1era CÁTEDRA CARLOS MONSIVÁIS 2016
Coordina: Maestro Luis barjau Participantes: Cristina Pacheco, Jenaro Villamil, Luis Hernández y Marta Lamas ◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦
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INDICE
Pรกg Prologo...........................................................
Cristina Pacheco ............................................. 5
Jenaro Villamil ................................................ 33
Luis Hernรกndez Navarro ................................... 56
Marta Lamas ................................................... 97
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CRISTINA PACHECO ◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦ Presentación maestro Luis Barjau: Cristina Pacheco es en primer lugar, un impresionante ejemplo de la dedicación al trabajo con una capacidad que pocas personas alcanzan, seguido de un talento cabal y brillante que ha dado resultados a lo largo de la vida de nuestra muy admirada y querida por esta casa de estudios, Cristina Pacheco. Una compleja labor periodística en diarios nacionales, revistas, radio y televisión y la creación de una obra literaria con un saldo de mucho orgullo para los mexicanos. Nacida en San Felipe Guanajuato muy pronto a los cinco años con su familia se mudó a la Ciudad de México, donde realizó sus estudios que culminaron con la carrera de letras españolas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, comenzó su carrera de periodismo escribiendo en los periódicos:
El Popular Novedades Con la serie Ayer y Hoy de la revista Sucesos de 1963 a 64 Dirigió tres revistas femeninas: La familia, La mujer de hoy y Crinolina
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Casó con el grande y querido escritor José Emilio Pacheco, que fue investigador de esta Dirección de Estudios Históricos y con quien estableció una de esas raras mancuernas intelectuales de intensa productividad para la creación literaria y para la actividad ininterrumpida del periodismo. Fungió también como secretaria de redacción de la revista de la Universidad de México y del suplemento plural Sábado de Uno más Uno. Editorialista del Sol de México escribe a lo largo de 18 años en la revista Siempre: reportajes, crónicas y entrevistas a las grandes figuras de la cultura y el espectáculo. Simultáneamente escribe para el periódico El Día, una entrevista semanal y tres cuentos que integrarían la serie denominada “Para vivir aquí”. Enseguida le entra como editorialista de El Universal Años después se incorpora a La Jornada, en ese diario, desde entonces esto es de 1977 hasta hoy, escribe la serie por todos conocida “Mar de historias” que son amenísimas pinceladas narrativas de nuestra idiosincrasia nacional. Ese mismo año empezó su labor de periodismo por televisión en el canal 13 primero haciendo comentarios en el noticiero de la noche y
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después al lado de Renato Leduc, conduce una serie de entrevistas simultáneamente Trabaja en el canal 11 haciendo la serie “Así fue la semana” que es de notas, comentarios y actualidad, también ahí y con duración de tres años a través del programa “De todos modos Juan te llamas” que conduce al lado de Juan de la Cabada con charlas autobiográficas. Desde 1973 y hasta hoy hace la serie semanal “Aquí nos tocó vivir” que en 2011 mereció el rango de Memoria de la Humanidad por la UNESCO. Desde 1997 también hasta la fecha, podemos ver los viernes su programa “Conversando con Cristina Pacheco” Por la radio difunde de 1989 a 2008 primero una parte del programa de Paco Huerta llamado “Voz pública”, luego fue titular de las series XEW titulada “Aquí y ahora” de la XEQ, “Los dueños de la noche” en Radio Fórmula, “Periodismo y algo más” y en Radio Capital “Desde la Capital”.
Al lado del periodismo cultural, Cristina Pacheco ha desarrollado una notable carrera literaria expuesta en 14 libros de relatos y voy a dar solo algunos de sus títulos:
Al pie de la letra Sopita de fideo
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La última noche del tigre Amores y desamores Los trabajos perdidos La chistera maravillosa Se vende burro Viaje al país de la memoria El eucalipto Ponciano
Su intensa labor, no era para menos, le han hecho recibir más de 40 premios y distinciones. Atraviesa la incansable labor de Cristina Pacheco un hilo conductor que entreteje y une una admirable visión de justicia, de apego a las tradiciones populares mexicanas, de exposición de la problemática social y cultural del país; lo justo en esa visión radica no solo en la exposición de los medios masivos de comunicación, en los casos de lugares de familias, credos, estamentos, individuos, sino en una sutil explicación de las causas y circunstancias de la problemática de los diversos grupos que conforman la sociedad mexicana de la adversidad en la existencia del ser en esta latitud donde nos tocó vivir En ese sentido y con estas características inmersas en la labor que desarrolla la escritora, se puede ver también una visión profundamente antropológica sobre la verdad nacional, comúnmente nos acomoda una referencia estereotipada cuando nos
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referimos a un escritor, decimos una figura bonita y bohemia, audaz, protagónica, excéntrica y demás, olvidamos que un escritor escribe y comunica y que su comunicación puede apelar a fuentes muy diversas, hay novelistas que tuvieron que aprender medicina, otros teología, otros reglas cortesanas. La Cátedra Carlos Monsiváis se fundó en esta casa de estudios, no solo porque su causante fuera uno de sus investigadores notables, se fundó por la admiración que un buen grupo de colegas le confieren, admiración fundada en buena medida por la observación y el reconocimiento de la estirpe intelectual de Monsiváis, por la audacia de ser un participante simultaneo de la cultura popular, espectáculos de los eventos felices y dramáticos, de la sociedad de las élites políticas y de las causas justas y las perdidas, por todo ello, posibilitado en primer término para participar en este ciclo que inaugura la Cátedra a Cristina Pacheco, que compartió no solo amistad con el cronista, semejanza de ideales, compañerismo de ruta, estamos muy agradecidos por la presencia de nuestra invitada a esta intervención, a quien la demos muy sinceras gracias, le aplaudimos, le damos la palabra para que nos cuente desde su visión a su estilo, su experiencia sobre el personaje
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que nos reúne aquí esta tarde tan valiosa y que será inolvidable.
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Cristina Pacheco: Antes que nada, muchas gracias a todos por estar aquí, y Maestro, créame que después de escucharlo, estoy muerta de cansancio. No sé cómo me he atrevido a hacer tantas cosas. Lo bueno es que seré breve, porque el maestro fue un brillante expositor. Muchas gracias a todos por acompañarme esta tarde. En efecto, vine aquí por muchísimas razones, aquí fue un centro de trabajo muy importante para José Emilio, venia con él o venía cuando él no podía venir, y de alguna manera, algo hay de su historia, de su vida, de sus amigos y que hace amar entrañablemente a este lugar. En segundo término, quiero decir que cuando el Maestro me invitó, le advertí y lo dije claro: Maestro, conste que yo no soy ni antropóloga, ni historiadora, ni economista, ni politóloga, ni nada. Yo soy una periodista a la que le interesa contar la vida, yo soy un testigo de lo que está pasando, y un testigo de lo que ha pasado en los últimos cuarenta años, y todo eso está documentado en mi programa. Hoy que venía para acá traté de hacer un balance de todos los lugares, con todas las entrevistas que he hecho, fácilmente son cuatro o cinco mil; las voces que han brotado de una manera tan poderosa, que es imposible no escucharlas. De eso
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hable muchas veces con Carlos, de lo personal de mi trabajo, y de que es, fundamental en esta ciudad. En todo ello está el Carlos Monsiváis que yo conocí, al que quise y quiero tanto, al que le debo mucho, entre otras cosas, que me haya demostrado que José Romero no es el mejor escritor del mundo como yo pensaba.
Carlos Monsiváis me enseñó a robar las azucareras en las cafeterías para luego cambiarlas en las taquerías de Insurgentes por un taco; junto con él hicimos largas caminatas desde Ciudad Universitaria hasta algún punto de Insurgentes, a donde me acompañaba siempre, me hablaba de libros, me contaba historias y me hablaba con alguna frecuencia de sus amigos, entre ellos José Emilio, al que yo solamente había visto algunas veces.
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Carlos compartió conmigo esta ciudad nocturna magnífica que existió alguna vez, una de cuyas vertebras era justamente lo que hoy es un horror, me refiero a la avenida de los Insurgentes; en aquel entonces tenía una atmosfera, una luz, con otro paisaje urbano tan importante que emocionaba, era como una prolongación del aeropuerto. En la Facultad de Filosofía, que así se llamaba nuestra escuela fuimos grandes amigos, fue buen crítico conmigo lo cual le agradezco muchísimo. Cuando yo hacía mi trabajo, cuando empecé hacer este programa, en el que nadie creía, absolutamente nadie, porque parecía una locura, Carlos guardó un prudente silencio, y al paso del tiempo no solamente aceptó mi programa, sino que me hablaba para decirme le había gustado. En algún aniversario fue padrino del programa. ¿Por qué las personas no aceptaban este programa? Y me importa mucho mencionarlo. Por una razón, porque todo lo que he contado, es una carga para mí, es un álbum de familia, en el que ya son cuatro generaciones, el próximo mayo cumplo cuarenta años con este programa. Me parece fantástico, porque, además, ha ocurrido un fenómeno extraordinario, al principio fue muy difícil hacerlo porque las personas desconfiaban totalmente de los que llegaban a sus colonias, o a
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sus barrios, la primera vez que intenté llegar a un lugar, en realidad tuve un rechazo, algo que yo sentí y no me gustó. No sé si ya se los he contado alguna vez, pero a mí me contrató un arquitecto para que le ayudara a realizar un doble trabajo, él entrevistaría a los arquitectos y yo a los trabajadores; porque él no sabía cómo dirigirse a los albañiles, y eso que era arquitecto. Siempre fue una gran limitación, pero como yo tengo pasión por este trabajo los admiro: “son los constructores de las ciudades que los rechazan y los constructores de las casas en donde jamás vivirán”. En ese tiempo conocí a un personaje maravilloso que era lapidario, y que llegó para hacer la Suprema Corte de Justicia, y durante su trabajo con el cincel, cometió un error y cortó mal una piedra; “la piedra se quedó herida”. Años después cuando su hijo creció, lo primero que hizo, fue tomarlo de la mano y llevarlo a la Suprema Corte de Justicia y decirle: “mira esa piedra era lúcida y esa marca, es la marca de tu padre.” Y esta es una historia que a mí me parece bellísima, conmovedora y además ¿qué otra cosa podemos heredar? ¿qué otra cosa podemos ver
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más allá de lo que hacen nuestras manos? somos lo que hacemos. A mí me interesa profundamente la arquitectura, pero me interesa por lo que pasa adentro, por lo que aloja. La vida es el arte que nos acompaña desde el primer momento hasta el último de nuestros días. El arquitecto que les menciono, un día no llegó al estudio, me dejó plantada y los otros arquitectos tampoco llegaron, y yo me quedé sentada esperando, y ese día que no estaba el director del canal, yo les dije a mis compañeros: Muchachos, vámonos lo más lejos posible a la calle. Y ellos me preguntaron ¿qué vamos a hacer a la calle? Y les respondí: Vamos a hacer un programa, pero lejos, para que no me pesquen, para que no sepan dónde estoy. Y así llegamos hasta Santa Úrsula Coapa, que en ese entonces era un lodazal inmundo, absolutamente inmundo, era una planicie de lodo, no lo puedo calificar de otra manera, con casas alrededor y muchachos sentados drogándose. Debieron haber sido las 10 de la mañana y había un silencio total, nadie nos hablaba, no salía nadie de las casas, y de pronto vi aparecer a unas mujeres que venían cargando unas cubetas con agua. Una de ellas, traía un delantal abombado,
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abultado en las bolsas, entonces cuando me vio se paró y dijo: -
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¿qué quieres? ¿son del gobierno o qué vienen a ver aquí? Le respondí: yo soy de un canal de televisión, entonces nadie conocía el canal 11, y quiero conocer ¿por qué están ahí los muchachos, si tienen seguridad, por qué van a traer el agua tan lejos? Y la señora me dijo: mire aquí nadie nos ayuda, aquí estamos completamente olvidados de todos. Le pregunté: ¿Qué trae en las bolsas? y me respondió: Piedras, piedras porque cuando estos muchachos se drogan demasiado nos agreden, y como la policía no se atreve a entrar aquí, tenemos que agarrarlo a pedradas para poder defendernos.
Llegaron otras mujeres alarmadas de mi presencia y de la cámara, y les dije lo que quería, y esa mujer de las piedras fue la clave. No sé cómo se llama, no recuerdo ya su nombre, y lamento mucho no tener ya la grabación de ese programa, porque antes cuando faltaban cintas en el canal para un programa especial, decían: recorte una de “Aquí
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nos tocó vivir”. Como al principio no nos tomaban en cuenta y decían: -
¿esa gente pobre a quién le interesa? Que locura, para que hablan de veladores y todo eso.
Entonces la señora de las piedras dijo: -
-
¡yo si voy a hablar! y la otras dijeron: ¡no! Los señores cuando regresen de trabajar van a ver que estuviste hablando y vas a hablar mal de ellos. Yo no voy a hablar mal de nadie, yo voy a decir lo que nos falta, nadie ha venido aquí, no sabemos quién es el Delegado, no sabemos quién es la autoridad, aquí te matan a la puerta de tu casa y ni quién se entere, y la policía igual a la entrada da vuelta y se va.
Y así empezó a narrarse un testimonio tan conmovedor que después otra señora dijo yo también quiero hablar, y otra mujer dijo yo también quiero hablar. ¿Y los señores? No, los señores se retrajeron. Para que queden satisfechas con nuestro trabajo les dije: les voy a pasar en mi monitor lo que grabamos, si no les gusta lo borro y no vuelvo a venir. Fue para mí el descubrimiento de ellas, pero
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para ellas, fue el descubrimiento de sí mismas, cuando se vieron en la tele dijeron: ¿ésa soy yo? ¿yo soy capaz de hablar? Yo nunca había hablado le decía una a otra, nunca había hablado, nunca había tomado la iniciativa. Nunca se había acercado nadie a recoger su testimonio, y ese fue el primero de los miles que hay hasta ahorita. Y en este testimonio, se sumó notable y considerablemente la voz de las mujeres que son guardianas de lo poco que hay, son defensoras de los espacios que se van conquistando muy lentamente, y son personas que luchan con las manos sin ninguna herramienta, muchas veces sumidas en la ignorancia, hijas de padres que les dijeron la frase que todavía hoy se dice: -
“¿para qué vas a la escuela? Te vas a casar, el marido te va a mantener entonces ¿a qué vas a escuela?”
Existen todavía mujeres que nunca han ido a un médico, mujeres que nunca se han atrevido a entrar a Bellas Artes porque dicen que eso no es para ellas porque está es una ciudad. Una ciudad que tiene adentro a otra y a otra y a otra y cada una es más obscura que la anterior. Es como la luz que va de arriba hacia abajo, y abajo, siempre, invariablemente, están los fantasmas. Las
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personas, siempre te cuentan una pequeña historia que tiene que ver con un aparecido, con un fantasma, es una presencia que ayuda, que ampara, que protege a la gente, que la acompaña y que le cuenta su historia. A mí, eso me parece muy valioso, muy bello, porque muchos de los lugares donde he estado y donde las familias de esos programas grabados vivieron, ya no existen, ha habido un saqueo total de la ciudad de México. Si algún valor tiene este tipo de programas, es que ahí se reflejan miles de lugares, que desgraciadamente ya no existen, alguna vez vimos plazas, edificios, capillas, monumentos, árboles, jardines, y ya no están. Todo fue devorado por el olvido, por la codicia, por la ignorancia, por la indiferencia. A un historiador que era autoridad, no voy a decir su nombre por respeto a muchas cosas, le dije: -
Oye están tirando este edificio, es un edificio del siglo XVI. Y él me respondió: mi oficio no es cuidar piedras viejas, a mí las piedras viejas no me interesan.
