Hell Creek, Montana), mamíferos varios, conos de semillas y ramas de secuoya, pifias de Cook, cicadas, ginkgos, heléchos, equisetos, mus­ gos, rododendros, lirios, sasafrás, álamos, y otros árboles y plantas. Los ejemplos que Cari y Debbie Werner han coleccionado no son exhaustivos, pero sirven para mostrar que muchas especies de animales y de plantas que conocemos hoy vivieron al mismo tiem­ po que los dinosaurios, y que las especies supervivientes son simi­ lares a las fósiles, sin signos de evolución. El Dr. Werner afirma en su libro que entre 100 y 200 millones de fósiles se encuentran conservados en museos en todo el m undo.30 Durante el curso de su investigación y la filmación de la serie Evolution: The Great Fxperiment [Evolución: El gran experimen­ to], Werner entrevistó a muchos conservadores de museos, a los cuales preguntó acerca de los fósiles de sus colecciones, muchos de los cuales no se encuentran expuestos para la exhibición públi­ ca, sino que están en los depósitos de los museos. Puede ser que los lectores desconozcan que los paleontólogos han encontrado más de 430 especies de mamíferos fosilizados junto con los dino­ saurios, lo que demuestra que estos animales fueron contemporá­ neos.31 No obstante, el Dr. Werner reporta que no vio expuesto un solo esqueleto completo de mamífero, de los encontrados en

30Werner, The Q uestfor anAnswer, Evolution: The Grand Experimenta t. 1, p. 77. 31 Z. Kielan-Jaworowska, R. L. Cifelli, y Z. X. Luo, Mammalsfrom the Age o f Dinosaurs: Origins, Evolution, and Structure (New York: Columbia University Press, 2004).


los estratos de dinosaurios, en ningunos de los 60 museos que vi­ sitó. W erner afirma que los estratos ricos en fósiles de dinosaurios contienen fósiles representativos de los principales filos animales, incluyendo a las aves, que supuestamente evolucionaron a partir de estos. También hay fósiles de los principales grupos de plantas. De su estudio exhaustivo de los fósiles de los museos y su com­ paración con plantas y animales actuales, Werner concluye que el registro fósil no proporciona evidencias de que la evolución haya tenido lugar.32 Empezamos este capítulo comentando que muchos libros de texto afirman que los fósiles constituyen una prueba directa de la evolución, y que populares científicos como Richard Dawkins defienden que hay abundantes evidencias de esta en el registro fósil. Aun así, un análisis detallado parece indicar más bien lo contrario. La carencia de pruebas fósiles de la evolución ha sido reconocida desde hace algún tiempo. Stephen J. Gould, famo­ so paleontólogo de la Universidad de Harvard, admitió la au­ sencia de evidencias para las etapas intermedias requeridas en las principales transiciones evolutivas. También destacó que el desarrollo incompleto de una estructura nueva carecería de uti­ lidad para el organismo y, por lo tanto, no podría ser objetivo de la selección natural. En sus propias palabras: “¿Qué posible uso podría tener para un reptil el dos por ciento de un ala?”33 La eminente paleóntologa Barbara J. Stahl, diplomada por la Universidad de Harvard, tam bién ha señalado los defectos de las supuestas evidencias fósiles de la evolución,34 y ya hemos co­ mentado anteriormente que el Dr. Raup, conservador de Geo­ logía en el Museo Field de Historia Natural de Chicago, sostiene que los geólogos no encuentran evidencias de evolución en el

32Werner, Living Fossils, Evolution: The Grand Experiment, t. 2, pp. 241-243. 33 Stephen Gould, “Is a New and General Theory of Evolution Emerging?”, en M. Ruse, ed., But Is It Science? (Buffalo, NY: Prometheus Books, 1988), cap. p. 12, 177-194; citado en: Colin Mitchell, The Case for Creationism (Alma Park, Grantham: Autumn House Li­ mited, 1994), p. 129. 34 Stahl, ibíd.


registro fósil. El Dr. Roth concluye su libro de 380 páginas sobre los orígenes con esta frase: “Me sorprende que el concepto de evolución persista, en vista de la escasez de pruebas sólidas que lo respalden”.35 A pesar de ser reconocida por muchos paleontólogos, la au­ sencia de evidencias de la evolución en el registro fósil no se en­ seña a los estudiantes de Biología, ni se divulga entre el público general. De hecho, los libros de texto de referencia sobre Biolo­ gía y Evolución continúan om itiendo toda discusión relativa a las actuales objeciones a la teoría. Según Stephen J. Gould, los árboles evolutivos que adornan nuestros libros de texto están ba­ sados principalmente sobre inferencias, y no evidencias fósiles.36

35Roth, ibíd., p. 362. 36Stephen J. Gould, The Panda ’s Thumb: More Reflections in Natural History (New York: W. W. Norton and Co., 1980), p. 181.


DILUVIO UNIVERSAL: EVIDENCIAS GEOLÓGICAS ran parte de la superficie de nuestro planeta está cubier­ ta por estratos de roca que se formaron bajo el agua. Esta observación no es rebatida por los geólogos. Las rocas sedi­ mentarias, cuyos materiales son depositados principalmente por la acción del agua, cubren aproximadamente el 75% de la superficie terrestre, siendo esquistos, areniscas y calizas las más abundantes. El resto de la superficie terrestre está cubierta por rocas metamórficas, como el mármol, y rocas magmáticas, como el granito y el basalto. Las rocas magmáticas se conforman por solidificación de materiales fundidos procedentes del interior de la Tierra, como la lava de los volcanes. Las metamórficas proceden de otras rocas que se modifican por acción de la temperatura y la presión. A pesar de su amplia distribución, las rocas sedimentarias solo representan un 5% del volumen de la corteza terrestre. Según estas cifras, los

G


sedimentos constituyen una capa extensa, pero relativamente fina, sobre la superficie de la Tierra.1 Cabe preguntarse si dicha capa de sedimentos se depositó a lo largo de cientos de millones de años de eventos locales repetitivos (inundaciones, ascenso y disminu­ ción de los niveles del mar, alteraciones en mares y lagos debidas a terremotos y erupciones volcánicas, etc.) o, por el contrario, se formó en un período de tiempo relativamente breve, a causa de un gran evento de inundación global. La existencia de formaciones geológicas -com o los casi dos kilómetros de profundidad de estra­ tos depositados por agua en el Gran Cañón del Colorado, en Es­ tado Unidos—, de inmensos lechos de caliza depositados por agua, o de los cementerios masivos de fósiles que hemos comentado en capítulos anteriores, resulta significativa a la hora de decantarse por una u otra respuesta. Es de destacar que el desarrollo de teorías para explicar estos y miles de otros depósitos masivos continúa siendo un importante campo de estudio para los geólogos. El reconocimiento del papel de las catástrofes a gran escala en el modelado de la superficie terrestre ha crecido en épocas recientes. Entre otros, el eminente geólogo Derek Ager, del C o­ legio Universitario de Swansea, sostiene que los estratos de roca de todo el m undo indican que ha habido períodos de cambio gradual lento (conocido como “gradualismo” en el modelo del uniformitarianismo), puntuado por inmensos desastres natura­ les ocasionales.12 Una de las observaciones im portantes del profe­ sor Ager es que, muchas veces, la misma combinación de estra­ tos sedimentarios se encuentra en diferentes partes del mundo. En Gran Bretaña, en Groenlandia, en las Rocosas Canadienses y en Australia, los estratos fosilíferos del Cámbrico inferior se encuentran sobre estratos de un tipo especial de arenisca llama­

1R. Siever, “Sedimentary Rocks”, McGraw-Hiü Encyclopedia o f Science and Technology (New York: McGraw-Hill Book Company, 1960), t. 12, pp. 129-135; J.H. Zumberge, Elements o f Geology, 2o ed. (New York: John Wiley and Sons, 1963), p. 44. 2Derek V. Ager, The New Catastrophism: The Impórtame ofthe Rare Event in Geológica! History (Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1995). Ver también: Derek V. Ager, The Nature ofthe Stratigraphic Record, 3o ed. (Chichester, NY: John Wiley and Sons, 1992).


do cuarcita, que no contiene fósiles. Ambos grupos de estratos están separados por lo que en estratigrafía se llama “paraconfor­ m idad”, una línea paralela a los estratos en la que no se apre­ cian señales de erosión. Por debajo de la cuarcita, se encuentra una gran variedad de rocas precámbricas, pero en este caso, sí se aprecian señales de erosión en la superficie de separación. El pro­ fesor Ager señala que esta capa de cuarcita tiene una distribución global, y se encuentra asociada con una combinación de estratos fácilmente identificables, como un conglomerado basal de guija­ rros y materiales redondeados cementados con arenisca, seguido de esquistos marinos y de calizas finas.3 Esto significa lo siguien­ te: los estratos del Cámbrico inferior, que contienen fósiles de muchos tipos de organismos, fueron depositados por la acción del agua sobre otras capas de rocas sedimentarias, siguiendo el mismo patrón de deposición en todo el planeta. La semejan­ za del patrón estratigráfico sugiere que las mismas condiciones ambientales prevalecieron alrededor del m undo, estando todo o gran parte de este cubierto por agua. Es difícil imaginar cómo una serie de eventos locales, en diferentes lugares separados entre sí por cientos, miles o incluso millones de años, podría haber dado lugar al mismo patrón de deposición. Si tal fuera el caso, esperaríamos además encontrar evidencias de erosión entre las series de estratos, causada por los agentes climáticos que actua­ ron sobre la superficie de la Tierra durante todo ese tiempo. Según la interpretación convencional de la columna geológica, las extinciones masivas se han sucedido a lo largo de la historia de la Tierra. En el Capítulo 5 citamos los grandes depósitos de creta en todo el mundo, que se formaron durante un período de inun­ dación de la superficie terrestre, y coincidente con la extinción de los dinosaurios, los grandes reptiles marinos, los reptiles voladores y muchos otros organismos marinos.4Teóricamente, pasaron más de

3Ager, ibíd., p. 11. 4W. A. Cobban, “Cretaceous”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Technology (New York: McGraw-Hill Book Company, 1960), t. 3, p. 542.


E y - C f L ü c ? -m ■400 millones de años entre la inundación mundial del Cámbrico y la inundación mundial del Cretácico, pero el registro fósil indica que hubo varias extinciones masivas más en el período de tiempo intermedio. Evidencias de estas extinciones se observan en estratos correspondientes al final del Ordovícico, y durante el Devónico, el Pérmico y el Triásico;5 lo que implica inundaciones periódicas separadas por decenas o cientos de millones de años. La pregun­ ta permanece: si consideramos el conjunto de los datos geológicos y paleontológicos, ¿apuntan estos a una sucesión de inundaciones locales distribuidas a lo largo de cientos de millones de años, o su­ gieren más bien un gran evento de inundación global más reciente? Una de las primeras pistas que encontramos a favor de una inun­ dación global es la existencia de extensos depósitos sedimentarios que contienen fósiles de organismos terrestres. Por ejemplo, en el parque nacional Zion, en Utah, pueden verse afloramientos del conglomerado Shinarump, una roca sedimentaria que contiene guijarros, arenisca y madera fosilizada. Esta capa, que generalmente tiene menos de 30 metros de espesor, se extiende de manera casi uniforme sobre una extensión de 250.000 kilómetros cuadrados.6 Para quedar distribuido de manera casi ininterrumpida en una zona tan extensa, el material de este depósito tuvo que ser transportado y dispersado por una enorme masa de agua, con gran fuerza. Y el con­ glomerado Shinarump es solo un integrante de la formación Chinle, un grupo de rocas sedimentarias que están dispersas sobre un area estimada de 800.000 a 2,3 millones de kilómetros cuadrados.7

J. C. Avise, S. P. Hubbell y F. J. Ayala, “In the Light of Evolution II: Biodiversity and Extinction”, Proceedings o f the National Academy o f Sciences o f the USA, supl. 1 (12 de agosto de 2008), pp. 11453-11457. En línea: www.pnas.org/content/105/Supplem ent_l/l 1453.full.pdf. Ver también: R. K. Bambach, “Phanerozoic Biodiversity Mass Extinctions”, Animal Review ofEarth and Planetary Sciences, vol. 34 (2006), pp. 127-155. 6 H. E. Gregory, “Geology and Geography of the Zion Park Región, Utah and Arizona, U.S.”, GeologicalSurvey ProfessionalPaper, N° 220, p. 65. 7 S. G. Lucas, “The Chinle Group: Revised Stratigraphy and Biochronology of Upper Triassic Non-marine Strata in the Western United States”, en M. Morales, ed., “Aspects of Mesozoic Geology and Paleontology of the Colorado Plateau”, Unseum o f Northern Arizona Bulletin, No. 59 (1993), pp. 27-50.


O tro caso de roca que contiene fósiles de animales terrestres es la famosa formación Morrison, rica en fósiles de dinosaurio. Esta formación se encuentra en el oeste de los Estados Unidos, y se extiende sobre aproximadamente 1,5 millones de kilóme­ tros cuadrados, desde Texas a Canadá, y tiene un grosor medio de tan solo 100 metros.8 Esto representa otro flujo masivo de sedimentos sobre una vasta área, que enterró a miles de anim a­ les terrestres. Tales depósitos de rocas sedimentarias sumamente extensos, pero relativamente finos, son más consistentes con la deposición por un diluvio catastrófico que con una formación lenta y gradual de los estratos sedimentarios. La formación de arenisca de Coconino, expuesta en el Gran Cañón, es otro ejemplo. Este depósito, con una profundidad me­ dia de 150 metros, cubre una extensión de 520.000 kilómetros cuadrados, incluyendo sus areniscas asociadas.9 La mitad inferior de la arenisca de Coconino contiene cientos de rastros fosilizados de pisadas de anfibios y reptiles. El estudio de estas huellas ha demostrado que, en casi todos los casos, los rastros se dirigen cues­ ta arriba.101Además, aunque se supone que esta formación es de origen eólico, estudios experimentales sugieren que las huellas en­ contradas no fueron impresas en dunas secas, sino bajo el agua.11 En la misma línea, la deposición cruzada presente indica que fue agua que fluía rápidamente lo que produjo dunas submarinas en la formación Coconino. A partir de la forma y el tamaño de las

8 L. F. Hintze, “Geologic History of Utah, Brigham Young University”, Geology Studies Special Publication, N°7 (1988), p. 51. 9 A. A. Sneüing, Earth’s Catastrophic Past (Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2009), t. 2, p. 509. 10 C. W. Gilmore, “Fossil Footprints from the Grand Canyon: Second Contribution”, Smithsonian Miscellaneous Collections, vol. 80, N° 3 (1927), pp. 1-78; citado en: A. A. Roth, Origins: Linking Science and Scripture (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 1998), p. 221. 11 L. R. Brand y T. Tang, “Fossil Vertébrate Footprints in the Coconino Sandstone (Permian) of Northern Arizona: Evidence for Underwater Origin”, Geology, vol. 19 (1991), pp. 1.201-1.204. Ver también: R. Monastersky, “Wading Newts May Explain Enigmatic Tracks”, Science News, vol. 141 (1992), p. 5.


hvs

dunas, se ha estimado que se generaron por corrientes de agua que circularon aproximadamente a 1,5 metros por segundo. Esta velocidad es característica de las corrientes oceánicas profundas que observamos hoy, o de las corrientes generadas por eventos de tipo tsunami.12 El cuadro general que obtenemos al estudiar esta formación rocosa es una imagen de animales que se movían cuesta arriba, en el interior de una corriente de agua que fluía a gran velocidad. Dicha corriente transportaba una cantidad masiva de arena que, al depositarse rápidamente sobre un área inmensa de miles de kilómetros cuadrados, enterró las huellas de los ani­ males y permitió su fosilización. El volumen de arena presente en esta formación de arenisca se estima en el orden de 42.000 kilómetros cúbicos.13 Sin embargo, no existe ninguna fuente cer­ cana pata esta aiena, por lo que tuvo que haber sido arrastrada desde algún lugar en el norte, a lo largo de cientos y cientos de kilómetros, por enormes corrientes de agua en rápido movimien­ to. Evidencias similares de deposición cruzada puede observarse en las formaciones de arenisca del grupo Supai expuestas en el Gran Cañón, situadas varios estratos por debajo de la formación Coconino. En este caso, tampoco existe ninguna fuente cercana para estos enormes depósitos de arena, por lo que los sedimentos tienen que haber sido transportados desde largas distancias por inmensos flujos de agua.14 La formación de arenisca Navajo, en el sur de Utah, presenta un escenario similar, de una masiva formación de arena deposi­ tada por agua, sin una fuente cercana conocida. Sin embargo, en este caso, las partículas de arena contienen pequeñas cantidades de zircon con inclusiones de uranio, que permite identificar su origen. A partir de sus características minerales, los científicos

'-R . C. Blakey y R. Knepp, “Pennsylvanian and Permian Geology of Arizona”, en J. P. Jenney y S. J. Reynolds, ed., “Geologic Evolution of Arizona”, Arizona Geológica! Society Digest, vol. 17 (1989), pp. 313-347. Ver también: Snelling, ibíd, pp. 505-510. 13Ibíd. 14J. S. Shelton, Geology Illustrated (San Francisco, CA: W.H. Freeman, 1966), p. 280.

1


JViO UNIVERS

videncias geológa

han sugerido que los sedimentos depositados en la arenisca N a­ vajo proceden, probablemente, de rocas de las M ontañas Apala­ ches de Pensilvania y de Nueva York, e incluso de antiguas m on­ tañas de Canadá.15 Si esta hipótesis es correcta, significa que los inmensos volúmenes de arena que constituyen esta formación fueron transportados a lo largo de más de 2.000 kilómetros, a través de lo que actualmente es América del Norte. Según la interpretación geológica convencional, estos depó­ sitos se formaron lentamente a lo largo de millones de años. Pero no existen procesos geológicos graduales conocidos capaces de transportar y depositar volúmenes tan grandes de material a tales distancias. Por el contrario, todas las evidencias anteriores apuntan a movimientos catastróficos de agua a una escala nunca registrada en los últimos 3.000 o 4.000 años. Un segundo aspecto que resulta problemático para el modelo del uniformitarianismo es la ausencia de cañones, desfiladeros, valles y hondonadas preservados en los estratos. Si los depósitos sedimentarios alrededor del m undo se estuvieron formando du­ rante cientos de millones de años, esperaríamos descubrir num e­ rosas evidencias de erosión en la columna geológica, en forma de superficies irregulares entre los estratos. En nuestro m undo m oderno, la superficie del terreno es m uy irregular, ya que está constantem ente afectada por la lluvia, el viento, las corrientes de agua y los cambios de temperatura. Si la deposición de las capas de sedimentos se producía en la antigüedad de una manera simi­ lar al modo en que ocurre en la actualidad, los estratos deberían m ostrar las mismas irregularidades. No obstante, las superficies de erosión son escasas en la columna geológica. Esto puede com­ probarse en muchos lugares donde las capas quedan expuestas a la vista, como en los cortes verticales artificiales junto a carre­

15 J. M. Rahl, P.W. Reiners, I. H. Campbell, et a l, “Combined Single-Grain (U-Th)/He and U/Pb Dating of Detrital Zircons from the Navajo Sandstone, Utah”, Geology, vol. 31, N° 9 (2003), pp. 761-764. Ver también: S. R. Dickinson y G. E. Gehrels, “U-Pb Ages of Detrital Zircons from Permian and Jurassic Eolian Sandstones of the Colorado Plateau, USA: Paleogeographic Implications", Sedimentary Geology, vol. 163 (2003), pp. 29-66.


7

; ■' V

\

teras y autopistas, en los acantilados costeros o en los desfila­ deros de los ríos. En la mayoría de los casos, existe m uy poca o ninguna evidencia de erosión entre las capas. Muchos lectores habrán visto fotografías de las gruesas pilas de estratos horizon­ tales paralelos que conforman las paredes del Gran Cañón. En la pared del extremo oriental, hay un acantilado de 1.200 metros, formado por estratos horizontales donde se observa una capa sobre otra sin señales significativas de erosión. Esta secuencia de estratos, que empieza con la arenisca cámbrica Tapeats y conti­ núa hasta la caliza Kaibab del Pérmico tardío, cubre un período de casi 300 millones de años. ¿Cómo es posible evitar la erosión durante semejante período de tiempo? Si cabe, la ausencia de señales de erosión es aun más problemática cuando consideramos los estratos geológicos ausentes. A lo largo de la secuencia del Gran Cañón encontramos un hiato donde deberían estar las capas del Ordovícico y del Silúrico. Aunque faltan estratos correspondientes a 100 millones de años, aproximadamente, las ca­ pas inferior y superior son paralelas entre sí, y no hay prácticamente señal alguna de irregularidad.16 En otra parte de la secuencia, existe un hiato de 14 millones de años, otra vez sin señales importantes de erosión.17 El Gran Cañón no es el único lugar donde encontramos capas sedimentarias paralelas horizontales, supuestamente deposita­ das con millones de años de diferencia sin señales significativas de erosión en la superficie de separación de los estratos. Si recordamos que la deposición de los sedimentos implica normalmente corrien­ tes de agua de gran caudal, es muy difícil imaginar cómo pudieron dichas corrientes no afectar a las capas subyacentes. Resulta más lógico pensar que los estratos fueron depositados al mismo tiempo, o en una sucesión relativamente breve a lo largo de días o meses, sin tiempo suficiente para que haya erosión. Los geólogos conocen la existencia de estas brechas, o hiatos, desde hace mucho tiempo.*1

16S. S. Beus, “Temple Butte Formation”, en S. S. Beus y M. Morales, ed., Granel Canyon Geology (Oxford and New York: Oxford University Press, 1990), pp. 107-117. 11R. C. Blakey, “Supai Group and Hermit Formation”, en Beus y Morales, ibíd., pp. 147-182.

11b


_UVIO UNIVER;

bVIUhNC

OLOG ¡ P A Q

El Dr. Ariel Roth, quien dirigió el Instituto de Investigación de Geociencia de la Universidad de Loma Linda, en California, cita varios ejemplos de hiatos encontrados en diferentes partes del m un­ do. Comenta cómo los hiatos que se hallaron en los depósitos de carbón australianos y en los Alpes europeos son difíciles de explicar dentro del modelo de largas edades, y se adecúan mejor al modelo de un diluvio universal reciente.18 Otro indicio que apoya la idea de que gran parte de los estratos que forman la columna geológica y los fósiles que contienen fueron depositados simultáneamente durante un evento catastrófico glo­ bal, son los múltiples casos en los que los estratos aparecen en un orden distinto al que deberían. Existen varios ejemplos destacados de este fenómeno en diferentes lugares del mundo. En Lochseite, Suiza, encontramos rocas del Jurásico, con una antigüedad estima­ da de 180 millones de años, situadas sobre rocas del Eoceno, que en teoría tienen 60 millones de años. La explicación convencional para que los estratos aparezcan en orden invertido es el llamado “cabalgamiento”, una estructura geológica causada por fuerzas de compresión que provocan la rotura de un bloque de estratos y el desplazamiento relativo de una de las partes sobre la otra, de ma­ nera que capas antiguas que estaban en la parte inferior acaban encima de otras más recientes. Esta explicación es aplicable en m u­ chos casos, pero dudosa en este escenario particular. En el cabal­ gamiento del Glarus, nombre que recibe esta secuencia anómala de estratos, las rocas habrían tenido que desplazarse 34 kilómetros desde su posición original para llegar al lugar donde se encuentran hoy; pero no se observa evidencia alguna de dicho desplazamiento, ya que los estratos supuestamente más antiguos se sitúan paralela­ mente sobre los más recientes, separados por una paraconformidad (superficie de separación sin irregularidades ni señales de erosión, idéntica a la que separa dos estratos que se han depositado sucesi-

18A. A. Roth, “Those Gaps in the Sedimentary Layers”, Origins (GRI), vol. 15 (1988), pp. 75-92. Ver también, A. A. Roth, “Implications of Paraconformities”, Geoscience Reports, vol. 36 (2003), pp. 1-5.


E V O L U C IÓ N & vamente uno sobre otro).19 Que un bloque gigantesco de roca se haya desplazado semejante distancia y haya terminado asentándose sobre una secuencia de estratos más reciente, sin provocar erosión masiva, rotura ni plegamiento de los estratos subyacentes, no pare­ ce razonable. De hecho, hace unos años se reportó en la literatura geológica que los cabalgamientos de más de media m illa (casi un kilómetro) son poco defendibles. La razón es que la enorme ten­ sión requerida para empujar bloques de estratos a distancias supe­ riores a media milla sería tan grande que se aliviaría automática­ mente por medio de rupturas sucesivas y deslizamiento de bloques más pequeños unos sobre otros. Como resultado, se observaría una estructura repetitiva formada por bloques menores imbricados, en lugar de una gran losa de estratos desplazada a gran distancia y depositada sobre un bloque subyacente pasivo.20 La ausencia de imbricación en el cabalgamiento del Glarus sugiere que la enorme fricción se redujo de algún modo. Un diluvio universal catastrófico proporcionaría una explicación razonable pues, en ese escenario, se producirían fuerzas hidráulicas de gran magnitud y suficiente lubricación para impulsar el deslizamiento de los grandes bloques de roca implicados en esta formación. Analicemos algunos ejemplos más de formaciones donde los es­ tratos aparecen en un orden que no concuerda con su edad estimada: • En las montañas Franklin, cerca de El Paso, Texas, las calizas del Ordovícico Superior (450 MA) recubren estratos del Cretáci­ co Inferior (130 MA). Nuestros conocimientos actuales sobre las tasas de erosión indican que es m uy difícil que estratos ordovícicos relativamente blandos hayan resistido la erosión durante cientos de millones de años, y hayan permanecido en su lugar hasta que ser empujados y colocados sobre rocas mucho más recientes. •E n el Parque Nacional de los Glaciares, al sur de Alberta y las montañas Chief, en Montana, que se extiende aproximadamente

l9Colin Mitchell, The Casefor Creationism (Alma Park. England: Autumn House Limited, 1994), p. 100. 20A. D. Lawson, “Folded Mountains and Isostasy”, Bulletin o f the Geológica1 Society o f America, vol. 38 (1927), pp. 253-273.


800 kilómetros a lo largo de las Montañas Rocosas, hay un área de varios miles de kilómetros cuadrados donde el orden de fósiles no sigue el patrón evolutivo convencional. En este zona, encontra­ mos calizas precámbricas (600 MA), cámbricas (500 MA, aproxi­ madamente), y otros sedimentos paleozoicos que yacen sobre es­ quistos cretácicos que contienen fósiles de dinosaurios (100 MA), separados una vez más por una paraconformidad. Los geólogos han intentado explicar el orden anómalo de los fósiles teorizando sobre un cabalgamiento gigantesco, conocido como el “cabalga­ miento de Lewis”, que habría desplazado las rocas entre 50 y 100 kilómetros, deslizándolas de Oeste a Este sobre los estratos más recientes. El problema es que no se observan siquiera evidencias de superposición o de ruptura.21 Este tipo de estructuras sugieren, una vez más, la existencia de fuerzas hidráulicas de gran enverga­ dura, que facilitaron dicho movimiento. Resulta poco creíble que miles de kilómetros cuadrados de estratos sedimentarios, depositados con 400 millones de años de antelación, puedan ser desplazados sobre otra capa sin de­ jar señales de ruptura o de los efectos de la fricción. Además, como veremos en un capítulo posterior, durante el período de 400 millones de años que supuestamente separa los dos tipos de rocas, las pérdidas de material por erosión habrían sido suficien­ tes para eliminar completamente las M ontañas Rocosas varias veces. Cuando consideramos el conjunto de evidencias relacio­ nadas con los cabalgamientos, incluyendo la falta de señales de erosión entre los estratos, la escala convencional de millones de años debe ser cuestionada seriamente. Teniendo en cuenta la ne­ cesidad de contrarrestar fricciones descomunales, la explicación más razonable para la formación de los cabalgamientos es que las capas implicadas se depositaron y desplazaron durante un diluvio masivo, y que los organismos fosilizados en las capas del Cámbrico y del Cretácico existieron simultáneamente, o con m uy poca diferencia temporal.

21Mitchell, ibíd., p. 100.


íñ iG U S a Ú M iM P D u X lu :

-E n Arizona, las rocas pérmicas de la montaña Empire, cuya datación indica más de 200 millones de años, recubren sedimentos cretácicos de alrededor de 100 millones de años. En este caso, la superficie de separación entre ambos es muy irregular, de manera que los depósitos del Pérmico se incrustan en hondos surcos presen­ tes en material cretácico subyacente. La forma de esta superficie de contacto se ha comparado con engranajes formados por ruedas den­ tadas.22 Resulta sumamente difícil imaginar cómo podría formarse este tipo de estructura si los estratos más antiguos hubieran sido empujados lateralmente sobre los más recientes. Aun si la superfi­ cie original de las capas del Cretácico hubiera estado erosionada en forma de grandes surcos antes del cabalgamiento, el deslizamiento lateral de las rocas pérmicas sobre ella debería haber destruido los relieves, o al menos haber dejado marcas visibles como superficies pulidas, señales de raspado o materiales arrancados. Todos estos casos de estratos aparentemente desordenados su­ gieren que la visión convencional que implica el transcurso de millones de años para la deposición de las capas de la columna geológica es errónea. O tro problema que enfrenta el modelo geológico de largas edades, relativo a la tasa de formación de los depósitos sedimen­ tarios, es la presencia de árboles fosilizados en posición vertical que atraviesan un gran número de estratos. En los despeñaderos de Joggins, en Nueva Escocia, se encuentra una gran cantidad de estos fósiles, así como en la ladera de Specimen Ridge, en el Parque Nacional Yellowstone, Estados Unidos. Ya en el siglo XIX, los geólogos C. Lyell y J. W Dawson estudiaron los árboles fósiles verticales de Joggins, e informaron sobre restos de animales fosi­ lizados dentro de algunos de ellos.23 Investigaciones recientes han confirmado la presencia de troncos fosilizados de hasta 5 metros de alto y 75 centímetros de diámetro, con cerca de 100 especí-

22Ibíd. 23J. W. Dawson, “On the Results of Recent Explorations of Erect Trees Containing Animal Remains in the Coal-formation of Nova Scotia”, Phüosophical Transactions ofthe Royal Society ofLondon, vol. 173, N° 2 (1882), pp. 621-654.


DILUVIO i.JNIVEF

)C r.

