generaci贸n
Conocemos la historia Ella regresa y descubre que su rastro ha sido devorado por las aves. Los a帽os; la maleza.
De Necromancia, Rae Armantrout.
#�1 2015 Frida Dirigida por Carmen G. de la Cueva Diseùada por Martin de Arriba | @martindearriba
número
�, septiembre ���� —
Queridas Fridas, Os doy la bienvenida al primer número de Frida, una revista digital de La tribu de Frida que aspira a ampliar los contenidos de la web. Os escribo esta carta unos días antes de que la publicación esté lista y con nervios e ilusión sabiendo que me embarco en otra hermosa aventura con mucha gente brillante. Desde aquí doy las gracias a todas esas personas que han contribuido con sus textos, ideas y creaciones a hacer de Frida una soleada isla en la que quedarse a vivir. Y también te doy las gracias a ti, lector, lectora, ya eres parte de la tribu. Muchas son las iniciativas que han ido naciendo en los últimos tiempos para situar a las escritoras y creadoras en el lugar que les corresponde, pues sigue siendo necesario reconocer la importancia de las aportaciones que las mujeres han venido haciendo desde hace siglos. Parece que muchos todavía no se han enterado: reivindicar el trabajo de las mujeres no implica desplazar el trabajo del hombre. Aquí hay sitio para todos.
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La situación no ha cambiado tanto: las escritoras ganan premios (pocos), tienen un público, eminentemente femenino, y también un mercado, pero sigue siendo difícil encontrarlas en esas antologías y compilaciones interpretativas que son las que ayudan a configurar el canon. Detrás de toda antología hay una persona que con cierto empecinamiento y fascinación ha querido ›› reunir a unos cuantos escritores por considerarlos dentro de una misma generación, movimiento o lengua. Hay varias antologías publicadas entre los años 90 y principios de los 2000 que no se conformaron con reunir a unas cuantas poetas de la misma generación sino que quisieron exponer a las poetas en torno a su condición de mujeres. Una de ellas fue Conversaciones y poemas. La nueva poesía femenina española en castellano de Sharon Keefe Ugalde, una de las mayores conocedoras de la poesía femenina española del siglo XX. Junto a los poemas, en esta antología se reúnen también conversaciones con las poetas antologadas. En los años ochenta hubo un boom de la poesía escrita por mujeres. Las poetas eran conscientes de la represión a la que habían estado sometidas y deseaban canalizar a través de la escritura la «fuerza de lo prohibido» que llevaban dentro. Esta antología fechada en 1991 viene a confirmar, según Andrea Luca, una de las poetas incluidas, que «la mujer está dejando de ser satélite de lo impuesto para convertirse en epicentro de su propia realidad, de su forma de ver el mundo. Su revolución es la búsqueda de su propia entidad sin los falsos pudores con que llevamos arrastrando siglos de frustración y de no ser». Las entrevistas se llevaron a cabo en el año 1988 y es curioso ver cómo algunos de los temas que Keefe Ugalde plantea a estas poetas (¿existe la escritura femenina? ¿se consideraban feministas?
¿estaban creando una poesía femenina española?) seguimos planteándonoslos hoy en día. Para aquellos que son de la hermandad del editor Chus Visor y que piensan que las mujeres no han escrito buena poesía en el siglo XX les convendría revisar algunas de las mejores antologías que se han hecho, como esta de Sharon Keefe Ugalde o En voz alta. Las poetas de las generaciones de los 50 y los 70 (Hiperión, 2007) también de la norteamericana; Las diosas blancas: antología de la joven poesía española escrita por mujeres (Hiperión, 1985), Ellas tienen la palabra. Dos décadas de poesía española (Hiperión, 1997) de Noni Benegas y Jesús Munárriz o Mujer que soy. La voz femenina en la poesía social y testimonial de los años cincuenta (Bartleby, 2006) de Angelina Gattell. Una tarea importante que está llevando a cabo Elena Medel con el propósito de rescatar a poetas del siglo XX es el blog Cien de cien como respuesta, precisamente, a la afirmación de Chus Visor. Quizá visitando el pasado podamos encontrar respuestas. Supongo que dentro de cada una de nosotras hay una detective, alguien que busca, desesperadamente, una vida ajena en la que perderse para sobrevivir a la propia. Frida emprende su camino con el deseo de crear un espacio más para reivindicar la creación de las mujeres y abriros ventanas por las que escapar a la rutina de los días.
Love,
Carmen
Llevo acostada largo tiempo en la orilla. Mis pechos son colinas cubiertas de hoja seca. Levanto la cabeza y me contemplo: en mis muslos el vello a punto de ser vello, me incorporo: la hierba a punto de ser hierba, doy un paso y despierto al agua a punto de ser agua, se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto de ser negra‌ Un resplandor me ciega: el bosque me contempla, a punto de ser bosque, a punto de ser tuya.
De Hainuwele Chantal Maillard
�� Editorial
�� Leer para contarla Jenn Díaz
�� La diferencia está en la dosis Basura Especial
�� Las paredes contiguas Teresa Soto
�� La caja de Pandora Laia López Manrique
�� Primera edición, segunda lectura Azahara Alonso
�� Diario de una propagandista Alba González Sanz
�� Ellas disparan Ajo Fernández
�� El cómic hecho carne Ángelo Néstore
�� Estos libros te salvarán la vida Ana Llurba
�� Hable con ella Carmen G. de la Cueva
�� El cuestionario de Carla Carla Marín Bosch
Basura Especial | Piedad Martinez del Ă guila
la caja de
Pandora
El habla y el silencio Laia López Manrique
Este verano, por motivos que no viene al caso mencionar aquí, he practicado, abierta e indisimuladamente, el silencio. He leído en silencio, he pensado en silencio, he paseado, he proyectado acciones erráticas, he comido y he bebido, sola y acompañada, sin mediar palabra, mecida por la mera inercia del acto, con la mirada hundida en el fondo de los objetos que, reflectantes y aleatorios, parecían devolverme un único pensamiento: “No importa”. “No importa” es una frase que procede de la desolación y no de la indiferencia. O del extraño lugar fronterizo que media entre la una y la otra, como un tránsito larvado en el proceso de la metamorfosis. Curiosamente, la frase, que podría parecer azarosa, tiene también una doble referencia literaria. Aparece en el capítulo final de la novela La piel del zorro, de Herta Müller, y da título a un libro de relatos de Agota Kristof. Müller y Kristof han sido dos de las grandes cronistas de los efectos del silencio bajo las condiciones de las dictaduras y el exilio. Cada una a su modo, desde
la extranjerización del habla, desde una atención poco común, a veces microscópica, a los procesos más insignificantes, han construido un lenguaje que actúa como carcoma y residuo paradójico, extremo. “No importa” es la afirmación que constituye el punto de llegada de quien existe, ante todo, como un superviviente. En el relato de Kristof hay una conversación entre seres anónimos, casi desprendidos de la individuación (son “alguien” o “nadie”). En el transcurso de un viaje en tren, dos se dicen cosas átonas: “-¿Quiere hablar conmigo? -Pensaba que usted quería rezar. -Ya está.” El habla es casi un trámite imperativo, un vínculo que piden la comunidad y la costumbre, pero el discurso se crea fuera de las emociones, en la esterilidad y el cansancio. Marguerite Duras describe, en el libro La Vie matérielle, cómo los rituales de la palabra compartida sostienen la conservación y la transformación de la memoria. En concreto, se refiere a unas señoras burguesas que pasaban los veranos en el hotel de las Roches Noires y cada tarde se reunían para contar
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las historias de sus vidas mundanas, de los bailes, de los muertos en la guerra. Las señoras hablaban durante horas, vertebrando y rehaciendo el pasado. Duras, que parecía admirar esa especie de tejido de locuacidad proustiana, escribía en sus novelas, sin embargo, diálogos rotos y ensimismados entre hablantes que parecían no llegar jamás a un acuerdo. Ella misma consideraba que escribir no consiste en explicar historias con orden y detalle, sino en algo así como en contar, a la vez, una historia y la ausencia de la misma. Esto lleva a ver en cada libro escrito, en cada relato leído, un agujero de bala por el que se cuela el aire. La misma inanidad de la ficción, la fragilidad de ese asidero que, sin embargo, no pocas veces nos ha rescatado.
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La palabra hablada es superficie, construye figuras volátiles en el vacío. La he usado muchas veces, en las noches, con sarcasmo, con apego y sin él, pero me ocurre que su imprecisión y su pregnancia, a veces, me dan miedo. El habla nunca termina: se desborda. El compromiso del parlante con la oralidad resulta, en ocasiones, como en el cuento de Kristof, casi forzado. La palabra escrita pretende fijar un desajuste, reflexionarlo, multiplicar una falta. No hay nada sino fantasmas en la literatura: fantasmas que insisten y permanecen. Hay buenas novelas que confrontan el habla desfondada y el silencio. De entre ellas, quizás mi preferida sea El bosque de la noche de Djuna Barnes. La he leído muchas veces, también por trozos, casi como en un ejercicio de disección lectora. En uno de los capítulos, Nora Flood,el personaje principal, va a visitar al doctor Matthew O’Connor, y lo encuentra vestido de mujer, tendido en la cama con una peluca de tirabuzones. Ella le pide que le hable de la noche; en realidad desea despejar la incógnita de su desesperación, causada por el
abandono de Robin, su amante. El doctor habla torrencialmente, cita espacios, historias propias y ajenas, lo tamiza todo de una ornamentación tan estrafalaria y barroca como su propio disfraz, mientras Nora solo escucha y hace breves incisos en forma de preguntas. Pero tal vez suceda que esas preguntas no tengan una verdadera respuesta, y que los hablantes estén tan solo condenados a poner en común su convulsión y su angustia. Hacia el final de mis vacaciones hice un viaje en barco. Fue un viaje corto, de apenas unas horas; pasé la mayor parte del tiempo leyendo en la cafetería. Nunca había viajado en un barco. No tenía camarote, asiento fijo ni consigna, llevaba la maleta prácticamente adosada a la pierna. Al mediodía, en el bar, se juntaron decenas de camioneros que transportaban cargas a la península. Todos hablaban, en la cola del comedor, en voz muy alta. Se sentaban juntos, en grupos de tres o cuatro; su conversación era ruidosa, pero no me molestaba. Había pasado tanto tiempo en silencio que escuchar a los otros me parecía casi un regalo. Gente cuyas experiencias estaban tan alejadas de las mías y eran, seguramente, incomparables. Todos hablaban; en cambio, a mí, pedir un bocadillo me resultaba difícil. Lo percibí en la garganta: las palabras, atadas, no salían. Me pregunté si me pasaba algo: no, no me pasaba nada. Justo en esa nada, el hábito de callar, de detenerse. Sabía que al volver a Barcelona tendría que reparar algunos daños, dar un giro. Pedí la comida, al fin, con la voz adelgazada de los gritos que no podemos emitir en las pesadillas. Después me senté en la cubierta, a mirar el mar impasible.
