Burke-Renacimiento

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PETER BUR

El Renacimien

Trnducci6n castellana d

Carme Castells

CroTICA Barcelona


1.

Primera edici6n en I3llluOTECA

Ill,

BOLslu.o: jnnio de 1999

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Titulo original:

THE RENAISSANCE

Macmillan Education, Ltd., Londres

Diseno de la co1ccci6n: Joan BatalJe

EL MITO DEL RENACIMIE

El historiador holandes Johan Hu «la palabra Renacimiento evoca en el de un pasado de helleza, de purpura y ser exactos, 10 que yen reflejado en s miento de Venus, de Botticelli, el Dav la Mona Lisa de Leonardo, Erasmo, lo y la Reina de las hadas, ** todos mez gen de una edad de oro de la creati Esta imagen del Renacimiento -co se remonta hasta mediados del siglo frances Jules Michelet (que estaba f al critico John Ruskin (que la desa todo, al erudito suizo Jakob Burckh texto La cultura del Renacimiento en cribia este periodo utilizando dos con vidualismo» y el de «modernidad».

© 1987: Peter Burke

© 1993 de la traducci6n castellana para Espana y America:

ED1TORJAL CRTTICA, Barcelona

ISBN: 84-7423-982-6

Dep6sito legal: B. 26.366 - 1999

Impreso en Espaii.n

1999. - ROMANYANALLS, S. A., Capellades (Barcelona)

* Los mimeros entre corchetes remiten a las (veanse pp. 105-113). (N. del e.) ** EI autor se refiere a The Faerie Queene, Spenser (Londres, 1552-1599), camentario alegorico litica. (N. de la t.)


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EL RENACIMIENTO

«en la Edad Media, la conciencia humana permanecia, como cubierta por un vela, sofiando 0 en estado de duer­ mevela ... y el hombre solo se reconocia a si mismo como miembro de una raza, pueblo, partido, familia u otra forma cualquiera de 10 colectivo». Fue en Italia, en el Renacimiento, «donde se desvanecio en el aire ese velo por primera vez ... el hombre se convirtio en un indivi­ duo espiritual, y se reconocio como tal» [1, 2. a parte]. EI Renacimiento es sinonimo de modemidad. Para Burck­ hardt, el italiano «fue el hijo primogenito de la Europa modema». Petrarca, poeta del siglo XIV, fue «uno de los primeros hombres realmente modemos». Fue en Italia donde dio comienzo la gran renovacion del arte y de las ideas, y posteriormente estas nuevas actitudes y formas artisticas se difundieron por el resto de Europa. Esta idea del Renacimiento es un mito. Desde luego, «mito» es un termino ambiguo, yaqui 10 utilizamos de­ liberadamente en un doble sentido. Cuando los historia­ dores profesionales aluden a los «mitos», por 10 general se refieren a relatos del pasado que se pueden conside­ rar como falsos, 0 en cierta manera engafiosos. En el caso de la descripcion que Burckhardt hace del Renaci­ miento, los historiadores ponen en tela de juicio, por exagerados, los espectaculares contrastes que el autor sefiala entre el Renacimiento y la Edad Media, y entre Italia y el resto de Europa, ya que tales contrastes se producen por no haber tenido en cuenta las diversas in­ novaciones que se realizaron durante la Edad Media, la pervivencia de actitudes tradicionales en el siglo XVI e inc1uso mas tarde, ni tampoco el interes de los italianos por la pintura y por la musica de los Paises Bajos.

EL MITO DEL RENACIMIEN

EI segundo sentido del termino «m rio. Un mite es un relato simbolico q tudes de unos personajes sobrehuma tud 0 por su mezquindad); es un re ser exactos, un relato sobre el pasado de explicar 0 justificar algunos aspe actual. EI Renacimiento de Burckha mite en este sentido. Los personajes sean heroes como Alberti y Miguel como los Borgia- son todos ellos so mismo relato explica y justifica a la demo. Es un relato simbolico, en el be un cambio cultural utilizando las pertar y del renacer, metaforas que decorativas, sino un elemento esenci cion de Burckhardt. Tales metaforas 0 alegorias no e la epoca de Burckhardt. Desde medi un gran numero de eruditos, escritore lia y en todas partes, dieron en utiliz la renovacion para describir su sensac do en una nueva epoca, una edad de tauracion, remembranza, renacimie reemerger a la luz tras la epoca que e meros en describir como «Ia edad osc Y tampoco entonces tales metafor el poeta Virgilio, pinto en su cuarta trato del retorno de la edad de oro. miento esta tambien c1aramente expre lio segun san Juan: «En verdad os d no nazca de nuevo del agua y del Esp


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dra entrar en e1 reino de los cie1os». Lo mas caracteris­ tieo del uso de estas metciforas, en e1 periodo compren­ dido entre los afios 1300 al 1600 del que nos estamos ocupando, fue su aplicacion a un movimiento de cariz mas intelectual y artistico que politico 0 religioso. En la decada de 1430, Leonardo Bruni describio a Petrarca como «el primero que poseyo una gracia y un genio ta­ les que pudo reconocer y traer de nuevo a la luz la anti­ gua elegancia de estilo, que estaba perdida y extinguida». Y Erasmo comento al papa Leon X que «nuestra epoca ... puede convertirse en una edad de oro» gracias al renaci­ miento del saber y de la piedad, mientras que Giorgio Vasari organizo sus Vidas de pintores, escultores y ar­ quitectos en torno a la idea de renovacion de las artes, dividida en tres fases: desde sus inicios en la epoca de Giotto hasta las figuras culminantes de Leonardo, Ra­ fael y, sobre todo, del propio maestro de Vasari, Miguel Angel. Como todas las autovaloraciones, las de los intelec­ tuales y artistas del Renacimiento resultan reveladoras y a la vez inducen a error. Como otros hijos que se rebe­ Ian contra la generacion de sus padres, esos hombres tenian contraida una gran deuda con la Edad Media que tan a menudo denostaban. Acentuaban su distancia con respecto al pasado reciente y al propio tiempo minimiza­ ban la que les separaba del pasado remoto, la Antigiie­ dad que tanto admiraban. La concepcion que tenian de su renacimiento era un mito, en e1 sentido que presenta­ ba una imagen distorsionada del pasado; era un suefio, un anhelo, y tambien una reactualizacion 0 una repre­ sentacion del antiguo mito del eterno retorno [10, cap. Xl.

EL MITO DEL RENACIMlE

El error de Burckhardt consistio letra la version de los artistas e intele haciendo suya de manera literal esa cimiento, y reelaborandola en su libr la de la restauracion de las artes y de tigiiedad clasica, Burckhardt afiadio como los de individualismo, realismo su caso, resulta apropiado aplicar el Carr: «Antes de estudiar historia, estu ya que sin duda existieron razones p can su atraccion por este periodo y de el. Para Burckhardt, Italia signif sado como en presente, una huida de sideraba sombria y remilgada. En su su nombre, firmando «Giacomo Bur bia a si mismo como «un buen ind que caracterizaba al Renacimiento c individualismo. Pero estas razones pe ficientes para explicar el exito de la el creciente interes por el Renacimie nales del siglo pasado (entre intelec Pater, Robert Browning y John Add Gran Bretafia, y sus equivalentes en comprender tal exito debemos record ligioso por las artes que se profesaba plos, llamados «museos», asi como l por el «realismo» y el «individualism tas y escritores del siglo XIX. Estos, a y Vasari, proyectaban sus ideales hac do su propio mito de una edad de cultural.


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Pero aun hoy en dia hay quien toma en serio este mito del Renacimiento, y gracias a el siguen ganando dinero las cadenas de television y las agencias de viajes. Por el contrario, a los historiadores profesionales cada vez les resulta menos satisfactoria esta version de la epo­ ca renacentista, aunque el periodo y el movimiento les sigan pareciendo atractivos. El quid de la cuestion esta en que el gran edificio erigido por Burckhardt y sus con­ temporaneos no ha resistido el paso del tiempo. Para ser exactos, 10 han erosionado especialmente las investi­ gaciones de los medievalistas [l0, cap. XI], cuyos argu­ mentos, articulados en torno a un sinfin de detalles, pue­ den sin embargo resumirse en dos lineas generales. En primer lugar, existen razones para afirmar que los llamados «hombres del Renacimiento» eran en reali­ dad bastante medievales. Su comportamiento, postula­ dos e ideales eran mas tradicionales de 10 que tendemos a creer y de 10 que ellos mismos pensaban. Hindsight sugiere que incluso Petrarca, «uno de los primeros hom­ bres realmente modernos» segun Burckhardt, y un per­ sonaje del que nos volveremos a ocupar en estas pagi­ nas, por su creatividad tanto poetica como intelectual, tenia muchos puntos en comun con la epoca que el mis­ mo describio como «oscura» [72]. Dos de los mas famo­ sos libros escritos en el siglo XVI, El cortesano y El prln­ cipe, estan mas proximos a la Edad Media de 10 que parece. El cortesano de Castiglione esta inspirado en las tradiciones medievales de la cortesania y del amor cor­ tes, asi como en textos clasicos como el Banquete de Platon y el De los deberes de Ciceron [63]. Incluso El prlncipe de Maquiavelo, que algunas veces modifica de-

EL MITO DEL RENACIMIENTO

liberadamente el saber convencional, cierto punto a un genero medieval, el «espejos» 0 libros de aviso para gobe En segundo lugar, los medievalistas tos suficientes para afirmar que el Ren un acontecimiento singular, como en un ron Burckhardt y sus contemporaneos bien podriamos utilizar este termino e ron varios «renacimientos» en la Edad mente en el siglo XII y en la epoca de ambos casos se produjo una combinac tisticos y literarios, con un resurgimien las ensefianzas clasicas, y tambien en c los contemporaneos consideraron que epoca de restauracion, renacimiento [4, 78]. Algunos espiritus audaces, como e nold Toynbee, en su Estudio de la His zado aun mas en esa direccion y han de mientos fuera de Europa occidental, e mundo islamico e incluso en el Lejano O escribio «al utilizar la palabra renaci nombre propio, nos hemos permitido c considerar como un acontecimiento uni lidad no es mas que una manifestacio fenomeno historico recurrente» [88]. Su reduce un movimiento complejo a una ticas, pero seguramente Toynbee esta e tar de situar al Renacimiento en la his al prestar atencion a los resurgimientos (como el designa a la tradicion clasica)


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ron allende las fronteras de la Europa occidental, asi como a la recuperaci6n de tradiciones aut6ctonas «muer­ tas» en China y Jap6n. Al igual que las personas, cada renacimiento tiene sus caracteristicas propias, pero en cierto sentido todos pertenecen a la misma «familia». Asi pues, l.a que debemos atenernos? l.Existi6 en rea­ lidad un Renacimiento? Si 10 describimos como una epo­ ca revestida de purpura y oro, como si fuese un milagro cultural aislado, 0 como la subita aparici6n de la moder­ nidad, mi respuesta seria «no». Si en cambio utilizamos el termino, sin perjuicio de los logros conseguidos en la Edad Media 0 de los que se produjeron fuera de Euro­ pa, para referirnos a un determinado cumulo de cambios acaecidos en la cultura occidental, podremos considerar­ 10 como un concepto organizativo que aun tiene utilidad. La descripci6n e interpretaci6n de este cumulo de cam­ bios es el objetivo del resto de este ensayo.

2. ITALIA: RESURGIMIENTO E INNOVACION

Pese a la necesidad de revisar la ver te aceptada del Renacimiento, que prese activa y creativa y al resto de Europa imitativa, resulta ineludible empezar por este capitulo esta dedicado a los prin ocurridos en el arte, la literatura y las id to (m. 1337) hasta Tintoretto (1518-15 trarca (1304-1374) hasta Tasso (1544-15 situar estos cambios -sean resurgimien nes- en su contexto sociocultural. Par ese periodo no habia carencia de indiv tivas, hombres (en su mayoria eran va ron en sus obras la huella de su person manera, si observamos el curso del ca Italia durante todo el periodo, es decir que van del 1300 hasta el 1600, verem resulta obvio que los logros que se ob colectivos, dado que se trabajaba en pe que cada generaci6n creaba a partir de


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predecesores. En un ensayo relativamente breve como el presente, me parece mas adecuado resaltar 10 colectivo y tratar de contemplar el movimiento renacentista como un todo. Una de las caracteristicas especialmente distintivas de este movimiento es el intento entusiasta de revivir otra cultura, de imitar la Antigiiedad en diferentes campos y con diferentes medios. No es el unico rasgo importante del Renacimiento italiano, pero puede ser un buen pun­ to de partida. Es en la arquitectura donde resulta mas obvia la re­ cuperaci6n de las formas c1asicas, desde las plantas ba­ jas hasta los detalles ornamentales [83, caps. 26-27]. Y no resulta sorprendente el que esta recuperaci6n de la arquitectura griega y romana se produjese en Italia, donde se conservaban, mas 0 menos intactas , diversas construcciones c1asicas, como el Pante6n (lamina 5), el Coliseo, el Arco de Constantino y el teatro de Marcelo (todos ellos en la misma Roma), a la vez que las con­ diciones c1imaticas del sur de Europa permitian, mas que en cualquier otro lugar, la imitaci6n de estos edifi­ cios. Generaciones de arquitectos, entre los que se con­ taban Filippo Brunelleschi (1377-1446), Donato Braman­ te (c. 1444-1514) y Andrea Palladio (1508-1580), fueron a Roma a estudiar y a medir esos edificios para poder imitar los principios sobre los que estaban construidos. En sus estudios contaron con la ayuda de un tratado de arquitectura escrito por Vitrubio, que se conservaba des­ de los tiempos de la antigua Roma. En estos Diez libros sabre arquitectura, publicados por vez primera aproxi­ madamente en 1486, Vitrubio resaltaba la necesidad de

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artista del norte en Roma: Maarten van Heemsker


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mantener la simetrfa y las proporciones, comparando la estructura de un edificio con la del cuerpo humano. Asi­ mismo explicaba las reglas para el uso correcto de los «tres ordenes», es decir, las columnas doricas, jonias y corintias, con sus correspondientes frisos y cornisas. EJ sistema de proporciones clasico se utilizo en edificios ta­ les como las iglesias florentinas de San Lorenzo y del Santo Spirito, construidas por Brunelleschi, y en la de San Francesco, en Rimini, de Leon Battista Alberti. La iglesia de San Pietro in Montorio, en Roma, construida por Bramante en 1502 (lamina 2), rompio con la tradi­ cional planta cruciforme de las iglesias medievales, para adoptar la planta circular tipica de un templo romano. De ahi el apelativo familiar de Tempietto (pequeno tem­ plo en Italiano) de la que fue la primera Iglesia totalmen­ te construida en estilo dorico. Tambien recuerda a un templo romano el gran portieo de la Villa Foscari, de Palladio, conocida popularmente como La Malcontenta, que se erigio en Fusina, no lejos de Venecia, alrededor de 1560. En esta villa se utilizo el orden jonieo. En cam­ bio, las casas de campo y las villas romanas no habian resistido el paso del tiempo, de manera que las villas renacentistas, desde Poggio a Caiano en la decada de 1480, hasta Pratolino en la decada de 1570 (construidas para la familia Medicis), estaban inspiradas en las des­ cripciones que hizo el antiguo escritor romano Plinio el loven de sus casas y jardines [21,22 Y23]. En el caso de la escultura, no se contaba con ningun tratado antiguo como el de Vitrubio, pero los modelos clasicos eran de enorme importancia [18, 19]. EI escul-

EI alto Renacimiento: el Tempietto de Bramante.

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La Antigiiedad reconstruida: la version de Botticelli nia de Apeles.


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tor Donatello fue a Roma, como su amigo Brunelleschi, a estudiar los vestigios de la Antigtiedad dasica, mien­ tras que Buonaccolsi (apodado Antico), que se hizo fa­ moso por sus pequefios bronces, fue enviado aRoma con el mismo proposito por su patron, el marques de Mantua. Hacia 1500 estaba de moda entre los italianos refinados el coleccionar piezas clasicas, siendo uno de los mayores entusiastas el papa Julio II. Julio era el pro­ pietario de la mayoria de obras de arte que se habian encontrado hasta entonces, incluyendo el Apolo de Bel­ vedere (que debia su nombre a la villa papal en la que estaba expuesto), y el aun mas famoso Laoconte que ilustraba una escena de la llfada de Homero, en la que un sacerdote troyano fue estrujado por unas serpientes enviadas por Apolo. Los nuevos generos de la escultura renacentista eran por 10 general reediciones de los gene­ ros clasicos, como los bustos, los monumentos ecuestres y las figuras 0 grupos con representaciones de la mitolo­ gia clasica, como el Baco del joven Miguel Angel (1<imi­ na 4), que imito con tanto acierto el estilo clasico que durante un tiempo se creyo que era una genuina an­ tigiiedad. En el caso de la pintura resultaba mucho mas dificil encontrar fuentes y modelos antiguos. No habia ningun equivalente de Vitrubio ni de Laoconte, y la pintura cla­ sica -a excepcion de algunas decoraciones en la Domus Aurea de Neron, en Roma- era desconocida en la epoca'" , y continuo siendolo hasta las excavaciones de Pompeya, a finales del siglo XVIII. Como sus colegas en arquitec tura y escultura, los pintores trataban (fuese por deseo propio 0 exhortados por sus patrones) de imitar a losl' antiguos, para 10 que tenian que recurrir a metodos rna

I,a Antigiiedad reconstruida. II: el Baeo de Miguel A


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indirectos haciendo que sus mode1os posasen al estilo de las esculturas c1<lsicas mas famosas, 0 tratando de recons­ truir las pinturas clasicas perdidas a partir de las descrip­ ciones presentes en textos litcrarios [3, 12]. La Calumnia de Botticelli (lamina 3), por poner un ejemplo, sigue la descripcion del escritor griego Luciano de una obra per­ dida de Apeles. Tambien se intento establecer unas re­ glas pictOricas a partir de las crlticas literarias de los an­ tiguos, creyendo que, segun dijo Horacio, «la pintura es como la poesia». Tambien en el campo de la musica -es­ pecialmente entre 1540 y 1560- se realizaron intentos de recrear el antiguo estilo a partir de fuentes literarias, en este caso a partir de los tratados clasicos [53]. EI ejemplo de la Antigiiedad estimulo tambien el auge del retrato como genero indcpendiente. Los retratos del siglo xv soHan pintarse de perfil, imitando las cabezas de los emperadores que aparecfan en las monedas roma­ nas, y normalmente se prolongaban hasta un poco mas abajo de los hombros, a semejanza de los bustos de mar­ mol. No fue hasta el ano 1500 aproximadamente cuan­ do Leonardo, Rafael y otros artistas prescindieron de este convenciona1ismo para producir obras sin ningun precedente clasico, en las que el modele aparecfa de fren­ te, 0 mostraba tres cuartas partes de su rostro, con pIa­ nos de medio cuerpo 0 de cuerpo entero, sentado 0 de pie, conversando con sus amigos 0 dando 6rdenes a los criados [75]. Sin embargo, en la pintura se produjo un avance cru­ cial que nada tenia que ver con la Antigiiedad: el descu­ brimiento de las leyes de la perspectiva lineal. Es posible que los artistas c1asicos hubiesen conocldo estas leyes,

Un paradigma cIasico: el Pante6n, en Roma.

