Antecedentes literarios Tras Los Espacios Literarios Poetas Árabes Cervantes
S.
Lope de Vega Béquer
Con el devenir de los tiempos, Sevilla ha sido morada de novelistas, poetas y escritores de toda índole. Cambios generacionales, épocas doradas, oscuras y el pasado multicultural hacen que se nos plantee un panorama muy diverso, disperso en el tiempo pero confluente en esencia. “Tras los espacios literarios” nos presenta una particular forma de entender la ciudad de Sevilla, a través de aquellos lugares que han despertado interés en autores y literatos de diversas épocas.
XI
Machado Cernuda Helios Gómez Café Kursaal Sede Revista Grecia
S.
XV
I
S.
XV
III
S. XVII
HELIOS GÓMEZ
MUERTE DEL NIÑO ALFARERO
Gómez de la Serna Borges
S.
XIX
Adriano del Valle
Gerardo Diego
CAFÉ KURSAAL
Pedro Garfias
Guillermo de la Torre
CONFLUENCIA ARTÍSTICA
Huidobro
García Lorca
CANSINOS-ASSENS
ISAAC DEL VANDO-VILLAR
ULTRAISMO METÁFORA ELIMINACIÓN NEXOS
12 OCTUBRE 1918
PROGRESO CALIGRAMA
S. XX
VANGUARDIAS
SURREALISMO
CUBISMO FUTURISMO DADAISMO
El “plano” resultante se compone de unas balizas que señalizan aquellos espacios que han sido escenario o mencionados en obras literarias, de este modo podemos ver con un solo golpe de vista como se entrelazan los autores, las épocas y los escenarios más dispares. La relación entre el escritor, los espacios que habita y sus obras resulta muy estrecha, por ello nos parece interesante comprenderla para poder entender la relación que más adelante veremos con el Movimiento Ultraista. A continuación y siguiendo un orden cronológico presentaremos los escritores elegidos para hacer el muestreo del plano general:
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Poetas árabes Muhammad Ibn Abbad al Mutamid o también conocido por AL MUTAMID Nació en Beja (Portugal) en 1040. Aunque no andaluz de nacimiento, se le considera el rey poeta de Sevilla y uno de los máximos exponentes de la poesía amorosa andalusí. Al Mutamid, era hijo de Al Mutadid I (Almotatid), “Rey” de Sevilla de la dinastía de los abadíes. Menos afortunado que su padre en su reinado, pero indudablemente un gran poeta y mecenas, protector no sólo de los de su corte, sino también de allende sus fronteras, que acudían a él buscando refugio y protección. Segundo hijo de Al Mutadid, se convirtió en heredero cuando su hermano mayor fue mandado ejecutar por su padre por supuesta traición. A los doce años, su padre lo envió a Silves, en el Algarve, para ser educado por el poeta Abu Bakr Ibn Ammar (Ibn Ammar de Silves, el Abenámar de los cristianos), el cual se convertiría posteriormente en su favorito. Aunque al comienzo de su reinado ocupa Qurtuba (Córdoba), posteriormente fue Rey de Ishbiliya (Sevilla), convirtiendo esta ciudad en el centro de la cultura islámica del momento. En 1086, junto con los almorávides, derrota a Alfonso VI. En 1091, los almorávides regresan a Ishbiliya (Sevilla) y deponen a Al Mutamid. Más inclinado a los placeres y tertulias que al duro afán de la guerra, hubo de sentir los rigores de su padre, quien lo mandó encarcelar por haberse dejado sorprender por enemigo cuando mandaba una expedición contra Málaga. Conseguido el perdón paterno, y para recuperar su prestigio, se puso al frente de un ejército que sitió Silves, que había caído en poder de los cristianos. Fue un gran poeta. En la Sevilla actual, y en la de todos los tiempos, ha sido fuente de leyendas, de amores y desamores con su esposa Itimad Al Rumaikyya En la corte de Al Mutamid gozaban de gran favor los poetas y literatos, ya que tanto el rey como su visir lo eran. Pasó por ser un gran mecenas, eje de la poesía de su tiempo. El mismo Ibn Hakam nos dice: “Era el más liberal, hospitalario, magnánimo y poderoso entre todos los príncipes de Al-Andalus. Gustaba de brillantes tertulias (maylis) entre amigos poetas, esbeltos coperos y hermosas esclavas cantoras. Para entrar en su círculo íntimo había que mostrar gran capacidad versificadora y de improvisación. Y, como oyera recitar unos versos de 'Abd al-'Azîz, acerca de la felicidad, afirmando que ésta era tan fabulosa como el cuento de un poeta que había recibido un regalo de mil ducados, ordenó darle enseguida la suma indicada”. Su vida fue pura poesía, durante su reinado, la cultura floreció en Sevilla e incluso durante su cautividad en Agmat no dejó de componer los más sentidos poemas. Muere evocando sus palacios y olivares sevillanos en Agmat, Marruecos en 1095.