LAS

menes en su interior, incluyendo numerosos invertebrados y 11 tipos diferentes de vertebrados.24 También se han hallado restos fosilizados de reptiles y anfibios en los estratos adyacentes, en la parte exterior de los árboles. Muchos de los troncos están huecos y rellenos de sedimentos que, probablemente, fueron transportados hasta allí por una corriente de agua a gran velocidad, que atrapó a los diferentes animales que se encuentran fosilizados. La presencia de estratificación cruzada en areniscas del interior de los troncos también confirma la circulación rápida de corrientes de agua.25 El conjunto de datos sugiere que estos grandes árboles en posición vertical fueron enterrados rápidamente por corrientes de agua, que se movían a velocidad vertiginosa y arrastraban a su paso seres vivos y enormes cantidades de sedimento. Los informes de árboles fósiles casi verticales que atraviesan múltiples estratos se encuentran con frecuencia en la literatura, particularmente en asociación con depósitos de carbón de di­ ferentes partes del m undo, incluyendo la Antártida.26 N o lejos de donde vivo, al norte de Sídney, se encuentra Newcastle Coal Measures, una famosa formación rica en carbón. El investigador Dr. Andrew Snelling, diplomado por la Universidad de Sídney, explica que estas capas de carbón presentan una estructura re­ petitiva y contienen troncos de árboles fosilizados en posición vertical. Yo mismo he visto algunos de estos fósiles cerca del M ar de Swan. Algunos de los árboles se asientan sobre una veta de carbón, atraviesan los estratos superiores y alcanzan la siguiente veta. El Dr. Snelling señala que, según los mineros, algunos de los troncos m iden hasta 9 metros de longitud y atraviesan varias

24A. C. Scott y J. H. Calder, “Carboniferous Fossil Forests”, Geology Today, vol. 10, N° 6 (1994), pp. 213-217. 25 C. F. K. Diessel, Coal-bearing Depositional Systems (Berlín: Springer-Verlag, 1992), p. 390. 26 D. I. M. Macdonald y J. E. Francis, “The Potential for Cretaceous Coal in Antartica”, en P. J. McCabe y J. T. Parrish, ed., Controls on the Distribution and Quality o f Cretaceous Coals, The Geological Society of America Inc. (Boulder, Colorado, 1992), pp. 385-393.


evüí ución

iMpesiaii:

vetas de carbón, además de estratos de arenisca y otros sedimen­ tos.27 Una de las características comunes de estos fósiles es que, ge­ neralmente, carecen de sistema radicular y no suele haber evi­ dencias de la superficie en la que originalmente crecieron. Según el Dr. Snelling, a pesar de que algunos de estos troncos tienen varios metros de largo, las copas de los árboles no se encuentran conservadas con ellos. En todos los casos, la parte superior del tronco está rota y, con frecuencia, tam bién falta la parte inferior; esto sugiere que, en la mayoría de los casos, los árboles fueron arrancados de su lugar de origen y transportados a una nueva ubicación, donde quedaron enterrados rápidamente. En la ma­ yoría de los casos, este proceso violento habría causado la pérdi­ da de las copas de los árboles, y tam bién de las raíces y de la parte inferior del tronco. Evidencias concluyentes de que los árboles fosilizados en posición vertical no tienen por qué encontrarse en su ubicación original, se obtuvieron tras la erupción del m onte St. Helens, en 1980, cuando miles de árboles flotaron en posi­ ción vertical hasta el lago Spirit, en el Estado de W ashington.28 Derek Ager, profesor emérito de Geología en la Universidad de Swansea, en Gales, considera que los árboles fósiles en posición vertical son evidencia de sedimentación m uy rápida en el pasa­ do.29 Eso es exactamente lo que ocurrió durante la erupción del m onte St. Helens: se formaron capas estratificadas de hasta 130 metros de espesor, a causa de las avalanchas de lodo y la preci­ pitación de ceniza volcánica. Uno de estos depósitos, de más de 30 metros de espesor, se formó en un solo día: el 12 de junio de 1980. Dicho depósito contenía un estrato de 8 metros, com­ puesto por más de 100 capas finas, y estaba ubicado entre un de­ pósito de corriente de lodo de 5 metros y una capa de ceniza de

27 Snelling, ibíd., t. 2, pp. 566, 567. 28 H. G. Coffin, “Erect Floating Slumps in Spirit Lake, Washington”, Geology, vol. 11 (1983), pp. 298, 299. 29 Derek V. Ager, The New Catastrophism (Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1993), p. 49.


UiLUVí

UNIVERSAL

UC . N l .i r

8 metros. La formación de este tipo de depósitos multicapa se ha visto tam bién tras la actividad de huracanes y torm entas.30 Estas observaciones nos perm iten afirmar que en un escenario como el diluvio universal, cuyas condiciones catastróficas podrían incluir no solo movimientos masivos de agua, sino tam bién una intensa actividad sísmica y volcánica, incluso las formaciones geológi­ cas de mayor envergadura podrían haberse desarrollado en un período de tiempo relativamente breve. Sin embargo, si estas formaciones se dataran a partir de las tasas de sedimentación ac­ tuales siguiendo el modelo del uniformitarianismo, aparentarían tener una edad m ucho mayor. Hemos descrito numerosos datos, procedentes de la estrati­ grafía y de la paleontología, que han demostrado ser más com ­ patibles con el modelo de un diluvio universal catastrófico que con el modelo convencional de largas edades. A continuación, analizaremos evidencias geológicas de cómo ha cambiado el cli­ m a a lo largo de la historia de la Tierra, y nos preguntaremos hacia dónde apuntan dichas evidencias. Se ha descubierto antiguos cursos de ríos, tan grandes como el Nilo, bajo las arenas del desierto de Sahara, y tam bién fósiles de cocodrilos e hipopótamos, y evidencias de presencia humana, como anzuelos y arpones. Esto sugiere que esa área fue mucho más húm eda en la antigüedad.31 También sabemos que, en el pa­ sado, muchos lagos eran más grandes que en la actualidad. Por ejemplo, el Gran Lago Salado de Utah era, aproximadamente, 17 veces mayor. El lago Chad, en África, tenía casi 1.000 kilometros de largo, con una entrada de agua 16 veces superior a la actual; y el Manly, un lago de 180 metros de profundidad, cu-

30 Steven A. Austin, ed., Granel Canyon, Monument to Catastrophe (Santee, CA: Institute for Creation Research, 1994), pp. 37, 38. 31H. J. Pachur y S. Kropelin, “Wadi Howar: Paleoclimatic Evidence from an Extinct River System in the Southeastern Sahara”, Science, vol. 237 (1987), pp. 298-300; B. D. Shaw, “Climate, Environment and Prehistory in the Sahara”, World Archaeology, vol. 8. N° 2 (1976), p. 142.


fiWAUjeiÓMSNi < bría parte del Valle de la Muerte, en California.32 Estos son indi­ cadores de una hum edad elevada. Por otro lado, existen también abundantes evidencias de extensa glaciación y vastas llanuras de hielo, que se formaron en el pasado coincidentemente con la extinción de grandes animales, como los m am uts lanudos. Condiciones climáticas de hum edad alta y temperaturas cáli­ das, seguidas por la Edad de Hielo y un calentamiento gradual posterior, son exactamente el escenario propuesto por el meteo­ rólogo Michael O ard dentro de su modelo de diluvio universal.33 A pesar de esto, los glaciólogos que adhieren al modelo de lar­ gas edades han datado las capas de hielo de las regiones ártica y antártica por métodos convencionales, y han obtenido fechas que se remontan a cientos de miles de años en el pasado. Su conclu­ sión es que la Tierra ha pasado, al menos, por 30 edades de hielo sucesivas. Los cambios climáticos cíclicos necesarios para explicar repetidas edades de hielo se han explicado por medio de la teoría astronómica propuesta por el astrofísico serbio M ilutin Milankovitch. Según Milankovitch, debido a las influencias gravitatorias de los demás planetas del Sistema Solar, los parámetros astronó­ micos del movimiento de la Tierra varían cíclicamente a lo largo de los milenios. La forma de la órbita de la Tierra, la distancia al Sol en el momento de los solsticios y los equinoccios, y la inclina­ ción del eje de la Tierra cambian periódicamente, y se combinan de forma compleja en los llamados “ciclos de Milankovitch”. El resultado de estos ciclos son variaciones periódicas leves en la can­ tidad de radiación solar recibida en la Tierra, lo que habría provo­ cado múltiples edades de hielo a lo largo de la historia del planeta. Esta teoría presenta problemas importantes. En prim er lugar, los cambios en los niveles de radiación son demasiado pequeños

32R. L. Hooke, “Lake Manly Shorelines in the Eastem Mojave Desert, California”, Quatemary Research, vol. 52 (1999), pp. 328-336; A. J. Sutcliffe, On the Track o f Ice Age Mammals (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1985), p. 22. 33 Michael J. Oard, An Ice Age Cansed by the Génesis Flood (El Cajón, CA: Institute for Creation Research, 1990), p. 97. Ver también: Michael Oard, Frozen in Time (Green Forest, AR: Master Books Inc., 2004).


10 UNIVERSAL: EVIDENCIAS GEOL

como para provocar una Edad de Hielo.34 En segundo lugar, las dataciones de los núcleos de hielo indican que hubo una Edad de Hielo cada 100.000 años, pero los ciclos de M ilankovitch no se corresponden con esa periodicidad.35 Y en tercer lugar, datos procedentes de los núcleos de hielo de Groenlandia indican una única Edad de Hielo.36 Una crítica detallada de la teoría de M i­ lankovitch y de las interpretaciones convencionales de los datos procedentes de los núcleos de hielo, ha sido recopilada por el meteorólogo Michael Oard, jubilado del Servicio Climático del gobierno estadounidense.37 El modelo de diluvio universal ofrece explicaciones razona­ bles para la deposición de hielo en los polos durante un periodo de tiempo relativamente breve, y para la extinción de la megafauna. También propone que los desiertos que hoy encontramos alrededor de los 30 grados de latitud eran ambientes húmedos y exuberantes durante la Edad de Hielo, lo que coincide con los datos observados.38 De hecho, se ha argumentado que el modelo de edad de hielo posdiluviana es el único modelo científico que ha sido capaz de explicar con éxito el desarrollo de las llanuras de hielo donde sabemos que una vez existieron.39 La Tierra está llena de evidencias a favor del diluvio univer­ sal, que no podemos comentar aquí en detalle. Por ejemplo, los

34I. louzel, J. R. Petit y D. Raynaud, “Palaeoclimatic Information from Ice Cores: the Vostok Records”, Transactions ofthe Royal Society ofEdinburgh, vol. 81 (1990), pp. 349-355. 35 D. Paillard, “Glacial Cycles: Toward a New Paradigm”, Reviews ofGeophysics, vol. 39, N° 3 (2001), pp. 325-346. 36W. Dansgaard, H, B. Clausen, N. Gundestrup, et a l , “Dating and Climatic Interpretation of Two Deep Greenland Ice Cores”, American Geophysical Union, Greenland lee Core: Geophysics, Geochemistry, and the Environment, Geophysical Monograph, N° 33 (1985), pp. 71-76. 37Michael J. Oard, The Frozen Record (Santee, CA: Institute for Creation Research, 2005). 38 M. Oard, Frozen in Time (Oreen Forest, AR: Master Books Inc„ 2004), pp. 33-46,69-106. 39 L. Vardiman, “An Analytic Young-earth Flow Model of Ice Sheet Formation During the ‘Ice Age’ ”, Proceedings ofthe Third International Conference on Creationism, Creation Science Fellowship (Pittsburgh, PA, 1994), pp. 561-568.


S V ü tU C IÓ N IM P G ríos que atraviesan cordilleras, como el Gordon River Splits, en Tasmania, sugieren que la elevación de las cordilleras se produjo de manera subsiguiente a la inundación. El lector puede encon­ trar una evaluación extensiva de las evidencias geológicas a favor de un diluvio global catastrófico en los dos volúmenes recien­ tem ente publicados de la colección Earth’s Catastrophic Past [El pasado catastrófico de la tierra] .40 En el presente capítulo, he intentado demostrar que el cuadro geológico general de la superficie fue moldeado por un diluvio universal catastrófico, y no por millones de años de deposición lenta de sedimentos y cambios graduales. Finas capas de sedi­ mentos que se extienden sobre continentes enteros, fósiles fuera de orden, árboles en posición vertical y datos paleoclimáticos sugieren una gran inundación catastrófica, acompañada por tormentas y actividad volcánica a nivel planetario, como el es­ cenario más probable para la deposición de la colum na geoló­ gica. Además de las evidencias geológicas, existe una cantidad sustancial de evidencias históricas de que este diluvio universal catastrófico ocurrió y que fue relativamente reciente. Trataremos este tema en el próximo capítulo.

* A. A. Snelling, ¡bíd. (Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2009), t. 1,2.


DILUVIO UNIVERSAL: EVIDENCIAS HISTÓRICAS comienzos del siglo XIX, en universidades como Oxford y Harvard, la interpretación geológica de los estratos de roca se enseñaba en el contexto del diluvio de Noe. Este rela­ to de un diluvio universal se conserva en el Génesis, un antiguo libro hebreo cuyo presunto autor, Moisés, era un hebreo que fue adoptado por la familia del faraón y heredero del trono egipcio, y que vivió entre 1526 y 1406 a.C., aproximadamente. Su relato describe cómo, alrededor de 2303 a.C.,i23 las fuentes de las pro-

A

i tan T. Taylor, In the Minds o f Men (Toronto, Cañada: TFE Publishing, 1984), pp. 66, 110, 350. 2T. D. Alexander, “Introduction to Génesis”, ESV Study Bible (Wheaton, IL: Crossway Bibles, 2008), pp. 39-48; John Ashton y David Down, Unwrapping the Pharaohs: How EgyptianArchaeology Confiráis the Biblical Timeline (Green Forest, AR: Master Books, 2007), pp. 89-95. 3Para detalles del modo de calcular estas fechas a partir de registros históricos, y una com­ paración con la fecha calculada por James Ussher en 1650 d.C., ver el Apéndice.


£■ ELUCIÓN sMPKS <¡¡1* fundidades de la Tierra se abrieron y empezaron a arrojar aguas torrenciales, en forma simultánea con un evento global de lluvias, que duró 40 días. El nivel del agua se elevó hasta cubrir totalmen­ te la Tierra, y destruyó toda la vida sobre la superficie. Un hombre llamado Noé, su mujer y sus tres hijos con sus esposas (ocho per­ sonas en total), y dos ejemplares de cada especie animal fueron sal­ vados en el interior de un barco de madera gigantesco, conocido como el Arca de Noé (Génesis 6:9-8:18). El relato del Génesis está escrito de una manera considerablemente factual e histórica, con innumerables detalles. Informa del día y el mes en que empezó el diluvio, dice que el agua cubrió la Tierra durante 150 días y que luego bajó lentamente durante los siguientes 150. Describe cómo se secó laTierra, y cómo la familia de Noé y los animales abando­ naron el arca unos 70 días después (Génesis 7:24-8:13). El relato del Génesis registra que Noé fue advertido por Dios de que se aproximaba un diluvio que destruiría laTierra, e indica que Dios dio a Noé instrucciones precisas a fin de construir la nave que salvaría a su familia y a los animales. Debido a la naturaleza milagrosa del relato, el “Diluvio de Noé” es considerado, a m enu­ do, un mito religioso. Por consiguiente, la mayoría de los geólogos y los científicos actuales descarta la idea de un diluvio universal reciente como hecho histórico o científico. Sin embargo, si revisa­ mos la información disponible en estos momentos, encontramos una cantidad asombrosamente grande de evidencias históricas y científicas que respaldan la idea de que el diluvio universal ocurrió realmente en un pasado no m uy lejano. Pido la indulgencia del lector para revisar tales evidencias en el resto de este capítulo. En primer lugar, las tradiciones de muchos pueblos antiguos de todas partes del mundo incluyen, de una manera u otra, el relato de un diluvio universal, del que solamente se salvaron unas pocas personas. El arqueólogo y profesor André Parrot, quien fue direc­ tor jefe de los Museos Nacionales de Francia, explica que existen múltiples relatos legendarios sobre el diluvio, como la Epopeya de Gilgamesh.También hay breves referencias al diluvio como hecho histórico, como la que aparece en la lista de los reyes del prisma


DILUVIO UNIVERSAL

i DONO

de Weld-Blundell.45En la narrativa sumeria del diluvio, se explica que los dioses decidieron enviar un diluvio para destruir a la raza humana, pero que el rey Ziusudra fue salvado en una embarcación gigante que construyó, siguiendo las instrucciones de un dios que tuvo compasión de él. Un fragmento de este relato, que data del siglo XIX a.C., se encontró en Nippur (Babilonia). La versión asiria se encontró en unas tablillas cuneiformes de la biblioteca de Ashurbanipal, que vivió en Nínive en el siglo VII a.C. En este caso, un héroe de nombre Gilgamesh va en busca de Utnapisbtim, quien sobrevivió al diluvio. Utnapishtim relata a Gilgamesh cómo el dios Ea le advirtió que construyera una nave y que entrara en ella con su familia, sus artesanos y sus animales. Se desencadenó una tormenta, y un diluvio sumergió por completo al m undo y destruyó a la hu­ manidad. Después, la nave se asentó en una montaña. Se enviaron algunas aves al exterior. Cuando una de las aves, un cuervo, no re­ gresó, los supervivientes salieron del arca. La literatura griega antigua también describe el diluvio. Pindar, que vivió en el siglo V a.C., lo menciona explícitamente, y una ver­ sión completa se puede encontrar en el compendio griego de mitos y leyendas heroicas Bibliotheca (Pseudo-Apollodorus)? En el relato grie­ go, el dios Zeus decide destruir a la raza humana, pero Prometeo aconseja a su hijo, el rey Deucalión, que construya un arca en la que él y su esposa pudieran sobrevivir. La lluvia inunda la Tierra y, después de flotar durante nueve días, el arca se asienta en una montaña. Una versión romana es registrada por Ovid en Metamorphoses Li­ bro 1. Una vez más, los dioses deciden destruir a la humanidad, que se ha corrompido, enviando un gran diluvio. Solamente Deucalión y Pirra se salvan en un barco, de manera que se convierten en los nuevos padres de la humanidad.6

4 André Parrot, “Flood (in Religión and Myth)”, Encyclopaedia Britannica (Chicago, IL: William Benton Publisher, 1967), t. 9, pp. 455, 456. 5Apollodorus y R. Hard, trad., The Library ofGreek Mythology (Oxford World’s Cíassíes) (New York: Oxford University Press, 2008). 6 D. A. Leeming y M. A. Leeming, A Dictionary o f Creation Myths (New York: Oxford University Press, 1994), p. 236.


gvnrjJCJÓN «m p c s ik í El diluvio se m enciona tam bién en el sánscrito Shatapatha Brahmana del siglo VI. Esta historia de la antigua India habla de M anu, quien fue advertido por un pez sobre un diluvio, que se aproximaba y destruiría a toda la hum anidad. Se le dijo que construyera un barco y, durante el diluvio, el pez remolco el barco a un lugar de descanso sobre una cumbre.7 El pueblo Mande de Malí, en el centro de África Occidental, tiene un mito de la creación sobre un arca que atracó en una mon­ taña. El arca contenía a los ocho antepasados originales de los seres humanos, y a todos los primeros animales y plantas.89Los aboríge­ nes Aranda, del norte de Australia, poseen un relato mítico en el que la creación salió mal y fue eliminada por un diluvio.0 Los indios Arikara, de las llanuras estadounidenses, cuentan una historia de gigantes que no sentían respeto por su Creador y fueron destruidos por un gran diluvio. Solo se salvaron unos pocos gigantes buenos.10* David Leeming y Margaret Leeming, de la Universidad de Ca­ lifornia en Santa Bárbara, han descrito muchas otras narraciones sobre el diluvio, presentes en las tradiciones de los pueblos del con­ tinente americano, incluyendo a los esquimales; al pueblo Netsilik, de Groenlandia; a los nativos americanos Cheyenne de las llanuras; a los Navajos del suroeste de Estados Unidos; a los indígenas Yuma y Pima, de Atizona; a los indígenas Pomo y Salina, de California; al pueblo Ipurina, de Brasil; a los antiguos Myscas, de Perú; y los ma­ yas Quiché, de Guatemala, cuya civilización se remonta al menos al 300 d.C.n La página web del Museo Ashmolean de Arte y Arqueo­ logía (en la Universidad de Oxford), también señala que los relatos de un diluvio universal que ocurrió en la antigüedad se extienden alrededor del mundo, tanto en fuentes orales como escritas.12

7 Parrot, ibíd. 8 Leeming y Leeming, ibíd., pp. 180, 181. 9 Ibíd., 14. 10Ibíd., 16. "Ibíd., 47, 86, 145, 186, 200, 204,209, 230, 239, 302. 12Ver: www.ashmolean.org/ash/faqs/q001007.php.


Muchas de las narraciones comparten detalles con el relato del Génesis: incluyen animales, mencionan el arco iris, se envían aves al exterior tras finalizar la lluvia, una nave que atraca en una montaña, etc., y explican que el diluvio fue decretado por los dioses debido a la perversidad de la humanidad en aquel tiempo. Algunas versiones mencionan, específicamente, que fueron ocho las personas salvadas. El profesor Parrot ha listado historias del diluvio procedentes de regiones de todo el m undo: China, sur de Asia, Sumatra, Borneo, Australia, Nueva Guinea, Polinesia, Melanesia, Rusia oriental, Rumania, Lituania y Gales. Parrot señala que, en la ma­ yoría de las historias, hay características comunes, como la sal­ vación de un pequeño grupo de personas en una embarcación.11 El Dr. Robert Young, LL.D., quien compiló una concordancia de la Biblia en 1879, comentó que a Noé se le llama Yao o Fo-Hi (Fu Hsi) en la literatura china antigua, y Deucalión, Xisuthrus, etc., en otras narraciones.1314 Evidencias adicionales de la exactitud histórica del registro del Génesis se conservan en los símbolos pictográficos de un anti­ guo manuscrito chino. El historiador de arte chino Dr. Ginger T. Chock, diplomado por la Universidad de Stanford, y sus coautores comentan estos símbolos en el contexto de varias narraciones anti­ guas, y llegan a la conclusión de que apoyan el relato de Génesis, incluyendo el diluvio y el nombre de Noé.15 De todos los relatos del diluvio, probablemente, el de Génesis sería visto por la mayoría de los eruditos como el mas creíble e históricamente exacto. Por ejemplo, los manuscritos antiguos se refieren a Egipto como la “tierra de Egipto , es decir, la re­ gión donde se estableció una persona llamada Egipto; a veces, también, se la llama la “tierra de Cam” (Salmo 105:23, 27). En realidad, Egipto recibe su nom bre del nieto de Noé, Mizraim;

13Parrot, ibíd. 14 Robert Young, Analytical Concordance to the Holy Bible, 8o ed. (London: Lutterworth Press, 1966), p. 698. 15 E. R. Nelson, R. E. Broadberry y G. T. Chock, God's Promise to the Chínese (Dunlap, TN: ReadBooks, 1997), p. 105-119.


iV ú iM a m im m j ! y Mizraim era el hijo de Cam, hijo m enor de Noé. El nombre “Egipto” que usamos hoy es la versión griega m oderna de “M i­ zraim”. En los mapas, Egipto aparece a m enudo como Misr, que es el nom bre egipcio nacional16 Esta es una evidencia sólida de que Egipto (Mizraim) y Cam eran personas reales, ya que en la antigüedad los pueblos y los países eran nombrados según las personas que los fundaron. El relato del Génesis tam bién fue corroborado por un his­ toriador egipcio de nombre M anetón, que fue sacerdote en el templo en ficliópolis durante la era griega, alrededor del año 270 a.C. De acuerdo con Herodoto, los Heliopolitanos eran los más eruditos entre los egipcios.17 M anetón registró la historia de Egipto y escribió que, “después del diluvio”, Cam, el hijo de Noé, engendró a “Aegyptus, o Mestraim”. Este fue el primero en asentarse en el área que actualmente ocupa Egipto, cuando las tribus empezaron a dispersarse.18 En una de las otras obras de M anetón, el Libro de Sothis, se especifica que esta disper­ sión tuvo lugar cinco años después del nacimiento de Peleg, que era hijo del tataranieto de Noé, nacido 101 años después del diluvio.19 Según estos datos, las tribus empezaron a separarse, aproximadamente 106 años después del diluvio, más o menos alrededor de 2195 a.C. Es revelador que el Lempriére’s Classical Dictionary [El diccio­ nario clásico de Lempriére] afirme: “De acuerdo con los cálculos de Constantino Manasés, el reino de Egipto duró 1.663 años des­ de su origen bajo Mizraim, hijo de Cam, en 2188 a.C., hasta la

16 The World Book Great Geographical Atlas (Sydney, Australia: World Book Australia Pty.Ltd., 1984), p. 181. 17 Manetho, “Manetho’s History of Egypt”, en Manetho, traducción al inglés de W. G. Waddell (Cambridge, MA: Harvard University Press. 1964), p. xi. 18/fó ¿ ,p . 7. 19 Manetho, “Book of Sothis App. IV”, en Manetho, traducción al inglés de W. G. Waddell, p. 239. Ver también: James Ussher, The Annals ofthe World (1658), secc. 1657 AM-1762 AM. En línea: www.archive.org/details/AnnalsOfTheWorld.


conquista de Cambyses, en 525 a.C.”,20 Manasés era un cronista bizantino que vivió en el siglo XII d.C., y que también atribuye la fundación de Egipto al nieto de Noé, justo después de la dis­ persión. Su fecha de 2188 a.C. está en estrecha concordancia con las fechas que se calculan a partir de las genealogías listadas en los manuscritos hebreos antiguos, usando la fecha del cuarto año del reinado del Rey Salomón como punto de referencia histórico. Las cronologías de otras civilizaciones antiguas tam bién coin­ ciden en asignar fechas similares a la dispersión de las tribus que previamente se ubicaban cerca de la localidad de Babilonia (Génesis 11:8, 9). Este es el caso de Tilomas M aurice, A.M ., que fue asistente de bibliotecario en el Museo de Londres a co­ mienzos del siglo XIX, y publicó el siguiente informe después de visitar las ruinas de Babilonia: “Cuando Alejandro conquistó Babilonia, los sacerdotes caldeos informaron a Calístenes que te­ nían observaciones astronómicas grabadas en ladrillos cocidos al horno, las cuales se rem ontaban 1.903 años antes del período en que se logró la conquista (330 a.C .)”.21 Esto nos rem onta al año 2233 a.C., lo que concuerda perfectamente con la fecha para el comienzo de la dispersión de las tribus desde los alrededores de Babilonia, aproximadamente, 40 años después. El historiador del siglo cuarto Eusebio de Cesárea registró que Egialeo, un rey griego, empezó su reinado en 2089 a.C., 1.313 años antes de la primera Olimpíada de 776 a.C.22 Esta parece ser la fecha cronológica más antigua atribuida a un reino griego. Corresponde a tan solo 100 años después de la dispersión, y es una fecha razonable, dada la distancia que la tribu tuvo que

20 J. Lampriére, “Aegyptus”, A Classical Dictionary: Containing a Copious Account o f All the Proper Ñames Mentioned in Ancient Authors, 8a ed. (London: T. Cadell and W. Davies Publishers, 1812), p. AEL. 21 Thomas Maurice, “Maurice’s Observations on the Ruins of Babylon”, London Review and Literary Journal (agosto de 1817), p. 145. Nótese que la cifra de 1.903 años también puede encontrarse en la traducción latina medieval de Guillermo de Moerbeke (a.d. 12151286) de un manuscrito en griego de Simplicio. 22 Eusebius, Chronici Cánones (London: Humphredum Milford, 1923), pp. 1-14.


£VÍ?LÜCíÓM IM PO StóiX

recorrer desde Babilonia. A los griegos se los identifica como “los hijos de Javán”, quien fue otro nieto de Noé a través de su segundo hijo, Jafet (Joel 3:6; Génesis 5:32; 10:1; Isaías 66:19). Javán es tam bién el nom bre hebreo para Grecia, y se usa para hacer referencia a los descendientes de Javán y sus naciones, a saber, Jonia, Macedonia, Grecia y Siria.23 El Dr. Young señala que Jafet es, probablemente, el original de Japetus o Iapetus (Jápeto), a quien los griegos consideran el antepasado de la raza hum ana.24 El historiador romano Josefo también enumera muchas de las tribus de Europa, incluyendo a Grecia, como descendientes de Jafet, habiendo sido nom bra­ das muchas localidades geográficas y pueblos en honor de sus hijos y nietos.25 Por ejemplo, Charles. J. F. Dowsett, de la Es­ cuela de Estudios Orientales y Africanos, en la Universidad de Londres, señala que los antiguos escritores armenios llaman a su pueblo “descendientes de Togarma o Askenaz”, los hijos de Gomer, quien a su vez tam bién era hijo de Jafet.26 Jafet tenía otro hijo llamado Magog. Josefo señala que los griegos lla m a b a n escitas a los magogitas,27 que eran un pueblo que habitaba el área correspondiente a Rusia septentrional y a Ucrania. O tro de los hijos de Jafet, y nieto de Noé, fue M adai (Génesis 10:2), padre de los Madeanos, a quienes los griegos llamaban Medos y que, de acuerdo con Josefo, vivieron en la región sur del M ar Caspio. Todos estos datos procedentes de distintas fuentes de reco­ nocida validez vinculan a numerosos pueblos de Europa con los nietos de Noé, lo que da más credibilidad al Génesis y sugiere que es posible considerar el relato del diluvio desde una perspec­

23 R. Young, Analytical Concordance to the Holy Bible, 8o ed. (London: Lutterworth Press, 1966), pp. 437, 534. 24 Ibíd., p. 533. 25 Josephus, “The Antiquities of the Jews”, 1.6.1, en W. Whiston, trad., The Complete Wor­ ks o f Flavius Josephus (Green Forest, AR: Master Books, 2008), p. 41. 26 C. J. F. Dowsett, “Armenia”, Encyclopaedia Britannica (Chicago, IL: William Benton Publisher, 1967), t. 2, p. 422. 27 Josephus, ibíd., p. 41.