II

Una vision humanista del mundo: Charles de Bo


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pero en todo caso se habian perdido hasta que Brune­ lleschi y sus amigos las redescubrieron en el siglo xv. Este ejemplo pone de manifiesto la afinidad entre ambas epocas y sugiere que estos paralelismos no pueden expli­ carse s610 en terminos de imitaci6n [18]. Tanto en la epoca clasica como en el Renacimiento, los artistas sentian gran preocupaci6n por la apariencia de las cosas, por 10 que Burckhardt denomin6 «realismo». La palabra aparece entrecomillada no s610 porque tenga mas de un significado (estilo ilusionista; tema tornado de la «vida real», sea eso 10 que sea, y asi sucesivamente), sino tambien porque todos los artistas representan 10 que para ellos es real y porque ningun arte esta libre de con­ venciones. Incluso la perspectiva puede considerarse, segun el historiador del arte Edwin Panofsky, <<Una forma sim­ b6Iica». Por decirlo de otro modo, representar el mundo de acuerdo con sus leyes significa aceptar unos valores determinados y rechazar otros [18]. En el caso de los artistas medievales, estos valores habian de inferirse de su obra, con el consiguiente ries­ go de producir un argumento circular. Incluso en el caso de Giotto, su preocupaci6n por la tridimensionalidad, especialmente por la solidez de la figura humana, se in­ fiere de esta manera. Por otra parte, en Italia, durante los siglos xv y XVI, los artistas y otras personas solian expresar por escrito sus ideas sobre el arte, e incluso al final del periodo llegaron a imprimirlas, como hizo Va: sari con sus Vidas, dejando bien claro que tipo de pro­ blemas querian resolver, asi como su aprecio por cuali­ dades tales como la «verdad» 0 fidelidad a la naturale­ za, la ilusi6n de vida, la aparente facilidad con la que se

ITALIA: RESURGlMlENTO E INNOVA

',\Iperaban las dificultades y, por 10 mas lilliI', la «gracia» [6, cap. 6; 15]. Nos hemos ocupado en primer lugar IlIra, la pintura y la escultura porque la ',01 ros en 10 primero que pensamos al oi 11;lcimiento es en las artes visuales. Sin e It' csa epoca las «artes liberales» -es de v la ensefianza- gozaban de mayor pre ("litre los estudiantes), que las «artes mec ria en la que, a pesar de las quejas de Le Sl' mezclaban tanto la pintura, la escultu lura, como la agricultura y las tecnicas vegaci6n. Lo que en esa nueva era deb las bonae litterae, las «buenas letras»; a s la literatura y la ensefianza. En cualquie t lpini6n de los intelectuales y escritores cede la imagen de gran resurgimiento que la nosotros, ya que los artistas (con la no de Vasari), dejaron escasos testimonios d hre el tema. Asi pues, no debemos olvid la informaci6n que ha llegado hasta nos El idioma basico que se benefici6 de «revivir» no fue el italiano, sino ellatin medieval se consideraba «barbaro» por Sll ortografia (se escribia michi en lugar d Sll sintaxis, etc., como escribi6 el erudito en la decada de 1440, «durante varios lIablado latin correctamente, y ni siqu quien al leerlo 10 entendiese correctame momento, en cambio, la ambici6n de div les era escribir en un latin digno de Cice


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Tales intelectuales recuperaron tambien los principa­ Ies generos literarios de la antigua Roma: la epica, la comedia, la oda, la pastoral, etcetera [46]. Ya a media­ dos del siglo XlV, Francesco Petrarca, el gran poeta y eru­ dito toscano, escribio una epopeya en latin, Africa, ba­ sada en la vida del gran general romano Escipion el Afri­ cano. Fue la primera de las muchas imitadones de la Eneida de Virgilio, en las que se narraban hazafias he­ rokas siguiendo una serie de convenciones entre elias em­ pezar por la mitad (con posteriores incursiones retrospec­ tivas 0 flash-backs) y alternar hazafias realizadas en la tierra con el consejo de los dioses. La Jerusalen libera­ da, de Tasso (1581), donde se narra la primera cruzada, es una de las epopeyas renacentistas mas profundamen­ te cristianas y clasicas a la vez. Las tragedias se escribian a la manera melodramatica de Seneca, plagando los es­ cenarios de cadaveres, y las comedias -en las que apa­ redan padres severos, criados astutos, soldados penden­ cieros y personajes equivocos- al estilo de los antiguos dramaturgos romanos Plauto y Terencio. La poesia lati­ na del Renacimiento italiano incluye odas a la manera de Horacio, epigramas a la manera de Marcial y pasto­ rales semejantes a las Eglogas de Virgilio, en las que los pastores, enmarcados en un paisaje arcadiano, tocaban la Dauta y cantaban con afioranza sus amores. Con fre­ cuencia, las ideas se plasmaban en forma de dialogos, inspirados en la obra de escritores antiguos como Platon y Ciceron, y las historias de Florencia, Venecia y otros estados italianos siguieron el modelo de la historia de Roma de Tito Livio. Merece destacarse el hecho de que -al menos hasta

lTALlA: RESURGlMIENTO E INNOVA

se concedio mas importancia a Lilin que a la escrita en lengua vernacu ('II dia Petrarca es mas apreciado por su ('scrita en italiano, seguramente el hubies It- recordasen por su Africa. Y para aum 1:1, el idioma de la renovacion fue el l I )\odujo un intervalo de mas de den afi Ilwras comedias renacentistas, escritas ('quivalentes en italiano, como los Supp (1509) Y la Calandria del cardenal Bibbie Ilardo Bruni escribio en latin su Historia n'ntino a principios del siglo xv, mientra ra obra de este estilo en italiano, la Histo I 'rancesco Guicciardini, no se escribio ha de den afios [25, 29]. Cuando los conte Iltaban del renacimiento de las «letras», "il'lll no se referian tanto a la literatura demo como a 10 que hoy en dia se conoc dd humanismo. «Humanismo» es un termino en ciert co, cuyo significado puede variar segtin I ,a palabra humanismus empezo a usarse principios del siglo XIX, aplicandola al m de educacion dasica cuya validez estab L'lIestionarse, y parece ser que fue Mat primero en utilizar el termino «humanis Por 10 que respecta a «humanista», la p Il() en el siglo xv, y formaba parte del ar diantes universitarios, que designaban co sor de «humanidades», de los studia hu gila frase romana que englobaba un con I ")()o-


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EL RENACIMIENTO

disciplinas: gramMica, ret6rica, poetica, historia y filo­ sofia moral [5]. Llegados a este punto el lector bien podria pregun­ tarse que era 10 especificamente humano de las humani­ dades, asi definidas. Segun escribi6 Leonardo Bruni, uno de los lideres del movimiento de recuperaci6n de estos estudios, reciben este nombre porque «perfeccionan al hombre». Pero i.por que se consideraba que esas mate­ rias cumplian tal funci6n? La idea fundamental era que el hombre se diferencia de los animales en primer lugar por su capacidad de hablar, y, por tanto, de distinguir el bien del mal. Asi pues, era fundamental el estudio de las materias relacionadas con el lenguaje (gramatica y ret6rica), 0 con la etica. La historia y la poesia se consi­ deraban hasta cierto punto etica aplicada, y ensefiaban a los estudiantes a seguir los buenos ejemplos y a recha­ zar los perversos. Los intelectuales de la epoca no se guardaban de generalizar acerca de la «condici6n huma­ na», como la llamaba Poggio, 0 de escribir textos como la famosa Oratio sobre la dignidad del hombre, de Pico della Mirandola (aunque no pretendiese con ella hacer una dec1araci6n de independencia con respecto aDios) [27J. Los postulados basicos de los humanistas estan ha­ bilmente reflejados en un diagrama de una obra de prin­ cipios del siglo XVI, del humanista frances Charles de Bouelles (lamina 6). Segun este diagrama, hay cuatro ni­ veles de existencia, que en orden ascendente son: existir como una piedra, vivir como una planta, sentir como un animal, y entender como un hombre. Y a estos gra­ dos de existencia se corresponden cuatro tipos de ser hu­ mano: el haragan, el glot6n, el vanidoso y el intelectual.

ITALIA: RESURGIMIENTO E INNOVA

I\n otras palabras: la humanidad es perfe d humanista es verdaderamente humano El diagrama muestra tambien que la I iva es superior a la vida activa, aunque habia consenso acerca de este punto. L canciller de la republica florentina, opin hre s610 podia realizarse como ciudadan Marsilio Ficino, fil6sofo que acept6 el m Medicis, se decantaba por el estudio y la 'rambien Erasmo protegi6 su libertad pa cribir, rehusando sentirse ligado por obli politico. Otros humanistas se debatian e la contemplaci6n, como sir Tomas Moro rile nada facil tomar la decisi6n de conv IIcr (y mas tarde en lord canciller) de Montaigne, quien interrumpio su retiro ser alcalde de Burdeos, en la epoca de 170, 71]. Asi pues, parece bastante evidente qu dios que el movimiento humanista cons Ilortantes no se encontraba 10 que nos «cicncia» (y que a la sazon se conocia Iialural»). Sin embargo, alguno de los dcstacados (como por ejemplo Alberti), e lIIente interesados en las matematicas. S b recuperacion de textos de los antiguo p,os y romanos sobre matematicas, me lilia, astrologia y por ultimo (pero no m Ie) de magia, formaba parte del program los lextos c1asicos desempefiaron un pap t'll d desarrollo posterior de estos estudi


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EL RENACIMIENTO

zon, podemos afirmar que durante ese periodo se pro­ dujo tambien un «Renacimiento» matematico, cientifico e incluso magico [31, 32, 33J. Los casos de Brunelleschi y de Leonardo da Vinci ilustran de manera convincente las relaciones entre las artes y el renacimiento de las ma­ tematicas [18, 67J. lEn que sentido podemos afirmar que se produjo un «auge» del humanismo en Italia entre 1300 y 1600? Asi como se intentaba revivir el arte y la literatura clasicos, tambien se realizaron esfuerzos para imitar el sistema educativo de la antigua Roma. Uno de los pioneros de la nueva educacion fue Vittorino da Feltre, quien dirigio un pequeno internado en la ciudad de Mantua, desde el ano 1423 al 1446; otro fue Guarino da Verona [24, 28J. Con el nuevo sistema se ensefiaba a los alumnos a ha­ blar, escribir y leer en latin clasico, 10 que significaba primar las humanidades en detrimento de otras discipli­ nas, especialmente la logica. La logica habia sido una materia central en e1 curso introductorio de filosofia en las universidades medievales, pero Petrarca, Valla y otros humanistas la atacaron, acusandola de ser algo futH, me­ ros sofismas y quebraderos de cabeza, que, ademas, pre­ cisaba el empleo de unos terminos tecnicos «barbaros» (es decir, no clasicos), tales como «sustancia», «acciden­ tes», «esencia», etc. Tambien era posible estudiar griego chisico en algu­ nas escuelas y universidades italianas, especialmente en Florencia (a partir de 1396) y en Padua (desde 1463). Aunque a la sazon la Atenas clasica no despertaba la misma admiracion que la antigua Roma, la lengua grie­ ga supo atraer a los estudiantes. Los primeros profeso-

ITAL/A: RESURGlMIENTO E INNOVACIO

I cs eran refugiados procedentes del Impe que paso a paso fue cayendo en manos de dcsde mucho antes de la caida de Cons 1453. Gracias a esos refugiados, diverso it alianos tuvieron la oportunidad de leer original importantes textos griegos, algun les se acababan de descubrir, como algun I)Iaton y las obras del misterioso Hermes quien se consideraba un antiguo sabio obras fueron traducidas por el filosofo fl ,ilio Picino, cuya admiracion por Platon e quc tanto a el como a sus discipulos se los (<Ileoplatonicos» [5, 39J. Algunos textos, como el Nuevo Tes ()bras de Aristoteles, de los que a la sazon da su traduccion latina, fueron estudiado I'riega original. Y asi, los humanistas desc discrepancias entre las traducciones latina Il'alizadas a partir de las traducciones arab }'ricgo) y los textos originales. Pietro Pom .,01'0 Italiano del siglo xv I, tras leer la vers "illal de las obras de Aristoteles, quedo fi vwcido de que santo Tomas de Aquino nror al indicar que Aristoteles predicaba l del alma, poniendo asi en entredicho tod III isla. De esta manera, la demanda de tra I igurosas llevo paulatinamente a descubr de los admirados antiguos resuItaban mas lias de 10 que en un principio se habia cr Para los humanistas, incluso los texto l'O,S habian sido malinterpretados durant


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EL RENACIMIENTO

po, cuando no enteramente perdidos. El redescubrimien­ to de manuscritos de los clasicos fue un acontecimiento estimulante en las vidas de intelectuales como Petrarca, Coluccio Salutati (que recupero las cartas de Ciceron) y Poggio Bracciolini (que encontro los discursos, tambien de Ciceron). Al mismo tiempo, se descubrio que los con­ ceptos fundamentales de un mismo texto se prestaban a diferentes interpretaciones segun la copia manuscrita de que se dispusiera. Esto provoco el desarrollo de tecnicas de «critica textual» que permitieran recobrar 10 que en realidad habia escrito el autor, antes de que una pleyade de copistas distorsionaran el mensaje [83, cap. 12; 86]. Algunos textos clasicos ya conocidos en la Edad Me"" dia fueron tambien objeto de nuevas interpretaciones. Desde el siglo XI las universidades italianas, especialmen­ te la de Bolonia, habian impartido derecho romano, pero fueron los humanistas los primeros en situar las leyes en el contexto sociocultural de la antigua Roma, dada su familiaridad con el estudio de la literatura y de las ins­ cripciones clasicas. Por ejemplo, el humanista Lorenzo Valla pudo demostrar, a mediados del siglo XVI y gracias a su conocimiento de la historia de Roma y mas particu­ larmente de la historia de la lengua latina, que la llama­ da «Donacion de Constantino», documento mediante el cual el emperador cedia el centro de Italia al papa y a sus sucesores, no solo no tenia nada que ver con Cons­ tantino, sino que en realidad habia sido escrito varios siglos mas tarde [41]. En la actitud que con respecto a la Antigiiedad clasi­ ca mantenian los humanistas y los artistas vinculados a ellos, coexistian dos elementos aparentemente contradic-

ITALlA: RESURGIMIENTO E IN NOV ACION

lotios. Por una parte, eran bastante mas co ',liS predecesores medievales de la distanci \"111 rc ellos y la Antigiiedad chisica, y estab .los por la corrupcion de la lengua y el d .11 tes que se produjo en Halia como resultad ',1l'1II de los barbaros. Y por otra, se sentian p 1(' Illuy proximos a los grandes romanos. P 1111') cartas a Ciceron, entre otros, y Maqui ',mlaba a si mismo conversando con los an hns estaban convencidos de que era posib /\ 111 igiiedad. Por ejemplo, Petrarca se solid 1l'Illativa de restaurar la republica romana, dllio -de puertas adentro- entre 1347 y qlliavelo, en sus Discursas sabre fa primer li/o Livia, afirmaba apasionadamente que IIIlHlernos podian y debian imitar algunas d \ IOlles polfticas y militares de la antigua Ro IIlilicia ciudadana [62, 68, 72]. Para comprender este renacimiento de la "I('as en arquitectura 0 en las obras dramat Illsiasmo por descubrir y editar manuscritos IIIOS de contemplarlos como partes de una I.lllle mas ambiciosa, nada menos que la res 1.1 antigua Roma. i, Y que debemos entend No siempre es tarea facil discernir si los hu \ I i hlan de manera literal 0 metaforica, 0 ha t \) dcseaban realmente restaurar el pasado. ;ISO, la idea del renacer era bastante mas q r.1 rctorica. Al igual que los antiguos, much I.IS creian en una interpretacion ciclica de ',I '/',t'lfl la cual una epoca podia ser una esp I


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carnacion 0 reaparicion de otra epoca anterior. Algunos de estos humanistas pensaban que ellos y sus conciuda­ danos podian ser los «nuevos romanos», a base de ha­ blar, escribir y pensar como elIos y dc elllular sus logros, desde el Coliseo y la Eneida hasta el propio imperio ro­ mano. Como hemos sugerido anteriorllIl'lIk, la idea de un retorno al pasado puede haber sido 1111 milo, pero era un mito en el cual mucha gellle 110 sl'llo pcnsaba, sino que vivia. Uno de los conceptos clave dc los 1IIIIIIllllisias era el de «imitacion»; no tanto la imilal'il'1I1 de I:J Ilat uraleza como la de los grandes escritores y '1IIislas. Iloy en dia esta idea empieza a resultar exlrai)a. No,sollos l'stamos habituados a la idea de que tanto lo,s plll'lIla,s l'omo las pinturas son la expresion de PCIISllllliclllo,s v SI'III imien­ tos de individuos creativos, y aUllqllc CII d IOlldo cs[emos convencidos de que, de hccho, a1V,1I1l0S all i,S(;IS imilan a otros, nos inclinamos a ClllISidCl;1I lal 1I1111;Il'il'lli como prueba de su falta de [,denio 0 COIIIO 1111 I'll OJ lIlIl' come­ ten los que aun «no se hml cllcollll;IlI()l' a ,sj Illismos y por tanto no pueden desarmlliJr 1111 1',slJ!o IWI,sllIlal. «1mi­ tacion» es un termino pcyoral ivo, Tallh. Itl.'; I'SlTitores como los artistas ansiall lICIIIllSII';1I ,SII 01 Willa Iidad. c,spon­ taneidad e independellcia. y Ilicp,all la,s "1IJ11l11'lIrias}) de sus predecesores (por 110 IlIl'lICiollill d pllll-'.io. qllc actual­ mente se considera como IIl1a cspn'il' dl< 10110 dc hI pro­ piedad intelcctual). 1'01' d COlli nil io, III 1I11sicdad de los escritores y art islas lid Rl'lIacilllil'lIh lSI' dcb!a a I'azones totalmente opueslas. AllllqllC lIosol10S ,soh'IIIOS pl'lIsar en ese periodo como ell IIl1a l'poca dc illllllVal'll'1I1 v llI'iginali­ dad, los hombres qlle vivinOIll"lIl'IIl'Sallllioli SIl illlilacion

ITAI..IA: RESURGIMIENTO E INNOVACI()N

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de los mejores modelos antiguos: el Panteon, el te, Cicerc'm, Virgilio, Tito Livio, etcetera [49]. Pero esta imitacion no significaba esclavitu utilizar una de las metMoras mas corrientes en l imitar no era «remedar» a los antiguos, sino qu tia en asimilar el modelo, convirtiendolo en pro ser posible, superarlo. Generalmente se sostiene «modernos» no esperaban igualar los logros de guos, y que solo pretendian seguir sus pasos, 1 en si constituia un reto. Como ya hemos visto Angel fue capaz de hacer pasar una de sus obr si se tratase de una antigiiedad gen uina. Alberti una comedia que fue confundida con una obra y Carlo Sigonio, humanista del siglo XVI, «de una obra perdida de Ciceron, que en realidad h crito el mismo. Hasta que punto las imitaciones debian par original era una cuestion que suscitaba controve poeta y erudito Angelo Poliziano fue uno de sefialo la necesidad de guardar ciertas distancias pecto a los modelos chisicos, por prestigiosos q fueran. «Quienes solo saben componer sobre la la imitacion me producen la misma impresion loros y las urracas que expresan cosas que no c den. Tales escritores carecen de fuerza y de vi cap. 8]. Pietro Bembo, critico veneciano del s erda imitar a Ciceron cuando escribia en latin mismo tiempo trataba de dignificar el italiano c gua literaria, considerando a Petrarca y a Bon',l critores toscanos del siglo XIV, como los mejolC los, los «clasicos» modernos. La crecientl' SI'II~I


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EL RENACIMIENTO

distanciamiento historico dificultaba la imitacion. «j, quienes imitaban los antiguos?» se preguntaban algu­ nos. j,Seria la imitacion adecuada a los nuevos tiempos? Tanto si les gustaba como si no, los artist as y escritores del Renacimiento no podian imitar a los antiguos mas' que de una manera parcial, dado que los productos d la Antigiiedad solo habian sobrevivido de una manera fragmentaria. Ya hemos visto que ni en pintura ni e musica habia producto alguno a imitar, de manera que los musicos y los pintores estaban obligados a ser libres. Y a pesar de ello, la ausencia de modelos especificos e ciertos generos era un problema secundario si 10 compa ramos con el hecho fundamental de que los italianos de Renacimiento vivian en un mundo sustancialmente dife rente al de los antiguos. Su sistema economico, social YI politico tenia poco en comun con el de la antigua Roma, con sus senadores y esclavos, sus legionarios y sus lati fundios. En esta situacion, el ideal de restaurar la anti"'" gua Roma no podia ser mas que una quimera. Y henos aqui de nuevo inmersos en el mito renacentista del Re­ nacimiento. En realidad, Petrarca, Brunelleschi, Alber..: ti, Valla, Mantegna, Ficino y otros eruditos de los si­ glos XIV y xv estaban en muchos sentidos lejos de 10 que consideraban proximo, la antigua Roma, y cerca de 10 que creian distante, la Edad Media. Pese a su rechazo del pasado reciente, del arte «gotico», de la filosofia «es­ colastica» y de la latinidad «barbara», se habian forma.' do en esa cultura bajomedieval y en muchos aspectos aun pertenecian a ella. Acostumbrados como estaban a la escritura gotica, no les resulto nada facilleer las anti­ guas inscripciones romanas.