“¡Morada soberbia ésta en la que Dios decidió que todo poder se renueve continuamente sin perecer jamás! Santa casa, hasta tal punto que si Moisés, interlocutor de Dios, hubiera dado un paso en ella, se hubiera quitado las sandalias. Esta no es otra que la residencia del príncipe, ante la cual todo el que espera viene a depositar su equipaje. Cuando sus puertas se abren, se creería que dicen con acento acogedor a los que franquean: ¡bienvenido! Los constructores le supieron traspasar las cualidades del príncipe, y ejecutaron esta transferencia maravillosamente. En efecto, de su pecho tomaron su amplitud; del color de su tez, el resplandor; de su fama, las diversas dependencias y de su generosidad, los cimientos. Tomando por modelo el rango que ocupa entre los reyes, han proporcionado la altura de la sala de audiencias y, gracias a todo ello, se ha elevado porencima de la constelación de los Dos—Simak. Este palacio me ha hecho olvidar por su esplendor el Iwan de Corroes, porque pienso que pudo servirle de modelo, ya que su magnificencia no tiene parangón. Se diría que, ante el temor [de una negligencia], Salomón, hijo de David, no ha permitido a los genios el menor descanso en la construcción. Vemos al sol parecido a una paleta de donde las manos [de los pintores] sacan lo necesario para dar a sus representaciones figuradas distintas formas. Estas figuras parecen dotadas de movimiento a pesar de su inmovilidad; pues sin embargo ni los pies ni las manos cambian realmente de lugar. Cuando nos hemos cegado por los colores inflamados, empleamos como colirio el resplandor del rostro del príncipe”.
Ibn Hamdis, sobre el palacio de Al—Mutamid Citado por Henri Pérès, “Esplendor de al—Andalus”.
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Antecedentes literarios Abu Bakr Ibn Isa al-Dani, llamado Ibn al-Labbana ('el hijo de la lechera')
Fue un poeta andalusí nacido en Benisadevi (ahora Jesùs Pobre) (Taifa de Denia) a mediados del siglo XI y fallecido en la Taifa de Mallorca en 1113. Ibn al-Labbana viajó por todo Al-Ándalus ofreciendo sus servicios como poeta áulico a distintos reyes de taifas. De su primera época data una moaxaja compuesta en honor de Al-Mamún de Toledo. También escribió panegíricos dedicados a los hudíes de Zaragoza y al monarca Mubassir Nasr al-Dawla de Mallorca, donde acabó sus días. Pero sin duda ha pasado a la historia por formar parte de la Academia de poetas de la corte de Al-Mutamid de Sevilla, de la que sólo eran miembros los líricos que habían superado unas difíciles pruebas de destreza en el arte poético. En Sevilla coincidió con Abenámar y Abenzaidún, dos de los mejores poetas de la época. Se ha elogiado la fidelidad de Ibn al-Labbana para con el poeta rey de Sevilla, pues le acompañó al exilio en la cárcel de Agmat (próxima a Meknés) hasta la muerte de Al-Mutamid en 1090. Su más célebre composición poética es la casida en la que expresa el dolor por la partida de la corte taifal de Al-Mutamid de Sevilla desde el puerto de Triana al destierro tras la conquista almorávide de la ciudad. El poema refleja el canto del cisne de la refinada cultura de los primeros reinos de taifas: Jamás olvidaré la amanecida junto al Guadalquivir, cuando las naves estaban como muertos en sus fosas. La gente se apretaba en las riberas mirando aquellas perlas que flotaban sobre los blancos lechos de espuma, descuidadas las vírgenes, los velos destapaban los rostros, que, cruelmente, más que los mantos, el dolor rasgaba. Cuando llegó el momento. ¡Qué tumulto de adioses! ¡Qué clamor el que a porfía las doncellas lanzaban y galanes! Partieron con sollozos los bajeles, como la caravana perezosa, que arrea con su canto el camellero. ¡Ay, cuánto llanto se llevaba el agua! ¡Ay, cuántos corazones se iban rotos en aquellas galeras insensibles!
Ibn al—Labbāna Traducido por Emilio García Gómez en Árabe en endecasílabos, pp. —.