No podría resumir en unos cuantos minutos, aunque quisiera, lo que ha sido este programa, es un álbum donde está consignada la evolución de las personas. Es increíble que frente al despojo de
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que han sido víctimas las personas, estas, se han apropiado cada vez más de la verdad. Al principio les costaba trabajo expresar una realidad, pero poco a poco sucedió un interesante fenómeno. Un día se proyectó un programa de un problema de agua que existía en Azcapotzalco y de cómo lo solucionaron, y de inmediato los de La Pastora me pidieron un programa para mostrar cómo iban a hacer ellos para solucionar un problema también de agua. Otros programas hablan de cómo se protegen unos a otros de las injusticias de sus autoridades, cómo empiezan a formar grupos de luchar con más calidad y sin tanto temor. Hay ya un voto de menos desconfianza a su pobre testimonio y a quienes nos acercábamos a ellos. He tenido la fortuna de poder permanecer en mi trabajo en una continuidad que me ha permitido estar en los momentos más dramáticos, me refiero a los terremotos, me refiero a la explosión en San Juanico, que fue algo que yo nunca había visto y mucho menos estado. De niña viví cerca de la refinería de Azcapotzalco y con frecuencia había explosiones, entonces sonaba un timbre y las mujeres de la vecindad salían corriendo a buscar a sus maridos, algunos los traían hechos garras, garras de la piel, heridos, otros ya nunca llegaban. Yo había visto esas cosas ya de niña, pero lo que
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vi en San Juanico, fue escalofriante, por ejemplo, ver las huellas de los pies de sangre en las banquetas; ver una especie de telaraña de cintas musicales, esas de los casetes, que al estallar salieron de todas partes y formaban una telaraña gigante; ver a las mujeres buscando en los más terribles escombros el retrato de su hija de quince años, ya no tenía a la hija, pero quería el retrato. Cosas como esas o el leprosario que es un edificio magnífico, y donde uno puede ver reproducirse la vida exactamente como afuera. Esta gente, está en condiciones sumamente difíciles, pero siempre hay alguien que es la autoridad y es el que manda; los celos entre dos hombres que están tratando de acercarse a una mujer que ya no puede descubrirse la cabeza porque ya es imposible; hay flores en sus cuartos; ponen música; cantan se acompañan caminando para dar la vuelta al fondo del terreno. Y uno dice: bueno así es la vida, o sea la vida continúa. Y es lo que quiero decir, a pesar de las más difíciles circunstancias, la vida continúa y continúa en una ciudad que ignora a la ciudad. No sé cómo explicarlo, dije antes que eran muchas ciudades y una de ellas es la de cartón, toda de cartón, se llama cartolandía, es famosa, está en unas barrancas llenas de flores amarillas y basura, montañas de basura. Y más allá, la vida de la gente
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en casas de cartón. A las once de la mañana una casa ya es Motel, está abierta y puede entrar quien quiera; junto, hay una familia que vende tamales; más allá, una señora que es peluquera. O sea, no hay un solo espacio que se quede solo, vacío. Y uno se pregunta ¿con qué fuerzas aguantan? ¿a dónde van? ¿qué quieren? -
Y la frase eterna es: lo que quiero es algo mejor para mis hijos. Y eso mejor invariablemente es una escuela; con que sepan leer y escribir un poco, les irá menos mal que a los otros.
Les comparto otra imagen, un flashazo más. Alguien de la Condesa me dijo: hay un matrimonio que no se quiere separar, y le pregunte ¿por qué se tienen que separar? Y como respuesta me dijo: venga a verlo viven en un cuarto, el cuarto no tiene ventanas, no tiene puertas, tiene una cortina metálica y tienen una cama y una mesa y son dos ancianos que no se quieren separar, este es el caso de una familia que viven en una carbonería, un matrimonio. -
No nos aceptan en el mismo asilo hemos vivido toda la vida y estamos enamorados uno del otro. Si nos separan preferimos morirnos aquí.
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No sé cuántos años tendrían, pero esas son historias que cuenta la gente con una naturalidad total, sin darse cuenta quizá de la belleza que hay en su testimonio, y hay belleza porque hay vida, ninguna de esas personas quiere ser figura pública, ni quiere ganar puntos para un partido, ni quiere ser presidente de la República, son gente que lo único que quiere es pasar de hoy a mañana, su futuro es hasta mañana nada más. Después de eso, quien sabe que habría. Hay un vacío, pero todo el tiempo que he permanecido con ellos hay una enorme soledad, un enorme abandono y la esperanza de decir, no le importamos a nadie. Son como los fantasmas de esta ciudad y sin embargo son los que la hacen, los que la construyen, los que le ponen la sal a la tierra, y los que están en toda clase de actividades. La actividad más insignificante que conozco está en la calle de Donceles, es la de una mujer que vive en una casa del siglo XVI y se pasa el día sentada en la puerta de su casa vendiendo agua caliente. Si, vende el agua caliente. Los trabajadores que pasan no pueden entrar a un restaurante y ahí están tomando café, ellos llevan el café en unos vasitos y ella les vende a cincuenta centavos el agua caliente, y así es como vive de vender agua caliente. Esto nos habla del país en el que estamos, es de una desigualdad absolutamente increíble,
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uno puede recorrer en una sola casa todos los niveles de una sociedad en un solo edificio. Hay un edificio hermosísimo por la calle de Roldan, donde se alquilan metros, no cuartos, metros, un cuadro de a metro, de ese tamaño. Una de las familias señala con un mecate su espacio, de aquí para acá es mi casa, de aquí para allá es la tuya, por ese espacio les cobran dinero. Es gente que viene de fuera y muchos no hablan español, no entienden lo que la policía les dice y las órdenes no las comprenden, no saben absolutamente nada. -
¿Cómo llegas a esta ciudad?
Yo soy inmigrante del campo a la ciudad, por eso me impresiona tanto lo que a las personas les pasa, cuando vienen aquí siempre que veo a alguien que llega con el famoso papelito con una dirección; recuerdo a mi propio padre con su papelito en la mano buscando la dirección a donde debíamos llegar porque no sabíamos absolutamente nada de la ciudad. Y esto cambio mi vida, debí haber tenido cinco años y lo que vi afuera de la Estación de Buenavista fue la luz de neón en Insurgentes, un tranvía y la gente vestida con abrigos. Los señores con sombrero y todo. Pero la luz, debió haber sido tanta que se me hizo que estaba como en un volantín, como en un juguete, algo fantástico. No teníamos nada, no sabíamos atravesar las calles,
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no sabíamos cómo tomar un camión, no sabíamos dónde quedaba Tacuba, ni dónde estábamos siquiera. -
Pero uno encuentra.
nuca
pierde
sus
pasos
los
Encontramos el camino justamente en ese barrio donde aprendí tantas cosas, ese pueblo y del que nunca me he ido ni me quiero ir, yo soy la misma persona, esa persona que llegó, que descubrió una ciudad que la tiene absolutamente maravillada, que le duele una ciudad que es su compañera, su cómplice, su juguete, el motivo de su trabajo y que le ha dictado muchas páginas, tras cada ventana, tras cada puerta he encontrado una crónica que contar. Desde luego son las personas que me han ayudado notablemente al darme ese momento de su vida, cosa que agradeceré siempre, me hicieron darle un sentido a la vida. Insisto, cuarenta años de buscar, de escuchar, de pedir permiso para entrar al velorio, o a la fiesta, o a los centros de trabajo, o a la fábrica, a los panteones, a los burdeles, a los hoteles de paso, a las casas donde viven las ancianas que todavía a los setenta y cinco u ochenta años ejercen la prostitución. Hay una de estas ancianas que me ha contado su vida, se llama María Candela. Le digo:
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¿María todavía sale a la calle? Y ella me responde: y si no salgo ¿quién me da de comer? ¿y con qué sale? Mire salgo con un pedacito de papel del baño, dos tortillas por si no cae nada y mi ángel de la guarda ¿y a donde se va? Camino hasta donde aguanto y nunca falta un hombre que me busque Incrédula le pregunto ¿María, pero usted puede a pesar de ser una persona de bastante edad? Los hombres que nos buscan a nosotras no es que quieran amor, solo quieren estar un poco con nosotras y nosotras también queremos. Yo los dejo que me cuenten toda su vida, a eso vienen a contarme su vida.
Esa mujer María Candela, que nunca fue a la escuela, tenía una actitud fantástica. La comunicación, la palabra es el mayor y más maravilloso de todos los dones y todas las herramientas que puede uno tener, insisto este programa este trabajo me ha permitido conocer muchas formas de organización y de vida, me permitió también algo que es muy personal y que
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les voy a contar: Cuando Fernando Benítez dejó de poder caminar me decía: -
¿Sabes qué? Tu programa de la calle de Mesones me encantó, hace muchos años que no voy y no volveré a caminar por ahí, pero sentí que era otra vez joven y que iba con unos amigos jóvenes por esa calle que ya nunca iba a ser lo mismo.
Algunas veces, mucho menos que Fernando, Octavio Paz me decía: fui a San Idelfonso que maravilla y claro que está el poema que él escribió de San Idelfonso, que es absolutamente magistral, entonces, me contaba yo estuve ahí y hablábamos del pueblo. Pero todo esto ha servido como ventana para muchas personas que ya no pueden recorrer la ciudad, pasan una página, ven una fotografía, encuentran una historia y se encuentran a sí mismos. Yo a veces cuando salgo a la calle, no solamente me encuentro a mí misma, sino que encuentro a los que ya no están conmigo, mis padres, mis hermanos, la gente que llegó del pueblo y que buscó igual que nosotros un lugar donde vivir, un poco de trabajo y los veo llegar y digo aquí estoy yo también.
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Alguien me preguntó un día ¿Cómo aguanta para oír todas esas historias y no deprimirse? Y le respondí: Es muy difícil y en buena medida por eso escribo tanto, porque hay veces que no puedo. Un día fui al hospital de los niños quemados, oír su llanto es algo escalofriante, yo lo veo y sufro, ahí lloro, pero me voy a mi casa con mis libros, con mis cosas, con mi esposo, ellos se quedan ahí. Pero saben ¿por qué ellos pueden soportarlo? porque hay mucha fe, mucho amor. Me cuentan cosas terribles, historias terribles, días de trabajo de las cinco de la mañana a las cinco de la mañana, y me dicen estoy contenta ¿y por qué está contenta María? Estoy contenta porque hice lo que tenía que hacer. Quiero terminar contando de dos personas muy queridas que fueron y son parte de mi vida, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco. Cuando yo era estudiante y trabajaba en la Universidad conocí a Carlos, mucho antes que a José Emilio. Me caía muy bien, perdón por lo que voy a decir, pero me parecía un hombre muy atractivo, y todo el mundo decía ¿muy atractivo? Imagínense. Sí me parecía un hombre muy atractivo, además oírlo hablar era siempre lo mejor de todo, aunque pocas veces se dirigía a mí, siempre que lo hacía se dirigía a Elizondo, y resultó
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que nos hicimos muy amigos. Por ese tiempo yo tenía un novio, un jamaiquino sensacional, que tenía otros amigos jamaiquinos sensacionales, y hacían unas fiestas igual de sensacionales. Fiestas de antes, en dónde se bailaba calipso, a mí me gusta mucho bailar. Y un día Carlos me dijo: -
¿qué vas a hacer saliendo de la facultad? vamos a tomar un café. No Carlos, voy a ir a bailar con Lory y sus amigos ¿Vas a ir sola? de ninguna manera.
Entonces iba de mi chaperón, me cuidaba, desde luego de que nadie se fuera a propasar. Cuando veía que las cosas se estaban poniendo así medio escabrosas, Carlos me decía: nos vamos porque tu mamá te está esperando. Él ni sabía si mi mamá me estaba esperando o no, pero siempre fue así conmigo. La última vez que hablé con él, fue para decirle que José Emilio quería que nos acompañara a España por el premio Cervantes, le dije: -
Carlos, tú me presentaste a José Emilio y es importante para él y para mí. Y me respondió: me siento muy mal. Yo le insistí diciéndole: vámonos es cosa de unos días y nos regresamos. Me respondió: Tú sabes que yo ya no viajo.
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Y esa fue nuestra copa de despedida, pero a Carlos le debo muchísimo y estará siempre unido a mi vida. Carlos fue muy amigo de José Emilio Pacheco y fue Carlos quién me lo presentó, le decía a José Emilio: -
Ella anda con un bongosero guapísimo ¡bájasela!
Y así lo hizo efectivamente. José Emilio me veía y yo lo veía a él, pero, así como que no funcionaba. Yo era secretaria en el décimo piso y José Emilio era colaborador de la revista de la Universidad, siempre iba con traje de tres piezas, era un hombre muy interesante, pero también iban Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Juan García Ponce, toda la plana mayor. Yo solo era la que les servía el café, no crean que yo era intelectual yo les servía el café, y les llevaba la silla cuando me decían: a ver Cristina una silla. Por cierto, nunca me decían gracias. El arquitecto Enríquez, que fue mi maravilloso jefe, me dijo cuando me contrató: le voy a dar trabajo, pero dos cosas, la primera es que se tiene que peinar (nunca me ha gustado mucho el peine) Y la segunda, es que se tiene que ponerse zapatos, aquí viene gente muy importante, que tal que vienen y la encuentran a usted de huaraches. Entonces me
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fui a comprar con mi sueldo mis primeros zapatos de tacón alto, pero los compré un poco grandes así que los rellené con algodón y luego me fui a trabajar. -
Yo nunca había usado zapatos de tacón y era algo espantoso.
Un día en la oficina estaba tan cansada por los malditos zapatos, y pensando que nadie me veía, me senté en uno de los basureros que previamente había volteado, y de repente salió de una de las oficinas José Emilio y me dijo: -
Nunca, por favor nunca, se vuelva a sentar en un basurero, no es el lugar para una dama, al contrario permítame y le traigo una silla.
Siempre, siempre fue así conmigo. Una noche me tocó recibir a todos los invitados a la exposición de Picasso, una gran exposición, yo llevaba un abrigo prestado. Yo traía un vestido con escote y el abrigo me tapaba el vestido, no pensé que fuera hacer tanto calor en el coctel, y entonces Emilio, encantador, muy discreto me dijo: ¿no tiene calor? Yo tenía temor, y perdón por lo que voy a decir, una cosa era transpirar y el vestido era color miel, divino, y él insistía quítese el abrigo, yo se lo cargo y yo solo pensaba ¿cómo?
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Era como un diálogo de una película de Cantinflas. Afortunadamente sugirió que fuéramos a fumarnos un cigarrito ahí afuera y así fue cómo inició esta bella relación. Muchas gracias
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JENARO VILLAMIL ◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦ Presentación Saúl Escobar: Esta segunda sesión de lo que hemos llamado la Cátedra Carlos Monsiváis, a nombre de la Dirección de Estudios Históricos y de nuestro director Luis Barjau, me da mucho gusto darles la bienvenida. En seguida vamos a escuchar a Jenaro Villamil que es periodista y escritor especializado en política y medios de comunicación masiva; realizó estudios de licenciatura en ciencias políticas de en la Universidad Nacional Autónoma de México, ha sido reportero y coordinador de la unidad de análisis especializado en el Financiero, Coordinador de asuntos especiales en la Jornada donde publicó durante un buen número de semanas su columna dominical “República de pantalla” y es actualmente como todos sabemos, reportero de la revista Proceso, donde lo leemos prácticamente cada semana. Tiene en su haber la autoría de varios libros, entre ellos está: Ruptura en la Cúpula, Los desafíos de la transición, El poder del rating, De la sociedad política a la sociedad mediática, La televisión que nos gobierna, La guerra sucia del 2006 en coautoría de Julio Sherer Ibarra, Si yo fuera presidente el realiti show de Peña nieto, El sexenio de televisa, Peña nieto el gran montaje y
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La caĂda del tele-presidente. Nos da mucho gusto tenerlo ahora con nosotros, es un gran honor y gran gusto que nos acompaĂąe.
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Jenaro Villamil: Muchas gracias por estar aquí, la verdad es que yo pensaba que íbamos a ser poquitos, casi en familia y no somos ni tan poquitos ni tan familiares, pero bueno, eso también es muy hermoso. Ver aquí amigos, colegas y viejos compañeros de batalla, porque los hay, no por la edad, estar aquí con Saúl y sobre todo este día inmerso en la coyuntura que estamos viviendo días después de esta marcha a favor, supuestamente, de la familia que ha revivido algo que Carlos Monsiváis veía venir de una manera muy clara en los últimos textos que escribimos, cuando hacíamos “Por Mi Madre Bohemios” él insistía mucho y yo pensaba, pero lo decía a manera de broma ácida, de esas que acostumbraba Carlos; y decía: -
Es que se viene el fascismo Hay Carlos por favor ¿cómo se va a venir el fascismo? No, es que se viene una oleada fascista, terrible. Dime, pero de ¿dónde lo ves?
Ya sea porque había habido una percepción en él sobre el derrumbe del modelo laico, en la cultura
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política de los políticos mexicanos y también en el debate público que lo llevo a ver, con una claridad tremenda, esto que ahora es la encrucijada actual. No sé qué hubiera él escrito u opinado del fenómeno Donald Tromp por ejemplo, siendo él un conocedor sistemático, informado de la cultura norteamericana y sobre todo de esta sub cultura de lo básico, cuando sacó un protestante de los círculos sureños de los Estados Unidos, que también a él le llamaba muchísimo la atención. Llegó a vivir de manera muy intensa y optimista la victoria de Obama, el presidente norteamericano, pero también sabía perfectamente lo que se engendraba en términos de discurso de odio y de riesgos, de hecho todo el bagaje, o gran parte del bagaje, de Carlos en relación con los discursos de odio, los tomó él de Estados Unidos, o sea, de la Academia Norteamericana y de los Estudios Will de los Estados Unidos. Eso hubiera sido muy interesante y ni hablar de lo que él se hubiera reído tanto, de la centralización de Juan Gabriel en la sociedad mexicana, de la última gran batalla, ganada por Juan Gabriel, que además es paradójico, justo, que se eleve a figura de ídolo nacional a Juan Gabriel, y una semana después, los mismos que cantan, bailan y se besan con Juan Gabriel, marchen pidiendo una uniformidad
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familiar, cuando la propia familia de Juan Gabriel o el propio modelo de familia que él aplicó, fue exitosamente por lo que vemos, con sus hijos adoptaos o con su hijo natural con sus múltiples familias opcionales, no tiene nada que ver con este infierno que nos están planteando. Tampoco me imagino, pero bueno, lo disfruto mucho, lo que hubiéramos publicado en “Por Mi Madre Bohemios” en aquel texto sobre el “ánimo” que publicó el semanario desde la Fe, y también intensamente se hubiera opuesto a esta tontería y error estratégico de algunos activistas del movimiento LGTTY, de aplicar la homofobia contra otros homófobos, es decir, estar acusando a sacerdotes de tener una vida de closet, cuando en realidad esa es quizá, la gran defensa que hizo Carlos de manera muy clara, la confidencialidad. La confidencialidad de la vida de todos es un derecho, a nadie se le pregunta si su éxito, o su fracaso como escritor, o como artista, o como periodista tiene que ver con su preferencia sexual, ese debate Carlos lo tenía muy resuelto. Parece ser que otros colegas y otros compañeros no lo tienen resuelto consigo mismos y ahora se lo están tratando de endosar al propio Carlos.