ITALlA: RESURGIMIENTO E INNOVAC

Al rechazar 10 que conocian, lq Baja I( IS humanistas confundieron algunas ve (Ie la epoca medieval con la Antigiiedad q I ;dlan. Cuando, por ejemplo, el humanis l"i I ipo de letra que conocemos como «re "il;Uica», creia que estaba siguiendo unos ".ICOS, cuando de hecho sus paradigmas p I'dad Media temprana y pregotica. A (ICurriO algo parecido, pues tomo como m I ('l"ormas arquitectonicas el Baptisterio de \'('11(10 que era un templo clasico 10 que ".IIIl() ser un ejemplo del romanico tosca I'lohablemente en el siglo VIII [22; 83, cap I,a continuidad con la Edad Media se Ii:lsi a el siglo XVI, incluso en la obra de 1~l'llacimiento» modelicos, como Ludov Il:ddassare Castiglione. La obra mas fam ''', Sll narracion poetica Orlando Furioso (1I1l' sc perciben las huellas del conocimie I (II I enia de la epica clasica, pero aun est ti("llda con los romances medievales, esp 1Il'IIL'Ilccientes al ciclo de Carlomagno ( III () que el heroe Rolando). El poema no I it' loa balleria al uso; ya que el material 11.11 ado con demasiada ironia para eso, pe Iliia simple imitacion de la epica clasica. ',1111) plIcde haber sido escrita por alguien ',('111 ido pertenecia a ambas tradiciones, y 1.1'. dos. El distanciamiento ironico es la u \" p;lIa lIn hombre con un pie en cada or dol parle]. Y tambien la conocida obra d I


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distanciamiento historico dificultaba la imitacion. «j,A quielleS imitaban los antiguos?» se preguntaban algu­ nos. j,Seria la imitacion adecuada a los nuevos ticmpos? Tanto si les gustaba como si no, los artistas y escritores del Renacimiento no podian imitar a los antiguos mas' que de una manera parcial, dado que los productos de! la Antigiiedad solo habian sobrevivido de una manera, fragmentaria. Ya hemos visto que ni en pintura ni e musica habia producto alguno a imitar, de manera que los musicos y los pintores estaban obligados a ser libres. Y a pesar de ello, la ausencia de modelos especificos e ciertos generos era un problema secundario si 10 compa ramos con el hecho fundamental de que los italianos de Renacimiento vivian en un mundo sustancialmente dife rente al de los antiguos. Su sistema economico, social politico tenia poco en comun con el de la antigua Roma, con sus senadores y esclavos, sus legionarios y sus lati fundios. En esta situacion, el ideal de restaurar la anti gua Roma no podia ser mas que una quimera. Y henos aqui de nuevo inmersos en el mito renacentista del Re­ nacimiento. En realidad, Petrarca, Brunelleschi, Alber ti, Valla, Mantegna, Ficino y otros eruditos de los si­ glos XIV y XV estaban en muchos sentidos lejos de 10 que, consideraban proximo, la antigua Roma, y cerca de 10, que creian distante, la Edad Media. Pese a su rechazo del pasado reciente, del arte «gotico», de la filosofia «es colastica» y de la latinidad «barbara», se habian forma-, do en esa cultura bajomedieval y en muchos aspectoJ aun pertenecian a ella. Acostumbrados como estaban a la escritura gotica, no les resulto nada facilleer las anti­ guas inscripciones romanas.

lTALlA: RESLJRGlMIENTO E INNOV

Al rechazar 10 que conocian, l'l B I'IS humanistas confundieron algunas de la epoca medieval con la Antigiiedad I;Ihan. Cuando, por ejemplo, el human 1,1 I ipo de letra que conocemos como « "11;'dica», creia que estaba siguiendo un ',ICOS, cuando de hecho sus paradigmas I'dad Media temprana y pregotica. A IH'lIlTio algo parecido, pues tomo como r ('I'ormas arquitectonicas el Baptisterio d v"lIdo que era un templo clasico 10 qu "1I11t') ser un ejemplo del romanico tos I'lohablemente en el siglo VIII [22; 83, c I,a continuidad con la Edad Media s hasl a el siglo XVI, inc1uso en la obra 1~('llacimiento» modelicos, como Lud 1l;t1dassare Castiglione. La obra mas fa ,", SlI narracion poetica Orlando Furio I I'll' sc perciben las huellas del conocim III1 I cnfa de la epica clasica, pero aim e d"lIda con los romances medievales, e I"" Icllccientes al cicIo de Carlomagno 1'( 10 que el heroe Rolando). El poema n d(' ('aballeria al uso; ya que e1 materi 1I.IIado con demasiada ironia para eso, Iliia simple imitacion de la epica cIasic ',III" puede haber sido escrita por algui ',1'111 ido pertenecia a ambas tradiciones 1.1" dos. El distanciamiento ironico es l \ ,I para un hombre con un pie en cada .1.1 parle]. Y tambien la conocida obra


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EL RENACIMIENTO

El cortesano (1528), a pesar de sus referencias a sus pre­ cedentes antiguos, y especialmente al tratado del perfec­ to orador de Cicer6n, se ocupa de sentar una normas para la relaci6n social desconocidas en la Atenas c1<isica o en la Roma republicana, pero plenamente en boga en la Edad Media. El cortesano bien puede describirse como un libro de cortesia medieval reescrito bajo la influencia de los ideales c1<isicos de comportamiento, 0 como una adaptaci6n de esos ideales adecuandolos a una situaci6n no clasica. Como en el poema de Ariosto, su autor s610 podia ser alguien que poseyera un profundo conocimien­ to de las dos tradiciones, la antigua y la medieval. Uno de los ambitos en el que se ponen de manifiesto las ambigiiedades y los conflictos inherentes a la posi­ ci6n de los humanistas es la escritura de la historia. Leo­ nardo Bruni y Lorenzo Valla se contaban entre los his­ toriadores que deseaban escribir acerca del pasado inme- " diato de Halia, siguiendo el modelo de la historia de Roma de Tito Livio, asi como su estilo literario. Pero pronto el objeto de su estudio hizo irrealizable esa tarea; no existia ningun terminG latino para Lombardia, ni para las facciones politicas de giielfos y gibelinos, ni para los musulmanes, la artilleria, etc., ya que esos objetos e ins­ tituciones no existian en la epoca romana, y no fue po­ sible verter todo el material existente en la epoca en el molde clasico. Giorgio Vasari escribi6 sus Vidas de pin­ tores, escultores y arquitectos en italiano, soslayando de esta manera ciertos problemas lingiiisticos, pero aun asi su obra revela una tensi6n entre su admiraci6n por los artistas y su admiraci6n por la Antigiiedad, y sus alusio­ nes a textos clasicos, como el relato de Cicer6n acerca

ITALlA; RESURGlMIENTO E INNOVAC

\Id auge y el declive de la ret6rica, no qllc su obra no tenia parang6n en la epo I kbido a que ni los gobernantes griegos :.\' lomaban en serio a los artistas. Sin embargo, las contradicciones en l hllmanistas eran aun mas evidentes en m I-jl\l1. Antes que nada, ellos eran cristiano I ('S de deidades paganas. Petrarca, Alber Illl cran clerigos; Alberti y Valla estaban 11apa y el humanista Enea Silvio Piccolo Ill') en el papa Pio II. Petrarca, Valla y I nil sobre teologia, mientras que Albert y L'scribi6 la biografia de un santo. Algunas creaciones individuales del p I idmente los modelos antiguos, pero su v cultural era muy diferente, por 10 que l<l'llacimiento son 10 que se ha dado e (II )s) culturales, clasicas en algunos aspe ('II otros [13]. Se podia escribir un poem 11;'ISiw, a semejanza de la Eneida de V ',;I';\: sobre la vida de Cristo. Un te610g dia Hamar «templos» a las iglesias, 0 ref l'IlI\lO a un «oraculo», al infierno com .Ill)}, 0 titular su tratado (como hizo F IIII/tonica. Una tumba renacentista pod ll')fago clasico (completado con represe dl' la Victoria), y combinar todo esto ( 'rislo y de la Virgen Maria [19, 20]. de dasicismo y cristianismo es difici ,'1)1110 suele ocurrir con los sincretismos ',n considerar diferentes aspectos. Tran


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cientos anos, no resulta facil determinar si Ficino revis­ tio el platonismo como si fuese una teologia 0 si revistio a la teologia con el platonismo. Los historiadores del siglo XIX, incluyendo a Burckhardt, soHan presentar a los humanistas como esencialmente «paganos», cristia­ nos solo en apariencia, pero en la actualidad los estudio­ sos del periodo se inclinan a creer que, por el contrario, 10 aparente era su paganismo. Su utilizacion de frases c1<isicas en un contexto cristiano bien pudiera no haber sido mas que un intento de escribir un latin «puro», 0 incluso un juego aprendido, como cuando el pintor Man­ tegna y sus amigos se daban a si mismos titulos roma­ nos, como el de consul, durante una excursion que rea­ lizaron al lago de Garda un dia de 1464 en busca de antigiiedades clasicas. Con esto no tratamos de ocultar que existia una der­ ta tension entre los valores chisicos y los cristianos, ten­ sion de la que los contemporaneos eran conscientes y por la que estaban preocupados. En los albores del cris­ tianismo ya se habia producido un problema similar. Los padres de la Iglesia pertenecian ados culturas: la cultu­ ra chisica tradicional y la nueva cristiana, y trataron, con mayor 0 menor dificultad, de armonizar Atenas y Jerusalen. En el caso de Jeronimo, el conflicto interior llego a un grado de agudeza tal que se expreso en forma dramatica, al sonar que arrastrado ante el tribunal divi­ no era condenado por «no ser un cristiano, sino un ciceroniano» . Los padres de la Iglesia resolvieron el conflicto me­ diante un compromiso, curiosamente expresado por san Agustin en el episodio del «expolio de los egipcios»: «El

ITALlA: RESURGIMIENTO E INNOVACIO

Nllt'vo Testamento nos dice que cuando el

1.ld abandono Egipto, se lIevaron consig

cgipcios, y de igual manera, los cris II,I"lT suyo y adaptar segun sus costumbrc .It' valor hubiese en los clasicos paganos». ,11,'1I110S cristianos primitivos creyeron que I WIIOS conocian la verdadera doctrina (la rllt'ologia) gracias a los judios. «z,Que es P 1\ loiscs que habla en griego Mico?», escrib ,I siglo IV [39]. I':ste compromiso result6 sugerente a loiS, cuyo problema, desde luego, era el d "pllcstO: reconciliar la cultura cristiana t Ills rcdescubiertos clasicos. Posiblemente f I 's, como Gemisthos Plethon, refugiado ,·Io'\v, abandonaron el cristianismo por .1111 iguos dioses, pero la mayoria de ellos 11.111 cran convertirse en romanos antiguo 'd'i nistianos modernos. Su deseo de armo III a algunas interpretaciones de la Antigi III1S parecen poco verosimiles, como la de IIwida como una alegoria del viaje del alm Nil obstante, cada epoca tiende a mirar el ',11 propia imagen, y no debemos suponer "'. IIl1a excepci6n. Por 10 que se refiere a las artes visuale ,III del resurgimiento de las formas antigu .II' illierpretar, dado que en general carecem I.IS acerca de las intenciones de los artis h'll imlicios de tentativas de reconciliar la A ,-I nistianismo, asi como del uso de mode Ills

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nismo primitivo. La planta circular del Tempietto de Bra­ mante (lamina 2), por ejemplo, no solo recuerda a los templos paganos, sino tambien a un tipo determinad de iglesia cristiana primitiva que se erigia en conmemo­ racion de un martirio, y San Pietro in Montorio, a su vez, se construyo para rememorar el lugar en el que se creia habian crucificado a san Pedro [22, cap. 6]. En e1 caso de Miguel Angel, sus poemas evidencian su volun­ tad de combinar las formas clasicas con los contenidos cristianos [69]. Sin embargo, y por muy profundo que fuese el resur-! gir de la Antigiiedad, este no se llevo a cabo para susti tuir al cristianismo. Y esta afirmacion implica, por otra! parte, desdibujar la distincion entre Renacimiento Edad Media, ya que las formas clasicas habian sido imi tadas (como su nombre indica) por el arte romanico e los siglos x y XI, Y tambien porque en los monasterios universidades medievales se estudiaban los poetas clasi­ cos, como Virgilio y Horacio. No debieramos contem­ plar el Renacimiento como una «revolucion» cultural, como si hubiera sido una ruptura subita con el pasado, sino como un desarrollo gradual en e1 cual un numero cada vez mayor de individuos se sentian cada vez mas insatisfechos con algunos elementos de su cultura bajo­ medieval, y progresivamente mas atraidos por el pasad clasico. lA que se debio? He aqui la cuestion mas difici~ de responder, no porque sea trabajoso imaginar posi bles respuestas, sino porque resulta imposible apunta lar esas respuestas con evidencias precisas. lFue el culto a la Antigiiedad un medio para lograr un fin, un modo

ITALIA: RESURGIMIENTO E INNOVAC

,k i LIstificar la ruptura con el pasado re ,,".as gentes estaban interesadas en e1 mun ,II propio interes? Cualquier interpretacio III l'llicctivo de revivir la Roma y la Greci "'IIl'r en cuenta, para tener visos de reali I"", eI enclave geografico en el que se pr IIIWlllo, el momento cronologico y la sit ,'11;1, i.Por que razon un movimiento de 111 ;IS surgio en el norte y centro de Ita dl'hi('l que su apogeo se produjese en los \,,'1 i.Por que razon intereso particularm III' illS urbanos? Permitasenos responder ,kllada a estas tres cuestiones. No fue nada fortuito que el resurgim 1I/'.IIl'dad empezase en Italia, donde se pro I'IOS originales. No olvidemos que era R , 101. l'1 objeto de mayor veneracion; Virgil 1111'10, el Panteon mas que el Partenon. M II' Ilahiando, los humanistas estaban des dlllqlasados, y algunas familias nobles , "IHler en linea directa de los antiguos rom 'WH IS de la Antigiiedad -monedas, tu ,lIillll'atros, etc.- resultaban hasta cierto I''', ;1 los italianos, y por supuesto a los a 1,',lIlla faci! discernir si la inspiracion cl Il.diano de los siglos VIII, XII 0 incluso en ,k;1 IIlla pervivencia 0 a un resurgimiento ,1{('lIacimiento» cuando la imitacion de 1'(1I1vierte en algo cotidiano, meticulos 1"1 (I ell ltalia, al contrario que en ot I III lilla, la tradicion clasica nunca fue al ',I


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EL RENACIMIENTO

El momenta cronologico plantea mayores problemas. Si los restos de la Antigiiedad siemprc habian farmado parte del panorama Italiano (0 en el caso de los textos clasicos, se podian consultar en las bibliotecas de Vero­ na 0 de cualquier otra ciudad), ;.par que razon se empe­ zaron a tomar mas en serio solo a partir de la epoc de Petrarca? La respuesta obvia a esta pregunta es que' fue entonces cuando se empezo a considerar que el ejem­ plo de la Antigiiedad podia ser aplicable a las necesi dades del momento. ;,Que era 10 que habia cambiado? La diferencia mas notable fue el desarrollo de las ciuda des-estado del norte de Italia en los siglos XlI y XIII, e decir, la consecucion del autogobierno par parte de esa ciudades, cuyo apogeo puede explicarse en terminos eco nomicos, dado el creciente intercambio comercial entr Europa y Oriente Medio. No resulta dificil percibir pori que razones las oligarquias mercantiles desearon su in dependencia, y como su situacion limitrofe entre los do minios de papas y emperadores hizo que conseguir 1 independencia resultase menos traumatico de 10 que hu-; biera sido en cualquier otro lugar. Los estamentos did' gentes de esas ciudades empezaron a considerarse a s mismos como «consules» 0 «patricios», a los ayunta mientos como equivalentes al «Senado» y a la propi ciudad como «la nueva Roma». Este proceso resulta par ticularmente evidente en el caso de la Florencia de prin cipios del siglo XIV, cuando la amenaza procedente d Milan ayud6 a los f1orentinos, y a su portavoz, al can ciller humanista Leonardo Bruni, a adquirir concienci de si mismos y de sus valores, como la «libertad» qu defendian [25]. Pero este conmovedor episodio form

ITALlA: RESURGIMlENTO E INNOVA

p.llie de un proceso anterior de aumento ',I'lIsacion de afinidad con los romanos llll'ontrar en las ciudadcs del norte de l ,,111 XII, si no antes. ;\ \ tratar de explicar la cronologia d '111 gc la tercera cuestion, la de su base ,iI",lllIa, el Renacimiento fue un movimie \ IIIhano, no rural. Las alabanzas a la ca ,I<- las plumas de individuos cuya residen ,II ,'asa en la ciudad, no su villa en el c 11I1l'1I10 reunio a mas hombres que a muj ,\1Il' algunas mujeres nobles se dedicaban 111l""'lIazgo. Por ejemplo, Isabel de Est 1\1.11I11Ia, fue, a principios del siglo XVI , \.\n'cionista de arte, que adquirio obras l,', 1'01110 Bellini, Perugino, Leonardo y 11"" IIl1ljeres estudiaron a los clasicos y 1.11111 cartas y tratados, solo para ver, com II .\;1, de Verona, que los humanistas de , ""10 1I11arino, se negaban a tratarlas .\,1.\ Ikntro del grupo de varones que v d.ld,,,s, cI resurgir de la Antigiiedad inte 1I11110rla, 0, para ser mas exactos, a tres 1'.111 los humanistas, que en general era III.I('"IIOS 0 notarios; los miembros de la l'dl1 il'in,s, prelados 0 prfncipes que extend I'" ,I las lIuevas formas del arte y del s I,,', ;111 islas, en su mayorfa reclutados .\. IllS arlesanos y tenderos de la ciud I Lista que punta humanistas y arti 1"" IlIisIIIOS intcreses es una cuesti6n qu


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EL RENACIMIENTO

ITALlA: RESURGIMIENTO E INNOVACION

clara. Algunos cuadros, como la Calumnia de Botticelli

(himina 3) 0 su Primavera, presuponen un conocimiento

de la literatura chisica que el artista, que abandon6 la

escuela a los trece anos, dificilmente podia poseer, de

ahi que se haya sugerido que el «programa» bajo el que

se realiz6 este ultimo cuadro debe procedcr de algun ase­

sor humanista, como Ficino 0 Poliziano, que presumi­

blemente eran conocidos, si no amigos, de Botticelli. Por

otra parte, tampoco esta claro que algunos humanistas

entendiesen el apasionado interes que mostraban Brune­

lleschi, Donatello y otros artistas por los aspectos forma­

les de la arquitectura y de la escultura. Alberti -que

fue amigo de Brunelleschi, de Donatello y del pintor Ma­

saccio, autor de obras teatrales y dialogos, y de disenos

de edificios- fue uno de los pocos hombres que tendie­

ron un puente entre esas dos culturas. Incluso Leonardo da Vinci, a pesar de la diversidad de sus illtereses, per­ maneci6 en una de las dos orillas [67]. El «hombre uni­ versal», maestro en todas las cosas, era un ideal del mo­ mento, pero resulta dificil encontrar personas que encar­ nasen ese ideal, incluso en una epoca en la que la pre­ si6n por la especializaci6n era mucho menor que en la actual. En resumen, el resurgir de la Antigiiedad reprcsenta­ ba una cosa diferente para cada grupo social. Y tampo­ co era 10 mismo en Florencia que en Roma 0 en Vene­ cia. Esto se ve claramente si consideramos la historia del movimiento a 10 largo del tiempo. En cl siglo XIV, vemos un creciente interes por el pasado c1asico por par­ te de un punado de entusiastas, especialmentc Petrarca, quien, lejos de ser «uno de los primeros hombres real-

mente modernos», pertenecfa a la cultura ba pese a su rechazo de algunos de sus aspecto glo XVI, en cambio, gracias en parte a la ma fusi6n de las ideas y a otros cambios intel facilitaba el nuevo invento, la imprenta, se lado bastante mas la cultura clasica, y el peq de entusiastas se habia convertido en uno m que se contaban un mimero considerable d Asi pues, fue posible introducir en las escu de esas ideas e ideales, y se puso de moda bleza -hombres y mujeres- discutir las ide (de acuerdo con el retrato de Castiglione en no), coleccionar estatuas clasicas, encargar retratos, construir sus residencias en la ciud llas en el campo segun el «antiguo» estilo.