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Cervantes Sevilla pertenece a ese grupo de ciudades privilegiadas en las que detuvieron sus ojos algunos de los grandes genios de la literatura universal. Un club selecto de rincones cuyas calles se extienden más allá de países y nacionalidades por todo el imaginario colectivo. Sevilla tuvo la inmensa fortuna de contar con la mirada sensible de Miguel de Cervantes (1547-1616), el primero de estos relatores urbanos con textos que a veces parecen más cercanos a la sociología que a la ?cción, precisamente en el momento álgido de su historia. Sevilla era una de las más dinámicas ciudades de Europa, la más poblada de la España Imperial que dominaba el mundo y cuyo puerto gozaba de la exclusividad del trá?co con el Nuevo Mundo. Cervantes conoció esta magna metrópoli sí, pero también su lado más inconfesable, y ese será uno de los marcos favoritos del escritor. Siempre con el trasfondo de su grandeza, Cervantes siente predilección por recorrer los ambientes y lugares de la picardía y parece afanarse en recrear a los personajes de la peor calaña. Transita la cotidianeidad y rebusca entre la experiencia diaria para nutrir a su propia ?cción, esa forma de narrar armoniosa entre realidad, fantasía e inteligencia, abriendo así un camino que tantos literatos ilustres anduvieron después durante la modernidad. Sobre los períodos en que ocupan las distintas estancias en Sevilla, encontramos multitud de versiones. Al igual que en otros tantos episodios de su vida, la escasa documentación con la que se cuenta deja un margen demasiado abierto a las interpretaciones. Numerosos estudiosos apuntan sobre la posibilidad de que viviera una temporada en Sevilla siendo apenas un joven junto a su padre que, según recogen algunos documentos, constaba en 1564 como vecino de la colación de San Miguel y ejercía su labor como cirujano en la inmediata colación de San Salvador. Algunos de ellos han querido ver que coincidiendo con esta estancia Cervantes pudo pasar por los pupitres del Estudio de la Compañía de Jesús cuyo sistema de enseñanza disecciona en El coloquio de los perros.Tampoco se queda corta en suposiciones una probable segunda estancia del escritor en Sevilla. Según hechos documentados en Madrid el año 1569, un tal Miguel de Cervantes, de ocupación estudiante, se vio implicado en una reyerta con un maestro de obras que resultó herido y por la que se condenó al primero a la amputación en público de su mano derecha y diez años de destierro. Intentando escurrir la condena, Cervantes habría huido a Sevilla en primera instancia para acabar culminando su evasiva en Roma al servicio del futuro cardenal Acquaviva. A principios de junio de 1587 Cervantes se encuentra establecido ya en Sevilla para cumplir con la recién adquirida labor de comisario para las requisas de trigo y aceite en favor de la Armada Invencible que se preparaba para una ofensiva contra Inglaterra. Previamente a esto, existe constancia de que el autor, ya casado con Catalina de Salazar e instalada su residencia en Esquivias, había visitado en dos ocasiones la ciudad, en diciembre de 1585 y junio de 1586, y en las cuales se habría alojado, probablemente, en la posada que su amigo Tomás Gutiérrez regentaba en la calle Bayona, actual Federico Sánchez Bedoya. En cualquier caso, fue en ese año de 1587 el inicio de la etapa sevillana de Cervantes y el comienzo de lo que el hispanista Jean Canavaggio, uno de los más renombrados biógrafos del manchego, ha dado en llamar laberinto andaluz. Con Sevilla como epicentro de sus complicados movimientos, Cervantes recorrerá los caminos de la geografía andaluza obteniendo además de la perspectiva que el carácter cosmopolita de Sevilla le ofrecía, una rica experiencia y un amplio conocimiento del mundo rural que luego demostrará en El Quijote. La desidia con la que se le recibía debido a su función de expropiador, cargo que le reportó profundas enemistades y dos excomuniones, le hizo agudizar más el ingenio y le enseñó lo sórdida que puede llegar a ser la existencia humana. Sevilla fue un estímulo literario decisivo decisivo del que saldrían no pocas líneas que atraviesan su obra. En las mismas calles de Sevilla encontró el genial autor, siempre tan obsesionado por la geografía humana, la materia prima que necesitaba para dar vida a toda esa galería de personajes que pueblan el universo cervantino. Echar un vistazo a El ru?án dichoso o La española inglesa, Rinconete y Cortadillo, la más sevillana de sus obras, El celoso extremeño o El coloquio de los perros, es entrar a un mundo donde la picaresca y la malicia tienen mil caras distintas, pero es también una ventana en la que mirar a la sociedad. Desde viejos hidalgos adinerados que se casan con jóvenes doncellas, señoritos ociosos y holgazanes, corruptos funcionarios y hasta viejas alcahuetas en las esquinas de algún convento, de todo pasa por la trama cervantina y siempre viene a la mano un roce en algún ambiente de perdición. Sevilla era en aquellos momentos un centro cultural activo que contaba con un gran número de imprentas y con varios corrales de comedias repartidos por la ciudad. No sabemos si Cervantes frecuentó alguna de las tertulias del ambiente literario. Que Cervantes escribió durante su época en Sevilla es casi seguro. Sevilla fue para él un estímulo, una fuente inagotable de experiencias que después pasaron al plano de la ?cción. Quizá aquí no gozaba de la tranquilidad y el sosiego que necesitaba, o fuera la constante penuria económica la que no le permitió poder dedicarle mayor tiempo a eso. Pero fue después de dejar Sevilla para siempre cuando Cervantes escribió la mayoría de su obra.