[Los aperos inservibles para la labranza escondĂan su vergĂźenza bajo diez capas de purpurina.]
Los hĂĄbitos del astillero, Luisa Castro.
diario de una propagandista La bruja que hay en ti I Alba González Sanz
En la urgencia, se diluye el pensamiento complejo. Lo inmediato nos asalta y es preciso, además, dar solución a lo que impone empleando sólo un sentido ligero de la palabra «radical»: el más común, el que nos hace pensar en corte, tajo; en lo definitorio. Pero radical es raíz y, en la urgencia, ya digo, se diluye el pensamiento complejo.
que no son pares pero toleran cierto acceso? ¿Puede una ser cuello de botella, límite, para las demás y no saberlo? ¿Puede una saberlo y no importarle?
Pero, ¿ser mujer y participar de los procesos políticos lleva implícito, esencialmente, la comprensión de ese otro modo? ¿Ser mujer y reivindicar ciertas ideas más o menos vagas sobre lo femenino, el feminismo, los cuidados, garantiza aplicar lo que se pregona a las compañeras? ¿Puede más el uso y la costumbre del poder y la alianza ya establecida? ¿Puede más ser la única entre aquellos
En el batiburrillo de dudas dolorosas que actitudes, palabras y formas de funcionar de la política real me han generado, me agarro a un libro central para intentar responder esas preguntas que se atraviesan. Silvia Federici cuenta, en Calibán y la bruja, varias cosas importantes. La fundamental es su interpretación del proceso de acumulación primitiva que tiene lugar en la Edad Media y que
La defensa de un discurso de forma militante hace, también, que no nos guste dar argumentos a ese difuso enemigo que puede poner por tierra todo un proceso. Pero si algo ha caracterizado al Hay una pregunta que me asalta, en la lectura, el pensamiento y al activismo feminista desde su análisis y el trato humano, a la que me cuesta dar nacimiento es la permanente confrontación de respuesta y me pesa como la mayor contradicción. ideas con el fin de avanzar, enmendar, ampliar el Creo que otra manera de hacer política es posible, y saber común y trasladar éste a la práctica real, a la que esto se logrará desterrando de nuestros gestos vida. En un tiempo de twits desafortunados, fotos a y miradas la estructura patriarcal que rige ese reino contrapelo, titulares maniqueos... ¿quién se atreve del poder dejando fuera palabras importantes, a poner sobre la mesa que somos, a veces, nuestra cuidados necesarios. peor enemiga?
sienta las >> bases del capitalismo moderno. Eso lo contó Marx, lo han seguido contando otros muchos teóricos desde el marxismo. No se pasa de una sociedad feudal a una economía fabril o mercantil sin que durante mucho tiempo se fuercen las condiciones que garanticen que un grupo controle recursos y establezca violencias para mantenerlos. Lo que brilla de su análisis es que ese giro intelectual tiene que ver con situar la caza de brujas, el genocidio de mujeres en toda Europa durante, sobre todo, los siglos XVI y XVII, en el contexto de la desaparición de los derechos del campesinado sobre la tierra en todo el continente (desaparición supuestamente «superada» a mejor con la aparición del trabajo asalariado). Federici conecta los procesos económicos relacionados con la tierra con la eliminación de todas aquellas personas que implicaban conexión con esas formas comunales de gestión de la vida, en las que las mujeres como comadronas, sabias en el uso de remedios tradicionales, y como potenciales madres, tenían un papel fundamental. Bajo el «divide y vencerás» lee la pensadora italiana el nacimiento del capitalismo: desposesión de la
tierra, trabajo mercenario, la aniquilación de las formas de gestión comunitaria y, especialmente, el control de la población como fuerza de trabajo por la vía del control de las mujeres en cuanto úteros que abastecen la necesaria mano de obra. Ellas se resistieron, ellas sabían cómo cuidar su sexualidad. Y las quemaron. Infanticidio y aborto son dos acusaciones recurrentes en los juicios; promocionar la prostitución y dejar de castigar con dureza las violaciones -incluso colectivas- también ayudaron. Esa Edad Media, primer Renacimiento, nos quedan lejos pero hagamos el esfuerzo de situarnos allí. El divide y vencerás disolvió una estructura social para implantar otra en la cual la mitad de la población era sospechosa del miedo, de lo diabólico, de la muerte caprichosa. El aparato religioso y el aparato médico se ocuparon de entretejer los argumentos que nos distancian, en el conjunto de la especie, en dos géneros cuya mecánica no es por azar irreconciliable. Pero no sólo eso. Eliminar la comunidad es eliminar también la comunidad entre mujeres. El temido aquelarre es su mejor imagen: mujeres solas que se
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reúnen para quién sabe qué, para cuánto miedo. Si no hay comunidad entre mujeres, se explica mejor lo fácil que resulta, a veces, olvidarse >> de esas hermanas para funcionar como excepción premiada, reconocida, por el grupo de varones. Si te comportas como ellos, entonces no es peligro lo que esconde tu sexo misterioso. Pero si te comportas como ellos, es inevitable pensar que en ti también murió una bruja, sufrió tortura, te partió el anclaje entre subjetividad, espacio y vida.
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Recojo hilos, vuelvo al presente. Siglos de dominación bien dirigida conducen a comportamientos más o menos inconscientes. Desactivarlos no se hace a fuerza de abrazar sin pensamiento las consignas del tiempo contemporáneo. Esto vale, sin duda, frontalmente, para los compañeros del metal. Pero también para nosotras, también para saber por qué los automatismos a veces nos hacen portar un traje forzado (forzado también, sin duda, en los varones, pero ya tan propio) que se festonea y El decir tradicional que nos presenta como zorras, se distingue por pasar aplastando sobre cada arpías, malas putas, peores entre nosotras de lo compañera. Pensemos. Cuidemos lo que queda de que los hombres son con nosotras nace ahí. No cada bruja en este aquí. es sólo un dicho, una frase hecha. Describe con exactitud el calado del discurso de los amos en nuestros propios cuerpos. Competir por ser la princesa de cada cuento, sea el del amor romántico o el de llegar a ser alcaldesa de tu ciudad. Y ahí, en esa raíz auténtica que nos crece por dentro como el fuego que acabó con cada bruja, hay un atisbo de respuestas a las contradicciones dolorosas, hay otro análisis sólido de lo que nos separa sobre el que debemos reflexionar.
Frida II | MartĂn de Arriba
el cómic hecho carne Alison Bechdel y el cómix underground escrito por mujeres ayer y hoy: más de 40 años de lucha feminista Ángelo Néstore
Sería difícil «definir» a una de las más grandes autoras queer del cómic contemporáneo sin caer en la trampa de los binarismos pero si digo Alison Bechdel de repente pienso en la dimensión más humana de la carne, pienso en un chorro de tinta negra que durante más de treinta años corre y se expande como un afluente para manchar el río podrido del canon literario masculino y heteronormativo. De igual forma, sería imposible hablar de su obra sin tener en cuenta la fuerza subversiva de su propuesta, la lucha política que lleva a cabo en sus viñetas para resquebrajar los prejuicios y los límites que dicta la sociedad patriarcal y ensanchar, así, las fronteras del yo. Los personajes de sus cómics, desde los que pueblan las páginas de sus primeras tiras Unas bollos de cuidado hasta los autobiográficos que protagonizan sus más recientes novelas gráficas Fun Home y Eres mi madre? (todos traducidos excelentemente al castellano por Rocío de la Maya), son un ejercito de identidades que se escapan de la normatividad para dibujar historias reales capaces de visibilizar lo que a menudo el patriarcado ha querido callar o esconder. Hasta el uso por parte de la autora del insulto dyke (bollera) como título de sus tiras cómicas en los años 80 no es casual sino responde a una voluntad precisa de querer apropiarse del término despectivo para vaciarlo de su carga negativa (un poco como ha ocurrido con el termino queer en la
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Cubierta de It ain’t me, babe
Teoría Queer). Sin embargo, no hay que olvidar que la obra de Bechdel es la herencia de la lucha de otras autoras de cómics que a partir de los años 70 han formado parte del movimiento contracultural estadounidense del comix underground. Un ejemplo emblemático es la publicación en 1970 de It Ain’t Me, Babe coordinado por Trina Robbins, que ha pasado a la historia por ser el primer comix elaborado por mujeres, que hasta entonces habían sido excluidas en la tradición del cómic industrial (con algunas excepciones como Kate Carew o Tarpé Mills). Robbins –que en la entrevista que ella misma realizó a Bechdel en 2001 para el número 237 de la revista The Comic Journal reveló una gran admiración por su trabajo– decidió crear este volumen con la finalidad de luchar contra la misoginia que caracterizaba los círculos underground, frecuentados en mayoría por hombres, tal y como explica con sus palabras: {20}
Empecé a notar un elemento recurrente en los cómics realizados por los hombres: era extremamente misógino. Crumb fue en cierto modo el pionero. Él se vino a Nueva York y me encantaba su trabajo […] Un día nos enseño su última creación. Estaba teñida de misoginia ¡y todos los demás chicos se reían! Y de repente pensé: «¡Uf! Me siento incómoda. No me gusta. Es muy hiriente para las mujeres». Y los demás dijeron: «¡Ja, ja! ¡No tienes sentido del humor! ¿Pero no lo ves? ¡Es divertido!». ¡Y este tipo de cosas empezaron a multiplicarse! La obra de Crumb se volvió cada vez más misógina y los chicos lo defendían sin más. ¿Había alguien en aquel entonces que se opusiera abiertamente a todo esto? Yo fui la única en el cómic. Muchas feministas se opusieron, pero en el mundo del cómic yo fui la única.