DILUVIO UNIVERSAL: EVIDENC

tiva histórica. Otros autores han analizado en detalle este asun­ to, y llegaron a conclusiones similares.28 Es sumamente inusual nom brar pueblos y regiones con el nom bre de personas ficticias. Los pueblos y los países reciben casi siempre sus nombres a par­ tir de personas reales, normalmente, de sus fundadores. El uso de términos como “la tierra d e ...” tam bién fortalece la creencia de que las personas nombradas son reales. Datos de regiones incluso más lejanas, como Asia oriental, concuerdan tam bién con este relato. L. Carrington Goodrich, profesor de Chino en Colum bia University, señala que una de las cronologías chinas más antiguas conservadas, llamada “los Anales de Bambú”, da como fecha de inicio de la prim era dinas­ tía en C hina 1994 a.C.; aunque existe una fecha revisada alter­ nativa que sitúa la primera dinastía (Hsia) en 2183 a.C.29Ambas fechas son posteriores a la fecha de la dispersión de las tribus des­ de Babilonia y, por lo tanto, armonizan con el relato del Génesis. U na evidencia adicional de la exactitud histórica del Génesis proviene del descubrimiento en 1974 de un archivo de alrede­ dor de 20.000 tabletas cuneiformes m uy antiguas, en Ebla, en el norte de Siria. Estas tabletas hacen referencia a los cananeos que vivieron en “la tierra de Canaán”. Canaán era otro hijo de Cam, y nieto de Noé. Canaán fue el padre de Sidón, y el pueblo que fundó se convirtió después en la ciudad principal de la antigua Fenicia, en la costa este del m ar Mediterráneo. Según el Génesis, la tierra de Canaán se extendía desde Sidón hasta Lasa, en direc­ ción a Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim (Génesis 10:6-20). Estos cuatro pueblos, que no existen en la actualidad, y hasta este m om ento solamente se mencionaban en el Génesis y en otra literatura hebrea, aparecen tam bién nombrados en las table­ tas de Ebla, al igual que pueblos y regiones como Hazor, Laquis, Meggido, Gaza, Sinaí, Jopa y Damasco, lugares bien conocidos para historiadores y arqueólogos. La mención de Canaán y las

28Ver, por ej., B. Cooper, After the Flood (Chichester, England: New Wine Press, 1995). 29 L. C. Goodrich, “China”, Encyclopaedia Britannica, t. 5, p. 575.


SIJUtlIOÓM IMPCISilLS cuatro ciudades de la llanura provee fuertes evidencias de que el Génesis contiene información histórica factual. Detalles del contenido de las tabletas de Ebla han sido explicados por el epi­ grafista que las tradujo, el Dr. Giovanni C. Pettinato, profesor de Asiriología en la Universidad de Roma.30 La mayoría de los relatos que se han preservado sobre el dilu­ vio, aparte del que aparece en el Génesis, presentan detalles m uy poco realistas como, por ejemplo, personas que son salvadas en una canasta o un barco con forma cúbica. En otras versiones, los dioses o las personas tom an forma de diferentes animales, el diluvio dura solamente siete días, etc. Por otro lado, el re­ lato del Génesis es, por lejos, el más verosímil. Se puede citar los relatos sumerios sobre el diluvio que aparecen en el prisma Weld-Blundell, y en otras tabletas y manuscritos antiguos, que contienen lo que se conoce como la “lista sumeria de reyes”. Esta lista nom bra ocho reyes que vivieron antes del diluvio y gobernaron por períodos de tiempo m uy prolongados, decenas de miles de años, y reyes de después del diluvio, que gobernaron por períodos de tiempo m ucho más breves, cientos de años.31 En el relato paralelo del Génesis, se registra una lista de ocho patriarcas antediluvianos con una longevidad bastante constan­ te, que se va desde 895 hasta 969 años, y uno, el padre de Noé, que vivió “solamente” 777 años. Después del diluvio, las edades disminuyen rápidamente. El investigador en genética de la Universidad Cornell, Dr. John Sanford, ha reflejado en un gráfico los datos de longevidad pos­ diluviana registrados en el Génesis, en otros libros de Moisés y en otras fuentes de la literatura histórica hebrea de diferentes escrito­ res, a través de los siglos. Estos registros de duración de la vida de las personas durante un período de casi 2.000 años, después del

30 Giovanni C. Pettinato, Elba: A New Look at History (Near Eastem Studles) (Baltimore, MD: The Johns Hopkins University Press, 1991). 31 J. A. Black, G. Cunningham, J. Ebeling, E. Flückiger-Hawker, E. Robson, J. Taylor y G. Zólyomi, “The Sumerian King List: Translation”, The Electronic Text Corpus ofSumerian Literature (1998-2006). Ver: www.etcsl.orinst.ox.ac.uk/section2/tr211.htm.


DiLUVIO UNIVERSO

0/iDER ¡AS Hi:

URICAS

diluvio, reflejan la forma de una curva de decadencia biológica ex­ ponencial. El coeficiente de correlación de la curva es de 0,90, lo que significa que el ajuste de los datos es m uy bueno. Estos datos no pueden ser falsificados fácilmente, pues provienen de fuentes diferentes que abarcan varios siglos. El Dr. Sanford señala que la curva obtenida es muy similar a las curvas teóricas que reflejan la degeneración del genoma con el paso del tiempo, lo que signifi­ caría que la disminución de la longevidad hum ana tras el diluvio podría deberse a la degeneración del genoma causada por acu­ mulación de mutaciones en el A D N .32 El estudio del Dr. Sanford muestra cómo se pueden obtener datos científicos del libro del Génesis y, por tanto, reafirma su validez y su fiabilidad históricas. El lector puede preguntar: “¿Por qué la longevidad disminuye repentinamente después del diluvio?” Aunque no sabemos con certeza qué causó este efecto, podemos teorizar una explicación científica, teniendo en cuenta qué factores ambientales cambiaron de antes a después del diluvio. Según el relato del Génesis, parte del agua del diluvio surgió desde las profundidades de la Tierra. Quizás esta agua, que no estaba accesible para el ser hum ano antes del diluvio pero sí después, pudo tener alguna relación con la dis­ minución de la longevidad. Las moléculas de agua están formadas por un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno. Si en las moléculas de agua se sustituye el hidrógeno por deuterio, un elemento si­ milar pero más pesado, se obtiene lo que se llama “agua pesada”, o “agua de deuterio”. De forma natural, un porcentaje del agua en la naturaleza es agua pesada, pero no se encuentra en la mis­ ma proporción en todas partes. Las aguas subterráneas contienen niveles relativamente altos de agua pesada, mientras que la nieve ártica tiene niveles mucho más bajos.33 Los efectos del deuterio en

32 John C. Sanford, Genetic Entropy & The Mystery o f the Genome (Waterloo, NY: FMS Publications, 2008), p. 155. 33Ver, porej.,P. G. CookyA. L. Herczeg, Environmental Tracers in Subsurface Hydrology (New York: Kluwer Academic Publishers, 2000); E. Mazor, ed., Chemical and Isotopic Groundwater Hydrology, 3a ed. (New York: Marcel Dekker, 2003); W. Epstein y T. K. Mayeda, “Variations of the 180/160 Ratio in Natural Waters”, Geochimica et Cosmochimica Acta, vol. 4 (1953), p. 213.


E v m im é m m p los organismos vivos han sido estudiados por varios equipos cien­ tíficos. y se han hecho interesantes observaciones. Una cantidad muy elevada de agua pesada es letal para los animales y las plantas; pero cuando las plantas se cultivan con agua muy pobre en deuterio, crecen más despacio. Investigadores del Instituto Húnga­ ro de Investigación Central de Física y de la Universidad Médica Semmelweis han descubierto, recientemente, que el crecimiento del cáncer se ralentiza e incluso se detiene con agua desprovista de deuterio.34 También se ha observado que cuando el contenido de deuterio en el agua se incrementa, el número de mutaciones en el A D N celular también aumenta.35 A partir de estos datos, podríamos proponer la siguiente hipótesis: el agua de la Tierra an­ tes del diluvio contenía muy poco deuterio, pero cuando fueron liberadas las aguas subterráneas a la biosfera el resultado fue un aumento en el nivel medio de deuterio, hasta llegar al actual nivel de 150 partes por millón. Los niveles bajos de deuterio antedilu­ vianos ralentizaban el metabolismo (crecimiento y desarrollo) de los seres vivos, y esto hacia que las personas tardaran más tiempo en tener hijos (según Génesis 5, los patriarcas antediluvianos so­ lían tardar de 60 a 100 años en tener su primer hijo) y vivieran mucho más tiempo. Después del diluvio, los niveles de deuterio aumentaron y, con ello, las mutaciones, que se acumularon en el A D N y provocaron una degeneración de la especie y un envejeci­ miento prematuro. Esto es una muestra de cómo el modelo del diluvio provee hipótesis científicas y permite hacer predicciones que pueden ser verificadas. Por ejemplo, podríamos buscar evidencias de que el contenido de deuterio en el agua era inferior en el pasado. Si

34 G. Somlyai, G. Jancsó, G. Jákli, M. Molnár, I. Somlyai y K. Krempels, “Application of Deuterium Depletion in Cáncer Treatment and Prevention”. Proceedings o f the Interna­ tional Scientific Conference on Nutraceuticals and Functional Foods (Zilina, Eslovaquia, del 8 al 12 de junio de 2009), p. 45. Ver también: A. Kovács, I. Guller, K. Krempels, et al., “Deuterium Depletion May Delay the Progression of Prostate Cáncer”, Journal o f Cáncer Therapy, vol. 2 (2011), pp. 548-556. 35 Gbor Somlyai, Defeating Cáncer! The Biológica!. Effect o f Deuterium Depletion (Buda­ pest: lst Books, 2002), pp. 27, 28.


JV!0 l.ÍNIVEf

■irte: HISTÓRICAS

examinamos en la literatura científica, descubrimos que, efec­ tivamente, se han encontrado evidencias de que el agua en el pasado contenía una m enor cantidad de deuterio.36 Retomemos a continuación el tema de la viabilidad del arca del Génesis. Ya hemos comentado que el arca resulta bastante más realista que la canasta o el navio cúbico mencionados en otras narraciones. En medidas modernas, el arca tenía aproxima­ damente 140 metros de largo, 23 metros de ancho y 14 metros de altura, valores apropiados en términos de arquitectura naval y estabilidad en el mar. Se ha calculado que, aproximadamente, la capacidad interior del arca era de 39.644 metros cúbicos; la su­ perficie de cubierta era de 8.890 metros cuadrados; el desplaza­ m iento (peso que alcanza una embarcación cuando está sumer­ gida hasta la línea máxima de carga) era de 43.000 toneladas. 37 El arca era, sin lugar a dudas, una gran nave. El geólogo John W oodmorappe ha publicado un estudio de viabilidad bien fun­ damentado, que demuestra que en su interior había capacidad suficiente para contener y m antener con vida a los animales ne­ cesarios para, después del diluvio, repoblar la Tierra y dar lugar a la variedad de animales terrestres que existen en la actualidad.38 Una última evidencia en favor del diluvio se descubrió gracias a registros históricos de observaciones astronómicas relativas a la inclinación del eje de la Tierra. El ángulo de inclinación de la Tierra, conocido como “oblicuidad de la eclíptica , es el res­ ponsable de las estaciones. Este ángulo, que en la actualidad es de 23,4377°, varía ligeramente a causa de fuerzas astronómi­ cas como la atracción gravitatoria de los otros planetas hacia la Tierra. La inclinación teórica del eje de Tierra para cualquier m om ento del pasado o del futuro se puede calcular por medio

361. J. Winograd, B. J. Szabo, T. B. Copien, et al., “Two-million-year Record of Deuterium Depletion in Great Basin Ground Waters”, Science, vol. 227 (Io de febrero de 1985), pp. 519-522. 37 T. D. Alexander, “Génesis 6:15“ (comentario), ibíd., p., 62. 38 John Woodmorappe, Noah’s Ark: A Feasibility Study (El Cajón, CA: Institute for Creation Research, 1997).


pyjcsóM de una formula empírica desarrollada por el astrónomo estadou­ nidense Simón Newcomb, que tiene en cuenta el efecto de todas las fuerzas conocidas. Por otra parte, el ángulo real de inclina­ ción del eje puede calcularse, fácilmente, a partir de la posición del sol en el día más largo del año (solsticio de verano) y en el día más corto (solsticio de invierno). Debido a que los solsticios eran fechas importantes para muchas culturas, la posición del sol en tales m omentos solía marcarse en los m onum entos anti­ guos; por lo tanto, en teoría, dichas marcas pueden usarse para calcular el ángulo de inclinación de la Tierra correspondiente a m omentos específicos del pasado. Si comparamos la inclinación predicha por la fórmula de Newcomb para una fecha determina­ da con la de una medición conocida, ambos números deberían coincidir; pero esto no es lo que ocurre. Las medidas reflejadas en los m onum entos antiguos se desvían significativamente de los valores de la fórmula. En 1936, el astrónomo australiano George F. Dodwell descubrió que estas desviaciones no ocurren al azar, sino que siguen un patrón definido. Dodwell analizó medicio­ nes antiguas del ángulo de la eclíptica procedentes de una reco­ pilación realizada por el astrónomo belga Godefroid Wendelin, que contenía datos desde la época de Tales, alrededor de 558 a.C., pasando por Eratóstenes (230 a.C.), Hiparco (135 a.C.), Ptolomeo (126 d.C.) y varios astrónomos medievales, incluyen­ do a Tycho Brahe (1587 d.C.), hasta 1616 d.C. Al representar los datos en una gráfica, Dodwell obtuvo una curva s i n u s o i d al logarítmica. Las mediciones más antiguas se encontraban muy alejadas de las predicciones de Newcomb, pero con el paso del tiempo ambas líneas se habían iban acercando. Armado con este descubrimiento, Dodwell pasó a recoger tantas mediciones de la oblicuidad de la eclíptica como pudiera encontrar entre las marcas de los solsticios en m onum entos y otros registros anti­ guos. El resultado de la representación gráfica de estos datos fue una curva más precisa, que mostraba una alteración im portante en la inclinación, debida a una fuerza desconocida que afectó el eje en la antigüedad, seguida de una recuperación lenta hacia los valores predichos por Newcomb, alcanzándose el equilibrio


JVíO UNIVERSAL

nU A S

Hl

alrededor de 1850 d.C. Esa es la razón por la que la anomalía no había sido detectada por los astrónomos del siglo XX. Se­ gún la curva obtenida, Dodwell propuso que un disturbio muy im portante en el eje de rotación de la Tierra ocurrió alrededor del 2345 a.C., y produjo un tambaleo, que posteriormente fue disminuyendo con lentitud a lo largo de 4.194 años, hasta desa­ parecer por completo en 1850 d.C .39 La fecha obtenida por Dodwell, 2345 a.C., es m uy próxima a la fecha calculada para el diluvio del Génesis, que se sitúa en el año 2303 a.C. La diferencia podría deberse a que el cálcu­ lo es una extrapolación influenciada en exceso por el dato más antiguo representado en la curva. Este corresponde a medicio­ nes obtenidas en el templo solar de Amon-Ra, construido por Am enemhat I en Karnak, Egipto, cuya fundación se rem onta supuestamente a 2045 a.C. Sin embargo, la cronología egipcia es problemática y m uy polémica. Una fecha alternativa para el reinado de Am enemhat es 1703 a.C., lo que cambiaría la fecha extrapolada por Dodwell a unos cien años después del diluvio.40 Aunque parece razonable relacionar los catastróficos eventos del diluvio con la desviación del eje de Tierra, no sabemos qué even­ to específico pudo causar dicha desviación, cuándo ocurrió exac­ tam ente ni qué efectos tuvo sobre el planeta. Es posible que la alteración del eje de la Tierra estuviera relacionada con el rápido movimiento de las placas tectónicas y la producción de cordille­ ras como el Elimalaya o los Alpes, eventos que pudieron ocurrir algún tiempo después del diluvio. En cualquier caso, a partir de los datos históricos de la oblicuidad de la eclíptica, podemos afirmar que alrededor de la fecha del diluvio de Noé, o poco tiempo después, la Tierra fue testigo de un brutal evento físico

39 George F. Dodwell, “The Obliquity of the Ecliptic: Ancient, Mediaeval, and Modem Observations of the Obliquity of the Ecliptic, Measuring the Inclination of the Earth’s Axis, in Ancient Times and Up to the Present” (1962). En línea: www.setterfield.org/Dodwell_Manuscript_l .html. 40 John Ashton y David Down, Umvrapping the Pharaohs: How Egyptian Archaeology Confirms the Biblical Timettne (Green Forest, AR: Master Books, 2007), p. 206.


m m M c x m m p im m M de suficiente m agnitud como para provocar una desviación sig­ nificativa del ángulo de inclinación de su eje. Cuando consideramos el conjunto de evidencias históricas revisadas en este capítulo, la asignación de nombres de pueblos y países, las cronológicas de distintas naciones y las múltiples narraciones sobre el diluvio conservadas en culturas antiguas al­ rededor del m undo, obtenemos un respaldo significativo para la exactitud histórica del relato del Génesis. Si a eso añadimos evi­ dencias científicas como las observaciones del astrónomo Dodwell sobre un evento de gran m agnitud que afectó el ángulo de inclinación de la Tierra en torno a la época del diluvio, podemos afirmar que considerables datos históricos son consistentes con la evidencia geológica y apoyan el modelo de un diluvio univer­ sal reciente.


FALENCIAS DE LA DATACIÓN RADIOMÉTRICA JASAS DEEROSIOÑ Y SEDÍMEÑ lACIÓN, Y OTRAS EVIDENCIAS

EN CONFLICTO CON LA DATACIÓN RADIOMÉTRICA

..______

na de las bases fundamentales que sustentan la evolución es la presunción de que la Tierra es muy antigua y, especialmente, que las rocas que forman la columna geológica y sus fósiles tienen decenas o cientos de millones de años. ¿Son realmente tan antiguos los fósiles y las rocas? ¿Por qué oímos esa afirmación una y otra vez? El cada ocasión en que visito un parque nacional, me encuentro con un folleto informativo o un mural de la región, cuya leyenda explica que las formaciones de roca de la zona tienen millo­ nes de años de antigüedad. En casi todos los documentales sobre la naturaleza, se escuchan comentarios casuales sobre tal o cual caracte-

U


EVOLUCIÓN IMPOSl rística de un animal o una planta que evolucionó hace “x” millones de años. En realidad, la presencia de la evolución en todas partes no debería sorprendernos, ya que la cosmovisión de largas edades para la historia de la Tierra se encuentra exhaustivamente arraigada en la comunidad científica y en la educación secular. Las razones para este apoyo incondicional a la Teoría de la Evolución son variadas. Pero una de ellas es las implicaciones que supondría considerar siquiera la perspectiva de una Tierra joven: la aceptación de la Biblia como do­ cumento histórico fiable, y la posibilidad de una intervención divina en la historia de la humanidad. Por desgracia, la intolerancia de la comunidad científica con respecto a este tema es tal que los investi­ gadores que apoyan la idea de que la vida en la Tierra fue diseñada de forma inteligente, en lugar de ser el resultado de procesos aleatorios, sufren con frecuencia una grave marginación por parte de colegas e instituciones. La extensión y la gravedad de esta censura se ha ilus­ trado en el documental Expelled: No Intelligence Allowed [Expulsado: No se admite Inteligencia], de Ben Stein.1 Uno de los principales apoyos al modelo de largas edades para la historia de la Tierra proviene de la datación radiométrica. Aunque trataré este método de datación en detalle en el próximo capítulo, quiero recordar aquí que la datación radiométrica se basa sobre su­ posiciones que no pueden ser demostradas. Como máximo, podría considerarse un indicador de edades relativas, pero no de edades absolutas. Menciono este punto ahora porque existe una gran can­ tidad de evidencias sólidas que apoyan la idea de que la Tierra es joven, y que el diluvio universal ocurrió en una fecha relativamente reciente, es decir, hace miles de años, no millones. En mi opinión, es muy importante que el polémico asunto de la datación de las rocas sea evaluado con todos los métodos disponibles. Considerare­ mos algunos de ellos en el resto del capítulo. En el capítulo 5, vimos que H utton usó las tasas de sedimenta­ ción de los deltas de los ríos para calcular la antigüedad de las for-

1Ver: J. Bergman, Slaughter ofthe Dissidents: The Shocking Truth about Killing the Careers ofDarwin Doubters (Port Orchard, WA: Leafcutter Press, 2008); Ben Stein, Expelled: No Intelligence Allowed, www.expelledthemovie.com.


FALENCIAS DE LA DATACIÓN RADIOK¡ÉTR!CA - !

maciones de rocas sedimentarias y los fósiles que contienen. En la actualidad, tenemos datos mucho más exactos sobre las tasas de ero­ sión y sedimentación en diferentes ambientes. Examinemos, pues, las evidencias geológicas a la luz de los conocimientos actuales: Las plantas y los animales necesitan agua para sobrevivir. La llu­ via y la nieve proporcionan agua a los continentes. El exceso de agua escurre desde las montañas hacia los ríos, que desembocan en lagos u océanos. Cuando el agua de lluvia fluye sobre la superficie, trans­ porta partículas de materiales erosionados de las rocas y el suelo, que finalmente encuentran su camino hacia los ríos. A través de un repetido muestreo del contenido de residuos del agua de los ríos en su desembocadura, podemos estimar la cantidad de sedimento que está siendo transportado y la velocidad con que la topografía se está erosionando. Los sedimentólogos han calculado tales estimaciones para un grupo de ríos y regiones montañosas del mundo.2Algunos de estos resultados se muestran en la Tabla 1.

W ei-H o

53 / 1.350

Yangtse

6,7 / 170

Hwang-Ho

35 / 900

Po

4,7 / 120

Ganges

22 / 560

Garona y Colorado

4,0 / 100

Rin y Ródano Alpinos

13 / 340

Amazonas

2,8 / 71

San Juan (EUA)

13 / 340

Adigio

2,6 / 65

Irrawady

1 1 /2 8 0

Savannah

1 ,3 /3 3

Tigris

10 / 260

Potomac

0 ,6 / 1 5

2 B.W. Sparks, “Geographies for Advanced Study”, en S. H. Beaver, ed., Geomorphology, 3“ ed. (London: Longman Group, 1986), pp. 509, 510.


Isére

9,5 / 240

Nilo

0,5 / 13

Tíber

7,5 /1 9 0

Sena

0 ,3 /7

Indo

7,1 / 180

Connecticut

0,04 / 1

|

Tabla 1: Dism inución promedio de la topografía drenada por grandes ríos (en pulgadas/milímetros por cada 1.000 años). Muchos de los valores de la Tabla 9.1 no incluyen la carga del lecho del río (es decir, los sedimentos arrastrados o empujados a lo largo del fondo por la corriente de agua, que no se observan con facilidad en las estaciones de medición). Los procedimientos de medición tampoco tienen en cuenta el transporte adicional de material que tiene lugar durante eventos catastróficos pun­ tuales, como grandes inundaciones. Esto significa que las tasas reales de erosión a largo plazo podrían ser m ucho más elevadas. Consideremos las implicaciones de estas tasas de erosión. Por ejemplo, en la Tabla 9.1 vemos que la topografía en torno al Río Colorado se erosiona 100 milímetros cada 1.000 años. El Río Co­ lorado corre por el Gran Cañón. La profundidad de este es de 1,6 kilómetros, aproximadamente, y contiene estratos portadores de fósiles, que supuestamente se remontan 500 millones de años atrás, y rocas de hasta 3.000 millones.3 No obstante, basándonos sobre la tasa actual de erosión, el área debería haberse erosiona­ do completamente en menos de 20 millones de años; entonces, ¿cómo es posible que los estratos fosilíferos sigan ahí después de cientos de millones? Una explicación posible es que estas rocas más viejas fueron enterradas bajo rocas más jóvenes que sí se ero­ sionaron. Teniendo en cuenta que las rocas de la cumbre del Gran

3S. Chemicoff y R. Venkatakrishnan, Geology: An Introduction to Physical Geology (New York: Worth Publishers, 1995), p. 217.


FALENCIAS DE LA DATACIÓN RAD!

Cañón tienen, supuestamente, 240 millones de años,45y dada una tasa de erosión de 0,1 metros por cada 1.000 años, tendrían que haber sido enterradas bajo aproximadamente 24 kilómetros de se­ dimentos, para haber sobrevivido hasta la actualidad. Eso corres­ pondería a extender sobre un área equivalente a la de los Estados Unidos una capa de sedimentos de casi tres veces la altura del M onte Everest; que tendría que haber sido erosionada y arras­ trada hacia el océano. Aun usando un valor inferior, tal como 60 milímetros por cada 1.000 años, que es una tasa estimada habi­ tual para los cálculos de erosión en los continentes,'’ el espesor de sedimentos debería ser de aproximadamente 14,4 kilómetros, o casi dos veces la altura del M onte Everest. Datos similares se obtie­ nen de otras partes del mundo: un geólogo de Cambridge, B. W. Sparks, afirma que las tasas de erosión del Rio Amarillo (I IwangEIo) podían erosionar un área con una altura media igual a la del M onte Everest en solo 10 millones de años.6 Esta cuestión no es nueva para los geólogos. Desde los años 50, se ha señalado que el continente norteamericano, que tiene una altura media de 620 metros, debería erosionarse totalmente en diez millo­ nes de años, según las tasas de erosión estimadas. 7 De acuerdo con las dataciones radiométricas, los continentes se formaron hace más de 2.500 millones de años.8 ¿Cómo pudieron sobrevivir estratos tan antiguos en los continentes, si la erosión era tan rápida? Las tasas de erosión en las regiones montañosas son incluso más altas, como se muestra en la Tabla 2.

4 Ibíd. 5 S. Judson y D. F. Ritter, “Rates of Regional Denudation in the United States”, Journal o f Geophysical Research, vol. 69 (1964), pp. 3.395-3.401; R. H. Dott Jr. y R. L. Batten, Evolution ofthe Earth, 4“ ed. (New York: McGraw-Hill Book Co., 1988), p. 155. 6 S. H. Beaver, ibíd. 1 Ibíd. 8R. Huggett, Catastivphism: Systems o f Earth History (London: Edward Amold, 1990), p. 232; A. Kroner, “Evolution of the Archean Continental Crast”, Annual Review o f Earth and Planetary Sciences, vol. 13 (1985), pp. 49-74; S. M. McLennan y S. R. Taylor, “Continental Freeboard, Sedimentation Rates and Growth of Continental Crast”, Natare, vol. 306 (1983), pp. 169-172.


Cordillera de los Hidrógrafos (Papúa Nueva Guinea, a nivel del mar). 10 Cordillera de los Hidrógrafos (Papúa Nueva Guinea, a 975 metros). 11 Montañas en la frontera entre México y Guatemala. 12

3 /8 0 20 / 520 3 6 /9 2 0

Los Himalayas.13

3 9 /1.000

Monte Rainier, Washington. 14

315 / 8.000

Volcán en Papúa Nueva Guinea. 15

750/19.000

Tabla 2: Tasas de erosión en regiones montañosas (pulgadas/milímetros por cada 1.000 años). Por el registro fósil, sabemos que en el pasado había bosques exuberantes y grandes cantidades de vegetación, que se convir­ tieron en los depósitos de carbón que encontramos alrededor del m undo. El clima correspondiente a ese tipo de vegetación incluye un gran número de precipitaciones, que generalmen­ te se relacionan con tasas de erosión superiores, del orden de algunos de los valores que aparecen en la Tabla 9.2. (8.000 a 19.000 milímetros en 1.000 años). En m omentos puntuales, durante eventos catastróficos como aquellos que enterraron a los dinosaurios, las tasas de erosión habrían sido aún mayores. Esto significa que la sobrecarga requerida para preservar los estratos desde, supuestamente, centenares de millones de años hasta la actualidad, sería de muchas decenas de kilómetros... y m uy poco realista. Sin bien, en caso de haber existido, dicha sobrecarga de de­ pósitos más jóvenes habría term inado en los océanos, no se ha encontrado en el fondo marino las capas de sedimentos de varios kilómetros de espesor que debería haber tras cientos de millones de años de erosión. Por el contrario, el grosor medio de sedimentos en el fondo marino es de aproximadamente 450


metros.9 Estas observaciones nos llevan a la conclusión de que los continentes no se han estado erosionando durante cientos de millones de años, y que los estratos y sus fósiles no tienen 500 millones de años. Las evidencias sugieren enérgicamente que los estratos sedimentarios portadores de fósiles encontrados alrede­ dor del m undo deben ser relativamente recientes.101, u , 12, 13, 14, 15 La capa relativamente fina de sedimentos que recubre los fondos oceánicos puede proporcionarnos nuevas pistas sobre la edad de los continentes. El geógrafo Dr. Colín Milcbell estimó la velocidad a la que los sedimentos se incorporan a los océanos, usando datos de los materiales sólidos arrastrados por ríos y glaciares, las contribuciones volcánicas y el polvo arrastrado por el viento. Después de corregir el cálculo teniendo en cuenta los sólidos eliminados en las salpicaduras provocadas por el viento y el romper de las olas, obtuvo un resultado de 26.800 millones de toneladas de sólidos incorporados anualmente a los océanos del m undo.16 Mitchell calculó el tiempo necesario para deposi­ tar los sedimentos presentes en el fondo marino utilizando una estimación antigua de su grosor medio (900 metros). Aun así, la

9B. P. Luyendyk, “Ocean basin”, Encyclopedia Britannica. En línea: www.britannica.com/ EBchecked/topic/424338/ocean-basin. Nótese que el espesor promedio de los sedimentos varía entre los océanos. Por ejemplo, en el Pacífico varía entre 300 a 600 metros, mientras que en el Atlántico es de alrededor de los 1.000 metros. En algunas áreas oceánicas es de solo 100 metros de espesor. 10B. P. Ruxton y I. McDougal, “Denudation Rates in Northeast Papua from Potassium-argon Dating of Lavas”, American Journal o f Science, vol. 265 (1967), pp. 545-561. 11 Ibíd. 12J. Corbel, “Vitesse de L’erosión”, Zeitschriftfiir Geomorphologie, vol. 3 (1959), pp. 1-28. 13H. W. Menard, “Some Rates of Regional Erosión”, Journal o f Geology, vol. 69 (1961), pp. 154-161. 14 H. H. Mills, “Estimated Erosión Rates on Mount Rainier, Washington”, Geology, vol. 4 (1976), pp. 401-406. 15 C. D. Ollier y M. J. F. Brown, “Erosión of a Young Volcano in New Guinea”, Zeitschrift fü r Geomorphologie (1971), pp. 15-28. 16 Colin Mitchell, The Case fo r Creationism (Alma Park, Grantham, England: Autumn House Limited, 1994), pp. 78-80.


m io w a m

s u p u s is t e

deposición de dicha capa de sedimentos habría requerido sola­ mente 28 millones de años.17 El biólogo marino Dr. Ariel Roth realizó un cálculo similar utilizando una tasa de deposición de 24.108 millones de tone­ ladas por año, que obtuvo del promedio de 12 estudios de sedi­ m entación oceánica, realizados entre 1950 y 1993.18 Utilizando esta estimación y valores modernos, más precisos, para los pará­ metros marinos (450 metros de grosor medio, 360,9 millones de kilómetros cuadrados de área y 2,3 toneladas por metro cúbico de densidad del sedimento) concluyó que el tiempo necesario para depositar la capa de sedimentos presente en el suelo oceá­ nico sería de solamente 15,5 millones de años. Si además tuvié­ ramos en cuenta el rápido transporte de grandes cantidades de sedimento ocurrido durante las catástrofes que enterraron a ani­ males y plantas, el tiempo requerido se reduciría enormemente. O tra fuente de información sobre la edad de la Tierra es el material liberado por los volcanes. A partir de datos obtenidos de las erupciones volcánicas ocurridas entre 1940 y 1980, se ha estimado que los volcanes alrededor del m undo expulsan cada año un promedio de cuatro kilómetros cúbicos de material hacia la superficie terrestre.19 Algunas erupciones, sin embargo, han emitido volúmenes m uy superiores.20 La erupción de Tambora (Indonesia), en 1815, expulsó entre 100 y 300 kilómetros cú­ bicos de materia, y la de Lago Taupo (Nueva Zelanda) emitió, aproximadamente, 1.100 kilómetros cúbicos. Además, teniendo en cuenta el gran número de volcanes inactivos que observamos en la actualidad, podemos deducir que la actividad volcánica era notablemente mayor en el pasado. Incluso sin tener en cuenta

17Ibícl., p. 80. Nótese que MitcheU utiliza un área oceánica de 360,9 millones de kilómetros cua­ drados y un valor promedio de densidad para el sedimento de 2,3 toneladas por metro cúbico. 18Ariel A. Roth, Origins: Linking Science and Scripture (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 1998), p. 265. 19Ibíd., pp. 267, 268. 20 S. E. Bryan, I. U. Peate, D. W. Peate, et al., “The Largest Volcanic Eruptions on Earth”, Earth-Science Reviews, vol. 102, N° 3, 4 (2010), pp. 207-229.