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Antecedentes literarios Lope de Vega Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635) nació en Madrid pero fue Sevilla la ciudad que más elogió en sus escritos. Estuvo viviendo en la capital andaluza entre 1600 y 1604, y le causó una honda impresión. Sevilla era una gran ciudad, como constata Lope en Amar, servir y esperar: Aún es mayor que la fama la rica y noble Sevilla. En otro lugar de la misma obra se pregunta retóricamente: ¿es Sevilla alguna pequeña aldea? Para Lope de Vega, Sevilla es un referente de perfección y así lo cita en algunas de sus obras como en La niña de Plata: que habréis oído en Castilla, porque tanta perfección es monstruo y admiración y grandeza de Sevilla. Cuando tratan de su río, de su alcázar eminente, de sus calles, de su puente, de sus armas, de su brío Desde la toma de la ciudad en 1248, se asienta una nobleza importante, terrateniente, que perdura hasta nuestros días. Tomad, señor, esta silla, porque en mi linaje quede por armas, que envidiar puede la nobleza de Sevilla. Años antes de Lope de Vega, Andrea Navagero nos dice que Sevilla no tenía una gran población: Sevilla está situada en una llanura a la margen izquierda del Betis, que ahora llaman Guadalquivir, y tendrá de circuito de cuatro a cinco millas; se parece más que ninguna otra de las de España, a las ciudades de Italia; sus calles son anchas y hermosas, pero las casas en general no son muy buenas; hay, sin embargo algunos palacios que no los he visto mejores ni más bellos en toda España, dentro de sus muros muchos jardines y solares, porque es corto su vecindario. Navagero no había tenido en cuenta lo diezmado de su población por las pestes y las inundaciones. Sevilla era, y sigue siendo, una ciudad de grandes contrastes. Se encontraba la más alta nobleza y los más ricos comerciantes con los desheredados que buscaban la última oportunidad en las Indias, los tahúres, los que huían... como escribió Lope en El arenal de Sevilla: Vínose huyendo a Sevilla dejándome mil trabajos entre deudos de un herido y padres de un agraviado. Para Lope de Vega, igual que para Cervantes, Sevilla fue un lugar de salida y el centro del mundo donde vivir lejos de la corte. Existen bastantes referencias sobre esta idea en su obra, por ejemplo, en El premio del bien hablar: Sabed que vine a Sevilla huyendo (mirad qué alarde de fortuna), porque a un hombre castigué la lengua infame. Entre todos los enclaves, monumentos y lugares con encanto por los que nos llevará esta ruta, destacamos el Real Alcázar, Archivo de Indias, Catedral, la Giralda, las Gradas de la Catedral, el Arenal de Sevilla, la Plaza de Toros de la Maestranza, la Torre del Oro, el río Guadalquivir, la calle Betis y el barrio de Triana.