En la cubierta de It ain’t me, babe es posible ver algunas protagonistas del cómic y de los dibujos animados como: Olivia Olivo, la pequeña Lulú,
Wonder Woman, Mary Marvel, Sheena y la vaca Elsie, icono publicitario norteamericano. Todas están representadas con el puño levantado y con la intención de salir de la frontera del cómic donde continuarán su lucha contra el machismo. It ain’t me, babe fue un primer experimento que estimuló la creación de cómics feministas escritos y dibujados exclusivamente por mujeres, como es el caso de la revista Wimmen’s Comix, nacido en 1972 y cofundado por Robbins. La aparición de esta publicación periódica marcó un hito en la historia global del cómic hasta tal punto que se ganó un espacio en las estanterías de quioscos y librerías durante veinte años, hasta su desaparición en 1991. Gracias a este tipo de publicaciones se empezaron a tocar temas tabú hasta entonces vetados por el Comic Code y que ni siquiera el comix underground se había atrevido a contemplar, como el aborto y las relaciones homoeróticas. Sin ir más lejos, hoy en España es posible observar la misma actitud política y estética gracias a la labor de las ilustradoras que forman parte de la Asociación de Autoras de Cómic, que surge «por la necesidad de agrupar en un colectivo a todas las autoras (y autores) que luchan por la igualdad real y efectiva en un mercado tradicionalmente dominado por el hombre como es la historieta», como ellas mismas afirman en su página web. Algo está cambiando en la historia del cómic español y tiene la forma de un lápiz afilado. ¡Vayanse preparando!
Mi coño, mis reglas La revolución será comiquera o no será Asociación de Autoras de Cómic
hable con ella Entrevista a María Ramos Carmen G. de la Cueva
La voz de María Ramos (Almería, 1983) es la voz de una mujer inteligente y dulce, una mujer que te abraza sin pudor si pasáis mucho tiempo sin veros. María es esa compañera a la que puedes contarle cualquier cosa: ella te escucha, con su rostro de mujer que ha vivido mucho y que, en las cosas del querer, sabe mucho más que tú. Los primeros versos que leí de ella fueron estos: La vida me invade. / Traspasa mi cuerpo. / Sangro en la antología Sangrantes (Origami, 2013) y desde entonces no he dejado de seguirla. Después vinieron sus Tres mujeres (Nórdica, 2014) de Sylvia Plath, la mejor traducción que se ha hecho hasta el momento de este poema feminista sobre la maternidad. Pero desde una cálida noche de otoño en Sevilla tras salir de escuchar recitar a David Meza su sueño de Visnu, María y yo somos amigas, amigas de las que conspiran, comparten y, siempre que pueden, quedan para contarse la vida con un plato de comida por delante. María forma parte de la tribu y, por primera vez, viene a hablarnos de Siamesa (El Gaviero, 2015), su primer libro, un íntimo homenaje a la maternidad.
grabado de MarĂa Ramos
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Siamesa es tu primer libro, un poemario muy personal, ¿qué poetas y escritoras te han acompañado metafóricamente en el proceso? ¿Qué escritoras han influido más en tu poesía? Escribir este poemario ha sido todo un ejercicio de regresión personal e investigación sociohistórica. El proceso fue muy intenso y durante ese tiempo preferí centrar mis lecturas en obras de divulgación relacionadas con el tema de la maternidad en lugar de poesía. El ensayo ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal (S.XVI-XX) de Elisabeth Badinter fue un gran descubrimiento y en él se inspira el extenso poema que conforma la segunda parte de Siamesa. También destaco Maternidad y creación de Moyra Davis, y ¿Dónde está mi tribu? de Carolina del Olmo. Como excepción a esa necesidad de no leer poesía durante el proceso de escritura debo citar a Chantal Maillard, Olga Novo y Maite Dono. A ellas las leí de forma recurrente y son, precisamente, fragmentos de sus textos los que elegí como encabezamientos a las distintas partes de Siamesa.
ocasión de conocer podían identificarse conmigo. Demasiado adulta o demasiado joven, resultaba extraña para ambos grupos. Fue como volverme invisible, como dejar de existir. Esa sensación de desarraigo resultaba tan dura de encajar como el hecho de tener que abandonar los estudios o no tener un compañero con el que orientar la educación y con el que compartir tanto el miedo como los momentos de felicidad. En mi caso, la maternidad ha estado llena de complicaciones sociales, económicas y psicológicas, pero siempre he sido bastante cabezota y me negué a permitir que la vida continuase sin mí. Logré licenciarme hace apenas un año, organizo mis horarios de trabajo en torno a las necesidades de desarrollo de mi hija y he conseguido tejer una sólida red de amistades en la que las mujeres, muchas de ellas madres, ocupan un lugar especial. A la maternidad le debo mucho sacrificio y muchos momentos duros pero también un importante crecimiento personal. ¿Ha
sido la maternidad para ti esa chispa que
encendió la mecha de la escritura?
En Siamesa abordas la transformación que sufriste cuando pasaste de niña a madre, ¿cómo viviste aquella experiencia? ¿Qué significó la maternidad para ti? ¿Cuál fue la parte luminosa y cuál la más oscura? En mi caso la maternidad hizo que mi vida estallase en infinidad de diminutos fragmentos; no quedó absolutamente nada por derribar o desplazar dentro de mí. Hay un lado luminoso, muy luminoso, sin duda, en la energía física y la visión del mundo que una mujer de veintiún años ofrece como madre, pero el lado oscuro también cobra una intensidad especial en este caso. No pertenecer a un grupo social es una de las experiencias más dolorosas que la maternidad trajo consigo. Ni las personas de mi edad ni las pocas madres que tenía
Totalmente. Aunque siempre me ha gustado jugar con las palabras, la escritura ganó importancia tras el nacimiento de mi hija, al ofrecerse como lugar en el que reflexionar, desahogar y decir todo aquello que socialmente no estaba permitido. Poco a poco esta obsesión ha ido depurándose y ha conseguido llevarme más allá de mí misma, dirigiendo mi interés hacia cuestiones de género y memoria histórica. ¿Desde qué lugar se sitúa la escritura de Siamesa? Siamesa está escrito desde el cuerpo y desde el deseo de sanar mis zonas dañadas. Es como una cicatriz compuesta por palabras. A lo largo del libro me desprendo de todos los sentimientos incómodos que la sociedad me ha
hecho abrazar como verdaderos y consigo, poco a poco, llegar hasta esa zona, vulnerable pero real, que soy yo misma. Para escribir este libro agudicé la escucha corporal y presté mucha atención a lo que mi organismo transmitía cuando recordaba la historia de mi maternidad, sucedida hace once años. ¿Qué sientes al recordar esto o aquello? ¿Qué te incomoda cuando miras atrás? ¿Dónde se alojan estas sensaciones? Escribo desde el cuerpo, sin duda, como lugar en el que nacen la conciencia personal y el respeto hacia mí misma. Antes de Siamesa vino la traducción de las Tres mujeres de Sylvia Plath, uno de los libros que afrontan la maternidad de una manera más directa. ¿Por qué decidiste traducirlo? ¿Qué significó para ti el descubrimiento de este libro? Traduje Tres mujeres por iniciativa propia hace cuatro años, en un momento en el que el tema de la maternidad no estaba tan presente en la literatura como ahora. Necesitaba investigar qué había más allá de esas imágenes de madres luminosas y realizadas que ofrecen los medios. Es cierto que existe un lado incomparablemente hermoso en la maternidad, pero ¿dónde estaba el resto de la historia? ¿Sólo yo me movía entre dos mundos o había más mujeres a las que la maternidad se había tragado, enfrentándolas a sí mismas y al resto del sistema? Los contenidos que encontraba en Internet eran muy escasos, hasta que di con Tres mujeres, un poemario breve e intenso escrito en 1962 por la escritora norteamericana Sylvia Plath. En él, tres mujeres en situaciones familiares distintas hablan de sus deseos y preocupaciones desde que ingresan en el hospital para dar a luz hasta que regresan a sus hogares, pasando por la experiencia del parto y del postparto. Ese libro lo tenía todo y decidí traducirlo por pura necesidad, lenta y exhaustivamente, con el deseo
de acercarme tanto como pudiese a su contenido y a su autora. Una vez terminado pensé que merecía la pena sacarlo de las tinieblas y decidí buscarle editorial. Al cabo de unos meses Nórdica Libros aceptó el proyecto y convirtió la traducción en un hermoso libro bilingüe y delicadamente ilustrado por Anuska Allepuz. Fue publicado en 2013 y consiguió volver a poner la maternidad en el punto de mira. Además, me dio la confianza suficiente para escribir Siamesa, mucho más de lo que nunca hubiese podido imaginar. Son dos libros muy conectados entre sí y para mí forman un todo. Sylvia Plath
llegó a decir que su tragedia era
haber nacido mujer,
¿crees que las escritoras lo tienen mucho más difícil? Creo que las mujeres lo tenemos más difícil en general y, por supuesto, la literatura no es una zona libre de esos humos. Para mí ser mujer no es una tragedia, al contrario, pero comprendo perfectamente el sentido que Sylvia Plath atribuía a esas palabras. Para ella su mayor frustración fue no poder dedicarse plenamente a la escritura, verse presionada a tener que ser una perfecta esposa, madre, ama de casa y trabajadora, labores que no sólo estaban alejadas de sus propios deseos y su capacidad humana, sino que además no recibían ningún tipo de reconocimiento por parte de la sociedad. Lamentablemente, las cosas no han cambiado tanto como cabría esperar durante los últimos cincuenta años. En la literatura el canon sigue estando en manos de hombres que en el mejor de los casos tratan a las escritoras con condescendencia y paternalismo. Cuando hacemos reivindicaciones políticas a través de la escritura y tocamos las teclas clave somos silenciadas o directamente ignoradas. ¿Qué puede esperarse de un sistema que aparta la mirada o nos señala con el dedo incluso cuando hablamos de violaciones, maltrato y asesinato de mujeres?