FALENCIAS DE LA DATACiÓN RADíOMÉTRiCA - I

ambas observaciones, y asumiendo el modesto valor medio de cuatro kilómetros cúbicos de materia por año, si los continentes realmente hubiesen tenido 2.500 millones de años, durante ese tiempo se habrían acumulado 10.000 millones de kilómetros cúbicos de materia volcánica. Esa cantidad de material habría sido suficiente para cubrir la superficie completa de la Tierra (océanos incluidos) hasta una altura de 19,6 kilómetros. N o obstante, se ha calculado que la superficie de la Tierra contie­ ne solamente 135 millones de kilómetros cúbicos de material de origen volcánico.21 Si usamos la misma tasa de emisión para calcular su antigüedad, cuatro kilómetros cúbicos anuales, estos materiales se habrían depositado en menos de 34 millones de años. Teniendo en cuenta que en el pasado las erupciones eran más intensas y frecuentes, este período de tiempo podría verse considerablemente reducido. Vemos una vez más cómo se acumulan evidencias fehacientes en contra de las edades radiométricas, que asignan a los continen­ tes antigüedades de 2.500 millones de años. Según los datos pro­ cedentes de las tasas de erosión y de sedimentación, y de la deposi­ ción de material volcánico, la antigüedad de los continentes sería, como máximo, del orden de decenas de millones de años, lo que reduciría enormemente el tiempo disponible para la evolución. Además de las evidencias geológicas en contra de las largas dataciones de los fósiles, existen muchas otras de que la vida so­ bre la Tierra es bastante más joven de lo que sugieren las edades radiométricas. En el capítulo 5, comentamos el descubrimiento de tejidos blandos en restos de dinosaurios que, supuestamente, tenían 80 millones de años.22 No es de esperar que las estructu­ ras tisulares de base proteica sobrevivan más allá de unas decenas de miles de años, debido a la degradación natural de las cadenas moleculares. El descubrimiento de secuencias de proteína intac-

21 Roth, Origins: Linking Science and Scripture, p. 268. 22M. H. Schweitzer, “Biomolecular Characterization and Protein Sequences of the Campa­ nean Hadrosaur B. Canadensis”, Science, vol. 324 (2009), pp. 626-631.


EVOLUCIÓN tMÍNIGSlS tas en fósiles de dinosaurio constituye una fuerte evidencia de que esos restos tienen miles de años de antigüedad, y no millo­ nes. Por razones similares, las bacterias viables que se han aislado de cristales de sal encontrados en estratos del Pérmico, supuesta­ m ente tras 250 millones de años, sugieren enérgicamente que la antigüedad real de dichos estratos es de tan solo miles de años.23 En capítulos anteriores, también, hemos comentado el papel de las mutaciones, cambios aleatorios en el ADN, que resultan noto­ riamente perjudiciales para los organismos vivos. Hace unos años se descubrió que el A D N humano tiene una elevada velocidad de mutación, y que se está deteriorando con una rapidez alarmante.24 Si los seres humanos y sus antepasados hubieran existido durante tanto tiempo como supone la historia evolutiva convencional, el genoma se habría degenerado lo suficiente como para llevar a la especie a la extinción hace mucho tiempo. Cálculos basados sobre la acumulación de mutaciones perjudiciales tan solo en el AD N mitocondrial sugieren que la línea evolutiva ancestral que conduce a la aparición de los seres humanos se habría extinguido después de 20 millones de años.25 Considerando el genoma completo, y utilizando la tasa de acumulación de mutaciones observada actualmente, el Dr. John Sanford, investigador en Genética de la Universidad Cornell, ha calculado que el A D N hum ano acumula la increíble cantidad de 90.000 errores en solo 6.000 años. Esto significa que 0,003% del A D N se vuelve inoperante en menos de 10.000 años. En 6 millo­ nes de años, el 3% del A D N (uno de cada 33 fragmentos) esta­ ría dañado, y es inconcebible que el material genético sea todavía

23 C. L. Satterfield, T. K. Lowenstein, R. H. Vreeland, et al., “New Evidenee for 250 Ma Age of Halotolerant Bacterium from a Permian Salt Crystal”, Geology, vol. 33 (2005), pp. 265-268. 24 T. Beardsley, “Mutations Galore: Humans Have High Mutation Rates. But Why Worry?”, Scientific American, vol. 280, N° 4 (1999), pp. 32, 36. 25 L. Loewe, “Quantifying the Genomic Decay Paradox Due to Muller’s Ratchet in Human Mitochondrial DNA”, Genetics Research, Cambridge, vol. 87 (2006), pp. 133-159.


FALENCIAS DE LA DA1ACIÓN RADIOMÉTRiCA - I

funcional en esas condiciones.26 En otras palabras, la especie ha­ bría desaparecido mucho antes de alcanzar los 6 millones de años. La evolución requiere la producción de A D N nuevo por medio de procesos naturales aleatorios; pero lo que observamos en la naturaleza y en los laboratorios de investigación es el proceso diametralmente opuesto: A D N que se deteriora lentamente, volviéndose afuncional y poniendo en peligro la continuidad de la especie. Y esto no ocu­ rre solamente en el caso del ser humano. 1a sumamente compleja e interdependiente bioquímica de todos los organismos superiores, como las aves y los mamíferos, está codificada en el ADN de estos, pero los cambios en el A D N desequilibran el sistema y causan graves perjuicios. Por ejemplo, si la información genética que codifica la pro­ ducción de células beta está dañada, sufriremos diabetes. Si se altera la información responsable por la síntesis de una de las proteínas que participan en el mecanismo de coagulación de la sangre, sangrare­ mos hasta morir. Resultados similares seguirán a cualquier cambio que inutilice una de las miles de rutas bioquímicas críticas para el organismo. Además, los efectos de las mutaciones se multiplican por el hecho de que existen partes del genoma que son interdependientes. Se puede citar el caso de los microARNs, ácidos nucleicos cortos de cadena simple, que tienen la capacidad de regular a otros genes. Aun­ que los genes que codifican la síntesis de los microARNs representan menos del 1% del total de genes humanos, estos regulan la síntesis de proteínas de más del 10% del genoma.27 Por esta razón, las muta­ ciones en los genes que codifican los microARNs tienen efectos muy amplificados, en términos de enfermedad. Las mutaciones de algunos de estos genes se han vinculado con enfermedades humanas como la leucemia, el linfoma, el cáncer colorrectal, el cáncer de próstata, otros tipos de cáncer, y el síndrome de Martin-Bell, o del X frágil, un tras­ torno hereditario que causa retraso mental.28

26 John C. Sanford, Genetic Entropy and the Mystery ofthe Genome (Waterloo, NY: FMS Publications, 2008), p. 153. 27 B. John, A. J. Enright, A. Aravin, et a l, “Human MicroRNA Targets”, PLoS Biology, vol. 2, N °1 1(2004). 2gIbíd.


EVCüiCiÓM ¡MPs Aunque existen mecanismos naturales para proteger a los organismos de las mutaciones y para reparar el A D N dañado, estos mecanismos son, en sí mismos, susceptibles al daño por m utación. Para organismos complejos, como los seres humanos, la especie tiende a la extinción cuando los niveles de deterioro del A D N alcanzan proporciones del uno por mil, o incluso del uno por diez mil, lo que corresponde a 200.000 y 20.000 años de mutaciones acumuladas, respectivamente. Según estos datos, podemos concluir que el A D N Homo no puede tener más de 200.000 años, y probablemente no tiene más de 20.000. Las tasas de m utación del A D N que observamos en el presen­ te indican edades m ucho más cortas para la vida sobre la Tierra que las calculadas por datación radiométrica. Las tasas de ero­ sión continental, las tasas de sedimentación en los océanos y la deposición de material volcánico indican que los continentes no pueden tener miles de millones de años. Si se tienen en cuenta los eventos catastróficos y la edad de las rocas y de la vida fósil contenida en ellas, se ve m ucho más reducida. El modelo de diluvio universal, en cambio, se adecúa bien a los datos que ob­ servamos y sugiere que la edad de los continentes y de los fósiles es relativamente joven, de solamente miles de años. Evidencias sólidas y consistentes procedentes de fuentes distintas contra­ dicen las edades obtenidas por datación radiométrica. Por esta razón, es im portante analizar en detalle este método de datación y, en particular, las suposiciones que lo sustentan.


FALENCIAS DE LA DATACIÓN RADIOMÉTRICA- II LOS MÉTODOS DE DATACIÓN RADIOMÉTRICA ARROJAN EDADES ANTIGUAS PARA ROCAS JÓVENES; Y OTRAS EVIDENCIAS DE GRANDES PROBLEMAS CON ESTE MÉTODO DE DATACIÓN

n 1896, se descubrió que el uranio emitía radiación nuclear lenta, fenómeno que más tarde sería conocido como “radiac­ tividad”. Desde entonces, se ha descubierto un considerable número de elementos que sufren desintegración radiactiva. Para poder entender correctamente el contenido de este capítulo, es im­ portante conocer unos pocos conceptos técnicos, que intentaré ex­ plicar de forma sencilla. La mayoría de elementos químicos que en­ contramos en la naturaleza, y que constituyen las partículas básicas de la materia a nuestro alrededor (como el oxígeno, el hidrógeno,

E


EVCLUCSÓ-'Í iLIFOSILLS

el carbono, el silicio o el hierro), son estables y no cambian con el tiempo. Sin embargo, existen algunos elementos como el uranio, cuyos átomos son inestables y de manera espontánea se transfor­ man en otro elemento, a la vez que emiten radiaciones peligrosas. Al elemento inestable que se desintegra se denomina “elemento padre”, y al que se obtiene al final se lo llama “elemento hijo”. La transformación del elemento padre al elemento hijo ocurre a una tasa determinada, que depende de cada pareja de elementos. La vida media, o período de semidesintegración, de un elemento radiactivo es el tiempo necesario para que la mitad de los átomos del elemento padre se transforme en elemento hijo. Pongamos un ejemplo: la vida media del carbono 14, que es un elemento radiactivo que se usa para datar restos de seres vivos, es de aproximadamente 5.700 años. Si tomamos una muestra con 1.000 átomos de carbono 14, al cabo de 5.700 años, la mitad (500) se habrá transformado en nitró­ geno 14, que es el elemento hijo, y la otra mitad estará todavía en forma de carbono 14. Durante los siguientes 5.700 años, la mitad de los 500 que quedaban (250) se transformará en nitrógeno; y en 5.700 años más, la mitad de los restantes. De esta forma, después de 17.100 años, nuestra muestra, que originalmente tenía 1.000 átomos de carbono 14, tendrá solamente 125 átomos del elemento padre, y 875 del elemento hijo, nitrógeno 14. El hecho de que la desintegración radiactiva se produzca de forma regular permite usar el contenido de un elemento radiactivo en un material para calcular su antigüedad. Teóricamente, si conocemos el contenido inicial del elemento radiactivo y su período de semidesintegración, y si pode­ mos medir el contenido actual del elemento padre o hijo, el cálculo de la antigüedad de dicho material resultará relativamente sencillo. Los períodos de semidesintegración de algunos elementos ra­ dioactivos fueron medidos, inicialmente, a comienzos del siglo XX, y la primera escala de tiempo basada sobre mediciones radiométricas fue propuesta por A. Holmes en 1913. Esta se basaba sobre mediciones relativamente pobres. Sin embargo, en 1947 se publicó una edición revisada, fundamentada en el contenido de uranio encontrado en minerales de cinco niveles diferentes de la columna geológica.


ENCIAS DE 1.A DAXACION RADIOME-TRIGA

Los estratos sedimentarios no pueden ser datados directamen­ te por métodos radiométricos. En vez de ello, las capas sedi­ mentarias y sus fósiles se datan a partir de las edades de las rocas volcánicas superiores e inferiores. Cuando la colum na geológica fue datada, se m idieron 5 puntos y se hicieron interpolaciones para los períodos intermedios, siguiendo la suposición de que la longitud de cada período geológico es proporcional al grosor máximo de las rocas sedimentarias formadas durante ese perío­ do.1Esta suposición de tasas constantes de sedimentación basada sobre el uniformitarianismo se usó para calcular las antigüedades de los períodos de tiempo intermedios en la columna; aunque, como hemos visto en capítulos previos, hay claras evidencias de que no se cumple a causa del pasado catastrófico de la Tierra. Las fechas de Holmes para las distintas secciones de la colum­ na geológica se usaron hasta que a principios de los años 60 se obtuvieron nuevos datos. Desde entonces, las edades atribuidas a los diferentes estratos se fueron actualizando, a m edida que se iban recopilando nuevos resultados de datación radiométrica. El problema de la datación radiométrica es que no es un método de datación directo, ya que depende de varias suposiciones que de­ ben cumplirse necesariamente para que el resultado de la datación sea válido. A continuación, vamos a analizar con más detalle cómo funciona este método de datación. Algunos de los elementos radiactivos más usados son los siguientes: En el método uranio-torio-plomo, átomos de uranio, con un peso atómico de 238, se desintegran a través de una serie de pasos intermedios hasta el plomo 206. La vida media para esta reacción, es decir, el tiempo requerido para que la m itad del uranio 238 inestable se transforme en plomo 206 estable, se ha establecido en 4.470 millones de años. El uranio 235 se desintegra hasta el plomo 207, y tiene una vida media de 704 millones de años.

1J. L. Kulp, “Geological Time Scale”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Techno­ logy (New York: McGraw-Hill Book Company, 1960), t. 6, p. 135-137.


El torio 232, con una vida media de 14.100 millones de años, se desintegra hasta plomo 208. El rubidio 87 se descompone a estroncio 87, con una vida media de 48.800 millones de años. El potasio 40 se transforma en argón 40, con una vida media de 1.250 millones de años. El samario 147 se transforma en neodimio 143, con una vida media de 106 mil millones de años. Por último, ya hemos hablado del carbono 14, que se desin­ tegra a nitrógeno 14, con una vida media de solo 5.730 años. Para datar una roca es necesario medir con mucha exactitud la concentración de los diferentes elementos radioactivos que contiene. Sabiendo las proporciones entre los elementos padre-hijo, y utilizan­ do fórmulas matemáticas específicas, se puede calcular la edad de la roca. Para un sistema simple, aplicaríamos la siguiente fórmula: T = (t/0.693) ln [(B +1) /A ] Donde T es la edad de la roca en millones de años; t es el período de semidesintegración, también en millones de años, del elemento radiactivo; B es la concentración de átomos hijo presente en la mues­ tra; A es la concentración de átomos padre presente en la muestra; y ln es una operación matemática llamada logaritmo neperiano. En sistemas complejos donde se combinan varios elementos radiactivos o se producen varios elementos hijo distintos, las matemáticas necesarias para calcular la antigüedad se complican considerablemente. Por ejemplo, en ocasiones, es necesario te­ ner en cuenta los efectos que tiene sobre otro material radiactivo la radiación emitida por un elemento al desintegrarse. Las suposiciones que deben cumplirse para garantizar la validez de los resultados de la datación radiométrica son las siguientes: Cuando la rocafu e formada, no estuviese presente ninguna canti­ dad del elemento hijo. Es decir, que todos los átomos hijo presentes sean producto de la desintegración radiactiva del elemento padre. Durante el tiempo transcurrido entre la form ación de la roca y


FALENCIAS DE LA DATACIÓN RADIOME'TRICA - II

la datación (generalmente, decenas a miles de millones de años) el sistema ha permanecido cerrado, de m anera que no se han eli­ minado o retirado de la roca átomos ni del elemento padre ni del hijo. Durante el mismo período, no se ha añadido ningún átomo adi­ cional del elemento padre o del elemento hijo que no pueda ser explicado por el proceso de desintegración radioactiva. La tasa de desintegración no ha cambiado. Para detectar y reducir los errores debidos al incumplimiento de las suposiciones 1 al 3, se ha desarrollado una técnica llama­ da “isócrona”, por medio de la cual se calculan las proporciones de isótopos padre e hijo para diferentes minerales de la misma muestra de roca, y se representan juntas en un mismo gráfico. Si los datos se ajustan a una línea recta, el resultado se considera de confianza y se asumen pérdidas mínimas de material. La edad de la roca se calcula, entonces, a partir de la pendiente de la recta. No obstante, la técnica isócrona no hace al método infalible, porque no permite detectar algunos procesos, como la mezcla en el pa­ sado de rocas jóvenes y antiguas en estado fundido, que podrían afectar el resultado de la datación. Este problema puede ilustrarse con numerosos casos en los que, utilizando diferentes elementos radiactivos, la datación isócrona de la misma roca ha resultado en edades m uy dispares. El libro de Geología Isotópica, de G. Faure, cita varios ejemplos. Muestras de lava desde el Pleistoceno hasta el presente, con antigüedades de menos de 1,6 millones de años, según su posición en las capas de roca, se dataron por el método rubidio-estroncio, con un resultado de 773 millones de años. Dos dataciones de lava del Mioceno Superior al Plioceno dieron un re­ sultado de 5 a 9 millones de años, según el método potasio-argón, y de 31 a 39 millones de años según el rubidio-estroncio. En otro caso, la lava se dató estratigráficamente como del Plioceno-Holoceno, es decir, de menos de 5,3 millones de años, pero el resul­ tado de la datación por rubidio-estroncio fue de edades de 570 y 870 millones de años. O tra roca del mismo período fue datada en 1.500 millones de años por el método de rubidio-estroncio, y


e v m :;üíq« ; mp« íeb!í : una del Mioceno-Holoceno (es decir, de menos de 24 millones de años según la datación estratigráfica convencional) fue datada en 1.200 millones de años por el mismo método.2 El Dr. Andrew Snelling, geólogo, ha escrito un informe téc­ nico en que se explica detalladamente la influencia de la mezcla de materiales preexistentes en los resultados de las isócronas, y analiza otros intentos de explicar los resultados dispares que se obtienen en la datación radiactiva de una misma muestra de roca por distintos m étodos.3 En este trabajo, se describen es­ tudios recientes de datación isócrona de muestras múltiples de roca que, a pesar de usar métodos m uy precisos de análisis quí­ mico, han seguido dando resultados discordantes. Por ejemplo, en Somerset Dam , en Queensland, Australia, para 15 muestras de roca de una intrusión convencionalmente datada del Jurásico-Triásico (supuestamente, de 216 a 225 millones de años), el rango de edades estimadas por medio del método potasio-argón fue de 183 a 252 millones de años. La datación isócrona dio un resultado de 174 millones de años, con un error estimativo de solo ± 9 millones de años. Cuando las mismas muestras se data­ ron por el m étodo de isócrona de rubidio-estroncio, la edad ob­ tenida fue de 393 millones de años; y con el m étodo de isócrona de samario-neodimio, se calculó una edad de 259 millones de años. El m étodo plomo-plomo dio una edad de 1.425 ± 1.000 millones para la misma intrusión de roca.4 Entonces, ¿cuál es la antigüedad de la intrusión? ¿174 millones de años? ¿1.425? ¿Alguna de las edades intermedias? ¿O una totalm ente diferente? Encontramos otro ejemplo en la datación del basalto Cárdenas, de la región oriental del Gran Cañón, en Arizona. La edad con-

2G. Faure, Principies oflsorope Geology, 2o ed. (New York: John Wiley and Sons, 1986), pp. 145-147. 3Andrew A. Snelling, “Isochron Discordances and the Role of Inheritance and Mixing of Radioisotopes in the Mantle and Crust”, en L. Vardiman, A. A. Snelling y E. F. Chaffin, ed., Radioisotopes and the Age o f the Earth (El Cajón, CA: Institute for Creation Research and Chino Valley, AZ: Creation Research Society, 2005), pp. 393-524. 4 Ibíd., pp. 405-414.

¡SO


FALENCIAS DE LA DATADOS RADIOMETRICA - ¡I vencional obtenida de dataciones radiométricas previas era 1.103 ± 66 millones de años. El rango de edades obtenido en los La­ boratorios Geochron, Cambridge, Massachusetts, por el método potasio-argón, fue de 577 ± 1 2 a l .0 1 3 + 37 millones de años; y por el método de isócrona fue de 516 ± 30 millones de años. Sin embargo, el Laboratorio de Isótopos de la Universidad de Co­ lorado, en Boulder, Colorado, obtuvo edades isócronas basadas sobre rubidio-estroncio de 1.111 ± 81 millones de años para 19 muestras, y 892 ± 82 millones de años para otras 22 muestras. Las mediciones de samario-neodimio del mismo laboratorio dieron una edad isócrona de 1.588 ± 170 millones de años, mientras que las mediciones de plomo-plomo dieron una edad isócrona de 1.385 ± 950 millones de años.5 Surge, entonces, la misma pre­ gunta: ¿Cuán antiguo es el basalto? ¿516 millones de años? ¿1.588 millones de años? ¿Quiere usted mismo escoger? Un último caso citado por Snelling es la dispersión en la estima­ ción de la edad de las rocas que se obtuvo de la datación de unas 20 muestras de las rocas anfibolitas de Brahma, situadas cerca de la base del Gran Cañón. La edad estimada por rubidio-estroncio fue de 1.240 ± 84 millones de años, por samario-neodimio fue de 1.655 ± 40 millones de años; y por plomo-plomo fue 1.883 ± 53 millones de años.6 En total, más de 600 millones de años de diferencia. Otros autores han encontrado discrepancias similares. Un caso ex­ tremo es la diferencia abismal entre las edades estimadas para los gra­ nos de zircón presentes en la granodiorita Jemez, de Nuevo México, que fue datada en 1.500 millones de años por el método uranio-plo­ mo, y en solamente 6.000 años por el método de uranio-helio.7 O tro caso interesante son las rocas volcánicas cuya antigüedad se conoce con exactitud porque se formaron en épocas históricas,

5lbíd. 6Ibíd., pp. 416-418. 7D. R. Humphreys, S. A. Austin, J. R. Baumgardner y A. A. Snelling, “Recently Measured Helium Diffusion Rate for Zircon Suggests Inconsistency with U-Pb Age for Fenton Hill Granodiorite”, EOS - Transactions o f the American Geophysical Union, vol. 84, N° 46 (2003), Fall Meeting Supplement, AbstractV32C.-1047.


EVOLUCIÓN I

y que según las dataciones radiométricas se remontarían a cientos de millones de años. U n ejemplo son los flujos de lava en Hawai, de solo unos siglos de antigüedad, que dieron resultados de 3.340 millones de años.8 También tenemos rocas volcánicas proceden­ tes de erupciones históricas de las Azores, Tristan da Cunha y el Vesubio, de solamente cientos de años de antigüedad, que dieron resultados de 100 a 10.500 millones de años según el método del uranio-plomo.9 Por último, podemos citar un cuidadoso estudio de datación radiométrica de los flujos de lava de las erupciones de 1949 y 1954 del volcán Ngauruhoe, en la isla norte de Nueva Zelanda, realizado a finales de los años 90. Dos o tres muestras de roca de dos o tres kilos se recolectaron de cada uno de los siguien­ tes flujos de lava: 11 de febrero de 1949, 4 de junio de 1954, 30 de junio de 1954 y 14 de julio de 1954. También se tomaron dos muestras de los depósitos de avalancha de la erupción del 19 de febrero de 1975. Parte de las muestras se enviaron al laboratorio PRISE, de la Escuela de Investigación de Ciencias de la Tierra de la Universidad Nacional Australiana, en Canberra, para su análisis isotópico por rubidio-estroncio, samario-neodimio y plomo-plo­ mo. La isócrona de rubidio-estroncio dio una edad aparente de 133 ± 87 millones de años; la de samario-neodimio, de 197 +160 millones; y la de plomo-plomo, de 3.908 ± 390 millones.10 Si rocas con una antigüedad conocida de menos de 100 años son datadas como si tuvieran cientos o miles de millones de años,

8 J. F. Evemden, D. E. Savage, G. H. Curtís y G. T. James, “Potassium-argon Dates and the Cenozoic Mammalian Chronology of North America”, American Journal o f Science, vol. 262 (1964), pp. 145-198. Pueden encontrarse muchos ejemplos debatidos en: A. P. Dicken, Radiogenic Isotope Geology (Cambridge, UK and NY: Cambridge University Press, 1995). 9 S. P. Clementson, “A Critical Examination of Radioactive Dating of Rocks”, Creation Research Society Quarterly, vol. 7 (1970), pp. 137-141. 10 A. A. Snelling, “The Relevance of Rb-Sr, Sm-Nd, and Pb-Pb Isotope Systematics to Elucidation of the Génesis and History of Recent Andesite Flows at Mt. Ngauruhoe, New Zealand, and the Implicatíons for Radioisotopic Dating”, en R. L. Ivey Jr., ed., Proceedings o f the Fifth International Conference on Creationism. (Pittsburgh, PA: Creation Science Fellowship Publishers, 2003), pp. 285-303. En línea: www.answersingenesis.org/articles/ aid/v5/nl/mt-ngauruhoe-isotope.


FALENCIAS DE I.A DATACiüN RADÍOS!ÉTRICA - II

¿cómo podemos fiarnos en absoluto de los resultados de las dataciones radiométricas? Estas anomalías en las dataciones se han explica­ do argumentando que los resultados no representan el momento de solidificación de la lava en la superficie, sino la edad de las fuentes de roca del manto, mucho más antiguas. Este razonamiento tiene implicaciones muy importantes, que la mayoría de los geólogos sue­ len ignorar: si la datación radiométrica no refleja el momento real en que los materiales se depositaron en la columna geológica, sus resultados tampoco pueden utilizarse para calcular las antigüedades de los materiales sedimentarios intercalados entre ellas. Otro factor crucial del que depende la validez de las dataciones radiométricas es la suposición de que las tasas de desintegración han permanecido constantes. Aunque esta suposición parece ra­ zonable, un artículo publicado hace unos años en la revista Science sugirió que los cambios en la presión física podían cambiar las tasas de desintegración.11 Desde los años 90, los científicos han sido capaces de producir en experimentos de laboratorio tasas de desintegración radiactiva aceleradas hasta mil millones de veces, a temperaturas extremadamente elevadas.112 Más recientemente, un equipo de científicos de las universidades de Purdue y Stanford ha descubierto que la desintegración de los isótopos radiactivos fluctúa en sincronía con la rotación del núcleo del sol.13 No sabemos de qué modo las fuerzas ambientales, u otros ti­ pos de fuerzas, pudieron afectar las tasas de desintegración en el pasado. De todas formas, sí tenemos evidencias geológicas de desintegración radiactiva acelerada en algunos momentos; de ser cierto, esto daría la apariencia de edades más antiguas a las rocas datadas por métodos radiométricos. Informes científicos sobre las

11W. K. Hensley, W. A. Bassett y J. R. Huizenga, “Pressure Dependence of the Radioactive Decay Constant of Beryllium-7”, Science, vol. 181, N° 4.104 (1973), pp. 1.164, 1.165 12F. Bosch, T. Faestermann, J. Friese, F. Heine, e ta l, “Observation of bound-state b - decay of fully ionized 187Re”, Physical Review Letters, vol. 77, N° 26 (1996), pp. 5.190-5.193. Pueden encontrarse más debates y experimentos similares en: ww.answersingenesis.org/ articles/tj/v 15/n2/acceleration. 13En línea: www.phys.org/news202456660.html#jCp.