Este aumento de los adeptos al Renacim el unico avance significativo ocurrido en l y XVI; hubo otros cambios. El relato mas con diferentes fases del movimiento es el que no el historiador y artista Giorgio Vasari, que di periodos en las artes: el temprano, el medio do como «alto» Renacimiento. Vasari escri los logros de cada epoca superasen los de mientras que el objetivo seguia siendo el mi eso se podda argiiir que los objetivos de los artistas fueron cambiando gradualmente du riodo. Tanto en arquitectura como en literat cupaci6n por crear segun los antiguos pr paso, en muchas ocasiones, al ideal de contin glas» acunadas en los antiguos ejemplos. Po cir (exagerando un poco en aras de la clarid I

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movimiento que en un principio parecia subversivo (pori 10 menos a algunos fi16sofos eruditos) se convirti6, mas o menos hacia el ano 1500, en parte del establishment. Fue institucionalizado, rutinizado, incorporado a la tra dici6n, de manera que los historiadores tienen bueno motivos para describir todo un periodo de la histori italiana como Renacimiento. Sin embargo, fuera de Italia, el resurgimiento de I Antigiiedad continuaba siendo una novedad; el movi­ miento no habia perdido su capacidad de impactar. Asi pues, a partir de ahora dedicaremos nuestra atenci6n 10 que sucedi6 fuera de Halia.

EL RENACIMIENTO EN EL EX o LOS USOS DE IT ALIA

i\ cstas alturas deberia estar claro q 01, Lt Antigiiedad, rasgo distintivo del Re

proceso simple sino complicado, . IIllsidcraba en la epoca. Lo mismo suced '"11 de la cultura italiana en otros paises lilli', de demostrar en este capitulo. i\ la hora de tratar este tema, se acost ill "Illlmerando las actividades que reali 11.111 WIO tanto los italianos como los extr ',11.11011 Italia; no hay nada que objetar 1111"1110. Sin embargo, haee tiempo que a 110' I,'s resulta satisfactorio este enfoque tr ,,01 i1II';i()I1» 0 «recepci6n» del Renacimie 1'"l1lnas de Italia, pues subyace en ella ,II I .1('II'm de que mientras los italianos era Ii \ '". " innovadores, el resto de Europa 1110 1'1 Il'ccptor de «influencia» 0, para us I II 0.11.1 a los historiadores, un eterno «deu I'll, 1111 lado, la posici6n del resto de III"

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ci6n a la Toscana, y concretamente a Florencia, no dife' ria en nada a la de otros paises europeos. EI nuevo esti 10 arquitect6nico, por ejemplo, no apareci6 en Veneci hasta transcurrido un cierto tiempo, y su aceptaci6n re quiri6 que se efectuasen algunas modificaciones. Po otra parte, tampoco es cierto que Italia fuese la unie sede de las innovaciones culturales, No fue en la Tosca na, sino en la corte papal de Avin6n, donde Petrarc vivi6 algunas de sus experiencias mas importantes, tra b6 algunas de las amistades mas signifieativas y escribi alguno de sus mas· famosos poemas [72]. Fue Holand la cuna de la nueva tecnica de pintura al 61eo, desarr llada a principios del siglo xv por Jan van Eyck y Roge van de Weyden, entre otros, tecnica que dej6 sentir s influencia en Italia, donde eran muy apreciadas las obra de los maestros flamencos. En musiea, incluso los italia nos reconocian la preeminencia de Holanda: tal com escribi6 un autor italiano, el Donatello de la musiea er Ockeghem, yel Miguel Angel, Josquin des Pres [54]. E cierto que a algunos grandes artistas, como Holbein Durero, Erasmo y Montaigne, Shakespeare y Cervantes les inspiraban los modelos italianos, pero no s610 esto y, en cualquier caso, la suya no era una relaci6n de es clavitud. En resumidas cuentas, en nuestra opini6n I concepci6n tradicional de la recepci6n del Renacimien to esta desenfocada, pero l,que alternativa podemo ofrecer? Tanto historiadores como critieos literarios se han d dicado recientemente a socavar la dicotomia entre «pro ducci6n» y «consumo» cultural, senalando la manera e que todos nosotros modificamos aquello que vamos

EL RENACIMIENTO EN EL EXTRANJE

'Illquirir, adecuandolo a nuestras necesid 01 I'sic punto, cabrfa preguntarse que repre 11.:liana para los artistas, escritores y eru it Illas de Europa, en los siglos xv y XV ,II1'IIci6n de 10 que podrfamos llamar «of Iliallda», y estudiando no tanto 10 que fu lit II quien), sino el proceso mediante el c , ',I a absorci6n, recreaci6n, domestieaci6n , 1'111. En otras palabras, esta versi6n de ,11'1 Rcnacimiento fuera de Italia (para u lIiI I radicional) intentara tener en cuent .Io1dll en llamar «teorfa de la recepci6n», , (,lliva de algunos estudiosos de la literat 1.1 Ilka de la mera «influencia» por la no .I,' 1111 proceso de adaptaci6n creativa, As I.dlll! de los italianos en el extranjero, de 'dlllllS no s610 por que razones se encon 'I'll' l'poca, y con que prop6sito, sino t , I'l',l' dc recepci6n (en una nueva acepci6 I IIl'I Ill! objeto. I'arece ser que la salida al extranjero d Id', v a!listas italianos se produjo en dos o I." I.os humanistas fueron los primeros 1"",1' a que Petrarca visit6 los Paises Bajo ,I ,,,)-10 XIV, la verdadera fuga de cereb ,1' .1l'I'i(l entre 1430 y 1520, aunque el mom Id "llligraci6n fue a finales del siglo xv. L IldllllS !'ueron a Francia, Hungrfa, Ingl I', dilll ia y Portugal, aunque s610 una m l"III'lll'cia a la elite. De hecho, a vece ,dl"IIIIlS cmigraron porque no eran capace


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buena posicion ell su pais. Por 10 que se refiere a I artistas, colectivo de bastante mas categoria, la mayori de elIos salieron al extranjero aproximadamente una ge neracion mas tarde que los humanistas, por 10 que en s caso el momento de mayor apogeo de la emigracion s sittia a principios del siglo XVI. Como sucede en el cas de los humanistas, tambien es en Francia donde pode mos encontrar el grupo mas nutrido de artistas, entr los que se hallaban los pintores Rosso y Primaticcio, e joyero Benvenuto Cellini, el arquiteeto Sebastiano Ser lio, y Leonardo da Vinci, todos ellos invitados por Fran cisco I, uno de los grandes mecenas del Rcnacimient del norte [38]. lQue les impulso a abandonar ltalia? En nuestro dias, la decision de viajar 0 incluso de trabajar en e! extranjero se puede tomar con cierta alegria, pero e" aquella epoca las dificultades y peligros de los viajes, as como el dolor del exilio, hacian que en muchos caso esta decision no resultase tan sencilia. Algunos artistas humanistas partieron de Italia por razones que poco te nian que ver con el Renacimiento. Algunos de ellos de sempenaron tareas diplomaticas, como Enea Silvio Pic colomini (mas tarde Pio H) en Europa central, 0 Baldas sare Castiglione, que termino sus dias como nuncio pa pal en Espana. Otros conocieron el exilio por razone politicas 0 de otro tipo. Por ejemplo, Filippo ÂŤCallima coÂť (apoderado asi en honor de un antiguo erudito poeta griego), personaje que contribuyo en gran maner al desarrollo del humanismo en Polonia, tuvo que aban donar Halia precipitadamente a causa del fracaso de un conspiracion en la que estaba inyolucrado. Los exilios'

EL RENACIMIENTO EN EL EXTRAN

1l'Iigiosos son bien conocidos. Lelio y 1")1 cjemplo, eran dos eruditos sieneses del siglo XVI, consideraron prudente a 1', II a escapar de la Inquisici6n, pues no llilla de la Trinidad (de ahi que el recha 11.1 lecibiera el nombre de ÂŤsocinianism ""/.Ifni como otros exiliados, como Pie 1I111'li, que eneontr6 refugio en Oxford, I" a la categoria de humanistas italianos 11\1110 a la de herejes. Tambien se dieron .IllS por razones personales. Giorgio V 1III'IIIe perdia la oportunidad de contar II II orma que el escuItor florentina Pietro 'IIIl' abandonar la ciudad despues de una It lompio la nariz a Miguel Angel. De n 1 rcyerta, tal vez la capilla de Enriq 11I1IIsier no tcndria su bella tumba ren III ',I oria del Renacimiento, como en la h I ,ii, 1l1lnCa se debe olvidar la importancia ',I\,:IS consecuencias son imprevisibles. SOil sin duda estas consecuencias im "\1,,11:11 de interes historico las Yisitas. A , 'lilscclIencias como las ensenanzas form l, " IllIpartidas por los visitantes acerca d poetica, escultura, 0 simplemente eJ a I'll l'llil la tradici6n local. Durante un e Ii II' IIIVO Iugar en Granada el ano 1526 I,,'j II, cllIbajador de Venecia en Espana Iii. pcrslladi6 al catalan Juan Boscan pa '.II', poclIlas a la manera italiana.

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pre eran involuntarias, sino que algunos italianos mar­ charon al extranjero al ser invitados por mecenas reales como Francisco I, 0 por aristocratas locales con intere­ ses artisticos 0 literarios, como Jan Zamojski, canciller de Polonia a finales del siglo XVI, quien contrato a un arquitecto italiano para que proyectase su nueva ciudad, de nombre Zamosc en honor de su fundador [37]. Los propios mecenas eran en ocasiones italianos que viviani en el extranjero, en colonias de comerciantes, en ciuda­ des como Brujas 0 Lyon. Tambien algunas princesas ita­ lianas fueron intermediarias culturales, con los claros ejemplos de Beatriz de Aragon, esposa de Matias de Hungria, Bona Sforza, de Milan, que desposo con el rey Segismundo I de Polonia, y la florentina Catalina de Medicis, esposa y viuda de Enrique II de Francia. Incluso los soldados se sintieron interesados por el me­ cenazgo artistico: el pintor Masolino fue invitado a Hun­ gria por el toscano Pippo Spano, capitan mercenario. l,Cuales fueron las respuestas locales a esos emigran­ tes italianos, a sus ideas y a su arte? Algunos de ellos recibieron una bienvenida extremadamente calurosa. El humanista lombardo Pedro Martir de Angleria, por ejemplo, nos ha dejado un famoso relata de su visita a la Universidad de Salamanca, que tuvo lugar en 1488, durante la cual pronuncio una conferencia sobre el poe­ ta Juvenal. La audiencia era tan numerosa que no pudo llegar a la sala hasta que el bedel, con la ayuda de su baston, pudo despejar el pasillo, y una vez que hubo dictado su conferencia, se alzo con un gran triunfo -nos dice- como un vencedor en los Juegos Olimpicos. Qui­ za su entusiasmo era un poco exagerado, ya que, a fin

k cuentas, Pedro Martir era un reto ""C habia vivido una experiencia que co Il,:'crir a su patron. Una multitud simila lllllaban tanto publico en general com 1l10resores, acudio a escuchar la confe .-I poeta latino Ausonio pronuncio Gi "II Paris, en el ano 1511. Parece ser qu I:lS italianos fueron objeto de calidas a II :llIjero, si es que merece la pena que 111\ momento en sus carreras itinerante IIll cmpezo como maestro en Paris, de d 1.\Ilda, Alemania y Bohemia, mientras q desarrollo su actividad en Alemania ,Isclltarse en Portugal. Todos elIos, figu IlIl'lIte menores que jamas habian alca 1"11 Ilalia, tuvieron la oportunidad de c ','Illajes importantes en el extranjero, co III1 i, que fue maestro de escuela en la p dl' Rccanati antes de convertirse en his I,' dc Matias de Hungria. En aquella del siglo xv, habia una gran demanda 11:lIIOS, acentuada por el interes que e lllcalidades por la literatura y las ens 1.1 illcxistencia de humanistas autocto '.. II isracer ese interes. Unos anos mas t IIl1eva generacion hubo recibido forma va rue posible prescindir de los expatr lJna muestra del interes que despe )',III'S de Europa la cultura del Renac I'll direccion contraria. Por supuesto ll.',ilaban Italia 10 hacian por las mism I

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dos iban para entrevistarse con eruditos, para contem­ plar pinturas 0 para ver las ruinas de la antigua Roma. Como ya sucedia en la Edad Media, diplom{11 icos, cleri­ gos, soldados, comerciantes y peregrinos encaminaban sus pasos hada ltalia. El grupo mas numcroso de entre los visitantes interesados por la cultura italialla era el de los estudiantes, que se dirigian concrctamcntc ados universidades, Padua y Bolonia, a estudiar dos materias: derecho y medicina. Estas no formaban parte de los stu­ dia humanitatis, y aunque la influencia del humanismo los transformo gradualmente, no podemos afirmar que todos los profesores (ni tampoco los padres de los alum­ nos, que eran los que pagaban los estudios), aprobasen esas innovaciones que hacian que ltalia se asociase con la novedad. A pesar de esas reservas es posible dar noticia de al­ gunas visitas a Italia cuyo testimonio documental mues­ tra que se realizaron por 10 que podriamos llamar bue­ nas razones renacentistas. Algunos artistas fueron a Ita­ lia para estudiar el nuevo estilo pictorico, 0 los restos de la escultura 0 la arquitectura clasicas. Alberto Durero, por ejemplo, estuvo en Venecia en 1505-1506, y alIi se reunio con Giovanni Bellini (a quien describio como «e! mejor de los pintores») y con otros artistas [65]. El ho­ Iandes Jan van Seorel estuvo en ltalia en la decada de 1520, y su pupilo Maarten van Heemskerck visito Roma en la de 1530; alIi conocio a Vasari y realizo bocetos de edificios antiguos y modern os. En esa epoca estuvo tam­ bien en Roma el arquitecto frances Philibert de l'Orme. Los eruditos e intelectuales fueron a ltalia para co­ nocer textos y metodos a los que no podian acceder en

EL RENACIMIENTO EN EL EXTRANJERO

su pais. Dos de los cientificos 0 filosofos nat conocidos del siglo XVI son probablemente C Vesalio. Copernico, procedente de Polonia, e go, matematicas y astronomia en las unive Bolonia, Padua y Ferrara a finales de! siglo estudios dejaron diversas huellas en su obra las revoluciones de los orbes celestes (1543) afirmaba que el Sol esta en el centro del un Vesalio, que procedfa de Flandes, fue a Padu medicina, y tambien anatomia, de la que tra De humani corporis fabrica, publicada as 1543. Sir Thomas Hoby, gentleman ingles de shire conocido por su version de El cortesan glione, es otro claro ejemplo de erudito y e visita ltalia impelido por el interes de las n fianzas. El diario de Hoby revela que estuv en 1548 para estudiar italiano y «humaniti tambien asistio a conferencias sobre logica y mano. El holandes Justo Lipsio, uno de los g ditos de la segunda mitad del siglo XVI, fue 1567 con el sequito de su mecenas, el carden la, con la intencion de trabar conocimiento c clasicos, como Carlo SigoniCl, y de estudiar mana el mundo antiguo [46]. El historia Jacques-Auguste de Thou dejo constancia en graffa de su pasion por ver Italia, a donde lle Thou adquirio textos griegos en Venecia, en sito la coleccion pictorica reunida por Isabe conodo tambien a Vasari y a Sigonio. Dno tarde, en 1580-1581, Ie llego a Montaigne visitar Italia, donde admiro las minas de la an


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y consult6 los manuscritos c1asicos de la Biblioteca Va­ ticana. Sin embargo, en muchos otros casos 10 importante fueron de nuevo las consecuencias inesperadas, el descu­ brimiento de la Antigiiedad 0 del Renacimiento por per­ sonas que no iban en su busca. Por ejemplo, el noble aleman Ulrich von Rutten fue a Italia a estudiar dere­ cho, pero durante su estancia alli descubri6 el atractivo de la literatura c1asica, en especial de los dialogos satiri­ cos de Luciano, que Ie sirvieron como modelo cuando se via envuelto en las polemicas de la Reforma. Sir Tho­ mas Wyatt descubri6 la poesia italiana mientras se halla­ ba en misi6n diplomatica (como Ie ocurri6 a Geoffrey Chaucer mucho tiempo atds en circunstancias similares), y e1 ejemplo de Petrarca inspir6 sus propios poemas. Garcilaso de la Vega, contemporaneo espanol de Wyatt, conoci6 a los poetas Luigi Tansillo y Bernardo Tasso (padre del mas famoso Torcuato Tasso) en Napoles, don­ de habia sido desterrado a causa de una pequena ofen­ sa. Como Ie sucedi6 a su amigo Boscan tras su encuen­ tro con Navagero, Garcilaso escribi6 a la manera italia­ na tras su estancia en Napoles. Por supuesto, las idas y venidas de individuos no constituyen toda la historia de la difusi6n del Renaci­ miento, sino que tambien cuenta la circulaci6n de pintu­ ras y estatuas, como las obras de arte que encarg6 a Florencia Francisco I de Francia, uno de los grandes me­ cenas del Renacimiento [38]. Y cuenta tambien la circu­ laci6n de libros, los textos originales y las traducciones de los poemas de Petrarca, de las obras politicas de Ma­ quiavelo, de un tratado sobre arquitectura, con graba-

EL RENACIMlENTO EN EL EXTRAN

dos, de Sebastiano Serlio de Bolonia Bramante que se traslad6 a Francia 1540), etcetera. El desarrollo de la im del siglo xv tuvo importantes consecue vimiento renacentista, como tratare de mismo capitulo. En algunos aspectos resulta mas fa acogida a los libros (especialmente a que las relaciones personales, mas es las que tanto se ha hablado. Es posibl tos textos se tradujeron, cuales fueron s tipo de personas los traducian y, 10 m posible cuantificar la popularidad de a terminados, y estudiar detalladamente efectuaron los traductores. Cuanto me traducci6n, mas valioso es el testimoni proceso mediante el cuallos textos ital nos casos, tambien las imagenes), fue las necesidades de los autores extranj del Renacimiento, 0 de cualquier sistem no, esta necesariamente vinculada a la tiene de este, y por supuesto esta perce cionada por esquemas. En el siglo XV los extranjeros un pais ex6tico, 10 opu propia. Las traducciones ayudan a doc ceso de domesticaci6n de este foraster mente atractivo 0 atractivamente peligr los no italianos imitaban era hasta ciert ci6n suya, hecha a la medida de sus seos, como 10 era la Antigiiedad que los italianos aspiraban a imitar.