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¿Sientes
que
estás
contribuyendo
a
la
cuando escribo soy más analítica y me cuesta mucho transformación o a la formación de una poesía más dejar la mente en blanco. Son dos actividades femenina o una poesía escrita por mujeres con tu complementarías que me permiten explorar mi trabajo? mundo simbólico desde distintos puntos de vista Me gustaría pensar que estoy y a día de hoy ambas tienen el mismo grado de contribuyendo a hacer que la etiqueta de poesía importancia para mí. femenina desaparezca para pasar a ser considerada simplemente como poesía. Puede parecer que ¿Qué relación tienes con otras escritoras de tu hablar de poesía femenina genera unidad pero desde generación? ¿Cuáles son las jóvenes poetas que más mi punto de vista es un término tan discriminatorio lees y recomiendas? y ridículo como decir poesía masculina. Mi relación con ellas sucede principalmente
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a través de Internet. No conozco personalmente “Me gustaría pensar que estoy a muchas de ellas, no sé demasiado sobre sus contribuyendo a hacer que la etiqueta vidas privadas, y sin embargo nos une algo que trasciende la cotidianeidad. Para mí son personas de poesía femenina desaparezca” importantes y necesarias, aunque existan bajo esa forma de presencias distantes, porque en mi día ¿Cuándo comenzaste a escribir? Estudié bachillerato de ciencias puras y a día la poesía es algo prácticamente anecdótico. después salté a la universidad de Bellas Artes. En La mayor parte de mis amigos y conocidos no se esos momentos la escritura era sólo una afición dedican a la escritura, y de otro modo no podría y ni siquiera se me pasaba por la cabeza la idea compartir este interés con casi nadie. de escribir un libro o de hacer traducciones. Mi aproximación a estos mundos tuvo lugar más En respuesta a tu segunda pregunta me gustaría adelante, de forma accidental, cuando mi hija nació centrarme en algunas autoras que publicaron su y mis recursos económicos cayeron en picado. primer poemario a lo largo del último año y que, No podía permitirme invertir demasiado dinero al menos para mí, fueron grandes descubrimientos. en materiales de dibujo pero tenía una fuerte Ellas son Sara Torres, Laia López Manrique, Lola necesidad de expresar mis sentimientos. En esas Nieto y Belén García Abia. Todas han contribuido circunstancias la escritura fue ganando lugar a refrescar y agitar el panorama poético español progresivamente, hasta convertirse en un recurso con sus cuidadísimos debuts. También quiero mencionar a Annalisa Marí Pegrum, cuya antología, imprescindible para mí. Beat attitude, rescata las voces de las principales ¿Qué función tienen las artes plásticas en tu vida y poetas de la beat generation, arrojando luz sobre la situación de la mujer durante las décadas de los en tu poesía? El dibujo me conduce a un estado semejante años 50-60. a la meditación, algo que por lo general no me sucede cuando escribo. Podría decir que cuando dibujo siento que dejo de existir, que lo más ¿Tienes pensado algún proyecto futuro? En este momento estoy terminando de importante es la experiencia en sí. Sin embargo
ese estado de conciencia está permanentemente amenazado por los intereses de un sistema que intenta convencernos de que lo que estamos haciendo con nuestro planeta es algo correcto y hermoso, a pesar de toda la desigualdad y todo el sufrimiento que genera, tanto a nivel humano como ecológico.
traducir una antología de la poeta estadounidense Dorothea Lasky. Esta propuesta ha sido acogida por El Gaviero ediciones y verá la luz en los próximos meses. Si todo va bien, todavía traduciré un libro más, y si todo va aún mejor decidiré sentarme a escribir un segundo poemario situado, por fin y tras tantos años de obsesión, más allá de la maternidad. ¿Cuál
es tu opinión sobre la existencia de una
estética de la mujer?
¿Escribe la mujer, por esencia
o por experiencia, de una forma distinta a la del hombre?
Sí, creo que escribimos de forma distinta, aunque prefiero pensar que esto sucede como consecuencia de la desigualdad y no por esencia. Creo que los hombres y las mujeres estamos mucho más cerca de lo que realmente nos hacen creer hoy día. Creo que hay que volver al cuerpo, al origen, y reescribirlo todo. ¿Te consideras feminista? Por supuesto. Para mí el feminismo es un estado de conciencia que cree en la posibilidad de un mundo mejor. Resulta terrible comprobar cómo
¿Cómo ves tú los cambios recientes en España en la poesía escrita por mujeres? Tengo sentimientos encontrados. Por un lado me parece fascinante vivir en una época en la que las artes han encontrado un espacio para renacer a través de la dimensión digital. Gracias a ello las contraculturas tienen la posibilidad de desarrollarse en un medio de gran alcance y aquí se aloja también la poesía escrita por mujeres. Podemos difundir nuestra información sin necesitar el consentimiento de nadie. Somos autosuficientes y sin lugar a dudas, visibles. Se crean vínculos, sororidad. ¿Pero cuánto de lo que vemos en Internet sucede simplemente como apariencia? Temo que en esta abundancia la autocrítica se frivolice, que las personas se pierdan en el resplandor de las pantallas, de sus propias imágenes. Que el feminismo, el ecologismo, el activismo, no sean más que juegos de luces. Que las conexiones entre lo que se muestra y lo que realmente se hace sean del todo incongruentes. Con frecuencia se dice que a través del yo, de nuestro ego, se conecta con el abstracto universal, pero últimamente me interesa más la idea de recorrer ese camino a la inversa. Situar primero la mirada en lo que sucede más allá. Desplazar nuestro ego, impregnarlo con otras realidades, otros mundos. Mirarnos desde fuera, desde ese universo, y hablar de cómo somos con voces ajenas.
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Nunca anhelé la fertilidad y sin embargo fui madre antes de tiempo. Demasiado pronto, animal obsceno. Niña con una niña dentro. Presiono suavemente la piel de mi vientre, la piel de mi pecho. Cuánto ha sucedido aquí. Cuánto ha sido entregado. Crear una vida. Apagar una vida. Ambos son gestos de amor hacia el hijo, con la diferencia de que, en uno de ellos, la mujer se detiene y piensa en sí misma. No así. No ahora. Egoísta o temeraria. Estúpida. Estúpida. En cualquiera de los casos el sentimiento de culpa se elevará con sus ecos. Reconozco que arrojé el test de embarazo contra la pared. Reconozco el desgarro. Reconozco que mi voz cambió para siempre. Hasta qué punto mi cuerpo existe como realidad y no como un objeto dirigido por otros. Hasta qué punto mi cuerpo es un espacio propio. Nunca anhelé la fertilidad y sin embargo permití que creciese un panal entre mis huesos. Desde entonces mis manos conocen la suciedad del mundo, mis manos conocen el asco. Permitiremos que el hombre no se identifique con el hijo. Permitiremos que la mujer ingrese en las sombras. Permitiremos que la vida la arrastre hacia sus límites. Desde entonces he aprendido a existir en dos cuerpos. He cerrado mis heridas. Se han irisado mis bordes. Me detengo en el dolor sólo si voy a transformarlo. Joven, aún eres joven, me dicen. Aún podrás trenzarte en una familia. Aún podrás eternizar el círculo. Pero no deseo más hijos. No deseo reducirme a mi función reproductiva. Mi familia está completa, mi familia ya es real y respira entre mis brazos. Asumo nuestra belleza y asumo las pérdidas. Con frecuencia me pregunto qué siente una madre cuando un padre la acompaña, como extensión del cariño, como existencia simultánea. Con frecuencia me pregunto qué siente una madre cuando su sociedad la acompaña. De Siamesa, María Ramos
Eres la mujer que camina con una niĂąa sobre los hombros la que erosiona sus manos para ofrecer ternura la que levanta la vista y se enciende entre la hierba pronto a la que enseĂąaron pronto que el pecado tiene forma de manzana forma de vagina insurrecta sacrifical {29}
eres la mujer que descubre las vocales en la garganta de su hija la que limpia la fruta la que tiembla lentamente sobre el blanco infinito de las horas la que se desnuda con ella la que se duerme con ella la que se separa de su lado y entonces respira.
De Siamesa, MarĂa Ramos
Yo escribo s贸lo para comunicarme. El mundo se ha transformado en algo incomprensible. Ya vimos la estupefacci贸n de Sartre, Kafka, Camus, frente al absurdo del mundo. No intento entenderlo. Solamente describirlo. Natalia Ginzburg
leer para contarla La oralidad literaria Jenn DĂaz
Si tuviera que elegir escribir como alguien —si se me concediera tal deseo—, sin duda elegiría a Natalia Ginzburg. En La ciudad y la casa, un libro fuera del circuito literario y de las novedades, Ginzburg se muestra de gala, hace lo que mejor sabe hacer: procura que las personas se comuniquen —en este caso por carta— pero que permanezcan en un estado constante y febril de incomunicación. Pero no sólo eso sabe hacer Natalia Ginzburg, y no sólo de la incomunicación se basta en esta novela epistolar. Si tuviera que quedarme solamente con uno de los rasgos de Ginzburg, sin duda me quedaría con la oralidad literaria, que no es la misma que la oralidadoralidad. En estas cartas hay literatura, sin duda, y hay oralidad, y la mezcla de ambas dan como resultado eso que es su estilo. Dice, por ejemplo —No te he contado casi nada nuevo. Muchas de estas cosas ya las sabes porque te las he contado miles de veces. Sólo quería decirte cómo era yo y lo que me pasó cuando tenía veinticinco años. ¿Qué hay en estas tres líneas de nada que las convierte en excepcionales? Para mí, un control absoluto del ritmo y el tempo que necesitan las palabras. Sin ese ritmo y ese templo, no valdría de nada que imitara la oralidad, porque quedaría expuesta toda su vulgaridad. La palabra hablada es, sobre todo, vulgaridad. Pero Ginzburg sabe bien qué emociones y qué recursos imitar de la oralidad para después adornar con literatura. Sus personajes hablan como nosotros creemos que hablamos —sin vulgaridad.