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La vida privada de Carlos es la vida privada de él, y de cualquier persona y eso, lo hubiera defendido tajantemente Sirva esta introducción para decirles que efectivamente con Carlos nos encontramos, y creo que varios de los que estamos aquí, nos encontramos conversando todo el tiempo, no solamente a través de sus libros, sino a través de este Monsiváis interiorizado que todos llevamos dentro. Hay una parte, donde no solamente nos habla, sino nos regaña, se burla de nosotros, pero, sobre todo, nos está incitando, exigiendo a no ser un “includ”, es decir, a estar actualizados. Quiero compartir con ustedes dos textos que los voy a unificar para hacerlo más breve y dar píe al diálogo sobre algunas de las líneas fundamentales, que creo, que son importantes para conocer la parte de Carlos, en torno a su reflexión sobre la política y la cultura. Independientemente de también va a hablar mucho de la parte de género o de la posición frente a las luchas feministas y de defensa de derecho de la mujer a su propia sexualidad y a su propio cuerpo. Carlos Monsiváis, fue en muchos casos, un extraño caso, de un adelantado, alguien que se anticipó, a veces con mucha antelación, a sucesos que pasarían posteriormente, pero al mismo tiempo
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llevaba el pulso y el termómetro de la sociedad en la que vivía, no solamente era un visionario, sino era también un hombre de las coyunturas, no podemos entender la obra de Carlos Monsiváis, sin entender también su pasión por el periodismo, algo que Luis Hernández Navarro, entiendo que lo va a platicar. Carlos era en muchos sentidos un sesenta por ciento, diría yo, sobre todo en los últimos años, periodista, es decir, su tiempo lo ocupaba leyendo periódicos revistas, información y ensayos informativos. Pero esta combinación de adelantado como periodista, le da a la obra de Carlos una enorme vigencia, no solo para quienes ya conocemos o han conocido parcialmente sus textos, sino para todas aquellas generaciones nuevas que encontraran un largo aliento e inspiración en ellos, es una obra abierta, es vital, es provocadora, es incluso vigente más allá de las coyunturas que dieron origen a la producción de muchos textos, por ejemplo, yo traigo este que se llama “Escenas de pudor y liviandad” que releyéndolo, sobre todo ahora, que hay tantos que
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citan a Carlos sin leerlo, como este señor Ignacio Alvarado del Noa Noa, y que no entienden, citan porque se les oye bonito esta cosa de lo marginal y del centro, pero no entienden realmente lo que estaba planteando, y desde este libro de “Escenas de pudor y liviandad” ya estaba Carlos abordando esta idea, que ha sido idea central de muchos de sus textos, porque él mismo, era un marginal que encontró la centralidad en la vida pública, intelectual, mexicana, marginal, como alguien de una religión distinta a la mayoritaria de una clase social, originalmente marginada y de una condición familiar también, que en ese momento, era muy distinta a la de la mayoría de los mexicanos. Entonces él logra interiorizar ese concepto y lo extiende para explicárselo a la sociedad, y entonces lo extiende también, en términos de causas intelectuales, tanto en términos de causa de diversidad sexual, como en causas feministas, o en las causas a favor de los migrantes, a favor de los protestantes, o en contra de la intolerancia religiosa. Se habla muy poco ahora de lo mucho que hizo Monsiváis, a favor de grupos no católicos, que eran lista de la intolerancia en comunidades indígenas y en comunidades mestizas, para lo que viven con dignidad la tercera edad, para los movimientos medio ambientalistas, para quienes también defienden los derechos de los animales,
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algunos no lo entendíamos muy bien cuando tenía esta obsesión, desde hace varios años, de apoyar la sociedad protectora de animales, o de algunos animales y ahora ya es una moda. Es más fácil convocar a una marcha para protestar por las corridas de toros, que una marcha para protestar por el alza de la gasolina, por ejemplo y Carlos, desde mucho antes que esto ya tenía una noción muy precisa de la importancia de esas causas La obra de Monsiváis tiene enorme vitalidad por cuatro razones que quiero reflexionar con ustedes, en primer lugar, nunca existió un territorio único ortodoxo para su expresión, lo mismo abordaba la crónica, que era su género periodístico de mayor y mejor expresión, donde él podía expresar su talento periodístico, pero también desplegaba recursos ensayísticos, su talento literario que él lo negaba, siempre lo filtraba de manera muy clara. Su cultura totalizadora, su memoria privilegiada, su extraordinario hilo para la poesía y las expresiones populares, su propia capacidad fabuladora y su ironía más cercana a la escuela de Oscar Wilde, uno de sus ejes de inspiración constantes junto con la biblia. Por paradójico que parezca, esta capacidad de Monsiváis para mezclar esos géneros y esos tonos, incluso rompiendo reglas estilísticas, están claras en su último libro “Apocaliptix", el último libro que él alcanza a
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revisar completamente, nada más un ejemplo de esta manera del estilo monsivariano, está este fragmento del “Rap de las postrimerías”: Ciudad de México, la acumulación de almas, recursos naturales, cuerpos a la deriva, edificios, instituciones, calles sobre pobladas, estadísticas que bien podrían ser permisiones de la migración próxima la que ya solo encuentra oportunidades de empleo en el interior de la conciencia, conciencia ciudadana que no obstante etapas de apatía y cinismo crece con regularidad, tolerancia que se vuelve un ecosistema sicológico, moral, cultural, extravagancias de tan multiplicadas ya no se divierten, violencia que es consecuencia del capitalismo salvaje, de la naturaleza humana, del neoliberalismo, del tamaño de la urbe y de los roces de la aglomeración, y lo que desafían las previsiones, es la sensación de multitud al acecho dentro de uno mismo, incluso que transforma las predicciones minosas en asesinos seriales Este párrafo hay que leerlo varias veces. Pero lo está expresando de una forma muy suya o esta descripción más irónica es una fabulación sobre el “chateo”, “lenguaje del chateo” que
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además a Carlos le empezó a divertir mucho, cuando empezó a usarlo en las redes sociales, alcanzó a usar redes sociales sobre todo el Facebook: En internet, lo que se da es maravilloso, el esplendor de la piromanía colectiva, el ligue en el chat, lo que tal vez sea el chateo lubrico, es formidable, porque los chateadores se enfundan en personalidades descomunales, cualidades físicas, dimensiones inacabables, como nunca, la gente deposita en el Internet la personalidad, el cuerpo, el atractivo, la cantidad de orgasmos por noche que quisiera tener y el anonimato facilita las dimensiones. Antes todos firmaban “Pedro Infante”, ahora firman “Biu Jacman” o “Mac Table” bueno, esta pareja ya está un poco anticuada, ahora la pareja actual serían “Angelina Yoli” y “Brath Pith” y quieren ser aceptados por lo que obviamente no son, y al no tener ya el contexto físico, verdadero, el chateo alcanza extremos gloriosos, es otro modo de reducir la idea del amor a la declaración de los bienes, que cada uno se hace así mismo en función de su fantasía, si algo logra Internet, es dejar al lado la función del amor, porque además el amor exige imágenes un ejemplo:
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¿cómo te llamas? Mus y ¿tu? Alma Delia pero todos me dicen María del Carmen ¿y por qué? Porque a mi mamá le gustaba el nombre de María del Carmen y estaba muy borracha cuando me llevó al registro civil y después era muy soco y me puso Alma Delia y luego a mi mamá le dio flojera regresar No, yo también me llamo Heriberto, pero mi papá tenía un compadre con ese nombre y mi mamá huyó con él Que mala onda, te apuesto a que extrañaste vivir sin tu mamá Quien no, pero como dice un profesor que tuve, ya soy de familias disfuncionales Pero ¿no vamos a hablar de lo nuestro? Piche avorazado, nomás entras al chateo y ya te pones el condón no hay de mi tamaño creo que si en la tienda de juguetes
Y así. Un segundo eje en la obra de Monsiváis, no se explica sin un ingrediente fundamental, su compromiso e interés por divulgar, analizar, apoyar y compartir los movimientos sociales, en
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contraposición con la cultura autoritaria del poder religioso-político-económico-social. Monsiváis fue siempre de izquierda por convicción y militante sin carnet único, podía entrar y salir con enorme facilidad de un movimiento a otro, no buscaba liderearlos sino darle una dirección moral, se transformó en el divulgador y defensor de los derechos de las minorías, siendo él mismo, como decía, parte de una minoría. Para Monsiváis, los triunfos y las batallas que fueron ganadas por las izquierdas y las minorías, fueron las victorias culturales Existen causas perdidas para Monsiváis, pero siempre hay victorias culturales, este es otro término que se va hilvanando a lo largo de la obra de Carlos, creo que Carlos nuca escribió un libro restrictivo, siempre estaba escribiendo y reescribiendo sus propios ensayos, sus propias colaboraciones periodísticas, los mil motivos que él había escrito para un editor, y ahí lo saben muy bien, no había peor amenaza que cuando Carlos te decía “voy a revisar y voy a corregir lo que he escrito”, porque implicaba un replanteamiento, no en lo esencial, pero si en lo estilístico y a veces, una actualización. Pero este término de victorias culturales o batallas culturales ganadas, estaba permanentemente en sus textos, para él, siempre
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fue más importante que la homofobia se transformara en un valor negativo y no en un orgullo social, y ahora lo vemos de manera muy clara es peor ser homófobo que ser homosexual, en términos de victoria cultural. Hace diez años eso no sucedía ahora ya sucede Para Monsiváis las victorias más importantes, por ejemplo del movimiento zapatista y del lopezobradorismo, en vigencia en ese entonces que escribió esta reflexión, fue la construcción de una trinidad de los que nada tienen, de los que aprendieron a organizarse frente a los abusos del poder, En uno de sus artículos en el Universal titulado “La sabiduría de la autoridad”, Monsiváis ironizo el discurso del entonces secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont, quien frente a la matanza de estudiantes en Monterrey ¿se acuerdan de la matanza de dos estudiantes del TEC? y que afirmó que desgraciadamente los jóvenes habían estado del lado bueno y por eso fueron asesinados pero que eso no era responsabilidad del gobierno federal según Gómez Mont. Carlos escribió esto que también forma parte de este eje teórico: Nada más lógico y a su modo más eficiente, que la estrategia del auto engaño del Gobierno Federal, no son los únicos desde
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luego, en este laberinto de afirmaciones, que parten de la irrealidad y luego, se alojan en la realidad más profunda, aquellos que habitan los manufactureros de la verdad- Me explico para entenderme: no es que los altos funcionarios, la altura se mide por el salario real, las prestaciones la importancia que se les concede y el número de fuerzas de seguridad que los acompañan, no es que los funcionarios crean lo que dicen, esto sería abusar de su candor (y eso que no vivió el sexenio de Peña Nieto) más bien, el procedimiento va así, el funcionario declaraba a sabiendas de que nadie le va creer en la ruta hacia la dirección, y luego lee sus propias declaraciones y le encantan ¿por qué no se la había ocurrido a él primero? Luego al verlo reproducido en los noticieros y en los periódicos se anima por completo, vaya que tengo razón, me lo confirma este alto funcionario, que por coincidencia lleva mi nombre. Esta ironía que no es sencilla en tiempos del chateo es la parte de la fórmula monsivariana para exhibir, a los que viven el auto engaño y no detectan las victorias culturales de los movimientos sociales
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EL otro gran pilar de la obra de Monsiváis es el tercero desde mi punto de vista, es su enorme gusto por la cultura en general, en sus textos, en el museo del estanquillo en sus participaciones constantes en el foro público, lo mismo en una conferencia que en un programa de televisión, en algún documental. Monsiváis borraba las fronteras de la alta cultura y la cultura popular, desde siempre, no fue una fórmula de su éxito, fue una convicción de su trayectoria intelectual. Esto que ahora, Nicolás Alvarado y otros ejemplares del auto engaño dicen que “fue un gran logro” por ejemplo de Juan Gabriel, haber borrado la frontera entre la alta cultura y la cultura popular. Monsiváis lo había anticipado y lo había teorizado y lo había escrito y lo había apoyado muchísimo desde los años sesenta. Familloro un día dijo: “Monsiváis escribía estudios culturales desde antes de que la Academia Norteamericana creara el concepto de Estudios Culturales” Su interés y pasión iban lo mismo con Pedro Infante, que con Tin Tán o Cantinflas, por poetas como Salvador Novo, inspirador de uno de sus mejores biografías de ensayo literario que es “lo marginal en el centro”. Por pintores como Francisco Toledo, Frida Kalo o los muralistas mexicanos, o los
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grabadores, pero también los caricaturistas, los fotógrafos, los grandes artesanos mexicanos, buena parte de la colección del museo del Estanquillo se debe a la obra de una artista poblana que construyó maquetas con escenas de la vida cotidiana, o de artesanos que trabajaban el hueso, las miniaturas. Carlos estaba al tanto no solo de lo mejor de la literatura mexicana e inglesa o norteamericana, sino también de lo peor, su pasión por el cine lo llevaba a ser una biblioteca ambulante de nombres, fechas, escenas, adaptaciones, versiones de películas, pero también (y eso que no conoció Netflix, ya me imagino hubiera tenido una gran relación entre su insomnio y Netflix) su erudición, no era perfecta para distanciarse de sus lectores o de sus seguidores, al contrario, eran el contexto, el pegamento esencial para recrear y explicar mejor cada rincón de su pasión fundamental, la Ciudad de México. Por ejemplo este análisis de Monsiváis en la vecindad en la ciudad de México, sobre los autos, ambos en el libro “Apocaliptix” y en “Escenas de pudor y liviandad” les voy a leer una partecita: Masificación de una especie, los trasvestis, si algo manejan con destreza los trasvestis es su versión de un patrimonio esencial de las
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mujeres, el triunfo del espectáculo, pero no era misógino, la letra se dice ya no es el ejercicio del dolor y la ternura o la maternidad ilimitada, hoy la mujer más mujer, es la que atrae más reflectores, la que no tiene tiempo de estar en la cocina porque ocupa el proscenio en contra de las oposiciones habituales. Los trasvestis, no imitan a la mujer, esa criatura que, desde Eva, busca su espacio propio, sino a la mujer de éxito, categoría distinta, sujeta a las más encomiásticas parodias, creaciones y recreaciones. Desde la década de los ochentas, en todas partes se maxifican los trasvestis, se dejan ver en la televisión, en las calles, prostituyéndose, divirtiéndose en los shows de hoteles, discotecas, cabarets y ante tal profusión la duda se entromete (esto lo escribió en los ochentas) ¿no será el travestismo de clases populares por lo demás, casi el único método que existe de aproximación indirecta a la fama? Estos textos realmente tenían esa parte en donde Carlos extraía de las expresiones de la cultura popular, una tendencia de la sociedad mexicana hacia el cambio y una tendencia siempre dinámica
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El cuarto eje y último creo que es fundamental para entender y para tener el pegamento de todo lo demás, queda la idea de la sociedad civil emergente, insurgente y que rebasa a las propias autoridades y a los propios gobiernos, desde los sismos del 85 e incluso antes desde los movimientos de los años sesenta, Carlos empezó a bordear en torno a la idea gravisiana de la sociedad civil como hegemonía, pero los sucesos del 85 le dieron a Carlos la posibilidad de articular una tesis en torno a esto, ahí están los dos grandes libros “No sin nosotros” y “Los días del terremoto 1985 2005”. Él dice en este libro: no se explicaría la emergencia de la corriente democrática del PRI en el 87, la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas por la presidencia de la República en el 88, el triunfo de la izquierda en la Ciudad de México en el 97, y la irrupción del neo zapatismo del EZLN en el 94 (y menos las recientes marchas y protestas sociales por la tragedia de Ayotzinapa esto lo agrego yo) y la crisis creciente por el respeto a los derechos humanos en el país sin remitirnos en aquellos días posteriores a los sismos del 85 voy a compartir solamente tres de las tesis en términos textuales:
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La experiencia del terremoto le dio al término sociedad civil una credibilidad inesperada, también y casi al instante, se advirtieron las inmensas dificultades, no hay tal cosa como la independencia absoluta los recursos del estado y la clase empresarial son suficientemente bastos como para frustrar los proyectos independientes, y no es mera cuestión del deseo de la consolidación de espacios, de autonomía, hay que romper barreras históricas de la sicología colectiva y de las estructuras de poder. Esto lo escribió en “Entrada Libre” esta misma tesis la revisó Carlos Monsiváis en “No sin nosotros”, un libro escrito 20 años después dice: en rigor, nunca son gobierno los movimientos de la sociedad civil, pero esta creencia, ilumina algo muy característico de los gobernantes, su rotunda banalidad. Esta es la gran certeza del 85, el descubrimiento de que la colectividad solo existe con plenitud, se intensifican los deberes y anulan los derechos, si la sociedad civil es todavía una idea imprecisa. Los cientos de miles que se consideran sus representantes les otorgan energía y presencia irrebatibles
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Hay muchas otras citas este texto, se los puedo luego compartir porque voy haciendo una revisión de las tesis de Monsiváis sobre la sociedad civil, pero hay otra tesis que es muy importante, que es en relación con la solidaridad: la solidaridad genuina es lo que define la acción de la sociedad civil, no la manipulación del término por parte de la sociedad política Monsiváis lo dejo así de claro desde sus primeras crónicas, “Reflexiones sobre los hitos”, dice: la solidaridad es también urgencia de participación en los asuntos de todos, la precaria sociedad civil no quiso repartirse el zócalo, sino atender alberges, calles, edificios en ruinas, huérfanos y heridos, necesidades alimentarias y de salud, no se vio un asalto mítico al monte de la solidaridad, pero si por unas semanas se negaron valores de la ideología del individualismo en tiempos formales, esto es lo hermoso de las primeras jornadas, miles expusieron su vida por desconocidos, con hechos, se expresaron necesidades democráticas, luego se emiten las melodías de la desesperanza en el reflujo, se acrecienta desilusión y desencanto. Lo más
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importante ha acontecido y una comunidad aprovechó al máximo, la infrecuente oportunidad de existir de golpe y verificó por unos días los alcances de sus poderes Esta cita es de “Entrada libre” página 85 ¿Cómo habría reflexionado, todavía me lo sigo preguntando, Carlos Monsiváis, en torno a sus tesis de la sociedad civil, frente a lo que está sucediendo ahora en la sociedad mexicana, frente a esta enorme decepción social, frente al Gobierno Federal? ¿cómo lo habría reflexionado también frente a ciertas expresiones de linchamiento más que de indignación? Desgraciadamente hay una frontera que se va borrando entre la indignación y el linchamiento, sobre todo en las redes sociales, la plataformas nuevas de expresión y ¿cómo habría reflexionado también el movimiento de Ayotzinapa de los desaparecidos y la emergencia de una nueva sociedad civil a partir de la tragedia, de los crímenes de dos sexenios consecutivos de desapariciones forzadas? creo que ese es el hilo conductor ese es tal vez la estafeta que nos dejó a los que conocemos su obra, a los que creemos en sus tesis y en su legado, porque al final de cuentas, Monsiváis y las dudas y las provocaciones que nos dejó centradas están mucho más vigentes hoy que nunca.