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Bécquer Los viejos edificios de Sevilla y el centro de la ciudad cualquier noche, son el escenario perfecto para leer y sentir los textos de Bécquer. Gustavo Adolfo Bécquer (1836- 1870) se impregna de Sevilla hasta que se le queda pequeña y va a Madrid a buscar la gloria que sabe que le corresponde, pero allí también se la niegan mientras está vivo. Iniciamos este recorrido en un lugar que significa el inicio de los problemas de su vida, porque su padre ha fallecido, su familia ha venido a menos, y entra en una institución para huérfanos de noble cuna. Por un lado se ven las blancas azoteas de Sevilla, los campanarios de sus iglesias, los moriscos miradores, la verdura de los jardines que rebosa por encima de las tapias, los torreones árabes y romanos de los muros. La catedral, en fin, con sus agujas airosas, sus arbotantes fortísimos, sus pretiles calados y la Giralda por remate, que parece un navío de piedra al anclar sobre los rojizos tejados de la ciudad. Toda mi Andalucía, con sus días de oro y sus noches luminosas y trasparentes, se levantó como una visión de fuego del fondo de mi alma. Sevilla, con su Giralda de encajes que copia temblando el Guadalquivir y sus calles morunas, tortuosas y estrechas, en las que aún se cree escuchar el extraño crujido de los pasos del rey justiciero; Sevilla con sus rejas y sus cantares, sus cancelas y sus rondadores, sus retablos y sus cuentos, sus pendencias y sus músicas, sus noches tranquilas y sus siestas de fuego, sus alboradas color de rosa y sus crepúsculos azules; Sevilla, con todas las tradiciones que veinte centurias han amontonado sobre su frente, con toda la pompa y la gala de su naturaleza meridional, con toda la poesía que la imaginación presta a un recuerdo querido, apareció como por encanto a mis ojos, y penetré en su recinto, y crucé sus calles y respiré su atmósfera, y oí los cantos que entonan a media voz las muchachas que cosen detrás de las celosías, medio ocultas entre las hojas de las campanillas azules; y aspiré con voluptuosidad la fragancia de las madreselvas, que corren por un hilo de balcón a balcón, formando toldos de flores; y torné, en fin, con mi espíritu a vivir en la ciudad donde he nacido, y de la que tan viva guardaré siempre la memoria. Este recorrido que propone la ruta por la Sevilla de Bécquer partirá del Palacio de San Telmo y visitará puntos como el Alcázar de Sevilla, la Catedral, la Plaza Nueva, el Museo de Bellas Artes, la Iglesia de la Anunciación, el Convento de Santa Inés, la calle Conde de Barajas, la Iglesia de san Lorenzo Mártir, la Alameda de Hércules, la puerta de la Macarena y la orilla del Guadalquivir. Se propondrán otros sitios alternativos de influencia en la vida y obra del autor, como el barrio de Santa Cruz. La orilla del río ha sido siempre en Sevilla el lugar predilecto de mis excursiones. Para Bécquer pasear por sus callejas estrechas, perderse por sus rincones, era una fuente de inspiración como lo es para cualquiera. Hoy se pueden comprar recuerdos y comer pescadito, pero si quien visita el barrio es un viajero y no un turista, descubrirá lugares donde se han emparedado personas, donde se han colgado cabezas de hijas muertas, donde se ha asesinado... En Sevilla lo inverosímil es real, por lo que imaginar cuesta menos. Aunque el barrio no ha cambiado mucho desde la expulsión de los judíos en 1492, hay que tener en cuenta que era mucho más grande que lo que conocemos como Santa Cruz, que es nombre impuesto para purificar las calles en las que vivían los infieles. En la ciudad, antes de la matanza de 1391, había 4 sinagogas. Una de ellas, que ahora es la iglesia de Santa María la Blanca, merece una visita.
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Antecedentes literarios Antonio Machado De entre las sagas de escritores y poetas que nos ha entregado la historia reciente de nuestro país, tiene un lugar privilegiado el apellido Machado. Manuel y Antonio Machado son ejemplos sobresalientes de un linaje ilustre. El mayor, Manuel, afamado galán, extrovertido y dandi a la sevillana; el otro, Antonio, silencioso y de “torpe aliño indumentario” y pensamiento grave. Manuel y Antonio Machado (Sevilla, 29 de agosto de 1874 – Madrid, 19 de enero de 1947 y Sevilla, 26 de julio de 1875 - Collioure, Francia, 22 de febrero de 1939, respectivamente) nacieron en una familia ilustrada y progresista, renacentista en el viejo sentido. Un raro encuentro entre laicismo y religiosidad, un hogar de fundamentalistas liberales comprometidos con la sociedad y la dignidad humana. Dentro del seno familiar habrá dos figuras esenciales que marcarán el devenir de nuestros poetas. Su padre, Antonio Machado Álvarez, Demófilo, conocido sobre todo por ser el primer investigador del mundo del flamenco, cuya importante labor de recolección de coplas populares pasa por ser uno de los pilares básicos en el estudio actual de esta disciplina. Y el padre de Demófilo, abuelo de los poetas, Antonio Machado Núñez, catedrático de zoología en varias ciudades españolas, entre ellas la