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Dos ejemplos pueden ilustrar este proceso general. El primero es la acogida a la arquitectura italiana en el extranjero, y el segundo, aun mas explicito, las reaccio­ nes que suscito en el exterior El cortesano de Castiglio­ ne. Por 10 que respecta a la arquitectura, parece ser es­ pecialmcnte relevante el tema de <dos usos de Italia», ya que esta es funcional y decorativa, porque obviamente precisa adaptarse al entomo local y, finalmente, porque cs un arte colectivo en el que desempeftan un papel tan­ to los artesanos como los arquitectos. Sin embargo, exis­ Han algunos obstaculos para que la difusion en el extran­ jero de los diseftos realizados en Italia se produjese de una manera fluida, a pesar de la existencia de libros-mo­ delo como el tratado de Serlio que ya hemos menciona­ do 0 los Cuatro libros sobre arquitectura de Andrea Pa­ lladio (1570), libros que fueron editados en varios idio­ mas europeos y que estaban al alcance de los arquitec­ tos, y 10 que es igualmente importante en una epoca en la que aun los maestros artesanos eran todavia los res­ ponsables de la mayoria de los edifidos de sus mecenas. lncluso en la propia Halia las caracterfsticas locales pro­ piciaron variaciones regionales, de manera que la arqui­ tectura renacentista lombarda 0 veneciana era diferente en varios aspectos a la de la Toscana, y estas diferencias regionales fueTOn en cierto sentido «exportadas». Los hungaros imitaron a los toscanos, pero la arquitectura francesa se inclino a seguir el modelo lombardo, y la arquitectura alemana el veneciano. Se considera que la arquitectura renacentista italiana no se difundio en su «configuracion total», sino de una manera fragmentaria [34]. Podemos hablar razonable­

EL RENACIMIENTO EN EL EXTR

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mente de bricolage, es decir, de la inc vas elementos italianos a las estructur nales, especialmente en las primeras cion. Par ejemplo, en la Francia de glo XVI, resultaba mas atractiva la d que los tipos de planta italianos, com pro bar en el caso del castillo de Ch construir Francisco 1. Sus tones circ mente tradicionales, y solo los detall eran claramente nuevos. Se utilizo pi mas barata y tambien (como seftalo Ph mas adecuada a las condiciones climci quier caso, el material utilizado afecta la forma, de manera que la arquitectu Hana sufrio un proceso gradual de acl Tambien en lnglaterra la imitacio isabelino Robert Smythson, 0 de Pall nes, comporto modificaciones por ra porque los arquitectos locales expre ideas. Pero estas modificaciones no sie lejos, y han menudeado las observacio ca de las corrientes de aire que se pro ticos de las casas de campo inglesas q disefios clasicos creados para un clima embargo, sir Henry Wotton, en sus E tectura (1624), es plenamente consci de las corrientes de aire y de la impo como las chimeneas y la inclinacion d cho mas importantes en lnglaterra qu Esto no significa que los disefIos it dificados unicamente por ra70ncs util

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cosa seria adoptar un crudo funcionalismo que precisa­ mente trato de evitar. Las modificaciones se produjeron por diversas razones, algunas claramente intencionales y otras no tanto. En algunos casos, las diferencias de los modelos italianos fueron el resultado de emplear artesa­ nos locales, que poseian sus propias tradiciones, y que no eran capaces 0 cstaban poco predispuestos a entender que era 10 que se esperaba exactamente de ellos. Cham­ bord, por ejemplo, fue disefiado para Francisco I por un arquitecto italiano, Domenico da Cortona, pero fue construido por albafiiIes franceses. La nueva ciudad de Zamosc, en Polonia, fue proyectada por el Italiano Mo­ rando, pero tambien en este caso los que realizaron la construccion fueron artesanos locales. Un ejemplo par­ ticularmente claro de los conflictos y de la interpenetra­ cion entre las tradiciones locales y los modelos italianos es el de la arquitectura renacentista en Espafia, donde, al menos en el sur, las tradiciones artesanales islamicas estaban aIm muy arraigadas. A veces era el propio mecenas (que seguia las cosas de cerca), quien solicitaba modificaciones de los disefios italianos, mas por razones simbolicas que par considera­ ciones practicas. A finales del siglo xv, eI zar Ivan III de Rusia pidio al italiano Aristotile Fioravanti que pro­ yectase la catedral de San Miguel, en el Kremlin, pero indicandole que siguiese los pIanos de la catedral de Vla­ dimir, construida en el siglo XII. La actitud ambivalente del zar hacia Occidente es un caso extrema de una reac­ cion bastante frecuente con respecto a la cuItura italia­ na. Asi, y por diversas razones, 10 que encontramos no es la simple exportacion de los modelos italianos al

EL RENACIMlENTO EN EL EXTRA

extranjero, sino su reconstruccion y el mas hibridas, que se podrian describir c pretaciones (desde el punta de vista I adaptaciones creativas. Como guia im cion, para la construcci6n del yo, EE c tiglione no tiene un estatus diferente a arquitectonicos de Serlio y Palladio. La cion e imitacion de este libra resulta ba acerca de la adopcion y asimilacion de liano. El dialogo de Castiglione fue publi vez en 1528, pronto fue traducido al ca ces y, un poco mas tarde, en 1561, al tor espanol fue Juan Boscan, y el ingle cuyo entusiasmo por la cultura italian cionado. Hoby afirmo que habia inte verdadero significado de las palabras d jarse llevar por la fantasia, y sin habe que otra parcela». Sin embargo, en aqu rna Ingles carecia de equivalentes prcci de los conceptos clave de Castiglione Hoby a acufiar nuevas expresiones. La nia, que hoy podriamos equiparar a parafraseada como «el oficio y las man sanos». El famoso concepto de sprezza de desden, fue resueIto como «desdorm No esta claro -al menos para mi-, po no utilizo la palabra «negligencia», qu utilizado antes que el y que respondia del propio modelo de Castiglione, el an ceron. Lo que trato de sefialar, sin em


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cosa seria adoptar un crudo funcionalismo que precisa­ mente trato de evitar. Las modificaciones se produjeron por diversas razones, algunas claramente intencionales y otras no tanto. En algunos casos, las diferencias de los modelos italianos fueron el resultado de emplear artesa­ nos locales, que posefan sus propias tradiciones, y que no eran capaces 0 estaban poco predispuestos a entender que era 10 que se esperaba exactamente de ellos. Cham­ bord, por ejemplo, fue disefiado para Francisco I por un arquitecto italiano, Domenico da Cortona, pero fue construido por albafiiles franceses. La nueva ciudad de Zamosc, en Polonia, fue proyectada por el Italiano Mo­ rando, pero tambien en este caso los que realizaron la construccion fueron artesanos locales. Un ejemplo par­ ticularmente claro de los conflictos y de la interpcnetra­ cion entre las tradiciones locales y los modelos italianos es el de la arquitectura renacentista en Espafia, donde, al menos en el sur, las tradiciones artesanales islamicas cstaban aun muy arraigadas. A veces era el propio mecenas (que segufa las cosas de cerca), quien solicitaba modificaciones de los disefios italianos, mas por razones simbolicas que por considera­ ciones practicas. A finales del siglo xv, el zar Ivan III de Rusia pidio al italiano Aristotile Fioravanti que pro­ yectase la catedral de San Miguel, en el Kremlin, pero indicandole que siguiese los pIanos de la catedral de Vla­ dimir, construida en el siglo XIl. La actitud ambivalente del zar hacia Occidente es un caso extremo de una reac­ cion bastante frecuente con respecto a la cultura italia­ na. Asf, y pcr diversas razones, 10 que encontramos no es la simple exportacion de los modelos italianos al

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extranjero, sino su reconstrucci6n y el mas hibridas, que se podrian describir c pretaciones (desde el punta de vista i adaptaciones creativas. Como guia im cion, para la construccion del yo, £1 c tiglione no tiene un estatus diferente a arquitectonicos de Serlio y Palladio. La cion e imitacion de este libro resulta ba acerca de la adopci6n y asimilaci6n de liano. El dialogo de Castiglione fue publi vez en 1528, pronto fue traducido al ca ces y, un poco mas tarde, en 1561, al tor espafiol fue Juan Boscan, y el ingle cuyo entusiasmo por la cultura italian cionado. Hoby afirmo que habia inte verdadero significado de las palabras d jarse llevar por la fantasfa, y sin habe que otra parcela». Sin embargo, en aqu rna Ingles carecfa de equivalentes preci de los conceptos clave de Castiglione Hoby a acufiar nuevas expresiones. La nia, que hoy podrfamos equiparar a parafraseada como «el ofido y las man sanos». El famoso concepto de sprezza de desden, fue resuelto como «desdoro No esta claro -al menos para mf-, po no utilizo la palabra «negligencia», qu utilizado antes que el y que respondfa del propio modelo de Castiglione, el an ceron. Lo que trato de sefialar, sin em


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ausencia de equivalentes en ingles para los conceptos cla­ ve de Castiglione sugiere que la difusion de sus ideas no fue nuida, a pesar del hecho de que la corte como insti­ tucion era algo familiar en rnglaterra, Francia, Espana y en todas partes. Algo semejante sucede con las traducciones francesas y castellanas, y todavia resulta mas reveladora, por ser aun mas posterior al original, la version polaca de El cortesano, el Dworzanin Polski, publicada en 1566 por Lukasz Gornicki, que es mas una trasposicion que una traduccion. El escenario de los hechos esta desplazado de la corte de Urbino en 1508 a la de Cracovia en 1550, y los personajes estan tornados de entre los nobles pola­ cos; no aparecen mujeres, ya que fueron eliminadas so pretexto de que, en Polonia, no eran suficientemente cul­ tas para tomar parte en conversaciones de ese estilo. Gor­ nicki afirma tambien que prescindio de la discusion so­ bre las artes de la pintura y de la escultura «porque no son temas conocidos en Polonia». Las controversias acerca de la manera mas adecuada de hablar y de escri­ bir en italiano fueron traducidas como comparaciones entre las diferentes lenguas eslavas. En el sentido estricto del termino, el Dworzanin Pols­ ki es una traduccion poco fidedigna. Sin embargo, da­ dos los criterios sobre imitacion que aparecen en el pro­ pio Cortesano -la idea de que si imitamos a los anti­ guos en realidad no los imitamos, puesto que ellos no imitaban a nadie--, se podria aducir que Gornicki fue un traductor mas fidedigno que Hoby, precisamente por­ que 10 era menos. Que eliminase de escena a las mujeres no fue algo arbitrario, sino que expresaba el abismo en-

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tre las dos culturas, y esto es un test obstaculos sociales (no inferiores a los maticos) que existian para que la difus italianos en el extranjero se realizase c Tambien cumplen esta funcion te ques provenientes del exterior dirigidos los jovenes que aspiraban a comporta sonajes de su obra. Estos ataques exp cion antiitaliana, una hostilidad a 10 q do de denominar imperialismo cultura zados como una defensa de la sincerida John Marston, por ejemplo, satirizo a glio» y a sus «ceremoniosos cumplid Castiglione fue asociado con el di «corrupcion» de la lengua francesa co lianas, proceso que irrito a los criticos minos nuevos como «italianizacion». velo recibio ataques similares, su nom con el fingimiento y, por anadidura, c choso de «ateismo»; como expone el p chiavel» en el prologo de El judfo de topher Marlowe (hacia 1591):

Para mi la religion no es mas que un y aferrarse a ella no es pecado, sino

Esta reaccion hostil a Maquiavelo, a Ca escritores no era puramente antiitalian ticatolica 0, por decirlo en el lenguaje tipapista». La Reforma fue otro obst difusion del Renacimiento italiano en


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Existe la opinion generalizada que una de las mayo­ res diferencias entre el Renacimiento al norte de los Al­ pes y el movimiento en ltalia fue el auge del «humanis­ mo cristiano», asociado concretamente a la figura de Erasmo. Esta opinion se basa en la presuncion -a mi entender erronea, como ya he sefialado en el capitu­ lo 2-, de que Italia estaba plagada de humanistas «pa­ ganos», a los que se contraponian los humanistas del norte. Los lideres del movimiento Italiano estaban tan preocupados por la divinidad como por las humanida­ des, y realizaron un concienzudo esfuerzo para armoni­ zar su devocion por la Antigiiedad con su cristianismo, tal como habian hecho algunos padres de la Iglesia. Asi pues, podemos decir razonablemente que los humanistas italianos eran fieles ados antigiiedades: la de los padres de la Iglesia y la de los c1<isicos [30J. Al norte de los Alpes, el movimiento humanista estaba aun mas com­ prometido con los estudios sagrados [39; 60, cap. 14J. Y esto no significa que los del norte fuesen mejores cris­ tianos; la diferencia era en parte resultado de la deseme­ janza de la base institucional del movimiento (mas estre­ chamente vinculada con universidades e incluso monas­ terios que en el caso de Italia), y en parte consecuencia del momento cronologico, que coincidio con el movi­ miento para la Reforma de la Iglesia, antes y despues de Martin Lutero. Por supuesto, el modelo de humanista del norte es Erasmo, que viviD aproximadamente del 1466 al 1536 [16J. Desde luego Erasmo estaba interesado en los clasi­ cos, pero hacia los treinta afios se decanto mas hacia los estudios cristianos. Dedico buena parte de su tiempo a

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la critica textual y a la traduccion de l do la version griega original del Nuev se ocupo de editar la obra de algunos sia, como Jeronimo y Origenes. En alg pios escritos trato, como hicieron ell las ideas cristianas con las clasicas. E banquete piadoso (1522), un orador esta «inspirado por la divinidad», mien de a los sentimientos cristianos de Soc a un tercero a declarar que el «dificilm dar», al tiempo que exclama: <qSan So nosotros!». Sin embargo, la tension su vela un dialogo aun mas famoso de E nianus (1528), cuyo titulo evoca el suef ronimo. El protagonista del diaIogo, u desea escribir en latin como CicerOn. O ta que eso es imposible sin resucitar l ron, subrayando asi la paradoja de la tamos a los antiguos en un mundo dife no los estamos imitando) e ilustrando e tista del pasado, la nueva sensibilidad nismos [49J. Pero el tema principal d Ciceron no debe ser imitado, ya que era personaje critica la epopeya en latin s escrita por el poeta Italiano Jacopo Sa rando que el autor hubiese debido trata do de una manera menos clasica, men cuenta la historia de un sermon pronu cia de Julio II, en el que se comparab el dios pagano Jupiter. La idea del h pagano se rem,onta por 10 menos hasta


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es habitual, esta basada en el equivoco y en la desinfor­ maci6n. No hace mucho se han realizado investigaciones de las predicas dadas en la capilla papal, y no se ha logrado encontrar el sermon al que Erasmo ponia ob­ jeciones. A comienzos del siglo XVI se produjo el momenta al­ gido de la interacci6n entre el movimiento humanista y los estudios reJigiosos. En 1508 se fund6 un colegio tri­ lingiie en Alcala, en Espana, para estudiar las tres len­ guas de la Biblia: hebreo, griego y latin [43]. El huma­ nista espanol Juan Luis Vives edit6 obras de san Agus­ tin y recomendo el estudio en las escuelas de los cristia­ nos primitivos con preferencia al de los escritores paga­ nos. En Francia, el te610go Jacques Lefevre d'Etaples aprendi6 griego para estudiar el Nuevo Testamento y a los escritores neoplat6nicos en su lengua original. En Alemania, el gran erudito hebreo Johan Reuchlin perte­ necio a un grupo de humanistas con intereses teol6gicos. En Londres, el amigo de Erasmo John Colet incluyo en el programa de estudios de su nueva escuela en S1. Paul el estudio de algunos de los primeros autores cristianos, como Lactancio y el poeta Juvenco [60, cap. 15]. En Cambridge, John Cheke, profesor de griego, tradujo al gran predicador Juan Cris6stomo, obispo de Constanti­ nopla, asi como al antiguo tragico griego Euripides. La asociaci6n entre humanismo y teologia llego a su cenit en las dos primeras decadas del siglo XVI, antes de la excomuni6n de Lutero y de su conflicto con Erasmo, aunque no desapareci6 tras esos hechos. Todo 10 que estamos tratando serfa mejor describirlo como la adap­ tacion de las ideas y de las habilidades humanistas a las

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nuevas circunstancias. Cuando se defin como es costumbre hacer, en terminos del hombre», Lutero aparece como u porque el, al contrario que Erasmo, no albedrfo. Pero Lutero no era un enemig por 10 que respecta a los studia humanita bia recibido una educaci6n clasica y no los eruditos recuperasen la antigua sabi que Dios la habia inspirado como prep forma de la Iglesia, y apoyo a Philip sus esfuerzos para dotar a la Universid de un programa de estudios humanista. Zwinglio estuvo mas proximo a los Lutero, y crda que algunos de los pa como Socrates, se habian salvado. Calv bivalente; recelaba de aquello que eJ l cies humaines -es decir, las humanid derarlas vanas curiosidades. Sin embar tud las habia estudiado, edit6 un texto mano Seneca, y ni siquiera en su madu ceron 0 a Plat6n. Tambien en la Europa catolica la los estudios religiosos y el movimiento vivi6 a la Reforma, e incluso al Concilio a la gran derrota que sufrieron en el principios de la decada de 1560, en sus tituir la vulgata, 0 version latina oficial una nueva traducci6n de los originales Otra derrota para los humanistas fue libros prohibidos, que se oficializ6 en Trento, incluyese algunas de las obras