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Muchas gracias
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LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO ◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦ Presentación maestro Francisco Perez Arce: Es muy importante para nosotros como investigadores de la Dirección de Estudios Históricos por la cercanía que tuvimos con Carlos durante todos los años que fuimos compañeros investigadores y por todo lo que aportó intelectualmente al trabajo de esta Dirección. Así que intentamos mantener a toda costa esta cátedra anual invitando a gente intelectual escritores que lo conocieron y de alguna manera se relacionan con su trabajo, que fueron influenciados por Carlos, han seguido su desarrollo intelectual y periodístico con esa inspiración por el tipo de trabajo que hacía Carlos Monsiváis y el día de hoy toca el turno a Luis Hernández Navarro amigo muy querido de esta Dirección y del Instituto, parte de la historia del Instituto, de la historia sindical de manera muy destacada, fue como ustedes saben, dirigente de la delegación de trabajadores manuales administrativos y técnicos del INAH, y como tal, siendo dirigente de esta representación sindical, fue fundador de la CENTE, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que es una de las cosas importantes de su currículo, que históricamente hoy vemos la trascendencia que ha
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tenido en esta organización tan difícil de definir como es la CENTE, es algo mucho más que en un sindicato, es seguramente algo más que la dirección de un movimiento de masas que ha sobrevivido desde 1979 que se fundó. Un movimiento muy importante en el país en la vida política y social de este país. Bueno pues Luis fue uno de los fundadores de esa CENTE, de esa organización y fue militante de la izquierda sindical no solamente en esa área de la educación, sino del sindicalismo independiente de los años 70, es antropólogo escritor que tiene varios libros publicados que son libros muy importantes, sin duda indispensables para estudiar algunos temas por ejemplo, La CENTE, la del movimiento magisterial este libro que se llama “Cero en conducta, crónicas de la dirigencia magisterial”, que es un recorrido de esta insurgencia desde su origen hasta 2012, después tiene otro y estamos esperando el tercero. Y como escritor tiene otros: “En Chiapas la guerra y la paz” publicado en 1995; “Sentido contrario” publicado en 2007; “Siembra de concreto, cosecha de ira publicado en 2012; “Cero en conducta” en 2011; “Doble recreo, la resistencia magisterial; y el más reciente que se llama “La novena hora” que salió este año. Es coautor también de otros libros que aquí se mencionan, la lista es muy larga, pero es también
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quizá últimamente más conocido como editorialista de la Jornada es el coordinador del área editorial de la Jornada desde hace muchos años. Como parte de su historia tenemos que decir que su relación con Carlos Monsiváis fue muy cercana, yo a veces que leo a Luis me parece que está muy presente el estilo monsivariano, su relación formal fue muy cercana y amistosa con Carlos Monsiváis y hubo mucho intercambio de ideas, de proyectos, por eso es muy importante que, en esta primera cátedra de Carlos Monsiváis, esté presente Luis con nosotros, demos la bienvenida y muchas gracias por haber aceptado.
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Luis Hernández Navarro: Pues buenas tardes, gracias, Paco, gracias a la Dirección de Estudios Históricos por la invitación para estar aquí, me siento muy honrado y me da mucho gusto ver tantos amigos ya hacía tiempo no nos veíamos En el periódico, hay colegas que hacen un obituario o escriben sobre alguien, generalmente, terminan escribiendo sobre ellos y ese alguien. Yo quiero evitar hacer eso en esta ocasión, pero si quisiera simultáneamente decir que conocí a Monsiváis, gracias a Paco Pérez Arce, homo sapien, culpable de acercarnos. Le llevo un texto mío sobre el asesinato del profesor Misael Núñez Acosta, que cimbró en la cultura en México. Después aparecieron otros textos, no tantos como yo hubiera querido, se quejaban de que el suplemento se iba a convertir en el órgano oficial de la Coordinadora, y él se negaba aceparlo. A lo largo del tiempo fuimos cruzandonos en caminos de diferentes maneras, como yo fui su editor ahí en la Jornada durante casi cinco años, y como “no es lo mismo ser cantinero que borracho”, era bastante más fácil ser su editor, que ser su editado. Su
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precisión crítica y su bisturí para el trabajo de edición era verdaderamente implacable, en cambio como escritor aparentaba ser seguro, siempre estaba dispuesto a escuchar otros puntos de vista, otras opiniones, todo lo distinto que uno se imaginaria de un personaje como él. Como decía, parte de nuestra relación consistía en que yo le presentaba a dirigentes sociales, siempre estaba dispuesto a escuchar interesado en aprender de ellos, su curiosidad en ese sentido, era realmente infinita, aunque ese trato y esa relación tenía el peligro de ser víctima de sus llamadas por teléfono malditas. Monsiváis tenía insomnio y una parte de su insomnio, lo utilizaba para leer, para ver videos, pero otra, es agarraba el teléfono y hablaba para chismear. La relación con él, era simultáneamente muy intensa y podía ser muy difícil, porque lo sabía todo: autores, situaciones, circunstancias. Invariablemente uno se acababa preguntando ¿y yo que hago aquí? Más que escuchar ¿qué puedo decir que sea interesante? Cada vez que me reunía con él en un café, era una especie de examen profesional, uno estaba sujeto al escrutinio, y era en su deseo de ejercer influencia, era implacable y muy mañoso, en el buen sentido de la palabra. Él se las ideaba para
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presionar, empujar, insistir, para que lo que él quería lograr se realizara: en términos de una línea editorial, en términos de que alguien criticara. Era realmente un hombre muy influyente con el que a lo largo de todos estos años, hubo encuentros y desencuentros, pero de cualquier manera lo que es cierto, es que la obra de Monsiváis es un inmenso archipiélago de producciones culturales en nuestro país, un archipiélago tan grande como un continente, y que el periodismo fue para él, el instrumento, en muchos sentidos, para colonizar nuevas islas, para fundar nuevos territorios, pero al mismo tiempo, fue su vía de comunicación para mantener viva y en relación, la telaraña de ese archipiélago. Yo preparé un texto para tratar de ordenar estas ideas en conjunto. Una noche de noviembre de 1997, Carlos Pascual Monsiváis Aceves, mejor conocido como Carlos Monsiváis, fue asaltado al llegar a su casa en la colonia Portales, dos ladrones lo encañonaron y lo llevaron a una calle solitaria para despojarlo de sus pertenecías, ahí lo abandonaron sin voltear. Mientras deambulaba de regreso a su casa muerto de terror, un taxista se detuvo y le ofreció llevarlo. -
No traigo dinero -le dijo el escritor- me acaban de robar-
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Pero ¿no es usted el sabio Monsiváis? -le dijo el chofer- haciendo referencia al nombre con el que aparecía en la tira cómica de Chanoc
Temeroso y lleno de dudas, el escritor terminó aceptando el aventón del ruletero, quien no le cobró un solo centavo por la dejada. En su momento, el cronista denunció el atraco en una carta publicada en el periódico, pero a pesar de ello, proliferaron en la opinión pública otras versiones distintas sobre el hecho. En una de ellas, Monsiváis iba a bordo de un taxi rumbo a su casa, cuando un desconocido se subió subrepticiamente al vehículo y lo amagó con una pistola para quitarle su dinero, sin embargo, cuando el ladrón descubrió quien era su víctima, se disculpó: -
Maestro no lo reconocí, perdón.
Y no solo no lo robaron, sino que lo condujeron gratuitamente hasta su residencia en la calle de San Simón. Historias así, algún colega se tomó la molestia de resumirlas, y fueron cinco o seis. Ninguna de ellas fue realidad, pero todas pudieron haberlo sido. Sobre el incidente, su amigo el poeta Hugo Gutiérrez Vega escribió: Asaltar a Carlos Monsiváis en la Ciudad de México, equivale al robo de una estatua de prócer del Paseo de la Reforma.
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Estatua del Paseo de la Reforma o personaje cómico de Chanoc, la historia de su asalto ejemplifica como su popularidad desbordaba con mucho las aulas universitarias, los auditorios y tutoriales o los salones de artistas ricos y famosos. Al reconocerlo en la calle, la multitud le deparaba un trato de celebridad, lo tocaban, así como se toca a los políticos, y le pedían por supuesto autógrafos y fotos. Esto, antes de los teléfonos celulares donde todo mundo se toma fotos, a él, ya le pedían fotos. Parecía que era un deportista, un exfutbolista, Borja, o una estrella televisiva, aunque no precisamente por haber participado como actor en nueve películas, en las que estuvo o como actor en la telenovela “Nada personal”. El 26 de marzo de 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas, entonces aspirante a la presidencia de la República, por el Frente Democrático Nacional, fue a Ciudad Universitaria; Carlos Monsiváis fue inmediatamente reconocido y vitoreado por miles de jóvenes, como si él fuera el candidato. Algo así sucedió también el 6 de marzo 2001, en Cuernavaca, con la marcha “El color de la tierra” organizada por el Ejército Zapatista, donde él fue recibido, como si fuera una avanzada de los rebeldes o una reencarnación del comandante Marcos. Lejos de ser situaciones excepcionales, lo
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sucedido en esos dos eventos, era la regla. Con harta frecuencia, más que testigo, el escritor parecía ser la figura central de los acontecimientos que después nos contaría. Ya muy enfermo él, Carlos Ortiz Tejeda, amigo suyo, desde que en 1957 le dio a leer en el “Café de la Américas”, un artículo suyo publicado en el periódico Zócalo, de Alfredo Cahuachi Rana, titulado “Mucho auditorio para tan poca gelatina” en el que, envuelto en la bandera nacional, Ortiz Tejeda, buscaba cobrarse la afrenta cometida por Elvis Presley (Mucho antes de Tromp contra nuestro país) al declarar: prefiero besar a tres negras que a una mexicana Carlos Ortiz grabó a distintos personajes comunes en la calle, en el Zócalo, preguntándoles ¿qué les parecía Monsiváis? con eso hizo una cinta que es espectacular. Y ahí está la opinión de los electricistas del SME, del organillero que se ponía ahí cerca de la calle de San Simón en su casa, de los vecinos del escritor, donde ellos cuentan quién es para ellos Monsiváis. Es impresionante escuchar esos relatos. La relación de Carlos con su público pasó de la popularidad a la fama, al prestigio, al respeto y al
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reconocimiento. Su aceptación masiva, su condición de celebridad, la admiración por parte de la multitud, la consideración de sus cualidades intelectuales y éticas, la magnitud de las distinciones de que fue objeto, no por la academia o fundaciones sino por los ciudadanos de a pie, son un hecho muy poco común entre los integrantes de la República de las Letras. Su forma de ser, su influencia y estilo de crítica, acabaron siendo tan profundos que: “monsivasiano” se convirtió en un adjetivo que describe juicios de opiniones ocurrentes, atinadas y llenas de ironía, que van más allá de la obra misma de Monsiváis, pero también, que identifican por supuesto a su club de fans muy amplio, o al territorio imaginario de quienes se sienten identificados por su heterodoxia y su peculiar aproximación a la cultura y la política. Paradojas de la vida para muy amplios sectores de la población, el sabio Monsiváis, el intelectual de intelectuales, nada tuvo que ver con la idea común que de ello se tiene en amplias capas del país, y que creo que expresó muy atinadamente el finado Rodrigo González (los que sean de mi generación se acordaran de él, que murió en el temblor del 85. Me estoy adelantando con lo de San Juanico) en su canción “Los intelectuales”, decía Rodrigo:
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En un extraño lugar, retacado de nopales, Había unos tipos extraños llamados intelectuales Se la pasaban leyendo para ser sabios y doctos Pues no querían seguir siendo vulgares tipos autóctonos No sabía si eran ancianos mexicanos o europeos Angeles, diablos, enanos, cardiacos o prometeos Nada de eso era al final de cuentas Monsiváis. Tantos honores por supuesto no estuvieron exentos de inconvenientes, algunos de ellos, dignos de su mito, como, por ejemplo: -
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La ocasión en la que el hijo de la periodista chiapaneca Marcelina Galindo Arce, una de las primeras seis mujeres en ser electas diputadas federales, lo acusó ante el ministerio púbico de haber chocado su automóvil, a pesar de que Monsiváis, era incapaz de distinguir entre el clutch y el acelerador de un coche y por supuesto, nunca manejó. O cuando el hijo de Pajes, lo acusó falsamente, de consumir las más exacerbadas drogas, no obstante, que
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durante años, apenas bebió muy mesuradamente vodka, moda de los intelectuales, para luego volverse prácticamente abstemio Carlos Pascual Monsiváis Aceves tuvo en vida dos actas de nacimiento distintas, por lo menos eso decía él, una con su apellido paterno y otra, registrado como hijo natural. Como lo hicieron también Andrés Henestrosa, o Francisco Toledo, escogió utilizar aquella que lo reconocía exclusivamente como descendiente de su madre. Creció, como se sabe, discriminado por pertenecer a una minoría religiosa, mitad metodista y mitad juarista, y más adelante, ya en la preparatoria 1 de San Idelfonso, ingresó a la “Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad la Juventud Masónica”, donde hizo amistad con personajes que luego lo acompañarían en su vida y luego se murieron prematuramente, como Alfredo León Bonfil, Raimundo Ramos y Pedro Vázquez Colmenares. Y poco después de eso, acabó ingresándose, sumándose, a las filas de la “Juventud Comunista”. Convirtiéndose así, con el paso de los años, como el hijo ilegitimo, el protestante segregado, el juarista de logia, el militante de una disidencia política marginal, se transformó en el personaje de leyenda de la cultura nacional, al que los taxistas
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llevaban gratis a su casa después de sufrir un asalto Su metamorfosis de patito feo del barrio y de escuela, a cisne de la cultura nacional, fue mucho obra del periodismo, el personaje “Carlos Monsiváis” querido y admirado por la multitud, se formó a golpes de línea ágata en revistas, suplementos culturales, periódicos y semanarios. Y en el periodismo estuvo la materia prima de la obra sobre la que terminó estableciendo su magisterio intelectual Desde finales del siglo pasado, vivimos una época en la que la influencia de los intelectuales en los asuntos públicos, tan importante en otras épocas, ha disminuido sensiblemente, muchos de ellos se reciclaron transformándose en expertos o tecnócratas, y otros, se han convertido en una especie de celebridades mediáticas, a las que se les ve en la televisión, o se les escucha en la radio, pero no necesariamente, se presta atención a sus palabras y menos aún se les respeta. Publicidad, información, entretenimiento, se han vuelto por obra y gracia de la televisión comercial, una sola cosa, y de la mano de ella, muchos intelectuales, antaño críticos del poder, son ahora sus comentaristas y aduladores. A ellos la prensa escrita, que representa los intereses más
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conservadores, les brinda una amplia cobertura, difunde sus opiniones y publica sus artículos, sin embargo, quienes los escuchan, son generalmente las audiencias de siempre, sus juicios y anatemas, distan de fijar entre ellos, a lo sumo terminan alimentando prejuicios y con frecuencia provocan grandes enconos. Al metamorfosearse de esta manera, los intelectuales de la pantalla chica, convertidos en una estrella más del “Canal de las estrellas” se han ido devaluando. El músico Fran Zapa (aquellos que sean de mi generación se acordaran de él) fallecido en 1993, acostumbraba a decir que: la política es el departamento espectáculos de la industria
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Si resucitara en el México de hoy, y viera la relación que se ha trabado entre los medios de comunicación electrónicos, las elecciones y la política, sin duda afirmaría que: la política es el nuevo departamento de espectáculos de la industria del entretenimiento La mediocracia ha emergido en la escena política como un actor privilegiado, que juega sus cartas en la definición de la agenda pública.