Universidad Central de Madrid. Una persona cuya biografía se desarrolla paralela al nacionalismo liberal, un hombre que tras la Gloriosa llegará a ser gobernador civil y alcalde de Sevilla. La fuerte personalidad de ambos incidirá en el talante de sus descendientes y marcará de forma muy directa sus caminos y en cuyo contexto cabe analizar la decisión de la familia de abandonar Sevilla en favor de Madrid para que los niños pudieran estudiar en la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos. Fue Manuel, poeta más precoz, el principal alentador de su hermano, siempre más tímido. Para él, Antonio no sólo era el mejor poeta de España sino “tal vez de Europa”. Para el autor de Campos de Castilla, su hermano mayor era una estrella a la que seguir. Juntos vivirían la vida bohemia de París y la aparición de sus respectivas óperas primas: Alma y Soledades. A partir de aquí su vida les deparaba diferentes caminos que los hermanos siempre procuraron hacer coincidir. Quizá la guerra fue la distancia física, nunca afectiva, más grande que los separó. Con el advenimiento de la Guerra Civil y el franquismo, Manuel redirige su rumbo entregando una poesía patriótica y religiosa que nada tenía que ver con su obra anterior, quedando encerrado entre los muros de la nueva España. En 1938 ingresa en la Real Academia Española, la franquista, mientras que Antonio, fiel a la causa democrática, nunca pudo tomar posesión del sillón que también se le había concedido pero en la otra Real Academia, la republicana. Ambos escriben poemas desde su trinchera: Manuel, dedica versos a Franco y, Antonio hace lo propio ofreciendo versos a Líster o los “intelectuales de la Rusia soviética”. A pesar de todo, más allá de posicionamientos políticos de uno u otro signo, el afecto y la unión entre ellos se mantuvo hasta el final. Antonio evocaba la imagen de su hermano en un poema escrito en plena guerra, cuando todo parecía separarlos: Otra vez el ayer. Tras las persianas, música y sol; en el jardín cercano, la fruta de oro; al levantar la mano, el puro azul dormido en la fontana. Mi Sevilla infantil ¡tan sevillana! ¡cuál muerde el tiempo tu memoria en vano! ¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano. No sabemos de quién va a ser mañana.
Antonio acabará huyendo a Francia ( Collioure) condenado al exilio . En el pueblecito mediterráneo les sorprenderá la muerte a él y a su madre en 1939. Manuel se entera del fallecimiento de su hermano mientras permanecía en Burgos donde le había sorprendido el Alzamiento Nacional. Inmediatamente pide permiso para desplazarse hasta Collioure y parte con su mujer, donde además de la tumba de su hermano encuentra la de su madre, fallecida tres días después que Antonio. En el viejo gabán del poeta muerto todavía encontrarán un último verso que recuerda a Sevilla: “estos días azules y este sol de la infancia” En ambos poetas se reflejará su fidelidad a Andalucía. La relación con Sevilla en particular es un ejemplo de la diferencia entre ambos espíritus. Los dos amaban su ciudad natal e incluso se congratulaban de ello, libres de prejuicios regionalistas, pero de un modo diferente. La ciudad les rindió un homenaje al que finalmente acudió sólo Manuel. Antonio se refirió a tales honores en una carta a Pilar de Valderrama: Ahora quieren a todo trance que vayamos a Sevilla para hacernos un homenaje; y yo tengo un gran empeño en no ir. Nada me disgusta tanto como aparecer sobre un pedestal cualquiera. No es modestia, como muchos creen, es más bien orgullo; es, sobre todo, que no puedo soportar la vanidad humana, la tontería ambiente. Sueño, te lo juro, con el olvido de todos –menos de mi diosa– quisiera que nadie se acordara de mí.
Para Antonio, Sevilla, siempre será además de su ciudad natal, el escenario de su infancia perdida, un amor eterno, la luz tantas veces evocada.
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Luis Cernuda Con Bécquer y Antonio Machado, Luis Cernuda (1902-1963) es uno de los mayores poetas de Sevilla, ciudad que no ha estado nunca ayuna de ellos y que en lo lírico alcanza la condición de metrópoli. Cernuda siempre mantuvo con su lugar de nacimiento una típica relación de amor/odio, y en verso o prosa (el magnífico Ocnos) ha dejado algunos de los más hermosos retratos poéticos de su ciudad. Allá donde fuera, a la par que le lanzaba sus venablos, pedía noticias del escenario de su infancia y juventud, tanto es así que siendo lector de español en Toulouse, tras vejar a su ciudad natal en una carta, pidió al amigo a quien se dirigía fotos del Alcázar y de algún otro rincón sevillano. Ir de nuevo al jardín cerrado, Que tras los arcos de la tapia, Entre magnolios, limoneros Guarda el encanto de las aguas. Oír de nuevo en el silencio Vivo de trinos y de hojas, El susurro tibio del aire Donde las almas viejas flotan. Ver otra vez el cielo hondo A lo lejos, la torre esbelta Tal flor de luz sobre las palmas: Las cosas todas siempre bellas. Sentir otra vez, como entonces, La espina aguda del deseo, Mientras la juventud pasado Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.