La ciudad y la casa porque es muy difícil hablar de la normalidad y de lo extraordinario de la normalidad. Giusseppe se muda y le manda una carta a Ferruccio para anunciarle su viaje. A partir de él, se van sucediendo cartas y más cartas, que se cruzan, que hablan de lo mismo o que ofrecen una versión algo distinta. De ese lío que es el exceso de comunicación mezclado con la incomunicación, se va nutriendo la novela y se van haciendo grandes sus personajes. No hablan, sino que escriben, y casi podría tratar esta novela como si fuera una obra repleta de monólogos interiores. Todo transcurre con tranquilidad, todos hablan de sus sentimientos, todos dan razones y explicaciones, y sin embargo son personajes del todo inabarcables. Lo mejor que tienen estas cartas es que no hay que esperar por ellas —aunque a menudo desees pasar rápido las páginas para llegar a la respuesta— porque se van sucediendo del modo más natural y lógico.
Si yo pudiera escribir una novela sólo compuesta por cartas, elegiría escribir esta novela de Natalia Ginzburg. Calcular bien hasta dónde dejas entrar la naturalidad y lo cotidiano, y frenar a tiempo para dar paso también a los sentimientos más profundos —sin caer en la trampa de justificarte o justificar a los personajes y ponerlos a que se expliquen a sí mismos. Eso, para mí, es la maestría en la literatura, y por eso sufro cuando veo que Natalia Ginzburg es un tema pendiente de la historia de la literatura y no está reconocida como Como en Querido Miguel, lo de menos es el merece. argumento. Sus novelas no van exclusivamente de nada, y van exclusivamente de todo lo que Estos son mis motivos para querer escribir como puede ir una novela. Si sigo el antidecálogo de ella. Hasta que consiga ser una sombra de lo que Borges: no, las novelas de Ginzburg no pueden ella fue, habrá que seguir leyendo para contarla. convertirse en película. O podrían hacerlo con mucha dificultad. Todas las novelas que no pueden filmarse tienen ese deje que tiene la vida y que no se puede acotar. Es difícil hablar de
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las paredes contiguas
Teresa Soto
I Olvido García Valdés Cada uno de mis libros deja atrás una época, un modo de estar, y después de cada uno viene un vacío, una incapacidad de sentir emoción. Como si de una enfermedad se tratase […] Esa desesperanza, ese volverse todo ajeno cuando no claramente detestable o peligroso, lo atempera la escritura. Un poema, lo sabemos como lectores, es el lugar donde las palabras alcanzan a las cosas: en él late el hálito de lo que no estará o de lo que estará cuando uno ya no esté. Reconocer y nombrar lo descarnado, pero no perecer: conservar pensamiento y emoción y tejido con el mundo. Esa polilla que delante de mí revolotea. Poesía reunida (1982-2008). “Prólogo” de Eduardo Milán. Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2008. Las lecturas anclan también épocas y modos de estar. En mi casa había una viga de madera sin barnizar donde además de una carpa de circo y caballos dibujados, se marcaban las fases de crecimiento de todos los que vivíamos allí. Algunas lecturas dejan también marcas de crecimiento aunque no siempre las recuerdo ni las sé localizar. Otras las ubico con facilidad, la lectura de Olvido García Valdés, por ejemplo, sí tiene una geografía precisa. Esta: en las Montañas Rocosas de Colorado. El frío de las Rocosas siega muchas cosas y yo arrastraba un pensamiento pesado de lecturas académicas leídas seguramente demasiado rápido al que se adhería el frío que sí que era muchas veces detestable y peligroso. El poema es siempre retrospectivo, pero la dilatación lírica se adhiere a la respiración; el pensamiento del poema no procede por análisis sino condensándose, condensándose en asociaciones, en ritmos y montaje. Se trata de un pensamiento perceptivo, intuitivo y lacónico, sensorial.
En esa condensación del pensamiento en el poema indagaba Miriam Sánchez Moreiras cuando la conocí en Boulder. Escribía su tesis doctoral sobre Olvido García Valdés y Andrés Sánchez Robayna. Lo hacía desde las ideas estéticas del afirmacionismo de Alain Badiou, para quien una cierta forma de conocimiento sucede en el poema como resultado de una doble operación poética: la sustracción y la trasposición. Así llegó Ella, los pájaros (Diputación provincial de Soria, 1994) y así lo leí y pensé con Miriam entre el hielo y el deshielo que marcó los dos últimos años de su tesis y mi etapa de estudio allí. Pienso siempre en esta lectura como la actividad de sustracción de Badiou y el hielo de nosotras dos. Pensábamos en actividades matemáticas y minuciosas, aun sabiendo que el poema “no procede por análisis sino condensándose” Era importante saber cómo operaba la belleza. Entremedias, leía con desatención pero no podía evitar un rastro, un agujerear que siempre quedó. Después de Boulder, volví a ese rastro y sin la merma del frío la lectura caló y se deshizo en el cuerpo como un líquido suave que lo invade todo. Ahí se quedó, marca de crecimiento, entre el hueco y lo cálido.
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* Tras el cristal, se desconoce el cuerpo, como un hijo que crece, como si jugara y de pronto fuera desconocido. Coloca entonces tu mano en el estómago, la palma abierta, y respira profundo. Al fin somos culpables de quien muere, y también de vivir. Barrios se hacen poblados peligrosos por la noche, hay humaredas, rostros cetrinos junto a fuegos.
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* intemperie corazón comprimido en la casa hay animales diminutos y negros nadie habla no consuela el campo ni la luz vacío el lugar del aceite (de ella, los pájaros)
*escribir el miedo es escribir despacio, con letra pequeña y líneas separadas, describir lo próximo, los humores, la próxima inocencia de lo vivo, las familiares dependencias carnosas, la piel sonrosada, sanguínea, las venas, venillas, capilares
* tercos tristes tenaces en el estómago lo dulce quema lo quemado arde abrasa en el estómago lo quemado lo dulce
* vienes cuerpo al amanecer (levántate amor mío pariente mía) aún es de noche carne blanca, acabada raíz (aún no hay luz) tan blanda la podre dulzura (de caza nocturna)
* en mi casa me escondo por si alguien me quisiera ver que no me vea me escondo ahora que es diciembre con la luz apagada (¿eres tú quién llama a la desgracia? -desgracia, ven- ¿eres tú?) hedor animal de la guarida donde el frío donde paredes y negra de trapos (de Y todos estábamos vivos)
inexplicables”. (Hay que decir que The Arab Apocalypse es, entre otras cosas, un lenguaje de pictogramas y mayúsculas, códigos y letras, texto A Etel Adnan llegué como a muchas otras lecturas e imagen). recorriendo una biblioteca, esta era la de la Universidad Americana de Beirut. Quería saber Después de “los habitantes del espacio” traduje qué y quién, ahí, recién llegada a Beirut. Cogí algunos poemas y con cuidado fueron entrando los libros a toda prisa. El campus es espléndido los soles y la tinta en mi lectura. Fue una lectura y marino, los jardines (muy cuidados) van cuesta que mudaba de piel y fue en verano. Etel Adnan abajo y llegaban a una planicie de naranjos. La fue pronto una forma a veces lúdica y a veces feroz biblioteca, para compensar, es fría de estantes de vivir con algunas zonas oscuras de la violencia metálicos y escaleras pequeñas, también metálicas y lo bélico manejadas con un lenguaje exaltado, que unen los niveles. Por ellas temía siempre caer, a saltos, cuidado también, lleno de recovecos. Al yo y el metal, oscuridad abajo. Libros cuidados, sí; final Adnan trajo también consigo muchas cosas y ordenados; no es esta la imagen de un desorden que no esperaba: por ejemplo Buland al-Haidari sino de un hangar. Correr con el libro hacia fuera (poeta kurdo iraquí del que habla en su libro es lo único que podía hacer. Iba a por una novela, Master of the Eclipse, 2009), viaje y correspondencia Sitt Marie Rose (1978), su novela clásica de la guerra pensando en el feminismo en Of Cities & Women civil libanesa pero con las prisas me llevé todo lo (1993) y también el recuerdo de mi propia salida suyo. No guardo otro recuerdo que el de el arrastre de Líbano. del material fuera y el de luego algo similar a la explosión. Otro recuerdo sí: el del dilema inicial El último día en Beirut fuimos a ver su exposición entre el me gusta y no me gusta, entrar y no entrar de pintura y tejidos en la Sfeir-Semler Gallery. del todo. De poesía me llevé The Arab Apocalypse Los lienzos y los tapices eran cuadros de color (1989) y también la antología de The Indian Never y eran mapas. El placer de buscar la voz no solo Had a Horse (1995). en el poema sino también en el rectángulo sólido de color, en el ensayo, en la forma blanda y dura Poco después vi The Lebanese Rocket Society (2012) de la montaña de Tamalpaís es fuerte como para de Joana Hadjithomas y Khalil Joreige y escribí evitarlo. Eso (esa búsqueda, ese placer) provoca algo sobre “los habitantes del espacio” para Aish una y otra vez la vuelta a ella, no dejar de buscarla. conectando ambos gestos de alzar la cabeza y mirar hacia arriba. Decía: “Con el mismo gesto, Etel Adnan, en The Arab Apocalypse, levanta la vista y ve un sol que «pace en el cielo como un animal atrapado», «un sol amarillo mi padre un asesino Tengo un sol en cada dedo», «un sol vendido en México pelado en Borneo mutilado en Beirut Vom». El gesto de Etel Adnan es el de quien levanta la vista tratando tal vez de no ver lo que hay abajo y sin embargo encuentra las mismas cosas, magnificadas, grotescas, surrealistas, II Etel Adnan
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IV Nadie te pidió que fueras un ángel del miedo ni siquiera de la muerte Mis manos conocían la veta del mármol Solo queríamos que tu piel fuese
y el sabor de la piedra
tan suave
y las tumbas que se mueven
como el mar
igual que el mar…
una tarde de octubre en Beirut, Líbano
¡Oh mis padres enterrados bajo
entre dos guerras civiles.
el estrépito de las bombas! ¡Oh mis padres desaparecidos
Viniste
en el Gran Silencio
con un puñado de dolores
que viaja más rápido que las galaxias!
y una sonrisa
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que partió el suelo bajo mis pies
Nunca van a oír la lluvia
como el terremoto
que cae afuera
de dos personas
esta tarde…
que se encuentran.