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En una época de expertos tecnócratas intelectuales mediáticos ¿qué papel desempeñó el intelectual de izquierda capaz de opinar casi de todo como fue Carlos Monsiváis? ¿cómo intervino en la esfera política? ¿qué papel tuvo el periodismo en ella? ¿qué espacio tienen aún hoy sus ideas y su quehacer? ¿qué puede recuperarse de su obra que tenga sentido para rectificar lo que sucede? Creo que pocos intelectuales entendieron tan bien la naturaleza de los cambios que se estaban produciendo en la industria del entretenimiento, la cultura popular y la política institucional, como lo hizo Carlos Monsiváis. Lo vimos ahora con la muerte de Juan Gabriel, se convirtió en la referencia para opinar lo que había sucedido, entonces acabaron entrevistando a los escritores que a su vez repetían lo que había dicho Monsiváis para poder decir algo, me parece, salvo sus excepciones, pero esa fue la tónica. Y tan lo comprendió, que supo cómo caminar con destreza y eficacia en sentido contrario a esta corriente que describimos, su incorporación a los programas de opinión, a los comentarios editoriales de los telediarios, no melló su espíritu crítico que conservó siempre en su fin. La ironía de sus disquisiciones en la pantalla chica, eran el espejo invertido de los esquechs políticos de los
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programas de variedades, si por ejemplo, las mangas del chaleco, los que veían el noticiero de López Doriga se acordaran de él, eran la forma de burlarse de la clase política emparentando sus dichos, con los programas de variedad cómica. Los aforismos “monsivarianos” sobre los funcionarios públicos y sus partidos, fueron al revés, la revancha de la lógica, el ridículo de las palabras dichas por la pretensión de apantallar y provocar asombro, y la referencia confrontadas consigo mismas. Lejos de banalizarlo, su inclusión en la televisión le permitió llegar a un gran público, que, sabiendo de su existencia y su defensa de personajes como Isela Vega, Meche Carreño, o por supuesto Juan Gabriel, pudo escuchar a partir de ese momento sus puntos de vista. A su manera, el cronista fue uno de los últimos exponentes del modelo del intelectual público nacido del “Yo acuso” de Emil Solá. A propósito de hablar sobre ellos, símbolo de la inequidad, en nombre de la razón de estado Fue un pensador al mismo tiempo universalista, enciclopédico, prescriptivo y a su manera profético, que no solo ejerció su vocación artística, sino que opinó de todas las cosas públicas de su tiempo Monsiváis fue un hombre al que la pobreza, la pobreza ajena, le provocaba una enorme culpa, eso
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lo marcó a lo largo de su vida, era un sentimiento genuino no era algo impostado, fue a partir de eso un intelectual de izquierda, y así se definió a sí mismo en múltiples ocasiones. Fue crítico cultural que, desde fuera de la academia, aunque tuviera su pase aquí en este centro de trabajo, su obra es fundamentalmente una obra no académica, mostró preocupación por los problemas de la sociedad y el mundo, a partir de valores como el de justicia social, solidaridad y la lucha contra la desigualdad, lo hizo, como lo sabemos, con lucidez, rigor, buen humor y creatividad, con justicia en sus juicios y con un compromiso práctico claro en favor de la sociedad. Pero no fue un intelectual de izquierda más, fue muy probablemente, el más importante influyente intelectual de izquierda en el país. Su primer discurso radical le vino de su fe sentimental en la República Española, y del golpe de estado contra Jacobo Arnes, en Guatemala, y su primera afiliación ideológica estuvo concentrada en la Reforma Liberal en Benito Juárez. Para él, la izquierda debía oponerse a la desigualdad, el mayor problema del país, denunciar sin tregua la corrupción, sacar conclusiones del fracaso del socialismo real, ser antirracista a fondo y defender los intereses nacionales. Sin ser patriotero, apoyó los movimientos ecologistas, la lucha contra el SIDA,
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los derechos de los animales, los derechos humanos, de las minorías, la no privatización del petróleo. Conciencia ética: una época en la que moral y política están más divorciadas que nunca, el escritor se asumió como ciudadano indignado ante el atropello de la razón, de los derechos humanos y la laicidad, desde una postura ética fue siempre un crítico radical en forma. Construyó puentes inéditos entre cultura y política, su trabajo intelectual puso como lo dijo él, sobre Salvador Novo, lo marginal en el centro y en una era de anomía social, hizo la crónica de una sociedad que se organiza. Lo mismo explicó el levantamiento zapatista desde las claves de la discriminación racial contra los propios indios, y la falta de reconociendo a sus derechos como minoría étnica que defendió. La causa de las mujeres sin ambigüedad alguna, denunció y documentó los abusos en contra del mundo evangélico y protestante, reivindicó la educación pública, se sumó a las luchas contra el autoritarismo estatal en favor de la democracia y en contra de los fraudes electorales. Alejado del panfleto, criticó el neoliberalismo, apoyó a Andrés Manuel López Obrador, pero no dudó en señalar sus objeciones al plantón de Reforma en el 2006, y fue simultáneamente opositor sistemático al régimen
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cubano, nunca comulgó con el estalinismo, le pareció inadmisible cualquier forma de violencia política, y condenó al nacionalismo Vasco de izquierda. Soy culturalmente, se definió a sí mismo es una cita textual, “una mezcla de marxismo agnosticismo”. Hasta semanas antes de la muerte cristianismo, hasta una semana después de la muerte fe individualista y certeza socialistas. Como nunca fui marxista, le tuve miedo a tanta doctrina, nunca me resultó conveniente el dogmatismo y si de algo tengo que arrepentirme, es de no tener demasiado en que arrepentirme, en lo que a convicciones se refiere. Los tengo ahora con los matices indispensables lo mismo que sostenía hace treinta años Monsiváis pensó siempre la cultura nacional, desde las claves de la cultura popular, y de las tradiciones alimentada por la cultura universal. En una carta escrita desde Londres, en agosto del 71, el escritor le contó a su amigo José Luis Martínez, el proyecto al que sería fiel durante toda su vida Si no se establecen nuestras posibilidades de tradición, nuestras perspectivas históricas de cultura nacional, no se establecerán jamás
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nuestras formas culturales, autónomas, originales. Si algo nos empobrece, es el desdén a un pasado cuya evidente y a veces la falsa pobreza podría enriquecernos vastamente. O como años después, se lo explicó en una entrevista a Miguel Ángel Quemaina Yo tengo la convicción de que, en un cierto nivel, mi única realidad tiene que ver con la mezcla de una cultura muy tradicional, con una cultura moderna, con una revisión del nacionalismo desde fuera. El adoptar naturalmente una mentalidad internacional, es obvio, la vigente sin problema, no como hace treinta o treintaicinco años que resultaba todavía impostada o singular Monsiváis hizo un intelectual que hizo del periodismo, su principal instrumento de intervención en la vida pública, convencido de que la puesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de lo cultural y que si no se da la batalla cultural se puede perder la batalla política, hizo en lo específico del periodismo cultural, su terreno de acción privilegiada. Para el escritor, el periodismo es el gran espacio de formación del público, y dice salvo excepciones notables como por ejemplo, el de Laura Esquivel,
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con su libro Como Agua Para Chocolate, es el gran método de presentación y frecuentación de los escritores con los lectores, una raza que no necesariamente abunda, más aun, en una época en la que la industria editorial dista de tener la razón. Eso nos lleva al Monsiváis periodista; una tarde de marzo de 1988, se presentó su libro “Entrada Libre Crónica de una Sociedad que se organiza” de Carlos Monsiváis, cerca de 1500 personas, no exagero, llegaron a la librería “El Sótano” de la Ciudad de México, para presenciar el ritual y rendir homenaje al autor. Centenares de asistentes, por supuesto, se quedaron sin poder asistir, la cafetería que era el lugar a donde iba a ser la presentación, estaba en la planta alta y comenzaron entonces a gritar: -
Que baje Que baje Baja Carlos
Se armó ahí un mitin instantáneo, finalmente, fueron escuchados Adolfo Gil que fue uno de los presentadores, tomó el micrófono y solemne como es, dijo: -
Ahora bajamos.
Y hasta allá se trasladaron los comentaristas, el libro fue presentado en el estacionamiento,
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iluminado por las luces del noticiero cultural de Canal 11, y ahí estaban integrantes del CEU, pensadores barriales, sindicalistas, actores y estaba fresca la lectura de lo que había sucedido en el sismo del 85, soplaba fuerte la campaña presidencial de Cárdenas, y ese libro sintetizaba en mucho las expectativas de cambio que se vivían en aquella época, como pocos creo que en sus páginas se resumía el espíritu de la época Ese libro como todos los demás, excepto dos que se ubican en el terreno de la ficción “La crónica para Indios Sumisos” que está más bien en el terreno del pastiche, es una muestra de lo que el periodismo fue para Monsiváis, su modo de vida, su fuente principal de ingresos, su trabajo base. La versión original de muchas de las crónicas que integran sus obras, fueron el fruto del periodismo, que después, él trabajaba y trabajaba y pulía y volvía a pulir, hasta convertirlas en otra cosa distintas. Pero en su origen, la materia prima eran sus crónicas periodísticas. Ese es el caso por ejemplo del “Capítulo los Apóstoles se cansaron de serlo”, que presenta en el libro de “Entrada Libre”, que fue rehaciendo los materiales, que originalmente aparecieron en la revista Proceso, en su momento, en febrero del 86, estos textos fueron claves para ayudarle a los maestros, sobre todo a
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los de Oaxaca, para romper el aislamiento de su movimiento en plena ebullición y le proporcionaron al mismo tiempo ellos una especie de espejo para mirarse, para conservar viva su memoria. Durante aquellos días, no exagero, centenares de revistas con las crónicas del escritor, pasaron de mano en mano de los “pobresores”, para ellos la lectura del semanario, que antes estaba reservada para los activistas, se convirtió en un ritual semanal, no importaba que no tuvieran dinero, lo conseguían como fuera para comprar la revista, y después de horas de lectura y del trajín de muchas manos, las pastas, acababan perdiendo su color a fuerza de dobleces y de sudores y la tinta de las páginas interiores parecía desvanecerse a golpe de tantas miradas. Unos cuantos ejemplares sobrevivieron al trajín de aquellos meses, y todavía hoy, no estoy exagerando, se encuentran guardadas en casas de muchos maestros junto a la foto de matrimonio, al lado de los retratos familiares, porque para quienes organizaron esa jornada de lucha, esas crónicas de Monsiváis fueron el testimonio de su Azaña, de una no pedida medalla al mérito síndico y una especie de título primordial de las tierras, de las coronas, de las comunidades indígenas emitidas por el gran notario de la sociedad civil de México
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Esa noche de 1988 cuando se presentó “Entrada Libre”, él les contó a sus escuchas, su papel como cronista de la resistencia, su proyecto: desde la despolitización de la memoria histórica, diluida de todos los que intentaron organizarse al margen de los poderes cerrados, y la politización que intentan los movimientos sociales, es, se verbalice o no, el intento de recuperar esa memoria Su fidelidad al periodismo nunca estuvo en duda a lo largo de su vida, una y otra vez, confesó su adscripción al oficio, en una de las mil odas improvisadas que le dedicó a la profesión, notificó que este te permite contemplar la realidad como una interminable, profusa, múltiple telenovela y además novela. Te permite conocer a gente sensacional y también, conocer a políticos para equilibrar. Te ayuda a relacionarte en los múltiples niveles de una sociedad tan profundamente injusta, como es la latinoamericana, y además, te permite la práctica de la escritura en condiciones difíciles que suelen terminar en tu contra, pero en las que tienes oportunidad, en ocasiones, de intentar la literatura, entonces decía: al periodismo le estoy agradecido
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Fascinado desde su juventud por el novelista estadounidense Upton Sinclair, llegó a la crónica gracias a él, él es, esta imagen que nos lleva al genio. El estadounidense, dejó en el mexicano, una huella que lo marcó, más allá de las diferencias nacionales y de época, las similitudes entre ambos escritores son notables, el autor de “La Jungla”, nació en Estados Unidos en 1878, y murió noventa años más tarde, escribió más de 90 libros, en 1947 ganó el premio Pulitzer, pero promovió un movimiento en la literatura y el periodismo conocida como “Los Móclatas” (los escarbadores de basura). Cada vez que alguien quería insultar a los diferentes, les decía que quería escarbar en la basura. Desde Paz, hasta Luis González de Alba, a su manera, terminaron haciéndolo, él nunca lo negó, ese era su origen, ahí encontraba los elementos para hacer una arqueología de la sociedad. Uno de los libros centrales de Upton Sinclair es un libro relacionado con la prensa de enorme y corporativa, y creo que acabó marcando mucho a Monsiváis, se llamaba “La Ficha de Bronce, la prostitución del periodismo”. La ficha de Bronce, que eran las monedas falsas que se adquirían en las casas de citas de Nueva York, para adquirir favores sexuales. Sinclair, publicó su libro en 1919 y nunca pudo encontrar una editorial que se lo
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publicara, de hecho, él mismo tuvo que imprimirlo con sus propios medios, y en tres años, logró que se imprimieran más de 150 mil ejemplares. El New York Times, por ejemplo, se negó a publicar un anuncio pagado en sus páginas. Fue sin lugar a duda, el libro más importante y peligroso que jamás escribió. A su manera en el 79, Monsiváis fijó un programa de acción periodística, yo diría en la misma dirección que había caminado Sinclair. Ahí escribió, en aquella época, un nuevo país todavía incronicado, indocumentado en un México de masas y desempleo, de frustración y esperanzas. Revelar, entender, reportear este nuevo país, es primordial para el periodismo escrito, televisivo, fílmico, radiofónico. Lo que exige, e ira exigiendo, el crecimiento de una prensa marginal, y el aprovechamiento inteligente y crítico de los recursos de la prensa establecida. A su manera, décadas después de Sinclair, el cronista escribió el equivalente mexicano de la “Ficha de Bronce”, tanto en su prólogo, y a ustedes les consta, “Antología de la Crónica en México” como en “Tiempo de Saber” prensa al poder en México” un libro escrito a cuatro manos con Julio Sherer García, en estos dos textos él hace un recorrido por la historia nacional para mostrar descarnadamente el pecado original de la prensa en México, su
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relación ominosa con el poder, una relación en la que la estulticia de los poderosos es maquillada por la mayoría de la prensa escrita, una relación que no es nunca unidimensional siempre está en tensión, y que como él dijo, la prensa, o es el espejo complaciente o en el mejor de los casos la pesadilla recurrente de los poderes. Aunque el narrador de los tiempos malos y los tipos buenos, practicó otros géneros como el Artículo de opinión, la entrevista y el reportaje de fondo, fue ante todo, un cronista, o si se quiere, un ensayista que utilizó la crónica como vehículo de comunicación. Sus escritos modificaron la forma de escribir en el periodismo mexicano y le dieron a la crónica renovada, un lugar privilegiado. A diferencia del nuevo periodismo estadounidense, casi nunca escribió en primera persona, se escondía, escondía su primera persona, detrás de los textos, utilizaba sus experiencias personales para ilustrar las situaciones, pero no para enfatizar lo suyo, los protagonistas eran los hechos, los hechos eran los que tenían que hablar, no el cronista, como tal, nunca creyó en una crónica de tipo autobiográfico, siempre, y eso es más que sabido, utilizo la ironía para desnudar la tontería, el despropósito y la tiesa solemnidad, de los poderosos y su mafia, había temas en los que no
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la utilizaba el genocidio, la hambruna, el SIDA. Ahí el humor, decía, no es posible, pero al mismo tiempo, decía: sí una gran causa no admite la ironía entonces no es una gran causa En palabras de Sergio Pitol, hizo de la antisolemnidad una forma inusual de guerrilla política y moral. Decíamos que el antiguo personaje de Chanoc, reconstruyó la crónica fundiéndola con el ensayo, y como él señaló, la crónica puede ser un género de la solidaridad, a veces, decía de la impotencia que les permite a los lectores enterarse de lo que está pasando, sin caer en la esperanza. Cuando recibió el premio de la feria internacional del libro en Guadalajara, decía la crónica, es una expresión notable del deseo de narrar la cercanía, lo que es local o vulnerable, o invulnerable de la cosa narrativa que describe lo carente de prestigio internacional, las crónicas, le imprimen relevancia a la relación hoy volátil entre periodismo y literatura Para él, la crónica es de estricciones e invención del mundo, en la medida en que su origen y su destino son comunicaciones periódicas, esa invención tiene que estar frenada por las necesidades de escribir,