Si Lorca tuvo su Alhambra y su Generalife, Cernuda dispuso del Alcázar hispalense, que late en su poema “Jardín antiguo”. Luis Cernuda, que llevó a Ocnos la pasión por estos jardines, nunca olvidó cómo otra noche conoció en ellos al gran poeta que admiraba (entonces no sonarían para él más notas que el latido de su corazón acelerado y las palabras, voz de contrabajo y flautas, dice él, de Juan Ramón Jiménez). Fue una noche de septiembre de 1925, y, unánime con ella, iba el futuro Nobel todo vestido de negro. Salinas ya había mostrado algunos versos de Cernuda a Juan Ramón Jiménez. Éste se dirigía a Moguer, donde iba a visitar a su madre, y Salinas le pidió a Cernuda, su antiguo alumno, que consiguiera de un compañero suyo de universidad, hijo del alcaide del Alcázar, que les abrieran los jardines, habitualmente cerrados a esas horas. En el esplendor del mediodía estival iba el barco hacia San Juan, río abajo. Cantaban la cigarras desde las márgenes, entre las ramas de álamos y castaños, y el agua, de un turbio color rosáceo de arcilla, se cerraba perezosa sobre la estela irisada. En la pesadez ardiente del aire, era grato sentir el leve vaivén con que el agua mecía la embarcación, llevándonos con ella, sin un deseo el cuerpo, sin un cuidado el alma.
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17-05-1902
Después de este gran boom en todo el mundo durante los “años locos”, todo esto terminaría explotando en 1929 con el Crac de la bolsa de Estados Unidos, lo que se tradujo en varios años de una fuerte crisis económica mundial. Dos años más tarde, España comenzó un nuevo periodo: Alfonso XIII se exilia y se proclama la Segunda República. Sin embargo, solo vivieron cinco años de paz, ya que en 1936 empieza la Guerra Civil entre el bando republicano y el sublevado, que se daría por terminada el 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciéndose una dictadura que duraría hasta 1975.
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Crisis económica 1929
28-01-30 Dictadura Primo de Rivera 11-11-18 1918 Primera Guerra Mundial 28-06-14
Monarquía Alfonso XIII
1920
13-09-23
Vanguardias
Sin embargo, no todo fueron malas noticias, en 1927 aparece la generación de escritores más importante de nuestro país, la Generación del 27, que surgió a raíz del homenaje que se dio al poeta Luis de Góngora en el Ateneo de Sevilla.
1927 Generación del 27
Guerra Civil
17-07-36
01-04-39
Dictadura Franco Segunda República
Ultraismo
Mientras, en España, la situación política empeoraba, ya que en 1923, el General Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado y con el visto bueno del rey, el apoyo de buena parte de la patronal, la Iglesia Católica, el ejército,…; Primo de Rivera encabezó un Directorio Militar que concentró en él todos los poderes del Estado.
14-04-31 14-04-31
Para conocer bien las vanguardias, debemos estudiar antes el contexto en el que se producen. En estos años, Alfonso XIII era el monarca de España (1902 – 1931). Y es en 1918 cuando aparece una de las vanguardias más importantes de España, ya que fue aquí donde nació, el Ultraísmo. Surge justo al terminar la Primera Guerra Mundial (1914 – 19189), es decir, en un periodo de posguerra, siempre complicado. Sin embargo, los años 20 fueron una época de desarrollo y prosperidad económica, conocida como los “años locos”. Es entonces cuando empiezan a aparecer todas la vanguardias: Impresionismo, Expresionismo, Fauvismo, Cubismo, Cubismo, Futurismo, Dadaísmo, Surrealismo,…
01-04-39 01-04-39
20-11-75
Contexto Histórico
Vanguardias Para conocer qué fueron las Vanguardias, debemos saber primero que “vanguardismo” es un término proveniente de Francia “avant-garde” y en términos militares significa “primera línea” avanzada en exploración y combate. Más tarde se empleó para nombrar a lo que hoy en día conocemos como aquellos movimientos artísticos de inicios del siglo XX que de alguna manera también buscaban explorar, investigar e innovar en el campo del arte. Europa fue la cuna de todos estos movimientos y buena parte de ellos surgieron en Francia, lugar de origen de otras tendencias renovadoras. Poco tiempo tardaron en extenderse por el resto del mundo, sobretodo por América, donde tuvieron que hacerle frente al modernismo. El término “vanguardia” llega a España de la mano de Guillermo de Torre, en 1925, o al menos así lo expone el libro Las vanguardias artísticas en España. 1909-1935: “En 1925, Guillermo de Torre consagraba para España la palabra vanguardia. […], cobraba vida el movimiento ultraísta. Con él, de Torre intentaba dar entrada a España, guiándola con su propia mano, en el concierto europeo de la cultura avanzada”. Aquí, el autor, deja ver la gran importancia sociocultural que tenían las vanguardias en la época, llamándolas incluso “cultura avanzada”, ya que en la época este era el pensamiento más válido y moderno. Aunque el vanguardismo como única tendencia porque lo conformaban numerosas tendencias, el vanguardismo fue uno de los momentos en que los artistas europeos estaban más unidos con el fin de formar una nueva cultura, y de este modo, una nueva sociedad. A través del vanguardismo vemos cómo todas las artes buscan su renovación. Esta renovación la consiguen innovando en nuevos métodos, nuevas tendencias, aunque el objetivo claro y persistente es el de romper con cualquier sistema anterior hasta entonces tan aceptado e incuestionado por las artes plásticas. Las características comunes del vanguardismo son el carácter provocador y de ruptura con la tradición estética anterior y el afán por nuevas formas de expresión artística, así como el anhelo la libertad de expresión. Sin embargo, esta liberación no sólo se dio en el arte, sino que se extendió y se generalizó, cambiando la forma de pensar de la sociedad, despertando un sentimiento de progreso, que pudo llevarse a cabo gracias a los grandes avances científicos y tecnológicos de la época.