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otra parte, el fndice eximia a la literatura c1<isica, que continuo siendo parte importante del programa de estu­ dios de las escuelas catolicas, especialmente en las de los jesuitas. Aunque se afirmara que los jesuitas apoyaron las letras pero no asi el espiritu de los humanistas, esta interpretacion depende sobremanera de la desacreditada opinion segun la cual los «verdaderos» humanistas eran esencialmente paganos 0 mundanos. La adaptacion que los jesuitas hicieron de la tradicion c1<isica a las necesi­ dades de los jovenes catolicos del siglo XVI diferia en al­ gunos detalles, pero no en 10 fundamental, de los prime­ ros intentos realizados por Erasmo y Colet. E inc1uso no diferia demasiado de los curricula elaborados por los primeros maestros humanistas, como Vittorino da Feltre o Guarino da Verona. La diferencia principal entre es­ tos maestros humanistas y los profesores jesuitas estri­ baba en que el primer grupo rechazaba la filosofia me­ dieval, mientras que el segundo la aceptaba [60, cap. 16]. Asi como parte del clero intentaba combinar las tecnicas del humanismo con las de la filosofia medieval, encon­ tramos nobles que pretendian fundir el humanismo con los valores y actitudes de la aristocracia militar, de ma­ nera que los historiadores han tenido que inventar ter­ minos hibridos como «caballeria ilustrada» 0 «humanis­ mo caballeresco» para describir tal combinacion, fuese en las cortes del norte de Italia (como la Ferrara de Arios­ to), en la Borgona del siglo XV, 0 en la Inglaterra de los Tudor [44]. El conde Baldassare Castiglione, autor de El cortesano, y sir Philip Sidney, predicaron y practica­ ron no solo los nuevos valores asociados con el Renaci­ miento, sino tambien las virtudes tradicionales de los ca-

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balleros medievales: la destreza en el la caballerosidad y la cortesia. La comb tiguo y 10 moderno es particularmente torneos que se celebraban cuando los m al trono en la epoca de la reina Isabe que los caballeros, Sidney entre ellos atuendos y sus monturas con motivos re combatian al estilo bajomedieval, rep humanismo cabaHeresco que encuentra raria en La reina de las hadas [40]. Todos estos ejemplos inducen a gene vimiento humanista (como muchos otr forma 0 renovacion), a medida que a1c se convertia en algo menos radical y historia del pensamiento politico podr conclusion. El movimiento humanista c no de las ciudades-estado del norte y modelandolas y siendo a su vez modela un estudioso ha argumentado que fue curso de la «lucha por la libertad» que florentinos contra el duque de Milan, 1400, cuando los ciudadanos se abrie especificamente renacentistas que exp Her, el humanista Leonardo Bruni, 0 conscientes de ellos [25; cf. 26, 42]. El chamente vinculado con el humanismo tinuo siendo, al menos formalmente, u ta el ano 1530, si bien los escritos de Ma ciardini dejan entrever que la antigua razon y en el hombre quedo hecha a florentinos fueron incapaces de resistir


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Carlos VIII de Francia, que invadi6 Italia en 1494 [29]. En Florencia y en otras republicas, especialmente en Ve­ necia y Genova (que conservaron esta forma de gobier­ no hasta finales del siglo XVIII), no fue dificil para la clase gobernante, ni para los humanistas asociados a ella, la identificaci6n con los hombres que habian gobernado las antiguas republicas de Atenas y de Roma, y especial­ mente con Cicer6n, quien combinaba los papeles de po­ litico, orador y fil6sofo. Este republicanismo humanis­ ta, 0 «humanismo civil», como se Ie suele Hamar, tuvo un cierto predicamento en algunas de las ciudades libres de Alemania y Suiza, como sucedi6 en la Basilea del siglo XVI, 0 en Nuremberg, entre cuyos concejales se en­ contraba Wilibald Pirckheimer, amigo de Durero y tra­ ductor de chisicos griegos como Plutarco y Luciano. Erasmo, que procedia de Rotterdam, una de las ciuda­ des holandesas hasta cierto punta independientes, era partidario de las repu blicas y con frecuencia critico con los principes, a quienes compar6 una vez con las agui­ las, aves codiciosas, rapaces y sanguinarias (seguramen­ te deberia de tener en mente al emperador Maximiliano y a sus no lejanos intentos de exprimir a los Paises Ba­ jos con nuevos impuestos). Por otra parte, la monarquia era la norma en toda Europa, y los ejemplos de las republicas italianas, clasi­ cas 0 modernas, eran poco significativos. Este era el mundo delllamado «principe renacentista», termino que resulta adecuado pero desgraciadamente algo ambiguo. Si los historiadores emplean ese calificativo para definir al emperador Carlos V, 0 a Francisco I, 0 Enrique VIII, ello puede significar que estos tres principes estaban

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interesados por el humanismo 0 las ar naban de una manera diferente (tal ve cambios culturales de la epoca), 0 senc acepci6n menos concreta, que vivian e nosotros conocemos como Renaciment nantes que hemos citado estaban intere vos movimientos artisticos: Carlos en Tiziano, Enrique VIII emple6 a Holbe como ya hemos visto, llama a su cort nos que realizaron las soberbias constru bord y Fontainebleau. El mecenazgo r especialmente la fundaci6n de los «le griego y de hebreo, fueron hechos cruc blecimiento del humanismo en Franc parte, los historiadores se muestran ca ticos con la afirmaci6n tradicional de q gobernaban de una manera diferente, se inclinan a sefialar la pervivencia de ciones medievales de la administraci6n La relaci6n esencial entre la politica del Renacimiento es de indole totalme cultura politica del norte de Europa ay 10 que se tomaba de la tradici6n clas contemporanea, y tambien c6mo se ejemplo, El cortesano de Castiglione d dad fuera de Italia a su aplicabilidad e allende los Alpes tanto como a sus Aunque Maquiavelo sirvi6 a la republi cribi6 sus Discursos sobre la historia Roma fundamentalmente para la form ciudadanos j6venes, fuera de Italia era


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mas denostado-, por su pequeno libro de admoniciones a los prfncipes. Tal vez Tomas Moro se inspiro en eJ ejemplo de la Republica de Platon para escribir su Uto­ pia, pero profesionalmente estaba vinculado a los pro­ blemas del reino de lnglaterra bajo Enrique VIII [42, 71]. Tambien Erasmo, fuera cual fuese su opinion sobre las aguilas, escribio La educacion del principe cristiano en beneficio del joven emperador Carlos V, y Ie decia, entre otras cosas, que si algun dia se encontraba en si­ tuacion de no poder gobernar sin cometer injusticias 0 destruir la religion, deberia abdicar. Bien pudiera ser que Erasmo tuviese en mente un precedente chisico, el del emperador Diocleciano. Su sugerencia tuvo mas repercu­ sion de la que eJ mismo pudo imaginar. Carlos abdico en 1555, y tras su abdicaeion se produjo una guerra civil en el imperio, en la que las cuestiones religiosas -pro­ testantismo versus catolicismo- jugaron un papel im­ portante. Ante esto cabe preguntarse si el emperador tuvo en euenta el consejo que Erasmo Ie habia dado eua­ renta anos antes. EI predicador de la corte de Carlos, el fraile espanol Antonio de Guevara, estuvo tambien relacionado con el movimiento humanista, y expreso sus admoniciones en un tratado Hamado El relo) de prfncipes, profundamen­ te inspirado en el moralista romano Seneca y con el que presento a Carlos el ejemplo del emperador Marco Aure­ lio. La obra de Guevara -reimpresa varias veces y tra­ dueida al ingles, al frances y a otros idiomas- es un conocido ejemplo del neoestoicismo renacentista. Otro es el tratado De constantia publicado por el humanista flamenco Justo Lipsio en 1584 [45]. Lo que atrajo a los

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lectores del siglo XVI hacia los filosofo y romanos, especialmente Seneca, era s servar la serenidad de animo 0 la en tirania, la muerte, 0 10 que Hamlet lla y dardos de la insultante Fortuna». Co inscripeion en un retrato ingles del sigl

AI igual que la roea en medio del ma no teme el eorazon firme ni miedos n

De manera similar, Sidney, autor d ral Arcadia, describe a su heroina Pam como una roca en medio del mar que, b to y las olas, permanece inamovible» entereza, esencialmente pasiva, era m los subditos de una monarquia que pa politicamente activos de una republica. del estoicismo, el resurgimiento del dere las leyes del imperio mas que de las de Ie precedio-, revistio especial importan quias de aHende los Alpes. Durante l habia estudiado el derecho romano, es Universidad de Bolonia. Sin embargo glos xv y XVI los eruditos fueron cada tes de la relaeion entre estas leyes y la habia producido, as! como de los camb sistema legal con el paso del tiempo. V italianos se interesaron por los antigu pero segun los letrados, estos humani que aficionados, y los verdaderos avan hombres que habian recibido simultan


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macion en derecho y en humanidades. De las tres figu­ ras principales en la reinterpretacion del derecho roma­ no a principios del siglo XVI, solo una, Andrea Alciati, era italiana, y paso gran parte de su vida dando clases en Francia, en las universidades de Avinon y Bourges. Guillaume Bude era parisiense, y Ulrich Zasius, amigo de Erasmo, era oriundo de la ciudad alemana de Cons­ tanza. Si bien los primeros humanistas que estudiaron derecho romano eran italianos , a la larga fueron los fran­ ceses quienes realizaron la mayor contribucion a esos es­ tudios [41]. Ello resultaba bastante acorde con la preten­ sion de los monarcas franceses -a semejanza de los em­ peradores romanos- de ser «absolutos», es decir, de estar por encima de las leyes, no en vano fue un jurista romano quien declaro <do que place al principe tiene la fuerza de la ley». Un ambito muy diferente en el que generalmente se considera que los europeos occidentales y del norte su­ peraron a sus maestros italianos es el de la prosa de fic­ cion. En el caso de la comedia, era muy dificH hacerlo mejor que Ariosto y Aretino; en la epica superar a Arios­ to (el proposito de Spenser en La reina de las hadas), y en el genero pastoral ir mas alla de la Aminta de Tasso o el Pastor Fido de Gian Battista Guarini (1585), una obra romantica que trataba de un amante fiel, que fue muy imitada en la Europa del cambio de siglo. En el caso de la prosa de ficcion (resultaria erroneo utilizar aqui el termino moderno de «novela»), los italianos, des­ de Boccaccio a Bandello, eran maestros en los relatos cortos, pero la transformacion del genero en algo mas ambicioso tuvo lugar fuera de Italia. Los grandes maes­

tros del nuevo estilo fueron, sin duda, R Pantagruel (1532), Gargantua (1534) (1546), y Cervantes, can su Don Quijote partes, en 1605 y 1615), aunque tambien rativamente menores produjeron obras desde la Arcadia de sir Philip Sidney ( crita hacia 1580), hasta el anonimo esp de Tormes (1554), obra que rompia co nes, al contar la historia de un picaro fesional desde el punto de vista de este heroico [46, 4. a parte].

Estas obras de ficcion tienen cont considerable con la Antigiiedad clasica, comicos de Luciano, con los romance Dafnis y Cloe y, sobre todo, con la latina tardia, como el Asno de oro de tiric6n de Petronio. Tambien tienen un mance medieval, y especialmente con Ariosto hizo de esos romances, escrita Pero 10 que produjeron Rabelais y Ce realmente parangon alguno. Una de l mas innovadoras de la obra de estos d importancia de la parodia, en concreto libros de caballerias. Uno de los tem esos romances era la busqueda del San roes de Rabelais emprendian una espec da del «Oraculo de la sagrada botella refiere a Don Quijote, que ya en la prim obra queda descrito como un lector com de caballerias, sus aventuras son trasposi las historias de los caballeros andantes

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cabeza. En ambos relatos se manifestaba la preocupa­ ci6n por la relaci6n de la ficci6n con la realidad, por el problema de la interpretaci6n. En el pr6logo a Gargan­ tua, el autor (un tal maese A1cofribas, segun reza en la primera pagina), sugiere que esa historia c6mica encierra en realidad un significado serio, pese a que continua con la ceremonia de la confusi6n al burlarse de personajes que tienen un significado aleg6rico en los poemas de Ho­ mero. Cervantes afirma a su vez que no esta inventando ninguna historia, sino que recogia un relato de un histo­ riador arabe; el propio Don Quijote ejemplifica los pro­ blemas de interpretaci6n con su insistencia en tratar la vida ordinaria como si fuese un libro de caballerias [48, 64,73,74]. Se ha sugerido que esta timidez ir6nica fue auspicia­ da por cl auge de los libros impresos, y que la «cultura impresa» explica las principales diferencias entre los es­ critores del Renacimiento y los de la Edad Media; y tam­ bien algunas veces se afirma que de no ser por la impren­ ta el Renacimiento no se habria producido [89]. Este es un punto importante, aunque facil de exagerar 0 malin­ terpretar. Hay que tener en cuenta que la imprenta de tipos m6viles no se invent6 hasta mediados del siglo xv, con 10 que no pudo dejar sentir su influencia a comien­ zos del Renacimiento, en las ideas de Petrarca y de Al­ berti, las pinturas de Giotto y Masaccio 0 en la arquitec­ tura y la perspectiva de Brunelleschi. Y esta igualmente claro que la nueva tecnologia facilit6 sobremanera la Ila­ mada «difusi6n» del Renacimiento. En el caso de las nuevas formas arquitect6nicas ya hemos sefialado con anterioridad la importancia de los tratados impresos (de

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Vitrubio, Serlio, Palladio y otros). Que sa de Petrarca se pusiese de moda entre tocraticos del siglo XVI resultaria tamb (por 10 menos a ese nivel) sin la presenc fios y elegantes volumenes que sostiene los j6venes caballeros y damas que vem tratos de la epoca [47]. Y es aun mas ev entre el resurgir de la Antigiiedad y l disponer de ediciones impresas de las ob clasicos. En este resurgir desempefi6 un pape po de editores de Italia, Francia, Holan paises que actuaron como intermediari lectuales humanistas y el publico culto. ci6n de que Erasmo goz6 en vida habr ble sin la ayuda de la imprenta y de l Aldo Manuzio de Venecia, 0 los Amer de Basilea, que se contaban entre sus nos de estos editores eran tambien, a Aldo, por ejemplo, habia estudiado Ferrara, y sus elegantes ediciones de te cos en su idioma original revelaban su sonal por los mismos. Sin embargo, la funci6n de la impre miento fue mas alla de la de agente importante que fuese esta tarea. Resul c6mo hubieran podido desarrollar los tica textual (que hemos mencionado en no haber existido medios para preserv enmiendas a los textos. Se suele afirm cimiento carolingio y el del siglo XII s


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un periodo de tiempo relativamente corto, mientras que «el» Renacimiento duro bastante mas, el exito de este ultimo cabe atribuirlo en gran parte a la imprenta [89]. Existe aqui un paralelismo obvio con la historia de la herejia. La Reforma triunfo donde fracasaron las here­ jias medievales porque tenia en sus manos el metodo para propagar las nuevas ideas. No pretendemos afirmar con ello que la difusion de la Reforma se debio exclusivamente a la imprenta, sino que tambien fue importante la transmision oral, y 10 mis­ mo podemos decir con respecto al Renacimiento. Algu­ nos grupos de discusion pequenos pero influyentes, como la Academia Platonica de Florencia, 0 la Academia Pa­ latina de Enrique III de Francia, son testimonio de la importancia de la transmision oral de la cultura. El dia­ logo, una de las formas literarias mas importantes del periodo (pensemos en los Coloquios de Erasmo, en la Utopia de Moro, etc.), refleja con frecuencia discusiones reales, y su estilo combina elementos literarios con 10 que se han llamado «residuos de la tradicion oral» (re­ sulta difkil discernir si la oralidad fue asimilada por la imprenta, 0 si la imprenta 10 fue por la oralidad). Una vez mas, algunas de las obras maestras de la literatura del Renacimiento se inspiraron en la cultura popular tra­ dicional, que era una cultura oral. El Elogio de la locura de Erasmo, por ejemplo, esta inspirado en la tradicion popular de las fiestas de locos, asi como en san Pablo y en la tradicion satirica clasica. El personaje de Sancho Panza de El Quijote pertenece a la tradicion comica popular. «Panza» significa «barri­ ga», y la rotundidad de Sancho evoca la figura del Car­

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naval, mientras que la de su enjuto seno la Cuaresma. Otra figura carnavalesca los pies (0 mejor, puesto que no podia v la cabeza hasta el estomago), es Falstaf por parte del principe Hal se ha compara del Carnaval» con el que se suele poner tas. Aun mas profundamente carnavalesc gantua y Pantagruel, de Rabelais: los gig el embustero, el enfasis en comer, beb comedia de la violencia y la utilizacion perbolico por los saltimbanquis [74]. No fuese un autor popular, sino que era un do, un medico conocedor de la literatura y su obra esta repleta de alusiones que resultaron incomprensibles a los artesano de se edito ellibro por primera vez), 0 a locales. Lo que Rabelais hizo fue illspir ra popular para lograr sus propositos, plo ridiculizar la docta cultura tradicion teologos de la Sorbona. La utilizacion d lares con fines subversivos fue algo hab cimiento tardio, en la fase de su desin que tratara el siguiente capitulo.