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pero también, en la medida en que es una elaboración de pretensiones literarias, la invención le es indispensable, en este sentido, la introspección, la adopción que el cronista hace del punto de vista, hace que algunos de sus comunicados tengan mucho que ver con la invención, con la creación de las psicologías, que a los personajes les va conviniendo. Sin invención no hay crónica, pero sin descripción, tampoco tiene ese equilibrio donde se verifica la condición literaria del cronista. Todos sus escritos estaban precedidos de un montón de trabajo. Buscar información, consultas hemerográficas, encontrar informantes, visitar lugares, todo eso le tomaba mucho tiempo y siempre sus crónicas reivindicaban la precisión y ser lo más minuciosas posibles. Cuando no se podía hacerlo, había que decirlo explícitamente. Siempre tuvo un gran oído, pero nunca tuvo, él mismo lo confesaba, la minuciosidad de la escucha de la que disfrutó por ejemplo Ricardo Garibay. En sus crónicas, Monsiváis podía transmitir la forma de expresarse de sus personajes, sus recursos, sus repeticiones, su sentido del humor, o su don para el ridículo con tanta precisión, como la parodia lo permite, o con tan poca como la parodia lo permite, y cuando el texto no adquiría ese tono
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y exigía tener carácter fidedigno, entonces lo que hacía era trabajarlo y trabajarlo y pulirlo para tratar de encontrar un tono cada vez más naturalista Era capaz de escribir una cuartilla en veinte minutos, eso no era mucho tiempo, pero necesitaba horas para revisar y pulir cada uno de sus textos, por ejemplo, a diferencia de Novo, que era una máquina que conforme iba sacando sus escritos de la máquina los iba publicando, él, no confiaba en ese producto, tenía una gran distancia de él. Dotado de un punto de vista político como todo mundo, sin embargo, siempre reivindicó que sus crónicas, salvo las del 68, eran crónicas escritas desde el oficio del cronista y no del militante, se distanciaba desde ese punto de vista y dueño de su lenguaje y dueño de un estilo, nunca se sintió con la obligación de defender su periodismo de las acusaciones, que con frecuencia, se le hicieron de ser sociologismo instantáneo. En una prensa donde frecuentemente se editorializa la noticia y se opta por escribir sobre el deber ser, en lugar de narrar lo que es, las crónicas de Monsiváis recogieron y recrearon episodios significativos de una historia en construcción, devolviéndole a los actores el habla, rompiendo el
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monopolio de la voz de los intermediarios, que beatifican o suavizan sus escritos. Se sabe, trataron historias del México de abajo, cosa que no es poca cosa en un país donde tantos intelectuales padecen de esta idolatría, y en donde juzgan que solo existe aquello que se relaciona con el Estado. Para él, esa relación con los de abajo fue siempre una seña de identidad, en su juventud trabó una estrecha relación con Antón Salazar, que lo acompaño toda su vida y con Demetrio Vallejo, esa obsesión por estar relacionado con los movimientos sociales fue una constante durante toda su vida frente a un periodismo, que como él mismo señaló, se ha convertido en un quehacer de profesionales con nubes de experiencia literaria, y se ha convertido, él decía, en los periódicos en conversaciones rápidas y sus escritos siempre buscaron contextualizar el acontecimiento Pacifista, gambiano, creyente en las leyes, crítico demoledor de la derecha, Monsiváis siempre le dijo su verdad al poder, al tiempo que daba fe de las persecuciones del sufrimiento del México de abajo, para él el periodismo fue un instrumento mediante el cual ejerció la crítica social con lucidez, y el compromiso un hombre extraordinariamente bien informado, sus conversaciones telefónicas matutinas, te ponían en sintonía con los chismes de lo que estaba sucediendo, sus interlocutores
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eran gente como José María Pérez Gay, Elena Poniatoska, Carlos Ortiz Tejeda, más los que se acumularan esa semana. Parecía saberlo todo, cuando todavía no sucedía lo que tenía que suceder, a pesar de eso, confesaba que el teléfono mataba la espiritualidad, era uno de los hombres mejor informados del país, el teléfono era uno pero antes de que los cafés se volvieran a poner de moda con los Starbooks. Cuando los cafés estaban ahí estableciéndose, él era un hombre de café, café de Las Américas, la Casa del té, que después se convirtió en una estética unisex, el Péndulo, pero tampoco le ponía peros a los Sambors, a Los Guajolotes o a lo que fuera. Ahí escuchaba, y como decía hace un momento, ponía él las cartas sobre la mesa. Era un incansable contador de anécdotas, historias etc. etc. Una de sus ironías es que mucho de su vida social se da en estas comidas, en estas cenas, donde él no probaba bocado, lo suyo era la dieta “T”. Pensar tacos, tostadas, tlacoyos, tamales etc. etc. Eso era lo que le gustaba, pero los probaba como a escondidas, no era un gran glotón, en ese sentido y no rehuía, nunca lo hizo, las mesa de los brokers de la información, como Francisco Javier Ochoa. Ustedes saben que en el mundo del periodismo hay grandes mediadores informativos ligados al gobierno, que transmiten información,
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hacen relaciones, hacen favores, dan cheques si hacen falta, lo que se ofrezca. Nunca rehuyó esas mesas. Cuando a pesar de su simpatía con los maestros, cuando su amiga, es un decir Elba Ester Gordillo, lo llamaba, pues corría para ver quien estaba ahí en esas cenas con veinte mujeres y él, donde acababa siendo el centro de la plática, entonces así se reunió por ejemplo con José López Portillo en la Colina del Perro, con Javier García Paniagua antiguo dirigente del PRI, o imagínense con Manuel el Meme Garza autor artífice de más de mil alquimias priístas ¿Cuantas victorias no le habrá dado al tricolor sus dotes mapachescas? pero los escuchaba a pesar de eso, tenía algunos pruritos, una anécdota estando él en la boda del hijo de José Cardeno Cabló antiguo compañero amigo suyo, llegó Carlos Salinas de Gortari y Monsiváis se paró y se fue de la boda, nunca le perdonó los más de trecientos asesinatos de perredistas, a lo mejor al PRD ya se le olvidó pero a él, mientras estuvo en vida los tuvo presentes ¿De donde construía su discurso Monsiváis? ¿cuáles eran sus tres principales fuentes? además de todo su infinito caudal de libros, yo creo que esas fuentes, esa palabra monsivasiana, está presentada en tres elementos centrales, por
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supuesto la lectura de la biblia, no de cualquier biblia, sino de la biblia de Casiodoro de la reina, la biblia es no solamente de asentamiento religioso, sino un lazo de unidad la razón de ser de una familia. La sonoridad, los versículos de la biblia, los usaba una y otra vez en sus odas hasta el fin de sus días. La segunda vertiente era la poesía, era un poeta fracasado aunque fue un gran lector y conocedor de la poesía, poesía de joven hasta que en un acto de lucidez, según él, mejor la abandonó, pero si ustedes leen sus crónicas, todas están antecedidas, marcadas con distintos poemas. El cronista ve en la poesía compuesta, para cantarse o rezarse, el pilar de todas las sociedades, y ve en la poesía, por ejemplo, el espacio de compensaciones puntual, laica, que en un país mayormente educado, como en México en el siglo XIX, tuvo para constituirse como tal, pero también, y es el tercer elemento, Monsiváis se formó en el mundo de la oratoria, hoy ya no sabemos qué es eso, pero en la década de los cuarentas, cincuentas, sesentas, antes, el mundo de la política giraba alrededor del mundo de la oratoria, los grandes concursos de oratoria. Él mismo ganó un torneo de oratoria y convivió con toda una generación de grandes oradores, como Fernando de la Oz, Manuel Rodriguez la Puente, el mismo Gutierrez Vega, y del otro lado Porfirio Muñoz Ledo,
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y Raúl Carrancá, lo suyo entonces era una creación oral. Lo ha señalado muy claramente, me parece, Juan Villoro hablando de Monsiváis, diciendo que su interés por los liberales del siglo XIX, también tienen que ver con la combinación de periodismo y la oratoria, la discusión que conviene a cada acto público en parte de la obra, la cultura dice como proselitismo. Se va haciendo ya demasiado tarde, señalo muy brevemente nada más, que el mundo del periodismo en el que Monsiváis tiene que desarrollarse y crecer, un mundo de personajes como Carlos Denegri, o con Roberto. Ustedes saben que Denegri se decía que tenía siempre tres tarjeteros, en uno tenía los políticos de los que cotidianamente escribía en su columna, en la segunda de los que nunca escribía una sola línea, y en la tercera los que a veces escribía una vez. Una elegante señora le dijo: -
¿oiga y por qué no las junta? No, qué tal si de repente, los que no me pagan ahora me pagan. Ahora ya los tengo que poner ahí para poder escribir de ellos
Denegri es la bestia negra del periodismo mexicano y es, yo diría, la otra cara de Monsiváis. Monsiváis no escribió columna política, escribió artículos de fondo, pero no fue columna política como tal, pero
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él se mueve en ese punto y recupera una tradición de la crónica que viene de los liberales del siglo XIX, como decíamos, Salvador Novo, de Mario Vigil, el mismo José Revueltas con sus crónicas sobre la erupción del Paricutín, y encuentra en el mundo de las revistas universitarias, y de la generación de medio siglo, el espacio para comenzar a hacer política y para relacionarse ampliamente. De ahí viene su amistad o buena parte con Sergio Pito y José Emilio Pacheco. Es Monsiváis quien publica ahí, dos ensayos, según José Emilio Pacheco, deslumbrantes. Uno de literatura policiaca y otro de literatura de ciencia ficción, él pertenece a la segunda parte de esta generación, que acabo siendo tan influyente en la política mexicana. De tal manera que Monsiváis se mueve en ese mundo, el mundo de la revista, el espectador en la revista política, y más delante de lo que va a ser el suplemento “México en la cultura”, que juega un papel tan importante en la formación de una camada de escritores y de periodistas, y de las líneas de investigación de las que se desarrollaría el periodismo más adelante La lista de los periódicos de las revistas en las que él escribe, es impresionante desde ese punto de vista, su promiscuidad periodística en el medio,
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hay un celo enorme hacia la exclusividad del escritor, bueno, Monsiváis se daba el derecho de escribir donde se le diera la gana, en todos lados donde quería publicaba, o no publicaba, y en los otros medios donde tradicionalmente publicaba, nos quedábamos callados, nadie se atrevía a decir absolutamente nada de obscenidades editoriales. Termino tratando de hacer un balance final diciendo, que es indudable la influencia de Monsiváis en la cultura y el periodismo nacionales, una influencia que ha sido perdurable a más de seis años de su muerte, sigue haciéndose sentir eso a pesar de lo que alguna vez su amigo Julio Sherer, dijo de él, cuando afirmaba que Carlos Monsiváis no tenía lectores sino afiladores. Bueno, su obra se sigue leyendo, lo que demuestra que el juicio de Sherer no era tan atinado. Monsiváis fue una guía ética. Lo fue por su indiscutible autoridad moral, sus juicios tenían consecuencias políticas importantes, si él opinaba que el plantón de Andrés Manuel López Obrador en Reforma, era incorrecto, pues se hacía un escándalo, se debatía, era primera plana de muchos periódicos, no había una opinión que acabara teniendo ese peso ¿de dónde viene esa autoridad? Creo que viene de un conjunto de factores de su enorme talento, de sus saberes que
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van desde los intríngulis más complejos de la literatura, hasta las costumbres de la cultura popular, de su deslumbrante inteligencia que le permitía aplicar sus conocimientos a las opciones, de los problemas diversos de su memoria de elefante, se acordaba de todo, todo el tiempo, de su probidad intelectual, de su coherencia que permitía seguir la máxima agustiniana de “el que no vive como piensa corre el peligro de pensar cómo vive”, y por supuesto de su capacidad para inspirar a la gente, para hacer cosas, creo no exagerar si digo que, él con todo y todo procuró asegurarse de dejar atrás sus privilegios de clase y de género y que desplegó con brillantes, una capacidad de resiliencia sobreponiéndose a periodos de un gran dolor emocional, de situaciones francamente adversas, es por eso que me parece, que más allá de sus indudables méritos, sobre sus opiniones deben ser ponderadas con el mismo espíritu que él desplego, esta es la parte de la crítica, su capacidad, por ejemplo, para comprender y explicar los orígenes profundos de la inconformidad social, fue en muchas ocasiones, creo, al final de su vida sobre todo, amortiguado por su afán moralizador que nunca dejó de lado, una formación que creo que es una formación generacional de decir lo que está bien y lo que no está bien, es así como algunas propuestas no
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convencionales, creo que a la hora de juzgarlas, no estuvo lo suficientemente cera de la máxima de Espinosa de “comprender antes de reír o llorar”, nada, por supuesto, de eso minimiza su enorme estatura técnica intelectual, ni mucho menos su ejercicio virtuoso del oficio periodístico, ustedes saben que en su precoz auto biografía, que quiso esconder durante mucho tiempo, lo ha perseguido, lo sigue persiguiendo, hasta después de muerto, confesó que había aceptado escribirla, con el mezquino fin de hacerse ver como una mezcla de Albert Camus y Ringo Starr, es interesante recuperar su visión del periodismo que está estrechamente emparentada con él, cuando Camus era el secretario de redacción de combate, de finales de la segunda guerra mundial, en donde Camus sostenía que no podía dejarse el periodismo, a simples bufones, a mercaderes de papel, o a los propietarios preocupados únicamente por sus intereses. Aseguraba Camus que “un país suele valer lo que vale su prensa”, y había entonces que liberar a los periódicos del dinero y darles un tono y una verdad y un lenguaje, para que verdaderamente respetaran al público. Convencido Camus, de que el papel del editorialista, es conferirle sentido al caos, le pedía a los periodistas convertirse en la voz profunda de su país, y ello solo puede hacerse si se tienen escrúpulos, si se
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tiene distancia y cierta relatividad, y creo, que es en este tipo de periodismo que reivindicaba Camus. No sé si a eso se refería Monsiváis cuando quería ser emparentado con él, en su autobiografía en esta misión que Camus llevaba al periodismo que Monsiváis identifica Al final de su vida, acababa de cumplir setenta años, fue entrevistado sobre ¿de qué la había servido vivir siete décadas? y Monsiváis recordó a ese prócer del sindicalismo nacional que era Fidel Velázquez, y dijo: yo quisiera decir como Fidel Velázquez “ya se me pasó la edad de morirme” pero no soy tan aventurado, lo que si se me pasó ya es la edad de reflexionar provechosamente sobre siete décadas. Y entonces en la entrevista formuló un deseo para su madre, que esparciera sus cenizas en el Zócalo para presumir en el más acá o en el más allá, que tuvo realmente un funeral síndico, por supuesto sus cenizas no fueron esparcidas en el Zócalo, en ese Zócalo que el señor Mancera ha convertido en un gran Mool, pero es un hecho que la derecha quiere apropiarse de las
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cenizas de Monsiváis, su legado, el sentido de su producción y hasta su vida secreta. Ustedes recordarán a García Marquez decía que teníamos tres vidas, la pública, la privada y la secreta, tenía derecho a retener si vida secreta y hasta esa vida secreta, se la están robando a Monsiváis, es por eso que estudia, debatir y difundir su obra, como se está haciendo precisamente en esta Cátedra, son tareas centrales para quienes creemos que es necesario transformar, sustantivamente este país y construir uno nuevo. Muchas gracias
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MARTA LAMAS ◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦◦ Carlos Monsiváis: misógino feminista Misógino feminista es un oxímoron, o sea, un procedimiento retórico que consiste en unir palabras de sentido aparentemente contradictorio: misógino (que siente aversión por las mujeres) con feminista (que defiende la igualdad de derechos de la mujer con respecto al hombre). Carlos Monsiváis es la prueba fehaciente de que esa combinación existe. ¿De dónde saco yo que nuestro escritor era un misógino feminista? En la revista debate feminista, que Carlos ayudó a fundar en 1990 y respaldó hasta su muerte, le solicitábamos a los autores que nos dieran una breve ficha biográfica para acompañar sus artículos. Monsiváis escribió de sí mismo: Alterna su misoginia con una encendida defensa del feminismo. En efecto, eso hizo a lo largo de tantos años que tuve el privilegio de tratarlo.