—
—
My hands knew the grain of marble
No one asked you to be an angel of
and the taste of stone
fear
and tombs as mobile as the sea...
or even of death o my parents buried under We only wanted your skin to be
the uproar of bombs
as smooth
o my parents disappeared
as the sea
into the Great Silence
an October afternoon
which travels faster than galaxies!
in Beirut, Lebanon they will never hear the rain
between two civil wars.
falling outside this evening...
You came with a handful of pain and a smile which broke the ground under my feet as the earthquake does when two people meet. (De Love Poems)
(De One Linden Tree, then Another Linden Tree)
Aves del paraíso me cubren con sus plumas mis pies están helados mis labios agrietados mi corazón, una bola de oro y mi cama una rama de un tilo Dejo atrás mi cuerpo en duermevela para ir un laboratorio donde la libertad se inyecta en un tubo de ensayo Los ángeles me llevan en esta ascensión y bebemos café temprano en un bar construido en la luna… Traeré la tinta, la llave y el secreto en una página futura. — Birds of paradise cover me with their feathers my lips cracked my heart a ball of gold and my bed a branch from a linden tree I am leaving behind my slumbering body to go into a lab where liberty is shut into a test tube Angels are carrying me into this ascension in the early hours we are drinking a cup of coffee in a bar built on the moon... I will bring the ink the key and the secret on a future page. (De One Linden Tree, then Another Linden Tree)
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III Louise Glück
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Louise Glück llegó por una mentira. Que haya llegado a ella por algo falso no significa nada salvo eso. Sin embargo leí El iris salvaje (Pre-Textos, 2006) con ojos de quien daba una cosa por cierta y pasa a saber que no lo es y adquiere así una nueva certeza: la del desengaño ¿Qué ojos son esos? Los del escéptico. Leer El iris salvaje desde el escepticismo significó asistir al concierto de la fiesta botánica que es el poemario con un andar muy cauto. Casi cada poema lleva el título de una flor; cada poema es la voluntad verbal de violetas, espino, amapola roja, campanilla, lirio dorado. Leí después (a una distancia que no sé precisar) el ensayo de John Slater Todo son hojas: literatura e historia natural en el Barroco español (CSIC, 2010) que recopila más de doscientas plantas de la literatura del Siglo de Oro español e indaga en la estética fitológica barroca desde la teoría y la práctica. Esta lectura (de una forma que tampoco sé precisar) se superpuso a la otra y el resultado de la mentira y la flor barroca provocó que
siguiera leyendo a Glück. Lo que vino después es lo previsible: la lectura admirada, el hallazgo y nuevas formas de ver. Louise Glück dice que el poema es una forma de comunicación entre una boca y una oreja. Matiza que no se trata de una boca real ni de una oreja real sino de una mente y otra mente, una que emite y otra que recibe: “Para mí, la experiencia del poema se transmite visualmente. Oigo con los ojos y no me gusta leer en voz alta (salvo en contadas ocasiones) ni que me lean. Cuando el poema se lee se convierte en una forma más simple, más secuencial: la red se convierte en una carretera de sentido único”.
DECADA
DECADE
¿Qué júbilo roza el consuelo del ritual? Un vacío
What joy touches the solace of ritual? A void
aparece en la vida. Una conmoción tan profunda, tan terrible, que su fuerza arrasa la percepción del mundo. Eras
appears in the life. A shock so deep, so terrible, its force levels the perceived world. You were
un animal al borde de su cueva, puro dormir y despertar. Entonces el minúsculo cambio: algo
a beast at the edge of its cave, only waking and sleeping. Then the minute shift; the eye
atrapa el ojo Primavera: lo imprevisto inunda el abismo.
taken by something. Spring: the unforeseen flooding the abyss.
Y la vida vuelve a llenarse. Y finalmente cada cosa encuentra su lugar. —
And the life filling again. And finally a place found for everything.
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MEMOIR MEMORIA Nací prudente, bajo el signo de Tauro. Crecí en una isla, próspera, en la segunda mitad del siglo veinte; la sombra del Holocausto apenas nos rozó. Tuve una filosofía del amor, una filosofía de la religión, ambas basadas en mis primeras experiencias de familia.
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Y si cuando escribí sólo usé unas pocas palabras fue porque el tiempo siempre me pareció corto, como si pudieran arrancármelo en cualquier momento. Y mi historia, de todos modos, no era única aunque, como todo el mundo, tenía una historia, un punto de vista. Unas pocas palabras fueron todo lo que necesité: nutrir, sostener, atacar —
I was born cautious, under the sign of Taurus. I grew up on an island, prosperous, in the second half of the twenieth century; the shadow of the Holocaust hardly touched us. I had a philosophy of love, a philosophy of religión, both based on early experience within a family. And if when I wrote I used only a few words it was because time always seemed to me short as though it could be stripped away at any moment. And my story, in any case, wasn’t unique though, like everyone else, I had a story, a point of view. A few words were all I needed: nourish, sustain, attack. (De Las siete edades, Traducción de Mirta Rosenberg, Valencia, Pre-Textos, 2011)
END OF SUMMER FINAL DEL VERANO Después de ocurrirme todo, me ocurrió el vacío. Hay un límite en el placer que obtuve de las formas; en esto no soy como vosotros, no necesito liberarme en otro cuerpo, no necesito protección fuera de mí. Mis pobres e inspiradas criaturas, sois mi distracción, finalmente, meras restricciones; sois un poco como yo demasiado pequeñas para complacerme. Y tan inflexibles: queréis cobrar por adelantado vuestra ausencia, cobrar por alguna parte de la tierra, algún recuerdo, del mismo modo que una vez fuisteis premiadas por vuestra labor, y el escriba recibió su pago en plata y el pastor en cebada aunque la tierra no dure eternamente, ni estos minúsculos trocitos de materia.
After all things ocurred to me, the void occurred to me. There is a limit to the pleasure I had in formI am not like you in this, I have no release in another body, I have no need of shelter outside myselfMy poor inspired creation, you are distractions, finally, mere curtailment: you are too little like me in the end to please me. And so adamantyou want to be paid off for your disappearence, all paid in some part of the earth, some souvenir, as you were once rewarded for labor, the scribe being paid in silver, the shepherd in barley although it is not earth that is lasting, not these small chips of matter-
Si pudieseis tan sólo abrir los ojos me veríais, veríais el vacío del cielo reflejado en la tierra, los campos desiertos, sin vida, cubiertos de nieve.
If you would open your eyes you would see me, you would see the emptiness of heaven mirroed on earth, the fields vacant again, lifeless, covered with snow-
Luego la blanca luz sin el disfraz de la materia. —
then white light no longer disguised as matter. (De El iris salvaje, traducción de Eduardo Chirinos, Valencia, Pre-Textos, 2006)III
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primera edici贸n, segunda lectura Azahara Alonso
Trastos, recuerdos. Una biografía de Wislawa Szymborska, de la poeta, textos procedentes de poemarios y de Anna Bikont y Joanna Szczesna, Pre-Textos, reseñas, declaraciones de sus amigos, collages que 2015. ella misma creaba (era una de sus grandes aficiones, junto a coleccionar objetos inútiles y organizar rifas Ante la hoja en blanco o el documento de texto en con ellos) y una increíble cantidad de fotos que, de sus germinales 0 Kb, el escritor se pregunta desde ser cierto aquello de que una imagen vale más que siempre si la literatura puede contar la vida, una mil palabras, transmitirían incluso lo inefable. vida. Las novelas la universalizan a través de una lupa, los poemarios la intensifican y los ensayos Veintidós capítulos nos guían en el mar tranquilo de la analizan y explican. Pero ¿qué género logra su historia. El exhaustivo repaso por su genealogía transmitirla al completo? nos da la idea de que todo pasado contribuye a crear una biografía: los abuelos de Szymborska Trastos, recuerdos es la biografía total sobre Wislawa escribían diarios y memorias, y “cuando era niña, Szymborska, la última palabra [su padre] le pagaba veinte sobre la vida de esa discreta groszy por poemitas compuestos mujer que ganó el Nobel, casi en ocasiones especiales, a su pesar, y que se preguntaba exigiéndole que fuesen esperanzada: “¿Y si en épocas divertidos: nada de confesiones, venideras la moda de desnudarse nada de lamentos”. Conocemos públicamente fuera cosa del también su etapa más política pasado?”. Anna Bikont y Joanna del lado del estalinismo, fe de Szczesna, autoras del libro y la que pronto se retractaría amigas de Szymborska, no han pero de la que no pudo zafarse tenido solo paciencia y pericia por completo cuando las malas para recopilar esta ingente lenguas hurgaron en su juventud cantidad de información y literaria. Entramos en contacto presentarla atractivamente, sino con la Polonia de la segunda que también hacen gala de una sensibilidad y tacto mitad del siglo XX y sus actores culturales más antológicos para transmitir la historia completa de destacados: Czeslaw Milosz –también Nobel con la poeta polaca sin traicionar el pudor de ella ni la el que ella mantendría una tímida y respetuosa curiosidad del lector. amistad–, Adam Wlodek –su primer marido y amigo leal hasta el fin de sus días–, Teresa Tomando su título de un verso del poema “Para Walas –amiga íntima con la que compartió viajes escribir un currículum” (Gente en el puente, 1986) esta y lecturas–, Kornel Filipowicz –su otra pareja, cuidadísima biografía se publicó originalmente en figura fundamental en su vida– y tantos otros 1997 y en España accedemos a ella ahora gracias a personajes con los que vivió en la mítica casa de la editorial Pre-Textos y la traducción sin tachas a la calle Krupnicza durante los años cincuenta. cargo de Elzbieta Bortkiewicz y Ester Quirós. La Nos sonreímos ante el bautizo de su primer edición incluye fragmentos de la correspondencia apartamento como “la caja de cerillas”, baluarte de
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su independencia, y asistimos a la labor editorial y literaria que desarrolló durante casi dos décadas en la revista Zycie Literackie con sus brillantes Lecturas no obligatorias. Comprobamos su afición a fotografiarse junto a los nombres de las ciudades que visitaba, su simpatía por los monos, sus opiniones sobre los más diversos temas, su devoción por Montaigne, Thomas Mann, Ella Fitzgerald, Federico Fellini y Woody Allen (Midnigh en Paris fue la última película que vio) y confirmamos la fidelidad, diligencia y saber hacer de su secretario Michal Rusinek, jovial sombra que la acompañó desde la concesión del Premio Nobel de Literatura en 1996.