E V O L U C I Ó N t f .3 . . r ' r e ­

tasas de acumulación y de difusión de helio procedente de desin­ tegración radiactiva en rocas graníticas del Precámbrico en Fenton Hill, Nuevo México, sugieren tasas de desintegración radiactiva enormemente aceleradas en el pasado reciente.14 Otros estudios de comparación de radiohalos de uranio-238 y radiohalos de polonio, en granitos y en rocas metamórficas, apoyan también la existencia de desintegración radiactiva acelerada, y la formación rápida y relativamente reciente de determinados tipos de roca.15 Estos hallazgos cuestionan el cumplim iento de la suposición de que las tasas de desintegración radiactiva han sido constantes durante miles de millones de años; lo que a su vez desafía seria­ mente la validez de los resultados de las dataciones radiométricas. Y si fuera verdad que las tasas de desintegración sufrieron importantes aceleraciones en el pasado, entonces, esto además implicaría que las edades reales de las rocas serían m ucho m eno­ res que las estimadas por medio de datación radiometrica; sobre todo cuando se usan isótopos con largos períodos de semidesintegración.16 Hay otras suposiciones metodológicas que se aplican a la data­ ción radiométrica, tales como la afirmación de algunos científicos de que si la edad radiométrica no es compatible con los datos estratigráficos, la datación radiométrica no es de confianza.17 Esto suscita gran cantidad de cuestionamientos respecto de las fechas radiométricas que no deben de haberse publicado por no concor­ dar con la edad estándar de la columna geológica, o aquellas que quizá fueron reescritas a fin de hacerlas coincidir con las fechas

14 D. R. Humphreys, “Young Helium Diffusion Age of Zircons Supports Accelerated Nu­ clear Decay”, en Vardiman, Snelling y Chaffin, ed., Radioisotopes and the Age o f the Earth, pp. 25-100. 15A. A. Snelling, “Radiohalos in Granites: Evidence for Accelerated Nuclear Decay”, en: Ibíd., pp. 101-208. 16L. Vardiman, S. A. Austin, J. R. Baumgardner, et a l, “Summary of evidence for a Young Earth from the RATE Project”, en: Ibíd., pp. 735-772. 17D. L. Thurber, W. S. Broecker, R. L. Blanchard y H. A. Potratz, “Uranium-series Ages of Pacific Atoll Coral”, Science, vol. 149 (1965), pp. 55-58.


previamente consensuadas para la historia evolutiva del planeta. Por ejemplo, en Kenia, hay un depósito volcánico llamado KBS Tuff, que es rico en fósiles, y originalmente fue datado con una antigüedad de entre 212 y 230 millones de años. No obstante, como esta edad no se ajustaba al registro fósil presente, el depósito fue redatado por los mismos investigadores empleando distintas muestras, y se obtuvo una nueva edad de 2,61 millones de años.18 El famoso antropólogo Dr. Richard Leakey descubrió un cráneo similar al de un ser hum ano moderno debajo del KBS Tuff, en un estrato que contenía también herramientas primitivas y había sido datado en unos 2,9 millones de años.19 Estratos similares a los hallados debajo del KBS se habían encontrado también en el río Orno, en Etiopía, y se habían datado con una edad inferior, de aproximadamente 2 millones de años; así que, en un estudio pos­ terior realizado por investigadores de la Universidad de Califor­ nia, en Berkeley, se volvieron a datar los estratos del KBS Tuff y el resultado fue una nueva edad, de 1,6 millones de años.20 Durante los siguientes cinco años, se realizaron estudios adicionales de datación radiométrica, y los estratos fueron, una vez más, redatados por investigadores de la Universidad Australiana. Estos reportaron edades de 1,87 y 1,89 millones de años, valores compatibles con la edad estándar de los mamíferos fósiles encontrados, según la escala de tiempo evolutiva.21 O tra suposición metodológica que podría provocar un sesgo e influir en los resultados de las dataciones está relacionada con

18 F.J. Fitch y J.A. Miller, “Radioisotopic Age Determinations of Lake Rudolf Artefact Site”, Nature, vol. 226, N° 5.242 (18 de abril de 1970), pp. 226-228. 19 F. J. Fitch, I. C. Findlater, R. T. Watkins y J. A. Miller, “Dating of the Rock Succession Containing Fossil Hominids at East Rudolf, Kenya”, Nature, vol. 251 (20 de septiembre de 1974), pp. 213-215. 20 G. H. Curtís, R. E. Drake, T. E. Cerling y J. H. Hampel, “Age of KBS Tuff in Koobi Fora Formation, East Rudolf, Keyna”, Nature, vol. 258 (4 de diciembre de 1975), pp. 395-398. 211. McDougall, R. Maier, R Sutherland-Hawkes y A. J. W. Gleadow, “K-Ar Age Estímate for the KBS Tuff, East Turkana, Kenya”, Nature, vol. 284 (20 de marzo de 1980), p. 230. Ver también: A. J. W. Gleadow, “FissionTrackAge of the KBS Tuff and Associated Hominid Remains in Northern Kenya”, ibíd., pp. 225-230.


la recomendación del Dr. J. L. Kulp, profesor de Geoquímica en la Universidad de Columbia, de que el elemento radiactivo escogido para realizar una datación debe tener un período de semidesintegración del mismo orden de m agnitud que el lapso a medir. Kulp sugirió que, para rocas antiguas, debían escogerse los isótopos con períodos de semidesintegración de cientos de millones de años.22 Esto implica suponer de antem ano la edad de la roca que se está intentando datar, lo que predispone a los investigadores hacia un tipo determinado de resultado, e impide la obtención de resultados m uy dispares a lo esperado, pues es­ tos ni siquiera se encuentran dentro del rango de medición. Un ejemplo práctico son las dataciones de carbón o de diamantes. Se asume que estos materiales, que son esencialmente carbono en formas diferentes, tienen antigüedades de cientos de millones de años y, por lo tanto, no suelen ser analizados con carbono 14, cuyo período de semidesintegración es de tan solo 5.730 años, porque se asume que están fuera de su alcance. A pesar de esto, cuando algunos científicos poco ortodoxos decidieron no seguir esta recomendación y dataron materiales con base de carbono, supuestamente m uy antiguos, con el m étodo del carbono 14, obtuvieron resultados sorprendentes. Antes de comentar algunos casos, veamos de qué m anera fun­ cionan las dataciones con carbono 14: La vida en la Tierra está basada sobre el carbono. Los seres vi­ vos están conformados por moléculas orgánicas que, básicamen­ te, son compuestos de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, siendo el carbono el elemento principal del esqueleto de las cade­ nas de dichas moléculas. La mayoría del carbono que integra a los seres vivos es carbono 12. Este elemento se incorpora a la materia viva desde la atmósfera, por medio de la fotosíntesis. Las plantas toman su carbono del dióxido de carbono del aire, y lo utilizan para fabricar moléculas orgánicas que se acumulan en la planta y la hacen crecer. Como producto de desecho de este proceso, se

22 J. L. Kulp, “Rock (Age Determination)”, McGraw-Hill Encyclopedia o f Science and Technology, t. 11, pp. 591-594,


produce oxígeno, que las plantas liberan a la atmósfera. Además de oxígeno y dióxido de carbono, la atmósfera terrestre contiene una gran cantidad de nitrógeno. En la parte superior, algunos de los átomos de nitrógeno se convierten en carbono 14 cuando son golpeados por neutrones procedentes de rayos cósmicos. El carbo­ no 14 tiene propiedades m uy similares al carbono 12, por lo que puede formar moléculas de dióxido de carbono, ser incorporado por las plantas en la fotosíntesis y, con posterioridad, pasar a los animales por medio de la cadena alimenticia. Aproximadamente, uno de cada un billón de átomos de carbono de la atmósfera es carbono 14. La diferencia principal entre el carbono 12 y el 14 es que este último es radiactivo. Los átomos de carbono 14 desin­ tegrarán con el tiempo y se convertirán de nuevo en nitrógeno. Como la producción de carbono 14 en las capas altas de la atmós­ fera es más o menos constante, y las plantas no distinguen los dos tipos de carbono, la proporción de carbono 14 en plantas y en animales, mientras están vivos, es la misma que en la atmósfera. Sin embargo, cuando los seres vivos mueren, dejan de incorporar el carbono 14 de la atmósfera y el nivel disminuye lentamente, según la fórmula de desintegración descrita con anterioridad. Eso significa que después de 5.730 años -la vida media del carbono 14 - solo quedará la mitad. Si se analiza una muestra orgánica, la cantidad de carbono 14 que queda en su interior nos permitirá calcular la fecha de la muerte del ser vivo del que procede la mues­ tra. No obstante, si la antigüedad de la muestra fuera m uy grande, del orden de millones de años, esta técnica de datación no sería válida dado que, después de tantas “vidas medias” transcurridas, la cantidad de carbono 14 restante sería nula, o tan pequeña que resultaría indetectable. Uno de los problemas relacionados con la datación con car­ bono 14 es que se asume que el contenido de carbono 14 en la atmósfera ha sido constante con el tiempo. Ya hemos comentado que el carbono 14 se forma a causa de los rayos cósmicos; enton­ ces, esta suposición requiere que el flujo de rayos cósmicos que llega a la Tierra haya sido constante durante millones de años. Los rayos cósmicos están formados por protones de alta energía que


tienen carga positiva, por lo tanto, su impacto en la atmósfera está afectado por el campo magnético de la Tierra. La intensidad de los rayos cósmicos provenientes del espacio exterior podría haber cambiado considerablemente en el pasado, de la misma mane­ ra que podría haber cambiado el campo magnético de la Tierra. Sabemos, por ejemplo, que el m omento magnético dipolar de la Tierra se ha reducido en un 6,5 % desde el año 1900.23 Si la acti­ vidad de los rayos cósmicos hubiese sido inferior en el pasado, las dataciones darían edades mayores que las reales. La medida exacta de la proporción entre los carbonos 14 y 12 fue también problemática hasta comienzos de los años 80, cuando estuvieron disponibles las técnicas de espectrometría de masas con aceleradores (Accelerator Mass Spectrometer, o AMS). A finales de los años 90, el Dr. Andrew Snelling tenía en su po­ der varias muestras de madera fosilizada cuya antigüedad, según su posición en la columna geológica, era de entre 40 y 250 millones de años. Aunque en teoría estas muestras tan antiguas no deberían contener carbono 14, Snelling las envió a un laboratorio comercial que usaba tecnología AMS, para su datación por este método. Los resultados no solo confirmaron la presencia de carbono 14 en las muestras, sino también determinaron edades recientes para ellas, de entre 20.700 ± 1.200 y 44.700 ± 950 años.24 El Dr. Paul Giem, de la Universidad de Loma Linda, es un médico de Urgencias con gran interés en la datación por carbono 14. En 2001, Giem publicó una evaluación de los resultados de datación con carbono 14 de unas 70 mediciones AMS de fósiles, reportadas entre 1984 y 2001. Según su posición en los estratos de roca, estas muestras de carbono fósil tenían más de 100.000 años y, en muchos casos, millones.25 Ninguna de estas muestras debería

23 K. Kudela y P. Bobik, “Long-term Variations of Geomanetic Rigidity Cutoffs”, Solar Physics, vol. 224 (2005), pp. 423-431. 24 J. R. Baumgardner “ 14C Evidence for a Recent Global Flood and a Young Earth”, en: Vardiman, Snelling y Chaffin, ed., Radioisotopes and the Age o f the Earth, p. 589. 25 Paul Giem, “Carbón-14 Content of Fossil Carbón’-, Origins (Geoscience Research Institute), vol. 51 (2001), pp. 6-30.


~ALt NCIAS Dt

DATAC

haber tenido una cantidad cuantificable de carbono 14 pero, a pesar de ello, la mayoría de ellas dieron resultados de edades entre 40.000 y 50.000 años. El Dr. Giem observó que muchas mues­ tras, aun cuando procedían de períodos de tiempos geológicos m uy diferentes, daban edades similares en la datación por carbono 14. Esto concuerda con el modelo de creación-inundación, que propone que la mayoría de los estratos que contienen fósiles se depositaron en un breve período de tiempo, y en un pasado re­ ciente. Asimismo, la persistencia de carbono 14 en un número tan grande de muestras fósiles procedentes de distintas ubicaciones sugiere, firmemente, que los fósiles no pueden ser tan antiguos como afirma la escala de tiempo geológico. El Dr. Giem señala que después de 300.000 años no debería quedar ni un solo átomo de carbono 14 en una muestra de un gramo de carbón fósil. En consecuencia, en muestras de carbón de entre decenas y cientos de millones de años, no podría haber niveles detectables de carbono 14, si las muestras tuvieran realmente esa antigüedad. El hecho de que se detecte carbono 14 prueba, claramente, que deben te­ ner menos de 300.000 años, y en términos de análisis prácticos, menos de 100.000. En otras palabras, los estratos portadores de carbón no pueden tener ni remotamente la edad que la columna geológica estándar les ha asignado. El trabajo del Dr. Giem fue continuado, a comienzos del siglo XXI, por un riguroso estudio del contenido de carbono 14 en muestras de carbón procedentes de diferentes lugares de los Es­ tados Unidos. Diez fueron obtenidas del Banco de Muestras de Carbón del Departamento de Energía de los Estados Unidos, en la Universidad Estatal de Pensilvania. Las muestras eran bloques de 180 kilogramos de carbón fresco, extraídos de minas de carbón activas y almacenados en gas argón; y procedían de depósitos asig­ nados a los períodos Eoceno, Cretácico y Pensilvano en la colum­ na geológica, con edades asociadas de entre 40 y 300 millones de años. Estas muestras de carbón fueron analizadas cuidadosamente por medio de técnicas AMS, y corregidas para los efectos de fondo estándar. Todas las muestras dieron niveles medibles de carbono 14, y las edades obtenidas solo variaban entre 44.000 y 57.000


€ .-o; años.26 Estos resultados desafían seriamente las edades convencio­ nales asignadas a la columna geológica, y no dejan tiempo sufi­ ciente para que la evolución haya podido suceder. A pesar de situarse en el rango de unos pocos miles de años, estas edades aun son excesivas para ajustarse al modelo de crea­ ción-diluvio siguiendo la cronología bíblica. N o obstante, es posible que las edades aparezcan aumentadas, si la proporción de carbono 14 respecto del 12 era m enor en el pasado. El autor del citado informe, Dr. John Baumgardner, geofísico y miembro jubilado del personal técnico de la División Teórica del Labo­ ratorio Nacional Los Álamos, señala que si en el pasado existió un contenido de carbono m ucho más alto en la biosfera, como revelan los extensos depósitos de carbón y piedra caliza, la pro­ porción de carbono 14 generada por rayos cósmicos habría sido menor. Si en el cálculo se emplea un valor estimado inferior para el nivel de carbono 14 en el pasado, se obtienen edades de aproximadamente 5.000 años para estas muestras, lo que sí con­ cuerda con el resto de evidencias científicas e históricas en favor del diluvio universal.27 U n estudio complementario se llevó a cabo con diamantes cuya datación convencional se sitúa entre 1.000 y 3.000 millo­ nes de años. Diamantes de esa antigüedad no deberían contener nada de carbono 14 pero, como veremos a continuación, las dataciones revelaron altos niveles de este elemento. Se ha sugerido que los neutrones térmicos generados por otros elementos ra­ diactivos, como el uranio, el torio, etc., pueden generar carbono 14 en la corteza terrestre, lo que explicaría la aparición de este elemento en muestras antiguas. Esta posibilidad ha sido consi­ derada, pero la cantidad producida sería tan pequeña que estaría m uy por debajo del nivel detectable por AMS y, por lo tanto, no justificaría ninguno de los resultados observados.28

26 J. R. Baumgardner, ibíd., pp. 587-609. 27 Ibíd.., p. 588. 28 Ibíd., pp. 614-616.

170


FALENCIAS DE LA DATACiON RADiOMÉTRiC Cinco diamantes procedentes de chimeneas de kimberlita, cuatro de las minas de De Beers, en Botsuana, y uno de Kimberley, en Sudáfrica, más un diamante procedente de un depósito aluvial de Guinea, se analizaron por el método de AMS, y se obtuvieron niveles de carbono 14 en todos ellos. Los resultados de la datación dieron un promedio de edad de 55.700 años.29 Más tarde, los mismos investigadores dataron seis diamantes adicionales de Namibia, y todos contenían niveles detectables de carbono 14. Estudios posteriores, publicados en 2007 por investigadores de la Universidad de California, obtuvieron resultados similares. Da­ taron varios diamantes por el método del carbono 14, usando el espectrómetro de alta precisión Keck Carbón Cycle AMS, y obtu­ vieron edades que se extendían desde los 64.900 ± 400 años hasta los 80.000 ± 1.100 años. Seis fragmentos de un mismo diamante dieron resultados de entre 69.300 ± 500 y 70.600 ± 500 años.30 Todos los resultados anteriores fueron estadísticamente sig­ nificativos, y proporcionan evidencias sólidas de que estos dia­ mantes, datados convencionalmente en miles de millones de años, deben tener menos de 100.000 años. Com o ya hemos comentado antes, con estos resultados, la historia geológica del planeta queda tan reducida que no da tiempo suficiente para la ocurrencia de una evolución tal como la propuesta por el m ode­ lo evolutivo estándar. El conjunto de evidencias revisadas hasta el m om ento en este libro indican, claramente, que la edad de la vida en la Tierra es m uy inferior a la propuesta por el modelo convencional y que la evolución no ha ocurrido. Evidencias geológicas, como las ve­ locidades de erosión y sedimentación; biológicas, como los teji­ dos blandos encontrados en fósiles de dinosaurio y las tasas de mutación; e históricas, como las narraciones del diluvio en nu­

x Ibíd., pp. 609-630. 30 R. E. Taylor y J. Southon, “Use of Natural Diamonds to Monitor 14C AMS Instrument Backgrounds”, Nuclear Instruments and Methods in Physics Research Section B: Beam Interactions with Materials and Atoms, vol. 259, N° 1 (junio de 2007), pp. 282-287


merosas culturas, son firmemente opuestas al concepto de que la Tierra, los estratos y los fósiles tienen millones de años de an­ tigüedad. Incluso los resultados de las dataciones radiométricas, que constituyen en la actualidad la base principal del modelo de largas edades, pueden utilizarse para cuestionar dicho modelo, si consideramos las discrepancias con otros métodos de datación y los resultados “anómalos”, como la presencia de carbono 14 en muestras en las que debería estar ausente.


LA TEORIA DEL BIG BANG NO ESTÁ RESPALDADA PO r T Ó s I dATOS OBSERVADOS

uestro planeta es un entorno realmente extraordinario, diferente de cualquiera en nuestro sistema solar o en nin­ gún otro lugar conocido del espacio cercano. El tamaño del Sol, y la distancia entre este y la Tierra, hacen posible que la tem peratura permanezca dentro de un rango compatible con la vida. La abundancia de agua, oxígeno y carbono, así como muchos otros factores, hacen que la Tierra sea un lugar aparen­ tem ente perfecto para la vida. Esto es lo que quieren decir los astrónomos cuando hablan de un planeta Ricitos de O ro (en inglés Goldilocksplanet),1 haciendo referencia al cuento infantil *

N

'Ver, por ej„ N. Lubrick, “Goldilocks and the Three Planets”, Astronomy, vol. 31, N° 7 (2003), pp. 36-41.


.‘MIus­

en el que una niña escoge entre objetos de características varia­ das según las que le resultan más convenientes: ni m uy grande ni m uy pequeño, ni m uy frío ni m uy caliente, ni m uy duro ni m uy blando, etc. La vida, tal cual la conocemos, está basada sobre el carbono, elemento químico que tiene propiedades particulares, incluyen­ do la capacidad de establecer enlaces con hasta otros cuatro áto­ mos o cadenas de átomos. Esto permite a los átomos de carbono formar el esqueleto de m ultitud de biopolímeros que constitu­ yen las estructuras de nuestras células, las enzimas responsables del metabolismo celular y otras moléculas esenciales, como el material genético. En el universo conocido, hay una cantidad relativamen­ te grande de carbono. Los científicos han propuesto que este y otros elementos se formaron por una fusión nuclear en las estrellas, a partir de partículas atómicas más ligeras. El famoso astrónomo Sir Fred Hoyle, de la Universidad de Cambridge, estudió las reacciones necesarias para producir carbono y cal­ culó los niveles de energía de sus átomos. Llegó a la conclusión de que, para que el carbono tuviera sus propiedades químicas únicas, sus niveles de energía tenían que estar ajustados con tal precisión que la probabilidad de que hayan sido generados por las fuerzas ciegas de la naturaleza era minúscula. Escribió que, si interpretamos los datos científicos con sentido común, debe­ ríamos concluir que un intelecto súper calculador debió haber diseñado las propiedades del átomo de carbono.2 Hoyle señaló, igualmente, que aun más ridículo es suponer que los átomos de carbono pueden juntarse a través de procesos aleatorios, para conformar los biopolímeros capaces de sustentar la vida. Se ha propuesto que las primeras moléculas orgánicas aparecieron y se acumularon en ambientes determinados de la Tierra primitiva, como lagunas costeras o chimeneas hidroter­

2 Fred Hoyle, “The Universe: Past and Present Reflections”, Engineering and Science, vol. 45, N° 2 (noviembre de 1981), pp. 8-12. En línea: www.calteches.library.caltech. edu/527/2/Hoyle.pdf.


LA TEORÍA DEL BíG BAÑO

males, y formaron lo que se conoce como “sopa prim ordial”. Hoyle y su colega, el matemático C handra W ickramasinghe, calcularon que las probabilidades de que los átomos de carbono hayan podido unirse a fin de crear las enzimas necesarias para la form a de vida más simple -q u e deberían haber aparecido si­ m ultáneam ente en el lugar y en el m om ento apropiados- son tan pequeñas que incluso si el universo entero estuviera forma­ do por dicha “sopa prim ordial”, todavía resultaría improbable.3 Hoyle pensaba que, en lugar de aceptar la ínfima probabilidad de que la vida haya aparecido mediante las fuerzas ciegas de la naturaleza, tenemos menos probabilidades de equivocarnos si suponemos que el origen de la vida fue un acto intelectual de­ liberado.4 El modo en que los elementos químicos que com ponen de la vida -carbono, oxígeno, nitrógeno e hidrógeno- llegaron a exis­ tir, junto con los demás elementos, se suele explicar en las clases de ciencias de la mayoría de las universidades y los colegios en relación con la “teoría del Big Bang”, que literalmente significa “La gran explosión”. Este nombre fue acuñado originalmente por Hoyle; quien en realidad rechazaba la teoría.5 La teoría del Big Bang es una construcción increíble de su­ posiciones astronómicas no demostradas, que trata de dar una explicación natural a la formación del universo. A continuación, realizaremos una revisión general de lo que se conoce como la “teoría del Big Bang caliente”: Es im portante empezar señalando una falsa idea m uy exten­ dida respecto de lo que esta teoría entraña. Muchas personas, incluyendo algunos científicos y astrónomos, creen que el Big Bang describe el escenario de “algo” (científicamente referido como una “singularidad”) con propiedades extremas como den-

3F. Hoyle y C. Wickramasinghe, Evolutionfrom Space (London: J.M. Dent & Sons, 1981), pp. 23-33. 4Hoyle, “The Universe: Past and Present Reflections", ibíd., p. 12. 5Ver: www.physicsworld.com/cws/article/news/2615.


EVOLUCIÓN sidad y calor infinitos, que apareció repentinam ente en el vacío y se expandió con rapidez en el espacio tridimensional. A medida que esta materia/energía en expansión se enfriaba, se formaron galaxias y estrellas como islas, en el espacio que conocemos como universo. Pero, la teoría es en realidad aún más ingeniosa, pues lo que propone es que, en el Big Bang, el espacio en sí mismo se expandió en un hiperespacio tetradimensional.6 Esta imagen puede ser difícil de captar, así que, usaremos como analogía la expansión de un globo que está siendo inflando. Si dibujamos círculos pequeños en la superficie del globo, a m edida que este se expande los círculos tam bién se expandirán, y además se alejarán unos de otros. En este caso, tenemos una superficie bidimensional que se dilata en el espacio tridimensional. Una observación im portante es que la superficie del globo no tiene centro. La teoría del Big Bang, con un espacio tridimensional que se dilata en el hiperespacio tetradimensional (que, a propósito, nunca ha sido observado o detectado, y es solo una suposición inventada), implica que el universo no tiene bordes y, por lo tanto, no tiene centro. Este supuesto, llamado el “principio cosmológico” o el “principio de Copérnico”, era necesario a los fines de desarrollar una teoría en la que el universo sea esféricamente simétrico des­ de donde quiera que se lo examine. Cuando observamos el universo desde la Tierra, da la sensación de ser esféricamente simétrico (isotrópico) a nuestro alrededor, como si estuviéramos cerca del centro, en una posición privilegia­ da para estudiar la estructura y la naturaleza del espacio. Sin em­ bargo, algunos cosmólogos querían una teoría en la que la Tierra no estuviera cerca del centro del universo. Así que, adoptando el concepto de hiperespacio, crearon una teoría que explica que pa­ rece que estamos cerca del centro porque es así como se ve el uni­ verso desde cualquier punto en el que esté situado un observador

6W. Rindler, Essential Relativity: Special, General and Cosmological, 2o ed. (New York: Springer-Verlag, 1977), pp. 212, 213.


potencial.7 En otras palabras, la teoría del Big Bang incluye una hipótesis construida específicamente de modo de asegurar que la Tierra no está ubicada en un lugar especial del universo. En su intento por conseguir una explicación mecanicista de nuestros orígenes, en lugar de una sobrenatural que implique un Creador Inteligente, la teoría del Big Bang contiene varias supo­ siciones forzadas adicionales, algunas de las cuales no pueden ser justificadas basándose sobre las leyes conocidas de la Física.8 Son invenciones no comprobadas, pero necesarias para dar forma a la teoría. Por ejemplo, la teoría del Big Bang requiere un número creciente de entidades hipotéticas que nunca han sido demostra­ das ni observadas. Las más prominentes de estas son: • La teoría inflacionaria. • La materia oscura. • La energía oscura. Sin estas presuntas —y totalm ente inventadas— condiciones, la teoría del Big Bang no funciona. En otras palabras, como lo que la teoría predice y lo que los astrónomos observan no con­ cuerda, los teóricos desarrollan nuevos artefactos para tratar de conseguir que funcione. Se puede citar el grado de uniformidad que se observa en el universo, que no es compatible con la formulación inicial de la teoría pues el universo debería hacerse expandido demasiado rápido para desarrollar esta uniformidad. A fin de superar esta dificultad, los cosmólogos introdujeron el concepto de “energía inflacionaria”, desconocida hasta el m om ento, que sería respon­ sable por la separación entre sí de los objetos del universo. La

7 S. W. Hawking y G. F. R. Ellis, The Large Seale Structure ofSpace-Time (Cambridge, UK and New York: Cambridge University Press, 1973), pp. 134, 135. 8Notas de una conferencia de Astronomía en la Universidad de Tennessee (en inglés): “Problems with the Big Bang”. Ver: www.csepl0.phys.utk.edu/astrl62/lect/cosmology/ bbproblems.html.


EVSLIfCSDM í MPOÍ? ■ explicación es que el espacio entre los objetos es lo que se expan­ de a gran velocidad, superando incluso la velocidad de la luz, mientras los cuerpos permanecen en reposo en relación con él. De esta manera, se consigue explicar la estabilidad (isotropía) de la radiación de fondo de las microondas cósmicas. De m odo semejante, la teoría del Big Bang postula una pro­ porción de materia y de antimateria en el universo m uy diferen­ te de la que observamos. Así que, en lugar de descartar la teoría debido a la acumulación de datos en contra, los cosmólogos han propuesto la existencia de un tipo hipotético de “materia oscu­ ra”, que no emite suficiente radiación electromagnética para ser detectada por los medios técnicos actuales. La “energía oscura” es una entidad hipotética similar. Sin ella, la teoría predice la ridicula situación de que el universo es miles de millones de años más joven que algunas de las estrellas de nuestra galaxia. Estos importantes defectos de la teoría del Big Bang son cono­ cidos por los científicos desde hace décadas.9 En 2004, decenas de los principales astrónomos y físicos firmaron una carta, publica­ da en la revista New Scientist, señalando que se estaba recurrien­ do continuamente a nuevas entidades hipotéticas para llenar los huecos entre la teoría y la observación. Además, la teoría había fracasado en ofrecer alguna predicción cuantitativa que pudiera ser validada científicamente.101Entre los astrónomos y cosmólo­ gos ilustres que firmaron la carta, encontramos a Halton Arp, del Instituto Max Planck de Astrofísica, en Alemania; Hermann Bondi, de la Universidad de Cambridge; y Thomas Gold, de la Universidad Cornell.11 Desde que la carta fuera publicada en New Scientist, han tenido lugar dos congresos titulados “Crisis en la Cosmología”, en 2005 y 2008, y cientos de astrónomos, físicos y otros científicos han añadido sus nombres a la lista.

9Ver, por ej., E. Lemer, The Big Bang Ne\>er Happened: A Startling Refutation ofthe Dominant Theory ofthe Origin ofthe Universe (London: Vintage, 1992). 10E. Lemer, “Bucking the Big Bang”, New Scientist (22 de mayo de 2004), p. 20. 11 Para una lista completa de los suscribientes, ver: homepages.xnetco.nz/~hardy/cosmologystatement.html.


I.A TEORIA DEL BiG BANG

La radiación cósmica de fondo de microondas también se cita como una de las principales evidencias de la teoría. Sin embargo, en la conferencia de 2008, el investigador en Termodinámica Bernard Bligh, educado en la Universidad de Oxford, presentó cál­ culos termodinámicos rigurosos que demostraban que la supuesta “bola de fuego” inicial del Big Bang no podía haber producido el espectro de cuerpo negro casi perfecto que observamos.12 Por otro lado, el Dr. Richard Lieu y sus compañeros de trabajo de la Universidad de Alabama, en Huntsville, analizaron datos procedentes de la Sonda Espacial W ilkinson para Anisotropía de Microondas (WMAP, por sus siglas en inglés), relacionados con 31 grupos de galaxias. Buscaban evidencias de las sombras que deberían haber proyectado las galaxias situadas en primer plano, en la radiación de fondo de microondas procedente de la supuesta explosión. Pero, no se detectó ni una sola sombra relacionada con ninguno de los 31 grupos, lo que es una po­ derosa evidencia de que la Gran Explosión nunca ocurrió.13 En realidad, la radiación de fondo de microondas que observamos tiene más sentido y coincide mejor con los valores calculados, si se interpreta únicamente como la tem peratura del espacio calen­ tado por la luz de las estrellas.14 O tro gran problema con la teoría del Big Bang es que fa­ lla totalm ente en su predicción de galaxias satélite. El Dr. Pavel Kroupa, educado en la Universidad de Cambridge y profesor de Astronomía en la Universidad de Bonn, en Alemania, señala que tan solo vemos el 1% del número de galaxias que la teoría predi­ ce. Según Kroupa, esta es la evidencia más clara de que hay algo

12 H. Ratcliffe, “The Second Crisis in Cosmology Conference” (2008). En línea: www. hiltonratdiffe.com/45. 13R. Lieu, J. P. D. Mittaz y Z. Shuang-Nan, ‘T he Sunyaev-ZeTdovich Effect in a Sample of 31 Clusters: A Comparison Between the X-ray Predicted and WMAP Observed Cosmic Microwave Background Temperature Decrement”, Astrophysical Journal, vol. 648, N° 1 (2006), pp. 176-199. 14T. Van Flandern, “The Top 30 Problems with the Big Bang”, Meta Research Bulletin, vol. 11, N° 1 (2002), pp. 6-13.