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No obstante, su declarada misoginia, sus amigas cercanas (Elena Poniatowska, Carmen y Magdalena Galindo, Julia de la Fuente, Consuelo Sáizar, Lilia Rossbach, Raquel Serur, Alejandra Moreno, Deborah Holtz, Gabriela Cano y, sobre todo, su prima Beatriz Sánchez Monsiváis que fue quien más lo aguantó de todas nosotras) tuvimos la suerte de disfrutar una relación, que fue fuente de inolvidables disfrutes. Porque Carlos, además de un erudito impresionante, era un ser malicioso dueño de un sentido del humor fenomenal. Estar con él era no solo aprender sino divertirse. Fue el feminismo lo que me acercó a Carlos. Un día suena el teléfono y vienen a decirme “habla un tal señor Monsiváis”. Era diciembre de 1978, y yo llevaba un año publicando una columna semanal en el periódico Universal. Le había gustado un artículo sobre las feministas y las lesbianas 1 y me invitaba a tomar un café. A partir de ahí se inició una amistad que duró más de 30 años. Además del feminismo, lo que también nos acercó fue la elurofilia que ambos teníamos: la pasión por los gatos. Pero si bien nos empezamos a hacer amigos a finales de 1978, aunque desde el 68 Carlos ya era Titulado “La nueva Mujer. Feministas y lesbianas”, se publicó el 12 de diciembre de 1978.
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una referencia en mi vida, su respaldo al feminismo potenció nuestra interlocución. Su intervención en el ciclo de conferencias que organizó Elena Urrutia en la casa del Lago en 1972, el mismo año en que fue nombrado director del suplemento “La Cultura en México” de la revista Siempre, fue espectacular. En ese ciclo, titulado “Imagen y realidad de la mujer”, Carlos hizo un brillante análisis del “Sexismo en la literatura mexicana”. Corrimos a pedirle el texto para fotocopiarlo, que nos dio a regañadientes, y luego lo republicamos ¡en mimeógrafo! para repartirlo en la Conferencia que hicimos en la Escuela Cipactli, en noviembre de ese mismo año. Carlos luego lo retrabajó y publicó en el suplemento de La Cultura en México, con un provocador título: “Soñadora, coqueta y ardiente. Notas sobre el sexismo en la literatura mexicana”. 2
Ese texto fue muy importante, no solo por el análisis que hacía de la literatura, sino porque Carlos, que entendió muy bien que la discriminación en función del sexo era el problema principal que las mujeres enfrentaban en México, definió con precisión el sexismo: Lo tomó de la canción “Una mujer” Mario Clavel: una mujer debe ser soñadora, coqueta y ardiente, debe darse al amor, con frenético ardor, para ser una mujer. Véase Monsiváis 1973 2
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No una conjura, ni una emboscada, sino, más metódica y negociadamente, una organización. La organización deliberada, alegre exaltada, melancólica, inclemente, tierna, paternalista de una inferioridad. No otra cosa es el sexismo, una suma ideológica que es una práctica, una técnica que es una cosmovisión. (1973: II). De ahí en adelante Carlos haría críticas puntuales, burlonas y ácidas al sexismo, utilizando recortes de fotonovelas y de anuncios, que aparecerían en las secciones para documentar nuestro optimismo, el Consultorio de la Dra. Ilustración y Por mi madre, bohemios del suplemento La Cultura en México. Documentando las barbaridades registró los cambios en las relaciones entre los sexos y la transformación del discurso sexista por la lenta influencia del feminismo. En un diálogo con la escritora chilena Diamela Eltit, Monsiváis confesó que creó esas secciones como su “revancha”: mi adolescencia y mi juventud fueron etapas diezmadas, secuestradas por la estupidez, la solemnidad, la pompa de tanto cretino con poder. Y bueno, me decía yo, esto no es posible, y el peso de aquellas sesiones de grandilocuencia me implantó un rencor que debía desahogar. La idea de la impunidad de
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la estupidez me llevó a hacer la sección” (Monsiváis y Eltit 1994:46). Pero además de la venganza, Carlos usó el espacio del suplemento para traducir textos fundamentales del feminismo. Muchas leímos por primera vez a Susan Sontag, Kate Millet, Shulamit Firestone, y otras feministas en su suplemento. Carlos alentó el debate sobre el aborto, y en 1976 publicó el primer manifiesto a favor de su despenalización, titulado “Por la legalización del aborto”, firmado por más de 200 figuras del mundo intelectual, artístico y feminista. 3 Ahora bien, es notable la manera en que, desde principios de los años setenta, Carlos se vuelve un aliado de la segunda ola del feminismo mexicano. Esto se debió principalmente a su comprensión de lo que significaba políticamente el feminismo como una lucha contra el patriarcado y el statu quo. Pocos intelectuales respondieron como él a los cuestionamientos que planteó el feminismo y muchos menos se esforzaron por analizar, desde sus campos específicos de intervención, el impacto que tuvo el movimiento ante la marginación social Se publicó en el número 772 del suplemento, correspondiente al 30 de noviembre de 1976, junto con tres artículos: sobre “La organización médica y el aborto” (López Acuña 1976), “El aborto y la prensa” (Acevedo 1976) y “El aborto en México” (Villegas 1976). 3
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y política de las mujeres. Monsiváis destaca no sólo por lo anterior, sino por su eficacia simbólica: sus agudas reflexiones producen un efecto al mismo tiempo esclarecedor y legitimador, pues sus palabras dan legitimidad a las propuestas feministas. En 1976 aparece la revista fem. dirigida por Alaíde Foppa y Margarita García Flores. Yo debo mi ingreso a fem. justamente a Carlos, pues me presentó a Margarita García Flores y ella me insertó en la revista. Carlos publicó 6 veces en fem.4 y no dejó de escribir en el Suplemento. En 1983 publica ¡No queremos 10 de mayo! ¡Queremos revolución!: sobre el nuevo feminismo” en La Cultura en México (núm. 1088, 13 abril) donde señala: El feminismo busca informarle a las mujeres que su inferioridad programada es parte esencial de la gran plusvalía patriarcal, y los movimientos de liberación sexual establecen
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“El lugar sin límites” (núm 6, enero-marzo 1978); la “Nueva salutación del optimista” (núm. 9, oct-dic.1978); “¿Pero es que hubo alguna vez once mil machos?” (núm. 18, abrilmayo 1982); “Las jóvenes mexicanas en el Año Internacional de la Juventud” (núm 40, junio-julio 1985); “De la construcción de la ‘sensibilidad femenina’” (núm 49, dic. 1986-enero 1987) y “Alabemos ahora” (núm. 133 marzo 1994)
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con claridad que un primer derecho civil es el uso del cuerpo propio (1983: V). La revista fem. reproduce el discurso que él pronuncia en el Congreso nacional feminista el 15 de enero de 1994, titulado “Alabemos ahora”5: No sé si fue mal entendido de mi parte, pero cuando Marta Lamas me ordenó poner esta realidad combinatoria de participante el día de hoy no me avisó que el tema eran las mujeres al fin del siglo, por eso estoy llegando para rendirle un homenaje a las precursoras y primeras militantes activistas del feminismo. Carlos hace un discurso sobre las feministas de finales del XIX, que empieza: Alabemos ahora a las mujeres del nombre irrepetible o jamás conocido, que en las épocas de la feminidad como tesoro de las buenas maneras de sobremesa, cantares, tocar el piano, bordar, suspirar con melancolía escénica, mirar con rostro absorto al confesor, sonreír grácilmente para que las facciones adquieran una expresión adoratriz en las épocas donde el hombre era el único fenómeno concebido por el ser 5
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humano, estas mujeres se organizaron, se reunieron para intercambiarse quejas y protestas, y escribieron documentos que fuera de su grupo nadie leía y se prepararon disciplinadamente para el pleno ejercicio de su individualidad (2013: 123). Es un texto donde va a haciendo la alabanza de las mujeres sufragistas, de las anarquistas, de Laureana Wright (la directora de “Violetas del Anáhuac”, una de las primeras revistas feministas), de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza y también de heroínas desconocidas, como las maestras rurales, de las que dice: Se las vejó se las violó delante de sus alumnos, se las desorejó en nombre de la fe, pero ellas, en los medios más hostiles, adelantaron la secularización (2013: 127). Y finaliza su alabanza: Alabemos ahora a las mujeres disidentes que solo quisieron darle a su género las premisas del libre albedrío y el ejercicio de la voluntad racional. Recuperar ahora con plenitud sus legados es indispensable al tránsito de la democracia y el proyecto civilizatorio (2013: 127).
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Hay muchas anécdotas que contar de cómo Carlos nos acompañó a las feministas, por lo que antes de citar algunos párrafos de sus textos feministas quiero relatar lo que lo pinta de cuerpo entero. A finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando se visibilizó la epidemia del VIH-Sida, las trabajadoras sexuales se empezaron a organizar para hacer una labor de prevención con el uso del condón. Ellas tuvieron muchísimo apoyo de CONASIDA, pero ciertas instancias de gobierno seguían haciendo redadas. En especial, había dos delegaciones (la Cuauhtémoc y la Venustiano Carranza), donde a cada rato detenían a las trabajadoras sexuales en la calle. Entonces ellas se plantearon hablar con los delegados para explicarles que estaban haciendo la promoción del uso del condón. Evidentemente los dos delegados nunca les dieron cita. En ese entonces yo hacía un trabajo de acompañamiento político con ellas y le pedí a Carlos que él solicitara las citas. El de la Carranza, Roberto Albores, detestaba a Carlos por sus críticas cuando fue gobernador interino en Chiapas, pero el de la Cuauhtémoc era Ignacio Vázquez Torres, que luego fue Gobernador en Guanajuato, le dio la cita inmediatamente, para ese mismo día en la tarde. Nunca olvidaré la cara de Vázquez Torres cuando abrió la puerta sonriendo porque llegaba Carlos Monsiváis y se dio
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cuenta que atrás de él venían varias trabajadoras sexuales. Carlos fue de una generosidad impresionante con las feministas y demás activistas de lo que él llamó “sus causas perdidas”. Toda gestión política que le pedíamos la hacía. No había político mexicano que no le tomara la llamada de teléfono a Monsiváis y todos querían recibirlo. Pero además de ayudarnos con muchísimas gestiones, él fue el orador en varios de nuestros actos. Cuando las feministas hicimos nuestra campaña de denuncia de despido por embarazo ¿quién fue el orador? Carlos Monsiváis. La primera vez que GIRE (el grupo que ha luchado por la despenalización de aborto) hizo una conferencia de prensa ¿quién fue el orador? Carlos Monsiváis. Si las feministas convocábamos, no llegaba tanta prensa, pero si anunciábamos que iba a estar Carlos Monsiváis, entonces asistía toda la prensa, pues querían sacarle declaraciones sobre la coyuntura política. Carlos se volvió nuestro “gancho” para que llegara la prensa. Pero además podría también hablar mucho y largo sobre la cantidad de veces que Carlos corrigió desplegados y textos, y asistió a reuniones internas de estrategia. Además de sus acciones de compromiso político en persona, lo que escribió Carlos da una clara idea de
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su pensamiento. Como ejemplos sobre lo que decía de las mujeres, del machismo y del feminismo he seleccionado algunos fragmentos. En su artículo “De la construcción de la sensibilidad femenina”, publicado en fem: La sensibilidad femenina se construye a través de funciones fijas: diosa idolatrada, recipiente de la concupiscencia, fragilidad envilecida y redimible, compañera de la vida, pecadora arrepentida, santa de los mataderos y las cabeceras de los enfermos, ingenuidad acosada, virgen de medianoche, señora tentación, pinche puta, madrecita adorada, vieja chismosa, momia rezandera, candor pisoteado, pobre beata, noviecita santa, patrona de México … Gracias a las imágenes, el estereotipo (el cliché) (el arquetipo) se interiorizan, devienen lugares comunes del comportamiento social” (1987: 16). Años después, en la revista debate feminista, un texto sobre “Los espacios marginales”, dirá: En el caso de las mujeres, la marginalidad se acentúa y por lo menos se duplica. Desde el control de lecturas en el virreinato, a las mujeres casi todo se les prohíbe menos la abnegación, la esclavitud hogareña, la
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docilidad y la fe fanática. El estereotipo de la Sufrida Mujer mexicana aparece en obediencia a las exigencias sociales y a la idea del “complemento servil o servicial del hombre”. Esto explica el retraso en el uso de derechos (apenas en 1953 se concede el voto femenino) y, por ejemplo, la resistencia caciquil a la despenalización del aborto, a sabiendas de los daños físicos y psíquicos provocados a cientos de miles de mujeres al año, y de la inmensa hipocresía que esto origina. La marginalidad de las mujeres es el prerrequisito del desarrollo económico, la economía familiar y la superioridad teatral del machismo. (1998: 21). Su conocimiento del cine mexicano lo lleva a señalar, en un artículo titulado “La Santa Madrecita Abnegada: la que amó al cine antes de conocerlo”, también publicado en debate feminista: El espacio ideal, casi único, para representar a las mujeres, es el del melodrama, el género expiatorio que defiende a la familia al recordarle los peligros de lo secular: el adulterio, la rebelión de los hijos, la “caída” de las jóvenes asediadas por la seducción o la compra, la mutación de costumbres que sepulta la tradición en el ropero o la deposita
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en el filo de las plegarias y las venganzas. (2004b: 160). En ese mismo texto logra una de sus frases lapidarias más eficaces: “Si una mujer digna no procede como estatua, da lugar a las sospechas instantáneas”. (2004b: 163). No obstante, muchos de sus textos sobre el sexismo, y su variante nacional, el machismo, fueron escritos en los años ochenta, son de una vigencia estremecedora. “En Las jóvenes mexicanas en el Año Internacional de la Juventud”, publicado en fem: En contra de la certeza machista (la violación es un derecho secreto) hay que levantar una noción jurídica y moral: la violación es un crimen público. Mientras esta certidumbre no se añada a la conciencia social profunda, seguirá reduciéndose el ámbito a la disposición de jóvenes y adolescentes, no dispondrán de las horas nocturnas, vivirán – sobre todo en las colonias populares- en un terror institucional, sentirán agobiadoramente cómo la simple voluntad de un macho o de un grupo de machos nulifica en un momento todo lo obtenido con
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el veloz y continuo cambio de mentalidad y con su propio esfuerzo diario (1985: 6). En otro texto de fem, titulado “De la construcción de la sensibilidad femenina”, Carlos concluye que: “A la cultura mexicana, desde el principio, la ha ordenado el machismo”. (1987: 14). En ese mismo texto dice: “En la familia opera la curiosa estrategia de decirle matriarcado a la típica delegación de funciones del paterfamilias” (1987:17). Ya en debate feminista publicará una reseña sobre el libro de Sergio González Rodríguez sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, que lo conmovió e impactó. Ahí dirá: Lo más degradado y sórdido del machismo se vierte contra las mujeres cuya culpa principalísima es su condición de víctimas históricas (2003b: 332). Su preocupación por la violencia también aparece en su reflexión sobre la situación de nuestro país. En “México a principios del siglo XXI: la globalización, el determinismo, la ampliación del laicismo”, dice:
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En el trato a las mujeres, la violencia ha sido en México el más verdadero de los regímenes feudales. La violencia aísla, deshumaniza, frena el desarrollo civilizatorio, le pone sitio militar a las libertades psicológicas y físicas, mutila anímicamente, eleva el miedo a las alturas de lo inexpugnable, es la distopía perfecta. La fuerza y el peso histórico del patriarcado y la resignación consiguiente, elevan la violencia ejercida sobre un sexo a la categoría de obstáculo inmenso del proceso democrático y, sin embargo, esto aún no se reconoce (2006ª: 222). Muchas de sus primeras interpretaciones sobre el feminismo y las feministas se volvieron ideas que las activistas circulaban. En la revista fem. se publicó “Nueva salutación del optimista”, donde dice que: “La mayor victoria del feminismo se está dando a través de un proceso de contagio o contaminación social” (1978: 18). También en ese texto apunta que: En menos de diez años, los movimientos feministas y de liberación sexual, pese a los enormes escollos internos y externos, son ya un elemento insustituible en la construcción
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de la sociedad civil, en la crítica de la explotación capitalista, en la visión de un socialismo democrático (1978:19). Carlos repetirá reformulándola:
esa
idea,
una
y
otra
vez,
El feminismo avanza con rapidez (no el movimiento específico, sino la condición irrefutable de muchos de sus puntos de vista, y su influencia en la conducta social) y trastoca las reglas del juego, la consideración general del papel de la mujer (1981: 20). Y nos infundirá de optimismo al mostrarnos la forma de valorar nuestro activismo: No obstante, la debilidad ostensible del movimiento feminista hoy, si medimos sus logros por el grado de influencia social y cultural alcanzada, los resultados son impresionantes. (1983: III). La aparición en 1990 de la revista debate feminista fue un espacio privilegiado para las reflexiones feministas de Monsiváis. Ahí Carlos publicó 26 textos en los 25 años de la primera etapa.6