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Ultraismo en Sevilla El Ultraísmo es un movimiento exclusivamente literario nacido en España en 1918 con la declarada intención de enfrentarse al modernismo imperante en este momento y que había dominado la poesía en lengua española desde fines del siglo XIX. En el número 18 de la Calle Viriato podemos ver este azulejo donde se conmemora el ochenta aniversario de la creación de este movimiento en Sevilla señalando el lugar donde ilustres poetas (Adriano del Valle, Guillermo de Torre, Pedro Garfias, Xavier Bóveda, Cansinos-Assens, entre otros) redactaban sus colaboraciones con la Revista Grecia que, como dice el azulejo, era bandera en España de esta nueva corriente poética. Grecia, la revista de literatura con este nombre comienza a publicarse quincenalmente en Sevilla a partir de 1918 bajo la dirección de Isaac del Vando Villar, un poeta de Albaida del Aljarafe que ayudó a poner las bases del Ultraísmo literario. Su primer número ve la luz el día 12 de octubre de 1918. Se publicaba cada dos semanas. Desde el número catorce, la publicación sería decenal. En ella publicaron escritores de fama universal como Federico García Lorca, Jorge Luís Borges, Ramón Gómez de la Serna o Vicente Aleixandre. En 1920 se traslada la redacción a Madrid aunque el propio Del Vando tuvo que cerrarla después de sus 50 números.
El Manifiesto Ultraista: Se publica por primera vez en la revista Grecia (25 de enero de 1919), y después de la mano de Rafael Cansinos en su artículo Liminar:1 2 3 «rompiendo el retraimiento de los cenáculos, ha dirigido a la prensa el siguiente manifiesto, que han reproducido casi todos los periódicos». Sin embargo, a pesar de las palabras de Cansinos-Assens, no se conoce ninguna publicación del manifiesto en la prensa anterior a enero de 1919.
Los que suscriben, jóvenes que comienzan a realizar su obra, y que por eso creen tener un valor pleno, de afirmación futura, de acuerdo con la orientación señalada por Cansinos Assens en la interviú que en diciembre último con él tuvo X. Bóveda en El Parlamentario, necesitan declarar su voluntad de un arte nuevo que supla la última evolución literaria: el novecentismo. Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, se sienten con anhelos de rebasar la meta alcanzada por estos primogénitos, y proclaman la necesidad de un ultraísmo, para el que invocan la colaboración de toda la juventud literaria española. Para esta obra de renovación literaria reclaman, además, la atención de la prensa y de las revistas de arte. Nuestra literatura debe renovarse; debe lograr su ultra como hoy pretenden lograrlo nuestro pensamiento científico y político. Nuestro lema será ultra y en nuestro credo cabrán todas las tendencias, sin distinción, con tal que expresen un anhelo nuevo. Más tarde estas tendencias lograrán su núcleo y se definirán. Por el momento, creemos suficiente lanzar este grito de renovación y anunciar la publicación de una revista, que llevará este título de Ultra, y en la que sólo lo nuevo hallará acogida. Jóvenes, rompamos por una vez nuestro retraimiento y afirmemos nuestra voluntad de superar a los precursores. Los firmantes del manifiesto fueron: Xavier Bóveda, César A. Comet, Guillermo de Torre, Fernando Iglesias, Edgar Eduardo, Pedro Iglesias Caballero, Pedro Garfias, J. Rivas Panedas, J. de Aroca.
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Bibliografía
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