. . m M m n m p ü m s í? . absolutamente erróneo en el modelo del Big Bang como expli­ cación del origen de las galaxias que observamos en el espacio. 15 O tro aspecto de la teoría del Big Bang, que ya hemos comenta­ do anteriormente, es que describe un universo en expansión. Esta expansión, si estuviera ocurriendo realmente, produciría fenóme­ nos de dilatación temporal, cuyo resultado sería dos efectos de ensanchamiento en las curvas de luz de las supernovas. Pese a esto, estudiando los anchos de las curvas de luz de las supernovas, solo se observa un efecto de ensanchamiento.16 Del mismo modo, los datos obtenidos en las mediciones de la luminosidad superficial de las galaxias son consistentes con los cálculos de un universo que no se expande.17 Además de los nombrados aquí, existen otros serios proble­ mas con la teoría del Big Bang que no vamos a explicar aquí, porque son de naturaleza excesivamente técnica.18 N o obstante, tal acumulación de problemas debería llevarnos a la conclusión de que el Big Bang no puede explicar el origen del universo y, por lo tanto, es necesario buscar otro modelo. De hecho, se po­ dría proponer un sinnúmero de cosmologías alternativas, pero es realmente difícil que lleguemos a demostrar lo que en verdad ocurrió. Es cierto que algunos modelos parecen más factibles que otros; pero, hasta la fecha, no se ha propuesto ningún m o­ delo mecanicista que se adecúe a todos los datos observados. Aunque tampoco es posible demostrar su veracidad, el modelo de creación instantánea del universo, con la Tierra cerca de su centro, concuerda bien con lo que en realidad observamos.19

15 M. Chown, “Mystery of the Missing Mini-galaxies”, New Scientist (22 de agosto de 2009), pp. 37-39. 16 T. B. Andrews, “Falsification of the Expanding Universe Model”, American Institute o f Physics Conference Proceedings, vol. 822 (21 de marzo de 2006), pp. 3-22. 17 E. J. Lemer, “Evidence for a Non-Expanding Universe: Surface Brightness Data From HUDF”, en: Ibíd., pp. 60-74. 18Ver, por ej., Van Flandem, ibíd., pp. 6-13. 19 Ver, por ej., el sitio web del Dr. Robert Herrmann, PhD, Profesor de Matemáticas (re­ tirado), Academia Naval de los EEUU: www.users.datarealm.com/herrmann/main.html.


I.A f tQKíA DLL Bit:; BANü

La teoría del Big Bang se enseña en escuelas, institutos y univer­ sidades, simplemente porque es popular entre los científicos que no quieren llevar ninguna noción de Dios a las aulas. Su argumen­ to principal es que la Creación no es una teoría científica verificable y que, en consecuencia, no puede ser enseñada en una clase de ciencias. Y aun así, para tratar de salvar la teoría del Big Bang, no ven en absoluto problemático enseñar la teoría inflacionaria, que es una idea filosófica no comprobable. Como nos recuerda el internacionalmente renombrado astrofísico George Lilis, un universo simétricamente esférico, con la Tierra en su centro, no puede ser refutado sobre la base de la observación. Según Lilis, los cosmólogos están utilizando criterios filosóficos con el propósito de elegir su modelo de origen del universo; y gran parte de la pro­ pia cosmología trata de esconder este hecho.20 Cuando consideramos todos los conocimientos que hemos ido acumulando sobre la física y la química del universo y de la Tierra, las características de nuestro planeta y su posición en el Sistema Solar, junto con la baja probabilidad de que todo eso se combine por azar para dar lugar a un escenario “perfecto para que exista la vida”, encontramos evidencias abrumadoras de que ocurrió como consecuencia de la voluntad de un Dios Creador todopoderoso. Actualmente, no hay ninguna teoría probada de cómo llegamos a existir los seres humanos y nuestro bello planeta. Sin embargo, el “ajuste fino” del universo refuerza la afirmación, de hace ya déca­ das, del profesor Fred Hoyle: el universo y la vida son el resultado de un acto deliberado de una inteligencia infinitamente superior.

20 W. W. Gibbs, “Profile: George F. R. Ellis”, Scientific American, vol. 273, N° 4 (octubre de 1995), p. 55.


CIENTIFICOS NO EVOLUCIONISTAS CIEN I incas Al JAMENTE CALDCADOS RECHAZAN LA .PEORÍA DE LA EVOLUCIÓN

n los capítulos previos, he presentado evidencias significativas de que los procesos evolutivos naturales no pueden explicar el ori­ gen de la vida, y de que las largas edades para la vida en la Tierra no han sido demostradas científicamente. Por el contrario, múltiples evidencias apoyan la idea de que la vida sobre la Tierra es relativamen­ te reciente. Es posible que los lectores se estén preguntando: si existen tantas evidencias de que la evolución es imposible, ¿por qué no hay otros científicos que lo señalen? La respuesta es que en realidad sí los hay. Este capítulo es una compilación de escritos y declaraciones de numerosos científicos actuales que se atreven a hablar abiertamente de sus dudas acerca de la Teoría de la Evolución. En 1999, edité un libro en el que 50 científicos con docto­ rados en ciencias explicaban por qué rechazaban la evolución

E


CIENTÍFICOS NO EVOLl.iCIONISTAS

y se inclinaban en favor de la creación reciente de la vida en la Tierra.1 Entre los colaboradores, se incluían científicos ilustres, profesores y catedráticos de distintas universidades. La prim e­ ra parte de este capítulo recoge algunas de las expresiones mas destacadas de estos científicos. En estas citas, se han om itido las notas y las referencias, pero están disponibles en la versión impresa de In Six Days: Why 50 Scientists Choose to Believe in Creation [En seis días: Por qué 50 científicos eligen creer en la Creación].12 Algunos de los temas tratados en estos textos ya han sido comentados anteriormente, pero en esta sección se encuen­ tran desarrollados con más detalle o desde otra perspectiva; otros son nuevos aspectos de lo que no hemos hablado por falta de espacio. M i objetivo en este capítulo no es cubrir de nuevo todas las evidencias, sino mostrar que, dentro de la com unidad cientí­ fica, no existe un apoyo generalizado a la Teoría de la Evolución; y que son muchos los científicos expertos en diferentes campos que encuentran, en sus respectivas áreas de investigación, evi­ dencias contundentes para rechazarla. En el mencionado libro In Six Days... el profesor David B. Gower, doctor en Bioquímica y profesor emérito de Bioquímica de los Esteroides en la Universidad de Londres, expresó su opinión experta sobre algunas de las “evidencias de la evolución” más des­ tacadas: “D urante las tres últimas décadas, se ha publicado m ucho tra­ bajo en el campo de la ‘Investigación de la Creación. Esto me ha estimulado a criticar la Teoría Evolutiva en tres áreas que me son de particular interés: “1) Mis conocimientos químicos me han permitido compren­ der las críticas a los métodos de datación radiométrica para las muestras de roca, y percatarme de que hay enormes problemas

1J. F. Ashton, ed„ In Six Days: Why 50 Scientists Choose to Believe in Creation (Green Forest, AR: Master Books, 2001). Ver: www.creation.com/in-six-days-preface y www. creation.com/isd (para leer cada capítulo, cliquear sobre el nombre del autor que se en­ cuentra a la izquierda). 2Ibíd.


w m m a& H M Pm m M con la interpretación de los datos. Por consiguiente, mi opinión es que las rocas no son ni remotamente tan antiguas como se alega. “2) Desde un punto de vista bioquímico, la idea de que los aminoácidos, los azúcares, y algunos de los “componentes bási­ cos” esenciales para las proteínas y el ácido desoxirribonucleico (ADN) podrían formarse tan solo por la interacción de descargas eléctricas, con una atmósfera primitiva de naturaleza reductora, puede ser criticado de muchas maneras y en muchos niveles. “3) Mis propios estudios sobre numerosos mecanismos bio­ químicos de control, especialmente en el control de la forma­ ción de hormonas esteroides, por el que se me otorgó el título de D octor Superior en Ciencias (DSc), me convencen de que todos estos procesos están ordenados con suma precisión. Este orden, y la extraordinaria complejidad, son completamente consecuen­ tes, en mi opinión, con la existencia de un Creador, capaz de crear tal diseño por sí mismo. “Dicha complejidad aparece en prácticamente todas las ramas de la ciencia, y es especialmente evidente en el campo de la naturaleza. Más que señalar hacia la formación por los aleatorios procesos de la evolución, todo esto me habla claramente de un Creador Todo­ poderoso”.3 El profesor Gower afirma que los procesos aleatorios de la evolución, supuestamente capaces de crear y modificar la vida, no han sido demostrados y, en su opinión de especialista, la ex­ traordinaria complejidad de los mecanismos bioquímicos de control, como la regulación hormonal, requiere un diseño inte­ ligente y asombrosamente brillante. El Dr. John K. G. Kramer es un investigador ilustre que tra­ baja en Agriculture & Agri-Food, en Canadá. Tiene un doc­ torado en Bioquímica por la Universidad de M innesota, y fue uno de los científicos responsables por evaluar las propiedades toxicológicas y bioquímicas del aceite de cañóla. Kramer escribe:

3D. B. Gower, ibíd., pp. 266, 267.


CIENTÍFICOS NO EVOLUCIONISTAS

“Nadie ha demostrado nunca cambios macroevolutivos a nivel molecular; y aun así, muchas personas especulan sobre vínculos evolutivos entre bacterias, plantas, animales y el hombre. ¿No están formadas to­ das las estructuras superiores por células individuales con moléculas complejas? Si la macroevolución es im­ probable a nivel molecular, ¿cómo puede aceptarse, sin más, en niveles superiores? Las interminables compa­ raciones de secuencias de A D N no demuestran el pa­ rentesco evolutivo. Además, los cambios (mutaciones) que observamos a nivel molecular, por ejemplo en el A D N , son predom inantem ente destructivos, y siempre implican pérdida, no ganancia, de información y de complejidad”.4 Kramer prosigue, utilizando un ejemplo de su propia área de especialidad, la investigación de los lípidos:

“En las últimas décadas, se ha realizado un extenso traba­ jo sobre las bacterias termófilas y halófilas, que crecen bajo condiciones de temperatura y salinidad extremas, respecti­ vamente. Estas bacterias se han clasificado como arqueobacterias, porque algunos científicos creen que son las formas de vida más antiguas y más simples. Los lípidos de estas bac­ terias presentan enlaces químicos llamados eteres, en vez de ésteres, y los grupos alquilo están en las posiciones 2 y 3 del esqueleto central de glicerina, en vez de en las posiciones 1 y 2, como ocurre en los sistemas de los mamíferos. Además, producen su energía en forma de trifosfato de adenosina (ATP), por medio de una combinación de un gradiente de sodio más la fuerza protón-motriz, en vez de solamente con la fuerza protón-motriz que usan las células de los mamífe­ ros. [Para soportar las duras condiciones ambientales en las

4 John K. G. Kramer, ibíd., p. 47.


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE que habitan] las frágiles estructuras y procesos bioquímicos de estas bacterias, muchos de los cuales son similares a los de las células de los mamíferos, necesitan estar protegidos. Pero ¿cómo? Los enlaces éter son indudablemente más estables que los enlaces éster, aunque eso podría no ser la explicación completa. A partir de los resultados de mi investigación, he llegado a la conclusión de que se obtiene una mayor es­ tabilidad porque estos lípidos-éter forman complejos con iones de sodio. La integración del gradiente electroquímico de protones y el gradiente de sodio aún no se comprende, aunque se sabe que este último inicia el crecimiento celular. “Por lo tanto, describir a estas bacterias como las formas de vida más simples es distorsionar totalmente su complejidad. Las arqueobacterias son tan comple­ jas como las células de los mamíferos, y representan un asombroso diseño, perfectamente adecuado para las condiciones de temperatura y salinidad extremas en las que viven. Cada célula se desarrolla según la informa­ ción contenida en su AD N . El hecho de nom brar a estas complejas células y sus estructuras usando el prefijo ar­ queo-’ sirve para comunicar la jerarquía evolutiva, pero no proporciona ninguna evidencia científica. Habla de creencias filosóficas propias, pero no añade conocimien­ to científico. En realidad, podría incluso considerarse engañoso, al implicar que estos lípidos y mecanismos productores de energía podrían evolucionar de manera diferente bajo condiciones ambientales distintas. Las evidencias demuestran que, después de millones de ge­ neraciones, Methanobacteria thermoautotrophicum sigue siendo Methanobacteria thermoautotrophicum, de acuer­ do con su información genética: una bacteria que crece bajo condiciones de alta temperatura y salinidad”.5

5Kramer, ibíd., pp. 48, 49.


CIENTÍFICOS NO cVOLUCIONIS IOS

Nótese esta im portante puntualización del Dr. Kramer: dar a las bacterias un nom bre científico que insinúa que son más primitivas que otras no prueba que lo sean. Sin embargo, para lectores y estudiantes desinformados, el nom bre expresa el m en­ saje sutil de que se ha demostrado que se trata de las bacterias ancestrales más primitivas. El Dr. James S. Alian, doctor en Genética por la Universi­ dad de Edimburgo, Escocia, usa sus conocimientos expertos de Genética para cuestionar la afirmación consensuada de que la semejanza genética implica necesariamente parentesco, y utiliza cálculos convencionales de genética de poblaciones para refutar la supuesta evolución del ser humano: “Los parientes tienden a parecerse en sus caracte­ rísticas físicas, funcionales y de conducta. Este es un fenómeno básico en la ciencia genética. La semejanza se debe al hecho de que los parientes tienen genes en común. Cuanto más cercana es la relación, más grande es la proporción de genes en com ún y, por lo tanto, mayor el grado de semejanza. La Teoría de la Evolu­ ción asume un origen com ún para todas las formas de vida, y deduce que las especies, los géneros, las familias, los órdenes, etc., están genéticamente relacionados. Es cierto que todos los seres vivos portan algunos genes con estructura y función similares, pero ¿implica esto una relación genética en el sentido normal, intraespecífico, y necesariamente se deduce de ello un origen com ún para todas las formas de vida? ¿Hay alguna ra­ zón por la que Dios debiera haber creado las diferentes especies, géneros, etc. de maneras totalm ente diferentes y con genes completamente distintos? [...] “Presento a continuación dos aspectos que surgen de este tipo de interrogantes, aplicados a la supuesta evolución del hombre. “1) El citocromo c es una pro teína, producto de un gen. Funciona como una enzima clave en las reacciones


de oxidación, y parece estar presente en prácticamente cada organismo viviente. El citocromo c consta de una cadena de 112 aminoácidos, 19 de los cuales aparecen exactamente en el mismo orden en todos los organismos comprobados. Las diferencias en la identidad y la posi­ ción de los 93 aminoácidos restantes son consideradas el resultado de la sustitución por mutaciones durante el curso de la evolución. La secuencia de aminoácidos del citocromo c hum ano es idéntica a la del chimpancé, y hay solo una diferencia entre el citocromo c hum ano y el del mono Rhesus (el aminoácido isoleucina en posición 66 se sustituye por treonina en este último). El número de diferencias entre el citocromo c hum ano con otras es­ pecies comunes es: vaca, cerdo y ovejas, 10 aminoácidos; caballo, 12; gallina y pavo, 13; serpiente de cascabel, 14; tiburón, 23; mosca, 25; trigo, 35 y levadura, 44. “Información de esta naturaleza se utiliza para cons­ truir árboles filogenéticos con la presunta relación genéti­ ca entre los organismos. Esto se presenta como evidencia en favor de la evolución a nivel molecular y se llega, entre otras, a la conclusión de que el hombre y el chimpancé tienen un antepasado común relativamente reciente. ¿Su­ ministra la constitución de aminoácidos del citocromo c evidencias legítimas para llegar a dicha conclusión? “El hecho de que el citocromo c tenga un número fijo de 112 aminoácidos es una señal de la importancia de la estructura tridimensional de la molécula. Podemos deducir que existe una restricción estructural sobre el número total de aminoácidos. Por otro lado, solo 19 de los 112 son idénticos en todos los organismos eva­ luados. Dado que la identidad y la posición de los 93 aminoácidos restantes difiere entre organismos, excepto en casos específicos como entre el hombre y el chim­ pancé, es razonable llegar a la conclusión de que no hay ninguna restricción funcional para la sustitución de los mismos.


CIENTÍFICOS NO EVOLUCIONISTAS

“Aparte del gen que controla la secuencia de aminoá­ cidos del citocromo c, los seres hum anos y los chim ­ pancés difieren en muchos miles de otros genes. H a­ ciendo una estimación conservadora, digamos que son 5.000. Lo que la Teoría de la Evolución afirma es que, mientras los seres hum anos y los chimpancés evolucio­ naron por separado a partir de un antepasado com ún hasta diferenciarse en esos 5.000 genes, no hubo nin­ gún cambio en los 93 aminoácidos especificados por el gen del citocromo c, a pesar de no existir ninguna res­ tricción funcional sobre el cambio de ellos. En mi opi­ nión, esta afirmación es inaceptable. De acuerdo con Weaver y Hedrick (1989), la falta de diferenciación en la constitución del citocromo c entre los seres humanos y los chimpancés es atribuible a una tasa m uy lenta (0,3 x 10-9) de sustitución de aminoácidos en el citocromo c. ¿Cómo se determina esta tasa de sustitución? Resulta que se calcula sobre la base del presunto m om ento en que las especies se bifurcaron; es decir, la afirmación se asume demostrada bajo la suposición de que es verda­ dera. ¿Debo aceptar esta clase del razonamiento? “2) La teórica evolución del hom bre a partir de su presunto antepasado en común con el chimpancé re­ quiere millones de años de m utación, deriva genética y selección natural antes de la aparición del ‘hom bre m oderno’. Sin embargo, cuando considero las tasas de mutación; el coste de la sustitución de cada nuevo gen m utante, en términos de la cantidad de ‘muertes genéticas’, en una población; el presunto núm ero de diferencias en genes mutantes entre etapas evolutivas; y el tam año de población necesario para complacer tal cantidad de mutaciones sucesivas, encuentro que hay una extraordinaria falta de evidencias sobre la ‘evolu­ ción del hom bre’. Mis razones son las siguientes: “[J. B. S.] Haldane llegó a la conclusión de que el núm ero de muertes genéticas necesario para asegurar "189


£Ví S5.ix :í6*4

s:

la sustitución de un gen por otro, a través de selección natural, estaba en el rango de 30 veces el núm ero de individuos en una generación. Usando esta cifra, pue­ de calcularse el coste de sustituir 5.000 genes m utantes sucesivos en una población de tam año constante. Con una tasa media de m utación de 10-6, el tam año de la población debería estar, por lo menos, en el orden de 1 millón. Esto implica unos 150 mil millones de an­ cestros del ‘hom bre m oderno’; ancestros que, a m enu­ do, son representados como pertenecientes a pequeños grupos de cazadores cavernícolas, llamados australopithecus, que vagaban por la sabana africana. ¿Por qué hay escasez de evidencias en forma de fósiles, herramientas o lo que sea, de la existencia de tan vasto núm ero de prehumanos parecidos al australopithecust “Puede argumentarse, por supuesto, que este inm en­ so núm ero de individuos se distribuyó a lo largo de millones de años, pero yo lo encuentro problemático no solo debido a falta de evidencias, sino tam bién a la factibilidad de tales cifras de población total”.6 El Profesor Edward A. Boudreaux es profesor emérito de Q uí­ mica en la Universidad de Nueva Orleans, y tiene un doctorado en Química teórica otorgado por la Universidad Tulane. Bodudreaux escribe acerca de la sorprendente especificidad de las moléculas que forman parte de los seres vivos: “El elemento oxígeno (O) existe libremente en la na­ turaleza como molécula la diatómica gaseosa O r Otros elementos representativos tam bién existen como m o­ léculas diatómicas libres, como el hidrógeno (H 2), el nitrógeno (N 2), el flúor (F2) y el cloro (CL,). Sin embar­ go, el oxígeno diatómico es la única molécula de este tipo que posee dos electrones desapareados; los otros

6 James S. Alian, ibíd., pp. 128-132.


CIENTÍFICOS NO EVOLUCIONISTAS

tienen apareados todos sus electrones. A pesar de esto, el 0 2 todavía es químicamente estable. Esta singular y notable regla del par electrónico para la estabilidad de los elementos no tiene explicación conocida. La otra única molécula con un arreglo de electrones exacta­ m ente igual al oxigeno es el azufre. Sin embargo, el S2 es una molécula m uy inestable, razón por la cual el azufre no existe en esta forma. Sin los dos electrones desapareados, el 0 2 no sería capaz de unirse a los áto­ mos de hierro (Fe) de la hemoglobina, con la cantidad precisa de energía necesaria para transportar el O , en el flujo de sangre y luego liberarlo. Otras moléculas, como el monóxido de carbono (CO) y el m onóxido de nitrógeno (N O ) pueden reemplazar al 0 2 en su unión con la hemoglobina, pero destruyen totalm ente la fun­ cionalidad de la hemoglobina al hacerlo. “D e forma semejante, hay otros metales de transi­ ción comparables al hierro que pueden reemplazarlo en la hemoglobina y unirse tam bién al O z, pero el enlace resulta demasiado fuerte o demasiado débil. Por lo tan­ to, no hay análogos sin hierro de la hemoglobina que tengan las propiedades requeridas para transportar 0 2 en el metabolismo sanguíneo. “La parte estructural de la hemoglobina que enlaza al hierro es el llamado ‘anillo de porfirina. Si la porfirina se traslada a otro ambiente biomolecular, y el átomo de hie­ rro se reemplaza por magnesio (Mg), tenemos clorofila, un componente clave para el metabolismo vegetal y la célula fotoeléctrica más eficiente conocida, aproximadamente un 80% más eficiente que cualquier fotocélula fabricada por el hombre. Aunque el calcio (Ca) y algunos metales pueden reemplazar al magnesio en la clorofila, estos pro­ ductos no replican en absoluto su eficiencia fotoeléctrica. “Las proteínas están compuestas por moléculas de ami­ noácido químicamente enlazadas entre sí por enlaces peptídicos. Los aminoácidos son compuestos de carbono e hi-


EVOLUCIÓN II-:' « 5IBI.iT drógeno que contienen un grupo amino, es decir, -NH,, -N H R o -NR; (donde R representa uno o más compuestos de carbono-hidrógeno) enlazados a un átomo de C, además de un grupo ácido (-COOH) enlazado al mismo átomo de C. Aunque hay miles de variedades de aminoácidos, sola­ mente 20 forman parte de las estructuras proteicas. “Los aminoácidos existen en dos formas estructura­ les, D y L, que son reflejos especulares opuestos que no pueden superponerse entre sí. En ausencia de un control externo, ambas formas, D y L, aparecerán de forma natural en cantidades esencialmente iguales; sin embargo, todas las proteínas están formadas solamente por aminoácidos tipo L. “De manera similar, los azúcares, o sacáridos, que son compuestos de carbono-hidrógeno-oxígeno, pue­ den presentarse en forma de anillos cerrados, existien­ do tam bién formas isómeras D y L. De entre las m u­ chas variedades de azucares de 5 átomos de carbono que pueden formar una estructura de anillo, tan solo la ribosa, y únicamente su forma D, está presente como uno de los tres componentes moleculares fundam enta­ les de las estructuras del ADN y del ARN. “Los ácidos nucleicos (ADN, o ácido desoxirribonucleico, y ARN, o ácido ribonucleico) son, en cierta manera, más complejos que las proteínas, pues contie­ nen una variedad mayor de unidades moleculares. Los ácidos nucleicos son cadenas de unidades complejas llamadas ‘nucleótidos’, que a su vez están formadas por tres componentes: una base nitrogenada, una molécu­ la de azúcar (ribosa o desoxirribosa) y un grupo fosfa­ to. Estos nucleótidos están unidos siguiendo patrones m uy específicos, que les perm iten efectuar funciones únicas y cruciales. El azúcar y el grupo fosfato (-PCL) están unidos en una secuencia alterna, y producen lar­ gas cadenas enrolladas en espiral. Cada nucleótido está unido a un átomo de carbono específico de la ribosa del 19:'


CIENTÍf ICOS NO EVOLUCiONíSTAS siguiente nucleótido de la cadena. En el caso del ARN, la estructura es una espiral de hebra única, enrollada hacia la derecha, que contiene cuatro nucleótidos di­ ferentes (adenina, citosina, guanina y uracilo), organi­ zados en secuencias específicas a lo largo de la cadena. Cada ARN presenta una secuencia diferente de los cua­ tro nucleótidos. La estructura del A D N consta de una doble hélice enrollada hacia la derecha, que contiene tam bién cuatro nucleótidos. Tres de estos son iguales que en el ARN, y la tim ina reemplaza al uracilo. “Los nucleótidos pertenecen a dos especies de m o­ léculas llamadas purinas’ y pirimidinas’. Adenina y guanina son purinas; mientras que citosina, tim ina y uracilo son pirimidinas. Hay cientos de variedades de purinas y pirimidinas, pero solamente estas selec­ tas cinco determinan las estructuras y las funciones del A D N y del ARN. “De forma semejante, la ribosa es solo una de entre un gran número de moléculas llamadas ‘sacáridos’. ¿Por qué solo encontramos ribosa, y específicamente su isó­ mero D, y no otros sacáridos diferentes en el A D N y el ARN? De igual modo, ¿por qué solamente fosfato, y no sulfato o silicato? Pues, porque solo funciona el fosfato. “Estos pocos ejemplos contienen evidencias claras de un complejo diseño responsable por la elevada efi­ ciencia de funciones m uy específicas. Sus característi­ cas desafían la probabilidad de que ocurriera por azar. N ingún proceso evolutivo aleatorio puede explicar tal precisión en el diseño”.7 El Dr. John R. Baumgardner trabajó como científico investiga­ dor en la División Teórica del Laboratorio Nacional Los Alamos, durante 20 años. Tiene un doctorado en Geofísica por la Univer­

7EdwardA. Boudreaux, ¡¿>;¿,pp. 207-210.


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE sidad de California en Los Ángeles (UCLA), y fue el desarrollador principal de TERRA, un programa 3-D para modelar el manto y la litosfera de la Tierra. También tiene un máster en Ingeniería eléctrica por la Universidad de Princeton, y se ha especializado en simulacio­ nes numéricas complejas. En su contribución al libro In Six Days... Baumgardner usa un cálculo matemático, relativamente sencillo, para demostrar que las probabilidades de la creación de proteínas funcionales por medio de procesos aleatorios son tan bajas que se pueden considerar nulas. A continuación, hace una disertación muy convincente acerca de las propiedades lingüísticas del material gené­ tico, que sugieren el origen no material de la información:

“Muchos evolucionistas están persuadidos de que los 15.000 millones de años que se asumen como la edad del cosmos es tiempo suficiente para que interacciones aleatorias entre átomos y moléculas generen la vida. Una sencilla lección de aritmética revela que esto no es más que una fantasía irracional. “Esta lección de aritmética es similar a calcular las probabilidades de ganar la lotería. El núm ero de com ­ binaciones posibles de la lotería corresponde al número total de estructuras de proteína (de un rango de ta­ maño apropiado) que es posible ensamblar desde sus componentes básicos estándar. Los boletos premiados corresponden al dim inuto conjunto de tales proteínas, con las propiedades especiales correctas para que un or­ ganismo viviente, digamos, una bacteria simple, pueda construirse con éxito. El núm ero máximo de billetes de lotería que una persona puede comprar corresponde al número máximo de moléculas de proteína que puede haber existido en la historia del cosmos. “Establezcamos, primero, un límite superior razona­ ble para el número de moléculas que se pudieron for­ m ar a lo largo y lo ancho del universo durante toda su historia. Tomamos 1.080 como un cálculo aproximado


generoso para el núm ero total de átomos en el cosmos, 1.012 para un límite superior generoso para el número medio de interacciones interatómicas por segundo por átomo, y 1.018 segundos (cerca de 30.000 millones de años) como un límite superior para la edad del univer­ so. Entonces, obtenemos 10.110 como un límite supe­ rior m uy generoso del núm ero total de interacciones interatómicas que pudieron haber ocurrido durante la larga historia cósmica postulada por los evolucionistas. Si a continuación suponemos que cada interacción in­ teratómica produce siempre una molécula única (supo­ sición sumamente generosa), llegamos a la conclusión de que pudieron haber existido en el universo durante toda su historia no más de 10.110 moléculas únicas. “Consideremos ahora las implicaciones de exigir que un proceso puramente aleatorio produzca el conjunto mínimo de aproximadamente 1.000 moléculas de pro­ teína necesarias para la forma de vida más primitiva. Para simplificar drásticamente el problema, supongamos que, de algún modo, ya hemos encontrado 999 de las 1.000 proteínas diferentes requeridas y necesitamos solamen­ te una secuencia mágica final de aminoácidos, que nos dará esa última proteína especial. Restrinjamos nuestra consideración al conjunto específico de 20 aminoácidos que forman parte de los sistemas vivos, y hagamos caso omiso de los cientos que no forman parte de la vida. Ignoremos también el hecho de que solo aquellos con simetría izquierda (L) aparecen en las proteínas de los seres vivos. Ignoremos también la increíblemente desfa­ vorable cinética de las reacciones químicas implicadas en la formación de cadenas peptídicas largas en cualquier tipo de ambiente químico inanimado plausible. “Concentrémonos, simplemente, en la tarea de obte­ ner una secuencia apropiada de aminoácidos que pro­ duzca una estructura proteica 3D con un grado mínimo de funcionalidad. Evidencias teóricas y experimentales


-

sj

w im

;

indican que, como promedio, deben ser especificadas con precisión la mitad de las posiciones de los aminoá­ cidos. Para una proteína relativamente pequeña que conste de una cadena de 200 aminoácidos, el número de intentos necesarios para obtener una probabilidad razonable de aceitar una secuencia útil es del orden de 20.100 (100 hipares posibles con 20 candidatos para cada sitio) o, aproximadamente, 10.130 intentos. ¡¡Esto es cien (nilones de veces el límite superior que habíamos calculado para el número total de moléculas que han po­ dido existir en la historia del cosmos!! Entonces, si no se puede esperar obtener, de ningún proceso aleatorio, ni siquiera la estructura de una proteína sencilla como la del ejemplo, mucho menos se podrá obtener el conjunto completo de cerca de 1.000 proteínas, necesarias para las formas de vida más simples. Por lo tanto, es una irracio­ nalidad absoluta que una persona crea que las interac­ ciones químicas aleatorias pudieron alguna vez dar lugar a un conjunto viable de proteínas funcionales, frente la asombrosa cantidad de alternativas posibles. “Ante tales probabilidades extremadamente desfavo­ rables, ¿cómo puede un científico con algún sentido de la honestidad apelar a interacciones aleatorias para explicar la complejidad que observamos en los sistemas vivientes? Hacer esto, teniendo conocimiento cons­ ciente de estos datos, representa en mi opinión una grave falta de integridad científica. Esta línea de argu­ m ento se aplica, por supuesto, no solo a la abiogénesis, sino también a cómo podrían surgir nuevos genes/proteínas por alguna suerte de proceso de macroevolución. “Un químico colega, jubilado del Laboratorio N a­ cional de Los Álamos, objetó mi argumento dicien­ do que om ití los detalles de la cinética de la reacción química. M i intención fue escoger deliberadamente una velocidad de reacción tan gigantesca (un billón de reacciones por átomo por segundo, como media) que 186


CIENTIFICOS NO EVOLUCIONISTAS cualquier consideración de ese tipo sería completamen­ te irrelevante. ¿¡Cómo puede una persona razonable, entrenada en Quím ica o Física, imaginar que hay un modo de armar polipéptidos del orden de cientos de unidades de aminoácidos de longitud, de permitirles plegarse en sus estructuras tridimensionales y de ex­ presar sus propiedades únicas, todo dentro de una pe­ queña fracción de un picoscgundo!? Los compromisos metafíisicos anteriores lo forzaron a tal irracionalidad. “Otro científico, un físico en los Laboratorios Nacionales Sandia, afirmó que yo había empleado mal las reglas de la probabilidad en mi análisis. Si mi ejemplo fuera correcto, sugirió, revolucionaría el mundo científico. Le respondí que la comunidad cien tífica había sido confrontada con este ar­ gumento básico en el pasado, pero que, simplemente, se comprometieron en una negación masiva. Fred Hoyle, el eminente cosmólogo británico, publicó cálculos similares hace dos décadas. La mayoría de los científicos se colocaron las manos sobre las orejas y se negaron a escuchar”.8 Baumgardner continúa: “Uno de los descubrimientos más dramáticos de la Biología del siglo XX es que los seres vivos son la materialización de estructuras expresadas en lenguaje codificado. Toda la detallada complejidad química y estructural asociada con el metabolismo, la reparación, el funcionamiento especializado y la reproducción de cada célula viva es la materialización de algoritmos co­ dificados almacenados en su A D N . Esto nos conduce a una cuestión primordial: ¿de dónde surgieron las largas y complejas cadenas de información tipo lenguaje que codifican las estructuras y funciones celulares?