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Trastos, recuerdos completa la media página que queda en blanco junto a los poemas de libros ya tan clásicos como Llamando al Yeti, Sal, Fin y principio o Instante. Y tanto en una como en otros encontramos la ironía y la profundidad sencilla y cierta de su autora.
Sesenta y siete misivas que, antes de encuadernadas y distribuidas, cruzaron el océano Atlántico entre 1965 y 1975 y llevan la firma de dos de las grandes mujeres de la literatura española. Son –fueron– Rosa Chacel y Ana María Moix, cuya amistad Río de Janeiro-Barcelona comenzó gracias a ese ritual de escritura y espera, sobre y sello, recepción y despliegue de papel. En 1998 la editorial Península publicó este epistolario hace ya tiempo descatalogado. Hoy es la editorial Comba quien acierta en su todavía incipiente catálogo y publica De mar a mar, la correspondencia entre Chacel y Moix, acompañada del prólogo y las notas de la profesora Ana Rodríguez Fischer.
La primera carta, enviada por una jovencísima Ana María, de 18 años, es un ejemplo paradigmático de cómo comienzan las grandes amistades: con admiración, A pesar de todo, Szymborska se interés y un punto de osadía. nos muere en el regazo tras 642 Tras leer la novela Teresa, de páginas que hemos sostenido Chacel, Moix consigue su con las manos abiertas para recibir esa vida que dirección y le escribe una breve y respetuosa carta sigue latiendo junto al lector. Lo bueno es que para felicitarla por su libro y solicitar los títulos de siempre que queramos puede volver a empezar. toda su bibliografía. Rosa, halagada, no se demora en su respuesta y establece así el inicio de una • larga conversación en la que ambas autoras –una consagrada pero aún poco reconocida, la otra dando De mar a mar, correspondencia entre Rosa Chacel sus primeros y firmes pasos– forjarán una confianza y Ana María Moix, Editorial Comba, 2014. por encima de las diferencias generacionales. Existe una armonía que permite que, después de La cultura, interés fundamental de Chacel y Moix, varios meses sin recibir cartas, una mañana abra centra al principio la temática de las cartas. Hablan el buzón y encuentre toda una correspondencia. de los escritores que las fascinan y Rosa se esfuerza
en encontrar y leer en Río los libros que tanto Ana María Moix como sus amigos Pedro Gimferrer y Guillermo Carnero, con los que también se carteó durante una temporada (el “trébol poético”, como los bautizaría), le sugieren, especialmente los de Faulkner y Gonzalo Suárez. Intercambian ejemplares y Ana María toma especial interés en recomendar la obra de la vallisoletana a sus compañeros de facultad. También discuten sobre cine y casi nunca están de acuerdo en sus gustos –las películas de Godard son su principal desencuentro– pero sí comparten el placer de olvidarse de sí mismas frente a la gran pantalla. Aparecen poco a poco los pormenores de la rutina y Moix le relata a Chacel su vida universitaria y los problemas políticos en los que se ve envuelta por defender lo que cree justo, a lo que Rosa responde y anima: “no hay más remedio que estar de ese lado”. Es entonces, aproximadamente al año de cartearse, cuando aparecen las confidencias, la mutua preocupación por el estado de salud, la cariñosa invitación al tuteo... Y también una necesidad mutua y confesada: el “además de esa obligación de sinceridad, tienes otra: la de proporcionarme la infinita alegría de tu comunicación, la de demostrarme que tengo importancia para ti, que ocupo un lugar entre tus afectos [...] de sentido superior”, en palabras de Rosa; también el miedo de Ana María a no recibir respuesta por haber aburrido a su interlocutora con problemas de chiquilla. Pero Chacel, que se refleja en ese espejo a más de 8000 kilómetros de distancia, aconseja a Moix, la instruye en la literatura, la regaña cariñosamente para que no sufra sin necesidad, para que se sepa fuerte y aprenda la vitalidad que debe haber en el fondo de todo pesimismo: “Veo en tu foto que eres sumamente fuerte. No temo ser demasiado exigente contigo”. Y Ana María disfruta esas
regañinas hasta el punto de solicitarlas y animar así a Rosa cuando cae en panne, en vacío creativo. Eso también fue pedagogía: aprender a ser –a seguir siendo– mujer y escritora. En estas conversaciones de tono ya familiar asistimos a los hitos de la vida de ambas, compartidos siempre desde la modestia: la inclusión de Ana María Moix en la antología de los Nueve Novísimos de Castellet, su primer viaje a París, la publicación de Baladas del dulce Jim o Julia, los esfuerzos de Rosa Chacel por publicar en España, con ayuda de Julián Marías, su libro de memorias Desde el amanecer, la relevancia que fue ganando la novela La sinrazón, la inclusión de algunos de sus cuentos en antologías españolas gracias a la ayuda de su joven amiga... Es, al fin y al cabo, la historia de un aprendizaje, de una amistad contada en cartas, llena de intrigas y curiosidades, con un final abierto por no impreso. Es, más allá de una comunicación entre escritoras y la “alegría infinita” de mantenerla, literatura. “Sería maravilloso poder hablar de las cosas que no se pueden ni se deben escribir”, escribió Rosa. ¿Cómo se ejercería hoy este magisterio mutuo, cómo crecería esta amistad que ya no pesa como el papel? Hay historias que tienen su formato y esta pertenece al ilustre género de las cartas que llegaron, a través del cielo, de mar a mar. • En el fondo. Pide una copa, paga Proust, Begoña Huertas, 451 Editores, 2009. Ahora que la monogamia no es un valor en alza (¿alguna vez lo fue de verdad?), se libra en nuestro cerebro una lucha (otra más) entre
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la biología y la cultura. Cierto es que somos una de las pocas especies animales que se empecinan en mantener la misma pareja durante el mayor tiempo posible (y soportable), pero cierto es, también, que somos la única especie en lo que a otras excentricidades se refiere: el desarrollo de la conciencia, por ejemplo. Así que es ahí donde nos agitamos, en las arenas movedizas de esa tierra de nadie, tratando de seguir nuestros instintos con la guía principal de la razón.
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Algo así piensa una al terminar de leer En el fondo, la penúltima novela de Begoña Huertas (Gijón, 1965), publicada en 2009 por la ya desaparecida 451 Editores y presentada como “Una excursión guiada al subsuelo sentimental. Sin sentimentalismos”. La historia comienza con una voz desenfadada y burlona (¿cómo hablar si no de esto?) que nos propone adentrarnos en un club de jazz y observar con atención a los personajes que allí se encuentran. A media luz y siguiendo las directrices del subtítulo – Pide una copa, paga Proust– distinguimos a los sujetos solitarios y a las parejas que protagonizan la novela. Sus relaciones sentimentales son expuestas por esa voz a la fría luz de laboratorio en la que analizamos el empeño por evitar la soledad, por comprender al otro, por compartir un sentimiento que tantas veces se muestra huidizo o inclasificable. La estructura de En el fondo distribuye en catorce capítulos y numerosos epígrafes bien ordenados los pormenores del matrimonio entre dos personas
que no se aman pero necesitan mantenerse a flote, la confusión de un hombre que repite con su nueva pareja los errores de los que él había sido víctima en una relación anterior, la necesidad de aprobación de una joven oprimida por las opiniones ajenas o el avance de otra pareja cuyos pilares son la inercia y la falta de comunicación. Presentadas estas historias y más de manera separada en un principio, terminan por acelerar su ritmo en los últimos capítulos a medida que comparten desconcierto y página. Complicidad, deseo, necesidad, miedo a estar solo... Quizá En el fondo hable de amor o quizá, más bien, nos muestre esos sinónimos suyos que tratamos de ignorar para no perder aliento en nuestras carreras de larga distancia con obstáculos. Consciente de que “no hay nada nuevo que contar y, sin embargo, habrá que contarlo una y otra vez de nuevo”, Huertas rinde tributo a los clásicos y abre algunos capítulos con elocuentes citas de Borges, Djuna Barnes, Antonio Machado, Hölderlin o Pavese: “El amor tiene la virtud de desnudar, no a los dos amantes uno enfrente del otro, sino a cada uno de los dos ante sí mismo”. Añadiría yo ahora una frase de Wittgenstein, que decía que “de lo que no se puede hablar se ha de callar”. Begoña Huertas demuestra en El fondo que la frase del austríaco no es infalible: hay una intuición más sofisticada que, contra todo pronóstico, puede ponerse por escrito.
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Adriana Lestido
ellas disparan Adriana Lestido
Ajo Fernández
Argentina, 1955. Adriana Lestido es una fotógrafa documental que ha consagrado su vida profesional a retratar de forma poética las relaciones entre las mujeres y su entorno vital más íntimo. Sus fotografías en blanco y negro nos hablan de la dignidad, del abandono social, de la opresión, de la soledad y de la tristeza de sus protagonistas. Su trabajo ha discurrido durante años entre diversas series temáticas, centradas en mostrar la realidad de madres adolescentes, mujeres presas o niños hospitalizados. Además de fotoperiodista, Lestido es autora de numerosos ensayos comprometidos con una diversidad de verdades no demasiado accesible al ojo estándar con los que acompaña las historias de sus fotografías.
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estos libros te salvarán la vida Iniciaciones, autobiografías, genealogías Ana Llurba
Son muchas las etiquetas con las que la crítica ha encasillado con un miope criterio contenidista: “bildungsroman”, “novela de aprendizaje”, novela de formación”, “coming of age stories”. Sin embargo, quizás cualquier obra que transmita la sensación vívida de que la vida misma es material inflamable y hasta pirotécnico, sin importar si pertenece al género novelístico, al cómic o hasta a la poesía, y aunque hable del duelo o de una experiencia crepuscular, podrá transmitir, contagiar experiencias iniciáticas. Experiencias de “iniciación” en la muerte, donde el tiempo, amaestrado pero omnipresente, doblado con meticulosidad en varias páginas es una presencia que nos inquieta. Como en las memorias del duelo de Joan Didion, o los afilados ensayos de Leslie Jamison sobre el dolor: no afectan solo al personaje-narrador sino que “bautizan” al lector,
interpelándolo a asomarse al abismo y dejar que la empatía los arrastre hacia abajo. Por eso, aquí les presento tres libros, además de ser muy diferentes entre sí, los iniciarán en mundos donde conviven las iniciaciones, las autobiografías y las genealogías de una manera tan promiscua e indulgente que es difícil diferenciar quién se está iniciando en qué. El contagio de la ternura y la ingenuidad conviven con algo muy tenebroso en estos libros-mundo. Espero que en su compañía se sientan como los cristianos primitivos cuando se despedían de sus anteriores vidas profanas. Y, después de que alguien intentara asesinarlos ahogándolos en el río Jordán, renacían a la vida y el conocimiento de sus existencias de una forma renovada.