4. LA DESINTEGRACION DEL RENACIMIENTO

Si ya resulta dificil decir cuando cmp lllic1Ito, resulta practicamente imposib 1I;'lIldo acabo. Algunos estudiosos eligen "','0, otros la de 1600, 1620, 1630 e inc1 ',I"lIlprc es complicado afirmar cuando u 1'0111 Ikgando a su fin, y esto es doblem ",/1" \';lSO, al estar implicadas tantas regio Ii. nlfl's. «Fin» es una palabra demasiad 11l1l'il1Hlo ucfinitiva. Tal vez seria mas ad Itlt klllli1lo mas preciso, como «desint II'P,/,,'1I1 (',sl.! en que 10 que empezo siendo It' 1lIlI',llllIido por un mimero reducido d ""1,", III10S prop6sitos claros fue perdien ...",1111" II Ill' ,sc fue propagando, de man ttl,," tid 1/('IIIPO cada vez fue mas dificH d .. '1"lr'lll", IW'k1lccian a tal movimiento. "", I" 1/11(' sc rcfiere a las artes visual " ,l,tt 1111,1 iI(' 1.')20 la que marca la tran ""It,IIIIIo'lIlo a 10 quc los historiadores de I


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nan «manierismo», una tendencia (mas que un movi­ miento organizado) a poner un enfasis poco habitual en la «manera» 0 el estilo; en la novedad, la dificultad, la ingenuidad, la elegancia y la gracia [57]. Fue durante la decada de 1520 cuando Miguel Angel empez6 a traba­ jar en la Capilla de los Mecticis en Florencia, un edificio que Vasari, pupilo del artista, describi6 como «extrema­ damente original», ya que se apartaba sobremanera del tipo de arquitectura regulado por la proporci6n, el or­ den y las normas que empleaban otros artistas segun la usanza acostumbrada, conforme a las directrices de Vi­ trubio y de las obras de la Antigiiedad. Miguel Angel rechaz6 el orden clasico para crear el suyo propio. A fi­ nales de esa misma decada, Giulio Romano rompi6 tam­ bien con esas normas en su Palazzo de Te, en Mantua. Las «incorrectas» combinaciones de elementos clasicos que realiz6, por 10 visto pretendian tambien escandalizar de una manera festiva al espectador. Hasta cierto pun­ to, tanto Miguel Angel como Romano eran «anticlasi­ cos», pese a que en 1a Antigiiedad clasica tardia habian existido ya precedentes de ese tipo de «anticlasicismo» [22, caps. 7, 9]. En el caso de la pintura y la escultura es aun mas dificil determinar que obras deben considerarse «manie­ ristas». El rechazo a las reglas de la proporci6n y de la perspectiva puede encontrarse en los lienzos de Rosso, Pontormo y Parmigianino pintados en las decadas de 1520 y 1530, rechazo que esta asociado a una elegancia estilizada y a la vez bastante fria, que se encuentra tam­ bien en los retratos de Bronzino, discipulo de Pontormo. Un rechazo similar a las convenciones, pero esta vez aso-

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ciado a la fuerza expresiva, es el que se en los frescos de El juicio final de Migu Capilla Sixtina (1536-1541). Se dice qu afirmaba que todas las reglas de la pro perspectiva no sirven para nada «sin el mas avanzado el siglo desarroll6 como t lo Lomazzo. Los cuerpos manieristas so elegancia sinuosa, como la de las serpie pentinata las llamaba Miguel Angel) y so destacados del periodo manierista, en el te se incluyen la estatua de Perseo y el sa realiz6 para Francisco I, ambos en la d y la Fuente de Neptuno, de Bartolomm que esta en la Piazza della Signoria de caps. 10-11]. El estilo caprichoso del m bien ejemplificado en el disefio de los j grutas (de las que deriva el termino «g muestra de ella son los jardines de Bobo o el parque de Bomarzo, proyectado po romano Vicino Orsini, que parece una D siglo XVI, con sus monstruos de piedra, da y su boca del infierno (en cuyo inter una mesa de marmol para las meriend Los ejemplos que hemos citado hast tuando a Parmigianino, son toscanos 0 r necia, sin embargo, Tiziano y sus discipu trabajando segun el estilo del alto Ren despues de la decada del 1520. La ado de Tintoretto del estilo de Miguel Angel rar en su espectacular San Marco rescata vo fechado_ en 1548, pero en cambio A


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LA DESINTEGRACION DEL RENACIMIEN

siguio las normas clasicas en las villas que proyecto en las decadas de 1550 y 1560, y el Verones continuo tra­ bajando a la manera del alto Renacimiento hasta su muerte, ocurrida en 1588. En la literatura es aun mas dificil y menos provecho­ so tratar de determinar 10 que es 0 no manierista, aun­ que resulta tentador incluir como tales los poemas de Miguel Angel, las Vidas de Vasari y la autobiografia de Cellini, mas que nada por el conocimiento de las restan­ tes actividades de sus autores. Tambien se acostumbran a considerar manieristas los dramas pastorales de Tasso y Guarini. Sin duda estas piezas son autocontenidas y elegantes; el problema esta en que estos mismos adjeti­ vos pueden aplicarse tambien a varias obras literarias del primer Renacimiento. Guarini recibio criticas por tra­ tar de combinar dos generos, la tragedia y la literatura pastoril. Sin embargo otros no siguieron el ejemplo de Pontormo 0 de Giulio Romano y se abstuvieron de trans­ gredir las normas: en este sentido no eran anticlasicos. La musica plantea tambien un problema. Se acostumbra a calificar de «manieristas» los madrigales de Carlo Ge­ sualdo, principe siciliano de finales del siglo XVI, pero, como ya hemos visto, el desarrollo de la musica estaba desfasado en relacion con el de otras artes. Y aun mas dificil resulta la identificacion de las obras manieristas fuera de Italia. El problema principal se de­ riva de que mientras que en la decada de 1520 el Rena­ cimiento en ltalia era ya tardio, en cambio el movimien­ to estaba en sus inicios en Francia, Espana, lnglaterra y en Europa central y oriental. Un edificio poco canonico, elllamado palacio de Ottheinrichbau en honor de su me­

cenas, construido en Heidelberg en la dec puede deberse mas a la ignorancia que a la Podemos intentar fechar el manierismo e una epoca relativamente temprana, perc mas conocidos y menos controvertidos de fuera de Italia no se dan hasta la decada d do El Greco empezo a trabajar para Feli en realidad preferia a Tiziano-, mientras maeus Spranger entro al servicio de Rodolf car las huellas del manierismo literario f no tiene otro objeto que el de revelar las del concepto. Algunos criticos elegirian c tipico la Euphues de John Lyly (1579), n escrita con una idiosincrasia muy peculiar fusamente imitada, hasta el punta de que acunar el termino «eufuismo»* para desig tal vez optarian por la poesia y la prosa de cuyo estilo es una reaccion contra el eufuis Por si fuera poco, nos encontramos c los ensayos de Montaigne, que en ciertas consideran producciones «renacentistas», o tegrantes del «contra-Renacimiento» y a obras manieristas 0 incluso «barrocas». A ce mas uti! afirmar, de manera mas modes taigne es un autor caracteristico del Renacim cuya creacion hubiera sido impensable sin del primer Renacimiento, a pesar de que y tia todos los valores de esa fase del movim

* Estilo literario caracterizado por la profusion de al nes mitologicas, antitesis e interrogaciones retoricas. (N. d

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LA DESINTEGRACIUN DEL RENACIM

EL RENACIMIFNTO

10 relajado de Montaigne no es nada sencillo (como el

pretendia), ni rompe con la tradicion clasica, sino que mas bien representa una reaccion habitual en la epoca contra la estructura literaria que empleaba frases solem­ nes, como las de Ciceron, y que optaba par un estilo mas informal, como el de Seneca. Un estilo como este, aparentemente simple, es el mas adecuado para un autor que mantiene una actitud distanciada y esceptica frente a las pretensiones de reyes y eruditos, y frente a las su­ blimes declaraciones sobre la dignidad del hombre y el poder de la razon [70}. Tanto si consideramos de utilidad el termino «manie­ rismo», como si preferimos emplcar el mas neutral de «Renacimiento tardio», los cambios que se produjcron requieren una explicacion. Resulta que las explicadones que se acostumbran a dar son de dos tipos diferentes (aunque posiblemente complementarios). Estan en pri­ mer lugar las que podriamos Hamar «internalistas», es dedr, explicaciones basadas en la historia 0 en la «logi­ ca» interna de cada genero en particular. Si pensamos en la historia de la pintura de la misma manera que 10 hizo Vasari, como una imitaci6n cada vez mas perfecta de la naturaleza, entonces bien nos podemos preguntar que obras hubiesen podido superar el momento cumbre de Leonardo, Rafael 0 del primer Miguel Angel. Y si concebimos la historia de la arquitectura renacentista como la imitacion cada vez mas correcta de las normas dictadas por los antiguos, se nos presenta el mismo pro­ blema en el alto Renacimiento. i,Adonde nos conduce, pues, esta via? En la fase tardia de cualquier tradicion artistica 0 literaria es probable que surja una reaccion

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contra esa tradicion, que parece agota estas fases tardias, el publico -lectore oyentes- probablemente es mas consc venciones que el publico de fases anter siguiente, puede apreciar los guinos y artistas que vulneran las normas delibe En segundo lugar, estan las explicac tas» de los cambios culturales como res bios sociales. En el caso del «manieris se describe par 10 comun en los termin sea una crisis religiosa, politica 0 soc olvidar que fue en la decada de 1520 cu pio con la Iglesia romana, Y que el eje saqueo Roma en 1527 [58]. Para much fueron unos hechos muy traumaticos, p mente mas traumaticos quc los ocurr de 1490, cuando Savonarola propugno Iglesia y cuando se produjo la invasio lia. Sabemos que Miguel Angel se tom la cuesti6n religiosa, y que Ie atarme con respecto a su salvaci6n. En este c cabellado sugerir relaciones entre sus p religiosas, perc en cambio no resulta t car de la misma manera sus innovaci cas [69]. La autobiografia de Cellini n de que su protagonista atravesase un que viviese de una manera traumat Roma; mas bien parece haberlo disf aventura. La rigida elegancia de los h retratados por Pontormo 0 Bronzino como un sintoma de «alienacion» (de

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delo), pero tal vez se tratase simplemente de una conce­ sion al estilo espanol de comportamiento aristocratico reservado, en boga en la epoca. En un sentido arnplio, tenemos tan poea informacion de la vida intima de la mayoria de los artistas del periodo que resulta aventura­ do haeer afirmaciones en uno u otro sentido. i..Pue el manierismo una respuesta a la crisis social? Las crisis sociales no siempre son f<iciles de definir, ex­ cepto en 10 que tiene que ver con su datacion, pero en este caso al menos existen evidencias de cambio en la estructura social y politica. Durante el siglo XVI, al pare­ cer se produjo en !tulia un cambio gradual: la riqueza y el poder pasaron de las manos de los comerciantes a las de la clase terrateniente, cambio que los marxistas des­ criben con el nombre de «refeudalizaci6n». Las ciuda­ des-estado independientes y sus mercaderes-mecenas que habian hecho de Italia un pais con unas caracteristicas tan difereneiales dentro de Europa, se vieron sustituidos (excepto en Venecia y en Genova), por cortes y aristo­ cracias. Elcgante, sofisticado, caprichoso y alusivo, el manierismo es un estilo aristocratico. A veces se considera al manerismo como un movi­ miento «antirrenacentista» 0 «contrarrenacentista», pero tal vez seria mas acertado describirlo como una fase tar­ dia del Renacimiento, ya que en el fondo la ruptura con las reglas clasicas no se hizo del todo en serio; en cual­ quier caso, tal ruptura presuponia un conocimiento de esas mismas reglas que intentaban romper. Y si dirigi­ mos nuestra atencion hacia los humanistas de la cpoca, a los estudiosos y a los hombres de letras, veremos que su actividad no estaba eneaminada a romper con su pa-

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sado renacentista, sino mas bien a elab sus aspectos en detrimento de otros. Lo ticos, como Giovanni Botero, cuya R (1589) tanto contribuyo a poner de mod continuaron eomentando la historia de R dose en el imperio tardio de Tacito mas q republica de Tito Livio. EI «neoplatonism recibe comunmente el culto a Platon, se los circulos eortesanos curopeos del Paris hasta Praga, tal vez porque el enfa plaeion en lugar de sobre la vida activa los subditos de la monarquia (al contra cedia con los ciudadanos de las republica to neoplatonico no se reducia al interes del propio Platon, sino que incluia tam posteriores discipulos chisicos, como P co, que cada vez habian prestado mayo ticismo y a la magia. Parece ser que se ciente interes por la «filosofia oculta» mos Hamar «magia») y por la filosofia minos modernos, «ciencia»), debido q estudios -que aun resulta dificil sepa eseapatoria al turbulento mundo de los nonigo polaco Nicolas Copernico, el Cornelius Agrippa, cl ingles John Dec dano Bruno (quemado por hereje en 1600), se cuent~.I1 entre los personajes optaron por esc camino [31, 55, 56].

Otra respuesta a la crisis fue el res mo que ya hemos comentado en el ca culto a la entereza parece que lIego a

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sado renacentista, sino mas bien a elabo sus aspectos en detrimento de otros. Los ticos, como Giovanni Botero, cuya Raz (1589) tanto contribuyo a poner de moda continuaron comentando la historia de Ro dose en el imperio tardio de Tacito mas qu republica de Tito Livio. El «neoplatonismo recibe comunmente el culto a Platon, se pu los circulos cortesanos europeos del si Paris hasta Praga, tal vez porque el enfasi placion en lugar de sobre la vida activa c los subditas de la monarquia (al contrari cedia con los ciudadanos de las republicas to neoplatonico no se reducia al interes del propio Platon, sino que incluia tam posteriores discipulos clasicos, como Plo co, que cada vez habian prestado mayor ticismo y a la magia. Parece ser que se p ciente interes por la «filosofia oculta» (0 mos Hamar «magia») y par la filosafia minos modernos, «ciencia»), debido qui estudios -que aun resulta dificil separa escapatoria al turbulento mundo de los h nonigo palaco Nicolas Copernico, el a Cornelius Agrippa, el ingles John Dee y dano Bruno (quemado por hereje en R 1600), se cuentCJn entre los personajes m optaron por ese camino [31, 55, 56]. Otra respuesta a la crisis fue el resu mo que ya hemos comentado en el cap culto a la entereza parece que Hego a l

delo), pero tal vez se tratase simplemente de una conce­ sion al estilo espanol de compartamiento aristocratico reservado, en boga en la epoca. En un sentido amplio, tenemos tan poca informacion de la vida intima de la mayoria de los artistas del periodo que resulta aventura­ do hacer afirmaciones en uno u otro sentido. l,Fue el manierismo una respuesta a la crisis social? Las crisis sociales no siempre son faciles de definir, ex­ cepto en 10 que tiene que ver con su datacion, pero en este caso al menos existen evidencias de cambio en la estructura social y politica. Durante el siglo XVI, al pare­ cer se produjo en Italia un cambio gradual: la riqueza y el poder pasaron de las manos de los comerciantes a las de la clase terrateniente, cambio que los marxistas des­ criben con el nombre de «refeudalizacion». Las ciuda­ des-estado independientes y sus mercaderes-mecenas que habian hecho de Italia un pais con unas caracteristicas tan diferenciales dentro de Europa, se vieron sustituidos (excepto en Venecia y en Genova), por cortes y aristo­ cracias. Elegante, sofisticado, caprichoso y alusivo, el manierismo es un estilo aristocratico. A veces se considera al manerismo como un movi­ miento «antirrenacentista» 0 «contrarrenacentista», pero tal vez seria mas acertado describirlo como una fase tar­ dia del Renacimiento, ya que en el fondo la ruptura con las reglas clasicas no se hizo del todo en serio; en cual­ quier caso, tal ruptura presuponia un conocimiento de esas mismas reglas que intentaban romper. Y si dirigi­ mos nuestra atencion hacia los humanistas de la epoca, a los estudiosos y a los hombres de letras, veremos que su actividad no estaba encaminada a romper con su pa­

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apogeo en la segunda mitad del siglo XVI, cuando las guerras civiles en Francia y en Holanda hicieron que la serenidad de animo recomendada por Seneca y otros fi­ 16sofos estoicos fuese tan necesaria como dificil de con­ seguir. Otros, como Montaigne, acabaron desilusionados con el estoicismo y evolucionaron hacia el escepticismo clasico, hacia la doctrina segun la cual en un mundo incierto 10 mejor que puede hacer el hombre sabio es abstenerse de todo juicio. EI periodo de finales del siglo XVI se conoce tambien con el nombre de «epoca de la critica», en la que se empez6 a utilizar el termino «critico», primero para des­ cribir a los eruditos editores de los textos clasicos, cuyos metodos para descubrir las transcripciones incorrectas eran cada vez mas sofisticados (las ediciones que realiz6 Upsio de sus autores favoritos, Tacito y Seneca, son ejemplos destacados de «criticismo textual»). El termino se ampli6 hasta incluir 10 que nosotros llamamos «criti­ ca literaria» y «critica de arte». Las Vidas de Vasari se cuentan entre las obras de critica artistica mas famosas de una epoca en la que se debati6 apasionadamente en Italia, especialmente en 10 que se refiere a los meritos de los dos rivales en pintura y escultura, color y dibujo, Tiziano y Miguel Angel. Asimismo se escribieron trata­ dos para atacar 0 defender a Dante, 0 para dictar las reglas a seguir para escribir epica 0 tragedias. Todas estas tendencias, desde el platonismo hasta la critica, tenian ya sus antecedentes en la ltalia del siglo XV, pero son los cambios en las cuestiones a las que se pres­ taba mayor interes los que dieron un caracter propio al Renacimiento, tanto si 10 llamamos «epoca manierista»

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o «el otono del Renacimiento». Person no describir este periodo como una ep ya que los logros de Miguel Angel, T Shakespeare y Cervantes, entre otros, s plendidos para ello, y, como ya he co de este capitulo, prefiero el termino una desintegraci6n que abarc6 un largo Algunos elementos renacentistas -l mas, temas, etc., al uSO-, perduraro en la cultura europea. Por ejemplo, en bano VIII (1623-1644) se produjo un miento romano» similar al de la epoca de Bembo y de Rafael. En la Francia d cisco de Sales y otros fueron acertad como «humanistas piadosos», mientra las Faret consigui6 un gran exito al pu tratado sobre «el arte de agradar en poco mas que una traducci6n de algu El eortesano de Castiglione. En cuant bria mucho que decir a la hora de d Burton y a sir Thomas Browne como sentido estricto del termino. La Anat eolia de Burton, publicada en 1621, referencia al «hombre, la criatura mas del mundo» y hace continuas referenc principios del Renacimiento, como F Cicer6n y a Seneca. La Religio Medi blicada en 1642 pero escrita en 1635), similar sobre la «dignidad de la hum se presenta en los textos clasicos. Si incluimos a Burton y a Brown


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cionar tambien a sir William Temple, que en un ensayo escrito en la decada de 1690 defendia la superioridad de la ensefianza y 1a literatura antiguas sobre las «moder­ nas». Y si mencionamos a Temple, obviamente no pode­ mos omitir a Swift (en tiempos secretario de Temple), ni al doctor Johnson, a Pope, Burke y Gibbon, todos elIos miembros del lIamado «humanismo» augusto [61]. Al fin y al cabo, la edad «augusta» de la cultura inglesa, el siglo XVIII, recibi6 su nombre merced a la identificaci6n de estos escritores con la cultura romana antigua de la epoca de Augusto. El poema del doctor Johnson sobre Londres imita una satira del escritor romano Juvenal, mientras que La decadencia y carda de/Imperio romano de Gibbon, escrito durante la epoca de la Revoluci61l norteamericana, sefiala un paralelismo implicito cnl IT dos imperios en declive, el romano y el britanico. I,os temas de la libertad y la corrupci6n, tan relevanlc ell t'I pensamiento politico del siglo XVIII, son antes que nalill un legado de Grecia y Roma -via Florencia y VCIll't'ia y una adaptaci6n de este legado a las necesidadcs de till" sociedad cada vez mas comercializada [62]. Tambien los artistas continuaron aceptando allJ.llllm de los valores del Renacimiento Italiano. JOShllll I~l'v nolds y George Romney visitaron Halia pra esf "dim I.­ arquitectura clasica y la pintura renacenlisl a (C'N!,l'''''''' mente la obra de Rafael y de Tiziano). Las n,,,wll hIMI., sas del siglo XVIII reciben el nombre de «palladi 1I111i1l , 11m' que muchas de ellas se inspiraron en los pili "0" lip I•• villas que proyect6 en el siglo XVI eI arqllilc'l'llI 1111111'"' Andrea Palladio. Durante el reinado de Luis XIV (1110111111"11 IfU' rtf.

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cuentemente fue comparado con A en Francia un entusiasmo similar tambien en la epoca de la Revoluci6 blica romana fue una fuente de ins hemos visto, a principios del siglo X la tradici6n clasica en el campo de la ron su identificaci6n con los valore :lcufiando el termino humanismus [5 Estos paralelismos con los siglos x Ie impresionantes, y no resultaria di 1I1:IS. Sin embargo, el entusiasmo p 1)( 1I" el Renacimiento Italiano fue ca II \l'lIte su significado como resultado "II la cultura y en la sociedad. Uno Iiolorios fue el resultado del movim 11:lllores acostumbran a llamar «Re old siglo XVII, la obra de Galileo, D "l/'lIlllls otros. Se trataba nada meno IllIdl',ell del universo, en la que la Tier II II, los cielos dejaron de ser incorru 1III"IIIos del cosmos podian explicars II. Iii 11Iccanica. La investigaci6n de l III,', "ohre la base de la observaci6n y -1',Io"III;'llica y no sobre el estudio de lo 1,1'. IIlll'1pretaciones clasica y renacenti 11111 II'cltazadas. Se consider6 que lo 1II1t III liS dcmostraban la superioridad '"""" IllS «antiguos», por 10 menos e hill 1I11l'va visi6n del mundo, al pr 1m IIIIIIIhics cuhos se alejasen del pas Itl'""I LldlllCS fechen la desintegraci6


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en las decadas de 1620 y 1630, la epoca de Galilco y Descartes. Tambien deberia resultar obvio por ella que no podemos compartir la opinion de Burckhardt de con­ siderar al Renacimiento una epoca claramente «moder­ na» [1].