8John R. Baumgardner, ibíd., pp. 223-226.

197


PC “Este es, por supuesto, un aspecto central en la cues­ tión del origen de la vida. Las bacterias más simples tienen genomas que constan de cerca de un millón de codones (cada codón, o palabra genética, consta de tres letras del alfabeto genético de cuatro letras). Estos al­ goritmos codificados de un millón de palabras de lon­ gitud ¿pueden surgir espontáneamente por medio de algún proceso natural conocido? ¿Hay algo en las leyes de la física que sugiera de qué forma pueden aparecer tales cadenas de información de modo espontáneo? La respuesta franca es simple: nuestros conocimientos de termodinámica y de teoría de la información argumen­ tan persuasivamente que ni lo hacen ni pueden hacerlo. “El lenguaje implica un código simbólico, un vo­ cabulario, y un conjunto de reglas gramaticales para transm itir o registrar el pensamiento. Muchos de no­ sotros pasamos la mayoría de nuestras horas de vigilia generando, procesando o difundiendo datos lingüísti­ cos. Rara vez reflexionamos sobre el hecho de que las estructuras del lenguaje son claras manifestaciones de una realidad inmaterial. “Esta conclusión se alcanza al observar que la infor­ mación lingüística, en sí misma, es independiente de su soporte material. El significado o mensaje no depende de si se representa como ondas de sonido en el aire, patrones de tinta sobre papel, dominios magnéticos ali­ neados sobre un disco flexible o patrones de voltaje en una red de transistores. El mensaje de que una persona ha ganado 100.000 millones de dólares en la lotería es el mismo ya sea que esa persona reciba la información de alguien que llama a su puerta, por teléfono, por co­ rreo, en la televisión o en Internet. “De hecho, Einstein señalaba a la naturaleza y al origen de la información simbólica como una de las cuestiones profundas acerca del m undo tal como lo co­ nocemos. El no fue capaz de identificar ningún medio


CIENTÍFICOS NO EVOi. UCIONISTAS

por el que la materia pudiera otorgar significado a los símbolos. La clara implicancia de este hecho es que la información simbólica, o lenguaje, representa una cate­ goría de realidad distinta de la materia y de la energía. Los lingüistas se refieren a esta Actualmente, en nuestra era de la información, nadie discute que la información lingüística es objetivamente real, pero con solo reflexio­ nar un m om ento llegamos a la conclusión de que, ade­ más, su realidad es cualitativamente diferente de la del sustrato material/energético que almacena, transporta o transmite esa información lingüística. “¿Dónde se origina, entonces, la información lingüís­ tica? En nuestra experiencia humana, conectamos inme­ diatamente el lenguaje que creamos y procesamos con nuestras mentes. Pero ¿cuál es la naturaleza de la mente humana? Algo tan real como la información lingüística tiene existencia independiente de la materia y la energía; por lo tanto, si tenemos en cuenta consideraciones cau­ sales, no es irracional sospechar que una entidad capaz de crear información lingüística también sea, en última instancia, no material en su naturaleza esencial. “La conclusión inmediata de estas observaciones con respecto a la información lingüística es que el materialis­ mo -q u e durante mucho tiempo ha sido la perspectiva filosófica dominante en los círculos científicos—, y con su presuposición fundamental de que no existe ninguna realidad no material, es simple y claramente falso. Resul­ ta asombroso que esta falsedad sea tan trivial. “Las implicancias son también inmediatas cuando hablamos de evol ución. La suposición evolutiva de que existe una explicación materialista para las extremada­ m ente complicadas estructuras lingüísticas que consti­ tuyen los planos de construcción, para los manuales de operación y para los sofisticados mecanismos retroalimentados de control de la compleja nanomaquinaria química presente incluso en el ser vivo más simple, es 199


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE

básicamente errónea. Pero, entonces, ¿cómo se expli­ ca la existencia de este lenguaje simbólico que se erige como el ingrediente crucial por el que todos los seres vivos se desarrollan, Funcionan y manifiestan sus asom­ brosas capacidades? La respuesta es obvia: se requiere indiscutiblemente un Creador Inteligente. “Y ¿qué pasa con la macroevolución? Los procesos físi­ cos de la esfera de la materia y la energía, ¿son capaces de, al menos, modificar una estructura preexistente de lenguaje genético para producir otra con alguna novedad significa­ tiva, como tan desesperadamente quieren creer los evolu­ cionistas? Sobre esta pregunta, el Prof. Murray Edén, un especialista en Teoría de la Información y Lenguas Forma­ les del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), afirmó hace varios años que las modificaciones aleatorias de estructuras formales del lenguaje no logran tales haza­ ñas mágicas. En sus propias palabras: ‘Ningún lenguaje formal existente en la actualidad puede tolerar cambios aleatorios en la secuencia de los símbolos que expresan sus oraciones. El significado se destruirá casi con toda seguri­ dad. Cualquier cambio debería ser sintácticamente legal. En mi opinión, lo que uno podría llamar “gramaticalidad genética” tiene una explicación determinista, y no debe su estabilidad a la presión de la selección actuando sobre variaciones aleatorias’. “En resumidas cuentas, la respuesta es: No. Los cam­ bios aleatorios en las letras del alfabeto genético no tie­ nen más capacidad de producir nuevas estructuras pro­ teicas útiles que la generación de cadenas aleatorias de aminoácidos discutida en la sección anterior. Esta es la evidente deficiencia de cualquier mecanismo materialis­ ta propuesto para explicar la macroevolución. La vida depende de complejas estructuras de lenguaje no mate­ rial, que especifican detalladamente su forma y funcio­ namiento. Los procesos materiales son completamente incapaces de crear tales estructuras o modificarlas para


determinar nuevas funciones. Si la tarea de crear los cer­ ca de 1.000 genes necesarios para definir la maquina­ ria celular de una bacteria es inimaginable dentro de un marco materialista, ¡considere cuánto más inimaginable es para el materialista la tarea de obtener los cerca de 100.000 genes requeridos para definir a un mamífero! “A pesar de los millones de páginas de publicaciones evolucionistas -desde artículos científicos en revistas especializadas y libros de texto, hasta publicaciones de divulgación- que asumen que los procesos materiales son completamente capaces de lograr el milagro de la macroevolución, no hay ninguna base racional para tal creencia. Es una completa fantasía. Las estructuras de lenguaje codificado son no materiales en su naturaleza y, por lo tanto, requieren una explicación no material”.'’ Esta es solamente una pequeña muestra de los escritos de algunos de los científicos que participaron como autores en el libro In Six D ays... (En seis días...). Otros exponen sus objecio­ nes a la evolución en sus páginas web. Por ejemplo, el 1)r. Robert H errm ann, ex profesor de Matemáticas de la Academia Naval de los Estados Unidos, presenta algunos argumentos científicos m uy detallados contra la evolución y en favor de una creación reciente.910 Algunos científicos se han tom ado incluso el tiempo para escribir libros enteros sobre las evidencias científicas que refutan la evolución: • John Sanford, al que ya hemos citado en capítulos previos, tiene un doctorado en Genética Vegetal de la Universidad de Wisconsin, en Madison, y se desempeñó como profesor adjun­ to en la Universidad Cornell durante más de veinte años. A su vez, es famoso por coinventar la pistola de genes que inició la ingeniería genética. En su libro Genetic Entropy and the Mys-

9Baumgardner, ibíd., pp. 227-230. 10En línea: www.uscrs.datareata.com/herrmann/main.html.


i IMPOSIBLE tery o fth e Genome [La entropía genética y el misterio del genoma], el Dr. Sanford argumenta que las mutaciones no crean información, como la Teoría de la Evolución requiere, sino que arruinan consistentemente la información genética. Proporcio­ na poderosas evidencias teóricas de que los genomas no pueden evolucionar ascendiendo en el árbol evolutivo, y refuta así la premisa de que las diferentes formas de vida son, simplemente, resultado de mutaciones y selección natural. Basándose sobre rigurosos estudios científicos y modelos matemáticos, Sanford argumenta que el A D N debe tener menos de 100.000 años.11 • Walter J. Veith, doctor en Zoología por la Universidad de Cape Town y ex jefe del Departamento de Zoología en la Universidad de Western Cape, Sudáfrica, escribió el libro The Génesis Conflict: Putting the Pieces Together [El conflicto del Génesis: Juntando las piezas]. Esta obra muestra de qué modo el registro fósil no apoya la Teoría de la Evolución, y recoge numerosos descubrimientos modernos en Biología y Zoología que respaldan la Creación.112 • Duane T. Gish, doctor en Bioquímica por la Universidad de California, en Berkcley, trabajó durante años en investigación bioquímica médica en las Universidades de California y de Cornell. En sus libros Evolution: The Fossils Say No! [Evolución: ¡Los fósiles dicen: No!] y Evolution: The Challenge o fth e Fossil Record [Evolución: El desafío del registro fósil], argumenta que la falta de intermediarios evolutivos supone una evidencia feha­ ciente de que la evolución no ha ocurrido.13 • George Javor es profesor de Bioquímica en la Escuela de Me­ dicina de la Universidad de Loma Linda y tiene un doctorado

11 J. C. Sanford, Genetic Entropy & the Mystery ofthe Genome (Waterloo, NY: FMS Publications, 2008). 12W. J. Veith, The Génesis Conflict: Putting the Pieces Together (Delta, BC, Cañada: Amazing Discoveries, 2002). 13 D. T. Gish, Evolution: The Fossils Say No! (San Diego, CA: Creation-Life Publishers, 1976); y D. T. Gish, Evolution: The Challenge ofthe Fossil Record (El Cajón, CA: Creation-Life Publishers, 1986).


O tN !'íl 'K ;S NO

J. í! CONISTAS

en Bioquímica por la Universidad de Columbia. Escribió el libro Evidences fo r Creation: N atural Mysteries Evolution Cannot Explain [Evidencias para la creación: Misterios naturales que la evolución no puede explicar]. En esta obra, el Dr. Javor explica cómo, desde una perspectiva bioquímica, la evolución es imposible.14 • Colín W. Mitchell tiene un doctorado en Geografía por la Uni­ versidad de Cambridge, y ejerció como consultor especialista en el desarrollo de tierras áridas para los gobiernos de 16 países. En su libro The Casefo r Creationism [Argumentos para el crea­ cionismo], examina concienzudamente las evidencias científi­ cas procedentes de la biología, la paleontología, la geología y la datación radiométrica que refutan la evolución.1516 • Lee M. Spetner recibió su doctorado en Física en el prestigio­ so Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), y enseñó Teoría de la Información y la Comunicación en la l Jniversitlad Johns Hopkins durante diez años. El Dr. Spetner escribió No! by Chance: Shattering the Modern Iheory <j Erolitlion |N<> por casualidad: Demoliendo la teoría moderna de la evolución], donde expone evidencias que refutan poderosamente el con­ cepto evolutivo de que las mutaciones aleatorias pueden pro­ ducir nueva información genética.1'1 • Andrew A. Snelling, doctor en Geología por la Universidad do Sídney y ya conocido por los lectores, ha escrito recientemente una obra de 1.100 páginas en dos volúmenes, titulada Earth’s Catastrophic Past; Geology, Creation, and the Flood [El pasado catastrófico de la Tierra; Geología, Creación y el d+iluvio]. Esta obra incluye referencias exhaustivas y recoge evidencias

14G. Javor, Evidences fo r Creation: Natural Mysteries Evolution Cannot Explain (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 2005). 15 Colín W. Mitchell, The Case fo r Creationism (Alma Park, Grantham, England: Autumn House, 1994). 16Lee M. Spetner. Not By Chance: Shattering the Modern Theory o f Evolution (New York: Judaica Press. 1997 ).

273


geológicas detalladas de eventos catastróficos recientes de tipo inundación global. También incluye una explicación detalla­ da de los principales problemas relacionados con la datación radiométrica, y presenta evidencias obtenidas por métodos de datación alternativos que dan resultados de solo miles de años de antigüedad para los materiales de la Tierra.17 • Ariel A. Roth, que también ha sido citado en varias oportunida­ des en capítulos anteriores, tiene un doctorado en Zoología de la Universidad de Michigan, y desempeñó durante años el puesto de jefe de departamento y profesor de Biología en la Universidad de Loma Linda, en California. El Dr. Roth escribió un libro titulado Origins: Linking Science and Scripture [Orígenes: Relacionando las ciencias y las Escrituras], que proporciona un resumen exhaustivo de las evidencias científicas que respaldan una creación reciente y un diluvio universal, en oposición a la evolución.18 • Werner Gitt, doctor en Ingeniería por la Universidad Técnica de Aachen y director del Instituto Federal Alemán de Física durante años, es una autoridad en Teoría de la Información. En su libro In the Beginning Was Information [En el principio fue la información], el Dr. Gitt discute cómo la Teoría de la In­ formación refuta la evolución. Presenta poderosos argumentos que explican por qué razón la información biológica codificada en moléculas como el ADN no puede surgir por procesos alea­ torios, sino que requiere un Creador inteligente.19 • Andy M clntosh tiene un doctorado en Matemáticas por la Uni­ versidad de Gales, y fue profesor de Termodinámica y Teoría de la Combustión en la Universidad de Leeds. H a participado en proyectos de diseño de reactores para aeronaves, y ha aplicado estos conocimientos para analizar la complejidad del vuelo de

17A. A. Snelling, Earth’s Catastrophic Past: Geology, Creation & the Flood, Vols. 1, 2 (Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2009). 18A. A. Roth, Origins: Linking Science and Scripture (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 1998). 19Werner Gitt, In the Beginning Was Information (Oreen Forest, AR: Master Books, 2006).


c e n t í f i c o s n o e v o i. u c io n is t a s

los organismos vivos. También es experto en el mecanismo de defensa del escarabajo bombardero. En su libro Génesisfor Today [Génesis para hoy], el Dr. Mclntosh presenta evidencias funda­ mentales de orden y diseño en nuestro mundo, y argumenta que existen evidencias científicas muy poderosas a favor de la Crea­ ción y del diluvio universal.20 En 2009, el Dr. Mclntosh publicó un innovador trabajo de investigación en la revista International Journal ofDesign & Nature and Ecodynamics, en el que demuestra que las estructuras biológicas contienen instrucciones codificadas que no están definidas por la materia y la energía de las moléculas que portan esta información. Esto implica que la información genética requerida para codificar estructuras complejas como las proteínas requiere que dicha información provenga de una fuen­ te externa, y no puede surgir de fuerzas ambientales de la natura­ leza. La información tiene una naturaleza no material, y no pue­ de surgir como resultado de una entrada de energía aleatoria.21 Este trabajo de investigación proporciona un poderoso apoyo al concepto de un Diseñador súper inteligente externo, responsable por la compleja información contenida en cada lipo de ser vivo. • John Hartnett posee un doctorado en f ísica por la Universidad de Australia Occidental, donde trabaja actualmente como profe­ sor investigador de física. El 1)r. I lartnett ha escrito un libro que ofrece una explicación científica detallada de la paradoja de la luz de las estrellas y el tiempo en un universo joven.22 También ha coescrito un libro que expone defectos y problemas importantes de la teoría del Big Bang.23

“ A. C. Mclntosh. Génesis fo r Today: Showing the Relevance o fthe Creation/Evolution Debate to Today’s Society (Epsom, Surrey, England: Day One Publications, 1997). 21 Mclntosh, “Information and Entropy - Top-Down or Bottom-Up Development in Living Systems?”, International Journal ofDesign & Nature atul Ecodynamics, vol. 4, N“ 4 (2009), pp. 351-385. 22 J. Hartnett, Starlight, Time, and the New Physics (Eight Mile Plains, Queensland: Creation Book Publishers, 2007). 23 A. Williams y J. Hartnett, Dismantling the Big Bang (Creen Forest, AR: Master Books, 2005).


EV0LUC90

IPOSiBLi

• Danny R. Faulkner, astrónomo diplomado por la Universidad de Indiana, es profesor de Astronomía y Física en la Universi­ dad de Carolina del Sur, en Lancaster. El Dr. Faulkner escribió el libro Universe by Design [El universo por diseño], que argu­ menta a favor de un universo creado.2425 El rechazo a la evolución por parte de un creciente sector de la com unidad científica no se aprecia solamente en pági­ nas web y publicaciones. M uchos científicos están exponiendo públicam ente sus opiniones sobre la incapacidad de la evolu­ ción para explicar la complejidad de la vida, y la necesidad de buscar modelos alternativos. El Dr. Richard E. Smalley, doctor en Q uím ica por la Universidad de Princeton, y laureado con el Premio Nobel de Q uím ica en 1996, expresaba su rechazo a la evolución y su respaldo a la narración del Génesis en sus conferencias públicas.23 Otros investigadores han explicado sus razones para rechazar la Teoría de la Evolución en entrevistas personales: por ejemplo, el Dr. M atti Leisola, decano de la Facultad de Ciencias Químicas y de los Materiales de la Universidad de Alto, Finlandia. El Dr. David King, ex astrónomo del gobierno de Nueva Gales del Sur; el Dr. Larry Thacte, investigador de Biología Celular en la Uni­ versidad Noroccidental de Chicago; el Dr. Ross Pettigrew, confe­ renciante superior en la Escuela de Medicina en la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda; y el Dr. Stuart Burgess, profesor de Diseño en Ingeniería en la Universidad de Bristol.26 Podría continuar alargando la lista, pero no creo que sea nece­ sario, ya que mi intención es, simplemente, demostrar que son muchos los científicos competentes y altamente calificados que han declarado públicamente y en detalle su rechazo de la Teoría de la Evolución. Sus razones están basadas sobre los resultados

24 D. R. Faulkner, Universe by Design (Green Forest. AR: Master Books, 2004). 25 “Scholarship Convocation Speaker Challenges Scholars to Serve the Greater Good” (2004). En línea: www.tuskegee.edu/Articles/scholarship_convocation_speaker_challenges_scholars_to_serve_the_greater_good.aspx. 24 Para más detalles y entrevistas con muchos otros científicos, ver: www.creation.com.


CIENTIF COS NO EVOLUCIONISTAS de sus propias investigaciones o en hallazgos reportados en la literatura científica. En todos los casos, se trata de expertos in­ vestigadores, acostumbrados a evaluar objetivamente los datos científicos. Después de examinar concienzudamente las supues­ tas evidencias de la evolución, han llegado a la conclusión, desde m uy distintos campos de estudio, de que las evidencias científi­ cas no respaldan la teoría. La vida no pudo aparecer espontánea­ m ente por procesos naturales, y las mutaciones y la selección na­ tural no tienen capacidad para producir nuevas formas de vida. En 1999, la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Uni­ dos publicó una declaración titulada “Science and Creationism: A View from the National Academy of Sciences, Second Edition” [Ciencia y creacionismo: Una visión de la Academia Nacional de Ciencias, 2o edición] ,27 En la página 28, la declaración afirma que el consenso científico sobre la evolución es abrumador y que ningún científico prominente la rechaza. Esta aseveración es falsa. Hemos mencionado numerosos científicos ilustres que rechazan la evolución. Sin embargo, la mayoría de los que apoyan la visión convencional no son conscientes de la existencia de las obras men­ cionadas en este capítulo porque, generalmente, no se debaten en las aulas de ciencia, ni se promocionan en los medios de comuni­ cación. La mayoría de los científicos que adhieren a la evolución trabajan en campos de investigación muy especializados y basan sus investigaciones sobre los resultados de investigaciones previas. No se plantean que algunas de las suposiciones en las que se apoya todo su campo de investigación podrían ser erróneas. Profesores y conferenciantes confían en las afirmaciones de los libros de texto, sin ser conscientes de la gran cantidad de evidencias científicas que refutan la evolución. En 2009, el Dr. Richard Dawkins es­ cribió el libro The Greatest Show on Earth: The Evidence fo r Evolution [El espectáculo más grande del mundo: Evidencias de la evolución], que recibió amplia promoción en librerías, y muchas

27 Science and Creationism: A View from the National Academy o f Sciences, 2a cd. (Was­ hington, DC: National Academy Press, 1999). Ver: www.nap.edu/catalog/6024.html.

2 07


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE revisiones y críticas en todo tipo de publicaciones.2*28 Sin embar­ go, la mayoría de los científicos y los profesores, probablemente, no sean conscientes de que en 2010 el doctor Jonathan Sarfati, químico y experto en lógica, publicó una refutación poderosa, y exhaustivamente referenciada, de la mayoría de las evidencias de la evolución de Dawkins.29 Es necesario que la comunidad científica y la población en general sean informadas de las graves deficiencias que presenta la Teoría de la Evolución. Com o señaló hace 25 años el biólogo molecular Michael D entón, la evolución es una teoría en crisis.

2SRichard Dawkins, The Greatest Show on Earth: The Evidence fo r Evolution (London: Bantam Press, 2009). 29 J. Sarfati, The Greatest Hoax on Earth? Refiiting Dawkins on Evolution (Atlanta, GA: Creation Book Publishers, 2010). 30 M. Dentón, Evolution: A Theory in Crisis (Bethesda, MD: Adler & Adler, 1986)

208


EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS UN DIOS QUE IN I ERVIENE EN LA HISTORIA F INI Í'E FRACT IJA CON LA ESPECIE HUMANA

n un capítulo anterior me referí a la afirmación del astró­ nom o británico Sir Fred Hoyle de que abrumadoras evi­ dencias procedentes de la física, la química y la biología su­ gerían que un “superintelecto” ha intervenido en la naturaleza.1 El eminente historiador británico H erbert Butterfield, que tra­ bajó como profesor de Historia M oderna en la Universidad de Cambridge en los años 50, hizo una observación similar, sugi­ riendo que podríamos pensar que una inteligencia superior se ha estado moviendo continuamente a lo largo de toda la historia.12

E

1Fred Hoyle, “The Universe: Past and Present Reflections”, Engineering and Science, vol. 45, N° 2 (noviembre de 1981), pp. 8-12. 2 Herbert Butterfield, Christianity and History (London: Fontana Books, 1958), p. 143.


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE En este capítulo, he decidido presentar algunas evidencias que, en mi opinión, apoyan la existencia de una inteligencia so­ brenatural, que no solo diseñó y creó la vida en la Tierra, sino también interviene en la historia e interactúa con la especie hum a­ na. Algunos lectores se estarán preguntando qué hace este tipo de material en un libro cuyo tema principal son las evidencias científicas en contra de la evolución. La respuesta es simple: si, como he intentado demostrar, la evolución es imposible, y por lo tanto falsa, es necesario buscar otro modelo para el origen del universo, la Tierra y la vida. De entre todas las posibles alternativas, yo personalmente me decanto por la descrita en el relato bíblico, tal como el lector ya habrá deducido. Esta narración incluye la creación reciente de un m undo perfecto, donde la especie hum ana convivió en arm onía con el resto de los animales y las plantas; y tam bién un diluvio universal posterior, que destruyó la vida y transformó drásticamente la superficie de la Tierra. Muchos de los cientí­ ficos que he citado en capítulos anteriores también comparten esta cosmovisión. Las razones por las que creo literalmente en la historia bíbli­ ca, en lugar de aceptar otras posibilidades como la panspermia (que propone que la vida llegó a nuestro planeta desde el espacio exterior) o alguna versión de evolución teísta (en la que Dios dirige la evolución) son varias. Algunas son de carácter personal y filosófico: mi visión de Dios como un ser personal que ama y se preocupa por sus criaturas es incompatible con la idea de ese mismo Dios que forja a dichas criaturas a través de un proceso de millones de años de sufrimiento, muerte y lucha por la super­ vivencia. Sin embargo, existen razones de carácter más objetivo que refuerzan mi confianza en la historia bíblica, y esas razones constituyen el lema de este capítulo. Ya hemos comentado anteriorm ente que existe m ultitud de datos históricos extra bíblicos que concucrdan con las narracio­ nes del Génesis, lo que confirma su veracidad. A continuación, vamos a comentar dos historias que encontramos en otro libro de la Biblia, Daniel, que tam bién han sido corroboradas por 210


EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS evidencias históricas, y que ilustran las dos tesis contenidas en el título de este capítulo: que Dios interviene en la historia y que interactúa con los seres humanos. La prim era historia se refiere a un sueño de Nabucodonosor, registrado en el capítulo 2 del libro de Daniel. Nabucodonosor fue un rey del antiguo Imperio Babilónico, que recibe el crédito de haber hecho construir los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las “siete maravillas del m undo antiguo”, para el disfru­ te de su esposa, Amytis.3 En el año 605 a.C., Nabucodonosor derrotó a los ejércitos egipcios en la batalla de Karkemish, y Jerusalén pasó del control egipcio al control babilónico. Tras este suceso, varios nobles hebreos fueron hechos prisioneros y trasladados a Babilonia. Uno de estos cautivos era un joven par­ ticularmente talentoso, llamado Daniel, quien más tarde fue consejero de Nabucodonosor y funcionario superior en la corte del rey. Unos años después, Daniel registró el sueño del rey, junto con otros eventos que incluyen la caída de Babilonia, en el libro que lleva su nom bre y que llegó a formar parte de la Biblia hebrea y, posteriorm ente, del Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. Daniel describe que, una noche, Nabucodonosor tuvo un sue­ ño que lo atormentó, pero que no podía recordar. Daniel y los demás consejeros del rey fueron puestos bajo pena de muerte, a menos que pudieran revelar el sueño. Daniel cuenta cómo oró al Dios que creó los cielos y la Tierra para que le revelara el sueño, y describe la visión que recibió durante la noche. Cuando informó sobre el sueño al rey, este confirmó que eso era exactamente lo que había visto, y las vidas de los consejeros fueron perdonadas. El sueño es realmente asombroso. Daniel vio la imagen de una gran estatua con cabeza de oro, pecho de plata, estómago y mus­ los de bronce, piernas de hierro y pies de hierro mezclado con barro. Al final, una piedra “no cortada por mano de hom bre” golpeaba los pies de la estatua y la hacía caer, lo que la destruía

3 M. E. L. Mallowan, '‘Babylon”, Encyclopedia Britannica (Chicago, IL: Encyclopedia Britannica Inc., 1967), t. 2, pp. 949-951. O - 'i


EVOLUCIÓN !Mi 0811LE por completo. Entonces, la piedra crecía hasta transformarse en una m ontaña que llenaba toda la Tierra. A continuación, Daniel explicó al rey la interpretación de todo esto. Le dijo que el mismo Dios que le había revelado el sueño también le había mostrado su significado. La estatua era una ima­ gen de lo que sucedería en el futuro. La cabeza de oro represen­ taba a Nabucodonosor y su reino, que sería seguido por otros de menor esplendor, representados por el pecho de plata y el estóma­ go de bronce. Las piernas de hierro simbolizaban un reino muy fuerte, que al final se dividiría en varios más débiles, representados por los pies de hierro y barro. Estos tratarían de unirse, pero no lo lograrían. La piedra que destruía la estatua y se convertía en una montaña representaba el final de la Historia, cuando Dios destrui­ ría los reinos terrenales y establecería un Reino eterno. Según Daniel, el sueño tuvo lugar en el segundo año del rei­ nado de Nabucodonosor, que corresponde aproximadamente al año 603 a.C. Aun así, predijo con exactitud asombrosa una serie de eventos que sucedieron posteriormente y que llegan hasta el presente, más de 2.500 años después. Sabemos, por la historia, que Babilonia cayó frente a los medo-persas cuando el general Gobrias tomó la ciudad, el 12 de octubre del año 539 a.C., des­ pués de desviar el río Eufrates, cuyo cauce pasaba por en medio de la ciudad.4Así, el Imperio Medo-persa correspondería al pecho de plata. Este fue seguido por el imperio griego, que se estableció cuando Alejandro Magno derrotó al rey persa Darío III, en una batalla cerca de Arbela, el 1° de octubre de 331 a.C. El Imperio Griego, representado por el estómago y los muslos de bronce, fue sustituido por el Imperio Romano a medida que los ejércitos de Roma conquistaban varias secciones entre los años 168 y 30 a.C., cuando Egipto finalmente cayó bajo su poder. Así, el Imperio Ro­ mano corresponde al reino representado por las piernas de hierro. El Imperio Romano sucumbió gradualmente a olas sucesivas de invasores bárbaros. En el año 476 d.C., los hérulos derroca­