La primera época duró 25 años, de 1990 a 2014. A partir de 2016 A partir de 2016 la revista pasó a ser del acervo de la UNAM y ahora es la revista académica del centro de 6
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Monsiváis tiene una clara perspectiva feminista en esos 26 textos, sin embargo, trece son específicamente sobre mujeres y feminismo, mientras que los otros 13 son sobre diversidad sexual.7 En debate feminista Carlos hace cinco artículos sobre mujeres: Rosario Castellanos, Nancy Cárdenas, Simone de Beauvoir, Susan Sontag y Frida Kahlo. En cada uno de ellos Monsiváis profundiza y va más allá del lugar común. Por ejemplo, en el caso de Rosario Castellanos apunta: En sus años finales, Rosario destruye memorablemente muchas de las trampas y prisiones de la “sensibilidad femenina”, y escribe una poesía admirable, despojada de cualquier velo retórico, directa, crítica. Poesía claramente autobiográfica, pero no poesía “confesional”. De confesar, Rosario seguiría atada a su formación primera, involucrada sin cesar en las sensaciones de culpa que son la esencia de la sujeción. Ella no confiesa, se limita a dar fe de que la Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, bajo la dirección de Hortensia Moreno. 7 Después de su fallecimiento apareció un libro que reúne sus ensayos sobre diversidad sexual, titulado Que se abra esa puerta (Monsiváis 2010). Y tres años después publiqué los esnayos feminista de Carlos en una compilación titulada Misógino feminista. (Monsiváis 2013)
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intimidad no es vergonzosa ni inexpresable. El lector no es el confesor. Sino el amigo o el cómplice o, más simplemente el lector. Carlos cita el poema Valium 10, donde Rosario, confiesa su angustia, y dice: Diez años antes, esto hubiera sido una “indiscreción freudiana”. Los cambios en el proceso social contribuyen poderosamente a liberar las fuerzas narrativas y poéticas de Rosario, obligada -con su anuencia y a su pesar– a representar a la mujer pensante y a la escritora en México. Ella, que fue una representación termina harta de los papeles y de las imposiciones culturales, decidida a la libertad a partir de la conducta y los gestos espontáneos. En su ensayo sobre Nancy Cárdenas, Carlos declara su rendida admiración por esta gran activista: ¡Qué necia eres, Nancy, pero qué necia eres! El 1 de octubre de 1978 hablamos de la matanza de Tlatelolco y discutimos largamente sobre tu participación en el contingente gay. Quedaste en no ir para no precipitar otro capítulo de la historia de tu linchamiento moral, una activista predilecta
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de la derecha. Al día siguiente, ¿a quién veo encabezando al grupo gay? Claro que a ti, divertida, energética. Ese día entendí a fondo tu procedimiento básico, te doblegas ante la prudencia y luego te cansas de su tiranía. Y cómo te emocionaron los aplausos (que sí se dieron) al anunciarse en el micrófono el arribo de los gays a la Plaza de las Tres Culturas. En su reflexión sobre Simone de Beauvoir, Carlos se hace una dura autocrítica. Dice que aunque leyó con entusiasmo “El segundo sexo” a finales de los cincuenta: Asimilo entonces el libro de un modo que hoy me avergüenza y entonces hallo natural: es un gran ensayo sobre La Mujer, que examina la naturaleza de sus desventajas. No voy más allá. A la distancia, me doy cuenta de mi astucia: elegí concentrarme en la forma y el método expositivo: “muy mal que las discriminen, pero ¿qué puedo hacer?”. Al recapitular, advierto mi incongruencia: ¿cómo me pudo apasionar un tratado que es un alegato, sin desprender de su lectura consecuencias políticas? Reviso mi ejemplar de El segundo sexo y encuentro la profusión de subrayados y notas en los márgenes. Pero
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la perspectiva sobre lo femenino que me regía apenas se modificó. Muy probablemente, el cerco del pensamiento patriarcal era tan intenso que separaba orgánicamente la reflexión de la aplicación práctica, y se veía como “literatura” un examen radical de la opresión histórica y la construcción social de las mujeres. Carlos reconoce que le debe a Rosario Castellanos la relectura de El segundo sexo y termina parafraseando la frase de De Beauvoir: “No se nace mujer. Tampoco feminista”. A raíz del fallecimiento de la escritora Susan Sontag, Carlos realiza una amplia, cuidadosa y crítica revisión de su producción, vinculándola a su biografía. Señala que sólo de manera excepcional Sontag se concentra en los temas del feminismo, sin embargo, recupera un señalamiento clave de ella: “El cambio verdadero solo se dará bajo presión, ya que la estructura misma de la sociedad se fundamenta en los privilegios masculinos”. Por último, en su texto sobre Frida nos comparte su recuerdo de cuando, a los 16 años, asistió al sepelio de la pintora:
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Frida muere el 13 de julio de 1954. Nada en mi experiencia de estudiante preparatoriano me ha preparado para el tumulto, la constelación de seres famosos en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, el general Lázaro Cárdenas en persona, David Alfaro Siqueiros en persona, Diego Rivera en persona, y el cúmulo de mujeres de cuyos nombres me entero más tarde. Con atavíos de tehuana, aire doliente, perfiles hieráticos o simplemente indescifrables para mí, que con celo maternal protegen al viudo inconsolable, Dieguito, el Saporrana. Se canta “La Internacional” (creo, no estoy seguro, que tal hazaña fue posible debido al reparto de la letra en mimeógrafo), se guardan silencios estremecedores seguidos del estrépito, se coloca la bandera del Partido Comunista, se desfila ante el féretro y yo siento la tristeza sin asideros, la de no haberla conocido”. Aunque el pensamiento de Carlos Monsiváis sobre el feminismo no ha ocupado un lugar visible en el abundante quehacer crítico de quienes lo estudian,8 ciertas de sus reflexiones han resultado, En la cuidadosa recopilación bibliográfica de Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado (2007) no aparecen los ensayos feministas de Monsiváis. Otro crítico que analiza muchas de sus crónicas y ensayos, Adolfo Castañón (2005) tampoco 8
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al pasar los años, casi proféticas. En ese sentido quiero destacar en particular una crítica que le hizo en 1991, sobre el feminismo y que hoy en día cobra una relevancia sustantiva. Se recordará que, después del fraude electoral de 1988, un número importante de feministas expresaría la necesidad de no quedar al margen de la dinámica política del país y surgirían nuevas disposiciones en torno a la relación con el Estado y los partidos. Cundió, pues la inquietud feminista de participar en el proceso nacional con una intervención más pragmática y por eso el debate rebasó el tema de la participación ciudadana e incluyó el de la representación. Pese a que tener cuerpo de mujer no garantiza un pensamiento de mujer ni un compromiso con las mujeres (Bocchetti:1996), se pensó que era crucial que hubiera más mujeres en puestos de decisión política. Se introdujo entonces la idea de alcanzar una masa crítica, o sea, un número sustantivo de presencia femenina en las instituciones políticas para permitir a las mujeres generar una situación de fuerza y unión (Dahlerup:1993). Por eso un gran tema a principios de los años 90 fue el de conseguir mayor número de candidaturas para mujeres.
alude a esta vertiente. En cambio, si lo hace Linda Egan (2001).
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Ante las elecciones intermedias para diputados, muchas feministas debatían sobre la importancia de tener más representantes en el Congreso. Existía la convicción de muchas mujeres (militantes de partidos políticos y de organizaciones sindicales) de que no bastaba incorporar a la agenda electoral asuntos de mujeres: había que contar con más mujeres en puestos de decisión pública. Con este contexto nacional y un sector del movimiento interesado en la representación, era necesario debatir sobre el pacto político, las cuotas y el establecimiento de alianzas con funcionarias y políticas. Así el sábado 29 de junio de 1991, en la casa de la Cultura Reyes Heroles, la revista debate feminista organizó un Foro llamado: “¿De quién es la política?: crisis de representación: los intereses de las mujeres en la contienda electoral” (1991c).9 El plato “fuerte” era la discusión entre Monsiváis y Beatriz Paredes, entonces gobernadora de Tlaxcala. Los comentarios estarían a cargo de Laura Carrera, Ana Lilia Cepeda, Amalia García, Ma. Angélica Luna Parra y Patricia Mercado. Monsiváis leyó primero su intervención, titulada El Foro se llevó a cabo en la mañana estaban Monsiváis y Paredes; y sus comentaristas. Y en la tarde, como ponentes: Luis F. Aguilar Villanueva y Marta Lamas; y de comentaristas: Gloria Brasdefer, Teresa Incháustegui, Marcela Lagarde, Sara Lovera, Patricia Ruiz. Moderó Sara Sefchovich.
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“La representación de las mujeres”, y su conclusión fue muy crítica: La causa de la mujer (de sus derechos, de su formación como dirigentes, de la respuesta a los graves problemas de la desigualdad y el aplastamiento) avanza hasta donde es posible, y se ve contenida por las mismas fuerzas que se oponen a la democratización, y en política, según creo, los objetivos específicos de las feministas (de la despenalización del aborto a la justicia salarial) intensificarán su eficacia sólo cuando correspondan de modo orgánico a un proyecto más amplio. De otra manera, la causa se diluye en la contingencia, las activistas desembocan en peticionarias, las luchas se vuelven mitologías y los avances son siempre profundamente insatisfactorios, al cotejárseles con el todo del monopolio machista. ¿Eso es renunciar a los principios? Más bien, es ampliar su radio de acción. Así sea el eje, la perspectiva feminista debe ser, para las mujeres que intervienen en política, sólo una parte de su planteamiento. De otra manera, perpetuarán la exclusión en nombre de la teoría. (1991: 12).
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Pese a su crítica al sectarismo, Monsiváis se mostró muy enfático respecto a la importancia de tener candidatas mujeres y señaló: Y si insisto en el valor de la representación, es en la medida en que psicológicamente le abre a muchísimas mujeres el campo para la identificación, para la comparación y para la emulación (como se decía en el Partido Comunista de los años cincuenta) (1991: 42) Cuando Monsiváis soltó la pregunta de dónde se hace política en México, se respondió a sí mismo con su conocida ironía: “Hasta ahora, en el espacio donde sólo unas cuantas mujeres entran por breve tiempo, bajo invitación restringida y sin poderes amplios” (1991: 11). Hoy, a más de veinticinco años de distancia, vale la pena analizar la reflexión de Monsiváis. Al argumentar que: “Así sea el eje, la perspectiva feminista debe ser, para las mujeres que intervienen en política, sólo una parte de su planteamiento” (1991:12), Monsiváis reiteró su convicción pluralista:
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las personas somos muchas, muy diversas, y hay desigualdad y discriminación en todas partes. Hay que tener claro el panorama completo, para poder establecer alianzas entre las distintas causas. Carlos Monsiváis, el misógino feminista, fue nuestro aliado y nuestro crítico, nuestro intelectual orgánico y nuestro activista de a pie. Para finalizar quiero cerrar con la entrevista que dio cuando se cumplieron 15 años de la publicación de la revista GG debate feminista, titulada “Igualdad: Insuficiente”,10 pues ella es ejemplo de cómo combina alabanzas y críticas, y apunta a cuestiones nodales. -
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“El mayor problema del feminismo”, afirma Carlos, “es que el patriarcado no le deja plantear sus demandas en los medios masivos, y este ahogo propicia el sectarismo”. Como hombre, ¿acepta sin problema la autoridad de una mujer? Resuelvo la pregunta de este modo: no me gustaría trabajar en Vamos México,11 pero me habría encantado colaborar con una
Fue a Silvia Isabel Gámez, para el suplemento Enfoque del periódico Reforma. Véase Monsiváis 2004c. 11 La organización de Marta Sahagún de Fox. 10
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feminista de los orígenes del movimiento como Juana Gutiérrez de Mendoza. ¿De qué causa feminista se siente más cercano? Del combate al machismo, que además de ser con frecuencia ilegal, es fatuo, ridículo, violento y patético. Demasiados adjetivos para una actitud tan perniciosa, pero ni modo. ¿Hasta qué punto considera irreal la igualdad alcanzada por las mujeres? La igualdad alcanzada por las mujeres no es irreal, es muy insuficiente y es sectorial. El patriarcado y el sexismo no ceden sus plazas sino al cabo de batallas culturales y políticas muy profundas. Lo que domina es la desigualdad, acentuada en las clases populares. La violencia hacia las mujeres y el derecho al aborto son cuestiones que el feminismo lamenta no haber logrado resolver. ¿Piensa que el hecho de que haya una mayoría de hombres en el Congreso hace soslayar problemas que preocupan fundamentalmente a las mujeres? Al feminismo no le toca resolver la violencia, eso es asunto de toda la sociedad, como lo vemos en el caso de las jóvenes de Ciudad
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Juárez y en las estadísticas monstruosas de la violencia intradoméstica. La fuerza física es el primero y el último de los argumentos del machismo. En cuanto a lo que sucede con la mayoría en el Congreso, allí lo que priva es un prejuicio: si se combate la ignorancia se pierde la pureza de la política, y en ese sentido hay un buen número de diputadas que todavía dicen, como si fuera gracioso o independentista: “yo soy fémina, no feminista”. Luego confunden el oportunismo con la conciencia de culpa y lanzan declaraciones flamígeras para después hacer nada. Antes que machistas son parlamentarios muy ineficaces. ¿Qué no ha sabido hacer bien el feminismo? Es imposible juzgar en dos frases un movimiento tan amplio y variado. Intento la síntesis: el mayor desacierto de las feministas es no entender la manera en que un sector, a fin de cuentas pequeño, ligado a un movimiento globalizado, ha transformado la visión de la sociedad sobre las mujeres. Las feministas no admiten su éxito innegable: la sociedad hoy procede todavía desde el machismo, pero cada vez más juzga las situaciones desde una perspectiva de género. Y esto vale incluso para la derecha.
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¿Qué ideas equivocadas están minando al feminismo? Al feminismo, al ecologismo y a otros muchos movimientos los minan certidumbres equivocadas: a) la gente lee y estudia sus pronunciamientos; b) es suficiente con tener la razón; c) la mejor estrategia mediática es el manifiesto de plana entera; d) entre más nos dividimos más nos acercamos a la pureza; e) la que no piensa como nosotras nos traiciona en lo personal. ¿Cuál es el mayor logro de Debate Feminista? Me parece una gran revista; es útil, tiene materiales de primera, una actitud militante y, lo básico, ha conquistado la continuidad. Su mayor logro, así lo sepan todavía muy pocos, es mantener y ampliar los beneficios sociales de una corriente de pensamiento. ¿Alguna crítica? A veces los materiales me parecen farragosos, regalos no pedidos de la producción académica; otros me resultan ininteligibles, el resultado de esa idea de proscribir la sencillez porque no es causa de puntuación en el SIN o en la universidad correspondiente. En fin, pero esas golondrinas aunque hacen currícula, no hacen verano.
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Monsiváis siempre insistió en que la apuesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de lo cultural, al grado de que, si no se da también la batalla cultural, se puede perder la batalla política. Por eso colaboró tan comprometidamente con debate feminista, a la que veía como una herramienta para, como dijo “y ampliar los beneficios sociales de una corriente de pensamiento”. La batalla cultural le importaba muchísimo, pues era necesaria para enfrentar las formaciones culturales, entre las que incluyó “la ideología patriarcal”. En una de sus reflexiones sobre México a principios del siglo XXI: la globalización, el determinismo, la ampliación del laicismo” (2006a) Monsiváis precisó: Una de las grandes batallas culturales de estos años es el enfrentamiento a la mentalidad determinista, la línea interpretativa de la realidad que, interiorizada profundamente, es el conjunto de prejuicios más arraigado en Latinoamérica. ¿Qué entiendo aquí por determinismo? Si no el avasallamiento de las conciencias, sí las formaciones tradicionales (el conservadurismo religioso, el clasismo, la ideología patriarcal) a las que se agregan los
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mecanismos del autoritarismo, de la educación y de las industrias culturales (2006ª:202). En su incansable, persistente y necia batalla a favor de la tolerancia en todos los campos Monsiváis ya había definido a la derecha como: “La decisión de pensar por los demás y de ordenarles el comportamiento debido, la usurpación del libre albedrío a nombre de Dios (o de la empresa y el mercado Libre), la censura y las represiones a cargo de la moral y las buenas costumbres” (2003:3). Por eso, en su lucha por las causas perdidas coincidió grandemente con las feministas. Y ante la fuerza real de la derecha (la económica, y, por lo tanto, la mediática y la política) su propuesta de la batalla cultural cobra hoy un sentido urgente, que compartimos.
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CIUDAD DE Mร XICO Abril del 2020 Transcripciรณn y formato: Carlos A. Ortega Hurtado