Los hermosos años del castigo
Julie Doucet
de Fleur Jaeggy, Tusquets, 1990.
Cómics 1987-1993, Fulgencio Pimentel, 2014.
En Apenzell, un internado suizo que queda muy cerca del psiquiátrico donde murió Robert Walser (un detalle indicador de la promiscua cercanía entre instituciones y locura) una anónima protagonista describe con una aspereza elegante y malvada: “En la educación se aprende a agradecer con una sonrisa. Una sonrisa maldita. En cierta manera hay una fisonomía de morgue en los rostros de las maestras. O cierto tufillo a morgue aún en la más joven y agradable de las muchachas. Una doble imagen. Anatómica y antigua. En una, corre y ríe, y en la otra yace en una cama, cubierta por un sudario de encaje. Su misma piel lo ha bordado.”
A pesar de la intempestiva nostalgia por los noventa que me hace arrastrarme de melancolía viendo, una y otra vez, la primera y única temporada de My So Called Life (“You Know Nothing, Jordan Catalano”), seguir de cerca el acalorado revival del movimiento Riot Grrrl y la erupción de tantas editoriales y ferias de edición DIY a lo largo y lo ancho de toda España (en las que yo misma participo como buena editorette gitana), debo confesar que no le tenía mucha fe a esta compilación de cómics de la artista canadiense Julie Doucet.
Con una impecable traducción del italiano de la poeta Juana Bignozzi (recientemente fallecida), esta novela con que la escritora austríaca rompió un hiato de casi una década sin publicar, exorciza como nadie todo eso que sospechábamos de los elegantes pero estrictos colegios suizos. Ese idílico, y bastante clasista, imaginario de faldas a cuadros, acné y clases de piano e idiomas, es desmontado frase a frase, ladrillo a ladrillo, con observaciones crudas, ajustadas con una precisión lírica pero que no interfiere con la narración. Además, en la narración de su amor platónico por Frédérique, su amiga, la voz de la protagonista incurre en ese resbaladizo terreno de las intensas relaciones entre mujeres, los women crushes, con una fascinación hipnótica e intensidad juvenil admirables. Al igual que en su sugestivo título, Los hermosos años del castigo, es una construcción narrativo-poética donde la melancolía, la ingenuidad y algo tenebroso, un inquietante oxímoron, se oculta tras sus murallas.
Llegué a ella porque muchas ilustradoras y autoras de cómic autobiográfico contemporáneo la mencionaban entre sus referentes. Algunas adeudan bastante a su estética y se han dejado influenciar por su estilo punk e ingenuo, como Power Paola, la creadora de Virus tropical (Mondadori, 2013) o Julia Wertz la autora de Whisky y Nueva York (Ediciones Bang, 2012), que se inspiró en el Diario de Nueva York de Doucet, pero también otras creadoras, con un estilo mucho más minimalista como Gabrielle Bell, (Afortunada y Cecil y Jordan en Nueva York, ambos publicados por editorial La cúpula) la consideran unas de sus precursoras. Gracias a su devoción por lo grotesco y la intensidad confesional, destilada a golpe de conectar (y mucho) con sus propios defectos, Doucet recurre una y otra vez a la hipérbole de una manera selvática. Con giros de inesperado humor cáustico y surrealismo pop (como cuando especula con la relación entre la falta de gravedad y su efecto en la menstruación de las astronautas o cuando se transforma en una giganta que ataca una ciudad porque le vino la regla y no tiene tampones),
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esta inocencia algo salvaje y bruta siempre bordea el filo de una navaja sin regodearse de ello, como cuando narra e lustra temas “tabú” como las autolesiones. Y también todas escenas sexuales en donde sus personajes humanos se metamorfosean en animales o se canibalizan a sí mismos, la sangre se aglutina en una montaña rusa de la comicidad, el humor autoreflexivo y las situaciones límite del autodesprecio, como nunca antes en esta antología de sus cómics inéditos en castellano.
Postcoño de Gabby Bess (El gaviero, 2015)
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Todo lo que se considera un defecto en este libro, a mí me encanta. Que sus poemas difuminen con despreocupación las fronteras entre poesía, ensayo o narrativa. Que parece que los ha separado dándole a la barra espaciadora por-que-sí. Que uno de ellos sea sólo una exhaustiva lista de artistas del siglo XX y XXI con una cita de una entrada de Wikipedia. Que todos parezcan que se los ha sacado del coño. Sí, precisamente por eso se llama así. Postcoño: anotaciones en post-it con el coño. La concha, el conejito, el chocho o como lo llames: lo que pasa después de que lo usas para escribir (poemas o notitas para la nevera) y la reacción que esto provoca. En tus lectores. En tus críticos. También hay un poema sobre eso. Este libro es como Monólogos de la vagina (“Me interesa una mujer sobreexcitada que escribe su monólogo interno como representación” dice unos de sus versos) remixado en versión millennial: irritantemente autoconsciente y de una sensibilidad exagerada y también algo emo. Su poesía es vampírica, sedienta, aquejada por la ansiedad que no distingue en su horizonte nada
más de que la compulsión: Esta es mi enfermedad Actualizar. Kegel. Actualizar.Kegel. Quisiera tener un coño tonificado y 1000 nuevos emails. Sin embargo, a Gabby Bess le sobra lo que le falta a algunos escritores de su generación. Por un lado, el humor autoreflexivo: “nunca entendí porqué los poetas están siempre llamando a Dios” Y por otro, no le interesa el matricidio, le encanta hablar de sus influencias, de cómo descubrió por su cuenta a todas esas artistas e escritoras que menciona, se dio cuenta de que quería ser poeta, y no musa. Por eso, (al igual que Learning To Love You More o Steal Like An Artist) este libro se podría vender junto con eficaces manuales de autoayuda de cómo se forma una artista. Y esta es una gran vocación para crear genealogías, para exhibir sus influencias: por aquí aparecen desde Tracy Emin hasta Lydia Davis y Lorrie Moore. Hay algo inquietante en este libro que nos anima a destripar, canibalizar las artistas a las que admiramos, con una ingenuidad inesperadamente sabia, algo tenebrosa y, sobre todo, auténtica.
@martindearriba
el cuestionario de
Carla
María Herrejón, 36,7K seguidores en Vine Carla Marín Bosch
Me llamo María Herrejón, tengo 24 años y estoy licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas y voy a empezar un máster en Diseño Gráfico en Madrid. Me considero una persona muy extrovertida, dinámica y sobre todo muy expresiva, aunque soy tímida en un primer contacto. Me apasiona viajar para poder entrar en contacto con culturas diferentes y bueno, hace un año entré en la comunidad de Vine, y eso me ha cambiado la vida de forma radical. Estoy realmente agradecida y volvería a repetir miles de veces.
1.
¿Cómo superaste una dificultad en tu vida?
6. Dinos
si has tenido influencia de alguna
serie de televisión, de un icono pop, un personaje
Pues la verdad es que las dificultades que público o dibujo animado. ¿Y de alguien de tu he tenido en mi vida las he superado poniéndoles familia? fin, tratando de pasar página y apoyándome, sobre Una mujer que siempre me ha influido todo, en la gente que me rodea. y a la que admiro muchísimo es la presentadora 2. Una canción icónica que sea tu himno. americana Ellen Degeneres, una mujer lesbiana, casada con su pareja y presentadora de, para mí, Para mí, mi canción siempre será Bohemian uno de los mejores programas de entrevistas que Rhapsody de Queen, maravillosa de principio a fin. hay. Es una mujer increíblemente luchadora y que ha ganado no solo fortaleza como mujer en un 3. Háblanos de tu prenda fetén o de la que mundo dominado por hombres, si no que, además, consideras que es tu armadura de guerra para ir a representa a otro colectivo muy importante como trabajar. ¿Crees que es importante? lo es la comunidad LGTB. Pues lo que más cómoda y segura me hace 7. ¿Te influye o motiva alguna historia de sentir son unos buenos pitillos negros, ¡creo que te ficción? hacen sentir poderosa! Y siempre llevo una pulsera Pues mis historias de ficción favoritas roja que me regaló mi madre para darme buena siempre han sido Pesadilla antes de Navidad que me suerte. apasiona, y Los Goonies, que es una de mis películas 4. ¿Hay una prenda o accesorio que tengas en por excelencia. exceso? Explícanos por qué crees que es así. 8. ¿Puedes contarnos qué llevas puesto en Pues prendas en exceso no sé, lo que sí sé es este momento? ¿Llevas maquillaje? ¿Cómo llevas el la cantidad de negro que inunda mi armario, es mi pelo? ¿Es esto importante para ti, en qué manera? color, y me apasiona. Pues ahora mismo llevo una camiseta básica 5. Elementos o cosas que admiras de cómo se blanca y unos shorts vaqueros negros. El pelo lo presentan otras personas. llevo recogido en un moño, porque es como más cómoda voy en verano, y no llevo maquillaje, sólo Pues lo que admiro es la singularidad, de un poco de rímel, aunque sí llevo la raya del ojo, cualquier persona, que tengan algo particular que te que es algo que me hago siempre. El maquillaje no incite a darte la vuelta para mirar. Una personalidad es algo muy importante para mí porque realmente imponente me parece lo más admirable y atractivo no suelo maquillarme demasiado, me llega incluso del mundo. a agobiar llevar base o productos en la cara, tiro siempre por un “look” más natural. Pero la raya me la hago siempre porque me da ese toque femenino que me gusta y con el que me siento muy cómoda.
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F R I D A 2015