4 D. J. Wiseman. “Belshazzar”, Encyclopedia Britannica, t. 3. p. 458.

212


EVIDENCIAS DE LA

DIOS

ron al último emperador romano, Rómulo Augusto, y durante el siguiente siglo y medio los ataques continuaron hasta que se completó el proceso de invasión. Hoy, después de casi 1.500 años, el antiguo gran imperio que fue Roma permanece dividi­ do, exactamente como se indicó en el sueño. Daniel predijo que los gobernantes de estos reinos menores se “mezclarían entre sí por medio de m atrim onios”, en un esfuerzo por lograr la unión, pero que no lo conseguirían. A través de los siglos, ha habido repetidos intentos de unificar las naciones de Europa con m atrimonios concertados y por medio del poder militar, pero nunca se consiguió una auténtica unión duradera. Carlomagno lo intentó en el año 800 d.C.; Carlos V de España, en 1520; y Napoleón Bonaparte, en 1800. La persecución de una ambición similar por el Káiser Guillermo II llevó a Europa a la Primera Guerra M undial, y la de Adolfo Hitler a la Segun­ da. Muchos no consiguieron sus objetivos, y el éxito de los que lo hicieron fue relativamente efímero. Podemos concluir que el sueño del rey babilónico reveló con exactitud el futuro de Occi­ dente hasta la época actual. Este es un ejemplo sorprendente de una visión detallada del fu­ turo revelada con mucha antelación. En mi opinión, predecir al­ rededor del año 600 a.C. que solo habría otros tres imperios en el m undo conocido, a los que seguirían una serie de reinos separados que nunca llegarían a unirse totalmente, y estar en lo correcto du­ rante 2.500 años, es un logro realmente impresionante. No se me ocurre ningún medio por el cual Daniel por sí solo pudiera haber sabido lo que iba a ocurrir cientos de años después de su tiempo. La fuente de tal información tiene que ser una Inteligencia supe­ rior, capaz de ver y, probablemente, controlar el futuro. Siendo que el mismo Daniel identifica a esta inteligencia como “el Dios que creó los cielos y la Tierra”, parece razonable aceptar su palabra y considerar al Dios de la Biblia como una entidad real capaz de realizar grandes hazañas, y que además decidió interactuar con los seres humanos y comunicarles sus intenciones. La segunda historia también se encuentra en el libro de D a­ niel y registra detalladamente los eventos que tuvieron lugar la 213


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE

noche de la caída de Babilonia. En esta ocasión el rey, que en ese m om ento era Belsasar, estaba celebrando un banquete para mil de sus nobles en el palacio. En medio de la juerga, una es­ critura sobrenatural apareció en la pared del salón de banquetes. El anciano Daniel, que había servido como consejero de todos los reyes desde Nabucodonosor, fue llamado por el rey para in­ terpretar el escrito. Daniel leyó el texto, y explicó que era una advertencia de parte de Dios de que el reinado de Belsasar termi­ naría esa noche. Y así ocurrió, dado que en pocas horas los persas invadieron la ciudad, y el rey m urió asesinado, sin ver la luz de un nuevo día. Es de este relato de donde procede la expresión “Está escrito en la pared”, queriendo decir que no es posible escapar de las consecuencias de un determinado suceso. En esta ocasión, Dios se manifestó no en un sueño a una per­ sona en particular, sino de manera sobrenatural ante cientos de personas. Y una vez más Daniel recibió información privilegiada de parte de Dios, y predijo con todo detalle lo que iba a ocurrir; esta vez, en el futuro inmediato. Algunas personas escépticas han sugerido que las historias registradas en el libro de Daniel nunca ocurrieron, o que el relato se escribió con posterioridad, después de que gran parte de los sucesos de la profecía ya se hubiesen cumplido. Hasta el siglo XIX, el nombre del rey Belsasar no había sido encontrado en ningún escrito, aparte del libro de D a­ niel, por lo que los eruditos dudaban de la exactitud histórica del relato. Sin embargo, a partir de 1860 se descubrió un gran núm ero de textos cuneiformes que confirmaron que Belsasar, corregente con su padre, Nabonidus, era el rey de Babilonia cuando el general persa Gobrias tomó la ciudad sin resistencia.55 U n detalle curioso es que el antiguo historiador griego Jenofonte cuenta el m odo en que el impío rey de Babilonia fue asesinado al pie de su trono, en el salón de banquetes, cuando Gobrias entró en el palacio, pero no menciona el nom bre del rey en toda la na­ rración. Jenofonte tam bién relata que, la noche en que los persas5

5 Ibíd.


EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS tom aron la ciudad, se estaba celebrando una gran fiesta durante la cual toda Babilonia bebía y disfrutaba de la juerga.6 Estos es­ critos independientes respaldan la exactitud de la descripción de los eventos registrados en el libro de Daniel. También hay evidencias de que, definitivamente, el libro de Daniel existía antes del año 332 a.C., cuando Alejandro Magno invadió Judá. Josefo, historiador romano del siglo primero, es­ cribe que cuando los ejércitos de Alejandro se estaban acercando a Jerusalén, el sumo sacerdote de aquel entonces, Jaddua, oró al Dios del cielo pidiendo protección para la ciudad, lisa noche, soñó que los sacerdotes debían llevar puestas sus prendas de ves­ tir sacerdotales, abrir las puertas y salir decididamente, seguidos por el pueblo, para encontrarse con Alejandro. Así lo hicieron. Al verlos, Alejandro desmontó de su caballo y se inclinó ante ellos. Cuando se le preguntó después por qué había hecho eso, respondió que en su juventud había tenido un sueño en el que un hom bre vestido con idénticas prendas sacerdotales lo había invitado a ir a Asia, garantizándole la conquista. Josefo escri­ be que, cuando Alejandro entró en la ciudad, los sacerdotes le m ostraron el libro de Daniel, que contenía la descripción de un griego que llegaría y destruiría a los persas.7 Por consiguiente, los judíos fueron tratados muy favorablemente por Alejandro.8 El libro de Daniel es otra muestra de que podemos encon­ trar información histórica fiable en las narraciones bíblicas; pero también nos sugiere que la Biblia es mucho más que un libro de historia. Las profecías que se han cumplido con extraordinaria exactitud nos dicen que la Biblia no tiene un origen plenamente hum ano, y nos animan a confiar no solo en el Libro, sino tam ­ bién en su Autor. Cuando Dios dice algo, se cumple. La Biblia describe a Dios como un Ser atemporal, todopoderoso y om ­

6 Cyropaedia, Book vii, pp. 5, 10. 13, 15, 16, 26-30. 7 Para detalles de otra visión del futuro registrada por Daniel, ver: Daniel 8:7. 20. 21. 8Flavius Joseplnis, ‘T he Antiquities of the Jews”.Book 11, cap. 8, en: W. Whiston, ed„ The Complete Works o f the Learned and Authentic Jewish Historian Flavius Josephus (London: J. F. Tallis, sin fecha), pp. 237, 238.

r :


EVOLUCIÓN IMPOSIBLE nisciente, que tiene la historia de la hum anidad bajo su control desde el principio y que, en ocasiones puntuales como en el caso del diluvio o en otros m omentos (ver, por ej., Josué 6; 2 Reyes 6; 7), interviene de forma sobrenatural cambiando el curso de los acontecimientos. Sin embargo, el Dios de la Biblia no se comunica solo con los reyes y los gobernantes de los grandes imperios, y no interviene en la vida humana solo cuando se trata de eventos de envergadura mundial. La Biblia describe a Dios como un Ser cercano, que se preocupa de manera especial por cada uno de los seres humanos que habitan la Tierra, y que se describe a sí mismo como un Padre amoroso, que desea tener una relación personal con cada uno de ellos. En la Biblia encontramos decenas de historias que describen cómo Dios actúa en las vidas de las personas para protegerlas y ayudarlas en situaciones difíciles, a veces en respuesta a una pe­ tición directa; otras, sin necesidad siquiera de que se lo soliciten. Muchas de estas intervenciones divinas incluyen algún elemento sobrenatural o inexplicable, y son normalmente conocidas como milagros. El mismo Daniel experimentó uno de estos milagros, tras ser traicionado por los otros ministros del reino a causa de su integridad. Estos engañaron al rey Darío y consiguieron que Daniel fuera condenado a morir en el foso de los leones. Pero, durante la noche que pasó en su interior rodeado de leones ham­ brientos un ángel lo protegió, y los animales no lo tocaron. La historia completa puede leerse en el capítulo 6 del libro de Daniel. Según la Biblia, Dios no cambia (Malaquías 3:6). ¿Es posi­ ble que el Dios de la Biblia siga en la actualidad interviniendo activamente en las vidas de las personas, incluso de forma mi­ lagrosa? Yo personalmente creo que sí, y a lo largo del tiempo he escuchado numerosos testimonios de personas que afirman haber experimentado milagros en algún m om ento de sus vidas. Quiero term inar el capítulo compartiendo dos de estas historias que me llamaron poderosamente la atención. Así como en el resto del libro he intentado en todo m om ento presentar evidencias científicas objetivas para reforzar mis ar­ gumentos, en esta instancia reconozco que no poseo ese tipo


EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS

d e evidencias para esta sección. Por eso, invito amablemente al le c to r escéptico convencido a que deje de leer en este punto y pase directam ente al capítulo siguiente. A los demás, quizás algo de lo que encuentren a continuación les pueda ser útil, los haga replantearse el tipo de Dios en el que creen o, incluso, los anime a p e d ir ayuda a Dios cuando se encuentren ante una situación com plicada. E n mi iglesia local, unas pocas semanas antes de escribir este capítulo, un hombre mayor contó una curiosa experiencia de su niñez. Tenía aproximadamente seis años, y estaba jugando con sus primos en el hogar de sus abuelos. Su abuela estaba lavando ro p a pero, de pronto, dejó lo que estaba haciendo y fue corriendo hacia donde él y los otros niños estaban jugando, con una cáma­ ra de rueda de tractor inflada. Asiendo la cámara, la abuela salió corriendo calle abajo. Más tarde, la abuela explicó que mientras estaba lavando la ropa, tuvo una visión sobre la superficie del agua de que su marido se estaba ahogando. Sabiendo que el abuelo había ido a pescar a un arrecife que distaba aproximadamente dos kilómetros de la casa, ella corrió hasta el lugar con la rueda, y lo encontró intentando nadar en un mar agitado que lo había barri­ do del arrecife. Lanzó la cámara al agua y su esposo pudo m an­ tenerse a flote hasta ser rescatado por unos pescadores cercanos. La segunda historia me la contó una buena amiga, Joy Butler, que trabaja como capellán en un hospital de Sídney. Joy y su m a­ rido estuvieron trabajando en Harare, Zimbabue, durante varios años en la década de los 90. En esa época, los robos de vehículos eran habituales en esa zona y resultaba muy difícil recuperarlos, porque los ladrones solían conducir inmediatamente a través de la frontera para venderlos en el país vecino. Una amiga de Joy que había llegado a casa en su automóvil con su hija de cinco años, salió del vehículo para abrir la puerta, dejando el m otor encendido. Un individuo que estaba escondido detrás de un seto saltó al asiento del conductor y se marchó, con la niña todavía en el asiento trasero. La madre, desesperada, buscó ayuda, pero pasó cierto tiempo hasta que consiguió llamar la atención de otro conductor, explicarle lo que había ocurrido y salir en per2


í :

IÓN

secución del secuestrador. Sabiendo que era difícil que pudieran alcanzarlo por sus propios medios, oraron a Dios pidiendo que el automóvil de la mujer se averiara. Unos pocos kilómetros más adelante, encontraron el automóvil parado en medio de la ca­ rretera, con la niña sana y salva en su interior. La niña les contó que estaba suplicándole al ladrón que la llevara de regreso con su mamá, cuando vio aparecer un ángel sobre la parte delantera del automóvil, que atravesó el capó con una espada larga y brillante. El automóvil se detuvo en el acto. Cuando más tarde el vehículo fue revisado, se descubrió que el embrague había fallado, a pesar de que nunca antes había tenido problemas de embrague. En la Biblia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento registran narraciones de ángeles que intevienen en las vidas de las personas. En particular, el libro de los Hechos de los Apóstoles, que está escrito como una narración histórica factual de la iglesia cristiana temprana, habla sobre varias in­ tervenciones de ángeles. El libro es m uy exacto en sus detalles geográficos e históricos de ese período del siglo I, lo que sugiere que los registros sobre los ángeles son igual de legítimos. Usted puede decidir creer o no en la historia de Daniel, así como las narraciones de la Creación y el diluvio, los milagros, las intervenciones de ángeles, o cualquiera del resto de las historias que se encuentran en la Biblia. En este y en capítulos anteriores, he presentado numerosas evidencias de que la Biblia contiene in­ formación factual fiable, que ha sido confirmada por diferentes fuentes extrabíblicas; pero, al final, se trata de una decisión per­ sonal. A lo largo de este libro hemos visto, también, que hay muchas cosas que la ciencia no puede explicar. N o existe una explicación mecanicista del origen del universo, ni del origen de la vida, ni de dónde salieron las leyes de la física y la química, ni de cómo apareció la información codificada en el AD N . A esta lista, po­ dríamos añadir los fenómenos sobrenaturales de los que hemos hablado en este capítulo y otras entidades que nos son bien co­ nocidas, como la conciencia. ¿De dónde sale el conocimiento innato que tienen todas las personas de cualquier cultura de que


L

1 ; AH

LA EXISTENCIA DE DIOS

hay ciertas cosas que no son correctas? La ciencia no puede ex­ plicarlo. Sin embargo, la existencia de una Inteligencia sobrena­ tural independiente del espacio y del tiempo, un Dios “creador del cielo y de la Tierra”, que se preocupa por la hum anidad en general y por cada persona en particular, que interviene en la historia e interactúa personalmente con aquellos que lo buscan, ofrece una explicación llena de significado no solo para todas estas cuestiones, sino también para nuestra propia existencia.

219

~~


. ,.

.

, .

RESUMEN DOCE RAZONES BASADAS EN EVIDENCIAS CIENTÍFICAS PARA RECHAZAR LA EVOLUCIÓN

n febrero de 2010, el científico jefe del M inisterio de Edu­ cación Israelí, Dr. Gavriel Avital, provocó furor entre los académicos universitarios locales cuando el periódico Haaretz informó que estaba anim ando a los estudiantes a examinar de forma crítica las enseñanzas evolucionistas que les eran im ­ puestas. Se lo citó diciendo:

E

“Si los libros de texto plantean explícitamente que hay que buscar los orígenes de los seres humanos en los monos, me gus­ taría que los estudiantes exploraran otras opiniones. Hay muchas personas que no creen que el relato evolucionista sea correcto”.1

1O. Kashti y Z. Rinat, “Education Ministry Chief Scientist’s Dismissive Remarles on Fun­ damental Tenets of Science Spark Calis for His Ouster”, Haaretz (21 de febrero de 2010). En línea: www.haaretz.com/print-edition/news/scientists-irate-after-top-educationofficial-questions-evolution-1.263673.


RESUMEN En una entrevista anterior, Avital ya había añadido leña al fuego, al decir: “La Biología, la ciencia ele la vida y del medio ambiente, es otro campo científico problemático. Cuando tu doctrina está basada sobre la Teoría ele la Evolución de Darwin y sus implica­ ciones, te estás sosteniendo sobre cimientos poco fiables”.2 Estas declaraciones dieron lugar a peticiones para cpie el Dr. Avital fuera depuesto, mientras varios académicos expresaban indignación o consternación. U n profesor emérito de Ciencias de la Tierra en la Universidad Hebrea dijo: “Negar la evolución es como negar la ciencia misma”. O tro profesor de la Universidad de Tel Aviv afirmó: “Estas declaraciones son el equivalente a decir que hay que darle espacio en los libros de texto a la opinión de que la Tierra es pla­ na y que el sol gira a su alrededor. Es asombroso que el científico responsable de un Ministerio del gobierno pueda decir cosas tan bizarras”. 3 Estas reacciones no deberían sorprendernos. Si todos los libros de texto de Biología de todos los colegios y las univer­ sidades enseñan la Teoría de la Evolución; si las declaraciones oficiales de la com unidad científica afirman que la evolución es un hecho indiscutible de la ciencia; y si los medios de comunica­ ción se unen en la divulgación de sus presupuestos y conclusio­ nes sin el m enor asomo de duda, ¿no es completamente lógico que este funcionario del M inisterio de Educación sea despedido por atreverse a animar a los estudiantes a cuestionar esa teoría? ¿Por qué debería ser tolerada una persona con semejantes ideas

2ibíd. 3Ibíd.


EVOLUCION ¡¡r. perturbadoras, en un puesto tan influyente que puede afectar la educación de los futuros científicos de un país desarrollado? Asimismo, cabe también preguntarse por qué un científico ca­ lificado, en un puesto de tanta responsabilidad, pondría en juego su carrera haciendo declaraciones tan controvertidas y animando a los estudiantes a buscar alternativas a la evolución. Uno de los propósitos de este libro ha sido presentar las evidencias que llevan a científicos honestos como el Dr. Avital a enfrentarse a la comunidad científica y a rechazar la explicación convencional del origen de la vida, aun a riesgo de perder su prestigio y sus puestos de trabajo. Los datos que he presentado no son exhaustivos. Existen más evidencias en contra de la evolución y el modelo de largas eda­ des, que se pueden encontrar explicadas con detalle en varios sitios en Internet.4 N o obstante, creo que hemos presentado evi­ dencias suficientes para rechazar objetivamente la Teoría de la Evolución. Y quiero term inar este trabajo con una recopilación de 12 razones concretas que constituyen un resumen de todo lo expuesto en los capítulos anteriores. 1. Las mutaciones no producen nueva información genética significativa. 2. Nunca se ha observado la evolución de una nueva especie como consecuencia del surgimiento de información genética nueva. 3. No hay ningún mecanismo demostrado que explique de qué modo podría aparecer nueva información genética signifi­ cativa a partir de procesos naturales aleatorios; y además, resulta estadísticamente imposible. 4. No hay ningún mecanismo conocido, fáctico o teórico, que explique cómo podría formarse una célula viva a partir de molé­ culas inanimadas (abiogénesis). También es estadísticamente im­ posible. 5. La abiogénesis nunca ha sido observada, y todos los experi­ mentos para.iniciarla han fallado.

4 Ver: www.icr.org;www .creation.com ;www.answersingenesis.org; www.creationresearch.org; www.discovery.org/csc;www.users.datarealm.com/herrmann/main.html.


RESUMEN 6. El registro fósil es un registro de extinción de animales y plantas completamente formados, no un registro de la evolución de formas de vida. 7. Aunque, según la Teoría de la Evolución, tienen que haber exis­ tido millones de formas de transición entre organismos, no existen fósiles demostrados de organismos intermedios. El registro fósil no muestra el esperado desarrollo progresivo de las novedades evolutivas. 8. Algunas de las rocas más antiguas portadoras de fósiles con­ tienen animales complejos completamente desarrollados, como los trilobites, sin que se haya encontrado evidencias de sus su­ puestos antepasados evolutivos. 9. Las tasas de erosión actuales son demasiado rápidas para que los continentes y su contenido fósil puedan tener las edades que se les asignan convencionalmente. Las estimaciones de an­ tigüedad obtenidas son demasiado cortas para que la evolución pudiera tener lugar. 10. Las cantidades de sedimentos oceánicos y materiales vol­ cánicos presentes en la superficie del planeta no se corresponden con las antigüedades propuestas por los geólogos. También en este caso, los resultados de edades que se obtienen teniendo en cuenta los datos reales son m ucho menores que el tiempo m íni­ mo estimado necesario para la evolución biológica. 11. Las dataciones radiométricas no son fiables puesto que, con frecuencia, arrojan resultados anómalos, como edades muy antiguas para rocas recientes, o resultados dispares para la misma muestra datada con distintos métodos. Además, la presencia de carbono 14 en carbón y diamantes implica que dichos materia­ les, supuestamente de millones de años de antigüedad, tienen en realidad menos de 100.000 años. 12. La velocidad de mutación del A D N observada en la actua­ lidad sugiere también una antigüedad de menos de 100.000 años. La conclusión es evidente: ¡la evolución es imposible, y nunca ocurrió! Por supuesto, sería impensable plantear estas objeciones con­ tra la evolución en una revista científica. Simplemente, inten-


íLTAL

A- 3 tT

tarlo generaría un escándalo y un rechazo similares a los que experimentó el Dr. Avital. De hecho, un artículo que publiqué en la revista científica Chemistry in Australia, que llamaba la atención sobre algunas de las suposiciones no demostradas que sostienen la Teoría de la Evolución, obtuvo una respuesta muy hostil por parte de algunos científicos.5 Es revelador, sin embar­ go, que nadie refutó mis argumentos por medio de evidencias científicas; se lim itaron a expresar su conmoción por el hecho de que un artículo de esas características pudiera ser publicado en una reputada revista científica. 6 Estos profesores me acusaron de utilizar argumentos basados sobre una creencia religiosa, y no sobre la ciencia. Este tipo de afirmación se esgrime con frecuen­ cia contra aquellos que rechazan la evolución; pero creo que ha quedado refutada con creces a lo largo de este libro. Es cierto que tengo una creencia religiosa, pero los argumentos que he utilizado con el fin de rebatir la evolución proceden del análisis de datos científicos. Todas las personas se ven influidas por sus convicciones filosóficas y sus creencias personales, a la hora de tom ar decisiones en los distintos aspectos de la vida. Muchos científicos actuales se aferran desesperadamente a la Teoría de la Evolución porque su concepción materialista del universo no les permite siquiera considerar otras opciones. En mi caso, después de comprobar repetidamente que la Teoría de la Evolución no puede explicar la realidad que observo a m i alrededor, he podido escoger un modelo alternativo coherente con los datos observa­ dos, y que incluye la intervención divina porque m i cosmovisión no excluye a priori dicha posibilidad. La restricción mental que produce una concepción puram en­ te materialista del m undo impide a algunos científicos seguir las evidencias hacia donde estas apuntan. Lo hemos repetido hasta la saciedad a lo largo del libro: para que la evolución ocurra,

5 John Ashton, “A Creationist’s View of the Intelligent Design Debate”, Chemistry in Aus­ tralia, vol. 74, N° 3 (2007), pp. 19, 20. 6 Ver: C. Bamer-Kowollik, R. Brooks y A. Whittaker, “Your say...”, Chemistry in Austra­ lia, vol. 74, N° 4 (2007), pp. 2, 29.


RESUMEN para que la rana se convierta en príncipe, una enorme cantidad de información genética nueva tiene que aparecer como por arte de magia. En el popular cuento de hadas, el milagro ocurre ins­ tantáneam ente en respuesta al beso de la doncella. En el cuento de la evolución, demora m ucho más tiempo, cientos de millones de años; pero alargar el tiempo no lo hace menos “milagroso”. Los procesos aleatorios de la naturaleza no pueden proporcionar el “beso” transform ador (la información genética nueva que per­ m itiría convertir un anfibio anuro en un ser hum ano de “sangre azul”), incluso contando con eones de tiempo. Com o señala el eminente científico y escritor Paul Davies, la información bio­ lógica no está codificada en las leyes de la química y la física, y esta información no puede llegar a existir espontáneamente. En sus propias palabras: “N o existe ley física conocida capaz de crear información de la nada”.7 La evolución es, pues, una teoría “deseo”, no m uy distinta de un cuento de hadas, pero que se alza como única alternativa posible para los científicos que desean m antener un modelo puram ente mecanicista de la existencia. La evidencia geológica y paleontológica es consistente con una inundación de gran envergadura, acompañada de actividad volcánica y tectónica, en un pasado reciente. La ciencia no pue­ de explicar el origen de los seres vivos, pero encontramos abru­ madoras evidencias de diseño en todos los rincones de la natura­ leza, que parecen provenir de una asombrosa Superinteligencia. El escenario de Creación-diluvio de la Biblia se adecúa m uy bien a estas evidencias. Sin embargo, quedan en el aire dudas im por­ tantes. Algunos lectores se estarán preguntando: ¿Y qué hay de todo el dolor y el sufrimiento que vemos a nuestro alrededor? ¿Cómo puede formar parte de la creación “perfecta” de un Dios bueno y todopoderoso? La mayoría de nosotros lidiamos con esa pregunta alguna vez.8 A lo largo de este libro, hemos llegado a

1 Paul Davies, “Life Forcé”, New Scientist (18 de septiembre de 1999), pp. 27-30. 8Ver, por ej., J. Paulien, “The Problem of Evil”, en: John Ashton y Michael Westacott, ed., The BigArgument: Does God Exist? (Oreen Forest, AR: Master Books, 2006), pp. 179-196.


EVtHUClOhlffvSfñí-5' ? -

la conclusión de que la Biblia es una fuente fiable de informa­ ción, por lo que probablemente es también un buen lugar para buscar respuestas. En la Biblia, Dios nos cuenta que la Tierra y el universo fueron creados en seis días literales hace aproxima­ damente 6.000 años (Génesis 1:1-2:1). El resultado era “muy bueno”, pero poco después las cosas se torcieron y se alejaron progresivamente del plan original de Dios. El ser hum ano uti­ lizó su libre albedrío para alejarse de su Creador (Génesis 3), y como consecuencia, la naturaleza se corrompió y la violencia se multiplicó sobre la Tierra. La situación de perversidad extrema condujo a la destrucción de la hum anidad y de la mayor parte de la vida sobre la Tierra por medio de un diluvio universal, hace aproximadamente 4.300 años (Génesis 6:5-7:24).9 Afortunada­ mente, Dios tenía un plan de rescate preparado (Efesios 1:4-10; 1 Pedro 1:20), que se puso en marcha en el propio Jardín del Edén (Génesis 3:15) y cuyo desarrollo se pone de manifiesto a través de toda la Biblia. La hum anidad fue creada a imagen de nuestro Dios Creador súperinteligente (Génesis 1:26, 27). A pesar de la degeneración sufrida a lo largo de miles de años, esa imagen todavía se encuen­ tra presente en nosotros. Por eso, nuestras mentes tienen la habi­ lidad de descubrir y comprender los asombrosos misterios de la naturaleza. No evolucionamos de los monos: somos mucho más especiales que eso. M uy lejos de nuestro presunto origen prima­ te, hemos sido dotados de capacidades asombrosas, reflejo de las ilimitadas cualidades de nuestro Creador. Podemos usar nuestros conocimientos y capacidades para mejorar nuestra vida y nuestro entorno, sabiendo que nuestra existencia tiene sentido, que no somos producto del azar sino de un cuidadoso plan de amor, cuyo desenlace está próximo. Se trata de una existencia con trascendencia y propósito, y la promesa de un futuro eterno sin dolor, injusticia ni muerte. No restrinjamos nuestro acceso a estos maravillosos dones en favor de una teoría imposible.

9 Para el cálculo de la fecha aproximada del diluvio, ver el Apéndice.

226


CALCULO DE LAS FECHAS APROXIMADAS PARA LA CREACIÓN Y EL DILUVIO, EMPLEANDO DATOS DEL REGISTRO BÍBLICO

l capítulo 5 del Génesis registra cuántos años tenía cada pa­ triarca cuando tuvieron hijos: Adán, 130; Set, 105; Enós, 90; Cainán, 70; Mahalaleel, 65; Jared, 162; Enoc, 65; M a­ tusalén, 187; Lamec, 182. A su vez, en el momento del diluvio Noé tenía 600 años. Su­ mando estos datos, se llega a un total de 1.656 años desde la Crea­ ción hasta el diluvio (Aclaración: estas edades pueden ser de 1 año más para cada uno de los diez patriarcas, dependiendo de si fue­ ron padres justo antes o justo después de su fecha de cumpleaños. Es decir, 1.656 es el número mínimo de años, y 1.666 el máximo, estando el valor exacto en algún lugar entre ambos.) Génesis 11:10 al 25 registra la edad a la que procrearon los pa­ triarcas posdiluvianos: Sem, 2 años después del diluvio; Arfaxad,

E


a los 35 años; Sala, a los 30; Heber, a los 34; Peleg, a los 30; Reu, a los 32; Serug, a los 30; Nacor, a los 29; Taré, a los 130 (murió con 205 años, cuando Abraham tenía 75, Gén. 11:32; 12:4). Abraham dejó Harán a los 75 años, e hizo un pacto con Dios (Gén. 12:4). Sumando estos años, obtenemos un total de 427 desde el diluvio hasta el pacto de Dios con Abraham. Igual que en el cálcu­ lo anterior, el total podría aumentar hasta en diez años, por lo que nos encontramos ante un número máximo de 437. Las fechas aproximadas para el diluvio y la Creación se pue­ den calcular usando como referencia la fecha del cuarto año del reinado de Salomón, que se considera que fue el año 967 a.C. El Exodo ocurrió 479 años antes, es decir, en 1446 a.C. (1 Rey. 6:1). El pacto con Abraham tuvo lugar 430 antes del Exodo (Exo. 12: 40-4 1; Gál. 3:16-17). Siendo que el pacto con Abra­ ham fue 427 años después del diluvio, el tiempo transcurrido entre el diluvio y el Exodo fue de 857 años. Por lo tanto, el diluvio ocurrió en 1.446 + 857 = 2.303 años a. C.. La Creación en 2.303 + 1 .6 5 6 = 3 .9 5 9 años a.C. (aproximadamente). Nota 1: Según Ussher, el cuarto año del reinado de Salomón fue en 1012 a.C., 45 años antes de la fecha actualmente asignada a este evento. Por tanto, la fecha de Ussher para la Creación sería 4004 a.C. - 45 = 3959 a.C. Los cálculos mostrados en este apén­ dice son consistentes con los cálculos de Ussher, pero dependen de la exactitud de la fecha histórica para el cuarto año de Salomón. Nota 2: El margen de incertidumbre para la fecha del diluvio sería de 10 años y, en el caso de la Creación, de 20. Es decir, el diluvio pudo haber ocurrido hasta 10 años antes de 2303 a.C. y la Creación hasta 20 años antes de 3959 a.C.


EVOLUCION

IMPOSIBLE I na de las refutaciones actuales ala evolución más poI derosay autorizada! I V v Usando recientes descubrimientos en genética, bio­ química, geología, datación radiométrica y otras disciplinas cien­ tíficas, el Dr. John Ashton explica capítulo por capítulo, en un lenguaje sencillo, doce poderosas razones por las que laTeoría de la Evolución de Darwin es solo un mito. Aprenda: D [i

• • • •

Cómo losfósilessonevidencias deextinción, no deevolución. Por quélasmutacionesnuncaproduceninformacióngenéticanueva. Cómo losdatosgeológicos minan lasescalasdetiempo seculares. Por qué no pueden formarsepor azar célulasvivasy nuevas especies deorganismos.

Llevando lasevidencias que refutan laevolución aun nuevo nivel, con análisis detallados y datos procedentes de una gran variedad de fuentes, esteesun libro delecturaobligatoriaparaestudiantes, educa­ dores cristianos, científicos y todos aquellos que quieren comprome­ tersecon lacosmovisión bíblica respecto delos orígenes.

SOBRE ELAUTOR EL DR. JOHN F. ASHTON LLEVA CERCA DE CUARENTA AÑOS EN EL CAMPO DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍfiCA Y DE LA ENSEÑANZA. POPULAR EDITOR DE LIBROS CREACIONISTAS, TRABAJA COMO PROFESOR ADJUNTO DE CIENCIAS BIOMÉDICAS Y CIENCIAS APLI­ CADAS EN MELBOURNE, AUSTRALIA.

C jüüü

9 7 8 9 8 7 7 lio 1 4 4


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.