5.

CONCLUSIONES

En este ensayo hemos definido el una manera mas restringida que la de B pleando la util distincion de Gombrich derado un «movimiento» y no un «pe cluso al caracterizarlo como movimien tado de manera bastante estricta, resal el caso de la pintura) el intento de rev mas que otro tipo de cambios cultura han ocupado Burckhardt y otros histo mitaciones son deliberadas, y por una ensayo breve como este, que se ocup aspectos del conocimiento y de las arte europeos, resultarfa intolerablemente v un tema de analisis bien delimitado. To tante es el hecho de que casi todas las cas que se atribuyen al Renacimiento p se tambien en la Edad Media, epoca c contraponer. Y sucede que esta simple entre la Edad Media y el Renacimient tos explicativos, es en muchos aspecto

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Por ejemplo, podemos analizar el famoso «desarro­ llo del individuo» de Burckhardt, concepto sobre el que el mismo admitia tener sus dudas, y que en realidad no esta muy claro. Uno de sus significados es el de la au­ toestima, el «sentido moderno de la fama» como Burc­ khardt 10 llamaba. La competitividad puede haber sido particularmente intensa en la Florencia renacentista -aunque es imposible cuantificarla-, pero tal como se­ fialaba Huizinga, a los caballeros medievales les preocu­ paba tambien la gloria [76]; tambien para ellos la fama era un estimulo. Otro significado del «individualismo» renacentista es la conciencia de la individualidad. Siempre es posible re­ saltar, como hizo Burckhardt en su capitulo sobre «el descubrimiento del mundo y del hombre», el auge de las biografias y las autobiografias en la Italia renacentista, desde las memorias del papa Pio II hasta la autobiogra­ fia de Benvenuto Cellini, asi como al apogeo de los re­ tratos y autorretratos (como los de Tiziano y Ourero) , pero tambien podemos encontrar biografias en la Edad Media. Por esta y otras razones se ha argumentado que el «descubrimiento del individuo» se produjo en el si­ glo XII [77]. Otra formula habitual para caracterizar el Renaci­ miento es hacerlo en terminos de razon: la razon huma­ na de la que se enorgullecian los humanistas, la ordena­ cion racional del espacio posibilitada por el descubri­ miento de la perspectiva, 0 10 que Burckhardt llamaba «el espfritu de calculo», ejemplificandolo en las estadis­ ticas recopiladas por la Republica veneciana en el si­ glo xv. Tambien en este caso la diferenciaci6n entre Edad

CONCLUSIONES

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Media y Renacimiento parece artificiosa mo, al igual que el individualismo, es u curridizo; no obstante, puede encontrar glo XII, 0 incluso antes, en Europa occi interes por obtener cifras precisas [79]. estimulado por la creciente utilizaci6n d maquinas de calcular, el abaco (que se em en el siglo XI), y el reloj mecanico (en e otras palabras, el conocimiento de los n nada nuevo en la epoca de Bruni y Brun cosas, resulta dificil argumentar que se p cambio fundamental en la psicologia 0 e incluso de las minorias cultas entre la E Renacimiento (tanto si situamos esta tran al 1500, el 1400 0 el 1300). Llegados a vez seria mejor detenernos un momento preguntarnos si el Renacimiento en conj estar en peligro de disolucion, por dos t bastante diferentes. En primer lugar, Burckhardt definio to como el principio de la modernidad definicion de la cual los historiadores se tando paulatinamente desde entonces, e implica un modelo evolutivo simple de c que muchos rechazamos hoy en dia, y e los occidentales de la ultima generacion h pensar, con mayor 0 menor inquietud, ahora estan viviendo en un mundo « A cualquiera que comparta esta opinion, to Ie parecera una cosa mucho mas remo antes [88].


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En segundo lugar, y pese a que los logros de Leonar­ do, Petrarca y algunos otros artistas, escritores y erudi­ tos siguen despertando admiraci6n, hoy en dia resulta mucho mas dificil que en la epoca de Burckhardt sepa­ rar, por un lado, estos logros de los de la Edad Media, y por otro, diferenciarlos de los que se consiguieron en los siglos XVII y XVIII. Arist6teles, por poner un ejemplo claro, fue el maestro de un gran mimero de intelectuales europeos, desde su redescubrimiento en el siglo XII hasta su rechazo unos cuatrocientos afios despues, y por otra parte los debates humanistas acerca de su filosofia resul­ tan mas faciles de entender si los situamos en el contex­ to de este periodo mas amplio [87]. Asf pues, loa que debemos atenernos? Este es un punto en el que no existe unanimidad. Algunos investigadores de 10 que aim se denomina «estudios renacentistas», siguen adelante como si nada hubiese sucedido. Otros, entre los que me incluyo, tratamos de situar 10 que ocurri6 en el siglo XIV en Florencia, en el siglo XV en Italia y en el siglo XVI en Europa dentro de una secuencia de cambios conectados entre el ano 1000 (aproximadamente) y cl 1800. Estos desarrollos a largo plazo bien podrfan describirse como la «occidentalizaci6n de Occidente», en el sentido que hicieron que, por 10 menos las clases altas europeas, se diferenciasen cada vez mas de las de otros pueblos, como pone de manifiesto la historia del «descubrimiento» y conquista de gran parte del globo. Algunos de estos avan­ ces fueron tecnol6gicos: la invenci6n de las armas de fuego, de los artefactos mecanicos, de la imprenta, de los nuevos metodos de navegaci6n y de otras maquinas que propiciaron el auge de los hilados y los productos texti-

CONCLUSIONES

les. Pero los cambios que sefialaremos aqui, te dos de ellos, son -sin cmbargo- cam talidad. El soci610go Norbert Elias ha afirmado tante estudio que el siglo XVI fue un perio Occidente para 10 que el denomina «proce rio», es decir, el desarrollo del autocontrol, ejemplos cita los tratados sobre buena educa mo y del arzobispo Italiano Giovanni Della que se reeditaron varias veces y en difere [84]. Parece ser que la preocupaci6n por comportamiento civilizado en la mesa (abst cupir, lavarse las manos antes de comer, e tante frecucntc en la epoca, por 10 meno circulos sociales, pero (como el propio Elia sulta imposible trazar una linea de separa Renacimiento y la Edad Media, ya que los vales sobre «cortesfa» se remontan al siglo Queremos seiialar que en ninglm caso e riendo aquf que todas las otras culturas (l del Jap6n, 0 la China) careciesen de cualqu comedimiento en la mesa 0 en cualquier o cortesfa occidental 0 civilizaci6n era uno ma juntos de convenciones. Tal vez serfa mas e de un aumento del sentido de la privacid cambio gradual a la hora de asumir las esf a 10 publico y a 10 privado. Asi, las clas empezaron a comer en platos individuales cerIo en bandejas colectivas, a sentarse en duales en lugar de en bancos para varias p considerar de mala educaci6n (para citar u


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CONCLUSIONES

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Della Casa) ofrecer a un invitado «una pieza de fruta que el anfitrion ya hubiese mordido». Estos cambios bien pueden tener algo que ver con el «individualismo» del que hablaba Burckhardt, perc durante un largo periodo de tiempo se difundieron de una manera muy superfi­ cial. Quizas esten asociados a otras formas de comedi­ miento 0 represion, especialmente a la represion sexual que era al parecer una de las caracteristicas de la cultura occidental en aquella epoca. Una segunda aproximacion a los cambios culturales en el periodo medieval y a principios de la Edad Moder­ na subraya el efecto que produjeron en las mentalidades los cambios en las formas de comunicacion. Los histo­ riadores de la retorica percibieron una creciente preocu­ pacion Ror el arte de la persuasion (tanto en alocuciones publicas como en cartas personales), como ponen de ma­ nifiesto los tratados sobre el tema que se produjeron en ltalia, especialmente en la epoca del monje benedictino Alberico de Monte Cassino, a finales del siglo XI [81]. Algunos de estos historiadores llegan a hablar de la «Re­ volucion de la retorica», e incluso de una «Revolucion del lenguaje» en la Baja Edad Media, sefialando que los filosofos empezaron a darse cuenta de 10 problematico de la relacion entre lenguaje y realidad. La retorica es una disciplina que se ocupa tanto de los gestos como de las palabras y parece ser que su estudio estimulo el sen­ tido de rol social, la preocupacion por la presentacion del yo, tan evidente en El cortesano de Castiglione 0 en las vidas de hombres tan diferentes como Tomas Moro o Walter Raleigh [52, 63]. Otros han subrayado la difusion de la alfabetizacion

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en la Edad Media por razones comerciale tivas. La autocontemplacion que fascino bien puede haber sido una de las consec nuevos habitos de lectura y escritura en Estos historiadores tambien hacen hincap nominan «cultura de la imprenta». No sencillo distinguir entre las consecuencias y las del temprano apogeo de la alfabeti conocimientos de calculo, pero 10 que Sl mar es que a largo plazo la invencion aumento la disponibilidad de la informaci aSI los horizontes mentales y estimuland criticas con respecto a la autoridad, al hac tes las discrepancias entre los diferentes a Como sucede con la mayoria de las cu ricas fundamentales, resulta difkil discer zon estos cambios concretos tuvieron luga do, a pesar de 10 cual podemos intentar e hipotesis. La preocupacion por la retoric las ciudades-estado del norte de Halia, do pacion de los ciudadanos en el gobierno h de la persuasion fuese especialmente nece miento del comercio internacional (en el q Halia desempefiaba un papel central) esti tizacion a causa de la necesidad de regist ciones comerciales y de llevar las cuentas de los estados centralizados estimulo tam cion de registros escritos, 10 que aument de alfabetizacion. Norbert Elias ha llegad gerir que el proceso civilizatorio esta con ma instancia con la centralizacion politica


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tral forzaba a las gentes a vivir en paz unos con otros y, gradualmente, ejerce otro tipo de restricciones. La cre­ ciente preocupaci6n por la disciplina militar (incluyendo la instrucci6n) propia del siglo XVI es un argumento en favor de estas hip6tesis; el movimiento neoestoico del que hemos hablado antes demuestra la relaci6n entre el culto del autocontrol y el creciente interes por ciertos escritores antiguos, especialmente por Seneca [45]. Tam­ bien el mundo chisico tardio estaba centralizado, y algu­ nos de los (<nuevos» problemas que surgieron entre los siglos XI y XVIII habian sido a su vez problemas «anti­ guos». Por ejemplo, ya en la Roma de Cicer6n existi6 un debate acerca de la civilizaci6n y de la cortesia (en terminos de urbanitas 0 «urbanidad»). Como dan a entender estos ejemplos, el atractivo que suscitaron los chisicos durante todo el periodo, y espe­ cialmente en los siglos xv y XVI, fue en gran parte resul­ tado de su utilidad pnictica. Se admiraba a los antiguos porque representaban una guia para la vida; seguir sus huellas significaba avanzar con mayor seguridad por el sendero por el que la genie de fa epoca ya caminaba.

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BIBLIOGRAFIA

Por 10 que se refiere a estudios recien miento, merece la pena consultar las pub zadas, tales como el Journal of the Warb Institutes, eI Journal of Medieval and R el Bulletin of the Society for Renaissance que d'humanisme et renaissance (que ind gh~s).

INTRODUCCIONES

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EL RENACIMIENTO FUERA DE ITALIA: LAS ART

[34] E. Rosenthal, «The diffusion of the I style in Western Europe», Sixteenth-C ITALIA: HISl'ORIA INTELECTUAL

[24] E. Garin, L 'umanesimo italiano. Filosofia e vita civile nel Rinascimento, Laterza, Bari, 1952. Con frecuencia criticado pero aun insustituible. [25] H. Baron, The Crisis of the Early Italian Renaissance, Princeton, 1955. Remarca los vinculos entre la politica republicana y el «humanismo civil». [26] J. Seigel, «Civic humanism or Ciceronian rhetoric?», Past and Present, 34, 1966. Una critica a Baron. [27] W. G. Craven, Giovanni Pico della Mirandola, Ginebra, 1981. [28] A. Grafton y L. Jardine, «Humanism and the School of Guarino», Past and Present, 96, 1982. Una critica a Ga­ rin y una discusi6n sobre la educaci6n en la teoria y en la pnictica. [29] F. Gilbert, Machiavelli and Guicciardini, Princeton, 1965. Un penetrante estudio de dos de las figuras mas impor­ tantes al margen del humanismo. [30] C. L. Stinger, Humanism and the Church Fathers, Al­ bany, 1977.

1978. [35] A. Blunt, Art and Architecture in F sworth, 1970· (hay trad. cast.: Arte Francia, Catedra, Madrid, 1983). [36] M. BaxandaII, The Limewood Sculpt Germany, 1980. Su interes supera co

titulo sugiere. [37] J. Bialostocki, Art of the Renaissanc pe, 1976. Un cuidado estudio de la formas italianas. [38] R. J. Knecht, «Francis I: Prince an Courts of Europe, A. G. Dickens ed.

EL RENACIMIENTO FUERA DE ITALIA: IDEAS

[39] D. P. Walker, The Ancient Theology, intentos de reconciliar e1 neoplatonism [40] F. Yates, Astraea, 1975. Importantes significado politico de los festivales, ra, etc., en Inglaterra y Francia.


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EL RENACIMIENTO

[41] D. Kelley, Foundations oj Modern Historical Scholar­ ship, Nueva York, 1970. Trata de las relaciones entre el lenguaje, el derecho y la historia en el pensamiento de los humanistas franceses. [42] Q. Skinner, Foundations of Modern Political Thought, 2 vols., Cambridge, 1978. [43] J. Bentley, Humanist and Holy Writ, Princeton, 1983. Estudia la erudici6n sobre el Nuevo Testamento en el siglo XVI. [44] G. Kipling, The Triumph oj Honour: Burgundian Origins of the Elizabethan Renaissance, Leiden, 1977. [45] G. Oestreich, Neostoicism and the Early Modern State, Cambridge, 1982. Se ocupa fundamentalmente de los Pai­ ses Bajos y de Justo Lipsio.

BIBUOGRAFiA

[52] S. Greenblatt, Renaissance Self-Fash Shakespeare, 1980. Una nueva visio renacentista.

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LITERATURA

[46] A. J. Krailsheirner, ed., The Continental Renaissance, Harmondsworth, 1971. Introducci6n al estudio de Fran­ cia, Alemania, Italia y Espana.

M0s1CA Y CIENCIA

[53] C. Palisca, Humanism in Italian R Thought, New Haven, 1985. [54] E. Lowinsky, «Music in the culture Journal oj the History of Ideas, 15, [55] A. Debus, Man and Nature in the bridge, 1978. Estudio general, espe tema de la alquimia. [56] M. B. Hall, «Problems of the scient D. Hay et al., The Renaissance, 198

LA DESINTEGRACION DEL RENACIMIENTO

[57J J. Shearman,Mannerism, Harmonds llante estudio sobre todas las artes ( nierismo, Xarait, Madrid, 1984). [58J A. Chastel, The Sack of Rome, Pri las consecuencias culturales de la cat trad. cast.: El Saco de Roma, Espasa-C [59] R. J. W. Evans, Rudolf II and his W Acerca del humanismo y el manieris [60] R. R. Bolgar, ed., Classical influenc ture 1500-1700, Cambridge, 1976. Si la tradici6n clasica. [61] P. Fussell, The Rethorical World ofA Oxford, 1965. Presenta a Swift, Pope Gibbon y Burke como los humanistas d

[47] L. Forster, The Icy Fire, Cambridge, 1969. Estudio com­

parativo del petrarquismo.

[48] T. Cave, The Cornucopian Text, Oxford, 1979. Trata con rigurosidad de los problemas de escritura en Erasmo, Ra­ belais, Ronsard y Montaigne. [49] T. Greene, The Light in Troy, 1982. Acerca de la imita­ cion y de la asimilaci6n en la poesia italiana, francesa e inglesa. [50] D. Javitch, Poetry and Courtliness in Renaissance En­ gland, Princeton, 1978. Trata de Sidney, Spenser, etc. [51] S. Orgel, The Illusion of Power, Berkeley y Los Angeles, 1975. Sobre cI teatro y la politica en el Renacimiento ingles.

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EL RENACIMIENTO

[62] J. Pocock, The Machiavellian Moment, Princeton, 1975. Incluye una importante discusion sabre el humanismo ci­ vil en el pensamiento angloamericana de los siglos XVII y XVIII.

PERSONALIDADES

[63] R. W. Hanning y D. Rosand, eds., Castiglione: the Ideal and the Real in Renaissance Culture, 1983. [64] P. Russell, Cervantes, 1985. [65] E. Panofsky, Albrecht Durer, Princeton, 1955 4 (hay trad. cast.: Vida y obra de Alberto Durero, Alianza Editorial, Madrid, 1982). [66] J. McConica, Erasmus, 1986. [67] M. Kemp, Leonardo da Vinci, 1981. [68] Q. Skinner, Machiavelli, 1980 (hay trad. cast.: Maquia­ velo, Alianza Editorial, Madrid, 1984). [69] H. Hibbard, Michelangelo, 1975. PO] P. Burke, Montaigne, 1981 (hay trad. cast.: Montaigne, Alianza Editorial, Madrid, 1985). [71] A. Fox, Thomas More: History and Providence, 1982. [72] N. Mann, Petrarch, 1985. [73] M. M. Screech, Rabelais, 1979. [74] M. Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Rabelais y su mundo (1965), Alianza, Ma­ drid, 1990 4 • [75] R. Jones y N. Penny, Raphael, 1983.

EDAD MEDIA

[76] J. Huizinga, El otono de la Edad Media (1919), Selecta­ Revista de Occidente, Madrid, 1967.

BIBLIOGRAFIA

[77] C. Morris, The Discovery of the lndivid 1972. [78] C. Brooke, The Twelfth-Century Renaiss [79] A. Murray, Reason and Society in the M ford, 1978 (hay trad. cast.: Raz6n y soci Media, Taurus, Madrid, 1982). [80] C. S. Jaeger, The Origins of Courtliness, [81] J. J. Murphy, Rethoric in the Middle 1974. [82] H. J. Chaytor, From Script to Print, Ca [83] R. Bolgar, ed., Classical Influences on E re 500-1500, Cambridge, 1971.

CONCLUSIONES

[84] N. Elias, The History of Manners, 193 ingles, Oxford, 1978. [85] A. Toynbee, A Study of History, 9, Ox trad. cast.: Estudio de la Historia, Planet celona, 1985). [86] L. D. Reynolds y N. G. Wilson, Scribe Oxford, 19742 • [87] C. Schmitt, «Towards a reassessment Aristotelianism», History of Science, 11, [88] W. Bouwsma, «The Renaissance and the pean history», American Historial Review [89] E. Eisenstein, The Printing Revolution, C


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